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miércoles, 11 de enero de 2017

La lección del Playboy HS TERMINADA.


La lección del Playboy HS TERMINADA.
by r-roulette

Harry Styles tenía un lema simple, no creía en anillos ni en compromisos. Adorado por dondequiera que fuera, aún no había encontrado a una mujer que se le resistiera. Hasta qué fue enviado al pequeño principado de Preitalle y se encontró a su mayor desafío...



A la decorosa y conservadora princesa ____ no le gustaban los dramas. Lo último que necesitaba en su vida era un donjuán como Harry Styles quisiera interferir en la boda de su hermana. Estaba decidida a resistirse a sus encantos, pero no tardó en descubrir lo difícil que iba a ser. Sobre todo cuando su propio cuerpo la traicionaba y era capaz de cualquier cosa por estar a su lado una vez más...



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10


Harry la besaba tan despacio, tomándose tanto tiempo, que ____ estaba a punto de perder por completo la cabeza. La necesidad que sentía iba creciendo dentro de ella, llegando a un punto casi insoportable. Podía sentir lo húmeda y lista que estaba para él. Estaba deseando que se deslizara dentro de ella. No podía aguantar más. Se frotó contra él, urgiéndolo sin palabras para que intensificara el ritmo y diera el siguiente paso.
Pero Harry parecía tener todo el tiempo del mundo y la dejó al borde del abismo una y mil veces. Lo hizo con sus besos, con la boca en sus pechos, con sus caricias...
Besó todo su cuerpo, fue bajando por su torso hasta llegar a su ombligo. Allí se detuvo, jugando con su lengua hasta hacerla gemir de placer una y otra vez. Mientras tanto, sus dedos la acariciaban íntimamente, no lo suficiente como para llevarla al clímax, pero haciendo que se desesperara hasta la locura.
Sin poder esperar más, levantó las caderas de la cama mientras le suplicaba entre gemidos.
-Ya, Harry. Por favor... 
-De acuerdo. 
Vio cómo se apartaba de ella para ponerse un preservativo y contuvo el aliento cuando volvió a su lado. Se deslizó dentro de ella lentamente, demasiado despacio para su gusto, pero una parte de ella sabía que lo estaba haciendo así por ella, para no hacerle daño.
Se estaba dando cuenta de que la imagen que la prensa reflejaba de Harry no tenía mucho que ver con la realidad. No era tan superficial como lo pintaban, sino muy tierno y caballeroso. Era un amante generoso y considerado.
Todo lo que hacía lo hacía pensando en ella

y en su placer. Se estaba ocupando de ella antes de preocuparse por su propio placer. Supuso que debía de ser una tortura tener que esperar tanto para alcanzar su propia liberación. Estaba haciendo una demostración increíble de autocontrol.
-Dime si te hago daño -le susurró Harry deslizándose dentro de ella. 
-No, no me estás haciendo daño -repuso. 
Agarró sus nalgas para atraerlo contra sí misma y sentirlo por fin completamente dentro de ella. No habría tenido palabras para describir lo que sintió. Él era tan fuerte e increíble... y ella estaba más que preparada para él, nunca lo había estado tanto. Notó que contenía el aire, podía sentir cómo empezaba a costarle mantener el control. Sabía que quería enterrarse dentro de ella más aún, pero que estaba conteniéndose por miedo a hacerle daño.
Le clavó los dedos en la carne mientras levantaba las caderas, necesitando tenerlo más dentro. Harry entendió el mensaje y así lo hizo, pero siempre con cuidado.
Fue increíble, encajaban a la perfección y no tardó en sentir oleadas de placer atravesando su cuerpo. No había vivido nada igual.
Pero seguía sintiendo impaciencia, su cuerpo estaba al borde de un precipicio, entre la excitación y la más exquisita de las torturas.
-Por favor... -le suplicó ella entre gemidos-. Vamos, por favor... 
Harry gruñó contra su cuello mientras embestía con fuerza, llenándola completamente. La fricción del movimiento terminó de despertar sus sentidos.
Al principio, los movimientos fueron suaves. Podía sentir que Harry estaba intentando mantener

cierto control. Fue aumentando gradualmente el ritmo y el placer era cada vez más intenso. A pesar de que era la primera vez que estaban juntos y de la poca experiencia que tenía ella, era como si su cuerpo lo reconociera, como si estuviera perfectamente sintonizado con el de él. Respondía con Harry como no lo había hecho con nadie. Con honestidad, naturalidad y verdadero entusiasmo.
Harry deslizó una mano entre sus cuerpos, acariciando su clítoris suavemente y consiguiendo que su placer fuera aún más intenso. Sintió que algo se deshacía dentro de ella, una sensación tan maravillosa que desencadenó un terremoto por todo su ser, haciendo que se sacudiera con mil temblores. Tan intensa fue su liberación que perdió momentáneamente la noción del tiempo y la del espacio. Sentía que estaba flotando en un mar de felicidad.
Harry siguió moviéndose dentro de ella, yendo hacia su propia liberación y llevándosela consigo una vez más. Se aferró a él cuando su ritmo se aceleró. Era increíble sentirlo así dentro de ella. Podía sentir cómo el cuerpo de Harry se tensaba mientras se entrelazaban sus piernas y se unían aún más sus cuerpos.
Soltó un grito casi animal cuando por fin llegó a la cima de su placer y todo su cuerpo tembló.
Pocos segundos después, se derrumbó sobre ella y se quedaron inertes, felices y agotados.
Ella se quedó esperando con algo de incomodidad lo que iba a suceder después. Había que volver a la realidad y eso era siempre difícil. Harry tendría que apartarse y deshacerse del preservativo mientras ella trataba de cubrir su desnudez

con la sábana. Esperaba con angustia ver un gesto de arrepentimiento en el rostro de ese hombre.
Pero nada de lo que esperaba sucedió.
Harry le apartó un mechón de pelo de la cara con ternura y la miró a los ojos. Su expresión no era arrogante ni orgullosa. Parecía pensativo y algo preocupado.
-¿No te he hecho daño?
-No -repuso ella alisando con su dedo la arruga que había aparecido entre las cejas de Harry-. Ha sido maravilloso. Tú has estado maravilloso.
-Los dos lo hemos estado -le corrigió Harry.
No era tan ingenua como para pensar que a él el encuentro le hubiera parecido algo fuera de lo común. Pero no podía evitar tener la esperanza de que hubiera habido algo diferente en su unión. Para ella había sido increíble y se preguntó si para Harry también habría sido especial o si siempre se sentía así, como si el mundo no existiera, solo ellos dos y lo que estaban compartiendo en esa cama.
Pero no quería hacerse ilusiones. Trató de sonreír y mostrarse alegre.
-Gracias a ti, ya no tendré que volver a fingir. Mis futuros amantes te estarán eternamente agradecidos -le dijo.
Harry se apartó de ella.
-Pensé que el objetivo de jóvenes como tú era el de encontrar un hombre adecuado para casarse. ¿Acaso aspiras a tener decenas de amantes?
____ se puso boca abajo y apoyó la barbilla en sus manos.
-Bueno, creo que lo más inteligente es probar varios modelos antes de decidirte a comprar uno. Me parece que antes debería decidir qué es lo que busco en un amante, conseguir un poco más de experiencia, experimentar...
Harry se quedó

callado un buen rato. Después, se volvió para mirarla por encima del hombro.
-Si eso es lo que quieres, hazlo.
-A lo mejor podrías ayudarme a encontrar al candidato adecuado. Ese amigo tuyo del club...
-No -la interrumpió Harry con rotundidad.
Sin decir nada más, se levantó de la cama, recogió sus pantalones del suelo y se los puso.
-¿Qué te pasa? -le preguntó ella.
-¿Te estás escuchando? -repuso irritado-. ¿Un orgasmo y de repente quieres abrirte de piernas ante cualquiera que muestre un poco de interés en ti? 
-No fue un orgasmo, fueron dos. 
Le pareció que Harry no sabía si reírse o maldecir. Se pasó una mano por el pelo. 
-Ya sabía yo que esto iba a ser un error... 
Ella también se levantó y cubrió con la sábana.
-No sé por qué te has puesto así, tengo derecho a acostarme con quien yo quiera. Tú has tenido un montón de amantes, yo solo he tenido dos -le dijo con firmeza-. Quiero compensar todo el tiempo que he perdido. Tengo veinte y tres años y en mi vida solo he tenido dos orgasmos. Bueno, aparte de los que yo misma... Bueno, no entremos en detalles. Pero no es lo mismo, es mucho más bonito con otra persona...
-Entonces, hazlo conmigo. 
Lo miró fijamente durante un momento. 
-¿Qué? 
-Recupera conmigo el tiempo perdido -contestó Harry -. Ten una relación conmigo. Al menos mientras esté en Preitalle, hasta la boda de tu hermana.
-¿Te das cuenta de que acabas de utilizar la palabra «relación»? 
-Bueno, quería decir aventura. 
No podía creerlo... Decidió torturarlo

un poco más y fingir que tenía que pensárselo. 
-No sé. Me parece algo arriesgado para mí. 
-¿Por qué? 
-Sé que puede tener muchos beneficios para cualquiera el que lo asocien con una princesa. Si se trata de escalar puestos socialmente, no se puede llegar mucho más alto... 
Harry le hizo un gesto de incredulidad.
-¿Crees que eso es de lo que se trata? 
-Por supuesto, ¿por qué ibas a hacerlo si no? 
Harry fue hacia ella y agarró con fuerza sus hombros. 
-Te lo voy a demostrar -le dijo antes de besarla apasionadamente. 
Harry abrió los ojos después de un largo y profundo sueño y se dio cuenta de que todavía estaba en la cama de ____. Estaba acurrucada junto a él, con la mejilla apoyada en su pecho y el pelo desordenado sobre la almohada. Tenía su delicada mano a pocos centímetros de su ingle y le bastó con ser consciente de ese hecho para que su sangre comenzara a agitarse y su cuerpo reaccionara.
Nunca había pasado la noche en la cama de nadie, siempre utilizaba la suya. De hecho, tampoco había pasado la noche con nadie. Eran muchas novedades.
Eran casi las seis de la mañana y no quería irse de allí antes de que se despertara, sino que estaba deseando deslizarse de nuevo dentro de ella y olvidarse de todo. La lujuria lo consumía cuando estaba con ella.
Porque trataba de convencerse de que eso era todo lo que había entre los dos, lujuria.
Era un hombre con un fuerte deseo sexual. Desde su adolescencia, no había pasado muchos días sin compañía. Y era esa una circunstancia que le ayudaba a entender por qué había

aceptado, e incluso sugerido, esa situación.
Sobre todo después del correo electrónico que el director general de la empresa familiar le había enviado el día anterior. Casi prefería pensar que era por eso por lo que le había ofrecido a ____ estar con ella hasta el fin de mes.
La cadena había previsto un descenso en las reservas en todo el mundo por culpa de la alerta sanitaria que se había producido en el hotel de Montecarlo. Pero no había ocurrido, se había producido todo lo contrario gracias a la noticia de la que hablaban todas las revistas del corazón. Su supuesta relación con la princesa ____ de Preitalle había hecho que subieran las reservas en hoteles Styles de todo el mundo, de una manera mucho más importante de la conseguida con cualquier campaña publicitaria que la cadena hubiera realizado con anterioridad.
A la gente le encantaba imaginarse a la recatada y tímida princesa con el famoso donjuán. Y esa imagen parecía haber elevado la marca Styles a su punto más alto.
Sintió que ____ se movía. Lo rozó con uno de sus pies y oyó que murmuraba algo y se le acercaba aún más. Poco después, sintió su mano tocándolo íntimamente.
-¿Es esto para mí? -preguntó con picardía.
Un estremecimiento de deseo lo atravesó como un rayo. La hizo rodar hasta colocarse encima y solo se detuvo un segundo para ponerse un preservativo antes de deslizarse dentro de ella.
-No me digas que eres una de esas personas tan molestas que se levantan llenas de energía antes incluso de que amanezca -le susurró él.
____ sonrió. 
-¡Mira quién habla!

Apenas te he tocado y mira lo que estás haciendo. 
La besó profundamente, acariciándola con su lengua, tragándose sus jadeos y gemidos mientras comenzaba a moverse dentro de ella. La llevó hasta el borde de un orgasmo para dar después marcha atrás.
Lo hizo una y otra vez, hasta que sintió que se desesperaba, hasta que ____ arañó su espalda como una gata en celo.
Saboreó ese poder que parecía tener sobre ella. Tenía que demostrarse a sí mismo que ____ lo deseaba más que él a ella. Lo contrario era inaceptable. Nunca había permitido que fuera así y no pensaba cambiar con ella. Estaba decidido a tener una aventura con ella, pero sería solo algo físico, no emocional.
Agarró una de sus piernas por encima de su cadera y empujó implacablemente contra ella, intentando estar cada vez más dentro y a un ritmo cada vez más rápido. Siguió hasta no poder más, hasta que finalmente echó hacia atrás la cabeza con un grito primitivo. Solo entonces se dejó llevar por un orgasmo demoledor que lo deshizo por completo.
Se tumbó después a su lado, tomándose un momento para recobrar un poco el aliento.
____ se giró un poco para mirarlo. 
-¿Es siempre igual para ti? 
-No -repuso él manteniendo los ojos cerrados.
-¿Qué es lo que hace que sea a veces diferente? -le preguntó mientras
acariciaba su torso. 
«Tú», pensó. 
Pero sacudió mentalmente la cabeza, no podía pensar de esa manera. 
-Un montón de cosas. Como la energía que tenga, si he tomado o no alcohol, el desajuste horario después de un largo viaje, el estado de ánimo...


Se levantó y fue a recoger los pantalones, pero estaban tan arrugados que volvió a dejarlos en el suelo. Se volvió para mirarla y vio que se mordía el labio inferior. Parecía preocupada.
Se le encogió el corazón cuando vio que tenía la barbilla enrojecida. Si le había hecho eso en la cara, no quería ni pensar en cómo tendría el resto del cuerpo.
Pero consiguió saberlo en cuanto ____ se levantó de la cama. Vio que hacía una mueca de dolor al dar un primer paso, pero que trataba de disimularlo poniéndose de espaldas a él mientras se colocaba las gafas.
Se acercó a ella y tocó su brazo. 
-¿Te he hecho daño? 
-No, estoy bien. 
Suavemente, le levantó la barbilla. 
-Tienes la barbilla enrojecida por culpa de mi áspera barba. Lo siento. Debería haber tenido más cuidado. 
-No pasa nada, me pondré un poco de corrector y ya está. Le dio un tierno beso en la cabeza. 
-Creo que un baño caliente hará que te sientas mejor. ¿Quieres que te lo prepare? 
-Sí, gracias. Sería genial. 
Unos minutos más tarde, Harry se sentó en el borde del jacuzzi para observarla mientras jugaba con las pompas de jabón.
-No sé cuándo fue la última vez que me di un baño de burbujas -le dijo ____-. Se me había olvidado lo divertido que es. Aunque lo sería aún más si estuvieras aquí conmigo. Hay sitio de sobra. ¿Por qué no entras?
-Sabes muy bien por qué -repuso él mientras tomaba un buen puñado de espuma y se lo ponía en la cabeza como si fuera una corona.
____ sonrió tímidamente. 
-¿Sueles preparar baños de

burbujas para tus amantes? -No, pero una vez tuve una orgía en un jacuzzi. 
-¿Fue divertido? 
Harry no tuvo que pensar demasiado antes de responder. -La verdad es que no. 
____ lo miró entonces a los ojos. 
-¿Por qué utilizas el sexo casi como vía de escape cuando eres un artista con tanto talento? ¿Por qué no pones toda esa energía en tus dibujos y pinturas?
Se levantó y se limpió la espuma que había caído en sus pantalones. 
-No pases mucho tiempo ahí metida o saldrás arrugada como una pasa. 
____ se dio la vuelta en la bañera para mirarlo.
-¿Por qué huyes de tu talento? ¿Por qué lo escondes de todo el mundo? 
-Hay miles de artistas con talento por toda Europa. 
-Lo sé. Pero, ¿por qué no haces como ellos y expones tu obra? Tienes que permitir que otras personas puedan ver tu trabajo.
-¿Qué quieres? ¿Qué me ponga a vender mis cuadros en un mercadillo? No quiero ni pensar en lo que diría entonces la prensa...
-Me parece increíble que no seas consciente de tu propio talento -le dijo ____.
No sabía por qué insistía, él conocía bien sus limitaciones. Sabía lo que se tardaba en conseguir hacerse un hueco en el mundo del arte. No era algo que pudiera lograr con el dinero de su familia ni con su talento en el dormitorio.
-Bueno, voy a hablar con el director del hotel para ver cómo va la situación -le anunció él dándole la espalda-. Ya me tenía que haber llamado hace una hora para informarme.
-Posaré para ti.
Se detuvo en la puerta del baño al oír sus palabras y se volvió para mirarla. Estaba

de pie en un mar de burbujas, cubriéndose con una mano los pechos y su sexo con la otra. Parecía una versión moderna de El nacimiento de Venus, la famosa obra de Botticelli.
Se quedó sin respiración, no pudo evitarlo. ____ representaba todo lo que a él le faltaba, inocencia, belleza, decencia y honestidad.
-Quiero que me dibujes, Harry. 
-Ya lo he hecho. 
-Pero quiero que me dibujes así -le pidió apartando las manos que cubrían su desnudez.
Se quedó mirándola absorto. Nunca la había visto tan hermosa. Le tentaba la idea de dibujarla así para poder capturar ese momento en el que su cuerpo le contaba una historia que solo él sabía. Una historia de sensualidad que había unido, aunque solo fuera por un tiempo, a personas completamente opuestas. Una historia que nadie más podría llegar a comprender. No lo entendía ni él mismo.
-¿Por qué? 
-Porque quiero saber cómo me ves. 
-Nunca he hecho un desnudo. 
-Eso hará que este sea aún más especial. Algo que será solo para nosotros. Nadie más tiene que verlo. Porque no me gustaría que nadie lo viera, tiene que ser algo totalmente privado.
Se pasó una mano por la cabeza, tratando de decidir qué hacer. Vio esa mirada llena de confianza en sus ojos verdes y se sintió más sucio e indigno que nunca.
-¿No habías dicho que el Arte debía ser compartido?
-Y lo será -repuso ella sonriendo y mostrándole esos hoyuelos en sus mejillas-. Pero solo por nosotros.

-¿Puedo mirar ya? -le preguntó ____ al día siguiente. 
-No, quédate quieta mientras termino las sombras de uno de

tus hombros. 
-Pero tengo frío... 
-Lo de posar fue idea tuya, ¿lo recuerdas, cariño? -le dijo Harry concentrándose en su trabajo.
La verdad era que no tenía frío, pero estaba deseando ver lo que había hecho.
Levantada la cuarentena en el hotel, iban a regresar a la isla al día siguiente. Al final, todo había sido una intoxicación alimentaria que procedía de la panadería que abastecía el hotel. Solo se habían visto afectadas unas cuantas personas y ya estaba todo controlado.
El tiempo que había pasado con Harry le había compensado con creces las molestias de verse allí encerrada. Nunca había sido más feliz. El Harry que había llegado a conocer esos días no tenía nada que ver con el personaje público.
Era muy consciente de que esa relación o aventura no iba a durar mucho más, pero al menos iba a tener los maravillosos recuerdos de esos días. Además de una pintura que iba a conseguir transportarla al pasado cuando la viera.
-Bueno... -susurró Harry unos minutos más tarde mientras se echaba hacia atrás en la silla-. Necesita un poco más de detalle, pero ya lo terminaré en la isla. Tiene que secar esta capa antes de añadir más pintura.
____ salió de la bañera rápidamente, se secó los pies y se acercó a él para mirar la obra por encima de su hombro.
-¿De verdad soy así? 
Harry frunció el ceño. 
-¿Por qué? ¿No te gusta? 
Se dio cuenta entonces de que sentía cierta inseguridad y decidió aprovecharse de esa circunstancia.
-No sé... -susurró mirando la obra con atención-. Son mis pechos... Creo

/>que podrías haberlo hecho mejor.
-¿Qué quieres decir? He pasado mucho tiempo en ellos. Son perfectos, con la cantidad justa de forma, de luces y sombras...
Sonrió entonces al ver cómo se había puesto. 
-Eres mucho más susceptible de lo que pensaba. 
Harry también sonrió al darse cuenta de que había estado tomándole el pelo.
-Y tú eres una brujilla -repuso mientras la agarraba por las caderas y la atraía hacia él.
Atrapó uno de sus pechos con la boca y no pudo evitar estremecerse.
Bajó la mirada hacia su oscura cabeza y comenzó a acariciarle el pelo, olía al fragante champú de los hoteles Styles. No sabía si iba a poder percibir ese aroma en algún sitio y no pensar en él.
Era una delicia sentir cómo jugaba con sus pezones, todo su ser reaccionó con fuerza y sintió una oleada de calor que se centraba entre sus piernas. Empujó su cuerpo contra él, con ganas de más, deseándolo con cada célula de su ser.
-Se supone que debería dejar que descansaras un poco... -susurró él. 
-Ya he descansado. -No -repuso él mirándola a los ojos-. Deja de tentarme, niña. ¿No sabes que la gente creativa como yo se distrae con facilidad?
-Me gusta distraerte. Tienes un gesto tan intenso y concentrado cuando estás trabajando... Frunces el ceño -le dijo tocando con suavidad su frente-. Y te pones de muy mal humor. Eres como Beethoven.
-Lo sé. Afortunadamente, es una parte de mí que nadie suele ver. 
Le puso las manos en los hombros y lo miró a los ojos. 
-Eres una buena persona, Harry Styles. No dejes que nadie te diga lo contrario.

/>-No me pongas aún alas de ángel, princesita -repuso Harry-. Por dentro estoy podrido.
-No es verdad.
Harry agarró su trasero y la atrajo hacia él, haciéndole hueco entre sus muslos. Podía sentir lo excitado que estaba a través de la tela de sus vaqueros. Cada vez lo deseaba más, no podía evitarlo. Bajó las manos y le desabrochó el pantalón, bajando después su cremallera. Comenzó entonces a acariciarlo mientras observaba cómo el placer iba distorsionando sus facciones.
-¿Te gusta esto? 
-¿A ti qué te parece?
Siguió frotando su pene, deslizando la mano arriba y abajo, cada vez con más intensidad.
-Esta vez, quiero ser yo la que te dé placer.
-Eso va a ser difícil -repuso Harry poniéndose en pie y tomándola en sus brazos mientras la llevaba al dormitorio-. A lo mejor soy anticuado, pero tengo una norma muy básica en la cama, siempre atiendo antes a las damas.
Se estremeció cuando la dejó en la cama. Podía ver el deseo en sus ojos mientras separaba sus piernas y comenzaba a acariciar la cara interna de sus muslos. Cuando sintió que la besaba íntimamente, ella ya estaba en el séptimo cielo. Arqueó la espalda hacia él, agarrándose con fuerza a la colcha mientras oleadas de puro placer la recorrían. Seguía sorprendiéndole la intensidad con la que su cuerpo respondía cada vez. No siempre era igual, pero era muy intenso.
Cuando terminó con ella, ____ aprovechó para empujarlo y sentarse a horcajadas sobre él. Estaba tan excitado que no podía dejar de mirarlo.
-Voy a comerte hasta que no quede nada de ti... -le susurró ella.
No podía creer que le acabara de decir algo tan escandaloso y, mucho menos, que estuviera a punto de cumplir su promesa.
-De acuerdo, pero con un preservativo -repuso Harry. 
-¿Por qué? 
-Es más seguro para ti -le explicó sacando uno del cajón-. Puedes ponérmelo tú, si quieres. 
Aceptó el preservativo que le ofrecía y abrió el paquete con los dientes. 
-¿Puedo ponértelo con la boca? 
-Veo que tenías razón, puedes ser una chica muy mala... Le dirigió una mirada burlona. 
-Así es. ¿Crees que vas a poder con ella? 
-Bueno, vamos a comprobarlo... -repuso él con una pícara y sexy sonrisa.


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1


Harry Styles tenía que reconocer que el último escándalo del que hablaban los tabloides de Londres era el más grave que había visto hasta el momento. Se recostó en el sillón y miró con una sonrisa perezosa a Christos Giatrakos, el nuevo hombre de confianza de su padre.

-¿Qué es lo que le ha molestado más? ¿Las esposas o el taparrabos de cuero?-le preguntó.

El nuevo consejero delegado de la cadena de hoteles Styles no contestó. No tenía demasiado sentido del humor, pero suplía esa carencia de su carácter con una frialdad de hielo.
El griego lo miró como si se hubiera transformado en una estatua de mármol y lo fulminó con sus heladores ojos azules. Vio que había apretado la boca en una fina línea.

-Estamos bastante acostumbrados a leer sus sórdidas hazañas en las revistas del corazón, pero esta noticia corre como la pólvora por internet. No ha hecho más que manchar la prestigiosa marca de este hotel con la forma en la que se comporta en su vida privada.

Harry no se molesto en disimular un bostezo. Todo lo que le estaba diciendo le parecía muy aburrido. Era algo que había oído muchas veces, más de las que podía contar.
Balanceó las patas traseras de su silla. Era un experto en equilibrar de esa manera su mirada en la cara del director general de turno, siempre tan furioso como lo estaba Giatrakos ese día. Estaba acostumbrado a reuniones como esa.
Incluso había aprendido a disfrutar con ellas. Era su manera de compensar cómo se había sentido a los siete años cuando se mojó los pantalones después de que el director del internado

lo llamara a su despacho. Desde entonces, no se había vuelto a dejar intimidar. Nunca.

-Lo único predecible en usted es exactamente su imprevisibilidad -continuó Giatrakos-. Y puesto que se ha negado sistemáticamente de conducta, tendremos que hacerlo los demás.
-Sólo fue una fiesta que se nos fue de las manos, nada más -dijo Harry-. La prensa hace que suene como sí se hubiera tratado de una orgía, pero ni siquiera me acosté con ninguna de esas chicas. Bueno, puede que con una sí, pero sólo porque estaba esposado a la cama en ese momento, ¿qué otra cosa iba hacer? No me quedó más remedio.

Vio que latía rápidamente un músculo en la mandíbula del director.

-Su padre se niega a darle un céntimo más de su asignación hasta que se comprometa a cumplir con la misión que le he asignado. Ya me imagino que esta le parecerá una crueldad, después de todo, no está acostumbrado a trabajar para ganarse la vida. Lo suyo es ir de fiesta en fiesta seduciendo a aspirantes, a famosas que sólo se acercan a usted para tener fama y dinero.

Harry dejo caer de golpe la silla en el suelo al oír las palabras del otro hombre.
Tenía previsto asistir a una exclusiva subasta de arte en Montecarlo la siguiente semana. Estaba reuniendo una colección privada en pinturas en miniatura y había una en particular que quería comprar. Su instinto le decía que esa obra iba a revalorizarse en poco tiempo. Lo último que quería que ese hombre lo exiliara a algún lugar remoto y perdiera la oportunidad de adquirir esa obra. Pero, por otro lado, tampoco podía permitirse el lujo de perder la asignación que obtenía del fondo fiduciario familiar.


Sentía que era algo que su familia le debía algo a él y no al revés.

-¿Qué clase de misión? 
-Un mes de trabajo en el hotel Styles de la isla de Preitalle, en el Mediterráneo.

Harry tuvo que contenerse para no suspirar aliviado. El principado de Preitalle estaba a poca distancia del Montecarlo y podía ir tanto en ferry como en helicóptero, si llegaba a ser necesario.
Pero pensó que le convenía mostrarse descontento. Le había quedado claro que el nuevo director general nombrado por su padre quería castigarlo y estaba disfrutando mucho haciéndolo. Igual que había pasado con el director del internado, alguien en quien prefería no pensar.

-¿Y qué es lo que se supone que tengo que hacer? -le preguntó con fingido recelo.

Todo formaba parte de su juego. Tenía qué ponerse a lo que le pedían, pero sólo era una fachada. En realidad, creía que era él el que llevaba las riendas de su vida y controlaba esa situación. 
Los ojos fríos de Giatrakos lo miraron con malicia. 

-Tendrá que trabajar de manera conjunta con la princesa ____ y ayudarla a planear la boda de su hermana Madeleine, que se celebrara a finales de este mes.
Harry echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír con ganas.

-Es una broma, ¿verdad? ¿Yo? ¿Quiere que organice una boda? ¡No se nada de eso! Puedo organizar fiestas, ¿pero una boda? Ni siquiera puedo recordar la ultima vez que fui a una.
-Mucho mejor, así tendrá la oportunidad perfecta para aprender a hacerlo -repuso Christos mientras jugueteaba con el bolígrafo que tenía entre sus manos-. Se supone que sabe muy bien qué es lo que quieren las mujeres.

Aquí está su oportunidad de poder por fin darle un buen uso a esa experiencia.

Harry decidió seguirle el juego. Pensaba que no podía ser muy difícil. Después de todo, la boda se iba a celebrar a finales de ese mes y ya debía de estar organizado casi todo.
Decidió que dejaría los trabajos de última hora para las personas que de verdad sabían hacer ese tipo de cosas, mientras el se relajaba en una de las maravillosas playas de Preitalle.
De todas formas, ya había empezado a cansarse un poco del ambiente londinense. Había sido divertido salir a menudo, provocar escándalos y hacer las cosas más desvergonzadas que se le ocurrían sólo por el mero placer de que podía hacerlo. Había sido cómo explotar cada situación a su favor, pero ya empezaba a cansarse de tanta fiesta, tantos clubes nocturnos y tantas amantes.
Tenía qué reconocer que era agotador e incluso, aunque le costara admitirlo, algo aburrido.
Además, le atraía la idea de tener más tiempo para concentrarse en su arte. No sólo en los cuadros en miniatura que coleccionaba, sino en sus propias pinturas. Su pasión por el dibujo había estado presente en su vida desde que fue lo suficientemente mayor para sostener un lápiz en la mano. El dibujo era su manera de abstraerse de todo y meterse en un mundo privado donde podía estar tranquilo y centrado. Había sido su manera de estar anclado a algo durante una infancia muy caótica.
Por muy mal que estuvieran las cosas en su familia siempre había tenido el dibujo para poder escaparse a ese mundo interior de paz y creatividad. Había pasado horas sentado en el suelo

del salón, frente al cuadro de su madre, tratando desesperadamente de captar unos rasgos que ya había empezado a olvidar, pero que estaban capturados para siempre en ese retrato. 
Disfrutaba mucho del proceso de creación, desde los primeros trazos de lápiz en un pequeño lienzo hasta el resultado final, una pintura en miniatura terminada, enmarcada y con su firma en la esquina derecha.
Pensaba que iba poder aprovechar ese mes en junio en Mediterráneo para disfrutar esa otra pasión que tenía, menos carnal y básica que las otras. 
Creía que le resultaría fácil. No tenía más que fingir estar de acuerdo con todo, hacer lo que le pidan y tratar de disfrutar esas semanas en la isla.

-Bueno, ¿y qué le parece a la princesita que llegue alguien de fuera para inmiscuirse en la organización de su boda? -le pregunto finalmente mientras volvía a balancear la silla sobre las patas traseras. 

-¿Cómo? -le pregunto ____ mirando a su hermana Madeleine muy ofendida-. ¿Porqué crees que necesito alguien que me ayude? ¿No crees que estoy a la altura de las circunstancias y puedo organizar sola tu boda? ¿Acaso lo ha sugerido mamá? ¿O ha sido papá?

Madeleine levantó las manos para detener las preguntas.

-¡Un momento! No mates al mensajero. Me he limitado a contarte lo que va a pasar. Es parte del acuerdo para poder celebrar el banquete en el hotel Styles. Me lo han comunicado así desde la máxima dirección de la empresa y cuentan con mi aprobación. El director general va a enviar a un representante de la familia Styles para trabajar

contigo. Se hace así por el interés de las relaciones públicas de la familia real y de la empresa hotelera.
-Pero yo ya he organizado todo -protestó ____ mientras golpeaba con los nudillos el grueso archivador que portaba con sus manos-. Tengo aquí cada detalle de la boda, cada minuto de la celebración... Lo último que necesito ahora mismo es a alguien que trate de cambiarlo todo en el último momento.

Madeleine se recostó en su asiento y cruzó con elegancia las piernas mientras miraba sus pies y las uñas recién pintadas.

-Creo que te va a venir bien tener a alguien con quien compartir la carga de tu trabajo -le dijo su hermana mientras la miraba a los ojos.

Estaba cansada de que se refiriera a ella de esa manera, como si supiera lo que le convenía y lo que debía hacer. No lo soportaba.

-Alguien joven, moderno y que se maneja bien en los ambientes sociales.

____ entrecerró los ojos al oír esa descripción. Le daba muy mala espina.

-¿Quien va a venir?
-Uno de los gemelos.

Sabía que Madeleine pensaba que ella no estaba en contacto con el mundo moderno, pero le dolía que se lo restregara en la cara contratando a alguien que no hacia otras cosas en su vida más que salir de fiesta. Los gemelos Styles, Harry e Orsino, eran famosos por su vida escandalosa, que las revistas el corazón estaban encantadas de retratar cada semana.
Esperaba al menos que no fuera...

-¿Cuál? -le preguntó ____ a su hermana.
-Harry 
Parpadeo rápido al oírlo.
-¿Cómo? ¿Has dicho...?

Madeleine asintió con la cabeza.
-Sí.
____ tragó saliva.


-¿Ese cuya fotografía está ahora mismo en todas las redes sociales? ¿Una foto en la que aparece en una habitación de hotel con...? ¿Con esa cosa de cuero y nada más? Ni siquiera se cómo se llama...
-Taparrabos.

Se llevó las manos a la boca.

-Dios mío... -susurró angustiada.
-Estoy segura de que va a comportarse de manera impecable mientras esté aquí -le aseguró Madeleine-. He oído que dejará de recibir dinero de la familia Styles si no lo hace -añadió.
-¿Así qué va a utilizarme para modificar su conducta? ¿A quién se le ha ocurrido una idea tan ridícula y nefasta? -preguntó enfadada-. ¿Seguro qué no es una broma? Dime que es una broma.
-No es una broma -le dijo Madeleine-. Y, de hecho, creo que será algo positivo para nosotros a largo plazo. Ya sabes que todo el mundo tiene la idea de que la casa real de Preitalle es antiguada y poco importante. No tenemos el mismo prestigio que otras casas de la realeza de europea. Pero si demostramos que somos capaces de abrirnos algo más a la actualidad y a la vida moderna, tenemos la posibilidad de mejorar la imagen de la familia y asegurarnos el futuro de la dinastía en la religión -agregó con seguridad su hermana-. Harry Styles lleva años asistiendo a los eventos y fiestas más exclusivas de Europa y América. Se mueve en círculos con los que la mayoría de la gente solo puede soñar. Conoce a estrellas de rock, deportistas, actores y directores de cine... Involucrarlo en la organización de mi boda hará que aumente de forma automática mi popularidad. Estoy segura.

____ puso los ojos en blanco al oírlo.

-¿Y cómo

crees que un famoso donjuán al que sólo se conoce por sus escándalos y fiestas va a poder ayudarme a organizar una boda real?
-Bueno, ¿porque no se lo preguntas tú misma? -le dijo Madeleine con otras sonrisas de superioridad-. ¿Has escuchado el helicóptero? Acaba de llegar.

Harry lo tenía todo planeado. Pensaba entrar al palacio para presentarse, conocer a la princesa que se estaba encargando de organizar el evento y salir enseguida, dejándola a ella con los arreglos florales y las fruslerías típicas de una boda, mientras se relajaba en una tumbona de la playa más cercana con un cóctel en la mano y una camarera con biquini a su lado. O tres.
Había aprovechado el viaje hasta la isla para recabar un poco de información. La hermana mayor la heredera del trono, la princesa Madeleine, tenía forma de ser una joven bastante mimada. No era una diva, pero si alguien que había sabido desde siempre cual era su destino y daba por sentado que merecía todo lo que tenía.
Durante años, se le había visto en compañía de hombres de todas partes de Europa, pero había terminado prometiéndose a un joven inglés de aspecto serio y estudioso, Edward Trowbridge. Al parecer, Madeleine quería un gran banquete de bodas en el hotel Styles y había encargado a su hermana pequeña, ____, la planificación de la boda.
Había visto un montón de fotografías de Madeleine de Chavelier en la prensa. Era una joven atractiva, rubia, con los ojos azules y algo rellenita. Tenía veintiséis

años y una personalidad extrovertida que iba ser muy útil cuando sus padres, los reyes Guillaume y Evaline, abdicaron el trono en ella. Se había dado cuenta que era uno de los objetivos favoritos de los paparazzis y no había encontrado ni una sola fotografía en la que saliera poco favorecida. Los diseñadores de moda la cortejaban continuamente para que se pusiera su ropa. Bastaba con que la joven princesa apareciera en público con uno de sus conjuntos para que esa ropa se vendiera como rosquillas y se convirtiera en la moda del momento.
No podía decirse lo mismo de la princesa ____. Había encontrado en internet decenas de comentarios poco alargadores sobre su falta de gusto a la hora de vestirse. Leyó algunas comparaciones bastantes desagradables e injustas entre su hermana y ella. Para ilustrar esas duras críticas, encontró varias fotografías que le habían hecho sin que ella fuera consciente de ello y en las que aparecían sería y con una imagen que le hacia parecer mucho más mayor de lo que era.
Apenas había encontrado nada sobre su vida privada, sólo un artículo sobre la relación que había tenido con el hijo de un diplomático cuando tenía dieciocho años y estaba estudiando en Suiza. Le dio la impresión de que, si tenía una vida social intensa, no debía de ser lo suficientemente salvaje como para atraer la atención de los paparazzis y ese detallé consiguió atraer su atención.

-Por aquí, señor Styles -le indicó un empleado del palacio haciéndole una reverencia mientras abría una puerta que daba a un soleado salón-. Su alteza real la princesa ____ lo recibirá ahora.


Lo primero que vio nada más entrar fueron unos intensos ojos verdes que lo miraban desde detrás de unas gafas de carey. La princesa estaba de pie y con la espalda muy recta, le recordó a unos de esos soldaditos de plomo antiguos, preparado siempre para una batalla imaginaria.
Estaba completamente inmóvil, como si estuviera congelada.
Pero vio entonces un pequeño movimiento en sus dedos que la traicionaba. No paraba de mover su dedo índice izquierdo contra la uña del pulgar. Supuso que se trataba de un hábito inconsciente. 
No tardo en entender por qué la prensa criticaba su falta de estilo al vestir. Si lo que llevaba en esos momentos era su atuendo habitual, o no tenía ni idea de lo que le favorecía o vestía deliberadamente de esa manera para pasar desapercibida.
Llevaba una falda de cuadros por debajo de la rodilla, una blusa de algodón marrón y una gran chaqueta de punto que cubría casi por completo su torso. Parecía una vagabunda, no una princesa que ocupaba el segundo lugar en la línea de sucesión. Su cabello no era ni rubio ni castaño, sino de un tono rojizo, y lo llevaba recogido en una tirante cola de caballo. Tenía un aspecto general recatado y aburrido.

-Bienvenido al palacio real de Preitalle, señor Styles -lo saludo la princesa en tono cortés pero también frío. 

Tenía un ligero acento francés.
La princesa extendió hacia el la mano derecha y no se le pasó por alto que lo hacía por compromiso y educación, no porque le apeteciera tocarlo, todo lo contrario.
Vio cómo sus ojos se abría con sorpresa cuando sus fuertes dedos

envolvieron la diminuta mano de la princesa. Su piel era suave como los pétalos de una rosa y fresca como el tacto de la seda. Inclinó la cabeza hacia atrás para mantener el contacto visual con él, haciendo que que se sintiera muy alto a lado de ella. 
Su mano revoloteó entre sus dedos como un pajarito enjaulado y no pudo evitar sentir una oleada de calor en su cuerpo que se concentró en su entrepierna. 
Harry la soltó y tuvo que contenerse para no sacudir la mano, como si así pudiera librarse de la sensación de hormigueo que ese breve contacto le había provocado. 

-Gracias, alteza -repuso él con exagerada cortesía. 

No era el hijo perfecto y todo el mundo lo conocía por su escandalosa vida, pero sabía cómo comportarse cuando la ocasión lo requería, aunque en realidad no creyera en esas tonterías. Para él, el mundo era igual, ya fueran ricos o pobres, miembros de la realeza o no.
La princesa apretó con fuerza los labios. No sabía si estaría con la situación o si era simplemente un gesto de nerviosismo o timidez, pero sólo consiguió atraer su mirada hacia esa parte de su anatomía. 
Tenía unos labios gruesos, carnosos y rosados, sin necesidad de maquillaje, ni siquiera llevaba brillo de labios. Era una boca que parecía concebida para la pasión más intensa, pero que estaba en completo desacuerdo con el resto de su cuerpo y su aspecto. 
No podía dejar de pesar si esa apocada princesa tendría un lado salvaje que escondía bajo esa ropa tan poco atractiva y una personalidad más bien fría.
Pensó que, después de todo, tal

vez su exilio en esa isla no fuera a ser una completa pérdida de tiempo...
____ se apartó de él como si necesitara poner algo de distancia entre los dos. Cuadró sus delgados hombros y cruzó las manos frente a ella. 

-Tengo entendido que va a ser mi ayudante -le dijo la princesa 

No estaba acostumbrado a que las mujeres lo trataran de esa manera. Era muy diferente. No lo miraba con una sonrisa tonta ni agitaba su melena. No le susurraba al oído ni reía sus bromas. Tampoco trataba de seducirlo con ropa insinuante ni se contoneaba para él. 
Todo lo contrario. 
Llevaba una blusa abotonada hasta el cuello y le hablaba con mucha normalidad y frialdad. Para colmo de males, lo miraba con cierto desdén, como si fuera algo desagradable que se le hubiera pegado a la suela del zapato. 

-Así es -repuso él con una inclinación de cabeza. 

La princesa levantó un poco más la cara y entrecerró levemente los ojos. 

-Ya sabrá que la función que se supone que va a desempeñar aquí es innecesaria, además de ir completamente en contra de mis deseos. 

Se quedó atónito al oírlo, no se había esperado ese tipo de actitud.
Había sido su intención salir de allí lo antes posible, pero algo en su hostilidad consiguió irritarle. No estaba acostumbrado a ser tratado de esa manera, como si no fuera más que un humilde siervo que no estaba a la altura de las circunstancias. 
Después de todo, era uno de los herederos de una de las familias más ricas

de Inglaterra y se negaba a que le hablaran así. No iba a dejar que una recatada y tímida princesita fastidiara sus planes e hiciera que él se quedara sin la asignación que recibía de su familia. No podía permitir que lo despidiera antes de que tuviera la oportunidad de fingir que trabajaba con ella.
Había decidido seguir el juego para salvar las apariencias y para asegurarse de que todos en su familia estuvieran contentos.

-La boda de su hermana no puede seguir adelante sin la cooperación de mi familia -le recordó él-. El hotel Styles es el único lugar lo suficientemente grande y moderno en Preitalle para dar cabida al banquete de una boda real.
____ le lanzó una mirada desafiante.

-Podríamos celebrarlo aquí en el palacio, en el salón de baile. Eso es lo que le dije a mi hermana cuando empezamos a organizar el evento.
-Pero no es eso lo que quiere su hermana -respondió él.
Estaba divirtiéndose mucho, le parecía muy estimulante ese combate verbal entre los dos. Tan estimulante que podía sentir la agitación en su sangre, recorriendo todo su cuerpo y centrándose en la entrepierna como un fuego que se propagaba sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
-El hotel está más cerca de la catedral y quiere celebrar la boda en una zona neutral, como sería ese establecimiento, para demostrarle al resto del mundo que la casa real de Preitalle se está modernizando y tiene visión de futuro, ¿no es así? -agregó él.

La princesa ____ apretó los labios de nuevo. Casi podía oír el sonido de los engranajes de su cerebro moviéndose a toda velocidad. Sabía que estaba planeando un contraataque. Casi podía ver lo

que estaba pensando, barajando mentalmente todos los posibles comentarios para elegir el más mordaz.

-No entiendo cómo un hombre que ha pasado toda la vida malgastando su tiempo y el dinero de su familia, alguien que ha elegido un estilo de vida tan libertino e inmoral como el suyo, puede llegar a enseñarme u ofrecerme algo que me pueda ayudar en la organización de la boda.

Harry le dedicó una sonrisa burlona.

-Se equivoca, princesita. Creo que puedo ofrecerle mi experiencia y conocimientos para conseguir que este principado se muestre ante el resto del mundo como un lugar que es consciente del siglo en el que estamos.
Sus mejillas se sonrojaron al instante y apretó aún más la boca.
-No tiene permiso para dirigirse a mí de manera informal. Así que, por favor, no lo haga. Debe dirigirse a mí como «su alteza real» la primera vez que somos presentados y, a partir de ese momento, como «señora».
-¿Señora? ¿Como si fuera una maestra de escuela o una bibliotecaria? -
repuso él.

La princesa inspiró con fuerza y contuvo el aliento. Después, se apartó de él y se fue al lado opuesto del salón. Seguía con los brazos cruzados y levantó aún más la cabeza mientras contemplaba desde los ventanales los jardines del palacio. Todo su cuerpo parecía estar vibrando con una ira que apenas podía controlar.
Podía percibir cómo trataba de mantener la compostura, supuso que se habría entrenado durante años para ser capaz de hacerlo. Sabía que la realeza tenía tantas debilidades y cambios de humor como podía tenerlo cualquiera, pero a sus miembros no se les permitía mostrarlos, al menos no en público.
Pero tenía la sensación de que, en ese preciso instante, la princesa ____ estaría dispuesta a cambiar su tiara preferida por la oportunidad de poder abofetearlo.

-No tengo nada más que decirle -le anunció ella con formalidad-. Por favor, retírese.
-Escucha, cariño -le dijo Harry tuteándola e ignorando por completo el protocolo-. Tal y como veo las cosas, no tenemos más remedio que trabajar juntos, aunque solo sea para salvar las apariencias. Tu hermana mayor parece muy interesada en que trabajemos juntos y me da la sensación de que lo que ella dice va a misa. La verdad es que preferiría estar tomando el sol en alguna playa cercana, a ser posible con un par de modelos rubias que me ayuden con la crema bronceadora. Así que échame de aquí si te atreves, no me importa. Pero entonces no vas a poder usar el hotel Styles para el banquete.

La princesa ____ se volvió hacia él y le dirigió una mirada que hizo que se sintiera como una cucaracha.

-Es el hombre más desvergonzado que he conocido en mi vida -le espetó la princesa.
-Entonces, creo que deberías salir más -repuso él con media sonrisa-. Te puedo asegurar que hay muchos más como yo o peores.
La joven entrecerró los ojos y apretó las manos con fuerza. -Salga de aquí antes de que tenga que avisar a mi equipo de seguridad. 

Harry se encogió de hombros con indolencia mientras iba despacio hacia la puerta.

-Si me necesitas, me encontrarás en el ático del Styles -dijo antes de lanzarle un beso desde la puerta-. Ciao!


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2

____ irrumpió en las habitaciones de su hermana pocos minutos
después.
-¡No sabes lo que me has pedido! ¡Ese hombre es insufrible! Creo que es posiblemente la persona más maleducada y grosera que he conocido. ¿Cómo se te ha ocurrido traerlo aquí? No voy a trabajar con él. ¡No lo haré! ¡No y no!
Madeleine se volvió lentamente en el taburete de terciopelo que tenía frente al tocador.
Vio que había estado probándose una nueva sombra de ojos.
-Lo siento, pero vas a hacerlo te pongas como te pongas. Quiero que mi banquete se celebre en el hotel Styles. Hemos hablado de ello desde que éramos niñas. No voy a dejar que eches a perder mi boda de cuento de hadas solo porque no te llevas bien con él.
Quería mucho a su hermana, pero odiaba lo autoritaria que podía llegar a ser Madeleine. Solo se llevaban tres años, pero estaba acostumbrada a salirse siempre con la suya y, una vez que se le metía algo en la cabeza era prácticamente imposible hacerle cambiar de opinión.
Pero iba a tener que intentarlo.
-No se trata solo de eso, Madeleine. Ese hombre no va a traernos más que problemas. Me ha tratado como si fuera una criada en lugar de una princesa. ¡Me llamó «cariño»!
Madeleine se echó a reír. 
-¿De verdad?
____ la fulminó con la mirada.
-No solo eso, sino que además me sujetó la mano durante demasiado tiempo cuando nos saludamos.
Decidió no decirle que le había lanzado un beso al salir del salón. Todavía estaba demasiado enfadada como para expresarlo con palabras. Le había parecido increíble la audacia

de ese hombre, y el descaro con el que la había tratado hacía que le hirviera la sangre. No entendía cómo se había atrevido a tratarla como si fuera una de sus acompañantes habituales.
-Es muy guapo, ¿verdad? -le preguntó Madeleine girándose de nuevo hacia el espejo para aplicarse la sombra de ojos gris en su párpado izquierdo-. Si no estuviera prometida, no me importaría nada tener algo con él. Tiene ese lado salvaje, como de chico malo, que es tan atractivo... Una parte oscura y enigmática que hace que a cualquier chica le tiemblen las rodillas.
____ plantó con fuerza los pies en el suelo, no quería dejarse influenciar por los comentarios de su hermana. Le habría encantado poder decirle que a ella no le habían temblado las rodillas, pero tenía que reconocer que ese hombre había conseguido afectarla bastante.
En cuanto Harry Styles había tomado su mano, sintió que algo se había encendido dentro de su cuerpo, tan rápida e intensamente como prendían las llamas en la hierba seca. Y ese fuego se había propagado hasta el centro de su ser, donde seguían encendidas las llamas.
No se le había pasado por alto cómo la había estudiado con sus brillantes ojos verdes y también había sido muy consciente de lo que había visto en ella. Sabía que no era la más bella de la familia, pero le había dolido que la mirara con desprecio.
Incluso se había atrevido a compararla con una maestra o una bibliotecaria.
Ese hombre había llegado al principado para hacerle la vida imposible y decidió que tenía que deshacerse de él tan pronto como pudiera. Creía que

solo iba a conseguir sabotear la organización de una boda que tenía que ser perfecta.
sonriendo con picardía-. ¿O no recuerdas acaso la foto que vimos en esa revista londinense?
____ suspiró frustrada y se apartó del tocador.
-Preferiría que no me recordaras a lo que se dedica ese hombre en su tiempo libre.
-Entonces, asegúrate de que no lo tenga -le dijo Madeleine-. Mantenlo ocupado con todo tipo de trabajos y recados. De todos modos, no te vendría nada mal delegar en los demás, ya sabes que tienes tendencia a controlarlo todo.
-Solo porque he llegado a la conclusión de que, si quiero que algo salga bien, tengo que hacerlo yo misma -replicó ____-. Cada vez que le he encargado algo a otra persona, he terminado decepcionada.
Madeleine hizo una mueca al oírlo. -No me estarás incluyendo a mí entre esas personas, ¿verdad, ma petite? Sabía que no tenía sentido discutir con ella del tema. A Madeleine le
gustaba pensar que era la hermana perfecta, que no hacía nada mal.
Sus padres nunca la criticaban. Le había ido bien en el colegio y ni siquiera había tenido que estudiar durante horas para memorizar datos y cifras como le había pasado a ella. Tenía facilidad para sacar buenas notas en los exámenes sin tener que estudiar. La prensa siempre hablaba bien de Madeleine.
Siempre llevaba la ropa adecuada, era encantadora y hacía lo correcto. Su hermana no se mordía las uñas cuando estaba nerviosa ni había causado un escándalo la primera vez que había tenido que vivir sola en un colegio suizo.
A ella no la había seducido nadie para

aprovecharse de ella ni se había creído enamorada de un chico que solo se había acostado con ella porque era miembro de una familia real.
No, no le había pasado nada de eso. Madeleine era perfecta. 
____ no pudo evitar soltar un largo suspiro.
-No, por supuesto que no -respondió al final.
Su hermana se dio la vuelta de nuevo en el taburete para mirarla a los ojos.
-¿No crees que ya es hora de que te relajes un poco? Tienes que salir y soltarte el pelo. Han pasado años desde...
-No sigas -la interrumpió ____.
-Es que tienes que superarlo. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cinco años desde lo de Suiza? Y ni siquiera quieres hablar de ello. ¿No crees que ya es hora de...?
-Si no hablo de ello es porque forma parte del pasado y ahí es donde quiero que se quede -la cortó de nuevo con una dura mirada de advertencia.
-Cada vez que alguien habla de Suiza, das un respingo. ¿Ves? Acabas de hacerlo otra vez.
____ abrió el archivador donde tenía apuntados todos los detalles de la boda.
-La última prueba del vestido es la semana antes de la boda, a las diez de la mañana.
-No has vuelto a salir con nadie desde entonces.
Se dio cuenta de que Madeleine no parecía dispuesta a cambiar de tema por mucho que lo intentara ____, era como un perro con un hueso.
-No puedes pasar el resto de tus días encerrada en el palacio. No dejes que una mala experiencia sentimental eche a perder tu vida. ¡Por el amor de Dios, tienes veintitrés años! Deberías salir de fiesta y pasártelo bien. Estás perdiéndote los mejores años de tu vida.
-No

me estoy perdiendo nada -respondió ____ con toda la convicción que pudo.
Aunque nunca había sido tan extrovertida como su hermana, tampoco había sido una persona tan tímida y modesta como la veían muchos, pero no le gustaba salir de noche.
Su primera relación sexual la había tenido a los dieciocho años y había sido una valiosa lección para ella, le había enseñado a no confiar en nadie. Después de aquello, había encontrado fotos de sus momentos más íntimos en el teléfono de su novio, imágenes que ese cretino había compartido con sus amigos. Había sido un momento muy doloroso para ella, una pérdida total de la inocencia y en más de un sentido.
Por suerte para ella, su padre había sido capaz de bloquear las fotos y evitar que siguieran circulando, pero no había vuelto a tener relaciones íntimas con nadie desde entonces.
Trataba de convencerse de que no lo echaba de menos. Prefería no pensar en la caricia de su piel desnuda contra otro cuerpo, en el calor y la pasión que podían provocar los besos ni en lo eróticos que podían llegar a ser esos momentos en los que se liberaban los impulsos más primarios... No se permitía el lujo de pensar en ello. La pasión era demasiado abrumadora, impedía que las personas pensaran con la cabeza y hacía que perdieran el control.
Durante esos últimos años, había sentido que su parte más sensual se había ido marchitando poco a poco hasta morir. Eso era lo que había pensado hasta esa tarde, cuando se había visto completamente envuelta en la intensa y masculina sensualidad de Harry Styles.
Se había

sentido atrapada, sin poder controlar los escalofríos que recorrían su espalda. Todavía podía sentir cierto cosquilleo en su cuerpo, moviéndose por sus venas a toda velocidad.
Cerró un instante los ojos, no podía pensar en él de esa manera. Harry Styles era el último hombre sobre la faz tierra con el que querría tener algo que ver. Era promiscuo e inmoral.
No, no podía ser. Se dio cuenta de que no podía olvidar nunca cómo era ese hombre y decidió que lo mejor que podía hacer era ponerlo a trabajar.
Harry estaba bebiéndose un martini cuando oyó un golpe en la puerta de la suite en la que se alojaba, en el ático del hotel. Bajó los pies de la otomana, se levantó y se estiró mientras se acercaba a la puerta.
-¡Vaya, qué sorpresa! -exclamó al ver quién era-. Hola, princesita. Llegas justo a tiempo.
Lo fulminó con una mirada que habría sido capaz de talar un olmo de trescientos años. Levantó hacia él la cara e hinchó el pecho con una profunda respiración. Era como si estuviera tratando de reunir las fuerzas necesarias para enfrentarse a él. Ese lado de su personalidad tan combatiente le pareció muy entrañable, sobre todo sabiendo cuánto solía controlarse. El exterior era muy formal y modesto, pero sabía que por dentro estaba en plena ebullición.
Le parecía una joven preciosa y única.
Tenía el tipo de físico que iba atrayendo a alguien poco a poco, no era una belleza tan obvia como la de su hermana, pero tenía una elegancia que parecía tratar de esconder y cada vez le parecía más cautivadora. Se había cambiado las gafas de carey por

unas de estructura de metal, más ligeras y finas, pero seguía pareciendo una bibliotecaria.
-Tenemos mucho trabajo que hacer -le dijo ella sin más preámbulos. 
-¿Sí? 
Vio que apretaba los labios con firmeza, como si estuviera conteniendo un arsenal de respuestas sarcásticas tras sus labios.
-Bueno, no ha venido para divertirse ni descansar, ha venido para ayudarme y eso es exactamente lo que va a hacer.
Harry apoyó un hombro en la jamba de la puerta. 
-¿Quieres tomar algo? 
La princesa frunció el ceño. 
-Señor Styles, esto no es una visita social. Estoy aquí para asignarle las tareas específicas de las que se va a encargar.
-Por favor, hazlo entonces por mí -repuso él haciéndole un gesto para que entrara y cerrando la puerta-. Nunca hago negocios con la cabeza despejada.
Vio que abría aún más los ojos al oírlo. Prefería no saber lo que estaría pensando en esos momentos. Lo miraba con un desprecio tan intenso y palpable que no pudo evitar sentir un cosquilleo por todo el cuerpo.
Algo le decía que esas semanas en Preitalle iban a ser mucho más entretenidas y divertidas de lo que había pensado.
La princesa estaba llena de pasión y fuego, pero se controlaba tanto que no podía evitar tratar de llevarla aún más al límite. Quería comprobar cuánto resistiría antes de explotar. Se preguntó si tras esa fachada de fría princesa se escondería una apasionada mujer en el dormitorio.
-Yo, en cambio, nunca hago negocios sin tener la cabeza bien despejada -le aseguró la princesa mientras se empujaba las gafas para ajustarlas

aún más.
-Entonces somos la pareja perfecta, ¿no crees? -respondió él tomando un sorbo de su martini.
La princesa frunció el ceño y lo observó con más desprecio aún. Sin saberlo, la joven estaba satisfaciendo con su aspecto y su actitud una vieja fantasía, la de seducir a una maestra de escuela. No se esforzaba en absoluto en disimular hasta qué punto le desagradaba su estilo de vida y su personalidad. No pudo evitar preguntarse qué haría falta para conseguir que esa boca, que con tanta fuerza comprimía, le dedicara una sonrisa y le permitiera besarla.
La miró de arriba abajo. Llevaba un clásico vestido de lino beis que cubría sus rodillas, ajustado con un cinturón de charol negro, del mismo color eran la chaqueta de punto y los zapatos de tacón bajo. Aunque era un conjunto elegante, el color no le favorecía y parecía una niña que había asaltado el armario de su abuela para disfrazarse. Llevaba además un collar de perlas y pendientes a juego. Se había recogido el pelo de una manera que tampoco le sentaba bien, la hacía parecer mayor, pero al menos dejaba al descubierto su elegante y esbelto cuello.
La princesa se volvió rápidamente para apartarse de él y fue al extremo opuesto de la suite, deteniéndose cerca del gran televisor. Se giró entonces para mirarlo de nuevo, su expresión era tan fría que sentía que había conseguido bajar diez grados la temperatura de la habitación solo con su presencia. 
-¿Ha asistido a alguna boda estos últimos años? -le preguntó ella. 
-No, suelo evitar ese tipo de eventos. 
-Pero, ¿no está

casado su hermano gemelo? -quiso saber ella-. ¿Acaso
no asistió a su boda? 
-Está separado -respondió Harry tomando otro sorbo de su bebida. 
La relación de Orsino con Poppy Graham siempre había sido bastante complicada. Sospechaba que su gemelo y su ex esposa tenían aún algunos asuntos pendientes, pero siempre había preferido no hacerle demasiadas preguntas a su hermano para no hacerle más daño.
Aunque tenían una buena relación, llevaban vidas muy diferentes.
-Se casaron hace cinco años. Su boda fue una ceremonia muy rápida y con pocos invitados. Supongo que habrás leído algo en la prensa, provocó mucho interés en su día.
-No suelo leer ese tipo de prensa tan poco edificante -replicó la princesa. 
No pudo evitar echarse a reír al oír sus palabras. 
-Supongo que solo lees a los clásicos, ¿verdad? ¿Tolstoi? ¿Hardy?
¿Dickens? ¿Dostoievski?
Cada vez lo miraba con más odio y él cada vez se divertía más con la situación.
-¿Y qué hay de sus otros hermanos? ¿Ninguno de ellos está casado?
-No, ninguno hemos tenido la suerte o la mala suerte de encontrar a nuestra alma gemela, según la opinión que tengas de estas cosas. Eso sí, teniendo en cuenta el ejemplo de nuestros padres, no es de extrañar que tanto mis hermanos como yo seamos algo reacios a todo lo que tenga que ver con las relaciones y el matrimonio.
Se quedaron unos segundos en silencio.
Lamentó haber hablado más de la cuenta, no solía hacerlo. Pero, por otro lado, sabía que ella podría leer todo lo que quisiera sobre su vida tanto en

nternet como en las revistas del corazón. La gente todavía seguía preguntándose qué habría sido de su madre y solían hacer reportajes sobre ella de vez en cuando. Nadie conocía su paradero.
Su madre había abandonado a su familia poco después de que naciera su hermana pequeña, Cara, dejando los papeles del divorcio firmados en el escritorio de su padre. Nadie la había visto ni había sabido de ella desde entonces.
El tormentoso matrimonio de sus padres había afectado a cada uno de los hermanos de una manera distinta. Le gustaba pensar que él había sido el que menos lo habría sufrido y al que menos le había afectado, pero sabía que a cualquier psiquiatra le bastaría con estudiarlo durante un par de sesiones para darse cuenta de que su incapacidad para conectar emocionalmente con la gente tenía mucho que ver con la relación que habían tenido sus padres.
Era algo de lo que nunca hablaba. Con nadie. Ni siquiera pensaba en ello. Ese niño desconcertado y triste que había sido, el que había llorado noche tras noche después de que su madre los dejara, ya no existía.
Desde entonces, había vivido para divertirse. No quería saber nada de sentimientos, solo de sensaciones. Le interesaba únicamente todo lo que tuviera algo que ver con el placer.
Era un completo y absoluto sibarita. No lo negaba ni creía que tuviera que disculparse por ello. Había nacido con una enorme riqueza y privilegios y trataba de aprovechar sus recursos al máximo. No creía en la filosofía de trabajar para vivir ni en la de vivir para trabajar.
Él vivía para disfrutar y salir de fiesta.

/>Desde su punto de vista, todas las relaciones eran transitorias, igual que lo eran las fiestas. Aparecía en ellas y pasaba allí una o dos horas, disfrutaba todo lo que podía y se iba a la siguiente. Sus relaciones ni siquiera se podían categorizar como tales. Eran simples aventuras de una noche, más bien de unas horas, y su único objetivo era el placer, nada más. Nunca tenía la intención de hacer daño a nadie, él no era así. Había sufrido demasiado durante su infancia para hacer después lo mismo a los demás.
Sabía que utilizaba a esas mujeres, pero siempre se aseguraba de que tuvieran claro que no podía comprometerse a nada más para no herir los sentimientos de nadie.
Y había conseguido perfeccionar tanto su técnica que las mujeres con las que salía apenas eran conscientes de que estaba prescindiendo de ellas después de una noche de placer hasta que ya era demasiado tarde. Lo más parecido a un compromiso real en su vida se daba cuando decidía mantener el número de alguien en su teléfono por si alguna vez decidía volver a llamarla para acostarse con ella.
Como si la princesa hubiera percibido que hablar de la familia era un tema doloroso para él o quizás porque le incomodaba fingir comprensión cuando no la sentía, anunció bruscamente por qué estaba allí.
-Quiero inspeccionar el salón de baile del hotel y me gustaría que me acompañara.
Sabía que estaba mintiendo, que tener que ir con él era lo último que quería hacer y no pudo evitar preguntarse por qué habría cambiado de opinión para querer incluirlo de forma tan repentina en los preparativos

de la boda. Sobre todo, cuando le había dejado muy claro en su primer encuentro que no le hacía ninguna gracia tenerlo allí.
Se preguntó si sería su hermana la que la había convencido. Sabía que la princesa Madeleine deseaba que su boda fuera el evento más glamuroso del año y en esa isla no había un sitio mejor que el hotel Styles para organizar una fiesta memorable.
O quizás estuviera equivocado y ese cambio de actitud formara parte de una trampa tejida por la propia princesa ____. Pensó que a lo mejor iba a hacer que lo acompañara a todas partes con la intención de aburrirlo mientras inspeccionaban la vajilla o los cubiertos del hotel, los manteles, las
luces... Todo con la intención de agotarlo y que terminara por abandonar
la misión que le habían encomendado.
No iba a dejar que esa princesita lo manipulara y le hiciera perder lo que le pertenecía por derecho. Si para mantener la asignación que recibía de su familia tenía que acompañarla a todas partes durante esas semanas, estaba dispuesto a hacerlo. Pero pensaba encontrar la manera de divertirse mientras lo hacía.
-Por supuesto -repuso él dejando su copa sobre la mesa y dedicándole una sonrisa encantadora-. Soy todo tuyo.
____ salió del ático y fue directa al ascensor con la espalda bien recta. Sabía que los oscuros ojos de Harry Styles seguían cada uno de sus movimientos, podía sentir el calor de su mirada deslizándose sobre ella con cada paso que daba.
Sabía que no era asunto suyo interesarse por cómo había sido su infancia ni cómo le habría afectado a ese niño la desaparición

de su madre. Trató de convencerse de que no le importaba en absoluto que Harry y su gemelo, solo unos niños cuando ocurrió, se quedaran al cuidado de sus hermanos mayores y un padre que era un mujeriego y con debilidad por la bebida.
Harry Styles no estaba allí para ayudarla, sino porque le habían obligado a sentar la cabeza si quería seguir recibiendo dinero de su familia. Estaba decidida a deshacerse de él, ya fuera por las buenas o por las malas. No quería que nada ni nadie pudiera poner en peligro la meticulosa planificación de la boda de Madeleine. Era el mes más importante de su vida. Tenía la oportunidad de mostrarle a su familia y al resto del mundo, que era algo más que la segunda en la línea de sucesión.
-¿No deberías ir con guardaespaldas o algo así? -le preguntó él al llegar a su lado.
Harry fue directo a presionar el botón para llamar al ascensor, pero ella ya había alargado la mano para hacerlo. La apartó deprisa, pero no pudo evitar que sus manos se rozaran brevemente. Por extraño que pudiera parecerle, ese contacto tan superficial hizo que se estremeciera y sintiera un cosquilleo por todo el cuerpo que se dirigió rápidamente al centro de su ser. Podía sentir una oleada de calor recorriendo su sangre, arremolinándose en una misma zona y haciendo que sintiera un deseo y una urgencia que apenas podía comprender.
Todo lo que tenía que ver con ese hombre hacía que se sintiera incómoda. Su sonrisa fácil, la manera que tenía de reírse, cómo la miraba
con un gesto burlón en sus ojos... Le daba la impresión de que no le preocupaba en absoluto el bajo

concepto que pudiera tener de él.
Todo en él contrastaba con su manera de ser, mucho más estricta, modesta y seria.
Tenía muy claro que Harry Styles era un donjuán egoísta, un hombre al que le encantaba perder el tiempo, un hombre superficial y hedonista sin nada mejor que hacer que viajar por todo el mundo como si estuviera siempre de vacaciones. Por lo que había leído sobre él, nunca había tenido un trabajo de verdad. A diferencia de su hermano gemelo, que solía cooperar con organizaciones benéficas participando en todo tipo de deportes de riesgo. Harry, en cambio, no pensaba en nadie más, solo en sí mismo.
____ se quedó mirando fijamente las luces que indicaban por qué piso iba el ascensor en su lenta subida hasta el ático. Era muy consciente de lo cerca que estaba de ese hombre, de su aroma y la energía que parecía emanar de su cuerpo. Era una presencia muy masculina y abrumadora. La sentía como si la estuviera tocando, como una mano invisible que acariciaba su pelo, que bajaba después hasta sus pechos, podía sentir un hormigueo en ellos, también sintió esa mano en su estómago, haciéndola temblar con una caricia de mariposa, bajando después lentamente hasta
ese lugar secreto entre sus... Se aclaró la garganta y respiró profundamente, tratando de recobrar la compostura, no sabía qué le pasaba ni por qué no se veía capaz de controlar sus pensamientos.
-Prefiero moverme por el principado sin un equipo de seguridad. Solo lo hago cuando es absolutamente necesario -le dijo ella entonces.
Aunque por dentro estaba en llamas, le encantó comprobar que

había sido capaz de hablarle con normalidad e incluso con frialdad.
-Es diferente cuando viajo al extranjero, por supuesto. Pero incluso en esas ocasiones trato de moverme sin llamar demasiado la atención. De todos modos, es en mi hermana en quien todo el mundo está interesado, no en mí.
-¿Eso te molesta?
____ se arriesgó a mirarlo al oír su pregunta. Harry la estaba estudiando con interés y con el ceño ligeramente fruncido. Olvidó de inmediato de qué estaban hablando. Era como si hubiera conseguido hipnotizarla con sus oscuros ojos castaños. Apenas podía distinguir dónde empezaba la pupila y terminaba el iris. Nunca había conocido a nadie con una mirada tan intensa y profunda como la suya.
Tenía una nariz muy masculina y una boca... La boca era muy sexy. Tragó saliva mientras estudiaba la perfección de sus labios. El inferior era mucho más grueso que el superior y transmitían tanta sensualidad que le dio la impresión de que se derretía por dentro.
Necesitaba afeitarse, podía percibir la sombra de una barba incipiente en su fuerte mandíbula y sintió de repente el inexplicable impulso de tocarla con la yema de sus dedos y ver lo áspera que era su piel en esa zona. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que tocara a un hombre... 
El sonido de un timbre la devolvió al presente. El ascensor había llegado por fin al piso del ático y ella logró recuperarse a tiempo.
-No, por supuesto que no -respondió finalmente-. Nunca me han atraído los focos ni ser el centro de atención.
-¿Por eso te vistes como lo haces? -le preguntó Harry.

Frunció el ceño al oír su impertinente pregunta. -¿Qué tiene de malo la manera en que me visto? 
Harry sostuvo abiertas con su mano las puertas del ascensor para que pasara ella delante.
-Te vistes como si estuvieras en el funeral de una tía abuela solterona -le dijo él.
____ lo fulminó con la mirada.
-Este vestido es un diseño a medida y costó una fortuna. Y para que conste también, no tengo ninguna tía abuela solterona.
-Estará hecho a medida, pero ese vestido parece diseñado para alguien mucho mayor, para una señora de sesenta años. Tienes buenas piernas. ¿Por qué no lucirlas?
Entró con la espalda muy recta en el ascensor y se volvió hacia él cuando as puertas se cerraron.
-¿Por qué iba a querer hacerlo? Son mis piernas, no le pertenecen a nadie más. Aunque sea una princesa y la gente me conozca, nadie tiene por qué saber qué aspecto tienen mis piernas. No quiero que la gente hable de si son gordas o delgadas o de si tengo o no celulitis. No quiero que las comparen con las de mi hermana -repuso con indignación-. Tampoco creo que sea asunto de nadie cómo me queda el bañador, dónde quedo para comer o si me tomo un café con mis amigas. Solo quiero ser aceptada por mí misma.
Se quedaron unos segundos en silencio y ella bajó la mirada al suelo, estudiando con el ceño fruncido sus conservadores zapatos. Siempre la habían comparado con su hermana. Lo había hecho todo el mundo y desde siempre.
La comparaban con Madeleine y siempre salía perdiendo.
Había sido insoportable durante su adolescencia y una auténtica tortura que

les hicieran fotos. Los comentarios de la prensa entonces habían sido muy duros, sobre todo para una joven muy sensible y tímida que aún no había sabido cómo manejarse en sociedad ni cómo enfrentarse a ese tipo de críticas en la prensa.
Pero después de lo que le había pasado en Suiza, había tratado de mantener un perfil bajo y de pasar desapercibida siempre que podía. Vestía de esa manera a propósito para no llamar la atención. Creía que, cuanto más aburrida y seria fuera su ropa, menos posibilidades tenía de que la fotografiaran. Esa había sido su manera de responder a las críticas que había recibido desde el mundo de la moda diciéndole siempre que no era lo suficientemente bonita ni lo suficientemente elegante.
No era guapa, rubia ni tenía los ojos azules. No era una joven extrovertida que supiera cómo manejar a la gente para ganarse su adoración. No tenía facilidad para lograr que nadie se enamorara de ella nada más conocerla, no conseguía deslumbrar a nadie ni era un icono de la moda.
Era todo lo contrario, una mujer tranquila a la que le gustaba reflexionar sobre las cosas en soledad. Prefería pasar siempre desapercibida y estar entre bambalinas, no en el escenario. Le gustaba hacer las cosas sin público, lejos del alboroto y la fanfarria que acompañaban a muchos miembros de la realeza.
-Debe de ser duro estar siempre en un segundo plano -le dijo Harry. 
____ lo miró y vio que parecía pensativo.
-Prefiero esa posición a tener que estar en primer plano, aunque me
hubiera tocado por nacimiento. A Madeleine le encanta saber que algún

día llegará a ser reina. Además, se le da bien dar órdenes. Yo, en cambio, soy nefasta.
-No seas tan dura contigo misma -repuso Harry con una sonrisa irónica-. Hasta ahora, se te ha dado bastante bien darme órdenes.
-Eso es distinto -le dijo ella mientras apretaba con fuerza el botón para bajar al salón de baile-. Ni usted quiere que le dé órdenes ni yo quiero tener que hacerlo.
Harry se apoyó contra la pared del ascensor, cruzando un tobillo sobre el otro. No dejaba de sorprenderle lo relajado que parecía siempre, como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si nada le preocupara.
-Sé lo que estás intentando hacer, a mí no me engañas -le dijo Harry. 
Ella se encogió de hombros y lo miró con un gesto inocente. 
-No sé de qué me está hablando. 
Harry se echó a reír al oírlo. 
Y ese sonido consiguió que se moviera algo dentro de ella.
-Piensas llevarme a todas partes contigo, enseñarme vajillas, cubiertos,
mantelerías, flores... Todo con la intención de aburrirme hasta que me harte
y abandone. Sé que ese es tu plan. Pero siento decirte que no va a funcionar.
«Ya veremos», pensó ella mientras pulsaba de nuevo el botón para bajar al gran salón.
-¿Por qué está tardando tanto el ascensor? -murmuró con algo de nerviosismo.
Como si el aparato estuviera tratando de torturarla, el ascensor dio una sacudida en ese preciso instante y se quedó parado.
El miedo la dejó unos segundos sin aliento y sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. Apretó el botón unas cuantas veces y con fuerza.
-¡Vamos!

Funciona de una vez. ¡Muévete! -le recriminó al ascensor. 
-Parece que estamos atrapados -respondió Harry. 
No parecía demasiado preocupado. De hecho, su tono le decía que esa situación le divertía.
-¿Atrapados? -repitió ella volviéndose hacia él con el corazón en la garganta-. ¡No podemos estar atrapados! ¡Tengo mil cosas que hacer, gente con la que reunirme y una boda que organizar!
Y sobre todo, sentía que tenía que salir de allí antes de que le diera un ataque de ansiedad. Tenía claustrofobia y no sabía cuánto tiempo conseguiría permanecer allí sin perder del todo los nervios.
Harry se apartó de la pared del ascensor para inspeccionar el panel de control.
-Parece que nos hemos quedado atascados entre dos pisos. 
Lo miró enfadada, tratando de controlar su miedo con ira. 
-¿Cómo puede estar tan tranquilo? Este es uno de los hoteles de su familia.
¿No le preocupa que los ascensores sean defectuosos? Esto no puede ser bueno para la reputación de la cadena Styles. ¿Van acaso a incluirlo en una campaña publicitaria? «Ven al Styles y quédate atrapado en un ascensor durante horas». No creo que sea muy buen eslogan, la verdad.
-No todos los ascensores tienen problemas, solo este -le contestó Harry apoyándose de nuevo en la pared-. Y este es un ascensor privado para subir a la suite del ático. Creo que has conseguido confundirlo al darle con demasiada fuerza al botón. La próxima vez, recuérdalo y aprieta el botón con un poco más de delicadeza -le dijo mirándola a los ojos-. Así conseguirás mejores resultados.
____

apretó los dientes.
-Gracias por la lección. Lo tendré en cuenta si vuelvo a enfrentarme a ascensores tan temperamentales como este. Mientras tanto, ¿no cree que debería hacer algo? ¿Por qué no llama a alguien que pueda ayudarnos? Podríamos quedarnos atrapados aquí durante horas.
-¡Qué divertido! -repuso Harry con un brillo peligroso en sus ojos y media sonrisa en la boca-. ¿Cómo se te ocurre que pasemos el tiempo hasta que llegue la ayuda?
Un pequeño escalofrío recorrió su piel. Y no era miedo lo que sentía en esos momentos, sino una atracción que no entendía, pero era innegable. No era un ascensor pequeño, pero cuando Harry la miraba con esos ojos tan sexys y esa boca tan tentadora, se sentía como si el espacio se fuera reduciendo por momentos.
Podía oler el intenso aroma a cítricos de su loción de afeitar, una mezcla de limón, lima y exóticas especias que embriagaba sus sentidos como una potente droga.
Para colmo de males, no se veía capaz de apartar la mirada de su boca. Le parecía la boca masculina más atractiva que había visto nunca y la manera en la que le estaba sonriendo en esos momentos hacía que le temblaran las rodillas. Empezaba a entender cómo podía tener tanto éxito con las mujeres, todas parecían rendirse a sus pies cuando él les sonreía. Ese hombre representaba como nadie el pecado y la tentación.
Suspiró, se dio la vuelta y presionó de nuevo el botón. 
-Tengo que salir de aquí -susurró cada vez más nerviosa. 
Y no podía esperar más, no soportaba seguir allí encerrada. 
Harry se acercó

a ella por detrás y le cubrió la mano con la suya. El corazón dio un salto mortal en su pecho cuando sintió esos fuertes dedos sobre los de ella. Un contacto lo bastante intenso como para enviar una corriente eléctrica de alta tensión a través de todo su cuerpo.
-No lo golpees con tanta fuerza -le susurró él.
Podía sentir su aliento en el cuello como la caricia más sensual mientras tomaba su dedo índice y lo colocaba con suavidad sobre el botón.
-Presiona suavemente. Así...
Podía sentir su cuerpo tras ella, le transmitía un calor casi insoportable sin necesidad de tocarla. Se dio cuenta de que no había estado tan cerca de un hombre desde... La verdad es que no había estado nunca tan cerca de
un hombre. El chico con el que había estado en Suiza había sido eso, solo un niño. Harry Styles, en cambio, era un hombre de verdad. Sin lugar a dudas. Sus sentidos estaban completamente embriagados. Nunca se había
sentido así. Sujetaba con tanta firmeza su mano que hizo que se sintiera pequeña, delicada y femenina. Y su cuerpo era tan masculino... Podía sentir su fuerza latente, aunque apenas fuera un ligero roce el de sus fuertes muslos contra los de ella.
No podía pensar, era como si hubiera provocado un cortocircuito en su cerebro. Pensamientos de todo tipo se arremolinaban en su cabeza. Pensamientos lascivos. Pensamientos malvados. Pensamientos tentadores.
No podía evitar preguntarse si Harry estaría a punto de hacerla girar hacia él para besarla. Le bastó con pensar en besar esa sensual boca para que el corazón comenzara a latirle con fuerza.
Se preguntó si debía detenerlo o dejar que la besara y ver después qué pasaba. Le tentaba tanto la idea... Pensó que solo se trataría de un beso, un beso que no iba a cambiar las cosas y un beso del que nadie tenía por qué saber nada.
Hacía tanto tiempo que no besaba a nadie que casi había olvidado cómo era sentir la boca de un hombre contra sus labios. ¿Su boca sería dura y firme o blanda y suave? Necesitaba saber si sería un beso apasionado o uno seductor, lento y muy tentador. Se moría de ganas por probar sus labios y comprobar si tendrían un sabor dulce o salado, si estarían calientes o fríos.
No podía creerlo. Aún no le había dado la vuelta para besarla y ya podía sentir la tierra moviéndose bajo sus pies...
Pero se dio cuenta poco después de que se trataba del ascensor.
Harry dio un paso atrás y le dedicó otra sonrisa mientras bajaban y se abrían las puertas del ascensor en la planta donde estaba el salón de baile.
-¿Qué te dije, princesita? No hay nada como hacerlo con suavidad para que las cosas funcionen a la perfección.


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3

____ seguía incómoda y avergonzada cuando entraron en el salón de baile. Sabía que se había sonrojado, podía sentirlo. Harry estaba jugando con ella como un malvado gato con un pobre e indefenso ratoncillo. Sabía que esa era su manera de entretenerse y pasar el tiempo. Sentía que se burlaba de su torpeza y que se estaba riendo de ella.
Lo que tenía muy claro era que no estaba interesado, solo estaba jugando para entretenerse mientras tuviera que estar en la isla. Era obvio que estaba allí en contra de su voluntad y, si no le paraba los pies, iba a seguir coqueteando con ella para pasar el rato.
No había nada sutil en ese hombre. No tenía vergüenza y se lo había dejado muy claro.
Pero tenía que reconocer que era también muy tentador.
Creía saber lo que estaba tratando de hacer. Ella era un reto, no tenía nada que ver con las mujeres con las que solía tratar a diario. Pero estaba decidida a hacerle ver que había al menos una mujer en el mundo que no iba a dejarse hipnotizar por su sonrisa, la calidez de su mirada de chocolate ni por un cuerpo que parecía hecho para el pecado.
Se dio cuenta de que tenía que librarse de él antes de caer en la tentación. Y sabía cómo hacerlo.
El gran salón de baile era tan ancho como largo y estaba decorado como si fuera un palacio veneciano, con un alto techo pintado en un tono gris pálido y molduras blancas con incrustaciones de oro. Había una serie de arcos en tres de las paredes. De ellos colgaban cortinas de terciopelo carmesí. Varias arañas de cristal iluminaban y decoraban el salón como magníficas

joyas, llenando de mágicos reflejos el suelo de brillante parqué.
Era el escenario perfecto para una boda. No le quedaba más remedio que reconocer que tenía la elegancia y sofisticación de los hoteles Styles, era un escenario perfecto, donde cualquier fiesta o reunión se convertiría en una ocasión memorable.

-No está mal, ¿eh? -comentó Harry. 

-Necesita flores. 

____ comenzó a recorrer despacio el salón, girando en círculos mientras lo miraba todo y trataba de imaginarse cómo iba a lucir el día de la boda. Las columnas que formaban los arcos tenían bellas ménsulas donde pensaba colocar jarrones con flores cayendo en cascadas.

-Montones y montones de flores... -susurró.

Harry sacó su teléfono y vio que deslizaba continuamente el dedo por la pantalla. Supuso que estaría leyendo las decenas de mensajes que le dejaban sus muchas seguidoras en Twitter.

-Las flores no son lo mío. Será mejor que te ocupes tú, que seguro que tienes más experiencia en ese tipo de cosas -comentó él sin levantar la vista de la pantalla del teléfono.

____ no le dijo que ya había discutido largo y tendido con el florista de la casa real. Habían decidido hacía ya mucho tiempo qué flores iban a poner y dónde las colocarían, pero sabía que había pocos temas que pudieran aburrirle tanto a un hombre como las flores.

-No, de eso nada -repuso ella mientras lo miraba con coquetería-. Necesito una opinión masculina. No quiero pasarme y que la decoración floral resulte demasiado femenina o cursi. No quiero que los

hombres que están invitados al enlace se sientan intimidados.

Harry puso los ojos en blanco. No parecía demasiado interesado en el tema.

-Claro, claro que no. Eso sería un desastre -respondió con ironía. 
-Vamos -anunció ella dándose la vuelta-. Tenemos mucho trabajo que hacer.
-¿Adónde me llevas? -respondió de mala gana Harry mientras guardaba su teléfono.
Le encantó ver que había conseguido contrariarlo.
-A los jardines del palacio. Quiero recoger una selección de las que tenemos allí para ver qué tipo de flores van mejor con la decoración del salón -le dijo ella con una dulce sonrisa mientras lo miraba de reojo-. Irá recogiendo las flores mientras yo las corto. ¿No le parece divertidísimo?

Aunque apenas sabía nada de plantas y flores, Harry tenía que reconocer que los jardines del palacio eran espectaculares. En pleno mes de junio y con el clima del Mediterráneo, el jardín estaba en pleno apogeo.
Había rosales floridos por todas partes, tanto en arbustos como colgando de arcos y rejas formando bellos y fragantes racimos de flores. Mirara donde mirara, todo era color. Además de las rosas, también había claveles, crisantemos y algunas especies de plantas bulbosas, como los bellos tulipanes y las azucenas.
La princesa ____ se movía entre los macizos del jardín con soltura, deteniéndose de vez en cuando para recoger una flor con un par de tijeras de podar que le había pedido prestadas a uno de los jardineros. Iba poniendo cada flor con cuidado en la cesta que tenía colgada

del brazo. No podía dejar de observarla, imaginándose cómo podría capturar esa visión en un lienzo.
La luz del sol del atardecer le daba un tono dorado a su pálida piel. Los ojos de ____ eran de un verde parecido al musgo que crecía sobre las paredes de piedra del jardín.
Se habían escapado algunos mechones de su apretado moño y se mecían acariciando sus mejillas cada vez que la princesa se movía.
Con la abundancia de flores en un primer plano y el antiguo castillo al fondo, ____ parecía la protagonista de un cuento de hadas.
Sacó su teléfono y seleccionó la opción de cámara. No tardó más de un segundo en hacerle rápidamente una foto.
Pero ____ se volvió hacia él en cuanto oyó el característico chasquido de la cámara.

-¿Me has hecho una foto? -le preguntó. 
-Sí. Ha quedado perfecta, la luz es increíble. 

____ dejó la cesta de flores en el suelo y fue hacia él con la mano
extendida. 

-Dame el teléfono. 

Pero Harry lo subió para mantenerlo lejos de su alcance. 

-¿Qué pasa? Solo es una foto. 

____ lo miraba como si quisiera asesinarlo. 

-No tienes derecho a fotografiarme sin permiso -repuso ella mientras
alargaba más la mano e incluso daba pequeños saltos para tratar de agarrarlo-. ¡Dámelo, maldita sea!
-Pero, bueno, preciosa -repuso él mientras agarraba su delgado brazo para sujetarla y evitar que se cayera-. Vas a terminar haciéndote daño si sigues saltando así.

____ plantó un pie en el suelo como si fuera una niña de tres años en plena rabieta.


-¡Eres un bruto!
-Lo sé, es parte de mi encanto -repuso él aflojando un poco la mano que seguía sujetando su brazo-. Ahora, pórtate bien y te enseño la foto para que veas lo bonita que es.

Encendió el teléfono y se giró un poco para que pudiera ver la pantalla. 

-¿Ves? 

____ echó un vistazo a la foto y lo miró después con el ceño fruncido. 

-¿Por qué me has hecho esa foto? 
-No lo sé, no sabía que necesitara un motivo -repuso él mientras se guardaba el teléfono en el bolsillo.
-No me gusta que me hagan fotos -replicó ____ mientras bajaba la mirada hacia la mano con la que la estaba agarrando-. Y tampoco me gusta que me traten así.

Giró la delicada muñeca de ____ hacia él y se llevó la parte interior lentamente a la boca. Sostuvo su mirada mientras rozaba los labios contra su delicada piel. Su perfume lo envolvió y le encantó ver cómo ____ abría mucho los ojos y sus pupilas se dilataban.
Él tampoco era inmune a lo que estaba pasando. Sentía el deseo calentando su sangre, recorriendo con fuerza sus venas y haciendo que su entrepierna despertara. No pudo evitar contener el aliento cuando vio que ____ sacaba brevemente la lengua y la pasaba rápidamente por sus labios, haciendo que brillara tentadoramente.
Vio que ella tragaba saliva, casi pudo oírlo a pesar del gorjeo de los pájaros y el susurro de una ligera brisa entre los pinos y cipreses.
Bajó la cabeza hasta estar a pocos centímetros de su boca,

se detuvo entonces para darle la oportunidad de retirarse si quería. Su aliento olía a vainilla, era tan tentador... Vio cómo separaba los labios levemente.
____ sabía lo que estaba a punto de hacer. «Vamos, princesita, sabes que lo deseas... Reconócelo», pensó él. 
El sonido de pisadas sobre la grava consiguió que ____ despertara de su ensueño y se apartara deprisa de Harry, como si alguien acabara de dispararlos con un cañón desde las almenas del palacio.
Se dio la vuelta y vio que era Madeleine la que iba hacia ellos del brazo de su prometido, Edward Trowbridge. Si la pareja había visto algo inapropiado, lo estaba fingiendo bien. Algo más tranquila, se dio cuenta de que estaban demasiado absortos en ellos mismos, con las cabezas inclinadas, mientras caminaban por el suelo de grava.
No pudo evitar sentir una punzada de envidia al verlos así. Le habría encantado poder tener a su lado a un hombre que la mirara con tanto amor y adoración en sus ojos. Sabía que nadie que la conociera podría imaginar que tenía ese lado romántico, pero siempre había anhelado en secreto tener un hombre que la mirara como si su mundo comenzara y terminara con ella. No sabía si llegaría algún día a encontrar esa clase de felicidad.
Siempre le había faltado algo. No era tan guapa, ni tan lista ni tan extrovertida como Madeleine. Todo el mundo parecía burlarse de ella o compadecerla.
Madeleine levantó la vista hacia ellos y sonrió.

-¡Señor Styles, por fin tengo la oportunidad de conocerlo y agradecerle personalmente que haya tenido la deferencia de intervenir a estas alturas de las preparaciones para ayudar a ____ con la planificación

de la boda!
-Es un gran placer poder hacerlo, Su Alteza -la saludó Harry con cortesía.

Tenía que reconocer que poseía unos modales exquisitos y podía ser encantador cuando quería, adaptándose fácilmente a cada situación. No le extrañaba que todo el mundo lo encontrara irresistible. Esa sonrisa suya parecía capaz de derretir el acero. Aunque le costara reconocerlo, también había logrado afectarla a ella.

-¿Cómo se está portando mi hermana? -le preguntó Madeleine después de que hicieran las presentaciones formales-. Sé que puede llegar a ser un poco testaruda y que algunas veces le gusta tener un control excesivo de la situación.
-La princesa ____ es una auténtica delicia en todos los sentidos -respondió Harry con ese encanto tan estudiado.

____ le lanzó una mirada con los ojos entrecerrados sin que la vieran su hermana ni el prometido de esta.

-No tiene que dirigirse a ella de manera tan formal -le aseguró Madeleine-. Es simplemente ____ para la familia y los amigos. Y seguro que a ella no le importa que también usted la llame así, ¿verdad, ____? 
-No, en absoluto -repuso ____ con una fría y falsa sonrisa.

No se le pasó por alto el maligno brillo que había en los oscuros ojos de Harry.

-Su hermana me estaba hablando ahora mismo de las flores con las que piensa decorar el salón.
-¿Sí? ¿En serio? -preguntó Madeleine un poco sorprendida-. Pero creía que...
-A Harry se le dan muy bien las flores -la interrumpió ____-. Es como si hubiera nacido con un talento innato para la floristería,

que es a lo que debería haberse dedicado.

Vio que Edward Trowbridge levantaba sorprendido las cejas.

-Pero pensé que mi hermana le iba a encargar que organizara mi despedida de soltera -intervino Madeleine mirándola después a ella-. ¿Qué te traes entre manos? ¿No estarás tramando algo?
-Me conoces demasiado bien como para pensar algo así de mí -le dijo ella.

Su hermana volvió a mirar a Harry.

-Me temo que a ____ no le hizo demasiada gracia saber que iba a tener que contar con su ayuda. Como le he dicho, le encanta controlarlo todo. Pero trabajar en equipo le va a venir bien. Sé que va a hacer un gran trabajo ayudándola a ceder un poco de control y a relajarse.
-Estoy poniendo todo de mi parte para que así sea -le dijo Harry con una gran sonrisa.

Madeleine y Edward se despidieron de ellos poco después y se alejaron por el camino.

-Bonita pareja -comentó Harry mientras los observaba.

____ recogió la cesta de las flores y prosiguió su camino entre los arbustos y plantas.

-Para que conste, te habría abofeteado si hubieras intentado besarme -le dijo ella tratando de sonar muy digna. 
-¿Qué te hace pensar que iba a besarte? 

Dejó de andar y se volvió para mirarlo. Se preguntó si ella habría imaginado sus intenciones. Cabía la posibilidad de que llevara tanto tiempo aislada y sin salir con nadie, que hubiera perdido la capacidad para percibir si un hombre estaba interesado en ella o no.
El caso era que, aunque cabía la posibilidad de que Harry no hubiera estado a punto de besarla, no estaba tan segura de que, de no haber sido interrumpidos tan bruscamente,

no lo hubiera hecho ella misma.
Atrapados en ese momento, se había sentido como si estuviera en trance, hipnotizada por completo y con el único objetivo en mente de sentir sus labios contra los de ella. Su cuerpo había vibrado con la necesidad que tenía de saborearlo. Había sentido el aliento de Harry contra sus labios, casi había podido oír cómo se aceleraba su respiración...
-¿No...? ¿No ibas a hacerlo? -le susurró ella. 
Harry sonrió al oír su pregunta. 

-Tuve esa tentación, pero no quería arriesgarme a que me colgaran de la torre del castillo por violar el protocolo real. Estoy seguro de que hay cámaras de seguridad escondidas en cada rosa.
-No me pareces el tipo de hombre que se deje llevar por el protocolo ni las normas cuando se trata de tus instintos más básicos.

Harry le quitó la cesta y se las arregló para que sus manos se rozaran mientras lo hacía. Sintió cómo se despertaban al instante todas las terminaciones nerviosas bajo su piel.

-¿Cuál es el castigo en Preitalle por besar a una princesa? -le preguntó él con picardía y sin dejar de mirarla a los ojos.
-¿Por qué no lo intentas y así lo averiguas? -replicó ella sin pensar.

Vio cómo Harry se fijaba en sus labios y después de nuevo en sus ojos. Volvió a la boca y otra vez a los ojos. Era como si se estuviera preguntando si debía hacerlo o no, si le convenía besarla o si debía controlarse. 

-¿Estás coqueteando conmigo, princesita? -le preguntó después de pasar unos segundos en silencio.
-¡Por supuesto que no!

Harry le sonrió de nuevo, parecía muy contento con él mismo,

satisfecho al ver que había conseguido sacarla de sus casillas.

-Pero sé que me deseas tanto...

____ dio un paso atrás y puso los ojos en blanco. Intentaba transmitirle hasta qué punto le horrorizaba su actitud, pero sabía que se había sonrojado y que a él no se le habría pasado por alto ese detalle.

-Nunca he conocido a nadie con un ego tan grande como el tuyo. Cuando viajas en avión, ¿tienes que reservar dos asientos en vez de uno? -le preguntó ella con un tono que esperaba fuera sarcástico e hiriente. 

Harry se echó a reír y comenzó a andar tras ella. 
-Muy graciosa -repuso. 

Pasaron por un arco que estrechaba el camino y Harry rozó su hombro con el cuerpo. Sacudieron levemente el arco al pasar y una lluvia de pétalos rosas cayó sobre sus cabezas.

-Dime, ____, ¿por qué es esta boda tan importante para ti? 
-Es la boda de mi hermana. ¿Por qué no iba a ser importante? 
-Supongo que tienes razón. 

Siguieron caminando en silencio. 

-Quiero que todo salga tal y como ella quiere -agregó ella-. Tiene que ser perfecto. 
-A mí me da la impresión de que su vida ya es bastante perfecta. 

Ella lo miró de nuevo, pero su expresión era ilegible. No sabía qué estaba pensando. 

-Sí, supongo que sí. Algunas personas tienen suerte en la vida y en el amor. 
-¿Y tú? -le preguntó Harry deteniéndose para mirarla-. ¿Has tenido suerte?
-Mira todo esto, creo que no

puedo quejarme -repuso ella mientras señalaba con sus manos el palacio y sus alrededores-. No tengo que preocuparme por nada. Siempre voy a tener suficiente dinero para comer o para pagar el alquiler. Ni siquiera tengo que hacer la colada ni cocinar.
-¿Y en el amor? ¿Tienes suerte en ese terreno? 
Ella le dirigió una mirada irónica. Después, siguió caminando. 

-Una pregunta muy curiosa viniendo de ti -le dijo ella. 
-¿Por qué? 
-Porque eres un famoso donjuán. 
-¿Y? 

Ella se detuvo y lo miró de nuevo. 

-¿Te extraña mi reacción? ¿Acaso vas a decirme que has estado enamorado? 
-No. 
-¿Crees que existe la posibilidad de que llegues algún día a enamorarte? -le preguntó ella. 
-No. 

____ inclinó la cabeza a un lado y lo miró con curiosidad. 
-¿Me estás diciendo que no tienes la capacidad de enamorarte? ¿Ninguna en absoluto? 
-¿No estábamos hablando de ti? 
-Antes quiero llegar al fondo de la cuestión -replicó ella poniendo los brazos en jarras-. ¿Por qué te da miedo llegar a amar a alguien? ¿Por qué te resulta tan aterradora esa idea?

Harry la miró fijamente con sus oscuros ojos. 

-Yo no he dicho que me dé miedo, solo que me parece poco probable. 
-Pero ¿por qué? 
-No lo sé, no he nacido para enamorarme de nadie, supongo. 
-Pero eres una persona normal, ¿no? -le dijo con ironía-. Todos nacemos con la capacidad de llegar a amar a alguien. 
-¿Sí? ¿Has estado tú enamorada? 

Tenía que reconocer

que se le daba bien manipularla y controlar la
conversación para darle la vuelta. Se le pasó por la cabeza no contestar, pero sabía que seguiría insistiendo hasta que lo hiciera. Era más fácil decirle la verdad y acabar de una vez. Suspiró antes de hacerlo.

-Sí, a los dieciocho. ¿No suelen decir que el primer enamoramiento es el más intenso?

Harry se encogió de hombros. 

-Tal vez. 
-Pero no creo que estuviera de verdad enamorada. Se puso a caminar junto a él de nuevo. 
-Entonces pensaba que lo estaba. Había un montón de chicos interesados en mí y yo elegí al que me pareció más honesto. Después me di cuenta de que debería haber elegido mejor. Supongo que es normal a esas edades cometer ese tipo de errores.
-Entonces, ¿terminó mal? 
-¿No terminan mal todas las rupturas? 
-Eso depende -repuso Harry con una mirada inescrutable. 
-¿Cómo lo haces tú? ¿Cómo puedes pasar de una relación a otra sin hacer daño a nadie, sin que tenga consecuencias emocionales?

Él le dedicó media sonrisa, como si la pregunta hubiera conseguido sorprenderlo. 

-No me gusta hacer daño a la gente de manera innecesaria. Creo que es importante ser sincero desde el primer momento. Yo siempre lo soy, no engaño a nadie. Las mujeres con las que he estado sabían desde el primer momento lo que podía darles y lo que no. Así, nadie se hace una idea equivocada ni empieza a fantasear con situaciones que nunca van a llegar a darse. Nadie hace promesas, así que no hay promesas que romper. Tampoco hay anillos ni condiciones. Ni siquiera les regalo nunca joyas como premio de

consolación. Es una pérdida de dinero.
-Supongo que esa personalidad tuya te resulta muy útil a la hora de salir airoso de algunas relaciones que, según he leído, se te han complicado un poco más.

Harry le dirigió una mirada mordaz.

-¿No me habías dicho que no lees ese tipo de revistas y lecturas tan poco edificantes?

Tuvo que apartar la mirada de esos ojos diabólicos.

-No te molestes en intentar desplegar tus encantos conmigo porque no va a funcionar. Soy inmune.

Sintió que la estaba mirando. No tenía que verlo para saber que estaba en lo cierto. Tenía la sensación de que, aunque le gustaba desplegar esa imagen de hombre superficial y despreocupado, no se le pasaba nada por alto y todo lo analizaba con esos inteligentes ojos.

-¿Cuánto hace que no tienes un amante? -le preguntó él de repente.

Se volvió con rapidez y siguió caminando por el jardín a un paso algo más rápido.

-No voy a responder a eso -replicó ofendida. 
-Lo acabas de hacer, preciosa. 

Trató de ignorar el hecho de que Harry caminaba a su lado, pero su cuerpo no se lo permitió. Sentía un hormigueo en el brazo cada vez que él lo rozaba con la manga de la camisa y el corazón galopaba dentro de su pecho. Su cálida presencia, tan cerca de ella, hacía que fuera más consciente de su propio cuerpo y de una manera que era completamente nueva para ella.
Estaba furiosa consigo misma. No podía creer la facilidad con la que Harry había conseguido hacerle dudar de ella misma. La había afectado más de lo que quería admitir. Era el primer hombre en mucho tiempo que había mostrado

algo de interés en ella.
Estaba tan enfadada... 
«Soy tonta, ¡y tan crédula!», se dijo. 
Siempre se había sentido orgullosa de su capacidad para mantener la compostura y mostrarse reservada, por algo la conocían como «la princesa de hielo». Se había acostumbrado a no mostrar nunca sus emociones, no quería que nadie pudiera ver lo que estaba sintiendo. Aunque esa forma de ser a veces le hacía parecer mucho más temible y fría de lo que era.
Pero había algo en ese donjuán que había conseguido dar una vuelta de campana a su vida. A su lado, no conseguía mantener la calma. Pero, por otro lado, su cuerpo se sentía más vivo que nunca. Cada sensación que había mantenido encerrada bajo llave durante años luchaba por salir a la superficie con fuerza.
El deseo, algo que había olvidado que aún podía llegar a sentir, era una de las emociones que amenazaban con salir. Lo sentía dentro de ella, dando golpes para que abriera esa puerta, para que se dejara llevar. Lo sentía por todo el cuerpo, pero con más fuerza aún en el centro mismo de su feminidad. Podía sentirlo en esos momentos, ese lento dolor que le producía la necesidad de estar con ese hombre, ese impulso primario que no podía ignorar, por mucho que lo intentara.
Le lanzó una mirada altiva que no tenía nada que ver con lo que estaba sintiendo en esos momentos.

-No me importa que me llames «____» en privado, pero, por favor, deja de referirte a mí con esos ridículos apelativos supuestamente cariñosos. La verdad es que no tengo tiempo para tanta falsedad.


Harry echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. No pudo evitar estremecerse al oír de nuevo ese excitante sonido. 

-¡Eres tan mona! Me siento como si hubiera viajado en el tiempo o algo así. Es como pasar tiempo con un personaje sacado de una novela de Jane Austen. ¿A qué escuela fuiste? ¿Dónde aprendiste a hablar así?

Lo fulminó con la mirada. 

-Y tú, ¿dónde aprendiste a ser tan... tan impertinente? 
-Todo viene incluido en el servicio, milady -repuso él haciéndole una reverencia como si fuera un caballero inglés de la época. 

No pudo evitar sonreír. 

-Creo que eres el hombre más inmaduro y superficial que he tenido la
desgracia de conocer. ¿Es que no te tomas nada en serio? 

A modo de respuesta, Harry dio un salto con el puño en alto. 

-¡Sí! ¡Lo conseguí! -gritó victorioso-. He logrado que sonría la huraña princesita -prosiguió volviéndose hacia el palacio y ahuecando las manos alrededor de su boca como si fuera a hacer un anuncio importante-. ¡Escuchen! ¡He conseguido...!
-¡Ya basta! -replicó ella agarrando las muñecas de Harry.

Pero, sin saber cómo, él terminó envolviendo sus dedos alrededor de las de ella. Bajó la vista y se quedó mirando absorta los bronceados dedos de Harry alrededor de sus pálidas muñecas. Algo se movió en sus entrañas. Podía sentir el calor que le transmitía, quemando su piel como si la estuviera marcando con un hierro al rojo vivo, consiguiendo que todo su cuerpo prendiera en llamas.

/>Harry la agarró con un poco más de fuerza, pero fue algo casi imperceptible, como si estuviera tratando de neutralizar cualquier intento de escapar por parte de ella. Contuvo el aliento y Harry, sin saber cómo, cerró el poco espacio que había entre los dos.
La miraba con los ojos entrecerrados, llenos de sensualidad y deseo. Eran los ojos de un amante, la manera en la que debía de mirar a alguien con quien quería acostarse.
Su boca descendió y rozó levemente la de ella. Fue muy breve, solo duró un segundo, pero dejó sus labios ansiando más. 
Harry se echó hacia atrás y le sonrió, sus ojos brillaban con picardía. 
-Si suelto tus manos, ¿vas a darme una bofetada? -le preguntó. 

Levantó orgullosa la cara, quería demostrarle que no la intimidaba. 

-¿Por qué no lo haces y así sales de dudas? 
Harry miró de nuevo su boca. 

-Si voy a ganarme una bofetada, voy a asegurarme de que merezca la pena, ¿qué te parece?

No sabía si era una pregunta retórica o si esperaba que le diera una respuesta. De un modo u otro, no le dio tiempo a decidir qué hacer.
Se limitó a abalanzarse hacia ella y besarla. Se quedó sin aliento. Era un beso que sabía a deseo y le dejaba muy claro que era un hombre de sangre caliente, un hombre que se dejaba llevar por sus instintos más básicos.
Harry deslizó la lengua contra su boca y, sin poder evitarlo, ella separó los labios, dejando que la invadiera por completo. Su corazón comenzó a latir con más fuerza aún. Aunque la primera incursión fue bastante audaz, Harry

aminoró él ritmo y la intensidad, engatusándola poco a poco con sutiles caricias que estaban consiguiendo que todo su cuerpo flotara en una nube de deseo.
Ese hombre estaba explorando su boca como si fuera un delicioso plato que nunca hubiera probado y quisiera saborear cada momento de esa intensa experiencia. Atrapó después su labio inferior entre los dientes, tirando de él suavemente, logrando que su fuerza de voluntad se fuera derritiendo poco a poco. Acarició con la lengua su labio superior, trazando su curva lentamente antes de volver a atacar ferozmente su boca. No era un beso cualquiera, era un preludio de lo que la esperaba, sus intenciones eran claramente sexuales.
Harry apretó su cuerpo con tanta fuerza contra el de ella que podía sentir su poderosa erección contra el vientre, percibía sus latidos, que parecían ir al mismo ritmo de los que sentía en el centro de su feminidad. 
Sus sentidos estaban fuera de control. El deseo era una llama en su interior que corría por sus venas, encendiendo cada nervio con fuerza. Gran parte de esas sensaciones se centraban en sus pechos, aplastados contra la firme pared de su torso, y podía sentir cómo la excitación había conseguido endurecer sus pezones. Pero en ninguna parte de su cuerpo lo deseaba tanto como en el núcleo interno, cálido y húmedo entre sus piernas. No pudo evitar apretarse contra Harry. Era deliciosamente tentador.
Sintió que soltaba por fin sus muñecas y aprovechaba para enredar las manos en su pelo. No sabía cómo había ocurrido, pero ya no lo llevaba recogido, sino que le caía suelto sobre los hombros.

Percibió que lo agarraba con fuerza mientras aprovechaba para profundizar en el beso. Había algo casi primitivo en la manera en que Harry la sujetaba, como un macho alfa controlando sin piedad a la pareja que había seleccionado para darle placer. Y se desató algo igual de primitivo en ella. No pudo evitar atrapar su labio inferior entre los dientes como había hecho Harry con ella.
Él gimió y tiró con más fuerza de su pelo. Harry la dominaba por completo, arrasando sus labios y sus sentidos sin que pudiera o quisiera hacer nada para evitarlo.
Ella subió las manos hasta abrazar su cuello y dejó que sus dedos acariciaran su espesa mata de pelo. Se sentía completamente fascinada, apenas podía pensar en nada más.
«Esto es lo que quiero, lo que deseo. Quiero sentirme deseada», se repitió como un mantra dentro de su cabeza.
De repente, Harry dio un paso atrás y la miró a los ojos. Su mirada no escondía el deseo que sentía.
-Necesitamos una habitación -le susurró-. ¿Tu palacio o el mío?
____ salió de repente del sensual hechizo que Harry había tejido a su alrededor. Fue como un puñetazo en el estómago. No entendía qué había pasado ni qué estaba haciendo. Se había olvidado por completo de su aplomo habitual, del control con el que solía comportarse.
Le parecía increíble que a Harry le hubiera bastado un beso para que ella se comportara de ese modo.
No podía permitirlo. No iba a suceder.
Si Harry pensaba que iba a meterse de cabeza en su cama como lo haría cualquier otra mujer con la que había estado, se equivocaba. Sabía muy bien qué la esperaba poco después, que él se deshiciera de ella como si fuera un juguete que hubiera perdido su atractivo inicial.
Harry parecía tan seguro de sí mismo, tan arrogante. Pero ella solo iba a ser otra muesca más en el cabecero de su cama. Creía que su estatus real sería especialmente atractivo para un cazador como él, pero se negaba a ser solo un trofeo.
No iba a pasar por ahí. Por suerte o por desgracia, ya le había ocurrido antes y había aprendido esa lección de la manera más dura.
Ya no era tan ingenua como para volverse a enamorar. No lo iba a permitir. Pero, en lugar de darle la satisfacción de mostrarle hasta qué punto había
conseguido manejarla, decidió seguirle la corriente. Pero solo hasta cierto punto. Le atraía la posibilidad de ser la que tuviera la última palabra.
Lo miró con una sonrisa coqueta.
-En tu hotel. ¿Qué te parece si nos vemos allí dentro de media hora? -le sugirió ella.
-Mejor, una hora -repuso Harry con un brillo especial en sus ojos-. Quiero ponerme algo más cómodo.


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4

____ estaba muy satisfecha con ella misma y no podía dejar de sonreír por dentro mientras caminaba por la playa principal del principado una hora más tarde. Podía imaginarse a Harry Styles en su ático con una botella del mejor champán francés en un cubo de hielo, la sábana de seda de su cama apartada... tal vez incluso hubiera esparcido pétalos de rosa sobre el colchón. Velas encendidas en la mesilla de noche, llenando el ambiente con un aroma de bergamota y sándalo. Su cuerpo esbelto y musculoso envuelto en una bata de seda azul, el color de los hoteles Styles, y el anagrama de la empresa bordado en oro en el lado derecho. Podía imaginarlo esperando a que ella llamara a la puerta para seducirla.
Sonrió al pensar en cuánto iba a tener que esperar por ella. Iría sintiéndose más frustrado y enfadado según pasaran las horas.
Sentía que había ganado al menos una batalla.
Siguió caminando por la playa, perdiéndose entre la multitud de bañistas. Llevaba un chándal, una camiseta y la cabeza medio cubierta con una gorra de béisbol. Sabía que se parecía a cualquier otra chica que iba a la playa para andar o correr. Nadie podía reconocerla.
Podría haber ido a una de las playas más privadas de la isla, pero le gustaba estar entre la gente, fingiendo que era normal, tratando de imaginar lo diferente que habría sido su vida si no hubiera nacido princesa. Envidiaba al resto del mundo, nadie los presionaba para que tuvieran siempre un aspecto perfecto. Nadie criticaba sus hábitos, su manera de ser ni la ropa que llevaban. Tampoco tenían que preocuparse por saber

si la gente se acercaba a ellos porque formaban parte de la casa real o si de verdad apreciaban cómo eran por dentro.
Pasaba por uno de los bares de la playa cuando atrajo su atención un cuerpo masculino, esbelto y tonificado, que se estiraba perezosamente en una de las tumbonas. El resplandor de la crema solar en su piel hacía que su cuerpo se asemejara al de una escultura de bronce, como las de los dioses griegos que había visto en la Galería de Arte Nacional. Sus músculos abdominales estaban muy marcados, tenía piernas fuertes y largas y el ajustado bañador negro no dejaba nada a la imaginación, parecía orgulloso de su masculinidad y tenía motivos para estarlo.
Tenía lo que parecía un exótico cóctel con sombrillita de papel y todo en la mesita al lado de la tumbona y una preciosa joven rubia estaba inclinada sobre él, ofreciéndole un aperitivo de los que llevaba en la bandeja. Ella era espectacular y llevaba un minúsculo bikini. Frunció el ceño al ver cómo miraba al hombre, lo sonreía con una picardía que no daba lugar a dudas, si él estaba interesado, ella estaba dispuesta.
Se quedó entonces sin aliento y parpadeó un par de veces. No podía ser, no podía creerlo.
Se suponía que Harry estaba de vuelta en su habitación, preparándolo todo y esperando a que ella apareciera en cualquier momento. Había estado tan orgullosa de sí misma, creía que alguien tan arrogante como él necesitaba que alguien le enseñara una lección muy necesaria para que dejara de ser tan soberbio.
Frunció el ceño de nuevo y miró con un poco más de atención. Pensó

que quizás se tratara de su hermano gemelo. Eran idénticos.
A lo mejor Orsino Styles había llegado a Preitalle para ver su hermano y había decidido aprovechar la ocasión para tomar el sol en la playa en compañía de una belleza rubia.
Pero vio que llegaba otra camarera a atenderlo y él sacaba su teléfono para hacerse con ellas una foto de grupo. Las chicas se pusieron a chillar con entusiasmo.
Apretó furiosa los dientes. 
Se dio cuenta en ese momento de que no era su gemelo. Como si Harry hubiera percibido que lo estaba mirando, volvió la cabeza hacia ella y sonrió. Incluso tuvo la osadía de levantar la mano y hacerle un amistoso gesto para que se sumara a ellos.
Pensó que quizás no la hubiera reconocido y se dio rápidamente la vuelta para regresar a su punto de partida. A lo mejor Harry había creído que se trataba de otra admiradora más, alguien a quien podía añadir a su harén con solo levantar la mano. Después de todo, nadie más la había reconocido en ese atuendo tan informal.
Comenzó a andar más y más rápido. Poco después ya no caminaba, estaba corriendo sobre la arena, casi sin aliento y con un nudo en la garganta.
Se detuvo en el faro para mirar y comprobar que Harry no la había seguido.
Algo aliviada, vio que no había ni rastro de él.
Supuso que seguía entretenido con las bellas camareras, haciéndose fotos con la rubia y subiéndolas a su cuenta de Twitter.
Estaba furiosa. 
-¿Qué tienes planeado para mi despedida de soltera? -le preguntó Madeleine a la mañana siguiente mientras desayunaban. 
-No

te preocupes por eso. Lo tengo todo listo. 
-Pero, ¿has hablado de ello con Harry? Seguro que tiene sugerencias muy divertidas para conseguir que sea un evento memorable. 
Miró a su hermana y frunció el ceño. 
-Como dama de honor, es mi trabajo organizar tu despedida de soltera. No necesito los consejos de ningún donjuán sin escrúpulos que es capaz de proponerme que el entretenimiento consista en un stripper que salga de una tarta o algo así.
-Pues a mí me parecería divertido -respondió Madeleine sonriendo. 
-No lo dices en serio, ¿verdad? -le preguntó ____ dejando con ímpetu la taza de té en el platito. 
Su hermana la miró mientras sostenía entre sus manos un vaso de zumo. 
-Siempre eres tan seria, ____... ¿Por qué no te relajas un poco e intentamos hacer algo divertido? 
-¿Qué quieres decir con eso? ¿Acaso quieres que contrate a strippers? 
-No, supongo que eso sería demasiado, pero tampoco quiero que mi despedida de soltera sea una aburrida reunión con amigas para tomar el té y sándwiches de pepino. Quiero divertirme, quiero que sea de verdad memorable. No voy a volver a casarme, así que esta es mi última oportunidad de soltarme el pelo y despedirme de la soltería por todo lo alto.
____ se mordió el labio inferior. Había planeado un almuerzo con las amigas de su hermana. No podía decirse que fuera una fiesta. No iba a haber alcohol. No se había visto con fuerzas para hacer frente a un montón de chicas descontroladas y había tratado de organizar una reunión agradable.
Madeleine tomó un cruasán y después volvió

a dejarlo en el plato con un suspiro.
-¿Cómo consigues mantener tu figura? -le preguntó angustiada-. He engordado cinco kilos desde que nos comprometimos. A este paso voy a necesitar un calzador para entrar en mi vestido de novia.
-No te quejes, al menos tienes un buen escote -repuso ____ mientras bajaba la mirada con desesperación hacia su propio pecho.
-Tú lo único que necesitas es un buen sujetador que levante y realce lo que tienes. Hablando de ropa interior... ¿Podrías hacerme el favor de elegir por mí la lencería para mi noche de bodas? 
Lottie frunció el ceño al oír su petición. 
-¿Por qué quieres que lo haga yo? ¿No es algo que deberías comprar tú misma?
Su hermana le dedicó una pícara sonrisa. 
- Pensé que sería buena idea que lo hicieras tú. Con ayuda, por supuesto.
Se quedó sin aliento. No podía creer que se refiriera a... -¿La ayuda de quién? -le preguntó con suspicacia. Madeleine se acercó de nuevo al plato de los bollos y esa vez tomó un cruasán y comenzó a comérselo.
-Le he pedido a Harry que te ayude. Quiere ir a Montecarlo el miércoles para un asunto, no sé de qué se trata. Me dio la sensación de que no quería hablar de ello. Es un poco misterioso, ¿no te parece? -le preguntó sin esperar a que le respondiera-. Pensé que era la oportunidad perfecta para que fueras con él. Hace siglos que no sales de la isla y, con él como acompañante, no tendrás que preocuparte por llevar tu propio guardaespaldas.
-¡No pienso ir a ninguna parte con él! 
Madeleine terminó el cruasán antes de preguntar.


-¿Por qué no? 
-¿Cómo puedes preguntarme algo así? ¡Lo odio! ¡Es un disoluto y un donjuán!
-¿Y qué? ¿Te asusta acaso que intente algo contigo? -le preguntó Madeleine-. Ya te gustaría a ti...
No pudo evitar sentirse algo ofendida y la miró con la cabeza bien alta. 
-Pues, para que lo sepas, ya lo ha intentado. 
Madeleine abrió mucho los ojos. 
-¡Cuéntame! 
-Me dio un beso. 
-¿Y? 
-Y me hizo una proposición deshonesta. 
Madeleine tomó otro cruasán de la bandeja, parecía perpleja. 
-¿Qué hiciste?
____ se encogió de hombros antes de contestar. 
-Acordé reunirme con él en su hotel esa tarde y, después, le di plantón. 
Su hermana se echó hacia atrás en su silla y sonrió. 
-Bueno, bueno, bueno... 
-No empieces a darle vueltas al tema. Es el último hombre en la tierra con el que tendría una aventura. Es totalmente inmoral y un mujeriego. No pasa tiempo suficiente con ninguna de sus conquistas como para recordar sus nombres, deberías haber visto a la chica que le servía bebidas en la playa, no dejaba de adularlo y contonearse frente a él como si fuera una especie de dios del sexo. Me entraron ganas de vomitar.
Madeleine se rio al escucharla.
-No hay nada de malo en tener una aventura con alguien si te gusta esa persona, ____. Ya es hora de que vuelvas a salir un poco y te abras a la posibilidad de estar con alguien. Y, si te decides, Harry Styles sería el hombre perfecto para ello. Seguro que es un amante increíble y puede hacerte cosas que harían que se te erizara el vello

de la nuca.
____ fulminó con la mirada a su hermana. No podía creer que le estuviera hablando de esa manera.
-Es un impertinente. Sigo sin entender por qué aceptaste que viniera al principado para entrometerse en la organización de la boda. Temo que eche todo a perder.
Madeleine le dedicó una sonrisa burlona.
-Creo que te gusta. 
____ se levantó enfadada de la mesa. 
-¡Lo odio! ¡Lo detesto! Y te prometo que, si estuviera aquí ahora mismo, se lo diría a la cara.
-Podrás hacerlo esta misma noche, querida -repuso Madeleine limpiándose los dedos en una servilleta de lino-. Durante la cena.
-¿Qué cena? -le preguntó con el corazón a mil por hora-. No me digas que le has invitado a cenar con nosotros. Creo que eso es llevar las cosas demasiado lejos, Madeleine.
-No, no va a cenar con nosotros. Solo contigo. A solas. -¿Qué? 
-Así podéis hablar de la despedida de soltera. Lo he organizado todo para que cenéis a solas en el Salón Verde. ____ abrió consternada la boca. No le salían las palabras. -¿Por qué has hecho eso? -le preguntó cuando por fin pudo hablar-. ¿Es que te has vuelto completamente loca? -¡Venga, ____! Harry es divertido y encantador. 
-También es un ligón y demonio arrogante. 
-Lo sé -le dijo Madeleine sonriendo de nuevo-. ¿No te encanta esa parte de él? 

Un empleado del palacio acompañó a Harry hasta un salón privado en el ala oeste. Estaba decorado en distintos tonos de verde con un fondo de crema y molduras doradas. Había una pequeña y antigua

mesa de comedor frente a los grandes ventanales. Tenía una vista maravillosa desde allí de los jardines del palacio.
Al lado, sobre un mueble, un jarrón con rosas blancas llenaba con su dulce aroma el salón. Había también dos mullidos sofás color crema, uno frente al otro en el centro de la sala.
Una de las paredes del salón estaba cubierta por una gran librería de madera de cerezo con puertas de cristal. Al lado, un pequeño escritorio y una silla. Era una habitación cómoda, menos formal de lo que había esperado encontrar en un palacio. Le recordaba a la sala de estar de una casa señorial de la campiña inglesa, muy similar a su hogar, la casa de la familia Styles en Buckinghamshire.
Sacudió la cabeza al pensar en esa casa, no sabía por qué seguía refiriéndose a esa vivienda como su hogar cuando en realidad nunca lo había sido. Tenía muy malos recuerdos.
Había pasado casi toda su niñez buscando un hogar y una familia como la de sus compañeros de colegio. La mansión Styles era una de las más bellas casas de esa región, pero nadie podría haberlo llamado un hogar. No tenía corazón, calidez ni alma.
Y en cuanto a la familia... Sus hermanos estaban enfrascados en sus propias vidas, con sus propios problemas. Y su padre solía buscar refugio en la botella. No era en absoluto una familia feliz.
El empleado que lo había acompañado le sirvió un whisky y le informó de que la princesa no tardaría en acercarse a recibirlo personalmente. Después, le hizo una cortés reverencia y salió del salón.
Miró la pantalla del teléfono y vio

que tenía una llamada perdida de Orsino. Quería hablar con él acerca de Christos Giatrakos. Sentía cierta curiosidad por saber si Christos había intentado que su hermano se asentara.
Era bastante difícil conseguir contactar con su hermano gemelo. Se pasaba media vida escalando montañas o viajando a lugares olvidados para tratar de salvar a los niños que morían de hambre. Llevaba una vida llena de aventuras y le costaba creer que Christos hubiera conseguido contactar con él.
Marcó el número de Orsino y no obtuvo respuesta. No se sorprendió, era lo normal. Se limitó a dejar un breve mensaje sin contarle dónde estaba ni por qué.
Diez minutos más tarde, había dado tantas vueltas por la habitación que no le habría extrañado ver que había dejado un surco bastante profundo en la mullida alfombra. Se preguntó si sería ese otro juego de ____, si estaría haciéndole esperar para hacerle sufrir y llevar la voz cantante.
No le gustaba que jugaran con él, prefería tener el control de cada situación, no estaba acostumbrado a que trataran de manipularlo. Si la princesa creía que iba a conseguir que se hartara hasta que se rindiera y se fuera del principado, no iba a salirse con la suya. No estaba dispuesto a que nadie le hiciera renunciar a su objetivo. Nadie.
Se volvió cuando oyó la puerta. ____ estaba allí mirándolo con un gesto muy sereno.
Pero se dio cuenta de que estaba nerviosa, no paraba de juguetear con los dedos de una mano como había estado haciendo cuando la conoció.
Iba vestida de negro de la cabeza a los pies y no era un color que le sentara

bien. Llevaba el pelo peinado hacia atrás y recogido en un moño, no había ni una gota de maquillaje en su rostro ni joyas que adornaran su serio atuendo.
Lo miraba desafiante, como si esperara que él le dijera algo sobre su aspecto. Tuvo la sensación de que había elegido ese atuendo pensando en él, para provocarlo. Incluso sus zapatos eran aburridos. Era el tipo de calzado que podía llevar una abuela, no una joven de su edad.
-¿Quién se ha muerto? -le preguntó sin poder controlarse. ____ levantó las cejas con sorpresa. 
-¿Cómo? 
Hizo un gesto con la mano para señalar la ropa que llevaba. -¿No vienes de un funeral? 
Vio cómo levantaba la cara con orgullo y obstinación. 
-No se ha muerto nadie. Me gusta vestir de negro. 
-Pues no te sienta bien. Me dan ganas de correr al banco de sangre más cercano para poder hacerte una transfusión. Se acercó a él con su cabeza bien alta. 
-Si algún día necesito algún consejo de moda, ya te lo diré. -Estabas mejor ayer. Me gustó el chándal que llevabas en la playa. Incluso me costó reconocerte -le dijo él. 
Vio que lo miraba con sorpresa y se sonrojaba casi de inmediato 
-¿Y tú? ¿Disfrutaste de tu cóctel? 
-Mucho, gracias. Y las vistas desde donde estaba eran increíbles. 
____ lo miraba con desagrado. 
-¿Hablas de la playa o del escote de la rubia? 
No pudo evitar sonreír al oír su pregunta.
-¿A ti qué te parece? 
La princesa apretó los labios como si tuviera que contener sus palabras, temiendo no ser capaz de decir algo medianamente educado.
Se acercó

a donde habían colocado bebidas para la cena y se sirvió un vaso de agua. Él tenía la sospecha de que no era sed lo que tenía, sino una necesidad de hacer algo con sus manos para tratar de calmar sus nervios.
____ se volvió hacia él y sostuvo el vaso sin beber. 
-¿Cómo sabías que no iba a ir a tu ático? -le preguntó entonces. 
Estudió su expresión, parecía estar muy tensa. 
-Sabía que no estabas preparada. 
-¿Que no estaba preparada? -repitió ella balbuceando y mirándolo con indignación-. ¿Es que crees que es solo cuestión de tiempo y que terminaré yéndome a la cama contigo?
-Tu cuerpo lo desea, pero tu mente se resiste a aceptarlo -le dijo él tomando un sorbo de su whisky-. No tardará mucho en ceder...
Vio que apretaba el vaso de agua con sus manos. Había conseguido alterarla.
-Tu seguridad y tu arrogancia no deja de asombrarme. No tengo la intención de convertirme en otra de tus patéticas y superficiales conquistas.
No estaba acostumbrado a que las mujeres le dijeran que no. De hecho, no podía recordar la última vez que le había sucedido. Pero había algo tan desafiante en el espíritu de ____ que conseguía excitarle más de lo que lo había estado en mucho tiempo, era como una inyección de adrenalina en sus venas. Y no dejaba de parecerle sorprendente e irónico que, aunque se había vestido como una monja, estaba consiguiendo despertar su deseo más que si estuviera delante de ella en bikini.
No entendía por qué parecía tan decidida a negarse a sí misma cualquier placer sensual. Sobre todo después de la intensa pasión

que le había transmitido en un simple beso. Por alguna razón, se negaba a permitir que la pasión entrara en su vida. Lo veía en su forma de vestir, en su contención, en la rigidez de su postura y en la formalidad con la que se conducía en todo momento. Tenía una manera de ser muy poco común en alguien de su edad, parecía sentir la necesidad de estar en todo momento controlando la situación, como si tuviera miedo de sus propias emociones, miedo a dejarse llevar por ellas si no las mantenía bajo llave.
Vestía como una monja, pero no besaba como una, sino como una gata en celo. Se moría de ganas por sentir de nuevo su cálida boca y no solo contra sus labios...
Le bastó con pensar en ello para que su cuerpo se agitara y despertara al instante. No quería ni imaginarse a la princesita dándole placer con esos deliciosos labios, recorriendo su cuerpo con sus pequeñas manos, torturándolo hasta que no pudiera esperar más...
Siempre había sido un mujeriego, pero sus aventuras empezaban a aburrirle. Le resultaba demasiado fácil conquistar a las mujeres con las que solía relacionarse en su entorno social.
No tenía que esforzarse apenas para conseguir lo que quería. Incluso se había convertido en algo predecible. Había perfeccionado su estilo, su rutina a la hora de seducir a una mujer, y ninguna se resistía. Le solía bastar con una sonrisa, unas cuantas palabras que mostraran su lado más encantador, bebidas y cena. Después de eso, siempre acababan en el mismo sitio, en la cama.
Su técnica nunca le había fallado. Tampoco la otra tarde en la playa, pero al final había

terminado declinando la oferta de la camarera para reunirse con ella cuando terminara su turno en el bar.
La joven rubia le había atraído nada más verla, era muy guapa, pero no había hecho que todo su cuerpo se estremeciera ni le había hecho sentir un hormigueo por la piel como lo había conseguido ____ sin intentarlo. Le excitaba incluso la manera en que lo miraba con esos ojos verdes, como si no hubiera conocido nunca a nadie más despreciable. La princesa lo odiaba, pero la química que había entre ellos dos era innegable.
-No creo que me costara mucho trabajo hacerte cambiar de opinión -le aseguró él sonriendo.
____ levantó aún más la cara hacia él y entrecerró sus ojos de gata.
-Te estás olvidando de algo. Soy una princesa, yo no me acuesto con brutos.
-Tendré cuidado contigo, por eso no te preocupes. 
Se sonrojó al instante, pero apretó enfadada los labios. 
-¿Es que tu impertinencia no tiene ningún límite? Estamos aquí para hablar de la despedida de soltera de mi hermana y nada más -le recordó ____.
-De acuerdo. Dime, ¿qué es lo que tienes en mente? ¿Qué quieres hacer? -le preguntó él.
Pero se le ocurrió una idea mejor y levantó una mano para que no hablara aún.
-No, espera, deja que lo adivine yo. Estás pensando en organizar una reunión para tomar el té y sándwiches de pepino en el invernadero de palacio, rodeadas de flores y música clásica, ¿a que sí?
Se sonrojó aún más antes de contestar. Cada vez parecía más molesta.
-Te equivocas. Estaba pensando en organizar un agradable y elegante brunch para las amigas de mi hermana -le dijo ella con orgullo.
-Viene a ser lo mismo... 
La princesa frunció el ceño, parecía muy irritada. 
-Muy bien, veamos qué sugieres tú -repuso ella de mala gana-. Seguro que se trata de algo inapropiado y de muy mal gusto.
La miró entrecerrando los ojos. Se estaba divirtiendo mucho con ella, aunque la princesa no estuviera disfrutando tanto como él.
-¿Tiene mazmorras este viejo castillo? -le preguntó.


=================


5


____ parpadeó confusa al oír la pregunta de Harry. Trató de ignorar el escalofrío que sintió en la espalda. 
-Sí, pero no entiendo por qué quieres saber si... 
-Perfecto -la interrumpió Harry con una sonrisa-. No se me ocurre un lugar mejor para celebrar una fiesta de chicas que están deseando soltarse el pelo y vivir al máximo una noche para el recuerdo.
-¿Estás loco? -le preguntó horrorizada-. ¿Una mazmorra? ¿Para celebrar la despedida de soltera?
-Escúchame antes de decidir. Podríamos decorarla y organizarlo todo para que tuviera música y luces como una discoteca. Contratamos a un DJ, dejamos que las chicas se disfracen y...
Se llevó las manos a los oídos.
-No quiero escuchar esto. La-la-la... -repitió en voz alta para no oír lo que ____ podía estar contándole en esos momentos-. No te estoy escuchando.
-¿Dónde está tu sentido de la diversión, ____? -le preguntó Harry-. Vamos, piensa en ello. ¿No te parece que sería muy divertido tener la fiesta allí abajo, en las mazmorras? Podríamos vestir a los camareros con trajes de cuero negro.
Dejó caer las manos y se puso en jarras. No podía creer lo que oía.
-Pero, ¿qué es lo que te pasa? No entiendo cómo se te puede ocurrir algo así. Lo siguiente que me vas a sugerir es que les demos a los camareros látigos y esposas para que aten a las invitadas...
-¡Qué buena idea! -exclamó Harry con entusiasmo-. Sabía que no tardarías en darte cuenta de las magníficas posibilidades que tiene mi sugerencia. Solo necesitabas hacerte a la idea... Tu hermana y sus amigas
se lo pasarán genial,

será una noche para recordar. Le lanzó una mirada fulminante. 
-¿Una fiesta en una mazmorra con camareros vestidos de cuero y litros de alcohol? No me parece un evento demasiado elegante, la verdad.
-Ya te estoy imaginando con un traje como el de Catwoman, vestida con un ceñido mono de cuero negro y altas botas... Y una máscara que solo muestre tus increíbles ojos verdes y esa boquita tan sexy que tienes.
No pudo evitar estremecerse al oír sus sugerentes palabras y se quedó sin respiración al ver cómo la miraba. Casi podía sentir cómo iba dejando sobre su piel un rastro caliente. Supuso que la estaba imaginando vestida de cuero.
-No podrías verme aunque decidiera disfrazarme de esa guisa. Recuerda que es una fiesta solo para chicas.
-¡Eh! ¡No seas aguafiestas! -protestó con una sexy sonrisa-. ¿No podría tener una audiencia privada contigo antes de que empiece la fiesta?
Fue un alivio oír en ese momento el traqueteo de un carrito. Ya llegaba el camarero para servirles la cena y era justo la interrupción que necesitaba en esos momentos. Aunque no tenía nada de apetito, al menos no ese tipo de apetito.
Tenía un hambre completamente distinta en su interior y un deseo que se concentraba en su parte más íntima.
Era mucho más complicado controlar esas sensaciones después de que Harry la hubiera besado.
Hasta ese momento, no había tenido que lidiar con la miserable sensación de vacío y nostalgia que sentía en esos momentos.
Besarlo había sido como degustar un chocolate de calidad superior por primera vez. Nunca iba a poder olvidar la calidez,

la suavidad, su seductor sabor. Se había dado cuenta de que podía convertirse fácilmente en algo muy adictivo y ella no podía permitirse ese lujo. No podía caer de cabeza en la tentación después de tantos años de autocontrol y templanza.
Pero no sabía cómo enfrentarse a esa situación, le resultaba muy complicado mantener la cabeza fría cuando estaba con él. Sentía que Harry jugaba con ventaja, que ella tenía las de perder.
Sabía que ese brillo travieso en los ojos de Harry Styles había conquistado a decenas de mujeres. Iba a tener que luchar con cada átomo de su ser para no convertirse en otra más.
Él era un auténtico profesional, tenía demasiada práctica seduciendo.
Incluso la forma en la que hablaba... Era como una caricia, con esa voz tan profunda, su bien entrenado acento inglés, la forma en que la que dejaba caer de vez en cuando palabras cariñosas como si no lo tuviera todo estudiado y esa manera de sonreír... 
Conocía muy bien sus puntos fuertes y sabía cómo usarlos.
Se sentaron a la mesa para cenar y trató desesperadamente de no mostrarle hasta qué punto le afectaba su presencia. Durante toda su vida, había cenado con numerosos invitados en el palacio. Sabía cómo comportarse a la mesa y evitar accidentes por muy nerviosa que estuviera. También se le daba bien llenar incómodos silencios con una agradable y superficial conversación. Pero había algo en ese hombre que lo cambiaba todo. Aunque estaba en su casa, sentía que estaba en un territorio desconocido.
Sus rodillas casi se tocaban bajo la mesa y se echó atrás en la silla

todo lo que pudo para no tener que tocarlo. Pero, aun así, era muy consciente de su cuerpo en todo momento y no podía olvidar lo cerca que estaba de esas fuertes piernas, de su musculoso torso...
Tomó su copa de vino y bebió un trago. Nunca se permitía más de media copa de vino, pero esa noche lo necesitaba más que nunca.
-Dime, ¿qué haces en tu tiempo libre, aparte de ir de fiesta en fiesta? -le preguntó ella.
-No mucho.
Lo miró entonces a los ojos, pero Lucca había apartado la mirada para tomar su propia copa y probar el vino.
-¿No te cansas de no hacer otra cosa con tu vida que gastar el dinero de tu familia?
-Bueno, también es mi dinero. Nací en una familia rica, eso no puedo cambiarlo. Solo tomo lo que me dan y trato de sacarle el máximo provecho.
Frunció el ceño al oírlo. 
-Pero ¿no quieres hacer algo con tu vida? ¿Algo importante? 
Harry le dedicó otra de sus sonrisas. 
-¿Como qué? 
-No sé. Puedes estudiar, centrarte en una carrera profesional que te guste... Tienes una buena cabeza, podrías hacer algo con ella, ¿no? -le sugirió ella-. O, por ejemplo, podrías dedicarte a hacer algún tipo de trabajo voluntario, participar en alguna organización benéfica. O incluso crear una tú mismo como ha hecho tu hermano.
Se encogió de hombros.
-Traté de estudiar, pero me echaron de Cambridge durante mi segundo semestre allí. No te voy a decir por qué, no quiero que vuelvas a sonrojarte.
Pero ella se sonrojó de todas formas, su imaginación era mucho más peligrosa que la realidad. No quería ni pensar

en lo que habría hecho para conseguir que lo expulsaran de una de las mejores universidades de Inglaterra, pero estaba casi segura de que habría tenido algo que ver con su prolífica vida sexual.
-¿Se te da bien algo en particular? -le preguntó ella entonces-. A parte de seducir a las mujeres, claro.
Harry apartó un momento la mirada antes de contestar, jugando durante unos segundos con la copa, observando cómo giraba el vino en su interior.
-Tengo algunas aficiones, pero nada demasiado serio ni cansado. No heredé el gen de la ambición que tanto parece abundar en mi familia -respondió Harry-. ¿Y tú? ¿Qué haces además de inaugurar hospitales o romper botellas de champán contra los barcos para bautizarlos?
Frunció los labios durante un segundo.
-Aparte de las funciones de mi cargo, hago un montón de cosas que no son tan públicas. No me gusta estar en el punto de mira, así que le dejo las cosas llamativas a Madeleine. Yo me encargo, por ejemplo, de organizar la agenda de palacio, de hacer los preparativos para las cenas oficiales cuando nos visitan otros miembros de la realeza o dignatarios. También organizo fiestas en el jardín, visitas guiadas del palacio, ese tipo de cosas.
-Cosas muy aburridas, por lo que veo.
-Supongo que son terriblemente aburridas para alguien como tú, pero yo disfruto mucho encargándome de esas funciones.
Harry sonrió.
-Suena divertidísimo -le dijo él con ironía-. Tener que organizar todo esos eventos, asegurarse de que todo este perfectamente limpio, ordenado, colocado en su sitio... Día tras día y año tras

año.
Se movió algo inquieta en su silla, no le gustaba que hablara así de ella. 
-Es verdad, me gusta el orden. ¿Es eso un delito? 
-No puedes controlarlo todo en la vida. Tienes que dejar un poco de espacio para la espontaneidad. No es divertido despertarse cada día y tener que repetir las mismas cosas, las mismas rutinas de siempre.
Lo miró entonces de manera maliciosa.
-Estoy segura de que para ti no hay dos días iguales en el calendario. No hay nada como despertarte cada mañana con una mujer diferente a tu lado para asegurarte de que todos los días sean distintos -le espetó ella.
-Te equivocas, querida.
Trató de ignorar el brillo perverso de sus ojos, pero no pudo evitar estremecerse. 
-¿En serio? 
-Sí -repuso Lucca-. Nunca paso la noche entera con nadie. No podía decidir si sentía más sorpresa que desagrado. 
-¿Por qué no? 
-¿Por qué iba a hacerlo? Después del sexo, llega el momento de decir adiós. Necesito dormir y lo hago mejor si estoy solo.
-Así que no hay abrazos ni mimos después. ¿No te quedas hablando con ellas hasta que amanece?
Se echó a reír. 
-No. Me temo que no. 
-Interesante elección de palabras. 
Lucca seguía sonriendo, pero entrecerró los ojos. 
-¿A qué te refieres? 
-Has dicho «me temo que no». Eso es lo que sientes en realidad, temor, miedo.
-¿A qué crees que le tengo miedo? -replicó más serio y frunciendo el ceño.
-A la intimidad. 
-No -respondió con firmeza-. Me encanta el sexo. 
-Es que yo no estoy hablando de sexo -le dijo ____-.

Estoy hablando de intimidad, de permitir que alguien se acerque a ti.
-El sexo es la mejor manera de estar cerca de alguien. ¿O es que ha pasado tanto tiempo desde que has estado con alguien que se te han olvidado los movimientos? ¿Quieres que te dé un curso de actualización? Estaría encantado de hacerlo.
Puso los ojos en blanco. A Harry parecía costarle hablar en serio. 
-¿De verdad crees que caería tan bajo como para tener una relación contigo?
-¡Un momento, preciosa! Nadie ha dicho nada de una relación -respondió guiñándole un ojo-. Solo hablaba de una noche, nada más.
Arqueó una de sus cejas al oírlo. 
-¿Una noche completa? 
-Bueno, no. La mitad. 
-Vaya, ¡qué oferta tan tentadora! ¡Me concedes media noche! No me extraña que no se te resista nadie. Eres un negociador muy duro. 
-No vas a encontrar a nadie más duro que yo -repuso él con picardía. 
No pudo evitar sentir un escalofrío en la espalda, esperaba que él no se
hubiera dado cuenta. 
-Hablaba con ironía -protestó ella. 
-Sí, sí. Claro. 
-¡Es verdad! 
Harry se inclinó sobre la mesa y capturó su mano derecha antes de que ella tuviera tiempo de apartarla. Giró la mano y trazó con un dedo ligeros círculos alrededor de su palma sin dejar de mirarla ni un momento. Había tanta sensualidad en su mirada...
-¿Crees que ocultando tu atractivo bajo esas ropas vas a conseguir que deje de desearte?
Tragó saliva al oír sus palabras. Su tacto era como fuego sobre su piel y su mirada había conseguido hipnotizarla. Una vez más,

su cuerpo la estaba traicionando. Se estremeció de nuevo. Ella también lo deseaba, no podía seguir ignorándolo.
Retiró la mano para que dejara de tocarla.
-Odio desinflar su abultado ego, señor Styles, pero no va a conseguir seducirme.
-Me deseas tanto que puedo sentirlo desde aquí -le aseguró él.
-Lo que percibes es mi desagrado, no tiene nada que ver con la lujuria, no te confundas. Te detesto. Eres todo lo contrario a la clase de hombre con la que accedería a acostarme.
-Descríbemelo. 
Levantó confundida las cejas. 
-¿Que te describa el qué? -A tu amante perfecto, el hombre con el que sueñas -le explicó Harry sin dejar de mirarla a los ojos-. El que conseguiría que te desprendieras de tus bragas de abuela.
Se quedó perpleja. No podía creer el descaro con el que ese hombre le hablaba. Había conseguido ofenderla con esas últimas palabras.
Además, todo el mundo podía ver que prefería un tipo de ropa bastante conservadora, pero su ropa interior era otra historia. Lo que llevaba debajo de esos vestidos era su debilidad y uno de los pocos lujos que se permitía. Si Harry pensaba que usaba grandes braguitas de algodón blanco, se equivocaba. La lencería que usaba no era nada conservadora ni aburrida.
Se mordió el labio inferior y lo miró con recelo. 
-¿Por qué iba a decírtelo a ti? 
Harry se encogió de hombros. 
-Te lo preguntaba porque a lo mejor te puedo ayudar a encontrar un candidato adecuado. 
Abrió con sorpresa la boca. 
-¿Qué quieres decir? ¿Intentas recomendarme a alguien? ¿Me vas a proponer

una cita a ciegas o algo así?
-Conozco a un montón de gente. Estoy seguro de que podría encontrar a alguien que se ajuste a tus exigentes requisitos.
-Por favor, no te molestes. Soy perfectamente capaz de encontrar a alguien con quien acostarme si ese es mi deseo. Muchas gracias -repuso ella con ironía.
-Pues no parece que hayas teniendo mucha suerte hasta ahora -le dijo Harry tomando su copa de vino-. Tu hermana me dijo que no has estado con nadie desde...
____ se levantó de la mesa tan bruscamente que la cristalería se tambaleó.
-Mi hermana no tiene derecho a hablarte de mí. Sé que piensas que soy una mojigata y que en realidad estoy desesperada por tener un poco de pasión en mi vida, pero te equivocas. Estoy muy feliz con mi vida tal y como es -le explicó dejando la servilleta sobre la mesa con más fuerza de la necesaria-. Disfruta de la cena. Espero que se te indigeste y no puedas dormir en toda la noche.
-¿No vas a mostrarme las mazmorras? 
-Pídele a uno de los empleados del servicio que te las enseñe. 
-¿Acaso te asusta estar a solas conmigo, princesita? 
____ se volvió para mirarlo. 
-No te tengo miedo, lo que siento es desprecio. 
Harry se echó a reír mientras levantaba su copa en un brindis. 
-Me encanta enfadar a la gente -le dijo-. Creo que es mi pasatiempo favorito. Además del sexo, por supuesto.
____ no podía creer que no le importara nada la opinión que tenían de él otras personas. Estaba segura de que habría al menos una parte de él que sí quería tener la aprobación de los demás.
Seguía sin

entender cómo podía querer vivir de esa manera. Le parecía una existencia tan inútil, tan sin sentido... Se preguntó si de verdad sería así o si sería solo una fachada, si de verdad solo le interesaban los placeres, nada más.
Algo le decía que no podía ser así, que debía querer algo más que eso. Creía que el sexo podía ser muy divertido, pero no satisfacía el mayor anhelo de todos, el deseo de ser amado y aceptado, la necesidad de ser apreciado y valorado.
Ese hombre le producía rechazo y fascinación a partes iguales. Representaba todo lo que odiaba en un hombre. Era temerario, inmoral y peligroso.
Pero conseguía hacerla reír y también que se sintiera femenina y deseable.
En otras palabras, la hacía sentir. Respiró profundamente y tomó una decisión. 
-Muy bien, te enseñaré las mazmorras aunque sea solo para que veas lo inadecuado que sería organizar una fiesta allí abajo.
-¿Prometes darme la mano si me da miedo la oscuridad? -le preguntó Harry.
No creía que Harry tuviera miedo de nada. Tenía una actitud casi temeraria en esa vida y, si era sincera consigo misma, tenía que reconocer que lo envidiaba. Ella solo se había dejado llevar una vez sin pensar en las consecuencias y había tenido que pagarlo después muy caro.
Harry, en cambio, siempre hacía lo que quería y no parecían importarle las posibles consecuencias.
-No te preocupes -le dijo ella-. Tenemos electricidad allí abajo. Se instaló hace diez años.
Él le dedicó otra de sus sexy sonrisas y salieron del salón.
Bajaron a las mazmorras usando un ascensor

de servicio que solo solía usar el personal del palacio.
La puerta estaba cerrada, pero ella sabía dónde guardaban la llave. La sacó de su escondite y se la entregó a Harry.
-Puedes hacer los honores. La puerta es un poco pesada para mí -le dijo. 
Harry la miró con los ojos entrecerrados. 
-No estarás teniendo pensamientos inapropiados, ¿verdad, tesore mio? 
Odiaba la facilidad que tenía para hacer que se sonrojara.
-¿Qué pensamientos inapropiados podría tener? -replicó a la defensiva como si su pregunta le pareciera absurda.
«¿Aparte de desnudarme ahora mismo y tener el orgasmo de mi vida?», se dijo ella.
Harry la miraba como si pudiera leerle el pensamiento.
-No me importa que me aten o me venden los ojos. O incluso que me den con un látigo, pero no voy a permitir que nadie me deje encerrado solo en un calabozo -le aseguró él-. Eso sería muy aburrido.
-Tienes demasiada imaginación. 
-Tú también. 
____ cruzó los brazos frente a ella. Además del peligro de estar a solas con Harry Styles en ese sitio, no podía evitar que esos oscuros pasillos le asustaran. Había pasado años sin bajar a las mazmorras, diez años para ser exactos. Desde que Madeleine la encerrara allí para gastarle una broma cuando tenía solo trece años. Había pasado mucho miedo y, desde entonces, tenía claustrofobia.
-¿Vas a abrir la puerta de una vez o piensas seguir aquí hablando toda la noche? -le preguntó con impaciencia.
Harry se echó a reír con las carcajadas típicas de un villano de película. El sonido retumbó en

las paredes del frío y oscuro sótano. _____ tuvo que apretar los labios para no sonreír. No sabía por qué le hacía tanta gracia ese sentido del humor tan pueril. Se quedó dos pasos por detrás de él mientras abría la puerta del calabozo. La bisagra chirrió y sintió de nuevo otro escalofrío.
-Estas bisagras necesitan un poco de lubricante -comentó Harry-. Tienes que encargárselo a uno de los empleados.
Mantuvo la puerta abierta para que pasara ella, haciendo un gesto con su mano para pedirle que lo precediera.
-Después de ti. 
-No, no. Entra tú antes -le pidió ella.
Harry sonrió.
-¿Crees que vas a conseguir engañarme con ese viejo truco? No, lo siento, querida. Tú primero. Además, así puedo mirarte.
____ enderezó bien la espalda y pasó a su lado. Podía sentir el aire frío y húmedo de las mazmorras en sus tobillos, como si fueran unos grilletes, parecidos a los que había en los muros de piedra del calabozo.
Durante la larguísima media hora que había pasado encerrada allí por culpa de Madeleine, le había dado la impresión de estar oyendo los fantasmagóricos lamentos que parecían salir de esas antiguas piedras. Se frotó los brazos de nuevo, tenía la piel de gallina. Se volvió hacia Harry entonces y lo miró.
-Como puedes ver, no es en absoluto adecuado para celebrar aquí una despedida de soltera -insistió ella.
-No estoy de acuerdo. Y tu hermana piensa lo mismo. Frunció el ceño. 
-¿Cómo? ¿Ya habías hablado con ella de esto? 
-Sí, por supuesto, y le pareció una idea fabulosa. 
No le sorprendía

nada que Madeleine le hubiera dicho algo así. No podía evitar sentir cierto resentimiento hacia ella. Su hermana pensaba que era una miedosa y parecía encantarle ponerla en situaciones incómodas como esa. Era el mismo tipo de razonamiento que la había llevado a aceptar la proposición de la familia Styles. Creía que la presencia de Harry conseguiría añadir un poco de emoción a una vida que Madeleine consideraba demasiado sobria y aburrida.
-Claro... Obviamente, mi hermana y yo no tenemos el mismo gusto en temas de ocio y entretenimiento. 
-Tampoco tenéis el mismo gusto en hombres. 
-Eso no lo sabes. No te he dicho qué tipo de hombres me gustan. 
-No, pero me lo puedo imaginar.
Se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada.
-Te ahorraré tal esfuerzo mental. Me gustan inteligentes, trabajadores y dignos de confianza.
Harry se frotó pensativo la barbilla.
-Y ¿qué pasa con el sentido del humor? ¿No dicen siempre las mujeres que es una de las cosas que más les atrae de un hombre?
-Para mí es más importante la lealtad que las risas. 
-¿Cuándo fue la última vez que te reíste? 
-No guardo un registro detallado de ese tipo de cosas -repuso con sarcasmo. 
Vio que Harry se fijaba en su boca. 
-Los expertos en salud dicen que hay que reírse todos los días -le dijo en un susurro sin dejar de mirarla a los ojos-. Es como el sexo. Libera unas hormonas que hace que nos sintamos bien.
No sabía cómo lo había hecho sin que ella se diera cuenta, pero estaba lo suficientemente cerca de ella como para que pudiera sentir el calor

que irradiaba de su cuerpo. El corazón le dio un vuelco cuando él comenzó a trazar la curva de su mandíbula con un dedo.
-¿Qué... qué estás haciendo? 
-Estoy tratando de entretenerte para que olvides dónde estás -contestó Harry-. Está claro que odias estar aquí abajo.
-¿Qué te hace pensar que no me gusta estar aquí? 
Trazó su labio inferior con el mismo dedo. 
-Estás muy tensa. 
-A lo mejor porque no me gusta la compañía. 
-Si no te gustara estar conmigo, habrías dado un paso atrás hace diez segundos.
____ retrocedió tan rápidamente que tropezó con una de las baldosas del desigual suelo. Se habría caído si él no hubiera actuado rápidamente agarrando su muñeca. Se quedó sin aliento al sentir el calor de su mano.
-Suéltame ahora mismo -le dijo con la voz entrecortada.
Sus dedos dejaron un rastro de fuego en su piel mientras la soltaba poco a poco.
-Que no se te olvide nuestra cita de mañana -le susurró Harry. 
Frunció el ceño mientras se frotaba la muñeca. 
-¿Qué cita? 
-Tenemos que comprar la lencería para la noche de bodas de tu hermana y conozco el lugar perfecto en Montecarlo. Una amiga mía tiene una exclusiva boutique de ropa interior.
Se preguntó si sería de verdad una amiga o una antigua amante. Sabía que Harry tenía amigas de ese tipo por todo el mundo. No dejaba de sorprenderla la forma tan desvergonzada e inmoral en la que se conducía por la vida, utilizaba a la gente cuando le convenía y, después, se deshacía de esas personas.
-¿Por qué quieres ir a Montecarlo? Tenemos

tiendas estupendas aquí. Otra opción es hacer las compras por Internet.
-Tengo algunos negocios que atender allí. 
-¿Qué clase de negocios? 
-Cosas de hombres -le dijo con un guiño-. Es top secret. Lo fulminó con la mirada. 
-¿Una conquista? 
-Supongo que lo podrías llamar así -le confesó Harry. Apretó las manos para formar puños, tratando de contener su enfado. No parecía darse cuenta de que su escandaloso comportamiento iba a tener consecuencias y afectarle también a ella. Se limitaba a divertirse y jugar, y cada vez le preocupaba más lo que su presencia allí iba a provocar en su reputación.
-Se supone que deberías estar ayudándome con la boda. ¿Qué van a decir tu padre y el director general si se enteran de que estás de fiesta en el continente en vez de colaborar con las preparaciones de la boda?
Harry se apoyó contra la pared de esa manera tan indolente que había logrado perfeccionar.
-No van a decir nada porque te vienes conmigo. Entrecerró los ojos con suspicacia. 
-¿Qué? ¿Quieres que vaya para que te sirva de coartada mientras tú tienes una aventura con alguna joven rubia, tonta y con el pecho operado? No, me temo que no.
-Ya está todo arreglado. La asistente personal de tu hermana me envió toda la información por correo electrónico hace un par de horas. Iremos mañana por la mañana en helicóptero y pasaremos la noche en el hotel Styles de Montecarlo. Va a ser muy divertido.
Se quedó sin respiración al oírle nombrar ese medio de transporte. La última vez que había viajado en helicóptero había terminado muy mareada. Aún recordaba lo complicado que había sido tener que lidiar con la prensa que la esperaba cerca de la pista de aterrizaje. Habían conseguido las que habían sido, hasta el momento, sus peores fotos.
Ya le fastidiaba tener que volar en helicóptero con Harry Styles, pero la idea de compartir alojamiento con él le había afectado más aún.
-¡No voy a pasar la noche contigo!
-Tendremos habitaciones separadas, por supuesto -respondió él con sorpresa.
Como si le ofendiera que ella hubiera podido pensar que iba a hacer algo tan poco caballeroso como obligarla a compartir suite con él.
-Seré algo así como tu guardaespaldas temporal. Creo que podré protegerte de cualquier peligro.
No entendía por qué Madeleine le estaba haciendo eso, por qué estaba alentando a ese hombre para que la pusiera en situaciones tan complicadas.
Dudaba mucho de que Harry pudiera protegerla cuando el peligro lo encarnaba precisamente él.
Y, aunque no intentara nada con ella, no quería ni imaginarse la tortura que supondría tener que escucharle durante una sesión de sexo salvaje con su amante de turno. Solo esperaba que sus habitaciones no fueran contiguas.


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6


____ había crecido rodeada de riqueza. Había visto aviones y helicópteros privados y también lujosos hoteles y palacios. Aun así, el Styles de Montecarlo había conseguido sorprenderla. Era uno de los hoteles más impresionantes que había visto en su vida. Tenía una grandeza que procedía de otra época, un ambiente que la hacía sentir como si hubiera retrocedido en el tiempo y estuviera en esa época en la que el glamour y el estilo eran de suma importancia. Las lámparas de cristal adornaban los altos techos, los sofás de terciopelo azul oscuro y los sillones del vestíbulo eran impresionantes, como lo eran las mullidas alfombras persas sobre suelos de mármol pulido.
Había flores frescas por todas partes, tanto en el mostrador de recepción como en las mesas que se repartían por el gran vestíbulo. El personal, impecablemente uniformado, había estado atento a sus necesidades desde el primer momento. Le llamó la atención también la elegancia y sofisticación de los huéspedes. Con esa ropa y esas joyas, hicieron que se sintiera fuera de lugar y que lamentara ir vestida como iba.
Su espíritu rebelde la había empujado a vestirse de la manera más simple posible, aunque solo fuera para protestar de manera pasiva y dejarle muy claro a Harry que no quería estar allí con él.
Se había puesto sus vaqueros más viejos, una aburrida camisa de algodón blanco y unos zapatos bajos que la hacían parecer diminuta al lado del conductor de la limusina. Y más bajita aún junto a Harry, que se alzaba sobre ella como un rascacielos. Se había puesto sus gafas de carey y se había

recogido el pelo en una cola de caballo. De hecho, lo llevaba tan apretado que le había dado dolor de cabeza y esa molestia había ido a peor por culpa de sus nervios y del miedo que la había acompañado durante cada minuto agonizante de vuelo en helicóptero. Afortunadamente, había sido un trayecto sin complicaciones, pero, aun así, no había dejado de morderse las uñas. Era un alivio ver que al menos Harry no había sido consciente de su nerviosismo. Se había pasado todo el tiempo escribiendo comentarios y compartiendo fotos en las redes sociales.
Mirara donde mirara, Montecarlo parecía estar lleno de gente guapa. De todas las edades y nacionalidades, todos parecían atractivos y elegantes. No podía evitarlo, se sentía cada vez más fea e insignificante, como una pequeña polilla marrón en una casa llena de bellas mariposas.
Estaba fuera de lugar. 
Harry la miró después de que un botones se encargara de su equipaje. 
-¿Estás bien? 
-Me duele la cabeza -repuso ella. 
Le pareció ver algo de preocupación en su mirada. 
-Deberías habérmelo dicho antes -respondió tocándole suavemente la frente con el dorso de la mano como hacían los padres con sus hijos para ver si tenían fiebre-. No sé cómo no me he dado cuenta de que no estabas bien, no has protestado ni me has gruñido como sueles hacerlo. Apenas has dicho nada durante todo el viaje.
-Es que no me gustan demasiado los helicópteros -confesó ella.
Se arrepintió enseguida de haberlo hecho. Sabía que Harry aprovecharía esa información para reírse de ella, pero vio que la miraba con

el ceño fruncido.
-¿Por qué no me lo dijiste? Podríamos haber venido en ferry o contratado un catamarán privado.
Se encogió de hombros. 
-No me gustan los espacios pequeños. Hacen que me sienta mal. 
-Vamos -le dijo Harry tomando su brazo-. Será mejor que te acuestes un rato hasta que te sientas mejor.
-¿Es Harry Styles? -gritó de repente alguien mientras oían el rápido taconeo de unos zapatos yendo hacia ellos mientras esperaban el ascensor para subir a la suite del ático-. ¿Es Harry u Orsino? No, es Harry, ¿verdad? ¿Podría hacerle unas preguntas?
____ suspiró con impaciencia. Acababan de llegar y ya empezaba el desfile de bellas y superficiales jóvenes que intentarían tener algo con Harry. Pero se volvió y vio a una mujer de unos treinta y cinco años que llevaba una cámara de fotos con un teleobjetivo y un teléfono móvil en la mano.
Los ojos de la mujer se abrieron un poco más cuando vio la forma en que Harry la sujetaba por el brazo.
-¿Princesa ____? -exclamó con sorpresa-. Perdón. Quiero decir, Su Alteza. ¿Está aquí alojada con Harry Styles?
A ____ le molestó bastante la incredulidad en el tono que había usado esa mujer. Debía de parecerle impensable que un hombre, incluso uno tan carente de principios y promiscuo como Harry Styles, pudiera estar interesado en ella. Trató de apartarse de él, pero Harry no la soltó.
-No, no estoy...
-Estamos aquí por un asunto oficial -le explicó Harry a la periodista con ese encanto tan habitual en él-. Pero la princesa ____ no se siente bien y voy a acompañarla a la cama.

/>La mujer sonrió al escuchar sus palabras, pensando sin duda que acababa de obtener la exclusiva de su vida.
-Seguro que le viene bien... -repuso la periodista.
____ se zafó de él cuanto entraron en el ascensor y se cerraron las puertas. Estaba furiosa.
-¿Te has vuelto completamente loco? ¿A qué demonios estás jugando? ¡Va a decirle a todo el mundo que estamos juntos!
-¿Y? 
-¿Y? -repitió ella-. ¿No te parece un problema? Tú no sales con nadie, ¿se te ha olvidado? Te limitas a acostarte con tantas mujeres como puedes para deshacerte de ellas antes de que tengan tiempo de volver a vestirse.
Harry se rascó la mandíbula con gesto pensativo. 
-Puede que tengas razón. Esto podría ser muy malo para mi reputación. 
Cada vez estaba más enfadada. 
-¿Tu reputación? ¿Y qué pasa con la mía? Mañana mismo dirán todas las revistas que subí contigo a tu suite y que estaba deseando meterme en la cama contigo, como si fuera una de esas mujeres con las que suelen verte.
Harry la miró de arriba abajo. Fijándose en sus pantalones vaqueros y en la camisa de algodón. Después, arrugó la nariz como si no fuera de su agrado lo que veía.
-No, nadie va a creérselo. Se cruzó de brazos y frunció el ceño. 
-¿Por qué? Supongo que mis pechos no son los suficientemente grandes, ¿no? Es unas de las señas de identidad de tus acompañantes habituales. 
Se fijó entonces en sus pechos y ella se quedó sin aliento. -No, tus pechos están bien. 
-¿Entonces? ¿Por qué no se lo va a creer nadie? ¿Acaso porque yo tengo cerebro?

/>-No, eso tampoco tiene nada que ver, todo lo contrario. Creo que tu inteligencia es excitante -le dijo con deseo en sus ojos-. Pero eso no tiene nada de particular. No creo que haya ni un hombre al que no le atraigan las mujeres con una boca inteligente y una lengua rápida.
Sintió que se ruborizaba y una oleada de calor fluyó a través de su cuerpo como un torrente de lava, encendiendo su núcleo más íntimo y haciendo que sintiera un deseo casi primitivo. Su mente tenía mil razones para mantener las distancias con alguien como Harry Styles, pero su cuerpo se había rendido a sus encantos, era como si hubiera perdido por completo la conexión con su cerebro y no pudiera controlarlo. Su cuerpo parecía estar en piloto automático, conectado directamente a su deseo y sin ninguna relación con su sentido común.
Se preguntó cómo sería saborearlo íntimamente, recorrer su miembro con la lengua y degustar la esencia masculina de ese hombre. No podía dejar de pensar en cómo sería sentirlo temblar entre sus labios y llegar al éxtasis, cómo sería sentir su piel húmeda por el sudor contra la de ella.
Harry dio un paso más hacia ella y rozó con un dedo su mejilla. 
-Estás ardiendo, ¿verdad? 
Su pelvis estaba a escasos centímetros de la de ella. Podía sentir el frío metal de la hebilla de su cinturón contra el vientre a través del fino algodón de la camisa. Podía sentir su propio pulso a mil por hora.
No se atrevió a mirarlo a los ojos, mantuvo la vista fija en el cuello abierto de su camisa, estaba tan cerca que podía ver parte del vello que cubría su torso.

Sabía que debía dar un paso atrás, pero no lo hizo. Era como si sus pies estuvieran pegados al suelo.
-Puede que tenga algo más, no sé. No... No me encuentro bien -le dijo a modo de excusa.
-Espero que no sea contagioso. 
-Estoy segura de que tu sistema inmunitario es mucho mejor que el mío. 
Harry se echó a reír y dio un paso atrás cuando las puertas del ascensor se abrieron. 
-Esta es nuestra planta. 
Se quedó inmóvil al ver que solo había una puerta que daba a la gran suite del ático. 
-¿No habías dicho que teníamos reservadas habitaciones separadas? 
-Hay una suite independiente dentro de este ático -respondió Harry abriendo la puerta y sosteniéndola abierta-. Todos los hoteles Styles tienen áticos con múltiples suites.
-¿Tienen cerraduras las puertas de cada suite? -le preguntó ella. 
-¿Qué? -repuso sonriente-. ¿Te preocupa tener la tentación de irrumpir sin ser invitada en una de mis orgías? 
Le lanzó una mirada gélida. 
-Espero que el hotel proporcione tapones para los oídos de tamaño industrial -repuso ella. 
-No ronco, si eso es lo que te preocupa. 
-Supongo que no te da tiempo a dormir tan profundamente entre amante
y amante como para llegar a la fase de los ronquidos -replicó ella.
Harry se echó a reír. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre el respaldo del sofá más cercano.
-No sabes lo que estás haciendo con mi ego, cara mia. Con esos comentarios, me haces sentir como si fuera una especie de semental que pudiera aguantar toda la noche.
Lo miró a los ojos.
-¿Cuántas veces

puedes llegar a hacerlo en una noche? Harry se encogió de hombros. 
-Depende. 
-¿De qué? 
-De la química que haya -repuso desabrochándose otro par de botones de su camisa.
-Supongo que no estamos hablando de la tabla periódica de los elementos, ¿no?
-No te preocupes -le dijo Harry con una sonrisa-. Intentaré disminuir el ritmo. Podría incluso abstenerme por una noche.
-¿Y eso? ¿Te toca acaso tener una especie de permiso o descanso después de largos años de servicio?
Harry se quedó pensativo, como si estuviera haciendo cálculos mentales. 
-Sí, creo que reúno los requisitos para obtener un permiso... -murmuró-. Vamos a ver... Mi primera vez fue cuando tenía... 
-Por favor, ahórrame los detalles. 
Harry se pasó una mano por el pelo hasta despeinarse, pero lo único que consiguió fue tener un aspecto aún más atractivo. 
-¿Quieres algo para el dolor de cabeza? 
-No, creo que me limitaré a descansar un poco -repuso ella
retrocediendo hasta ir a la puerta contigua-. ¿A qué hora volverás de tu reunión de negocios o de lo que sea que te ha traído hasta aquí?
-Eso no es hasta mañana.
-Pero pensé que tenías que estar aquí hoy -murmuró frunciendo el ceño mientras trataba de recordar la conversación que había tenido con su hermana-. Estoy segura de que Madeleine me dijo que tenías que venir a Montecarlo el miércoles.
-Sí, quería venir hoy porque no quería dejar nada al azar, prefería estar aquí con tiempo por si surgía algún imprevisto.
-Entonces, supongo que se trata de algo muy importante

para ti, ¿no?
Harry, que había estado distraído quitándose los gemelos, la miró a los ojos. Pero su expresión era difícil de descifrar.
-Estoy tratando de conseguir algo, llevo ya algún tiempo detrás de ello. No es tan importante...
-¿Es ese «algo» una mujer? -le preguntó.
Se arrepintió después de habérselo preguntado, pero las palabras salieron antes de que tuviera la oportunidad de detenerlas.
Vio un brillo especial en sus ojos de chocolate. 
-¿Cómo lo has adivinado? 
Dos horas más tarde, Harry la llevó a la exclusiva boutique especializada en lencería. Estaba en una céntrica calle de Montecarlo. La dueña del establecimiento debía de tener unos quince años más que Harry y se preguntó si, a pesar de su edad, habría sido también su amante. Suponía que no solo se acostaba con jóvenes modelos, sino con mujeres de todas las edades.
Después de los saludos y presentaciones, Rochelle Talliarde le enseñó una amplia gama de artículos para que los inspeccionara ____.
-¿Tiene algo especial en mente? -le preguntó la mujer.
Se quedó pensativa unos segundos. Y, una vez más, volvió a sonrojarse. Era muy incómodo para ella estar rodeada de ese tipo de prendas tan íntimas, especialmente con Harry allí mismo, observándola con atención y estudiando cada uno de sus movimientos.
-Supongo que algo de color blanco o crema.
-¿Qué tal esto? -sugirió Harry mientras le mostraba un corsé de encaje negro con lazos rojos y cordones de cuero.
-No me parece muy nupcial -le reprochó ____. 
-No es para Madeleine -le

dijo Harry-. Es para ti. 
-¿Para mí? -repuso estupefacta-. Yo nunca me pondría algo así. 
-Pues creo que estarías increíble con este corsé -le aseguró él-. ¿Por qué no te lo pruebas? 
-Ni hablar -replicó. 
Estaba tan nerviosa que se dio la vuelta para que no viera lo ruborizada que estaba y agarró la primera prenda que cayó en sus manos. Pero se sonrojó aún más al ver lo que era. Soltó las braguitas de encaje como si se tratara de una tarántula.
-¡Así me gusta! Veo que te vas animando... -le dijo Harry tomando la prenda que acababa de soltar-. Unas braguitas con apertura. El sueño húmedo de todo novio en su noche de bodas.
-¿Puedes dejarlo ya? -le susurró entre dientes y muy enfadada. Sabía que Rochelle Talliarde los estaba observando y divirtiéndose mucho con la escena.
-Nos llevamos esto, el corsé y el conjunto rosa -le dijo Harry a Rochelle mientras iba señalando las prendas-. Y para tu hermana... ¿Qué te parece esto? ¿Y también este conjunto y este?
Cuando por fin cada prenda íntima estuvo envuelta en papel de seda y dentro de las bolsas negras y rosas de la boutique, ____ ya no estaba avergonzada sino mucho peor, no tenía palabras para describir lo sofocada que estaba.
-Madeleine me va a matar -dijo ____ cuando salieron a la calle-. Y al pobre Edward le va a dar un infarto en cuanto la vea con estas prendas. Se supone que teníamos que comprar delicada lencería para la noche de bodas de una princesa, no unos cuantos disfraces «sadomaso» para un burdel.
-¿Dónde está tu sentido de la diversión, mia piccola?

-le preguntó Harry sonriendo.
-Eres un desvergonzado -repuso ella. 
-Lo sé -le dijo casi con orgullo-. Es algo así como mi lema. Está bien, ¿eh? 
Dejó de caminar para mirarlo. 
-¿No preferirías que te conocieran por algo más importante que el hecho de protagonizar todo tipo de escándalos para alegría de las revistas del corazón?
-¿No preferirías tú que te conocieran por algo más que por ser la hermana aburrida y mojigata de la princesa Madeleine? ¿Alguien que no sabe cómo divertirse? -respondió Harry con gesto burlón.
Sus palabras hirieron su orgullo más de lo que habría querido y todo su cuerpo se tensó.
-No soy una mojigata.
-Sí, lo eres. Y una cobarde. Como te salieron mal las cosas una vez, decidiste encerrarte de manera voluntaria en una torre del castillo para que nadie más se te pueda acercar. Tienes miedo. Por eso te ocultas bajo esa fachada tan seria y formal, la pasión te asusta. La vida te da miedo. De hecho, creo que tienes miedo de ti misma, de lo que puedes llegar a hacer si te relajas un poco.
Odiaba que la conociera tan bien, parecía saber cómo era la ____ de verdad.
-Crees que debería soltarme el pelo y dejarme llevar, ¿verdad? -replicó dándole con el dedo índice en el esternón-. Pues voy a decirte algo, Harry Styles -añadió pinchándole de nuevo con el dedo-. Eres el último hombre sobre la faz de la tierra con el que querría tener algo que ver. Porque tú utilizas a las mujeres, juegas con ellas y, luego, las dejas. No me parece algo de lo que debieras sentirte orgulloso, creo que deberías

estar completamente avergonzado.
Harry apartó la mano de ____ como si fuera un molesto mosquito. 
-No me avergüenzo de nada, hazte a la idea. 
-Crees que yo tengo miedo, pero ¿y tú? ¿Cuándo vas a crecer? No eres más que un donjuán superficial con complejo de Peter Pan. Alguien que ni siquiera es lo suficientemente maduro como para vivir por sus propios medios, sino que tiene que seguir aprovechándose y dilapidando la fortuna de su familia como un patético parásito.
Se quedaron los dos en silencio unos segundos. Era un silencio muy tenso. 
-¿Ya has terminado? -le preguntó Harry mirándola con frialdad. 
Pero ella no iba a dar su brazo a torcer. Era increíble ver que por fin había logrado dar con el dedo en la llaga y encontrar su punto débil. Siempre se mostraba tan encantador, tan relajado... Se reía de todo, de la vida, de la
gente e incluso de él mismo, como si no le importara lo que pensaran de él. Pero acababa de descubrir que debajo de esa fachada de hombre despreocupado y juerguista había un hombre orgulloso y malhumorado.
-No, no he terminado -respondió ella-. Ya era hora de que alguien te dijera la verdad en lugar de bailar a tu alrededor y alimentar tu ego como lo hacen las decenas de aduladores con los que te relacionas, gente que solo quiere estar contigo para trepar y llegar a ser alguien conocido. ¿Quiénes son tus amigos de verdad? ¿Quién conoce cómo eres en realidad? ¿Quién se preocupa más por ti que por tu dinero? ¿A quién le importas tú más que nada en el mundo? ¿Quieres que responda por ti? ¡A nadie! Esa

es la respuesta. No eres nada sin el dinero de tu familia y lo sabes muy bien. Por eso estás dispuesto a hacer cualquier cosa para no perderlo.
Vio cómo apretaba los labios y respiraba profundamente por la nariz, parecía a punto de estallar. De repente, la tomó del brazo con fuerza y comenzó a andar con ella por la calle, abriéndose paso entre la gente que se había detenido para mirarlos.
-Sigue andando y mantén la boca cerrada -le ordenó Harry entre dientes.
Ella tiró con fuerza para apartarse de él. 
-¡Basta! Me estás haciendo daño. 
Harry aflojó un poco la mano, pero no lo suficiente como para que ella pudiera apartarse. 
-He dicho que te calles, estás montando una escena. 
-¡No eres mi jefe! No puedes darme órdenes -protestó ella. Sabía que sonaba como una niña pequeña, pero estaba tan molesta que no le importaba nada. Plantó los pies con firmeza en el suelo y se negó a avanzar.
-Mira quién es ahora la que está actuando de manera inmadura... 
-¡Idiota! -exclamó ella sacándole la lengua. 
Sabía que estaba pasándose de la raya, pero le estaba sentando muy bien pelearse con él. Se sentía eufórica. Era como si le hubieran inyectado una potente y embriagadora droga. No quería dejar de hacerlo, era la primera vez que le cantaba a alguien las cuarenta como lo acababa de hacer con él y se dio cuenta de que era algo que debería hacer más a menudo. Era muy agradable poder defender su postura y negarse a hacer algo. No estaba acostumbrada a llevar la contraria a nadie.
-Será mejor que no empieces con insultos. Te aseguro que yo

sé muchos y bastante más fuertes -le advirtió Harry.
Tiró de ella hasta que llegaron al hotel. Atravesaron el vestíbulo y Harry ignoró a todos los miembros del personal que se acercaron para ver cómo podían ayudarles. Ni siquiera los saludó.
Fue directo al ascensor y apretó con fuerza el botón. Como si no se atrevieran a desobedecerle, las puertas se abrieron al instante. Tiró de ella para que entrara con él y, antes incluso de que terminaran de cerrarse las puertas, la había presionado entre la pared y él para besarla.
No tenía nada que ver con su primer beso.
No era un beso con el que buscara seducirla, sino castigarla. No estaba destinado a inducir placer, sino dolor. Era como si la furia que tenía enterrada tan profundamente dentro de él por fin hubiera encontrado una manera de salir a la superficie.
No tardó en rodear su cuello con los brazos y apretar su cuerpo con tanta fuerza contra el de él que pudo sentir su abultada erección, palpitando de deseo contra su vientre. Notó sabor a sangre en su boca y supo de alguna manera que era la suya. Pero, en lugar de tratar de escapar, le devolvió el beso con la misma intensidad, usando sus dientes, su lengua y sus labios como si fuera el último beso, como si le fuera la vida en ello.
La pasión que estaba sintiendo era tan intensa y tan fuerte que le daba miedo. Estaba descubriendo un lado primitivo y salvaje en ella misma y le aterrorizaba la idea de no poder controlarlo, de no encontrar la manera de frenarlo. Sentía el deseo corriendo por sus venas como un río de fuego, se sentía más viva que nunca.

/>Era increíble sentir su cálido aliento. Harry sabía a deseo y a café. La devoraba como si él tampoco pudiera controlarse, era tremendamente erótico.
Sus lenguas se enredaron en un baile sensual y el beso se hizo cada vez más apasionado y más íntimo. Aunque estaba casi sin aliento, no pudo evitar gemir de placer.
Harry deslizó uno de sus duros muslos entre los de ____, frotándose contra ella íntimamente, torturándola sin piedad, dejándole muy claro lo que podía hacer con ella con ese simple movimiento. 
No podía respirar, no podía pensar, solo sentir entre sus piernas esa deliciosa excitación que la dominaba por completo. Sintió que se tensaba todo su cuerpo, que cada centímetro de su ser gritaba de pura necesidad.
Pero, entonces, Harry se apartó de ella de repente, mascullando algo entre dientes y alejándose todo lo que pudo dentro del ascensor. Se pasó el dorso de la mano por la boca y frunció el ceño cuando vio una pequeña mancha de sangre en su piel bronceada.
Sus ojos se encontraron con los de ella e hizo una mueca de disgusto.
-Lo siento -murmuró Harry al ver que le había mordido el labio y hecho sangrar-. Lo que he hecho ha sido imperdonable.
____ pasó con cuidado la punta de la lengua por la pequeña grieta en su labio inferior. Vio que Lucca seguía el movimiento con la mirada y que tragaba saliva. Parecía muy afectado.
Pero ella no estaba dispuesta a perdonarlo.
No era esa herida lo que le había dolido, ni siquiera que la besara de manera tan violenta. Lo que no le perdonaba a ____ era la facilidad con la que le había demostrado lo débil que era, lo fácil que le estaba resultando hacer que cayera en sus redes.
Había presumido ante él, diciéndole que sería el último hombre en la tierra con el que querría tener algo, pero su fuerza de voluntad la había abandonado por completo. No podía luchar contra él, no estaba a su altura.
Se sentía tan mal... Harry le había demostrado lo patética que era.
La apertura de las puertas del ascensor le ofreció la oportunidad de salir de aquella. Y lo hizo con tanta dignidad como pudo, con la espalda rígida y los hombros perfectamente alineados, tratando de esconder cuánto había herido su orgullo.
Y hubiera sido una salida perfecta, dejándole claro que ella iba a tener la última palabra, aunque no se hubiera dignado a decirle nada, si no se hubiera tropezado en el último segundo con la alfombra del pasillo.


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7


Harry arrancó otra hoja más de su cuaderno de dibujo y la arrugó con ímpetu. Después, tiró la pelota de papel contra la pared, rebotó allí y cayó junto a la pirámide de bocetos de los que se había deshecho durante el transcurso de la noche.
Por primera vez en su vida, no conseguía centrarse. El dibujo lo era todo para él, pero esa noche no estaba inspirado. A lo largo de su vida, fueran las que fueran las emociones con las que estuviera lidiando o contra qué demonios estuviera luchando, siempre había podido dibujar, expresar lo que estaba sintiendo con la ayuda de un lápiz o un pincel.
Era su manera de limpiar el alma.
La concentración que necesitaba para trabajar en esos meticulosos dibujos en miniatura era lo único que conseguía calmarlo. Ya estuviera haciendo un primer boceto o pintando con sus mejores pinceles y la ayuda de una gran lupa, el laborioso proceso lo calmaba como una canción de cuna a un bebé.
Pero no esa noche.
Esa noche estaba demasiado enfadado consigo mismo como para concentrarse. Había permitido que esa mujer lo afectara tanto como para perder el control.
____ le había atacado y, en vez de reírse de sus críticas como solía hacer, no había podido evitar reaccionar. Le había dejado que viera un lado de él que no permitía que viera nadie.
Le había molestado mucho que lo acusara de aprovecharse como un parásito del dinero de su familia. Creía que no era precisamente ella la más adecuada para hablar. Después de todo, había nacido y crecido en un palacio. Ni siquiera tenía una carrera profesional. Se limitaba

a vivir su vida a través de otras personas, a planificar eventos para los demás. No le parecía que tuviera vida propia.
Además, sentía que tenía derecho al dinero de su familia. La seguridad que le daba esa riqueza compensaba en parte el desierto emocional que había sido su infancia, la soledad en la que había tenido que vivir, la vergüenza y el dolor de no tener una madre que quisiera a sus hijos lo suficiente como para quedarse.
Su infancia había sido una decepción tras otra. Era humillante que faltaran sus padres cada que había un evento en el colegio. Recordaba muy bien lo duro que había sido ver a los otros niños con sus orgullosos padres y buscar a los suyos en un mar de rostros con la esperanza de que estuvieran allí. Después de que los dejara su madre, había sido su cara la que había deseado ver en el auditorio del colegio o en el campo de fútbol. Tenía la esperanza de que algún día apareciera por allí para verlos a Orsino y a él. Para animarlos y decirles lo orgullosa que estaba de ellos, para demostrarles que todavía se preocupaba por ellos.
Había sido muy duro hacerse ilusiones una y otra vez y ver que al final no se cumplía su sueño.
No había sido buen estudiante y su comportamiento también había dejado mucho que desear, había sido la manera en la que podía rebelarse contra la autoridad. Había llegado a sabotear deliberadamente su potencial académico como una forma de castigar a sus padres por no preocuparse lo suficiente por él. Había echado en falta que su padre mostrara interés.
Había tenido al menos la suerte de

poder contar con Orsino, pero era su gemelo, no un padre. Sus hermanos mayores, Antonio y Lucilla, habían tratado de suplir la falta de unos padres que se ocuparan de los gemelos. Pero, al igual que les pasaba a Nicolo y Franco, los siguientes hermanos en edad, habían tenido sus propios problemas.
Y por último estaba Cara, la pequeña de la familia, que no recordaba a su madre en absoluto.
Maldijo entre dientes mientras se pasaba la mano por la cara. Odiaba pensar en su familia. De hecho, detestaba pensar. Así solo conseguía despertar emociones que hacía muchos años que había enterrado.
Prefería no pensar en el pasado, eso le producía un dolor casi físico. Podía sentirlo en esos instantes... Tenía los músculos entumecidos y dolor en las extremidades. También le dolía la cabeza y hasta los ojos.
Tomó su teléfono y vio que tenía un par de llamadas perdidas de su hermano. Pero, en lugar de devolverle la llamada o distraerse con las redes sociales, fue directamente al álbum de fotos. Sin pensar en por qué lo estaba haciendo, buscó la fotografía de ____ en los jardines del palacio. La luz del sol iluminaba la parte superior de su cabeza castaña y hacía que algunos mechones de su cabello se asemejaran a hilos de oro. Su piel parecía tan clara y pura como la nata, con un toque de rosa en la mejilla que había capturado la cámara.
Parecía tan joven e inocente, alguien completamente puro, sin las manchas inherentes a la humanidad de ese siglo.
Eligió un lápiz nuevo, encontró una hoja limpia en su bloc de dibujo y empezó a dibujar... 


A ____ le alegraba

haber decidido pasar la noche sola. Al menos, trataba de convencerse de que era mejor así.
De todos modos, había estado agotada después de tantas compras. Había sido muy liberador vagar por las calles sin un guardaespaldas y, sobre todo, poder hacerlo sin que la prensa la descubriera. Después de las acusaciones de Harry, aún le resonaban sus palabras en los oídos, se había pasado la tarde comprando ropa en todo tipo de colores y estilos. Aunque solo fuera para demostrarle que no era tan mojigata ni cobarde como él pensaba.
Había estado deseando ver su cara cuando la viera vestida de rosa, con maquillaje y el pelo suelto. Por eso le resultaba algo molesto que Harry no hubiera tratado de contactar con ella desde que discutieran.
Trataba de convencerse de que no estaba esperando que Harry la llevara a cenar o a un club. De hecho, si hubiera tratado de sugerirlo, le habría dicho que no. Creía que estaba mejor en el hotel, viendo viejas películas en la gran pantalla de televisión y pidiendo que le sirvieran la cena en la habitación.
Le había sorprendido no haber tenido que oír nada extraño en la habitación de al lado. Había esperado oír las risas de la chica de turno, el sonido de copas de champán brindando o el murmullo de voces, pero no había oído nada. Supuso que era mérito de la construcción del hotel y de lo bien insonorizadas que estaban esas paredes.
Pero al día siguiente, cuando vio que ya eran las diez de la mañana y aún no había escuchado nada ni recibido ninguna llamada o mensaje de Harry, comenzó a pensar que quizás hubiera pasado la noche

en otro sitio.
Se paseó por su suite echando humo. No entendía cómo se atrevía a dejarla colgada de esa manera. Esperaba que al menos aprendiera la lección si llegaba a perder su importante reunión de negocios por culpa de una terrible resaca.
Se asomó entonces a la ventana y vio a un grupo de paparazis frente al hotel. Había incluso un equipo de televisión. Se le hizo un nudo en el estómago. Esa mañana, había ignorado a propósito las páginas web de noticias en su teléfono y tampoco había querido mirar el periódico que le habían entregado a primera hora de la mañana. Seguía en su bolsa de seda y colgado del pomo de la puerta de su suite. No quería ni pensar en las mentiras que habrían escrito sobre ellos dos. Supuso que hablarían de cómo ____, la princesa de hielo, había pasado la noche con el atractivo y encantador Harry Styles.
Se apartó de la ventana con frustración. Estaba segura de que se reirían de ella en la prensa, comparándola con su hermana, compadeciéndola por ser la más aburrida y fea de las dos, una Cenicienta sin un apuesto príncipe que la llevara al baile.
Sabía que nadie iba a correr tras ella con un zapato de cristal en la mano. De hecho, nadie iba a correr tras ella. Y Harry Styles ni siquiera iba a acercarse a ver cómo estaba después de haberla dejado sola durante hora
Se acercó a la puerta contigua, la que daba a la suite de Harry. Se quedó mirando fijamente la cerradura. Sentía el inexplicable impulso de abrirla. Vio cómo su mano iba al pomo y hacía girar la llave. Fue como si lo estuviera viendo sin poder hacer nada para detener

su mano.
La puerta se abrió en silencio y la luz de su propia suite iluminó la de él, que había estado completamente a oscuras.
Harry soltó un improperio al sentir la luz en sus ojos.
A ____ comenzó a latirle con fuerza el corazón, pero no retrocedió ni cerró la puerta.
Miró a su alrededor. La suite estaba completamente desordenada, como si un tornado hubiera pasado por ella. Había montones de papeles arrugados por el suelo y Harry yacía en la cama en medio de un lío de sábanas, colchas y almohadones. Asomaban sus piernas entre las sábanas y vio con alivio que estaba solo.
-¡Fuera de aquí!
Aunque Harry le había gritado, su voz sonaba distinta, como si no tuviera fuerzas.
-¿Estás bien? 
El hombre volvió a maldecir entre dientes. 
-Sí, estupendamente -repuso con ironía.
Frunció el ceño y entró. 
Vio una toalla húmeda en el suelo y se dio cuenta de que olía a vómito.
Empezaba a entender lo que le pasaba.
-Te está bien empleado después pasarte toda la noche de fiesta y bebiendo -le dijo ella-. ¿Sabes que un consumo excesivo de alcohol puede dañar permanentemente el cerebro? Cada vez que una persona se deshidrata por culpa de una borrachera, el cerebro se hace un poco más pequeño.
Harry levantó un poco la almohada con la que se había protegido la cabeza y abrió un ojo.
-No tengo resaca. Estoy enfermo.
Se cruzó de brazos como una maestra escuchando las originales excusas de su alumno más travieso.
-Claro que estás enfermo. El exceso de alcohol irrita el revestimiento del estómago y por eso

se producen las náuseas y posteriores...
Harry dejó caer de nuevo su cabeza en la almohada. 
-Lo que tú digas. 
____ frunció el ceño. Se dio cuenta de que estaba muy pálido y de que parecía estar temblando. Podía ver cómo se estremecía su cuerpo como si tuviera fiebre. Se acercó a la cama y le tocó el hombro. Estaba muy caliente y el sudor cubría su piel.
-Tienes fiebre... 
-Si tú lo dices -repuso Harry casi sin fuerzas. 
-Debería llamar a un médico. 
-No, lo que deberías hacer es salir ahora mismo de mi habitación. 
-No hace falta ser grosero solo porque no te encuentras bien. 
Se puso boca arriba y cubrió con su brazo los ojos para bloquear la luz del sol.
-Dame un respiro, princesa. No estoy en mi mejor momento, ¿de acuerdo? Solo necesito un par de horas de sueño para poder librarme de esta gripe.
-Y, ¿qué pasa con esos negocios tan importantes que tenías aquí?
Harry se incorporó tan rápidamente que su rostro palideció aún más. Vio cómo todo su cuerpo temblaba, parecía muy mareado. Apartó la sábana y fue a trompicones hasta el cuarto de baño, golpeando su hombro contra la jamba de la puerta. No tuvo siquiera tiempo de cerrar la puerta para proteger su intimidad. Tuvo que ir directamente al inodoro para vomitar de nuevo.
Se le encogió el corazón al verlo así. Fue al cuarto de baño, tomó una toalla limpia y la empapó de agua en el lavabo. Después de escurrirla un poco, se la entregó a él.
Harry apretó la cara contra la toalla durante unos segundos, su cuerpo seguía temblando.
-Vete -le susurró

Harry. 
-No me voy hasta que me dejes llamar a un médico. 
Dejó caer la toalla y la miró. 
-No me refería a eso. Necesito que hagas algo... Que pujes por mí... 
Arrugó el ceño algo confundida. 
-¿Que puje por ti? 
Harry se agarró al borde del inodoro para levantarse poco a poco. 
-Quiero pujar para conseguir una pintura en miniatura. Es la primera vez que va a ser subastada, procede de una colección privada... -le contó casi sin fuerzas-. La subasta es a mediodía.
-Pero nunca he estado en una subasta. No sé nada de...
-Por favor -añadió con la poca energía que le quedaba para tratar de convencerla-. Quiero ese cuadro, es único...
Se mordió el labio inferior antes de contestar. 
-¿Tienes un presupuesto en mente? 
____ nunca se había sentido tan satisfecha consigo misma. Había conseguido salir del hotel sin que la prensa la viera. Lo había hecho con la ayuda de un empleado del hotel, Jean René, que consiguió distraer a los paparazis con un señuelo. No tardó en llegar poco después a la subasta, que tenía lugar en una villa privada, y había conseguido superar la puja más alta.
Se trataba de una pintura exquisita que era del tamaño de un broche y había pertenecido a la amante de un duque del siglo XVII. Había tenido que pelear con un hombre de unos sesenta años para conseguirla, se habían ido superando mutuamente en sus pujas hasta que el otro comprador terminó cediendo. Se sintió feliz cuando vio que bajaba derrotado la cabeza mientras el subastador golpeaba con su martillo de madera para indicar que el objeto

estaba adjudicado.
-Vendida a la joven dama de rosa -anunció el subastador.
Logró volver al hotel sin que la prensa la viera y fue directa a la suite de Harry para enseñarle lo que había conseguido.
-¡La tengo! ¡He conseguido comprarla! Tuve que... -comenzó con entusiasmo nada más abrir la puerta.
Pero se detuvo al ver que estaba dormido.
Dejó la pintura en una mesa, junto con las otras tres que había comprado, y se acercó a la cama. Estaba tumbado boca abajo y solo lo cubría una sábana de cintura para abajo. Podía percibir el contorno de sus piernas extendidas y la firme curva de sus nalgas. Sintió cómo su cuerpo reaccionaba al verlo así.
Extendió la mano y apartó suavemente el pelo húmedo de su frente. No pareció darse cuenta de que acababa de tocarlo. Respiraba muy profundamente.
Esperó un momento para cerciorarse de que estaba dormido y después acarició su mejilla para ver si su barba de dos días era tan áspera como parecía. Comprobó que lo era, parecía papel de lija contra las yemas de sus dedos y sintió en su interior otro estremecimiento.
Le costó hacerlo, pero dejó de tocarlo y se apartó de la cama.
Suspiró al ver el estado en el que estaba la suite. Podía llamar al servicio de limpieza, pero no quería molestar a Harry. Decidió pedir toallas y sábanas limpias y ordenarlo todo tranquilamente mientras estaba pendiente de él.
Empezó a recoger los papeles arrugados y los llevó a la papelera, pero entonces su curiosidad pudo más que ella y sacó uno de allí para abrirlo y ver qué era.
Le sorprendió ver

el boceto de una de las villas que habían visto el día anterior mientras caminaban por Montecarlo.
Sacó otro papel, era otro dibujo, ese representaba uno de los cafés frente a la bahía. Frunció el ceño mientras abría otra bola de papel.
No tardó en darse cuenta de que todos eran dibujos y, con cada uno que veía, sentía que aprendía más y empezaba a conocer mejor a Harry. Era como ir pelando las capas de una cebolla hasta encontrar un tesoro enterrado en su interior.
Nunca se le habría ocurrido que pudiera tener esa afición y estaba viendo sorprendida que además tenía un notable talento para el dibujo. Los bocetos eran dibujos bastante rápidos, pero sabía lo suficiente de arte para darse cuenta de que Harry sabía muy bien lo que estaba haciendo con cada trazo de lápiz sobre el papel. El detalle y la perspectiva eran increíbles. Era como si mirara el mundo con un foco intenso y lo redujera a un tamaño diminuto para capturar los secretos ocultos dentro de cada dibujo.
Vio entonces otro boceto más.
No lo había tirado al suelo, sino que estaba aún en un bloc de dibujo sobre la mesa de nogal que había junto a la ventana. El lápiz que había estado usando yacía sobre el papel junto a una goma de borrar. La silla estaba algo separada de la mesa en un ángulo extraño, como si hubiera tenido que dejarlo todo como estaba para levantarse deprisa.
Miró el dibujo y el corazón le dio un vuelco cuando se reconoció a sí misma en la imagen. Estaba cortando flores en los jardines del palacio. Era un trabajo inacabado, pero, aun así, Harry había capturado algo especial

en ese momento congelado en el tiempo, era como si hubiera podido construir una historia que la hacía parecer etérea, incluso hermosa.
Había posado varias veces para retratos oficiales y siempre había odiado el resultado. No solía reconocerse en ellos. Nadie la había capturado como había hecho él.
Miró de reojo la cama. Seguía profundamente dormido. Podía ver su pecho subiendo y bajando con cada profunda y lenta respiración. Sintió que se relajaba una especie de tensa angustia que había estado sintiendo en su pecho.
Algo abrumada, se alejó de la mesa y siguió limpiando y ordenando la suite. Ese trabajo era la excusa perfecta para distraerse y no ponerse a hacer elucubraciones que no debía permitirse nunca. No podía pensar en Harry Styles como algo más que un derrochador y un mujeriego, un vago y un libertino que había aparecido en su vida para complicársela. Porque parecía disfrutar causando problemas a los demás, era algo sobre lo que la prensa tenía que hablar casi a diario.
No era el tipo de hombre en el que debía estar pensando. Y, mucho menos, el tipo de hombre al que debía besar o acariciar. Tampoco era buena idea estar en el mismo continente que él ni compartir esas suites del ático con él, aunque tuvieran habitaciones separadas.
Y, definitivamente, no era el tipo de hombre con el que debía fantasear acerca de cómo sería hacer el amor con él, aunque su cuerpo pareciera reaccionar y despertarse cada vez que estaba cerca de él.
Pero, por mucho que intentara quitárselo de la cabeza, no podía hacerlo. Lo miró de nuevo. Se había dado

la vuelta y tenía la sábana un poco más abajo, dejando al descubierto un tentador camino de vello negro que comenzaba bajo su ombligo. Tenía muy bien definidos los músculos del abdomen, no podía dejar de mirarlo.
Tragó saliva cuando vio que comenzaba a rascarse con la mano la parte baja del estómago. Se sentía como un voyeur, observándolo sin que Harry lo supiera. No había visto nunca a un hombre tan delicioso como él. Esa mañana, antes de ir a la subasta, aún tenía puestos unos calzoncillos azules, pero sospechaba que ya no era así. Había visto su ropa interior en el suelo junto a la ducha y una toalla usada. Además, podía ver el contorno de su pene y la forma en la que parecía estar creciendo ante sus ojos, como si estuviera teniendo un sueño erótico.
Vio que su mano comenzaba a bajar por su vientre y, abruptamente, se aclaró la garganta.
-¡Lucca! Estoy aquí. Creo que deberías dejar esas cosas para cuando estés solo...
Sus ojos se abrieron y parpadeó un par de veces como si no recordara dónde estaba.
-¿____?
-A su servicio -repuso ella-. Bueno, no... No en ese sentido -agregó ruborizándose más aún-. He estado ordenando un poco...
Harry se apoyó en un codo y la miró con el ceño fruncido. -¿Conseguiste la pintura? 
-¡Sí! -repuso con orgullo mientras se la enseñaba-. La verdad es que me lo pasé muy bien.
-Buena chica -repuso él mientras se dejaba caer de nuevo sobre el colchón y cerraba los ojos.
-¿Estás bien? -le preguntó con preocupación. 
-Estupendamente. 
-No lo parece. 
-Gracias.

Aprecio tu sinceridad. 
-Lo que quiero decir es que estás pálido y tienes mala cara -le dijo acercándose a la cama-. ¿Has comido o bebido? -No. 
-¿Qué te parece si te pido algo? ¿Un caldo ligero o una de esas bebidas rehidratantes? Podría llamar al servicio de habitaciones por ti... 
Lucca entreabrió un ojo y le dirigió una mirada irónica. 
-Iría directamente al inodoro... 
-Tan mal estás, ¿eh? 
Harry asintió con la cabeza y se quedaron unos segundos en silencio. 
-Gracias por conseguirme la pintura. 
-Ha sido divertido. Había un señor mayor que estaba decidido a superar todas mis pujas, pero no me di por vencida. No me importaba cuánto iba a tener que pagar, no pensaba salir de allí sin la pintura. Fue un subidón de adrenalina cuando todo terminó y vi que lo había conseguido. Me sentí como si hubiera ganado una maratón o algo así. No sabía que las subastas pudieran hacerte liberar tantas endorfinas. 
Harry la miró de reojo. 
-¿Cuánto pagaste por la pintura? 
-Bueno... -comenzó mordiéndose el labio inferior-. Puedo pagar parte del precio final si crees que me he pasado... Vio que le dedicaba una débil sonrisa. 
-Sea lo que sea, seguro que me lo puedo permitir. Soy un mujeriego asquerosamente rico, ¿o es que lo has olvidado? Lo miró con timidez. 
-Quería hablarte de lo que te dije ayer... 
-Me lo merecía -la interrumpió Harry mientras miraba su boca con el ceño fruncido-. ¿Cómo está tu labio? 
Se tocó la diminuta grieta con la punta de la lengua. 
-Está bien. Tengo los labios

demasiado secos, debería usar protector labial con más frecuencia. Madeleine siempre me lo está diciendo, cree que debería cuidarme más.
Vio que la miraba con interés, como si estuviera tratando de resolver un misterio.
-Me gusta ese conjunto rosa que llevas -le dijo. 
-Gracias. 
-¿Por qué te vistes siempre tan mal? 
____ bajó la mirada antes de contestar. 
-No lo sé, supongo que es una manera de demostrar que no me importan las críticas. 
-¿Hablas de la prensa? 
-Sí. Y de la gente en general -repuso ella-. Nunca he sido la princesa perfecta como Madeleine. Creo que no tiene ni una foto en la que salga mal. Yo me quedo petrificada cada vez que veo una cámara, hace que me sienta incómoda y no puedo actuar con naturalidad cuando sé que alguien me está mirando. A los periodistas les encantan esas fotos que me hacen a traición, cuando no me lo espero, siempre sin maquillaje o sudorosa después de salir del gimnasio...
-Así que tratas de pasar desapercibida en vez de luchar contra ellos, ¿no?
Vio algo en su mirada que nunca había visto antes, bondad y comprensión. Dejó escapar un suspiro y sintió menos presión en su pecho.
-¿Recuerdas ese novio del que te hablé? En cierto modo, fue el culpable de que empezara a vestirme así.
-¿Criticaba tu aspecto? -le preguntó con un gesto de preocupación.
-No, lo suyo fue peor -repuso con algo de incomodidad-. Me hizo fotos... Fotos de los dos cuando estábamos... Ya sabes... 
-¿Y tú no lo sabías?
-No lo supe hasta que las vi en su teléfono. Lo había preparado para que hiciera

fotos con un mando a distancia. Fue horrible, como una pesadilla. No podía creer que me estuviera sucediendo a mí. Había compartido las fotos con algunos de sus amigos. Afortunadamente, mi padre fue capaz de usar su influencia para detener las imágenes antes de que se hicieran virales. Puedes imaginarte el escándalo que habrían causado...
-Así que decidiste apartarte de todo el mundo desde entonces, ¿no?
____ se puso de pie y se alisó la falda con las manos. Nunca hablaba de esas cosas. De hecho, no lo había hecho nunca. No entendía por qué se lo estaba contando todo a Harry Styles. Ese hombre llevaba toda su vida leyendo cómo las revistas inglesas del corazón detallaban semana tras semana sus aventuras. Estaba segura de que él tendría un montón de fotos inapropiadas y dudaba mucho de que pudiera entenderla.
-Bueno, debería dejarte descansar. He cancelado nuestro vuelo de regreso. Creo que debemos esperar a ver cómo te sientes por la mañana. ¿Seguro que no quieres que llame a un médico?
-No, no. Solo es un virus. Espero que no te lo haya pegado -repuso con gesto cansado-. No se lo desearía ni a mi peor enemigo. 
Se quedaron de nuevo en silencio. 
-Vi el dibujo que me hiciste. 
Lucca no abrió los ojos, pero le pareció ver que su cuerpo se tensaba un poco. 
-Solo es un garabato. 
-No sabía que pudieras dibujar tan bien. Tienes mucho talento, Harry. 
Harry abrió un ojo para mirarla. 
-Así que, si te pidiera que vinieras a mi casa conmigo para ver mis bocetos, lo harías sin pensar, ¿no?
Le dirigió una tímida mirada, pero no pudo evitar que sus pensamientos se fueran por otros derroteros.
-Te puedo parecer ingenua, pero ni siquiera yo me dejaría engañar por esa frase tan trillada.
-Eres muy buena niña, princesita -le dijo Harry con un poso de tristeza en su voz-. Deberías mantenerte alejada de chicos malos como yo.
-Tengo la intención de hacerlo -respondió ella con más seguridad de la que sentía.


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8


Harry se despertó muerto de sed. Alargó la mano hacia el interruptor de la lámpara, haciendo una mueca al sentir que las sábanas estaban empapadas en sudor y se le aferraban al cuerpo. Se pasó una mano por el pelo y, con cuidado, se levantó. Sintió que se le revolvía el estómago y temió tener que ir corriendo al baño. Pero, afortunadamente, se le pasó.
Después de ducharse y afeitarse se sintió un poco mejor. No tan bien como para comer, pero bebió un vaso de agua y consiguió que su estómago lo aceptara. Era una buena señal.
Tomó el teléfono para ver las noticias. Le parecía irónico ver que todas las revistas hablaban de ellos, decían que estaba encerrado en el hotel Styles de Montecarlo con la princesa ____. A la prensa le extrañaba que hubiera pasado dos noches ya con la misma mujer y que fuera con la seria y formal princesa ____ con la que estaba compartiendo esas supuestas noches de pasión. Algunos periodistas especulaban diciendo que quizás fuera ese el fin de las aventuras del mujeriego heredero de los Styles y otros iban más lejos comentando que quizás fuera a haber dos bodas reales en vez de una en Preitalle.
Apagó el teléfono. No entendía cómo podían mentir de esa manera e inventarse tantas cosas. Era como si les pagaran más por escribir esas tonterías. Ni siquiera se había acostado con ____.
Le había quedado muy claro desde el principio que no era el tipo de chica con la que pudiera tener una aventura de una noche. La joven había sufrido mucho.
Se le encogió el corazón al pensar en cómo debía de haberse sentido

al ver que alguien exponía fotos de sus momentos más íntimos de manera tan cruel. A él no le preocupaba demasiado que la gente lo viera desnudo o en situaciones embarazosas. Aun así, nunca hacía fotos sin el consentimiento de su amante del momento. Y nunca las compartía. Era algo promiscuo, pero tenía sus principios.
Buscó el dibujo que había empezado a hacer el día anterior. Tenía que admitir que le estaba quedando bien y se parecía mucho a ____. Había conseguido capturar ese aire que tenía la princesa que le hacía parecer de otra época. Y sabía que estaría incluso mejor cuando le añadiera color. Esa era la parte de la que más disfrutaba, el detalle con el que tenía que dar cada pequeña pincelada hacía que el resultado final fuera siempre mágico.
Alguien dio un golpe en la puerta. Se dio cuenta de que era la que comunicaba con la suite de ____.
-¿Harry? ¿Estás decente? 
«Buena pregunta», pensó. 
Hacía mucho tiempo que no se veía como una persona decente, tal vez no lo hubiera sido nunca. Abrió la puerta y se encontró a ____ mirándolo con sus enormes ojos verdes. No llevaba gafas y se preguntó si se habría puesto lentillas.
Sus ojos parecían más brillantes que nunca. De hecho, toda ella parecía brillar más. Llevaba un veraniego vestido con un estampado de margaritas amarillas, un cinturón ancho de charol blanco y el pelo recogido atrás con un lazo de seda también amarillo. Tenía un aspecto fresco y joven. Sintió que se quedaba sin aliento al verla así. No pudo contener una exclamación.
-¡Guau! 
-¿Te

gusta? -le preguntó ella girando para que la viera bien. 
La falda del vestido se levantó lo suficiente como para que pudiera ver sus tentadoras rodillas y parte de sus muslos.
-Ayer estuve de compras. Había una estilista en una de las boutiques que me ayudó mucho y me dio unos cuantos consejos. ¡He llegado al límite de mi tarjeta de crédito! -le confesó encantada-. Bueno, en realidad llegué al límite por culpa de los cuadros. 
-¿Qué cuadros? 
-Aparte del tuyo, compré otros tres en la subasta. No pude resistirme. Era la primera vez que veía de cerca esos paisajes en miniatura. Hay unos detalles tan increíbles en ellos... Es como una pintura normal, pero más pequeña y
cuando los miras con una lupa... Bueno, supongo que no te estoy contando nada que tú no sepas -agregó algo avergonzada. 
No pudo resistirse y acarició levemente su mejilla. 
-¿Siempre tienes tanta energía a primera hora de la mañana? 
____ se mordió durante un segundo su labio inferior. Se fijó entonces en la herida que le había hecho allí y se estremeció.
-Lo siento, hacía mucho tiempo que no estaba tan emocionada -le aseguró ella-. ¡Tengo mi propia colección de arte! Sé que tres pinturas no son mucho, pero es un comienzo. ¿Sabes de otras subastas a las que pueda asistir?
Sonrió al verla tan entusiasmada, pero no pudo evitar sentir algo de tristeza. _____ era muy joven y aún un poco ingenua. Sabía que había hombres dispuestos a aprovecharse de alguien así sin pensárselo dos veces. De hecho, él mismo lo había intentado cuando llegaron a Montecarlo.

/>-Claro. Te pasaré la información por correo electrónico -le dijo él. 
Se quedaron callados un segundo y ella se puso seria. 
-¿Has visto la prensa? Dicen un montón de tonterías sobre nosotros -le comentó ____.
-Sí, lo sé. Voy a tener que esforzarme mucho para conseguir que mi reputación vuelva a ser tan mala como lo era antes de conocerte.
____ movió los labios como si estuviera conteniendo una sonrisa. 
-En cierto modo, tiene gracia lo que dicen -comentó la joven. 
-Sí, es graciosísimo -repuso con ironía. 
Se echó entonces a reír, nunca había oído ese sonido. Y también, por primera vez, vio que se le marcaban hoyuelos en las mejillas cuando sonreía. Estaba preciosa.
-Siempre pensé que me horrorizaría que me ocurriera algo así, pero estoy disfrutando -le aseguró ____-. Piensan que hemos estado encerrados haciendo el amor como dos animales en celo. Cuando, en realidad, yo he estado haciendo de enfermera y empleada de la limpieza. Si supieran la verdad...
-Me alegra que te divierta la situación.
-Al parecer, somos la nueva pareja del momento. Madeleine me llamó para decirme que mi índice de popularidad está por las nubes.
Harry frunció el ceño.
-¿No te preocupa las consecuencias que tendrá para tu reputación el que crean que estás conmigo?
____ se encogió de hombros.
-He decidido que tengo que superarlo. Me he estado escondiendo durante los últimos cinco años por culpa de un tipo que era un idiota. Y lo único que estoy haciendo viviendo así es dejar que él gane. He decidido que quiero

salir, quiero ir a fiestas y divertirme. Y ¿quién mejor que tú para ayudarme a cambiar de vida?
Levantó las manos al oírlo. 
-No, no. De eso nada, no cuentes conmigo... 
____ hizo un puchero con sus labios que estuvo a punto de hacerle perder el control.
-¡Vamos, Harry! Tú vives de fiesta en fiesta. Nadie mejor para mostrarme cómo pasármelo bien.
Le estaba poniendo en una situación incómoda, en una en la que no solía estar nunca, tenía que ejercer de adulto responsable.
-Escucha, cariño, no creo que estés lista para tanta fiesta. Es una auténtica jungla y podrías buscarte todo tipo de problemas.
____ le dedicó una maravillosa sonrisa. 
-No si te tengo a ti de guardaespaldas. 
Después de contarle a Harry su desastrosa historia de amor, ____ sentía que se había quitado un peso de encima. No le gustaba admitirlo, pero él tenía razón, había estado actuando como una cobarde. Había tenido miedo a la vida, miedo de salir de su rígida rutina por si la vida le arrojaba algo que no pudiera manejar. Pero había llegado a la conclusión de que nunca iba a saber si era capaz de manejar los contratiempos si ni siquiera lo intentaba.
Después de todo, había conseguido volver a las mazmorras y había sobrevivido. Había volado de nuevo en un helicóptero y también había sobrevivido.
Decidió que había llegado el momento de recuperar su vida. No le importaba lo que dijera la prensa. Estaba decidida a divertirse haciendo lo que hacían todas las chicas de su edad. Quería bailar, beber, coquetear con hombres guapos y sentirse normal.

/>____ resultó ser un acompañante maravilloso. Alquiló un coche deportivo y la llevó a Niza, donde cenaron en un fabuloso restaurante con vistas al hermoso mar Mediterráneo.
Después de la cena, la llevó a un club que era propiedad de un amigo suyo. La música estaba muy alta y los clientes eran muy sofisticados, pero, después del segundo cóctel de champán, se sintió menos tensa.
Mientras Harry iba al cuarto de baño, su amigo le insistió para que se tomara un cóctel de vodka por cuenta de la casa. Como no quería ofenderlo, aceptó la copa y se la bebió.
Fue como beber una poción mágica que le hubiera curado de forma instantánea su timidez. Sintió un impulso de seguridad en sí misma y alegría.
Agarró la mano de Harry en cuanto regresó a su lado y tiró de él hacia la pista de baile.
-Venga. ¡Vamos a bailar!
Harry la miraba con preocupación, no actuaba como había esperado en él.
-¿Crees que ha sido buena idea beber esa última copa?
Nunca se había sentido tan bien, tan relajada, ni se había divertido tanto. Normalmente, no bailaba en público, pero había perdido la vergüenza de repente.
-No seas aguafiestas. Se supone que tengo que soltarme el pelo. ¿Por qué estás tan serio?
Harry resopló y dejó que ella lo llevara a la pista. 
-De acuerdo, un baile y te llevo de vuelta al hotel -le dijo Harry. 
Le costaba mantener el equilibrio mientras bailaba. No sabía si era porque no llevaba sus gafas o si sería por culpa de la tercera copa que se había bebido.
-Eso sí que suena bien... -repuso ella con picardía-.

¿Hablas en serio? ¿Me vas a meter en la cama?
Harry frunció el ceño. 
-Estás borracha. 
Dejó de bailar de repente y se acercó más a él. 
-¿Crees que solo te deseo porque he bebido más de la cuenta? 
-No voy a acostarme contigo, ____. Ni borracha ni sobria. Hizo un pequeño mohín con la boca. 
-Sé que me deseas. Ese beso del otro día... 
-Fue un error que no se repetirá -la interrumpió Harry en un tono cortante. 
-Me gustó que fueras tan agresivo conmigo... -le dijo mientras se apretaba descaradamente contra él-. Hizo que me estremeciera por dentro. Nunca me había sentido así, pensé que iba a tener un orgasmo allí mismo...
-¿Quieres callarte, por el amor de Dios? 
____, que ya había estado serio antes, parecía cada vez más molesto. 
No pudo evitar echarse a reír y se acercó de nuevo a él, rozándolo con su pelvis.
-Nunca he tenido uno con otra persona, lo tenía que fingir... Eso se me da bien. Tanto que seguro que no notarías la diferencia. ¿Quieres oírlo?
Harry agarró su brazo y la llevó rápidamente hacia la salida del club. Estuvo a punto de caerse, no estaba acostumbrada a llevar tacones tan altos. Ese era parte del problema.
-No, ahora mismo no -murmuró él.
-Ya sé por qué no quieres acostarte conmigo. Te preocupa querer repetir después, ¿verdad?
Se sentía feliz, estaba disfrutando esa noche, sentía que podía por fin decir lo que pensaba. No sentía vergüenza.
-Porque a lo mejor entonces quieres tener una relación de verdad conmigo, una que dure semanas y semanas. O quizás

incluso meses y meses -continuó ella-. Puede ser que incluso llegaras a enamorarte de mí como dice la prensa. Eso sí que sería divertido, ¿verdad?
Harry maldijo entre dientes y la llevó hasta el coche sin decir nada más. 
Harry llevó a ____, que ya se había quedado dormida, al hotel. Era un alivio que por fin se hubiera callado. No quería ni pensar en lo que los paparazis habrían hecho si la hubieran oído hablar, diciéndole, por ejemplo, que él tenía miedo de enamorarse de ella.
Afortunadamente, no había nadie frente al hotel cuando llegaron. De hecho, se sorprendió al ver que todo estaba desierto. No era tan tarde, pero era como entrar en un hotel fantasma.
Un miembro del personal se acercó a toda prisa al verlo entrar. 
-Señor Styles -lo saludó nervioso-. ¿También se encuentra mal su alteza real? 
-No, solo está un poco... Un poco cansada. Voy a llevarla a su suite. 
-Les hemos dejado varios mensajes en su teléfono -le dijo el hombre-. Hemos tenido que poner en cuarentena el hotel. 
-¿Qué? 
-Ha habido un brote vírico. Las autoridades sanitarias han decidido que, para mantener su propagación contenida, el hotel estará en cuarentena. Al menos hasta que identifiquen la causa. No estamos seguros de si se trata de una intoxicación alimentaria o de un virus altamente contagioso. No vamos a aceptar más reservas hasta que sepamos a ciencia cierta de qué se trata y hemos aconsejado a todos los huéspedes que se queden en sus habitaciones durante cuarenta y ocho horas. Esperamos así detener la propagación de la infección.
Harry resopló

al oírlo. Había planeado volar de regreso a Preitalle a la mañana siguiente. No quería seguir estando con ____ bajo el mismo techo, prefería evitar la tentación.
-¿Lo saben mi padre y el director general?
-Sí, ya los hemos informado. Supongo que ellos también han tratado de ponerse en contacto con usted. ¿No ha visto las llamadas?
-No, tenía el teléfono en silencio.
No había querido tener que enfrentarse a las reprimendas de su padre ni de Christos después de que leyeran en la prensa la noticia de su supuesta aventura con ____. No quería ni imaginarse cómo estarían.
____ abrió en ese momento los ojos y parpadeó con gesto algo confuso. 
-¿Me he quedado dormida? 
-Sí, cara mia -repuso Harry sabiendo que el empleado los observaba atentamente.
-Me lo he pasado fenomenal, Jean René -le dijo ____ al otro hombre-. Harry me ha llevado a bailar y me tomé unos cócteles de champán deliciosos. Y también me encantó el de vodka.
Jean René se mostró profesional y muy discreto. Ni siquiera parpadeó al oírlo.
-Maravilloso, Su Alteza. Me alegra que se divirtiera.
-¡Fue genial! -exclamó con entusiasmo y dando saltitos-. Y Harry está enamorado de mí, ¿verdad, Harry?
-Por supuesto, ma petite -respondió entre dientes. 
____ le tocó el labio inferior con un dedo.
-No puedes resistirte a mí, ¿verdad? No soy como una de tus amantes habituales. Yo tengo clase.
-Claro que sí, querida -le dijo él mientras la llevaba hacia los ascensores-. Mantenme informado de la situación, Jean René. ¿De acuerdo? -añadió mirando por encima

del hombro al empleado.
-Sí, señor -repuso dedicándole una pícara sonrisa-. Que tenga una noche maravillosa, señor.

____ se despertó con un dolor de cabeza horrible y la boca seca. Se sentó con cuidado en la cama, haciendo una mueca cuando la luz de la mañana estuvo a punto de cegarla. Tomó sus gafas y parpadeó un par de veces para aclarar su visión.
Harry estaba sentado en un sillón de la suite de ella. En realidad, estaba desplomado y profundamente dormido. Tenía la cabeza inclinada y las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Todavía llevaba puesta la ropa de la noche anterior, pero llevaba la camisa algo desabotonada y podía ver parte de su musculoso torso.
No recordaba demasiado de la noche anterior. Se preguntó si Harry la habría metido en la cama. Vio entonces que estaba en ropa interior y pensó que quizás le hubiera quitado él la ropa. Trató de recordar, pero todo era un poco borroso. Aun así, sabía que se lo había pasado bien. Harry había sido un acompañante perfecto, la había hecho reír y había bailado con ella.
Se puso de pie lentamente. Estaba un poco mareada, pero no se sentía tan mal como había esperado. Creía que todo lo arreglaría una ducha caliente.
Salió del cuarto de baño unos minutos más tarde y se encontró con Harry revisando mensajes en su teléfono. Levantó la vista hacia ella cuando entró en el dormitorio y notó que la miraba de arriba abajo. Se había puesto el albornoz del hotel y llevaba el pelo recogido en un turbante.
-¿Qué tal la cabeza? -le preguntó nada más verla. 
-¿Me desnudaste anoche? 
-Sí, pero no te toqué. 
-¿Por qué no? 
Harry frunció el ceño. 
-¿Cómo? Estabas completamente bebida, ¿no te parece razón suficiente? 
-Nunca pensé que fueras tan caballeroso. 
Harry se puso de pie y guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón. 
-Hay algo que tienes que aprender, jovencita. No hace falta
emborracharse para pasárselo bien. No sabes la cantidad de desalmados que podrían estar ahí fuera, esperando la oportunidad perfecta para aprovecharse de ti.
-¿No me encuentras atractiva? -le preguntó.
Sabía que se estaba mostrando muy insegura y revelando demasiado, pero no parecía poder evitarlo. Había tenido la oportunidad perfecta para seducirla y no lo había hecho.
Harry se pasó una mano por el pelo y se volvió rápidamente para salir de allí.
-Me niego a tener esta conversación. 
-¿Por qué has pasado la noche en mi habitación?
Respiró profundamente y se volvió desde la puerta para mirarla.
-Estaba preocupado por ti. Estabas actuando de manera bastante extraña.
-Pero no estaba tan borracha, ¿no? 
-Mucho más de lo que piensas. 
Arrugó la nariz al oírlo. No le gustaba demasiado lo que acababa de decirle Harry.
-La verdad es que no recuerdo casi nada de lo que pasó después de tomarme el cóctel de vodka -le confesó con una sonrisa-. Fue tu amigo el que me lo preparó. Todo un detalle, ¿no te parece?
Harry seguía muy serio.
-Yo que tú me alejaría de los cócteles y de los hombres a los que no conoces.
-Pero, ¿cómo voy a conocer a alguien nuevo si solo me relaciono con gente que conozco?
-Ese no es mi problema -respondió Harry-. Voy a ducharme. 
-Espera, ¿a qué hora nos vamos? Se dio la vuelta para mirarla. Vio que apretaba la boca en una fina línea
de preocupación. 
-No nos vamos.


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9

¿Cuarentena? -repitió ____ fuera de sí cuando se lo explicó Harry-.¿Eso significa que no podemos salir de nuestras habitaciones?
-Eso es -repuso él pasándose la mano por el pelo una vez más-. Están tratando de contener el virus si es que se puede contener.
-Dios mío, no me extraña que estuvieras tan mal la otra noche -le dijo ella-.¡Y yo que pensaba que lo único que tenías era resaca!
-Sé que tengo reputación de juerguista, pero nunca pierdo por completo el control. Conozco mis límites y no me paso nunca de la raya. A diferencia de alguien que conozco y cuyo nombre no repetiré...
-Bueno, dejemos de hablar de ello -repuso ella algo incómoda-. No podía saber lo mal que me iba a sentar esa tercera copa. Afortunadamente, no ha pasado nada malo. Podría haber sido mucho peor. Podrías haberme hecho fotos en ropa interior... Porque no lo hiciste, ¿verdad?
Harry frunció el ceño. 
-¿Qué clase de hombre crees que soy? 
Ella se encogió de hombros. 
-¿Quién sabe lo que llegarías a hacer aprovechando que estaba casi inconsciente? -le dijo-. Me quitaste el vestido, ¿no?
Harry se volvió a pasar la mano por el pelo. Era un gesto de nerviosismo que le había visto hacer a menudo esos últimos días.
-Se te había atascado la cremallera -le explicó Harry-. Saliste del baño con el vestido por la cadera, no te lo podías quitar. Yo te ayudé a hacerlo y entonces te metiste en la cama. No tardaste ni un minuto en dormirte.
-No hice ni dije nada embarazoso, ¿verdad? 
Él levantó una ceja. 
-Eso depende de lo que te parezca embarazoso...

Porque sí trataste de demostrarme lo bien que sabes fingir un orgasmo. 
-¡Yo no he dicho eso! 
-Claro que sí. 
Se ruborizó al instante. 
-Te lo estás inventando para torturarme, ¿verdad? 
No podía creer lo que le estaba contando. Harry la miró con una sonrisa maliciosa.
-También le hiciste creer a todas las personas que nos cruzamos que estabas locamente enamorada de mí.
Soltó una carcajada, pero en realidad no le veía la gracia.
-Muy divertido, Harry. ¡Como si pudiera llegar a enamorarme de alguien como tú! Nadie podría creérselo.
-¿No? Pues te equivocas. Todo el mundo piensa que estás enamorada de mí.
____ se había olvidado del resto del mundo, solo podía pensar en lo que pasaba entre las cuatro paredes de ese ático del hotel. Un mundo secreto donde había descubierto facetas en su personalidad que nadie más había visto. Le había sorprendido lo vulnerable que era cuando estaba enfermo. Y también su talento artístico, su amabilidad y preocupación, su actitud protectora y su galantería.
-¿Sí? Pues, si creen eso, también pensarán que tú me correspondes -replicó ella-. Después de todo, soy la primera mujer con la que has pasado más de una noche. Tres noches juntos, para ser exactos. Supongo que, para alguien tan mujeriego como tú, esta relación es casi como si estuvieras de repente casado, ¿no?
Harry hizo una mueca cuando oyó esa palabra.
-Por favor, no digas eso en mi presencia. Me dan ganas de vomitar. 
____ frunció el ceño. 
-¿Qué tienes en contra del matrimonio? Sé que a tus padres

no les fue bien, pero muchas personas se las arreglan para tener juntos una vida feliz. 
-A mí no me va a suceder. 
-¿Por qué no? 
-Una semana después de la boda, ya estaría muerto de aburrimiento. 
-No si te casas con una mujer con la que tengas una conexión intelectual además de la física -le dijo ella-. No me extraña que te aburras ahora con el tipo de chicas con el que sueles estar. No te conocen. Solo quieren acostarse contigo para poder presumir después, no les interesa cómo eres. Para ellas no eres más que un atractivo millonario. Nada más.
-Gracias por resumir mi vida sexual de manera tan profunda. 
-De nada. 
____ no vio a Harry en todo el día. Había salido de su habitación esa mañana para ir a la de él. Suponía que se habría duchado y afeitado. Imaginó que no habría pasado una buena noche durmiendo en un sillón.
Cuando vio que ya eran las ocho de la noche, empezó a sentirse más inquieta. Le parecía injusto que todo el mundo creyera que estaban teniendo una apasionada aventura cuando ese hombre llevaba evitándola todo el día. Decidió que, si tenían que estar encerrados en el hotel Styles de Montecarlo, iban a estar al menos juntos.
Fue a la puerta que comunicaba las dos suites y llamó con los nudillos. 
-¿Lucca? 
-Déjame. 
Frunció el ceño. 
-¿Estás enfermo otra vez?
-No -repuso él con algo de impaciencia en su voz-. Estoy trabajando.
-¿Quieres decir que estás dibujando? ¿Puedo verlo? Por favor... -insistió ella moviendo el pomo de la puerta con impaciencia-. Déjame verlo... ¿Estás trabajando

en mi dibujo?
La puerta se abrió con tanta rapidez que estuvo a punto de perder el equilibrio y caerse.
-¿Es que no entiendes una indirecta? A lo mejor quiero estar solo.
-Bueno, perdón por molestarte o ahuyentar a tus musas, pero es que me aburro y creo que deberías hacer lo correcto y entretenerme un poco. Después de todo, es tu hotel el que me mantiene aquí encerrada por culpa de un virus.
Sabía que debía de parecerle un poco desesperada, parecida incluso en ciertos aspectos a las chicas con las que solía relacionarse, pero estaba muy aburrida y tenía que reconocer que disfrutaba de su compañía. Harry le resultaba estimulante y le gustaba estar con él. La trataba como a cualquiera, no se mostraba distinto solo porque fuera una princesa.
Y lo mejor de todo, la hacía reír.
-¿No puedes ver una película o algo así? -le sugirió Harry-. Lee un libro, escucha música, llama a algún amigo...
Le dirigió una mirada maliciosa.
-Lo acabo de hacer, pero al parecer tiene cosas más importantes que hacer que pasar tiempo conmigo.
-Yo no soy tu amigo -replicó él.
Entró en su suite antes de que pudiera darle con la puerta en las narices y su mirada fue directamente a la mesa junto a la ventana. Tenía allí todos los materiales para pintar.
-¡Estás haciendo el mío! -exclamó acercándose para mirarlo de cerca.
Había empezado a pintar el dibujo. Tenía colocada una gran lupa frente a la obra y una serie de pequeños pinceles y tubos de pintura dispuestos a su alrededor.
-Está quedando precioso. ¿Cuándo lo terminarás?

/>-Nunca si no dejas de interrumpirme. ¿Por qué no te vas y me dejas en paz?
Se dio la vuelta para mirarlo de frente. 
-¿Por qué estás tan irritado? 
-A lo mejor no te diste cuenta, pero no pasé buena noche. -Parecías estar profundamente dormido cuando me desperté esta mañana. 
-Pues por tu culpa tengo un calambre en el cuello. 
-¡Pobrecito! -repuso ella fingiendo tristeza-. ¿Quieres que te dé un masaje? 
Harry frunció el ceño. 
-¿Has estado bebiendo? 
-No. ¿Por qué lo dices? ¿Porque quiero un poco de compañía? ¿Tu compañía? La verdad es que ahora entiendo por qué tus amantes no pasan más de una noche, o media noche, contigo. No eres demasiado agradable, la verdad.
Harry señaló con el brazo la puerta que conectaba las dos suites. 
-Fuera. 
Ella levantó la cara hacia él. No iba a dar su brazo a torcer. -No puedes darme órdenes, soy una princesa. 
Se hizo el silencio entre los dos. Un silencio muy tenso. Nadie dijo nada. 
De repente, Harry fue hacia ella y la tomó en sus brazos, colocándola por encima de su hombro como si fuera un saco de patatas. Antes de que pudiera protestar, la llevó así hasta su habitación.
-¡Eh! ¡Suéltame! -protestó ella dándole golpes en la espalda y agitando las piernas. 
No logró que lo hiciera y Lucca terminó dejándola en su cama. 
Pero ella no iba a permitirle que se saliera con la suya. Logró agarrarle de la camisa mientras la dejaba en la cama y tirar de él hasta que quedó tendido sobre ella. El golpe hizo que se quedara sin aliento un segundo. Tampoco la ayudó

darse cuenta de que podía sentir su pelvis contra la de ella.
Fue como si el mundo se hubiera detenido. 
Estaba inmóvil. Ella no dijo nada, no hizo nada. Se limitó a esperar. 
Fue consciente del preciso instante en el que Lucca cedía por fin a la fuerza de su deseo. Lo sintió primero en su cuerpo, endureciéndose contra su pelvis. Y lo vio después en su mirada, la forma en que se fijó en su boca y no pudo apartar la mirada.
-Se supone que esto no debe suceder -susurró él con la voz cargada de deseo-. No puede suceder.
Sentía un hormigueo por todo el cuerpo y la sangre corriendo rápido por sus venas. Era como si tuviera un diablillo dentro de ella que le instara a hacer y decir cosas que normalmente no solía hacer ni decir. Y no necesitaba cócteles de champán ni de vodka. Rodeó el cuello de Harry con los brazos, manteniéndolo lo suficientemente cerca de ella como para poder sentir su aliento mezclándose con el de ella.
-Todo el mundo piensa que ya está pasando así que ¿por qué no íbamos a hacerlo? -le dijo ella.
Harry la besó a un lado de la boca, como si solo se quisiera permitir un mínimo contacto, nada más. La besó después al otro lado y ella se quedó sin aliento al volver a saborearlo de esa manera. Sabía a menta y a café. Y a algo más que era su propio sabor, algo distinto.
____ se estremeció mientras la besaba de ese modo, como si no se atreviera a más, torturándola poco a poco con esos pequeños mordiscos.
-Quiero estar dentro de ti. 
Su masculina voz y sus incendiarias palabras la hicieron temblar. Sentía que se

derretía por dentro, la dominaba la necesidad que tenía de estar con él.
-Entonces, ¿a qué estás esperando? ¿Qué es lo que te lo impide?
La besó a un lado del cuello, justo debajo de la oreja, y se estremeció de nuevo.
-El saber que eres una buena chica... -le susurró él-. No me acuesto con chicas buenas.
-Puedo ser mala -repuso ella pasándole lengua por la barbilla, justo debajo de su boca-. Seguro que puedo llegar a ser muy mala si me enseñas a hacerlo.
No podía ver su boca, pero sintió que sonreía. 
-Pero a lo mejor me odias por esto mañana por la mañana. -¿Por qué iba a hacerlo? Solo es una aventura de una noche, ¿no? 
Harry la miró entonces a los ojos. 
-¿Y eso te parece bien? -le preguntó él. 
-¿Y a ti? 
Él frunció de nuevo el ceño. 
-Claro. Una noche y ya está. 
-Media noche -le recordó ella-. A medianoche te vas de aquí y vuelves a tu propia suite. ¿De acuerdo? 
-De acuerdo -respondió Harry. 
Después, la besó. 
Pensó que había algo increíblemente emocionante en un beso cuando era el preludio de un encuentro sexual. Había una pasión más intensa en esos besos, eran más embriagadores. Las caricias y el baile de sus lenguas hicieron que se estremeciera una y otra vez, llenando su cuerpo de deseo y anhelo. Cada vez le urgía más, no podía seguir esperando, lo necesitaba como el respirar.
Mientras tanto y con la destreza que le debían de dar sus años de práctica, Harry le fue quitando la ropa con las manos sin dejar de besarla. Pero se dijo que no era el momento de pensar en todas

las mujeres que había tenido antes en su cama.
Esa cama era la de ella y ese era su momento.
Ese detalle, por trivial que pareciera, hacía que sintiera que llevaba el control y que era ella la que estaba imponiendo las reglas. No podía soportar la idea de ser solo otra chica más para Harry, otra cuya nombre iba a olvidar antes de que amaneciera.
Quería que la recordara con claridad, deseaba que todos los momentos que pasara entre sus brazos se quedaran impresos para siempre en su cerebro. Cada roce de su piel contra la de ella, cada beso y caricia, cada susurro y jadeo, quería que Harry la recordara mucho después de que terminara su noche de pasión.
-Sabes a chocolate -le susurró Harry contra sus labios.
-Es que he asaltado el minibar -confesó ella-. Siempre como chocolate cuando me aburro.
-Eso no puede ser. Será mejor que te mantenga entretenida, ¿de acuerdo?
____ se estremeció cuando su boca descendió sobre uno de sus pechos, chupando su erecto pezón, tirando de él y tomándolo suavemente entre los dientes mientras hacía círculos con la lengua sobre su punta.
No podía dejar de retorcerse de placer. Se sentía frustrada. Ella solo llevaba ya sus braguitas y Harry, en cambio, seguía completamente vestido.
Comenzó a quitarle la camisa mientras su boca encontraba de nuevo la de Harry. Le pasó las manos por los fuertes músculos de su espalda, bajando hasta los pantalones y deleitándose con las deliciosas curvas de sus nalgas. Podía sentir su erección, cálida y firme, contra su vientre, haciendo que la necesidad que sentía de él fuera aún más

intensa. Era casi dolor lo que tenía dentro de ella y le costaba respirar con normalidad
Harry se separó unos segundos de ella para quitarse los zapatos y los pantalones. También prescindió rápidamente de sus calzoncillos negros y se quedó sin aliento al verlo por fin completamente desnudo, revelándole sin lugar a dudas lo excitado que estaba. Alargó la mano para tocarlo, guiada por una especie de instinto primitivo. La piel de su miembro era tersa y suave, comenzó a acariciarlo y se quedó absorta viendo cómo su cara se retorcía de placer.
-¿Lo estoy haciendo bien?
-Es perfecto -repuso Harry retirando con suavidad su mano-. Pero ya habrá tiempo para eso más tarde. Ahora quiero ocuparme de otras cosas...
No tuvo tiempo de preguntarle a qué se refería. La empujó para que quedara de nuevo tendida en la cama y se deslizó hasta estar entre sus piernas. Le quitó las braguitas y comenzó a acariciarla de la manera más íntima. Con la boca y la lengua, Harry fue separando los pliegues de su sexo, saboreándola, tocándola al principio suavemente para que pudiera ir acostumbrándose al contacto. Como si estuviera esperando a que ella le indicara cómo y cuánto sin tener que usar tampoco sus palabras.
Pero ella no podía pensar, solo sentir. Estaba en otro mundo.
Solo podía jadear y gemir mientras sentía una oleada tras otra de puro placer sacudiendo su cuerpo. Era como si estuviera atrapada en una ola gigante, levantándose por el aire, rodando, girando, volando... 
Algún tiempo después, abrió los ojos y vio que Harry la estaba mirando con un brillo especial en

su mirada.
-No estabas fingiendo, ¿verdad? 
Todavía se sentía un poco aturdida por lo que acababa de experimentar. 
-¿Qué? Ha sido... Increíble... Me sentí como si me estuviera rompiendo en mil pedazos... 
Harry acarició suavemente uno de sus muslos. 
-Y para mí ha sido increíble sentir cómo llegabas a la cima... 
No sabía por qué, pero no se sentía incómoda ni avergonzada. No estaba ensando en su aspecto ni en qué se le estaría pasando a Harry por la cabeza, se estaba limitando a sentir. Lo que acababa de suceder había sido la experiencia más excitante y placentera de su vida. Y él había sido el que había hecho que se sintiera así.
-Gracias... Por decir eso y por lo que has hecho... 
-¿Por llevarte a la cima? 
Intentó bromear con él y mantener un tono ligero, pero por dentro estaba luchando con sentimientos que eran tan complejos como inoportunos.
-Ahora entiendo por qué las mujeres hacen cola para acostarse contigo. Esto se te da muy bien.
Harry sonrió. Después, acarició sus labios con un dedo mientras la miraba a los ojos con seriedad.
-No quiero hacerte daño. Si llevas mucho tiempo sin hacerlo, puede que no estés lista...
-Estoy lista -le respondió ella acariciando su áspera mejilla-. Te deseo. Quiero llegar a la cima contigo dentro de mí y ver cómo lo haces tú también.
Notó que temblaba como si sus palabras hubieran despertado algo profundamente primitivo dentro de él.
-Eso va a suceder de un modo y otro, no hay ninguna duda. Apenas puedo contenerme...
-¿En serio? -le preguntó ella algo sorprendida.
Harry la miró con ternura y acarició con un dedo sus labios. -Te he deseado desde que entré en ese salón del palacio y te vi por primera vez. Estabas allí de pie, con el ceño fruncido y fulminándome con esos hermosos ojos verdes que tienes.
No pudo evitar sentir un cosquilleo de emoción. Ella lo había sentido también. Esa tensión eléctrica en el aire, las chispas que habían prendido entre los dos... Casi como amor a primera vista.
Se quedó petrificada en cuanto ese concepto entró en su cabeza. Fue como un jarro de agua fría que le hizo volver a la realidad.
Recordó entonces que Harry Styles no quería saber nada del amor. Solo estaba interesado en el presente. Y ella también iba a tener que estarlo porque Harry no podía ofrecerle nada más.
Trató de convencerse de que eso era lo que quería, un poco de diversión, una aventura excitante que le devolviera las ganas de vivir y que la ayudara a recuperar el tiempo perdido.
De todos modos, ella tampoco estaba buscando un compañero para toda la vida, alguien con quien compartir las alegrías y las tristezas, con quien tener una relación llena de confianza y compañerismo, alguien con quien tener una familia...
Tenía que olvidar esas cosas y disfrutar de esas horas de tórrida pasión con un hombre al que probablemente no iba a volver a ver en cuanto pasara la boda de su hermana.
Él le levantó la barbilla con un dedo y la miró a los ojos. -¿Sigues ahí? 
Ella le dedicó su sonrisa más sensual mientras rodeaba su cuello con los
brazos. 
-Por supuesto. Soy toda tuya hasta la medianoche, ¿recuerdas?


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10


Harry la besaba tan despacio, tomándose tanto tiempo, que ____ estaba a punto de perder por completo la cabeza. La necesidad que sentía iba creciendo dentro de ella, llegando a un punto casi insoportable. Podía sentir lo húmeda y lista que estaba para él. Estaba deseando que se deslizara dentro de ella. No podía aguantar más. Se frotó contra él, urgiéndolo sin palabras para que intensificara el ritmo y diera el siguiente paso.
Pero Harry parecía tener todo el tiempo del mundo y la dejó al borde del abismo una y mil veces. Lo hizo con sus besos, con la boca en sus pechos, con sus caricias...
Besó todo su cuerpo, fue bajando por su torso hasta llegar a su ombligo. Allí se detuvo, jugando con su lengua hasta hacerla gemir de placer una y otra vez. Mientras tanto, sus dedos la acariciaban íntimamente, no lo suficiente como para llevarla al clímax, pero haciendo que se desesperara hasta la locura.
Sin poder esperar más, levantó las caderas de la cama mientras le suplicaba entre gemidos.
-Ya, Harry. Por favor... 
-De acuerdo. 
Vio cómo se apartaba de ella para ponerse un preservativo y contuvo el aliento cuando volvió a su lado. Se deslizó dentro de ella lentamente, demasiado despacio para su gusto, pero una parte de ella sabía que lo estaba haciendo así por ella, para no hacerle daño.
Se estaba dando cuenta de que la imagen que la prensa reflejaba de Harry no tenía mucho que ver con la realidad. No era tan superficial como lo pintaban, sino muy tierno y caballeroso. Era un amante generoso y considerado.
Todo lo que hacía lo hacía pensando en ella

y en su placer. Se estaba ocupando de ella antes de preocuparse por su propio placer. Supuso que debía de ser una tortura tener que esperar tanto para alcanzar su propia liberación. Estaba haciendo una demostración increíble de autocontrol.
-Dime si te hago daño -le susurró Harry deslizándose dentro de ella. 
-No, no me estás haciendo daño -repuso. 
Agarró sus nalgas para atraerlo contra sí misma y sentirlo por fin completamente dentro de ella. No habría tenido palabras para describir lo que sintió. Él era tan fuerte e increíble... y ella estaba más que preparada para él, nunca lo había estado tanto. Notó que contenía el aire, podía sentir cómo empezaba a costarle mantener el control. Sabía que quería enterrarse dentro de ella más aún, pero que estaba conteniéndose por miedo a hacerle daño.
Le clavó los dedos en la carne mientras levantaba las caderas, necesitando tenerlo más dentro. Harry entendió el mensaje y así lo hizo, pero siempre con cuidado.
Fue increíble, encajaban a la perfección y no tardó en sentir oleadas de placer atravesando su cuerpo. No había vivido nada igual.
Pero seguía sintiendo impaciencia, su cuerpo estaba al borde de un precipicio, entre la excitación y la más exquisita de las torturas.
-Por favor... -le suplicó ella entre gemidos-. Vamos, por favor... 
Harry gruñó contra su cuello mientras embestía con fuerza, llenándola completamente. La fricción del movimiento terminó de despertar sus sentidos.
Al principio, los movimientos fueron suaves. Podía sentir que Harry estaba intentando mantener

cierto control. Fue aumentando gradualmente el ritmo y el placer era cada vez más intenso. A pesar de que era la primera vez que estaban juntos y de la poca experiencia que tenía ella, era como si su cuerpo lo reconociera, como si estuviera perfectamente sintonizado con el de él. Respondía con Harry como no lo había hecho con nadie. Con honestidad, naturalidad y verdadero entusiasmo.
Harry deslizó una mano entre sus cuerpos, acariciando su clítoris suavemente y consiguiendo que su placer fuera aún más intenso. Sintió que algo se deshacía dentro de ella, una sensación tan maravillosa que desencadenó un terremoto por todo su ser, haciendo que se sacudiera con mil temblores. Tan intensa fue su liberación que perdió momentáneamente la noción del tiempo y la del espacio. Sentía que estaba flotando en un mar de felicidad.
Harry siguió moviéndose dentro de ella, yendo hacia su propia liberación y llevándosela consigo una vez más. Se aferró a él cuando su ritmo se aceleró. Era increíble sentirlo así dentro de ella. Podía sentir cómo el cuerpo de Harry se tensaba mientras se entrelazaban sus piernas y se unían aún más sus cuerpos.
Soltó un grito casi animal cuando por fin llegó a la cima de su placer y todo su cuerpo tembló.
Pocos segundos después, se derrumbó sobre ella y se quedaron inertes, felices y agotados.
Ella se quedó esperando con algo de incomodidad lo que iba a suceder después. Había que volver a la realidad y eso era siempre difícil. Harry tendría que apartarse y deshacerse del preservativo mientras ella trataba de cubrir su desnudez

con la sábana. Esperaba con angustia ver un gesto de arrepentimiento en el rostro de ese hombre.
Pero nada de lo que esperaba sucedió.
Harry le apartó un mechón de pelo de la cara con ternura y la miró a los ojos. Su expresión no era arrogante ni orgullosa. Parecía pensativo y algo preocupado.
-¿No te he hecho daño?
-No -repuso ella alisando con su dedo la arruga que había aparecido entre las cejas de Harry-. Ha sido maravilloso. Tú has estado maravilloso.
-Los dos lo hemos estado -le corrigió Harry.
No era tan ingenua como para pensar que a él el encuentro le hubiera parecido algo fuera de lo común. Pero no podía evitar tener la esperanza de que hubiera habido algo diferente en su unión. Para ella había sido increíble y se preguntó si para Harry también habría sido especial o si siempre se sentía así, como si el mundo no existiera, solo ellos dos y lo que estaban compartiendo en esa cama.
Pero no quería hacerse ilusiones. Trató de sonreír y mostrarse alegre.
-Gracias a ti, ya no tendré que volver a fingir. Mis futuros amantes te estarán eternamente agradecidos -le dijo.
Harry se apartó de ella.
-Pensé que el objetivo de jóvenes como tú era el de encontrar un hombre adecuado para casarse. ¿Acaso aspiras a tener decenas de amantes?
____ se puso boca abajo y apoyó la barbilla en sus manos.
-Bueno, creo que lo más inteligente es probar varios modelos antes de decidirte a comprar uno. Me parece que antes debería decidir qué es lo que busco en un amante, conseguir un poco más de experiencia, experimentar...
Harry se quedó

callado un buen rato. Después, se volvió para mirarla por encima del hombro.
-Si eso es lo que quieres, hazlo.
-A lo mejor podrías ayudarme a encontrar al candidato adecuado. Ese amigo tuyo del club...
-No -la interrumpió Harry con rotundidad.
Sin decir nada más, se levantó de la cama, recogió sus pantalones del suelo y se los puso.
-¿Qué te pasa? -le preguntó ella.
-¿Te estás escuchando? -repuso irritado-. ¿Un orgasmo y de repente quieres abrirte de piernas ante cualquiera que muestre un poco de interés en ti? 
-No fue un orgasmo, fueron dos. 
Le pareció que Harry no sabía si reírse o maldecir. Se pasó una mano por el pelo. 
-Ya sabía yo que esto iba a ser un error... 
Ella también se levantó y cubrió con la sábana.
-No sé por qué te has puesto así, tengo derecho a acostarme con quien yo quiera. Tú has tenido un montón de amantes, yo solo he tenido dos -le dijo con firmeza-. Quiero compensar todo el tiempo que he perdido. Tengo veinte y tres años y en mi vida solo he tenido dos orgasmos. Bueno, aparte de los que yo misma... Bueno, no entremos en detalles. Pero no es lo mismo, es mucho más bonito con otra persona...
-Entonces, hazlo conmigo. 
Lo miró fijamente durante un momento. 
-¿Qué? 
-Recupera conmigo el tiempo perdido -contestó Harry -. Ten una relación conmigo. Al menos mientras esté en Preitalle, hasta la boda de tu hermana.
-¿Te das cuenta de que acabas de utilizar la palabra «relación»? 
-Bueno, quería decir aventura. 
No podía creerlo... Decidió torturarlo

un poco más y fingir que tenía que pensárselo. 
-No sé. Me parece algo arriesgado para mí. 
-¿Por qué? 
-Sé que puede tener muchos beneficios para cualquiera el que lo asocien con una princesa. Si se trata de escalar puestos socialmente, no se puede llegar mucho más alto... 
Harry le hizo un gesto de incredulidad.
-¿Crees que eso es de lo que se trata? 
-Por supuesto, ¿por qué ibas a hacerlo si no? 
Harry fue hacia ella y agarró con fuerza sus hombros. 
-Te lo voy a demostrar -le dijo antes de besarla apasionadamente. 
Harry abrió los ojos después de un largo y profundo sueño y se dio cuenta de que todavía estaba en la cama de ____. Estaba acurrucada junto a él, con la mejilla apoyada en su pecho y el pelo desordenado sobre la almohada. Tenía su delicada mano a pocos centímetros de su ingle y le bastó con ser consciente de ese hecho para que su sangre comenzara a agitarse y su cuerpo reaccionara.
Nunca había pasado la noche en la cama de nadie, siempre utilizaba la suya. De hecho, tampoco había pasado la noche con nadie. Eran muchas novedades.
Eran casi las seis de la mañana y no quería irse de allí antes de que se despertara, sino que estaba deseando deslizarse de nuevo dentro de ella y olvidarse de todo. La lujuria lo consumía cuando estaba con ella.
Porque trataba de convencerse de que eso era todo lo que había entre los dos, lujuria.
Era un hombre con un fuerte deseo sexual. Desde su adolescencia, no había pasado muchos días sin compañía. Y era esa una circunstancia que le ayudaba a entender por qué había

aceptado, e incluso sugerido, esa situación.
Sobre todo después del correo electrónico que el director general de la empresa familiar le había enviado el día anterior. Casi prefería pensar que era por eso por lo que le había ofrecido a ____ estar con ella hasta el fin de mes.
La cadena había previsto un descenso en las reservas en todo el mundo por culpa de la alerta sanitaria que se había producido en el hotel de Montecarlo. Pero no había ocurrido, se había producido todo lo contrario gracias a la noticia de la que hablaban todas las revistas del corazón. Su supuesta relación con la princesa ____ de Preitalle había hecho que subieran las reservas en hoteles Styles de todo el mundo, de una manera mucho más importante de la conseguida con cualquier campaña publicitaria que la cadena hubiera realizado con anterioridad.
A la gente le encantaba imaginarse a la recatada y tímida princesa con el famoso donjuán. Y esa imagen parecía haber elevado la marca Styles a su punto más alto.
Sintió que ____ se movía. Lo rozó con uno de sus pies y oyó que murmuraba algo y se le acercaba aún más. Poco después, sintió su mano tocándolo íntimamente.
-¿Es esto para mí? -preguntó con picardía.
Un estremecimiento de deseo lo atravesó como un rayo. La hizo rodar hasta colocarse encima y solo se detuvo un segundo para ponerse un preservativo antes de deslizarse dentro de ella.
-No me digas que eres una de esas personas tan molestas que se levantan llenas de energía antes incluso de que amanezca -le susurró él.
____ sonrió. 
-¡Mira quién habla!

Apenas te he tocado y mira lo que estás haciendo. 
La besó profundamente, acariciándola con su lengua, tragándose sus jadeos y gemidos mientras comenzaba a moverse dentro de ella. La llevó hasta el borde de un orgasmo para dar después marcha atrás.
Lo hizo una y otra vez, hasta que sintió que se desesperaba, hasta que ____ arañó su espalda como una gata en celo.
Saboreó ese poder que parecía tener sobre ella. Tenía que demostrarse a sí mismo que ____ lo deseaba más que él a ella. Lo contrario era inaceptable. Nunca había permitido que fuera así y no pensaba cambiar con ella. Estaba decidido a tener una aventura con ella, pero sería solo algo físico, no emocional.
Agarró una de sus piernas por encima de su cadera y empujó implacablemente contra ella, intentando estar cada vez más dentro y a un ritmo cada vez más rápido. Siguió hasta no poder más, hasta que finalmente echó hacia atrás la cabeza con un grito primitivo. Solo entonces se dejó llevar por un orgasmo demoledor que lo deshizo por completo.
Se tumbó después a su lado, tomándose un momento para recobrar un poco el aliento.
____ se giró un poco para mirarlo. 
-¿Es siempre igual para ti? 
-No -repuso él manteniendo los ojos cerrados.
-¿Qué es lo que hace que sea a veces diferente? -le preguntó mientras
acariciaba su torso. 
«Tú», pensó. 
Pero sacudió mentalmente la cabeza, no podía pensar de esa manera. 
-Un montón de cosas. Como la energía que tenga, si he tomado o no alcohol, el desajuste horario después de un largo viaje, el estado de ánimo...


Se levantó y fue a recoger los pantalones, pero estaban tan arrugados que volvió a dejarlos en el suelo. Se volvió para mirarla y vio que se mordía el labio inferior. Parecía preocupada.
Se le encogió el corazón cuando vio que tenía la barbilla enrojecida. Si le había hecho eso en la cara, no quería ni pensar en cómo tendría el resto del cuerpo.
Pero consiguió saberlo en cuanto ____ se levantó de la cama. Vio que hacía una mueca de dolor al dar un primer paso, pero que trataba de disimularlo poniéndose de espaldas a él mientras se colocaba las gafas.
Se acercó a ella y tocó su brazo. 
-¿Te he hecho daño? 
-No, estoy bien. 
Suavemente, le levantó la barbilla. 
-Tienes la barbilla enrojecida por culpa de mi áspera barba. Lo siento. Debería haber tenido más cuidado. 
-No pasa nada, me pondré un poco de corrector y ya está. Le dio un tierno beso en la cabeza. 
-Creo que un baño caliente hará que te sientas mejor. ¿Quieres que te lo prepare? 
-Sí, gracias. Sería genial. 
Unos minutos más tarde, Harry se sentó en el borde del jacuzzi para observarla mientras jugaba con las pompas de jabón.
-No sé cuándo fue la última vez que me di un baño de burbujas -le dijo ____-. Se me había olvidado lo divertido que es. Aunque lo sería aún más si estuvieras aquí conmigo. Hay sitio de sobra. ¿Por qué no entras?
-Sabes muy bien por qué -repuso él mientras tomaba un buen puñado de espuma y se lo ponía en la cabeza como si fuera una corona.
____ sonrió tímidamente. 
-¿Sueles preparar baños de

burbujas para tus amantes? -No, pero una vez tuve una orgía en un jacuzzi. 
-¿Fue divertido? 
Harry no tuvo que pensar demasiado antes de responder. -La verdad es que no. 
____ lo miró entonces a los ojos. 
-¿Por qué utilizas el sexo casi como vía de escape cuando eres un artista con tanto talento? ¿Por qué no pones toda esa energía en tus dibujos y pinturas?
Se levantó y se limpió la espuma que había caído en sus pantalones. 
-No pases mucho tiempo ahí metida o saldrás arrugada como una pasa. 
____ se dio la vuelta en la bañera para mirarlo.
-¿Por qué huyes de tu talento? ¿Por qué lo escondes de todo el mundo? 
-Hay miles de artistas con talento por toda Europa. 
-Lo sé. Pero, ¿por qué no haces como ellos y expones tu obra? Tienes que permitir que otras personas puedan ver tu trabajo.
-¿Qué quieres? ¿Qué me ponga a vender mis cuadros en un mercadillo? No quiero ni pensar en lo que diría entonces la prensa...
-Me parece increíble que no seas consciente de tu propio talento -le dijo ____.
No sabía por qué insistía, él conocía bien sus limitaciones. Sabía lo que se tardaba en conseguir hacerse un hueco en el mundo del arte. No era algo que pudiera lograr con el dinero de su familia ni con su talento en el dormitorio.
-Bueno, voy a hablar con el director del hotel para ver cómo va la situación -le anunció él dándole la espalda-. Ya me tenía que haber llamado hace una hora para informarme.
-Posaré para ti.
Se detuvo en la puerta del baño al oír sus palabras y se volvió para mirarla. Estaba

de pie en un mar de burbujas, cubriéndose con una mano los pechos y su sexo con la otra. Parecía una versión moderna de El nacimiento de Venus, la famosa obra de Botticelli.
Se quedó sin respiración, no pudo evitarlo. ____ representaba todo lo que a él le faltaba, inocencia, belleza, decencia y honestidad.
-Quiero que me dibujes, Harry. 
-Ya lo he hecho. 
-Pero quiero que me dibujes así -le pidió apartando las manos que cubrían su desnudez.
Se quedó mirándola absorto. Nunca la había visto tan hermosa. Le tentaba la idea de dibujarla así para poder capturar ese momento en el que su cuerpo le contaba una historia que solo él sabía. Una historia de sensualidad que había unido, aunque solo fuera por un tiempo, a personas completamente opuestas. Una historia que nadie más podría llegar a comprender. No lo entendía ni él mismo.
-¿Por qué? 
-Porque quiero saber cómo me ves. 
-Nunca he hecho un desnudo. 
-Eso hará que este sea aún más especial. Algo que será solo para nosotros. Nadie más tiene que verlo. Porque no me gustaría que nadie lo viera, tiene que ser algo totalmente privado.
Se pasó una mano por la cabeza, tratando de decidir qué hacer. Vio esa mirada llena de confianza en sus ojos verdes y se sintió más sucio e indigno que nunca.
-¿No habías dicho que el Arte debía ser compartido?
-Y lo será -repuso ella sonriendo y mostrándole esos hoyuelos en sus mejillas-. Pero solo por nosotros.

-¿Puedo mirar ya? -le preguntó ____ al día siguiente. 
-No, quédate quieta mientras termino las sombras de uno de

tus hombros. 
-Pero tengo frío... 
-Lo de posar fue idea tuya, ¿lo recuerdas, cariño? -le dijo Harry concentrándose en su trabajo.
La verdad era que no tenía frío, pero estaba deseando ver lo que había hecho.
Levantada la cuarentena en el hotel, iban a regresar a la isla al día siguiente. Al final, todo había sido una intoxicación alimentaria que procedía de la panadería que abastecía el hotel. Solo se habían visto afectadas unas cuantas personas y ya estaba todo controlado.
El tiempo que había pasado con Harry le había compensado con creces las molestias de verse allí encerrada. Nunca había sido más feliz. El Harry que había llegado a conocer esos días no tenía nada que ver con el personaje público.
Era muy consciente de que esa relación o aventura no iba a durar mucho más, pero al menos iba a tener los maravillosos recuerdos de esos días. Además de una pintura que iba a conseguir transportarla al pasado cuando la viera.
-Bueno... -susurró Harry unos minutos más tarde mientras se echaba hacia atrás en la silla-. Necesita un poco más de detalle, pero ya lo terminaré en la isla. Tiene que secar esta capa antes de añadir más pintura.
____ salió de la bañera rápidamente, se secó los pies y se acercó a él para mirar la obra por encima de su hombro.
-¿De verdad soy así? 
Harry frunció el ceño. 
-¿Por qué? ¿No te gusta? 
Se dio cuenta entonces de que sentía cierta inseguridad y decidió aprovecharse de esa circunstancia.
-No sé... -susurró mirando la obra con atención-. Son mis pechos... Creo

/>que podrías haberlo hecho mejor.
-¿Qué quieres decir? He pasado mucho tiempo en ellos. Son perfectos, con la cantidad justa de forma, de luces y sombras...
Sonrió entonces al ver cómo se había puesto. 
-Eres mucho más susceptible de lo que pensaba. 
Harry también sonrió al darse cuenta de que había estado tomándole el pelo.
-Y tú eres una brujilla -repuso mientras la agarraba por las caderas y la atraía hacia él.
Atrapó uno de sus pechos con la boca y no pudo evitar estremecerse.
Bajó la mirada hacia su oscura cabeza y comenzó a acariciarle el pelo, olía al fragante champú de los hoteles Styles. No sabía si iba a poder percibir ese aroma en algún sitio y no pensar en él.
Era una delicia sentir cómo jugaba con sus pezones, todo su ser reaccionó con fuerza y sintió una oleada de calor que se centraba entre sus piernas. Empujó su cuerpo contra él, con ganas de más, deseándolo con cada célula de su ser.
-Se supone que debería dejar que descansaras un poco... -susurró él. 
-Ya he descansado. -No -repuso él mirándola a los ojos-. Deja de tentarme, niña. ¿No sabes que la gente creativa como yo se distrae con facilidad?
-Me gusta distraerte. Tienes un gesto tan intenso y concentrado cuando estás trabajando... Frunces el ceño -le dijo tocando con suavidad su frente-. Y te pones de muy mal humor. Eres como Beethoven.
-Lo sé. Afortunadamente, es una parte de mí que nadie suele ver. 
Le puso las manos en los hombros y lo miró a los ojos. 
-Eres una buena persona, Harry Styles. No dejes que nadie te diga lo contrario.

/>-No me pongas aún alas de ángel, princesita -repuso Harry-. Por dentro estoy podrido.
-No es verdad.
Harry agarró su trasero y la atrajo hacia él, haciéndole hueco entre sus muslos. Podía sentir lo excitado que estaba a través de la tela de sus vaqueros. Cada vez lo deseaba más, no podía evitarlo. Bajó las manos y le desabrochó el pantalón, bajando después su cremallera. Comenzó entonces a acariciarlo mientras observaba cómo el placer iba distorsionando sus facciones.
-¿Te gusta esto? 
-¿A ti qué te parece?
Siguió frotando su pene, deslizando la mano arriba y abajo, cada vez con más intensidad.
-Esta vez, quiero ser yo la que te dé placer.
-Eso va a ser difícil -repuso Harry poniéndose en pie y tomándola en sus brazos mientras la llevaba al dormitorio-. A lo mejor soy anticuado, pero tengo una norma muy básica en la cama, siempre atiendo antes a las damas.
Se estremeció cuando la dejó en la cama. Podía ver el deseo en sus ojos mientras separaba sus piernas y comenzaba a acariciar la cara interna de sus muslos. Cuando sintió que la besaba íntimamente, ella ya estaba en el séptimo cielo. Arqueó la espalda hacia él, agarrándose con fuerza a la colcha mientras oleadas de puro placer la recorrían. Seguía sorprendiéndole la intensidad con la que su cuerpo respondía cada vez. No siempre era igual, pero era muy intenso.
Cuando terminó con ella, ____ aprovechó para empujarlo y sentarse a horcajadas sobre él. Estaba tan excitado que no podía dejar de mirarlo.
-Voy a comerte hasta que no quede nada de ti... -le susurró ella.
No podía creer que le acabara de decir algo tan escandaloso y, mucho menos, que estuviera a punto de cumplir su promesa.
-De acuerdo, pero con un preservativo -repuso Harry. 
-¿Por qué? 
-Es más seguro para ti -le explicó sacando uno del cajón-. Puedes ponérmelo tú, si quieres. 
Aceptó el preservativo que le ofrecía y abrió el paquete con los dientes. 
-¿Puedo ponértelo con la boca? 
-Veo que tenías razón, puedes ser una chica muy mala... Le dirigió una mirada burlona. 
-Así es. ¿Crees que vas a poder con ella? 
-Bueno, vamos a comprobarlo... -repuso él con una pícara y sexy sonrisa.


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11

La prensa los esperaba cuando aterrizaron en Preitalle al día siguiente.
Pero, por una vez en su vida, ____ no huyó de la gente ni de las cámaras. Su cuerpo todavía cantaba de felicidad después haber hecho el amor con Harry la noche anterior y repetir esa misma mañana en la ducha del hotel. Era nuevo para ella sentir que tenía toda la atención de la prensa. Dejó que Harry se ocupara de los periodistas mientras la conducía hasta el coche que los esperaba. Manejó todas las preguntas con su habitual encanto y buen humor, incluso la pregunta sobre una posible segunda boda real en la isla.
-Antes vamos a concentrarnos en la primera -les dijo con una sonrisa.
Madeleine, sin embargo, no estaba tan contenta con la forma en que la prensa parecía obsesionada con la aventura de ____ y Harry. Le faltó tiempo para hablar con ella en privado en cuando se fue al hotel.
-¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? -le preguntó enfadada Madeleine.
-Sí. Estoy saliendo un poco y divirtiéndome tal y como me dijiste que hiciera.
-¡Tu romance con Harry Styles está robándole todo el protagonismo a mi boda! -exclamó su hermana mayor frunciendo el ceño-. Es como si fuerais vosotros los que os casáis.
-Fuiste tú la que accediste a que Harry viniera a Preitalle -le recordó ____.
-Pero para que te ayudara con la boda. 
-Y lo está haciendo. Está organizando la despedida de soltera. Va a ser muy divertido, ya verás. 
Pero Madeleine seguía de mal humor. 
-En realidad no estás enamorada de él, ¿verdad? 
Fueron las dos hasta el despacho de

____. 
Dejó su teléfono móvil en la mesa, al lado del ordenador. Harry había estado enviándole tórridos mensajes diciéndole lo que le iba a hacer en cuanto estuvieran solos. Su cuerpo reaccionaba cada vez que veía uno nuevo como si el propio Harry la estuviera tocando.
Apagó la pantalla del teléfono para que su hermana no pudiera ver su último mensaje.
-No, por supuesto que no, pero me gusta. Me divierto mucho con él, me hace reír.
-Porque él no está enamorado de ti, aunque actúe como si lo estuviera. Solo te está utilizando para pasar el tiempo hasta que su familia se dé por satisfecha y vuelva a otorgarle su asignación.
Sus palabras le dolieron. 
Sabía que los motivos de Harry no eran del todo sinceros, que estaba allí por decisión de su familia, pero no le gustaba que se lo recordaran. Y que lo hiciera su hermana, que tenía un hombre que la quería con locura, le dolía aún más.
-Sé lo que estoy haciendo, no te preocupes.
-No quiero que nada estropee mi boda. Casi echaste a perder mi vigésimo cumpleaños cuando tuviste esa estúpida aventura con el hijo de un diplomático. Espero que la historia no se repita.
____ echó hacia atrás la cabeza como si su hermana la hubiera abofeteado. Le parecía increíble que fuera tan egoísta y no tuviera en cuenta lo mal que lo había pasado cuando ese chico se aprovechó de su inocencia y jugó con su intimidad.
-Si tanto te preocupa que fastidie tu boda, ¿por qué me pediste que la organizara?
-Porque sentí lástima por ti.
Se quedó sin aliento al oírlo y sintió que se le

formaba un nudo en la garganta.
-¿Y por eso accediste que a viniera Harry Styles? ¿Para animar mi patética vida social?
Madeleine la fulminó con la mirada.
-Puedes tener una aventura con él, pero no quiero verlo en las revistas. Se trata del día más importante de mi vida y no quiero que nadie me quite el protagonismo.

Harry se dio cuenta de que ____ estaba mal en cuanto la vio entrar en el bar del hotel, donde habían quedado. Su rostro no lo mostraba, pero sí la manera rígida en la que caminaba, como si llevara un gran peso en los hombros.
-Parece que necesitas un par de cócteles para relajarte -le dijo mientras le separaba la silla.
-Siento llegar tarde -repuso ____ sin mirarlo a los ojos.
-Dos minutos no es tarde. Bueno, supongo que sí lo es para un fanático del control, ¿no?
____ le ofreció una sonrisa triste. 
-Mi hermana está enfadada conmigo. 
-¿Por qué? ¿No le ha gustado la ropa interior que le compramos? -le preguntó mientras atrapaba entre los dedos su barbilla para que la mirara a los ojos.
-No es eso. Lo que no le gusta es que nuestra aventura le robe protagonismo.
Sintió que se le encogía el estómago, temiendo que ____ quisiera poner fin a su relación antes de lo previsto. No sabía por qué, pero la idea le molestaba. Ni él mismo comprendía por qué estaba así, había un montón de chicas que estarían encantadas de reemplazarla en su cama.
-¿Cree que no tienes derecho a que la prensa también te preste atención a ti?
-No lo

sé. Haga lo que haga, nunca está contenta. Ha insistido durante años en que saliera y me divirtiera. Ahora que lo hago, quiere lo contrario.
-¿No se te ha pasado nunca por la cabeza decirle que se meta en sus propios asuntos?
____ le dedicó una sonrisa fugaz. 
-Antes tendría que tomarme un par de cócteles de vodka. -¿Por qué te da miedo enfrentarte a ella? 
-No lo sé... A lo mejor porque ella nunca ha hecho nada mal, nunca se ha equivocado, todo le ha salido bien... Debe de ser maravilloso ir por la vida sin cometer nunca un error.
A él no le gustaba pensar en los errores que había cometido. Había demasiados.
-¿Quieres que vayamos a algún lugar un poco más tranquilo? 
Por fin consiguió que hubiera un poco más de vida en los ojos de ____. 
-¿Qué tienes en mente? -le preguntó ella con picardía. Tomó su mano y la ayudó a levantarse. 
-Tengo un cuadro que enseñarte. 
____ sostuvo en sus manos el cuadro que Harry había hecho de ella.
Con marco y todo, era del tamaño de una postal.
-Es precioso... -susurró trazando el borde dorado con la punta del dedo-. Creo que nunca me han regalado nada más bonito. Gracias.
-Considérate afortunada -repuso él encogiéndose de hombros con indiferencia-. Eres la primera amante a la que le he hecho un regalo.
-¿Qué vas a hacer con el retrato que me hiciste en el jardín del palacio?
-No sé, lo guardaré en algún sitio.
-Deberías enseñárselo a algún galerista de Londres o Nueva York. O incluso preparar una exposición. Sería una manera de poner en marcha tu carrera como

artista. Pintar un cuadro de alguien de la realeza es un sueño para cualquier...
-No -la interrumpió Harry.
-Pero ¿por qué? ¿Para qué hacer un trabajo tan delicado y exquisito si luego lo ocultas como si estuvieras avergonzado de él?
-Mi obra es privada y quiero que siga siendo así. 
-Pero ¿por qué? 
-Porque no hay nada más en mi vida que sea privado. Además, no me interesa conseguir ser alguien en el mundo del Arte. 
-Y ¿qué es lo que te interesa, Harry? 
-Lo sabes muy bien. Quiero seguir cobrando mi parte del fondo fiduciario de la familia. 
Se levantó de la banqueta del tocador y se acercó a él. 
-Has tenido dinero toda tu vida y eso no te ha hecho feliz. -¿Qué te hace pensar que no soy feliz? -le preguntó Harry. -La gente feliz no vive tratando de boicotearse a sí misma. -¿Ahora eres psicoanalista? -repuso él a la defensiva. 
-¿Ves? Acabas de demostrarme que no eres feliz. No te tomas nada en serio, como si todo fuera una broma. Pero, por dentro, no ríes. En realidad estás sufriendo.
-Escucha, cariño, tenemos dos semanas hasta la boda de tu hermana. Todo el mundo está encantado con nuestra relación y la verdad es que me da muchos puntos a la hora de conseguir que mi familia siga manteniéndome, pero si no quieres seguir... Tú decides. A mí me da igual.
Frunció el ceño. Le costaba creer que le diera lo mismo continuar con ella o no. Se dio cuenta de que no había conseguido dejar una huella en él.
Por otro lado, si rompían, la prensa hablaría aún más de ellos, eclipsando la boda de Madeleine.

Además, no quería hacerlo, quería seguir con él.
Sentía mucho dolor en su corazón. Sabía que admitir sus sentimientos era peligroso. Y tampoco podía hacerse ilusiones. Nunca iba a poder tener un futuro con Harry. No podía pensar en casarse ni en formar una familia, pero tampoco podía evitarlo.
-No quiero hacer nada que pueda estropear la boda de Madeleine y Edward -le dijo ella.
Él asintió con la cabeza lentamente. 
-De acuerdo. 
Hubo un momento de silencio. 
-En realidad, no estarías dispuesto a poner en peligro el dinero del fondo fiduciario, ¿verdad? ¿Estamos hablando de mucho dinero? 
-No para los estándares de algunas personas. 
-Pero para ti lo más importante es lo que representa, ¿verdad? -adivinó ella.
Se puso de pie detrás de ella y comenzó a cepillarle el pelo. No pudo evitar estremecerse.
-Sé que piensas que soy un parásito, pero... 
-Por favor, no me recuerdes lo que te dije aquel día. 
Harry sonrió con algo de tristeza. 
-¿Te han dicho alguna vez que tienes un pelo precioso? Harry trataba de cambiar de tema, otro mecanismo de defensa que había logrado perfeccionar. 
-Lo hiciste tú anoche. 
-Es verdad -repuso él haciéndola girar en el taburete para mirarla a los ojos-. Eres preciosa. 
-Hasta que te conocí, nunca creí que lo fuera. 
-Tengo que volver al hotel -le dijo Harry-. El director general de la cadena quiere que me encargue de un asunto relacionado con el personal del hotel.
Ya estaba en la puerta de su dormitorio cuando lo llamó. -¿Sí? -le preguntó Harry mirándola por encima del hombro. -Gracias por todo. 
Soltó el pomo de la puerta y la miró con el ceño fruncido. -Te das cuenta de que esto no va a continuar después de que me vaya de Preitalle, ¿verdad? 
Tuvo que esforzarse para que su cara no mostrara lo que sentía. 
-Por supuesto. No podría ser de otro modo. Yo vivo aquí y tú, en Inglaterra. Las relaciones a larga distancia nunca funcionan. Y no me gusta volar, ¿recuerdas?
-Estupendo, me alegra que los dos lo tengamos claro.
-No estarás arrepintiéndote de haberle puesto fecha de caducidad a la aventura, ¿no?
-¡Dios mío, no! -exclamó Harry riendo-. Me sorprende incluso que ya haya durado tanto.
-¿Aún no te has aburrido de mí? -le preguntó algo dolida por sus palabras. 
-La verdad es que no. ¿Y tú? 
-Bueno, un poco -repuso ella con picardía. 
-Brujilla -susurró Harry volviéndose hacia ella y llevándola en brazos hasta la cama.
-¿No tenías que encargarte de algo importante en el hotel? -le preguntó ella.
Harry la dejó caer en la cama y se tumbó sobre ella, inmovilizándola con su peso.
-Antes tengo que ocuparme aquí de algo mucho más urgente...


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Final


La mañana de la boda amaneció brillante y soleada después de casi dos semanas con muy mal tiempo. ____ había tenido que escuchar pacientemente cada día las quejas de Madeleine, que había estado muy preocupada por el tiempo. 
Su hermana había estado especialmente nerviosa e impertinente esas últimas dos semanas, pero no se lo había echado en cara. Era un día muy importante para ella y, como heredera al trono, tenía mucha presión. 
Había mantenido su relación con Harry lejos de los focos por respeto a la boda, pero, en lugar de disminuir la intensidad de sus encuentros, habían aprovechado cada segundo al máximo. Se habían estado reuniendo en secreto, robando momentos aquí o allá a espaldas de todos, y eso había hecho que la relación fuera aún más emocionante. 
Habían trabajado juntos para terminar de organizar la ceremonia y el banquete. Aunque Harry no tenía experiencia organizando eventos, se le daba bien conseguir que la gente hiciera lo que él quería. Daba órdenes con tanto encanto, que tenía a todos los empleados del palacio y del hotel haciendo horas extras para complacerlo. 
Todo el mundo seguía hablando de lo espectacular que había sido la despedida de soltera. Incluso ella había disfrutado disfrazándose y bailando hasta la madrugada, especialmente cuando descubrió que Harry se había colado en la fiesta disfrazado de camarero. Sonrió al recordar cómo le había robado un apasionado beso tras los grandes altavoces del DJ. 
Pero era muy consciente de que, tres días después de la boda, llegaría el fin de su relación. Después

de pasar un mes allí, Harry había conseguido cumplir con los términos impuestos por el director general de la cadena. Iba a poder seguir recibiendo dinero de su familia y no tardaría mucho en regresar a Londres y a su apasionante vida. 
Había logrado compartimentar su cerebro para protegerse. Cuando estaba con Harry, disfrutaba totalmente del momento, fingiendo que eran una pareja de verdad, con la posibilidad de un futuro juntos. Pero, cuando estaba sola, recordaba que nada de eso era real. Casi todos los días se quedaba dormida entre lágrimas. 
No había sido su intención enamorarse de él. Pero, durante esas semanas, había llegado a conocerlo como persona y le había robado el corazón. Ese sentimiento la había atrapado por sorpresa y no podía hacer nada para evitarlo. Necesitaba estar con él y aprovechar cada minuto que le quedara a su lado. Pero su amor se iba haciendo más y más fuerte. No quería ni pensar en cómo se iba a sentir cuando se fuera. 
Harry, sin embargo, no parecía preocupado por el fin. Seguía siendo el mismo hombre encantador y bromista. Y, cuando estaban a solas, llenaba su vida de una pasión que no dejaba de sorprenderla. 
Cuando los maquilladores y peluqueros terminaron de arreglar a la novia y a las damas de honor, ____ aprovechó el momento para hablar con Madeleine mientras le ponía el velo. 
-Estás preciosa. Edward se va a quedar sin palabras cuando te vea -le dijo. 
Madeleine se llevó la mano al estómago y la miró con pánico en los ojos. 
-Estoy tan nerviosa... No dejo de pensar que algo va a salir mal. A lo mejor tropiezo

o se me descose la cola del vestido cuando esté todo el mundo mirándome... ¿Se me ve muy gorda? ¡Dios mío! ¿Y si la gente piensa que estoy gorda? 
____ apretó las manos temblorosas de su hermana.
-Estás impresionante, como una princesa de cuento. Madeleine se mordió el labio inferior con nerviosismo. 
-No me creo que hoy sea por fin el día de mi boda -le dijo con lágrimas en los ojos-. Soy tan feliz, ____... Me gustaría que pudieras encontrar a alguien tan agradable como Edward. Sé que piensas que es aburrido, pero es perfecto. Un hombre amable, atento y cariñoso. 
-Yo nunca he dicho que sea aburrido. 
-Bueno, sé que no es como Harry Styles. Pero al menos Edward está aquí para quedarse. Te das cuenta de que Harry se irá a Londres en cuanto le den su dinero, ¿no? 
-Siempre he sabido dónde me metía -repuso ella tratando de esconder su dolor. 
-____, lo siento, sé que me porté mal contigo cuando volviste de Montecarlo... 
-No pasa nada -le dijo ella apartando la mirada-. La prensa ya ha perdido bastante interés en el asunto y solo hablan de tu boda, como debe ser. 
Vio que Madeleine la miraba con el ceño fruncido. 
-No te habrás enamorado de él, ¿verdad? 
-¿Por qué dices eso? 
-Porque es muy atractivo -le dijo Madeleine-. Solo digo que tengas cuidado. Los hombres como Harry Styles no se enamoran de chicas como tú. 
-¿Qué tengo yo de malo? -le preguntó molesta. 
-Bueno, no eres su tipo. 
-Y ¿cómo sabes cuál es su tipo? No lo conoces. Solo sabes lo que has leído en la prensa -protestó ____-.

Es un hombre inteligente y amable. Además de tener un talento increíble. No lo conoces en absoluto. 
-¿Talento? ¿Qué talento tiene? ¿En la cama? ¿En provocar escándalos que avergüenzan a su familia? Vamos, ____, estás perdiendo la cabeza. 
Apretó los labios. Sabía que Harry no quería que nadie supiera que era un artista y lo respetaba. 
-Será mejor que salgamos. El fotógrafo quiere hacer algunas fotos más antes de ir a la catedral. 
A Harry se le había pasado por la cabeza no ir a la boda, pero decidió asistir. Sabía que ____ iba a estar muy nerviosa y, como era además la dama de honor, decidió ir para encargarse del resto de los detalles y que ella pudiera concentrarse en sus deberes. 
Trató de convencerse de que no iba porque quería pasar tanto tiempo como pudiera con ella. Iba a regresar a Londres muy pronto, solo tenían tres días más. 
Había una gran multitud de ciudadanos y paparazis frente a la catedral, pero no le preocupaba. 
-Señor Styles -lo saludó un periodista-. Las redes sociales están al rojo vivo con el retrato desnudo de la princesa ____. Y hay quien dice que usted es el artista. ¿Tienes algún comentario que hacer? 
Harry sintió que se le revolvían las entrañas. No entendía cómo la prensa podía saber lo del cuadro. Para colmo de males, la noticia estallaba el día de la boda. Supuso que ____ estaría destrozada, que se sentiría humillada y traicionada por él. 
-Un crítico de arte en Londres ha dicho que el retrato es la obra de un maestro. ¿Qué tiene que decir a eso, Harry? -le preguntó otro reportero.


Siguieron haciéndole preguntas que eran como dardos envenenados. 
-¿Cuánto tiempo lleva pintando?
-¿Va a exponer pronto? 
-¿Por cuánto se vende el retrato de la princesa? 
-Alguien ha ofrecido tres millones de libras por él. ¿Aceptará la oferta? 
Fuera de sí, apartó los micrófonos con la mano. 
-¡Déjenme en paz! 
-¿Sabe la princesa que ha compartido su retrato con todo el mundo? -preguntó otro más. 
-¡Viene el cortejo nupcial! -exclamó uno de los fotógrafos. Se le encogió el estómago cuando los paparazis se volvieron hacia el desfile real. Llegaban cuatro carrozas doradas tiradas por caballos blancos como la nieve. ____ iba en la primera con otras tres damas de honor. Nunca la había visto tan bella. Pero su vida estaba a punto de dar un giro de ciento ochenta grados y no podía protegerla. 
Nunca había estado tan enfadado consigo mismo. Sentía que él era el culpable de todo lo que estaba pasándole a ____, le había arruinado la vida y también la boda de su hermana. Después de todo lo que había hecho para que fuera perfecta... 
Sentía que había destruido su reputación y cualquier ápice de respeto que se hubiera podido ganar durante esas últimas tres semanas. Sabía que ____ no iba a querer nada con él. 
Iba a odiarlo cuando él había esperado que... Pero prefería no pensar en ello, no podía permitirse ese lujo. No tenía derecho. Después de todo, no era más que un mujeriego y un juerguista que no creía en el amor ni en el compromiso. 
Tuvo que ver con sus propios ojos cómo se enteraba de la

noticia, cómo se le venía el mundo abajo. Se le revolvió el estómago. Un periodista había levantado la pantalla de su teléfono para que ____ pudiera ver la foto mientras pasaba a su lado en la carroza. 
Sabía que iba a echarle la culpa, aunque no le hubiera mostrado a nadie su retrato. De hecho, ni siquiera le había hecho fotos al cuadro. Lo había hecho para ella y con ese cuadro le había entregado una parte de sí mismo. Una parte que no le había dado a nadie más. 
Bajó la vista, no quería tener que ver su mirada de odio y desprecio. No iba a quedarse a la boda. No quería hacerle más daño a ella ni a su familia. Lo único que podía hacer era distanciarse tan pronto como pudiera y esperaba que el escándalo se fuera de la isla con él. 
-¿Cómo has podido hacerme esto? -le susurró Madeleine en voz baja cuando esperaban para entrar en la catedral-. Primero mi vigésimo cumpleaños y ahora mi boda. ¿Qué estabas pensando? 
____ seguía conmocionada después de ver su retrato en decenas de teléfonos. No sabía cómo detener ese escándalo, era como un tren fuera de control que aparecía en el momento menos oportuno. Pero, a pesar de todo lo que estaba sintiendo en esos momentos, estaba segura de una cosa, Harry no había filtrado la fotografía de su cuadro a la prensa. 
-No es para tanto. Cálmate y sonríe. Demuéstrales que nada va a echar a perder tu día. 
Pero Madeleine estaba a punto de echarse a llorar. 
-¿Lo has hecho a propósito? Siempre has tenido celos de mí. ¿Por eso lo has hecho el día de mi boda? 
-Yo no he hecho nada -respondió

con firmeza-. Y tampoco lo ha hecho Harry. 
Madeleine parecía estar a punto de sufrir un ataque de nervios. 
-¿Cómo puedes ser tan tonta? ¿Por qué crees que se lío contigo? Quería un escándalo y lo ha conseguido. Además de echar a perder la boda. 
-No ha echado a perder nada -repuso ella. 
Le sorprendía lo tranquila que estaba. No le importaba que todo el mundo pudiera ver su cuerpo desnudo, estaba orgullosa de cómo la había pintado Harry. Era un hermoso retrato, uno íntimo, pero Harry no lo había hecho para aprovecharse de ella, sino que ella se lo había pedido. No lo utilizaba para reírse de ella con sus amigos, había sido un regalo. Era un pedazo de Harry que siempre iba a atesorar. 
Pero, antes de que pudiera hablar con Harry, tenía que encargarse de que su hermana entrara en la catedral como estaba previsto. La llevó hasta donde estaba su padre. 
-Entra con seguridad y la cabeza muy alta, concentrando tu atención en Edward -le dijo ____. 
-¿Qué más da? Tu desnudo es lo único de lo que hablará la prensa mañana -repuso Madeleine. 
-Estás tan guapa que nadie dejaría de mirarte a ti aunque el resto de los padrinos y damas de honor nos desnudáramos -le aseguró a su hermana-. No reacciones como espera la prensa. Es tu día. Nada ni nadie lo puede echar a perder a menos que les dejes. Vamos, empieza a andar o el pobre Edward va a pensar que le has dejado plantado. 
-Supongo que tienes razón, pero es que... ¿Por qué hoy? ¿Por qué no hace un par de días cuando podríamos haber hecho algo para detener el escándalo? 
-Así es la vida.

Sonríe, chérie. Este es tu momento, demuéstraselo. 
La ceremonia comenzó sin problemas y ____ no dejaba de preguntarse dónde estaría Harry. No lo podía ver entre los invitados y lamentó no haberse puesto las gafas. Esperaba que estuviera allí para que viera lo que habían conseguido juntos. Él la había ayudado con muchos detalles y sugerencias, dándole al evento un toque más moderno. 
Durante la firma de los papeles tras la ceremonia, ____ se acercó a uno de los padrinos. Lo había visto hablando con Harry el día anterior. Al parecer, se habían conocido en Cambridge. 
-Adam, ¿has visto a Harry? 
-Le envié un mensaje antes de la ceremonia y me dijo que se iba -respondió Adam. 
Se le encogió el corazón. 
-¿Que se iba de dónde? ¿De la isla? 
-Eso parece. 
No podía creerlo. Iba a perder el dinero de su familia si se iba antes de tiempo. 
Miró su reloj. La firma de los papeles iba a durar otros quince minutos y después tendrían que hacerse las fotografías oficiales en el palacio. 
Suponía que esa sesión iba a durar casi dos horas. Se dio cuenta de que, si no salía a su encuentro en ese instante, sería demasiado tarde. 
Se preguntó si habría decidido irse por lo que había pasado con el retrato. 
Le entregó a Adam su ramo de flores y el de la novia, que había estado sosteniendo mientras su hermana firmaba el certificado de matrimonio. 
-Ocúpate de los ramos durante un rato, tengo que comprobar algo... 
Adam tomó los ramos de flores con una mueca de preocupación. 
-Esto no quiere decir que el siguiente

que va a casarse soy yo, ¿verdad? 
Harry cerró su maleta de piel. Se sentía tan a pesadumbrado que le costaba respirar. No había sido su intención hacerle daño, pero lo había hecho. Aunque no quisiera, no parecía capaz de ir por la vida sin hacer daño a la gente. 
Y creía que ____ había sido su última víctima. Había arruinado su reputación y la gente iba a recordarla por el escándalo que había echado a perder la boda de su hermana. Esa boda que había planeado con tanto detalle... Sabía que de nada le iba a servir disculparse, que no iba a creerlo si le decía que no lo había filtrado él. 
Oyó un golpe en la puerta y recordó que tenía un coche esperándolo para llevarlo al puerto. Había decidido irse en ferry y evitar así llamar más la atención con el ruido de un helicóptero. 
Abrió la puerta y parpadeó al ver quién era. 
-¡____! 
-Tenía que verte. 
-¿Qué estás haciendo aquí? 
-Eso es lo que iba a preguntarte yo. 
Entró en la habitación y lo miró a los ojos. 
-Adam Brightman me dijo que te ibas. 
Dejó la puerta abierta. Supuso que no se quedaría mucho tiempo, que solo quería decirle lo que pensaba de él. Lo entendía, sabía que se merecía aquello. Se pasó la mano por el pelo. 
-Creo que ya he hecho suficiente daño. No quería quedarme para ver las consecuencias... 
Ella se quedó mirándolo fijamente con sus brillantes ojos verdes. 
-Sé que tú no mandaste la foto del cuadro a la prensa -le dijo ____. 
Harry frunció el ceño. 
-¿Lo sabes? 
Lo miraba con un gesto tan

serio, tan joven y fresco... Y era tan bonita... 
-Te conozco, Harry. Sé que te gusta reírte y bromear, pero nunca harías daño a alguien que te importa. 
-¿Crees que me importas? -respondió él. 
____ se quedó mirándolo a los ojos, de una manera tan directa y honesta que se quedó sin aliento. 
-Te importo más que el dinero de tu familia. De lo contrario, no habrías decidido irte. 
Se encogió de hombros, cómo si no le afectara lo que acababa de decirle. 
-No quiero el dinero de mi familia. De hecho, alguien está interesado en el cuadro. Me han ofrecido tres millones de libras. No está mal para un aficionado, ¿verdad? 
-Pero no vas a venderlo. De todos modos, no puedes. Todavía lo tengo y no te lo voy a devolver. 
-¿Quién crees que lo filtró a la prensa? 
-No lo sé... Probablemente un empleado del palacio. Suelo tenerlo guardado en un cajón, pero hace un par de días lo dejé en el tocador mientras iba con Madeleine a la modista. No sé quién fue, pero se lo puse fácil. Le bastó con hacerle una foto con un teléfono móvil, por ejemplo. 
-Supongo que tu hermana estará furiosa. 
-Al principio sí, pero se le ha olvidado todo al leer en Internet que la prensa la ve como la novia más bella desde los tiempos de la princesa Gracia de Mónaco. Un retrato mío en la bañera, por muy bien pintado que esté, nunca va a poder eclipsar a Madeleine. 
-Lo siento -le susurró él-. No sé por qué tengo tanta facilidad para complicarle la vida a la gente y hacer daño a todo el mundo. 
____ se acercó a él y le puso una mano en el brazo.


-Harry, por favor, no te vayas hasta después de la boda. Quédate estos últimos días. 
Retiró su mano para apartarse de ella y se giró para mirar por la ventana del ático. 
-Nada de lo que hago es por el dinero de mi familia -le confesó-. No hay dinero en el mundo para compensar lo duro que fue crecer sin una madre y tener un padre que prefería la compañía de una botella a la de sus hijos. 
Se volvió y la miró de nuevo. 
-Cuando llegué hace tres semanas, solo podía pensar en cómo recuperar mis derechos sobre el dinero de mi familia. Pero ahora... -comenzó con emoción y un nudo en la garganta-. La manera en la que confías en mí, el hecho de que hayas venido para decirme que sabes que no te he 
traicionado... Eso significa mucho más para mí que cualquier cantidad de dinero. 
Sus ojos comenzaron a brillar. 
-¿De verdad? 
Se acercó a ella y tomó sus dos manos entre las de él. Le encantaba sentir su piel. 
-Nunca he conocido a una mujer tan bella por dentro como por fuera. 
____ sonrió e hizo una mueca. 
-Adulador. 
-Lo digo en serio, cara. Eres la persona más bella que he conocido. Alguien con quien querría pasar el resto de mi vida. 
____ parpadeó un par de veces y abrió la boca. 
-¿Cómo? 
Harry la atrajo hacia sí. 
-Te estoy pidiendo que te cases conmigo. 
-¿Estás borracho? 
-¿Tan mal se me da esto que no me crees? Estoy tratando de decirte que te quiero. 
-Pero ¿cómo puedes quererme? 
-¿Cómo podría no hacerlo? Creo que me enamoré de ti desde que te

conocí -le aseguró tomando su cara entre las manos-. No me he dado cuenta hasta ahora, pero es así. Tú me haces ser una mejor persona. Me siento mejor cuando estoy contigo. Cásate conmigo, tesore mio. Sé mi princesita ahora y siempre. 
____ lo abrazó con entusiasmo. 
-¡Harry, no me puedo creer que esto esté sucediendo! Te quiero tanto. Me angustiaba mucho que te fueras, pero no quería ser una de esas mujeres que no aceptan el fin de una aventura. 
-¿Una aventura? ¿No era una relación? -le preguntó él con media sonrisa. 
Sus ojos se llenaron de lágrimas. 
-¿De verdad estamos prometidos? 
-Por supuesto. 
____ tuvo que parpadear varias veces para contener las lágrimas. 
-No puedo llorar, echaré a perder el maquillaje y Madeleine se enfadará si... 
De repente se llevó las manos a las mejillas. 
-¡Dios mío! ¡Tengo que volver a la catedral! Dejé a Adam con los ramos. 
Harry tomó su mano. 
-Venga. Vamos en mi coche, el chófer me está esperando abajo. 
____ salió del vehículo antes de que se detuviera del todo y entró corriendo en la catedral. 
Mientras tanto, Harry sacó el teléfono y marcó el número de su hermano gemelo con la esperanza de que estuviera en su misma zona horaria. 
En ese momento tan especial, sintió la necesidad de hablar con él antes de que se enterara el resto del mundo. 
Pero no contestó y tuvo que dejarle un mensaje. 
-Hola, soy yo. A lo mejor te pillo escalando una montaña o salvando ballenas, pero tenemos que hablar. Nuestro querido padre Gene Styles y Giatrakos están jugando con nosotros, pero supongo que ya lo sabrás... El 
caso es que tengo noticias importantes. Y no, no es una broma. Es de verdad. Te llamaba para que lo supieras antes que nadie. Llámame. 
____ caminó por el pasillo de la catedral detrás de los novios. El cortejo nupcial salía por fin de la catedral. 
Harry y ella habían acordado durante el trayecto desde el hotel no decir nada ese día, no querían robarle el protagonismo a los novios. Saber que él la amaba era todo lo que necesitaba para ser feliz. 
No podía creerlo. 
«¡Harry me quiere! ¡Harry me quiere! ¡Harry me quiere!», se dijo una y otra vez. 
Quería saltar y bailar, pero no era el momento. Se estaba aferrando con tanta fuerza al ramo que temía destrozarlo antes de que se hicieran las fotos oficiales. No podía soportar tener que guardar el secreto y no decírselo a nadie. Si no lo hacía, iba a pensar que lo había soñado todo. 
Se preguntó si para Harry también sería difícil no poder hablar de ello Siguió andando por el pasillo y lo vio entonces en la parte de atrás de la iglesia, apoyado contra uno de los pilares. Parecía aburrido, vio que bostezaba y sacaba su teléfono para ver sus mensajes. 
Le preocupó verlo así y temió que todo hubiera sido una broma de mal gusto, que en realidad no la quería ni deseaba casarse con ella. Pensó que quizás fuera solo un juego para él. O a lo mejor solo estaba fingiendo para poder acceder al dinero de su familia. 
Temía que se fuera de la isla tres días después, tal y como habían acordado en un principio. 
Pero, cuando pasó a su lado, Harry levantó la vista del teléfono y le envió un mensaje secreto con sus brillantes ojos. Era un mensaje tan alto y claro como si lo hubiera gritado desde la torre del campanario: Te amo. 
Fin.

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