
Lo que todo gato quiere (En librerías)
by ingridvherrera
Sinopsis:
¿Chicos guapos que se convierten en vampiros? Vamos, ¡eso ya paso de moda! Además, realmente, no creo que alguien sea guapo todo lleno de sangre. ¡Puaj!
¿Chicos fuertes que se convierten en lobos? Táchalo.
¿Sexys demonios? ¿Encantadores ángeles? ¿Qué es esto? ¿Una loca película épica? No.
Mejor sal a pasear, y quizás te encuentres con un gato que te cambie la vida.
La vida de Ginger jamás hubiera sido digna de contarse en una novela, hasta que se encuentra con un extraño gato callejero al que decide adoptar y al mismo tiempo mantenerlo oculto de la vista de sus restrictivos padres.
La estrategia parece ir de maravilla hasta que un día despierta y se da cuenta de que algo no anda bien: ahí donde debería estar el gato, hay un chico dormido ¡y totalmente desnudo!
Ahora, las experiencias de Ginger se vuelven dignas de contar al tratar de descubrir qué ha pasado con su gato y qué secreto oculta ese chico que ha aparecido en su lugar; haciendo que sus días transcurran en una inolvidable historia espolvoreada de romance y risas.
Lo que todo gato quiere
ESTA NOVELA CUENTA CON LOS PRIMEROS TRES CAPÍTULOS. ESTUVO COMPLETA EN WATTPAD DURANTE TRES AÑOS HASTA QUE EL LIBRO FUE PUBLICADO POR NOVA CASA EDITORIAL Y YA PUEDE SOLICITARSE EN LIBRERÍAS DE LATINOAMÉRICA Y ESPAÑA.
Al final de los tres capítulos hay más publicaciones con información. Todas las noticias sobre el libro se postean en la página de Facebook: Ingrid V. Herrera por si gustan conocer más de esta historia y las próximas.
Y ahora sí, te dejo comenzar tu lectura ¡ojalá la disfrutes!
Saluditos y bendiciones.
Sinopsis:
¿Chicos guapos que se convierten en vampiros? Vamos, ¡eso ya paso de moda! Además, realmente, no creo que alguien sea guapo todo lleno de sangre. ¡Puaj!
¿Chicos fuertes que se convierten en lobos? Táchalo.
¿Sexys demonios? ¿Encantadores ángeles? ¿Qué es esto? ¿Una loca película épica? No.
Mejor sal a pasear, y quizás te encuentres con un gato que te cambie la vida.
Prólogo
A un insalubre callejón de Londres, el señor y la señora Gellar llegaron.
Sus costosas ropas desentonaban con el arrabal, y la presión de la lluvia sobre sus cabezas los motivaba a terminar a prisa con lo que se traían entre manos.
El señor Gellar se adelantó, empujando fuera de su camino unas cuantas cajas mohosas y bolsas pestilentes. A un lado del contenedor de basura improvisó una casita de cartón con una manta de fina seda y unos cuantos periódicos.
-Rápido Sarah,
dámelo -le dijo a su esposa extendiendo las manos.
La señora Gellar arrebujó con más fuerza el diminuto bultito envuelto en una manta que sostenía en los brazos.
No quería hacer aquella cosa.
-¿Estás seguro Greg? ¿Qué va a decir Gerald cuando descubra que no está?
Lo que opinara su hijo Gerald, al señor Gellar no le importaba en ese preciso momento. Solo estaba aprovechando la hora de dormir del niño de modo que él no se diera cuenta de que en casa faltaba algo, hasta unas horas después del amanecer, tiempo suficiente para inventarle una excusa que le sonara convincente a un niño de tres años.
Pan comido.
-Sarah -la apuró.
Su marido estaba impaciente y ansioso, lo notaba en el temblor de sus manos extendidas.
Entre aliviada y angustiada, Sarah miró al gatito recién nacido que cargaba en sus brazos.
Tenía el tamaño de un ratoncito de cocina, sus diminutas orejas temblaban pegadas a su cabeza de color negro y ya comenzaba a emitir agudos y débiles maullidos en busca de la leche de su madre.
A pesar de sentir su alma estrujada al abandonar a una criaturita así, no podían permitirse conservarlo por dos razones: su madre ya no podía cuidar de él y su hijo Gerald era alérgico al pelo de gato.
Así debía ser.
Era lo mejor.
¿Y por qué se sentía tan mal?
Sacó del bolsillo de su abrigo de piel una fina cadena de oro con un dije ovalado y la ató holgadamente al cuello del gatito. Si pudiera recuperarlo lo haría y así lo encontraría.
La señora Gellar miró angustiada el rostro de su marido y un relámpago iluminó sus duras facciones.
El bultito pasó de las pequeñas manos de Sarah a las enormes y fuertes de Greg quien lo acomodó sobre el refugio que había armado.
Empapados y en un mortal silencio regresaron al Cadillac que los esperaba a la entrada del callejón y regresaron a su residencia dejando al gatito revolviéndose entre la manta, con el dije de oro centelleando al contraste con la intensa luz de luna llena.
=================
Capítulo 1
« ¡Y los Escorpiones de Dancey High son campeones por tercera vez consecutiva! »
AJÁ. ESO ES.
¡NUESTRO EQUIPO ES EL MEJOR!
El campo de rugby de la preparatoria pública Dancey High estalló en vítores y serpentinas rojas y amarillas, los colores oficiales de la escuela.
Los corpulentos jugadores chocaron sus cuerpos embarrándose el sudor de la victoria entre ellos, el entrenador les daba sonoras y varoniles palmadas en las espaldas de gorila; las porristas besaban a sus novios del equipo o saltaban canturreando la porra, agitando pechos y pompones.
Los espectadores saltaban en las gradas y se echaban la cerveza encima mientras que los perdedores de Abbott High salían discretamente para no ser abucheados, sin embargo a nadie le importaba, todos estaban ocupados festejando.
Todos menos la mascota del equipo.
Ese pobre disfraz mal hecho de escorpión que corría por el campo perseguida por la horda de jugadores que querían lanzársele para festejar... no se la estaba pasando bien y no le hacía ninguna gracia que los gorilas quisieran matarla.
«Oh, parece que Escorpi no quiere un abrazo. ¡Vamos, animemos a Escorpi! ».
Exclamó el locutor por los potentes altavoces distribuidos en las esquinas del campo.
Enseguida la porrista capitana lideró la porra en contra de Escorpi.
Era una perra.
¡ES-COR-PI. ES-COR-PI. ES-COR-PI!
Todos en las gradas la corearon. Eso era un complot. Era alta traición.
Ese pobre disfraz de ahí.
La
que corría por su vida a lo largo de todo el lodoso campo.
La que ahora se encontraba en el suelo.
Y a la que le estaban cayendo los jugadores, uno por uno.
Era la pobre Ginger.
Todos estallaron en bulla y aplausos. Cuando Ginger pensó que ya no podía respirar más, que ya se estaba ahogando con su propio sudor y que el calor de los diez cuerpos la neutralizaba, oyó el silbato del entrenador.
-Ya basta, aléjense de ella. Déjenla respirar, fue suficiente, bien hecho chicos.
Uno a uno se bajaron de ella y uno a uno se reacomodaron sus órganos.
Ginger quedó enterrada en el pasto y el lodo del campo, y el entrenador Callahan tuvo que tirar de ella mientras tosía el pasto que se había tragado.
Él le zafó la cabeza de escorpión de un tirón y encontró a una Ginger moribunda de calor, con el pelirrojo cabello apelmazado por el sudor, las pálidas mejillas sonrojadas y los parpados inferiores hundidos por la deshidratación.
-¿Estás bien? -le preguntó dándole una palmada en la mejilla la cualque le dolió. Con mucho esfuerzo eso era lo más delicado que el entrenador podía ser.
Ginger no pudo contestar porque tosió más tierra pero asintió con la cabeza.
-Qué bueno -dijo y se fue a festejar rudamente con sus chicos.
Mientras notaba que la dejaban sola en el campo, se sacudió la tierra y el pasto de su disfraz de escorpión, que viéndola de lejos parecía más un camarón debilucho.
Quería estar cerca de los jugadores, en realidad quería ser porrista, pero sabía que ni aunque
Keyra y sus secuaces estuvieran drogadas y ebrias la aceptarían. Es decir, bastaba con mirarla en el pasillo frente a su sobrio casillero mientras que los demás estaban personalizados, bastaba con ver la forma en que llenaba sus delgaditos brazos de libros mientras que los demás no cargaban ni con el aire, tan solo bastaba con ver su forma de vestir: al estilo bibliotecaria con esos lentes que se oscurecían a la luz del sol y esa mata de cabello rebelde que siempre llevaba pulcramente peinado en una trenza francesa.
Era la marginada tesorera de Dancey High; a la que si se le caía un libro, se lo pateaban; si se le caían los lentes, se los rompían; si entraba a un salón en su función de tesorera escolar y decía «Atención por favor» hacían todo menos eso; si alguien no había hecho su tarea, se la robaban y después la encontraba arrugada y manchada de vete a saber qué.
Ah, y encima quería ser porrista, pero era la mascota.
No importaba. De esa manera podía estar cerca de los jugadores y las porristas. Estaba todo bien.
En serio...
Tal vez.
Puso la cabeza de Escorpi bajo el brazo y caminó cojeando hacia el exclusivo vestidor de las porristas que era uno de los privilegios (en realidad el único) que gozaba. Entrar en la cede de lo fashion, las mini bragas, y los cuerpos talla cero.
Cada vez que Ginger entraba en ese lugar las demás se callaban de golpe como si estuvieran hablando de ella, no obstante desechó la idea porque eso sería un honor, no hablaban de ella, se burlaban de ella. Le metían
el pie cuando pasaba o le esbozaban muecas de nauseas como si fuera un cubo de basura al tope de moscas y la repelían.
Esta vez habían llegado lejos.
Al abrir su casillero, Ginger no encontró su ropa.
Con creciente alarma notó que ni siquiera estaba su mochila y si no estaba su mochila no estaba su cartera, y si no estaba su cartera no tenía dinero, y si no tenía dinero no podría tomar el metro.
Tenía que caminar de regreso a su casa. ¿Y si llovía? Era un hecho que llovería ¿Y si se hacía de noche? Bueno, ya era de noche ¿Y si la asaltaban? Qué diablos, no podían hacer eso porque no llevaba nada más que su virginidad por lo tanto podrían...
-O-oigan chicas-murmuró.
Nadie le hacía caso, todas estaban admirando la talla de brasier de Keyra Stevens.
-Disculpen... ¿han visto mi...?
Terminaron de vestirse y entre fuertes carcajadas salieron azotando la puerta y dejando a Ginger sola con su alma.
Todo lo que quería era quitarse el disfraz pero no podía irse en ropa interior... sí, así es, todo lo que traía puesto era ropa interior.
Sin más retraso salió del vestidor a los pasillos y empujó las puertas de cristal de la salida.
La masa de alumnos se congregaba en el aparcamiento y todos se iban en sus autos, listos para celebrar y hacer desfiguros a otro lado. Ginger se vio tentada a pedir aventón a alguien pero ¿a quién? No tenía amigos.
Mientras caminaba por Baker Street mantenía la cabeza gacha pero eso no evitaba que los transeúntes la miraran y los más pequeños la señalaran «Mira
mami, un camarón». No habían ojos que no se torcieran hacia ella, la ponían nerviosa y la hacían caminar más a prisa.
Zigzagueaba para evitar los charcos de la lluvia anterior. Había llovido durante el partido y aun así no impidió que siguieran adelante, lo cual no fue favorecedor para Ginger porque Escorpi terminó oliendo a perro mojado.
Una gota explotó en su respingona y pecosa nariz.
Miró al cielo y divisó esas grandes nubes grises a contraste con la oscuridad parcial que antecede a la noche.
La gente ya se disponía a cerrar los locales y Ginger cruzaba la zona de los callejones.
Comenzó a sudar solo de imaginarse la clase de maleantes que podrían estar aguardando por una víctima tras los mugrosos contenedores de basura. Pensó en todas las señoritas que fueron víctimas de Jack el Destripador. Ginger estaba en una situación parecida a la que estuvieron todas ellas antes del crimen, salvo que distaba mucho de parecer prostituta.
Un estrepitoso ruido detuvo su corazón y luego lo hizo latir muy rápido. Era como varios baldes metálicos cayendo al suelo.
Una mancha negra pasó como una exhalación por los pies de Ginger, seguida de un hombre gordo que salía corriendo a tumbos por la puerta trasera de un callejón mientras agitaba una escoba en el aire, vestía un mandil blanco manchado de sangre y grasa.
-Maldito bicho, ¡vuelve a meterte con mis carnes y te convertirás en una hamburguesa! -masculló el hombre saliendo a la húmeda banqueta.
El carnicero se limpió el
sudor de la frente con su peludo y gordo brazo, embarrándose de sangre y miró a Ginger de arriba hacia abajo tratando de descifrar de qué diablos iba disfrazada.
-Oye niña, si ves a esa mascota del demonio tráemelo, ¿entiendes?
Ginger asintió enérgicamente con la cabeza y siguió rápidamente su camino.
Antes de llegar a la esquina, en la entrada de otro callejón, vio un gato de pelaje negro y brillante que le daba la espalda.
Sabía que en cuanto se acercara lo asustaría y saldría corriendo al recoveco más cercano, así que trató de amortiguar el sonido de sus pasos.
A pesar de sus esfuerzos, las puntiagudas orejas del gato comenzaron a girar y retorcerse como una antena tratando de sintonizar la señal. Cuando hubo encontrado la frecuencia de los pasos miró sobre su hombro y la enfocó.
Ginger se detuvo en seco y se quedó congelada, sin mover un solo músculo, tratando de que no saliera huyendo.
El animal fijó su felina y afilada mirada en ella. Tenía unos impresionantes ojos azul turquesa que parecían realzarse en 3D sobre su pelaje negro.
Con la arrogante elegancia que suele caracterizar a los gatos, se levantó y giró hacia ella agitando la cola de un lado a otro.
Oh, no. Ginger no era tonta, veía demasiado Animal Planet como para saber que la mirada fija y la cola danzante era un gesto equivalente al de una serpiente sonando su cascabel. El gato adelantó una pata. Ginger retrocedió un pie, y después con mucho cuidado rodeó al mínino para poder pasar como si de un precipicio
se tratara, mientras el gato giraba la cabeza en su dirección, siguiéndola con la mirada.
Con un estremecedor escalofrío, Ginger cruzó la siguiente calle, ya se encontraba más cerca de su casa.
-Miauu.
Reprimió un grito y dio un respingo. El carnicero tenía razón. Tal vez si era la mascota del demonio. Ahí estaba esa bola de pelo negra mirándola directo a los ojos, ronroneando y moviendo lentamente la cola de derecha a izquierda. Se acercó con parsimonia hacia ella. Ginger tenía miedo de pensar que si corría, él se le engancharía en la pierna.
-No, no, no. No te muevas -le suplicó mientras ella retrocedía los pasos que daba el gato- gatito, lindo gatito...ay Dios, me das miedo.
Tras su espalda escuchó el pitido de los autos, había llegado al borde de la banqueta y no podía seguir retrocediendo sin que la aplastaran como a un sapo. El gato se acercó tanto a ella que se podían tocar. Levantó el lomo y se enroscó en la pierna de Ginger, restregándose. Ella soltó el aire que había estado acumulando en su interior. Después de todo no iba a morir siendo asesinada por un gato. Se puso en cuclillas y le extendió su mano con la palma abierta hacia arriba. El animal la olisqueó un momento y luego restregó su sonrosada nariz y su mejilla contra ella.
Ginger le rascó tras las orejas, le deslizó la mano sobre el lomo hasta la cola provocando que el gato se arqueara. Gin se rio.
-Eres muy lindo.
Él maulló como diciendo
«lo sé» y cerró sus preciosos ojos azules mientras le rascaba el cuello. Su pelaje estaba mojado pero era muy suave. Ginger tocó algo extraño bajo el pelo de su cuello.
-Vaya, ¿qué tienes aquí amigo?
Se agachó un poco más y sus dedos jalaron una enredada cadena de pequeños eslabones dorada.
-¡No puede ser! ¿Cómo es que tú tienes cosas de oro y mis padres solo me dan de plástico?
El gato protestó porque había dejado de acariciarlo y Ginger le frotó la barbilla con una mano mientras que con la otra le daba vueltas a la cadena sintiendo la vibración de su ronroneo bajo los dedos. Se encontró con un pequeño óvalo dorado, un escudo grabado en una cara y un nombre en la otra.
-Se...Sebastian -leyó- ¿Te llamas Sebastian? -Miau. -No te ofendas ¿quieres? Pero normalmente a los animales se les pone nombres ridículos como Skipie, Pulgas, Manchas, Rex o algo así pero ¿Sebastian? ¿Quién es tu dueño? ¿Paris Hilton?
Un trueno golpeó el cielo, un relámpago lo iluminó y las nubes soltaron la lluvia.
-Ay no.
Ginger no lo pensó ni dos veces; tomó la cabeza de Escorpi con una mano, a Sebastian el gato con otra y echó a correr, salpicando con sus pisadas el agua de los charcos. Al llegar a su calle sintió que las fuerzas le faltaban y la lluvia le borraba el camino a su de por sí miope vista.
Subió las tres escalinatas de la entrada y antes de aplastar
la yema de su dedo contra el timbre, se acordó del gato que llevaba rebotando en el brazo. El pobre se había empapado de nuevo y sacudió la cabeza haciendo tintinear su collar. A Ginger no se le había ocurrido qué diablos era lo que iba a hacer con él. Definitivamente sus padres no la dejarían tener otra mascota, y menos tratándose de un gato. Su madre les tenía alergia porque soltaban demasiada pelusa.
Un trueno volvió a viciar el sonido de la lluvia que repiqueteaba en la calle adoquinada y Ginger tomó su decisión: definitivamente no tenía corazón para dejarlo ahí afuera en la tempestad. Si lo escondía muy bien en algún rincón de su habitación tal vez su madre no se diera cuenta, además, ese día le tocaba hacer guardia en el hospital donde trabajaba y su padre tenía una cirugía programada para altas horas de la noche así que...
Metió la bola de pelos en la cabeza de Escorpi, consciente de que no estaría cómodo.
Y precisamente, siseó irritado.
-Shh, cállate solo será un momento.
Pulsó el timbre repetidas veces, con una bastaba pero esa era la costumbre que irritaba a toda su familia y que a ella le daba placer.
Del otro lado de la puerta se oyeron pasos apresurados acompañados por pezuñas y ladridos.
-¡Honey, perro malo, no arañes la puerta!... ¡Gin! Santo Dios. ¡Mira cómo vienes cariño! Entra qué esperas. ¿Que llegue navidad?
La señora Kaminsky, «Kamy» la empujó dentro del calor de la casa. Era la niñera de Ginger desde que ella
tenía uso de razón y con los años se convirtió en parte de la familia.
Le fascinaba llegar a casa con el recibimiento delolor dulzón a galletas de mantequilla en el horno, el calor proveniente de lachimenea encendida en la sala y la estación de «la hora clásica» saliendo del viejo radio de su padre.
En ese momento la canción de Frank Sinatra Singin in the Rain era muy apropiada para la ocasión.
Mientras Kamy subía las escaleras en busca de una toalla caliente, Honey, el perro labrador de la familia que debía su nombre al color miel de su pelaje, olfateó a Ginger frenéticamente.
Debía percibir el olor de Sebastian y Sebastian a su vez debía percibir a Honey porque los pelos de su lomo se erizaron y el perro comenzó a gruñir por lo bajo.
Cuando Kamy bajó con la toalla, trató de despojar a Ginger de su «uniforme».
-¡No!... es decir, no te preocupes. Yo me encargo, subiré a cambiarme.
-Como quieras -dijo Kamy con mirada perspicaz-, pero no te vayas a resbalar, Ginger, por favor, tus padres ya tienen suficiente trabajo en el hospital como para atender otra pierna rota.
Ginger salió de cambiarse y al abrir la puerta de su habitación se encontró a Sebastian empapando el centro del hermoso edredón rosa de su cama mientras se acicalaba tras las orejas con una pata que ensalivaba previamente
-Gato malo, bájate de ahí -lo ahuyentó
con las manos y él fue directo al piso.
Sebastian la observaba mientras ella iba de un lado a otro buscando en los cajones trapos viejos o rotos. Todo lo que encontró fueron viejas bragas agujeradas.
-... y por favor, por ningún motivo quiero que salgas de esta habitación. ¿Entiendes?...- ¿Qué se suponía que iba a entender? Era un gato y no entendía la mayoría de las palabras humanas-... porque si mi madre te llega a ver, Dios, no sé ni lo que pueda pasar -se detuvo contemplativa-. No, sí sé. Estallará la tercera guerra mundial -exclamó haciendo un ademán de explosión con sus manos.
Encendió la calefacción empotrada muy cerca del suelo y trató de arrastrarse con dificultad bajo la cama. Quedaba claro que no servía para el ejército, pero tenía que cumplir con la peligrosa misión de hacer una cama con el montón de bragas. Puso un tazón con leche y otro con agua y por último trajo consigo una caja de zapatos misteriosa.
Se agachó frente a Sebastian y le inclinó la caja para que asomara la cabeza.
Estaba llena de arena medio mojada con una que otra hierba de jardín.
-Escucha: esto -señaló dentro de la caja con un dedo- es para que hagas tus necesidades, ya sabes, eres un gato y los gatos escarban -hizo ademán de escarbar sin tocar la tierra- y hacen pis o hacen pup -se levantó y volvió a escabullirse bajo la cama-. Te lo voy a dejar aquí y espero que recuerdes todo lo que te he dicho.
Sebastian no entendió una sola palabra pero caminó cauteloso a la braga-cama, olisqueó el detergente con el que estaban lavadas, escarbó un poco para ahuecarlas, dio un par de vueltas alrededor de sí y se hizo un ronroneante ovillo negro envolviéndose con su cola.
Ginger lo observó un momento hasta que sus párpados pesaron como el plomo y se metió en la cama.
=================
Capítulo 2
Ginger se despertó con el agradable sonido de las gotas de lluvia queriendo traspasar el cristal de su ventanal en la mañana.
Eso y otro sonido.
Cuando la señora Kaminsky no tomaba sus pastillas para los ronquidos antes de dormir... pues roncaba; pero Santo cielo esa vez superaba el límite de los decibeles. El sonido era tan intenso y rasposo que bien, roncaba con todas sus fuerzas pulmonares o...
Ginger abrazó la almohada contra el pecho y lentamente asomó la cabeza al borde de la cama.
Había una sábana tirada en el suelo en la que se podían distinguir dos bultos extraños.
Con mucha cautela, tomó la sábana de un extremo y la jaló hacia arriba dejando ver dos largas, peludas, desnudas y fuertes piernas saliendo bajo la cama.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhh -gritó Ginger retrocediendo en la cama mientras se aferraba con las uñas a la almohada.
Sintió un golpe bajo en la cama que hizo levantar un poco el colchón del lado donde tenía su trasero. Se levantó tambaleante y trató de subirse a la cabecera de la cama. Parecía una damisela en una isla rodeada por un tiburón.
-¡Auch!
Los golpes en la puerta la sobresaltaron.
-Ginger, ¿qué pasa ahí dentro? ¿Por qué gritaste? ¿Estás bien? -dijo Kamy con la voz amortiguada tras la puerta de madera.
-Ah...sí. Fue solo una cucaracha.
Tremenda cucarachona más bien.
-Ay Ginger, pues mátala, corazón. Espero que no hayas despertado a tus padres, llegaron hace un par de horas.
-Está bien, yo me ocupo, Kamy.
Cuando los pasos de Kamy se alejaron por el pasillo,
Ginger volvió a asomarse por el borde de la cama pero ya no había nada.
Era como si todo lo que sus padres le habían dicho sobre el Coco se estuviera volviendo realidad.
Se asomó por las otras orillas pero tampoco había nada.
Quería bajarse de la cama y salir corriendo por la puerta pero tenía miedo de que si lo hacía le jalaran el pie y la arrastraran bajo la cama, quien quiera que estuviese ahí.
-Oh, no.
Sebastian.
¡Sebastian estaba ahí! Se lo habían comido.
-Oh, Dios.
Ginger se estremeció de solo pensarlo.
Logró saltar hasta una silla cercana y tomar una larga regla de madera entre sus manos a modo de arma blanca. Aunque no lograra verse peligrosa porque las manos le temblaban como maracas, le daba algo de fuerza.
Subió a su escritorio, la puerta ya le quedaba a un lado así que bajó un pie después de otro y despacio pegó la mejilla a la alfombra para ver bien qué diablos era la bestia que habitaba bajo su cama.
Todo lo que su miope vista lograba ver desde esa distancia era un ovillo de piel humana que apenas cabía ahí debajo, sobándose la cabeza.
Aprovechando que el humanoide no le prestaba atención, Ginger se acercó arrastrándose, regla en mano, hacia allá.
Cuando estuvo más o menos cerca para que su arma alcanzara a esa cosa, le picó las costillas con la punta.
-¡Ay! -el individuo dio un respingo volviéndose a golpear la cabeza con la base del colchón.
Volteó y sus ojos se encontraron con los de Ginger que enseguida se abrieron como dos platos tamaño familiar.
Él
salió debajo de la cama arrastrándose hacia atrás con gran agilidad y cuando se levantó, Ginger solo podía verle de los pies hasta la mitad de las pantorrillas.
Se levantó ella también y simplemente no dio crédito a lo que vio.
Antes de que Ginger soltara la regla que, cayó con un rebote sordo sobre la alfombra, y se cubriera los ojos con las manos, lo vio.
Había un hombre completamente desnudo del otro lado de su cama y ella por poco se orina de miedo.
-¡Dios mío! -exclamó ella ¿Qué otra cosa podía hacer más que invocar a Dios?
-¡Lo siento! -el hombre retrocedió más y se topó con una cortina púrpura floral que usó como toga romana para cubrirse los atributos masculinos. Esos que ya sabemos cuáles son.
-¿Quién diablos eres tú? -preguntó Ginger mientras se tapaba los ojos con una mano y con la otra tanteaba el piso en busca de la regla.
-¿Yo? ¡Yo soy yo!
-Ah, no me digas -dijo en tono claramente sarcástico-. Pues será mejor que salgas de aquí antes de que te muela a palos -se acercó lo más amenazante que pudo, blandiendo la regla con ambas manos como si fuera un bate de béisbol.
El hombre, cuando vio que ella estaba más cerca, extendió una mano como escudo y suplicó por su vida.
-¡No, por favor!
-¿Por favor? ¿Todavía osas decir «por favor»?
-Diablos ¿Qué te pasa? ¿Tienes memoria de pez? ¡Soy yo! Recuerda, demonios. Me recogiste ayer. Sebastian.
«Sebastian. Sebastian. Sebastian».
A Ginger se le paralizó la sangre, se coaguló y luego se secó.
Estaba
petrificada.
Incluso antes de que él dijera todo eso, ella ya estaba bajando poco a poco la regla, derribando sus fuerzas.
En una milésima de segundo recordó el día de ayer.
La bola de pelos huyendo del carnicero, la bola de pelos mirándola de forma penetrante, la misma bola de pelos que había acariciado, la que se le había restregado en la pierna ronroneando, la que había acogido en su casa de contrabando y le explicó todas aquellas cosas vergonzosas de la caja de arena ¿Cómo le dijo? Ah, sí. El pis y el pup.
Sus mejillas se encendieron y luego, jadeante, se fijó en la fina cadena de oro que colgaba de su cuello y el óvalo que descansaba en el hueco entre sus dos clavículas.
«Sebastian»
-Soy yo.
Su profunda voz distaba mucho del maullido agudo con el que lo había conocido y de inmediato levantó la vista y lo miró a la cara.
Casi le da una segunda era de hielo en la sangre al ver lo embriagadoramente atractivo que era.
Seguía luciendo sus rasgos felinos en la forma de sus ojos, en su intenso color azul en el que cualquiera podría ahogarse feliz, la intensidad de la mirada y sobre todo, el cabello: negro azabache increíblemente brillante a contra luz y de apariencia tan suave que Ginger se preguntó si sería igual de suave como un gato si enterraba la mano en el.
La era de hielo se derritió para dar paso al calentamiento global en sus mejillas.
Soltó la regla y se llevó una mano a la frente mientras arrastraba los pies hasta el borde de la cama, necesitaba desesperadamente sentarse para no desmayarse en el suelo.
-Eres
tú -susurró con la vista perdida en algún remolino de la alfombra.
Sebastian observó en silencio el debate interno que estaba teniendo Ginger.
Luego de un momento de pensamientos implícitos en el aire, Ginger levantó sus ojos verdes hacia Sebastian y dijo algo que lo dejó desconcertado.
-Yo que tú, me quitaba de ahí.
Sebastian frunció el entrecejo confundido.
-¿Por qué lo dices? -preguntó cauteloso de la respuesta.
-Porque todo Londres verá tu trasero.
Sebastian se apretó más la cortina al cuerpo y miró por encima de su hombro.
Tras de sí tenía una ventana. No... ¡era un monstruoso ventanal del infierno y su trasero estaba pegado al cristal como un cachete!
Lo primero que hizo fue mirar hacia la banqueta y sus pulmones se desinflaron de alivio cuando comprobó que no había moros en la costa, ni autos ni personas ni nada...
Hasta que bajó la vista a las escalinatas de la casa y vio a la mujer del correo con la mandíbula desencajada, los ojos totalmente salidos de sus órbitas y la correspondencia suspendida en el aire a medio entrar en el buzón.
Se dio la vuelta rápidamente hasta enrollarse completamente.
Aquello merecía el premio mayor a la vergüenza.
Ginger contuvo una risita que no pudo controlar y se convirtió en una carcajada que trató de amortiguar contra una almohada.
Sebastian gruñó soltando un par de palabrotas.
-Maldición, no puedo vivir así -murmuró para sí mismo- ¿No tienes ropa que me prestes? No sé, de algún hermano, padre, novio...
Ginger hizo una mueca con esa
última palabra.
<< Novio >> era la palabra que más le gustaba y la que menos usaba porque no tenía.
Qué mundo tan cruel.
-Veré que puedo hacer, pero eres más alto que mi papá así que no prometo gran cosa.
-Sí, sí, lo que sea, pero que sea ahora... por favor.
Ginger sonrió enternecida.
Era grande, era delgado pero musculoso, tenía una espalda que parecía entrenada para patear traseros en el rugby y parecía de esos chicos malos que dicen << Tú. Yo. A la salida. Te espero. Madrazos >> y sin embargo, era tan indefenso como un gatito.
Después de dejar a Sebastian cambiándose en el cuarto y advertirle de nuevo que no se le ocurriera siquiera mirar fuera del pasillo, Ginger bajó a desayunar.
Al pie de la escalera la esperaba Honey meneando la cola con ahínco, pero adoptó una actitud más cautelosa al olfatear la pierna de Ginger, debía notar el olor a lluvia que desprendía la piel de Sebastian.
-Chst, no vayas a delatarme Honey -le dio unas palmadas en la cabeza y entró en el comedor.
Adentro, sus padres ya estaban sentados en la mesa, cosa que no le sorprendía porque así era su ajetreado ritmo de vida: trabajar mucho, dormir dos segundos, desayuno, trabajo y adiós.
Su padre estaba en la cabecera del comedor frente a la chimenea, oculto por el Times de Londres mientras alargaba una mano para alcanzar su taza de café.
Su madre enviaba un mensaje de texto desde su BlackBerry, seguramente avisando al hospital que llegaría en quince minutos a la cirugía programada.
No notaron
a Ginger hasta que arrastró la silla para sentarse.
- Buenos días, cielo -dijo su madre sonriéndole dulcemente.
Su padre bajó el periódico un momento y la saludó con un gesto levantando su taza de café tamaño familiar.
-Vaya, ya era hora de quela bella holgazana se despertara -entró Kamy con una bandeja de plata ofreciéndole a Ginger un plato con melón y miel- ¿Pudiste eliminar a la cucaracha?
Ginger casi se atraganta con el pedazo de melón.
- Cuca... ¿cucaracha? Ah, sí. Debiste verla, era enorme.
- Kamy, ¿hay cucarachas en la casa? -preguntó la madre de Gin con cara horrorizada.
-No lo creo, nunca me he topado con ninguna.
- Loren, tranquilízate, no te van a comer viva, en todo caso llamaré a un exterminador-dijo su padre en tono distraído sin bajar el periódico.
- Derek, no es cualquier cosa ¿Qué tal si uno de esos bichos muerde a Ginger? Todavía no supera todas sus alergias.
Cielos, ¿las cucarachas mordían? Ginger no lo sabía pero la verdad era que ni siquiera le daban miedo los bichos, es más, hubo un tiempo en que los coleccionaba muertos bajo su cama, pero claro, si su madre se enteraba: bienvenida la tercera guerra mundial.
La tenían encerrada en una bola de cristal esterilizada y al vacío que, al principio, cuando era niña estaba bien, pero ahora ya casi cumplía los dieciocho y le acarreaba problemas.
Todavía no le daban su primer beso, todavía no tenía novio, todavía era virgen, y todavía no podía encajar en ningún lugar, ni sentarse en una mesa
de la cafetería con alguien a quien considerara su amigo.
Entonces recordó al tipo que escondía en su habitación.
A Sebastian.
Tenía muchas preguntas que hacerle y francamente todavía no sabía por dónde empezar.
¿Cómo es que se evoluciona de gato a humano en una sola noche? ¿Los humanos venían del gato y no del mono?
Cielos, vivía engañada. Maldita escuela.
Mientras pensaba en todas las posibilidades del origen del mundo y la inmortalidad de las cucarachas, Ginger se sobresaltó cuando su madre le dio un beso de despedida en la frente y su padre le revolvió el cabello como si fuera un chico. Con algo de suerte no los vería hasta la mañana siguiente, tiempo suficiente para pensar en qué hacer con el chico de su habitación.
Momento...
¡Había un chico en su habitación! ¡Uno de verdad! ¿Por qué no se le había ocurrido?
Impulsivamente se miró el pecho, todavía llevaba puesta su enorme pijama rosa de los Ositos Cariñositos, alargó el cuello hasta verse en el espejo sobre la chimenea y se horrorizó de lo que vio.
Su cabello parecía un nido de avestruz de un lado y del otro parecía que la había lamido un camello.
Se levantó inmediatamente dejando el melón a medias y corrió al baño más cercano.
Sabía que no conquistaría ni a su perro pero no podía permitirse que Sebastian, siendo tan guapo como era, la viera en esas fachas.
Trató de alisarse el cabello con un poco de agua del grifo, se sonó la nariz, lavó sus dientes hasta que las encías se le enrojecieron y, como no podía subir a su habitación
todavía, corrió al cuarto de lavado sacando frenéticamente la ropa lavada del cesto hasta que dio con unos jeans ajustados, una blusa de tirantes azul y un suéter rosa con el cierre adelante.
Se escabulló hasta la cocina donde Kamy tarareaba London bridge is falling down y logró rescatar el melón que no se había comido del refrigerador.
-¿Qué haces?
Sebastian miró por encima de su hombro con un bigote de leche embarrado en la cara y luego se giró completamente dejando ver el tazón que Ginger le había dejado la noche anterior bajo la cama.
-Me moría de hambre.
Ginger cerró la puerta tras su espalda y sonrió con ternura, seguía pareciendo un gato hasta en la forma de encoger los hombros.
- Eso no es comida, mira -le extendió el plato con melón-, traje esto para ti.
Sebastian se acercó con ese caminar lento, como un felino, elegante,
preciso. Tomó el plato, lo olisqueó un poco y lo aceptó.
- Vamos, no seas tan melindre.
- No lo soy, me cuido de no comer cosas envenenadas -al notar la ofensa en esas palabras añadió-. No digo que esto esté envenenado es solo que -se embutió un pedazo de fruta y habló con la boca llena- me ha tocado comer ratones envene...
Al ver la cara de horror de Ginger se detuvo a media frase.
Sebastian se sentó en una silla con asiento de peluche rosa que contrastaba ridículamente con su masculinidad mientras Ginger se tumbaba sobre el estómago en la cama y recargaba la barbilla en sus manos.
Lo observó atiborrarse con la comida tan fascinada como si estuviera contemplando los fuegos artificiales de Disneylandia.
Y es que, lo era todo.
Cada gesto que hacía, por más pequeño que fuera... Dios, era como una pantera.
La forma en la que se lamía el labio superior para limpiarse los restos de melón, su mirada de satisfacción y concentración al comer, notó que la ropa le quedaba un poco corta, pero la camisa de manga larga en particular...
Uh, la, lá.
Se le ceñía a los músculos de los brazos, a los anchos hombros, al pecho, al sixpack del abdomen, a todo. Solo le faltaba ver qué tal tenía la espalda, je, je, probablemente muy bien...
¡Y no! Ya basta.
Ginger sacudió la cabeza. Se estaba distrayendo con cosas con las que jamás hubiera pensado que su mente era capaz de proyectar en la imaginación.
Terminó de comer con una felina sonrisa en sus sonrosados labios y dijo:
-Gracias, es lo más delicioso
que he probado desde... pues desde siempre.
Se palpó el estómago como si estuviera a punto de reventar cuando en realidad lo notaba más plano que nada.
-Sebastian, he querido preguntar -comenzó en un tono demasiado formal muy típico de Ginger- ¿Cómo es que tú...? Bueno, ya sabes...
-Al grano Gina...
-Ginger.
A Ginger le ganó la vergüenza y Sebastian se daba perfecta cuenta de lo tímida que era.
Se levantó de su silla y caminó hacia el ventanal. Sí, así es. El ventanal. No le guardaba rencor después de todo.
-¿Quieres saber por qué me encontraste siendo un gato y amanecí siendo humano?-preguntó mirando al exterior (ahora transitado) ahorrándole el sufrimiento a Ginger.
-Sí -contestó en voz débil, temiendo que él no quisiera contestar en caso de que la historia fuera desagradable o el pasado lo hiciera llorar.
Sí, como no. Ni que fuera ella.
Él se recargó contra el helado cristal y cruzó los tobillos perezosamente. Desde ahí, Ginger tenía una vista panorámica de su trasero que estaba como para comérselo.
Santo Dios, en lo que piensa la juventud de hoy. Inevitable, pero cierto.
Se obligó a prestarle atención mientras contestaba.
-Solo sé que ha sido así desde siempre -empezó con un rastro casi imperceptible de nostalgia en la voz.
-¿No lo recuerdas?
Sebastian negó con la cabeza y volteó hacia ella, sus ojos destellaron con el reflejo de la luz.
-No lo entiendo -dijo Ginger un poco más suelta- ¿Por qué cambias? ¿Tiene que ver con la luna? ¿Alguna
fecha en especial? ¿Es tu cumpleaños? ¿El calentamiento global? ¿Es la maldición de los doce horóscopos chinos? ¿Eres un transformista?
Sebastian ya no podía entender nada de tan rápido que hablaba, al final no pudo contener reírse y agitar la mano en un gesto de negación.
-Pero qué imaginación. No, no, nada de eso- dijo luego de que ella se logró callar-. Me tomó casi toda la vida descubrir qué me hacía cambiar, pensé en todo lo que has dicho, pero al final, solo es una cosa- miró al exterior, a donde las nubes lloraban y sus lágrimas caían en la banqueta-: el agua.
Ginger no daba crédito.
De todas las cosas vudú que se le habían ocurrido, el agua era la respuesta. Ay por favor eso era... ¡Increíblemente ridículo!
Hizo una mueca en un gesto escéptico.
-¿Cómo puede el agua hacerte eso? Si es tan...
-...inofensiva -concluyó él.
Ginger se sentó al filo de la cama, parpadeante.
Y no se esperaba lo que Sebastian estaba a punto de hacer.
Se acercó a la cama y se sentó tan cerca de ella que sus muslos se rozaron levemente.
Sentía que su espacio estaba siendo violado, jamás de los jamases, un chico se le había acercado tanto, no sabía que el simple roce de la tela de su ropa pudiera desatar en ella semejante coctel de sensaciones.
Sebastian puso las manos hacia atrás enterrándolas en el colchón y miró las molduras del techo alrededor del pequeño candelabro de Ginger.
-Sucedía cada vez que llovía y yo no me refugiaba. ¡Puff! En un momento me estaba comiendo un hotdog
-ahuecó su mano a la forma de un hot dog invisible- y al otro...-inclinó la mano dejando caer el hotdog- estaba en cuatro patas sobre un charco.
Ginger se fascinó de la escena que se formó en su mente.
Se imaginó a un Sebastian pequeño convirtiéndose en un gatito indefenso sin poder caminar, sin que sus ojos se hayan abierto aun, arrastrándose por algún callejón mugroso y húmedo.
Miró su ancha espalda y tuvo el desesperante impulso de frotar una mano en ella para consolarlo por todas esas veces que había llovido, porque, hasta donde sabía, Londres era la ciudad más lluviosa del mundo, lo que significaba un montón de transformaciones a lo largo de su vida.
-Si el agua te hace cambiar cómo regresas a... ser tú.
-¿Tú que crees?
Dios, no lo pudo soportar.
Giró los ojos hacia ella con la mirada sensualmente afilada y una sonrisa en los labios.
A Ginger se le nubló la conciencia un momento.
Se dio unos golpecitos en la barbilla con el dedo y torció la boca, algo que siempre hacía en los exámenes de matemáticas.
-Veamos, si el agua te moja; te conviertes. Y lo contrario...
-Ya estás cerca -dijo él como si pudiera oler lo que ella estaba pensando.
-Lo seco.
-¿Cómo dices?
-Vuelves a tu forma humana una vez que te secas -los ojos de Ginger brillaban de emoción, la misma emoción que le producía ser la primera en resolver los dichosos problemas de mate... para que después se los copiaran como buitres carroñando un bisonte muerto, claro-, es por eso que anoche cambiaste, porque... -miró la calefacción empotrada entre la pared y el piso-, porque yo encendí la calefacción y te sacaste más rápido -culminó enarcando una ceja- ¿No es así?
Ambos bajaron la vista y se dieron cuenta de su posición.
Mientras Ginger hablaba, no se había dado cuenta de que inconscientemente se inclinaba cada vez más y más a Sebastian dejándolo al borde de estar tumbado sobre la cama.
Movido por la inercia, sus ojos aterrizaron justo en los labios entreabiertos de Ginger y cuando su cerebro logró entender lo que su cuerpo quería hacer se disparó la alarma contra incendios que se imaginaba en su interior y retrocedió.
-Vaya...eres... -carraspeó- muy lista.
<< Muy bonita >>
Ginger tardó más tiempo en reaccionar, no demasiado, pero inmediatamente se sonrojó hasta el cuero cabelludo.
Se levantó de un salto, buscó sus gafas para ocultar su rostro y comenzó a recoger torpemente el tiradero de su habitación como si así pudiera construir un escudo protector entre ellos.
Porque la afectaba.
La mirada tan profunda de aquel, la afectaba como él no tenía idea.
-Y dime -pronunció Ginger mientras se retiraba un mechón de la cara al agacharse para recoger una camiseta-; si sabes que el agua te hace ser gato, ¿por qué no te compras una sombrilla o tratas de evitarla?
En ese momento no veía la expresión de Sebastian, pero sabía que su rostro se torcía en una mueca.
-No es tan fácil, tarde o temprano también tengo que bañarme ¿no?, y eso no es algo que me guste hacer. Si las cosas fueran diferentes para mí, sería sencillo quedarme horas bajo una ducha por el simple placer de que el agua caliente relaja los músculos, así que, odio el agua tanto como los gatos de verdad.
=================
Capítulo 3
Era poco más de medio día y la señora Kaminsky había salido a hacer unas compras, por lo tanto, Ginger estaba sola. Con Sebastian. Que era un chico.
Un chico.
Le gustaba pensarlo y hacer gestos desdeñosos frente al espejo.
-Oh, ¿Qué dices Keyra? ¿Qué mi novio está más bueno que el tuyo? -se abanicó con la mano- Ji, ji, ji. Pues sí. Está más bueno que un chocolate caliente.
-Ginger ¿Irás a tardar mucho? -la voz impaciente y amortiguada de Sebastian la sobresaltó al otro lado de la puerta del baño principal.
- No. ¿Por qué? ¿Quieres entrar?
Ay, Dios. Mejor hubiera dicho << ¿quieres entrar después de mí?>>
- No, pero es que... ¡auch! Tu perro no deja de amenazarme de muerte.
La situación estaba así:
Tratar de sacar a Sebastian al otro lado de la puerta principal era como tratar de meter a un gato en la bañera.
Tenía
las manos aferradas al umbral de la puerta con mucha fuerza.
- Sebastian, esto es ridículo, los vecinos están mirando hacia acá. Sal de una vez. ¿Acaso no estás aburrido de estar encerrado todo el día en mi habitación?
- ¿Estás loca? ¿Qué tal si llueve? ¿Eh?
- Acaba de llover. No volverá a pasar hasta dentro de muchas horas.
- Solo mira esa nube -señaló una gigantesca masa irregular gris en el cielo.
Entonces Ginger se acordó de algo que no le había preguntado antes y se sintió desconsiderada en ese momento.
- ¿Te duele al cambiar?
Él la miró por encima del hombro.
- No, creo que no... no lo sé, ni siquiera me doy cuenta hasta que noto que todo me queda a dos metros de distancia sobre la cabeza.
Eso era muy raro.
Detrás de Sebastian estaba Ginger y detrás de Ginger estaba Honey, quien aprovechó que Sebastian zafaba un brazo del umbral para lanzarse sobre Ginger con sus dos patas delanteras y ésta a su vez chocara contra la espalda de Sebastian haciéndolo caer y rodar por las escalinatas... y arrastrándola a ella también.
Ginger quedó apretada entre un charco que le mojaba la espalda y el pecho de Sebastian.
- ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué siempre tienes que ser tan agresiva?
- ¡Fue Honey! Además yo no soy...-Sebastian se movió un poco, solo un poco, pero lo justo para que Ginger sintiera toda la firmeza de su cuerpo.
Se mareó.
Honey comenzó a ladrar burlón.
Su corazón latió a tal velocidad que sabía que él lo notaría a través de la ropa.
Ella le puso las manos
en los hombros y le dio empujones.
- Quítate, ¡quítate!
Él se apartó sobándose la parte baja de la espalda y le tendió la mano a Ginger para ayudarla a levantarse.
En algún pequeño lugar dentro de ella misma, estaba harta.
Harta. Harta. Harta.
Harta de que cada cosa que pasaba con Sebastian le hiciera perder la conciencia, el control de sí misma.
Le molestaba porque era terreno desconocido para ella.
La chica genio se sentía estúpida por primera vez en su vida.
Esta vez, el problema era que la mano de Sebastian era como un guante para la mano de Ginger. Encajaban como las dos últimas piezas de un rompecabezas.
Tenía el tamaño justo: la de Sebastian era grande y cubría por completo a la pequeña de Ginger.
Él carraspeó y se soltó para luego meter las manos en los bolsillos del pantalón y caminar hasta la banqueta.
-Bien, ya estoy afuera ¿y ahora qué?
Ginger regresó por la correa de Honey y tras cerrar la puerta con llave, caminaron por la banqueta.
No sobra decir que la dirección de Ginger era el número diez de Downing Street, es decir, el palacio de Buckingham estaba tan cerca que su familia y la Reina Isabel II eran vecinas. Aunque claro, nunca tocaban a su puerta para preguntarle si tenía una taza con azúcar que le regalaran, ni le dejaban encargado a Honey cuando toda la familia salía de viaje, ni invitaba a su madre a tomar el té de las cuatro mientras se pasaban los chismes de la loca Duquesa de York.
Alrededor de ella se encontraba el parque de Saint James, el Big Ben,
el legendario puente de Londres, la abadía de Westminster y un puñado de jardines, teatros y museos; pero de todos esos lugares, Ginger no sabía a dónde ir con un chico.
Doblaron en Margaret Street hasta entrar en el parque Saint James donde Ginger soltó a Honey para que olfateara libremente.
Mientras Sebastian lo veía alejarse con la nariz pegada a las hojas caídas, deseó en silencio que se perdiera y nunca volviera, los perros lo ponían nervioso y huraño. Honey no era la excepción.
Sentado en el lado más seco de una banca, Sebastian esperaba.
Había pasado una semana entera. Con sus siete días y seis y media noches.
Una semana entera como un gato. Y bueno ¿qué esperaba? No paraba de llover y llover y llover...y llover.
Bien, tampoco era para quejarse, estaba más que acostumbrado pero, ¿en qué estaba pensando? ¿Dejar que una desconocida en disfraz de camarón lo recogiera como si fuera un peluche abandonado?
¿Por qué simplemente no la atacó como pensaba hacerlo al principio? ¿Por qué no saltó y la arañó en la cara?
La respuesta era sencilla.
Porque quería que lo sacara de ahí.
Abrió los ojos que, hasta ese momento habían estado cerrados y la luz que se colaba intermitentemente entre las hojas del árbol lo cegó.
Vio la espalda de Ginger un poco más allá mientras hablaba con el dueño de un carrito de hot dogs. A pesar de ser alta, su complexión era muy menudita y parecía que su pelirrojo cabello la quemaba como fuego en su piel de fantasma.
A la manera de ver de Sebastian, era muy
flacucha, daba tropezones constantemente con cualquier diminuto relieve en el cemento demostrando su grado de arritmia y casi no tenía pechos (sí, hasta en eso se fijó), pero hace un rato... y en la mañana...
- ¿Un hot dog?
Sebastian parpadeó cuando se dio cuenta de que frente a su nariz se extendía el alargado alimento.
Ginger se hizo espacio en el lado seco del asiento empujando un poco la cadera de Sebastian con la suya y luego apuró una mordida a su hot dog.
-Mmm. El tuyo tiene mostaza. Espero que te guste la mostaza. El mío no tiene mostaza porque soy alérgica a ella, bueno la verdad es que soy alérgica a la mayoría de los alimentos y estoy constantemente de visita con el nutriólogo, lo odio, no me deja comer nada y ni siquiera puedo hacer deportes porque me desmayo, es por eso que estoy exenta de esa clase en la escuela, lo que es genial pero desgraciadamente no puedo ver a los jugadores y...
Sebastian se presionó ambas sienes.
- ¿Siempre haces eso?
Ginger lo miró desconcertada con el hot dog a medio camino de su boca.
- ¿Hacer qué?
- Hablar y hablar cuando te emocionas.
- Yo...-tuvo que desviar la mirada a su regazo, los ojos de Sebastian estaban cegadoramente más azules a la luz natural- es que, es agradable hablar con alguien y saber que te escucha -su voz se fue apagando, sospechaba que estaba dejando entrever el suicidio social que había sido su vida.
- ¿Te refieres a que no tienes amigas como esas que se cuelgan en el teléfono hablando horas y horas?
Ginger sacudió la cabeza.
-No
solo no tengo de esas, no tengo de ningún tipo.
Sebastian no pudo evitar que esa declaración le causara pena. Deseó en ese momento haberla conocido antes para ser su amigo, pero contra el pasado nada se podía hacer.
Sentía que era el único que podía darle consuelo.
Apoyó su mano en la de ella y dijo.
- ¿Y yo qué? ¿Acaso no cuento como amigo? -sonrió.
Ginger no podía procesar esas palabras.
- ¿Tú? Pero... te acabo de conocer hace un día.
- Un día, dos segundos, veinte años, no importa. Para ser amigos no hay reglas, Ginger.
Los ojos de Ginger ardían con las lágrimas que no entendía por qué querían salir de repente. Hizo un enorme esfuerzo por mantenerlas a rayas y sonrió gradualmente hasta que sus labios se ensancharon del todo.
Sebastian experimentó una sensación extraña que lo pasmó. Era como si la sonrisa de Ginger pudiera iluminar todo Londres en la noche.
De camino de vuelta a casa, Ginger encontró a Honey y le volvió a colocar la correa, eso irritó a Sebastian.
Ambos, perro y humano se fulminaron con la mirada como los eternos enemigos que eran.
- He querido saber, si no te molesta contestar...
Sebastian puso los ojos en blanco.
- Ya deja de ser tan formal, por favor, siento que me está hablando la Reina.
Ginger se lo tomó como un cumplido que la sonrojó pero prosiguió:
-Está bien...em, amigo -ésta vez habló como chica mala de barrio y le dio un puñetazo a Sebastian en el brazo.
-Demasiado informal... y agresiva. Solo
se tu misma.
Ginger tomó aire y lo volvió a intentar.
- ¿Qué haces cuando no estás ocupado cazando ratones? Me refiero, a cuando eres humano ¿Dónde vives? ¿Con tus padres?
Él se adelantó a patear una piedra que sabía que Ginger no vería, pero de todas formas se golpeó el dedo con otra. Sebastian no podía contra las fuerzas oscuras de todas las piedras del mundo.
-Nunca he sabido nada de mis padres -dijo cambiándole de lugar a Ginger por el suyo que estaba menos infestado de piedritas-. La señora Lovett me rescató cuando tenía cinco años.
- ¿La señora Lovett? ¿La que tiene cincuenta gatos viviendo en su casa?
-La misma. En ese momento yo tenía el tamaño de un gato bebé, pero ya había abierto los ojos y podía caminar más o menos bien. Cuando me secó con una secadora para el cabello y volví a ser humano...
- Te votó de nuevo.
- No, que va. Me adoró como si fuera un dios gato egipcio. Mi condición no le sorprendía, hasta creía que todos sus gatos eran iguales a mí y los bañaba todos los días esperando a que se convirtieran en humanos, pero esa es otra historia, créeme, no quieres saber, los terminó matando a todos de un resfriado.
Ginger se rio muy a pesar de los gatitos.
- Todo el mundo cree que está loca -siguió Sebastian-, pero no es cierto... bueno un poco tal vez pero, es una buena persona, se encargó de mi educación, aunque debo decir que no asistía mucho a la escuela porque siempre llovía y su sombrilla tenía hoyos.
-Si te cuidaba tan bien ¿por qué no estás con
ella?
-Ya está muy vieja y aunque diga que no, no puede ni con ella misma. No quise ser una carga y me fui. Además, es más fácil ser un vago cuando eres gato, tienes menos necesidades.
A Ginger le dolió que de cierta manera reconociera que le gustaba ser un animal, tal vez quisiera irse pronto y regresar a su vida de antes dejándola a ella sin...
Sin un amigo.
Una gota cayó en la nariz de Sebastian quien rápidamente se alteró.
-Ay no. No otra vez -se pegó a una pared y miró al cielo.
- ¿Qué pasa?
- ¡Va a llover! -el terror y la angustia se reflejaban en sus ojos.
Ginger alzó la barbilla al cielo y sacó la lengua queriendo capturar alguna gota.
- Claro que no. Solo estás un poco...
Un trueno hizo vibrar los cristales de las casas e inmediatamente después y sin previo aviso se soltó la lluvia torrencialmente.
- Diablos -Ginger se apresuró a sacar las llaves de la casa y se agachó hacia Honey-. Honey, como te enseñé, ¡toma las llaves y corre lo más rápido que puedas a la casa! ¡Corre!
El perro, obediente salió disparado con las llaves tintineando en el hocico mientras que Ginger se apresuraba a quitarse el suéter y se lo ponía a Sebastian sobre la cabeza.
- Olvídalo, ya es tarde.
-Ni loca -le tomó la mano apretándosela con fuerza y lo jaló- agacha la cabeza y corre, yo te guío. Confía en mí
Ginger corría desesperada. Le había dicho a Sebastian que confiara en ella, pero ella no confiaba en su vista a la que se le metió agua en los ojos impidiéndole la visión.
Tuvo que confiar en que se sabía el camino de memoria con los ojos cerrados.
Logró parpadear y deshacerse un poco del agua. No estaban tan lejos de casa, pero ella ya iba tan empapada que la blusa se le transparentaba y sus zapatos crujían y emitían un sonido de succión por el agua dentro de ellos.
Era Sebastian el que ahora le apretaba la mano a ella con mucha fuerza.
- Ya casi llegamos, solo aguanta...
Faltaban tres casas para llegar y Ginger pasó de sentir calor en su mano a sentir los dedos fríos de la lluvia.
Se detuvo en seco. Las gotas caían más cargadas y más furiosas.
Miró su mano vacía y luego miró por encima de su hombro.
Sebastian ya no estaba.
=================
¡Lo que todo gato quiere a la venta en librerías!
¡Aiiinsss no lo puedo creer!
Hace 6 años no me pasaba por la cabeza que esto sería posible, pero a partir del 1 de septiembre del 2016 se puede conseguir #LoQueTodoGatoQuiere ¡Yeeeyy! ¡Gracias por su apoyo!
Gracias a los que leyeron esta historia desde su creación hace 6 años y la vieron crecer. Gracias a los nuevos lectores que apenas la están descubriendo, no importa en qué momento haya llegado a sus vidas, para mí es muy importante.
Me encuentro en deuda con ustedes y con todas las personas que han hecho posible este gran paso en mi vida.
Pasando al tema de las librerías:
LIBRERÍAS FÍSICAS: Los puntos de distribución en librerías físicas los encuentran fácilmente en www.novacasaeditorial.com el menú es sencillo y al dar clic en donde dice "Distribución" podrán acceder a un mapa de Latinoamérica y otro de España donde están señaladas todas las librerías que colaboran con Nova Casa Editorial.
MUY IMPORTANTE: De momento es necesario que cuando acudas a la librería de tu localidad, solicites que te consigan el libro, pues al no ser lo suficientemente conocida como autora, las librerías pueden desconocer el libro, así que es importante que pidas que te lo consigan en caso de que no lo tengan en existencia.
LIBRERÍAS ONLINE: Estas opciones te permiten adquirir el libro por internet desde la comodidad de tu casa y recibirlo a domicilio.
*bookdepository.com (cuenta con envío gratis a cualquier parte del mundo)
*amazon.es
*amazon.com
*buscalibre.com (cuenta con distribución directa en México, Argentina, Chile, España, Colombia y Estados Unidos. Para el resto del mundo se puede ordenar en el Área Internacional de la página donde dice "cambiar país")
*casadellibro.com
*livraria.com.ec (Para Ecuador, el libro se puede pedir en el botón que dice "pedidos on-line")
*novacasaeditorial.com
*libreriasnobel.es (Para España)
*elkar.eus (Tiene librería física en España pero también cuenta con tienda on-line con envío a Europa y toda América)
*centrallibreria.com (Tiene librería física en España así como tienda online y realiza envíos a Latoniamérica)
Toda esta información se actualizará y/o aumentará en la medida que ustedes me vayan informando dónde han visto o conseguido el libro y así nos ayudaremos entre todos para saber dónde sí se consigue fácil y dónde hay que insistir un poco más para que las librerías lo manden a pedir.
PARA MÁS INFORMACIÓN CONTINÚA LEYENDO LA SIGUIENTE PUBLICACIÓN DE PREGUNTAS FRECUENTES. SEGURO TIENES DUDAS QUE ESTÁN RESUELTAS AHÍ :)
=================
PREGUNTAS FRECUENTES
¡Hola! Decidí recopilar aquí las preguntas que más me hacen con respecto a la publicación de "Lo que todo gato quiere" ¡Espero de todo corazón que esto pueda ser de ayuda!
Primero voy a enlistar todas las preguntas y más abajo a contestarlas, de modo que si ves alguna en específico que te interese, puedas buscarla por el número sin tener que leer todo lo anterior que quizá ya sepas:
1. Fui a preguntar a las librerías pero me dijeron que no tienen el libro y/o no saben nada de él ¿qué hago?
2. ¿Qué datos puedo dar a las librerías para que me consigan el libro?
3. ¿Lo que todo gato quiere está en mi país?
4. ¿En qué librerías se puede conseguir?
5. ¿Se puede comprar online?
6. ¿Cuánto cuesta?
RESPUESTAS:
1. Fui a preguntar a las librerías pero me dijeron que no tienen el libro y/o no saben nada de él ¿qué hago?
Verás, como autora recién publicada, las librerías no saben de mí y tampoco saben de Lo que todo gato quiere, de modo que por el momento, el libro no se puede encontrar así como así en las vitrinas de las librerías a pesar de que esté ya disponible desde el 1 de septiembre. Y la razón es bastante sencilla y lógica: ellos no pueden tener en existencia algo que no saben que existe, y si no saben que existe, simplemente no hay razón para pedirlo. SOLO HAY UNA FORMA, y es que los lectores no solo pregunten por él, sino que pidan que lo traigan.
Por ejemplo: Si voy a una librería, me acerco a un trabajador y le digo: "Disculpe, ¿tienen Lo que todo gato quiere? Es
que ya lo busqué y no lo encuentro" El trabajador se va a quedar pensativo pues jamás había escuchado ese título y me dirá enseguida que no. Si es más paciente conmigo, intentará buscarlo en su sistema de computadora pero igual me dirá que no lo tiene. Entonces con mi "Bueno, gracias" y mi cara de tristeza me iré de ahí.
¡PERO ALTO!
El hecho de que no lo tengan en existencia, no quiere decir que no lo pueda pedir, exigir. De modo que si me doy la media vuelta y le digo "Disculpe otra vez, ¿pueden conseguirme el libro, por favor?" Entonces el trabajador ya me podrá decir que sí.
¿Se nota la diferencia? Al principio solo le estaba preguntando por el libro y me dijo que no, pero después quise hacer valer otro derecho como cliente y pedí que me lo mandaran a pedir. Muchas veces los trabajadores solo se limitan a lo que les preguntas sin ofrecerte más opciones ni más soluciones. Si te toca uno que te diga "No lo tenemos, pero no te preocupes, te lo podemos conseguir" estarás de buena suerte y ante un buen servicio al cliente, pero muchas veces esto no es así, no es que lo traten mal a uno por preguntar, pero no te ofrecen más alternativas si tu no se las pides.
Y aquí te puedo dar un breve cursillo de "qué contestar si me dicen esto o lo otro"
Si te dicen "No sé si te lo podamos conseguir" tú les puedes contestar amablemente "¿Hay alguien aquí que me pueda orientar?" El trabajor sabrá dentro de sí que quizá no te está brindando la información que necesitas e intentará conseguirte el libro o te dirigirá a alguien de mayor jerarquía que él
que sí sepa resolver la situación. Pero si por alguna razón insiste en que no sabe qué hacer con tu petición, puedes decirle algo como: "Bueno, entiendo, gracias ¿de casualidad sabe de alguna otra librería donde sí me lo puedan conseguir?" Creéme que en todos los casos he visto que se quedan medio pasmados cuando les hago esa última pregunta. Perder un cliente y encima verse obligado a mandarlo a la competencia a veces surte un efecto milagroso en su respuesta.
Las librerías, sus políticas y su personal a veces son un hueso duro de roer, pero son nuestros aliados y la insistencia rompe barreras.
2. ¿Qué datos puedo dar a las librerías para que me consigan el libro?
No siempre, pero a veces las librerías pueden preguntarte datos adicionales para conseguir el libro. Si con el título basta para que te lo encarguen, perfecto, pero si necesitan algún dato más aquí te los dejo:
Autora: Ingrid V. Herrera
Editorial: Nova Casa Editorial
ISBN:978-84-16281-77-0
Estos son datos que puedes presentar si tu caso es aquel en el que los trabajadores de las librerías no te saben decir si te lo pueden pedir o no. Tu puedes argumentar que este es un libro real, con datos reales, por lo tanto, es fácil de rastrear con los distribuidores y pedirlo.
3. ¿Lo que todo gato quiere está en mi país?
La respuesta es un sí, pero es un sí especial porque por el momento depende de ti que así sea. Sin importar del país que seas, sin importar del continente en que te encuentres,
puedes tener en tus manos un ejemplar de Lo que todo gato quiere, pero tal como lo expliqué en la pregunta 1, necesitas decirle a las librerías que te lo consigan.
Muchos ya conocerán los mapas de distribución de la página de www.novacasaeditorial.com
Los puntos señalados NO necesariamente significan que el libro llegará sin más a esas librerías. Significa que los lectores han SOLICITADO
libros de la editorial en esos puntos y SÍ se los han llevado. Si el libro es frecuentemente solicitado, entonces tanto más probable que eventualmente la librería decida hacer un pedido más grande para tener el libro en sus estantes y entre su inventario, pero para que eso suceda hay que decirles que lo traigan.
Tomen en cuenta que no solo pueden ir a esos puntos, sino que también pueden hacer el pedido en cualquier librería que ustedes quieran o que tengan a la mano. Esto hará que a la larga aparezcan más puntos en el mapa y se agreguen aquellos donde no había. Los puntos que ven son gracias a los lectores que han hecho esto y es una prueba de que sí se puede.
Aquellos lugares o países donde haya muy pocos puntos de venta o ninguno en absoluto, NO significa que el libro no vaya a llegar, están en igualdad de oportunidades que los demás países y también necesitarían pedirlo a sus librerías locales.
4. ¿En qué librerías se puede conseguir?
Las que quieras, puedes encargar el libro en la de tu preferencia, pero hay algunas donde otros lectores ya han pedido libros de Nova Casa Editorial y estas se los han conseguido, por lo tanto, son librerías recomendadas y las puedes ver en www.novacasaeditorial.com/distribucion/
Verás un mapa de América y otro de España. Solo debes hacer zoom en tu localidad para visualizar de cerca cuáles librerías están marcadas y al hacer clic sobre los puntos señalados, podrás ver los datos de la librería que seleccionaste y tú elijes si acudir a ella o hablarles por teléfono
para solicitar el pedido.
5. ¿Se puede comprar online?
¡Sí! Hay librerías online donde puedes conseguir el libro y este te llega hasta la puerta de tu casa.
Nova Casa Editorial tiene tienda en línea http://www.novacasaeditorial.com/tienda/ y es muy conveniente para aquellos que residan en España al igual que amazon.es
Para todo el mundo, se encuentran páginas como buscalibre.com, casadellibro.com o bookdepository.com cualquiera de esas páginas envían de manera interncional, ya solo es cuestión de que elijas la que más te convenga y compares sus precios por si hubiera variaciones entre una y otra. Hay más sitios online donde puedes conseguir el libro en el post anterior a este.
6. ¿Cuánto cuesta?
Depende de muchas cosas, del país donde vivas, de la librería a la que vayas o del sitio online donde lo adquieras. En todos los precios varían debido a muchos factores como por ejemplo: impuestos (que son muy diferentes en cada país), costos de traslado y/o envío, etc. Por lo tanto, me es difícil decirte un precio, pues puede variar mucho del que en tu país lo puedas encontrar. Y por cierto, yo no he fijado el precio, sino la editorial y las distintas instancias de distribución.
Para saber cuánto puede costar en tu país, te recomiedo que compares los
precios en las diferentes librerías online que te mostraba en el post pasado, y/o preguntar en las librerías físicas, de esta manera podrás decidir la opción que más te convenga ya que a veces es más barato comprarlo online que en librería física o viceversa.
Si tienes alguna otra pregunta que no respondí, siéntete con la total libertad y confianza de preguntar que a mí me encanta responder :D
Gracias por su atención, por su apoyo y por el cariño que le tienen a mi trabajo. Me esforzaré más por ustedes ahora y en los siguientes proyectos.
Bendiciones.
PD: Si ven una publicación después de esta con los títulos "¡Ya casi!" y "Últimos ejemplares de Lo que todo gato quiere" por favor hagan caso omiso. Son publicaciones del año pasado que no corresponden al presente y no tienen nada que ver con las noticias actuales. No quiero que vayan a confundirse. Esas dos publicaciones fueron eliminadas pero por alguna razón wattpad las rescató y no puedo hacer nada para borrarlas porque según mi sistema no existen. Gracias por su comprensión.
=================
Actualización sobre librerías
Esta es la información generada hasta el día 29 de diciembre del 2016 y está sujeta a actualización conforme las librerías vayan respondiendo o los lectores me hagan llegar información.
Gracias al esfuerzo de tod@s ustedes, se ha recabado información sobre #LoQueTodoGatoQuiere en las librerías de sus países. Y como resultado de su insistencia y sus mensajes, varias de ellas ya están esperando a que el libro llegue, sin embargo aún quedan unas pocas en donde hay que insistir un más. Aquí les dejo toda la información esperando que sea de ayuda.
A continuación verán una lista de países con sus respectivas librerías y la información que se dispone de ellas hasta el momento. Si se indica que es necesario generar más demanda, dejo también el nombre con el que pueden encontrar a las librerías en Facebook para escribirles ya que ha resultado muy efectivo generar demanda por ese medio:
MÉXICO
> Porrúa: Se ha vuelto distribuidor
de Nova Casa Editorial en México y han dicho que lo tendrán tan pronto como llegue al país, pero sigan preguntando por el libro en su Facebook para que vean el interés y pidan suficientes. Los encuentran en Facebook como "LIBRERÍA PORRÚA"
> Gonvill: Sí lo tendrán, pero necesita más demanda y pueden escribirles a su facebook "Librerías Gonvill"
> Librería Noreste: Si son de Hermosillo, Sonora, pueden acudir a su sucursal y solicitar el libro.
> La Ventana: Pueden solicitar el libro a través de su correo ventasweb@laventanalibreria.com
> Librería el Interior: Se necesita generar más demanda, encuentran su facebook como "Librerías El Interior Córdoba-Orizaba"
> El Sótano: Pueden solicitar el libro a su correo ventas@elsotano.com o escribirles a su Facebook para generar más demanda "Librerías El Sótano"
> Ferragus: ¡Buenas noticias! Ya está disponible en esta librería. Se ubica en Guadalajara, pero hacen envíos a toda la República Mexicana.
> Rueca de Ghandi: Es muy probable que lo puedan conseguir, para ello es importante escribirles para generar más demanda. Facebook: "Libreria Rueca de Gandhi"
> Lectomania Río Bravo: Pueden conseguirlo y llega de 15 a 20 días. Para solicitarles mayor información pueden escribirles a su Facebook "Lectomania Rio Bravo"
> Librería del Ermitaño: Se necesita mayor demanda, pueden escribir su petición en su Facebook "Librería del Ermitaño"
COSTA RICA
> Librería Internacional: Hay que presionarlos muchísimo hasta que se harten.
>
El mundo de Sofía: Manejan libros de Nova Casa Editorial, pero hay que seguir insistiendo con Lo que todo gato quiere https://www.facebook.com/El-Mundo-de-Sof%C3%ADa-232241200298951/?fref=ts
> Lehmann: Hay que seguir insistiéndoles por otro lado, hay sección en su web donde se pueden solicitar libros que no tienen http://www.librerialehmann.com/PedidosEspeciales
GUATEMALA
> Sophos: El libro ya está disponible.
REPÚBLICA DOMINICANA
> Cuesta: ¡Buenas noticias! El libro ya está disponible.
COLOMBIA
> Grammata: Pueden solicitarlo en su facebook Grammata textos.
> Librería Nacional: Necesita más demanda. Pueden escribirle a su Facebook "Librería Nacional"
> Lerner: Se requiere más demanda. Pueden comunicarse en su Facebook ""Librería LERNER"
> Art Books: Tienen un formulario para pedir libros http://www.artbookslibreria.com/index.php/contactenos
CHILE
>Librería Antártica: Está preparando un pedido MASIVO de libros de la editorial y ahora es la gran oportunidad de pedir Lo que todo gato quiere para que llegue de una buena vez :)
> Golden Book: El libro ya está disponible en su web www.goldenbook.cl hacen envío a domicilio.
> El librero: Cuenta con un correo electrónico donde se pueden hacer pedidos ventas@ellibrero.cl
NICARAGUA
> Literato: Pueden comunicarse a su facebook: "Literato Tienda de Libros" o solicitar el libro por pedido al correo pedidos@literato.com.ni
PANAMÁ
> El hombre de la Mancha: Aún esperan
que llegue, pero sería conveniente seguir generando demanda para que traigan suficientes ejemplares en caso de que se agoten pronto. Facebook: "El Hombre de la Mancha"
PARAGUAY
> El Lector: ¡Buenas noticias! Ya se encuentra disponible en esa librería.
> Quijote. Música, libros: Se necesita generar más demanda, pueden escribir a su página de facebook: "Quijote Libros Música y Regalos" o contactarlos en el formulario que viene al final de su página web http://quijote.com.py/
PUERTO RICO
> Librería Norberto González: Comunican que harán los asuntos pertinentes para conseguir la obra, pero sería conveniente seguir solicitándola en su Facebook para que traigan suficientes. Facebook: "LIBRERIA NORBERTO GONZALEZ"
ARGENTINA
> SBS: ¡Buenas noticias! Lo que todo gato quiere ya está disponible en esa librería.
> Librería Ramos: El libro puede ingresar si hay suficiente demanda. Facebook: "Librería Ramos: Sagas"
URUGUAY
> Isadora libros: Han dicho que no lo tienen pero lo pueden incluir en el próximo pedido a la editorial, por lo tanto es importante generar demanda para que pidan los suficientes. Facebook: "Isadora Libros"
> Librería Pocho: ¡Buenas noticias! Ya lo pueden conseguir en esta librería.
EL SALVADOR
> La Ceiba: Es posible que lo traigan si hay suficiente demanda. Pueden escribir a su facebook: "Libros La Ceiba"
ECUADOR
> Mr. Books: ¡Buenas noticias! El libro ya está disponible.
> Librimundi: ¡Buenas noticias! Es probable que el libro llegue
en noviembre. Pueden solicitarles más información en sus Facebook: "Librimundi Guayaquil" y "Libri-Mundi Cuenca"
> Livraria: Muchos de ustedes ya han comprado en esta librería. También cuentan con envío a todo el país. Muy recomendad. Su facebook es "Livraria Ecuador"
HONDURAS
> Librería Metromedia: Pueden solicitar el libro o pedir informes en su Facebook "Metromedia"
> Casa Sol: Se necesita más demanda para que consigan el libro. Facebook: "Librería Casa Sol"
PERÚ
> Crisol: Se necesita más demanda para que consigan el libro. Facebook: "Librerías Crisol"
> El Virrey: Necesitan mayor demanda. Facebook: "Librería El Virrey"
>Librería Ibero: Les comento que Nova Casa Editorial está haciendo tratos con esta cadena, pero aquí hay algo importante: para que todo salga bien, debemos apoyarnos unos a otros y hacer especial presión a la librería Ibero, dado que esta será el puente que conectará los libros de Nova con Perú y los distriburá por el país. Es una arteria muy importante. Sé que es difícil conseguir libros en Perú, pero puede estar a punto de cambiar con esta oportunidad que se está presentando y que facilitará la búsqueda. Por eso es importante su apoyo, no solo por "Lo que todo gato quiere" sino por todos los libros del género juvenil de la editorial. El esfuerzo que se tiene que hacer esta vez es para que estos puedan llegar a Perú. La editorial ha abierto la puerta, pero depende 100% de la demanda de los lectores que Ibero cierre el trato o se eche para atrás. ¡Vamos Perú!
ESPAÑA
La editorial es Española, por lo que no tienen ningún problema para conseguir el libro, pueden ir prácticamente a cualquier librería o comprarlo a través de su tienda online http://www.novacasaeditorial.com/distribucion/puntos-de-venta-en-espana/
No hay comentarios:
Publicar un comentario