
Él, un multimillonario exitoso.
Yo, la mujer perfecta.
Un acuerdo que me beneficia en todos los sentidos.
Todos creen que somos un matrimonio perfecto, pero solo nosotros sabemos que la frialdad, la distancia, el silencio y
la falta de sentimientos es lo único que nos rodea.
El amor no forma parte de esta relación.
Lo único que quiero es su dinero, pero sé que ÉL me quiere a mí...
"-¿Solo eso quieres? ¿Sexo? ¡Puedo darte mucho más que sexo, Gea! ¡Abre los ojos!
-No puedes darme nada más, Adrien. No quiero nada más..."
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Prólogo. Señora Eggers
Salgo de la habitación. Me tiemblan las piernas, mis manos sudan y seguramente mi cara está enrojecida. Siento pánico. Quiero correr, gritar, llorar...
¿De verdad voy a hacerlo?
No estoy lista para esto, pero es la única solución. Voy a casarme con un extraño, con alguien que no conoce mis gustos, mis disgustos o mis innumerables caprichos. ¿Cómo debo reaccionar ante esto?
-Camina derecha -ordena mi madre detrás de mí, mientras que toma la cola del inmenso vestido. Enderezo mi espalda, elevo la barbilla y sostengo la mirada en un punto fijo. Segundos después, llegamos al gran pasillo en dónde las puertas todavía están cerradas y solo se oyen murmullos al otro lado.
Lin, la sobrina de mi futuro esposo, ya se encuentra ahí, de la mano de su madre. Luce un hermoso vestidito blanco y sostiene una canasta de mimbre llena de pétalos de rosas rojas.Le sonrío y ella a mí. La niñita no me agrada, pero debo fingir que soy amable.
-¿Estás nerviosa, Gea? -pregunta la hermana de mi futuro esposo mientras que acomoda el cabello de su pequeña hija. Intento sonreír, pero fracaso rápidamente.
-Sí, estoy algo nerviosa -le digo en un susurro. Ella se acerca y me da un abrazo innecesario. No me agrada que lo haga, pero tengo que fingir, todo el tiempo debo fingir.
-Se acabó el momento emotivo, se nos hace tarde -dice mi madre.
Me quedo sola con la niñita y segundos después mi padre aparece, me sonríe dulcemente y toma mi brazo. Continúo en silencio.
Debo hacerlo, no hay otra opción.
Las puertas se abren cuando la canción melódica de bodas comienza a sonar. Lin camina lentamente y yo también. En realidad, creo que ni siquiera me muevo.
Los invitados se ponen de pie y voltean sus cabezas hacia mi dirección. Tengo que sonreír, se supone que soy feliz, que lo amo y que él me ama a mí. Aunque es una mentira y lo será siempre.
El camino hacia el altar es demasiado largo. Apenas diviso al alto y atlético tipo que me espera el otro lado de la iglesia. Mi padre me acompaña y parece emanar felicidad por donde se lo mire. Soy muy buena actriz, puedo demostrar seguridad y alegría al mismo tiempo, tengo miles de máscaras y el día de hoy tengo que utilizar la de "novia feliz".
-Todo saldrá bien -dice mi padre en un leve susurro, sin desarmar su sonrisa-. Él es un buen hombre, tal vez sea perfecto para ti.
-Ya no digas nada, papá -le pido con voz cortante-.Te dije que quería hacer esto y lo haré.
Lo miro de reojo y diviso como un nudo se forma en su garganta. Me siento mal por hacerlo sentir miserable, pero soy así.
-Princesa...
-Solo sonríe -le ordeno cuando noto que están tomándome fotografías.
Él se tensa y yo sonrío ampliamente. Se molestará y no me hablará durante todo el día, pero será mejor así.
Estoy a solo unos metros. Sigo moviendo mis pies, mis tacones me molestan y la cola de metro y medio del vestido me pesa. Todo se dificulta, pero no debo quejarme. Es un acuerdo, solo eso.
Cuando nos detenemos, sigo con la mirada en un punto fijo. La sonrisa se me borra
de la cara y miles de pensamientos sin sentido se apoderan por completo de mi mente. Ya nadie me ve el rostro, pero sigo siendo el centro de atención. Siempre lo soy, en realidad.
Eggers baja los tres escalones de mármol y luego toma mi mano. Su mirada es fría y calculadora, como la mía porque ambos sabemos fingir muy bien. Nos "amamos", eso es lo que debe creer todo el mundo. Hay más de trescientas personas en la gran iglesia. Todos lucen trajes finísimos y derrochan soberbia y dinero a cada respirar. Quiero ser igual que ellos. El sujeto con el que me casaré también lo quiere y es por eso que estamos aquí, de pie, tomados de la mano frente al padre que hará la ceremonia. No me va la religión, pero no debo quejarme, al menos no por ahora.
-¿Lista? -susurra levemente.
Intento no sonreír, pero es obvio que él no me conoce.
-Siempre estoy lista.
Con el rabillo del ojo veo una media sonrisa en su rostro, aunque no estoy cien por ciento segura. Me tenso por un momento y luego intento relajarme. Mierda, voy a casarme, voy a tener un esposo y todos me llamaran "Señora". Aún me cuesta creerlo.
Oigo atentamente lo que el sacerdote dice, pienso en todo lo que implica un matrimonio real y comienzo a sentir miedo. Sinceridad, compromiso, amistad, compasión, comprensión, atención, preocupación, amor, felicidad, fidelidad, respeto... Son muchas palabras y mi cerebro no logra procesar el significado de cada una de ellas.
Lo bueno de todo esto es que sé que lo nuestro no se basa en amor,
cariño y todas las demás estupideces. Aquí no hay salud, ni enfermedad. Nuestro matrimonio se fundamenta en obtener riquezas y evitar pobrezas. Para eso nos casamos. Para eso me caso.
Es el momento de leer los votos. Tiemblo por dentro. Su mano izquierda toma con firmeza la mía. Parece relajado y sereno. ¿Por qué no estoy relajada? ¿Qué me ocurre? Esta no es la Gea Handerwintt que todos conocen.
"Tal vez, porque no eres la Gea Handerwintt que todos creen que conocen"-, me dice la voz de mi conciencia.
Miro de reojo hacia el público y veo como mi madre me hace señas para que sonría. Lo hago y suspiro. Necesito calmarme. Soy perfecta, hermosa y no debo sentirme intimidada por todas estas personas. Cuando acabe con los votos seré superior a ellos.
Ambos estamos frente a frente y no puedo evitar su mirada. Tiene los ojos castaños, los rasgos de su rostro son duros y afilados, pero hacen que se destaque la leve barba también castaña de algunos días, y esa boca... Debo admitir que se ve bien. Justo como la primera vez que lo vi.
Suspiro nuevamente, tomo sus manos con firmeza y comienzo a recitar los malditos votos que están grabados en mi mente. Cada palabra debe ser dicha a la perfección, no puede haber errores, no en un momento como este.
Minutos después, acabamos con todo este teatro de palabras sin sentido. La madre de mi futuro esposo llora y busca consuelo en el hombro de su esposo, los demás invitados esperan con ansias el gran
momento y mi madre sonríe porque sabe que lo consiguió, sabe que lo logramos.
-Gea Handerwintt: ¿aceptas a Adrien Alexander Eggers como tú legitimo esposo para amarlo y respetarlo hasta el último día de tu vida?
Lo miro a los ojos, trato de responder, pero no puedo mover mi boca. Estoy paralizada.
Él aprieta mi mano con fuerza y parpadeo un par de veces, estoy volviendo a la realidad. Es el fin...
-Acepto.
Terminamos con todas las cursilerías de los anillos y el discurso, y nos besamos. No quiero hacer una escena frívola, así que lo tomo del cuello y lo beso desenfrenadamente. Me sorprende lo buena que soy mintiendo y sintiendo cosas que en realidad nunca sentí. Adrien está sorprendido, pero intenta seguirme. Es mejor no describir como besa. Ahora tengo solo pensamientos egoístas en mi cabeza.
Cuando oigo los aplausos y el estallido de felicidad de los demás, me separo de él. Nos miramos a los ojos por unos segundos y luego nos volteamos en sincronía hacia todos los presentes.
-Esa fue una grata sorpresa, mi cielo -murmura con una cínica sonrisa.
-Acostúmbrate. Siempre te sorprenderé -respondo de manera desafiante.
-Es solo un acuerdo, que no se te olvide, cariño -me dice al oído con disimulo-. Si te enamoras de mí, estaremos en problemas.
Me toma de la cintura con delicadeza y me acerca a su cuerpo. Ambos sonreímos y el flash de la cámara se dispara rápidamente, cegando mis ojos.
-No se me olvida, cariño -respondo con el
mismo tono sarcástico que él-. Eso no sucederá. Quiero tu dinero, no a ti.
Él aprieta mi mano fuertemente, como si fuese un regaño, pero lo ignoro. Me fastidia que haga eso, aunque sé que será la primera y última vez. Lo hace para molestarme y no le conviene verme molesta. Aún no me conoce y cuando lo haga será demasiado tarde.
Ahora sí, soy rica, vuelvo a ser rica y eso es lo único que me hace feliz.
Gea Eggers, ahora soy Gea Eggers.
Salimos de la iglesia y mi escote corazón es invadido por granos de arroz y papel picado. Ignoro todo tipo de sentimientos que me dicen que estoy molesta y tomo a Adrien de la mano mientras que observo el cielo por un instante, luego sonrío, poso para las fotografías y escucho gritos de felicitaciones a mis espaldas. Hay demasiada gente. No los conozco, pero me conformo con saber que ellos si saben quién soy ahora.
Avanzamos entre la multitud y voy recibiendo besos y abrazos de desconocidos que creen que soy la mujer más hermosa que han visto. Adrien parece demasiado feliz, ¿cómo lo hace? Yo también intento fingir de esa manera, pero no lo logro del todo.
Señora Eggers. Ese es el título que me corresponde a partir de ahora.
Bajo la mirada mientras que caminamos hacia el lujoso coche que nos espera y miro mi anillo de bodas. Es impresionante. Debe de valer más de medio millón de libras, es algo pesado, pero desde que nos comprometimos, me he acostumbrado a él. Jamás creí que él sería capaz de escoger algo de tan buen gusto... ¿Qué
cosas digo? Claro que es capaz, pero me molesta admitirlo.
-¿Algún problema? -cuestiona mirándome de reojo. Clavo mi mirada en la suya y sonrío con falsedad. Debo actuar de manera indiferente. Tiene que creer que todo está bajo control.
-No-respondo de manera tajante-. ¿Tú tienes algún problema, cariño? -pregunto acomodando el elegante moño de seda de su cuello. Mi acción le parece extraña, pero veo una media sonrisa en su rostro.
¿Siempre sonríe a medias?
-Solo diviértete -dice posando nuevamente para la cámara-. No será tan malo como tú crees.
Paz, necesito paz. Quiero que los gritos, las voces y las risas desaparezcan. Sé que no será tan sencillo. Todavía me queda una larga y extensa noche por delante. Más de trescientas personas, mucho que tolerar y quiero sentirme preparada pero... No, un momento; Soy Gea Handerwintt, claro que estoy preparada para todo esto y para mucho más. Estas personas jamás deberán intimidarme, por lo contrario, yo debo intimidarlos a ellos. Ahora soy mucho más y todos deben tener en cuenta eso.
-Sube -ordena abriéndome la puerta.
Tomo su mano y,con cuidado de no pisar la cola de mi vestido, me introduzco en el coche. Él me sigue y cuando las puertas se cierran, los murmullos cesan. Al fin un poco de paz. Demasiadas personas, demasiados gritos de alegría. No me importa que estén felices por la boda, yo también estoy feliz, pero por mí y nadie más.
Arrojo mi ramo de flores de lavanda, con desprecio sobre el asiento y luego observo el paisaje al otro lado de la ventanilla. Ambos permanecemos en silencio por unos minutos. De repente, el ambiente
se vuelve pesado y caigo en la realidad de la situación. Así será cuando lleguemos a nuestra casa: silencios incómodos, nada por decir y ningún tipo de interés por parte de ambos para acabar con el abrumador clima.
Suelto un suspiro y acaricio la falda de mi vestido corte princesa con apliques de encaje blanco y pequeños diamantes por todos lados. Podría decir que es el vestido de mis sueños, pero mi nuevo esposo jamás lo sabrá. No soy una mujer agradecida con nadie y jamás reconozco mis defectos. Soy perfecta.
-¿Te gusta el vestido? -pregunta distrayéndome de mis propios pensamientos. Muevo mi cabeza hacia su dirección y por una enésima de segundo pienso admitir que sí me gusta el vestido, pero luego decido no hacerlo.
-No es la gran cosa -mascullo con desinterés, mientras que me encojo de hombros. Oigo como una risita se escapa de su boca y le lanzo una de mis peores miradas. No me agrada su actitud. Él escogió el vestido, él escogió el lugar y todos los preparativos para la boda. No tomé ninguna decisión al respecto y eso hace que me sienta deplorable. No me interesa esta estúpida unión, pero mis afanes de mujer demandante y autoritaria desaparecieron en solo un mes de conocerlo, y ese fue mi error.
-Sé que te gusta -me dice divertido. Esconde su sonrisa debajo de su dedo índice y eso me molesta-, es imposible que no te guste.
Regreso mi atención a la ventanilla y suspiro frustrada por enésima vez en el maldito día. Las cosas no van como me lo espero.
-Te ves muy bonita con el -musita como si estuviese incomodo al decirlo.
Mi Gea interior sonríe.
Me sorprende
que él lo admita, pero aun así sé que me veo hermosa, como siempre.
-Eso ya lo sé -susurro sin interés por lo que me dice.
-Estoy siendo sincero, te ves muy bella, Gea.
Al oírlo decir mi nombre fácil, sencillo, diferente y muy pocas veces visto, siento algo en mi interior. Me gusta como suena. Aunque su manera de pronunciarlo tintinea de modo enigmático. Como si me regañara cada vez que lo dice.
-Gracias. Tú también te ves bien -agrego lentamente, en un vago intento por parecer amable.
Él sonríe, pero no lo hace de buena manera. Sé que no le convence mi mentira, pero estoy segura que su autoestima es algo elevada, como la mía, y pienso que sabe que se ve bien. No sé por qué lo dije, no debí hacerlo, pero es demasiado tarde para arrepentirme.
-¿Estabas nerviosa? -No sé qué responder. La realidad de la situación me superó, pero no debo admitirlo.
-No -respondo cortante.
-Claro que lo estabas -asegura-. Tus manos temblaban y titubeaste un par de veces antes de decir tus votos.
Lo miro de lado. No me atraen ese tipo de comentarios. Son molestos y para nada ciertos. Estoy disgustada. Me cruzo de brazos e intento ignorarlo, pero es difícil.
-No estaba nerviosa -asevero con el tono de voz cargado de enfado. No quiero que me hable, no quiero hablarle. ¿Por qué tiene que hacerlo tan difícil?
-Claro que sí.
-No. Y fin de la conversación.
-No, aún no terminamos de hablar.
-Claro que sí.
-Claro que no -me reta.
-Bien -respondo.
-Bien.
-Bien
-musito como última palabra.
Por fin se queda callado.
Sonrío en mi interior. Con esas palabras le doy fin a la absurda conversación. Gea, uno. Adrien, cero.
El coche avanza por las calles de Londres. Todavía no hemos llegado y sí, estoy nerviosa. Es difícil fingir algo que no siento, pero en mi funciona lo suficientemente bien.
-Creí que usarías velo.
Pongo los ojos en blanco porque sé que no me ve. ¿No se calla nunca? Me molesta que esté hablándome. Sé que intenta que funcione, pero estoy alterada y no quiero escucharlo.
-Te dije que no sería una boda tradicional -susurro rápidamente. Mi mal humor es palpable a miles de kilómetros. Él lo sabe, pero yo también sé que debo soportarlo todo hoy.
-Sí, y yo te dije que deberíamos hacer lo posible para que esto se vea real. Pero no creo que haya funcionado.
-¡Claro que funcionó! -chillo más que molesta. Al demonio lo que diga.
-Gea, no grites -me ordena elevando el tono de voz.
¿Quién se cree que es? Ah, claro.Es mi esposo y se cree que ahora puede gritarme, pues, yo también grito.
-¡Claro que grito! ¡Gritaré todo lo que quiera!
-No tuviste damas de honor, no quisiste tiara, no leíste tus votos de manera convincente, no tienes velo, no quieres arrojar el ramo y tampoco vas a cortar el pastel en la maldita boda. ¡Eres impertinente!
Hago una mueca, estoy completamente ofendida. No puedo creer que haya dicho eso.
-¿Yo, impertinente? -Mi voz se vuelve aguda. Me siento insultada. Esto no comienza de buena manera.
-Sí.
Eres impertinente y exasperante. Solo complicas más las cosas -dice duramente.
Golpeo la falda de mi vestido en un brusco intento por desaparecer todo mí mal humor y mi enfado, pero él no hace nada al respecto y se comporta como un idiota. Quiero estallar en mil pedazos, desaparecer de la tierra, pero no puedo. Sé que obtendré el lado bueno de toda esta mierda. El amor, el cariño, los buenos momentos... no me interesan. Solo lo hice por dinero, dinero que será mío en unos meses, y nada más me importa. Debo ser fuerte y soportarlo. Sé que no es una mala persona, pero yo si lo soy y eso podrá arruinarlo todo.
El coche se detiene frente al gran palacio ubicado en el centro de Londres. Adrien se baja sin decir nada, luego toma mi mano y me ayuda con el vestido. Recojo mi estúpido ramo al salir y cuando sé que debo decir gracias, no lo hago. Es mi esposo, tiene que hacerlo, debe ser amable. Además, aún sigo enojada. Sé que siempre será así. Este hombre logra sacarme de quicio. ¿Qué pasó con el guapo y sonriente empresario que se encontraba en la oficina de mi padre un mes atrás?
Sallen, nuestra organizadora de eventos, sale corriendo del interior del lujoso hotel con una carpeta entre sus manos. La noto cansada, pero sonriente. Me desagrada su actitud de superioridad, pero hace bien su trabajo. La iglesia estuvo hermosamente decorada para la ocasión.
-¡Al fin llegan! -exclama abrazándome a mí con dulzura. Finjo la mejor sonrisa y acepto muy desagradable saludo. No me gusta el contacto con gente así. Luego, repite la misma acción con Adrien
y este sonríe complacido. Frunzo el ceño ante la inquietante idea de pensar que ella se ve bonita.
La observo de arriba hacia abajo con desaprobación.
Luce un vestido negro ajustado con un escote que deja ver la línea de sus senos. Tiene tacones altos y el pelo lacio le cae alrededor de los hombros. No, ella no es competencia, soy hermosa, tal vez sea la más bella de la fiesta y lo seré todo el tiempo que quiera. Ella no me intimida.
-¡Vamos a ver el salón! -exclama tomándonos a ambos, mientras que nos arrastra escaleras arriba-. Todo ha quedado hermoso, es muy elegante y además tiene el toque femenino que querías, Gea. Las mesas, las sillas, todo se ve estupendo y el pastel tiene seis pisos, justo como deseabas, Adrien -murmura alegremente.
Frunzo el ceño y miro a Adrien con incredulidad. ¿Seis pisos? ¿Para qué tantos?
-Me gustan los pasteles -comenta cuando nota que lo miro.
-Sí, y también te gustan las tetas de esa -digo en un susurro señalando con la cabeza a la rubia que va delante de nosotros con prisa. Él ríe y me mira de reojo.
-¿Celosa, señora Eggers? -pregunta con descaro. Me río incrédula. Nunca en mi vida. Jamás.
-En absoluto-respondo con desprecio y acelero el paso. La rubia camina demasiado rápido y no parece recordar que llevo un vestido de casi cinco kilos encima.
Mientras que nos movemos, él acorta la distancia entre ambos y posa sus labios sobre mi oreja. Me paralizo por dentro, pero sigo concentrada en el ruido de mis tacones sobre el piso.
-Estoy
seguro que tus senos deben ser mucho más lindos, cariño -susurra travieso.
Oh, no. No funcionará conmigo.
-No es necesario que lo digas, eso ya lo sé -respondo rápidamente.
Lo dejo con la boca abierta, no se esperaba esa respuesta, pero solo soy sincera conmigo misma. Soy más bonita que ella, tengo el cuerpo más hermoso y definido que ella y mí cabello no es teñido. Llevo mucha ventaja. Soy perfecta, ella no.
Seguimos caminando por el hotel que está completamente vacío, reservado únicamente para nosotros y los familiares alemanes de Adrien, que pasarán la noche en el lugar.
-¡Ya llegamos! -exclama delante de las puertas blancas de madera.
Adrien toma mi mano rápidamente y ambos le sonreímos a la rubia. Debemos parecer emocionados y sorprendidos. Me coloco mi máscara de felicidad y la Gea poderosa sale al escenario.
-Quiero que te sorprendas -No protesto. Cierro los ojos y siento su mano sobre ellos. Nos movemos hacia delante y escucho el leve clac de las puertas abriéndose.
Caminamos unos pasos más, mis tacones resuenan sobre el suelo y escucho una agradable música de fondo. Adrien quita su mano de mis ojos y al abrirlos me quedo pasmada. No tengo palabras suficientes para describir lo que veo. Todo esto es... No sé qué decir.
El salón es amplio y excesivamente blanco. El techo está decorado con cuatro candelabros dorados que iluminan a la perfección el lugar. Hay más de treinta mesas con ubicación para diez personas
en cada una, los manteles son blancos, bordados con encajes y pedrerías brillantes, también hay diamantes de fantasía esparcidos por diversas partes de las mesas, velas de tamaño medio ubicadas en los alrededores, los platos son de porcelana blanca y las servilletas tiene bordadas en una leve letra color lavanda las iníciales:
A & G
Lo que más llama mi atención son los centros de mesa con una base de jarrón de vidrio semitransparente muy alto, que se eleva por encima de la cabeza de los invitados y que está repleto de flores que son idénticas y en conjunto al de mi ramo de novia. Sonrío ampliamente, estoy muy impresionada, es magnífico, como siempre me lo imaginé. El color lavanda invade el lugar a cada centímetro, la iluminación se contrasta con la decoración y provoca un ambiente romántico y dulce.
La pista de baile está ubicada en el centro del salón y sobre ella se proyectan nuestros nombres, mientras que algunas luces de color rosa parpadean alrededor del amplio lugar.
-¿Te gusta? -pregunta con una sonrisa.
Me volteo en su dirección con cara de asombro. Veo que Sallen sonríe y espera ansiosa para oír mis palabras. La verdad, no sé qué decir, es impresionante. El vestido, el lugar, el anillo de bodas, todo es excesivamente hermosos y extravagante, como me gusta a mí.
Meneo la cabeza una y otra vez intentando buscar las palabras correctas, pero ninguna es la adecuada para expresar lo que siento. A pesar de que jamás creí que esto sucedería por un acuerdo, es perfecto
y bello.
-Estoy impactada -logro decir. Adrien sonríe ampliamente y la organizadora del evento también.
-¡Oh, Gea, me alegra tanto que te guste! El señor Eggers y yo hicimos lo imposible por sorprenderte. No sabíamos tus preferencias, porque no hubo muchas especificaciones, pero creo que funcionó -Asiento con la cabeza y luego miro a Adrien. ¿Debería a agradecerle? ¿Ahora? ¿En público?
Me muevo nerviosa, pero no intimidada.
-¡Oh, no sean modestos! ¡Están casados! ¡Me gustaría que se besaran! -exclama con la voz un poco más aguda que antes. Lo observo por unos segundos y luego envío todo al demonio. Es mi esposo ahora, puedo besarlo si quiero. Y sí quiero hacerlo.
Me lanzo a sus brazos de manera inadvertida y él me toma gracias a un buen reflejo. Paso mis manos por detrás de su nuca y acaricio sus labios con los míos de modo desaforado. Me pongo de puntitas para poder sentirlo mejor y él me abraza por la cintura. El beso no va nada mal...
Nos separamos cuando le damos a Sallen lo que quiere, y hacemos contacto visual. Siento como mis mejillas arden y aparto la mirada hacia otro lado. No puedo creer que acabé de besarlo de esa manera. Qué vergüenza.
-¡Justo a tiempo!-exclama la rubia en un agudo gritito. Volteo mi mirada hacia el fotógrafo que se encontraba en la iglesia, Adrien toma mi mano de manera posesiva y permanece en silencio.
-¡Deben tomarse las fotografías! Solo tenemos una hora hasta que la recepción comience -dice, mirando el reloj de su muñeca-. Podemos comenzar ahora, así tendrás diez minutos más para cambiarte de vestido,
Gea.
Asiento y sonrío fingidamente. El fotógrafo comienza a acomodar su cámara para las fotos de ambos, y la organizadora del evento sale del salón y va a chequear que todo en el piso de recepción marche bien. Es una boda inmensa.
-¿Cuántos cambios de vestido tienes? -pregunta Adrien acercándose más a mí.
Elevo la barbilla y pienso mentalmente en todos los vestidos que escogieron por mí.
-El vestido de iglesia, el de recepción, entrada al salón, primer baile y el de final de fiesta.
-Son muchos vestidos.
-Lo sé, tu madre y la mía no podían decidirse por dos vestidos y escogieron cinco.
-Eso significa que podré verte desnuda cuatro veces -murmura por lo bajo.
Le lanzo una de mis peores miradas y en mi mente pongo los ojos en blanco. Hombres... sé que soy hermosa, pero no es necesaria tanta obviedad.
-No verás nada si no quiero.
Sonríe y posa su mano en la curva de mi cintura.
-Claro que lo haré -asegura-. Soy tu esposo.
Frunzo el ceño e intento contenerme. Si sigue hablando, le partiré este estúpido ramo en la cara.
-No me importa.
-Bien.
-Bien.
-Bien, entonces -repite.
-Bien.
Por fin se acaba, damos por finalizada la discusión y yo gano otra vez.
El fotógrafo comienza a dar órdenes y Adrien y yo obedecemos como los excelentes novios que somos. La rubia aparece para ver la mini sesión de fotos y noto que está emocionada. Claro, tener en su portfolio una boda con el apellido Eggers debe ser lo mejor de su carrera.
Nos toman fotografías de diferentes posturas y ángulos. Primero a ambos, y hacemos de todo en ellas, incluso besarnos. Luego me toman fotografías a mi sola: de perfil, de frente, de costado, con el ramo, sin el ramo, sentada en la mesa principal, con el anillo de bodas, con el pastel, de espaldas, sentada de nuevo, recostada contra el enorme sillón blanco ubicado a un rincón, en la pista de baile, en el jardín... En fin, fueron los cuarenta minutos más desgastantes de toda mi vida. Los pies todavía me duelen a causa de los zapatos y cargar este enorme vestido se me hace fastidioso.
-¡Ya terminamos con las fotografías! -grita el chico con la cámara en dirección a la rubia que supervisa que todo esté bajo control. Ella corre hacia nuestra dirección y le echa un leve vistazo a su carpeta.
-Gea, tenemos veinte minutos para el cambio de vestido y retoque de maquillaje-musita rápidamente. Adrien toma mi mano y, como si supiese lo que debemos hacer, me dirige hacia las escaleras blancas de mármol que se encuentran en la parte trasera del impresionante lugar. Sube rápidamente, pero no logro hacerlo del mismo modo que él.
-¡Espera! -grito desesperada. Piso mi vestido y siento que voy a caer en cualquier momento.
Él se detiene y me observa mientras que subo los cinco escalones que me faltan para alcanzarlo. Sonríe y luego los baja rápidamente. Me toma en brazos y me carga como sino pesase nada. Sube las escaleras y yo chillo por el vértigo que me produce mientras que él suelta una risita.
-No te preocupes,
no voy a dejar que te caigas -asegura. Permanezco en silencio y trago el nudo que tengo en la garganta. Acaba de cargarme y debo admitir que eso fue algo muy dulce.
Llegamos a la suite y, sin soltarme, toma una llave de su bolsillo. Abre la puerta y camina hacia la inmensa cama que se encuentra en medio de la habitación. Me deja sobre el colchón con delicadeza y se aparta porque es obvio que la situación se ha vuelto algo incomoda. No quiero pensar en el momento en el que debamos dormir juntos o compartir la misma casa. Sé que todo será raro.
Me pongo de pie, aliso mi amplia falda y me quito los zapatos. Los arrojo a un lado y me acerco al espejo. Aún sigo viéndome muy bien. Tal vez, solo deba retocar un poco el rubor de mis mejillas y el brillo labial, pero eso puedo hacerlo yo sola. Él me observa desde el otro lado de la habitación con detenimiento, de una manera que logra desconcertarme solo un poco.
-De verdad eres hermosa -emite con los brazos cruzado a la altura del pecho. No debe intimidarme, pero lo hace. No me imaginaba este tipo de comentarios por mas verdaderos que sean. No creí que me lo diría con tanta frecuencia.
No respondo a su halago. No tengo nada que decir. Camino un par de pasos y observo el perchero con los cuatro vestidos blancos que debo estrenar. Tomo el de la recepción: corte sirena, con tul en la parte baja, escote corazón y pedrería en los bordes de él. Lo observo, acaricio la tela y vuelvo a dejarlo en su lugar. Es tan hermoso como el primero.
Coloco mi brazo en la parte trasera del vestido que llevo puesto e intento quitármelo, pero sé que no lo lograré. Volteo mi cabeza en dirección a Adrien y veo como sonríe. Comprendió mi mensaje sin ninguna palabra. Eso es bueno, no tendré que gastar saliva en vano. Él se acerca rápidamente y corre mi cabello a un lado. Dejo que mi mirada recorra el suelo y muevo mis manos nerviosamente a la altura de mi abdomen.
Él comienza a desabotonar las delicadas perlas que unen mi vestido y, cuando percibo que la prenda comienza a aflojarse, suelto un leve suspiro mientras que sus dedos se mueven sobre mi espalda y permanezco quieta en todo momento.
-Gracias -susurro.
-Fue un placer -responde con la mirada cargada de felicidad.
Pierdo todo tipo de vergüenza y me desvisto delante de él. Es mi esposo, sé que me verá así en cualquier momento, no estoy segura si sucederá esta noche, pero ahora somos un matrimonio y por más que no haya amor podemos tener sexo. Aún no me atrevo a hablar de ello, apenas lo conozco, pero sé que sucederá.
Él me observa de pies a cabeza. Solo llevo una braga blanca de encaje y medias hasta la mitad del muslo. Su mirada se detiene en mis pechos y luego de unos segundos asciende hacia mi rostro. No dice nada, parece perplejo. Intento reprimir todo tipo de deseos extraños y decido mirar hacia otra parte.
Ahora sí, tomo el vestido de recepción y él se acerca para ayudarme en completo silencio. Ya estoy lista. La celebración de la boda está por comenzar.
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1. Diamantes
Tres semanas, hace exactamente tres semanas que no me toca. Y no me importa. Jamás lo hemos hecho de la manera correcta. Ambos somos muy diferentes en ese aspecto, no somos lo suficientemente compatibles. La relación no funciona. Siempre acabamos rápido y no disfrutamos de lo que debemos como es debido.
Sus besos son fríos y los míos también lo son. Todo es fingido y de mala manera. Es una obligación. Estoy completamente insatisfecha. Y, aunque jamás hemos hablado del tema, sé que él también lo está.
No le dirijo la palabra, porque no me interesa hacerlo. Ya no tenemos ningún tema de conversación.Lo poco que podíamos hablar en un año se fue consumiendo lentamente. Incluso sobrevivir al desayuno se hace difícil. Oírlo es aburrido, verlo no me genera nada especial y pensar en él, y en lo poco que nos conocemos, me hace sentir deplorable y vacía...
Aún no sé por qué me necesita tanto, solo comprendo que debo guardar las apariencias y conformarme con lo mucho que tengo y con lo poco que él me da. Todos creen que somos un matrimonio perfecto, aunque ambos sabemos que entre nosotros solo hay un acuerdo y sexo casual de vez en cuando.
Sexo casual no es suficiente. La primera vez que lo hicimos creí que funcionaría, pero ambos nos equivocamos...
Me miro al espejo. Estoy perfectamente vestida, como casi todas las mañanas. Si fuese una persona corriente, seguramente estaría desayunando a las corridas y tomando mi bolso para ir la oficina, pero por suerte, mi vida no es así. No trabajo porque él no me deja
hacerlo, no es necesario y eso me encanta.
Vivir mi vida, la vida de una reina, llena de goces y gastos, es mejor que estar encerrada en una aburrida oficina firmando contratos con españoles, italianos y rusos, como él lo hace. Me la paso de compras, almuerzo en restaurantes exclusivos, tengo citas en el spa y salón de belleza y no tengo un límite en mis tarjetas de crédito, pero aun así, con todo lo que el dinero puede comprar, me siento vacía...
No dejo de ver mi reflejo. Hay algo diferente en mí, no soy la misma mujer de un año atrás, no me siento feliz, no me siento especial, no me siento viva.
Soy consciente de que poseo una belleza pocas veces vista. Si no fuera hermosa, no tendría lo que tengo, si no fuera perfecta, no sería quien soy. Muchos me desean, todos quieren tenerme, pero saben que solo uno puede aprovecharme al máximo y la ironía de la situación es que él no lo hace. No hablo de sentimientos como el amor o el cariño. No es necesario, pero si al menos mi esposo y yo tuviéramos sexo divertido de vez en cuando, todo sería diferente.
Recorro el extenso y lujoso pasillo de la mansión y bajo las escaleras de mármol blanco. Vivo en un palacio, tengo dos o tres empleados a mi disposición, cambio el modelo de mi coche cada seis meses, obtengo lo que quiero, cuando quiero y como quiero, pero sigo sintiéndome vacía.
No tengo vida. O por lo menos, no una vida real.
Llego al elegante comedor y las muchachas del servicio se mueven en sincronía para mover mi silla a un lado y servir el jugo de naranja en el vaso de vidrio.
-Buenos días,
señora -murmuran con algo de miedo una de mis mucamas.
-Buenos días -digo sin ánimo alguno.
Ellas tal vez deben pensar que soy una bruja, una despiadada, pero así me siento. No suelo tratar bien al personal, no se me apetece hacerlo. Y menos si me llaman "señora". Solo tengo veinticuatro, soy toda una adolescente aún, pero no me siento así. A veces creo que llevo la aburrida vida de mi madre.
No debo quejarme, es el título que me toca.
Señora Eggers, soy la señora Eggers. Esposa de un alemán millonario que vive en Londres.
Miro mi plato y frunzo el ceño al ver los trozos de frutas de diferentes tipos. No tengo ánimos de comer eso, ni siquiera deseo comer. Bebo un poco de jugo y mi "perfecto y amado" esposo aparece en el salón luciendo ese traje gris, típico de todos los malditos días.
Se acerca a mí y me da un casto beso en los labios. Es frío, seco y para nada cariñoso.
-¿Cómo has amanecido? -pregunta, intentando parecer dulce, pero advierto como fracasa en cada una de sus palabras. Mueve su mano y acaricia mi mejilla en un vago intento por parecer amoroso, pero dejo que lo haga.
Sonrío.
-Muy bien, cariño -respondo acorde a su tono-. ¿Cómo has amanecido tú? -No tolero ser amable todo el tiempo, pero tengo que hacerlo. Los empelados nos observan.
Ambos somos conscientes que el servicio está presente y por más que no sea de su incumbencia, estoy segura que las paredes de la cocina oyen barbaridades con respecto a nuestro falso matrimonio.
Él me responde vagamente como suele hacerlo
todas las malditas mañanas. Yo finjo que oigo lo que dice y las mucamas recargan mi vaso con más jugo unas dos veces. Es aburrido, deplorable, insoportable.
Me siento más vacía que nunca.
-Recuerda que a medio día tendremos visitas -Asiento con la cabeza. No hay nada que decir con respecto a eso. Solo debo aceptar lo que sucederá. No puedo quejarme, no aún.
Él se pone de pie una vez finalizado el desayuno, me besa otra vez en los labios, acaricia mi mejilla levemente con su dedo índice y se marcha por la puerta principal de la mansión. Sonrío para mis adentros. Tengo todo el día para mi sola, lo veré en el almuerzo y será la media hora más frustrante de mi vida, pero me hace bien saber que aún me queda tiempo para disfrutar de mi soledad.
-Recojan todo esto de prisa y preparen la habitación de invitados -ordeno en dirección a las mucamas que me ven como si fuese a morderlas.
-Sí, señora Eggers-responden ambas al mismo tiempo.
Me pongo de pie y salgo de la habitación. Es una lluviosa mañana de jueves y no hay nada mejor que salir en mi coche a hacer algún paseo por Oxford Street hasta el mediodía. No quiero ni pensar en las visitas, no quiero amargarme. Solo será poco tiempo.
Salgo del centro comercial con ocho bolsas en mis manos. Mi celular suena y sé que es él. Lo tomo como puedo y leo el corto, frío e inexpresivo mensaje:
*¿Dónde estás?*
Tecleo rápidamente la respuesta con desinterés:
*Centro comercial*
Oprimo la tecla de enviar y así, sin más, sigo caminando hasta el estacionamiento. Visualizo mi coche a
lo lejos y mi celular suena de nuevo.
*Almuerzo en una hora.*
Pongo los ojos en blanco. Es tan demandante, amargado y serio que me aburre.
Sé que si mi plan funciona, puedo hacer que muchas cosas cambien.
*Ok*
*SE PUNTUAL*
*OK.*
Suelto las bolsas con enfado en el asiento trasero de mi coche. Él siempre encuentra la manera de arruinar mi mañana, mi tarde o mi noche. Siempre hay algo... No lograré tolerarlo por mucho tiempo. Quiero que tenga un maldito viaje de negocios y que me deje sola por toda una semana. Merezco vacaciones.
Doce y unos minutos.
Me bajo de mi coche. Acabo de regresar de una hora de sesión de masajes. Me siento renovada, pero aun así sigo sintiéndome vacía, como casi todos los días del último maldito año.
Un año... llevo un año casada con ese hombre y ni siquiera lo conozco. Jamás pretendí hacerlo, pero esto no era lo que siempre quise para mí.
Solo sé que adora comer pastel de chocolate como un niño de cinco años, puede estar todo el día viendo el canal de noticias y, ¿qué más? Ah, sí, le encanta regalarme flores. Lo hace todo el tiempo, pero jamás hay un motivo, ni una tarjeta, son solo flores para adornar la casa.
Entro a la mansión y rápidamente busco a mis empeladas en la cocina. Ambas preparan el almuerzo y hablan entre sí. Me hago presente debido al ruido de mis tacones en el suelo y ellas se callan de inmediato. Examino su menú del día y luego de asegurarme que todo está en su debido lugar, corro a mi habitación a cambiarme. Mi esposo llegará en minutos y seguramente que con
él, la visita.
No conozco a ese tipo, no estuvo presente en nuestra boda, pero a mi marido le entusiasma la idea de acumular más millones en el banco, así que debo prepararme y fingir que soy la esposa perfecta.
No... Soy perfecta, pero no la esposa perfecta, ambas son diferentes.
Llego a mi habitación y me desvisto rápidamente, quedando solo en ropa interior negra de encaje. Elevo mi mirada hacia la mesita de madera del rincón y veo un nuevo ramo de rosas rojas. Ignoro el aburrido detalle y enciendo la televisión para que haga algo de ruido, pero el canal de noticias remplaza a mi canal favorito de música. Busco el control y cuando lo encuentro comienzo a pasar los canales.
Mi dedo se detiene cuando veo el canal para adultos. Oh, esto es interesante. Una película llama mi atención por completo. Me excito rápidamente, mi temperatura corporal comienza ascender. No puedo evitarlo.
Calor, comienzo a sentir mucho calor y también esa punzada en mi sexo. Es ridículo.
La escena se encuentra en el punto máximo de fogosidad. Dos mujeres y un hombre. Oh, mierda. Las chicas juguetean entre ellas mientras que el hombre viril y musculoso besa a la rubia, con goce, deseo y desesperación.
Comienzo a excitarme y a sentirme patética también. Tengo un esposo, tengo todo lo que deseo, pero no lo que más me gusta.
Los gemidos ahogan mi habitación y bajo el volumen a la pantalla de plasma. Mis pezones se endurecen al ver como el tipo...
Oh, mi Dios.
Si yo tuviera toda esa atención y ese placer... Me acaricio uno de mis senos inconscientemente.
Es mi parte preferida de jugar sola. Mis senos me encantan y aunque Adrien nunca me lo ha dicho, sé que también le gustan. Debo admitir que no son del todo míos, pero aun así son más que perfectos.
Hace tres semanas que nada sucede. Quiero que Adrien ingrese a la maldita habitación y me folle como vengo anhelándolo desde hace un maldito año.
Sigo acariciando mis pechos y de vez en cuando estrujo mis pezones para que se pongan más duros. Mi otra mano se desliza dentro de mi ropa interior y siento mi monte de Venus depilado y suave. Deseo, eso es lo que siento, tengo deseos de hacerlo a lo bestia, tengo deseos de tener un orgasmo detrás de otro y quiero algo grande dentro de mí. Miles de recuerdos invaden mi mente. Es pasado y debe de estar en el olvido, pero no puedo, a veces quiero regresar a esas noches de locura.
-¿Gea? -pregunta mi esposo al otro lado de la puerta.
¡Mierda!
Quito mi mano de mi zona íntima y cambio el canal rápidamente. Agradezco su educación al golpear antes. Sería vergonzoso que me viera así, aunque todo esto es su culpa.
Corro hacia la puerta y la abro. Él entra a la habitación y me observa por unos segundos.
-Hola -digo besándolo secamente. La adrenalina del momento recorre mis venas, pero él no debe notarlo. -Estaba a punto de vestirme, ¿ya llegó tu invitado? -pregunto moviéndome de manera sexy hacia mi tienda individual. Quiero provocar algo en él, al menos algo rápido antes del almuerzo, ya no puedo contenerme más.
-Sí, ya llegó. Vístete rápido, por favor -me pide y, luego, se quita
la corbata. No dejo de verlo de manera depredadora. Adrien tiene lo suyo, me gusta su cuerpo y con eso basta, al menos por ahora.
Él está parado en medio de la habitación sin saber qué hacer. Me observa detenidamente mientras que yo doy dos pasos y quedo a solo unos centímetros de su cuerpo. Coloco mis manos en mi espalda y desengancho mi sostén, me lo quito y les enseño mis perfectos senos.
Acaricio su pecho mientras que él me observa dudoso y desconcertado, pero no me importa. Quiero hacerlo.
Desprendo los botones de su camisa y me acerco para besarlo. Él me acepta rápidamente, pero su beso no me produce nada. Muevo los labios y él intenta seguirme aunque fracasa. No lleva mi ritmo desesperado e impaciente. Quiere algo más y no se lo daré.
Miro la cama King Size en el centro de nuestra habitación, esa cama que fue testigo de las noches más decepcionantes de mi vida, solo arriba y abajo con frialdad por parte de ambos, pero sé que es el momento de cambiar eso.
Lo empujo y él cae sobre el colchón, me subo a horcajadas y abro su camisa de par en par. Toco su pecho que está caliente y firme, luego sonrío con malicia y paso mis manos por encima de su pantalón. Su erección me dice que me apresure.
-Fóllame -digo con la voz ronca-. Quiero que me folles, Adrien.
Me muevo sobre su erección y veo una luz verde en sus ojos. Lo quiere tanto como yo, más que yo, también.
Me toma los glúteos con ambas manos, los aprieta y luego me quita la ropa interior. Rápidamente, y muy excitada, le bajo los pantalones y los calzoncillos. Él libera su miembro y
yo lo acaricio con los dedos mientras que lo oigo jadear y maldecir. Al fin tengo el efecto que deseo en él.
-Gea... -murmura-, ¿qué te sucede? -pregunta debido a mi extraño e irracional comportamiento. Nunca creí que imploraría por sexo, pero, sinceramente, estoy desesperada. Necesito atención, necesito que me toque, que me bese, necesito calmar el fuego que me consume.
Sonrío cínicamente. Él sabe que sucede.
-Quiero que me folles duro, muy duro, rápido... -repito desesperada. Quiero que lo haga.
Tocan a la puerta y él se aparta rápidamente. Maldigo a medio mundo en mis pensamientos. Adrien se pone de pie y acomoda su miembro dentro de sus pantalones, se coloca la camisa apresuradamente y camina hacia la salida de nuestra amplia habitación.
-¿Señor Eggers? -pregunta una de mis estúpidas mucamas. La odio.
-¿Qué ocurre, Andy? -consulta abrochándose los botones.
-El almuerzo estará listo en cinco minutos y su invitado lo espera -grita al otro lado de la dura madera blanca. La detesto. ¡Estúpida!
-Gracias, Andy. Bajaremos enseguida -le responde a la mucama como si tuviera que darle explicaciones. Eso me molesta. Soy la reina aquí, yo tengo el control. Él debería estar arrodillado delante de mí, a mis pies...
-Terminemos lo que empezamos -digo parada frente a él con la respiración agitada. Él parece pensarlo, pero su respuesta es rápida.
-Nunca empezamos nada, Gea -murmura secamente.
-No puedes hacerme algo así.
-Esto es solo un acuerdo. No lo olvides -me dice
con dureza-. Vístete acorde a la ocasión, por favor.
Me lanza una mirada extraña y luego sale de la habitación como si nada hubiese sucedido.
-¡Imbécil! -grito golpeando una almohada.
Lo odio, es un maldito idiota.
No me preocupo en escoger un vestido. Simplemente tomo el primero a mi alcance. Me miro y sonrío por el resultado. Frustrada, excitada y, sobre todo, muy, pero muy molesta, bajo las escaleras de mármol.
Mi vestido completamente nuevo y costoso hará que Adrien se moleste y se excite al mismo tempo. Tengo la espalda al descubierto y toda mi figura se ve perfectamente marcada por el vestido negro con apliques de encaje. Alcé mi cabello en un moño y me puse los tacones más altos y caros de mi armario. Me veo perfecta, soy perfecta.
No estoy segura del porqué, pero quiero impresionar. Su tío me importa un comino, pero quiero que mi esposo me vea, se moleste y me folle como tengo deseos de que lo haga. Sé que es pedir demasiado. Inconscientemente sé que no será del todo como lo anhelo, pero al menos podré sentir algo dentro de mí después de tres semanas.
Oigo voces a lo lejos, en la sala de estar. Cruzo todo el amplio salón recibidor y cuando abro las puertas mi esposo y alguien más se voltean a verme.
-Al fin llegas, mi cielo -musita Eggers. Veo cómo observa mi vestido y frunce el ceño sin que su tío lo note. Me toma de la mano y me acerca a él. Beso sus labios, como todas las típicas veces en las que debemos actuar, y sonrío.
-Lamento la demora -me disculpo, intentando parecer amable-, pero no sabía que vestido
debía elegir.
-¡La espera valió la pena! -Exclama el tío de Adrien. Tal y como lo imaginé. Viejo, gordo y con un rostro un poco simpático, demasiado simpático en realidad. Sonrío y me acerco un poco más al hombre que está sentado en mi precioso sillón de valor incalculable.
-Cielo, él es mi tío Barent. Tío, ella es mi preciosa y amada esposa, Gea -dice intentando sonar orgullo. Le tiendo la mano al tipo y se la estrecho con firmeza. No es un placer, pero soy muy buena mentirosa.
-Soy Gea -mascullo con un delicado hilo de voz-. Es un placer.
-El placer es mío, querida -me sonríe y luego se sienta una vez más en el sillón-. Al fin tengo el gusto de conocerte, todos me han hablado mucho de ti.
-Espero que sean buenos comentarios -espeto con una falsa sonrisa. Me siento yo también y a mi lado, Adrien sostiene mi mano con firmeza sobre su muslo derecho.
-Claro que sí, todos hablan maravillas de ti, estimada Gea.
-Me alegro -respondo rápidamente.
Es un alivio oír eso. Quiere decir que mi plan funciona a la perfección, significa que todo este acuerdo marcha bien. Todo indica que tendré más dinero si sigo siendo la esposa perfecta. Cuando olvido el porqué de todo esto, recuerdo que hay millones esperando por mí y eso me relaja.
-Me llena de ilusión saber qué haces feliz a mi querido sobrino.
Miro a Adrien de reojo y luego dirijo mi mirada a su tío. Mi esposo está molesto y eso lo hace más divertido.
-Y su sobrino me hace muy feliz a mí -expreso acariciando levemente la mano de mi
esposo-,¿verdad, cariño?
Él se acerca a mi rostro y falsamente sonríe mientras que me besa con dulzura.
-Lo haré siempre, cariño-concluye, finalmente.
Veo a su tío, que derrama miel por los ojos ante el estupendo teatrito, y decido cambiar el tema de conversación. Prefiero hablar sobre negocios, empresas y lo que me importa; dinero. En mi interior siento rabia. Quiero acabar con todo esto de una buena vez por todas.
Las mucamas entran a la sala e interrumpen la conversación sobre los últimos ingresos de la empresa. Fulmino a la tal Andy con la mirada y lo hago durante varios segundos para que ella lo note. Yo no le caigo bien y ella a mí tampoco. Juro que la próxima la despido por incompetente.
-El almuerzo ya se encuentra en el salón comedor -comenta la otra chica, cuyo nombre aún desconozco por completo.
Me pongo de pie y cómo toda buena anfitriona hago que el tío de mi querido esposo pase primero hacia la otra habitación. Intento avanzar, pero Adrien me detiene.
-¿No tenías un vestido más apropiado para esta ocasión? -me cuestiona observando con desprecio mi hermoso y caro vestido.
-Jamás te importó como me visto, ¿por qué lo haces ahora? -pregunto para callar sus estúpidos cuestionamientos sin sentido.
-Has excedido el límite, Gea. Sabes que hay mucho en juego.
-En la habitación también había mucho en juego y te acobardaste -respondo y luego sigo mi camino, dejándolo sorprendido y con la palabra en la boca.
Sé que el almuerzo no será la gran cosa, pero quiero que todo salga
perfecto. Los millones en la cuenta bancaria de Adrien dependen de estos días en los que este viejo esté en mi casa.
Nos ubicamos en nuestros respectivos lugares y degustamos de la entrada. No estoy muy segura que es, pero las mucamas lo han preparado especialmente para el invitado. Seguramente es comida alemana, algo que no me agrada del todo, pero que aun así debo comer. No sabe tan mal como se ve. Agradezco que las porciones sean pequeñas y acompaño todo con una copa de vino blanco, al igual que los dos hombres en la mesa.
-¡Gea, he olvidado algo importantísimo!-chilla el viejo, interrumpiendo el silencio en la habitación. Me pongo nerviosa y me relajo al instante. No tiene cara de enfado, más bien parece contento.
-¿Qué sucede? -Él me sonríe y luego rebusca en los bolsillos interiores de su traje color ceniza, que es muy similar a los que utiliza Adrien la mayoría del tiempo.
-Sé que no he podido asistir a vuestra boda y lo lamento mucho -murmura. Adrien y yo sonreímos y asentimos con la cabeza con comprensión.
-Descuida, tío. Estabas trabajando -añade mi esposo-. Gea y yo lo comprendemos muy bien-. Ambos volvemos a sonreír y pocos segundos después, el viejo saca una caja cuadrada de terciopelo del interior del traje.
-De todas formas, traigo tu obsequio de bodas, querida. -me dice, y me entrega la cajita color azul.
-Oh, pero no es necesario -inquiero fugazmente. Dubitativa miro a Adrien que sonríe con parsimonia y luego miro al viejo delante de mí. No sé qué hacer. En realidad, si sé que hacer, pero
debo parecer la esposa feliz y humilde que no necesita de joyas para estar completa, aunque sea una gran mentira.
-Ábrelo -me pide.
Tomo la tapa y la elevo. Son dos pendientes de diamantes, ¡Sí, diamantes! ¡Esmeraldas, en realidad! Valen una fortuna, sé cuál es su precio en libras. Recuerdo que estoy actuando y hago cara de sorpresa y agradecimiento. Intento hacer que mis ojos brillen de emoción y lo logro.
-¡Oh, Dios mío! -exclamo-. Son hermosos, Barent. Gracias.
Me pongo de pie como toda buena actriz que soy, me acerco al viejo y le doy un abrazo. Cuando lo hago intento inclinarme lo más que puedo. Sé que Adrien está viendo mi trasero en este momento. El viejo me rodea con sus brazos y no dejo de agradecerle una y otra vez por el presente. Regreso a mi lugar, pero antes de sentarme, acaricio con evidente excitación el hombro de mi esposo. No es que él me caliente del todo, pero es el único con el que puedo tener sexo.
-Espero que los uses en la fiesta de la empresa, mañana por la noche.
Sonrío, sonrío y sonrío. Si, tendré que usarlos. Podré presumirlos y, lo mejor de todo, obtendré otra excusa para salir de la casa e ir de compras.
-Será todo un placer-respondo-. Tendré que conseguir zapatos que combinen, pero los usaré encantada. -murmuro con gracia. Ambos sonríen y luego el viejo abre la boca de nuevo.
¿Nunca se calla? ¡Es irritante!
-Supe que Adrien te obsequió el collar de esmeraldas para tu cumpleaños y quise hacerte un presente que combinara.
Miro a mi esposo con sorpresa. Jamás creí que él estuviese
tan pendiente de contarle a todo el mundo lo que hacemos o incluso lo que jamás hacemos.
-Es un regalo hermoso, gracias. -digo finalmente para que ya no moleste.
Luego de eso aparto mis valiosos diamantes a un lado para parecer desinteresada, continuamos con el aburrido almuerzo, mientras que mis pensamientos flotan y rebotan una y otra vez dentro de mi cabeza. Esta noche Adrien debe tocarme o enloqueceré.
La noche cae rápidamente. Cenamos a la luz de la velas y cada quien se marcha a hacer sus cosas. El viejo molesto decidió salir a visitar algunos conocidos y se lo agradecí en mis pensamientos una y otra vez. Durante toda la tarde me volvió loca.
Ya escogí el vestido que utilizaré en la fiesta de la empresa y también guardé los diamantes en la caja fuerte de mi habitación. Quiero que el tiempo vuele, deseo ser la envidia de todas las viejas insípidas y aburridas que asistirán mañana.
Llego a mi habitación luego de leer un libro en la biblioteca. Adrien está en su despacho, seguramente, bebiendo whisky importado y pensando en su patética vida. No lo niego, a veces yo también lo hago porque me siento vacía, sé que tengo todo lo que quiero, pero me siento vacía.
Me quito el vestido y lo arrojo a un lado, luego me paseo por la habitación en ropa interior y decido darme una ducha rápida antes de poner en marcha mi plan. Con el cabello recogido me doy un baño, me seco y corro hacia el armario. Tengo que sorprenderlo, pero no debe pensar que me interesa más allá del sexo.
Me dirijo a la sección de lencería dentro de mi pequeña tienda
individual y no veo nada que llame mi atención. Puedo escoger entre pasión y romance o solo sexo. No estoy segura.
Cierro los ojos y paso mi dedo índice sobre todas las prendas, me detengo en una sin saber cuál es y cuando abro los ojos, sonrío. Es perfecta, sencilla y aceptable.
Me coloco el camisón de satén blanco que cubre muy poco de mis piernas, tomo mi bata a conjunto y me calzo unos tacones. Acomodo mi cabello y lo dejo caer sobre mis hombros. Mi rostro se ve bien y mi piel está humectada y con olor a rosas, debido a mi crema corporal. Estoy perfecta. Soy perfecta.
Bajo las escaleras sin hacer mucho ruido y me dirijo a la cocina rápidamente. Por la luz proveniente de la otra habitación, sé que mi esposo aún sigue en su despacho. Entro al cuarto y mis dos mucamas están cenando. Al verme se ponen de pie velozmente y cierran sus bocas.
-Señora -dicen al mismo tiempo a modo de saludo. Las ignoro.
-Tú -digo señalando a la chica cuyo nombre no conozco y no me interesa-. Sirve dos copas con el mejor vino de la casa. Ahora -Ella se mueve y comienza a acatar mi orden. Le dirijo mi peor mirada a la tal Andy porque estoy segura de lo que diré. Quiero que le quede muy claro quién manda.
-Cada vez que el señor Eggers y yo estemos a solas, les prohíbo interrumpir. No me interesa si se aproxima un tsunami o la tercera guerra mundial. No quiero oírlas a ninguna de ustedes golpeando puertas y llamando a quien sea, ¿comprenden? -pregunto con la voz cargada de enojo. La tonta chica asiente con miedo y se disculpa una y otra vez.
La empleada
número dos aparece delante de mí con las dos copas de vino en sus manos. Las tomo y luego aniquilo a ambas con la mirada.
-No perdonaré otro error. La próxima las despido, ¿entendido?
-Sí, señora Eggers -responden al unísono y me marcho del lugar. Tanta incompetencia junta me hace olvidar por un momento cual es el objetivo de esta noche.
Entro a su despacho sin tocar y él no percibe mi presencia. Se ve muy concentrado en la pantalla de su portátil. Lo observo durante unos segundos y me gusta lo que veo. Los dos primeros botones de su camisa están desabrochados, contemplo parte de su pecho y siento calor de nuevo. Las mangas se encuentran enrolladas a la altura de sus codos y su cabello se ve rebelde y sexy.
-¿Qué sucede? -pregunta desconcertado clavando su mirada en mí. Sonrío con malicia y me acerco lentamente hacia su escritorio. Noto como mira mis piernas y mi escote. Mi plan comienza a funcionar.
-Pensé que podríamos hacer algo juntos -susurro, mientras que le entrego una copa de vino. Me mira, pero no dice nada. Lo estoy logrando.
-Gea... -intenta protestar, pero le indico con mi dedo que se calle. Bebo un sorbo del contenido de mi vaso y luego me siento en la mullida silla justo delante de él. Cruzo mis piernas de manera provocativa, veo como sus ojos se cristalizan y me deleito cuando su lengua moja su labio inferior. Me desea.
Él se pone de pie y se acerca a mí. Sonrío al verlo venir. Mi plan funciona.
-¿Qué quieres exactamente? -pregunta a solo unos centímetros de mí.
-Mírame.
Me pongo de pie y
dejo la copa a un lado. Es más alto que yo, pero con los tacones mis labios llegan a su mentón y aprovecho para besarlo ligeramente.
Muevo mi cabeza y posiciono mi boca sobre su oreja.
-Tócame -le digo con la voz cargada de excitación.
Tomo una de sus manos y la llevo hasta mi seno derecho. Él lo aprieta suavemente y yo cierro los ojos. Estoy excitada, más de lo que creí que podría estarlo alguna vez.
Aparto mis labios de su oreja y por un instante huelo su colonia. Es tan masculina que hace que lo desee más que antes.
-Bésame -murmuro, mientras que disfruto de tocar su torso y sus brazos con las palmas de mis manos. Él permanece quieto, pero veo que me desea. Mueve su cabeza y hace caso a mi pedido anterior. Deposita un leve beso en mi cuello y yo me muevo para darle más acceso, luego abre la boca y siento como sus labios y su lengua succionan y miman mi delicada piel.
Con sutileza comienza a besar mi clavícula y desciende en un ligero reguero de besos hasta que se topa con la tela de mi bata. La aparta a un lado, dejándome el hombro izquierdo al descubierto, su beso toma intensidad y mis leves jadeos ahora son más sonoros y exactos.
-Fóllame -digo finalmente. Su boca encuentra la mía y cuando siento su lengua dentro de mi cavidad, muevo los labios desesperadamente. La puerta del despacho se abre y oigo la voz del maldito viejo que acaba de llegar para arruinar mi noche de sexo.
-¡Cuanto lo siento! -exclama parado a pocos metros de distancia.
Mi esposo deja de besarme, cubre mi hombro al desnudo y se coloca delante de
mí a modo de protección.
-Tío -dice Adrien en evidente tono de incomodidad.
Me volteo hacia el tipo y veo que está rojo de la vergüenza. Sabe lo que estábamos haciendo o lo que íbamos a hacer y sabe que lo arruinó.
-Cuanto lo siento, acabo de llegar y creí que estabas solo -dice en dirección al alemán, ahora, mal humorado.
-Descuida, tío. No te preocupes. Gea y yo ya nos retirábamos -le informa y luego se acerca un poco más a mí. Fulmino al vejestorio con la mirada porque quiero que sepa que estoy muy molesta. Él lo nota y observo complacida como sus nervios afloran enseguida.
-Gea. Mil disculpas -murmura incómodo y luego cierra la puerta del despacho.
No puedo creer lo que sucede. Mi plan estaba funcionando, me sentía con deseos de hacerlo una y otra vez, él también quería que tengamos sexo y luego todo se esfuma en menos de tres segundos. No sé qué decir, tengo deseos de matar a alguien, tal vez lo haga. Arruinaron mi momento y lo peor de todo es que estoy segura que no podremos intentarlo de nuevo.
Observo a mi esposo por un segundo. Está inmóvil a mi lado y no hace nada por evitar que la noche se arruine. Suspiro y doy un paso hacia adelante para marcharme, pero él me detiene.
-Lamento lo que sucedió -me dice con sinceridad, pero no es eso lo que quiero oír.
-Ese es el problema entre nosotros, Adrien. Siempre lamentas los errores, pero jamás haces nada para remediarlos -digo cruelmente y él aparta su mano de mí. Sabe que con eso le dije todo lo que siento en este momento y no tiene nada que comentar en su defensa.
Salgo del despacho y subo las escaleras. Llego a mi habitación y rápidamente me quito mis zapatos y los arrojo a un lado con furia. Entro a mi tienda individual y me desnudo. Ya no necesito nada de esto. Tomo mi pijama de algodón que consiste en una musculosa y unos shorts cómodos y luego me quito el maquillaje. Pienso en lo que sucedió, reproduzco en mi mente los besos que me dio antes de que nos interrumpieran y asumo que es la primera vez que siento algo así.
Me acuesto en mi lado de la inmensa cama y me cubro hasta la cintura con las sábanas. Sigo sintiéndome vacía, no obtuve lo que quería y eso me decepciona. No nos queremos, ni siquiera nos conocemos y eso hace que me sienta miserable. Llevo casada un año entero con ese hombre, ambos fingimos muy bien y sé que no somos iguales, pero no funciona, simplemente no funciona.
Adrien entra a nuestra habitación varios minutos después. Aprovecho la oscuridad del cuarto y cierro los ojos para fingir que estoy dormida. Lo oigo moverse de un lado al otro, luego escucho el agua de la ducha caer, y, más tarde, percibo que se acuesta a mi lado. No me muevo, apenas respiro, estoy molesta y no encuentro otra forma de canalizar mi enojo.
-¿Gea? -murmura, mientras que palmea mi brazo. No digo nada. Quiero que piense que estoy dormida-, ¿cariño?
La palma de su mano acaricia con dulzura mis hombros. Eso me desconcierta, pero no me muevo. Espero a que deje de tocarme como rara vez lo ha hecho y cuando siento que se voltea hacia el otro lado y suspira, por fin me tranquilizo y me duermo de verdad.
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2. La fiesta
En la mañana no le dirijo la palabra. Sigo molesta y él lo nota cuando despertamos. Me visto mientras que él recorre la habitación buscando sus cosas para el trabajo.
El silencio me incomoda, pero estoy dispuesta a no decir nada en mucho tiempo.
Me coloco un vestido negro hasta la rodilla, peino mi cabello y tomo mis tacones a conjunto con mi atuendo y mi bolso. Trato de evitarlo, pero sé que no podré hacerlo.
-Gea -dice antes que cruce al umbral de la habitación.
-¿Qué quieres? -pregunto sin dirigirle la mirada.
-¿Estás molesta?
-No.
-¿A dónde te diriges? -consulta desde el otro lado de la habitación.
-No creo que te interese -respondo secamente.
-Gea, por favor -suplica, pero no me importa en lo más mínimo lo que me pida.
Suelto un suspiro y clavo mi fría y distante mirada en él.
-¿Para qué quieres saber?
Él se mueve incómodo y posa sus ojos sobre mí. Es completamente estúpido que tengamos que discutir por una idiotez como está casi todas las malditas mañanas. No sé hasta cuándo podré soportarlo.
-Por favor, Gea. No compliques más la situación -dice en un susurro.
-Desayunaré con mi madre y luego iré a buscar zapatos que combinen con el regalo de tu tío -le digo con el tono de voz severo-, ¿por qué?
Él no responde y suspira, le molesta mi actitud, pero entre nosotros siempre funciona de esta manera.
-Envíale saludos a tu madre de mi parte -Toma su maletín que descansa sobre la silla en un
rincón y suspira.
-Sí, es lo mejor que puedes decir -respondo con devastación. No me dice nada, yo tampoco a él y, sin más nada que decir, salgo del cuarto.
Al bajar las escaleras me encuentro con una de las empleadas.
-¿Desayunará en el comedor, señora? -pregunta con la voz temerosa. Ella nota que estoy con un humor de perros y sabe que debe ser lo más sutil que pueda. La gente incompetente me saca de quicio.
-Saldré -respondo de modo cortante. Asiente con la cabeza y luego desaparece de mi vista.
Antes de llegar a la puerta, el tío de Adrien me detiene. Maldigo e insulto en mi mente y me volteo en su dirección con una amplia sonrisa de esposa feliz.
-¡Gea, querida! -exclama acercándose.
-¡Barent! -musito felizmente y recibo su saludo de buenos días. Me coloco la máscara de "soy la mujer más amable del mundo" y le enseño mis perfectos dientes-. ¿Cómo has amanecido? -pregunto pareciendo interesada, él me sonríe, luego responde que le encanta mi casa y que adora mi hospitalidad. Finjo interés en oírlo y disimuladamente veo el reloj del recibidor. No debo llegar tarde.
-Quiero disculparme personalmente contigo, querida -dice tomándome por sorpresa-. Lo que sucedió anoche fue inoportuno y al mismo tiempo vergonzoso para mí. No creí que estarías teniendo un momento íntimo con mi sobrino y lo lamento muchísimo.
¿Momento intimo? ¿Enserio? No fue para nada íntimo.
-No tienes por qué disculparte. Adrien y yo solo nos estábamos besando, pero descuida, no interrumpiste nada más.
Continuamos en la habitación, como debe de ser -le digo de manera divertida y él sonríe. Tengo que hacer que este viejo crea todo lo que digo, y sobre todas las cosas, debo aparentar plena felicidad o la cuenta bancaria de mi esposo no recibirá más millones.
-Me alegra oír eso -Sonrío porque no sé qué más hacer. Luego me despido rápidamente y salgo de la casa para encontrarme con mi madre.
Llega la noche y, por lo tanto, la fiesta de la empresa. Ya estoy vestida y sonrío al verme al espejo. Philip hizo un gran trabajo con mi cabello. Solo falta el toque final. Camino hacia la caja fuerte y luego de ingresar el código, que resulta ser nuestra fecha de boda -300613- tomo los pendientes y el collar de esmeraldas. Me acerco al pequeño espejo y me coloco los aretes con delicadeza. Se ven muy bien y no llaman mucho la atención, pero el que los observe sabrá que llevo más de medio millón en cada oreja.
Adrien aparece en la habitación con un impecable traje negro que le sienta muy pero muy bien. Me hago la indiferente, pero su presencia se percibe en el dormitorio. Lo veo por el reflejo del espejo y está observándome en silencio como siempre los hace.
Meneo mis caderas por el cuarto mientras que recojo mi labial y algún que otro objeto personal para colocarlos dentro de mi bolso de mano. Tomo mi teléfono y doy un último vistazo a mi aspecto. Estoy hermosa, como siempre, pero hoy puedo decir que mucho más. Soy perfecta.
-¿Estás lista? -pregunta finalmente.
Me volteo en su dirección y lo veo ahí, de pie, apoyando su cuerpo sobre la pared
con los brazos cruzados a la altura del pecho. No respondo a su pregunta, entro al baño para hacer tiempo y luego de dos minutos salgo nuevamente. Él sigue en la misma posición que antes.
-¿Usarás el collar de diamantes que te regalé? -me cuestiona señalando el estuche de terciopelo que reposa sobre mi tocador.
-Es demasiado para éste vestido. Los aretes son suficientes para presumir nuestro dinero, ¿no crees? -digo despiadadamente.
-¿Por qué actúas así conmigo?
-Lo mismo me pregunto yo con respecto a ti-le respondo con malicia.
Él suspira y luego sale de la habitación sin decir nada. Se molestó y no me importa. Soy sincera, es una de mis cualidades a la hora de ser malvada.
Adrien y su tío esperan impacientes por mí. Me tomo mí tiempo y cuando llego abajo, mi esposo toma de mi mano galantemente. Ignoro su mirada retadora y enfadada y me dedico a oír los miles de elogios por parte de Barent.
-¡Hermosa! ¡Bellísima! -dice observándome detenidamente. Sonrió.
-Gracias -murmuro fingiendo estar avergonzada.
-¡Tienes como esposa a la mujer más hermosa que he visto, sobrino!-exclama en dirección a Adrien que aún no ha dicho nada. Me molesto por dentro, se supone que en momentos así debe fingir que soy la luz de sus ojos. Él tendría que estar ahogándome en halagos.
-Lo sé tío. Es hermosa -dice clavando sus ojos en mí. Me siento incomoda por un momento, pero no aparto la mirada. Barent sonríe al vernos y observa el reloj de su muñeca.
-Debemos darnos prisa, se nos hace tarde
-Mira hacia ambas direcciones. Adrien toma mi mano como siempre lo hace cuando hay gente y luego de que su tío cruce la puerta, me detiene.
-Cambia esa cara al menos por unas horas -me pide aún molesto. Lo destruyo con una mirada y suelto su mano. Doy un paso al frente y él me toma del brazo con delicadeza-. No te comportes como una niña, Gea.
-Entonces tú compórtate como un hombre -digo enfadada y bajo las escaleras de la entrada hasta el coche que nos espera.
Llegamos al hotel situado en el centro de la ciudad y una gran manada de gente nos espera en la entrada. Hay fotógrafos y periodistas. Es una de las noches más importantes de mi vida. Mañana mi perfecto rostro estará en todos los periódicos de Londres.
Adrien me ayuda a bajar del coche y ambos automáticamente nos colocamos las máscaras de felicidad total. Él me besa en los labios cuando la puerta del automóvil se cierra y solo siento los flashes de las cámaras que se disparan en mi dirección. Periodistas hacen preguntas a los gritos mientras caminamos hasta la entrada del hotel. No puedo responder a ninguna aunque quiera. Adrien me lo prohibió la primera vez. Dice que eso no nos conviene, que es mejor ignorarlos, y, por primera vez, le hago caso.
Sonrío, sonrío y sonrió una y otra vez. Soy feliz, muy feliz. Eso tengo que decírselo a mi cerebro y hacer que me crea.
Mi esposo toma mi mano cuando entramos al salón dorado del hotel. Hay muchísima gente y por lo visto somos los últimos en llegar. Con mi vista rodeo el lugar rápidamente. Hay más de cuatrocientas personas,
eso quiere decir: mucho tiempo perdido saludando a empresarios y esposas ancianas que no tienen nada interesante de que hablar.
Comenzamos a saludar a todos, nos acercamos a algunos grupos en específico y hablo el idioma de los que están a mí alrededor. Primero español, luego italiano y un poco de alemán. Les agrado a todos, ¿y por qué no voy a agradarles? Soy perfecta. Todos elogian mi vestido y las celosas mujeres cuchichean a mis espaldas haciendo que mi ego y mi seguridad se eleven. Soy la reina aquí.
Una hora después, acabo con los saludos y me concentro en comer algo. Adrien habla con algunos hombres y decido no interrumpirlo. Que tengamos que fingir que somos el uno para el otro no quiere decir que debemos estar juntos todo el tiempo.
Me acerco a la mesa principal. Hay comida española, italiana, alemana y china. Mucha variedad, pero al ver todo tipo de bocadillos sé que no se me antoja ninguno. No debo comer nada de esto, si lo hago tendré que correr media hora más de lo habitual para quemar calorías.
-¿Cómo va tu vida, ambiciosa? -me pregunta la inconfundible voz de Alexia a mis espaldas. Me volteo en su dirección y le doy un fingido abrazo.
-¿Qué haces aquí? -pregunto fingiendo estar emocionada- ¡Creí que no vendrías!
-También pensé que no vendría -me responde con felicidad-, pero ya sabes. Michael se deshizo de su esposa y de sus mocosos por tres días.
Me río, ella es como yo y solo por eso finjo que me agrada. Es amante de uno de los empresarios que trabajan para Adrien y lo más gracioso es que todos en el lugar
lo saben, pero nadie dice nada.
Mi vieja conocida -sobre todo vieja- y yo hablamos durante largo rato. A lo lejos veo que Adrien me observa de reojo de vez en cuando. Bebemos algún que otro trago e intercambiamos críticas con respecto a los hombres y la fantástica vida que tenemos.
-¿Cariño? -musita Adrien a mis espaldas. Me volteo rápidamente y nuestras miradas se encuentran.
-¿Qué sucede? -pregunto.
Él me toma del bazo y me aleja unos metros para que tengamos más intimidad.
-Sabes lo que todos dicen de ella, deberías mantenerte alejada. No quiero que involucren a mi esposa con ese tipo de mujer -Me suelto de su agarre y me acerco a su oído. En mi interior siento miedo. Ella es "ese tipo de mujer" y yo también lo fui, pero él jamás lo sabrá.
-No estoy casada contigo para que me des órdenes. Haré lo que yo quiera, como quiera y cuando quiera -endoso con seguridad y luego como gesto provocativo deposito un besito en sus labios.
-Eres imposible.
Le sonrío cínicamente y regreso a donde estaba anteriormente.
-¿Qué demonios fue eso? -pregunta Alexia un tanto sorprendida. Sonrío.
-Tengo el control -murmuro, y luego bebo lo que resta de mi copa de vino. Ella ríe y continuamos platicando. Mi esposo se pierde entre la gente sin decirme nada más y por primera vez en toda la noche me siento aliviada de no tener su mirada controlándome todo el tiempo.
La fiesta continúa y me aburro a cada instante.
Quiero salir de éste lugar, necesito tomar un poco de aire, pero cuando quiero hacerlo, una música
de salón comienza a sonar. Sé que tendré que bailar con Adrien esta pieza que debe de durar como cuatro minutos enteros. Lo busco con la mirada, mientras que los demás invitados se posicionan y empiezan a moverse de un lado al otro. Me veo completamente atrapada entre la inmensa ronda de baile de salón que se acaba de formar. Siento como me toman de la cintura y no puedo evitar sonreír en mi interior. Sé que es él. Me volteo en su dirección y lo miro fijamente. No quiero bailar esto, pero es lo que sucede en todas las malditas fiestas a las que asistimos.
Nos ponemos en posición, él toma mi mano izquierda y yo apoyo mi otra mano en su hombro. Nos acercamos y comenzamos a movernos de un lado al otro al compás de la música.
-¿Te estás divirtiendo? -pregunta con una sonrisa a medias.
-Sabes que no suelo divertirme mucho en este tipo de eventos -aseguro evitando esa penetrante mirada. Siempre es lo mismo y él lo sabe.
-Mírame, Gea -me pide en un susurro mientras que acerca su rostro al mío. No quiero verlo, no quiero estar aquí, solo quiero que me deje en paz. Necesito calma.
-Sigue bailando y no fastidies, Adrien -susurro secamente, clavando mi mirada en el suelo. Sé lo que quiere hacer y no puedo caer.
Mueve una de sus manos y toma mi mentón con delicadeza para que lo mire. No tengo escapatoria, voy a ver sus ojos y voy a sentir esa maldita sensación extraña en mi estómago, esa cosa que tanto detesto.
-Eres realmente hermosa -musita acercando sus labios a los míos. Apenas se rozan, pero el calor y la tensión sexual
en nuestra burbuja compartida, comienza a afectarme-. Eres la mujer más...
-Basta, Adrien -le digo velozmente-. No hagas esto -le imploro desviando mi mirada hacia cualquier lugar.
A unos metros veo a su madre acercarse con una amplia sonrisa en su rostro. Había olvidado por unos pocos minutos que ella también está aquí con su mala cara y sus expresiones falsas. Suelto la mano de Adrien y sin decir más, dejo que él siga bailando con su madre. Este no es un lugar para mí, no así, no con Adrien. Todo comienza a salirse de control y siento mucho miedo.
Voy al baño a retocar mi maquillaje y luego recorro el pasillo hasta el gran balcón que me muestra una hermosa vista del jardín del hotel. La noche es fría y estrellada. Hay fuentes de agua en algunos rincones específicos del verde césped y los rosedales de varios colores atrapan mi atención. Es un lugar tranquilo, alejado de los murmullos empresariales y la música melódica. No tolero mucho este tipo de fiestas. Nací para cosas muy diferentes, pero no debo quejarme, es lo que me toca. Sabía que cambiaría mi vida feliz por dinero y acepto las consecuencias lo mejor que puedo.
Me relajo, suspiro y pienso. Mi vida es un desastre, aunque quiera aparentar lo contrario, sé que todo éste teatrito se hundirá conmigo. No sé si podré tolerarlo por mucho tiempo.
De pronto oigo pasos detrás de mí, pongo los ojos en blanco y no me volteo. Sé que es Adrien. Vino a buscarme para terminar de arruinar mi patética noche. Espero a que esté lo suficientemente cerca y antes de voltearme, un flash de una cámara
se dispara y ciega mis ojos por varios segundos.
-¿Qué está haciendo? -pregunto alarmada hacia el hombre parado delante de mí.
-Discúlpame, pero necesitaba tomarte una fotografía, tu perfil es perfecto -dice apartando su mirada de mí y centrando su atención a la pantalla de su cámara fotográfica. -Sí, lo sabía. Eres hermosa.
-¿Disculpe?
-Soy un atrevido, lo sé, pero no te asustes. Solo obtuve una hermosa fotografía tuya.
-Usted no es invitado de la fiesta -arrullo observando su vulgar atuendo. Lleva pantalones de jeans y una camisa a cuadros. Por su aspecto puedo ver que es una de esas personas que viaja en clase turista y que apenas puede pagar sus deudas a fin de mes.
-Eres muy inteligente. Soy nuevo en Londres y me alojo en este hotel -responde con una sonrisa. Observo su rostro y no está nada mal...
-Jamás podría alojarse en un hotel como este -digo con sequedad.
-Soy un tipo con suerte -asegura con una sonrisita.
-Aun así, no debería de estar aquí -respondo de malas.
Es más alto que yo, pero no tanto como Adrien, tiene un cuerpo esbelto, pero trabajado, y una sonrisa con los dientes perfectamente blancos. Como toda mujer puedo decir que me gusta lo que veo, aunque parece un niño en un cuerpo adulto.
-Por lo que entendí, este balcón es para uso compartido -comentar con una sonrisa cargada de diversión.
-Aun así, le pido que me deje sola -siseo con firmeza. Es el momento de jugar el juego de la reina. Yo tengo el control aquí.
-¿Aquí? ¿Sola? -pregunta
con ironía.
Rápidamente doy un paso hacia atrás, asustada. No sé quién es y llevo pendientes carísimos que valen más que mi vida.
-Descuida, no soy un asesino ni nada por el estilo -dice rápidamente.
-Me voy -Camino velozmente, él me sigue y toma uno de mis brazos. Volteo y choco con su torso. Esto tiene que ser una vulgar pesadilla.
-Soy Damien O'connor. Es un placer, nena.
Me alejo de su cuerpo y acomodo mi maldito vestido con nerviosismo. No sé qué decir exactamente.
-No me llames "nena"-ordeno.
-Bien, ¿cómo te digo entonces? -pregunta con cinismo.
-Soy Gea Eggers y... ¿A ti que te importa quién soy? -chillo con la voz entrecortada. Dejo de parecer segura y eso me asusta. Enderezo los hombros y elevo la barbilla. Soy yo de nuevo. La egocéntrica y engreída Gea-. Soy anfitriona de la fiesta en el salón dorado.
-Sí, pude notarlo -me dice.
-¿Disculpa?
Se acabaron las formalidades, se acabó la dama inglesa. Quiero que se vaya.
-Me refiero a tu atuendo caro y a tu refinada forma de ser.
Ignoro su comentario, sé que quiso decir con eso, pero soy así y fin de la situación.
-Debo regresar, mi esposo me está esperando.
-Afortunado tu esposo.
-No seas insolente.
Mis tacones resuenan sobre el piso y mis nervios comienzan a traicionarme. ¿Qué demonios fue eso?
-¡Que disfrute su fiesta! -lo oigo gritar a lo lejos. Sonrío para mí misma, fue extraño, pero me gustó.
Ingreso al salón y Adrien aparece rápidamente.
-¿Dónde estabas? -Yo lo observo y no digo nada. Sigo mi camino, pero él me toma del brazo y me hace voltear con brusquedad-. Te pregunté dónde estabas, Gea. Responde -dice intentando contener su ira-. Es lo mínimo que merezco.
Observo a mí alrededor y no me gusta lo que veo.
-Todos nos están viendo, deja de actuar como un imbécil -le digo acercándome a sus labios.
Con el rabillo del ojo, mi esposo, observa el lugar. Tenemos que salir de esta incómoda situación. Siento como su agarre su vuelve delicado, su otra mano acaricia mi cintura y me acerca a su cuerpo. Sé lo que hará y estoy dispuesta a todo para que nadie piense que estábamos peleando. Eso podría acabar en un escándalo, por lo tanto, puede acabar con el dinero en la cuenta bancaria de Adrien, mi dinero, también.
Acerco mi boca a la suya y dejo que me bese, su lengua busca la mía y no me niego. Es una de las pocas veces en las que me besa así, pero no me quejo, incluso me gusta y comienzo a excitarme. Los deseos reprimidos de la noche anterior regresan y quiero sexo.
Él se separa de mí y luego toma mi mano.
-Nos vamos -dice queriendo parecer dulce y tierno, pero no lo logra.
Me jala hacia el pasillo y prácticamente me arrastra hasta la salida. Protesto todo el camino, pero él me ignora y apresura el paso. No puedo caminar tan rápido con estos malditos tacones y se lo hago saber, pero a él no parece importarle.
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3. Solo sexo
El camino de regreso a la mansión es incómodo. Permanecemos en silencio y cada quien observa la ciudad desde su respectivo lado de la ventanilla. Tengo deseos de llorar por primera vez. No sé qué me sucede exactamente, pero no quiero averiguarlo.
Cuando llegamos, me bajo del coche apresuradamente e ingreso al recibidor. Adrien viene detrás de mí pronunciando mi nombre para que me detenga, pero no lo hago.
-¡Gea! ¡Detente! -grita a mis espaldas.
-¡Vete a la mierda, Eggers!
Sé que estoy a punto de llorar y no quiero que me vea. Jamás le demostré a nadie la debilidad y no lo haré delante de él. Me siento como una estúpida, tengo todo lo que quiero, pero al mismo tiempo no tengo lo que más deseo. Me siento vacía y ni siquiera puedo quejarme. Yo estuve de acuerdo con todo esto.
Entro al baño de mi cuarto y cierro la puerta con seguro. Me voy derribando lentamente hasta que siento que mi trasero toca el piso. Me tomo un momento, evito que las malditas lágrimas se escapen y lo logro. Sé que debo salir y aparentar indiferencia, pero se me hace muy difícil. Cada día que pasa caigo en una realidad mucho más profunda, pero me hago la tonta porque no quiero creerlo aún.
-Gea, sal ahora mismo, debemos hablar -me dice al otro lado de la puerta.
Seco una lágrima, solo una que escapó. Me incorporo y luego me acerco al espejo del baño. Arreglo mi rostro para que él crea que nada sucedió, me quito mi vestido y lo dejo a un lado. Abro la puerta y camino solo en ropa interior hacia la cama.
La reina siempre
gana.
-Gea, te estoy hablando -Está parado a solo unos metros de mí, ya no lleva el saco de su esmoquin y tampoco la corbata negra.
-No me interesa hablar contigo -le digo ásperamente y aparto las sábanas.
Él se aproxima furioso y me toma del brazo otra vez. Me encuentro con su mirada llena de ira y trago en seco. No quiero pelear ahora. Todo es mejor cuando nos ignoramos mutuamente.
-¿Quién era ese hombre? -pregunta tomándome desprevenida.
-No sé -digo rápidamente.
-Hablabas con él.
-No lo sé.
-Responde.
-¡Me estabas espiando! -afirmo.
Él no lo niega y eso me desconcierta.
-Estaba preocupado -se excusa. Rio cínicamente y me alejo de él.
-No es necesario que mientas ahora, nadie nos está viendo -siseo saliéndome de control. Esta conversación es estúpida y sin sentido. No le debo explicaciones.
-No finjo, estaba preocupado por ti.
No digo nada. Quiero acostarme y descansar. Me duele la cabeza y no me siento del todo bien. Ya lo he dicho, pero esta discusión es igual a las demás.
-Estoy cansada, déjame dormir -exijo sin dirigirle la mirada.
-Estás molesta y ni siquiera sé porqué.
-¡Claro que lo sabes! -exclamo a los gritos.
Me siento en la cama y me quito los zapatos lentamente, eso lo enoja y yo lo disfruto. Peino mi cabello con mis dedos y luego apago la luz proveniente de mi mesita de noche. Él resopla y maldice una y otra vez en voz baja, sé que quiere contenerse, pero no logrará hacerlo por mucho tiempo.
Me acuesto y me cubro con
las sábanas hasta la altura de la cintura. Cierro los ojos, Adrien cruza la habitación y se coloca delante de mí.
-Gea, no terminamos de hablar -dice de manera poco amigable.
Sigo con los ojos cerrados y él comienza a perder el control. No pienso decir nada, estoy molesta y además de eso sin vida sexual plena desde hace tres semanas. Puedo comportarme como se me dé la gana.
Las sábanas de la cama se apartan de mí y siento las manos de Adrien tomándome por los brazos y obligándome a ponerme de pie. Abro los ojos aturdida, lo veo, está enojado, muy enojado y eso me gusta.
-¿Qué crees que haces? -pregunto intentando escapar.
-¡Te comportas como un niña! ¡Quiero hablar contigo, pero jamás logro hacerlo!
-¡No es mi culpa que no logres hablar conmigo, al fin y al cabo, hay muchas cosas que no logras hacer! -digo sin piedad alguna. Sus ojos reflejan sorpresa y noto como su mandíbula se tensa. Lo estoy provocando y sé que me encantará lo que sucederá.
-¿Qué quieres decir con eso? -pregunta acercándome más a su cuerpo. Comienzo a excitarme, mierda que estoy excitada. Huelo su colonia y siento deseos de besarlo, no sé por qué, pero su enojo me enciende.
-Sabes a lo que me refiero -murmuro acercando mi cara a la suya. Ahora si pienso quejarme, por primera vez voy a hacerlo.
-Dime entonces -me reta.
Suspiro, estoy dispuesta a desahogarme.
-¡Nuestro matrimonios es una completa mierda! ¡Todo es una mierda!
-¿Qué más? -pregunta con los ojos cargados de enojo-, ¡Dime algo que no sepa!
-¡Lo nuestro no funciona, es un completo desastre, fingimos todo el tiempo y además de eso no nos llevamos bien!
-¡Eso ya lo sé! ¡Quiero que funcione, pero tú no me lo permites!
Claro, ahora resulta que yo soy la culpable de todo lo que sucede. Me sorprendo, es la primera vez que hablamos seriamente sobre lo que nos sucede. En el año que llevamos juntos, jamás habíamos intercambiado palabras de la manera en la que lo hacemos en este momento.
-¡Tú y yo sabemos que no nos queremos, sabemos que esto es un desastre! ¡Tú sabes que este último año que pasamos juntos, fue una completa mierda! ¡No somos felices, Adrien!
-¡Yo quiero que seamos felices, Gea! -grita rápidamente.
-Pero... no... -murmuro claramente impactada por lo que acaba de decir. Necesito cambiar el tema, tengo que evitarlo por completo-.¡No te pido que me ames o que me quieras porque no me interesan tus sentimientos! Sabes que me casé contigo por tu dinero y fui muy sincera contigo al respecto, pero si al menos el sexo entre nosotros fuera mejor, no estaríamos discutiendo por algo sin sentido.
-¡Ese es tu mayor problema! ¿Solo quieres eso? ¿Sexo? -me cuestiona claramente irritado-. ¡Puedo darte mucho más que sexo, Gea! ¡Abre los ojos!
No sé qué responder. Estoy anonadada, puedo decir que sí o decir que no, pero no quiero hablar, las palabras no me sirven en este momento. Él me observa en silencio y noto como una descarga de adrenalina invade mi cuerpo.
-No puedes darme nada más, Adrien -murmuro para provocarlo-. No quiero nada más -miento.
Él
me suelta ambos brazos y luego sus manos arrancan mi sostén de un tirón, me sorprende y me excita. No comprendo lo que hace hasta que me toma con fuerza entre sus brazos y eleva mi cuerpo, da un par de pasos y mi espalda choca con la pared más cercana. Rodeo su cintura con mis piernas y él comienza a besarme el cuello. Estoy sorprendida.
-Me provocas, Gea. No sabes de lo que soy capaz -me dice, mientras que con su dedo índice recorre mi monte de Venus por encima de la ropa interior. Me éxito mucho más. No sé qué pretende, pero está funcionando. Jamás hizo algo como esto y me ilusiono por un momento.
-Estás completamente loco -le digo al oído.
-Ambos lo estamos -me responde con una cínica sonrisa.
-Puede ser...
-Dime qué quieres -Sé exactamente lo que quiero.
-Mírame -susurro posando mis manos sobre las solapas de su camisa blanca.
Él me observa, hacemos contacto visual y le insinúo mis pechos. Veo como se excita al paso de los segundos. Tomo su camisa y la abro de un tirón, haciendo que todos los botones salgan esparcidos hacia diferentes direcciones, los oigo hacer un ruidito sucesivo al tocar el suelo y sonrío.
-Bésame -le pido, guiando su cabeza en dirección a mis senos.
Su cuerpo y el mío se acercan mucho más y luego él me carga hasta llegar a la cama. Siento el mullido colchón a mis espaldas y su peso encima de mí. Abre la boca y tira de mi pezón izquierdo. Jadeo. Es excitante y quiero mucho más. Estoy empapada de deseos y quiero que él lo note, quiero que me toque por todas partes. Por primera
vez siento que funcionará.
Con mis manos aparto a un lado su camisa blanca y la arrojo hacia cualquier dirección. Toco su espalda, sus hombros, y con mis uñas dibujo círculos a la altura de sus omóplatos. Adrien comienza a descender y besa mi abdomen provocando que leves jadeos se escapen de mi boca. Siento su lengua saboreando mi piel, pero algo me falta.
-Tócame -le digo con un hilo de voz.
Eleva la mirada y sonríe como pocas veces lo he visto. Su mano se desliza hacia mis caderas y percibo cómo sus dedos bajan mi ropa interior lentamente. Disfruto de la sensación placentera que me invade. Él se deshace de la prenda y acaricia mis piernas, luego recorre con sus labios el interior de mis piernas hasta que posa su boca sobre mi feminidad. Jadeo, jadeo y me aferro a las sábanas de la cama.
-Oh, Dios -gimo para liberar las miles de sensaciones que siento.
Se me corta la respiración. No puedo creer que esté sucediendo. Con la punta de su lengua acaricia mi clítoris y con su mano aprieta y estruja mis pezones. Mi vientre se eleva a cada movimiento y mis caderas comienzan a sentir que un orgasmo se aproxima. Luego de tres semanas, por fin lo está haciendo, y como yo quiero.
-Bésame -balbuceo buscando su mirada. Él deja mi sexo y llega a mi boca. Su lengua comienza a explorar cada centímetro de mi cavidad y gimo cuando separa mis piernas e introduce dos dedos en mí. Me aferro a su espalda y él hace ligeros movimientos circulares dentro y fuera, luego acelera el ritmo.
-Más -susurro-. Oh, sí...
Él se detiene, se
pone de pie, me observa y luego se deshace de sus pantalones y de sus calzoncillos.
-De rodillas, cielo -ordena.
Hago lo que me dice. Está haciendo un gran trabajo y no pienso desobedecerlo. Me coloco de rodillas sobre el colchón y él se sube a la cama. Me inclino hacia delante y le dejo todo mi hermoso trasero para que goce. Sé lo que hará y eso me excita. Quiero que lo haga, quiero que me folle duro. ¡Por fin!
-Dime que quieres -musita acercando su miembro a la entrada de mi zona. Jadeo, no puedo pronunciar palabra-, ¿qué deseas?
-Sabes lo que quiero, maldición -me quejo.
-Dilo.
-¡Follame, hazlo, follame!
Se mueve rápidamente y me penetra. Dejo escapar otro gemido. Siento como las paredes de mi sexo se expanden..., me llena por completo. Se mantiene dentro por unos segundos y acerca su boca a mi oreja. Mueve mi cabello con delicadeza hacia un lado y acerca su boca a mi oreja.
-¿Esto es lo que quieres? -pregunta con voz seductora. Me siento tan idiotizada que ni siquiera recuerdo mi nombre.
-Sí, follame -repito otra vez-. Hazlo.
Él se mueve fuera y luego dentro muy fuerte, duro, como me gusta. Cierro los ojos y abro la boca, necesito canalizar lo que siento de alguna manera. Mis senos rebotan sin control alguno y es magnífico. Grito, no me importa si hay gente en la casa, es mejor que todos sepan lo que él y yo hacemos. Me siento como toda una reina del sexo.
-Oh, maldición -gruñe acelerando el ritmo. Esto comienza a funcionar.
-¡Más, más! -exijo. Gimo fuerte otra vez y él me da un ligero azote en el trasero que me toma por sorpresa-. ¡Mierda!
Muerdo mi labio inferior, lo remojo con mi lengua e intento respirar con normalidad. Él me toma de la cintura con ambas manos y sigue embistiéndome una y otra vez. Es bruto, es salvaje, es sexo duro. Es el Adrien que me gusta y que aún no conocía.
-¿Quieres más, preciosa? -pregunta con la voz entrecortada.
-¡No pares! -exclamo rápidamente. Ahora mi espalda descansa sobre el colchón y mis piernas se enroscan en su cintura. Se mueve y elevo las caderas para profundizar sus penetraciones. Enloquezco.
-Eres hermosa, Gea -dice acariciando mi abdomen de arriba hacia abajo. Besos sus labios y enredo mis manos en su cabello-. Eres la mujer más hermosa que he visto, pero es una lástima que seas una maldita zorra ambiciosa. Estás perdiendo la oportunidad de tener todo lo quiero darte.
Luego, detiene sus movimientos y se levanta de la cama.
-¿Qué mierda crees que haces? -pregunto poniéndome de pie a duras penas.
-¿Querías solo sexo, cierto? -murmura dándome la espalda-.Ya te di solo sexo.
No comprendo lo que sucede, estoy aturdida, sé lo que me dijo y también sé por qué. Lo veo dirigirse al baño e inmediatamente caigo en cuenta de lo que sucedió. Soy una estúpida.
-¡Vete a la mierda, Eggers!
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5. Arpía
Durante el camino a casa de su madre ninguno de los dos dice nada. Estoy en el asiento del copiloto y observo el paisaje a medida que el coche se mueve. Luzco el vestido que Adrien tomó de mi armario, tengo mi bolso en mi regazo y mi cabello está recogido en un elegante moño. Aún me siento mal. En cuarenta minutos, debí improvisar bien porque Adrien dejó marcas en mis brazos. Tengo moretones algo azulados unos centímetros más arriba de mis codos. No se lo dije, sé que no le importará, pero la idea de pensar que me hizo daño me duele.
Barent nos viene siguiendo con su propio coche. Eso es mejor, no lo soportaría ni un segundo más. No estoy de humor y sé que tendré que cambiar mi cara y recurrir a una de mis máscaras para ver a la encantadora, dulce y amable señora Eggers, mi suegra.
Adrien parece incómodo y conduce rápidamente. Ha estado bebiendo hace una hora atrás y eso me preocupa. No quiero morir en un maldito accidente de coche.
-Baja la velocidad -ordeno con el tono de voz firme-, o nos vas a matar -advierto. Él no responde, pero quita su pie del acelerador y ahora si la carretera no me parece tan peligrosa. Lo oigo suspirar y sigo mirando por la ventanilla del hermoso BMW.
Aprieta uno de los botones del volante y una canción comienza a sonar a través de los parlantes del vehículo. Por un momento se me hace muy familiar, pero no logro recordar dónde demonios la oí alguna vez.
A Adrien parece gustarle la canción y de vez en cuando tararea el estribillo, mientras que golpea los dedos en el volante al ritmo de la música. Lo miro
por el rabillo del ojo, parece disfrutar del momento como si estuviese recordando algo realmente hermoso. No digo nada porque no quiero dirigirle la palabra, pero me inquieta.
-Adoro esta canción -dice en un susurro, sin despegar su mirada del camino-. Sabes que significa, ¿cierto? -pregunta ladeando su cabeza hacia mi dirección. Frunzo el ceño. No, no sé qué demonios significa, pero se me hace muy familiar.
-¿Debería saberlo? -pregunto con mala cara. Él ríe cínicamente y niega con la cabeza.
-No, estaba seguro que no lo sabías -dice de manera acusadora.
No sé a qué se refiere, pero no le doy importancia. Regreso mi vista hacia el camino, mientras que la voz de la cantante femenina sigue oyéndose dentro del coche. Sé que escuché esa canción en algún lado, pero no logro recordar.
Llegamos a la mansión de mi querida suegra y estacionamos el coche en la inmensa entrada. Barent llega minutos después y cuando baja del coche, Adrien me rodea la cintura con su brazo. Fingir, tenemos que fingir. Ya cambié mi máscara y ahora luzco hermosa, como siempre. Feliz, también soy muy feliz. Tengo que creérmelo o no funcionará.
Tocamos el timbre de la gran puerta de vidrio y a lo lejos vemos una figura asomarse. Adrien sonríe al ver a su madre y me aprieta la cintura con más fuerza. Me acerco a él y sonrío ampliamente. No estoy feliz de ver a esa vieja arpía, pero tengo que hacer mi mejor esfuerzo por aparentar que la adoro, como ella hace creer a todo el mundo. Ambas nos odiamos y nadie lo nota.
-¡Adrien! -exclama abrazando a
su hijo cuando cruzamos el umbral. Ella ama a mi esposo, cualquiera puede notarlo. Es el único hombre, tiene dos hermanas, una mayor que está a punto de casarse y otra menor. Tengo buena relación con ellas, pero no las tolero del todo.
Mi querida suegra saluda a Barent y luego me observa de pies a cabeza. Sé que luzco bien, pero intentará hacerme sentir mal.
-¡Gea, querida! -exclama abrazándome fingidamente. Acepto su abrazo y sonrío. Adrien y su tío nos observan a ambas, tenemos que fingir-. ¡Mira que bien te ves!, aunque, ¡Se nota que subiste de peso!
¡Maldita vieja!
-También me da gusto verte, Daphne -digo sin ningún problema. No caeré en su juego, no hoy-. Por lo visto aún no has asistido al salón de belleza, ¿verdad? Lo sé, Philip ha estado muy ocupado esta semana.
Ella deja de abrazarme y luego observa a Adrien.
Si, sé lo que haré, me las pagará. Ella frunce el ceño y luego me lanza una mirada dubitativa.
-Fui a ver a Philip ayer, querida, ¿por qué?
-Oh, creí que aún no te habías teñido el cabello, por tus canas, veo varias ahí. -digo con inocencia mientras que señalo su cabello y sonrío. Ella frunce el ceño y oigo a Adrien sonreír a mi lado. Lo miro de reojo y luego respiro lentamente. Tengo que contenerme.
-Gea está bromeando, mamá -musita para acabar con toda la incómoda situación.
-Tomemos algo antes del almuerzo, ¿quieren té?-murmura la vieja de manera autoritaria.
Barent, que permanece a un lado, sonríe nervioso y comienza a dirigirse hacia el sillón más cercano. Sonrío con
simpatía hacia mí "querida suegra" y luego mi esposo intenta tomarme del brazo, pero cuando siento su mano sobre mi piel lo aparto rápidamente.
-No me toques -espeto por lo bajo y le lanzo una de mis miradas asesinas.
Él suspira con fastidio y camina delante de mí. Sigo molesta, lo que hizo horas antes ha dejado marcas en mi piel y en mis recuerdos. Jamás había actuado de esa manera y para perdonarlo tendrá que regalarme miles de diamantes.
Minutos después, permanecemos en la misma habitación. Estoy rodeada por obras de arte muy valiosas, un sillón en forma de u y una pantalla de plasma más grande que la mía, ¿por qué es más grande que la mía?
Mi suegra, que bebe jugo como si fuera una reina, me observa detenidamente durante unos segundos, me hace sentir incomoda, sé que cuando estemos a solas hará lo imposible por molestarme más de lo que ya lo hace.
Escucho como la puerta principal se abre y luego oigo gritos y risas. Genial, ella está aquí.
-¡Tío Adrien! ¡Tío Adrien! -grita la niñita fastidiosa de solo cinco años mientras que corre en dirección a MI esposo.
Él se pone de pie con una enorme sonrisa en su rostro y luego se inclina para abrazarla de manera extremadamente tierna. La detesto.
-¡Princesa! -exclama con dulzura mientras que la carga en sus brazos.
La chiquilla ríe y se abraza por el cuello de Adrien. Los observo y siento algo extraño en el estómago. No sé qué es ni tampoco tengo la maldita idea de cómo describir la sensación, pero quiero gritar, quiero separarlos, ¿son celos? ¡No! Claro que no.
Mi
cuñada aparece ante nosotros y sonríe al ver a su hermano y a su hija. Se acerca con mesura y nos saluda a todos. Lin, mi sobrina, la niñita irritante, deja a mi esposo en paz, corre hacia mi ubicación y me abraza la cintura. Correspondo a su demostración de cariño, pero no demasiado.
-¡Tía Gea! -dice y luego posa sus ojitos castaños en mí. Se me ablanda el corazón solo por un segundo. Soy demasiado buena ya.
-Hola, Lin.
-¿Tienes dulces en tu bolso? -pregunta con timidez. Sonrío y observo a Adrien que me ve de manera muy extraña. Estiro mi brazo y tomo mi bolso. Busco en el interior y encuentro chicles de menta.
-¿Chicles de menta? -indago enseñándoselos. Ella sonríe y luego los toma todos.
-Gracia, tía Gea -dice, y regresa con Adrien.
Permanezco en silencio y oigo como los demás mantienen una aburrida conversación sobre temas que no me interesan. Adrien vuelve varios minutos después y se sienta a mi lado, toma mi mano y cuando quiero apartarlo, me detengo. Estoy usando mi máscara ahora, no puedo parecer disgustada. Feliz, soy feliz, la persona más feliz del mundo.
-Adrien, Gea. Debo entregarles algo -musita Amie, mi cuñada, con una espléndida sonrisa.
Ella sonríe de oreja a oreja, busca algo en su bolso y luego nos entrega un sobre color azul oscuro. A Adrien se le ilumina la mirada y la sonrisa, yo por instinto también lo hago. Es la invitación a su boda. ¡Genial, otra estúpida boda! ¡Otro día en el que debo soportar a todos los Eggers juntos!
-Ahí estaremos, hermana -dice en medio de
un patético abrazo. Tomo el sobre y lo abro.
El amor es siempre como una escalera de oro por la que el corazón se remonta a los cielos...
AMIE & STEFAN
Tenemos el placer de comunicarles nuestro enlace matrimonial que se realizará el día treinta de agosto a las once de la mañana en el jardín del hotel White Palace.
Deseamos que nos acompañen en este momento tan especial en nuestras vidas,
en conjunto con todos nuestros amigos y familiares. Confirmar asistencia.
Es dentro de un mes. Tengo mucho tiempo aún.
El almuerzo es tranquilo y apenas como algún que otro vegetal. El comentario anterior de mi suegra me disgustó mucho y me hace creer que tal vez, solo tal vez, tenga una pizca de razón. No quiero verme obesa, debo empezar el gimnasio de nuevo. Estoy en mi peso ideal, pero podría llegar a otro peso mucho mejor. Todos comen de todo un poco, yo solo bebo jugo de naranja. No tengo hambre, apenas toqué el pescado con vegetales a las hierbas de mi plato y ya me disgusté, no voy a comer.
-¿Algún problema con la comida? -pregunta Adrien en tono sutil, volteando su cabeza hacia mi dirección.
-No tengo hambre -respondo brevemente.
-Come, Gea -me ordena.
Bajo mi mirada hacia la comida y luego me pongo de pie. No me siento bien.
-Ya regreso -digo hacia los demás comensales.
Camino rápidamente hacia la puerta de salida del comedor y, entre insultos mentales y bufidos, llego al baño de invitados. No dejo de pensar en todo lo que está ocurriendo, en como las cosas comenzaron a cambiar, en como
mi manera de pensar se modifica al paso de los segundos. A veces siento que hay algo más, pero luego comprendo que no hay absolutamente nada nuevo. Quiero saber el porqué del maldito comportamiento de hoy. Sé que a veces lo saco de quicio, pero... ¿Por qué me trató de esa manera?
No soy una santa, pero merezco mejor trato.
Abro la puerta y entro en el amplio y marmolado baño. Me miro al espejo y luego apoyo ambos brazos sobre la mesada. Respiro e intento controlar mis emociones. Quiero largarme de aquí, no me siento cómoda, quiero regresar a casa o prefiero estar en cualquier otro lugar.
Elevo la manga tres cuartos de mi vestido y dirijo mi mirada al punto del dolor. Ahí está. Es un moretón de color violáceo y es lo suficientemente grande como para saber que estará presente en mi piel por varias semanas. Me duele y lo peor de todo es que tengo deseos de llorar. Se ve horrible, no podré usar nada diferente a lo que llevo puesto y además Adrien lo hizo, él con su brutalidad y su maldita incomprensión.
La puerta se abre cuando comienzo a llorar un poco. Veo que es Adrien y mis emociones se trasforman. No pienso llorar por algo así, jamás lo haré. Él mira mi rostro por una décima de segundo y luego posa su mirada sobre mi brazo. Lo veo a través del gran espejo y sé que sabe que es su culpa. No digo nada, hago que nuestras miradas se encuentren y le transmito mis pensamientos en puro silencio, como si él pudiese leer mi mente.
-Gea, tenemos que hablar -murmura. Está nervioso. Veo como abre y cierra los puños de sus manos en gesto desesperado.
-Espero
que el próximo moretón no sea en la cara -susurro y paso a su lado en dirección a la puerta. Adrien se mueve con sigilo e inesperadamente me toma de la cintura y hace que nuestras miradas se enfrenten otra vez. Trato de evitar todo tipo de sentimientos que me dicen que su cuerpo tan junto al mío es peligroso. ¡Claro que lo es!
Pega su frente a la mía y cierra los ojos, no cambio mi mirada, aún sigo molesta, tal vez lo estaré por siempre, lo que me hizo no tiene perdón de mi parte. Así comienzan los problemas. Él suspira y coloca una de sus manos sobre mi mejilla.
-No quise hacerte daño -susurra delicadamente sobre mis labios y yo cierro los ojos con fuerza, no necesito esto ahora.
-Aléjate -digo con firmeza y coloco una mano sobre su pecho.
Aunque parezca imposible él acorta la distancia que hay entre ambos y comienza a descender su mano que descansa sobre mi cara. ¿Qué hará?
-Jamás te haría daño -masculla intentado disculparse, pero es demasiado tarde para eso. No quiero oír más tonterías.
-Ya lo hiciste. Suéltame.
Me aparto de él con furia y luego salgo del cuarto de baño. Mis tacones resuenan en el piso y mi mente se llena de preguntas, dudas y recuerdos. No voy a llorar, no voy a llorar y no lo haré. No por él, jamás lloraría por él.
Cruzo la sala de estar y luego regreso al comedor, todos siguen comiendo y hablando animadamente. Es obvio que llamo la atención porque dejan lo que hacen y me miran fijamente.
-¿Todo en orden, querida? -pregunta Daphne. Asiento con la cabeza y regreso a mi lugar.
Tengo que fingir seguridad. Y mi máscara de esposa feliz..., tal vez la perdí en el camino, porqué aunque lo intente no logro cambiar mi cara. Adrien aparece segundos después y se sienta a mi lado sin decir nada. De repente, el aire se vuelve más pesado y la comida me provoca nauseas. Quiero largarme de aquí.
Todos continúan con el estúpido almuerzo como si nada y platican animadamente. Adrien y yo permanecemos en silencio hasta el postre. No como ni un poquito de él, no comeré y menos si sé que mi suegra espera que cometa una estupidez para intentar humillarme delante de todos. Eso me enfada y él jamás lo nota.
Las mucamas nos sirven pastel con cobertura de mousse de chocolate y, al verlo, recuerdo lo que sucedió esta mañana. El beso de Adrien, la manera en la que su lengua recorrió mis labios, lo bien que sabía el merengue en nuestras bocas... Me excito, no puedo pensar eso, no ahora. Estoy molesta y lo estaré siempre. No me puedo dejar convencer por un pastel.
Adrien me mira como queriendo conectar sus pensamientos con los míos. Come su rebanada y sonríe, sé lo que piensa, pero no lo miro. No quiero pensar en él y tampoco pienso hacerle saber que ese beso marcó una diferencia en nuestra relación.
-Tía Gea, ¿no comerás pastel? -pregunta la entrometida niña provocando que todos se volteen a verme. Sonrío ampliamente y luego trago mis insultos y trato de parecer amable.
-No, Lin. No tengo hambre -digo de la manera más dulce y buena que puedo. Tomo mi vaso con jugo de naranja y la niña molesta abre su preciosa boquita.
-¿Cuándo
tendrás un bebé, tía? -pregunta con inocencia. Escupo el jugo por la sorpresa y el horror que esas palabras causan en mí y derramo un poco del líquido encima de mi vestido. Genial. Debe ser la escena más patética y con poca clase de toda mi vida. Adrien permanece serio y golpea mi espalda, mientras que mi suegra se atraganta con la cereza del pastel y comienza a toser al igual que yo.
-¡Linette! -regaña Amie a su hija con un grito que provoca silencio absoluto en la mesa.
No puedo creer que esa niñita dijera eso. Me pongo de pie y dejo la servilleta de tela a un lado. Me disculpo entre señas y me retiro de la sala. Necesito regresar al baño. Los almuerzos de los Eggers jamás fueron normales, pero este fue el más desagradable de todos.
Corro al baño, porque estoy empapada en jugo de naranja. Qué asco. Quiero regresar a mi casa ahora mismo. Odio a esta familia, odio mi vida, odio todo. Me meto en el cuarto de baño por segunda vez y lo primero que hago es quitarme el vestido mojado y dejarlo a un lado.
Me miro al espejo, la ropa interior de color negro me queda bien, pero debo regresar a las clases en el gimnasio, mi cuerpo no se ve cien por ciento perfecto. Y debo ser perfecta.
La puerta se abre y antes de decir un insulto, cubro mi boca al ver que es Adrien. Trae mi bolso entre sus manos y al verme se queda sin aliento.
Oh, sí.
Me acerco, tomo mi bolso y lo miro fijamente. Está observando mis senos. Si, sé que son perfectos. Yo también los aprecio cuando estoy sola. Yo soy perfecta. Me volteo y regreso mi mirada hacia el espejo. Tomo un poco
de maquillaje y me retoco las mejillas y el delineador de ojos. Sigue observándome. Sé que le encanta verme en ropa interior.
-¿Tan horrorosa te parece la idea de tener hijos conmigo? -pregunta inesperadamente. Dejo de maquillarme y hago que nuestros ojos se encuentren en el espejo. No sé qué responder. Por primera vez me toma desprevenida y sin ni una respuesta concisa. No sé lo que quiero, no sé si lo quiero y tampoco puedo hacer nada para darme cuenta de lo que realmente necesito. No sé qué decir. No sé nada.
Desvío mi mirada hacia el lavamanos. ¿Qué debo decir? ¿Qué debo hacer?
-Mírame, Gea -me ordena con calma desde el otro lado del gran baño. No lo hago, no pienso obedecer.
-Déjame sola, Adrien -musito con firmeza. Lo escucho suspirar. No me importa, que se moleste todo lo que quiera, no es mi culpa.
-Responde a mi pregunta -gruñe con mal humor. Me volteo con enfado y rápidamente veo como se acerca más a mí. La distancia es aceptable, pero hay peligro.
-¿Para qué quieres que tengamos hijos? -cuestiono con desprecio-, ¿para que los arrojes a la cama como un salvaje cada vez que te desobedezcan? -lo provoco a propósito. Soy así, me encanta serlo. No voy a cambiar. Tengo toda la razón en lo que digo.
Él se mueve con rapidez y, en un abrir y cerrar de ojos, siento como sus manos me toman de la cintura y, luego, chillo al sentir el mármol frío de la mesada del lavamanos sobre mi trasero.
-Me gusta cuando te pones así, cielo -murmura acercando mi cuerpo a su miembro-. Toda tú me gustas -Lo rodeo
con mis piernas porque no me queda otra, ya estoy casi al límite de rendirme. Soy débil, el sexo vence cualquier enfado.
-Sigo molesta contigo -susurro acercando mis labios seductoramente a su oreja. Mis encantos son irresistibles. Beso su cuello y mis manos comienzan a abrir su camisa. Él suelta un jadeo leve y lo veo cerrar los ojos. Si, sé que le encanta -. ¿Te gusta eso? -pregunto mientras que mis manos descienden hacia el cinturón de su pantalón. Ya está listo para mí. Sexo rápido en el baño de mi suegra, quien lo diría.
-Gea... -murmura con la voz entrecortada cuando mi mano se introduce dentro de su calzoncillo.
-Quiero que me folles ahora y me importa una mierda si estamos en el baño de tu madre, Eggers -susurro acercando mis caderas a su erección. Me toma de la cintura y en un tirón lo siento más cerca. Jadeo y cierro los ojos. No tengo que dejarme llevar, no tengo que dejarme llevar. No debo caer tan fácilmente.
-¿Qué quieres, Gea? Dímelo -balbucea mientras que su dedo índice recorre mi cuello y el calor de su piel me quema por dentro.
-Sabes lo que quiero -susurro enredando mis piernas sobre sus caderas. Lo siento justo ahí, donde quiero. Estoy muy excitada, demasiado como para poder contenerme.
Abro la boca y él succiona mi labio inferior, lo muerde y luego su lengua atrapa la mía. Me encanta, debo admitirlo. Coloco mis manos sobre su espalda y con mis uñas hago algunos círculos sobre su piel.
Estoy ardiendo de deseo.
-¡Adrien! ¡Gea! -exclama Daphne mientras que toca la puerta del baño,
rompiendo el hechizo del momento. Todo lo que había imaginado en mi mente, todos los pensamientos cargados de sexo y erotismo, se esfuman de un segundo al otro.
Aparto a Adrien de mí y me pongo de pie. Estoy molesta, más molesta que antes. No quiero que nadie me toque y tampoco quiero seguir aquí. Hago contacto visual con él para que sepa que estoy furiosa y luego camino hacia donde descansa mi vestido aún mojado. Lo tomo y me lo coloco rápidamente. No me importa hacer nada de esto si ella estará ahí para interponerse.
-¡Adrien! -vuelve a gritar mientras que golpea la madera desesperadamente-, ¿todo está bien, hijo? -Acomodo mi sostén y luego tomo mi bolso. Doy un paso al frente, pero Adrien me toma del brazo magullado e inmediatamente chillo por lo bajo. Él me suelta y choco con su mirada llena de dudas y miedo.
-No funcionará -le dijo a tono bajo mientras que los golpes en la puerta prosiguen.
Me doy la media vuelta y marcho hacia la salida. Abro la puerta, me encuentro con la mirada de mi suegra y luego de evadirla, me dirijo hacia la sala. Solo quiero largarme de aquí.
Cruzo la mansión a toda velocidad. Evito las voces de Barent y de Lin a lo lejos. Abro la puerta principal y bajo las escaleras rápidamente. Veo el coche y cuando me acerco, agradezco a todos los cielos que la llave siga en su lugar. Me introduzco en él y respiro un par de veces mientras que mantengo mi cabeza sobre el volante. Mi vida es muy complicada. No sé qué me sucede, estoy confundida y perdida en un mar de sentimientos encontrados y confusos que solo hacen
que me vuelva estúpida.
Enciendo la radio y luego de cambiar un par de canciones dejo una al azar.
-Gea, vuelve a la casa -me implora Adrien parado al lado del coche, está inclinado sobre la ventanilla y, con la mirada, me suplica que no haga lo que quiero hacer.
Elevo la vista y choco con sus ojos.
-Estoy furiosa y no quiero hablarte -le informo con sequedad-. Me iré de aquí ahora y no vas a impedírmelo.
Giro la llave y el motor se enciende. Él suspira y niega con la cabeza, pero no hace absolutamente nada para detenerme. Me muevo hacia adelante y piso el acelerador. No me importa lo que los demás pienses, no me encuentro bien. Quiero ser Gea por un momento. Solo Gea. Lo necesito.
Conduzco durante varios minutos. No sé a dónde ir exactamente. Quiero estar sola, necesito pensar, necesito tomar mis propias decisiones. ¿Estoy yendo muy lejos con todo esto? ¿Por qué de repente me importa lo que sucede entre ambos? ¿Cómo pudo cambiar todo tan de prisa? Y lo más importante... ¿Por qué cambió?
Preguntas, miles de preguntas y no puedo responder a ninguna de ellas. Mi vida es una completa mierda. ¡Maldición!
Golpeo el volante con fastidio y luego me detengo en un semáforo. Avanzo y doblo hacia la derecha. Iré de compras. Eso haré, me relajará. Gastaré miles de libras y al demonio con Adrien y su estúpida familia.
Bajo hacia los subsuelos de estacionamientos y luego de recibir mi ticket, me dirijo a los ascensores. Tengo una tarjeta de crédito y millones para gastar. Quiero olvidarme de todos por un buen rato.
Llego
al primer piso y me veo rodeada de tiendas de todas las marcas y estilos. Quiero renovar mi guardarropa. No perderé el estilo de "señora Eggers", pero quiero intentar cambiar un poco. Sonrío en mi interior, rápidamente los malos momentos desaparecen.
Entro a una tienda y comienzo a escoger todo lo que me agrada.
Mi celular suena y vibra dentro de mi bolso, pero no quiero contestar, sé que es él. No me interesa lo que tenga para decirme. Sigo molesta, tal vez estaré así por varios días.
Salgo de una tienda con tres bolsas en la mano y luego entro a otra. Ya me cambié mi vestido mojado y ahora llevo uno negro que se ajusta a mi cuerpo y combina de maravilla con un bléiser blanco que también acabo de comprar.
Me envidian, todas me envidia. Lo noto, lo siento, lo huelo. Me paseo por el centro comercial regalando sonrisas y enseñando mis largar piernas. Las mujeres se volean a maldecirme y los hombres a disfrutar de lo que tengo. Me siento mucho mejor. Era esto lo que necesitaba. Elevar mi ego siempre me ayuda. Es mi única terapia con resultados positivos. Soy la reina aquí. Soy perfecta.
Ropa interior, debo comprar más ropa interior. Tengo algún que otro truco bajo la manga y solo deseo que funcione. Entro a la tienda de lencería francesa y la misma chica que me atendió todas las veces anteriores se acerca a saludarme.
-Señora Eggers -dice con una amplia sonrisa. Me quito los anteojos como si fuese todo una celebridad y le entrego mis cinco bolsas de papel.
-Sabes mi talla, quiero ver todo lo nuevo-le digo sin apartar mi mirada
de algunas prendas en exhibición.
Ella se mueve rápidamente y con el rabillo del ojo veo como se dirige hacia el depósito. Lo que escojo es explosivo, caro y sensual, y le agradezco a Adrien que paga por cada uno de mis caprichos. Mi celular vuelve a sonar y como estoy mucho más calmada, lo busco en el interior de mi bolso y contesto la llamada.
-Diga.
-Gea -dice con alivio, como si estuviese buscándome desesperadamente.
-¿Qué sucede? -le pregunto con una de mis mejores sonrisas. Sé que no puede verla, pero si la notará. Quiero que sepa que me importa un comino lo que haga, diga o lo que sea. Tengo cambios de humor muy raros y eso me hace mucho más especial.
-¿Dónde estás? -me pregunta con el tono de voz elevado. No quiero responder a esa pregunta.
-No te importa. Regresaré a casa en un par de horas -respondo restándole importancia. Cuelgo la llamada y sonrío cuando la chica con uniforme negro se acerca a mí con varios conjuntos para que me pruebe.
Tomo todo lo que me entrega y me acerco a la sección de probadores. Veo a los esposos de cientos de mujeres, que esperan impacientes, sentados sobre sillones rojos. Esto será muy, pero muy divertido. Hay bastante gente porque es sábado y quiero que todos me noten.
Me desnudo rápidamente y dejo mi ropa reposando sobre los ganchos plateados, ubicados en las paredes blancas. Delante de mí hay un gran espejo. Me observo mientras que me pruebo el conjunto rojo de encaje con liguero. Ahora que lo pienso, todos esos esposos ahí afuera me hace sentir deplorable. Adrien y yo jamás intentamos hacer
cosas como una pareja normal. Nunca fuimos de compras juntos. Jamás fuimos al parque o a una cita real. Todo es una actuación y sé que el teatro se acabará cuando menos me lo espere.
Termino de colocarme la media de la pierna izquierda y me observo en el espejo. Este conjunto me gusta. Se ve sexy y atrevido. Parpadeo y chillo cuando veo que alguien se introduce en el probador. Sus brazos me rodean la cintura, su cuerpo eleva el mío por los aires y provoca que me aferre a sus caderas con mis piernas.
Oh, mierda. Es Adrien y está muy molesto.
-Hola, cariño -susurra sobre mis labios. Veo sus ojos y están ardiendo por causa del enojo. Me va a doler y me va a encantar, lo sé-. ¿Me extrañaste? -pregunta con sarcasmo. Siento su erección palpitando en medio de mi feminidad y me excito más de lo que ya estaba antes.
-¿Qué haces aquí?
-Estoy muy enojado contigo y voy a follarte aquí y ahora y no debes hacer ni un ruido, ¿comprendes? -Oh, mierda. Su manera de hablar me provoca mucho más calor. Suena rudo y molesto de verdad. No debo gritar, bien, soy buena y no gritaré. Cruzo mi mirada con la suya y mis manos atrapan su cabellera mientras que uno mis labios a los suyo. Este hombre me excita como jamás creí que lo haría.
-Hazlo entonces, follame aquí y ahora -le digo con una sonrisa traviesa-. No gritaré.
Él sonríe con malicia y luego de apartar sus manos de mi cuerpo, se desabrocha el cinturón y escucho como el cierre se baja lentamente. Puedo sentirlo, está ahí, muy cerca de mí. Estoy mojada, tendré que llevarme el conjunto
de todos modos.
Corre mis bragas a un lado e introduce dos de sus dedos en mí y gimo levemente. Hace señas para que me calle y muerdo mi labio inferior. No debo gritar. Esto es muy divertido. Hay adrenalina, diversión y sexo, demasiado sexo en el minúsculo probador.
Coloco mis manos sobre su espalda y le clavo las uñas como me encanta hacerlo. No puedo gemir, jadear o lo que sea. Estoy desesperada y deseosa de sexo duro. Adrien quita sus dedos y luego me abre más las piernas. Mi espalda está adherida a la pared fría que cocha con mi cuerpo extremadamente caliente.
-Hazlo -le imploro con la voz entrecortada.
-Has sido una niña muy mala, Gea -sisea posando su boca sobre mi cuello. Oh, mierda. Esto es demasiado para esta hora del día-. Si gritas, dejaré de hacerlo, ¿entendido?
-Sí, sí. Entendido -digo rápidamente.
Se mueve y en un abrir y cerrar de ojos lo tengo dentro de mí. Hasta el fondo. Arqueo la espalda y aprieto su piel. Mierda, que sensación placentera. El ángulo es perfecto. Tiro mi cabeza hacia atrás y abro un poco la boca. Necesito gemir, pero no puedo hacerlo. Me siento aprisionada, pero al mismo tiempo estupenda.
-Esto es por robar el coche -dice en un susurro y me penetra muy fuerte. Estoy a punto de gritar, pero él ahoga mis gemidos en su boca. Estoy jadeando y quiero estallar en gritos, pero no puedo. Quiero que siga haciéndolo-. Esto es por hacerme enfadar más de la cuenta en el día de hoy -Vuelve a penetrarme con mucha más fuerza que antes. Muerdo el lóbulo de su oreja para no gritar. Él sale lentamente
y luego se introduce con agilidad. Me estoy volviendo loca.
-Adrien... -susurro intentando respirar con normalidad. Acelera sus embestidas y yo me contengo. Aprieto los ojos y me muerdo el labio. Debo mantener la boca cerrada.
-Vamos, preciosa. Quiero que te corras.
Me toma con más fuerza por los glúteos y lo hace más duro que antes. Siento que la tierra completa se mueve, como si un terremoto diera inicio en mi interior. Mis piernas se debilitan y mi cuerpo se tensa. Me besa apasionadamente y después se mueve dentro y fuera un poco más lento. Llego a un perfecto y muy caliente orgasmo. Me derrumbo sobre su hombro y respiro agitadamente. Adrien se corre dentro de mí y jadea levemente.
-Oh, cielo... -murmura acariciando mi cabello. Aún estoy atónita, desconcertada. Este no es el mismo Adrien con el que me casé. ¿Qué cambió? No lo sé, pero es magnífico. Quiero que me folle así todas las veces que sean posibles.
-Eso fue increíble -murmuro pegando nuestras frentes. Cierro los ojos y recupero el aliento.
-Lo mismo digo, cielo.
Minutos después, Adrien acomoda su ropa y sale del probador. Recupero la fuerza en las piernas y peino mi cabello con mis dedos. Sudé un poco, pero ha valido la pena. Fue la experiencia más erótica y caliente de toda mi vida. Quiero repetirlo en cualquier momento y en cualquier otro lugar. Esto comienza a tornarse muy interesante.
Adrien me llama al otro lado de la cortina de color rojo, a combinación con los sillones de espera individuales, me presento delante de él con el conjunto que llevo
puesto y veo como se relaja y me observa detenidamente. Acordamos que voy a probarme todos los conjuntos y él escogerá los que más le agraden. Me parece una idea razonable y estoy dispuesta a formar parte de esta locura. Sé lo que quiere hacer en realidad y me encanta ver cómo me desea. Quiero que se excite...
Me cambio de conjunto y me coloco el babydoll negro semitransparente. Abro la cortina y salgo a su encuentro. Al verme, sus ojos se abren de par en par. Parece sorprendido, complacido e impactado. Justo lo que quería que sucediera. Me hago la niña tímida, pero camino hacia su dirección para que me observe mejor. Le encanta, lo sé. A mí también me gusta cómo lo luzco.
-¿Qué te parece? -pregunto tomando ambas puntitas de la prenda, mientras que me muevo de un lado al otro. Él sonríe. Está apoyando su pierna derecha sobre la otra y tiene el dedo índice sobre sus labios. Me mira con deseo. Quiero regresar al probador y que me folle de nuevo.
-Lo llevamos -musita observando mis piernas.
Elevo la mirada y sonrío al ver que los demás esposos han dejado de prestarles atención a sus mujeres y me prestan toda su atención a mí. Me desean, puedo sentirlo, puedo olerlo incluso. Hay mucha testosterona en el ambiente. Me acerco a Adrien y beso sus labios con frenesí, intentando revivir en mi interior alguno de los besos de minutos atrás. Me acepta con gusto y luego me susurra al oído algo que hace que se me suba la temperatura:
-Quiero estar dentro de ti como es debido. Vámonos a casa -sonrío y regreso al probador. Lo haremos luego. Sigo probándome
conjuntos y todos le fascinan. Compramos la mayoría de ellos en todos los modelos y colores. Adrien paga con su tarjeta de crédito y luego me sugiere que pasemos el día juntos y de compras. ¡Sí! ¡Por fin!
El centro comercial comienza a quedarse sin prendas de ropas. Todo lo que me pruebo él lo aprueba y hace que lo empaquen. Compramos más de lo que jamás imaginé. Vamos tomados de la mano, mientras que observamos las vidrieras. No cargamos más bolsas, él lo ordenó así. Todo será enviado a casa pronto. Me parece mejor. Por un momento me siento extraña, pero luego me siento cómoda con su manera de ser.
Las cosas entre ambos están cambiando y eso me asusta.
Tomamos el té en una cafetería y hablamos sobre temas sin importancia. Es agradable no usar máscaras en un momento así. Me siento Gea, solo Gea. No la señora Eggers.
-Lamento lo que sucedió hoy -susurra con el tono de voz bajo mientras que juguetea con la cuchara de su taza de té.
-No debí salir de esa manera -admito a duras penas-, pero no me sentía bien. Tu familia a veces es algo...-me detengo. No sé cómo terminar la frase y no quiero empezar otra pelea sin sentido.
-Mi familia no es perfecta, Gea, pero todos te admiran y sienten cariño hacia ti.
Dejo mi taza de té a un lado. No quiero hablar de Adrien y de su familia. No quiero ser sincera con él, no quiero decirle que odio a su madre, a su tío y a su fastidiosa sobrina.
-¿Por qué mejor no seguimos con las compras?
Terminamos el delicioso té de diversos sabores a frutas y luego de pagar la cuenta, seguimos recorriendo el amplio lugar. Correteamos y juagamos como si fuésemos niños de doce años. Estoy divirtiéndome por primera vez.
Tiro de su brazo cuando estamos parados frente a una tienda para adultos. Sonrío con malicia y al ver la expresión de su rostro me acerco para besarlo.
-Ven -le digo-. Tengo algo que comprar.
-No entraré ahí -asegura observando el lugar con desconcierto-. Ninguno de los dos entrará a ese sitio. No es correcto hacerlo.
Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro. Camino un par de pasos y tomo su mano. Quiero que me acompañe y si no lo hace, pues, entonces, lo haré yo sola.
-Como quieras -espeto secamente.
Él me sigue a duras penas y yo, con toda la calma del mundo, comienzo a ver todo tipo de juguetes. Me encanta. Hacía mucho que no entraba a este lugar, aunque me moría por hacerlo. Ahora estoy aquí y tengo todo tipo de viradores a mí alrededor.
Tomo uno de los más grandes y se lo enseño a Adrien. Frunce el ceño y su mirada refleja confusión y desaprobación. Sé que jamás le gustarán este tipo de cosas, pero quiero intentarlo.
-¿Qué piensas hacer? -me cuestiona con el semblante serio.
-Vamos a jugar un juego muy divertido cuando lleguemos a casa -aseguro mientras que muevo de un lado al otro un vibrador color rosa. Noto en su cara que no le gusta para nada la idea.
-Puedes jugar conmigo cuando quieras, como quieras y donde quieras, pero no necesitas esto, ¿comprendes? -Me quita el juguete de las manos y lo deja donde estaba-. Me tienes a mí...
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6. Atrápame
Cuando llegamos a la mansión, Adrien desciende del coche y me abre la puerta. Tomo mi bolso, acepto su mano y él me jala hacia su dirección, haciendo que nuestros cuerpos choquen sin que ninguno de los dos pueda evitarlo. No quiero evitarlo, en realidad.
-Gea -murmura con un hilo de voz-, entremos a la casa y hagámoslo de una vez.
Me acerco a sus labios, pero en vez de besarlos, los rozo lentamente y poso mi boca sobre su comisura. Quiero hacer mucho más, pero sé que no es correcto. No todavía.
-Baja las bolsas por mí -le ordeno con mensurada dulzura.
Él me mira, asiente y luego se aleja. Yo sonrío y camino hacia la puerta de madera tallada con más de tres metros de alto. Entro al recibidor y observo el lugar para comprobar que todo se vea impecable. Dejo mi bolso sobre la mesa del rincón y pongo en marcha mi plan.
Las mucamas están en la cocina y tienen órdenes específicas de no merodear por la casa si no es necesario. Este es mi espacio, es mi todo. Soy la reina del lugar y puedo hacer lo que se me dé la gana.
Me quito el vestido y lo arrojo al sillón. Suelto mi cabello y luego me coloco detrás de la puerta. Me siento como una niña jugando a las encendidas. Esto será muy divertido...
"-Vamos, ¡Annie! ¡Corre!-grita esa voz delante de mí para que me apresure."
Mi mente es invadida por recuerdos en blanco y negro. Voces, risas y gritos que están enterrados en algún lugar de mis pensamientos y no deben aparecer ahora.
Muevo mi cabeza rápidamente para olvidarme de esos recuerdos.
Enderezo la espalda y suspiro. Necesito aire puro, siento que he arruinado el momento. Ahora soy Gea, no Annie...
Adrien entra al recibidor con dos o tres bolsas entre sus manos. Cambio mi actitud y me abalanzo sobre su cuerpo. Él se sorprende y suelta las bolsas de compras con brusquedad, yo tomo su camisa y al ver su cara de desconcierto, sonrío. Sus ojos descienden por mi cuerpo y sus manos se encajan en mi cintura. ¿Qué me sucede? ¿Por qué siento que lo necesito para vivir?
-En el probador acepté tus reglas -musito con ese tono de voz sensual que utilizo para provocarlo y que sé que le encanta-.Ahora tú debes aceptar las mías.
Sonríe de lado y me toma por el trasero. Envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas y hundo mis manos en su pelo. Lo que más anhelo es saborear su boca, esa boca que es mía, que me desea solo a mí.
-Bájame -le ordeno inmutable. Me suelta y yo intento respirar con normalidad.
-¿Qué debo hacer para poder hacerte mía, Gea Eggers?
Lo miro a los ojos, sonrío con maldad y luego me aparto a una distancia aceptable. Muevo los pies y cuando me siento lista, grito:
-¡Atrápame!
Comienzo a correr hacia el pasillo y doblo hacia la izquierda mientras que él ríe y grita que me detenga, pero sigo corriendo y escucho como mis tacones resuenan en el piso. Siento un dolor en mi tobillo y luego un leve tirón. No sé cómo, pero me caigo al suelo y apoyo mis manos en el suelo para no hacerme más daño.
-¡Gea! -exclama Adrien horrorizado, mientras que corre hacia mi dirección. Se mueve rápidamente
y me toma en sus brazos. Al elevar mi cuerpo siento un dolor más fuerte en mi tobillo y chillo como una niñita-,Gea, por Dios...
Rápidamente sube las escaleras, pero no dice nada, solo me mira de vez en cuando. Abre la puerta de nuestra habitación y me deja en la cama. Su rostro refleja suma preocupación e inquietud, y hace que me estremezca por completo.
-Gea, cielo... por Dios, ¿estás bien? -Asiento con la cabeza, él me quita los tacones y después los arroja a un lado.
Corre hacia no sé dónde y pasados dos minutos, regresa con un trozo de hielo entre sus manos. Toma una toalla del baño y luego lo coloca sobre mi tobillo.
-¡Adrien!-chillo y él, desesperado, intenta calmarme.
Comienza a caminar de un lado al otro por la habitación y se toma la cabeza con ambas manos mientras que el hielo hace su trabajo sobre mi piel.
-Llamaré al hospital, necesitamos una ambulancia y...
Me río levemente. No puedo evitarlo. Está exagerando.
Muevo mi pie y el dolor ya no es intenso. Quito el hielo y lo dejo sobre el colchón.
-Adrien, estoy bien -susurro sutilmente.
Él se acerca a mí y toma ambos lados de mi rostro.
-Gea, cariño. Dime que estás bien.
Está espantado e impaciente. Y me encanta.
-Estoy bien, Adrien -musito para tranquilizarlo. Él me abraza, suspira, besa mi coronilla y me abraza otra vez.
Me encanta este Adrien protector. Me encanta cada vez más.
-Gea... Mi preciosa Gea.
Elevo la mirada y nuestros ojos se encuentran. Los suyos aún brillan por causa del susto, pero no me preocupo
porque siento como mi pie se relaja lentamente. Ya no hay más dolor, fue un simple paso en falso. Pero, ahora, la actitud de Adrien me resulta extraña y me molesta. Nada de esto tiene sentido.
-¿Te preocupas por mí? -Me rio y él se sienta a mi lado sobre el colchón. Quiere comunicarme algo de alguna manera, pero percibo que no sabe cómo hacerlo.
-Siempre me preocupo por ti, Gea -musita con seguridad y dulzura. Sus ojos se suavizan al igual que la expresión de su rostro. Mi corazón comienza a latir violentamente y emana vibraciones por todo mi cuerpo. Algo sucede aquí y aún no lo he notado-. Tú eres mi mayor preocupación. Pienso en ti todo el tiempo y me pregunto una y otra vez si tú logras notar lo que sucede conmigo, pero, simplemente, sé que la respuesta es no.
-No juegues a ese juego, Adrien, porque no sigo tus reglas -respondo bruscamente.
No quiero palabras confusas y sin sentido. Necesito solucionar estoy aclarar las dudas que tengo, pero de esta manera jamás lograré hacerlo.
-¿Lo ves, Gea? Acabas de arruinar un momento precioso -musita disgustado.
Frunzo el ceño y volteo mi cara hacia otro lado. Él coloca unos mechones de pelo detrás de mi oreja y, cuando lo hace, me toma el brazo que tiene moretones y lo observa fijamente.
-Nunca quise hacerte daño -murmura con un hilo de voz. Traga el nudo que tiene en la garganta y sus dedos recorren las manchas negras que cubren el redor de la parte superior a mi codo.
-Jamás creí que fueses capaz de dejarme algo así en la piel, Adrien. Me diste mucho miedo.
Bajo
la mirada hacia mis manos entrelazadas, que se tocan nerviosamente unas con otras, y parpadeo unas cuantas veces para que las lágrimas se vayan. No voy a llorar, no dejaré que mi vista se nuble por causa del llanto. No sé qué me sucede, pero me siento frágil y vulnerable en este momento. Él toma mi mentón y hace que lo mire. La Gea segura y demandante se quita la máscara y, ahora, mi otro yo, la que no usa disfraces, aparece delante de sus ojos.
-No volverá a suceder, Gea. Quiero cuidar de ti, quiero que seas feliz. No voy a hacerte daño jamás.
Lo miro a los ojos y de alguna forma, ilógica, le creo. No quiero creerle, pero le creo, y eso me confunde.
-Di que me perdonas -implora. No sé qué responder, por primera vez mi filosa lengua no cobra vida propia.
-Jamás vuelvas a hacerlo.
Él suspira aliviado y luego sus brazos rodean mi cuerpo. Cierro los ojos y permito que esa extraña sensación me invada. Todo comienza en la boca de mi estómago, es un cosquilleo que no puedo controlar, y que llega hasta mi pecho.
En el año que llevamos juntos, este ha sido nuestro primer abrazo real. Sin gente, sin cámaras, sin nada que pueda arruinarlo.
Coloco mis manos sobre su espalda y dejo que ambos recibamos esas sensaciones. Lo oigo suspirar una vez más y siento como su mano acaricia las puntas de mi cabello mientras que me relajo y huelo su perfume una y otra vez porque me encanta su aroma.
Muevo mi cabeza y siento la necesidad de besarlo con urgencia. Acaricio su mejilla y siento su piel rasposa por causa de su barba de varios días, él abre
su boca y luego une sus labios a los míos. Por un momento me pierdo en pensamientos y sensaciones. Todo ha dado un giro inesperado y la Gea pervertida ha desaparecido. Solo soy yo, sin ningún tipo de matiz, sin máscaras, sin nada que decir. Un simple beso del cual me veo hechizada y atrapada.
Su cuerpo se echa sobre el mío y siento las almohadas sobre mi cabeza. Él se mueve con delicadeza y sigue besándome los labios de una manera muy dulce. Sus manos acarician mi mejilla y mi brazo lastimado, como si quisiese borrar el daño con besos y mimos. Sé que con cada movimiento me dice que lo siente, y le creo.
Comienzo a desprender uno a uno los botones de su camisa blanca mientras que sus manos recorren mi cuerpo sin detenerse ni un segundo. Estamos haciendo algo que jamás habíamos hecho, es un nuevo punto para mí, no sé cómo sentirme realmente y cada vez que lo pienso, me gusta. Ni siquiera han pasado veinticuatro horas de la fiesta y sucedieron todas estas cosas que logran confundirme por completo. ¿Qué sucederá cuando pase un mes? ¿Otro año?
Adrien mueve su boca sobre mi cuello y sus manos descienden ambas tiras de mi sostén a la vez. Acaricia mi brazo magullado y vuelve a besarme. Mis manos están en su cabello y lentamente comienzo a abrir las piernas para que se aproxime más a mí.
-Quiero hacerte el amor, Gea -susurra acariciando mi mejilla.
Oh, esto es nuevo. Estoy en shock. Sé lo que significa esa frase y siento aún más confusión. Observo sus ojos, su mandíbula, su cara en general, detalladamente...
No sé qué responder. Quiero sentirlo,
quiero saber, quiero disfrutar de esas sensaciones que deben ser únicas e indescriptibles, quiero que él lo haga, estoy dispuesta a esto y a mucho más... Abro la boca para responder, pero unos golpes en la puerta me interrumpen.
-¿Adrien? -pregunta el viejo metiche. Suspiro molesta y aparto a mi esposo de mí. La magia del momento, los sentimientos encontrados y los deseos de ser suya de otra manera, se esfuman. Ya no quiero nada.
Me pongo de pie y cuando siento un dolor mínimo en mi tobillo hago una mueca, pero no le doy importancia. Adrien me toma del brazo con delicadeza para retenerme, pero lo aparto de mí.
-Gea, por favor, no hagas esto -me implora.
-Me daré un baño. No cenaré esta noche -espeto disgustada.
Él no dice nada, pero lo oigo murmurar alguna que otra grosería. Cierro la puerta del baño y me quito la poca ropa que llevo encima, quiero un momento para mí, para aclarar todas estas dudas que están en mi mente y quiero saber qué demonios sucedió entre nosotros en un lapso mínimo de cuarenta y ocho horas. Es todo un misterio, algo que no tiene respuesta.
Coloco música en mi celular para relajarme por completo. Me sumerjo en la tina de agua caliente y dejo mi mente en blanco...
Me visto con un pijama de algodón y luego me cubro con el edredón hasta el cuello. Me siento agotada y necesito descansar por unas cuantas horas. Veo que en el suelo están algunas de las bolsas de compras que realizamos juntos esta tarde y sonrío al recordar los buenos y extraños momentos que vivimos, después estiro mi brazo y apago la luz de
mi mesita de noche. La ventana que dirige al balcón ilumina la habitación y deja sobre las paredes sombras de diferentes formas, producidas por los arboles del jardín.
Intento dormir, pero no puedo. Es extraño no tener la espalda de Adrien pegada a la mía. Aún es temprano, Barent y mi esposo deben de estar cenando y yo aquí, sola.
Cierro los ojos y me duermo lentamente. O al menos eso creo. Comienzo a sentir que el sueño real se aproxima, mis ojos están casi cerrados, pero los abro cuando oigo que la puerta de la habitación cruje levemente. Escucho pasos que se detienen al otro lado de la cama, pero no es solo Adrien.
-Se ha dormido -dice Barent con obviedad. Pues, claro que me dormí, ¿qué cree que hago?
-Fuimos de compras esta tarde -musita Adrien y sé que sonríe al decirlo-. No quería que se moleste conmigo y dejé que gastara lo que quisiera.
-Tienes una hermosa mujer, Adrien. Es inteligente, bonita y, por lo que he podido observar en estos tres días, también es muy desafiante.
Adrien suelta una sirita, ¿qué le da tanta gracia?
-Es la mujer más complicada que he visto -murmura con dulzura-. Gea es todo un misterio. Jamás sabes cómo puede reaccionar, pero, aun así, es la razón de mi vida, es ese misterio que quiero resolver.
Sus palabras suenan tan firmes y seguras que me lo creo. Bueno, la primera parte, porque lo último es una gran mentira como nuestro matrimonio.
-¿Ya se lo has dicho? -pregunta Barent.
¿Decirme qué?
Abro los ojos en la oscuridad de la habitación e intento
activar todos mis sentidos. ¿Qué me tiene que decir? Oh, no. Esto no me suena nada bien.
-Aún no he tenido la ocasión -responde brevemente.
-Recuerda que nuestro vuelo sale mañana -murmura.
¿Vuelo? ¿Qué vuelo?¿Va a macharse? Si, va a marcharse.
De pronto mi corazón se estruja y no sé cómo reaccionar. Estoy confusa y no, no quiero que se vaya. Lo quiero aquí, conmigo. Soy egoísta y siempre lo seré.
Oigo como ambos se desean las buenas noches, luego Adrien cierra la puerta y corre hacia el baño. La ducha se abre y más tarde su figura se proyecta a través de sombras en la habitación. Huelo su gel de ducha y su colonia. Reprimo mis deseos de hacer algo indebido e intento dormir. Estoy muy molesta.
El colchón se hunde a mis espaldas y noto como su cuerpo se apega al mío. Me siento extraña y tengo leves deseos de llorar, no sé qué me sucede. Él se inclina y besa mi mejilla.
-Duerme, mi preciosa Gea -dice en un susurro. Me volteo en su dirección y lo miro fijamente.
-¿Por qué no me dijiste que te vas? -pregunto de manera acusadora. Me siento sobre la cama y me cruzo de brazos con la peor cara que puedo tener.
-Estabas despierta -afirma con un hilo de voz. No respondo a esa idiotez. Claro que estaba despierta. No soy idiota-. Gea, quise decírtelo hoy en la mañana, pero no me permitiste hacerlo.
-Hicimos muchas cosas hoy en la mañana, Adrien -murmuro-. No me eches la maldita culpa de todo -Él sonríe levemente y luego intenta correr un mechón de pelo de mi cara, pero no se lo permito. Su sonrisa
se borra de inmediato y su mirada se vuelve fría y seria.
-No te molestes conmigo, por favor. No sabía que debía viajar y si te soy sincero, no quiero marcharme. No quiero dejarte -asegura.
Mi Gea interior necesita una máscara ahora mismo para ocultar su cara de tonta sentimental, necesito fingir que esas palabras no me derritieron el corazón.
-¿Cuándo te vas? -Necesito parecer desinteresada. Debo hacerlo. Me coloco mi máscara que demuestra que nada me importa, luego vuelvo a recostar mi cabeza sobre la almohada y le doy la espalda.
-Mañana, a medio día -me informa con dulzura-. Debo estar en una importante reunión en España, el lunes por la mañana.
-Bien. Asegúrate de no molestarme cuando te vayas -le digo duramente.
-¿Solo eso vas a decirme? -cuestiona como si buscara alguna otra respuesta que no pienso darle.
-Sí, solo eso -respondo.
Lo oigo suspirar con molestia, luego su peso se dispersa del colchón y sus pasos se oyen sobre el piso.
-Abre los ojos, Gea. Ábrelos ahora porque cuando lo hagas será demasiado tarde y no estaré ahí.
La puerta se cierra y él se marcha. Sola... Otra vez estoy sola.
Todo se ve en blanco y negro. Hay música muy agradable, oigo los gritos de alegría y las risas de los mayores a la distancia. No debo acercarme, solo puedo observar. Todos lucen ropa fina y elegante. Mamá sale de la cocina con su uniforme y antes de tomar la bandeja llena de comida extraña se inclina hacia mí y me sonríe.
-Espérame aquí, Annie. Ya regreso.
Asiento con la
cabeza y la veo marcharse...
-Mamá... -balbuceo mientras que me muevo de un lado al otro. Siento como mi corazón late muy fuerte y como mis ojos quieren abrirse. Me muevo, estoy sudada y las sábanas están pegajosas-. Mamá... -digo de nuevo. Hay algo que fluye de mis ojos y sé que son lágrimas. Mamá... Mi madre...
Abro los ojos exaltada y entro en pánico.
-¡Adrien!¡Adrien! ¡Ven! -chillo desesperada-, ¡Adrien!
Espero unos segundos, pero nada sucede. Solo oigo el silencio en la habitación y miles de gritos en mi mente. Es una mezcla aterradora. Muevo mi cabeza hacia todos lados en busca de alguien, en busca de algo, pero no encuentro nada.
-¡Adrien, ven! -grito con todas mis fuerzas. No puedo moverme, solo puedo gritar, necesito ayuda. No quiero estar en la oscuridad y mucho menos sola-. ¡Adrien!
Es como si viera fantasmas en la habitación.
La puerta se abre. Adrien entra a la habitación con miedo en su mirada. Al verme, corre hacia la cama y se lanza sobre mí. Me toma entre sus brazos y oculta mi cara en su cuello. Sollozo sin contener ni una sola lágrima. Él acaricia mi cabello y respira agitadamente como yo. Lloro y mojo su camiseta gris. Permanecemos en silencio mientras que oímos los gritos desesperados de Barent, mientas que entra a la habitación.
-¿Qué sucede? -pregunta asustado. Adrien le hace señas para que no grite. Permanece en silencio y yo aprieto la tela de la camiseta de mi esposo con mis puños como si pudiese desahogarme con solo ese simple e insignificante acto.
-Gea... -murmura apegando
su frente seca a la mía, que está empapada por el sudor. Cierro los ojos e intento calmarme, él no sabe por qué hago esto, jamás lo hablamos, pero no es la primera vez que sucede.
-Adrien... -susurro clavando mi mirada en sus ojos brillosos y tristes. Él me abraza con dulzura mientras que con su mano aparta algunos mechones mojados de mi frente.
-Gea, mi preciosa Gea -Me relajo en sus brazos y siento como mi respiración comienza a calmarse. Observo a Barent parado a un lado de la cama, completamente confundido, y siento mucha vergüenza. Que humillante.
-Gea tiene pesadillas, tío -resopla mi esposo vagamente. Él asiente con la cabeza y luego de confirmar que estoy bien, se despide de ambos y se marcha. No necesitamos su ayuda, Adrien sabe cuidar de mí en estas circunstancias-. ¿La misma pesadilla? -pregunta en un susurro. Lo miro a los ojos y asiento levemente.
No había vuelto a tener pesadillas en meses. Desde el último viaje de negocios de Adrien, exactamente. Es mi debilidad. Mamá me dejó, siento que él me va a dejar y lo único que hago es recordar ese trágico día una y otra vez.
-Oh, Gea. Mi preciosa Gea -murmura con la voz entrecortada. Estoy muda, no tengo palabras, no sé qué decir-. Lo lamento mucho, cielo -Me toma entre sus brazos y hunde su nariz en mi cuello. -Algún día tendrás que contarme cual es el motivo de todo esto. Me preocupas. Quiero cuidar de ti. Necesito saberlo.
Me aferro a su torso y lo abrazo muy fuerte, es la única manera en la que sé que podré calmarme.
La primera vez que esto sucedió, Adrien
no estaba aquí, no pudo verme en este horroroso estado, invadida de pánico y miedo. La segunda vez, se asustó tanto que llamó a un médico, pero no pudo hacer más. Me molesté con él y fingí que nada había sucedido. Pero ahora, la tercera, sabe que solo lo necesito a él.
Suena extraño que lo diga de esta manera, pero en unas pocas horas mis sentimientos fueron cobrando fuerzas y no quiero que se marche ni ahora ni nunca.
Por primera vez, la Gea sin máscaras admite algo de lo que no se siente muy orgullosa. Algo me sucede y todo es por causa de Adrien.
Él me carga cuando estoy más calmada. Me dirige hacia el baño y abre la ducha. Me acaricia el cabello y la cara mientras que observo como la tina se llena de a poco. Las burbujas y la espesa espuma comienzan a aparecer. El cuarto de baño está invadido por el aroma a rosas y logra relajarme.
El agua llega a la mitad de la bañera y Adrien se pone de pie. Sigo sus movimientos y con delicadeza él comienza a retirar la remera de algodón color pastel que llevo puesta. Observa mis senos desnudos por unos segundos y luego desciende su mirada hacía mi vientre. Quiero saber que piensa, pero me veo incapaz de hablar.
Me baja el short a conjunto y me quita mis bragas. Tiende su mano y con delicadeza hace que me introduzca en la tina. El agua tiene una temperatura agradable que hace que mis nervios desaparezcan por completo. Adrien se coloca de rodillas sobre el frío piso de cerámica y con la esponja hace descender un reguero de agua tibia por mi espalda. Es delicado, dulce y me hace sentir bien. Sus manos recorren la piel
de mis hombros y apartan el cabello algo molesto. Suspiro y luego relajo los hombros.
Solo hemos hecho esto una vez, sin contar la de ahora, y funcionó.
-Metete a la tina conmigo -le suplico con un hilo de voz. Él besa mi hombro derecho ligeramente y con el rabillo del ojo observo como su camiseta y sus pantalones caen al suelo. Segundos más tarde mete su cuerpo dentro de la bañera, el agua se eleva y la espuma cubre por completo mis senos.
-Voltéate -me ordena autoritario, pero aun así no deja de ser dulce.
Lo hago y luego flexiono las rodillas y le doy la espalda. Comienza a mojar mi piel lentamente. Cierro los ojos, me gusta lo que estoy sintiendo. Sus dedos son suaves y me transmiten un agradable cosquilleo que se fusiona con el agua, provocando una ligera corriente estática sobre mí.
Estira su brazo y toma un poco de shampoo. Lo aplica sobre sus manos y comienza a masajear mi cabeza.
-¿Te sientes mejor? -cuestiona en un susurro. Asiento levemente y muevo mi cabeza a un lado para darle más acceso a sus manos. ¿Que estamos haciendo? ¿Por qué me siento malditamente especial?
-Gracias por hacer esto -Solo se oye el ruido del agua cayendo por mi cuerpo.
-Haría lo que sea por ti, Gea -sisea con una sonrisa. No puedo verlo, pero sé que lo hace.
-Eres demasiado bueno conmigo -recalco honestamente. Es la verdad-, y, en cambio, me comporto como una perra contigo.
-No digas eso, cielo. Tienes un carácter algo difícil, pero, ¿te confieso algo? -cuestiona seductoramente sobre mi oído derecho.
-¿Qué?-pregunto
curiosa.
-Me encanta...
Suelto una risita y percibo como mí pecho se hincha de orgullo y felicidad. El ambiente ya no es tenso. Es agradable y amistoso.
-He notado que me dices cielo muchas veces, ¿por qué lo haces?
Esa pregunta yo tampoco me la esperaba, pero necesito saber la respuesta. Él suspira mientras que masajea mi espalda.
-Me gusta llamarte así. Cielo o cariño suena mucho mejor y más... No lo sé. Natural.
-¿Natural? -cuestiono frunciendo el ceño.
-Sí. Natural. Es mucho más dulce, me gusta.
Ah, claro. Ahora lo entiendo.
Sonrío ampliamente y volteo mi cuerpo hacia su dirección. Lo observo por unos segundos. Está desnudo, mojado y se ve muy hermoso. Es guapo, jamás pensé lo contrario, simplemente era demasiado testaruda para admitirlo.
-Ya estás lista -dice apartando los gruesos mechones de cabello mojado de mi cara. Sonrío y luego me muevo hacia su cuerpo. Me siento sobre sus piernas y dejo que mi cabeza descanse en su hombro-. ¿Tienes sueño?-pregunta en un susurro. Digo que sí con la cabeza una vez, me toma por las piernas y la cintura y se pone de pie. El agua cae por todas partes, él sale de la tina y me deposita en el piso. Mis pies se mueven inquietos por el frío del mármol mientras que él toma una toalla y se la envuelve en la cintura, luego comienza a secar mi pelo y mi cuerpo. Yo simplemente permanezco en silencio, me gusta lo que hace.
Espero con calma que seque mi cabello con el secador. Me siento más relajada y tranquila. Cuando acaba, besa mi cuello y me toma la mano. Caminamos hasta la habitación, él se quita la toalla y la arroja a un lado. Veo su desnudes y me quedo hipnotizada. Su cuerpo es perfecto, torneado y deseable.
Miro el reloj de la mesita de noche. Son casi las cinco de la mañana. Tal vez sea mejor descansar y esperar por sexo en unas horas. Me acerco y corro el edredón, él se acuesta y cubre su cuerpo con las sábanas. Estamos desnudos y esto será peligroso. Lo sé, lo presiento.
Me abraza por detrás y posa sus manos en mi vientre. Me acurruco sobre su cuerpo y siento su erección sobre mi piel. No, esto es peligroso. Besa mi coronilla y acaricia mi estómago.
-Aunque te deseo aquí y ahora, no estás en condiciones, Gea -me dice con calma y sensatez. Le digo que sí, que tiene razón. Beso sus labios y suspiro un par de veces. Él estira su brazo y apaga el velador de la mesita de noche.
-¿Tendremos sexo en la mañana, verdad?- pregunto con inocencia. Lo oigo reír sonoramente a mis espaldas y eso me provoca risa también. Fue una pregunta muy tonta. Siento que mis mejillas arden de vergüenza.
-Claro que lo haremos, cariño -Besa mis labios, sonríe y luego reposa su cabeza sobre la almohada.
-Buenas noches, Adrien.
-Descansa, preciosa Gea...
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7. Tres días
Abro los ojos y el sol de la mañana hace que vuelva a cerrarlos de nuevo. Estiro mi brazo y palmeo el colchón. Adrien no está. Me volteo hacia el otro lado y observo detenidamente las puertas de la tienda individual. Su maleta gris de tamaño medio está ahí, lista. Se marcha, se va a España por no sé cuántos días.
Sonrío al ver que todas las compras que realizamos ayer ya están en casa. Paquetes y cajas de todos los tamaños y colores esperan por mí para que los abra. Tengo mucha ropa nueva que estrenar.
Me pongo de pie, estiro la sábana blanca y la enredo en mi cuerpo. Camino hacia todos mis regalos nuevos y tomo lo primero que está a mi alcance. Es un camisón de seda color crema. Lo dejo a un lado y tomo el babydoll color negro que a Adrien tanto le fascinó el día de ayer. Al recordar lo que sucedió en ese probador, la piel se me pone de gallina, fue delicioso, placentero y único.
Adrien abre la puerta de la habitación y al verme sonríe. Trae la bandeja de desayuno entre sus manos y su look es muy casual. Aún es temprano, seguramente las ocho o nueve, no estoy segura.
-Buen día -me dice dejando el desayuno sobre el colchón.
-Buen día -le respondo en el mismo tono alegre. Me pongo de pie y, con cuidado de no tropezar con la sábana, me acerco a él. Beso sus labios, luego rodeo la cama y me siento con la espalda pegada al cabezal de madera tallada.
-¿Desayuno? -pregunta señalando la charola llena de comida. ¿Hace cuánto que no cómo exactamente? Ni siquiera toqué mi almuerzo ayer a mediodía.
-Sí, estoy
hambrienta -murmuro.
Él se mueve galantemente hacia la pantalla de plasma ubicada a unos pocos metros de la cama, la enciende, toma el control remoto y hace algo con la programación.
Observo la bandeja y hay de todo, pero solo se me antojan frutas. Tomo una fresa y la muerdo. Sabe deliciosa.
Adrien se sienta a mi lado y oprime algunos botones del mando. Un fondo negro se hace presente y luego una suave melodía. La foto de mi rostro en blanco y negro se proyecta en el plasma, luego la de Adrien. Sé de inmediato lo que estamos viendo.
-El video de nuestra boda... -murmuro con la mirada clavada en el televisor. Adrien sonríe a mi lado y toma un pedazo de pastel.
Vemos el video en silencio. Las primeras escenas son como una especie de detrás de cámaras del gran día. Estoy en la suite de la residencia con mi vestido de novia mientras que los estilistas peinan mi cabello. Sonrío a la cámara y lanzo un beso. Parezco sincera, pero sé que muy en el fondo es una gran máscara. ¿Estaba feliz porque me casaba con Adrien o porque era millonaria de nuevo?
La siguiente toma es de Adrien cuando entra a la iglesia, parece nervioso mientras que saluda a todos los invitados. La cámara hace un paneo general desde las alturas al gran e inmenso templo minado de gente rica. Luego una sucesión de fotos desprevenidas y otra vez la pantalla en negro.
-¿Por qué vemos esto? -pregunto hacia su dirección.
-Quiero que te des cuenta de algo -me dice en un tono dulce y prometedor-. Esta parte es aburrida -Avanza la película y la ceremonia sucede en
cámara rápida. Me río al ver la velocidad con la que nos movemos y él detiene el video cuando la fiesta comienza.
-Aquí está -dice señalando la pantalla. Tomo otra fresa y la meto en mi boca.
El maestro de ceremonias grita con emoción y Adrien y yo hacemos nuestra primera entrada al salón como recién casados. Estamos tomados de la mano y ambos sonreímos ampliamente. Todos se ponen de pie, nos aplauden y gritan.
Go ahead and say goodbye
I'll be all right.
Go ahead and make my cry
All be all right
And when a need to place
To run to for better or worse
I got you...
Lo miro de reojo y veo que sonríe. Ahora comprendo todo. La canción que cantaba en el coche el día de ayer, es la misma canción que escogieron para la entrada de nuestra boda.
-Ahora sabes por qué me gusta tanto esa canción -sisea con una sonrisa de lado.
Siento algo en el pecho y, de pronto, tengo ganas de llorar. Adrien es muy dulce y me provoca emociones que no sé cómo describir. Dejo la fresa a medio comer en el tazón y me lanzo a sus brazos.
Lo tomo desprevenido y él rápidamente deja todo a un lado. Aparto las sábanas y le enseño mi desnudez. Oh, sí. La Gea pervertida ha regresado y está dispuesta a todo.
-¿Quieres fresas?-le pregunto tomando una. Él me mira expectante y yo paso la puntita de la fruta por sus labios. Abre la boca e intenta morderla, pero se la quito y la muerdo yo.
-¿Está jugando conmigo, señora Eggers? -Muerdo lo que resta de la fresa y
asiento con la cabeza-. Señora Eggers, que hermoso suena eso.
-¿Quiere que juegue, señor Eggers? -pregunto acercando mis labios a la comisura de los suyos. Él sonríe como pocas veces lo he visto, pero luego se niega.
Detiene el video y deja el control remoto sobre la mesita de noche. Me muevo por el colchón, con cuidado de no derribar nada de la bandeja, me siento a horcajadas y le quito el sweater y la camiseta. Veo esa radiante sonrisa en su rostro que me incita hacer más, mucho más. Contemplo su torso desnudo y luego tomo otra fresa. Unto la crema de chocolate que cubre el pastel y mancho su pecho. Cierra los ojos rápidamente, le gusta y a mí también me gustará. Muevo mi cabeza hacia abajo y con mi lengua lamo la parte cubierta de crema. Oigo un gruñido, pero no me detengo.
Mis manos acarician ambos lados de sus bíceps mientras que mi lengua recorre su pecho y asciende hasta su cuello. Nuestras miradas se cruzan y no dudo ni un segundo en hundir mis manos en su cabello. Muevo mi boca y nuestras lenguas se encuentran. Los besos fríos de antes desaparecieron, son remplazados por esto... por este sentimiento, esta magia, este cosquilleo en mi vientre.
Acerco más mi cuerpo el suyo y muevo mi cabeza a medida que nuestras bocas se encuentran. Él muerde mi labio inferior en determinadas ocasiones y acaricia su lengua con la mía. Tengo los ojos cerrados a su totalidad y solo me concentro en disfrutar de lo que estoy sintiendo. Sus manos se aferran a mis caderas y sus dedos se clavan en mi piel. Nos separamos para tomar un poco de aire y mientras que yo
lo hago él hunde su cara en mi cuello. Estoy excitada, siento su excitación ahí abajo también, y eso solo provoca que me encienda mucho más. Muerdo mi labio inferior cuando muerde mi piel y sus manos ahora acarician mis brazos con delicadeza. Se mueve hacia adelante y recuesta mi cuerpo sobre el colchón. Mima mis senos con la punta de su nariz, mientras que yo tomo su cabeza entre mis manos para guiarlo. Acaricia mi rostro con delicadeza y luego acerca su cara a la mía.
-Espérame un segundo -me dice con dulzura-. Ya regreso.
Se pone de pie y sale de la habitación. Oigo su trote repiqueteando por el pasillo y luego como baja las escaleras. No me muevo. Si dijo que ya regresa debe de ser por algo que valdrá la pena. Sigo mirando el techo. Lo necesito, no quiero que se vaya, sé lo que me sucede, pero no quiero y no puedo decirlo. Esto no está bien. Se suponía que era un convenio. No debía enamorarme de él. Y lo hice... lo hice, tal vez, mucho tiempo atrás y recién ahora lo noto.
Adrien regresa a la habitación y me enseña la crema batida, de esas que utilizan las chicas del servicio para hacer pasteles. Su sonrisa es malévola y sé lo que tiene en mente.
Soy la reina aquí. Yo tengo el control, pero puedo ceder por unos minutos.
Me pongo de pie. Camino hacia su dirección y le quito el envase de las manos.
-La que manda aquí soy yo -musito besando la comisura de sus labios. Mi voz suena seductora y autoritaria. Él sonríe, pero no se queja, yo me acerco a su oído y muerdo el lóbulo de su oreja-. Desnúdate.
Me alejo y lo observo. Me mira dudoso,
pero se desabrocha el cinturón y lo arroja hacia alguna dirección. Baja el cierre de su pantalón negro y se lo quita, veo su erección prominente y sonrío.
-Acuéstate -ordeno.
Tengo una fantástica idea y la cumpliré antes de que se vaya.
Regreso con lo que necesito entre las mano y él eleva la cabeza para verme. Me acerco con un andar sensual y me subo a horcajadas sobre su abdomen. Tomo el pañuelo de seda color rojo y cubro sus ojos.
-Gea, esto no es...
-Puedes tocarme, pero si ensucias las sábanas, se acaba el juego, ¿entiendes?
-Sí -responde.
La Gea traviesa sale a flote. Tomo la crema batida y trazo una línea vertical que comienza en su ombligo y termina a la altura de sus costillas. Paso mi lengua sobre la parte que tiene crema batida lentamente, oigo un jadeo y sonrío. Me gusta esto. Rápidamente oprimo el envase y más crema cae sobre la parte su pecho. Mi punto específico será sus pezones ¿Tendrá el mismo efecto que tiene en mí? Espero que sí. Me inclino y luego chupo. Gruñe y me toma con fuerza de las caderas.
-Gea... -susurra con la voz ronca.
Oh, sí. Adoro cuando mi nombre se oye de esa manera. Repito la acción con el otro pezón y lo mismo sucede, pero esta vez lo hago más despacio que la anterior. Tengo una sonrisa malévola impresa en mi rostro y es porque soy una chica mala, así me siento. Me toma rápidamente y cambiamos de posición. Ahora estoy debajo de su cuerpo. Él se quita la venda y la arroja a un lado. Parece agresivo, salvaje...
-Creo que también merezco probar el postre, cariño -susurra
tomando el espray de mis manos mientras que cruzo mis tobillos sobre su trasero. Su erección está a solo unos centímetros de mí. Estoy desesperada, lo quiero todo, quiero que sea cada vez mejor. Se mueve y me penetra rápidamente provocando que jadee de manera extraña. No puedo controlarlo. Esta vez no.
-Oh, Adrien.
Coloca un poco de crema batida sobre si pezón derecho y posiciona su boca sobre él. Su lengua se mueve sobre mi piel, traza círculos sobre las aureolas para retirar todo rastro de suciedad, luego siento como empieza a chupar... Oh, mierda.
Jadeo y cierro los ojos, clavo mis uñas en su espalda y él se mueve sus caderas hacia mí un par de veces, quiere que lo note, quiere que lo sienta muy dentro. Elevo mi pelvis para que sea más profundo, él sonríe con gusto y atrapa mis labios. Comienza a moverse y a medida que los segundos pasan, acelera el ritmo. Cada vez es más duro y delicioso.
-Oh, cielo -pronuncia entre jadeos.
Le clavo las uñas más fuerte y sigo besando sus labios. Nos movemos arriba y abajo, pero no es como antes, es muy diferente, divertido y caliente. Sus labios sueltan los míos, y mientras que nos movemos, él recorre mis hombros y mi cuello con su boca, marca mi piel con sus besos desesperados y apasionados. Siempre he querido esto y ahora me lo está dando.
Chillo cuando mis piernas se tensan. Sé que está cerca. Soy una débil en ese sentido. Con una de sus manos toma mi cintura con fuerza y como si fuese aún más posible aproxima nuestros cuerpos. Piel con piel.
Acelera el ritmo y no se detiene hasta
que grito sin preocuparme por nada. Que me oigan todos en la casa. Estoy teniendo sexo mañanero con MI esposo.
Adrien sonríe sobre mis labios cuando acabamos juntos. Acabo de tener un sexo extremadamente fantástico. Aún sigue moviéndose, pero las embestidas cesan poco a poco. Él me mira directo a los ojos y nuevamente siento esa conexión extraña y especial entre ambos.
-Eres mi diamante más valioso, Gea -Una de sus manos peina mi cabello mientras que recorre mi mejilla con la punta de su nariz. Me siento en el cielo. Jamás había oído algo tan dulce salir de su boca. Mis oídos y todo mi ser se sienten maravillados-. Nunca lo olvides.
La Gea enamorada es liberada de su jaula, sale hacia el escenario sin ningún tipo de máscara y se presenta ante el público invisible.
No sé qué responderle. Soy muy mala con los cumplidos.
Sonrío y beso sus labios. Necesito hacer tiempo. Debo decir algo. Pienso en todas sus cualidades y en su manera de ser, pero simplemente sé que mi respuesta se resume en dos palabras que no me atrevo a decirlas aún.
-No quiero que te marches -murmuro con sinceridad.
Ahora que lo pienso, nunca me gustó que se vaya, pero es su trabajo y debo aceptarlo. Él acaricia mi cabello y estira el edredón para cubrir nuestros cuerpos desnudos. Cierro los ojos cuando siento la calidez y la protección de sus brazos y luego dejo que mi cuerpo descanse junto al suyo.
-Regresaré en tres días -murmura besando mi coronilla. Sé que no quiere irse, pero debe hacerlo, tengo que ser comprensiva-. Voy a extrañarte -asegura.
Muevo mi cabeza y mi vista se posa en la pantalla de plasma.
-Jamás tuvimos noche de bodas -murmuro distraída. Él acaricia mi hombro con una de sus manos y acerca sus labios a los míos-. Tampoco tuvimos luna de miel, ni cruzamos el umbral y toda esa mierda de recién casados -espeto comenzando a molestarme. Antes ese tipo de cosas no me preocupaban, pero ahora sí.
-¿Te gustaría que hagamos todo eso?
-Tal vez, para cuando regreses tenga una sorpresa para ti -le digo con una sonrisa traviesa. El plan que se me acaba de ocurrir es genial. Sé lo que haré y solo espero que estos tres días pasen volando. No quiero extrañarlo y estoy segura que lo haré.
-Te daré un diamante si me dices qué planes tienes en mente -me dice de manera juguetona. Sonrío y luego le digo que no, moviendo mi cabeza hacia un lado y luego al otro. Se pone de pie y por unos segundos contemplo su cuerpo desnudo. Me tiende la mano y sonríe. ¿Y ahora qué?-. Ven, vamos a darnos una ducha.
-No quiero darme un baño -chillo como si fuese una niña pequeña.
Él se ríe levemente y jala de mi brazo. Protesto y le pongo mala cara, pero me carga y antes de avanzar, golpea mi trasero y da un par de vueltas haciendo que mi cuerpo se sacuda y yo entre en pánico.
-Mueve tu hermoso trasero. Ahora -me suelta en el piso y camino de mala manera hacia el interior del cuarto de baño. Adrien me sigue y luego la puerta se cierra.
Una hora y media después bajo las escaleras de mármol. Veo tres maletas ubicadas a unos pocos metros de la puerta de entrada. Una es
de Adrien, la otra de Barent y la más grande, y de color rosa, debe ser de la secretaria de MI esposo. La vi un par de veces y no me agrada, la detesto. Miro mi atuendo y sé que es el incorrecto. Oigo las voces de los tres en la sala de estar y corro escaleras arriba para cambiarme. El vestido que llevo no es lo suficientemente bueno como para poner a esa perra en su lugar. Mi esposo, mi casa, mi todo.
Llego a mi habitación y busco entre las bolsas de compras el vestido que a Adrien le fascinó. Es un vestido corte Jackie color crema con maga tres cuartos, cuello recto y espalda descubierta. Tiene detalles de pedrería marrón brillante y combina a la perfección con los zapatos que llevo. Es algo corto, está muy por encima de mi rodilla, pero me veo hermosa de todas formas. Me hace ver como una chica de dieciocho años, pero a mi esposo le encantó y quiero que se sienta culpable por dejarme sola por tres días.
Veo mi cabello y frunzo el ceño. El pelo suelto no es lo correcto. Tomo algunos de mis accesorios y lo recojo en un moño desalineado, pero perfecto para la ocasión. Corro hacia la caja fuerte y remplazo mis aretes de perlas por los de diamante blanco que me regaló Adrien en San Valentín. Me miro al espejo y... Oh, claro, el perfume. Casi lo olvido. Escojo el Prada y luego me aplico labial rojo. Cuando sé que estoy más que perfecta, salgo con toda seguridad hacia el pasillo.
Llego a la sala de estar y, por el ruido que producen mis tacones, los tres se voltean a verme. Adrien abre la boca y me observa de pies a cabeza. Parece sorprendido. Barent sonríe y puedo ver esa mirada de
padre orgulloso en sus ojos, en cambio, ella, solo me observa con una falsa sonrisa.
-Buenos días -digo con mi mejor sonrisa. Adrien se pone de pie, me tiende su mano y luego hace que me voltee. Me contempla desde todos los ángulos posibles y hace que mi ego se eleve hasta el cielo.
-Te ves hermosa, cariño -murmura acercando su boca a mi oreja. Sonrío y beso sus labios apropósito. Observo de reojo a la secretaria, ¿cómo se llamaba? Ah sí... Charlotte. Saludo a Barent y después le lanzo una sonrisa falsa a la mujer que está sentada sobre MI sillón ¿Por qué debe acompañar a MI ESPOSO?
-Te ves magnífica, querida Gea -musita Barent con una sonrisa de oreja a oreja. Le sonrío como agradecimiento y finjo ser alguien humilde. Me siento al lado de Adrien y coloco mi mano sobre su rodilla de manera muy posesiva. Él me rodea la cintura con su brazo y sonríe, sé que está orgulloso de mí. Soy perfecta, soy hermosa, soy todo lo que cualquier hombre desea.
Barent comienza a hablar sobre el viaje y sobre miles de cosas que no me interesan. Finjo oír lo que dicen y me tomo mi tiempo para observarla. Es rubia, lleva el cabello rizado, una camisa blanca y una falda negra que se ajusta a su cuerpo. Es bonita, debo admitirlo, pero no me superará jamás. Tiene lo suyo y sus senos son más grandes que los míos, pero de todas formas no me siento intimidada. Es una simple empleada, como todas las demás. Soy la única, lo sé.
Miro a Adrien de reojo y veo que me observa. Suelta una risita y acerca sus labios hacia mi mejilla. Su beso es sonoro y se oye por toda la
habitación. Entrelazamos nuestras manos y finalmente comienzo a ser partícipe de la conversación. Después, Barent observa su reloj y llegado el momento, se pone de pie.
-Creo que es hora de irnos -anuncia elevando la voz. Oh, no. Llegó el momento. Jamás fui buena en las despedidas. Nunca sé cómo puedo reaccionar.
Adrien se pone de pie, yo lo sigo y Charlotte me sigue a mí. Los cuatro estamos parados y nos sentimos un poco incómodos, nadie sabe qué hacer. Barent es el primero en despedirse.
-Gea, fue un placer conocerte, querida -murmura tomando mis manos entre las suyas firmemente. Sonrío y luego vuelvo a abrazarlo. Oh, Dios. Como actriz soy excelente.
-Gracias a ti, Barent, por tu visita. Fue un placer tenerte en casa.
Oh, Dios. De verdad soy muy buena. Mis máscaras funcionan a la perfección. Él sonríe y parece afligido. En mi interior lo odio, me dejó sin sexo dos veces. No se lo he perdonado aún.
-Y muchas gracias por el hermoso regalo -agrego fingiendo tono de agradecimiento. Vuelve a abrazarme y luego observa a Adrien. Llegó el momento.
-Gea... -dice Adrien tomándome de la mano con delicadeza. Me volteo en su dirección y lo miro a los ojos. No quiero despedirme. Trago el nudo que tengo en la garganta y observo cómo se mueve nervioso.
-Mejor, les damos unos segundos a solas -pronuncia Barent en dirección a la rubia. Ambos salen de la sala de estar y nos dejan a solas. Ahora sí, el ambiente se volvió tenso para mí, no sé qué decir. No tengo palabras.
Me aferro a su torso y cierro los ojos. Él
acaricia mi cabello y oigo como suspira. Sus bazos me rodean por completo mientras que siento como algo hace que me duela el pecho. No voy a llorar, no ahora. Tal vez luego, pero no delante de él.
-Volveré en tres días -me dice en un susurro, como si supiera lo que estoy sintiendo. Beso su mejilla una y otra vez, es lo único que puedo hacer. Luego acaricio sus hombros y toco su cabello, ¿qué me sucede?
-¿Por qué debes ir con ella? -pregunto en dirección a la puerta de la habitación. Él sonríe divertido y mira hacia otro lado intentando esconder sus emociones. Hago una mueca. No me agrada la idea de ella y él, tres días juntos.
-¿Está celosa, señora Eggers? -pregunta tomando mi cintura, mientras que mueve las cejas.
Pongo mala cara y me suelto de su agarre. Si estoy celosa, pero no lo admitiré jamás. Él se mueve y rápidamente hace que me voltee en su dirección de nuevo. Besa mis labios sin que me lo espere, me toma por sorpresa, pero rápidamente lo sigo. Acaricio su cabello, libero las miles de mariposas que estaban encerradas en una red dentro de mi estómago y me dejo llevar por el momento. Es el beso de despedida. No, no quiero pensar que es una despedida, es solo un adiós por unos días. Lo voy a extrañar, lo sé.
Se aparta de mí boca, luego pega su frente a la mía y coloca una de mis manos en su pecho para sentir los latidos de su corazón.
-Recuerda que eres solo mía, ¿de acuerdo? Toda tú... -me dice en un susurro. Me siento hipnotizada y solo puedo mover mi cabeza en señal de afirmación. Adrien toma su teléfono celular de su bolsillo, lo coloca
delate de mí y toca la aplicación de la cámara-. Quiero una fotografía contigo antes de marcharme.
Me pongo en posición y sonrío. Oprime la pantalla y el celular hace un sonidito. Me besa de improvisto, toma otra fotografía y me libera. Toma su maleta, me mira por última vez, yo lo saludo con mi mano. Luego de unos minutos la casa se encuentra en silencio. Ya se fue. Estoy sola... de nuevo.
Pasan unos minutos y aún sigo de pie en la sala de estar. Muevo mi cabeza un par de veces para disipar mis pensamientos, subo las escaleras y me voy a mi habitación. Comienzo a desenvolver todas las compras que realizamos ayer, pero mi celular me interrumpe. Es un mensaje de Adrien. Lo abro y sonrío al ver la fotografía que nos tomamos hace unos minutos. El teléfono suena de nuevo y la foto en la que nos besamos aparece en la pantalla junto con el mensaje de mi esposo.
*Es mi fondo de pantalla.*
Guardo la fotografía y respondo:
*También es el mío, entonces.*
Envío el mensaje y coloco la imagen como fondo de pantalla. Suelto mi celular sobre la mesita de noche y otra vez vuelve a sonar.
*Ve a la biblioteca*
Leo el mensaje una y otra vez y frunzo el ceño, ¿Qué vaya a la biblioteca? ¿Y ahora qué le pasa? Tecleo mi respuesta rápidamente:
*¿Qué?*
Su respuesta es inmediata.
*Solo ve*
Salgo de la habitación y camino hacia la biblioteca porque la curiosidad invade cada poro de mi ser. Abro la puerta, entro al cuarto y lo observo con detenimiento. Sonrío al ver un hermoso ramo de rosas blancas descansando sobre la mesa del centro de la habitación. Me acerco y las huelo. Su aroma es delicioso, es nuevo, es diferente. Veo la tarjeta y la abro. Está escrita a puño y letra por Adrien.
'Aunque no lo creas, ya TE EXTRAÑO.
Y aunque jamás lo he dicho,
TE QUIERO, mi preciosa GEA.
-Adrien.'
Leo la tarjeta dos veces más y siento como mi corazón late fuertemente. Me regala rosas blancas, mis favoritas, y me dice que me quiere. Sonrío de oreja a oreja porque no sé qué más hacer. Tomo mi teléfono y marco su número. Espero impaciente mientras que suena una vez, dos veces, tres veces... Y cuando oigo su voz, sonrío todavía más.
-¿Gea?
-También te quiero, Adrien...
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8. The Ritz
Abro los ojos y el nublado día de Londres hace que frunza el ceño. Es lunes y odio los lunes. Me volteo hacia el otro lado, observo la cama vacía y acaricio las sábanas de manera dramática, no puedo evitarlo. Él está lejos de aquí, lejos de mí. Debo admitirlo, lo extrañé el día de ayer. Me sentí sola y abandonada en esta inmensa mansión. Estiro el brazo y tomo mi teléfono celular. Sonrío al ver un mensaje suyo, no podía ser de otra manera. Adrien Eggers y su estilo particular.
*Buenos días, mi preciosa Gea*
Lo envió hace dos horas atrás. Veo el reloj y es tarde. Son las nueve de la mañana. Eso quiere decir que en España deben de ser como las diez, tal vez ya él esté en alguna reunión importante y no quiero molestarlo.
Leo el segundo mensaje y también es de Adrien.
*Despierta, dormilona. Ten un lindo día, te extraño*
Sonrío ampliamente, suelto un suspiro y muevo mis piernas hacia todos lados para sentir la suavidad de las sábanas, pero la luz de mi teléfono tintinea porque aún tengo otro mensaje. Pongo los ojos en blanco y comienzo a sentirme molesta. Me siento bruscamente sobre el colchón y muevo unos mechones de pelo detrás de mi oreja.
*9:30 en The Ritz. No seas impuntual*
¡Oh, mierda! ¡Es mi madre! ¡Y llegaré tarde!
Salto de la cama y con desesperación marcho hacia el baño. No hay tiempo para una ducha. Corro a la tienda individual, no tengo tiempo de escoger, y me coloco el mismo atuendo que tenía antes de que Adrien se marchara. Rompe todas mis reglas de moda, pero es mi madre,
no debo hacerla esperar. Busco lo tacones, pero no encuentro el otro par. ¡Mierda! Estoy nerviosa y eso solo sucede por causa de mi madre.
Cambio de zapatos y me tambaleo de un lado al otro mientras lo hago. Luego me traslado hacia el baño y noto que mi pelo es un desastre. Lo peino lo más rápido que puedo, hago el mismo moño de ayer, lo desarmo de nuevo y vuelvo a armarlo, pero luce mal. Lavo mi cara para quitarme los ojos adormilados, corro al espejo contario al de la tina y me siento en mi mesa especial para casos críticos. Me maquillo con cuidado, pero con prisa. Mi piel cobra más naturalidad y vida, ya no parezco una hoja de papel. Me aplico rubor, luego labial rojo, la sombra de ojos y, por último, rímel.
Me muevo por el cuarto y escojo el primer perfume que veo, tomo mi bolso que combina con mis zapatos y bajo las escaleras. Ya no hay tiempo. Oh, mierda, mi teléfono. Subo las escaleras de nuevo, lo recojo y al verme en el espejo, sé que estoy hecha un desastre. Me suelto el moño de la cabeza y me arriesgo a las ondas. No se ven tan mal como antes, pero no estoy perfecta. Y yo soy perfecta. Debo demostrarlo.
Me subo al coche y acelero en piloto automático hasta una de las casas de Té más grandes de Londres. Solo tengo diez malditos minutos y no llegaré. Esta mañana será un completo desastre.
*Desayunaré con mi madre en el Ritz.
Deséame suerte y ten un lindo día*
Lo envío y luego guardo mi teléfono en el bolso. Tomo el control del vehículo de nuevo y coloco un poco de música. Necesito algo que inspire mi día, algo que me tranquilice un poco.
La
canción I got you de Leona Lewis suena con todas las fuerzas dentro del auto y sonrío ampliamente. Todo lo malo desaparece, ahora solo quiero sonreír. Algo cambia mi humor. No estoy segura si es Adrien y sus detalles o solo Adrien, pero es él. Me siento distinta. El día de ayer fue diferente, sorpresivo, y me hizo visualizar lo que jamás había pensado. La palabra "futuro" ya no me da miedo. Las mariposas aparecieron y mi corazón se comprimió cuando me llamó para avisarme que ya estaba en España. Algo ha cambiado...
Me bajo del coche, le entrego las llaves al ballet parking y con mi bolso en mano camino hacia el interior del elegante, refinado y, sobre todo, exclusivo espacio. The Ritz, el mejor de todo Londres. Exclusivo para personas como yo.
-Señora Eggers -me saluda el recepcionista con una sonrisa.
-Buenos días, Albert -le respondo lo más amable que puedo.
Cruzo el recibidor a toda prisa y veo a mi madre, con mala cara, sentada en nuestra mesa de siempre. Enderezo la espalda y los hombros, elevo la barbilla, sonrío falsamente, muevo mis piernas, me acerco a ella y me siento sin decir nada.
-Llegas tarde, como siempre -musita despiadadamente.
-Buenos días, madre. También me alegra verte -siseo con sarcasmo.
Me quito el abrigo y lo dejo en la silla de al lado. Mi madre me observa de pies a cabeza. Sé que dirá algo. Debo contenerme, hago esto porque debo y no porque quiero.
-Ese atuendo no me gusta. Se te ve horrible, y, además, creo que deberías dejar de comer, estás subiendo de peso de nuevo,
puedo notarlo, ¡mírate! comienza a hacer dieta o ve al gimnasio, querida. No quiero que tu esposo se busque a otra porque tú te ves así...
La Gea malvada está parada frente a su público invisible y mira hacia un punto fijo en la pared con la boca abierta. No puede actuar luego de esas palabras. Bajo la mirada a la taza de té delante de mí. Sabía que me diría eso, pero por más que intente ser perfecta, para mi madre jamás será suficiente.
-Madre... -murmuro para que se detenga. Aunque no quiera demostrárselo, soy frágil ante su crueldad. Soy frágil todo el tiempo.
-Y siéntate bien, jamás has adaptado la postura correcta. A veces me pregunto por qué me molesté en perder tiempo contigo. Quise que fueras una dama, pero sigues siendo la misma mediocre de antes.
Trago el nudo de mi garganta y juego con mis dedos nerviosamente. No quiero estar aquí, no deseo verla y debo tolerar todos sus insultos sabiendo que tiene motivos para hacerlo. Tal vez no sea todo lo que siempre creí que fui, tal vez no soy nada.
-¿Para que querías que viniera, madre? -pregunto intentando no sonar grosera. Esa pregunta la molestará y sé que recibiré otra docena de insultos y quejas, pero tengo que fingir que soy fuerte, aunque sea siempre débil.
-Tu esposo me llamó ayer, desde España, para preguntarme sobre tus pesadillas -brama con un dejo de desprecio y disgusto en su tonalidad fría y distante, mucho más insensible que antes-, ¿por qué no me dijiste que volviste a soñar de nuevo?
Oh, Adrien. No debería haberlo hecho. Sonrío en el interior, sé que
lo hizo porque estaba preocupado, pero no debió interferir. Suspiro y bebo un poco del té. Percibo el agrio sabor a limón y azúcar disuelto en el agua caliente y trato de no hacer alguna mueca de disgusto... Necesito unos segundos para pensar. No sé qué decir.
-No puedo controlar lo que sueño madre, simplemente sucedió -le digo de manera desinteresada.
Puedo ver como frunce el ceño. No le agradé lo suficiente, jamás fui lo que ella siempre quiso y eso me desespera. No soy cien por ciento perfecta, pero a un noventa y nueve por ciento llego, no puedo ser más de lo que ya soy.
-A ti no debe sucederte, Gea. Sabes que hay mucho en juego. Tu esposo no debe saber nada de lo que ocurrió o puedo perderlo todo -me dice eufórica y molesta-. Tienes que aprender a cerrar tu boca y a controlar esas estúpidas pesadillas.
-Lo sé, madre -respondo brevemente. No tiene sentido alguno discutir con la reina de las arpías. Al fin y al cabo, soy como soy por su causa. Ella me convirtió en este ser despiadado, egocéntrico y falso.
Permanecemos en silencio por unos minutos. El maître se acerca con un pedazo de pastel de frutos rojos para cada una y antes de marcharse nos hace una leve y discreta reverencia. Dejo la porción a un lado y bebo otro sorbito de té. No me siento bien, quiero regresar a casa o ir de compras, quiero ser solo yo por unos pocos minutos. No deseo ser la señora Eggers, ni Annie, ni Gea... Solo yo.
-¿Cómo marcha todo con Adrien?-pregunta para romper el silencio. Es lo único que le interesa. Fue su idea arrastrarme al altar hace
un año atrás.
-Todo marcha bien -respondo sin levantar la mirada.
Ella suelta una risita irónica. Sé que para ella nada está bien y voy a escuchar un largo sermón.
-Tu esposo está en Madrid y tú aquí. Eso no me dice que las cosas estén bien entre ambos -espeta mientras que me señala con un dedo. Intenta no elevar la voz para que los demás no lo noten, pero fracasa torpemente.
-Es un viaje de negocios -respondo con un hilo de voz.
-Seguramente, en este mismo momento debe estar revolcándose con su secretaria, y tú estás aquí: mal vestida, con una cara espantosa, el cabello desarreglado y, además de eso, comportándote como una estúpida niñita ingenua. Si tu marido estuviese interesado en ti, al menos en lo sexual, que es lo único que puedes tener de interesante, te habría llevado con él.
-Madre... -murmuro para que se calle. No soporto oír todo esto. Miles de preguntas invaden mi mente, y sé que ella tiene razón, pero no quiero pensar que es así.
"Nunca te fui infiel..."
"Eres mi diamante más valioso..."
"Te quiero, mi preciosa Gea..."
No, no debo caer en su trampa otra vez. Solo lo hace porque no tiene amigas a las que fastidiar.
-Te he dicho cientos de miles de veces que si ese hombre quiere sexo contigo debes dárselo, olvídate de tu falsa dignidad y hazlo. Él te da todo lo que quieres y paga las cuentas millonarias que debe el idiota de tu padre, solo...
-Hablas de esa manera y me haces sentir como una puta.
Ella me mira directo a los ojos y sonríe.
-Sabes que en cierta forma lo
eres, así que cierra tu boca y no finjas inocencia.
No puedo toléralo más. Necesito largarme de aquí. No quiero llorar, no delante de ella. Lo haré cuando esté sola, pero no aquí.
Me pongo de pie y tomo mi abrigo.
-¿Qué haces? -me pregunta desesperadamente. La miro, pero no respondo-. Gea Handerwintt, ni se te ocurra dejarme sola.
-Descuida madre. Te dejo en compañía de toda tu mierda. Ambas se llevarán muy bien.
Salgo hacia el vestíbulo y sin decir nada bajo las escaleras. Mi coche llega luego de un par de minutos. Miro el cielo y sé con exactitud que lloverá en cualquier momento, me coloco mi tapado y luego me introduzco en mi auto. No sé qué hacer ni a donde ir. No tengo amigas y tampoco puedo volver al centro comercial de nuevo. Necesito buscar algo que hacer.
Conduzco un par de calles y luego estaciono el coche. No sé dónde estoy exactamente, pero necesito relajarme. Tomo mi celular y leo el mensaje de Adrien.
* Suerte. Espero que todo salga bien*
Sonrío a medias, no es lo que quiero escuchar, pero me sirve de consuelo. Marco su número y luego del segundo tono, él contesta.
-Preciosa -musita al otro lado.
-Hola -le digo en un susurro. Siento deseos de llorar, no me encuentro bien. La Gea fuerte y segura ha desaparecido. Nunca existió, en realidad.
-¿Que ocurre, cariño? ¿Estás bien? -me cuestiona asustado. Lo notó, sabe que no lo estoy.
-Ha ido mal -le respondo con la voz entrecortada.
Oigo un suspiro.
-Lo siento, cielo. Tu madre es una mujer complicada.
-No soy
lo suficientemente perfecta para ella.
Jamás hablamos de esto, ni de mi madre o el tipo de relación que llevamos, pero él lo notó en varias ocasiones y jamás me ha dicho nada.
-Eres perfecta para mí, Gea. Siempre lo serás y no importa lo que digan los demás.
Una sonrisa se escapa, al igual que un lamentable sollozo que me destruye por dentro, pero me mantiene fuerte y estable por fuera. No debo quebrarme, Gea Handerwintt jamás se quiebra por causa de otros. Estoy usando una máscara ahora, no debo fallarme a mí misma.
-No quiero que estés triste -me dice con la voz cargada de dulzura.
-Gracias por hacerme sentir mejor.
Lo oigo sonreír.
-De nada, cariño. Toma tu coche y ve de compras, vuélvete loca, gasta lo que quieras, no puedo estar lejos y pensar que no estás bien.
-No tengo deseos de ir de compras -le respondo mesuradamente.
Hay un silencio en la línea.
-Esto debe ser grave. Mi esposa, la compradora compulsiva más grande de toda Inglaterra, no quiere gastar dinero -expresa sorprendido. Me rio y él también-. Cielo, tengo una reunión en cinco minutos, te llamaré cuando termine, ¿de acuerdo?
-Bien -manifiesto cortamente.
-Oye, te quiero.
-También yo.
Cuelgo la llamada y golpeo mi cabeza contra el volante levemente. ¿Qué hago? Tomo mi celular y le envío un mensaje a Adrien. No sé qué más hacer. Estoy desconcertada y perdida.
*¿Adónde voy?*
*Ve al parque, relájate, no te mojes y cuídate. Te quiero*
Sonrío y me bajo del coche. Camino hacia la acera
húmeda y observo a mí alrededor. Hay mucho verde y unas cuantas cafeterías y tiendas al otro lado de la calle. Comienzo a andar y distingo con detenimiento todo lo que me rodea. Tengo cuidado de no caerme, no soy torpe, jamás lo fui, pero mis tacones resbalan y la cerámica que piso ahora, no es de mi agrado.
Paso frente a una pequeña cafetería, tiene algunas mesitas redondas en la parte de adelante y el interior es muy agradable, decorado con colores lívidos y claros, como el rosa pastel, los verdes y celestes un poco más fuertes en la habitación anexa. Muevo mis pies para entrar, pero mi tacón resbala y siento como mi cuerpo cae hasta casi tocar el suelo. Ahogo un grito y percibo que dos fuertes brazos me rodean por la cintura. Elevo la mirada hacia el hombre que me sostiene mientras que él sonríe al verme. Es ese chico. El fotógrafo...
Hago contacto visual e intento recobrar la compostura. Me muevo y me pongo de pie, él me ayuda a levantarme. Me siento incomoda y humillada. Todos los clientes de la cafetería se voltearon a ver el espectáculo. ¡Ridículo! ¡Es completamente bochornoso! Acomodo mi vestido y coloco detrás de mi oreja algunos mechones de pelo.
Perfecta, soy perfecta. Me veo perfecta.
-No te interpongas en mi camino la próxima vez -le digo con la mirada en alto. Veo una amplia sonrisa en su rostro.
-¿Eso es todo? -pregunta frunciendo el ceño-, ¿Ni siquiera dices "gracias"?
-No doy las gracias.
-No fue nada -dice despreocupadamente y con una estúpida sonrisa. -Suelo salvar damiselas en apuros.
Oh, Dios...
Pongo
los ojos en blanco, me desagrada por completo. No hay frase más estúpida y sin sentido que esa. Tan medieval y patética como él.
Desplazo mis pies hacia el frente, pero su brazo me detiene.
-Creo que ya nos conocemos -advierte insinuando que sé quién es, pero, sinceramente, no recuerdo su nombre. Sí, nos conocemos, pero, ¿eso que importa?
-Lo sé. Usted invadió mi espacio durante la fiesta de la empresa de mi esposo, pero francamente no recuerdo su nombre y tampoco me importa -le digo con el tono más frío que puedo pronunciar.
-Damien O'connor -Tiende su mano hacia mi dirección. No sé qué hacer: parecer descortés e ignorarlo, o hacer creer a todos estos extraños que soy una persona amable. Me coloco la máscara rápidamente, sonrío y estrecho su mano con firmeza y falsa seguridad.
-Soy...
-Gea Eggers -dice interrumpiéndome. Me sorprende que lo recuerde-. No olvidaría tu nombre.
La situación, me resulta incómoda. Hay algo en su mirada que baja mis defensas y que me intimida solo un poco. No, Gea no se intimida jamás, y menos con una persona como él. Americano, eso resume su acento. Desalineado, seguramente insolente y muy confiado de sí mismo, pero sin ningún motivo razonable.
-Bien, ya fue suficiente. Así que, adiós.
Me volteo hacia el interior de la cafetería. Quiero un té, o algo caliente porque la temperatura disminuye y en cualquier momento lloverá, en realidad, quiero algo que me distraiga, no importa lo que sea.
Me muevo sin pensar en ese tipo y me siento en una de las mesas del fondo. El camarero
llega rápidamente y ordeno algo de fruta, zumo de naranja y un café como muy pocas veces lo he hecho. Mi madre no dejó que probara bocado de nada, pero estoy sola, tengo hambre y haré lo que se me dé la maldita gana.
-¿Eso es todo, madame?
-Sí.
El chico me sonríe tímidamente y veo que se sonroja. Sí, soy hermosa, lo sé, pero no es necesario que se comporte así. Tomo mi celular, pero no hay ni llamadas ni mensajes. Aún debe estar en esa reunión.
-¿Puedo sentarme? -pregunta con una sonrisa. Suelto un suspiro. Elevo la mirada y lo veo de pie a unos pocos metros de mí.
-Tengo esposo -digo rápidamente y le enseño mi diamante blanco de más de un millón de libras, que adorna el dedo anular de mi mano izquierda.
-Sí, ya me lo has dicho. Y es un hermoso anillo.
Se sienta como si lo que dije fuera una afirmación y suelta su cámara encima de la mesa con sumo cuidado.
-No tengo ninguna intención mala. Tú estás sola, yo estoy solo. No hacemos nada malo.
Su actitud es molesta y hace que pierda el juicio, pero tiene razón. No tengo nada mejor que hacer.
-¿Que le hace pensar que estoy sola?-cuestiono con curiosidad.
Se pone más cómodo y cruza ambas manos encima de la mesa. Me mira por unos segundos, examinándome, y luego responde.
-¿Estás sola? -pregunta con una sonrisa de lado. Como si quisiese alterar el juego de palabras.
-Responda a mi pregunta.
-No creo que seas una mujer muy sociable.
-No lo soy -afirmo-.Y no debería estar aquí.
-¿Tienes
amigas?
-No le importa, y, la respuesta es no, no las necesito.
Él suelta una risita y niega levemente con la cabeza.
-Lo supuse.
Elevo la mirada y lo observo no muy alagada por su actitud. Quiero que se marche, pero si no lo hará, lo haré yo.
El mozo aparece y deja toda la fruta y el jugo que pedí delante de mí. Me pongo de pie y tomo mi bolso. Él se pone de pie también y me detiene tomando mi brazo con delicadeza.
-No voy a molestarte, solo quiero conversar. De verdad. No quiero problemas con tu esposo -me dice con la mirada llena de seguridad.
Suspiro frustrada y me siento en mi lugar. Permanezco en silencio y bebo un poco de té. Él me observa de manera más que intimidante y eso me molesta.
-Deje de verme -le digo lo más amable posible. Sonríe de lado y se voltea en dirección al camarero que se encuentra al otro lado del gran salón. Ordena algo y después regresa su atención hacia mí.
-Lamento si me quedo como un estúpido viéndote, pero de verdad eres muy hermosa.
Sonrío y muevo un mechón de cabello detrás de mi hombro. Lo sabía. Soy perfecta.
-Lo sé. En eso si te doy toda la razón -le respondo con una mirada desafiante.
Toma su cámara y luego comienza a pasar las fotografías. Se detiene en una y sonríe. Por su mirada puedo percibir que se trae algo entre manos, pero no estoy muy segura que. Quiere sexo, eso siempre lo supuse, pero no pienso dárselo y solo deseo saber qué es lo que esconde, porque su manera de ser es extraña y sé que quiere algo más de mí.
-Es una de las
mejores fotos que he tomado en toda mi vida -Me enseña la pantalla de la Nikon y sonríe
La fotografía en blanco y negro de mi perfil observando al horizonte se ve fantástica. Es digna de estar colgada en alguna galería de arte o algo por el estilo. Quiero esa fotografía y sé quién también puede quererla. A Adrien le fascinará.
-Tienes talento -admito como muy pocas veces lo he hecho, tomando la máquina y pasando más fotografías. Todas son de mujeres, hombres y niños. Es un fotógrafo de retratos y todos los que toma son en blanco y negro, y son muy bueno.
-¿Cuántos años tienes? -pregunta tomándome por sorpresa. Su pregunta es descarada, inapropiada y, sobre todo, absurda. ¿Cuántos años tengo? Soy joven, hermosa y única. Mi edad es visible a miles de millas.
Ladeo la cabeza y lo fulmino con la mirada. No me agrada esa pregunta.
-¿Para qué quieres saber? -cuestiono con el tono de voz severo.
-Solo curiosidad -musita encogiéndose de hombros.
El camarero se acerca a nuestra mesa y clava su mirada en mí. Sonríe tímidamente y luego le entrega al fotógrafo un pedazo de pastel y un café. Muy al estilo americano. Él se lo agradece y antes de retirarse con la bandeja entre sus manos, me guiña un ojo.
Oh, Dios. Pobre chico, debí matar sus ilusiones con una mirada, pero no lo hice.
-¿Y bien? -pregunta Damien distrayéndome de mis pensamientos.
-¿Y bien, que? -cuestiono confundida.
-¿Cuántos años tienes? -vuelve a preguntar. Pongo los ojos en blanco en mi mente sabiendo que si lo hago sería desagradable
y para nada femenino. Suspiro y bebo otro sorbito de té.
-Veinticuatro.
Sonríe de nuevo y mientras que come un pedazo de su pastel tomo mi celular y le envío un mensaje a Adrien que sé que le molestará.
*Un camarero acaba de guiñarme un ojo y es muy guapo*
Oprimo enviar y sonrío ampliamente. Eso lo molestará, pero yo me voy a divertir muchísimo. Dejo el celular a un lado y me concentro en profundizar la charla con este sujeto. Se me acaba de ocurrir una brillante idea.
-Hago retratos desde los quince, ahora tengo veinticinco, y estoy en Londres por una propuesta de una importante empresa de fotografía. Espero poder conseguir el trabajo. Si lo logro, me mudaré aquí.
Hablamos durante unos diez minutos aproximadamente sobre su trabajo. Quiero imprimir mi fotografía en tamaño gigante. Lo colgaré en el despacho de Adrien para que me observe cuando esté trabajando. Oh, sí. La Gea malvada que descansa en su camerino me sonríe de oreja a oreja.
Mi celular vibra y lo tomo rápidamente.
*NO JUEGUES CONMIGO, GEA*
Suelto una carcajada y Damien me observa confundido. Intento reprimir mi risa, pero es inevitable. Está enfadado por algo que ni siquiera es verdad y eso me hace muy feliz. Haré que se sienta un poco miserable. Pienso que responder y luego escribo:
*Oh, cariño. Lo siento, este mensaje no era para ti.
Pd: el camarero es guapo de todas formas. ;)*
Dejo mi celular otra vez y luego como un poco de fruta. Aún es media mañana y ahora si tengo deseos de ir de compras.
-¿Piensa demorar mucho
con ese pastel? -pregunto sosteniendo mi mirada en la suya. El tipo come pastel como un niño de cinco años. Me recuerda mucho a Adrien. Parece saborear cada textura y eso me desespera. No puedo entender como come tan lentamente.
-Ya casi acabo. Pero deja de llamarme de manera tan formal, solo dime Damien y háblame como si ya me conocieras, tu actitud me incomoda.
-¿Mi actitud te incomoda? -cuestiono frunciendo el ceño.
-Puede ser... -dice de manera divertida-. Eres de esas mujeres que confunden a los hombres. Debes tener muy mal carácter.
¿Qué? Oh, no puedo creer que dijo eso.
-¡Americano, insolente! -exclamo molesta.
-¡Inglesa, vanidosa! -espeta colocando su dedo índice sobe mi hombro como yo lo hice segundos atrás. Hago cara de espanto. ¿Acaba de decirme eso? no puedo creerlo. Él se acerca más a mí, su rostro se encuentra a casi tres centímetros del mío y nos miramos fijamente por unos segundos. Esto no está bien. -No podré controlarme, voy a besarte y luego tendré que soportar que tu esposo me rompa las piernas, pero sé que valdrá la pena.
Coloca sus manos sobre mi mejilla y gracias a todos los dioses, mi celular suena. Me aparto y corro la mirada hacia otro lugar. Tomo mi teléfono y veo que es Adrien. Trago el nudo que tengo en la garganta e intento no estar nerviosa. Damien me observa con cautela y parece avergonzado. Debería estarlo, ¡intentó besarme!
-Hola -digo con la voz entrecortada.
-Entonces el mensaje no era para mí... -afirma con el tono de voz frío y distante.
-¿Qué sucede?
-pregunto incomoda. No quiero que ese sujeto oiga mi conversación y aunque lo intente, sé que no solucionaremos nada. Él no comprende mis juegos.
-¿Te encanta verme celoso, verdad? -pregunta de mal humor. Oh, eso me sorprende. Sonrío ampliamente y alejo de mi mente el remordimiento por saber que casi hago algo que no quiero.
-¿Estás celoso? -pregunto con una sonrisa.
-¿Tú qué crees?
-Bien -digo cortante.
-Bien -me responde.
-Bien -le digo.
-Gea...
-Iré de compras -le advierto. Si, la Gea de todos los días ha regresado.
-Bien.
-¡Bien!-chillo desesperada.
-Iré a almorzar con Charlotte -alardea-. Adiós, preciosa.
Corta la llamada y siento como los celos invaden todo mi cuerpo. Sé que mi cara debe de estar roja y creo que voy a romper algo. Lo hizo apropósito, solo llamó para decirme eso, no puedo creerlo. Esto es completamente estúpido y sin sentido.
-Gea... -dice Damien para llamar mi atención.
Me pongo de pie y tomo dinero de mi bolso, lo dejo sobre la mesa y recojo mi abrigo. El fotógrafo toma su cámara y me sigue hacia la salida. Lo ignoro, ignoro sus palabras y todo lo que intenta hacer para llamar mi atención. Estoy más que molesta y Adrien es el culpable de todo esto. Uno cosa es que yo mienta para molestarlo, pero otra muy diferente es que él me sea sincero, me diga la maldita verdad e involucre a su secretaria en nuestro juego.
-Gea, perdóname, de verdad yo...
Me volteo en su dirección y lo observo de pies a cabeza. Estoy tan furiosa que no sé qué haré exactamente.
Me siento confundida y él no tiene la culpa, no es el primer hombre que intenta besarme. Soy hermosa y nadie puede resistirse, pero me molesta saber que puedo ser completamente fiel a Adrien. Eso significa que mis sentimientos son más fuertes de lo que pensaba y se suponía que no debía enamorarme de él. ¡Mierda!
-No vuelvas a hacer una cosa así -le advierto señalándolo con mi dedo índice.
-Lo siento, de verdad -me dice en un tono de voz bajo.
Vuelvo a mirarlo de pies a cabeza. Jamás he tenido una maldita amiga y Adrien no está aquí, lo que significa que estoy sola.
-¿Tienes algo que hacer? -cuestiono fríamente.
-No -Frunce el ceño y niega con la cabeza.
-Bien, iré de compras. Puedes ayudarme a cargar las bolsas si quieres -le digo caminando hacia mi coche. Él me sigue y oigo que sonríe. Me abrazo a mí misma mentalmente. Esto será muy divertido.
-Será un placer.
Cruzamos la calle rápidamente, él parece algo alegre y tararea una canción mientras que nos acercamos a mi coche. Me paro delante de ese impresionante regalo de aniversario y Damien voltea su cabeza hacia mi dirección como si no pudiese creerlo. Sonrío en mi interior. Me siento más que orgullosa.
-¿Este es tu coche? -pregunta con incredulidad.
-Sí, este es mi coche -Desactivo la alarma y luego me introduzco en él como si no fuese la gran cosa. Aún sigue viéndolo desde la acera y su boca está ligeramente abierta.
-¿Sabes todo lo que tendría que hacer para tener una sola rueda de un coche así?
Suelto una leve carcajada. Sí,
me lo imagino, pero no quiero entrar en detalles ahora. Sé que es un coche muy caro, pero así soy yo, así es Adrien.
-¿Es alemán? -pregunta observándolos detalles de los acabados de la pintura detenidamente.
Pongo los ojos en blanco en mi mente. Adrien y su obsesión por todo lo que es fabricado en su país de origen.
-Mi esposo es alemán, tiene un coche alemán y quiere que todo sea alemán -murmuro-. Ama su país.
-Eso lo explica todo.
-Vamos, sube -le ordeno con una sonrisa.
Él toma su cámara y la dispara hacia mi dirección. Sé que tiene el afán de tomar fotografías, pero también sé que son mis fotografías las que quiere. Sonrío y poso de diferentes maneras en el interior del coche. Sigo su juego y me parece completamente divertido. Qué Adrien haga lo que se le cante la regalada gana con la tal Charlotte. Voy a divertirme y sé que él se arrepentirá por hacerme sentir celos.
Oh, mierda. Gea Eggers sintiendo celos de una simple e incrédula secretaria. No puedo creerlo.
-No sé qué es más hermoso, si tu o el coche -dice tomando más fotografías. Sonrío y volteo mi mirada hacia otro lado. Está coqueteándome, pero por más que lo intente no funcionará.
-La respuesta es muy sencilla -musito como si me sintiese insultada-: yo soy más hermosa que el coche. Eso cualquiera lo sabe -endoso con una sonrisa llena de orgullo y vanidad. Él sonríe y finalmente se introduce en el coche. Bien... ¿Y ahora qué se supone qué haremos?
Permanecemos en silencio por unos segundos. Miro hacia el frente y observo
mis hermosos ojos en el espejo retrovisor. Volteo mi cabeza y nuestras miradas chocan. Suelto una risita y en menos de tres segundos ambos estamos riéndonos a carcajadas y sin motivo alguno dentro del vehículo. No sé por qué, no sé cómo, pero con solo verlo comencé a reír. Golpeo el volante un par de veces. Es un tremendo ataque de risa. Me lloran los ojos y el vientre me duele. No puedo creerlo.
-No pensé que eso sucedería -dice controlando su risa.
-Tampoco yo -Seco una lágrima de mi ojo derecho-. ¿Por qué reímos?
-No lo sé -responde encogiéndose de hombros.
Enderezo la espalda, elevo la barbilla e intento ser la Gea dueña de todo Londres que suelo ser siempre.
-¿Adónde quieres ir? -cuestiono acelerando el motor.
-No tengo idea -me responde vagamente. Suspiro levemente y conduzco por varios minutos. Damien hace algo con su celular y luego una extraña y ruidosa canción se reproduce a través del sistema bluetooth de mi coche. Lo miro con el ceño fruncido y con una sonrisa me responde:
-Es la mejor canción de la historia -se excusa-. Starships. Es genial -dice como si esa simple palabra lo resumiese todo. Tiene ritmo y es alegre. Sonrío hacia su dirección y elevo el volumen. Bien, es algo ruidosa para mis oídos, pero parece ambientar el lugar.
Empiezo a conducir con más velocidad y disfruto del momento. Damien tararea la canción y baila como un gran payaso, yo lo observo de reojo y rio a cada segundo mientras que él comienza a tomar fotografías de mí y del paisaje. Presiono el botón del volante y
quito el techo de mi coche. Ahora estamos al aire libre y solo deseo que la lluvia no lo arruine. Él se inclina en su asiento y comienza a disparar con la cámara por todas partes. Por un momento, me siento poseída por esa extraña y electrizante música, le subo mucho más al volumen, sigo conduciendo por Oxford Street a una velocidad lo suficientemente aceptable y noto como algunos coches se alejan del mío. Sé que me comporto como toda una adolescente, pero mi única excusa es la alocada música que escucho. Se apodera de mis sentidos.
-¿Conoces el Royal Albert Hall? -pregunto elevando el tono de voz para que me oiga. Niega con la cabeza y me toma una fotografía. El viento mueve mi cabello y me siento en completa libertad, como si los problemas y las preocupaciones desaparecieran-. ¿Quieres conocerlo?
-¡Me encantaría! -grita con una sonrisa.
Estaciono mi coche a dos calles del impresionante teatro. Nos bajamos rápidamente y luego caminamos por la acera. Siempre he dicho que Londres el mi ciudad favorita. No me importan las luces de Nueva York o la gigante Torre Eiffel o incluso los increíbles y hermosos paisajes de Abu Dhabi. Amo Londres.
-¿Qué me puedes decir de ese teatro? -pregunta mientras que nos dirigimos hacia el gran e inmenso edificio que puede verse desde kilómetros.
-Es una de las atracciones más importantes de Londres. No puedo creer que no lo conozcas. Mi esposo y yo asistimos a la opera todos los terceros viernes del mes.
Él toma su cámara, señala un viejo edificio y le toma una secuencia de fotos. Luego sigue
disparando su aparato por todas partes. Me hago la tonta cuando sé que me toma fotografías, luego sonrío y hago muecas. Él ríe y parece disfrutar a pleno de la experiencia. Debo admitir que su compañía es agradable y me divierte. Jamás supe que lo significa salir con una amiga o algo así. Siempre fui lo suficientemente engreída y creí que era demasiado perfecta para estar con los demás. Ahora veo mi error, o tal vez no... Tal vez mi madre tuvo razón en encerrarme en una burbuja de perfección y exigencias que siempre me resultaron inalcanzables.
-¿En qué piensas? -cuestiona distrayéndome de mis estúpidos pensamientos. He estado demasiado callada en tres minutos. Ahora me siento incomoda.
-Nada importante -le digo de manera despreocupada.
-¿Es por causa de tu esposo que estás así? -cuestiona de manera descarada y tomándome por sorpresa. Su comentario fue lo suficientemente inoportuno como para fastidiarme.
-No es necesario decir lo que pienso, porque sabes lo que pienso -le digo fríamente. Su sonrisa se borra mientras que nos acercamos al teatro.
-Perdóname, Gea. No quería que te molestaras, de verdad -dice tomando mi brazo levemente. Me detengo pero no lo miro a la cara. Estoy acostumbrada a que los hombres estén rogando por mi atención y eso me agrada.
Me volteo en su dirección y le lanzo una de mis miradas venenosas.
-No vuelvas a hacerme una pregunta así. Mi esposo y yo estamos muy bien, soy una persona normal y tengo problemas. Que sea rica no quiere decir que sea cien por ciento feliz -murmuro intentando no chocar
con sus ojos.
Oh, no. ¿Qué mierda acabo de decir?
Me suelto de su agarre y sigo caminando como si no hubiese sucedido nada. Soy una estúpida. No debí decir eso. Se supone que soy cien por ciento feliz. ¿Por qué no lo sería? Tengo todo lo que quiero, pero no, no lo soy del todo.
Lo dejo atrás y camino rápidamente. Mis tacones resuenan sobre la acera y mis nervios comienzas a hacerse más notables. No me agrada hablar de mi matrimonio o de mi vida privada y menos con un completo desconocido.
-¿Eres feliz? -pregunta elevando el tono de voz a unos metros de mí y me detengo en seco. Esa pregunta es tan inesperada como inoportuna y grosera. No tiene una respuesta.
Me volteo y él acorta la distancia entre ambos.
-Gea -dice colocado su mano en mi mentón. Elevo la mirada y cuando quiero responder, mi celular vibra y suena estruendosamente dentro de mi bolso. Tomo mi teléfono y le pido a Damien que espere un minuto. Asiente levemente con la cabeza y yo me alejo unos cuantos metros de él. Adrien está llamándome y no quiero que el fotógrafo me oiga hablar con él.
-¿Qué quieres? -respondo de mala manera.
-¿Dónde estás? -pregunta con el tono de voz cargado de dulzura, como si estuviese arrepentido por algo. Oh, no. No jugará ese juego conmigo.
-¿Por qué mejor no te preocupas por el paradero de tu secretaria? -cuestiono intentando no elevar el tono de voz-. Oh, claro. Estás con ella, no necesitas saber su paradero -siseo con desprecio.
Algunos turistas pasan a mi lado y oyen la conversación. Les sonrío a modo de disculpa y parece funcionar. Mi sonrisa puede enamorar a cualquiera, por Dios, eso ya lo sé.
-Gea... -me advierte con frustración.
-Tal vez ella esté en tu cama en este preciso momento, ¿verdad?
Oh, no. ¿Acabo de decir eso? ¡Mierda! Los celos que siento son completamente incontrolables. No puedo creer que esté celosa de esa mujerzuela. No puedo creer que yo, Gea Handerwintt, esté celosa de otra. Me siento patética y me humillo a mí misma al decir eso.
-¿Qué mierda dices, Gea? -pregunta molesto.
-¡Olvida lo que dije! Estoy de mal humor y la culpa de todo esto es tuya.
-Gea...
Quiere seguir hablando, pero corto la llamada. No me encuentro de ánimos para hablar en este maldito momento. Tendré un ataque si no me calmo rápidamente. Necesito un té o algo que me anime. Tal vez algo de fruta... no lo sé, pero necesito olvidarme de Adrien y su maldita secretaria. Aún me quedan dos días y sé que no podré tolerarlo por mucho tiempo.
Decido olvidarme de absolutamente todo. Debo disfrutar del momento. Jamás sabré cuándo podré contar con algo de compañía. Tomo la mano de Damien y cambio mi mala cara por una amplia sonrisa, apresuro el paso y sonrío a todo el que pasa a mi lado. Debo sentirme feliz al menos por un maldito momento en mi vida.
Llegamos al Royal Albert hall y entramos sin tener que hacer filas absurdas. Hay turistas por todos lados, pero yo tengo privilegios en este sitio y en muchos otros. Sé que será un día perfecto. Ya sé todo lo que podemos hacer y los cientos de lugares que visitar. Tal vez Damien y yo podamos disfrutar de un hermoso día, juntos, sin pensar en Adrien y en esa maldita rubia oxigenada. Debo controlar mis celos, debo soportarlo todo.
No tengo más opción. A no ser que tome un vuelo a España y controle la situación desde cerca...
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9. Tal vez
Llego a casa y lo primero que hago es dirigirme a mi habitación. Estoy completamente agotada. No tengo energías para moverme. Abro la puerta de mi alcoba y siento algo en el pecho. Se ve completamente silenciosa y vacía al igual que el resto de la enorme casa. Se nota a lenguas que Adrien no está aquí.
Me quito mis zapatos y los arrojo a un lado. Me gustaría que estuviese aquí. Al menos no me sentiría tan sola. Siempre es lo mismo, cada vez que se va de viaje, siento esta soledad desgarradora, pero es la primera vez que lo admito.
Me quito mi abrigo y lo arrojo sobre la cama. Necesito un buen y relajante baño con pétalos de rosas y sales de lavanda. Estoy algo nerviosa y estresada. Damien y yo recorrimos toda la ciudad y debo admitir que fue muy divertido. Hemos pasado lindos momentos juntos y conocimos lugares que incluso yo no sabía que existían. Él, es agradable. Tiene ciertas actitudes que me molestan, pero más allá de eso, es un gran hombre y me hace reír muchísimo. Fue una tarde lo suficientemente interesante como para volver a repetirla. Mañana tal vez, y solo tal vez, nos veamos de nuevo. Quiero aprovechar el tiempo que tenemos hasta que Adrien regrese. Es increíble que lo diga, pero el sujeto me agrada y no suelo decir que la gente me agrada. Yo odio a todo el mundo...
Entro a mi tienda individual y veo otro hermoso y perfecto ramo de rosas sobre mi mesa especial para joyas y accesorios. Aunque esté molesta con él, sigue siendo dulce y detallista.
Huelo las rosas y dejo escapar una sonrisa. Son bellísimas y
su aroma inunda mi olfato por completo. Tomo la tarjeta y la abro con ansias. Muero de curiosidad por saber que dirá. Dos ramos de rosas en menos de treinta horas. Esto sí que es nuevo. Creo que podría acostumbrarme.
Preciosa Gea:
Sé que estás molesta y no te culpo por ello.
Soy un completo idiota. Espero me perdones.
Con cariño, Adrien.
Sonrío ampliamente. Está arrepentido y aunque no quiera aceptarlo, ya no estoy molesta con él. Yo empecé con ese juego, pero él lo jugó mejor que yo. ¿Qué debo hacer? ¿Lo llamo? O... mejor no, él debe llamar. Se supone que la que está molesta soy yo. Él debe perseguirme.
Dejo las rosas en donde están y regreso a la habitación. Tomo el celular de mi bolso y lo enciendo. La foto de Adrien y de mi, cómo fondo de pantalla, me hace sonreír. Tengo cuatro llamadas perdidas y dos mensajes de voz. Todos son de él. Debe estar molesto o tal vez preocupado. Marco su número y lo llamo. Suena un par de veces y en la tercera, responde.
-Gea... -dice con un tono de alivio. Sí, eso confirma mis sospechas. Estaba asustado o preocupado.
-¿Piensas enviarme flores cada vez que cometas una tontería? -pregunto de mala manera. Estoy fingiendo, pero él no lo sabe. Debo hacerle creer que no me dejo comprar por un ramo de rosas.
-Sigues molesta... -afirma. Noto como su tono esperanzado cambia a uno de resignación. Sonrío en mi interior. Es obvio que este hombre está loco por mí y haría cualquier cosa. Y yo tal vez esté loca por él.
-Gracias por las flores -Intento
parecer distante, pero fracaso en cada palabra. Se me escapa una sonrisa y lo oigo sonreír al otro lado de la línea. Es extraño, pero él hace que mi manera de pensar y mi humor sean cambiantes e inesperados.
-De verdad lo siento -me dice, y suena sincero-. No almorcé con ella. En realidad, ni siquiera almorcé, Gea. No me agrada estar lejos de ti y no saber si estás bien o dónde estás. Lo siento.
Suelto un suspiro y me lanzo hacia la cama. Estoy agotada y quiero relajarme.
-Lo siento... es decir, por lo que dije hoy. Fue un momento de debilidad.
Sí, yo, Gea Eggers, estoy pidiendo disculpas sinceras por un error. Es más, estoy admitiendo que cometí un error y eso es algo muy nuevo para mí. Yo no suelo ser así.
-También lo siento.
-¿Cómo estuvo tu día...?
Y así, comenzamos una charla extensa e interminable, pero que es agradable para ambos. Lo extraño, él me extraña y aún sigo pensando en la loca idea de tomar un avión a España. Jamás creí que diría algo como esto, pero lo necesito más de lo que yo creía. Hay algo en él que me hace ser diferente, que me hace pensar diferente. Quiero descubrir hasta qué punto puedo cambiar por su causa. Quiero saber de qué soy capaz por él y por lo nuestro. Sé que si ambos nos arriesgamos, valdrá la pena y no solo en lo económico. El lado sentimental de esta relación se hace cada vez más grande y eso me agrada, pero al mismo tiempo me asusta.
Le comento todo sobre mi largo y agitado día, pero evito mencionar la parte en la que he estado con un fotógrafo completamente desconocido, y, además de eso, americano.
Sé que no le agradará la verdad y por eso prefiero ocultarla. Sé que no he hecho nada malo, pero conozco a Adrien y sé cómo se pondrá si se lo menciono. Por el momento, Damien es un secreto entre mi Gea interior y yo. Él, en cambio, me comenta sobre sus negocios y reuniones, y a cada tres frases aburridas me dice que me extraña. Parezco a una tonta y enamorada adolescente pegada al teléfono.
-Te quiero -dice antes de colgar.
-También yo -respondo en un susurro.
La llamada finaliza y arrojo mi celular sobre el colchón. Suspiro y me pongo de pie a duras penas. Quiero darme un largo baño y dormir hasta la hora de la cena. Será extraño cenar sin Adrien. Todo me resulta extraño.
Me desnudo y camino en dirección al baño, pero mi reflejo en el espejo hace que me detenga. Me veo muy bien. Cansada, pero, aun así, mi cuerpo sigue siendo majestuoso. Sonrío ampliamente. Mi Gea malvada acaba de despertar y planea algo malvado.
Tomo mi celular y enciendo la cámara. Me acerco al espejo, acomodo mi cabello hacia un lado, pongo mi mejor cara y preparo una mirada sexy. Tomo la fotografía, abro la galería y miro mi foto. Se ve excelente. Debo admitir que me encantan mis senos. Son perfectos. Yo soy perfecta.
Lo primero que hago es enviarle un mensaje a Adrien.
*¿Qué estás haciendo justo ahora?*
Su respuesta es casi inmediata. No puedo creer que haré esto, pero sé que funcionará.
*En la última reunión del día, pensando en ti*
Leo su mensaje una y otra vez. Mi corazón se derrite. Es dulce, tierno, me vuelve loca. Sabe que decir en
el momento preciso y lo mejor de todo es que sé que es sincero porque si está pensando en mí.
*Espero que pienses más en mí.
Voy a darme un baño. Te quiero*
Adjunto la foto y luego le envío el mensaje. Dejo mi celular sobe la cama y corro como una niña hacia la ducha. Luego de mi baño relajante podré leer su respuesta. Quiero saber cómo reaccionará.
Veinte treinta. Estoy furiosa. No puedo creer que me haya hecho algo así. Aún no ha respondido a mi fotografía y he estado más de tres horas sentada en mi cama con el celular entre manos. Mi maldita pantalla me informa que está en línea, pero nada, ni una sola respuesta. Me siento completamente humillada. ¿Qué habrá pensado de mí? ¡Debería estar masturbándose con mi fotografía! No sé cómo describirlo, pero es como si me hubiese insultado en silencio. No pienso dirigirle la maldita palabra.
Tomo mi maldito teléfono y le escribo un mensaje.
*Vete a la MIERDA, Eggers*
Lo envío y luego dejo mi celular a un lado. Tocan a la puerta y le ordeno a alguna de las mucamas que pase. Ella entra a mi alcoba y me informa que mi cena ya está servida. No tengo deseos de cenar. No tiene sentido hacerlo sola, pero aun así sé qué debo hacerlo. Estoy famélica, no he comido en todo el día.
-Bajaré enseguida -le digo fríamente. Ella me sonríe, y, francamente, no sé por qué lo hace, su sonrisa no es bonita.
Suelto un leve suspiro y me coloco mi bata de seda. Solamente llevo un camisón de satén y pantuflas. No tiene sentido verme bien si Adrien no está cerca. Tomo mi maldito
teléfono para ver si respondió, pero nada.
Bajo las escaleras aún más molesta que antes. Está jugando conmigo, está jugando muy sucio y eso no me agrada. Yo acepto sus reglas cuando me conviene, él debe aceptar las mías. ¡Mierda! Esto no funcionará.
Llego al comedor y veo mi plato en el lugar de siempre. Siento lástima por mí. No quiero cenar sola, no quiero recordar a Adrien en cada milímetro de esta habitación. Tomo mi plato y camino en dirección a la cocina. Jamás hice algo así, pero esta vez no quiero comer sola.
Andy y la otra están cenando alrededor de la mesada de mármol. En cuanto me ven, se ponen de pie rápidamente.
-No es necesario -digo moviendo mi mano para que se detengan. Por primera vez, la Gea dueña del universo no tiene deseos de serlo. Quiero ser solo yo. Al fin y al cabo, durante cinco años de mi vida me crié en una cocina, mientras que veía a mamá atender a los ricos de la casa-. Cenaré aquí, pero, si gustan, pueden acompañarme -les digo lo más gentil que puedo ser, mi actitud las toma por sorpresa, pero no pueden oponerse, soy la dueña y señora, mi petición es casi una orden.
Ambas sonríen con falsedad y luego regresan a sus asientos. Me siento en la banqueta de la punta de la barra y busco algo que sea apetecible de comer. Ya no tengo hambre. Estoy molesta y me siento rara. Lo extraño, eso lo resume todo. Es difícil estar cenando sin tener que oír lo que Adrien me cuenta noche tras noche. Al principio me parecía aburridísimo, pero luego me resultó interesante. Aprendí mucho sobre sus empresas y lo que hace, y
descubrí lo apasionado que es por su trabajo.
-¿Se encuentra bien, señora Eggers? -pregunta Andy. Le dedico una sonrisa porque no sé qué decir. Puedo mentir como siempre lo hago o ser sincera y decirle al servicio que extraño a mi esposo, pero no lo haré. No soy de esas dueñas de casa que son amigables.
-Todo está bien -respondo cortamente.
Ellas regresan la atención a sus platos. Hasta aquí llegó nuestra conversación. No hay nada de lo que podamos hablar. Tenemos vidas completamente diferentes.
Mi celular suena y lo tomo rápidamente. Es un mensaje de Adrien. Lo abro y lo releo una y otra vez.
*Te ves hermosa*
Frunzo el ceño. ¿Qué mierda le sucede?¿Se refiere a mi fotografía desnuda? No lo entiendo. Y si así es, me decepciona, porque esperaba otro tipo de reacción a esa foto y no esas míseras tres palabras.
*No me fastidies.*
Dejo mi celular a un lado e intento concentrarme en mi cena. Bebo un poco de jugo de naranja natural y mi teléfono suena nuevamente. Pongo los ojos en banco y lo tomo.
*De verdad te ves muy hermosa.
Eres bellísima, pero al natural mucho más*
Rápidamente me volteo hacia el umbral de la puerta que conecta el comedor con la cocina. Ahí está él. Lo veo recostado contra el marco, cruzado de brazos a la altura de su pecho y con su celular entre las manos. Me pongo de pie y acelero el paso hacia su dirección. Me siento diferente. La horrenda sensación de vacío y soledad desaparece lentamente. Sonrío y, a menos de dos metros de él, me abalanzo con todas mis fuerzas y me arrojo
hacia sus brazos. Adrien me estruja contra su cuerpo, como si no nos hubiésemos visto en meses, me eleva del suelo y comienza a dar un par de vueltas por la cocina.
-Creí que vendrías dentro de dos días -le digo sin temor alguno mientras que acaricio su rostro. Le demuestro con cada palabra que estoy completamente feliz por tenerlo de vuelta.
-No he dejado de pensar en ti.
-Tampoco yo.
Nuestros ojos se encuentran y la calidez de su mirada hace que vuelva a sentirme en casa. Ahora si es mi hogar. Suena ilógico y malditamente inesperado, pero así lo siento yo también. Es difícil esclarecer mis sentimientos, lo único que quiero en este momento es besar sus labios.
-Te extrañaba demasiado -musita acariciando mi mejilla suavemente.
Sonrío y apego mis labios a los suyos. Un beso que vale la pena. Mato todos mis deseos, ahogo mis miedos y mis inseguridades, libero a la Gea que me dice que me estoy enamorando perdidamente de este hombre y me permito a mí misma sentirme feliz.
Poso mis manos detrás de su nuca y hago que el beso sea mucho más profundo. Él muerde mi labio inferior una vez y nuestras bocas comienzan a bailar al compás de una suave melodía que se reproduce en mi mente. El tiempo se detiene, es un beso mágico, nada ni nadie puede arruinarlo. Lo extrañé, de verdad lo extrañé y ahora solo puedo pensar en su cuerpo junto al mío. No me importa cuánto tiempo durará, conseguí vencer todos mis malditos miedos, ahora vuelvo a ser la Gea de siempre. Como a él le gusta, porque sé que le gusta.
-También te
extrañaba -confieso en un susurro debido a ese beso que me robó el aire de los pulmones. Besa mi frente y cuando nos volteamos en dirección a la barra de desayuno notamos que Andy y la otra nos observan perplejas. Se ven avergonzadas, pero al mismo tiempo sonríen. Acabamos de tener muchas demostraciones de afecto en público y me alegro por eso. No me fío de esa tal Andy.
Adrien sonríe hacia ellas fingidamente a modo de disculpas.
-Buenas noches -dice avergonzado. No es de ese tipo de hombres que demuestran lo excitados que están y menos en público.
-Buenas noches, señor Eggers -responden ambas al mismo tiempo. Si, lo sé. Mi esposo es el más tierno y dulce de todos. Envídienme porque jamás tendrán algo sí.
-Bien, señoritas, disfruten su cena -musita con una reverencia graciosa.
Amabas chicas sonríen y luego Adrien me jala por el pasillo. Lo sigo sin protestar. Sé lo que sucederá ahora, sé que lo quiero y me encanta esa idea. También estoy pensando lo mismo que él.
Tomo su mano y caminamos sin ninguna dirección exacta. Él se detiene en el recibidor y me toma por sorpresa. Choco con su espalda y siento como sus brazos me toman vivazmente y me depositan sobre sus caderas. Me pierdo por unos segundos. Solo disfruto de sentir su cálido pecho junto al mío.
-Mírame, Gea.
Obedezco como buena esposa que soy y sonrío al ver sus ojos color miel.
-Me encanta verte a los ojos... -me dice dulcemente.
Mi mano cobra vida propia y siento la necesidad de acariciarlo por todas partes. Toco cada centímetro de su rostro.
Primero su mandíbula, luego su frente, después sus mejillas y por ultimo recorro el contorno de sus labios con mi dedo índice. Adrien deposita un beso sobre él y con la mano que tiene libre acaricia mi cabello lentamente desde la raíz hasta las puntas onduladas.
La única manera de describir esta situación es con palabras cargadas de dulzura y sentimientos encontrados. Es como si necesitásemos utilizar el tacto para comprobar que no es un sueño o una fantasía. Es real, estamos juntos y debemos aprovecharlo, es como un hechizo. Todo acabará en pocas horas. Sé que debe regresar.
Cruzo mis piernas alrededor de su cuerpo y acepto su beso febril y apasionado. Entierro mis manos en su pelo, oprimo mi pecho contra el suyo y siento el latir de su corazón acelerado. Muevo mis caderas y noto su erección en el punto exacto. Él suelta un leve gruñido y comienza a caminar rápidamente.
-¿Dónde quieres hacerlo? -pregunta colocando su mano por debajo de mi bata de seda a juego con el camisón. Acaricia la curva de mi trasero y luego besa mi cuello levemente. Cierro los ojos y me olvido que el maldito mundo existe.
-Tienes que sorprenderme -respondo con una sonrisa traviesa.
Cruzamos el hall, luego la sala principal y caminamos por el pasillo hacia la derecha. Sé adónde va a llevarme y me encanta la idea. Por fin podremos terminar lo que nunca empezamos aquella noche en su despacho.
Abre las puertas rápidamente, las cierra y luego me deja con delicadeza sobre el sillón de cuero negro que se ubica en medio del cuarto. Se pone de pie y me observa detenidamente.
-Eres hermosa -musita desabrochando los primeros botones de su camisa azul marino, sin despegar los ojos de mí. Me pongo de pie y, sin previo aviso, tomo ambos lados de la tela y la abro de par en par. Es como un ritual. Los botones vuelan por todas partes y hacen ruido al chocar con el suelo. Él sonríe y niega con la cabeza animadamente. Aunque jamás me lo ha dicho sé que le gusta que lo haga. A mí me encanta hacerlo. Puedo creer que tengo la situación bajo control.
Me pongo en puntitas de pie para poder estar a su altura, atrapo sus labios y luego recorro su pecho y su espalda con la palma de mis manos. Él acaricia mi cintura, quita mi bata rápidamente y la arroja a un lado de la habitación junto con la camisa. Sube mi camisón hasta la altura de mi cintura y se pone de rodillas sobre la alfombra.
Sus labios acarician y rozan mi abdomen, yo cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás. Disfruto de la sensación que es increíble. Mi estómago siente un cosquilleo que me resulta demasiado familiar. Las mariposas fueron liberadas y vuelan libremente. Mi Gea interior sonríe. Sabe por qué las mariposas fueron liberadas y yo también lo sé.
Por Dios, me estoy enamorando de este hombre, me enamoro de cada uno de sus gestos, de cada una de sus caricias, estoy tendiendo mi propia trampa y sé que voy a caer. Me voy a enamorar por completo.
Rápidamente el calor me inunda el cuerpo y el satén que llevo encima comienza a molestarme.
Acaricio su cabello mientras que sus labios descienden más abajo. Mi bragas impide que siga su reguero de calientes
y excitantes besos, pero al parecer ese no era su plan...
Se pone de pie y con desesperación me quita el camisón y lo arroja hacia no sé cuál dirección. Observa mis pechos y luego me atrae a su cuerpo de un tirón.
-Eres muy malvada, Gea Eggers -musita clavando sus dedos fuertemente en mis caderas. Jadeo al sentir su torso desnudo chocando contra mis tetas-. Sabías que estaba en una reunión cuando me enviaste la foto -afirma con una sonrisa perversa en su rostro. Sonrío ampliamente y muerdo su labio inferior-, ¿tienes idea del esfuerzo que tuve que hacer para contenerme?
-No puedes negarlo, Adrien, te encantó -murmuro descendiendo mis manos hacia su miembro que comienza a despertar debajo de su pantalón.
-Eres irresistible -Su mano sube hacia mi seno y lo aprieta levemente. Jadeo y cierro los ojos con fuerza. Mis pezones están duros y mi temperatura corporal sobrepasa lo normal-. Dime que deseas, Gea -me ordena en un susurro que me arrebata todos los sentidos-. Dímelo -Su voz seductora tiene efecto en mí y soy capaz de hacer cualquier cosa para complacerlo.
-Desnúdate -logro decir con un hilo de voz-. Quiero que te desnudes, Adrien.
No me responde, pero con semblante serio y su mirada sobre la mía comienza a desabrocharse el cinturón. Se lo quita rápidamente y se baja los pantalones. Inclina su cuerpo y en unos pocos segundos se quita sus calcetines, zapatos y su ropa interior. Lo observo detenidamente. Me detengo más de lo necesario en su erección. Doy un paso al frente y acaricio su pecho con las yemas de mis dedos.
-Quiero
darte placer -murmuro sobre su oído izquierdo. Sé que va a protestar, pero antes de que lo haga coloco mi dedo índice sobre sus labios-. Quiero hacerlo.
Tal vez, luego, pueda investigar el porqué de su negación al el sexo oral. No lo entiendo, pero sé que debo esmerarme, tiene que ser increíble. ¿Qué cosas digo? Claro que será increíble. Lo hago todo bien, será perfecto.
Me arrodillo delante de él y tomo su miembro duro, caliente y listo para mí entre mis manos. Lo hago lentamente. Elevo mi mirada y veo como me mira impaciente. Mojo mis labios con mi lengua, abro la boca y lo introduzco hasta la mitad. Es grande y no podré metérmelo todo. Veo como cierra los ojos y respira agitadamente. Muevo mi lengua al rededor y lo oigo jadear, me gusta lo que causo en él.
-Oh, Gea... Cariño -toma una de sus manos y la posiciona detrás de mi cabeza y hunde sus dedos en mi pelo. Mi Gea interior me sonríe, sé que le encanta, es obvio que le fascina.
Lo saco de mi boca y luego lo coloco dentro otra vez más. Sus jadeos y gruñidos me incitan a seguir haciéndolo. Lo chupo aún más fuerte y muevo mi cabeza hacia adelante y luego hacia atrás, él me ayuda con su mano y maneja mis movimientos. Hace un poco más de presión y la cabeza de su pene choca con mi garganta, intento resistir las arcadas lo más que puedo. Es duro, pero se siente suave entre mis labios. Adrien jadea y lo veo cerrar los ojos fuertemente.
-Gea... -jadea con la voz ronca-. Mierda, Gea, así...
Lo acaricio con mi mano sucesivas veces rápidamente y disfruto de sus sonidos que
se introducen en mis oídos. Sonrío de placer y satisfacción. Estoy logrando lo que me propongo.
Él se aparta de mí y cuando intento comprender que sucede, me toma entre sus brazos bruscamente y luego me carga y me deposita sobre su escritorio.
-Ya me complaciste, preciosa. Ahora es mi turno.
No entiendo por qué no quiere que lo haga del todo, si siempre hice a los hombres delirar con eso, pero...
Oh, mierda, vamos a hacerlo sobre su escritorio.
Me abre las piernas y me penetra bruscamente. Echo mi cabeza hacia atrás y aferro mis piernas a su trasero. Él me toma de la cintura y comienza a moverse duramente. Mi cuerpo brinca y los jadeos que se escapan de mi garganta son incontrolables. Me aferro a su cuello, él acerca su boca y mis gemidos se pierden entre sus labios. Nos besamos mientras que nos mecemos hacia adelante y hacia atrás rápidamente. Me siento en el cielo, es perfecto, excitante, delicioso, único...
Adrien y yo encontramos la manera de hacerlo, pudimos lograr que sea mucho más placentero que antes. Al fin ha funcionado.
-¡Adrien! -grito cuando acelera el ritmo y sus penetraciones son rápidas y bruscas.
Sus manos echan mi cuerpo hacia atrás y mi espalda descansa sobre la madera lustrada con olor a limón. Se inclina y comienza a chupar uno de mis pezones. Coloco mis manos por encima de mi cabeza y ambas quedan colgando al otro lado del escritorio. Me muevo y jadeo con cada uno de los roces de su lengua sobre mi delicada piel.
-Eres preciosa, Gea -murmura con la voz entrecortada-. Eres la mujer más hermosa que he
visto -Vuelve a unir sus labios sobre mi piel. Mi cuerpo se tensa por completo. Sus penetraciones se vuelven más lentas y pausadas, su mano derecha se une a la mía y las entrelazamos tiernamente. Acerca su rostro al mío con un inesperado movimiento, besa mis labios y luego de varias embestidas llego al orgasmo, suelto un gemido que es inevitable y siento como él acaba en mi interior.
-Oh, Adrien...-suspiro satisfecha y agotada.
Sonríe sobre mis labios y acaricia mi cabello tiernamente con la palma de su mano. Nuestras respiraciones se normalizan al paso de los minutos, mientras que nuestras miradas se cruzan. Sonrío ampliamente y me muevo un poco para estar más cómoda.
-Ha sido completamente fantástico -siseo recuperando el aliento.
-Eres fantástica, mi preciosa Gea -murmura con una sonrisa que ilumina su rostro. Me toma con delicadeza y me carga hasta el sillón. Me suelta levemente, se aleja y toma mi bata del suelo.
-Vamos a la cama -besa mi coronilla y luego me cubre la desnudez con el pedazo de satén. No protesto, estoy cansada y quiero dormirme abrazada a su cuerpo, quiero disfrutar de su calidez lo más que pueda.
Lo veo colocarse sus pantalones rápidamente. Me toma en sus brazos de nuevo y me carga, como si fuese una niñita pequeña, escaleras arriba.
-¿Qué haremos? -cuestiono con una sonrisa traviesa.
Oh, sé lo que haremos, pero aun así quiero que él lo diga. Quiero escucharlo. Sé que podremos repetir lo que acaba de pasar.
Me sonríe de lado y luego abre la puerta de la habitación.
-Sabes lo que haremos,
Gea...
Estamos acostados en nuestra cama, en silencio. Mi cabeza descansa en su pecho y mi espalda recibe las suaves y tiernas caricias provenientes de sus dedos. Me siento diferente, nueva, fantástica, feliz...
-Debo regresar en tres horas, Gea -dice en un susurro apenas audible, mientras que observa el reloj de la pantalla de su teléfono.
El sueño está venciéndome, pero debo permanecer despierta, no puedo permitir que se vaya. Su reunión de mañana puede esperar. Yo soy más importante que esa reunión, en realidad soy más importante que todo el mundo. Me siento insultada.
-¿De verdad tienes que irte?-cuestiono con un inesperado tono agudo en mi voz. Él sonríe y acerca sus labios a los míos.
-Debo hacerlo, cielo. No debería estar aquí -Hace una mueca-. Escapé lo más rápido que pude. Nadie sabe que estoy contigo.
-No quiero que vuelvas a España -confieso. La idea de estar sola por dos días más me resulta devastadora. Estamos bien así, justo ahora estamos perfectamente bien. ¿Por qué hay que arruinarlo?
Él me rodea con ambos brazos y así, de esta manera, me siento segura. Entrelazamos nuestras piernas debajo de las sábanas y luego recibo un dulce beso en la mejilla.
-Tengo hambre -me informa sonriente-. ¿Quieres algo de comer?
-Sí -respondo-. No dejaste que terminara mi cena.
Se pone de pie y luego me ayuda a incorporarme. Corro hacia mi guardarropa y tomo la primera bata de seda que encuentro. Me coloco algo en los pies y cuando salgo, él ya tiene puesto su pantalón gris. Tomo su mano, bajamos las
escaleras y luego de cruzar el amplio recibidor y el comedor, entramos a la cocina.
Las luces son tenues y las sirvientas ya no se encuentran ahí. Es casi media noche. Todo se ve limpio y ordenado como debe de ser. Adrien recorre la habitación y luego se sienta sobre la mesada, no en el banquillo, encima de la mesada de mármol combinada con madera.
-¿Qué vas a cocinar? -pregunta.
Me paralizo. No puede estar hablando enserio. ¿Está bromeando? Su pregunta me ha tomado por sospesa y sé que si respondo con la verdad se decepcionará. ¡Yo no sé cocinar!
-¿Hablas enserio? -cuestiono con el ceño fruncido. La idea de pensar que debo hacer algo relacionado con la comida me provoca pánico, cocinar me causa terror. ¿Cómo se lo digo? Además, jamás lo he hecho de verdad. ¡Ni siquiera se cortar un tomate!-, ¿quieres un sándwich?, ¿o una ensalada?, ¿o qué tal un té?, ¿quieres un té, verdad?
Si, espero que escoja un té. Eso es fácil de hacer. Agua caliente, té, listo. Un sándwich... sería algo así como pan, queso y listo, ¿verdad?
Él sonríe ampliamente y acorta la distancia que hay entre ambos. Me toma de la cintura clavando sus dedos en ella y en menos de dos segundos estamos frente a frente.
-No sabes cocinar -afirma como si estuviese burlándose de mí. Abro la boca indignada y luego golpeo su pecho.
-¡Claro que sí sé! -expreso molesta.
Me aparto de su agarre y le doy la espalda. Sé que miento, pero él no tiene por qué decirme eso. Se cocinar un té. Eso cuenta como comida. Lo siento acercarse. Su cuerpo está apegado al mío y percibo como sus brazos me rodean por completo en un cálido abrazo.
-Admítelo -musita sonriente sobre mi oído derecho.
-No lo haré -le digo con una fina línea en mis labios.
Sé que le encanta ponerme en ridículo con algo como esto, pero me molesta que le divierta todo lo que sucede. No tengo por qué saber cocinar.
Me toma entre sus brazos y voltea mi cuerpo. Estoy recostada contra la mesada fría de mármol y él acerca sus labios a los míos. Lo beso de manera demandante y apasionada. Sonríe y muerde mi labio inferior como si estuviese confirmando con besos lo que ambos sabemos. Me carga sobre la barra y rodeo su cadera con mis piernas. Acaricia el dorso de mi brazo y nuestras lenguas se encuentran rápidamente. Sus manos se deshacen de mi bata de seda y luego su labio recorre mi cuello y mi clavícula. Cierro los ojos y dejo que haga conmigo lo que quiera. No me molesta en absoluto.
-Ya no tengo hambre.
Sonrío y muerdo el lóbulo de su oreja.
-Tampoco yo.
-¿Y entonces qué?
-¿Quieres hacerlo aquí? -Es una de mis fantasías y al demonio si no quiere hacerlo, lo haremos de todas formas. Yo tengo el control.
-¿En la cocina? -pregunta dudoso con el ceño fruncido. Asiento con la cabeza y hago que nuestros sexos choquen con un leve movimiento. Siento su erección y sonrió ampliamente. Siempre estamos listos, es así como funciona y eso me encanta.
-Aquí. Quiero hacerlo aquí -le digo.
-Está bien. Hagámoslo en la cocina, cariño.
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10.Chef
Abro los ojos y observo como la luz de la mañana se filtra por las cortinas de mi habitación. Palmeo el colchón a mi lado, pero Adrien no está ahí. Ya se marchó. Me siento en la cama y cubro mis pechos desnudos con las sábanas. La magia de la noche se acabó. Regresamos a la normalidad. Aunque no me arrepiento de nada de lo que sucedió ayer. Todo fue perfecto.
Sobre la almohada veo una rosa blanca. La tomo entre mis manos y la huelo. Es la marca personal de mi esposo. En la mesita de noche hay un papel doblado a la mitad, lo desdoblo y reconozco al instante su letra perfectamente prolija.
Mi preciosa Gea:
No me atreví a despertarte. Todo sería mucho más difícil.
No quiero marcharme, pero debo hacerlo.
Regresaré en dos días, cielo.
Te quiero. Adrien.
Pd: Jamás olvidaré la noche de ayer.
Fue una de las más memorables de toda mi vida.
Coloco la carta en mi pecho y suspiro como una adolescente enamorada. Adrien es romántico, dulce y sencillamente perfecto. Sé que es lo que necesito. Tal vez, él pueda hacerme cambiar en todo buen sentido. Tal vez, con él sea la persona que realmente quiero ser.
Tomo mi teléfono celular y me pongo de pie. Funcionó una vez y sé que no funcionará de nuevo, pero sé que lo encenderá a estas horas de la mañana. Me quito las sábanas de encima, tomo la rosa, camino hacia el espejo y me observo por unos segundos. Hay algo diferente en mí. Ese vacío que sentía semanas atrás comienza a desaparecer lentamente.
Acomodo mi cabello, pellizco mis mejillas
para que tengan algo de color y luego coloco la rosa delante de mi nariz, como si estuviese sintiendo du aroma. Tomo la foto con mi otra mano y luego la adjunto en un mensaje. Espero que esta vez Adrien si responda. O mejor aún si regresa.
*Fue hermosos despertar con este detalle,
Espero que esta imagen despierte algo en ti.*
Envío el mensaje con la imagen y luego dejo mi celular a un lado. Corro al baño emocionada y me doy una larga y merecida ducha. Tendré que improvisar porque en un día como hoy no tengo ningún plan en concreto.
Salgo del baño con el cabello seco y casi listo. Tengo la toalla envuelta en mi cuerpo y antes de entrar a mi closet tomo mi celular. Me quedo con la boca abierta. Tengo siete llamadas perdidas de Adrien y tres mensajes.
*¡GEA EGGERS, DEJA DE HACER ESO!*
*ESTÁS JUGANDO CONMIGO, ¿VERDAD?*
*QUERÍAS QUE ALGO DESPERTARA Y CREEME, ESTÁ MUY DESPIERTO*
Estallo en risas. Leo una y otra vez su último mensaje y no dejo de reír. Los deseos de disfrutar de este momento son tantos que incluso me hecho a la cama y oprimo mi abdomen que duele a causa de las sonoras risotadas que suelto una y otra vez sin control alguno. Jamás creí que escribiría algo así y me río de solo imaginar la situación. Oh, Dios. Acabo de hacer algo muy divertido y malvado. Mi Gea interior aún sigue riendo y no se detendrá.
Marco su número y al segundo sonido, él contesta. Sigo riéndome y no puedo contenerlo.
-¿Se está riendo de mí, señora Eggers? -pregunta con un tono de voz serio y frío. No puedo contenerme,
de verdad lo intento, pero no puedo.
-Claro que no... -espeto intentando parecer seria, pero una carcajada poco femenina se escapa de mis labios y lo oigo sonreír al otro lado de la línea. Es completamente incontrolable y vergonzoso, pero sé que a él le gusta que ría con espontaneidad.
-¿Te resulto divertido? -cuestiona. Puedo imaginármelo frunciendo el ceño con disgusto y eso me genera más risa. Intento controlarme y no parecer una desquiciada. Me siento en el colchón y normalizo la respiración.
-¿Dónde estabas cuando recibiste la fotografía? -pegunto rápidamente y llena de intriga.
-Estaba en una junta muy importante, mi teléfono sonó y, de pronto, una hermosa y excitante foto de mi esposa completamente desnuda aparece delante de mí. ¿Cómo crees que habré reaccionado?
-No lo sé... ¿Cómo has reaccionado? -pregunto tomándole el pelo. Es evidente que me rio en su cara, pero es divertido.
-¿Y tú qué crees?
Suelto otra risita y luego me pongo de pie. Son las nueve de la mañana y no quiero que se me haga tarde para lo que sea que haga el día de hoy. Tengo una brillante idea en mente y solo espero que funcione.
-¿Y ahora que estás haciendo?
-Nada importante. ¿Qué haces tú? -contraataca. Oh, sé lo que hago y me sonrío a mí misma por eso.
-Ahora estoy completamente desnuda -digo cambando mi tono de voz por uno más sensual-. No llevo nada encima y acabo de aplicarme crema corporal en mis piernas -murmuro con una sonrisa traviesa-. Ahora coloco mi crema en mis senos... Es
una lástima que no estés aquí, Adrien.
-Gea... -dice en tono de advertencia. Oh, no. Ahora jugaré mi propio juego y él no me detendrá.
-Es una lástima que no puedas tocarlos, cariño. Se ven muy bien y se sienten suaves, ¿te gustaría tocarlos, verdad?
Lo oigo respirar agitadamente al otro lado del teléfono.
-Gea, por favor, detente -Susurro desesperado.
Oh, no. No lo haré.
-¿Estás excitado, Adrien?
Mierda, yo también estoy excitada. Más que eso. Comienzo a sentir calor, demasiado calor. No podré soportarlo por mucho tiempo, quiero sexo duro y pervertido de nuevo, quiero que me folle otra vez y sé que tendré que esperar por él dos días más. No podré soportarlo. Estoy volviéndome adicta a su manera de hacerme suya y no me importa. Lo necesito, es como una droga.
-Gea, tendré un almuerzo en media hora, no me hagas esto -Oigo su tono de súplica y sonrío ampliamente. Soy malvada y quiero serlo todavía más. Yo estoy disfrutando, él, seguramente, también.
-Sé que lo deseas, sé que me deseas y te sientes pésimo por estar lejos -aseguro. Quiero que se sienta miserable y excitado. Con eso, tal vez, aprenda su lección.
-Gea...
-Si estuvieras aquí podrías estar disfrutando de todo mi cuerpo, como lo hicimos ayer en la noche. Podrías estar besando cada parte que quisieras. Tal vez, yo también estaría besándote...
Cuelgo la llamada y me miro al espejo. Mis mejillas están rojas y mis ojos brillan. Me siento diferente, pero es un diferente positivo. Él hace que haga este tipo de cosas y sé que se molestará
conmigo, pero yo también debería de estar molesta. Aunque admito que su reacción y su falta de palabras elevaron mi ego por encima del cielo y con eso me siento mucho mejor. Solo son dos días.
Mi celular suena de nuevo y temo que sea Adrien. Miro la pantalla y es un número desconocido. Contesto algo desconfiada y oigo la voz de Damien.
-¿Qué hay? -pregunta descaradamente.
-¿Cómo conseguiste mi teléfono? -interfiero rápidamente. Jamás se lo di y este tipo de invasión a la privacidad me molesta. Él comenzaba a caerme un poco bien, pero acaba de arruinarlo.
-Eso no es importante.
-¿Cómo lo conseguiste? -cuestiono nuevamente.
-Cuando fuiste al baño, el día de ayer, marqué mi número con tu teléfono y listo -musita con obviedad. Pongo los ojos en blanco porque no puede verme, pero básicamente le digo "imbécil" en mis pensamientos.
-¿Qué quieres?
Debo ser cortante, fría y distante. No es muy bueno familiarizarme demasiado. Es americano y su actitud a veces me desagrada.
-¿Qué harás el día de hoy?
Corro a mi closet con el celular entre el hombro y la oreja y me coloco el primer conjunto de ropa interior que encuentro.
-Aún no lo sé -le digo rápidamente.
-¿Quieres que nos veamos?
Suelto una sonrisita irónica.
-¿Por qué querría eso? -cuestiono sacando a la luz a la Gea presumida y egocéntrica que soy la mayoría del tiempo. A mí no me engaña, sé que le encanta que sea así. A todos les fascina.
-Porque digamos que te caigo bien... -murmura lentamente con el tono
de voz envuelto en dudas. Oh, típico de Damien. Presumido, pero sin motivos para serlo.
-No digas cosas que no son ciertas.
Rebusco en mi armario algún vestido que no haya usado aún. Tomo uno de los cientos de vestidos negros con encaje que tengo de diferentes formas, modelos y precios, y me lo coloco rápidamente. Escojo tacones en conjunto, luego pongo el celular en altavoz y lo dejo encima de mi masa de accesorios.
-¿Podemos vernos, entonces? -cuestiona pesadamente. Es insistente, demasiado para mi gusto. Aunque si lo pienso mejor, él podría ayudarme con mi plan y también con los planes futuros que tengo. Su ayuda me servirá de mucho.
-Bien -respondo-. Estaré lista en una hora y pasaré a recogerte -murmuro fríamente.
-¿Una hora? -pregunta con un chillido-, ¿tanto demoras en ponerte un vestido y tacones?
-¿Y qué con eso?
-De acuerdo -dice al otro lado de la línea y sé que sonríe. ¿Por qué no lo haría? Acabo de aceptar su invitación. Ese hombre debe sentirse honrado. No cualquiera pasa el día conmigo -. Estoy en el hotel Rosewood.
-Lo sé. Es el hotel de la fiesta. Espera... -digo frunciendo el ceño-. ¿Cómo puedes pagar un hotel así? Es uno de los más caros de Londres.
-No seas grosera -me responde-. Solo olvídalo. Aquí te espero.
-No seas impuntual -le advierto con severidad-. Espero que estés en la entrada cuando llegue. A los ingleses no nos gusta la impuntualidad, ¿comprendes?
-Comprendo perfectamente. Te
veo luego, nena.
Cuelga la llamada y me doy cuenta de que por algún motivo sonrío como una completa estúpida. Sé que no debo sentirme feliz por algo así, porque al final de cuentas, él no me importa demasiado, pero es lo más cercano que he tenido a un amigo y eso es un gran avance. Debo mantenerlo todo bajo control. Debo hacer que todo esté bien y que él no cruce la línea. Lo necesito para que mi plan funcione.
Una hora después me detengo frente a hotel y lo veo rápidamente. Me alegra que sea puntal. No toleraría tener que esperar. Baja las escaleras y apresuradamente se introduce en mi coche. Se acerca y besa mi mejilla, tomándome completamente por sorpresa. Me quedo perpleja.
-Hola, nena -dice con una sonrisa.
Tiene su cámara colgando de cuello y luce tan desalineado como un adolescente. Jamás me lo imaginaría vestido con camisa y zapatos como Adrien... Ah, Adrien. Solo de pensar en él suspiro inconscientemente.
-No me llames así -le advierto lanzándole una mirada amenazante que hace que sonría.
-Bien. Gea, lo siento -murmura de manera despreocupada-. ¿A dónde vamos?
Acelero el coche y luego volteo mi cabeza hacia su dirección con una amplia sonrisa en el rostro. Sé que funcionará.
-Iremos a una clase de cocina.
Él frunce el ceño y me observa desconcertado por varios segundos. Ignoro su mirada y sigo conduciendo como si nada. Aprenderé a hacer un maldito pastel, sabré
cocinar algo y le cerraré la boca a Adrien Eggers. Es solo el comienzo de mi gran sorpresa.
-¿Por qué iremos a una clase de cocina? -pregunta luego de varios minutos de silencio. Aún lo veo desconcertado y eso me provoca una risita interior.
-Porque quiero aprender a preparar un pastel -admito con la mirada clavada en la avenida.
-¿No sabes hacer un pastel? -cuestiona con una sonrisa burlona en su rostro. Puedo ver cada uno de sus movimientos con el rabillo del ojo y si sigue burlándose como Adrien lo hizo ayer, lo golpearé. Lo juro.
-Deja de hacer preguntas sin sentido -le advierto de mala manera.
-Bien, no te enfades. Solo quería saberlo. Además, lo supuse desde un principio. No tienes cara de ama de casa.
Por un segundo me siento completamente ofendida. Acaba de insultarme de la peor manera. Aunque sé que tiene razón, está abusando de la poca confianza que le doy. Pongo mala cara y lo aniquilo con la mirada. No necesito decir nada. Sabe lo que pienso sobre la estupidez que acaba de decir.
-Bien... -dice a modo de disculpas que no funcionan para mí-. Solo digo que no creo que seas una de esas mujeres que hacen la limpieza y todas esas cosas.
-Jamás he hecho la limpieza -admito-, para eso están mis mucamas.
-Sí, lo supuse.
-Deja de suponer cosas -chillo perdiendo la poca paciencia que Dios me ha dado.
-También supuse que te molestarías -espeta con sorna.
¡Maldición!
-No quiero ser grosera, pero, mejor, cierra la boca.
Permanecemos en silencio durante varios minutos. Ni siquiera suena música en el coche, así que presiono el botón de mi volante y la canción I got you comienza a sonar. Sonrío ampliamente y los recuerdos de Adrien me invaden por completo.
-¿Por qué sonríes?
-Me gusta esta canción -admito sin necesidad de explicar demasiado-. Me recuerda a mi esposo -le digo con una amplia sonrisa.
Él se mueve incómodo y enciende su cámara.
-Hoy te ves muy linda -murmura señalando la lente hacia mi dirección. Sonrío y percibo que me toma una o dos fotografías.
-Siempre me veo linda -alardeo.
-Tienes razón -responde.
-Aunque, deberías dejar de tomarme fotos. Hay cosas más lindas que fotografiar.
Obviamente no lo digo enserio. Soy lo más hermosos que puede haber en Londres, pero ser un poco humilde, a veces, es bueno. Aunque mi Gea interior no se cree esa mentira. Ni siquiera yo me la creo, pero es la verdad. Tal vez soy lo más hermoso y fotografiable de la ciudad.
-No finjas conmigo -me dice con una sonrisa traviesa.
-Tienes razón -respondo-. Soy lo más hermoso que puede haber en la ciudad -Él se ríe y luego escuchamos la lista de reproducción de mi coche hasta que llegamos a nuestro destino. Aprender a cocinar será un gran reto, pero quiero hacerlo.
Llegamos al imponente edificio del instituto "Chef academy of London" y subimos las escaleras de entrada rápidamente. Damien sigue mis apresurados pasos mientras que toma algunas fotografías
a la impresionante arquitectura del lugar. Todo es de color blanco y crema y hay muchos detallen en piedras negras con manchas blancas. Se ve muy lujoso y elegante. Jamás me imaginé estar en un lugar así. Me siento extraña. Estoy a punto de meter mis manos en la masa, literalmente.
Me paro delante de la mujer que espera impaciente en el mostrador mientras que marca un número en el teléfono de línea. Ella me observa de pies a cabeza claramente intimidada por mi presencia. Le sonrío falsamente y luego quito un mechón de cabello de mi cara.
-Soy Gea Eggers y tengo una clase privada de pastelería -musito emanando seguridad y confianza en cada una de mis palabras.
Ella me mira y abre un poco la boca. Sí, yo, Gea Eggers, conseguí una clase con uno de los pasteleros más importantes de toda Francia y lo mejor de todo es que tengo la suerte de que se encuentre en Londres el día de hoy.
-Un momento, por favor, señora Eggers -dice tomando el teléfono. Espero unos segundos, ella cuelga la llamada y me sonríe tímidamente. Está sorprendida, sabe cuánto cuesta esa clase particular y yo también lo sé.
-"Señora Eggers", que aterrador suena eso -musita Damien haciendo muecas graciosas hacia mi dirección.
-Cierra la boca -le ordeno golpeando su brazo levemente. Me río y luego vuelvo a ser formal cuando la chica del mostrador se dirige a mí.
-Señora Eggers, por el pasillo a la derecha, salón siete.
Asiento sutilmente con la cabeza y comienzo a mover mis pies hacia la dirección que me indicó. Mis tacones resuenan en el suelo
y mi hermoso y sedoso cabello se mueve detrás de mis hombros con estilo y elegancia. Al pasar, algunos de los pasteleros aprendices me observan y sonrío a cada uno de ello. Soy perfecta, estoy acostumbrada a este tipo de atención. Damien sigue mis pasos apresuradamente y permanece en silencio por muy poco tiempo.
-¿Y quién es ese tipo? -pregunta despreocupado.
-Él es uno de los pasteleros más importantes de toda Francia, así que no hagas tonterías -le advierto apuntándolo con mi dedo índice de la manera más amenazante que puedo. Él eleva ambos brazos como gesto inocente y me sonríe.
-Me comportaré excelentemente bien -asegura.
-Eso espero.
Ingresamos a la cocina número siete y me asombro por lo grande e imponente que es. Hay todo tipo de utensilios que ni siquiera sé para que sirvan. Todo es inmenso, impecable y extremadamente ordenado.
-Woow... -dice Damien, volteando su cabeza trescientos sesenta grados sobre su eje. Los techos son extremadamente altos y hay una enorme ventana que da en dirección a las calles de Londres.
-Bonjour! -exclama una voz extremadamente aterradora a nuestras espaldas. Doy un brinco del susto y ambos nos volteamos en dirección a hombre algo regordete y con mala cara, que nos fulmina ambos con la mirada. Lleva una cuchara en sus manos y un gorro de chef color negro que combinan con su uniforme. Oh, esto será muy pero muy difícil...
-Bonjour -musito sonriéndole, pero mi gesto no parece convencerlo.
Él da un paso al frente y me observa de pies a cabeza. No le agrado, lo sé. Lo cual me resulta extraño, yo le
agrado a todo el mundo. Luego observa a Damien con desaprobación y yo le doy un leve codazo en el estómago para que lo salude. Él mueve su cabeza rápidamente y entiende por completo lo que sucede.
-Oh, lo siento. Hola -dice sonriente-, ¿qué tal, chef?
¡Oh, mierda! Lo mataré.
Lo fulmino con la mirada y él sonríe avergonzado.
-No seas insolente -advierto.
-Eh... es decir... Bonjour -musita Damien nervioso. Voy a asesinarlo. No puedo creer que esto me esté sucediendo.
-Parlez -Vous français?-cuestiona en mi dirección. Pues, claro que hablo francés.
Vuelvo a sonreír y comienzo a sentirme nerviosa. Ahora sé por qué mis padres estaban tan empeñados en que aprendiera cuatro idiomas. Todo servirá algún día. Este es el momento, este hombre parece gruñón y la cuchara de madera que sostiene entre sus manos me da cierto temor. Oh, esto será terrible.
-Oui, ca l'est -respondo.
Él parece conforme así que me siento un poco más tranquila. Se dirige hacia una mesada enorme y luego nos llama a ambos con la cuchara. Damien y yo nos movemos y nos colocamos delante de él.
-¿Quién cocinará? -pregunta en un tono poco amigable y al menos es generoso y habla es español para que ambos entendamos mejor. Soy buena con el francés, pero no logro hacer nada si estoy nerviosa y este hombre me pone muy nerviosa.
-Yo cocinaré -murmuro.
-Bien. Delantal. ¡Ahora! Un Chef debe ser práctico y no puede perder el tiempo -grita señalándome con la bendita cuchara nos delantales negros con rayas blancas
que están a un lado-. Solo son dos horas. Rápido, rápido.
Corro rápidamente y tomo uno. Damien me sigue y se coloca otro. No cocinará, pero ese hombre da miedo y con lo desastrosa que puedo ser, es mejor estar protegida por este pedazo de tela.
Regresamos a la mesada y nos colocamos delante del maestro pastelero.
-¿Lista? -pregunta.
-Lista -respondo con una sonrisa.
Todo el desastre comienza. El chef me habla una y otra vez a los gritos sobre cómo hacer un maldito pastel y lo importante que debe ser la temperatura del horno, el maldito preparado, la cantidad de chocolate y todo eso. Anoto lo que puedo desprolijamente sobre el papel blanco que él me dio, luego presto atención a lo que hace e intento seguirlo. Esto de verdad me hace sentir patética, pero debo hacerlo. Es algo así como una meta.
Christopher, así se llama ese despiadado ser, coloca la harina en el bol y luego me incita a que lo haga. Tomo la fuente de color trasparente e intento hacer lo que él hace, pero cuando volteo el recipiente toda la harina se esparce por la mesada y rebota en mi cara y en mi delantal. Damien estalla en risas y el chef golpea la mesada fuertemente con la cuchara. Esto es completamente humillante.
-Te ves patética -dice Damien tomándome una fotografía y luego otra.
Oh, no puedo creer que esto suceda. El muy maldito está disfrutando de mi sufrimiento. El chef se voltea para buscar un paño y limpiar mi desastre, yo me saco la harina de la cara, después tomo un puñado de harina y lo lanzo directamente a la cara de Damien. Él se sorprende y parece molesto, luego el chef se voltea
y al vernos cubiertos de harina niega con la cabeza y golpea su cuchara sobre la mesada otra vez. Damien y yo fingimos seriedad y cuando se voltea de nuevo nos miramos y estallamos en risas por varios minutos. Damien se acerca a mí y dispara su cámara tomando una divertida fotografía de ambos cubiertos de harina.
-¡En cocina es necesaria seriedad! ¡No más tonterías! -gruñe y ambos nos quedamos callados.
Dejamos los juegos de lado y por primera vez en toda esa media hora me pongo seria. Necesito tomármelo con calma, sé que en algún momento saldrá. Todo debe salir perfecto. No quiero decepcionarme a mí misma. Christopher es muy exigente y me regaña a cada respirar, me siento completamente presionada, pero de a poco lo logro. Repito los pasos como tres veces y el tercero es el único que sale bien. Damien sigue tomando fotografías a lo lejos. Sé que al chef le molesta, pero no pude quejarse, pagué más de ocho mil libras por estas clases particulares y no puede decir nada. La reina siempre gana.
Al paso del tiempo comienzo a tomar un poco más de confianza. Las cosas no parecen tan complicadas, he aprendido más de lo que creía y mis notas están más que escritas sobre el papel para que no las olvide. Adrien regresará mañana en la noche y debo sorprenderlo con su pastel favorito. Ahora todo parece sencillo, pero mañana estaré sola. ¿Qué sucederá si no funciona? No tendré la ayuda del chef.
No, no puedo estar diciendo este tipo de cosas. Soy Gea Eggers. Todo lo hago perfectamente bien, nada puede salir mal. Todo lo que hago es perfecto, yo soy perfecta, y sé que también lo será ese
pastel.
¡Claro que puedo hacerlo!
-Hazlo con cuidado -murmura Damien observando detenidamente.
Tomo el cuchillo entre mis manos y lo coloco encima del pastel. El chef me enseñó a decorarlo y siento mucha lástima al tener que cortar algo tan perfecto y hermoso. Oprimo la superficie y el cuchillo se hunde. Realizo un triángulo perfecto, tomo la porción y la coloco sobre el plato blanco de porcelana. El interior se ve genial, pero lo que más me importa es el sabor. A Adrien debe gustarle, debe ser perfecto.
-¿Lista? -pregunta Damien dándome una cuchara. No sé porqué, pero me siento nerviosa.
-Lista -respondo en un susurro.
Christopher nos observa detenidamente con la cuchara entre sus manos y sigue siendo aterrador.
Tomo un poco del pastel y lo retengo delante de mi boca. Damien hace lo mismo y ambos nos observamos.
-Cuando diga tres, lo comemos -murmura como si se tratara de un veneno o algo así. También tengo miedo. Lo cociné yo y eso es lo que más me asusta.
-Uno... -Suspiro.
-Dos...
-Dos y medio...
-¡Tres! -exclama.
Ambos colocamos la cuchara dentro de nuestras bocas con una mueca de disgusto. Siento el pastel en mi paladar y percibo los diferentes sabores y las diferentes texturas. Mi lengua hace su trabajo y el gusto a chocolate y fresas me invade. Abro los ojos y veo a Damien con la misma expresión de sorpresa que yo. Sonríe y abre mucho los ojos.
-¡Lo hiciste, Gea! -grita emocionado-, ¡Lo hiciste!
Oh, por Dios, lo hice, lo hice.
-¡Lo hice! -grito emocionada de la misma manera
que él. Extiendo mis brazos y lo abrazo cariñosamente, ambos comenzamos a dar vueltas por toda la cocina entre risas y palabras sin sentido.
-¡Estamos vivos! ¡Lo hiciste! -expresa con alegría que logra contagiarme.
Veo que el chef sonríe disimuladamente y prueba un pedazo de mi pastel. Estoy más que emocionada. Es indescriptible lo que siento. Hice algo y lo hice bien, como el resto de las veces, pero esta ocasión es mucho mejor, es diferente, es completamente inesperado y hermoso. Me siento fantástica y el orgullo por mí misma invade mi cuerpo. Acabo de hacer un pastel. ¡Un pastel!
-¡Gea! -exclama Christopher y Damien y yo nos detenemos en seco. Todo se ha vuelto serio nuevamente. Nos colocamos delante de él e intentamos normalizar nuestras respiraciones. Él clava su seria y fría mirada sobre mí y me señala con la cuchara de madera-. Tú, has sido la peor alumna que he tenido en toda mi vida -dice cruelmente-. Eres torpe, muy torpe, impulsiva y desordenada, pero aun así, creo que mereces esto. Te traerá suerte -Me entrega su cuchara y veo una mísera sonrisa en su rostro. ¡Oh, sí! ¡Lo logré!-. Intenta no incendiar tu casa.
Damien y yo sonreímos y, luego, como un acto de agradecimiento, me acerco y olvido que es un viejo gruñón. Lo abrazo y le agradezco en francés todo los que ha hecho en estas horas. Nos tomamos una foto juntos y luego él se marcha de la cocina. ¿Lo ven? Se los dije. Tarde o temprano, yo les agrado a todos.
-¡Felicidades, repostera! -grita Damien.
-Es pastelera, tonto -le
informo.
-Como sea.
Eleva su mano y chocamos los cinco. Me siento completamente extraña y feliz. Acabo de hacer un pastel. Y mañana haré otro para mi esposo...
Entramos a uno de mis restaurantes favoritos y el maître nos dirige hacia una mesa frente a una de las amplias ventanas de vidrio que revelan una impresionante vista de un hermosos jardín trasero situado en la propiedad. Estoy muriendo de hambre. No he desayunado y comer pastel no está incluido en mi dieta. Damien parece disfrutar del día y, para ser franca, disfruto de su compañía. Fue un excelente momento juntos.
-¿Siempre vienes a estos lugares? -pregunta observando el salón con el ceño fruncido.
-Por supuesto. Es uno de los restaurantes más costosos y refinados de todo Londres. La elite más prestigiosa viene a lugares como estos -respondo con obviedad, pero, claro, debo recordar que es americano y parece ser algo así como un rebelde sin causa que come pizza todas las noches.
-¿No conoces un local de pizzas o de hamburguesas?
Sabía que diría algo así.
-No -respondo cortante-. Solo almuerzo o ceno en lugares como estos. No he comido una hamburguesa en mi vida.
Él ahoga un grito y me observa como si acabase de confesarle un crimen o algo así. Parece perplejo y asombrado. ¿Por qué reacciona de esa manera?
-No puedo creerlo. Eres la persona más anormal que he conocido -dice con una sonrisa.
¿Qué? Lo miro espantada, acabo de sentirme insultada y no puedo creerlo. ¿Yo, anormal? Él es un desubicado e insolente americano. ¿Cómo se atreve a decirme algo así? No puedo creerlo.
-Retira
tu comentario -le advierto de mala manera.
Sonríe y luego se disculpa con un gesto. Toma su cámara y para terminar con el momento de incomodidad comienza a enseñarme las fotografías que tomó. Me veo fantástica en todas ellas. No dejo de observar la sonrisa en mi rostro. Luego de mucho tiempo, es una sonrisa real, verdadera, no hay ninguna máscara. Soy solo yo. Solo Gea...
-La mejor parte fue la de la harina -murmura conteniendo la risa. Sí, estoy de acuerdo con él. Esa fue la mejor parte de todas.
-No, la mejor parte fue ver tú cara cubierta de harina -le digo divertida mientras que lo señalo con un dedo. Sonríe ampliamente y aprovecha para acortar la distancia entre ambos de manera veloz.
-Me gusta verte sonreír, Gea -musita clavando su mirada sobre la mía. Mi mente me dice a gritos que me aleje, que me separe de él ahora mismo-, me gusta pasar tiempo contigo.
Coloco mi mano en su pecho y me alejo todo lo que puedo. No debo dejar que se aproveche de las circunstancias. Sé que me desea, sé que le atraigo, pero debo poner un fin a esto en este mismo momento. Suspiro y luego mentalizo las palabras que debo decir. Él me agrada, pero no de esa manera.
-Me gusta pasar tiempo contigo, Damien -murmuro sinceramente-, pero cada vez que abres tu boca y dices algo así, arruinas el momento. Quiero un amigo de verdad y no alguien que finja y tenga dobles intenciones conmigo.
Me siento extraña. Jamás le hablé a alguien con este tipo de tono que estoy utilizando en este momento, pero sé que con él es diferente. No me atrae físicamente, pero, si debo ser sincera, tengo
que admitir que no quiero que nos alejemos por sus tonterías.
-Entiendo lo que dices. De verdad -musita clavando su mirada hacia sus manos que se mueven nerviosas encima de la mesa-, pero creí que tal vez... no lo sé... tú podrías... -balbucea sin saber que decir y eso me pone nerviosa. No quiero que piense su respuesta, simplemente quiero que comprenda que entre nosotros nada sucederá, jamás.
-Tengo esposo, lo quiero... olvidemos esto y a partir de ahora comencemos de cero, ¿de acuerdo? -cuestiono hacia su dirección. Él se ve algo incómodo, pero en cierta forma se lo merece por insolente y mal pensado.
-Bien, Gea. Solo amigos -dice el elevando ambas manos como señal de comprensión-. Ya lo entendí -espeta fríamente. Sonrío a medias y luego doy dos palmaditas en su hombro. Quiero un amigo de verdad y creo que él será el indicado.
-¿Quieres pedir el almuerzo? -cuestiono para intentar abordar la situación. También me siento incomoda. Jamás tuve que hacer algo así y me siento un poco mal por romper sus esperanzas e ilusiones. Él sonríe y toma la carta de encima de la mesa.
Él maître nos acerca una botella de vino blanco de las que Adrien siempre suele escoger y luego se marcha en silencio. Comienza a hablar y a hacer bromas sobre los nombres de los platillos y me provoca risas que jamás pude imaginar. Todo vuelve a ser como antes, sin nada de contratiempos. Ambos reímos tan fuerte que los demás se voltean a vernos. Me disculpo muchas veces con los demás comensales
y luego ordenamos lo que queremos comer. Hablamos sobre muchas cosas y más que nada sobre las fotografías de las clases de cocina.
-¿Crees que funcionará? -cuestiona enseñándome la fotografía de mi perfil perfecto batiendo la crema para la cobertura.
Suspiro y luego bebo un poco de vino blanco.
-No lo sé. -admito-. Tengo miedo que no funcione.
-Funcionará, Gea -me dice con una sonrisa-. Sé que lo harás bien. Solo debes seguir las instrucciones. Además, el pastel era delicioso.
-Espero que funcione.
-Dame tus manos -me dice colocando las suyas arriba de la mesa. Lo miro dudosa y luego frunzo el ceño. ¿Para qué quiere mis manos?-. Es en plan de amigos, Gea -murmura poniendo los ojos en blanco-. Vamos, dámelas.
Muevo mis manos y las uno a las suya, él las toma con delicadeza y me mira fijamente. -Todo saldrá bien. Serás la mejor pastelera de todo Londres, algún día, lo sé -Aprieta mis manos y con su pulgar las acaricia levemente. Sonrío y me siento mucho mejor. Es en "plan de amigos" como dice él. No hay nada oculto detrás de su mirada, sé que está siendo franco y eso me hace sentir mucho más tranquila.
-Gracias. De verdad.
-¡Gea! ¡Querida! -exclama esa voz a mis espaldas que hace que aparte mis manos de las de Damien rápidamente.
Cierro los ojos por una décima de segundo y luego me coloco una máscara. Ella no debe notarlo. Sonrío y volteo mi mirada hacia su dirección. Intento ser lo más educada y elegante que puedo. Mis ojos se clavan en su figura y por fin puedo habar
y decir algo.
-Madre -musito a modo de saludo. ¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué tuvo que aparecer justo ahora?
Me pongo de pie. Me encuentro con esos ojos verdes, con esa desconcertarte mirada, que me demuestran que está molesta, disgustada y que sé que me regañará por lo que sea que haga. Nada está bien para ella y es frustrante saber que jamás lo estará.
Ella sonríe con falsedad y luego me abraza levemente, me suelta y voltea su fría mirada hacia Damien. Oh, pobre chico, lo que tendrá que soportar.
-¿Por qué no me presentas a tu acompañante, querida hija? -Cada palabra es pronunciada con repugnancia y sarcasmo. Al fin y al cabo, para ella no soy nadie.
Titubeo antes de hablar y le lanzo suplicantes miradas a Damien para que se ponga de pie. Él lo hace rápidamente y luego sonríe con nerviosismo. Mi madre puede intimidar a alguien con una sola mirada.
-Madre, él es Damien O'connor -musito señalándolo con mi mano discretamente-. Damien, ella es mi madre, Carla Handerwintt.
Damien se acera y estrecha su mano firmemente.
-Es un placer.
-No puedo decir lo mismo -responde.
Observo a mamá. Su mirada es la de siempre. Qué vergüenza. Lo ve como si fuese un insecto, algo que debe desaparecer de la tierra, algún tipo de animal inservible que debe ser eliminado. Mi madre es así con la mayoría de las personas, pero, con él, creo que es aún peor.
-¿No piensas invitarme a sentarme, Gea? ¿Debo enseñarte modales de nuevo?
Suspiro levemente y luego mi mirada choca con la de Damien. Él parce algo incómodo, pero puedo notar que comprende
lo que sucede, sabe de cierta manera que tipo de relación tengo con mi madre.
-Claro, madre -respondo intentando sonreír, pero no lo logro-. Siéntate con nosotros, por favor.
Ella toma asiento de manera elegante y luego deja su bolso a un lado. Cruza sus manos y nos observa a ambos. Tomo asiento y hago contacto visual con ella por un instante. Sé lo que está diciéndome en sus pensamientos, me regaña en silencio y no puedo hacer nada para que se marche y nos deje en paz.
-Háblame de tu amigo, querida -musita observándome detenidamente, como si hubiese algo en mí que no le agradase. En realidad, nada en mi le agrada, pero ahora es mucho peor.
-Damien es fotógrafo y es un amigo -digo rápidamente y bebo un poco de vino para intentar calmar mis nervios. Esto está matándome por dentro.
-Un amigo... -dice despectivamente. Luego sonríe irónicamente y le lanza miles de cuchillos a Damien con la mirada-. Así es como le dicen ahora -agrega seca y mordazmente. Tengo deseos de gritar. Esto es humillante y demasiado para poder soportarlo.
-Señora, su hija y yo somos solo amigos -adiciona Damien rápidamente. Él también comprendió a lo que mi madre se refería y siento mucha lástima por ambos. Esto es ridículo y ella sonríe porque sabe que acaba de arruinar nuestro día casi perfecto.
-Claro. Seguro que lo son.
-¿Qué haces aquí, madre? -pregunto sin poder contenerme. Sueno grosera y descortés, pero necesito preguntárselo. Quiero que me diga que espera a alguien
porque no podré soportarla por mucho tiempo. No tolero verla y cada vez que intento hablar, todo se sale de control.
-¿A dónde quedaron tus modales, Gea? Estás siendo muy descortés con tu querida madre, ¿No crees?
Permanezco en silencio y miro mis manos que se mueven sobre mi regazo. Esto es lo habitual y la Gea valiente, decidida e intimídate dejó de existir. No se atreve a salir al escenario para defenderse. Soy frágil, siempre lo fui.
-Siéntate bien, por Dios. Al parecer, aún no has aprendido a comportarte como una dama -me reta en un grito seco.
Me muevo rápidamente, enderezo mi espalda a su totalidad y busco un punto fijo en el cual clavar mi mirada. No quiero verla y tampoco quiero ver a Damien, tal vez me ve con lástima en este mismo momento y eso es algo que no podré soportarlo.
-Madre, déjalo ya -le suplico con la voz entrecortada. Quiero que se vaya, quiero que se largue, quiero estar sola. No necesito nada más. Quiero unos minutos para mí.
-¿Por qué luces tan mal? -cuestiona fijando su mirada en mí-, ¿Qué tienes en el cabello? ¿Acaso eso es harina?
Observo a Damien de reojo y luego muevo mi mano hacia mi pelo recogido en un moño. No tengo nada que decir al respecto. Me siento completamente humillada. Jamás olvidaré que esto sucedió, es vergonzoso, me hace sentir deplorable. Mi madre no tiene piedad alguna.
-Su hija y yo asistimos a una clase de cocina, señora. Hicimos un pastel -dice Damien con mala cara. Sé que la actitud de mi madre no le agrada, pero no debió decir lo que dijo. No tenía que
abrir la boca. Le lanzo una mirada de súplica y golpeo su pierna por debajo de la mesa con mis tacones, luego veo como se arrepiente al instante de lo que ha dicho.
Mi madre suelta una sonora risotada y niega con la cabeza como si le hubiesen contado el mejor chiste de todas las épocas. Voltea su cabeza levemente hacia mi dirección y sonríe ampliamente. Sé qué hará lo imposible por hacerme sentir como una mierda y lo más crítico de la situación es que siempre lo logra.
-Tú no podrías cortar un simple vegetal, ¿y, tratas de hacer un pastel? -pegunta burlonamente hacia mi dirección. No sé qué decir. No puedo ser la Gea de siempre-. Sabes que eres inservible para la mayoría de las cosas, querida, no sé para que lo intentas si sabes que fracasarás. Por Dios, no me hagas reír.
-Madre, basta -le suplico. Damien se disculpa una y otra vez con la mirada y se mueve incomodo sobre su silla.
-No tienes uso de razón, jamás lograrás hacerlo.
-Señora, creo que se equivoca. Su hija ha preparado un pastel delicioso y creo que es muy buena en todo lo que hace, tal vez sea usted la que no tiene sentido de razón.
Mi madre lo mira sorprendida y ofendida al mismo tiempo y yo le lanzo una mirada completamente incrédula a Damien. ¿Acaba de defenderme? ¿Se atrevió a enfrentar a este monstruo? Sonrío en mi interior, pero por fuera sigo con la misma expresión seria.
-Por su insolencia, supongo que es norteamericano.
-Así es -responde con una amplia sonrisa que me ayuda a no sentirme tan deplorable. Él se está divirtiendo con esta extraña y perturbadora
situación y no lo entiendo-. Y, si no le molesta, su hija y yo tenemos muchas cosas importantes que hacer. ¿Podría dejarnos solos?
La cara de mi madre se torna roja de la furia y sus ojos reflejan muchísima sorpresa.
-¿Está echándome? -cuestiona incrédula.
-No quiero ser grosero, pero sí.
Mi madre me fulmina con la mirada y luego se pone de pie. Toma su bolso y antes de marcharse me señala con el dedo de manera acusadora.
-Jamás serás todo lo que piensas que eres, Gea -musita con sequedad y luego se marcha hacia otro lugar del elegante restaurante. Observo a Damien con el ceño fruncido. Aunque las palabras de mi madre me han causado molestia, debo agradecerle a él por su valentía.
-¡Fue un placer conocerla, señora! -grita para provocarla y ella se voltea y por última vez le lanza su peor mirada.
-No puedo creer que le hayas dicho eso a mi madre -confieso conteniendo el aliento.
-No quiero ser grosero, pero tu madre es una maldita vieja -dice con una sonrisa. Observo la dirección en la que se marchó y una risita se me escapa de los labios inconscientemente.
-Tienes razón. Gracias por hacer lo que hiciste.
-Fue un placer.
Ambos hacemos contacto visual y luego de unos segundos estallamos en risas. No sé por qué me rio, pero debería estar llorando.
-¿Viste su cara cuando le dije que se largara? -cuestiona colocando una de sus manos en su estómago. No podemos contener el ataque de risa. Es mucho más divertido que la harina. Es incontrolable y hace que me sienta mejor conmigo misma.
-Bien, ahora que se fue, hagamos algo más divertido -dice poniéndose de pie.
Frunzo el ceño y lo veo tomar su cámara, me paro de inmediato y noto como deja dos billetes sobre la mesa, dos billetes que no sirven para cubrir ni siquiera la propina del camarero. Toma mi mano y luego me arrastra hacia la salida. No sé qué hacer.
-¿A dónde vamos? -exclamo confundida al cruzar el umbral del restaurante. Solo sonríe y sigue caminando. Lo sigo lo más rápido que puedo. Cruzamos la calle y luego llegamos hasta mi coche estacionado sobre la acera.
-Dame tus llaves -me pide amablemente con una sonrisa divertida en el rostro.
¿Qué? ¿Para qué?
-¿Para qué quieres las llaves de mi coche? -pregunto confundida.
Él me da su cámara para que la tenga entre mis manos, abre mi bolso de manera descarada e invasiva, y luego encuentra las llaves. Las toma entre sus manos y se mete en la zona del piloto.
-Sube, nena. Te llevaré a comer comida de verdad.
Me siento del lado del acompañante y luego cierro la puerta. Lo observo con miles de dudas en mi cabeza. No dice nada, coloca las llaves y el motor arranca. Conduce en silencio por dos o tres minutos, luego presiona el botón del volante y una alegre canción comienza a sonar. Eso parece animarlo y a mí también.
I could lift you up
I could show you what you want to see
And take you where you want to be...
Canta la canción y mueve su cabeza de un lado al otro. Lo observo
detenidamente y comienzo a reír. Es muy divertido verlo. Sus expresiones faciales y la manera que tiene de cantar me hacen reír más de la cuenta.
-¿Qué haces? -cuestiono cuando comienza a bailar exageradamente mientras que nos detenemos en una luz roja.
-Bailo, nena -responde con obviedad-. Vamos, sé que te sabes la canción.
I know that we'll be safe and sound
Safe and sound...
-¡Canta! -exclama cuando acelera el motor nuevamente. Dudo de hacerlo, pero luego envío todo al maldito demonio y lo hago.
You could be my look
Even in a hurricane of frowns
I know that well be safe and sound
Safe and sound
Safe and sound
Canto a todo volumen. Jamás lo hice a volumen alto y por primera vez no me importa lo que los demás piensen de mí. Si lo hago mal... ¿Qué más da? Estoy divirtiéndome.
Ambos comenzamos a reír y me libero de mis propios miedos. Me muevo dentro del coche y bailo de un lado al otro. Él sigue conduciendo y cuando creo que seguirá de largo se introduce al estacionamiento de un local de comida rápida.
-Oye, nada mal -dice con una sonrisa.
-Soy muy buena. Lo hago todo bien-.¿Comeremos aquí? -cuestiono frunciendo el ceño. Se voltea en mi dirección y sonríe.
-Exacto -Se baja del coche y cuando voy a hacerlo él toma su cámara y me la da-. Debemos llevar la cámara -dice sonriente.
-¿Por qué?
-Porque esto será muy divertido...
Entramos
al local y el olor a comida no saludable invade mis fosas nasales. Todo es muy informal y para nada elegante. Hay niños y mujeres de todas las edades. La fila que comienza en los mostradores es inmensa y veo a muchas personas que se mueven de un lado al otro con bandejas en sus manos como si fuese una cafetería de una preparatoria norteamericana. El ruido es demasiado para mis oídos. No me agrada para nada.
-Es muy ruidoso -digo rápidamente, con disgusto. Él se ríe y luego se posiciona para hacer la fila. Yo lo acompaño, pero, aun así, el lugar no me agrada.
-Cuando pruebes la comida, me lo agradecerás -musita esperanzado y seguro de sí mismo. Suelto una risita irónica y niego con la cabeza.
-Olvídalo, no comeré esto. Es demasiado.
-Comerás quieras o no.
Lo miro sorprendida. No puede hablar enserio. Soy Gea Eggers, lo hago todo a mi manera. Comeré si quiero, beberé si quiero y lo golpearé si es necesario. Yo tengo el control de todo lo que hago y de lo que hacen los que están a mí alrededor. Su confianza sigue sorprendiéndome.
-No puedes obligarme -espeto secamente.
-No, pero comerás de todas formas.
-Ya lo veremos.
Diez minutos después, llegamos al mostrador y un chico con la cara repleta de acné y una horrible gorra, nos atiende. Damien pide varias cosas mientras que señala la inmensa cartelera con diferentes tipos de hamburguesas. El otro chico escribe en su computadora y luego Damien
paga todo con dos billetes.
Me detengo a observar la cocina que está a la vista del público. Hay más de diez personas que corren de un lado al otro. Todos lucen el mismo uniforme y generalmente son muy jóvenes. Tal vez son universitarios con un empleo de medio tiempo. Si yo siguiese siendo Annie, tal vez estaría en un lugar así.
Observo todo con repulsión y luego sacudo mi cabeza para eliminar esos pensamientos de mi mente. No soy Annie, soy Gea.
Lo que él ordenó ya está listo. Toma la bandeja color cereza y luego sale de la fila. Comienza a buscar algún lugar con la mirada y, cuando lo encuentra, me indica con la cabeza la dirección correcta. Lo sigo y nos sentamos en uno de los cubículos al fondo del gran lugar. Al pasar, muchas de las madres de esos niñitos ruidosos me observan. Si, lo sé. Soy hermosa y tal vez se preguntarán que hace una perfecta mujer como yo en un lugar como este. Confieso que yo también me pregunto lo mismo.
-¿Y ahora qué? -pregunto observando la caja de colores que tengo delante de mí. Hay patatas y refrescos en vasos de cartón. ¡Vasos de cartón! Que desagradable.
-Abre la caja y come la hamburguesa -dice con obviedad. Observo como él lo hace y me sorprendo al ver una hamburguesa de cuatro pisos, infestada de carne, aderezos, tocino y queso.
Oh, Dios. Creo que estoy a punto de desmayarme.
-¿Comerás todo eso? -cuestiono sorprendida-. Puedes alimentar a tres familias con esa hamburguesa. -Él observa lo que tiene entre manos
y luego se ríe.
-Puedo comer tres de estas y sobrevivir -me dice-. Vamos, la tuya es una pequeña. Cómela.
Hago lo que me dice, pero no porque lo obedezca sino porque la curiosidad y la intriga me están matando. Abro la caja que está delante de mí y veo una hamburguesa pequeña y simple. Solo lleva una gruesa feta de queso y la carne. Siento un poco de alivio.
-Ponle aderezos y pruébala-me dice tendiéndome amablemente un pequeño sobre con salsa de tomate.
-¿No hay platos o cubiertos? -pregunto observando la bandeja. Él niega con la cabeza y se ríe en mi cara-. Comer con las manos es repugnante -siseo mientras que él come unas patatas, como todo un adolescente mal educado y luego bebe su refresco.
-Exacto. Con las manos, nena. Esto no es un restaurante elegante.
Lucho con mi Gea interior y todas sus reglas de etiqueta y buenos modales. A ella no le agrada que lo haga, pero tomo la hamburguesa entre mis manos y la acerco a mi boca. Damien me detiene, quita el pan que cubre la carne de esa cosa y coloca muchísima salsa de tomates sobre ella. Pone la tapa de pan de nuevo y me sonríe.
-Ahora sí, cómelo -dice y cuando voy a hacerlo, me detiene de nuevo-. Espera. Hay algo más. Debes encorvarte para comerla.
¿Qué?
Frunzo el ceño, él se encorva y come su hamburguesa en gesto de demostración.
Ah, claro, ya lo entendí.
La acerco a mi boca y la observo unos segundos. Damien toma su Nikon y la apunta hacia mi dirección mientras que sonríe.
-No tomes fotografías -le advierto
con una mala mirada.
Sonríe y dispara con su cámara. Abro la boca y lo ignoro, salgo bien en todo tipo de fotografías, qué más da. Frunzo el ceño y la muerdo. Registro las náuseas en mi estómago y luego comienzo a sentir todos los sabores mezclándose en mi boca. Primero la carne, luego el aderezo y por fin mis gestos se suavizan cuando el queso se mezcla con los demás ingredientes y no me parece tan desagradable.
-¿Y, qué tal? -pregunta expectante.
Muerdo unos segundos y saboreo. Lo miro y luego sonrío.
-Es genial -admito sorprendida.
Él ríe y sigue tomándome fotos. Sí, es completamente delicioso, es como comer felicidad. Muerdo otro pedazo un poco más grande y la salsa de tomates se derrama sobre mis dedos y cae en la mesa. Damien estalla en risas y yo también lo hago.
-Conseguí una entrevista de trabajo aquí en Londres, ¿recuerdas? -pregunta mientras que caminamos de regreso al coche con un helado entre las manos cada uno.
-¿De verdad? -Creí que solo estaba aquí de vacaciones, pero recuerdo que lo mencionó alguna vez, aunque no le presté suficiente atención. Sabía que algo se traía entre manos-. Oh, ya lo recuerdo. Me lo has dicho.
-Sí. Es para una importante compañía fotográfica de eventos empresariales, bodas y todo ese tipo de cosas. Es el lunes. Tengo que presentar mi portfolio y me gustaría que algunas de tus fotografías estuvieran en el -me informa-, si tú quieres, claro -dice rápidamente.
Sonrío ampliamente. Quiere que forme parte de su portfolio y sé que lo haré, gracias a mi conseguirá el empleo, además sus fotos son talentosas, debo admitirlo.
-Entonces, ¿estás pidiéndome autorización para enseñarle a desconocidos mis perfectas y sublimes fotografías? -cuestiono con un divertido tono en mi voz mientras que como lo que resta de mi helado y caminamos hacia el coche.
-Exacto. ¿Qué dices?
Finjo pensarlo por varios segundos y luego volteo mi cabeza hacia su dirección. Parece nervioso y sé que mi silencio está matándolo, pero no seré malvada. He tenido esta idea rondando mi cabeza durante varios días y ahora sé cómo la llevaré a cabo.
-¿Te has puesto a pensar en mi como modelo? Valgo una fortuna, mi trabajo es profesional, pasas tiempo conmigo y demás de eso puedo asegurar que soy la mejor modelo que has tenido en todo tu vida -presumo-. Mi imagen es excesivamente costosa y exclusiva -bromeo.
-Hablo enserio -responde colocando ambas manos en los bolsillos de sus jeans gastados.
-Puedes usar mis fotos, pero tendré que pedir algo a cambio -le digo.
-¿Qué quieres a cambio? -pregunta con curiosidad.
-Quiero hacer algo especial en algún momento, algo para sorprender a mi esposo, y creo que si consigues el empleo, serías el único que podría ayudarme.
-Creo que sé lo que tienes en mente.
Sonrío y luego ambos entramos al coche. Esta vez, conduzco yo. Acelero el motor y la música comienza a asonar.
-Si piensas lo que creo que piensas que quiero hacer, entonces, ¿tu respuesta es sí?-digo con una traviesa sonrisa en mi rostro-. ¿Qué dices, aceptas el trato?
-Claro que acepto.
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11. Una sorpresa
Observo mi creación casi finalizada y vuelvo a sonreír. No puedo creer que luego de cuatro míseros intentos, pude hacerlo de la manera correcta. Estoy cansada, lo admito, he sufrido por muchos minutos tratando de hacer la preparación correcta, pero luego de intentarlo una y otra vez, por fin lo logré.
Mis mucamas me miran sorprendidas. Si, lo sé, tampoco se esperaban esto de mí. Ellas estuvieron todo el día limpiando mi desastre. Derramé harina por todas partes, manché la mesada con chocolate más de cuatro veces y deje caer tres huevos en el suelo mientras que hacia el preparado, pero lo bueno es que Adrien no está aquí para ver esto. Solo degustará del pastel.
Sé que le gustará mi sorpresa, es algo que jamás creí que haría. Espero que el relleno esté perfecto.
-Aquí están las fresas, señora -dice Andy entregándome un tazón con fresas frescas y de gran tamaño. Raramente se lo agradezco con una sonrisa. Las tomo y escojo una. La observo fijamente y luego de comprobar que es perfecta, la coloco en el centro del pastel repleto de chocolate.
Miro con detenimiento mi creación y noto que aún le falta algo. Claro, ya lo sé. Corro al refrigerador y lo abro rápidamente. Es extraño, jamás había abierto el refrigerador que está cargado de porquerías que no sé para que sirvan. Busco el envase de crema batida y recuerdo cuando Adrien y yo lo usamos en la cama, sé que no es bueno que lo recuerde, pero no puedo evitarlo. Lo tomo y hago circulitos de crema batida alrededor de todo el pastel. No salieron tan hermosos
como los del chef, pero aun así, se ve perfecto.
Miro el reloj y luego me observo a mí. Mi aspecto es desastroso. Tengo manchas de chocolate por todos lados y mi cabello está enmarañado y para nada suave. Sé que todavía tengo tiempo, pero quiero sorprenderlo.
-El señor Eggers estará de regreso en unas horas. Quiero que todo esté impecable -Ellas asienten con la cabeza tímidamente, tomo mi celular y luego salgo de la cocina. Todo tiene que ser perfecto. Subo las escaleras y me dirijo rápidamente hacia mi habitación.
Me doy una relajante ducha, seco mi cabello y luego corro hacia el vestidor. No sé qué ponerme y eso me desespera. Tengo cientos de vestidos, pero el que escoja para esta noche debe de ser más que perfecto. Quiero impresionarlo, quiero que sea mágico.
Observo cada uno de ellos, pero ninguno logra convencerme, no tengo que ponerme. Me desespero rápidamente. Siempre visto de negro, jamás he usado otro color, a acepción del blanco o el beige. Quiero cambiar al menos por esta noche.
Encuentro lo que buscaba. Es un vestido que no usé aún y es de color rojo. A Adrien le gusta el color rojo, me lo ha dicho muchas veces, pero jamás me importó complacerlo. Intento calmarme, me visto rápidamente y escojo unos tacones del mismo color que el vestido. Utilizo el lema "menos es más" y no me pongo accesorio alguno. Me maquillo levemente y aplico labial rojo sangre en mis labios. Ellos serán mi mejor accesorio. Acomodo mi cabello y con mis dedos hago ondas en él, para que se vea más natural. Me miro al espejo y sé que todo está perfecto.
Veinte
minutos después de estar merodeando por la habitación, sonrío y corro hacia la ventana de la habitación. Adrien acaba de llegar. Suelto un gritito y bajo las escaleras a toda velocidad. Me paro a unos cuatro metros de la puerta de entrada y espero a que baje. Oigo como la puerta del coche se abre, hay voces y luego el ruido de la maleta moviéndose por el pavimento de la entrada. Mi corazón empieza a latir muy fuerte. Lo extrañé, mierda que extrañé pelearme y hacer caprichitos, extrañé por completo a ese alemán. Al fin sé que todo tiene un sentido...
Noto como el picaporte de la puerta se mueve y dos segundos después lo veo.
Su mirada se clava en la mía por no sé cuánto tiempo. Sonrío y él también. Percibo que deja su maleta con brusquedad sobre el suelo y corre hacia mi dirección. Acelero el paso y me lanzo a sus brazos, que rodean mi cuerpo rápidamente y me estrechan con fuerza, como si no quisiese que me marche nunca de su lado y Adrien me eleva por el aire para darme un par de vueltas por todo el amplio recibidor.
Sus labios besan mis mejillas desesperadamente y sus manos acarician mi cintura una y otra vez. Cierro los ojos y disfruto del momento especial, romántico, extraño y dulce. Él me suelta y mis pies tocan el suelo. Mis manos acarician su cara y luego abro la boca para recibir su beso. Mi corazón parece que va a salirse de mi cuerpo, mis piernas tiemblan un poco y me siento completamente emocionada, es algo que no puedo describir con exactitud.
Muevo los labios, encuentro su lengua y la acaricio con la mía. Su mano izquierda me toma con fuerza,
mientras que con la otra mueve mi cabeza a su antojo y profundiza un beso que llega a ser completamente perfecto. Me siento diferente, hay mariposas en mi vientre de nuevo y sé por qué. Lo extrañé, lo quiero y sé que es mucho más que eso...
-Te extrañé, mi preciosa, Gea -dice en un susurro. Me estrecha contra su cuerpo y me abraza fuertemente-. Te extrañé -repite.
-También yo -respondo con mi rostro oculto entre su cuello y su hombro.
-Te aseguro que la próxima vez irás conmigo, cariño -Vuelve a elevarme por los aires y da otro par de vueltas por el salón provocando que yo ría levemente. Beso sus labios y acaricio su cabello. Está aquí, por fin está en casa-. Por Dios, mírate -musita observándome detenidamente-. Te ves hermosa -Sonrío ampliamente porque mi plan resultó y luego lo abrazo. Él hunde su nariz en mi cuello e inhala mi perfume-. Me encanta, por Dios, Gea, me encantas.
-¿Te gusta mi perfume? -Él se acerca a mi cuello, vuelve a olerme y luego me sonríe.
-Imperial Magesty de Clive Christian -Parpadeo un par de veces. No puedo creer que él lo recordara, pero me hace sonreír.
-Me regalaste ese perfume para el díade nuestra boda, me dijiste que era para momentos especiales y este es un momento especial.
-Claro que es especial, cielo.
-Te tengo una sorpresa -digo, observándolo directamente a los ojos. Frunce el ceño, pero sonríe.
-¿Una sorpresa? -pregunta claramente extrañado. Sonrío y asiento con la cabeza. Estoy completamente feliz de que todo esté resultando.
-Sí,
hice algo que te encantará -le informo, besando la comisura de sus labios.
Tomo su mano y en silencio lo dirijo hacia la cocina. Quiero que pruebe el pastel rápido así tenemos más tiempo para disfrutar de nuestra habitación. Oh, Dios. Lo necesito. Mi Gea interior me pide a gritos un poco de sexo. Me implora desesperadamente a Adrien.
Me coloco detrás de él antes de cruzar el umbral y cubro sus ojos con mis manos. Agradezco llevar tacones altos, así puedo tener más acceso a su cara. Lo guío como puedo y sonrío, aunque sé que no me ve. Llegamos a la mesada y me acerco a su oreja.
-Debes abrirlos cuando yo te lo ordene, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, preciosa.
Me aparto lentamente y observo que no haga trampa. Aún tiene los ojos cerrados y sigue sonriendo. Sé que se muere por saber que es.
-No abras los ojos -le advierto nuevamente.
-No los abriré, preciosa -me dice para que me quede más tranquila.
Tomo la otra parte de mi sorpresa y me la coloco encima. Me aseguro de verme perfecta y luego me paro al otro lado de la mesada, enfrente al pastel. Suspiro nerviosa y por fin logro hablar.
-Ábrelos -ordeno.
Él lo hace y deposita su mirada sobre mí y el pastel. Parece más confundido que antes, pero le enseño mi delantal y creo que por fin sabe lo que sucede. Llevo un delantal blanco con un enorme corazón rojo en la parte del pecho y dice "Te quiero". Si, lo sé, esa fue una excelente idea. Yo también lo creo.
-¿Y bien? -pregunto hacia su dirección ya que no me dice nada. Parece como si algo le hubiese comido
la lengua.
-Compraste pastel -afirma.
La sonrisa de mi rostro se borra rápidamente. No puedo creer que dijo eso. ¿Es tonto? ¿Se hace? No lo entiendo. Oh, mierda, estoy muy molesta. Esto no está para nada bien. ¿Cómo es capaz de decirme eso?
-Acabas de arruinar un momento perfecto, Adrien -le digo secamente. Desato el moño de mi delantal, me lo quito y luego lo arrojo con furia sobre la mesada.
-Pero... ¿Qué hice ahora?
-Vete a la mierda, Eggers -Le lanzo una de mis peores miradas y luego salgo de la cocina.
Él ni siquiera se movió y tampoco intentó detenerme, eso me molesta muchísimo más. Me dirijo hacia la puerta trasera de la casa y en el pasillo choco con una de las mucamas.
-Señora Eggers, lo siento.
No logro ver cuál de las dos es, pero la coloco en su lugar de todas formas.
-Muévete, maldita sea -espeto empujándola hacia un lado.
Recorro el largo corredor y salgo al balcón con vista al jardín trasero y la piscina. Es el lugar perfecto para olvidarme de todo por un maldito segundo. Me acerco al barandal de piedra y luego apoyo mis codos en el, suspiro e intento tranquilizarme. Ya se me pasará...
Estoy completamente molesta, disgustada, estoy decepcionada con Adrien y conmigo misma. Todo lo que había planeado en mi cabeza no salió como yo me lo esperaba. Quiero gritar, pero sé que será en vano. Solo debo intentar tranquilizarme. No creí que sucedería esto, pero es obvio que Adrien no confía en mí, no tiene fe suficiente como para imaginarse que yo hice ese maldito pastel. Eso me molesta por sobre
todas las cosas. A veces creo que es como mi madre, jamás haré algo bien.
Creí que todo sería diferente. Se suponía que debía cortar el pastel, él lo comería y luego iríamos a la habitación a hacer lo que tengo deseos de hacer, pero no, en cambio, estoy sola en el jardín trasero sintiéndome como una completa idiota por una estúpida rabieta por causa de sus dos palabras tontas y sin sentido. Creo que es en vano arriesgarme, tal vez no funcionará del todo. Él no tolerará mi carácter por mucho tiempo y yo jamás pienso cambiar mi forma de ser, todo se complicará y esta situación acabará de la peor manera.
-Gea... -murmura Adrien a mis espaldas tomándome por sorpresa.
-Vete, Adrien -ordeno sin siquiera mirarlo-. Quiero estar sola.
Percibo que se acerca, está detrás de mí, a muy pocos centímetros. Su mano toma mi brazo con delicadeza y hace que me voltee para verlo. Nuestras miradas se encuentran y noto que se siente mal, disgustado, arrepentido. Oh, sí. Ahora ya sabe lo que hizo.
-Las chicas ya me lo dijeron -comenta, implorándome con la mirada que no ignore sus palabras, pero la Gea malvada me dice que no debo hacerlo, que no debo dejar que sea tan fácil. No soy así, nunca lo fui y jamás lo seré.
-Gea, cariño, ¿podemos hablar? -me cuestiona con la voz cargada de dulzura. Mi Gea interior sonríe. Oh, sí, justo así lo quiero.
-Estoy muy molesta contigo.
Frunce el ceño.
-Lo sé. ¿Podemos hablar sobre esto? -musita suavemente mientras que eleva mi barbilla para que lo mire.
No sé qué hacer. Siento que todo
el enfado se esfumó, pero no quiero hacerlo fácil. Él puede corromper mis emociones con solo una mirada y eso me asusta. Esto está creciendo muy rápido y siento que en cualquier momento ya no cabrá dentro de mí y tendré que soltarlo al mundo, y aún no estoy lista.
-Me levanté temprano, no fui de compras, arruiné tres preparados, rompí varios huevos en el piso, me ensucié el vestido, el cabello, casi quemo el maldito pastel, salí en busca de ese delantal, compré la manga de plástico para decorarlo con tu crema favorita, no me detuve en todo el maldito día... -digo a modo de reproche-,¡me rompí una uña! -grito enseñándole mi dedo meñique. Veo que sonríe, pero luego su expresión se vuelve seria-, y tú solo me dices "compraste pastel" ¡Es ridículo!
-Gea... cariño.
-¡Estoy muy enojada! -gruño.
Él me toma entre sus brazos y acerca sus labios a los míos de manera completamente inesperada. Atrapa mi labio inferior, lo muerde y comienza a devorar mi boca. Tardo unos segundos en reaccionar, pero luego me dejo vencer. A mi Gea interior no le gusta que sea tan débil, pero no me importa. Muevo mis manos y acaricio su cabello. Rápidamente comienzo a sentir como todo el esfuerzo por seguir enojada comienza a cesar. Ahora estoy bien.
-Lamento ser un idiota, Gea. Lamento no haberlo notado, lamento que te hayas molestado, y, sobre todas las cosas, lamento que estas cosas sucedan por mi culpa -Toma mi rostro entre sus manos, con su pulgar recorre mi labio inferior y vuelve a besarme.
Oh, sí. Me gusta que lo haga, quiero que me bese, quiero volverme
loca y perder el sentido. Noto como cada parte de mi cuerpo comienza a sentir calor. No me importa si necesito respirar, su beso me roba el aliento, pero prefiero morir en su boca a dejar de besarlo. Besa tan bien... jamás me lo había planteado de esta manera. Nuestras bocas encajan a la perfección.
-En estos últimos días, besarte se volvió adictivo, Gea -me confiesa, y devora mis labios otra vez. Los besos parecen no tener fin, pero no me quejo, me encanta que haga esto. Cada vez estoy menos molesta-. ¿Me perdonas? ¿Podrás perdonar a éste tonto? -cuestiona señalándose a sí mismo.
Sonrío y beso la comisura de sus labios.
-Te perdono.
Regresamos a la cocina tomados de la mano luego de unos largos minutos de reconciliación. Sus besos me idiotizaron y la manera en la que sus manos recorrieron mi cuerpo con desesperación, me hicieron apresurar las cosas. Quiero cortar el pastel, que lo pruebe y luego subir a nuestra habitación. Lo necesito, lo anhelo...
Tomo el cuchillo mientras que él se sienta. Apoya sus codos sobre la mesada de mármol y me observa detenidamente. Debo recordar las instrucciones para hacerlo, no puedo leerlas ahora. Por Dios, no debe ser tan difícil cortar un pastel.
-Eres completamente hermosa -murmura mientras que coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja-. Jamás me cansaré de decírtelo.
Mis mejillas arden, sé que soy hermosa, pero que él me lo diga con esa dulzura y ese cariño, me vuelve extraña. No suelo sonrojarme por nada, solamente con Adrien esto sucede. Hay mariposas en mi panza de nuevo y eso
debe de ser una buena señal, debo aprovechar este tipo de momentos.
-Espera -me dice cuando voy a hacer el círculo en medio del pastel. Si, ya recordé como debía cortarlo. Me siento la reina del lugar. Será sencillo. Todo saldrá a perfecto-. Déjame tomarte una foto -Busca su celular en el bolsillo de su pantalón y lo apunta en mi dirección. Ya estoy más que acostumbrada a que me tomen fotografías, Damien lo hace todo el tiempo-. Mírame, preciosa.
Elevo la mirada hacia la cámara y sonrío. Él toma la fotografía y observa la pantalla. Si, lo sé. Soy lo más hermosos que haya visto jamás, pero eso ya lo sabía. Soy perfecta.
-Ahora, colócate el delantal.
Obedezco como la buena esposa que quiero ser, mientras que él me toma todo tipo de fotografías a mí y a mi perfecta obra de arte, después, cruza la barra que nos separa para que nos tomemos fotos juntos. Yo lo hago encantada. Sonreímos en cada una de ellas y seguimos posando para más. Creo que ya tiene como veinte fotografías en menos de cinco minutos.
-¿Estás tomando fotografías para evadir el momento de probar mi pastel? -cuestiono fingiendo estar enfadada. Él eleva sus manos en gesto inocente y me sonríe.
-Jamás haría eso, cariño -Tomo la cuchara de madera y golpeo su hombro, juguetona. Se ríe, me toma de la cintura y me coloca en su regazo-. Debe ser el pastel más delicioso de todos.
-Pruébalo, entonces -lo reto.
Tomo el cuchillo, hago el círculo en el centro del pastel con sumo cuidado y comienzo a cortar una porción mientras que
Adrien me alcanza un platito de porcelana blanco. El momento más difícil es cuando debo trasladar la porción que descansa en la lámina del cuchillo hacia el plato. Tengo terror a que todo se caiga sobre la mesada, pero para mi suerte, todo sale a la perfección. Observo con disimulo el interior del pastel solo por si acaso. Todo parece perfecto. Bizcocho, chocolate, bizcocho, chocolate, cobertura. ¡Excelente!
-Cómelo -ordeno, intentando no parecer desesperada.
Oh, por Dios. Comerá mi pastel.
Él agarra la cuchara y observa el pastel detenidamente. Oh, que no empiece con tonterías, por favor. Todo está tan bien... No quiero que lo arruine. Toma un poco y luego se lo mete rápidamente en la boca con el ceño fruncido. Debo admitir que verlo es divertido. Su mala cara se suaviza y percibo como comienza a saborear. Quiero que note las diferentes texturas, me esforcé mucho para que todo fuese diferente.
-¿Qué te parece? -cuestiono muerta de la intriga.
Intento sonar segura, pero no lo logro del todo. La verdad es que estoy asustadísima. Su expresión facial no me dice nada y eso me desespera. ¿Y si el pastel no tiene sabor?
Oh, mierda. ¡Habla, Adrien!
-Creo que es el pastel más delicioso que he probado en toda mi vida, Gea -asegura con una amplia sonrisa. Mi pecho se hincha de orgullo y una risita cargada de alivio se escapa. ¡Le gustó! ¡Le gustó mi pastel!
Intento contener mis emociones, pero no lo logro. Me lanzo a sus brazos y lo abrazo fuertemente.
-Oh, Adrien. ¡Acabo de hacer un pastel! -grito eufórica. Él se ríe y me sienta
sobre su regazo nuevamente.
-Y es delicioso -agrega.
Estoy muy feliz. Si pude enfrentarme a la cocina y preparar un pastel, puedo hacer cualquier cosa. Ya nada me detendrá. Oh, sí. La Gea que no le teme a nada ha vuelto.
Adrien toma otro poco de pastel del plato y lo mete en su boca. Por sus caras, puedo ver que de verdad le gusta, lo está disfrutando y eso me hace mucho más feliz. Al fin creo que encontré una actividad en la cual destacarme. Si, lo haré, tomaré más clases de cocina. La sonrisa que veo en su rostro vale cada vestido arruinado por preparado, todo esto vale la pena.
-Pruébalo -me dice colocando la cuchara delante de mi boca.
-¿De verdad sabe bien? -cuestiono dudosa. Yo lo hice y no estoy segura de que a mí me agrade.
-Sabe delicioso.
Abro la boca y él coloca la cuchara sobre mis labios, luego la mueve apropósito para que la crema me manche. Sé lo que hará y no me voy a negar.
Noto como su mirada se pierde en mi rostro. Sonríe y deja la cuchara a un lado, me acuna entre sus brazos y me besa dulcemente. Los sabores del chocolate y la crema comienzan a mezclarse en mi boca, siento un ligero sabor extraño y sé que es mi lápiz labial. Él mueve su lengua y yo la mía. Sincronizamos excelentemente bien. Me pierdo por unos minutos y siento que me voy a otra parte. Solo somos él y yo.
Tomamos un receso y respiramos un poco. Abro los ojos y comienzo a reír. Él me observa dudoso, pero ríe conmigo sin saber la razón. Tomo su celular de encima de la mesada y luego lo coloco delante de su cara para que
él lo utilice como espejo. Se observa y comprende por qué ríe. Tiene la mitad de su cara cubierta por labial rojo. Utilizo mis dedos y comienzo a quitárselo. Observo su boca todo el tiempo, me siento completamente idiotizada y excitada. Sus labios son tan...
-¿Te gustó tu pastel, preciosa? -cuestiona con una sonrisa. No puedo dejar de verlos. Se sienten suaves y me gusta besarlos todo el tiempo. Él me lo dijo, pero yo también lo admito; besarlo se ha vuelto adictivo.
-Me gustan tus labios -siseo acariciándolos con mi dedo índice. El ambiente ya no es divertido. Todo se volvió más intenso y especial-. Me gustan tus hombros... -Acaricio sus hombros y luego poso mi mirada sobre los primeros botones de su camisa desabrochada. Contemplo su pecho, idiotizada, paso mi dedo lentamente sobre su tórax y desabrocho otro botón. Él me observa con detenimiento y respira un poco más agitado que antes-. Me gusta besarte...
Muevo mis labios sobre su cuello y deposito un leve beso, mi mano se mueve hacia el dorso de su brazo y le clavo las uñas apropósito. Me encanta hacer eso, sus músculos son duros y trabajados...
Paso mi lengua por la piel de su clavícula y luego chupo levemente. Lo veo cerrar los ojos y sonrío para mí misma. Sé lo que haré y nada me detendrá. Desprendo otro botón de su camisa lentamente, beso su pecho y repito el proceso. Sus manos recorren mi cuerpo y cuando una de ellas se posa en mi trasero, enloquezco. Me pongo de pie y él también, lo observo y, sin pensarlo demasiado, me lanzo hacia sus labios. Él eleva mi vestido hacia mi cintura y aprieta mis nalgas con fuerza. Hago volar todos los botones de su camisa mientras que nos besamos.
-Sabes lo que quiero -Rozo sus labios con los míos mientras que toco su entrepierna. Estoy seduciéndolo con el paso de los segundos, estoy a punto de tenerlo a mis pies-. Sé lo que quieres...
-Dime que quieres, Gea.
Ambos jugamos el juego del otro y eso me resulta de lo más divertido. Estoy muy excitada, puedo hacer lo que sea que este hombre me pida porque sé que valdrá la pena. Elevo mi pierna derecha a la altura de su cintura, ahora estamos mucho más cerca y estoy dispuesta a comportarme como una buena esposa y responder a su petición.
-Quiero que me folles. Quiero que hagas conmigo todo lo que quieras.
Inmediatamente veo como sus ojos se encienden por completo. Es la luz verde para ambos.
Me carga a horcajadas y comienza a caminar hacia no sé cuál dirección. Por fin vamos a hacerlo, por fin lo tendré de nuevo dentro de mí, por fin podré disfrutar como he anhelado hacerlo desde que se marchó.
-Oh, cariño -exclama cuando hundo mis manos en su pelo y muerdo su labio inferior. Se detiene en el recibidor y apega mi espalda a la fría pared. Chillo en mi interior, el frío del muro y el calor de mi cuerpo no es una buena combinación.
-Solo hazlo -le imploro entre jadeos. Él coloca uno de sus dedos en mi zona, hecho mi cabeza hacia atrás y suelto un leve gemido.
-Cumpliré sus deseos, señora Eggers...
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12. Castigo
Siento sus caricias sobre mi brazo derecho y comienzo a despertar completamente feliz y renovada, como si hubiese ido al spa por unas tres o cuatro horas. Todo lo que sucedió fue indescriptible, maravilloso, sorprendente. Abro los ojos y lo veo a él, está observándome y sonríe ampliamente.
-Hola -digo con la voz adormilada.
-Hola -me responde dulcemente-, ¿cómo te encuentras? -cuestiona acariciando mi mejilla.
-Bien, ¿y tú?
-Excelente.
Muevo mis piernas ocultas debajo de las sábanas, él me toma en brazos y hace que descanse mi cabeza en su pecho. Me acomodo mejor y permanecemos en silencio por varios minutos. Yo acaricio el leve vello que cubre su pecho mientras que él acaricia mi espalda y besa mi pelo una y otra vez.
-No te duermas -dice con un melódico cantito cuando cierro los ojos de nuevo. Aún tengo sueño.
Adrien está de buen humor esta mañana porque tuvimos la mejor noche de sexo, besos, caricias, charlas, abrazos y risas de todas. Ni siquiera yo puedo creerlo.
-¿Qué hora es? -cuestiono observando la ventana. El día es gris y hay lluvia afuera, pero no puedo saber en qué hora de la mañana estoy.
-Son más de las diez -murmura tranquilamente.
-¿Más de las diez? -pregunto completamente sorprendida-. ¿Faltaste al trabajo?
Se ríe y besa mis labios.
-Ayer te dije que me quedaría todo el día contigo.
Sí, eso es verdad. Mientras que lo hacíamos por segunda vez, me dijo que quería quedarse conmigo y cuando lo dijo creí
que sería verdad, pero estaba segura de que si me despertaba en la mañana él no estaría a mi lado.
-No creí que hablaras enserio -confieso.
-¿Por qué no? -cuestiona frunciendo el ceño.
-Porque es obvio que el trabajo es lo más importante -respondo secamente-. Además, estábamos a mitad de un orgasmo. Es normal decir incoherencias -Él busca mí mirada, pero la desvío rápidamente hacia cualquier rincón de la habitación. No quiero que sepa que me afecta que no esté todo el tiempo conmigo, pero de cierta forma sé que él ya lo sabe.
-Mírame, Gea -Toma mi mentón con delicadeza para que lo mire. Elevo mi rostro y luego veo una mirada llena de promesas, sentimientos y cariño que logra exterminar todo tipo de estúpidas dudas y tontas inseguridades-. Tú siempre eres lo más importante, ¿entiendes? -dice completamente convencido-. Eres lo más importante para mí.
Hacemos contacto visual por unos segundos, pero por más que el tiempo pase, no encuentro la manera de responder a eso, no sé qué decir. Yo nunca me quedo sin habla, pero con él sucede a menudo.
-Bésame -pido en un susurro.
Es lo único que puedo decir, lo necesito, lo quiero, quiero que se quede conmigo y me siento tonta por creer que esto jamás sucedería. Estoy completamente enamorada de mi esposo y eso no estaba en ninguno de mis planes. ¿Cómo haré para resolver esto ahora? Todo se volvió un poco más complicado y aunque quiero pensar que no funcionará, sé que él también siente lo mismo. Ambos lo sentimos y solo debemos esperar el momento correcto para decirlo.
Se acerca para besarme, pero lo alejo.
-No, espera -le digo colocando mis manos sobre su pecho-. Aún no me he lavado los dientes.
Se ríe y luego niega con la cabeza levemente.
-Está bien, cielo. ¿Qué te parece si nos damos un baño y luego comemos pastel?
Sonrío y me coloco a horcajadas sobre su cintura. Oh, la Gea de siempre ya despertó del todo y algo me dice que haremos mucho más que comer pastel. Él se lo buscó, ahora que resista. Quiero más.
-¿De verdad te gustó el pastel?
-Sí. Es delicioso.
-Estaba pensando tomar clases de cocina -le informo para ver cómo reacciona-. Todos los días en la mañana, ¿qué opinas?
Una hermosa y perfecta sonrisa se forma en sus labios y sus ojos expresan orgullo y felicidad, pero sorpresa al mismo tiempo. Sí, quiero sorprenderlo más a menudo y sé que lo haré. Soy Gea Eggers, yo lo hago todo perfectamente bien.
-Jamás creí que dirías algo así, pero me encanta que quieras hacerlo.
Suelto un gran y profundo suspiro.
-Sé que funcionará -le respondo.
-También lo creo.
-Aunque, tú tendrías que pagar las clases -digo entre risas-, pero eres tú el que paga absolutamente todo, así que...
-Hazlo, cielo -musita colocando algunos mechones de pelo detrás de mi oreja-. Estaré orgulloso de lo que sea que hagas, ¿de acuerdo?
-Bien.
Oh, esta situación es extremadamente dulce y tierna. Mi Gea malvada me pide a gritos ser liberada, y lo hago.
Muevo mis dedos sobre su pecho y sus hombros, lo miro fijamente y luego beso sus labios.
Meneo mis caderas apropósito y siento su erección justo en donde la quiero. Una sonrisa malvada se escapa, mis manos se mueven por debajo de las sábanas y lo tomo con fuerza. Él cierra los ojos y gime. Oh, sí. Me encanta verlo de esa manera. Tengo el control, siempre lo tengo.
-Gea, cariño, ¿de verdad quieres hacerlo otra vez? -cuestiona apretando la mandíbula. Mi Gea interior se muere de la risa. Esto será muy divertido.
-¿Por qué no? -pregunto en un seductor susurro sobre sus labios. Tomo su miembro y lo rodeo con toda la palma de mi mano. Oh, mierda. Esto es genial-. ¿No quieres que lo haga, Adrien?
-Claro que quiero.
-Es tan grande y duro... No puedo resistirme... -siseo para provocarlo. Muerdo mi labio inferior y quito las sábanas que cubren mis senos.
Adrien me observa detenidamente y siento como su miembro se pone más duro entre mis manos. Sonrío porque me encanta ser mala, me acerco para besar sus labios, pero no lo hago. Volteo mi cara hacia otra dirección y pongo en marcha mi plan.
-¿Quieres que lo haga? -cuestiono una vez más.
-Hazlo, Gea -responde con la voz entrecortada. Oh, justo la respuesta que esperaba.
-Creo que tienes razón, ya hemos hecho mucho ayer en la noche -Me muevo y me pongo de pie. -Voy a darme un baño -Parece sorprendido y creo que no le gusta que juegue de esa manera, pero ya se lo dije, siempre tengo el control.
Cruzo la habitación y antes de entrar al cuarto de baño me volteo y veo su mala cara.
-Gea, regresa aquí y termina lo que empezaste -me ordena.
Oh, sí.
Se enfurecerá y luego me follará a lo bestia, justo como quiero. Sonrío y le lanzo un besito, él se pone de pie, yo corro hacia el baño antes de que me atrape y coloco el seguro a la puerta. Así estaré a salvo por unos minutos.
Salgo del baño y observo la habitación. Adrien no está. ¿Se molestó de vedad? Oh, mierda. Se suponía que no debía molestarse, era solo un juego. Bien, en fin, ya regresará. No voy a rogarle ni a él ni a nadie.
Tomo mi celular porque la lucecita tintinea incesantemente, veo la foto que Adrien y yo nos tomamos antes que se vaya de viaje y cuando desbloqueo la pantalla, veo un mensaje de Damien.
*¿Que haremos hoy, nena?*
Sonrío y tecleo mi respuesta rápidamente.
*Hoy me quedaré en casa con mi esposo, mañana podemos vernos si quieres.*
Envío el mensaje y su respuesta es casi inmediata.
*Tu esposo regresó... mmm... ¿sexo pervertido?*
Leo su menaje y suelto una risotada. No puedo creer que haya dicho eso por mensaje de texto. Pienso que responder pero no sé realmente que decirle. Si o no, no lo sé.
*Enserio, no quieres que responda a esa pregunta, pero estoy muy cansada y me quedaré en casa. Podemos vernos mañana, ¿de acuerdo?*
*Afortunado tu esposo*
*Ya lo sé*
*Presumida*
*TONTO*
*Gruñona*
No respondo a su mensaje y dejo mi teléfono en el mismo lugar, pero antes de que pueda dar un paso, suena y veo que Damien está llamándome. Si será pesado...
-¿Qué?-digo secamente.
-Oye, para haber tenido sexo, suenas de muy mal humor -musita,
y sé que sonríe al decirlo.
-Estoy de muy buen humor, el problema eres tú -Lo oigo suspirar y luego sonreír.
-Oye, mañana debo verte, tienes que escoger las fotos para mi portfolio, debo imprimirlo, así el lunes me presento a la entrevista.
Oh, mierda. Si, la entrevista, casi lo olvido. Su trabajo depende de la perfección de todo mí ser en sus fotografías... Claro, no lo olvidaré de nuevo.
-Bien, mañana podemos vernos en la mañana.
-Te veré mañana.
-Bien, adiós.
-Adiós, nena.
Corro hacia mi armario y busco algo que ponerme. Es jueves, no quiero salir de la casa y el día es terriblemente gris y lluvioso, mucho más que los días normales.
Tomo uno jeans de mi armario, una blusa color negro y un ligero abrigo de punto. Miro mis pies y luego la sección de zapatos. ¿De verdad quiero tacones un día como hoy? Niego con la cabeza y busco en medio de todos los modelos alguna zapatilla, sé que debo de tener dos pares en algún lugar. Las encuentro y sí, hay dos pares, uno negro y uno blanco. Sonrío y tomo las negras, a Adrien le sorprenderá verme de esta manera, pero mi plan fue sorprenderlo desde el principio, así que funcionará.
Media hora después, bajo las escaleras de la mansión completamente lista. No llevo maquillaje, lo cual me hace sentir extraña, y caminar sin tacones me hace creer que daré un paso en falso y me caeré en cualquier momento.
-¡Adrien! -grito en medio del recibidor.
Lo único que me desespera de la inmensidad de esta casa son las miles de habitaciones que tiene,
jamás sabes en donde puede haber alguien. Solo hay silencio, él no responde y eso me hace creer que sigue molesto por lo que le hice al despertar y... ¡Mierda! ¡No quería que se molestara!
Mi Gea interior me mira y niega con la cabeza levemente. Claro, ahora resulta que es mi culpa. Corro hacia el despacho porque de seguro debe estar ahí y, cuando abro la puerta, lo veo de espaldas a mí hablando por teléfono animadamente.
-Sí, lo entiendo. Sé que esos contratos son muy importantes, pero le prometí a mi esposa que pasaría el día con ella... -Oh, mi Dios, está hablando de mí, creo que voy a llorar-. No, descuida, me mantendré al tanto desde mi casa... -Hay silencio, no dice nada por unos segundos-. Sí, es hermosa... -¡Oh, mi Dios! ¡Acaba de decirle a no sé quién que soy hermosa! Bueno eso ya lo sabía, pero se lo dijo a alguien más-. Mañana también me quedaré en casa, estuve varios días fuera y la extrañé -Hay otra pausa, escucho a Adrien sonreír y me tomo el tiempo para observarlo de pies a cabeza. Luce zapatillas como las mías, unos jeans azules y un suéter color gris. Luce diferente y completamente atractivo. Oh, Dios. Hay calor a mi alrededor y eso no es bueno, o tal vez sí. -Bien, adiós.
Cuelga el teléfono y al voltearse nota mi presencia.
-Gea... ¿Desde hace cuánto tiempo que estás ahí? -cuestiona rápidamente.
-Solo un minuto.
Entro a la habitación y me coloco delante de él. Besos sus labios sin problema alguno y cuando pienso que veré su cara de molestia por lo de hoy en la mañana, me equivoco completamente
porque no parece molesto.
-Creí que estarías molesto por lo de hoy en la mañana -confieso acariciando su mejilla.
-Me gusta lo que llevas puesto -musita acariciando la tela de mi suave abrigo de punto.
-Gracias, pero, ¿entonces, no estás molesto?
-No, no estoy molesto, cariño -asegura con una amplia sonrisa-. Además, encontré una hermosa manera de castigarte.
-¿Qué? ¿De qué estás hablando? -pregunto rápidamente.
¿A qué demonios se refiere? ¿Castigarme? ¿Cómo?
Toma un papel de su escritorio, lo observa para comprobar que sea el correcto y luego me lo enseña de manera divertida. Puedo ver como disfruta de lo que hace y eso me confunde demasiado.
Tomo el papel y veo una letra algo desprolija escrita con bolígrafo azul. Comienzo a leer varios nombres de productos y cosas, y enseguida comprendo lo que sucede aquí. Oh, no. No puede castigarme de esta manera, no en un lugar así, para eso está el servicio. ¡Está loco!
Niego con la cabeza un par de veces-. No puedes hablar enserio.
Toma su abrigo y jala de mi brazo hacia las afueras de su despacho.
-Iremos al supermercado, preciosa.
Nos detenemos frente al inmenso edificio, pero todavía no puedo creerlo. Pensé que bromeaba, pero cuando aceleró el coche comprendí que de verdad estaba de camino al supermercado. Haremos las compras como si fuésemos personas corrientes y me alarma pensar que tal vez pueda parecerme agradable. Yo jamás fui al supermercado.
-Bien, ya estamos aquí -dice cuando el coche se detiene-. Tenemos una larga lista de cosas por comprar,
señora Eggers.
-Este es un castigo un poco fuera de lugar -espeto mirándolo de lado.
-Este es un castigo muy práctico -me responde con una sonrisa.
Se baja del coche, lo rodea rápidamente y me abre la puerta. Bajo de mala gana y caminamos por el estacionamiento al aire libre, evitando la lluvia. Él me abraza y se detiene antes que las puertas corredizas de vidrio se abran.
-Oye, no quiero que estés molesta conmigo. Si lo intentas, pasaremos un hermoso momento juntos. Estamos haciendo algo inusual y creo que será divertido -asegura mientras quita algunos mechones de cabello de mi cara-. Intentémoslo, ¿de acuerdo?
Cruzada de brazos, lo observo unos segundos, suelto un leve suspiro y le digo que sí con la cabeza. Él sonríe y toma mi mano suavemente. Las puertas se abren y caminamos un par de pasos hasta entrar al inmenso supermercado.
Adrien toma un carrito de compras de tamaño grande, comienza a andar como si este fuese su lugar habitual, como si caminase por su oficina mientras que observa todo y le sonríe a cualquiera que pase. Yo lo sigo con los brazos cruzados y el ceño fruncido. No debería de estar aquí. Tendríamos que estar teniendo sexo en casa o haciendo cualquier otra cosa. Este no es nuestro lugar.
Él no le quita el ojo a la larga lista que tiene entre las manos y animadamente camina hacia los estantes con diferentes productos. Toma el que está buscando y coloca varios del mismo tipo en el carrito. Sigo cruzada de brazos y sigo molesta.
-No puedo creer que estemos haciendo esto -espeto, disgustada con él y con medio mundo.
Se voltea en mi dirección, deja el papel dentro del carrito y se acerca a mí rápidamente.
Sus manos toman ambos lados de mi cara y mi mirada se posa sobre sus ojos sin poder evitarlo. Me pierdo por un momento, pero luego recuerdo que estoy molesta, y sé que él, haga lo que haga, no podrá hacerme sentir bien conmigo misma. No me gusta este lugar, no me gusta lo que estamos haciendo y me parece completamente patético que me castigue de esta manera.
-Gea... -murmura provocando que lo mire nuevamente-. Por favor, cariño, intenta ver el lado divertido de todo esto. Jamás hemos hecho algo así y es una de las experiencias que me gustaría compartir solo contigo.
-No sé hacer las compras -Él sonríe.
-Es como la búsqueda del tesoro y, lo mejor de todo, estamos juntos. Intenta disfrutar, ¿de acuerdo?
Su mirada es suplicante y lleva un leve atisbo de esperanza. Si, sé que debo cambiar mi actitud, pero mi Gea controladora y posesiva lucha con mi Gea que quiere cumplir el rol de buena esposa y obedecer a su marido. Es difícil todo esto para mí, jamás he hecho esto y tampoco creí que a Adrien le gustaría vivir esta rara experiencia.
Suspiro levemente e intento sonreír, pero no lo logro. Observo a mi alrededor y veo a todas las mujeres corrientes con sus carritos de compras y sus niños encima de él, parecen disfrutar de lo que haces y no se ve difícil, pero... Un momento... ¿Por qué se supone que no lo estoy haciendo? Soy Gea Eggers, yo lo hago todo bien, esto debe de ser demasiado sencillo. ¿Por qué una mujer corriente y con tres niños puede hacerlo
mientras que yo solo protesto? Esto es como un reto y debo hacerlo perfectamente bien, como siempre. Ahora comprendo todo.
Sonrío porque ya sé cómo es el juego. Me acerco a Adrien y beso sus labios. Últimamente besarlo es uno de los gestos que más realizo una y otra vez, es completamente adictivo, es lo que necesito a cada instante. Él me toma levemente de la cintura y con su otra mano acaricia mi nuca, nos movemos en sincronía y hacemos que el beso se vuelva completamente mágico y especial, no hay nada que pueda estropearlo. Siento que el calor empieza a invadir mi cuerpo, quiero acabar con esto y llegar a casa de una vez. Sé que lo lograré.
-Lo haré -le digo en un susurro sobre sus suaves labios. Él vuelve a besarme, pero a una corta distancia oímos a alguien habar y nuestro beso se interrumpe.
-El amor joven... -musita una anciana con su carrito de compras. Parece demasiado feliz al vernos-. Recuerdo cuando tenía su edad, el amor es tan perfecto y hermoso, eres muy afortunada, querida -expresa sonriente hacia mi dirección. Siento que mis mejillas arden por alguna extraña razón y observo de reojo a Adrien que me mira expectante. Tengo que decir algo, sé que debo hablar y no parecer una persona descortés.
-Lo sé -respondo con una de mis mejores sonrisas, pero esa sonrisa no forma parte de una máscara, la Gea que no necesita de antifaces habla por primera vez y admite algo que las otras Geas jamás harán-. Soy muy afortunada de tenerlo.
La mujer sonríe ampliamente y luego dirige su mirada a Adrien.
-Querido, tus eres joven
y alto, ¿crees que podrías alcanzar una de esas latas de arriba para mí? -pregunta algo tímida.
-Será un placer.
Adrien se acerca al alto estante, estira su brazo y toma tres latas de diferentes marcas para la señora, ella sonríe agradecida y escoge la marca más conocida, luego se despide de ambos y sigue con su carrito hacia otra dirección. Mi esposo regresa su atención a mí y toma mis manos. Cambio mi mal humor, sé que podré con esto, ya he venido al supermercado de pequeña, recuerdo cuando mamá hacia las compras... Tal vez, por eso no me agradan estos lugares.
Adrien toma la lista y me va diciendo todo lo que debemos comprar para la alacena inmensa que ocupa todo un cuarto en la gran y amplia cocina. Decido dejar la condenada lista hecha por las empeladas a un lado y cuando algo que llama mi atención lo lanzo al carrito. Es mi dinero, mi casa, mi comida, mi todo. Yo decido que comprar. Ahora que lo pienso, y que puedo sentirlo, no es tan malo, en realidad, esto empieza a resultarme divertido y creo que a Adrien le gusta verme de esta manera. Admito que es mejor estar así, que sentirme enfadada todo el tiempo.
Cuando llenamos un carrito completo con comida, Adrien va en busca de otro. Aún faltan los productos de limpieza y por lo que veo en ese papel sé que serán demasiados. ¿Cuándo dinero le da Adrien a las mucamas para que hagan las compras? Todo esto saldrá una fortuna y además, ¿cuándo comemos toda esta comida? Yo ni siquiera como en casa. Es completamente desconcertante.
Pasamos por la sección de pastelería y Adrien y yo cargamos gran parte del carrito con ingredientes y todo tipo de preparados para hacer pasteles. Lo veo entusiasmado con la idea de que cocine y creo que lo haré solo para complacerlo, al fin y al cabo, sé que lo haré bien de todas formas.
Después, lo veo aparecer con un carrito del mismo tamaño que él que tengo entre manos. Me sonríe a lo lejos y noto como observa ambos lados del pasillo para comprobar que estamos completamente solos. Frunzo el ceño porque sé qué hará algo tonto y sin sentido, y lo hace. Toma carrera y cuando está listo se sube al carrito y comienza a andar por el pasillo, como si fuese un niño pequeño, hasta que llega a mí. Me río en su cara y contemplo su inmensa y radiante sonrisa.
-¿Qué estás haciendo? -pregunto entre risas-. Nos van a regañar -le advierto rápidamente observando a nuestros alrededores.
-Estabas muy lejos y quería llegar lo más rápido posible para besarte -Se acerca peligrosamente a mí, nuestras miradas chocan y su mano comienza a recorrer mi brazo, provocando una agradable corriente entre ambos.
-Aún no me has besado -resoplo, clavando mi mirada en el suelo como señal de inocencia, sonríe otra vez y me toma ambos lado de la cara.
-Voy a besarte todo el tiempo, acostúmbrate porque esto será para siempre.
Cierro los ojos y dejo que me bese de nuevo. Me gustan cada vez más, me vuelvo adicta a su manera de besar, me estoy volviendo una adicta a Adrien.
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13. En la misma página
Llegamos a casa y cuando nos bajamos del coche las mucamas salen rápidamente y comienzan a cargar las decenas de bolsas de supermercado. Fue una experiencia divertida y tal vez, solo tal vez, pueda volver a repetirla dentro de un par de meses. Adrien las ayuda a ambas y cuando todo está en su lugar, acomodado y súper ordenado, me toma de la mano y caminamos en dirección al recibidor.
-¿Qué haremos ahora? -pregunta Adrien tomándome de la cintura.
Sonrío divertida y con mi dedo índice, recorro el contorno del cuello de su camisa.
-No lo sé, ¿qué quieres hacer tú?
Su mano desciende hacia mi glúteo derecho y lo aprieta levemente con una traviesa sonrisa. Oh si, Adrien quiere sexo antes del almuerzo y yo también lo quiero.
-Podrías darle un abrazo a tu madre, Gea -menciona ella saliendo desde algún lugar de la casa. Adrien suelta mi trasero y me toma fuertemente de la cintura. Observo a mi madre acercarse y noto el veneno en su mirada. Oh, no. Sé que destruirá mi día, sé que lo arruinará por completo.
¿Qué demonios hace ella aquí? ¿Por qué justo hoy?
-Madre -murmuro a modo de saludo como siempre lo hago.
Ella sonríe falsamente, se acerca hacia ambos y me da un frío y algo fingido abrazo que me toma por sorpresa y me deja con la boca abierta sin que Adrien lo note. No sé qué sucede aquí, pero si se trata de ella no es nada bueno.
-Te he extrañado, querida -Me suelta, mira a Adrien y abre sus brazos para otro abrazo-. Querido, que bien te ves.
-Es un placer verte,
Carla -expresa de manera cortés.
Él sabe que no me llevo bien con mi madre y que su presencia en mi casa me molesta, pero jamás comprendió por qué realmente, y no me atrevo a decírselo. Sé que en algún momento él me lo preguntará y haré de todo por evitar la verdad, pero no puedo ocultar a Annie para siempre.
-¿Qué iban a hacer? -pregunta descaradamente. Le lanzo una de mis peores miradas, porque sé que ella sabe lo que MI esposo y yo haríamos. Solo vino a fastidiar lo que pudo ser perfecto.
-Gea y yo íbamos a...
-¡Almorzar! -exclamo desesperadamente y lo interrumpo temiendo que alguna palabra sugerente al sexo se le escape.
Ella sonríe. La detesto a cada segundo que pasa. Quiero que se largue de aquí.
-Que bien, puedo almorzar con ambos entonces -sugiere buscando la aprobación de Adrien, porque es evidente que yo no le importo. Solo quiero que se vaya de MI casa.
-Será un placer que nos acompañes -miente mi esposo. Mi madre adora el bolsillo de Adrien, pero él puede notar que hay algo extraño en ella. Ese algo es la verdad que ambas sabemos y que ninguna dirá jamás. -Iré a inspeccionar que el almuerzo marche bien. Regresaré enseguida.
¿Qué?
¡No! ¡No me dejes sola, Adrien!
Cierro los ojos y evito suspirar fuertemente para que él no lo note. No quiero quedar a solas con mi madre, no ahora. Sé que me dirá, sé que pelearemos y sé que todo será completamente desastroso.
Mi madre observa detenidamente a Adrien mientras que desaparece por el pasillo. Cuando sabe que estamos
solas se acerca rápidamente y toma mi brazo con fuerza. Me arrastra un par de pasos hasta la sala de estar y me observa con esa mirada de desaprobación que utilizó durante toda mi vida. Algo hice mal, en realidad, para ella todo lo hice mal y ahora viene a darme la lista de errores, personalmente.
-Ahora vas a explicarme qué demonios hacías tú en el restaurante con aquel hombre y quiero la maldita verdad, Gea Handerwintt.
Me suelto de su agarre y acomodo algunos mechones de mi pelo frenéticamente. No me siento segura justo en este momento y sé que Adrien nos dará nuestro espacio, pensando que hace algo bien por ambas, pero no, Adrien lo hace todo mal en este instante, tiene que regresar ahora.
-No puedes venir a mi casa y hablarme de esta manera, madre -espeto fríamente mientras que la fulmino con mi mirada. Quiero intimidarla de cierta forma, pero sé que no lo lograré del todo-, y, él no es nadie por quién debas preocuparte -aseguro haciendo referencia a Damien-, así que deja de fastidiarme, ya lo hiciste durante muchos años y no voy a soportarte más...
Ella sonríe con ironía y le resta importancia a mis palabras. No le importa en lo más mínimo lo que pueda decir, jamás podré herirla como ella me hiere a mí en todas las ocasiones que encuentra. Es ilógica su manera de reaccionar conmigo, pero es obvio que lo haga, no soy su hija biológica, jamás lo fui y por eso me exigió demasiado, quiso llenar un vacío en su vida y yo no fui lo suficientemente buena para ella.
-Eres una completa inútil y además de eso engañas al idiota de
tu esposo con esa basura de hombre... -endosa refiriéndose a Damien. Me observa de pies a cabeza y frunce el ceño con asco. Está observando mi inusual atuendo y sé que también será un problema-. No quiero que se repita lo que sucedió con...
-No lo nombres. No tengo un maldito amante, madre. No engaño a Adrien... -aclaro apretando los dientes para que palabras groseras no se escapen de mi boca. Sigo siendo una dama aunque ella intente hacerme pensar lo contrario. Debo controlarme. No podré soportarlo por mucho tiempo, pero necesito calmarme.
-Ya te lo he dicho y te lo diré siempre; eres una inútil...
-Adrien es bueno, no es idiota.
-Te enamoraste de él -afirma como si hubiese hecho algo malo.
No puedo negarlo. Sí, creo, bueno, estoy completamente segura de que sí lo hice porque lo siento en cada poro de mí ser, pero aún no puedo confesarlo, intento procesarlo y cuando termine de aceptar que me dejé vencer por el amor, lo diré, pero no aún, es muy pronto. Él sabe que lo siento, pero no estoy preparada para decírselo.
-Basta -ordeno inmutable-. Retírate y déjame en paz. Mi esposo y yo estábamos muy bien hasta que llegaste, te pediré con cortesía que te marches.
Se ríe en mi cara y luego coloca una mano en su barbilla para observarme con detenimiento, como si fuese un animal exótico o algo que jamás ha visto en su vida. Sé que debo de resultarle extraña, pero su hipocresía me da cólera.
Toma asiento y deja su bolso a un lado en mi amplio y costoso sillón. Se cruza de piernas y luego sonríe.
-Esperaré
a que tu esposo anuncie el almuerzo, querida Gea -me informa con indiferencia. Su actitud me molesta y no quiero soportarla. Siento que la Gea frágil que llevo dentro intenta ser liberada, Annie está ayudándola a escapar y si eso sucede todo será mucho más difícil.
-¿Por qué? -cuestiono, en un vago intento por comprender las miles de cosas que sucedieron durante muchos años-. ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué jamás fui lo suficientemente buena?
Me siento destrozada. Por primera vez, dejo que esto me afecte realmente. Jamás me atreví a preguntarle el porqué de todo esto, pero ahora que lo hago, veo su reacción de sorpresa y al mismo tiempo de fastidio.
Se pone de pie y se acerca cautelosamente a mí. Si debe decirme la verdad, me parece bien que sea cara a cara. Quiero comprobar por mí misma que fui el peor error de su vida, lo sé, pero, aun así, quiero comprobarlo.
-Siempre has querido que sea como ella, siempre deseaste que me pareciera a ella, quisiste hacerme completamente perfecta porque creías que ella lo era... -murmuro con la voz entrecortada. No quise hablar sobre esto, pero me siento terrible y necesito una mínima explicación.
-No la menciones, ni siquiera pienses en eso porque vas a arrepentirte -me advierte señalándome con un dedo.
Pero no puedo contenerme. Siempre supuse que nunca ocuparía su lugar, pero fue demasiado tener que aceptar que todo este desastre sucedió cuando todo marchaba a la perfección. Ella no se merecía lo que le sucedió, ninguno de nosotros lo merecía, ella era buena y yo la quería, pero eso
mi madre jamás lo entendió, no es mi culpa.
-Era como mi hermana... -murmuro intentando contener las lágrimas. No quiero recordarla, no ahora. Sé que lloraré porque fue una de las primeras personas a las que aprendía querer, pero... No lo resisto y siento como mis ojos se llenan de lágrimas.
-¡No llores! -grita hacia mi dirección-. ¡Ella ya está muerta! ¡Se murió!
-¡No lloraré! No pienso derramar ni una maldita lágrima más. Intenté ser todo lo que quisiste que sea, quise ser perfecta, quise que te sintieras orgullosa de mi como lo estabas de Maillenne, pero jamás fue suficiente para ti.
-¡Nunca hiciste nada bien! -exclama a modo de reproche.
-¡Me convertiste en una mierda de personas, en una maldita basura que solo presume lo que tiene por fuera, pero que en el interior no tiene nada, destruiste mi vida, me convertiste en una maldita mierda como lo eres tú! -grito hacia su dirección, pero lo único que percibo es su mano derecha golpeado fuertemente mi mejilla. Mi rostro se voltea y lágrimas se escapa de mis ojos.
-¡Carla! -grita Adrien furioso, mientras que entra a la habitación.
No elevo mi cara hacia ninguna dirección. No quiero verlo y tampoco debo hacerlo. Me siento completamente avergonzada y humillada. Jamás creí que mi madre se rebajaría de esta manera, utilizar la violencia sin motivo alguno y más cuando tengo la maldita razón en cada una de las palabras que dije anteriormente.
Mi esposo toma a mi madre del brazo fuertemente y la jalonea un poco. Ella parece asustada y sé por qué, Adrien fuera de control es irreconocible.
-¡Nunca
en tu maldita vida vuelvas a golpearla! -grita fuera de quicio-. ¡Jamás vuelvas a tocarla!
Mi madre intenta soltarse de su agarre y decir algo, pero él no se lo permite.
-Adrien, querido, estás haciéndome daño -protesta con la voz entrecortada, pero él no responde al sentido de la razón y la arrastra hacia la puerta de la sala de estar. Está completamente enfurecido y puedo verlo en sus ojos, en su manera de actuar. No le gustó que mi madre me tocara, él dijo que me protegería de lo que sea, y lo está haciendo en este momento.
-¡Fuera de mi casa, no volverás hasta que le pides perdón a mi esposa! -grita en el corredor. Los gritos se pueden oír por toda la mansión, pero simplemente no me importa. Estoy molesta, dolida y no quiero decir nada. Seco mi mejilla y me quedo sentada en el sillón, ya tendré tiempo de desahogarme como pueda.
-Pero, Adrien, querido, yo... -protesta fingiendo inocencia.
-¡Lárgate, Carla! ¡Lárgate antes de que te eche a la calle yo mismo! -grita con toda su furia. Me abrazo a mis piernas y oigo como la puerta de la entrada se cierra de un portazo.
Lo veo aparecer en la sala de estar y rápidamente correr hacia mi dirección. Se sienta delante de mí y toma mi rostro entre sus manos. Observo su cara y me detengo en sus ojos, hay preocupación, enfado, tristeza y confusión. Sentimientos encontrados que necesitan una explicación que no quiero darle ahora. No estoy lista.
-Gea, cariño, dime que estás bien, por favor -me implora acariciando mi roja mejilla una y otra vez. No puedo responder,
no quiero hacerlo tampoco. Me siento completamente estúpida. La humillación del momento me inunda el cuerpo y necesito estar sola.
Me muevo de su lado y me pongo de pie. Seco mi mejilla de nuevo, porque una lágrima no deseada escapó, y camino en dirección a la salida. Adrien sigue mis pasos en silencio y toma mi mano para que me detenga. Volteo bruscamente y choco mi cuerpo contra el suyo.
-Adrien... -digo intentando contener el llanto que guardé muy dentro de mí durante años. Ya no hay ni una sola máscara, todas están destrozadas en el suelo. Mi Gea interior, esa Gea frágil, sensible y, sobre todo, vulnerable, salió a flote, las demás desaparecieron y me dejaron completamente sola. No puedo defenderme de mi misma.
-Gea, por favor, déjame ser parte de esto -me implora con dulzura, pero no puedo ceder a su petición, no en este momento.
-No...
-Gea, por favor...
-¡Déjame sola!
Me suelto de su agarre y corro en dirección a la biblioteca, necesito silencio, paz, quiero esclarecer mis pensamientos porque no puedo evitar sentirme como una completa estúpida. Mi madre arruinó lo que estaba siendo perfecto, destruyó la muralla que demoré más de diez años en construir para defenderme de sus ataques. Me siento completamente quebrada, ya no seré la misma. Cuando él sepa la verdad todo el desastre será completamente inevitable.
Sigo sentada en el sillón individual de la biblioteca, abrazo mis piernas fuertemente, apoyo mi mejilla en mis rodillas y contemplo con detenimiento la lluvia que cae incesantemente sobre el jardín trasero. El día es
gris, yo me siento gris y no tengo ánimos de nada. No sé por cuánto tiempo he estado aquí exactamente, pero sé que ya han pasado un par de horas.
He pensado en muchas cosas y sobre todo en Adrien. Él es el motivo principal de mis pensamientos y sé que en este momento debe de estar encerrado en su despacho, preocupado por lo que sucede. No quiero que se preocupe, pero tampoco quiero explicarle el porqué de todo este maldito desastre. Es más fácil guardar silencio y lamentarme para mis adentros, él debe entenderme.
Oigo como la cerradura de la biblioteca se mueve y me limito a seguir observando el clima. Sé que es él, ha pasado bastante tiempo y supuse que haría lo que está haciendo justo ahora. La puerta se abre y oigo sus pasos en mi dirección. Se coloca delante de mí, pero mi vista se pierde en las afueras de la casa, no me atrevo a verlo a los ojos.
-Mírame, Gea -me ordena con la voz cargada de dulzura y paciencia.
Me muevo un poco y lo observo detenidamente. Se dio un baño y ahora luce como siempre. Lleva una camisa blanca, como las que suele utilizar usualmente, con las mangas dobladas a la altura de los codos y un pantalón negro que combinan con sus zapatos del mismo color. Se ve hermoso, aunque su mirada no es la misma de siempre y comprendo que es por mí causa.
-Quiero estar sola un poco más.
Él no me dice nada, acaricia mi mejilla y luego se acerca para besar mis labios castamente. No me opongo, pero tampoco sigo su juego, no tengo deseos de nada. Suspira con evidente frustración, él extiende su mano hacia mi dirección y me da un sobre
color morado. Lo miro algo confundida, pero, sin decir más, se pone de pie y sale de la habitación.
Creo que sé lo que está sucediendo y no demoro en abrir el sobre. Hay una carta dentro y reconozco al instante esa letra.
Mi preciosa Gea:
Miles de dudas y preguntas invaden mi cabeza. No sé qué sucedió, pero sé que cuando llegue el momento correcto, lo sabré. Debo confesarte que muchas veces me he preguntado el porqué de tus actitudes, pero luego te veo sonreír y esas preguntas se esfuman.
En fin, acabo de notar que soy terrible escribiendo cartas de amor, pero quiero que te sientas mejor y haré lo que sea para que ya no llores. No me gusta verte llorar. Me juré a mí mismo que el día que me casara sería para siempre, y quiero que tú seas mi "para siempre", Gea. Sabes que estaré a tu lado, sabes que siempre podrás confiar en mí para decirme lo que sea...
Quiero hacerte reír, decirte cosas bellas, contemplarte todo lo que me sea posible, consentir cada uno de tus caprichos, que te enfades conmigo por lo que sea y que luego nos reconciliemos como solo nosotros sabemos hacerlo. Quiero hacerte feliz...
Tal vez, en este momento, no pueda hacerte sentir mejor, pero estoy dispuesto a abrirte mi corazón y decirte todo lo que siento y lo que pienso...
Eres la mujer más hermosa, complicada, seductora, atractiva, dulce (aunque no lo demuestres) inteligente, traviesa, divertida y especial que he conocido.
Podría pasarme toda una tarde diciéndote lo que me encanta de ti, Gea. Podría escribir
miles de adjetivos y, aun así, me faltarían páginas para detallar lo perfecta que eres para mí. Tú haces que mi vida tenga sentido, haces que llegar a casa valga la pena. Eres lo que quiero, lo que necesito. Pase lo que pase, siempre intentaré robarte una sonrisa; esa hermosa sonrisa que me vuelve loco, que hace que mi corazón palpite rápidamente, esa sonrisa en tu rostro es motivo para alimentar mi felicidad.
Nunca creí en la perfección hasta que apareciste en mi camino con tus caprichos, tus enfados, tus juegos de seducción, tus insultos e incluso tu manera de ver el mundo... Te apoderaste de cada uno de mis sentidos y te adueñaste de mi corazón por completo.
Jamás olvidaré el día que nos conocimos y nunca borraré de mi memoria el día de nuestra boda, a pesar de toda la indiferencia que demostramos, sé que los besos que te di y los que tú me diste a mí, no fueron forzados o actuación, había algo más fuerte... Y eso me ayudó a comprender los miles de sentimientos que tengo por ti, Gea. Sabes que te quiero, puedes sentirlo cada vez que estamos juntos y me hace ilusión creer que tú también sientes lo mismo.
Espero que esto te haya abierto los ojos y ruego que comprendas que te quiero mucho más de lo que tú te imaginas. Tal vez, esa no sea la palabra, es más profundo e intenso que un simple "Te quiero". No pretendo arriesgarme aún, no lo diré hasta estar seguro que sientes lo mismo que yo, de que estamos en la misma página.
Nunca olvides que te quiero más de lo alguna vez quise a alguien y tampoco olvides que
eres lo más importante para mí, mi preciosa Gea. Solo tú...
Con amor, Adrien.
Termino de leer la carta de Adrien y noto como varias lágrimas comienzan a caer inconscientemente. No puedo creer que él me haya escrito todo esto, no puedo creer que lo que él siente no es un simple "Te quiero", es mucho más y yo también siento mucho más. Me desespera no poder gritarlo a todo el mundo, pero es como él dice, necesitamos estar seguros de que estamos en la misma página.
Oh, mi Dios. Esto es completamente inesperado y me tomó por sorpresa. Debo admitir que me siento mejor, no del todo, pero sus palabras me ayudaron a comprender muchas cosas, creo que por fin he abierto los ojos. Ahora sé a qué se refería...
Una sonrisa se escapa de mis labios y no puedo contenerme, ahora estoy llorando de felicidad, mi humor cambió rápidamente y Adrien es el culpable de ello.
Me pongo de pie, veo su carta de nuevo y la guardo en el sobre con cuidado. La dejo sobre el amplio escritorio de la habitación y seco mis lágrimas con el puño de mi abrigo. Camino hacia la puerta y al abrirla, lo veo ahí, esperándome con impaciencia. Nuestras miradas se cruzan, sé que está nervioso, se arriesgó al máximo y no sabe cómo reaccionaré.
Me lanzo a sus brazos y oigo como sonríe, me estruja contra su cuerpo con fuerza, como si me necesitara más que al aire que respira, y acaricia mi cabello mientras que yo escondo mi cara en su cuello.
-¿Prometes que jamás vas a dejarme sola? -pregunto evitando el llanto.
-Lo prometo, Gea. Jamás te dejaré sola -me susurra
al oído con el tono de voz cargado de seguridad y de promesas.
Sé que será así, estaremos juntos siempre, puedo imaginármelo, incluso. Todo será perfecto si logramos superar algún que otro obstáculo.
Él toma mi rostro, coloca su mano detrás de mi nuca, acerca mi boca a la suya y nos besamos con delicadeza y dulzura. Lo único que se oye es el ruido de la lluvia ahí afuera y nuestras bocas que se mueven al compás. Oh, si...
Me separo de él con una sonrisa en el rostro. Ya me siento mejor y quiero hacer algo que siempre tuve deseos de hacer.
-¿Qué sucede? -pregunta con el ceño fruncido.
Me río y tomo su mano. Cruzamos la biblioteca y abro los altos ventanales que dan directo al balcón trasero. No dejo que proteste y lo arrastro debajo de la lluvia. Las gotas de agua comienzan a mojarnos rápidamente, primero me siento extraña y algo incomoda, pero luego comienzo a reír como jamás lo hice, me muevo y doy un par de vueltas sobre el lugar y dejo que el agua haga su trabajo.
Adrien parece sorprendido, pero no me dice nada, sonrío hacia su dirección, me acerco lentamente, tomo su cara entre mis manos y vuelvo a besarlo. Las mariposas se liberan, mi Gea interior, la que no usa máscaras, me sonríe y me aplaude. Mi perfecto esposo me toma de la cintura y entre besos y caricias empezamos a dar vueltas por todo el balcón. Compartí con él uno de mis momentos soñados, un beso bajo la lluvia...
Siempre supe que sería con alguien que amase y sé que amo a este hombre. Todo parece tener sentido. Ya no existe mi madre, los problemas, las discusiones..., nada puede arruinar mi felicidad. Soy completamente feliz, Adrien me hace feliz...
-Mis sentimientos son más profundos que un "Te quiero", Adrien.
Hay amor entre ambos y nadie puede negarlo. Ya no es actuación, todo se volvió realidad.
-¿Eso quiere decir que estamos en la misma página? -pregunta sobre mis labios con una sonrisa.
-Sí -susurro-. Estamos en la misma página...
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14. Mi esposa
Es viernes, por fin llegó el día, por fin se acerca el fin de semana. Aún no puedo creer que él y yo estuvimos todo el día de ayer juntos y, además de eso, hoy también faltó al trabajo. Si sigue así voy a acostumbrarme y no podré separarme de él, aunque sé que la magia se romperá cuando llegue el lunes.
Bajo las escaleras y voy a buscarlo. En la última hora recibió demasiadas llamadas de la empresa y entiendo por qué. Ha estado ausente por dos días y todo debe de ser un completo desastre. Es por eso que yo prefiero no saber demasiado sobre su empresa, debe de ser estresante y aburrido.
Recorro el pasillo y entro a su despacho. Él Se ve completamente concentrado en la pantalla de su portátil y no nota mi presencia. Lo observo detenidamente, luce perfecto, me siento como una adolescente y suspiro por cualquier cosa.
Adrien eleva la mirada, sonríe, cierra su computador, se pone de pie, camina hacia mí y besa mis labios castamente.
-Hola.
-Hola -responde.
Me observa detenidamente y acaricia el dorso de mi brazo con delicadeza. Cierro los ojos, coloco mi mejilla sobre su pecho, siento su aroma, suspiro y lo abrazo. No tengo nada que hacer y podría estar así todo lo que resta del día.
-Te ves hermosa -susurra sobre mi oído derecho-. Muy hermosa.
Sonrío, acaricio su cara, desprendo los primeros botones de su camisa, observo su pecho y deposito un beso en el. Quiero sexo, más sexo, quiero que esté a mi lado en nuestra cama, que se olvide de sus llamadas, de su trabajo, quiero que descanse, quiero que toda su atención esté en mí.
-¿Qué haremos hoy?
-Parece pensativo y cuando está a punto de responder, su bendito teléfono suena e interrumpe mi momento.
-Dame un minuto, preciosa -murmura tomando su celular del bolsillo de su pantalón. Suelta un bufido y pone los ojos en blanco, me río y luego observo como contesta su llamada.
-Adrien -dice a modo de saludo con la voz cargada de seguridad-. Oh, suena bien... -musita sonriente. Debe de ser alguno de sus amigos de la empresa o algo así, porque habla con demasiada familiaridad-. Claro, seguramente podré ir... Sí, creo que es genial... Estoy con mi esposa, pero los veré en una hora... bien, adiós.
Cuelga la llamada y siento como la decepción me invade. Si, sabía que duraría poco tiempo y aquí está, la magia se rompió antes del lunes. Se marcha con no sé quién y va a dejarme sola, completamente sola un viernes en la noche.
Me siento completamente molesta, no me agrada que quiera marcharse a no sé dónde sin mí. Mi Gea interior se muere de celos y de enfado. ¿Por qué tiene que aceptar las invitaciones de sus amigos? ¿A dónde demonios va? ¿Por qué me siento completamente insegura en este momento?
-Cariño, era Drew. Acaba de invitarme a un partido de futbol esta noche.
Frunzo el ceño y me cruzo de brazos, pero no... Él no debe saber que me molesta que salga con sus amiguitos a hacer no sé qué cosas. Tengo que jugar este juego mejor que él, debo de ser más astuta. La reina siempre gana.
-Un partido de futbol... -digo de manera pausada como si estuviese procesando el
significado de esas palabras.
-Sí, es en una hora. Pero si quieres, puedo esperar y salimos a cenar -sugiere no muy convencido-. Tú escoges.
Sí, claro que yo escojo. Siempre lo hago, soy la que tiene el control absoluto en esta relación. Yo doy órdenes y decido. Quiero que Adrien sufra por ser tan tonto y por querer dejarme completamente sola. Me las pagará como no tiene idea. Mis planes de sexo se terminan aquí, pero mi plan de "arrepiéntete" está a punto de comenzar. Me coloco mi máscara de "todo está bajo control" y me acerco a él sin prisa alguna.
-Descuida, Adrien. Ve si quieres, llamaré a una de mis compañeras y la invitaré a beber algo por ahí.
Frunce el ceño no muy contento con mi idea, pero sé que la aceptará de todos modos.
-No creo que sea bueno que salgas sola -dice como si intentase buscar la excusa perfecta para decirme que no. Pero fracasa, a mí nadie me dice que no, y menos él.
-Ve a tu partido y yo me reuniré con alguna de mis compañeras -insisto para que ya no moleste. Se arrepentirá por lo que está haciendo. No volverá a dejarme sola jamás-. Te prometo que me cuidaré y regresaré temprano -murmuro acercando mi boca hacia la suya. Mis tácticas de seducción jamás han fallado y no fallarán. Estoy cien por ciento segura de lo que hago.
Adrien se va de la casa y percibo el vacío y el odio en mi interior. Acaba de renunciar a su esposa para pasar un maldito momento con sus estúpidos amigo a los cual no tolero del todo. Es mi esposo,
es completamente mío y hoy debo compartirlo. Genial. Mi autoestima está por lo más bajo que jamás ha estado y me siento patética. "Compañera", supuestamente saldré con una compañera, pero no tengo compañeras ni amigas. Todo es un completo desastre y estoy muy disgustada, quiero que se moleste y que vaya detrás de mí.
Tomo mi celular y marco el número de Damien. Espero a que conteste y cuando lo hace una sonrisa se escapa. Se perfectamente lo que haré y, como siempre, todo lo que hago lo hago bien. Sé lo que Adrien dirá cuando se entere de mi travesura.
-Nena -dice alegremente.
-¿Qué harás esta noche?
-¿Por qué? -Mierda. Odio dar explicaciones. No es lo mío. Me saca de quicio tener que hablar de más. Estoy dándole una orden o algo así, no es tan complicado-. Estoy en la suite del hotel -me responde al ver que no he dicho nada más. Sí, tengo que hacerlo.
-¿Quieres hacer algo hoy? Estaba pensando en ir a un club muy bueno en el centro.
Me siento completamente humillada. Gea Eggers pidiéndole a un hombre que la acompañe a algún lugar. Es completamente ridículo, jamás me lo hubiese imaginado de esta manera.
-Creí que estabas con tu esposo.
Si eso creí también hasta que decidió hacerse el esposo rebelde y escapar con sus estúpidos amigos a un partido de futbol sin sentido. Futbol, odio ese deporte, siempre es un obstáculo.
-No voy a tolerar tus preguntas estúpidas. Estaré en Fabric, en el centro, en una hora. Si no vas, te lo pierdes y si decides acompañarme la pasarás genial -murmuro secamente.
Cuelgo la llamada y subo las escaleras con rapidez. Haré que Adrien se moleste y se arrepienta por todo lo que está haciendo.
Busco en mi armario algo que ponerme. Hace más de un año que no salgo a lugares como esos. Siempre quise regresar a ese increíble sitio disco junto a Adrien, pero jamás me atreví a sugerírselo. Antes no había tanta confianza como ahora.
Por un lado me siento culpable. Sé que miles de recuerdos invadirán mi mente. Tendré que luchar para no recordar segundo a segundo todo lo que sucedió en ese lugar. Es parte del pasado, un pasado que casi he olvidado, pero no del todo. Fue una gran herida que acaba de cicatrizar y no quiero que me afecte de nuevo.
Revuelvo cientos de piezas de ropa, pero no encuentro nada que sea lo suficientemente bueno para mi nuevo debut, para que Adrien se moleste y se vuelva loco de los celos. Quiero que enloquezca. Algo negro es lo adecuado, pero debe de ser lo suficientemente sexy. Tal vez, ese vestido que compré para nuestro aniversario y nunca utilicé porque terminamos peleando por una estupidez. Si, ese vestido es el correcto. Lo busco entre las cajas de colores de la repisa más alta y, cuando lo encuentro, lo quito de su empaque y lo observo delante del espejo. Es corto, tiene la espalda sumamente descubierta, favorece el contorno de mi cintura y la curva de mi trasero. Sí, es perfecto. Me desnudo y me lo coloco rápidamente.
Tacones negros, maquillaje, algo de perfume, el pelo suelto, y sigo viéndome hermosa. Tengo una mirada cargada de diversión y molestia al mismo tiempo. Sé que será sumamente entretenido. Espero
que Damien me acompañe y, si no lo hace, las cosas si se saldrán de control. Oh, sí. La Gea mala está lista para todo.
Me tomo una fotografía de cuerpo entero y se la envío a mi esposo. Espero unos segundos hasta que responda, pero no lo hace. ¿Por qué no responde? Está en línea y ni siquiera está escribiéndome. Tal vez debe de estar en shock. Oh, sí. Me siento mucho mejor. La Gea malvada se apoderó de mí por completo.
Mi celular suena y sonrío ampliamente. Adrien está llamándome y debe de estar molesto y excitado.
-Hola, cariño -digo sonriente.
-Nunca tuve objeciones a tu manera de vestir, Gea, pero no te permito que uses ese vestido.
Oh, cariño, es tan dulce cuando está molesto.
-¿No te gusta mi vestido? -cuestiono fingiendo voz de inocencia y tristeza, pero me muero de risa por dentro-. Creí que te gustaría. Lo compré hace mucho tiempo para ti, pero decidiste poner a tus amigos en primer lugar...
-Gea, es un vestido demasiado corto y provocador, recuerda que estás casada.
-Siempre recuerdo que estoy casada, cariño. Si me hubieses escogido en vez de tu partido de futbol podrías tenerme entre tus brazos, yo podría estar gimiendo y gritando debajo de ti...
Mi voz suena sensual al otro lado de la línea, me excito en mi interior, pero por fuera mantengo el control. Lo oigo resoplar y percibo su respiración algo más agitada. Arrepentirse de lo que ha hecho será poco.
-Gea, cariño, por favor... -me implora entrecortadamente.
-Tú y yo podríamos estar juntos, desnudos y disfrutando de nuestros cuerpos sin parar. Yo podría estar
gimiendo tu nombre una y otra vez...
-De acuerdo, Gea. Quítate ese vestido y espéreme desnuda en la cama -me pide-. Por favor.
Oh, no. Eso no funcionará ahora. Ya me he convertido en la villana y no dejaré que me confunda.
-Es demasiado tarde para dar órdenes -siseo quitando un mechón de cabello de mi rostro. Sonrío y me hecho una última mirada en el espejo. Esta noche será muy, pero muy divertida-. Ahora tengo el control, Adrien. Siempre lo tengo.
-¡Gea! -grita desesperadamente-, ¡Sales de esa puta casa vestida así y estarás en problemas! -protesta furioso al otro lado de la línea.
-Disfruta el futbol, amorcito -Me río fuertemente y cuelgo la llamada.
La peor noche de Adrien está dando inicio a la noche más maravillosa para mí.
Entro a Fabric y la música ensordece mis oídos. Me siento completamente diferente y mi corazón late rápidamente. Estoy haciendo algo muy malo y tendré mis consecuencias. Observo el lugar, pero hay demasiada gente, será casi un milagro si encuentro a Damien.
Avanzo entre la gente y creo mi propio camino. Hay más hombres que mujeres, lo cual me resulta mucho más divertido. Lanzo miradas sensuales y una sonrisa brillante a todos los que me observan con la boca abierta. Si, lo sé, soy hermosa y tal vez soy lo más precioso del lugar, pero no es necesaria tanta obviedad.
Me muevo levemente mientras que me dirijo hacia la barra. Pienso beber hasta que me canse. Adrien se arrepentirá. ¿No entiende que no quiero compartirlo con nadie? Es mío, solo mío, y de nadie más.
Debería de estar conmigo en este mismo momento y no en un estúpido partido de futbol. Lo detesto tanto a veces que lo quiero mucho más. No tiene sentido.
-¿Qué te sirvo, hermosa? -pregunta un hombre alto y con unos brazos para morirse. Aparto un mechón de cabello hacia atrás como toda una diva y sonrío. Me siento en el taburete recubierto por cuero negro y cruzo las piernas en dirección a un grupo de hombres que me observa detenidamente.
-Dame algo que me vuelva loca -le digo entre gritos para que me oiga sobre la música electrónica que se apodera de todos mis sentidos. Me siento como una adolescente, como cuando tenía diecisiete y escapaba de casa y me infiltraba en estos lugares para hacer desastre.
El chico se voltea y, segundos después, tiende delante de mí una bebida color rosa con un leve color naranja en medio. Frunzo el ceño, pero sin preguntar qué es, lo bebo rápidamente. Es delicioso. Mi garganta quema, pero sinceramente me importa una mierda. La Gea rebelde de años atrás está de regreso. Pienso hacer lo que se me antoje.
Bebo todo el contenido de mi vaso y siento como el alcohol comienza a hacer efecto en mi interior.
-¡Oh, mi Dios! ¡Me encanta esa canción! -exclamo emocionada-. ¡Cuida mi bolso, guapo!
Me vuelvo completamente loca, dejo mi bolso sobre la barra y corro a la pista de baile cuando una canción de Icona pop comienza a sonar en todo el lugar, haciendo que el suelo vibre y
que todos bailen animadamente. Oh, acabo de convertirme, siento algo estremecedor en el pecho y comienzo a bailar cuando todo parece estallar. Me muevo de un lado al otro como jamás lo hice en toda mi vida. Unas chicas se acercan a mí y rápidamente hacemos un grupo de baile. Más gente se suma a nuestra ronda y ahora veo a hombres de mi edad bailando y saltando. Es increíble, me río sin motivo alguno y bebo de los vasos de finas bebidas que me ofrecen.
Siento como dos manos me toman de la cintura, me volteo rápidamente con una sonrisa en el rostro y veo a Damien, vistiendo una camisa negra y un pantalón de jean gastado. Me encanta, me encanta. Me lanzo a sus brazos y lo abrazo fuertemente.
-¡Viniste! -grito animada. Me siento completamente feliz. Él acaricia la curva de mi cintura y cuando todo estalla de nuevo empezamos a movernos al compás de los que saltan de un lado al otro como si no hubiese un mañana. Es una verdadera fiesta-. ¿Cómo me encontraste? -exclamo acercándome para que me oiga.
-Fácil, nena. Buscaba a la más hermosa del lugar.
Sonrío ampliamente y beso su mejilla. Él toma mi mano y seguimos bailando. Conseguí olvidarme de todo y de todos. Soy solo yo, solo Gea, la que siempre quiero ser, sin nada que fingir, sin mentiras. Todo es perfecto.
-¡Muévete, nena! -grita y comenzamos a saltar con todos los demás.
No sé cómo lo hago con tacones, pero todo lo hago bien. Me río sin motivo y dejo que Damien me abrace y me tome de
la cintura en determinadas ocasiones. No me molesta, sé que le estoy dando demasiada confianza, pero me siento bien y ya sabe que solo somos amigos. No tengo por qué preocuparme. Todo está bajo control.
Bebo mi cuarto vaso y empiezo a sentir como los líquidos rebotan en algún lugar de mi cuerpo. Estoy completamente feliz y algo perdida. Me tambaleo a un lado sin notarlo y Damien me toma con delicadeza para que no me caiga. Sonrío y beso su mejilla de nuevo.
-Otro -le digo al chico que atiende la barra. Él hace una mueca, pero prepara rápidamente lo que le pido.
Tomo mi celular para hacer algo de tiempo. Veo la pantalla y debo hacer fuerza para no dejar que mi mandíbula toque el suelo. Estoy sorprendida. Tengo diecisiete mensajes de Adrien, más de veinte llamadas perdidas y nueve mensajes de voz. Oh, mi Dios. Debe de estar enloqueciendo.
Decido abrir un mensaje al azar para ver qué tan enojado está.
*¡MALDITA SEA GEA HANDERWINTT! ¿DONDE MIERDA ESTÁS?*
Suelto una carcajada que dura más de treinta segundos. Si, está enfadado, muy enfadado. Ya no soy Gea Eggers, su esposa, ahora soy Gea Handerwintt. Oh, Dios...
El chico regresa con mi jugo, me lo entrega y dejo otro billete de cien sobre la mesada. Lo toma y sigue con su trabajo. Voy a beberlo, pero Damien me lo quita de las manos y niega con la cabeza en señal de desaprobación.
-Creo que ya has bebido suficiente por hoy, nena.
-No me digas lo que debo hacer.
-Por favor, nena... -me implora-, puedes divertirte sin tener que beber de esta manera.
Le arrebato el vaso y bebo de su contenido sin importarme lo que me diga o lo que intente hacer para que deje de beber. Haré lo que se me antoje. ¿Quién se cree que es?
-Eres igual a mi esposo -siseo-. Crees que tienes el control, crees que con un poco de confianza puedes ejercer algún poder sobre mí... -murmuro acercándome a su boca-, pero..., ¿sabes qué? Nadie puede controlarme, Damien, nadie...
Me alejo un par de pasos y le entrego mi vaso vacío a uno de los chicos que antes bailaba conmigo. Me muevo hacia la tarima y me subo en ella. Ya es demasiado tarde, no me importa más nada. Acabo de perder el juicio y la cordura, esta noche será diferente. Todos me aplauden y veo la multitud observándome impaciente, mueren por saber que haré. Me siento fantástica, oigo gritos de aliento por encima de la música y muchos halagos. Sí, soy hermosa, lo sé... comienzo a moverme de un lado al otro y todos estallan en gritos de felicidad y emoción. Bailan junto a mí, solo que yo estoy en una posición mayor, los observo desde arriba como si ellos estuviesen a mi disposición. Soy la reina aquí.
Bailo, me muevo, sonrío, sigo moviéndome y empiezo a perder la cordura. Me mareo un poco y veo como todo se mueve a mi alrededor, pero no me detengo, hay humo color rosa, luces que chocan con mi cara y un parlante que hace que mis oídos tiemblen incesantemente. Nada me importa, me estoy divirtiendo.
Volteo mi cuerpo y ahora le bailo al público de espaldas, a todos los hombres les encanta, percibo la envidia femenina en el lugar, me lanzan cuchillos en sus pensamientos, pero logro esquivarlos todos,
soy mejor que ellas.
Siento una mano fría y grande sobre mi tobillo y me volteo rápidamente como un acto reflejo. Observo a Damien a uno metros de mí, me mira con mala cara e intenta hacerme entrar en razón.
-¡Basta ya, Gea!-grita saliéndose de control. Oh, otro que también se enojó. Genial...
-¡Déjame en paz! -Él niega con la cabeza, suspira, me toma desprevenida y me carga en sus hombros. Grito, lloriqueo, pataleo como una niña de tres años y golpeo su hombro, pero él no se detiene. Cruza toda la discoteca y percibo como la furia se apodera de mí. Estoy completamente humillada, acaba de humillarme delante de medio Londres. Oh, mi Dios, creo que ahora si lloraré.
Me suelta en el piso, me tambaleo un poco y rápidamente me toma de la cintura y apega su cuerpo al mío. Hacemos contacto visual e intento zafarme de su agarre. Estoy muy molesta, voy a golpearlo por maldito e insolente. ¿Cómo pudo humillarme a si? A mí, Gea Eggers.
-Cálmate, Gea. Estás completamente borracha -me dice en un susurro, mientras que acerca su boca a la mía. Observo cómo se contiene. Quiere besarme, quiere hacer lo que tuvo deseos de hacer desde que me conoció y me siento completamente estúpida como para poder detenerlo. Tal vez si me besa, el enfado desaparezca.
-Eres hermosa, Gea Eggers.
-Tú quieres besarme... -digo juguetona mientras que muevo mi dedo sobre su pecho.
-Me muero por hacerlo...
-¡Suéltala, hijo de puta! -grita
entrometiéndose entre ambos. Me paralizo y solo logro ver como Adrien golpea la nariz de Damien.
-¿Qué mierda te pasa? -cuestiona Damien limpiando la sangre de su nariz, que también se derrama por su camisa. Parece desconcertado y su mirada se posa en mí para comprobar que estoy bien.
-¡Es mi esposa, maldito! -grita y se lanza sobre él nuevamente. Damien se defiende y también golpea a Adrien en el mentón. Todos se detienen y observan la situación con incertidumbre y sorpresa.
Intento moverme, pero estoy completamente asustada. Mi esposo parece una bestia sin control, está cegado por los celos. Malinterpretó lo que estaba sucediendo aquí y sé que todo será un completo desastre. ¿Qué mierda ha hecho? Oh, maldición. Acabo de arruinarlo todo. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Lo inevitable está sucediendo. Estoy en problemas.
-¡Basta, Adrien! -chillo acercándome a su cuerpo, tomo su brazo para que se detenga, pero no es tan sencillo. Además de humillada me siento inútil-, ¡Estás fuera de control!
-¿Fuera de control? -pregunta exasperado. Hago contacto visual con él y sé que está furioso, desquiciado, completamente fuera de sí, no es mi Adrien-. No sé dónde estás y cuando te encuentro, ¡te veo a solo unos centímetros de un tipo! ¡Te comportas como una perra!
Mi boca se abre ligeramente y siento como mi corazón se rompe. No puedo creer que esté pensando en eso. ¿Cómo se lo explico? ¿Tengo que darle explicaciones? Me llamó perra... Eso es mucho peor.
Siento un leve mareo y me tambaleo hacia un lado al punto de casi caer al suelo, pero Adrien me toma con furia y me saca del lugar a rastras.
-¡Me estás haciendo daño! -grito cuando corremos hacia su coche-. ¿Qué sucederá con mi auto? -pregunto. No sé dónde dejé el mío, pero está más que claro que a él no le importa.
-Cállate -me ordena.
-¡No me voy a callar! -exclamo.
-¡Bien! -me dice elevando el tono de voz.
-¡Bien! -grito.
No dice nada, sigue apretando mi brazo con todas sus fuerzas, como ya lo hizo una vez. Suelto un sollozo y él me coloca bruscamente dentro de su coche. Mi cabeza comienza a dar vueltas y cuando el automóvil acelera rápidamente por la desierta autopista, percibo algo extraño que sube por mi garganta. Voy a vomitar si no se detiene. Me siento fatal, estoy molesta, disgustada, me siento como una idiota y Adrien solo empeora las cosas. Sé que intentar solucionar esto será en vano. No hay solución. Lo inevitable sucedió y ya no hay más "En la misma página" todo se volverá frío y distante como antes.
-Basta, Adrien. Detente, por favor -le suplico con la voz entrecortada. Me tiro hacia atrás en el asiento y percibo como mi estómago se revuelve una y otra vez. Mierda ¿Por qué me descontrolé así? No puedo tener el control sobre mi misma y me siento patética. Parezco una adolescente-, ¡Adrien! -grito eufóricamente porque no me hace caso. Parece perdido en sus pensamientos, su mandíbula
está tensa y sus manos aprietan el volante al igual que sus pies el acelerador. Nos va a matar si sigue así-, ¡Detente!
-¡Cierra la boca, Gea! -grita perdiendo el control.
El coche se tambalea de un lado al otro y un estruendo hace que me mueva hacia a delante y luego hacia atrás. Si no fuera por el cinturón de seguridad estaría saliendo del auto. Adrien golpea al volante y suelta un reguero de insultos a todo Londres. Elevo la mirada y veo como el vehículo está hecho pedazos en la parte delantera por causa de uno de los faroles de luz de la autopista. Oh, mierda. Esto no está nada bien.
Miro a Adrien y Adrien me mira a mí. Parece molesto, pero también asustado, me observa detenidamente para comprobar que nada me sucedió y cuando presiento que se acercará a abrazarme o algo así, no lo hace.
Sale del auto y cierra la puerta de un golpe. Patea la rueda delantera y observa el daño detenidamente. Toma el celular de su bolsillo y se aleja unos metros. No hay ni un solo vehículo en los alrededores y la iluminación es escaza. Me quito el cinturón, luego abro la puerta y me bajo. Necesito un poco de aire, necesito respirar o me volveré completamente loca. Mi cabeza sigue doliendo y aún tengo nauseas. No debí de beber de esa manera, pero ahora lo más importante es intentar explicarle a Adrien que esto no es lo que él cree. Debo decirle lo que sucedió.
Me acerco cautelosamente y lo escucho hablar de mala manera con alguien por teléfono. Cuelga la llamada y cuando se voltea, choca con migo y parece algo sorprendido. No sé cómo empezar a hablar,
necesito que me diga algo, necesito que me demuestre cuáles son sus sentimientos en este momento, además del enojo que se apodera de sus sentidos. Estoy confundida y me siento culpable de algo que jamás hice.
-¿Podemos hablar? -digo en un vago intento por entablar conversación.
-No hablaré contigo, Gea -me dice duramente-. Regresa al coche.
-Escúchame, Adrien, por favor -suplico como pocas veces lo he hecho en mi vida. La culpa me consume y verlo de esta manera me convierte en una maldita débil-. No es lo que tú crees, jamás te fui infiel, jamás lo haría... -murmuro intentando aligerar la tensión del ambiente y, también, los pensamientos que surcan por su cabeza, atormentándolo a él y a mí de maneras desiguales.
-Iba a besarte, Gea -Veo dolor, enfado y disgusto. Es como si lo hubiera traicionado. Arruiné algo perfecto sin siquiera notarlo-. Ese tipo iba a besarte, iba a sentir tus labios, iba a hacerlo. Tú eres mía...
Demasiado tarde.
Mis ojos están inundados de lágrimas y una de ellas se escapa inevitablemente. Verlo así me duele mucho más de lo que podría haber imaginado alguna vez. Me quiere, lo quiero, ¿por qué todo es así de complicado? Jamás lo engañaría y él lo sabe, fue un desliz, un paso en falso, pero pude evitarlo, Adrien lo evito. ¿Yo habría detenido a Damien si me hubiese besado? No sé la respuesta y por eso me siento como una maldita perra. Adrien tiene razón, lo soy de cierta forma.
-Es solo un amigo-siseo con la voz entrecortada-. Es el que me tomó una fotografía
el día de la fiesta, pero de verdad no lo conocía en ese momento. Yo...
-¿Qué hacía contigo? ¿Por qué? Dime que sucede entre ambos, dime que sientes por él-Su voz suena desesperada y cargada de miedo. Verlo así me rompe el corazón. Le hice daño...
-Adrien, por favor, no pienses lo que sé qué piensas. No es nadie importante -digo con seguridad. Necesito decirle que él es lo más importante que tengo en la vida, pero sé que no es buen momento porque no me creerá-. Se llama Damien y es solo un amigo.
-¿Un amigo? -cuestiona con una leve risita irónica que hace que mi mal humor y mis deseos de golpearlo se incrementen. No me gusta su juego y tampoco pretendo seguir sus reglas. Estoy siendo sincera y, a cambio, recibo burlas y risitas sin sentido-. ¿Cómo? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Desde cuándo sales con esa mierda? ¿Qué demonios te sucede? Ni siquiera conoces a ese tipo, eres una inconsciente. Me fui a España y seguramente te veías con él. ¿Qué haría yo si algo te sucediera? ¡Responde! -grita hacia mi dirección.
-¡Somos amigos!
-¡Un amigo que intentó besarte, que intentó besar a mi esposa! ¡Ese no es un amigo, Gea!
-¡A la mierda lo que pienses, Eggers! -exclamo furiosa-, ¡Vete al maldito demonio! Estoy intentando pedirte disculpas cuando ni siquiera hice nada malo y tú te comportas como un detestable y completo idiota.
Me volteo y camino pisando fuerte sobre el asfalto. No sé a dónde ir, pero a casa seguro que no. No quiero verlo por varios días, no volveré a pedirle disculpas, ni siquiera lo intentaré. Esto
se acabó y es completamente definitivo. Ya no somos nada. El mes romántico y especial se esfumó como por arte de magia.
-¡Gea! -grita a pocos metros de mí-, ¡Regresa aquí, ahora!
Me volteo a medias y lo reto con la mirada. No funcionará, conmigo.
-¡Púdrete, Eggers! -grito y sigo caminando.
Escucho sus pasos apresurados detrás de mí, pero no me volteo y tampoco me detengo. Si quiere perseguirme, que lo haga, pero, por más que lo intente, nada funcionará. Adrien está molesto y yo estoy molesta.
Él me toma del brazo con fuerza y hace que me voltee hacia su dirección. Choco con su torso y siento como me toma de la cintura con una mano, agarra mi cuello y aprisiona mis labios con los suyos desesperadamente. Me toma desprevenida, hunde su lengua en mi boca y muerde mi labio inferior.
-Me vuelves loco, Gea Eggers -Coloco la palma de su mano en la curva de mi trasero y lo aprieta levemente-. Me vuelves loco de todas las maneras posibles.
Reacciono rápidamente, la Gea pervertida se despierta y comienza a ser quien realmente es. Todo se transformó y ya no estoy molesta, ni siquiera recuerdo por qué peleábamos.
Paso mis manos por su pelo y lo revuelvo mientras que nos besamos. Él comienza a caminar y sigo sus pasos torpemente sin separarme de sus labios. Gimo cuando siento su cuerpo muy cerca del mío y el metal del coche sobre mi espalda desnuda. Su erección choca con mi bajo vientre haciéndome enloquecer, mis manos viajan hacia su pecho y así como estamos, en medio de la autopista casi vacía, comienzo
a desprender los botones de su camisa.
Nos movemos y abro la puerta del auto. Levanta mi vestido hasta que se arruga en mi cintura, se sienta, desprende sus pantalones y luego rompe mi ropa interior como un completo salvaje. Cuando me coloco a horcajadas sobre él, golpeo mi cabeza con el techo del vehículo provocando que los dos riamos levemente.
-¿Estás bien? -sonrío y asiento levemente con la cabeza y él pasa su boca por uno de mis senos al descubierto. Echo mi cabeza hacia atrás y suelto un gemido cuando su lengua recorre la areola que rodea mis pezones. Oh, mierda. ¿Esto de verdad está sucediendo? ¿O aún sigo borracha e imagino cosas?
-Creí que estabas enfadado -jadeo.
-Aún estoy enfadado -me responde.
No me importa que esté molesto. Al demonio todo. Quiero tener el control de nuevo.
-Dame tu teléfono -le ordeno con voz ronca. Él frunce el ceño, vuelvo a pedírselo y cuando me lo da, veo en la pantalla nuestra fotografía juntos. Toco un par de botones y I got you comienza a sonar.
Se mueve, me eleva unos centímetros y me penetra lentamente. Su miembro se introduce en mí y me hace enloquecer. Siento como me llena y como mi estómago se siente un poco presionado por la posición en la que estamos. Oh, Dios. Esto es fantástico. Adapto mis piernas a su cuerpo y arranco los botones que me quedan sin desabrochar de su camisa blanca. Lamo su pecho una y otra vez mientras que comienza
a moverse avivadamente.
-No confías en mí -musito entre jadeos llenos de placer. Apoyo mis manos en sus hombros y dejo que mis senos reboten en su cara incesantemente.
-Confío en ti -afirma con la mandíbula apretada. Deja caer su cabeza entre mis pechos y besa mi tórax levemente-. No confío en él, no confío en ningún otro hombre. Cuando se trata de ti, todos son enemigos.
Mi corazón late fuerte. Tomo su cara con ambas manos y acaricio su mejilla. Dejo que me bese, que me toque, permito que me haga lo que quiera. Todavía estoy disgustada, él también, pero así somos. Soy suya y él es mío, solo mío.
-Eres mía -afirma. Me penetra con más fuerza y hace que lo mire fijamente-. Solo mía, y que te quede muy claro, ¿de acuerdo?
-Sí, de acuerdo, soy tuya -digo una y otra vez. Estoy volviéndome loca. Sus movimientos me hacen vibrar y su manera de tocarme me provoca más deseo y excitación del que ya siento-. And when you need a place to run to -canto sensualmente sobre su oído derecho mientras que nos movemos juntos al ritmo de la canción que resuena en los parlantes del coche-For better or worse... -Él me sonríe y acaricia mi cara desesperadamente. Me siento en el cielo de nuevo. Si podemos superar esto, podremos superar lo que sea. Sé que volverá a molestarse, pero lo bueno es que ya sé cómo hacerlo entrar en razón.
-I got you... -canta sobre mi oído con una sonrisa que me arrebata todos los sentidos y hace que el cielo no sea nada comprado con este momento y este lugar.
-I got you, Adrien.
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15. Nena
El coche se detiene frente al local de comida rápida y Adrien frunce el ceño. No ha dicho nada en todo el camino y lo noto completamente molesto. Sé que no le agrada mi idea, pero lo hemos hablado en los últimos dos días y si él no quiere conocerlo, no me molestaré, pero no arruinaré mi amistad con Damien por celos sin sentido. La condición es que se conozcan y que Adrien decida que hará después. Yo no me apartaré de Damien y tampoco dejaré de verlo. Es mi amigo, eso él lo sabe y debe entenderlo.
-No puedo creer que estoy haciendo esto -murmura colocando la palma de su mano sobre sus ojos. Niega con la cabeza, suelta un suspiro y se baja de mi coche. Lo sigo y tomo su mano hasta que entramos al lugar.
Es medio día, almorzaremos con Damien y Adrien se comportará como todo un amable caballero y esposo perfecto, como debe de ser o estará en graves problemas.
-Solo intenta ser amable -le advierto en un susurro mientras que cruzamos el gran y amplio espacio repleto de niños y adolescentes.
-No te prometo nada -espeta tomando mi mano de manera posesiva.
Busco a Damien con la mirada y lo localizo en el mismo lugar en el que nos sentamos la primera vez que comimos en este lugar. Sonrío y dirijo a Adrien hacia allí. Mis piernas tiemblan y tengo mucho miedo de lo que pueda llegar a suceder, pero confío en que Adrien se comportará como un caballero y mantendrá la calma.
Me coloco delante de Damien y él se pone de pie. Adrien aprieta mi mano y no deja que lo abrace, pero me zafo de su agarre y lo hago de todas
maneras.
-Hola -le digo amablemente. Él sonríe y acaricia mi espalda levemente.
-Hola, nena. ¿Cómo estuvo tu borrachera? -pregunta sonriente.
-¿Acaba de decirte "nena"? -cuestiona Adrien, acercándose a mi oreja. Por el tono de su voz sé que está molesto, puedo sentir su cuerpo tenso detrás del mío.
Me muevo incomoda y recuerdo que él también está aquí. Tomo su mano, beso su mejilla y lo acerco a Damien. Quiero que todo salga bien, es lo único que deseo.
-Damien, quiero presentarte a mi esposo.
Intento comunicarle con la mirada que Adrien no volverá a golpearlo y recibo una sonrisa de comprensión por su parte. Mi esposo se coloca delante de mí de manera sobre protectora y estira su mano en dirección a Damien.
-Adrien Eggers -musita con frialdad-. Su esposo, el único al que ama, su príncipe azul, el amor de su vida y todo eso.
Damien, sonríe incómodo.
-Lo supuse -responde-. Soy Damien O'connor -Observo el apretón de manos de ambos. Es firme, cargado de seguridad. Se miran fijamente como si fuesen a matarse en cualquier momento, mientras que yo trato de calmar mis nervios con una falsa sonrisa-. Me rompiste la nariz hace dos días -agrega, provocando que abra mis ojos de par en par. No era necesario ese recordatorio.
-Sí, Lo recuerdo. Fue un placer hacerlo.
Rápidamente me coloco delante de Adrien y sonrío incomoda y avergonzada hacia Damien. Esto no está funcionando y empiezo a perder el control de nuevo.
-Adrien, cariño... -murmuro a modo de regaño.
-Descuida,
mi preciosa Gea -sisea basando mi mejilla apropósito-. Tu amigo y yo solo estamos bromeando -dice con sorna. Damien sonríe y se sienta en el cubículo. Yo lo hago también, Adrien se sienta a mi lado, y me rodea la cintura con su brazo derecho. Me siento incomoda, más de lo que creí.
-¿Quieres que ordenemos las hamburguesas? -pregunta Damien colocando su cámara fotográfica a un lado.
-Eh... -No sé qué decir. No tengo hambre, pero debo fingir que todo esto está saliendo bien. Tengo que seguir intentándolo, cueste lo que cueste-. Claro, te acompañaré -Me pongo de pie al mismo tiempo que él, pero Adrien me retiene y me sonríe falsamente.
-Mi preciosa Gea, espéranos aquí, amor. Yo acompañaré a tu amigo.
Me paralizo y observo de reojo a Damien que parece tan asustado como yo.
-Descuida, nena. Tu esposo y yo iremos por la comida -murmura-. ¿Quieres que escoja tu hamburguesa?
-Es mi esposa, yo escogeré su hamburguesa -interfiere Adrien con mal humor.
Me río en mi interior y me muevo incomoda. Estoy viendo como a Adrien se le retuerce la mandíbula al oír que Damien me llama "Nena".
Los observo caminar hacia el mostrador y hacer la fila. Tengo la vista perfecta de ambos. Son dos polos opuestos.
Están uno al lado del otro, de espaldas a mí, y parecen incómodos. Adrien luce sus típicos pantalones negros y su camisa blanca, que marca los músculos de su espalda y sus brazos, esos brazos que hacen que me vuelva loca. En cambio, Damien, es más bajo que Adrien, lleva esos pantalones de jean gastado, la típica
camisa a cuadros y el pelo alborotado. Son completamente desiguales y sé que necesito a ambos en diferentes aspectos.
Damien le murmura algo a Adrien, pero estoy muy lejos y no logro oír nada. Me desespero.¿De qué están hablando? Avanzan en la fila hasta llegar al mostrador. Damien escoge su comida y Adrien ordena algo, que no sé qué es, pero lo hace con sutileza y elegancia. El chico que los atiende se mueve velozmente en busca de su orden. Damien se ofrece a pagar todo, pero Adrien protesta y le entrega su tarjeta dorada al chico. Finjo juguetear con el celular cuando veo que se acercan con las bandejas. Cada quien se ubica en su lugar en completo silencio. Debo salvar este momento, debo hacer que funcione. No quiero que Adrien se moleste y no dejaré de ver a Damien por mero capricho de mi esposo.
-¿Que ordenaron?
-Ordené lo de siempre, nena. Tu esposo pidió una hamburguesa simple para ti y algo más para él.
-Que bien.
-Sí, genial -espeta Adrien-, pero te agradecería que llamaras a MI esposa por su nombre, que es Gea, y no "nena", como sueles hacerlo, porque tendré que romperte la nariz de nuevo.
-¡Adrien!-exclamo rápidamente.
-Descuida, compañero -sisea con despreocupación. Adrien aprieta los dientes de nuevo mientras que yo trato de definir mi estado de ánimo. De verdad no me esperaba estos celos desenfrenados, no quiero que se pase de la raya, pero admito que me gusta verlo celoso-. Tu esposa y yo solo somos amigos, no es necesario que tengas esos celos excesivos.
-Porque no te...
Coloco mi mano
sobre la rodilla de mi esposo y le clavo mis uñas. Ya estoy molesta, se suponía que todo saldría bien, me lo prometió varias veces, le supliqué que se comportara como el caballero que es, que confiara en mí, pero no lo hace.
-Basta.
Me siento mal, no solo por mí, sino también por Damien. Él no ha hecho nada malo, nunca intentó nada y las cosas entre ambos están muy claras. Confío en él, pero Adrien, la persona que más quiero en la vida, no confía en mí. Damien es solo un amigo, mi primer amigo real y él no lo entiende.
-Si me disculpan, me voy a retirar por unos minutos -digo en un murmuro apenas audible. Tengo ganas de llorar. Esto es terrible-. No me encuentro bien.
Me pongo de pie y la mirada de ambos se clava en mi rostro. Esto es completamente estúpido, pero necesito estar sola. Debo decidir si tengo que seguir con esto o acabar todo aquí. No voy a soportarlo.
Adrien intenta retenerme cuando toma mi mano con delicadeza, pero la aparto rápidamente, tomo mi bolso y salgo del local. Comenzó a llover, genial, perfecto, lo que faltaba pera verme aún más patética. Cruzo el estacionamiento al aire libre, sin importarme por las gotas de agua que mojan mi cabello y mí abrigo, entro a mi coche y me quedo ahí por unos minutos. Pensar, necesito pensar, son muchas cosas que debo analizar.
Adrien, mi esposo, luego, Damien, mi único amigo de verdad... Son dos cosas completamente diferentes, pero ambas me importan.
Tomo mi teléfono celular y observo la fotografía de la pantalla. Ambos nos vemos muy bien. Fueron hermosos momentos. Abro la galería
y viajo a través del tiempo, hacía varios días atrás. Presto atención a las fotos que me tomó el día que regresó de viaje y siento que algo oprime mi pecho al vernos juntos haciendo muecas como si fuésemos adolescentes.
Espero unos minutos hasta que la lluvia cese, pero nada sucede. No me quiero mojar más y sé que debo regresar ahí adentro y soportar los comportamientos de Adrien. La puerta del coche se abre y él se sienta a mi lado. Lo miro de reojo y seco mi mejilla. Está empapado. Tiene su camisa mojada, provocando que se le marquen todos los músculos del pecho y no puedo evitar decir que se ve hermoso.
Una lágrima escapa de mis ojos, sin que él lo note, e interrumpe mi visión. Esto es tan frustrante.
-No quiero verte -espeto fríamente-. Vete.
-Tenemos que hablar, Gea.
-No podremos hablar jamás sobre esto, Adrien. No confías en mí, no haces lo que te pido y te comportas como un idiota sin sentido alguno -protesto y aparto mi cara cuando quiere acariciar mi mejilla-. Tú no eres así, jamás te vi tan celoso, ni siquiera sé por qué te comportas de esa manera.
Él se mueve incómodo y seca algunas gotas de lluvia de su rostro. Piensa una respuesta mientras que me mira fijamente. Suspira e intenta expresarse de manera correcta. Solo espero que piense bien lo que me dirá.
-He esperado un año, un maldito año, Gea, para poder tenerte solo para mí. Un año para que la confianza entre ambos fluya, he soñado con el momento en el que me decías que me querías unas cien veces, moría por abrazarte a cada instante, por besarte
sin necesidad de fingir delante de los demás... Yo te quiero, te quiero más de lo que tú puedes ver y cuando por fin logro que estemos en la misma página, descubro que tengo que compartirte con otro hombre...
-No me estás compartiendo, Adrien, entiéndelo -murmuro con un hilo de voz. Necesito que comprenda que Damien y yo solo somos amigos, que nada sucedió.
Coloca su mano sobre mi mejilla y con su pulgar corre los restos de rímel y delineador que se esparcieron debajo de mis ojos. Debo de verme completamente horrenda en este momento. No estoy llorando, no lloraré más, él tiene que darme la razón, como siempre lo hace.
-¿Tan importante es para ti? -pregunta con la mirada perdida en mis ojos. Siento el dolor que expresa a través de sus palabras y eso me desconcierta.
Muevo mi cabeza hacia cualquier dirección y coloco mis manos sobre mi rostro intentando calmarme. ¿Cómo haré para responder a esa pregunta sin que sus celos mal interpreten todo? ¿Cómo se lo digo? ¡Mierda! Mi vida es una completa mierda.
-Es un amigo, Adrien. Me siento feliz, diferente cuando estoy con él. Me hace reír, me hizo comer una hamburguesa, ¿entiendes eso? Me hizo sentir mejor cuando tú y yo discutimos una vez por teléfono. Cuidó de mí y me trató con respeto todo el tiempo. Es mi primer amigo de verdad...
-Gea... -me interrumpe en un susurro, pero no dejo que hable, necesito decir todo lo que siento o estallaré en cualquier momento.
-¿Por qué no puedes dejar que sea mi amigo?
-Él no quiere ser tu amigo.
-Te comportas
como un imbécil -me quejo cruzada de brazos. No quiero darle la razón aunque la tenga.
-Tengo miedo de perderte -confiesa avergonzado, clavado su mirada en el suelo del coche.
Se me parte el corazón. Comprendo su miedo. Es ese sentimiento arrebatador que hace que tiemble por dentro, esa emoción extraña que me llena de tristeza cada vez que él y yo discutimos por algo sin sentido, cuando sé que está lejos de mí o simplemente cuando no lo tengo cerca. Muevo mis manos y las coloco a ambos lados de su cara. Su barba de varios días hace cosquillas sobre mi piel, pero al ver sus ojos brillosos y llenos de temor, me olvido de todo lo que nos rodea. Somos solo nosotros dos, estamos juntos en esto, en la misma página.
-Jamás vas a perderme, Adrien. Soy solo tuya -afirmo moviendo su cabeza para que me mire a los ojos-, ¿lo recuerdas?
-Damien me enseñó las fotografías que te tomó, Gea.
Sonrío y acaricio su mejilla. Necesito cambiar la situación.
-¿Y qué opinas acerca de eso? -cuestiono con curiosidad, mientras que me acerco a su rostro lentamente. Me muero por devorar esos suaves y perfectos labios que son solo míos.
-Te veías muy feliz en todas ellas -responde intentando sonreír, pero fracasa rápidamente. Sé lo que piensa, pero no es así. No es lo que él cree-. Me gusta verte feliz, pero...
-Tú me haces feliz, Adrien -manifiesto inmediatamente-. Me haces feliz de todas las maneras posibles. Incluso cuando estamos peleados, soy feliz. Jamás creí que mi vida sería tan emocionante, cambiaste todo, en el último
mes todo se volvió extraño, hermoso, divertido y por eso te quiero, solo a ti.
-Yo también te quiero -sonríe y me besa fugazmente.
Todo el miedo que se encontraba en su mirada se desvanece al paso de los segundos. Vuelvo a besarlo y lo rodeo con mis brazos. Su camisa moja mi vestido y siento todos sus músculos haciendo presión sobre mí. No es el momento y tampoco el lugar, pero deseo llegar a casa y besar cada parte de su torso. Poso mis manos sobre su pecho y sonrío con malicia. Él frunce el ceño y mira hacia ambos lados del estacionamiento.
-Oh, preciosa... estamos en un estacionamiento -me dice con una sonrisa divertida que expresa negación al mismo tiempo. Me muevo y me coloco a horcajadas sobre él. No me importa nada. Lo bueno de las peleas son las reconciliaciones.
Tomo los bordes de mi vestido color azul oscuro y los elevo hasta mi cintura. La Gea pervertida acaba de despertar.
-Pueden vernos -me advierte en un susurro, pero no me importa, no podrá resistirse. Nunca lo hace.
-Que nos vean, entonces -susurro sensualmente sobre su oído-. Eso lo hace mucho más divertido, cariño.
Luego de unos minutos, Adrien y yo entramos al restaurante tomados de la mano. Estamos un poco empapados y sudados, pero nadie sabrá lo que realmente sucedió porque la lluvia lo disimula muy bien. Sonrío de oreja a oreja y me siento frente a Damien, que parece más relajado que antes. Le lanzo una mirada para decirle que todo está bien y me sonríe levemente. Adrien se sienta mi lado y los tres comenzamos a comer las hamburguesas y las patatas ya frías. Damien me habla tranquilamente sobre su fin de semana y su entrevista de trabajo, ignorando a Adrien por completo. Sigo el hilo de la charla y observo de reojo a mi esposo e intento integrarlo a la conversación.
-¿Te gusta el futbol, Damien? -cuestiono pretendiendo hacer que se conozcan mejor. Quiero encontrar algo en común entre estos dos, sin mencionar el odio mutuo e innecesario que se tienen.
-Claro, me encanta el futbol -dice mientras que intenta que la mitad de su hamburguesa no se caiga de su boca. Es asqueroso, pero es un gesto muy Damien. Mi esposo lo mira de reojo, pero se ve interesado en la conversación. ¡Sí! Hombres y futbol son una buena combinación en estos momentos.
-¿De verdad te gusta el futbol? -cuestiona Adrien.
-Sí-responde sonriente-, soy algo atípico, me encanta el futbol europeo que el americano, he visto todos los campeonatos. Me fascinan los paridos del Barcelona o el Manchester United. Son geniales.
-Francamente creo que el futbol americano, no es futbol.
-Estamos de acuerdo en eso, amigo.
Sonrío ampliamente y Adrien también. Él ama al equipo de futbol Manchester. Comienzo aprestar atención a su conversación sobre partidos y penales, y todo ese tipo de cosas que no me interesan. Ambos se ríen juntos. Oh, mi Dios, están riendo juntos, ¡Lo logré! Funcionó...
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16. Hazlo
En la intimidad de nuestra tenue habitación, camino alrededor de la silla en la que está sentado y acaricio su espalda desnuda.
-Creo que mereces un castigo -pronuncio acercándome a sus labios. Roso su mejilla con mis dedos y luego me aproximo a su oído-. Me has hecho enfadar. Tengo que enseñarte lecciones de buenos modales.
Él no me responde, respira agitadamente y observa cada uno de mis movimientos. Me quito lentamente el vestido que llevo puesto, dejando a la vista mi conjunto de ropa interior. Contemplo como sus ojos me examinan de arriba hacia abajo detenidamente, parece hipnotizado. Si, ese es el efecto que quiero en él, que esté dispuesto a hacerlo todo por complacernos a ambos.
-Dime, Adrien. ¿Quieres que te castigue?
Suspira y luego niega con la cabeza. Su actitud me resulta de lo más divertida. Tampoco yo puedo creer que esté haciendo esto.
-Gea... -pronuncia en un claro tono de advertencia que no me mueve ni un pelo-. No me van estos juegos. Desata mis manos y hagámoslo de la manera habitual, por favor -me suplica clavando sus ojos en mí. Sonrío y luego doy un par de pasos hasta la cama.
-No tienes que moverte de tu lugar o no dejaré que me toques esta noche, ¿entiendes?
-Gea... -protesta.
-Si lo haces, no habrá sexo -advierto señalándolo con un dedo de manera amenazante. No soy muy paciente, solo quiero cumplir una fantasía, no pido demasiado.
Me volteo a verlo nuevamente y contemplo mi obra de arte. Está sentado en medio de la habitación, con el torso desnudo, manos atadas
en su espalda y con cara de excitación, confusión e intriga. No podrá moverse de ahí. Qué bien se siente tener el poder por completo.
Tomo mi celular y enciendo el bluetooth. Selecciono la canción que deseo e instantáneamente comienza a reproducirse en los estéreos ubicados en el techo de la habitación. Aerosmith hace sonar las melodías de Crazy y hago tributo al nombre de la canción con mucho gusto.
Contorneo mis caderas de un lado a otro lentamente al ritmo de la seductora música. Abro los ojos para ver su expresión y la palabra excitación se encuentra grabada en cada poro de su piel. Mi dedo índice es mi cómplice, mi aliado en esta fácil tarea, por eso lo coloco en mi boca, lo muerdo levemente y comienzo a moverlo hacia mi mentón, luego hacia mi cuello, toco las tiras de mi sostén y me las bajo una a una, lentamente, mientras que clavo mi mirada en la suya.
-¿Quieres que me desnude? -cuestiono poniéndome de espaldas para que pueda ver mi trasero y mis largas piernas, que sé que le encantan-, ¿Quieres que lo haga, Adrien?
-Desnúdate, preciosa -me pide con la voz ronca. Sonrío sin que él lo vea, ya entró en el juego.
Estiro una de mis piernas hacia la izquierda, me inclino hacia adelante y solo dejo que observe mi trasero. Tomo las delicadas tiritas de mis bragas y con los pulgares de ambas manos comienzo a bajarme la ropa interior acompasadamente hasta que llega a mis tobillos. Me la quito, recorro el corto camino hacia Adrien y paso la tela por su torso y su rostro. Es divertido y a él parece gustarle.
-Quítate el sostén.
-¿Quieres que me lo quite? -pregunto apropósito para hacerlo esperar aún más.
Debo admitir que siento muchísimo calor y no podré soportarlo por mucho tiempo. Quiero lanzarme sobre él y que me folle como si no hubiese un mañana, pero si lo hago, el juego se acabará y no quiero que se acabe, al menos no ahora.
-Quítatelo y hagamos esto de una vez, ya no lo soporto.
Me río levemente, llevo mis manos hacia mi espalda y desabrocho el sostén. Lo dejo caer al suelo y cuando la canción se repite de nuevo a través de los parlantes, me vuelvo completamente loca y me siento a horcajadas sobre él. Sonrío y devoro sus labios al ritmo de la melodía. Paso mis manos por su torso, distingo la firmeza de sus bíceps, sus respiraciones agitadas, el latir de su corazón... Registro miles de cosas. Muevo mi cabeza de un lado al otro y hago que nuestras lenguas se encuentren como si no se hubiesen tocado en miles de años. Es un beso que me roba todos los sentidos, es excitante, perfecto, cargado de deseo. Es un beso de los que quiero todo el tiempo.
Muevo mis caderas al ritmo de la música y siento su dura erección haciendo presión en mi feminidad. Acaricio su miembro sin separar mi boca de la suya y me alejo a duras penas. Recupero el aire perdido y me pongo de pie. Toco mis senos para excitarlo más y deslizo mi mano por mi vientre hasta llagar a mi monte de Venus.
-De pie -ordeno. Lo hace sin chistar y me mira fijamente, como si intentase decirme algo en silencio.
Desabrocho su cinturón, el cierre y luego meto mi mano dentro de su ropa interior. Oh, sí, justo
como me gusta. Se siente tan bien. Haré lo que sea con esto hoy. Me coloco de rodilla y bajo su ropa interior hasta sus tobillos. Ahora sí, lo tengo completamente entero y solo para mí.
-Gea, cariño, no es necesario que lo hagas -susurra entrecerrando los ojos cuando lo aprieto levemente-. Cariño... -protesta, pero es demasiado tarde.
Me humedezco los labios y lo introduzco en mi boca. Adrien cierra los ojos y hecha su cabeza hacia atrás. Encajo su miembro dentro y fuera. No dejo de chupar ni un solo momento. Él aprieta la mandíbula y gruñe entre dientes. Muevo mi mano de abajo hacia arriba y viceversa, lo meto hasta el fondo de mi garganta y mantengo la respiración por unos segundos e intento evitar las arcadas. Me lo quito y luego muevo mis manos hacia su trasero, lo aprieto y le clavo las uñas, escucho su gruñido y sonrío. Todo en él es tan duro y deseable que no puedo contenerme.
-Desátame -me pide en un susurro. Decido ser buena y lo hago. Libero sus muñecas y siento como coloca su mano derecha sobre la parte posterior de mi cabeza. Oh, quiere que siga haciéndolo, y lo haré. No tengo ninguna objeción.
Chupo su miembro de nuevo y dejo que su mano guíe mis movimientos una y otra vez. Adentro y afuera, hasta el fondo. Me falta el aire y mi garganta se siente extraña, pero no me detendré si él no quiere. Me siento como una sucia zorra, pero es mi esposo y al demonio.
-Bien, Gea, ya cumplí tu capricho, ahora si voy a follarte -exclama tomándome en brazos. Me suelta en la cama sin preocuparse por ser delicado. Patea su bóxer
hacia algún lugar de la habitación y se coloca encima de mí. Sonrío como una enferma y espero impaciente a que coloque su miembro en el lugar preciso.
Pone sus labios sobre mis senos y los besa incesantemente durante unos cuantos segundos, aprieta mis pezones duros y luego los moja con su lengua. Cierro los ojos y coloco ambas manos en su cabeza para guiarlo por el camino que quiero que recorra. Sus manos viajan de un lado al otro por diferentes partes de mi cuerpo; mi espalda, mi vientre, mis piernas, mis brazos... Toca cada centímetro de mí, saborea cada parte de mi piel, me vuelve completamente loca con cada roce, con cada caricia, con cada beso mientras que siento como caigo en su juego y me dejo llevar sin que nada más me importe.
Abre mis piernas lentamente. Se acomoda mejor y, por unos segundos, nos miramos a los ojos. La canción sigue repitiéndose y sé que tengo muchísimo tiempo aún para disfrutar de todo esto.
-Hazlo, Adrien -le suplico. Si, ahora estoy suplicando. Como cambian los roles en una habitación... -Follame, follame -chillo con la respiración acelerada. Él sonríe y me besa dulcemente, comienzo a calmarme y cuando pienso que nada sucederá, se introduce en mí fuertemente, hasta el fondo, haciendo que mi feminidad se adapte bruscamente a su miembro, produciendo que un gran gemido se escape de mis labios.
-Esta noche voy a hacerte gritar, Gea...
Suelto un leve suspiro y abrazo el torso de Adrien fuertemente. Esa fue una noche que recordaré para siempre. Elevo mi cabeza y lo encuentro despierto, observándome. Beso sus labios y me muevo para colocarme
encima de él por completo. Acabo de despertar, pero quiero más. Adrien frunce el ceño y se ríe levemente.
-¿De nuevo, cariño? -cuestiona con una sonrisa traviesa. Parece increíble, pero le digo que no con la cabeza y la dejo descansar sobre su pecho.
-Solo quiero estar así por un tiempo -le informo en un murmuro. Este es mi lugar. Oigo los latidos de su corazón, siento el subir y bajar de su pecho y el cálido calor de su piel cerca de la mía. Todo es perfecto.
-Me gusta cuando no peleamos ni discutimos -susurra acariciando la curva de mi cintura. Sonrío y beso su mentón, con esa barba de tres días que lo hace ver mucho más sexy-.Te prometo que no volveré a hacerte una escena de celos, cariño -Me río incrédula porque sé que eso no sucederá, pero finjo que creo en sus palabras.
-Sé que lo harás de todas formas. Siempre has sido celoso -afirmo.
Él se mueve hacia un lado y se coloca a horcajadas sobre mí. Comienza a besar mi cuello y hace que me ría debido a las cosquillas que su lengua provoca en mi piel. Ya lo he dicho, no soy muy buena en las mañanas y sé que en solo una hora, Adrien tendrá que dejarme para asistir al trabajo.
-No vayas a trabajar el día de hoy -digo cerrando los ojos y haciendo pucheros como una niña pequeña cuando me besa la comisura de los labios.
-Tengo que hacerlo, cariño -musita acariciando mi mejilla-. Si no lo hago, no tendremos dinero para pagar los gastos de tus tarjetas de crédito -dice en un tono alegre y juguetón que me arrebata una sonrisa.
-Tienes
razón -Lo abrazo con mis piernas a la altura de su cadera y hago que su despertar haga presión sobre mi feminidad.
Mientras que besa mis labios, recuerdo todo lo ocurrido la noche anterior. Sus prometedoras palabras fueron cumplidas al pie de la letra. Me hizo gritar como jamás creí que lo haría. Ahora sé que el juego previo es una de mis mejores armas y se cómo aplicarlas. Me abrazo a mí misma. Mi Gea interior está más que orgullosa de ambas. Todo salió a la perfección, como dije que saldría. Siempre lo hago todo bien, sabía que ese plan malvado y pervertido funcionaría. Tuve una de las mejores noches de mi vida. Estamos superándonos en el aspecto sexual y esto se vuelve cada vez más interesante.
-¿Por qué no te gusta el sexo oral? -se me ocurre preguntar cuando el silencio invade la habitación.
No sé por qué demonios pregunté algo así justo en un momento como este, pero necesito saberlo. Cada vez que meto su miembro en mi boca él protesta y sé que yo no soy el problema. Lo hago todo perfectamente bien, es imposible que no le guste.
Su expresión se vuelve algo pensativa, como si no tuviese la respuesta a esta cuestión. Sus mejillas toman un ligero color rosa y sé que está avergonzado. Es algo íntimo y personal, pero soy su esposa, es normal hablar de esto.
-Oh, vamos, Adrien. Soy tu esposa, no tienes que sentirte avergonzado -le digo para que hable de una maldita vez -. ¿Por qué siempre que quiero complacerte, me dices que no es necesario? -cuestiono fingiendo estar dolida. Coloco mi mano sobre mi frente de manera
dramática y me arrojo hacia atrás. Ríe y luego me besa, pero no responde.
-Hay muchas facetas de ti que no conozco aún, Gea -murmura acariciando la curva de mis pechos de arriba hacia abajo, haciendo que mis pezones se pongan duros. Pongo mala cara y me cruzo de brazos. Esa no es una respuesta. Me fastidia cuando le da demasiadas vueltas al asunto.
-Adrien -espeto fríamente para llamar su atención-. No me cambies el tema.
Suelta un suspiro y se debate consigo mismo entre decirme la verdad o no. Me siento completamente desesperada y curiosa por saber el motivo.
-Me gusta el sexo oral, Gea -dice con frustración-. A todos los hombres les encanta, pero eres mi esposa y a veces creo que hacer algo así es...
Si, ya sé lo que piensa.
-¿Vulgar?-cuestiono frunciendo el ceño. No es necesario que pregunte demasiado, puedo ver a través de sus ojos y es eso lo que cree. No tiene sentido, es sexo oral, nada más.
-Exacto -responde con la mirada perdida en algún lugar de la habitación.
-Jamás puede ser vulgar tener sexo oral con tu esposa, Adrien -digo con obviedad, mientras que tomo su barbilla y hago que me mire a los ojos.
Oh, por Dios. No puedo creer que de verdad piense algo así. Acaricio su mejilla para que se tranquilice, me sonríe y luego beso sus labios. No necesito generar una discusión por esto, es mi esposo y le haré sexo oral quiera o no. No me importa lo que piense.
-Te quiero, preciosa -murmura acariciando mi cuello con la puntita de su nariz. Me río y luego nos besamos por varios minutos. Me siento
como si estuviésemos en la luna de miel que jamás hemos tenido. Todo es dulce y romántico, pero también sé que debemos de regresar a la realidad.
-Vamos a darnos un baño. Tienes que ir a trabajar -digo poniéndome de pie. Estiro su brazo y nos dirigimos hacia la ducha.
Una hora después ambos corremos de un lado al otro en la habitación, buscando lo que es necesario para terminar de arreglarnos. Aunque no tengo un empleo, hay miles de cosas que debo de hacer. Necesito un vestido para la boda de la hermana de Adrien, zapatos y miles de cosas más. Visitaré a mi padre, hace tiempo que no lo veo, y luego asistiré a una nueva clase de cocina. Me encanta que a Adrien le entusiasme la idea de que cocine. Al fin siento que haré algo realmente bueno.
Me paro delante del espejo y me coloco los pendientes. Detrás de mi veo a Adrien intentando arreglarse el nudo de la corbata. Termino lo que hago y me acerco a él. Ajusto el nudo de su corbata y lo ayudo a colocarse el saco del traje gris, que hace que se vea muy deseable. Beso sus labios, tomo mi bolso y él su maletín. Bajamos las escaleras a toda prisa y antes de cruzar la puerta de la mansión nos damos un beso de despedida. Es momento de que cada quien tome su coche y escoja su camino.
-Cuando acabe con mi clase, pasaré por ti, así almorzamos juntos -grito para que me oiga mientras que rodea su vehículo. Se coloca los lentes y luego me lanza un beso en señal de aprobación. Abro la puerta de mi auto, que está al lado del suyo, bajo la ventanilla de mi bebé y él hace lo mismo. Ambos encendemos el motor y nos
sonreímos el uno al otro.
-¿Jugamos carreras? -cuestiono con simpatía. Él me sonríe y luego niega con la cabeza levemente.
-Colócate el cinturón y conduce con cuidado -me advierte frunciendo el ceño.
-Bien -digo haciendo lo que me ordena. Enciendo el estéreo y bajo un poco el volumen-. Te veo luego.
-Te veo luego, preciosa -dice antes de marcharse a toda velocidad.
Las puertas metálicas del ascensor se abren y camino hacia el escritorio de la secretaria de papá. Ella, al verme, me sonríe con simpatía, pero la ignoro por completo. No necesito falso afecto en mi vida. Ya estoy demasiado a acostumbrada a él.
-Veré a mi padre -le digo sin siquiera preguntarle si él está disponible o no, como ya lo hice miles de veces, veré a mi padre y no me importa quién esté ahí dentro con él. Mi mente divaga en recuerdos de un año atrás. Así conocí a Adrien. Sintiéndome la reina del lugar.
-El señor Handerwintt no está disponible, señorita -dice viendo la pantalla de su computador. Frunzo el ceño y la fulmino con la mirada. Es ignorante e incompetente.
-Señora Eggers, para ti -espeto enseñándole mi hermoso diamante que adorna mi dedo anular. Ella se ríe nerviosa, toma mi abrigo y lo guarda en el armario. Camino hacia el despacho de papá y abro las puertas de par en par. Él parece sorprendido al verme, pero al mismo tiempo feliz. Si, lo sé, está viendo a su princesa, soy la luz de sus ojos, es obvio que se pondrá así.
-¡Mi pequeña princesa!-exclama colocándose de pie. Me acerco a él
y lo abrazo fuertemente. Lo extrañaba, hacía mucho tiempo que no lo veía. Solo hablábamos por teléfono y eso no era suficiente.
-Hola, papá -digo con una sonrisa.
Él es una de las pocas personas que sabe quién realmente soy. No tengo que fingir cuando estoy con él, puedo ser solo yo, no importa si escojo entre Gea o Annie. Él siempre me quiere por lo que decido ser.
Me siento delante de su escritorio y ambos comenzamos a recuperar el tiempo perdido. Papá me menciona todo lo ocurrido con mi madre días atrás. Si, supuse que ella le diría lo irrespetuosa y desconsiderada que fui con ella y sabía que haría su típica actuación, pero no me importa. Sé que tuve la razón en todo lo que dije y aunque recibí un mínimo regaño de mi padre, no le tomé importancia. Siempre tengo la razón. Mi madre no podrá ponerme en contra de mi padre jamás.
Decido cambiar el estúpido tema de conversación. No quiero pensar en mi madre.
Tomo el pequeño recipiente de mi bolso y se lo entrego a mi padre. Es un pedazo de pastel hecho por mis propias manos. Él lo toma y lo abre, al verlo me sonríe en modo de agradecimiento.
-Compraste pastel, princesa -espeta sonriente. Oh, mierda, él también me saldrá con esto. No puedo creerlo. ¿Por qué todos dudan de mis habilidades? Frunzo el ceño y pongo los ojos en blanco.
-No, papá. Estoy asistiendo a clases de cocina y ese pastel fue hecho con estas manitos en la clase del día de ayer -digo enseñándole mis extremidades con manicura perfecta. Papá parece sorprendido. Toma el tenedor de platico y prueba un bocado. Al ver sus expresiones, sé que le gusta. Es imposible que no le agrade lo que hago. Él pastel está hecho por mí, es perfecto, delicioso, exquisito. Lo hago todo bien, nada me sale mal.
-¿Te gusta? -cuestiono fingiendo nerviosismo. Es obvio que ya sé que me dirá que le encanta. Solo quiero oírlo de su boca, necesito elevar un poco más mi ego.
-¡Está delicioso, princesa! -exclama tomando otro poco más -¡Tienes mucho talento!
Sí, eso ya lo sabía. Papá sigue comiendo el pastel mientras que platicamos y bebemos delicioso té. Pasan unos cuantos minutos y al ver el reloj sé que tengo que irme. Tengo una nueva clase de cocina y luego almorzaré con Adrien. Sé que este día será interesante. Jamás hemos almorzado juntos y solo deseo ver la cara de todos cuando vean a la señora Eggers entrando a la oficina.
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17. La boda
Al fin llegó el día de la tan esperada boda. Luego de una semana llena de llamadas, compras de último momento, citas al salón de belleza, encuentros con Damien, y Adrien acompañándome a cada segundo, debo decir que los seis últimos días, fueron agotadores. Todo está bien, como dije que lo estaría, siempre sé que las cosas funcionarán y hoy es un día especial.
Es una hermosa mañana de sábado y ya estoy perfectamente vestida con una bella prenda de mi diseñador favorito, Valentino, corte imperio color azul cielo que Adrien lo escogió para mí y debo decir que su gusto fue perfecto. No estuvo conmigo cuando lo compré, pero le envíe tres fotografías de vestidos diferentes y este fue su favorito.
El lugar que Amie escogió es hermoso. No es una boda tan elegante y elaborada como la mía, pero será una increíble celebración.
Estamos en el jardín de uno de los hoteles más importantes de Londres. Hay árboles frondosos que se apoderan de la atención del público por completo. El día es raramente soleado y la decoración es sencilla, pero elegante.
Las sillas están ubicadas del lado derecho e izquierdo del alar. Todo es blanco combinados con colores verdes y tonos rosas que invaden por completo el lugar. Hacia el horizonte se puede observar un gran lago artificial, con aguas verdes, que conforman estanques perfectos y decorativos para el terreno y la ocasión. Todo es muy natural y la sencillez es la presencia máxima de la boda. Es muy al estilo de Amie y Stefan. Son una pareja casi perfecta. Sé que ella será muy feliz y él
también. Tienen todo lo que quieren y se aman... ¿Por qué no disfruté al cien por cien el día de mi boda? ¿Por qué me preocupe más por cómo me veía de lo que sentía? ¿Por qué fui tan tonta? Espero que la hermana de Adrien lo disfrute más que yo.
Todos los invitados se ponen de pie. Stefan sonríe ampliamente y no parece para nada nervioso. Estar en primera fila tiene sus ventajas. Mi suegra está a mi lado y parece muy emocionada. No puedo creerlo, la vieja arpía tiene sentimientos después de todo. No le agrado, pero sé que lo haré algún día.
Volteo mi cabeza en dirección a las últimas filas de invitados y veo a Tania, la hermana menor de Adrien, vestida con una prenda rosa pastel cargando el ramo típico de dama de honor en compañía de uno de los amigos de Stefan. Ambos caminan hacia el altar y se posicionan a un lado. Mi suegra le sonríe a su hija pequeña y ella, al vernos a ambas, nos muestra su amplia sonrisa. Le dedico un saludo con la mano y luego regreso mi atención a la novia. Adrien y Amie están tomados del brazo. Mi esposo se ve tan guapo, tan elegante, tan contento. Su traje negro hace que se vea tan deseable... Me encanta el arreglo floral que adorna su chaqueta. La combinación perfecta de Adrien, un traje y su sonrisa. Oh, mi Dios. Mi mente se llena de pensamientos pervertidos velozmente y sé que debo detenerme justo ahora. Estaremos en presencia de Dios en solo segundos y debo limpiar mi mente al menos durante la ceremonia.
Por un momento, me siento mal. El señor Eggers no está aquí y sé que eso traerá algún que otro triste recuerdo, pero también
sé que desde donde sea que esté, está muy feliz por su hija. Oh, me estoy volviendo demasiado sentimental últimamente y eso me asusta.
Ambos caminan lentamente, mientras que Lin viene arrojando flores de colores delante de ellos con suma delicadeza y ternura. Todos observan a Amie, su vestido es sencillo, pero bonito, es el típico corte princesa con algún que otro detalle no muy llamativo en la parte del escote, su pelo está suelto y solo lo adornan algunas ondas en las puntas. ¡No trae velo! Oh, eso a Adrien le resultará molesto. Recuerdo la discusión que tuvimos el día de nuestra boda porque no quise usar un velo. ¿Quiero ver qué me dice acerca de eso ahora? ¿Se molestará con su hermana como lo hizo conmigo? Ha, que ironía.
Adrien sonríe, miro a Stefan y me alegro al ver las lágrimas de emoción en sus ojos. Todo es romántico y hermoso...
Quito mi celular del pequeño y delicado bolso que llevo a combinación con mis zapatos y le tomo muchas fotografías a Adrien y a Amie. Ellos siguen su camino al altar, Daphne llora desconsoladamente y tengo la extraña necesidad de consolarla. No sé qué me sucede, pero poso mi mano en su hombro y con la mirada intento decirle que todo estará bien. Sé que le afecta que su esposo no esté aquí. Por un instante se me cruza la idea de que Adrien podría no estar algún día y eso me rompe el corazón.
-Lo lamento mucho, Daphne -murmuro por lo bajo-. Alexander debe estar muy feliz por Amie.
Ella parece sorprendida, clava su fría y distante mirada sobre mí, pero no me responde, solo regresa su atención a su
hija. Adrien le dice algunas palabras a Stefan cuando entrega a su hermana, ella lo besa en la mejilla y luego lo veo desplazarse en mi dirección con una sonrisa de oreja a oreja. Lin permanece a un costado con su cesta de mimbre casi vacía y su impecable vestido blanco. Parece un pequeño angelito. Oh, mi Dios, estoy demasiado conmocionada el día de hoy. ¿Qué me sucede? Gea Eggers no es buena, ni amable.
Adrien se pone a mi lado y toma mi mano sin decir nada. Lo observo de reojo y sonrío. Me siento completamente emocionada. No sé si es por la canción que acaba de finalizar o si es por los miles de recuerdos que tengo del día de nuestra boda, pero estoy completamente segura de que romperé en llanto en cualquier momento.
-Te quiero, mi preciosa Gea -murmura besando mi mejilla sonoramente.
Oh, no. Ahora no.
Debo ser fuerte, debo ser fuerte. Se correrá el maquillaje, no debo llorar. No debo.
Contengo mis emociones y sonrío hacia su dirección, presiono su mano con todas mis fuerzas y apoyo mi cabeza levemente en su hombro cuando la ceremonia empieza. El reverendo comienza a hablar sobre todo lo que consiste un matrimonio, lo problemas, dificultades, los buenos momentos, los de dolor, la vida que sigue... Por primera vez presto atención a esas lindas palabras que logran conmoverme. El día de mi boda no lo hice y ahora entiendo muchas cosas. Solo escuché lo que me era conveniente, pero todo es diferente. Es como si estuviese casándome de nuevo o algo similar. No sé cómo explicarlo, sigo confundida y sensible.
-¿En qué piensas? -cuestiona Adrien en un susurro leve
sobre mi oído izquierdo. Acaricio su mano y luego lo miro.
-Recordaba nuestra boda -confieso intentando no llamar la atención de los que me rodean. Él sonríe y luego me besa castamente en los labios.
-También pensaba en nuestra boda.
-Ellos serán muy felices -afirmo, viendo le tierna escena de ambos colocándose los anillos el uno al otro.
-Nosotros también, Gea -musita prometedor-. Te prometo que nosotros también lo seremos, preciosa -dice con una inmensa sonrisa que llena mi corazón de esperanza y provoca que mis ojos se humedezcan velozmente.
Sonrío y beso sus labios de nuevo. Terminamos con nuestro cuento de hadas, por al menos unos segundos, y regresamos la atención a los novios. Ya se colocaron los anillos, ahora solo falta el "Sí" por parte de ambos y el esperado beso. Una corta y perfecta ceremonia.
Agarro mi celular nuevamente y tomo fotos del momento, no sé qué más hacer y necesito estar concentrada en otra cosa porque o si no, lloraré sin motivo alguno. No quiero que los demás me vean llorar, no en un momento como este. No lloré en mi boda y no lo haré aquí.
Ambos dan el sí y veo a Lin llorando desconsoladamente en un rincón por causa de la emoción. Se me parte el corazón. Sus padres se besan y Adrien la llama para cargarla. Ella corre y se lanza en brazos de su tío y llora sobre su hombro en medio del mar de aplausos por parte de los demás.
-No llores, princesa -le dice Adrien acariciando su cabello-. Tienes que estar feliz por tus padres, Lin -Ella se aferra a los hombros de su tío y seca
sus mejillas con el dorso de su pequeña manito-. Tienes que sonreír y estar contenta -le dice acariciando su mejilla con dulzura. Al ver esa escena mi corazón se dispara. Adrien será un gran padre algún día. Hoy es un día para todo tipo de emociones y no puedo verla llorar.
-Lin, cariño -digo para llamar su atención. Ella me mira y sonríe levemente-, no llores.
Intento ser amable, no me gusta que una niña llore, a veces ella es irritante, pero es solo una niñita y su emoción provoca sentimientos encontrados en mí. Lin me sigue viendo fijamente y por un momento me siento incomoda. ¿Qué estará pensando?
Ella se mueve y extiende sus bracitos hacia mi dirección para que la cargue. Me sorprendo y Adrien también. Lin y yo jamás hemos sido muy cercanas. Esta es la primera vez que me pide que la cargue en brazos. Adrien, en la mezcla de confusión y sorpresa, me la tiende delicadamente. La tomo y luego la coloco sobre mi torso. Ella sigue llorando y continúa limpiando sus lágrimas de emoción con su manito. Acaricio su espalda y miro de reojo a Adrien que no deja de observarme con una inmensa sonrisa.
-Ya no llores, princesa.
Amie y Stefan comienza a caminar por el pasillo en medio de los invitados, pero se detienen para buscar a su pequeña hija. Mi cuñada me observa sorprendida al igual que los demás, pero sonríe y sigue su curso de la mano de su esposo. ¿Por qué todos se sorprenden?
-Te quiero, tía Gea -murmura con la voz entrecortada, rodeando mi cuello con sus bracitos a modo de abrazo. Mi corazón palpita dentro
de mi cuerpo y la Gea fría y distante deja de existir por un momento.
-También te quiero, Lin -respondo dulcemente.
Los demás invitados comienzan a desplazarse detrás de los novios para dar inicio a la recepción de la fiesta en el amplio y hermoso jardín. Adrien me guía lentamente entre la gente hasta que dejamos atrás las cientos de sillas blancas.
Lin me pide que la baje y lo hago con cuidado, corre hacia sus padres, los abraza a ambos con fuerza y sonríe. Le toman fotos a los tres y aplauden. Siento mi brazo acalambrado, por Dios, la niña pesa demasiado para tener cinco años, o yo soy demasiado débil. Debería de empezar a hacer ejercicio de nuevo.
Hay una inmensa masa de gente que rodea a los enamorados. Todos están dispuestos a dar sus mejores saludos y deseos a la pareja.
Adrien y yo esperamos impaciente a medida que la multitud se despoja. Observo con el rabillo del ojo a los demás invitados y a lo lejos reconozco el perfil de Harry Lee, uno de los amigos de Adrien y también de Stefan. Ese chico me agrada, pero finjo que no. Es uno de los encargados del inmenso Royal Albert Hall en el que siempre tenemos invitaciones exclusivas para la opera. Me sorprende verlo acompañado por una chica, Harry no es de tener chicas o citas.
Oh, mi Dios.
Le doy un leve codazo a Adrien y sonrío en dirección a la pareja que parece algo incomoda y distante. Adrien niega con la cabeza y sonríe.
-No sabía que tenía novia -digo con una sonrisa malévola en el rostro.
-Tampoco yo -me responde con un gesto de sorpresa.
Ambos
observamos disimuladamente a la chica, que luce un hermoso vestido color rosa vintage, que incluso a mí me gusta, y es extraño, porque a mí no me agrada la ropa de los demás, pero debo admitir que su vestido es muy adecuado para la ocasión.
-¿Qué idea macabra está surcando esa cabecita? -cuestiona mi esposo en un susurro.
-No es macabra-le respondo-, pero sí fabulosa.
-Saludemos a mi hermana y luego vayamos a investigar quiénes esa pobre chica -murmura sobre mi oído derecho. Me río levemente y espero impaciente hasta que por fin podemos saludar a los novios.
Abrazo a Amie y le deseo de corazón que sea muy feliz, luego Adrien hace lo mismo mientras que yo saludo a Stefan que aún sigue conmocionado por la ceremonia. Es un hombre un tanto sensible y me da algo de gracia verlo al borde de las lágrimas.
-Muchas felicidades -le decimos Adrien y yo al mismo tiempo.
Mi esposo saca un sobre color vino de su bolsillo y se lo entrega a ambos. Oh, mi Dios. El regalo, ni siquiera me preocupé por conseguir un regalo para esta boda. Que patética me siento. Bueno. Sonrío como suponiendo saber que contiene ese sobre y finjo que nada sucede. Seguramente es un cheque.
-Esto es para ambos, de parte de los dos -dice entregándoselo a su hermana que lo abraza fuertemente. Sonreímos y luego de más abrazos y saludos, la recepción de la boda empieza y todos corren hacia las mesas en las que hay diferentes tipos de comidas.
Adrien toma mi mano y caminamos hacia el punto de reunión de todos los locos desesperados por algo de alimento. Es demasiado
y hay de diferentes partes del mundo: italiana, alemana, china, española y las clásicas comidas inglesas. Es una mezcla impresionante de gente y culturas. Es lo único similar a mi boda.
-¡Gea! -exclama esa voz a mi espalda. Cierro los ojos y sonrío fingidamente al voltearme. Barent está aquí. ¡Genial! -. Estás hermosa, querida -musita abrazándome. Sonrío y dejo que me demuestre su afecto.
-¡Qué bueno es volver a verte! -expreso no tan convencida de mis palabras.
Él y Adrien se saludan y luego permanecemos unos cuantos minutos hablando sobre diversas cosas sin importancia. Hago presencia al lado de Adrien como la hermosa y perfecta esposa que soy y hablo cuando la situación lo amerita. A lo lejos, veo a Lin correteando con sus primas por parte de su padre y sonrío. Es una niña adorable, debo admitirlo.
-Come algo, Gea -me dice Barent al ver que aún no he tocado bocado de todo lo que tengo cerca.
-No tengo hambre -respondo con una sonrisa-. Gracias.
Espero que deje de fastidiar con eso. No quiero comer, no tengo deseos de nada de esto.
-¿Te encuentras bien? -cuestiona Adrien en un leve susurro. Asiento con la cabeza y acaricio su espalda.
-Todo está bien, Adrien -le digo con una sonrisa.
-Come algo, por favor -me pide de manera sugerente-. Solo un bocado y dejaré de molestarte.
-Pero no tengo hambre -chillo nuevamente.
Adrien se acerca a la mesa y me trae algo. Lo examino durante unos segundos, pongo los ojos en blanco y abro la boca para que él me alimente. Me sonríe, luego
deposita el bocadillo dentro de mi boca con delicadeza, frunzo el ceño, muerdo y trago rápidamente. Ya está, no comeré más nada, ya estoy satisfecha y espero que Adrien también lo esté.
Sé que se preocupará en vano, pero nada me sucede, simplemente no quiero comer.
-¿No estuvo tan mal, cierto?
-No, no estuvo tan mal -confieso a duras penas.
Los minutos pasan entre copas de bebidas y bocadillos. Tengo la necesidad de ir urgente al tocador. Necesito un poco de paz. Hay demasiada gente a mi alrededor y demasiado barullo. La cabeza empieza a dolerme, quiero estar tranquila por unos minutos.
-Cariño, iré al tocador y regresaré enseguida.
-¿Todo está bien?
-Todo está bien -respondo para que ya no moleste.
Me toma de la cintura, besa mis labios incesantemente y luego me sonríe. No sé qué le sucede, pero me ha besado muchas veces en el día de hoy.
Camino hacia la sección de baños. Mis tacones se hunden en el césped e intento no caerme, pero se me hace imposible. Esto es un desastre.
Tomo las extremidades de mi vestido y lo elevo hacia mis rodillas para no pisármelo. Tropiezo con algo, pero unos brazos me toman con fuerza de la cintura y al elevar la mirada veo a Damien. Oh, no...
-Al parecer, siempre llego cuando estás a punto de caer -me dice con una sonrisa burlona. Me enderezo y miro hacia ambos lados para comprobar que nadie haya visto ese desastre.
-Al parecer, tú estás en todos lados -espeto con sorna. Él se ríe y luego suelta mi cintura.
-Al parecer, tú eres algo torpe -sisea
conteniendo una risita.
-Al parecer, tú eres un tonto-contraataco, moviendo algunos mechones de mi cara de manera exagerada. Clavo mis ojos en su aspecto y observo detenidamente el traje negro que lleva y, como siempre, la cámara de fotos está colgando de su cuello.
-Soy uno de los fotógrafos de la boda -me dice al ver que observo la Nikon.
-No me dijiste que estarías aquí -lo acuso frunciendo el ceño.
-Quería que fuera una sorpresa -me dice encogiéndose de hombros. Agarra su cámara y me toma una fotografía. El flash impacta sobre mí y mis ojos se enceguecen por unos segundos. Observa la fotografía y se ríe-. Es una linda foto.
Siento pasos detrás mí y la mirada de Damien se clava en la persona que se acerca. Estamos debajo de un inmenso árbol y la sombra que produce es algo fría y húmeda. Mis tacones siguen hundiéndose, pero sé que si me volteo, lo veré con mala cara y a punto de cometer una locura. No... ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué en un día como hoy? No quiero dar explicaciones, no quiero celos, ni quejas. Todo estaba perfectamente bien...
-Cariño -murmura Adrien, colocando su mano en mi cintura y atrayéndome hacia si de manera posesiva-, ¿todo en orden? -cuestiona. Me cruzo de brazos y observo el suelo. No quiero verlo, no quiero presenciar una batalla de miradas amenazantes que parece interminable.
-Adrien -murmura Damien a modo de saludo sin moverse de su lugar.
-Damien -responde de la misma manera, fría y cortante. Han arruinado lo que empezaba a ser perfecto. Adrien es un tonto celoso y no
tiene motivo alguno. No quiero pelear, pero sé que lo haremos de todas formas-. ¿No tienes fotografías que tomar?
Damien toma su cámara y la apunta hacia nuestra dirección.
Adrien presiona más mi cintura. Me muevo y poso para la fotografía, sonrío lo más que puedo, pero cuando sé que ya se acabó el estúpido momento, cambio mi cara y hago una mueca de disgusto.
-Te veo luego, nena -dice saludándome con la mano.
-Adiós.
Corre hacia la multitud de gente y sigue con su trabajo. Me volteo en dirección a Adrien y antes que pueda decir algo, me zafo de su agarre e intento seguir mi camino hacia el maldito tocador, pero me detiene tomando mí brazo sutilmente.
-Si vas a hacerme una escena de celos o lo que sea, mejor no pierdas tu tiempo. Solo me resbalé y me ayudó, nada más -espeto sin dirigirle la mirada.
-Lo sé, cariño.
Me detengo en seco claramente sorprendida ¿Qué? ¿De qué demonios está hablando?
-No comprendo?
-Lo vi, Gea -sisea con una sonrisa-. Resbalaste y él te sostuvo. No voy a hacerte un escándalo -murmura acariciando el dorso de mi brazo con delicadeza. Coloco mi mano sobre su mejilla y la acaricio también. Es tan perfecto... Lo observo una y otra vez, contemplo cada centímetro de su rosto mientras que el tiempo parece detenerse rápidamente.
-¿Hablas enserio? -indago interrumpiendo mis propios pensamientos.
-Confío en ti-me dice acariciando mi mejilla con la puntita de su nariz.
El enfado y la molestia que sentía segundos atrás, se esfuman rápidamente. Es increíble
como hace que mi humor cambie de un minuto al otro. Todo es romántico y dulce, pero quiero ir al maldito baño de una buena vez.
-¿Todo está bien, entonces? -pregunto para terminar con toda esta confusión.
-Todo está bien -asegura-. Ya te lo he dicho, confío en ti, Gea.
-Ahora sí, iré al tocador.
-Claro, nena -me responde con ironía, imitando el tono de Damien. Frunzo el ceño y lo regaño con la mirada-. Bien, lo siento -me indica, claramente divertido por la situación.
Beso sus labios una y otra vez, luego lo veo marcharse hacia la multitud de gente que rodea las mesas del banquete. Cruzo lo que me queda de jardín y por fin llego a los elegantes baños ubicados en la parte trasera del imponente lugar. Los azulejos son de color gris y la mesada de mármol se ve adornada con rosas a combinación con el resto de la decoración.
Me miro al espejo para comprobar que todo está perfecto. Me veo increíble. Peino mi cabello con mi mano, luego aliso la falda de mi vestido, tomo mi pequeño bolso y saco un labial color rosa. Veo a través del espejo a la chica que acompañaba a Harry. Ella me observa y parece algo incomoda al verme.
¿Y porque no lo estaría? Soy hermosa, está más que claro que la intimido con mi presencia.
-¿Y tú eres? -pregunto observándola de pies a cabeza. Intento ser amable pero no es tan fácil-. Es decir, hola.
Espero su respuesta unos segundos, pero percibo que está observándome. Si, lo sé, soy real, soy hermosa, no es necesario que se quede muda.
-Hola -me responde a voz
baja. Parece ser tímida, todo lo opuesto a mí.
-¿Eres novia de Harry? -inquiero indiscretamente. Sé que no fue correcto atacarla de esa manera, pero soy curiosa, quiero saber que sucede. Soy así, no puedo hacer nada al respecto.
-Eh... no -me responde sonando dudosa-. Harry es un idiota.
Sí, eso ya lo sé, es un completo imbécil y solo debo tolerarlo porque es buen amigo y socio de Adrien. Ya sabré que sucede entre estos dos cuando sea la ocasión. Me muero de curiosidad. Molestar a Harry será más que divertido, debo decírselo a Adrien.
-¿Cómo te llamas?
-Soy Lisette, pero todos me dicen Liss.
Extiendo mi mano hacia su dirección e intento parecer amable y no intimidarla demasiado.
-Soy Gea Eggers-mascullo acomodando la parte superior de mi vestido, para que se haga lucir la curva de mis pechos-. Harry y mi esposo son buenos amigos. Es un placer.
Ambas regresamos al jardín en donde la fiesta continúa y aún sirven los banquetes de recepción. Algunas personas están sentadas en sus mesas y otras hablan plácidamente en medio del jardín. El día jugó a favor. La chica me acompaña y cuando localizo a mi esposo, sonrío de oreja a oreja porque lo veo al lado de Harry platicando animadamente. Acelero el paso hasta llagar hacia ellos. Liss me sigue como si yo quisiese que lo haga y se coloca al lado de Harry. Me acerco a mi esposo y él me toma de la cintura y me besa inesperadamente.
-Harry, es un placer verte -siseo con una malévola sonrisa en mis labios.
-Lo mismo digo, Gea -responde con sorna.
Reacciona
al ver a su acompañante algo incomoda y nos la presenta formalmente. Codeo a Adrien con disimulo y luego le sonrío a la chica que parece más que asustada. Está claro que hay algo entre ellos, puedo notar esa tención sexual en el ambiente, la reconocería en cualquier lugar.
-Déjame decirte que tu novia me agrada muchísimo, además, su vestido es hermoso -canturreo a propósito. Aunque obviamente eso no es del todo cierto. No me agrada la gente, solo finjo que lo hacen. Le lanzo una miradita a Adrien y me sonríe con complicidad. Harry me fulmina con esa verde mirada y luego se mueve nervioso. Sí, son algo, pero ninguno de los dos sabe qué. Es mejor que Harry reciba mi inoportuno empujoncito antes de que alguien más la reclame.
Los dos se alejan unos pocos metros y platican entre ambos. Ella parece decirle algo y él se lo cuestiona. Oh, las peleas de parejitas son tan divertidas de ver. Es obvio que ella está molesta, no quiere estar aquí y por alguna extraña razón tolera a ese tonto.
-¿Jugando a ser Cupido, señora Eggers? -cuestiona Adrien sobre mi oído de manera sensual y provocadora, mientras que posa su mano derecha sobre mi vientre y me acerca más a su cuerpo.
-Tiene veintisiete, ya es momento de que se case y forme una familia, ¿no crees?
-No los presiones, cariño. Harry sabe cómo llevar esto. Eres malvada.
-Lo sé -respondo. No lo tolero del todo, quiero hacerlo sentir incomodo al menos un momento. Estoy aburriéndome en esta boda y necesito algo divertido que hacer-. ¿Qué hora es? -cuestiono acariciando su pecho con
mi dedo índice. Mira su reloj y luego me sonríe dulcemente.
-Apenas son las dos de la tarde, ¿por qué?
¿Cómo se lo digo? Tengo una excelente idea en mente y nos incluye a ambos, pero, ¿él aceptará? Espero que sí. Sé que funcionará al máximo si lo hacemos, además, es bueno para ambos, los dos vamos a disfrutar con la adrenalina de saber que alguien puede atraparnos haciendo algo malvado. Oh, a mi Gea interior le encanta eso.
Voy a decírselo sin más preámbulos, pero la voz a del maestro de ceremonias a través de los micrófonos, me interrumpe. La celebración oficial está a punto de comenzar y nos ordenan a todos los invitados que busquemos alguna mesa disponible. Los demás se mueven hacia donde deben y Adrien me arrastra con ellos. Mi idea fantástica tendrá que esperar para más tarde. Ahora debo comportarme como la esposa perfecta y hermosa que soy.
-¿En qué mesa estamos?-pregunto rápidamente al ver que todos se sientan en cualquier lugar.
Por Dios, odio cuando esto sucede. No es como en mi perfecta boda, en la que cada invitado tenía su número de mesa e incluso de silla. Todo salió maravilloso, pero, por lo que veo, en esta boda no será así. ¿Con quién nos sentaremos? Soy la cuñada de la novia, debería de estar en la mesa número uno o la dos como mucho. Que insolencia por parte de la que planeó esto junto con Amie.
-No lo sé -me responde encogiéndose de hombros, pero no parece preocuparle la situación. Sé que él no tendrá problema, al fin y al cabo, son todos sus familiares y yo la que debe soportar y tolerar
a todos los Eggers. Genial-. Amie dijo que no había disposiciones exactas.
¡Fantástico!
Minutos después, Adrien y yo nos ubicamos en una de las mesas cercanas a la principal. Por suerte somos los únicos, pero más gente sigue llegando y solo quiero contener mi cara de sorpresa al ir descubriendo quien serán nuestros acompañantes durante varias horas. No me agrada la idea de compartir una mesa. ¿Por qué no hay una mesa solo para mí y Adrien? Esa sería una idea que deberían implementar en las bodas.
Tania corre hacia nuestra mesa y se sienta a mi lado con una amplia sonrisa.
-Qué bueno que están aquí, no quería sentarme con los tíos -dice con una traviesa sonrisa en dirección a Adrien-. ¿No te importa, verdad, Gea?
-¡No, claro que no! -exclamo no muy convencida.
Bueno, supongo que tendré que aprender a compartir mesa al menos el día de hoy y juro que no volveré a hacerlo jamás. Adrien sigue sentado a mi lado y me toma de la cintura, mientras que su hermana y yo hablamos entretenidamente. A lo lejos veo a Harry y a la chica, observando el lugar. No quiero que se sienten aquí, no quiero compartir mesa, pero Adrien lo arruina todo y eleva su mano hacia la dirección de ambos y los invita a que se sienten con nosotros.
¡Genial!
-No quiero que se sienten aquí -espeto acercándome a su oído.
-Gea... -me advierte Adrien al mismo tiempo que los dos "tortolitos" se acercan.
Ignoro las señales de advertencia de Adrien y espero hasta que ambos se sienten. Liss se coloca delante de mí y Harry
a su lado. Oh, sí. Que el plan comience. Ambos siguen incómodos y algo callados durante varios segundos. Barent se acerca a nuestra mesa y antes de que pueda gritar a modo de protesta, se sienta al lado de Adrien. ¡Mierda! Lo único bueno de todo es que la mesa de seis ya está completa, eso significa que no tendré que tolerar a mi suegra o a los demás Eggers. Suspiro por dentro, eso me tranquiliza. Será una boda diferente y solo tendré que controlarme lo más que pueda. Podré hacerlo, siempre puedo hacerlo.
Tania y yo seguimos hablando y de vez en cuando le lanzo miradas a Liss y a Harry que parecen absortos del mundo real, como si estuviesen perdidos en un mar de pensamientos que ninguno sabe comprender. Por Dios, me muero de curiosidad por saber que hay entre ambos.
-Adoro tu vestido, Gea. Es precioso -murmura Tania con una sonrisa de oreja a oreja, mientras que bebe un sorbo de agua de una finísima copa de cristal. Si, ya sé que es magnífico, todos piensan lo mismo.
Me miro intentando parecer humilde, pero no lo logro. Sí, mi vestido es hermoso, yo soy hermosa, no tengo porqué sentirme avergonzada de la verdad. Soy así. Soy perfecta, no tengo la culpa de serlo.
-Te agradezco, a mí también me encanta -alardeo con una sonrisa-. Fui a una elegante tienda en la zona céntrica y cuando lo vi, me enamoré por completo -comento rápidamente para que ya no me hable de esto.
Los novios reaparecen delante de todos sus invitados tomados de la mano de mi sobrina. Todos nos ponemos de pie y aplaudimos eufóricamente a los homenajeados. A lo lejos veo a Damien tomándoles
fotografías a los novios y parece muy concentrado mientras lo hace.
Minutos después, los aplausos cesan y todos volvemos a sentarnos. Tres mozos, vistiendo impecables trajes negros, rodean nuestra mesa y depositan un excéntrico palto delante de cada uno. Frunzo el ceño y con el tenedor pincho un par de veces la carne delante de mí. No quiero comer, no tengo hambre.
Tomo la carta que se encuentra delante del centro de mesa y la leo. Quiero saber qué es exactamente antes de hacerlo. Es comida inglesa típica y muy popular, pero aun así.
-Rollo de salmón ahumado, tostada de pate de granja y mini salchichas en hojaldre -Lee Tania a voz alta para que todos la oigan. Nadie empezó a comer, pero elevo la mirada y todos observan dudosos el plato que tienen en frente. ¿Quién empieza primero?
-Tiene buena pinta -expresa Barent con una sonrisay luego clava su tenedor en una de las mini salchichas. Los demás hombres lo siguen y comienza a comer plácidamente.
-Realmente no debería probar ni un bocado -murmura Tania alejando su plato. Si, ambas pensamos igual, yo tampoco debo de comer y creo que no lo haré.
-Tienes razón -agrega Liss-, me cuesta comenzar una dieta y creo que esto es demasiado.
Me río levemente. Si chicas, lamento decirles que deberían hacer dieta, no se ven tan bien. Sé que soy mala, pero mejor no daré opiniones sobre lo que pienso justo ahora. No tengo deseos de hablar. Quiero que todo esto acabe para regresar a casa. Coloco mi mano sobre la rodilla de Adrien, para no seguir pensando en la dieta que deberían de hacer esas
dos y la acaricio levemente. Me sonríe y luego besa mi mejilla.
-Come, cariño -me ordena dulcemente-. Por favor -me pide mirándome a los ojos.
-No -digo de la manera más dulce que puedo.
-Solo unos bocados.
-Bien -respondo rendida. Lo haré solo para complacerlo.
-No toleraré dietas y gimnasio de nuevo. Me morí de hambre para entrar en este vestido de dama de honor -confiesa Tania en un alarido.
Oh, por Dios. Esto es completamente ridículo. No pueden hablar sobre dietas y gimnasio en una boda. De verdad que son frustrantes. No lograré tolerarlas por mucho tiempo.
-Señoritas, las dos son hermosas, no deben hacer dietas -asegura mi esposo y ambas se ríen al unísono.
Tengo que fingir, tengo que hacer que todos crean que me agrada estar aquí. Lo beso en la mejilla y luego acaricio su mentón con mi dedo índice. Sé que no debo de comportarme así frente a todos, pero es mi esposo, tengo el control, hago lo que quiero.
-Veo que ustedes dos empezaron su la luna de miel -comenta Barent con una traviesa sonrisa en su rostro mientras que corta el salmón de su plato. Mendigo viejo. ¿Qué le importa? Es mi esposo, hago lo que quiero con él.
-Eso creo, tío -responde Adrien con una sonrisa-. Y tú, come, cariño -me pide nuevamente al ver que ni siquiera toqué mi comida.
Minutos después, el ambiente tenso comienza a disiparse. Todos comen y luego de varios pedidos y suplicas de Adrien, decido probar bocado de lo que tengo en el plato. El paté no está mal, el salmón no me gusta y tampoco
como las salchichas. Adrien me besa y me acaricia a cada instante y yo dejo que lo haga porque me gusta que sea atento conmigo. Nos besamos, hablamos, reímos y comemos con gusto, pero muy en mi interior sigo siendo la Gea malvada y gruñona de siempre.
El primer plato es retirado de las mesas y minutos más tarde el maestro de ceremonias anuncia el primer baile de los novios. Todos aplaudimos y Amie y Stefan se posicionan en medio del césped verde, que funciona como pista de baile.
Ambos se miran fijamente y se sonríen el uno al otro. Damien está ahí en medio, tomando fotografías sin detenerse. Me río al verlo, parece emocionado y sé que no quiere perderse ningún momento de la boda. Una melodiosa canción comienza a sonar y todos se ponen de pie para contemplar el baile desde sus lugares.
Los novios comienzan a moverse por la pista mientras que Adrien toma mi mano y me sonríe. Sé lo que está pensando y también sé que si me pongo a recordar nuestro primer baile, lloraré. Lo pisé dos veces con mis altos tacones y eso lo hizo realmente memorable. Ese día estaba tan nerviosa que no lograba coordinar mis pies con el resto de mi cuerpo.
Apoyo mi cabeza en su brazo y suspiro. Aunque jamás lo admití, nuestro primer baile fue una primera vez, fue especial y lindo... Que tonta fui.
Todos aplauden ante el beso, luego, Lin corre hacia sus padres, ellos la cargan en brazos y ahora los tres están bailando juntos. Son una increíble familia, sé que será perfecto, serán felices por siempre. No puedo contenerme, mis ojos se humedecen ante la imagen. Damien sigue
tomando fotografías y sonríe. Todos los invitados miran el cuadro con ternura. Lin carcajea y ambos padres besan sus mejillas.
Adrien me rodea la cintura una vez más y besa mi frente. Nos miramos por unos segundos, ambos estamos sintiendo eso de nuevo. Él estira su brazo hacia el arreglo floral de la mesa y saca una rosa de allí. Mueve algunos mechones de mi pelo y deja la flor detrás de mi oreja. No puedo negar que me siento completamente hechizada en este instante. Es un gesto tan simple, pero tan perfecto a la vez que hace que quiera gritarle a todos cuanto amo a ese hombre. Cierro los ojos y por unos segundos lo abrazo. Lo necesito demasiado, no sé si es la canción o el momento, tal vez debe ser el sol... pero lo necesito, quiero tenerlo cerca de mí a cada segundo.
La canción finaliza y la multitud estalla en aplausos. Me alegra saber que no tenemos que bailar con los novios, eso en mi boda se me hizo tedioso e insoportable. Fue terrible bailar con gente que ni siquiera sabía cómo se llamaba.
Me incorporo nuevamente y finjo que nada sucedió. Estoy bien, no voy a llorar, no ahora.
Cada quien regresa a su respectivo lugar y los dos fotógrafos se organizan para tomar las fotos de los novios con cada una de las mesas. Esperamos impaciente por unos veinte minutos hasta que llega nuestro turno. Damien me sonríe y me guiña un ojo, lo saludo y luego escucho atentamente las indicaciones de ambos fotógrafos. Las mujeres estarán sentadas, los hombres de pie, detrás de nosotras, con los novios y Lin en medio. Nos acomodamos y nos toman cuatro fotos. Después, el otro
chico, regresa el alto centro de mesa a su lugar y prosiguen con los invitados restantes, pero Amie y Stefan se detienen delante de nosotros dos y nos sonríen sin motivo alguno.
-¡Hermanito!-exclama abrazando a Adrien-. De verdad gracias por el regalo, pensé que...
Adrien sonríe y la abraza, pero parece algo incómodo y me mira de reojo, como si estuviese intentando ocultar algo.
-No hay de que, Amie -le dice en un susurro.
Stefan lo abraza también y luego mi cuñada se lanza sobre mí y lloriquea en mi hombro. Frunzo el ceño y cualquiera puede notar que estoy confundida. ¿Qué sucede?
-Gracias a ti también, Gea. No creí jamás que nos regalarían la luna de miel a Grecia, de verdad, gracias.
Mi boca cae lentamente y mi cerebro se detiene para poder procesar esas palabras. Adrien quita su mirada de mí y la lleva hacia otra dirección, evitándome por completo. Tomada por la sorpresa y la desilusión que siento en este momento, me alejo de Amie y hago mi mejor esfuerzo por sonreír. Ahora sí, la Gea de antes regresó. Estoy utilizando una máscara, todo cambió de un momento al otro. Me siento furiosa, decepcionada, dolida... Adrien le regaló a su hermana la luna de miel, que tanto he deseado durante el año que estamos juntos, y ni siquiera tuvo el coraje de decírmelo.
-Disfruten la boda, se lo merecen -espeto fríamente, sin quitar mis ojos de Adrien. Ambos nos abrazan y luego siguen con sus fotografías. Adrien parece querer decir algo, pero no puede gesticular ni una sola palabra.
-Gea... -dice finalmente, pero no tengo deseos de oírlo-. No hagas un escándalo.
-¡No me digas lo que debo hacer! -chillo intentando contenerme-. Sabías que era importante para mí. Podrías habérmelo dicho, Adrien -sugiero dolida. Ahora sí, todo se salió de control. Nada está bien.
-¿Todo en orden? -cuestiona Barent observándonos con detenimiento. Poso mi vista en los demás invitados de la mesa y noto que todos nos observan. Liss parece algo confundía, Harry no expresa nada y Tania me hace señas para que le diga que sucede. Quiero largarme de aquí, no tengo ánimos para soportar esto.
-Si me disculpan, iré a... -Mierda, no sé qué excusa inventar-. Yo...
-Servirán el plato principal en unos minutos, querida -me informa el tío de Adrien-. Acompáñanos.
-Sí, lo haré luego, solo necesito unos minutos -les digo a todos. Tomo mi bolso de mano, me quito la rosa de mi cabello con desprecio y sonrío para que todos pienses que no me pasa nada. Adrien no se mueve de su lugar y solo siento su mirada implorándome que no haga nada.
-¿Quieres que te acompañe? -pregunta Liss con amabilidad.
-No -respondo rápidamente. Que ni siquiera se le ocurra seguirme. Solo me agrada un poco, ni siquiera eso, y necesito estar sola. Me molestaré, necesito unos minutos sin ninguna de estas personas a mí alrededor-. Estaré bien.
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18. Luces
Estoy completamente sola. A lo lejos, veo las mesas repletas de personas riendo y divirtiéndose, mientras que los meseros se mueven de un lado al otro con bandejas plateadas en sus manos. Estoy sentada en una banca madera, como las de Hyde Park, ubicada debajo del gran árbol en el que me encontré con Damien horas atrás. Intento contenerme, mis emociones están mezcladas y no sé cómo actuar realmente. No hizo nada malo, cumplió el sueño de su hermana pero... ¿Qué hay de mí? ¿Qué hay de lo que me importa? ¿De lo que quiero? Otra vez regresamos al mismo lugar. ¿Por qué me lo ocultó? ¿Por qué estoy tan molesta? ¡Mierda! Todo se vuelve más complicado que antes y ni siquiera sé por qué. Es un desastre y sé que estaré molesta por esto el resto de mi vida.
Limpio mi mejilla, sin notarlo algo cayó de mi ojo izquierdo y no pienso admitir que estoy llorando por su causa. Aliso la falda de mi vestido y luego veo a Damien acercarse. Pongo los ojos en blanco y dejo que se siente a mi lado. Lleva la cámara colgando de su cuello y tiene un plato repleto de comida en sus manos.
-¿No deberías estar tomando fotos? -pregunto intentando parecer despiadada.
-Es mi media hora libre -me informa sonriente, mientras que mastica algo una y otra vez-. ¿Qué sucedió ahora con el gruñón de tu esposo?
-No sucedió nada -musito rápidamente.
No quiero hablar sobre eso en este momento. A Damien no parece gustarle mi respuesta, pero no pienso decirle más. Seguiré enojada el resto del día y tal vez el resto de la semana,
pero nadie logrará hacer que cambie de opinión con respecto a la idiotez que cometió Adrien.
-Bien. No me lo dirás y no insistiré -murmura dándose por vencido. Luego tiende un pedazo de sándwich delante de mí para que lo tome. Niego con la cabeza frunciendo el ceño. No comeré absolutamente nada, no tengo hambre y nadie parece comprenderlo-. Vamos, nena. Come algo -pide.
-No tengo hambre, Damien.
Él sigue insistiendo. Tomo el pedazo de sándwich, para que ya no moleste y como solo un pedazo. Es de pollo con lechuga, tomate y algún que otro aderezo. No sabe del todo desagradable. En un segundo mordisco, le sonrío en gesto de agradecimiento.
-¿Lo ves? Es más lindo cuando sonríes -confiesa con una amplia sonrisa.
Me río sin siquiera poder remediarlo y le doy otro mordisco al sándwich. Ambos estamos sentados observando la nada y ninguno sabe que decir. Me cruzo de piernas y suelto un leve suspiro. Necesito descargarme de alguna manera, no quiero pensar en la estupidez que cometió Adrien y tampoco tengo que pasarme el resto del día de mal humor por su culpa.
-Sabes, siempre creí que tengo el control de todo lo que me rodea, pero a veces me doy cuenta que no es así y eso me desespera. Nunca sé lo que sucederá entre Adrien y yo, y tengo...
-¿Miedo? -cuestiona volteando su rostro hacia mi dirección.
Jamás creí que él diría esa palabra y ahora estoy debatiéndome entre admitirlo o no. Nunca he tenido miedo, no ese miedo que todos pueden notar. No sé qué me sucede, las cosas entre ambos son tan sensibles que solo
una palabra puede arruinarlo.
-No sé si sea miedo, pero sé que si no encontramos una solución a todo este desastre, las cosas se complicarán.
Damien parece más pensativo que antes y sé que intenta ayudarme, pero no creo que funcione.
Elevo la mirada y veo a Tania acercándose. Oh, genial. Lo que me faltaba para empeorar aún más mi día. ¿Qué mierda quiere ahora? Bueno, al menos no es la otra chica, eso sí que no lograría tolerarlo. ¿Por qué a todos se les da por fastidiarme el día de hoy?
-Gea -dice a unos pocos metros de mí. Siento como el codo de Damien golpea mis costillas una y otra vez disimuladamente. Lo miro de reojo y contemplo como la observa. Oh, no. No puede ser lo que estoy pensando-. ¿Estás bien? -Sí, ambos están viéndose como si fuesen animales extraños o algo así. Genial, lo único que me faltaba.
Me pongo de pie para acabar con toda esta estúpida situación. Damien me sigue y caminamos hasta colocarnos delante de la hermana de Adrien. Le sonrío y Damien también lo hace. Todo se volvió algo incómodo y no sé cómo explicárselo ¿Qué debo decir? Mierda, esta situación es estúpida y sin sentido. Solo quiero regresar casa y estar sola. Estoy sobrando en este lugar, nadie me necesita.
-Tania, él es Damien O'connor, un amigo -indico presentándolo. Damien sonríe y se acerca a ella. Besa su mano y contemplo como las mejillas de la rubia se tornan rojas.
-Es un placer -murmura Damien, a lo cual, Tania responde del mismo modo. Ahora sé que estoy molestando. Debería dejarlos solos para que se conozcan,
pero sería completamente descortés, aunque yo no soy cortés, así que podría hacerlo.
-Gea, Adrien me dijo lo que sucedió... -inquiere intentando captar un tono de discreción que no es digno de ella-,solo quería saber si estabas bien -murmura. Ahora es tímida, que inoportuno.
-Sí, estoy bien, Tania -respondo-. Regresemos a la mesa -le indico. Me despido de Damien y él me devuelve una sonrisa.
Llegamos a nuestra mesa y todos detienen lo que están haciendo para observarme de pies a cabeza. Es más que claro que saben que algo sucede entre Adrien y yo, pero, ¿qué demonio les importa?
-¿Todo en orden, querida? -pregunta Barent apartando una copa de vino de sus labios. Sonrío, tengo que sonreír, tengo que ser la Gea hermosa y perfecta que siempre soy. Es hora de una de mis mejores máscaras, tengo que ocultar toda la mierda que tengo dentro.
-Por supuesto, Barent. Estoy muy bien -le respondo con una sonrisa. Me siento al lado de Adrien y me limito a mirar hacia adelante. Sé que está observándome desconcertado, pero no estoy dispuesta a admitir que aún sigo molesta. Lo sorprenderé comportándome como la esposa perfecta que todos creen que soy.
-Gea... -murmura acercándose a mí.
-Déjame en paz, Adrien -espeto duramente-. Ni siquiera me dirijas la palabra.
-No me hagas esto -suplica colocando su mano en mi rodilla. Poso mis ojos sobre el punto exacto en el que su mano toca mi piel por encima del vestido y trago el nudo que tengo en mi garganta.
-Yo -espeto apartándolo-, no hago nada.
Así que déjame en paz.
Minutos después, intento hacer conversación con los demás integrantes de la mesa. Sonrío y participo de todas las charlas, como si fuese la persona más feliz de toda la boda. Adrien intenta hablarme en varias ocasiones, pero simplemente lo ignoro. El plato principal es retirado y luego de varios minutos sirven el postre. Como solo un poco mientras que observo la pantalla gigante en la que se proyecta un video clip de fotografías de Amie, Lin y Stefan. Todos nos reímos y recordamos buenos momentos, pero el corazón se me congela al ver una serie de imágenes de mi boda.
Una hermosa foto con Amie cuando tomó mi ramo de novia, algunas fotografías mías y de Adrien bailando en medio de la pista con Lin y diversas fotografías más. Miro a Adrien y observo que está viéndome. Ambos pensamos lo mismo, pero estoy demasiado molesta como para siquiera pensar en razonar mi manera de actuar. Vuelvo mi mirada hacia la pantalla y continúo ignorándolo. El video finaliza con una hermosa fotografías de Stefan, Amie y Lin. Todos se ponen de pie y el lugar estalla en aplausos.
La música comienza a sonar estruendosamente y los novios, junto a los demás invitados, corren hacia la pista de baile. Tania toma mi mano y me dirige hacia al centro de la multitud. No quiero bailar, yo no bailo si no tengo deseos de hacerlo, pero al ver que Adrien me vigila desde lejos, decido enviar todo al maldito demonio. Me muevo al ritmo de la música y bailoteo una y otra vez sin detenerme. Todos se ven felices, yo no lo estoy, pero todo lo hago perfectamente bien, fingir especialmente.
Amie se acerca a mí, la abrazo con falsedad y luego comienzo a bailar con los novios. Veo a Damien tomándonos fotografías con una sonrisa en el rostro, Tania observa la situación y se acerca a mi oído para preguntarme algo.
-¿Damien tiene novia? -cuestiona con una traviesa sonrisa. Me río y luego niego con la cabeza. Sabía que me preguntaría eso en algún momento. La vi observándolo muchísimas veces durante el transcurso de la boda.
-¿Te gusta, Damien? -pregunto apropósito. Ella sonríe y asiente tímidamente con la cabeza. Bien, supuse que algo así sucedería-. Damien es norteamericano, tiene veinticinco, es fotógrafo, le encantan las hamburguesas, no tiene novia y, además de eso, es el enemigo número uno de tu hermano.
Tania se ríe y luego sigue bailando, parece algo pensativa, pero intenta disimularlo con sus horribles pasos de baile.
-Ve y habla con él, te aseguro que funcionará-le digo en un susurro para que ya no me fastidie.
-¿Tú crees? -pregunta frunciendo el ceño.
-Claro que sí, creo que tú también le gustas -afirmo intentando parecer amable.
Ella da un saltito y corre desesperadamente en dirección a Damien. Niego con la cabeza y sigo bailando sola por unos minutos más. A lo lejos veo como Liss y Harry bailan uno al lado del otro pretendiendo encontrar algún maldito tema de conversación, pero no lo logran del todo.
Me siento en la mesa nuevamente y Adrien se acerca a mí. Se coloca a mi lado y me observa en silencio. Intento ignorarlo, pero su mirada punzante sobre mi cara me resulta de lo más molesta y desesperante.
-Deja de verme.
-Eres hermosa -murmura colocando su mano de mi mejilla, en un vago intento por intentar arreglar esta situación. Pero la verdad es que esto jamás tendrá solución. Sigo molesta con él, sigo dolida por lo que hizo y no puedo permitirme perdonarlo tan fácilmente, aunque me muera de ganas de besarlo y abrazarlo una y otra vez.
-No funcionará ese truco, Adrien -aseguro-. Sigo molesta contigo y lo estaré por siempre, así que desiste de todo esto de una buena vez porque tus halagos son innecesarios y no servirán de nada.
Adrien se mueve incomodo sobre la silla y quita su mano de mi mejilla. Lo oigo suspirar y decido mirarlo a los ojos. Veo su dolor, veo que está perturbado por lo que sucedió, pero no puedo dar el brazo a torcer. Tengo que seguir molesta.
-Amie habló de su luna de miel durante mucho tiempo y sabía que Stefan no podría pagarlo. Entiende, Gea. Invirtieron mucho en esta boda y sabes que mi hermana no es una persona que derrocha dinero. Solo quise hacerla feliz, pero al hacerlo te molestaste conmigo y eso no puedo soportarlo.
-No fue el hecho de que le regalaras el viaje, Adrien -confieso cruzándome de brazos-. Me molestó que ni siquiera me lo dijeras, tuve que enterarme por tu hermana que pagaste su luna de miel y estoy completamente segura de que si ella no me lo hubiese dicho, yo jamás lo sabría.
-Quería decírtelo -se excusa, pero la Gea malvada no quiere creerle. No puedo permitirme esto, seguiré molesta hasta que él haga algo increíble para hacerme cambiar de opinión.
-Pero no lo hiciste.
-Gea...
-Ya no me fastidies. Hablaremos cuando lleguemos a la casa.
Suelta otro suspiro y regreso mi atención en la pista de baile. Tomo mi celular y comienzo a abrir una y otra vez la aplicación de fotografías porque no tengo otra cosa que hacer. Al ver algunas fotos recibo un mensaje de Damien.
*Sonríe, nena*
Elevo la mirada y lo veo a unos pocos metros de mí. Sonrío inconscientemente y él me toma una fotografía. Eso me hace sentir mejor. Me saluda con la mano y luego veo como Tania se acerca a él y ambos comienzan a hablar plácidamente. No puedo creer que esté sucediendo. Creo que Damien y ella se entenderán muy bien.
-Antes mi esposa y ahora mi hermanita menor, no puedo creerlo -murmura Adrien apretando la mandíbula.
Me río en el interior e intento que él no lo note, pero no lo logro. Sonrío sutilmente y él también. Me pongo seria de nuevo y luchando con mi Gea interior, dejo que él me rodee la cintura con su brazo. Besa mi hombro levemente y luego vemos como los demás invitados regresan a sus mesas dando por finalizada la tanda de baile. Adrien toma otra rosa del arreglo floral y la coloca detrás de mi pelo como lo hizo antes.
Minutos después, los novios cortan el pastel, dicen un par de palabras, todos brindamos y les deseamos muchas felicidades, nuevamente, y, cuando llega el momento del ramo, Tania toma a Liss del brazo y ambas corren hacia el centro de la pista en donde todas las solteras esperan ansiosas.
Si Amie no hubiese atrapado mi ramo, hace exactamente un año, ninguno de nosotros estaríamos
aquí. Esto es realmente patético. Yo jamás cogí ningún ramo y me casé de todas formas. Todos aplauden y gritan, la novia hace su lanzamiento y ellas se arrojan una encima de otra para conseguir el tonto ramo. Damien se muere de la risa y toma miles de fotografías. Solo veo brazos, cabellos alborotados y vestidos moviéndose de un lado al otro. La situación genera risas en todo el lugar.
Oímos un grito desgarrador y Tania eleva el ramo a lo alto. Todos comienzan a aplaudir mientras que ella da saltitos de un lado al otro. Oh, mi Dios. Mi cuñada se casará en un año, esto no puede ser verdad. Adrien abre los ojos de par en par y niega con la cabeza una y otra vez como si no pudiese creerlo.
-¡Tengo el ramo! ¡Tengo el ramo! -grita la rubia desesperada y emocionada. Amie corre a abrazarla y las demás solteras de la boda la aplauden a modo de felicitación. Genial. Otra boda Eggers en unos años. Lo único que necesitaba.
Luego de todo el alboroto, hay más baile y, sinceramente, no tengo deseos de bailar. Fue suficiente con todo lo que ya tuve que tolerar. Miro mi celular, son las cinco de la tarde. Solo debo soportar dos horas más y podré regresar a casa. No quiero estar aquí. Solo quiero acostarme en mi cama y dormir hasta mañana. Ni siquiera tengo deseos de hablar con Adrien sobre lo que sucedió.
-¿Quieres bailar, Gea? -pregunta tendiéndome su mano cuando una canción de Justin Timberlake comienza a sonar. Jamás se lo he dicho y no creo que él lo sepa, pero es mi cantante favorito. No puedo resistirme, pero tengo que hacerlo. Lucho con mi Gea interior, pero
me doy por vencida, es Justin, debo bailar.
Me pongo de pie y tomo su mano, él sonríe y caminamos hacia la pista en donde todos bailan sin control.
-Esto no significa que todo está bien entre ambos -le informo secamente-. Solo bailaré contigo porque me gusta esta canción y todos deben de creer que somos una pareja perfecta, pero sigo molesta.
Adrien sonríe con dulzura y luego acaricia mi mejilla. Tengo que fingir que eso no me afecta, pero la realidad es que me encanta.
-Y no hagas eso.
-Sé que te gusta, sé que te encanta que te acaricie, no puedes negarlo -murmura acercando mi cuerpo a su torso, provocando que sienta todos sus definidos músculos-. Te quiero Gea, lo sabes, y no me gusta que estés molesta.
Toma mi barbilla y hace que lo mire fijamente. Intento ser fuerte, pero fracaso de un segundo al otro. No puedo contenerme y las cosas comienzan a salirse de control. Siento sus labios sobre los míos y me doy por vencida. Muevo mi boca al ritmo de la suya y coloco mis manos detrás de su nuca. Justin canta mientras que oigo los gritos de diversión de los demás, cada vez más lejos. Estoy transportándome hacia otro lugar, en donde solo estamos Adrien y yo. Por fin encontré la paz que necesitaba, solo una horas más, solo unos cuantos minutos y llegaremos a casa, estaremos solos y tendremos nuestro momento especial para resolver esta situación. Solo debo esperar.
Se separa de mí, coloca su pulgar en mi labio inferior y recorre el contorno, lentamente, sin quitar su mirada de la mía. Me cruzo de brazos y sonrío, ya no
estoy molesta, tal vez finja que lo estoy, pero no hay más rencor en mi interior, al menos no ahora.
-Mañana si estaré molesta -le advierto. Se ríe levemente y luego me abraza con dulzura.
Me toma de la cintura y comenzamos a movernos hacia todas las direcciones al ritmo de la buena música. Me río por primera vez en el día y me muevo alrededor de Adrien una y otra vez. Lin corre hacia nuestra dirección y me pide que la cargue en brazos. Por dentro, pongo los ojos en blanco, la pequeña Lin, tenía que arruinar mi momento, pero por fuera sonrío, la cargo en brazos y deposito su peso en mi cadera. Adrien se acerca a ambas y los tres comenzamos a bailar. Ella se ríe y Adrien parce estar absorto en sus propios pensamientos. Tengo curiosidad por saber que piensa, pero al ver la sonrisa en su rostro, sé que no es nada malo.
Mi esposo toma su teléfono celular, luego coloca la cámara delante de los tres y toma muchas fotografías. Lin sonríe en cada una de ella y yo aprovecho la cámara frontal para ver mi aspecto actual. Como siempre estoy más que perfecta.
Una hora más tarde sirven los platillos de mesa dulce y hay absolutamente de todo. No como demasiado, pero me doy el lujo de probar alguna que otra cosa. La noche comienza a caer y el inmenso árbol que se encuentra a un lado es iluminado por lucecitas blancas que adornan cada rama. Comienza a hacer algo de frío, pero no hay señal alguna de lluvia, lo cual nos indica que la boda de Amie es un completo éxito.
-Es tiempo del último baile, señores. Inviten a su pareja a disfrutar de este hermoso
momento -dice el maestro de ceremonias a través del micrófono. Adrien me sonríe y toma de mi mano antes de que todas las demás parejas se pongan de pie. Me lleva hacia el otro lado contrario de la pista de baile y no me dice nada.
-¿A dónde vamos? -pregunto siguiendo sus pasos acelerados.
No me responde, pero una hermosa melodía empieza a sonar y su caminar se hace mucho más veloz.
Tee shirt de Birdy suena, tomo mi vestido con la mano que tengo libre y lo elevo un poco para no pisármelo. Adrien se detiene y veo un hermoso árbol, similar al árbol principal que ilumina la pista de baile. Este también tiene pequeñas luces de colores que iluminan el lugar. Bailaremos debajo de este árbol.
-Te quiero solo para mí en un momento como este, mi preciosa Gea -murmura cuando hago que mi cabeza descanse en su hombro derecho-. No me gusta que estés molesta, mi único objetivo es hacerte feliz.
Toma mi mano con delicadeza y me hace voltear lentamente, luego regreso a mi posición anterior y coloco una de mis manos en su pecho. Cierro los ojos y dejo que la música nos lleve a ambos hacia el pasado, hacia lindos y dulces recuerdos que se proyectan en mi mente una y otra vez. Rememoro nuestro primer baile, el día de nuestras boda, es una ocasión que es no difícil de recordar. Yo estaba muy molesta ese día, pero cuando bailamos juntos por primera vez todo pareció esfumarse, como ahora. Solo somos nosotros dos y nadie más, sin molestia alguna.
-Te quiero, Gea, te quiero -murmura apretándome fuertemente contra su cuerpo cuando el estribillo
de la canción suena. Lo abrazo muy fuerte y hundo mi cara en su pecho. Me siento mejor, me siento protegida, él es como mi escudo, el único que logra hacer que me sienta bien, incluso cuando no lo estoy.
-Estoy molesta contigo, pero yo también te quiero, Adrien -digo en un susurro.
-No estarás molesta por mucho tiempo -asegura con una traviesa sonrisa en su rostro.
-¿Por qué estás tan seguro de eso? -cuestiono con curiosidad fingida. Sé lo que me dirá y su idea me resulta de lo más agradable. Él acaricia mi cabello, mientras que giramos lentamente al ritmo de la canción.
-Porque cuando lleguemos a casa, tú y yo, haremos muchas cosas hasta que tu enojo se esfume por completo -me informa insinuando que una noche perfecta de sexo se aproxima. Sonríe y luego me besa castamente en los labios. Es el fin de todo mi enfado, la Gea fuerte ya se dio por vencida, Adrien logró hacerlo con un simple beso.
A lo lejos se oyen los aplausos y gritos de felicidad. Adrien toma mi mano y en silencio, regresamos en donde toda la multitud aún está reunida. Nos acercamos sin intentar llamar demasiado la atención. La noche a caído por completo y las luces que iluminan los árboles se roban la atención de todos. Amie y Stefan toman un micrófono y se dirigen hacia todos sus invitados por segunda vez en el día. Nos agradecen por la presencia y por compartir un hermoso momento, ya saben, todo ese tipo de cosas que dices en una boda. Recuerdo que yo también lo hice en la mía.
-...por eso queremos que nos acompañen en el lanzamientos de estas luces
flotantes que significan mucho...
Stefan tiene una luz flotante entre sus manos y según lo que Amie nos explica, tenemos que pedir un deseo junto con nuestra pareja y luego soltar la luz flotante hacia el cielo. Es completamente patético, pero me parece dulce y original. Todos aplauden y esperan a que los meseros se acerquen con las luces flotantes. Cada pareja toma una y luego comienzan a dispersarse por diferentes partes del jardín. Los novios y Lin se colocan en medio de la pista de baile y esperan ansiosos a que los demás terminen de escoger un lugar perfecto.
Adrien se dirige hacia un lugar un poco más apartado. Caminamos ente árboles y arbustos hasta llegar frente a un inmenso estanque de agua verde que tiene el reflejo de la luna y algunas estrellas en el. Qué manía tiene de alejarse de todo el mundo.
-¿Por qué haces esto? -cuestiono a su rara actitud de apartarme de la sociedad.
-Porque te quiero solo para mí -me responde provocando que mi corazón se acelere.
-¿Y si no quiero, piensas secuestrarme?
-Lo haré si es necesario.
Mi esposo se coloca detrás de mí, luego besa mi mejilla y esperamos a que los novios lancen su luz flotante. No sé qué deseo pedir, tengo todo lo que quiero, todo lo que necesito, nada me hace falta. Esto no tendrá sentido alguno.
"Quiero ser solo Gea..."
Sí, eso quiero para siempre. Solo eso, simple y sencillo. Ese es mi deseo.
En el cielo, vemos la primera luz, Adrien sonríe, coloca su mano sobre mi vientre y lo acaricia una y otra vez con suma delicadeza y ternura.
Oh, no. Adrien...
Sé lo que acaba de desear, sé lo que esto significa y me pongo algo tensa. Él parece no notarlo y ubica su mano junto a la mía cuando soltamos la luz flotante que comienza a elevarse en el cielo contigua con todas las demás. Cierro los ojos e intento contenerme. No quiero destruir sus ilusiones y tampoco arruinar sus deseos, pero yo no quiero lo mismo que él. Adrien quiere un hijo y yo no, Adrien quiere tener una familia, pero eso a mí me resulta completamente aterrador. Mi respuesta es inmediata, yo no quiero y si no lo quiero no lo haré, tengo que decírselo, sé que él no lo entenderá, pero esto me ha tomado por sorpresa y me tiene completamente espantada.
Yo no quiero un bebé.
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19. No quiero
Por fin se acabó el día, por fin estoy en casa. Subo las escaleras rápidamente mientras que Adrien viene siguiendo mis pasos de un modo más lento. No hemos dicho ni una sola palabra desde el lanzamiento de las luces flotantes. Sé que él notó algo extraño y debe de hacerse una idea de lo que sucede, pero no hablaré ahora, no estoy lista.
Abro la puerta de mi habitación, corro hacia mi tienda individual y me quito los zapatos. Adrien aparece detrás de mí y me mira a través del espejo.
-¿Podemos hablar? -cuestiona arrojando su chaqueta sobre el sillón blanco de un rincón.
-Mejor, ayúdame con el vestido -sugiero.
Es mejor tomar el camino fácil.
Él se acerca, acaricia mi piel y de un segundo al otro la tensión en el ambiente es exclusivamente sexual. Respiro un poco más rápido y dejo que sus manos recorran mis hombros y mis brazos con leves y deliciosas caricias. Cierro los ojos, mientras que él coloca su boca sobre mi cuello, deslizando su lengua por mi piel, lenta y seductoramente, como si estuviese disfrutando de cada segundo. Hecho mi cabeza hacia atrás y tomo su mejilla en mi mano. Es malditamente hermoso lo que hace. Me relaja, me gusta, me excita...
Desliza el cierre de mi vestido y deja que caiga a mis pies, desnudándome casi por completo. Toma mi cintura y me voltea inmediatamente hacia su dirección. Me besa con más intensidad y luego acomoda mis piernas alrededor de su cadera. Comienza a caminar hacia la ducha y la abre para que el agua corra. Me aparto unos segundos y respiro intentando
recuperar el oxígeno en mis pulmones. Lo miro sorprendida y sonrío. Desabrocho, rápidamente, los botones de su camisa blanca, le quito el cinturón y lo demás. Él coloca su mano debajo del agua y cuando comprueba que ya está a la temperatura adecuada, arroja sus pantalones hacia algún lugar del cuarto de baño de una patada, me carga en brazos y nos mete a ambos debajo del chorro de agua caliente que moja mi cabello instantáneamente.
Coloca todo su cuerpo encima de mí, acorralándome, como si fuese un animalito indefenso. Mi espalda choca con la fría pared y gimo sin poder evitarlo. Su erección es palpable en la entrada de mi sexo y eso solo hace que me excite más. Lo quiero, lo deseo, lo necesito dentro de mí, ahora.
-Dime que deseas, preciosa -murmura con la voz ronca. Él tampoco podrá contenerse por mucho tiempo.
-Follame -le digo con la voz entrecortada-. Follame, Adrien, follame -imploro una y otra vez como si estuviese suplicando por el oxígeno que necesito para poder respirar. Se mueve rápidamente y me penetra. Gimo cuando siento que su miembro me invade por completo, hecho mi cabeza hacia atrás y dejo que el agua nos empape a ambos. Adrien me toma por el trasero, me mueve hacia arriba, retirándolo de mí y luego hacia abajo introduciéndolo fuertemente.
-¡Oh, por Dios! -exclamo cuando siento las primeras embestidas.
-Abre los ojos, Gea, mírame.
Lo hago rápidamente. Abro los ojos y acerco mi boca a la suya, mientras que él se mueve dentro y fuera, una y otra vez, provocando que mi estómago se retuerza y que mis
piernas flaqueen levemente alrededor de su cintura. Gimo, jadeo y suelto algún que otro grito de vez en cuando, mientras que clavo mis uñas en su espalda intentando sostenerme de alguna manera.
-¡Oh, Dios, sigue, sigue! -exclamo cuando siento que se detiene, pero no me hace caso y sale de mi interior. Me observa con inquietud y luego examina el piso del baño.
-Estás sangrando -me dice con evidente preocupación.
¿Qué? ¡Mierda! No, ahora no, no en este momento ¿Por qué precisamente ahora tiene que sucederme algo así? Además, es completamente embarazoso. Pienso en la fecha... si, es el maldito periodo. ¡Maldición!
-Es solo el periodo, Adrien -le informo para que no exagere la situación-. Follame, no le des importancia, hazlo -Imploro restándole valor al asunto, pero por su cara de preocupación sé que eso no bastará. ¿Por qué ahora?
-No quiero hacerte daño -me dice con la voz cargada de dulzura. No, Adrien, sigue, nada sucederá, es solo sangre.
-Adrien... -le advierto moviéndome para encontrar su erección-. Hazlo, por favor.
-No lo haré, Gea. No -asegura dejándome en el suelo-.No es correcto. Dejaré que te des un baño y... -Entro en pánico por un segundo, pero luego logro calmarme. No se saldrá con la suya.
-Estaré cinco días sin poder sentirte dentro de mí, Adrien. Si no lo haces ahora, juro que no dejaré que me toques cuando se acabe. No importa cuántos deseos tenga.
-Gea, no es correcto.
-Yo te quiero... -susurro. Esas son las palabras mágicas-. Soy tu esposa y te estoy pidiendo que lo
hagas.
Él parece pensarlo y por un segundo, estoy segura que me dirá que no quiere hacerlo, pero luego me carga y vuelve a penetrarme, pero lo hace con mucho más cuidado que antes. Todo el temor y la preocupación se desvanecen de sus ojos.
-¡Oh, por dios! -grito. Sexo duro y placentero. Mierda-. ¡Más, más! ¡No pares!
-¡Muévete, preciosa! -me indica. Lo hago y pierdo el juicio de nuevo. Me encanta lo que está haciendo. Comienzo a sentir sus duras embestidas y empiezo a perder el control. Sé que el primero está cerca, ahora más que nunca debemos aprovechar. Estaremos cinco días sin sexo.
Luego de vestirme con un pijama de algodón, para nada provocador, y secar mi cabello, regreso a la habitación. Adrien está acostado en la cama y mira algo de telebasura sin percatarse de mi presencia. Cruzo la habitación y me acuesto en mi lado de la cama. Él me rodea con su brazo, apoyo mi mejilla sobre su pecho desnudo, suspiro un par de veces y veo la tele hasta que siento que ya llené mi cabeza con porquerías que no quería saber. Apenas son las nueve treinta, pero no pienso cenar nada, no tengo hambre, estoy cansada y mi humor es tan cambiante que solo quiero dormir abrazada a mi esposo.
-¿Quieres cenar algo, preciosa? -pregunta interrumpiendo el silencio entre ambos.
-No tengo hambre -respondo acurrucándome sobre su cuerpo.
-Debes comer algo, no has probado bocado en todo el día.
-Adrien, no empieces.
Él besa mi coronilla y luego acaricia mi cintura. Suelto un leve suspiro y pienso una y otra vez en tocar el tema
del bebé o no. Necesito decirle lo que quiero y lo que no, pero no quiero que se moleste y tampoco deseo romper sus ilusiones. Sé que algún día sucederá, pero no sé si será pronto y tampoco sé a dónde estaré dentro de siete u ocho años. No estoy lista para esto, no ahora.
Me siento en la cama, flexiono mis rodillas y luego las abrazo. Él se sienta igual que yo y me mira expectante.
-Necesitamos hablar de algo muy serio -murmuro evitando su mirada.
-¿De qué se trata?-cuestiona claramente preocupado.
Oh, mierda. ¿Cómo se lo digo?
Muevo mis manos nerviosamente, intentando buscar alguna forma de decírselo. Titubeo una y otra vez, pero debo decírselo. No sé cómo reaccionará, pero tengo que sacarme esta presión y este peso de encima.
-Se trata sobre tu deseo -le digo frunciendo el ceño. Veo como comprende a lo que me refiero y una sonrisa inesperada se escapa de sus labios.
-¿Qué intentas decirme? -pregunta sonriéndome. Acaricia mi mejilla y luego mi cabello. Veo esperanza en sus ojos y no quiero romperle el corazón, pero sé que debo hacerlo. Me siento como una maldita zorra.
-Tú quieres un... un bebé -digo en un susurro. Y no es una pregunta, es una afirmación, él quiere ser padre. -Ese fue tu deseo. Tú quieres que tengamos un hijo y...
-¿Qué sucede con eso?
-Yo no quiero.
La sonrisa de su rostro se borra y aparta su mano de mi mejilla rápidamente. Parece confundido y asombrado, pero aun así sigue manteniendo esa chispa de esperanza en sus ojos. No quiero que tenga esperanzas de nada,
porque sé que eso jamás sucederá.
-Gea, quiero tener hijos contigo, pero que lo desee, no significa que esté pensando que tú en un mes vendrás y me dirás que estás embarazada, porque sé que eso no pasará -me dice intentando mantener la calma-. No quiero un hijo así, de un día al otro, pero quizá en un año o dos tu y yo podríamos tener un bebé, quizá podamos formar una familia... -Eleva su mirada al cielo y sonríe como si estuviese imaginándose algo hermoso-. Sabes que voy a darles todo ¿Te imaginas lo hermoso que sería ver a una mini Gea correr por los pasillos de la casa con un vestido rosa lleno de flores, en unos años? ¿Te imaginas lo hermoso que sería que te llamaran "mamá" y a mi "papá"?
No, no puedo imaginármelo y tampoco quiero hacerlo. Es por eso que no quería hablar sobre este maldito tema. Estaba completamente segura que él me diría algo así y lo peor de todo es que no encuentro la manera menos despiadada para acabar con sus ilusiones.
-Adrien, basta -digo para que se calle. Ya se está imaginando demasiadas cosas que no sucederán-. No puedes hablarme de algo así, nosotros recién comenzamos a conocernos, recién estamos entendiendo nuestras formas de ser, apenas llevamos un año de casados y...
-No comprendo porque me estás haciendo un escándalo por todo esto, Gea. Solo fue un deseo, nada más. Nunca te pedí nada -reclama elevándome el tono de voz.
-No es el hecho de si me lo pides o no. Yo sé que lo quieres y eso es algo que no podré darte -respondo.
-No quieres darme, que es muy diferente -dice secamente.
Está
más que claro que está enfadado y eso me hace enojar a mí también. Está tomándose las cosas muy a pecho y no puedo lidiar con todo esto sola. Estallaré en cualquier momento.
-Gea, te vi hoy en la boda, vi el cariño que tienes por Lin, la forma en la que la consolaste cundo lloraba. Verlas a las dos juntas, hoy, hizo que mi mente viajara a cualquier lugar... Yo me imaginé miles de cosas, incluso me ilusioné con la idea de que tengamos un bebé y es algo que lo vengo pensando dese hace tiempo. Tengo casi treinta años... -murmura sin saber cómo terminar la frase. Sé que quiere que entre en razón, pero esta conversación no tiene razón alguna.
-Adrien, solo tengo veinticuatro años, ya estoy casada contigo y, ¡no puedes pedirme ni exigirme algo así!
-¡No te exijo nada, Gea! -exclama saliéndose de control.
-¡Entiéndelo! ¡No quiero tener hijos contigo! -grito poniéndome de pie.
Ahí está lo que estaba buscando. Sus ojos, que antes se veían cargados de esperanza, ahora están completamente vacíos. Sé que lo que dije no sonó como lo planeé y él lo interpretó de otra manera, pero es demasiado tarde para intentar corregirlo, sé que acabo de arruinar absolutamente todo.
-Gea... -me dice completamente sorprendido.
-No quiero tener hijos ni contigo ni con nadie, Adrien -murmuro sintiendo como mis ojos se llenan de lágrimas gracias a este vago e inútil intento por solucionar las cosas. Sé que lo lastimé, sé que me lastimé a mí misma, pero necesitaba terminar con esto-. Lo siento... -digo finalmente
y un sollozo se escapa.
Él se pone de pie e intenta buscar alguna respuesta. Sé que me dolerá, sé que él no vencerá su orgullo e intentará dañarme.
-Tal vez deba buscar a una mujer que sí quiera tener hijos conmigo -espeta con frialdad. Cierro los ojos y siento como esas palabras se clavan en mi pecho como puñales. Intento resistir, pero la Gea malvada que no demora en responder.
-¡Pues, entonces, yo también debería de buscar a otro hombre, Adrien! ¡Un hombre que no quiera tener hijos o que, por lo menos, respete mi decisión! -grito cuando él corre hacia el armario y veo que comienza a vestirse.
-¡Tienes razón, busca a otro que yo también saldré en busca de alguien que si quiera tener hijos conmigo, Gea! -grita a modo de reproche mientras que se coloca una de sus camisas negras. Esas que son especiales para salidas o paseos.
-¡Bien! -le digo entre gritos. Que lo haga, entonces.
-¡Bien! -me dice de la misma manera.
-¡Entonces ve! ¿Qué esperas?-grito entre furia y llanto, mientras que señalo la puerta de la habitación-. ¡Ve y consíguete a cualquier puta que cumpla tu capricho porque yo no lo haré!
Adrien sale de nuestra tienda individual vistiendo pantalones negros y una camisa negra. No sé cómo logró vestirse tan rápido, pero se coloca su reloj e intenta ignorarme por completo. Está muy molesto y hará esto para molestarme aún más, pero sé que es el fin, no saldremos de esta situación tan fácilmente. Ambos lo arruinamos con algo estúpido y sin sentido.
Se coloca su colonia y luego recorre
la habitación para tomar las llaves del coche y su teléfono.
-¿A dónde mierda crees que vas? -cuestiono persiguiéndolo de un lado al otro.
-¡Déjame en paz, Gea! -grita, volteándose hacia mi dirección de un modo completamente amenazante, que me hace retroceder unos centímetros.
¡Maldito!
Camina hacia la puerta de la habitación y solo puedo gritar.
-¡Te odio! -chillo.
-¡No es cierto! -me responde.
-¡Tal vez deberíamos divorciarnos de una maldita vez para terminar con toda esta mierda! -Adrien se voltea en mi dirección y me sonríe con cinismo.
-No digas estupideces, cariño -espeta con sorna-. Eso jamás sucederá -Cruza el umbral y camina por el pasillo como si nada.
-¡Vete a la mierda, Eggers! -grito como un último intento, pero sé que eso no va a detenerlo.
Cierro a puerta de nuestra habitación con fuerza provocando un gran estruendo. Luego me recuesto sobre ella, me deslizo hasta que mi trasero toca el piso y, cuando oigo que el motor de su coche se enciende, me largo a llorar como una maldita estúpida. Las ruedas rechinan fuertemente y escucho como cruza la entrada de la casa a toda velocidad. Me dejó sola, se atrevió a dejarme completamente abandonada y confundida en medio de esta situación.
-Esto no es justo -me digo a mi misma, pero no logro calmarme-. Mi vida es una mierda.
Media hora después, siento como mi pecho se ve completamente vacío, como si ya no hubiese dolor en el. Elevo mi cabeza, que estaba escondida ente mis rodillas, y suspiro un par de veces. Me arden
los ojos y la piel de mis mejillas se sienten tiesas por causa de las lágrimas.
Me pongo de pie y corro al baño. Lavo mi rostro y me limpio la nariz varias veces para asegurarme de que no hay evidencias de que he llorado por causa de Adrien. Regreso a mi habitación y me acurruco en la cama. Solo puedo pensar en todo lo que sucedió hasta quedarme completamente dormida. No me importa a donde fue o que mierda está haciendo en este momento. Solo quiero saber que sucederá el día de mañana. Siempre supe que nuestro matrimonio era un convenio de unos años, que no duraría demasiado y, ahora, sé que si las cosas siguen así, no pasaremos del año y medio.
Me cubro con el edredón hasta la barbilla y luego tomo mi teléfono de la mesita de noche. Desbloqueo la pantalla y nuestra foto hace que mis ojos se inunden de nuevo. ¿Por qué tiene que hacerlo tan difícil? ¿Por qué no logra entenderme?
Yo no soy el problema, el único culpable aquí es él. ¿Por qué demonios tuvimos que hablar sobre este delicado asunto en este momento? Sentía que por fin comenzábamos a entendernos, pero luego aparecieron estos miles de obstáculos que no pudimos superar. Sé que si no arreglamos esto que es algo menor, jamás lograremos superar mayores. Nuestro matrimonio acabará en cualquier momento y no quiero que se acabe...
Abro los ojos por causa de un ruido en la planta baja. Me siento en la cama rápidamente y miro la hora. Oh, mierda. Son las cinco de la mañana y hay lluvia fuerte que cae sobre el techo de la mansión.
Me pongo de pie, tomo mi bata de seda y bajo las escaleras
de dos en dos. Todo está tenuemente iluminado y solo logro oír golpes hacia algún objeto que provienen del despacho de Adrien.
Cruzo el recibidor, luego la sala de estar y recorro el pasillo hacia su despacho. Abro la puerta rápidamente y me horrorizo el verlo de espaldas a mí, golpeando la pared con su puño izquierdo, provocando que sus nudillos sangren, mientras que con su otra mano sostiene una copa de whisky. Oh, no, Adrien, no...
-¡Adrien, detente! -grito horrorizada, mientras que me muevo velozmente hacia su dirección.
Me coloco delante de él y poso mis manos en su pecho para que reaccione, pero parece perdido en su mundo y en sus pensamientos. Como si no me oyera, como si yo ni siquiera existiese. Comienzo a llorar, mientras que grito para detenerlo, pero nada parece hacerlo entrar en razón. Está completamente ebrio, huele a alcohol y a cigarrillos... No quiero ni siquiera saber en qué maldito lugar de mala muerte ha estado.
-Adrien, mírame -digo entre sollozos, golpeando su mejilla una y otra vez con la palma de mi mano para que despierte y reaccione de alguna manera-. Adrien, estás sangrando, detente, por favor -suplico una y otra vez. Tomo su cara entre mis manos y hago que me mire, pero sus ojos están perdidos y no puede controlarse a sí mismo-. Adrien, por favor... -suplico.
-Eres preciosa, Gea. Preciosa -dice acercándose a mi rostro.
Podría oler su aliento a alcohol desde el London Eye. Por más que esté molesta, furiosa, o lo que sea, no puedo verlo en este estado, se me parte el alma. Sé que rompí su corazón
en mil pedazos, sé que destrocé sus esperanzas y sé que lo herí de mil formas posibles, pero así soy y no puedo cambiar.
-Eres la única que quiero, jamás habrá otra mujer en mi vida si no eres tú, eres la única... -dice con voz de borracho. Por dentro me río levemente, pero luego me vuelvo seria.
-Vamos a la habitación, Adrien. Necesitas una ducha -digo intentando parecer amable. Él se ríe y luego bebe otro sorbo de su copa casi vacía. Se la quito de las manos y la dejo a un lado con desprecio. ¿Por qué tiene que hacer esto?
Hago que me siga hasta la sala y cuando llegamos allí ambos nos caemos sobre el sillón sin que pueda detenerlo. Nuestras miradas se cruzan y aunque esté ebrio, en sus ojos veo amor, veo cariño, veo ese algo especial que siempre está ahí cuando lo necesito. Por un segundo quiero seguir llorando, pero sé que no debo hacerlo. Gea Eggers no llora, al menos, no todo el tiempo. Ya he llorado demasiado en menos de veinticuatro horas.
Adrien mueve su mano hacia mi mejilla, la acaricia, lentamente, mientras que observa cada centímetro de mi piel y posa sus ojos sobre mis labios. Trago el nudo que tengo en mi garganta y dejo que quite un mechón de pelo que cubre mi rostro. Me siento completamente hipnotizada, sé que va a besarme y no podré resistirme.
-Eres mi tesoro más valioso, mi preciosa Gea -dice acercándose cada vez más-. Eres el único motivo que le da sentido a mi vida, eres la única mujer que yo am...
-¿Qué yo qué? -pregunto velozmente-. ¿Qué yo que, Adrien? -se ríe y luego niega con la cabeza un
par de veces.
-No tengo que decirlo si no sientes lo mismo. No tiene sentido -espeta clavando su fría mirada en mí.
Se pone de pie como puede y camina hacia el recibidor. Demoro unos poco segundos en moverme y lo sigo. Lo ayudo a subir las escaleras a pesar de sus quejas y protestas. Luego, llegamos a nuestra habitación y, antes de que se arroje a la cama, lo arrastro hasta la ducha. Abro el agua fría y, así como está, lo meto debajo de ella para que se le quite la borrachera estúpida y sin sentido que tiene.
-¡Mierda! -gruñe cuando siente todo su cuerpo congelarse. Me río levemente y luego le doy indicaciones para que se quite la ropa.
-Te pasa por imbécil, Eggers -murmuro conteniendo la risa.
-¿Quieres que me desnude, preciosa? -niego levemente con la cabeza y comprimo una sonrisa.
-Te ves ridículo.
Adrien parece querer juguetear y me hace una especie de striptease sensual típico de borrachos. Me río, luego golpeo su espalda con la palma de mi mano y le ordeno que siga dándose un baño. Cuando acaba, lo ayudo a secarse por completo. Tomo la toalla que se encuentra en un rincón y, al hacerlo, muevo su camisa mojada del piso y veo manchas de labial color rosa sobre la tela negra. Siento como un balde de agua helada cae sobre mi espalda. Miro las manchas una y otra vez y luego se las enseño a Adrien que parece tan sorprendido como yo. ¿Dónde demonios ha estado? ¿Por qué hay manchas de labial en su ropa? Oh, mierda, esto no me gusta para nada, esto no está bien.
-¿Qué es esto? -cuestiono enseñándole más de
cerca las malditas manchas-. ¿Puedes explicarme que mierda es esto? -pregunto de nuevo elevando el tono de voz. Perdí el control de la situación por completo y ahora estoy más molesta que nunca.
-No es lo que crees, Gea -dice rápidamente-. No es lo que estás pensando, te lo juro, nada sucedió, yo nunca...
-¡Vete a la mierda! -grito arrojándole su camisa mojada a la cara y salgo del cuarto de baño, cerrando la puerta con un ensordecedor estruendo. Siento como Adrien me persigue por la habitación. Me zafo de sus miles de intentos por atraparme y luego veo como corre al armario y se coloca unos bóxer. Se tambalea de vez en cuando y toca su cabeza una y otra vez. Deseo que se muera de dolor de cabeza, se lo merece por idiota. No puedo creer que esto esté sucediéndome. Ha estado con mujeres, ha bebido y seguramente, despilfarro mi dinero en un lugar de mala muerte.
Me acuesto en la cama y él lo hace conmigo. Intenta abrazarme, pero me suelto y lo golpeo con el codo cuando quiere envolverme con sus brazos.
-Déjame en paz -digo con sequedad, pero me toma de la cintura y me hace voltear hacia su dirección.
-Gea...
-No me hables, no me toques -digo apartándome por enésima vez-. Deberías de dormir en otro cuarto. No quiero verte -digo con frialdad y molestia.
-Eres la mujer de mis sueños, preciosa Gea -dice entrecerrando los ojos como si estuviese a punto de dormir-. Eres... especial... por eso... te... mucho -balbucea sin que pueda entender que quiere decirme y estoy desesperada por saber. Quiero moverme, pero Adrien me rodea con sus dos fuertes brazos, me coloca cómodamente encima de su pecho y luego descansa una de sus manos en mi cintura.
-Adrien -digo elevando el tono de voz, pero no oigo su respuesta-. Adrien-repito, pero no me oye. Se quedó completamente dormido. Sin poder terminar la frase que quería oír y sin darme una explicación de lo que sucedió.
¿Qué ocurrirá cuando despertemos en la mañana?
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20. Irritante
Primer día del periodo, mi primera noche de mal sueño, como suele ser la mayoría de las veces. Intento tolerarlo, pero me resulta devastador e irritante. Miro a mi lado izquierdo y Adrien duerme plácidamente. Me pongo de pie y observo el colchón para comprobar que todo esté limpio. Suelto un leve suspiro y sonrío para mis adentros, como siempre todo está bajo control, como dije que lo estaría. Todo me sale bien. No debía preocuparme demasiado. Necesito una buena ducha, algo que me relaje y quite toda esta tensión que comienza a apoderarse rápidamente de mi cuerpo. Sé que estaré de mal humor por unos minutos o tal vez horas, pero no tengo la culpa de lo que sucede. Soy así.
Corro al lavado, me quito el estúpido pijama y me doy un baño. No sé cuánto demoro bajo la ducha, pero dejo que el agua corra libremente por mi cuerpo y que el tiempo vuele. Necesito relajarme, necesito pensar con claridad, quiero olvidarme de los problemas y de las estúpidas discusiones con Adrien.
Salgo del cuarto solo en ropa interior de algodón negro, que no es ni sexy ni atractivo, pero así me siento ahora. Odio estar en estos días, pero por desgracia no puedo evitarlo.
Lo primero que observo es la cama, Adrien no está dormido. Debe de haberse despertado segundos después que yo. Al parecer no quiso siquiera decirme buenos días. No hay rastro de él, lo cual me parece muy bueno. No tengo humor como para tolerarlo demasiado el día de hoy.
Corro de un lado al otro dentro de mi tienda individual, me siento tan mal que ni siquiera tengo deseos
de vestirme, mi humor no es nada bueno y sé que tendré que soportarme a mí misma. Todas las veces que estoy en estos días me escapo de todo el mundo, soy completamente intolerable.
Suspiro un par de veces y me miro al espejo. Tengo ojeras, luzco diferente y, además de eso, me duele el bajo vientre. Esto es completamente injusto, es ridículo. Las mujeres tienen que sufrir demasiado mientras que los hombres viven malditamente felices y tranquilos.
Adrien aparece en el umbral de la puerta de mi tienda individual y posa su peso sobre el marco mientras que me observa con los brazos cruzados a la altura de su pecho. Pongo los ojos en blanco porque sé que no puede verme. Siempre sé lo que hará. Desde el primer día en el que nos casamos hace eso. Solo me observa una y otra vez, pero mi técnica de ignorarlo nunca funcionó del todo. No le conviene hacerme molestar.
-¿Te encuentras bien? -cuestiona rompiendo el silencio que nos invade y, que al mismo tiempo, nos incomoda a ambos. Sé que debo de decirle que no me siento bien, porque es lógico que con el periodo ninguna mujer se siente bien, pero tengo que ignorarlo por completo. Aún sigo molesta.
- ¿Te importa, siquiera?
-Vamos, Gea, por favor, no empieces -dice frustrado.
-Sí, estoy bien-respondo cortante-. No fastidies.
Quiero que deje de hablarme de inmediato.
Me quito la bata, observo las miles de prendas, tomo unos vaqueros y me los coloco. Adrien me observa fijamente, siento su mirada clavada en mi espalda.
-Pedí que te prepararan el desayuno -murmura para llamar mi atención, pero
ni siquiera me volteo a verlo.
-Sigo molesta, Adrien. Lo que sucedió ayer fue lo único que me faltaba para hacerme estallar, así que, solo te pediré que te vayas. No me interesa tu desayuno ni nada de eso.
Oigo su suspiro cargado de frustración y enfado, pero cuando me volteo no lo veo. Sigo vistiéndome sin preocuparme por lo que él piense o intente hacer. Marcho al baño cuando ya estoy vestida y me seco el cabello. Sigo viéndome desastrosa, pero utilizo un poco de maquillaje para poder ocultar las ojeras que toman por completo la atención de mi rostro.
Regreso a la habitación y el murmullo de la televisión me distrae. Miro sobre la cama la bandeja de desayuno y tomo un pedazo de chocolate. No debo de comer esto, pero no me importa. Tendré tiempo de arrepentirme luego. Bebo un poco de jugo y luego me siento en el colchón para estar más cómoda. Me doy por vencida, le hago caso a mi estómago, que me advierte que no he comido nada en muchas horas y le doy lo que me pide. Todo como me gusta, el jugo, el té, la ensalada de frutas y pastel. No me detengo y como todo lo que está en la bandeja, mientras que intento calmar mi mal humor.
Mi esposo reaparece en la habitación y tiene su laptop entre manos. Me observa, sonríe cortamente y se sienta en la cama sin decir ni una sola palabra. Abre el aparato y con el rabillo del ojo observo la pantalla del computador. Está haciendo cosas del trabajo y parece concentrado en ello. Miro la televisión sin entender nada de lo que la chica de las noticias dice, no le estoy prestando atención, bebo un poco de té y comienzo
a relajarme. No es así como creí que pasaríamos un domingo. Podríamos hacer cosas divertidas y diferentes, pero no, eso no sucederá porque estoy molesta con él.
-Lo lamento -dice luego de unos minutos de silencio. Me volteo a verlo y le enseño mi peor cara-. Lamento haberme marchado ayer en la noche, lamento todo lo que hice y, sobre todas las cosas, lamento haberte hecho sentir presionada con algo tan importante como la decisión de tener un hijo -murmura pensativo-. Tenías razón cuando decías que te estaba presionando. Lo pensé y comprendí que estaba pidiéndote algo que tú no querías y lo entiendo, Gea.
-Las cosas no funcionarán de esta manera -espeto con sequedad-. No podemos pelearnos y reconciliarnos a cada dos segundos. Eso en un matrimonio se vuelve aburrido.
-Jamás buscaría a otra mujer -murmura con dulzura-. Siempre serás tú -Acerca su mano hacia mi mejilla, pero muevo mi cabeza hacia otro lado, no quiero ceder aún.
Sus palabras hacen que el corazón se me derrita por dentro, pero por fuera finjo que nada me sucede. Necesito hacerlo sufrir un poco más. Sé que jamás ha hecho nada y sé que ayer solo salió a beber algunas copas de más, pero necesito hacerlo sentir culpable.
No sé qué responder, por primera vez, no tengo palabras para expresarme, solo hay pensamientos, miles de pensamiento, pero ninguno es bueno. No para mí. No volveré a hablar sobre tener bebés porque eso no sucederá. No estoy lista y aunque Adrien crea que si lo está, yo no dejaré que me convenza. ¿Cómo amar a alguien más cuando ni siquiera sé lo que es amarme
a mí misma? No seré buena madre, eso lo sé, ni siquiera soy buena esposa, que intente serlo o que finja serlo, no significa que lo sea.
-¿Podemos evitar hablar de todo esto ahora? -cuestiono frunciendo el ceño-. No tengo deseos de hablar y tampoco de oír nada, Adrien. No me siento bien, ¿de acuerdo?
-De acuerdo, cielo -farfulla con comprensión.
Se mueve y deja su computadora a un lado. Me toma por sorpresa y me abraza tiernamente. Me quedo dura ante su tacto, esto no me lo esperaba, pero al paso de los segundos, comienzo a relajarme. Suspiro y apoyo mi cabeza en su pecho.
-Tenemos que hablarlo, pero lo haremos luego -le digo en un susurro.
Adrien besa mi frente y no me dice nada. Sabe que necesito pensar muchas cosas. Toma el control de la televisión y sube un poco el volumen. Estira las sábanas hasta la mitad de la cintura de ambos y luego coloca su mano en mi bajo vientre. Lo acaricia una y otra vez con delicadeza, me mira y sonríe.
-¿Te duele?
-Solo un poco -aseguro.
-Si te embarazas podrás evitar el periodo por nueve meses, cariño -murmura fingiendo inocencia. Lo miro con los ojos entrecerrados y frunzo el ceño. No puede estar hablando enserio.
-Adrien... -digo secamente a modo de advertencia.
-Bien, solo bromeaba -asegura.
Quiero besarlo y abrazarlo, pero no puedo olvidar que encontré labial en su camisa la noche anterior, no puedo olvidar que se marchó, dejándome con la palabra en la boca y tampoco puedo olvidar que sigo enojada por todo esto, tal vez lo estaré siempre.
-Anoche fui a un bar
-susurra evitando mi mirada.
Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.
-Dije que no quiero hablarlo, Adrien -le advierto de mal humor.
-Necesito decirte que nada sucedió, necesito que sepas que hubo mujeres intentando seducirme, pero que no hice nada, solo podía pensar en ti, en nosotros, en lo desastroso que somos cuando no podemos hablar, en todo lo que sucede entre ambos. Jamás haría nada que pudiese apartarme de ti, te quiero para siempre, jamás lo arruinaría todo por nada.
-Sé que no has hecho nada, Adrien -confieso acariciando su mejilla. Esto es lo malo de estar en días como estos. Jamás sé lo que haré realmente. Ahora me siento completamente invadida por deseos de besarlo y acariciarlo, pero estoy segura que voy a querer matarlo en cualquier momento -. ¿Podemos estar así, abrazos, durante un largo rato? No quiero enfadarme contigo-murmuro abrazándolo con ternura. Sonríe y luego hace lo que le pido. Acaricia mi cintura con una mano y, con la otra, mi cabello, mientras que miramos las aburridas noticias del Reino Unido.
-Te quiero -musita acercándose a mi oído. Sonrío y luego me aparto de él. No voy a besarlo todavía, lo haré sufrir por unos minutos-. ¿Tú me quieres? -pregunta volviéndose a acercarse. Oh, no. Sus tácticas para intentar convencerme no funcionarán.
Me muevo quisquillosa y le doy espalda. Él se ríe y yo contengo mi risita. Esto es divertido, más de lo que creí.
-Oh, vamos, señorita, no te hagas la difícil.
-No me hago la difícil -respondo inmediatamente. Él me
toma de la cintura nuevamente y besa mi mejilla-. Tú lo complicas todo, ese es el único problema.
-Vamos, dime qué me quieres, dame un beso y acabemos con tu enfado, cariño -sugiere colocando su mano sobre uno de mis senos juguetonamente. Sabe que me gusta eso y sabe que los besos en el cuello son mi debilidad, por eso lo está haciendo ahora y no puedo resistirme-. Dilo...
Me río y me muevo de un lado al otro cuando comienza a hacerme cosquillas en el cuello y en la cintura. Es mi punto más que débil.
-¡Bien, bien! -exclamo para que se detenga-. ¡Te quiero! ¡Ya no estoy molesta! -grito entre risas. Adrien se coloca encima de mí con suma delicadeza y luego me besa apasionadamente, sin control, sin pensar en el tiempo. Pero debo parar esto, no podemos hacerlo.
-¿Me perdonas?
Finjo pensarlo por unos segundos. ¿De verdad voy a perdonarlo así de fácil?
-Puede ser...
Comienzo a sentir sueño, pero dos leves golpecitos en la puerta de la alcoba me despiertan por completo. Adrien da la orden de que pase y la tal Andy se presenta en la habitación con una amplia sonrisa en el rostro, que se borra cuando la miro de mala manera. Ella no me tolera, de verdad que no lo hace y yo tampoco la soporto. Otra insignificante con la que tengo que fingir delante de Adrien.
-Señor Eggers, tiene visitas -dice en dirección a MI esposo. Adrien frunce el ceño y luego me mira confundido. ¿Quién mierda viene a interrumpir mi momento de paz?
-¿Quién ha venido, Andy? -pregunta con curiosidad, mientras que deja de abrazarme y se pone de pie.
-Tengo órdenes de no decirle nada, la visita me ha dicho que quiere sorprenderlo.
Me pongo de pie luego de que Adrien lo haga, aliso mi blusa de seda y acomodo mi cabello. Tengo que estar lista y hermosa para lo que sea. Algo me dice que una vieja arpía ha venido a visitarnos y debo estar preparada.
Bajamos las escaleras y ahí están ellas. Sonriendo falsamente. Bueno, al menos Daphne si lo hace porque Lin sonríe de verdad. La niña corre y entre grititos se lanza en brazos de su tío, provocando que Adrien deje de tomar mi mano para cargarla y hacerla voltear por toda la habitación. Me coloco delante de mi suegra y le sonrío falsamente como ella a mí.
-¿Cómo estás, querida? -cuestiona con arrogancia y fingido interés.
-Muy bien, Daphne -digo de la forma más amable que puedo. Lin se lanza a mis brazos tomándome por sorpresa y me rodea con sus bracitos y sus piernitas como si fuese un koala. Finjo que me agrada su muestra de afecto y acaricio su cabello.
-¡Vine a verte, tía Gea! -grita colocando sus manitos en mi mejilla.
-Nos vimos ayer -le digo. Ella se ríe y pide para que Adrien la cargue de nuevo.
-Le pedí a la abu Daphne que me trajera porque te extrañaba -murmura con una sonrisita-, ¿me extrañaste, tía? -cuestiona con inocencia. Miro a Adrien e intento responder rápidamente, pero no, no la extrañé.¿Por qué lo haría? Es solo una niñita irritante que logra alterar mis niveles de autocontrol. Definitivamente no seré madre jamás y menos si los niños son así como ella.
-Claro que te extrañé, cariño -murmuro
acariciando su cabello nuevamente.
-¿No saludas a tu madre, querido? -riñe mi suegra en dirección a MI esposo.
Adrien corre hacia su madre a abrazarla. Ella sonríe y besa su mejilla, lo cual no me agrada. Es mi esposo, es solo mío. ¿Por qué tienen que venir ellas a robar toda esa atención que es para mí? Todo estaba perfectamente bien y ellas vienen a arruinar mi domingo con sus sonrisitas. ¡Mierda! Ahora si estoy molesta, pero tengo que ocultarlo porque se supone que soy la esposa perfecta, debo aceptarlo todo y ser buena anfitriona. Solo espero que se queden a almorzar y luego se larguen de mi casa.
-Tío Adrien, ¿puedo quedarme contigo y con tía Gea? -pregunta con una sonrisita-. ¿Puedo, puedo, puedo?
No, no y no. No quiero que se quede, quiero que se largue de mi casa ahora.
Adrien sonríe y leda un par de vueltas en el aire, mientras que ella grita de felicidad. Al verlo así, miles de ideas y pensamientos rondan mi cabeza. Él quiere ser padre, sé cómo es con Lin y sé que algún día será excelente en ello, pero yo no puedo cumplir su deseo. Sé que su sobrina lo hace feliz y también sé que un hijo lo haría todo perfecto, su vida se completaría, pero yo no estoy lista, tengo que hacer que lo entienda y tengo que entenderlo yo también...
-Las invito a almorzar -murmura Adrien hacia la dirección de su madre. Si, ahí está. Tendré que soportarlas a ambas incluso en el almuerzo. Genial.
Minutos después todos nos vamos a la sala y bebemos té con galletas hasta que el almuerzo esté listo. Mi suegra y mi esposo, charlan animadamente
sobre la boda de Amie y comentan todo lo que yo ya sé que sucedió. No faltan en ningún momento los comentarios filosos y agresivos de mi suegra, pero intento ignorarlos. Soy más que ella, puedo comportarme como toda una dama, ella no es nadie, solo lo hace porque es una dolida mujer que no tiene nada mejor que hacer.
-Veo que todo está reluciente e impecable, como siempre, querida -murmura observando cada detalle de la habitación. Se ríe y luego niega con la cabeza antes de que responda-. Ah, claro, tienes servicio, ya que tú no haces la limpieza, ¿verdad?
Adrien se ríe y luego me mira de reojo. Frunzo el ceño y busco una buena respuesta, pero nada se me ocurre.
-No quiero que Gea haga la limpieza, madre -responde él con una sonrisa cargada de diversión en su rostro. Sabe que los comentarios de su madre me molestan y parece divertirse con eso-. Gea es mi princesa, mamá, no necesita hacer nada, para eso está el servicio.
¡Ha! ¡En tu cara maldita vieja!
Mi suegra se ríe y luego me fulmina con la mirada. Si cree que me pondré a limpiar, o algo así, está completamente equivocada.
-¿Yo también soy tu princesa, tío Adrien? -cuestiona la niñita sentada en el regazo de mi esposo.
-Claro, tú y tía Gea son mis princesas -responde acomodando su cabello castaño claro.
Lin sonríe y luego lo abraza de manera exagerada. ¿Por qué no deja de abrazarlo? Es MI esposo, se supone que tiene que abrazarme a mí. ¿Por qué siempre tiene que estar encima de él? De verdad que esa niña me molesta. Yo tengo que ser el centro de atención
y no ella. La detesto, es solo una niñita, pero la detesto.
-Tesoro, a veces, creo que haces demasiado por ti, por la empresa, por tu esposa -dice despechando, sin problema alguno,el título que me pertenece-.Tienes que encargarte de tu casa, de tu empresa y, además de eso, de ella -musita señalándome con burla. Respiro, respiro, respiro. Todo acabará rápido... -En mi época, las mujeres se dedicaban a su casa, a su esposo, a que todo estuviese limpio, que su esposo no pase hambre... -murmura como si recordara viejos tiempos, pero soy yo la que está muriendo por dentro. Ella solo lo hace apropósito-. Ahora solo se preocupan por gastar dinero y verse bien...
-Madre... -dice Adrien en tono de advertencia.
Respira Gea, respira. Puedes superar esto, puedes mantenerlo bajo control, todo te sale bien, respira. Son solo unos cuantos insultos más y se acabará.
Mi celular suena en mi bolsillo trasero, interrumpiendo la conversación. Lo quito de ahí y veo en la pantalla una llamada de Damien. Genial. Mi suegra me mira con detenimiento, pero luego salgo de la habitación y contesto la llamada en el pasillo
-¿Qué?-digo de mala gana.
-Pero que mal humor tienes -dice con una sonrisa-. ¿Qué sucedió con el alemán, ahora?
Suelto un bufido y pongo los ojos en blanco.
-No sucedió nada. ¿Qué quieres?
-Bien, si vas a matarme por el teléfono, mejor cuelgo y llamo cuando estés mejor-murmura al otro lado. Niego con la cabeza e intento calmarme.
-No, lo siento. No estoy de buen humor el día de hoy, pero
no eres el motivo. Ya sabes cómo soy -Oigo como se ríe al otro lado y eso me hace sonreír-. Mi suegra está en casa y no deja de molestarme -le digo para que logré entenderme.
-De verdad lo siento. Espero que puedas tener paciencia para soportarla. La vi en la boda y créeme que tiene cara de bruja.
-Lo es -afirmo-. No me digas lo que ya sé y habla de una maldita vez.
Me muevo de un lado al otro en el pasillo y oigo como me relata lo que sucedió con Tania. Aún no puedo creerlo. Adrien se pondrá furioso y lo golpeará de nuevo si se entera. Al parecer, la hermanita menor de Adrien no es ninguna santa. Besó a Damien cuando la boda acabó. Oh, eso a mi esposo no le gustará.
-¿Entonces, saldrás con ella?
-Eso creo -responde-. Oye, es rubia y es muy linda..., ¿Estás celosa? -cuestiona entre risas.
-Ni en tus sueños -digo secamente.
-Bien, solo quería estar seguro de que no te parezco guapo -asegura.
-No.
-Bien, tal vez estés ocupada, así que, te dejo tranquila.
-De acuerdo -respondo-. Fue un placer matar tus esperanzas de nuevo -murmuro con malicia. Lo oigo reírse al otro lado.
-¿Nos veremos mañana?
Pienso unos segundos y sonrío.
-Sí, nos vemos mañana.
Cuelgo la llamada después del saludo y luego miro algún punto fijo en la pared. Tania y Damien... ¿Quién lo hubiese imaginado? Espero no tener que soportar otra boda Eggers en un par de años.
Llega la hora del almuerzo y los cuatro pasamos al comedor. Adrien y su madre hablan y escuchan atentamente
los comentarios de Lin, que es el centro de atención en el salón. Yo permanezco en silencio oyendo todo detenidamente. De vez en cuando mi suegra me lanza alguna que otra frase que me saca de quicio, pero decido ignorarla por completo y eso la hace enfadar más.
-Hijo, querido -murmura con un evidente y fingido tono de preocupación cuando Adrien prueba su comida-,¿estás alimentándote correctamente? ¿Almuerzas en el trabajo, tesoro? -cuestiona mientras que observa de manera paranoica a mi esposo, como si buscase algo fuera de lo normal. Oh, Dios, que no moleste, Adrien se ve igual que siempre, come bien, lo hace todo bien.
-Sí, madre. Me alimento bien -responde intentando no parecer grosero. Sé que él a veces tampoco puede lidiar con Daphne. Es irritante. Hasta cólera me da de solo pensar en ella.
-Qué bueno, tesoro-dice con una sonrisa. -Tú cocinas para mi hijo, ¿verdad? -interroga hacia mi dirección. ¿Qué? ¿Cocinar? Esa palabra no está del todo en mi vocabulario y ella lo sabe. Lo hace propósito-. Cuando mi querido esposo, que Dios lo tenga en su gloria, llegaba del trabajo, yo tenía toda su comida lista, querida -murmura insinuando la perfecta esposa que era. Adrien se ríe por la bajo, luego toma mi mano por encima de la mesa y me acaricia los nudillos con dulzura.
-A Gea no le gusta cocinar y no necesito que lo haga -responde con dulzura clavando su mirada hacia mi dirección provocando que no me sienta como una inútil-. Ambos nos alimentamos muy bien.
Daphne me mira de mala manera y luego regresa su mirada hacia el
plato de comida.
-No debes de preocuparte por tu hijo, Daphne. Él y yo estamos muy bien -digo para ver si logra cerrar su maldita y detestable boca de una buena vez. Espero que mis vagas esperanzas no se desvanezcan fácilmente.
Sé que jamás nos llevaremos bien, ya asumí eso y, sinceramente, no me importa. Ella no me interesa, yo no le intereso, no es necesario esforzarnos demasiado por sostener este teatrito inservible.
-¿Qué clase de madre sería si no me preocupara por mi hijo? -pregunta volviendo a fastidiarme-. Una madre que no trate mal a su nuera, no quiere a su hijo -afirma como si su palabra fuese santa. Ah, ya no la soporto, estoy empezando a ponerme nerviosa y en cualquier momento haré una escena.
-Puedo asegurarte que mi madre no trata mal a Adrien -le digo secamente y comprendo que no debí de haber dicho semejante estupidez. Bebo un poco de agua, dejo mi vaso a un lado y me encuentro con su mirada cargada de frialdad.
Se ríe levemente como si disfrutara de lo que acabo de decir. Si, acaba de encontrar una nueva arma con la que puede intentar hacerme daño.
-Tal vez tu madre no te quiere, querida -sugiere sin contenerse.
-¡Madre! -exclama Adrien haciendo que la pequeña Lin se exalte, pero simplemente no hago nada, ella no hace nada tampoco.
Acaba de vencer esta pequeña batalla, me dejé vencer sin sentido alguno y eso es detestable. Me siento patética y, lo peor de todo es que, ella tiene razón porque mi madre no me quiere, nunca me quiso y eso me duele muy en el fondo de mí ser, pero nadie puede verlo ni tampoco
saberlo. Es un íntimo secreto que intento reprimir. Soy fuerte, Gea siempre es fuerte ante todo y todos.
-No te permitiré que le faltes el respeto a mi esposa, tampoco dejaré que la hagas sentir mal en mi propia casa y mucho menos delante de mí -dice duramente mi esposo en mi defensa. Oh, es aquí en donde hago el papel de esposa pobrecita. Sí, claro. Me coloco mi máscara y finjo estar completamente dolida. Ahora haré que pague por lo que me hizo.
-Ah, abuela, que mala eres -cuchichea la niñita con mala cara en dirección a su abuela.
-Pero hijo, querido, solo bromeaba -se excusa sonriente y simpática, como siempre.
-Pídele disculpas a Gea, madre -ordena inmutable mientras que mi Gea malvada sonríe ampliamente y aplaude a los cuatro vientos una y otra vez.
-Pero, hijo, yo...-balbucea una y otra vez.
-Hazlo o te pediré que te retires de mi casa en este instante -murmura con autoridad.
Daphne se pone seria, parece avergonzada, veo como traga el nudo de su garganta y también su orgullo. Endereza su espalda y me mira fijamente. Titubea e intenta decirlo, pero nada sale de su boca. Oh, como voy a disfrutar de esto, será memorable. Se lo merece por maldita.
-Lo lamento mucho, querida -dice finalmente.
Observa a su hijo en busca de su aprobación. Adrien parece relajarse y luego de soltar un suspiro, toma mi mano por encima de la mesa y deposita un beso en ella. Sonrío porque conseguí lo que quería, luego, me acerco a mi esposo y besos sus labios apropósito. Esto le dejará muy en claro que es mío, solo mío, y que me pertenece
por completo. Ella al fin entenderá que yo tengo el control aquí.
Minutos después, el ambiente de tensión se disipa. Lin juguetea con la comida, hace berrinche por no comer sus estúpidos vegetales y Adrien consiente cada uno de sus caprichos. Solo deseo que no se quede en casa, que regrese con su abuela y que ya no me fastidie, no tendré suficiente paciencia como para tolerarla.
Comemos el postre en silencio hasta que la niñita abre su preciosa boquita y arruina un hermoso momento de paz, el único momento que tenía para poder controlarme.
-Tío Adrien, ¿puedo quedarme a dormir contigo y con tía Gea? -pregunta con inocencia. Me atraganto con la ensalada de frutas y bebo un poco de jugo para poder calmarme. ¿Acaba de preguntar eso? ¡Mierda!
Adrien parece tan sorprendido como yo. La abuela de la niña no hace, ni tampoco dice nada para detenerla. Sabe lo que está haciendo y aprovecha la situación para utilizar a su nieta como peón en su estúpido juego. Esto realmente no tiene sentido.
-¿De verdad quieres quedarte? -pregunta Adrien.
-¡Sí! ¡Quiero jugar contigo y con tía Gea! -exclama elevando sus bracitos hacia arriba.
Mi esposo me lanza una mirada para preguntarme en silencio que creo de todo esto. Intento ser amable, pero tolerar algo así ya es demasiado. Le digo que no disimuladamente, para que nadie lo note. No quiero a nadie fastidiando en mi casa. Quiero paz, silencio y no gritos y risas. La niña parece comprender la situación y voltea su cabecita hacia mi dirección. Se mueve de su silla y luego se sienta en mi regazo sacudiendo todo mi interior. Me abraza y comienza a tambalearse de un lado al otro. Eso solo hace que me altere aún más. De verdad que no tengo deseos de manchar mi ropa por culpa de la niñita fastidiosa.
-¿Puedo quedarme, tía Gea? ¿Puedo? ¿Puedo? ¡Me portaré bien! -asegura con desesperación-, ¡Di que sí, di que sí, di que sí! -grita jaloneando mi blusa de seda de un lado al otro. Suspiro en mi interior, pero sonrío en el exterior. A mi Gea malvada no le agrada la idea, se cruza de brazos y hace pucheros, pero no puedo hacer nada al respecto. Es la hora del show. Tengo que fingir, como siempre lo hago.
Gea, prepara tu máscara porque esto será intenso.
-Puedes quedarte, Lin.
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21. Pastel
Por fin estoy sola en la biblioteca leyendo un libro. Ya son las tres de la tarde y solo debo esperar a que Adrien y Lin regresen con la ropa de la niña para que el caos comience. Sé que todo se saldrá de control, pero solo deseo poder soportarlo. No quiero escándalos, ni llanto, ni nada de eso. Es solo una niña y sus padres están de luna de miel por no sé cuántos días, imploro a quien sea que no se quiera quedar todo el tiempo con los dos. Eso sí me molestaría. También sé que Adrien va a ignorarme por completo. Ella será la reina de la casa durante su estadía y yo pasaré a un segundo plano.
Me siento patética, estoy celosa de una niñita de cinco años. De verdad que no tiene sentido.
El coche de Adrien se detiene en la entrada y sé que el caos se aproxima. Bajo las escaleras y la puerta se abre. Oigo un ladrido y gritos. El corazón se me congela y veo como el perro de Lin corre hacia mi dirección y se pone de pie, apoyando sus patas delanteras sobre mis hombros. Cierro los ojos, la boca y hago la peor mueca de disgusto, cuando siento su mojada, asquerosa y, sobre todo, desagradable lengua sobre mi mejilla derecha. No me agradan los animales. Oh mierda, esto no puede estar pasando. Que asqueroso.
-¡Sal, sal, fuera! -grito de manera histérica e intento tocarlo lo menos posible. Es un perro peludo, feo y, además de eso, repleto de gérmenes y enfermedades. El animal se aparta de mí y corre hacia la sala de estar. Lin se ríe sin control y corre detrás de él.
-¡No, Charlie, espera!-chilla la niñita-. ¡No
te subas al sofá, a tía Gea no le gustará eso!
Adrien me mira desde la puerta de entrada de la casa con una sonrisa burlona y llena de satisfacción en su rostro. ¿Qué planea, ahora? Trae una pequeña maleta rosa con dibujitos de princesas y creo que ese tamaño amerita a demasiada ropa para un solo día. No quiero tenerla aquí más de lo necesario. Eso sería irritante. ¿Cómo se le ocurre traer un perro? ¿En mi casa? ¡Olvídalo!
-Esto será muy divertido -canturrea corriendo rápidamente detrás de su sobrina.
-No lo creo -me digo a mi misma.
Sé que le encantan los juegos, le encanta sentirse como un niño y me gusta verlo sonreír. Al menos, de esa forma no me siento tan culpable. Solo debo de tolerarlo todo y combatirme a mí misma y a mi mal humor.
Me dirijo hacia la sala de estar y los veo a los tres jugando animadamente sobre mi hermoso, costoso y limpio sillón. Frunzo el ceño y, al paso de los segundos, mi atención se posa en la hermosa sonrisa de Adrien. Se ve feliz y emocionado. Sé que no debo arruinar su felicidad. Me gusta verlo así, me hace bien oírlo reír. No quiero darle hijos aún, pero al menos puedo dejar que él y su sobrina se diviertan. A la Gea malvada no le agrada esto, pero decido ignorar sus muecas y berrinches. Soy yo la que tiene el control y no ella. Al fin estoy empezando a sentir algo especial dentro de mí, un cambio diferente. Sé que si lo intento, todo resultara de maravilla. Sé que me costará y tendré que luchar con mi mal humor, pero debo intentarlo. Necesito desaparecer este remordimiento que me consume por
dentro.
-¡Ven a jugar, tía Gea!-grita Lin moviendo su manito de un lado al otro para que los acompañe.
Muevo mi cabeza a modo de negación y apoyo mi peso sobre el ancho y frío marco de la puerta. Adrien comienza a hacerle cosquillas a Lin y más gritos resuenan por la habitación. Una sonrisa se me escapa sin que pueda detenerla. Todo el enfado y la molestia que sentía se esfuman de un segundo al otro.
Lin se acerca a su tío y le dice algo al oído. El perro ladra y ambos corren hacia mi dirección, rápidamente, con una sonrisa malvada en el rostro. Mis pies se mueven por instinto propio y comienzo a correr por el pasillo hacia cualquier dirección. Están persiguiéndome y si se trata de cosquillas no podré soportarlo.
-¡Corre, tío!-grita la niña. Acelero el paso y agradezco no llevar tacones el día de hoy.
Voy al comedor y luego rodeo la mesa. Adrien y Lin se colocan al otro lado y me miran expectantes. El can está de su lado y me ladra como advertencia.
-Tienes que rendirte, preciosa. Tenemos el control.
-¡Tienes que divertirte, tía Gea!
Me muevo alrededor de la mesa y ellos hacen lo mismo. Me acerco lentamente hacia el umbral y, cuando menos se lo esperan, corro hacia las escaleras. Lin chilla porque aún no logran atraparme y los oigo correr detrás de mí. Entro a mi habitación e intento buscar algún lugar para esconderme, pero soy demasiado lenta y cuándo intento escapar, Adrien me toma de la cintura y ambos caemos en la cama rápidamente. Suelto un gritito por causa del susto y luego percibo como sus labios me besan apasionadamente
durante unos segundos. Su sobrina nos ve, se lanza a la cama con nosotros, ambos comienzan a hacerme cosquillas y yo me retuerzo de un lado al otro para que se detengan. Debo admitir que no creí que podría tener en mi vida un momento tan perfecto como este...
-Te quiero tía, Gea -dice abrazándome fuertemente-. Te quiero mucho -murmura colocando su cabeza en mi hombro.
Cierro los ojos y dejo que todo el afecto que ella siente por mí me afecte. Me vuelvo sensible y, por un momento, me siento completamente plena. Ya no me siento vacía como alguna vez dije que lo estaba.
-Yo también te quiero mucho, Lin -expreso con sinceridad. Si, la quiero, la quiero mucho. Es solo una niña, una pequeña, como yo lo fui alguna vez.
La televisión está encendida para hacer algo de ruido. Todos estamos un poco más calmados y mi dolor menstrual comenzó a disminuir. Lin está acostada entre su tío y yo y, de vez en cuando, nos hace alguna que otra pregunta para romper con el silencio, mientras que su perro duerme plácidamente a los pies de la cama. No tengo porque fingir, no necesito ni una máscara, no tengo que estar enfadada, de verdad estoy muy bien así.
-¿Qué haremos ahora? -pregunta la pequeña con fastidio-. ¡Estoy aburrida! ¡Quiero jugar!
Está más que claro que ya se aburrió de no hacer nada y estoy buscando en mi mente algo que hacer, para poder entretenerla y que sea divertido para los tres.
-¿Qué quieres hacer, pequeña? -pregunto.
Se encoje de hombros y frunce el ceño.
-No lo sé. Algo divertido -responde.
No tengo idea de lo que para ella pueda significar "divertido" y eso lo hace todo más complicado.
Me siento en la cama con una malvada sonrisa en el rostro. Se me acaba de ocurrir la idea perfecta y sé que cometeré una locura, porque jamás he hecho algo así, pero por primera vez estoy dispuesta a saber que se siente. Siempre quise hacerlo y este es el momento perfecto.
Tomo la mano de Lin y la arrastro hacia mi tienda individual. Adrien frunce el ceño y cuando quiere seguirnos para saber qué pasa, lo detengo. Le indico que ponga música y que nos espere a ambas. Esto sepa épico.
-¡Toma tu celular! -grito para que me oiga, mientras que desvisto a Lin con cuidado. - ¡Tendrás muchas fotografías que tomar!
Cuando ambas estamos listas, le ordeno a Adrien que coloque música. Lin sonríe y posa su manito en su cintura. Bruno Mars comienza a cantar Treasure y abro las puertas de mi tienda individual de par en par para el desfile.
Adrien se queda con la boca abierta cuando Lin y yo caminamos hasta la mitad del cuarto, como si estuviésemos en una pasarela. La pequeña luce un elegante moño, como los que suelo hacerme para salir, una blusa color salmón, que jamás he utilizado, que le queda como un vestido, tiene mis tacones y los labios rojos a combinación con sus mejillas maquilladas. Le di mis anteojos para completar su look y sé que ella se siente como toda una diva. Adrien se ríe y luego toma su teléfono. Yo sigo luciendo igual con la única diferencia de que solté mi cabello y pinte mis labios. Lin posa una y otra vez como toda una súper modelo para
la cámara del celular de Adrien. Me río al verla y veo como su cachorro la mira extrañado. Solo le hace falta el perrito en manos y una boa de plumas en el cuello para que sea una celebridad por completo.
-¡Preciosa! -grita Adrien una y otra vez.
Lin no sonríe, finge seriedad y me pone de espaldas y voltea su cabeza en dirección al flash como si estuviese hecha para esto. Mi esposo aplaude y le deposita un beso en la mejilla. Lin se acerca y toma mi mano. Ambas le lanzamos un beso a Adrien en el aire y regresamos a mi tienda individual.
Vuelvo a vestirla y, así, pasamos un excelente rato. Lin se prueba la mayoría de mis prendas y dejo que ella escoja la que quiera. La maquillo nuevamente y le cambio mis zapatos. Todo es perfecto. Adrien se ve divertidísimo y no deja de tomar ninguna fotografía, se acerca a nosotras y nos tomamos selfies una y otra vez, haciendo todo tipo de muecas y caras graciosas, los dos besamos las mejillas de la pequeña y luego la abrazamos para las fotos.
-¡Ven aquí, Charlie! -grito golpeando mi palma en mi muslo derecho.
El cachorro corre en mi dirección. Cierro las puertas de la tienda individual, mientras que Lin se viste de nuevo. Tomo una corbata de Adrien y la coloco en el cuello del cachorro. Se ve completamente adorable. Abro las puertas, Lin y el can salen a la pasarela. Adrien estalla en risas y toma fotografías. Tengo la suerte de contemplarlo desde donde estoy.
-Con esa corbata, conseguirás muchas chicas, Charlie -le grita mi esposo al cachorro que parece más que feliz.
Somos como una familia.
Comienzo a pensar que así podría ser mi vida si de verdad decidiera pensar en lo que Adrien quiere. Si resuelvo aceptarlo, si logro estar lista, tal vez, en algunos años, tenga a una hermosa mini Gea en la casa, como Adrien lo desea. Tal vez, si eso sucede, mi vida sea diferente, sea mejor, tal vez, es eso lo que necesito para que mi vida tenga sentido por completo. Un bebé... ¿De verdad estoy pensando en la idea de tener un bebé?
Cruzo la habitación y me uno a su sesión de fotografías.
-Eres hermosa -musita Adrien besando mi mejilla en medio de otra fotografía-. La más hermosa -Sonrío y dejo que me bese-. Eres mi preciosa Gea -dice en un susurro-. Eres solo mía.
Me río y luego acaricio su barbilla.
-Y tú eres mío -aseguro.
-Completamente tuyo -me responde con dulzura.
-Eso ya lo sé -respondo con altanería. Me besa de nuevo hasta que un abrazo de su sobrina nos obliga a separarnos momentáneamente.
Una hora después, Adrien, Lin y yo bajamos las escaleras y nos dirigimos hacia la cocina. Genial. Quieren que haga un bendito pastel y no tengo ánimos de hacer nada. Bien, solo lo haré porque extrañamente no me siento como una maldita egoísta y quiero complacerlos a ambos.
No sé qué me sucede, pero la Gea malvada niega con la cabeza y me mira de reojo. Sé que está enfadada, pero no me importa. Algún día me desharé de ella para siempre.
Lin y mi esposo se sientan en los taburetes de madera y colocan sus manos sobre sus barbillas para observarme. Me siento incomoda y evito sus miradas mientras que
busco algunos recipientes. Necesitaré ayuda o no haré nada. Que al menos me ayuden a hacer el preparado.
Dejo los recipientes en la mesada, llamo a Lin y le coloco un delantal más pequeño, de esos que solo se usan en la cintura, para que no manche su ropa. Luego coloco sobre mi torso el delantal que compré para Adrien que dice "Te quiero". Ato mi cabello y lavo mis manos. Hasta ahora recuerdo a la perfección los pasos, así que creo que todo saldrá bien. Siempre debe de salir bien.
Comienzo a dar órdenes y ellos obedecen al pie de la letra. Adrien vierte el contenido de preparado sabor chocolate en uno de los bols transparentes, Lin trae la leche del refrigerador y ambos hacen la mezcla. Todo es muy ruidoso, pero para mí no es suficiente. Tomo mi celular y lo conecto a los estéreos de sonido de la mansión. Oprimo la primera canción que veo y 22 de Taylor Swift comienza a sonar con su atrapante melodía. Lin alza los brazos y baila. Sé que le gusta esta cantante así que la dejo. Sigo moviéndome al ritmo de la canción y de vez en cuando molesto a Adrien, lo abrazo y acaricio su cabello sin control alguno.
-No puedo ser pastelero si esta preciosa mujer me molesta-le dice a Lin en un susurro que logro escuchar-. ¿Qué crees que debo hacer, princesa? -pregunta hacia la niña. Mi sobrina sonríe y luego le dice algo al oído.
Decido ignorarlos y me volteo hacia el otro preparado. Será un pastel de vainilla y chocolate con cobertura de chocolate y fresas en el centro. Sé que les encantará, ya lo tengo todo completamente planeado en mi cabeza.
Adrien me toma por sorpresa de la cintura y hace que dé un saltito del susto. Derramo un poco de preparado amarillo sobre mi ropa y al ver la mancha que ha dejado en la tela, me aparto de él y lo fulmino con la mirada. No puedo creer que haga esto.
-¿Qué acabas de hacer? -pregunto intentando parecer enfadada, pero no lo estoy es solo una mancha insignificante. Oh, por Dios. ¿Yo dije eso? No puedo creerlo. Adrien me mira divertido y se acerca cada vez más a mí. Lin se ríe al otro lado de la habitación y nos observa con detenimiento.
Decido ser mala y tomo con mi cuchara un poco de preparado de la fuente. Adrien se aleja de mí lentamente porque sabe que voy a atacarlo, pero esto será divertido. Oh, sí. Quiero hacerlo.
-No -me advierte-. La camisa es nueva, Gea -dice, pero sabe que nadie puede detenerme. Sigo acercándome hasta que su cuerpo choca con la mesada. Ya no tiene salida. Mojo la yema de mi dedo índice con el líquido algo espeso y mancho la puntita de su nariz con él. Lo beso y noto como sonríe. Él me rodea la cintura y acaricia mi cabello. La fuente se interpone entre ambos, pero aun así, él logra estrujarme entre sus brazos por unos segundos. Me besa y luego nos seguimos moviendo, cada quien hace cosas diferente.
Voy dando más indicaciones de lo que deben hacer. Lin es una excelente secretaria, me trae todos los ingredientes que necesito del refrigerador y parece estar divirtiéndose muchísimo. Me gusta verla así, calmada, linda, normal. No es esa niñita irritante que tanto detesto a veces, ahora es un perfecto ángel.
I don't
know about you but I'm felling 22
Everything will be all right if you keep me next
To you
Lin y yo cantamos la canción, que se repite una y otra vez, con todas nuestras fuerzas, mientras que utilizamos las cucharas como micrófonos. Adrien toma su teléfono celular y oprime la pantalla tomándonos a ambas una perfecta secuencia de fotografías. Terminamos con los dos preparados rápidamente y los depositamos en el horno que ya está en su grado perfecto para la cocción.
Preparo la cobertura de mousse de chocolate con suma paciencia mientras que Lin se encarga de quitar todas las hojitas de las fresas que cubrirán el pastel. Adrien está lavando lo que ensuciamos y me da risa verlo así, tan... hogareño. Otra canción comienza a sonar y no es la de mi celular. Adrien toma su teléfono con las manos mojadas y luego contenta la llamada. Parece completamente sonriente y lo miro de reojo porque deseo saber porque sonríe de esa manera. No soy celosa, bueno, tal vez sí lo sea, pero tengo mis motivos.
-Qué bueno que ya estén disfrutando de Grecia... -dice sonriente. Suelto un suspiro. Es su hermana, bien, respiro con normalidad-. Claro, sé que estás desesperada, ahí te la paso -murmura tendiéndole el celular a Lin que no deja de dar saltitos de emoción. Sabe que son sus padres y ella debe de extrañarlos.
Me siento en la banqueta para descansar un poco, mientras que sigo batiendo la mousse. Ya casi está en su punto. Adrien se acerca a mi lado y me abraza por la cintura, besa mi cuello y luego observa a su sobrina que habla y habla
con sus padres y le cuenta todo lo divertido que hemos hecho. Verla así de feliz me hace sonreír. Ella y yo nunca nos llevamos bien, pero es un buen comienzo.
Me distraigo por unos segundos y Adrien coloca su dedo entero en mi mousse
-¡No toques mi mousse, Eggers! -exclamo.
Me molesto y golpeo su mano con la cuchara cuando la retira. No me gusta que haga eso. Él se ríe y coloca un poco en mis labios. Me mira fijamente y quita unos mechoncitos sueltos de mi cabello. Sé lo que hará y quiero que lo haga, claro que lo quiero. Dejo el bol encima de la mesada y hago que mis manos acaricien su espalda lentamente. Sé que Lin está ahí, pero no nos observa, está distraída caminando de un lado al otro. Podemos darnos el lujo de un beso como los que me gustan.
-Te quiero, mi preciosa Gea -murmura acortando la distancia entre ambos.
Cierro los ojos, noto como sus dedos se hunden en mi cadera y luego todo parece desaparecer. Mis pies se despegan del piso y solo siento sus labios junto a los míos, mezclados con el sabor a chocolate. Entierro mis manos en su pelo y profundizo más el beso. Como me gusta.
Ya no me importa mi suegra, la niña, el perro, la lluvia que cae en el jardín... Nada me importa. Estoy en donde quiero estar, este hombre es mi hogar, es lo que necesito. Es simplemente él. Lo inevitable ya sucedió y no me arrepiento de nada.
-Te quiero mucho más, Adrien...
Lin cuelga la llamada minutos después de nuestro beso. Charlie reaparece en la cocina, se acerca a su potecito de agua y bebe un poco de ella. Ahora que la niña terminó de hablar, vuelvo a subirle el volumen a los parlantes de la casa. Best song ever suena en todo el lugar y me pongo a bailar rápidamente. Adrien me mira de manera extraña y Lin se acerca cautelosamente hacia mi dirección.
-¿Qué sucede? -pregunto un tanto alarmada.
-No sucede nada -me responde Adrien con una malvada sonrisa en sus labios-. ¿Por qué piensas que sucede algo?
-¿Qué intentan hacer? -cuestiono dando varios pasos hacia atrás.
Lin se ríe y da un grito de guerra, Adrien toma un puñado de harina de la mesada y me lo lanza a toda velocidad. Lin realiza la misma acción y en cuestión de dos segundos me veo cubierta por el polvo blanco.
-¡Adrien, Linette! -exclamoenojada y sorprendida. Ambos se ríen a carcajadas, disfrutando el momento.Corro hacia el pote de harina y tomo un poco en cada mano. Se los lanzo a ambosy asícomo estamos, empezamos una desastrosa guerra de harina...
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22. Te amo
Adrien deja a Lin sobre el mullido colchón de nuestra habitación. La cubro con el edredón, luego deposito un beso en su frente y acaricio su cabello. Me siento extraña, pero de manera positiva. Por fin logramos que se quede dormida. Es más de media noche y, al parecer, la tarde de juegos y risas que tuvimos hoy, no fueron suficientes como para agotar sus energías. Ya lleva tres días con nosotros y debo admitir que me agrada su presencia. Sé que cuando sus padres regresen, la extrañaré como una loca. Debo admitir, también, que la idea de tener un bebé ha estado rondando en mi cabeza una y otra vez desde que Lin ha llegado a la casa. Tengo miedo, esa es la cruel verdad. ¿Qué sucederá si soy madre? ¿Cómo seré? ¿Todo será así de perfecto? No lo sé, pero quiero descubrirlo, aún no estoy dispuesta a hablar con Adrien sobre esto, pero, tal vez, en un par de meses pueda decirle lo que pienso con respecto a esta situación.
Mi esposo apaga la luz de la mesita de noche y luego ambos nos dirigimos, sin hacer demasiado ruido, hacia la puerta de salida. No tengo sueño y aún no hemos pasado suficiente tiempo juntos. Esta noche fuimos a cenar a un restaurante en el centro de Londres y eso me hizo más que bien. Necesitaba tomar aire fresco, necesitaba no entrar en la rutina de todos los días y, al parecer, funcionó.
Hemos compartido muchos momentos con Lin; jugamos en todos los lugares posibles de la mansión, la llevamos al centro comercial, la acompañé al preescolar durante el largo de la semana y también aprendí a cocinar una
de sus galletas preferidas, pero Adrien y yo necesitamos un tiempo a solas. Hay ciertas cosas que si debo decirle, cosas que están consumiendo mi alma al pasar de los días. Quiero decirlo, quiero hacerlo y no puedo esperar más.
-Qué bueno que se durmió -Sonrío y luego tomo su mano, mientras que caminamos por la casa sin dirección alguna. Él parece nervioso y sé que intenta decirme algo, pero no sé qué es-. Estoy algo cansado -murmura colocando ambas manos en su rostro.
-También estoy algo cansada, es una niña con demasiadas energías -digo con dulzura.
Él sonríe y se detiene en seco. Me detengo con él y cuando nos miramos fijamente, me sonríe y se acerca para darme un increíble y perfecto abrazo. Huelo la colonia impregnada en su camisa de blanca y me aferro a su torso. Me gusta el Adrien elegante, me gusta el Adrien de entre casa, me gustan todas y cada una de sus facetas.
-Gracias por estar aquí -digo en un susurro-, gracias por formar parte de mi vida, Adrien.
No sé por qué lo hago, no sé por qué me comporto de esta manera tan extraña, pero así me siento bien, algo sucederá y sé que será bueno, pero no puedo contener estos ataques emocionales, que me controlan por completo de vez en cuando. Estoy comenzando a cambiar, la Gea malvada está dormida profundamente porque ya se cansó de esperar a que la necesite. Ahora soy solo yo, solo Gea, sin ninguna máscara.
-Ven, cielo. Te tengo una sorpresa -comenta tomando mi mano.
Caminamos por el pasillo hasta la biblioteca. Entramos
a la habitación y contemplo la tenue iluminación del lugar. Sonrío y me acerco a la mesa del centro. Hay un enorme ramo de rosas blancas. Son para mí, mi esposo me las está regalando y no puedo sentirme más afortunada. Este será otro de mis momentos perfectos junto a Adrien.
Tomo la tarjeta que se encuentra ente el follaje y contemplo la perfecta esa caligrafía que tanto me encanta.
Esto solo es parte de mi sorpresa.
Eres mi diamante más valioso,
Eres mía y yo soy tuyo. Nunca lo olvides
-Adrien
Sonrío ampliamente y me volteo hacia su dirección. Está mirándome, observa mi cuerpo con detenimiento y sé lo que quiere, sé lo que yo también deseo. Ambos lo queremos, pero por desgracia aún no podemos hacerlo.
-Me gusta mucho ese vestido -murmura con la mirada perdida en mis piernas.
Si, lo sé. Soy hermosa, pero eso ya lo sabía. Llevo un vestido color negro, algo corto y llamativo. Coloco ambas manos en sus mejillas y le doy un beso apasionado, cargado de deseo, de amor y de afecto. Lo extraño de todas las maneras posibles. Todavía tengo el periodo y solo deseo que estos próximos dos días que me quedan, se pasen volando. Estoy ansiosa por volver a sentir su cuerpo completamente desnudo justo al mío. Sus manos recorriendo cada parte de mí, sus labios en mí...
-¿Qué es eso?-pregunto rápidamente.
-Es la otra parte de mi sorpresa -responde con una amplia sonrisa, señalando el sobre blanco que descansa al lado de las rosas.
-¿Por qué no me lo enseñas ahora? -interrogo con ojitos
de niña chiquita, pero mi truco no parce funcionar, porque solo veo su sonrisa y nada de lo que contiene ese gran sobre blanco. Tengo curiosidad y conociéndolo sé que lo dejará para el final. Me hará esperar. ¿Qué es?
-Quiero decirte de una buena vez por todas, lo que realmente siento por ti, mi preciosa Gea-me responde con dulzura.
-Dímelo, entonces -susurro anonadada.
Su mirada me hipnotiza por completo. Estoy pedida en sus ojos, atrapada en sus brazos y sometida a quererlo por siempre. Es él, me enamoré de este hombre y es inevitable negarlo. Sucedió, sabía que sucedería y ahora por fin voy a decírselo.
Adrien toma mi mano con delicadeza y me acerca a su cuerpo. Me toma levemente de la cintura y hace que apoye mi cabeza en su hombro. ¿Acaso vamos a bailar? ¿Aquí? ¿Ahora?
-¿Qué sucede? -murmuro elevando mi mirada a la altura de la suya. Sus ojos brillan como si fuesen faroles en la noche negra y oscura, puedes verlos a distancia y quedar hipnotizado por varios segundos. Me encantan sus ojos.
-Estuve buscando la forma más creativa de decírtelo, Gea -me explica mientras que nos movemos en silencio por un pequeño espacio en la biblioteca.
Es extraño, pero agradable. Mis pies siguen los suyos hasta que llagamos a la mesa del centro de la sala, en donde él toma el control del equipo de sonido. Oprime un botón y una romántica y muy conocida melodía, comienza a sonar. Coloco mi cabeza en su hombro y lo abrazo muy fuerte, mientras que sonrío. Sabe que adoro esa canción, adoro lo que representa
la letra y además, es la canción de nuestro primer baile de recién casados. Sabe cómo jugar sucio, sabe lo que me gusta y, al mismo tiempo, logra sorprenderme.
-¿Recuerdas nuestro primer baile? -pregunta acariciando mi mejilla.
Sonrío ampliamente. Claro que lo recuerdo. Jamás olvidaría algo como eso. Estaba tan nerviosa y perdida en mis propios pensamientos, que lo pisé con mis tacones de quince centímetros, varias veces, mientras que girábamos por la pista de baile, rodeados de invitados, humo y románticas y tenues luces que adornaban el salón y hacían que nuestro momento se tornara completamente especial.
-Lo recuerdo como si hubiese sido ayer -respondo.
-Es uno de los momentos que más me gusta recodar.
-¿Cuál fue tu momento favorito?
-Tengo una larga lista, Gea -me advierte enarcando las cejas-, pero si tuviera que escoger el momento perfecto, creo que sería... -Se detiene y piensa en algo. Sonríe y yo también sonrío. Sé que está recordando algún momento de nuestra boda, pero tengo curiosidad por saber cuál es.
-¡Dilo! -chillo rápidamente. Puedo ser paciente, pero prefiero desesperarme.
-Creo que el recuerdo que consigue el primer lugar en mi lista es cuando te vi entrar a la iglesia, ese fue el mejor momento de mi vida. Mis manos sudaban y no podía apartar la mirada de ti ni un solo segundo. Conforme te acercabas, mi corazón latía más y más fuerte. Estaba seguro que cuando estuvieses en el altar conmigo, serías mía para siempre. Verte
con aquel vestido, con tu hermoso cabello y tu sonrisa nerviosa... Todo fue perfecto. Eras como un ángel que venía a iluminar mi vida sin sentido, eras tú.
Mi corazón late a mil kilómetros por hora. Mis ojos brillan y mis manos tiemblan sin cesar. Estoy completamente idiotizada. Puedo ser inmune a miles de cosas, pero no lo soy cuando se trata de oírlo decirme cosas hermosas como estas. Soy débil, aunque no quiera aceptarlo, sé que soy débil, él es una de mis debilidades y es estúpido que no lo admita. Es simplemente mi esposo, el único que puede tener este extraño y agradable efecto en mí, que me hace sentir diferente, soy yo, solo Gea, pero muy diferente a la de verdad.
Adrien toma mi cintura y me hace girar rápidamente. Me abraza y sigue moviéndose como todo un Dios del baile de salón. Acerca su boca a mi oreja y mordisquea el lóbulo, volviéndome loca. ¿Qué pretende? Sabe que no podemos aún.
-Cuando un hombre ama a una mujer, su mente no puede pensar en nada más, Gea... -musita en mi oído derecho, repitiendo la frase de la canción-. Eso es lo que me sucede. Solo pienso en ti -Acaricia mi brazo lentamente y luego besa mi mejilla-. Cuando un hombre ama a una mujer, daría todo lo que posee con tal de retener su precioso amor -recita como si fuese un poema épico. -Yo daría todo lo que tengo e incluso más, con tal de no perderte-Lo miro una y otra vez, mientras que danzamos por la habitación. Acaricio su mejilla y su cabello. No sé qué más hacer, quiero hablar, quiero decir algo, pero me veo completamente sorprendida y enamorada-.
Cuando un hombre ama a una mujer, gasta hasta el último centavo solo para complacerla -sisea dulcemente.
-Has gastado mucho, conmigo -murmuro animadamente provocando que se ría.
-Yo daría hasta mi vida por verte feliz, entiéndelo. ¿Y sabes por qué?
-¿Por qué? -pregunto con un hilo de voz.
-Porque estoy enamorado...
No puedo contener las lágrimas y el sollozo. Soy una débil y tonta mujer que llora por algo como esto. Esta no es la Gea Eggers de antes. ¿Qué está sucediendo conmigo?
-Adrien... -protesto.
-Nena, por favor no me trates mal -canta en inglés al compás de Michael Bolton.
Es hermoso, es perfecto, es el hombre de mis sueños una y otra y otra vez. Es él, es solo mío y yo soy suya. Soy su preciosa Gea, soy su diamante más valioso, soy suya, solo suya.
Sonrío ampliamente y ambos nos detenemos. No necesitamos seguir bailando. Ya lo dijo, ya lo escuché, ahora solo tengo que hacerlo. Todo está sucediendo y es maravilloso.
-Cuando un hombre ama a una mujer... -niega con la cabeza un par de veces y me sonríe-. Yo sé cómo se siente, Gea. No tienes idea de cómo sé lo que se siente porque...Yo soy un hombre.
-Y yo te amo, Adrien -murmuro con una amplia sonrisa.
Ya está, ya lo dije, ya abrí mi corazón, ya se lo he dicho. Ambos sentimos lo mismo. Siempre fue así y, por fin, las cosas están claras entre ambos. Él me ama, yo lo amo, nada debe de ser complicado. Todo será perfecto.
Cierro mis ojos y dejo que sus
labios besen los míos, para sellar el trato, para hacer del momento algo mucho más hermoso, romántico y especial. Uno de los besos como los que me gustan. Los besos de Adrien, mi esposo, el hombre que amo. Si...
-Te amo...
Grito una y otra vez. Adrien se ríe e intenta cubrir mi boca para que no haga más alboroto. Lin se despertará y explicarle todo lo que sucede, será complicado. Miro lo que tengo entre manos, pero aún no puedo creerlo. Es como un sueño o una gran ilusión. No puede estar sucediendo. Parece increíble.
Poso mis ojos sobre los boletos que sostengo y luego miro a Adrien. Parece tan feliz como yo. Vuelvo a gritar y me lanzo a sus brazos. Él sabe cómo hacerme feliz, sabe lo que quiero y yo sé que obtengo todo lo que deseo. Me sorprendió de la mejor manera que podía haberlo hecho.
-¡Esto es fantástico, no puedo creerlo! -chillo muerta de la emoción.
Me abraza y luego acaricia la curva de mi cintura lentamente.
-Cuando fui a buscar el regalo de Amie, no pude resistirme. Sabía que te molestarías conmigo, pero sabía que te merecías esto, preciosa -me dice con ternura.
Vuelvo a releer los papeles una y otra vez. Francia, Italia, Alemania, Eslovenia, España y Turquía. Oh, mi Dios. Siento que voy a desmayarme, siento que me falta el aire. No puedo creerlo. Todavía no he estado en Turquía y no conozco Eslovenia. Todo esto es increíble. Nos iremos de luna de miel, tendremos nuestro momento, para nosotros solos en diferentes partes del mundo.
-No puedo creerlo -vuelvo a decir. Estoy completamente impactada.
-Prepara tus maletas, preciosa -murmura sonriente-. Seis países, diecisiete ciudades y treinta días solo para nosotros.
-¡La luna de miel de mis sueños! -digo colocando mis brazos alrededor de su cuello. Sé que si lo suelto me desmayaré-. ¡Gracias!
-Voy a cumplir todos tus sueños, Gea. Todos.
-Y yo prometo que cumpliré los tuyos -musito en voz baja.
Adrien me ha hecho sentir culpable, él acaba de hacer realidad mi gran sueño y yo me comporto como una maldita perra al no hacer realidad el suyo. Debo dejar mi egoísmo a un lado y pensar en él, aunque sea un poquito.
-No necesitas decir eso para complacerme, cariño -advierte sentándose en uno de los sillones individuales de la habitación. Me apresuro y me siento en su regazo. Él coloca su mano en mi glúteo y besa la parte descubierta de mi pecho-. Solo dime qué me amas, solo eso por ahora.
-Pero... -protesto rápidamente con el ceño fruncido.
-Dime que me amas -me pide dulcemente.
Sonrío como jamás lo he hecho y acaricio su mejilla.
-Te amo, Adrien.
El fin, hasta que Gea y Adrien comiencen una increíble aventura por diversos países de Europa diez días después...
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