
Inquebrantable-Mi vecino misterioso 2
by KarinaRodrguezPrez
Nuestras almas se mezclaron en un amor inquebrantable, un amor que ni la sombra del pasado pudo apagar. El pasado es pasado si así lo queremos; en mi caso, este sigue en mi espalda.
-Derek Johnson🏹
Saga de Mi vecino misterioso
Historia ganadora de los Readers Choice Awards❤
Inquebrantable
Segundo libro de Mi Vecino Misterioso
Porque él llegó a mi vida y, sin quererlo, me adentré
en lo más profundo de su ser, exploré su alma, conocí sus misterios,
sin saber que me arrastraría al igual que
el pasado lo arrastró a él.
Un pasado oscuro, pero un amor Inquebrantable ...
-Susan McMahon
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Especial de Navidad
¡Bonjour! ¡Hola a todos! Hello people!
Este es mi regalito de Navidad para ustedes, mi gente bella de Wattpad. ¡Un capítulo especial de Mi vecino misterioso 2! ¡Sí, sí, sí! Sé que hay muchos que desean que este segundo libro comience y la verdad yo también estoy loca de que así sea, pero calmaos, señores, que estoy trabajando en ello. Yo cumplo mis promesas, siempre, pero todo a su tiempo y al mío, obvio. Por eso quise regalarles este pequeño capítulo, para que vayan acoplándose a este segundo libro y la espera no sea tan mala-o quizás se desesperen más, no sé jajaja-, pero lo hice con mucho, mucho amor para ustedes.
¡Qué disfruten leyendo!
Ah...
¡FELIZ NAVIDAD Y UN PRÓSPERO AÑO NUEVO!
¡LOS AMO!
¡JE'T AIME!
¡I LOVE YOU PEOPLE!
Capítulo especial de Navidad
SUSAN
Camino por el largo pasillo abarrotado de gente. Maldita la hora cuando olvidé que Navidad está tan cerca, cielos, si hasta los comerciales te recuerdan que debes pasar por sus tiendas para comprar los regalos. ¿Cómo es que soy tan olvidadiza? ¿Cómo carajo olvido la Navidad? ¿Pero cómo no olvidarla con tanto ajetreo? Necesito comprar los regalos antes de la media noche y regresar a casa. Verifico la lista de regalos y voy tachando lo que ya he comprado.
style="text-align:left;">Voy caminando por el pasillo, el área de juguetería, y lo veo. Cielos, veo a un hombre de cabello castaño, musculoso y sumamente atractivo. Me recuerda a Derek, ese imbécil infiel, ese imbécil que en algún tiempo se hizo llamar "mi esposo" y terminó revolcándose con otra mujer.
Acomodo mi cabello y lentamente arrastro el carrito de compras hasta quedar a una distancia prudente entre ese atractivo hombre y yo. Lo miro con disimulo y veo que está observando un juego de mesas. Tomo un juguete en mis manos y comienzo a verlo para disimular. El hombre me mira, lo noto por el rabillo del ojo, y después de varios segundos, habla:
-Santa se atrasó este año comprando los regalos para tu casa, ¿no?-Dice y su ronca voz me eriza la piel. Carajo, su voz es sexy.
-A Santa casi se le olvida la Navidad-le digo y de su boca brota una ronca risa.
-¿Quién olvida la Navidad?-Me dice y río.
-Sí, lo sé, suena tonto, pero desde que me divorcié ya nada tiene sentido para mí-le digo y él suelta el juego de mesas para mirarme directamente.
-¿Es que te has divorciado? Wow, yo acabo de divorciarme también-me dice y baja la mirada por unos segundos; una increíble intensa mirada color mar.
-¡Mi ex marido se acostó con una rubia de grandes pechos y culo grande! ¿Cómo no divorciarme?
-Oh, Santo, no, no, eso es terrible,
una rubia-dice, negando frenéticamente-. A ese tipo le deberían cortar las manos, quitarle los ojos por preferir a una rubia en vez de a una morena tan hermosa como tú-me dice y bajo la mirada, abochornada.
-Ahora soy una divorciada que pasará el resto de sus días oxidada, sin nadie, sola-le digo y él se acerca un poco más.
-Oh, qué tragedia, dos divorciados encontrados en noche buena, solos-me dice y el silencio nos invade. Solo nos miramos los rostros y siento cómo un calor recorre mi cuerpo por la intensidad de su mirada. El atractivo hombre mira hacia atrás y en un inesperado arrebato me toma por la nuca y comienza a besarme con intensidad. Nuestras lenguas se encuentran y la sensación es exquisita, mucho mejor que los besos de Derek...
-Besas mejor que mi ex marido-le digo y él une nuestras frentes para tomar aire. Después de varios segundos, ambos comenzamos a reír.
-Es que nos deberían dar un premio como los mejores actores-me dice y río.
-Oh, vamos, que para ti no es nada nuevo flirtear con mujeres-le digo enarcando una ceja y él me toma por la cintura para darme un rápido beso.
-Claro, estos últimos años he dormido con españolas, maestras, actrices porno, abogadas, policías, asesinas y ahora dormiré con una divorciada-me dice y no puedo evitar soltar una carcajada.
-¿Y quién dijo que te acostarás conmigo? ¡Apenas me acabas de conocer!
style="text-align:left;">-Dijiste que te oxidarás y eso no lo puedo permitir, todavía queda aceite para ti-me dice, apretando mi trasero y ahogo un grito.
-Es que te amo, Derek Johnson-beso sus carnosos labios y él los lame lentamente.
-Y yo te amo a ti, mi hermosa Susan-profundizamos el beso y un pequeño gemido brota de mi garganta, pero nuestra danza se ve interrumpida por el sonido de mi teléfono celular-. Maldito teléfono-gruñe Derek y sonrío, mientras contesto la llamada de mamá.
-¿Sí, mami?
-¿Ya compraron lo que necesitaban?
-Ya casi termino, ¿por qué? ¿Está todo bien?
-Sí, mi cielo, es solo que están preguntando cuándo volverás a la casa.
-En media hora llego. Te veo allá.
Cuelgo la llamada y Derek me mira con una ceja arqueada.
-¿Media hora? No debiste mentir, mi amor, porque sabes que no duro solo media hora-me dice de manera juguetona y no puedo evitar reír.
-Ya vámonos, Derek, mamá tiene que irse-le digo y caminamos por el pasillo agarrados de la mano.
...
-Gracias por venir, ma'- le digo a mamá, ayudándola a ponerse su abrigo de lana.
-Ellos son un amor, Susan, no hay que dar las gracias-me dice, besando mi frente.
style="text-align:left;">-Eso no es lo que opina su hija, Mónica-dice Derek, bajando las escaleras de la segunda planta.
-Sí, mamá, no sabes lo que dices-le digo y ella rueda los ojos.
-Solo hay que entenderlos, y sin duda salieron a su madre-me dice, tocando mi nariz con su dedo índice y niego con la cabeza, sonriendo.
-Sí, esos genes sin duda son de los McMahon-dice Derek y le doy en el hombro, lo cual lo hace reír.
-Mejor me voy, no quiero lidiar con dos adolescentes en cuerpos de adultos-nos dice mamá y reímos. Richard llega y toma a mamá por los hombros cariñosamente.
-El auto está listo, mi cielo-le dice y la besa en los labios. Verlos a los dos me hace sentir feliz.
-Nos vemos, cuídense mucho-nos dice mientras besa nuestras frentes y cierro la puerta cuando ambos salen. Suelto un largo suspiro y me recuesto de ella. Derek me observa con una mirada pícara.
-¿Y en qué nos habíamos quedado? Ah, sí, en que estás oxidada-sin darme tiempo siquiera para respirar, me sube a sus hombros y golpea mi trasero, de modo que logra excitarme como siempre ha podido hacerlo Derek Johnson. Sube las escaleras con cautela y cuando llegamos frente a nuestra habitación, me baja por unos segundos para abrir la puerta y luego me toma nuevamente por mis muslos y comienza a besarme con intensidad. Él, solo él puede llevarme al límite de la locura... Él, solo él puede hacerme desear con intensidad... Él, solo él puede hacerme sentir amada, deseada, sin importar mis defectos, sin importar mis errores. No cometí un error aquel día en que decidí unir mi vida en un compromiso matrimonial, aunque desde hacía mucho ya la había unido, desde hacía mucho ya me había entregado en cuerpo y alma. Desde hace mucho soy suya y él mío.
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Aviso
Fecha de publicación: 1 de febrero de 2016
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*Aclaraciones*
-Quizás encuentren detalles diferentes, detalles que no están en el primer libro publicado en Wattpad, pues esta secuela está basada en los detalles corregidos en la versión que saldrá a la venta. No se preocupen, no son cambios drásticos.
-No leer este libro si no ha leído Mi vecino misterioso, pues esta es una secuela.
-El contenido encontrado en este libro es diferente al del primero, pues a medida que ha pasado el tiempo, los personajes han ido madurando, de modo que ya son adultos; su mentalidad cambia, al igual que mi modo de redactar los pensamientos cambiará.
-¡NO AL PLAGIO! Absténganse de hacer esa porquería, pues escribir cuesta tiempo y dedicación.
-•Todos los derechos reservados•
Es un delito la reproducción total o parcial de este libro, su tratamiento informático, la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, su préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin el permiso previo y por escrito del titular del Copyright. Únicamente se podrá reproducir párrafos parciales del mismo con la mención del título y el autor.
¡DISFRUTEN LEYENDO!
*No olviden comentar, sus opiniones son importantísimas, pues gracias a ustedes le he echado ganas a esto de la escritura*.
¡Besos desde Puerto Rico al mundo entero!❤️
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Capítulo I: Rutina
SUSAN
Mis piernas parecen dos varillas inestables, incapaces de sostener un paredón pesado; flaquean cuando me bajo de la corredora. El sudor se ha impregnado en todo mi cuerpo y me seco con la toalla que tengo enganchada en mi cuello. Mi reflejo se ve por todos los espejos de este gimnasio. Me detengo frente a uno de ellos y observo mi figura. Las tres semanas que llevo yendo a este generador de cuerpos fitness al fin están dando resultados. Alzo mi blusa lycra y veo que mi panza está bajando. Después de dar a luz a dos hermosos niños, el resultado es un abdomen lleno de grasa y estrías. Derek dice que no le importa, incontables son las veces que me ha susurrado al oído: Eres hermosa, mi amor. Pero sé que solo es una mentira azucarada con miel, una mentira que solo una persona enamorada puede decir y sonar convincente. Él me acepta tal y como soy, pero no me siento bien con mi cuerpo. Este saco de carne flácida y sin gracia no se puede siquiera llamar cuerpo. Cada gota de sudor, cada gemido frustrado, cada dolor muscular, todo ello es para recuperar mi esbelta figura, es el deseo de recuperar lo que hace mucho perdí, pero se me hace difícil entre los niños y el trabajo. Quisiera poder decir que mi vida profesional está mucho mejor, pero sería una utopía. Aún no puedo creer el hecho de que vendí mi clínica dental y ahora trabajo en una tienda de cosméticos. Muchas cosas se fueron por la borda sin darme cuenta hasta que sentí cómo el agua me llegaba hasta el cuello. Aunque no me puedo quejar; tengo a un esposo maravilloso y a unos hijos que adoro. A Derek
le ha ido muy bien. Consiguió trabajo en una fábrica de productos enlatados como director de diseño. Después de pasar meses insistiéndole para que hiciera algo con su vida profesional, pues, aunque su madre le dejó elevados ingresos-los cuales aún me cuestiono la fuente- quería que ambos nos esforzáramos por tener nuestros propios ingresos, así que logré convencerlo y el esfuerzo ha valido la pena. Es por eso que quiero cambiar mi vida. No quiero ser la típica mujer casada con hijos y viviendo bajo la sombra de su esposo. ¡No! Yo quiero volver a ser la misma Susan McMahon que lucha por lo que quiere y lo consigue. ¡Basta de esta panza llena de grasa! ¡Basta de la celulitis! ¡Basta de la...
-Susan, aún te falta hacer los squats. Ni creas que has terminado-despierto de mi discurso motivacional mental cuando escucho la voz de Max, mi entrenador. Viene hacia mí bañado en sudor, con su rostro acalorado y sus músculos pareciendo querer reventar, solo una fina capa de piel los cubre. Toda la población femenina del gimnasio babea por él, es muy molesto escucharlas murmurar cada vez que él se pasea por la estancia. Muchas matarían porque Max las entrenara, yo siento que lo odio cada vez que me obliga a hacer las rutinas de ejercicio.
-Oh, vamos, estoy muerta-me quejo, haciendo un movimiento dramático, y él suelta una risotada, lo que provoca varios suspiros de algunas mujeres que lo observan como si fuera una presa. Yo ruedo los ojos cuando una chica pelirroja me mira mal. ¡Patética!
-Bien, pero solo porque hoy has hecho otros ejercicios. Mañana
sabes que te toca doble con los squats-me amenaza con su dedo índice y yo doy un salto, emocionada. Son pocas las veces que mi entrenador cede.
-Gracias, gracias-le digo, dando saltitos, y le beso la mejilla. Él rueda los ojos y luego ríe.
-Vete antes de que me arrepienta y te ponga a hacer cien lagartijas- me advierte de manera jocosa. Yo abro los ojos como platos, porque sé que es capaz de hacerlo, recojo mis cosas y salgo deprisa del gimnasio. Pude notar que las chicas se me quedaron viendo mal, pero me importa un demonio. Ellas babean por mi entrenador, pero yo babeo por el hombre que me espera en casa.
Cuando aparco mi auto frente a mi casa, siento que mi cuerpo no aguantará más. Me siento sumamente agotada, es por ello que mi cabeza cae como por inercia contra el volante. Necesito un respiro. Entre el trabajo, los niños y el gimnasio, no tengo tiempo para hacerlo. No es que mis hijos sean malos, es solo que... es solo que... ¡Carajo! ¡Son unos pequeños diablillos! No dejan de brincar por todos lados y no sé cuántas veces me han llamado esta semana para avisarme que han hecho alguna travesura en la escuela. William, el mayor, tiene seis años. Le quisimos dar ese nombre- bueno, más bien yo quise hacerlo, después de pasar casi los nueve meses de embarazo discutiendo con Derek, porque él decía que mi hijo sufriría bullying por ese nombre-, lo bauticé con ese apelativo en honor a uno de mis escritores favoritos: William Shakespeare. El mayor no es tan travieso como Liam, mi pequeñín que acaba de cumplir cinco añitos. Ese sí que es candela, siempre se
las ingenia para que Derek lo defienda. No sé si es porque es el que más se parece a Derek, pero a veces me dan ganas de cogerlos a los dos y encerrarlos en la habitación por días. ¡Demonios! Cuando Derek está con sus hijos parece otro niño más. No lo voy a negar, se ve jodidamente sexy cuando juega con los niños. Pero a veces los tres agotan mi paciencia...
Un estallante ruido logra traspasar el cristal del auto. Es como si miles de cristales dieran contra el suelo. Doy un respingo y salgo de inmediato del auto. Corro hacia mi casa y en el camino choco con un carrito que uno de los niños dejó tirado. Suelto un quejido y me sobo el pie lastimado mientras abro la puerta. ¡Demonios! Mejor la hubiera dejado cerrada...
Respira, Susan, respira. Inhala, exhala, me repito.
-¡¿Qué demonios pasó aquí?!-Les grito a los tres niños que tengo frente a mí. Sí, porque en estos momentos Derek parece uno más de ellos. La sala está al revés, literalmente. Los muebles están virados y el plasma está trepado en una montaña de almohadas que probablemente se caerá en cualquier momento. Calzoncillos de Derek y de los niños están colgados del candelabro. Mi esposo tiene la cara pintada de blanco y el hueco de sus ojos teñidos de violeta. Lleva puesta una peluca color naranja y mis hijos solo llevan sus pequeños calzoncillos y la cara pintada de diferentes colores. Ni hablar de que han roto la vasija de porcelana que mi madre me regaló para Navidad. ¡Carajo! La sala está hecha una bola de porquería.
‹‹ ¡Contesten! -les grito para ver si dejan de mirarme como tres
estatuas con caras afligidas.
-Papá nos dijo que Wonderland sí existe-dice William con la mirada en el suelo. Yo miro a Derek, retándolo con una ceja arqueada. Los tres están conteniendo la risa.
-Esto es Wonderland-dice mi esposo, encogiéndose de hombros, luego estira sus brazos para señalar toda la estancia.
-Y papi es El Sombrerero-dice Liam con la cabeza baja, pero señalando a su padre. Ahora entiendo lo de la peluca naranja: estoy casada con un chiflado de sombrero loco. No puedo evitar reír. Ellos me imitan, pero yo los mando a callar chitando.
-No les he dicho que pueden reírse- les digo, conteniendo la risa. Tengo que ponerme seria cuando regaño a mis niños. Ellos dejan de reír y Derek se me acerca, pero yo lo alejo con mi mano.
-Vamos, mi amor-me dice, divertido.
-Nada de mi amor-le digo, tratando de mantener mi compostura. Él sonríe y casi me abalanzo sobre él. Aún su sonrisa sigue teniendo el mismo efecto sobre mí.
-Vamos, hermosa. No te enojes con nosotros. Solo estábamos divirtiéndonos un rato en Wonderland-dice y los niños se ríen, pero les lanzo una mirada asesina que los hace parar y bajar la cabeza. Casi suelto una carcajada, pero me contengo.
-Pues muy bien por ustedes. Ahora espero que llegue su Alicia del País de las Maravillas y limpie todo este desastre, porque yo no lo pienso hacer-les digo mientras subo las escaleras hacia nuestra habitación. Derek me sigue, pero se queda en el último escalón.
-Oh, vamos, hermosa. Tú eres la
que mejor sabe hacer la limpieza-me grita, divertido, y yo camino hacia las escaleras y le saco el dedo corazón, pero no precisamente por amor-. Sabes lo que te puede pasar si haces eso de nuevo-me amenaza de manera divertida.
-No te tengo miedo, Derek Johnson-le grito desde la habitación y cierro la puerta. Ya aquí, exploto a reír. Ay, estos tres son una bola de incordios, pero cómo los amo.
Después de darme un baño y ponerme mi pijama, me abalanzo sobre la cama, sintiendo mis músculos pesados y adoloridos. Agudizo mi oído para escuchar lo que hacen mis niños y Derek, pero no logro hacerlo. Suelto un bufido y me acomodo en la cama, dispuesta a dejar que ellos se las arreglen solos.
Pasan diez minutos y la curiosidad solo ha ido acrecentando. Abajo no se escucha nada y eso no es normal, no en mis revoltosos hijos. Me levanto de la cama y camino lentamente hacia la puerta. No quiero que los niños o Derek me vean espiándolos. Que su castigo les coma la conciencia. Cuando tomo el pomo, la puerta se abre de golpe y entra Derek. Él me toma por mis caderas y acribilla mi cuerpo contra la pared, un movimiento apabullante y excitante.
-¿A quién es que tú no le tienes miedo? -Ronronea y su respiración está agitada, lo que me pone los vellos de punta.
-A ti- le digo en un jadeo. Su arrebato me tomó desprevenida.
-Pues deberías tenerlo-me dice, susurrando a mi oído. ¡Demonios, estoy excitada!
-Demuéstrame por qué-lo reto. Me encanta hacerlo. Es excitante verlo agresivo y provocativo. Él posa sus labios en mi cuello hasta
llegar al borde de mi pijama y la baja lentamente por mis brazos con los dientes. ¡Rayos! Es increíble que con tan solo ese movimiento haga que mi cuerpo vibre. Ya estoy solo con las bragas y él comienza a besarme lentamente. Empieza el recorrido de manera descendente y cuando llega a mi abdomen, lo freno.
-Hermosa, sabes que eres hermosa... Mi hermosa- me dice con tan solo un hilo de voz. Sus palabras logran disipar mis inseguridades, aunque no del todo-. Te amo, Susan, y eso, ya no se podrá cambiar-me dice y comienza a besarme nuevamente. Yo cierro los ojos y disfruto de la sensación, aunque en el fondo haya una Susan llena de inseguridad.
...
-¿Y los niños? -Le pregunto a Derek, recostada de su pecho. Él tiene los ojos cerrados y yo lo observo en una especie de hipnotización. Este hombre jamás dejará de revolcar cada célula de mi cuerpo, de mi mente. Cada día que pasa lo amo con más fuerza, con más intensidad. Muchas personas dicen que el matrimonio siempre termina apagando la llama del amor, pero ese no es mi caso. Mientras más pasa el tiempo, más lo amo. Él siempre será mi hogar, mi calma.
-Los llevé a un orfanato-me dice y yo le doy en el hombro, acto casi por reflejo, cada vez que bromea de esa forma. Él se ríe-. Los dejé acostados en su cama. Ahora, de que estén durmiendo ya son otros veintes-me dice, encogiéndose de hombros. Yo me levanto de golpe y él abre los ojos-. ¿Qué sucede? - Suelta, juguetón. Yo abro los ojos como platos.
-¿No esperaste a que se durmieran? ¡Oh, Dios mío! ¿Y si ellos nos escucharon?
¿Y si escucharon mis...
No termino la frase. ¡Carajo! No quiero ni imaginar si mis hijos escucharon mis...
-¿Gemidos? -Suelta Derek coquetamente, como si estuviese leyendo mis pensamientos. Yo abro los ojos como platos y le tiro una almohada. Él suelta una carcajada-. ¿Cómo sabía que ibas a reaccionar así? Tranquila, los dejé dormidos antes de venir a nuestra habitación-me dice de lo más relajado y yo le lanzo una mirada furiosa.
-Eres un...
-Shh...ven acá y acostémonos a dormir-me ordena, extendiendo sus brazos, y yo me lanzo sobre ellos sin pensarlo-. Sigues siendo una niñita. No importa cuánto tiempo pase, seguirás siendo mi niñita hermosa-me dice y una sonrisa se forma en mi rostro. Él besa la comisura de mis labios y apaga la luz de la mesita de noche.
-Te amo, Derek Johnson-le digo, acurrucándome en su pecho.
-Y yo te amo a ti, hermosa-me contesta y eso basta para poder dormir en paz.
***
-¡William! ¡Liam! ¡Bajen a desayunar, ahora! -les grito a mis niños mientras preparo el revoltillo. Derek baja las escaleras, vestido para su trabajo.
-Buenos días, hermosa-me dice, besando mis labios. Yo me embriago con su perfume-. Esta mañana no te escuché levantar. Te me lograste escapar para el besito mañanero-me dice, frunciendo sus labios, y yo suelto una risita.
-Sabes que mientras tenga la oportunidad de escaparme, lo haré. Los besos mañaneros son los más asquerosos-le digo y él abre la boca con fingida sorpresa.
-Ven acá, que te haré cambiar de opinión-me toma por la cintura y me pega a su cuerpo. Casi se cae el sartén con el revoltillo, pero me importa un demonio. Sentir a Derek junto a mí es lo que importa ahora. Él posa sus labios en los míos y de inmediato siento cómo su lengua invade mi boca. Mmm... la sensación es exquisita. Él agarra mi trasero y me empuja hacia la barra. Su manera de hacer las cosas tan agresivas hace que lo desee. Aunque, ¿cuándo no lo hago? Siempre lo deseo.
-¡Qué asco! -dice una vocecita aguda. Los niños acaban de llegar a la cocina y yo me separo de inmediato de Derek. Él se ríe, divertido, pero yo le doy en el hombro para que le diga algo a los niños, pues ahora mismo estoy avergonzada. No podemos envolvernos tanto cuando los niños estén en la casa.
-Ey, pequeñines-les dice Derek en un tono más agudo de lo que es su voz y no puedo evitar reír-. ¿Listos para la escuela?
-¡No! -contestan al unísono y Derek se ríe.
-Entonces no vayan-les dice y yo lo miro con una ceja arqueada-. Eh, quiero decir que tienen que ir.
-Pero no quiero ir, papi. La maestra es una bruja-dice Liam.
-Liam, no hables así de tu maestra-lo reprendo y Derek lo toma entre sus brazos.
-Escucha a tu madre. No puedes hablar así de la bruja de tu maestra-le dice y Liam ríe.
-¡Derek! -protesto y él suelta una carcajada. En eso suena el timbre-. Desayunen, que se les hace tarde-les digo y camino hacia la puerta. Los niños comienzan a hacer alboroto y ruedo los ojos. Cuando abro la puerta, mis ojos lo recorren en una fracción de segundos.
-Ey, mi chica dinamita...
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Capítulo II: Desconocido
DEREK
Después de dejar a mi esposa con su mejor amigo-esa palabra es muy pequeña para él, diría su hermano- me encuentro de camino en mi auto para llevar a mis pequeñines a la escuela. No dejo de reproducir en mi mente el despertar del día de hoy. Susan sí que sabe cómo volverme loco, siempre lo ha sabido, lo hace de manera involuntaria. Ella no tiene que esforzarse mucho para ser provocativa y sensual, su toque es natural. Es por eso que me molesta un poco su inseguridad en ella misma. Mi cuerpo reacciona de inmediato con tan solo verla desnuda frente a mí, así, bella, natural, sin ningún tipo de lencería, nada que me impida contemplar la belleza de sus curvas, esas en las que tanto disfruto transitar. ¡Mierda, es tan deliciosa! Con ella nunca me puedo aguantar, es tan hermosa, incluso con ese par de libras de más. Ella se acompleja por eso, sin saber que es lo menos que noto cuando la tengo desnuda y de piernas abiertas. ¡Joder! El solo pensamiento me hace desearla, que llegue la noche para poder estar dentro de ella. Ella simplemente es perfecta. Sí, me dan ganas de dar la vuelta y volver a casa para hacérselo en la barra de la cocina...
-¡Papi, papi! - La voz de Liam me despierta de mis calientes pensamientos. Olvidé que llevo a dos niños sentados en sus carsit. Los miro por el retrovisor y veo que están mirando por la ventanilla.
-¿Sí, Liam? - Le digo, sonriendo, pues estar pensando en su madre como lo estaba haciendo hace unos segundos me parece algo indebido teniendo en cuenta la presencia de mis hijos.
-Quiero ir allá,
quiero mantecado-dice, señalando una cafetería, en donde siempre los llevo a comer helados.
-¿A esta hora de la mañana? - Me mira con una mirada del Gato con Botas y se me estremece el corazón-. Llegarán tarde a la escuela- les digo, tratando de sonar estricto como a Susan le gusta que les hable. Niego con la cabeza, sonriendo ante el recuerdo de ella dándome un golpe en el hombro, como siempre hace para reprenderme.
-Papi, por favor-dice Liam, haciendo unos tiernos pucheros con sus labios. ¡Mierda! Giro el volante, doy la vuelta y conduzco hacia la cafetería. Ambos gritan, emocionados, y no puedo evitar sonreír. Me imagino la cara de Susan si se llega a enterar, pero a ellos difícilmente puedo negarles algo, cosa que mi chica dice que está incorrecto. Pero con tan solo ver la sonrisa de mis niños es suficiente para sentirme feliz. Aunque sé que sería hombre muerto si ella se llega a enterar...
-Que sea nuestro secreto, ¿de acuerdo? -Les digo, cuando aparco mi auto en el estacionamiento. Ellos ríen y asienten con evidente felicidad.
Cuando los niños terminan de comer sus helados, ya son las ocho menos quince. Me levanto de la pequeña mesa, les digo a los niños que esperen y voy al cajero para pagar. Cuando viro para caminar hacia la mesa, un hombre está de espaldas y habla con ellos. Mis sentidos de alerta despiertan y me dirijo hacia ellos dando grandes zancadas.
-¿Se le ofrece algo? - Es lo primero que digo, tratando de ser amable, pero mi voz es cortante y seca. No puedo verle bien la cara, porque lleva una gorra y un
abrigo color noche. Él se voltea un poco, pero no lo suficiente como para poder verle el rostro. Este hombre claramente está nervioso ante mi presencia, lo puedo notar por su temblequeo de manos.
-Lo siento, solo estaba...-comienza, pero no termina la frase y se va dando grandes zancadas hacia la salida. Camino un poco para seguirlo, pero me detengo en la puerta para no dejar a los niños solos.
-¡Ey! -le grito, pero ya se ha ido. ¿Quién coño era ese cabrón? ¿Y qué hacía hablando con mis niños?
Tomo a William y Liam por sus manitas y los monto en mi auto. Ellos parecen tranquilos, como si hablar con ese hombre no les importara. Pero, ¿qué esperaba? Son niños e inocentes. Lo que me recuerda que debo ser un poco más cuidadoso cuando se trata de mis hijos.
-¡No deben hablar con extraños! -les digo más brusco de lo que pretendía. Ellos me miran con cara de espanto y de inmediato me ablando-. Lo que digo es que no deben hablar con gente extraña, porque no saben lo que les puedan hacer. Hay gente muy mala en el mundo...
Y loca, termino en mis pensamientos. Un golpe de recuerdos comienza a reproducirse en mi mente; llegaron como bandada de aves migratorias en tiempos de tormenta: Mi madre halando su cabello, gritando, destilando locura, arraigada a una obsesión... Mi madre golpeando a Susan... Elizabeth desplomada en el suelo cuando mi madre haló el gatillo... Mi madre muriendo en la camilla de aquel hospital...
-Él dijo que conocía a mamá-dice William y la bandada de recuerdos desaparece. ¿Qué coños dijo?
-¿Qué? -Suelto, tratando de sonar lo más tranquilo posible, pero en realidad estoy muy cabreado. ¿Quién carajo era el tipo ese y por qué dice que conoce a mi esposa?
-Dijo que era un viejo amigo-dice William y continúa jugando con su carrito. Inspiro hondo, me aferro al volante y manejo despacio.
-¿Y qué más dijo? -Estoy tratando de contenerme lo más que puedo mientras conduzco. Ellos siguen jugando tranquilamente y yo estoy que echo humo. Quizás estoy exagerando, pero la mención de que ese extraño conoce a mi esposa, me dan ganas de ir y partirle la cara. Si es un viejo amigo, ¿por qué no se presentó como es debido?
-Nos dijo que le enviáramos saludos a mamá-dice Liam y golpea a su hermano con el carrito. Ambos comienzan a pelear y los reprendo. No digo más, porque si sigo terminaré maldiciendo y no quiero hacer eso frente a mis hijos.
Miro mi celular y veo que ya son las ocho. Maldigo en mis adentros y en cinco minutos ya estoy de camino hacia los salones de mis hijos. Primero dejo a William y me excuso con su maestra. Por suerte no es una bruja como la de Liam. Por mucho que Susan diga que es una excelente profesora, yo pienso que es una vieja repugnante y entremetida. Nada más de pensar que estoy caminando hacia su salón me dan ganas de vomitar. Espero que no se ponga a joderme la vida, porque no estoy de humor para soportar a una vieja amargada.
Cuando llego frente al aula, respiro hondo y abro la puerta. Busco por todos lados a la vieja, pero me sorprendo al ver a una mujer de cabello dorado en vez de a ella. Me quedo paralizado cuando veo quién es...
-Melissa...-digo tan bajo que creo no me escuchó, pero ella gira y su sonrisa tan conocida se forma en su rostro. Esa sonrisa que en algún tiempo llegó a gustarme.
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Capítulo III: Ni rastro
SUSAN
Veo a Manuel sentado en mi asiento, inmóvil, y algo me dice que nada bueno trae. Semanas han pasado desde la última vez que nos vimos; el motivo de su llegada debe ser algo verdaderamente importante si decidió venir después de tanto tiempo. Él se mira sus dedos y se estruja las palmas de sus manos con los jeans. Han pasado tantos años que ver lo mucho que ha cambiado Manuel ha dejado de sorprenderme. Noches atolondradas, llenas de humo y placer carnal, alcohol hasta que su cuerpo no puede más con ese líquido letal ingerido. Eso ha sido motivo de un cúmulo de peleas entre nosotros; no sé cuántas veces lo he aconsejado para que busque ayuda con un psicólogo y saque todo lo que lleva dentro. Desde que murió Elizabeth, su vida se ha ido a la mierda con todo y estudios. Echó todo al vacío sin importarle nada más que su dolor. Siquiera puede escuchar el nombre de mi mejor amiga, pues termina sulfúrico y destruye cada cosa que toca. Hace un mes atrás, Derek tuvo que sacarlo de la cárcel, pues había provocado una pelea y destruyó el bar. Desde esa vez no nos habíamos vuelto a ver, porque yo estaba demasiado cabreada con él y le dije que no lo quería volver a ver a menos que el viejo Manuel regresara. Me arrepentí al instante, pero no retiré lo que le dije. Y ahora está aquí, sentado frente a mí, y aunque no hay rastro del antiguo Manuel, aquel chico tímido, tierno y hermoso, aún sigue conservando su atractivo. Ambos brazos están cubiertos de tatuajes, tatuajes muy bien diseñados. Su cabello es largo, pero no demasiado, de modo que él lo peina con sus
dedos y le da un toque sensual, esa sensualidad que no necesita retoques o demasiado esfuerzo para estar presente. En sus labios tiene unos piercings que, a pesar de que no quise que se los pusiera, le sientan bien. Sí, el tranquilo y tímido nerd Manuel ya no existe, ha sido reemplazado por este hombre rebelde y atractivo-relativamente- que tengo enfrente.
-Susan, este silencio es muy incómodo-su voz me hace aterrizar. Mirarlo a los ojos me resulta abrumador. Manuel ha desaparecido por completo, lo veo en su mirada. Es una vacía, sombría. Ya no me mira como cuando lo conocí en la preparatoria. Aquel chico que se me acercó en mi primer día en una escuela distinta, una a la que nunca quise ir...
Estaba perdida. No sabía dónde quedaba el salón de mi primera clase. Varias chicas se me quedaron viendo y cuando pasé por donde ellas estaban, una pierna me hizo tropezar y caer al suelo. Mis libros se desplomaron junto con mi dignidad, pues no les dije nada; estaba asustada, puesto que era mi primer día en una escuela de mierda con gente que te miraba por encima del hombro... Ignorancias de la adolescencia. Me levanté del suelo y ellas comenzaron a reír, pero las ignoré y comencé a recoger mis cosas del suelo. Una mano apareció y me ayudó a recoger los libros; era un chico con gafas vestido con una ropa horrenda, pero cuando mis ojos se encontraron con los suyos, supe que era una buena persona... O tal vez simplemente quise verlo así en ese momento, pues fue el único estudiante que decidió acercarse a mí y brindarme una mano amigable.
-Muy cliché,
muy típico, pero esto es lo que pasa cuando llega gente nueva. ¡Bienvenida! - Hasta su tono me pareció reconfortante. De mis labios salió una sonrisa, de esas que salen cuando ves que las cosas a veces no son como las piensas, algo muy frecuente en la vida de un joven, en donde el deseo de conocer personas, descubrir qué cosas el mundo ofrece, está a flor de piel.
-Créeme, mi vida es una bola de mierda y es tan cliché que te resultará sumamente aburrida-le dije, rodando los ojos, y sin darme cuenta ya estábamos caminando por el abarrotado pasillo.
-Déjame adivinar... Tus padres decidieron mudarse cuando casi acababas el curso y estás sumamente cabreada con ellos. Llegas a la escuela y resulta ser que te tratan como si fueras una basura y eso hace que sientas más rabia por haberte mudado-dijo, sonriendo-. ¿Me equivoco? -Soltó, creo que divertido, y no pude evitar reír.
-A eso añádele tener que vivir con un padrastro asqueroso e insoportable-le dije, poniendo los ojos en blanco.
-Sí, tu vida es un cliché-replicó y solté la carcajada. La campana sonó y nos detuvimos frente a un salón. Él abrió la puerta, pero no entró.
-Adelante, yo tengo que ir al salón de Lenguas-le dije y miré para todos lados, contrariada-. ¿Sabes dónde queda? -Le pregunté. Él sonrió elocuentemente.
-Anda, pasa-dijo, aguantando la puerta del aula para que yo pasara-. Al parecer tu vida sigue siendo un cliché. Te toca conmigo. Aquí es el salón de Lenguas- me dijo. Sonreí, sin saber que ese sería el comienzo de una irrompible amistad.
En ese instante supe que él era una persona increíble. Lo pude ver en sus ojos. No es que ahora no lo sea, es solo que su mirada está sombría, llena de dolor, un dolor que no ha podido superar. Me duele que sea así, me duele que este hombre que tengo enfrente no tenga rastro del Manuel de antes. Sigue siendo una buena persona, sigue estando ahí, pero tiene que dejarlo salir, tiene que superar su dolor...
-Susan, sé que no he hecho nada bueno, sé que sigues enojada, pero por favor, no me mires así-me pide Manuel y aparto la mirada.
-¿Por qué has venido, Manuel? -Inquiero con desazón.
-Es sobre Sebastián...
-¿Qué sucede con Sebastián? -Endilgo, levantándome de golpe. Él suspira y eso me pone más nerviosa-. ¡Habla! -Prácticamente le grito, pero su silencio me pone muy nerviosa. Él me hace señas para que me siente a su lado y lo hago de inmediato para que hable.
-Sabes que hace unos años le contamos toda la verdad sobre su padre...
-Sí, jamás olvidaré cómo reaccionó-dictamino, sacando de mi disco duro cerebral el soso recuerdo de aquella tarde; fue un momento horrible. Derek, Manuel, mamá y yo reunimos al extrovertido chico y le relatamos todo lo que el asqueroso hombre que lo engendró hizo. Cada detalle, cada cosa que él cometió se lo dijimos. Sebastián permaneció en silencio, su rostro palideció. Cuando terminamos de contarle todo, él se levantó y comenzó a destruir la estancia. Gritaba y lloraba descontroladamente. Jamás lo había visto así, pero era normal, puesto que él admiraba a su padre y lo amaba, así que dejamos
que sacara la rabia que llevaba dentro. Cuando se calmó, caminó hacia la puerta y antes de salir dijo: "Lo odio". La aversión que cargaron esas palabras aún sigue latente, engullendo cada fibra del corazón de mi hermano, y de ese día en adelante, Sebastián no ha vuelto a ser el mismo.
-Hoy ha visto a su padre-dice y juro que mi corazón se paraliza al oírlo.
-¿Qué? -Articulo con un hilo de voz. Él se frota la frente y suspira.
-Al parecer Patricio salió por buena conducta. Fuimos a un bar y allí estaba él. Sebastián se puso muy agresivo, demasiado. Fue donde él y de la nada le propinó un golpe. Obviamente, Patricio se defendió como el cerdo que es, pero los separé de inmediato. Cuando Sebastián cayó en cuenta de que su padre no lo reconocía, han pasado demasiados años, salió del bar y no lo he vuelto a ver desde entonces...
-¡Ay, no puede ser! ¡¿Cómo que no lo has vuelto a ver?!-Grito, levantándome del asiento. Él se cubre el rostro y parece que perderá la paciencia en cualquier momento, como últimamente hace, pero me importa un carajo. Mi hermano es lo que importa ahora.
-No lo he vuelto a ver, pero sé que está bien-me dice entre dientes. Yo arqueo una ceja.
-¿Cómo demonios vas a saber eso? -Endilgo y él blanquea sus ojos, evidentemente irritado.
-Susan, lamento decírtelo, pero tu hermano ya no es un niño. Si no ha aparecido es porque no quiere aparecer-me dice y estoy perdiendo la paciencia con él. Odio cuando está tan arrogante.
-¿Entonces para qué vienes y me dices todo esto?
¿Para qué carajo me lo cuentas? -Rujo, comenzando a alterarme. Él se levanta y se coloca a solo centímetros de mi rostro. No me intimida ni en lo más mínimo. Quizás con esa fachada intimide a las demás personas, pero a mí no.
-Para que muevas ese trasero y vayas con tu madre. Ella te necesita-me dice, pero su tono me cabreaba demasiado.
-¿Ahora eres el más que se preocupa? -Suelto con acidez. Él resopla y yo me acerco aún más.
-¡Siempre me preocupo, maldita sea! -me grita-, ¡siempre lo hago!
-¡Pero tú no te preocupas por ti! -le grito y él agita su mano con exasperación.
-No estamos hablando de mí. Te estoy diciendo que tu madre te necesita. ¡Así que mueve ese puto trasero de esta casa y ve con tu madre! - preceptúa y río con sorna.
-¡Estás del carajo! - gruño con fastidio.
-¡Te odio! ¡Te odio, Susan McMahon! -me grita y comienza a moverse por toda la sala, inquieto.
-¡Y yo te odio a ti, asqueroso repugnante! -replico; él deja de moverse y me mira como si estuviese viendo al mismísimo Hitler.
-¡Oh, no más que yo!
-¡Te odio!
-¡Te odio!
El silencio reina ahora; su lapso de duración es corto: comenzamos a reírnos, reírnos con ganas.
-No puedo creer que nos hayamos dicho esa estupidez-ronronea Manuel, tirando de mi brazo para apretarme con fuerza en un abrazo.
-Es que de verdad que me haces perder la paciencia, jodido repugnante-murmuro contra su pecho.
-Es que tú eres como un grano en el culo-dice y
me río, aunque no dura mucho cuando recuerdo que mamá me necesita.
-¿Cómo está? -Le pregunto, sabiendo que sabrá de quién le hablo. Aún estamos abrazados y disfruto la sensación de calidez fraternal.
-Será mejor que la veas-me dice y su tono no me gusta para nada.
-¿Qué pasa con ella? -Inquiero y deja de abrazarme.
-Nada. Solo está preocupada por Sebastián. Deberías ir a verla-contesta, apartando la mirada y sé que algo oculta.
-Bueno, lo haré tan pronto pueda-decido dejar mi paranoia. Ya veré a mi madre.
-Y bien... ¿Derek sigue follándote como antes? -Me pregunta con sorna, mientras se dirige a la cocina y abre la nevera para sacar una cerveza. Pongo los ojos en blanco y se la quito de un tirón.
-Por supuesto que sí. Eso siempre-le digo mientras tiro la cerveza al bote de basura. ¡Derek y sus malditas reuniones de amigos! Bebiendo cerveza y llenándose de porquerías.
-Pensé que ya ustedes no follaban. ¡Están casados! -exclama exageradamente y toma un vaso metálico de la nevera. Creo que eso no le gustará...
-¡Ay, Manuel! No empieces con eso de que el matrimonio apaga los deseos sexuales-le digo y él se encoge de hombros.
-Es cierto, mi querida Susan. El matrimonio es solo un negocio, un negocio en donde dos personas se condenan a una vida entera dependiendo del otro.
-Yo he dependido de Derek desde mucho antes de casarnos. Lo he amado casi toda mi vida-le digo y no puedo evitar inspirar ante el recuerdo de cómo nos conocimos.
-Sí, eso lo sé.
No me extraña que Derek te dé buen sexo, ese cabrón cada año está más en forma. No puedo salir con él porque me estropea mi flirteo-me dice y un nudo se forma en mi estómago, imaginando a Derek coqueteando con otra mujer que no sea yo.
-¿Qué quieres decir con eso? -Curioseo y mi pecho se aprieta un poco. Manuel nota lo que me sucede y parece disfrutarlo.
-Pues, Derek es un cabrón con suerte. Se tumba a las mujeres más buenas-me dice en tono divertido y yo siento ganas de darle un buen puñetazo para ver si deja de jugar conmigo. Logro calmar mis celos, recordando que Derek siempre ha sido para mí, nadie más lo ha hecho sentir como yo.
-Eso no es nada nuevo-le digo a Manuel, encogiéndome de hombros, y él sonríe con picardía y un toque de maldad. Pongo los ojos en blanco.
-Sí, no es nada nuevo. Además, no creo que Derek tenga ojos para nadie más. Está bien clavado contigo, eso desde hace mucho-me dice, pero su tono está cargado de sorna. Su sonrisa desaparece cuando le da un gran sorbo a lo que hay en el vaso metálico y lo escupe. Su cara es de asco y no puedo evitar reír-. ¡¿Qué coños es esta mierda?!-Exclama mientras escupe en el fregadero.
-Eso es producto de mi teta-le digo y tuerce su boca.
-¡Pero los niños ya están grandes para esa mierda! -dice y disfruto verlo tan asqueado.
-No hace mucho que Liam dejó de amamantar; mis coquitos siguen botando su agüita-le explico y puedo ver su pervertida mirada.
-¿A poco Derek bebe de esa agüita cuando tiene sed? - Ronronea con picardía y le doy en la nuca. Suelta una carcajada.
El sonido de la secadora que me indica su culminación de ciclo, suena y camino hacia donde se encuentra. Manuel me sigue y en el camino va maldiciendo mi teta por todos los aires. En eso suena el teléfono de la casa y contesto.
-Buenas-digo al teléfono, pero no se escucha a nadie-. Hola-insisto y una voz suena al otro lado de la línea.
-No te queda mucho tiempo-dice pastosamente y siento cómo mis poros se cierran, poniendo de punta mis vellos.
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Capítulo IV: Coqueteo
DEREK
La miro sonreír tan alegremente como siempre y una bandada de recuerdos, que estaban completamente escondidos en mi subconsciente, hace intromisión en mi mente. Ella trepada encima de mí y gimiendo mi nombre, mientras yo pensaba en Susan y en cómo ella me hacía sentir antes de que se marchara de mi vida. Melissa fue una persona que me hizo sentir bien cuando Susan se marchó del país, dejándome más perdido de lo que me encontraba. Ella me ayudaba a no sentirme tan solo, aunque el recuerdo de Susan siempre estaba presente, haciéndome sentir como un miserable, pues Melissa era una buena chica. Miserable por ella, porque Susan era y es la persona que más amo y jamás podría alejarla de mis pensamientos, aunque quisiera. Nadie podía meterse en eso, porque me irritaba demasiado. Incluso Manuel, quien estuvo conmigo durante todo el proceso, me hacía enojar cuando intentaba hacerme olvidar a Susan. No quería que nadie se metiera en eso, pues el recuerdo de lo que viví junto a ella era lo único que me quedaba y nadie tenía el derecho de arrebatármelo; nadie pudo, siquiera Melissa.
Recuerdo cuando la conocí. Estaba en una ferretería comprando unas herramientas para arreglarle un gabinete a Mónica, la mujer que dio a luz a mi luz. Yo miraba una numeración y a mi lado había una chica eligiendo entre un martillo color azul y color rojo. Yo la miré por un momento y cuando ella me miró, aparté la vista. No quería que notara que me reía de ella. Podía sentir que no me quitaba la vista de encima, pero seguí verificando la numeración.
Cuando giré nuevamente, ella se me acercó sin más...
-¿Cuál crees que es mejor? ¿El azul o el rojo? -Me preguntó, mostrándome los dos martillos. Yo la miré a los ojos y no pasé desapercibida su belleza. Era realmente hermosa, pero yo no estaba para coquetear con nadie, o al menos en ese momento.
-¿Enserio me estás preguntando eso? -Le dije con amabilidad y no pude evitar sonreír cuando ella me miró con una ceja arqueada.
-¿Qué tiene? ¿Lo encuentras algo estúpido? -Replicó y agitó los martillos en el aire. Yo retrocedí por si se le daba la idea de golpearme con ellos. No la conocía, gente atolondrada existe.
-A decir verdad, sí-contesté y ella rodó los ojos, un acto que me recordó a Susan.
-Eso pensé. Te diré algo... Elegir cuál color de martillo deseo llevarme es como elegir qué tipo de hombre quiero en mi vida-argumentó y fue mi turno de arquear una ceja.
-No entiendo qué quieres decir con eso-debatí y ella rió. Fue una risa dulce, pero no como la de Susan, que podía hacerle cosquillas todos los días con tal de escucharla reír.
-Estos dos martillos son como los hombres; son completamente iguales, tienen la misma función, pero cambian en un solo detalle: el color. Y eso es lo que yo elijo. O sea, que elegir qué color llevarme, es como elegir a un hombre: tendrá la misma función, pero por lo menos tendrá algo que me guste.
-¿Estás comparando a los hombres con un par de martillos? -Solté entre una corta risa.
-Así es. Después de todo para eso sirven los hombres, para dar martillazos-dijo
y no pude evitar carcajearme ante su comentario doble sentido. Ella se unió a mis risas.
-Y bien... ¿Cuál crees que debería elegir? -Insistió y yo arqueé una ceja, disfrutando esa pequeña y peculiar charla.
-No pretenderás que elija con cuál hombre debes estar-bromeé y ella rió, pero arqueó una ceja. Realmente esa chica era hermosa-. Está bien, el azul-le dije y ella observó el martillo.
-No era el que quería escoger, pero tú tampoco eras con quien quería hablar, así que el azul no está mal-dijo y dejó el rojo en la estantería. La diversión le dio paso a la curiosidad ante ese último comentario.
-¿Y por qué no querías hablarme? -Inquirí, pero solo por curiosidad.
-Debes estar acostumbrado a que todas las mujeres quieran hablarte-dijo, observándome de arriba abajo-. Yo no quería hacerlo, pero definitivamente necesito hacer un buen martillazo-dijo y yo solté una carcajada ante su comentario. Esa chica era agradable.
-Bueno, pues espero que tu martillo te ayude-le dije y giré para ir al cajero. Ella me siguió.
-Bueno, espero que tu elección no me haga cambiar de opinión. Por cierto, soy Melissa-dijo y yo asentí.
-Soy Derek-le dije y sonrió.
-Que la vida decida si nos volveremos a ver-dijo y salió de la tienda sin el martillo. Yo fruncí el ceño, sin comprender por qué no se había llevado la herramienta que tanto le costó escoger. Ella volvió y se dirigió al cajero. Le dijo algo al oído y se fue nuevamente. Cuando llegué para pagar, el cajero tenía el martillo azul
en las manos y lo cobró. Yo fruncí el ceño y le dije que eso no me pertenecía.
-La señorita Melissa dijo que usted se ofreció a pagarlo y dejó esta dirección para que se lo hiciera llegar-dijo el cajero y tomé el papelito que me tendió. Lo leí y sonreí. Esa chica sí que me agradaba.
No fue la última vez que la vi, claro está. Después de eso pasamos mucho tiempo juntos, más de lo que pasaba con cualquier otra chica. Desde que se había ido Susan, no tomaba nada enserio. Solo pasaba el rato de vez en cuando con alguna chica, pero nunca pasaba de más de un día. Con Melissa fue diferente. Salíamos, nos reíamos y disfrutábamos de la compañía. Me gustaba estar con ella, pero nunca sería como estar con Susan. Esa niñita malcriada se había metido en mi corazón y jamás saldría de allí, jamás la olvidaría...
-¡Derek, cuánto tiempo sin verte! -me despierta Melissa. Los recuerdos me alejaron de la realidad. Ella me observa sonriendo. Después de todo, al parecer no me tomó rencor cuando terminé con ella. Aunque era de esperarse, es muy dulce.
-¿Cómo has estado, Melissa? -Le pregunto y esta suelta una exhalación algo quejumbrosa a mi parecer.
-Bien. Ahora mismo estoy reemplazando a la señora Galarza, porque está hospitalizada-me dice y Liam brinca emocionado ante la noticia. Yo lo miro y sonrío.
-Él es mi hijo Liam. Toma clase con la...-decirle bruja a la maestra de Liam no me parece buena idea-. Con la señora Galarza- le digo y Melissa acaricia el cabello de Liam. Mi hijo se ruboriza ante el gesto y se va a su asiento. Tan travieso que
es y se ruboriza ante ella. Aunque es un niño, a pesar de que parezca un pequeño diablillo, como dice mi hermosa Susan.
-Después de todo, pareces ser feliz-me dice Melissa, sonriendo. Yo aparto la mirada, pues sus ojos verdes son demasiado intensos-. Me alegro de que hayas recuperado a tu Susan-añade y la miro rápidamente.
-¿Cómo lo sabes? -Le pregunto. Hacía años que no hablaba con ella.
-Si no es ella, ¿con quién más? - Contesta y sonrío. Siempre fue muy chispeante a la hora de contestar.
-Cierto. Yo también me alegro de que haya vuelto a mi vida. Sin ella no hubiera sido capaz de formar una familia-le digo con sinceridad. Ella baja la mirada y una punzada molestosa surge en mí, pero no voy a negar la realidad. Susan es mi vida entera y nada lo cambiará nunca.
El alboroto de los niños corta el incómodo silencio y Melissa gira para reprenderlos de manera dulce.
-Me alegra verte. Tengo que continuar con la clase-me dice y recuerdo por qué vine.
-Ah, disculpa que Liam haya llegado tarde. Se me pasó un poco la hora-le digo antes de salir del aula.
-No hay problema. Ya habrá forma de que lo pagues-me dice y puedo notar una chispa de coqueteo. El recuerdo de ella encima de mí llega; sus blandos senos dentro de mi boca, la manera en que su voz gritaba mi nombre; jo-der... salgo del salón de inmediato. No puedo permitir que Melissa se vuelva un problema entre Susan y yo. ¿Aunque qué demonios pienso? Esa mujer jamás sería un problema entre nosotros.
***
-Hasta mañana, señor Johnson-
me dice mi secretaria antes de salir de mi oficina.
-Hasta mañana, Cristina-me despido y salgo de mi trabajo. Camino hacia afuera del edificio y presiono el botón para abrir mi auto. Antes de entrar, alguien pasa por mi lado y golpea mi hombro. Cuando giro para pedir disculpas, mi vista enfoca un rostro extraño, pero logra erizarme la piel. La razón me es desconocida.
-Disculpe-dice el hombre en un tono de voz casi inaudible y se va dando grandes zancadas por la acera. Enarco una ceja, tratando de quitar de mi mente esa mirada, y cuando miro el reloj logro hacerlo, recordando que tengo que recoger a los niños en la escuela. Me monto en mi auto y conduzco hacia allá.
Para cuando llego, el retraso es elevado. El tráfico no ayudó mucho. Me detengo frente a la escuela y veo a mis dos pequeñines sentados en un banco con sus piernitas cruzadas y sus mochilas en la espalda. Se ven tan tiernos e inocentes. Presiono el claxon y ellos salen corriendo tan pronto notan mi presencia.
-¡Llevas veinticinco minutos de retraso! -protesta William y no puedo evitar sonreír ante su manera de hablar. Parece un adulto.
-Lo siento, chicos. El tráfico parecía una invasión de transformers-les digo jocosamente y ambos ríen.
-A menos que nos hayas traído a Bumble Bee, no estás perdonado, papi-me dice Liam y suelto una risotada. Amo hablar con mis hijos.
-Bueno, apuesto a que hay otra manera para que me perdonen-les digo y ambos se miran con miradas traviesas.
-¡Helados! -gritan al unísono y ruedo los ojos.
-Basta de helados por hoy-les digo, pero mi fuerza de voluntad no es muy fuerte cuando me miran de esa manera-. Les prometo que mañana los llevo a comer helados-les digo y ambos gritan, triunfantes. Sonrío, y cuando dispongo a arrancar, alguien grita mi nombre. Cuando giro hacia el lado, Melissa camina hacia mi auto, cargando unos cuantos libros.
-¡Derek! -grita-. ¡Ay, qué bueno que hay alguien todavía! Mi auto no quiere encender y tengo una cita ahora a las cuatro-dice ella, agitada, y yo me limito a observar los libros. No quiero malos entendidos entre nosotros.
-¿No tienes quien te lleve? -Digo, aunque es evidente que me lo está pidiendo a mí. Los niños la miran por la ventanilla y ella les sonríe.
-Hola, chiquitines-les dice, apretando sus mejillas. Mis hijos ríen y yo estoy debatiendo entre si llevarla o no. Esto es demasiado extraño para mí y no sé qué pensaría Susan si lo supiera. ¡Mierda! ¡Claro que lo sé! ¡Se molestaría bien cabrón! Y no la culpo, yo también lo haría si el caso fuera al revés...
-Anda, yo te llevo-le digo. Ella sonríe y yo estoy deseando que no siga sonriendo de esa manera, porque las cosas pueden ir mal, muy mal...
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¡Comenzó el proceso!
¡Holaaaaaaaaaaaa!
Comenzó...
El proceso...
De...
Distribución...
De...
¡MI VECINO MISTERIOSO!
¡Estoy súper ultra mega emocionada con todo esto! Hoy inició el proceso, así que los mantendré informados para que sepan cómo y cuándo pueden obtener el libro en sus manos... ¡Gracias por su apoyo! ¡Son mi motor, mi combustible para seguir!
Anda, ayúdenme con esto, a que MI VECINO MISTERIOSO siga subiendo las lecturas y votos... Quisiera llegar lejos y sé que puedo, con ustedes esto será posible...
Los ama,
Karina Lizbeth❤️
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Capítulo V: Oscuridad y dolor
SUSAN
Esa extraña llamada me ha dejado divagando entre las distintas posibilidades de su propósito. Manuel insistió en que era una broma de mal gusto de algún ignorante, pero no puedo pasar desapercibido que esa voz me resultó familiar. Se me eriza la piel de solo pensar en lo que dijo antes de cortar la llamada: "No te queda mucho tiempo" ... ¿A qué se refería? ¿Quién era esa persona a través de la línea?...
Decido olvidar el asunto. Lo menos que necesito son miedos, inseguridades, frustraciones. Mis hijos necesitan a una madre fuerte, que les brinde seguridad, y si sigo pensando en esa llamada, el miedo se apoderará de mí y no podré brindarles a mis hijos esa seguridad que tanto necesitan de mí.
Llego frente al gimnasio y diviso a mi entrenador a través del vidrio. Está secando su sudor con una toalla, y cuando nota mi presencia, hace un ademán con su mano para que entre. Le sonrío y obedezco a su seña.
-Buenas tardes, Susan. ¿Lista para entrenar? -Suelta rápidamente mientras me da un abrazo. Cuando despego mi cuerpo del suyo, él nota que no me siento muy bien-. ¿Qué le sucede a la enérgica Susan? -Me pregunta dando dos brincos y me hace reír. Sus músculos están aún más marcados de lo habitual, ya que parece que acaba de terminar de entrenar a otra chica. El sudor bajando por sus brazos le dan un toque perfecto de sensualidad. Mi entrenador es sexy, claro que sí, pero Derek rebasa los niveles de su beldad. Quizás Max tenga más músculos, pero mi esposo es endemoniadamente más sexy que él.
-Ha sido
un día largo, pero estoy lista para tus torturas-le digo, tratando de parecer lo más relajada posible. Él me mira con una ceja arqueada, pero no me contradice.
-¡Muy bien! Hoy haremos estiramiento, los squats que te faltaron ayer y los de hoy-dice, pero no tengo ánimos ni para quejarme de la cantidad de sentadillas que haré hoy.
-Bien-le digo, mientras camino hacia los casilleros para colocar mi mochila. Él no deja de observarme, parece intrigado ante mi falta de ánimo. Cuando comienzo con los estiramientos, él se coloca frente a mí y me mira con una ceja arqueada, pero no dice nada. Aguanta mis pies para ayudarme a hacer un mejor estiramiento. El silencio me está resultando incómodo, así que decido romperlo: -Hoy recibí una llamada extraña-decido contarle lo que me sucede, ya que necesito hablar con alguien sobre el miedo que siento.
-¿Qué te dijeron en esa llamada? -Pregunta de manera directa. Así es él: claro, directo y preciso, una de las cosas que más me agradan de mi entrenador.
-Que no me queda mucho tiempo-le digo, dejando de estirar. Él me hace un ademán para que continúe estirando.
-¿Tiempo para qué? -Murmura más para sí mismo -. ¿No dijo nada más? -Añade con seriedad. Le explico todo y ahora es él quien se levanta del suelo y mira hacia afuera, distraído.
-¿Qué sucede? - Le pregunto, confundida. Él se toma unos segundos antes de contestar.
-Hace unos días, Ricardo me informó que alguien vino preguntando por un tal William Derek...
-¡Ese es mi esposo! -suelto,
exaltada. Aunque le he hablado sobre mi esposo, aún no se han conocido.
-Bien. Le preguntó a Ricardo si tú entrenabas aquí. Él lo confirmó y le dijo que no te quedaba mucho tiempo. Le pedí a Ricardo que no te dijera nada, pues no quería preocuparte-me dice, con pesadez. Yo me quedo observándolo, pero mis pensamientos van hacia esa llamada nuevamente. ¡Mierda! Ahora sí que el miedo se está incrustando en mis células. Max me mira esperando a que hable, pero no soy capaz de hacerlo.
-Debí decirte, pero pensé que era una broma de mal gusto-me dice, pero yo solo asiento. ¿Quién era esa persona? ¡Demonios, mi familia podría correr peligro! ¡No! Tranquila, Susan, me digo.
-¿Podrá Ricardo describir a esa persona? -Si él lo puede hacer, quizás logre descubrir quién es ese individuo. Ricardo es otro entrenador, pero solo trabaja dos días a la semana, pues tiene varios empleos.
-Prometo hablar con él hoy mismo-me dice. Parece culpable por no habérmelo dicho antes, pero en realidad no estoy molesta con él.
-Gracias-contesto y no hablamos más hasta terminar mi entrenamiento.
...
Conduzco por la carretera y solo pienso en llegar a casa y correr a los brazos de Derek. Lo necesito, necesito sentir esa seguridad que siento cuando lo abrazo. Para cuando estaciono mi guagua frente a mi hogar, frunzo el ceño al notar que el auto de Derek no está en la casa. Apago el motor, tomo mi mochila y salgo del auto. Camino por la entrada y el silencio que invade la casa me confirma que Derek y los niños no se encuentran aquí. Ojeo mi reloj
y veo que ya son las siete y treinta. ¿Para dónde podrán haber ido?
Camino hacia la sala y me es tan fría sin mis niños. Es tan extraño que aún no hayan llegado, aunque pudieron haber venido antes y luego salir, pero, ¿para dónde? El silencio es abrumador, así que me dirijo hacia mi habitación. En eso el teléfono de la casa suena y me sobresalto. Mi corazón comienza a martillar deprisa y estoy debatiendo entre si contestar o no. ¿Y si es otra vez aquella persona misteriosa? La idea me eriza la piel. El teléfono sigue sonando, pero me quedo inmóvil, no puedo moverme. Cuando al fin el sonido deja de estrepitar por toda la casa, ya que el silencio es absoluto, me tranquilizo un poco. Cuando giro para subir a mi habitación, comienza a sonar nuevamente. Esta vez doy grandes zancadas hacia la sala, y con el corazón a mil por hora, la respiración entrecortada, cojo la llamada...
-H-Hola-contesto, con temor a lo que pueda escuchar.
-¡Susan, hasta que al fin alguien se resigna a coger el teléfono! -Suelto el aire que llevaba contenido cuando escucho la voz de Vanellys.
-¿Vanellys? ¿Qué sucede? -Le pregunto, y mi respiración se neutraliza poco a poco. Un estallido suena al otro lado de la línea y frunzo el ceño.
-Susan, tu hermano está en mi apartamento y sumamente borracho. No puedo controlarlo, está destrozando todo-me dice ella y su timbre de voz tiembla.
-¿Qué le pasa al idiota ese?... ¡Dios mío!-chillo cuando escucho un estrepitoso sonido.
-¡Sebastián! ¡Para, por favor!-grita Vanellys al otro lado de
la línea y tengo ganas de matar a mi hermano-. ¡Susan, por favor, no sé qué más hacer!-me dice ella y siento rabia con Sebastián. La pobre siquiera sigue siendo su novia y tiene que aguantarlo. Realmente no sé cómo ella lo hace. A Elizabeth no salió, mi mejor amiga no le hubiera aguantado eso a un hombre.
-Voy para allá, mantenlo ahí en lo que llego-le ordeno y ella suelta un suspiro-. Trataré de llegar lo más pronto posible.
-De acuerdo. Muchas gracias, Susan-agradece de manera dulce.
-Gracias a ti-le digo y casi puedo sentir que sonríe al otro lado-. Sebastián es un imbécil-suelto cuando lo escucho cantar, claramente borracho. Pongo los ojos en blanco y cuelgo la llamada.
Me quedo inmóvil por unos segundos antes de caminar deprisa hacia mi habitación. Mis pensamientos van hacia esa maldita noche cuando Sebastián intentó suicidarse. Mi hermano ha sufrido mucho, su vida ha sido una constante batalla entre lo que creía que era su padre y lo que en realidad es: un asco de persona. Mamá se limitaba a hablar de Patricio como el padre de su hijo. Ella fue la que sufrió el constante maltrato psicológico, la manipulación, la agresión física de ese hombre, y a pesar de ello, el día en que Sebastián se enteró de todo, ella no dijo lo que en realidad pensaba de ese hombre. Simplemente relató los hechos, y le pidió a mi hermano que mantuviera vivos los recuerdos buenos que tenía con su padre de la niñez, que se aferrara a ello, pues eso era lo que lo ayudaría a seguir. A mí se me hizo difícil canalizar esas palabras, pues yo viví en carne propia
todo lo que ese hombre hizo, yo fui quien vio sufrir a esa mujer de carácter fuerte, que durante mi adolescencia no logré comprender, comprender su sobreprotección, sus reglas, y ahora es que veo todo con claridad, y agradezco el tener a una madre como ella.
¡Pero carajo!, Sebastián no puede comportarse como un imbécil todo el tiempo, no puede ir a joderle la vida a las demás personas solo porque no logra canalizar sus emociones, su dolor. Él y Manuel comparten su dolor juntos, ambos se han convertido en una bola de mierda. No hacen nada por sus vidas, no quieren salir hacia adelante, y solo porque no quieren aceptar la realidad. Y me duele, demonios, me duele... Me duele porque ambos tenían grandes aspiraciones, ambos soñaban con un futuro en grande, ambos merecen salir de ese hoyo, pero ellos son los únicos que pueden hacerlo. Si a ambos no les interesa salir de allí, entonces no hay mucho que pueda hacer, solo estar para ellos cuando caigan al suelo, y ya han caído mucho.
Limpio la lágrima traicionera que ha bajado por mi mejilla y suelto una larga inspiración. Miro el reloj colocado en la pared de mi habitación y camino rápidamente hacia mi armario para colocar mi mochila del gimnasio.
Bajo las escaleras deprisa y tomo las llaves de mi auto, para ir cuanto antes al apartamento de Vanellys. Queda cerca de la casa de mamá, a unos cuarenta y cinco minutos de mi casa, así que enciendo mi auto y arranco para llegar allí cuanto antes.
...
Toco la puerta y el sonido de la madera retumba por todo el silencioso lugar. Este edificio de apartamentos es un verdadero
asco. Desde que entré al lugar, un fuerte olor a humedad y cucarachas inundó mis fosas nasales. Algunas puertas están pintadas con grafitos, y en el primer piso solo se escuchaban gritos y fuertes golpes a través de las paredes. Entrar aquí me causó escalofríos. No entiendo por qué Vanellys se mudó a un lugar como este, una chica como ella no encaja en un edificio lleno de porquería. Tampoco sé cómo sus padres aceptaron que su única hija viviera en un lugar así.
La puerta se abre y el familiar rostro de la pequeña hermana de Elizabeth aparece en mi campo de visión. Sus facciones están marcadas por el desespero y la preocupación, pero cuando clava sus ojos en mí, su rostro se relaja un poco.
-¡Oh, Dios, Susan! -exclama y se abalanza sobre mí para abrazarme. Su movimiento me tomó por sorpresa, pero no tardo en corresponder su abrazo.
-Tranquila-le digo y ella deja escapar un sollozo, que no hace más que aumentar mis ganas de salir de ese lugar cuanto antes. No soy la mejor en estos casos, siento vergüenza con mi hermano, y más que eso, coraje. Suficiente le ha aguantado ella desde que su relación se terminó-. Déjame entrar para buscar a ese imbécil-le digo y ella me suelta. Cuando entro, cierro los ojos con fuerza al ver el estado de su pequeño apartamento. Es un verdadero asco, un desastre, y aunque no es un apartamento de lujo, es notable que Vanellys le da su mejor cuidado. Pero el imbécil de mi hermano se lo convirtió en un total desastre.
-Está en el baño-dice ella a mis espaldas-. Le di un poco de agua y hace diez minutos logré
calmarlo. No dejaba de aventar mis cosas-dice y niego con la cabeza. El comportamiento de mi hermano sobrepasó los límites. No puede seguir siendo un maldito desgraciado, no puede seguir comportándose como un crío.
-¿Por qué aguantas tanta mierda? -Suelto y ella se encoge de hombros y baja la mirada. Aún recuerdo su rostro tierno e inocente, cuando Elizabeth jugaba con ella... Han pasado tantos años y ella ya no es una niña, es una mujer... Pero sigue conservando ese rostro dulce, esas mejillas rosadas, haciéndola ver como una niña inocente. Ella y Sebastián se amaban, pero un día su relación se terminó y no dieron explicación. No es que debían hacerlo, pero fue algo que no nos los esperábamos.
-¿Qué haces aquí? -La ronca voz de Sebastián me hace sobresaltar. Su tono me cabreaba demasiado y no tardo en caminar hacia él y encararlo.
-¿Que qué hago aquí?... ¿Qué carajo haces tú aquí? -Le digo con brusquedad. Él me mira con el ceño fruncido y su mandíbula está tan apretada que da la impresión de poder quebrarse en cualquier momento.
-No me grites, Susan-dice entre dientes y frota su rostro con ambas manos. De cerca puedo ver sus tatuajes y visualizo el que tiene en su brazo derecho, ese que muestra un árbol marchito y el viento llevándose sus hojas. Sus tatuajes son una verdadera obra de arte. Mamá nunca estuvo de acuerdo con ello, el primer tatuaje que se hizo causó que ella no le hablara por un mes, pero luego no tuvo más remedio que aceptarlo. Ahora ambos brazos están cubiertos de tatuajes, algo que comparte en común
con Manuel. Es por ello que los dos han formado una amistad, una amistad para nada sana, pues ambos se unieron por una razón: oscuridad y dolor.
-¡Sebastián, tienes que dejar de ser un imbécil!-le medio grito y él cruza por mi lado con brusquedad. Lo sigo con mi vista y veo cómo se lanza al pequeño sillón de la sala. Vanellys lo mira con nerviosismo y yo camino hacia él, hasta pararme justo enfrente del asiento-. ¡No puedes venir a joderle la vida a otras personas! ¡No puedes destrozarle el apartamento a Vanellys! -Elevo aún más mi tono de voz y él toma un pequeño cojín para cubrirse los oídos.
-Ya cállate, Susan. Ve con tu marido y déjame a mí en paz-me dice y eso me cabreaba aún más. Le quito la almohada de un tirón y él gruñe-. Vete, no jodas más-me dice y aviento el cojín al suelo.
-¡No me hables de esa manera! ¡Deja de ser un completo imbécil! ¿Por qué viniste para acá? ¡Tienes a mamá preocupada! -gruño y él abre los ojos cuando le menciono a nuestra madre, pero los cierra enseguida y voltea el rostro para que yo no pueda verlo. Sé que no le gusta preocupar a mamá, siempre ha sido así, aunque él lo niegue y diga que no le importa.
-Sebastián, por favor, Susan solo quiere ayudarte-le dice Vanellys en un débil susurro, pero mi hermano no se inmuta en moverse.
-No debiste llamarla... ¿Para qué carajo la llamaste? -Le dice cortante y Vanellys baja la mirada.
-Y-Yo solo... No sabía qué hacer-dice ella y niego con la cabeza, enfadada.
-No tienes que explicar nada, hiciste lo que
tenías que hacer-le digo con suavidad-. Muévete, Sebastián, nos vamos ahora mismo-me dirijo hacia mi hermano, pero él se niega a hacer lo que le ordeno.
-No me hables como si tuviera seis años, Susan. Por si no lo sabías, soy bastante mayor ya- me dice y suena más allá de lo irritado.
-Pues no lo parece-le digo con amargura-. Muévete, no me lo pongas más difícil, hermanito-le digo y él se sienta en el asiento.
-Ya te dije que te vayas, no jodas más. Tu vida perfecta te espera-sé que está borracho, sé que no se siente bien, pero su manera de hablarme me está hirviendo la sangre. En estado normal no me hablaría de esa forma, pero me vale madre si está borracho o no, estoy encabronada con él.
-¡Basta! ¡Te dije que te muevas y salgamos de aquí!
-Anda, vete, que tienes un marido perfecto que de seguro te está esperando para darte las buenas noches- me dice y la manera en que lo hace solo logra cabrearme a un nivel que pocas veces llego.
-¡Eres un idiota! ¡¿Es que acaso me estás jodiendo solo porque formé a una familia?! ¡¿Porque yo sí tuve el valor de continuar con mi vida a pesar de que se había convertido en una bola de mierda?!-El coraje tiene a mi corazón bombeando a toda velocidad. Mis manos me tiemblan y solo quiero estamparlas contra su mejilla, pero logro contenerme. Sebastián se levanta de golpe, sobresaltándome.
-¡No tienes idea de lo que he pasado! ¡No me vengas a restregar en la cara todo lo que has logrado! ¡Tú tienes la vida perfecta! ¡Yo en cambio no tengo nada!-me grita
a centímetros de mi rostro y empujo su pecho con brusquedad, haciéndolo tambalear.
-¡No digas estupideces! ¡Tienes mucho y no quieres aceptarlo! ¿Vida perfecta? ¡No, pero soy muy feliz con todo lo que tengo! ¡Y todo lo que tengo lo he logrado gracias a toda la mierda que ha pasado en mi vida! ¿Que no tengo idea de lo que estás pasando? ¡Por supuesto que lo sé! ¡Pasé toda mi adolescencia sola, sin mi padre, siquiera tenía a mi madre! ¡Solo tenía a mis amigos, y me los arrebataron aquel día cuando nos mudamos! ¡Por eso tomé decisiones equivocadas! ¡Busqué amor y afecto en alguien, en un chico con un pasado oscuro que me arrastró y trajo consecuencias terribles! ¿O es que olvidaste que perdí a Elizabeth? -Al mencionarla, Vanellys suelta un sollozo, pues llora en silencio. Mi corazón late tan deprisa que lo siento contra mis orejas. Sebastián mira el suelo con su mandíbula apretada, y cuando intenta hablar, no se lo permito-. Necesitaba amor, afecto, ese amor que mi madre no me daba, el amor de padre que me faltaba, y por eso lo busqué en un chico... Tomé decisiones equivocadas, todo porque me hacía falta una verdadera familia. ¿Y tú dices que no tienes nada? ¡Eres un imbécil! -le grito y él me fulmina con la mirada.
-¡Mi padre es un maldito abusador, un asesino! ¡No estuvo en momentos importantes de mi vida, y todo porque es un maldito criminal! ¡Siquiera se molestó en llamar para saber cómo me encontraba! ¡Diecinueve años han pasado y siquiera se molestó en saber cómo estaba su hijo! ¡Ese que tanto decía que amaba! -escupe con rabia y comienza
a dar vueltas, desesperado-. ¡Tú pudiste haber pasado todo eso, pero al menos tus padres te aman! ¡Al menos no son unos malditos criminales! -Sus palabras son recibidas como un fuerte golpe en mi estómago y las lágrimas contenidas comienzan a rodar por mis mejillas. Vanellys llora en silencio. La estancia se ha sumergido en un absoluto silencio, solo se escucha la agitada respiración de Sebastián. Él se deja caer en el asiento y cubre su rostro con ambas manos. No llora, siempre se contiene, pero sé que quiere hacerlo. Los años han pasado y él ha desarrollado un fuerte caparazón para no demostrar lo que siente. Vanellys es la única persona que ha podido hacerlo expresar lo que siente, no de la manera más dulce, pero al menos con ella podía expresar sus sentimientos. Otro punto que me hace cuestionar la razón de su ruptura.
-Sebys, por favor, ya vámonos-digo con voz enronquecida. Ya no me encuentro alterada, mis niveles de enfado han bajado y ahora me encuentro agotada, en un estado letargo. Sebastián se levanta del asiento, toma su chaqueta de cuero y camina, tambaleándose, hacia la puerta. Yo me quedo aquí donde estoy, de pie, observando a Vanellys, quien limpia sus lágrimas constantemente.
-¿Qué esperas? -Me dice mi hermano, entre irritado y culpable. Yo lo miro unos segundos y luego me dirijo a Vanellys.
-Vendré más tarde para ayudarte con este desastre-le aviso, pero ella niega con la cabeza.
-Yo puedo hacerlo, es muy tarde; tu familia debe estar esperándote-dice y recuerdo que cuando llegué a casa, aún no habían llegado. Espero que ya lo hayan
hecho, porque si no, me comenzaría a preocupar, más aún con aquella llamada recibida.
Me despido de Vanellys, prometiéndole que lo sucedido con mi hermano no volverá a ocurrir, y salgo de ese edificio espantoso, con mi hermano caminando a mis espaldas, ambos sumergidos en un absoluto silencio.
...
Ambos nos hemos sumergido en un aire silencioso. Sebastián no ha dejado de mirar por la ventanilla y su ceño ha permanecido fruncido durante todo el camino. Estoy tan enojada con él... Sé que su encuentro con Patricio lo ha dejado aturdido, le ha dolido tener que enfrentarse con el hombre que ha sido su verdugo durante los últimos años, pero él no puede tan solo ir y tratar de esa manera a la que fue su novia y tanto lo apoyó.
-Te has pasado de la entrada-me despierta mi hermano de mis pensamientos. Lo miro y veo que señala la calle que va en dirección a la casa de nuestra madre.
-No vamos a casa de mamá-le digo, tajante, y me mira con su ceño aún más fruncido-. Te llevaré a mi casa. No preocuparé más a mamá; se angustiará si te ve en ese estado-le explico y cambia su mirada hacia la ventanilla. El silencio reina nuevamente hasta que mi hermano dice: -Lo siento, Susan-continúo mirando hacia la carretera y trago duro antes de hablar.
-¿Por qué te disculpas? ¿Por comportarte como un imbécil? -Mi voz suena rasposa y cansada, porque así es como estoy: cansada. Sebastián sigue mirando por la ventanilla y después de varios minutos vuelve a hablar.
-Cuando lo vi allí, sentado en ese bar, bebiendo y riendo
como si nada estuviera pasando, como si nada le hiciera falta-comienza a hablar y siento un fuerte nudo en mi estómago; está hablando de Patricio-... Pasé tanto tiempo esperando una llamada, esperando que me dijera que me amaba-continúa-, pero nunca llegó. Y lo vi allí, después de tantos años... No pude contenerme, sentí tanta rabia-mi hermano se detiene. No quiero mirarlo, sé que si lo hago comenzaré a llorar y es lo menos que Sebastián necesita en estos momentos, aparte de que odia ver a la gente llorar.
-No tienes que hablar sobre esto si no quieres-le digo-. Solo deja de comportarte como un imbécil con las personas que solo intentan ayudarte. No debiste hacerle eso al apartamento de Vanellys-lo reprendo y su mandíbula se tensa cuando le menciono a la hermana de Elizabeth.
-Lo sé-es lo único que dice y continúa mirando por la ventanilla. No digo nada, no quiero seguir hablando, solo quiero llegar a mi casa y descansar.
El sonido de mi teléfono celular me hace dar un respingo. Lo tomo en mis manos y veo que es Derek. Enseguida presiono la opción de contestar.
-Hello-digo.
-Mi amor, ¿dónde estás? -Pregunta rápidamente Derek y parece preocupado.
-Voy de camino a casa. Tuve que ir a resolver algo, pero te cuento cuando llegue. ¿Dónde estabas tú? Cuando llegué no te encontrabas en la casa...
-Salí con los niños a comer helados-me dice, pero sé que hay algo más. Lo conozco lo suficiente como para saber que algo me oculta. Guardo silencio, esperando a que diga algo más-. Hay algo que debo
decirte-me dice y enarco una ceja; lo sabía.
-Hablamos cuando llegue a la casa. Yo también debo contarte algo-le digo, recordando la llamada que recibí esta mañana.
-Bien. Maneja con cuidado-me dice y finalizo la llamada. Sebastián me mira con suma atención y enarco una ceja.
-¿Qué? -Le espeto y niega con la cabeza.
-Espero que no me añadas a la lista de cosas que contar a tu marido-me dice, entre enojado y divertido.
-No eres la gran cosa, tranquilo-bromeo y puedo ver una pequeña sonrisa en los labios de mi hermano.
-Que te jodan, Susan-me dice, sacándome el dedo del medio, y no puedo evitar reír.
...
Cuando entro a la casa camino con sigiles hacia la cocina, con mi hermano detrás, pero cuando miro en dirección hacia la sala de estar, veo a Derek allí, acostado en el asiento. Está sumergido en el sueño y una sonrisa se dibuja en mis labios, sabiendo que se encuentra bien. Camino hacia allá y le doy un pequeño beso en la comisura de sus labios. Él despierta de inmediato, aturdido, pero cuando me ve sonríe y se levanta enseguida para darme un beso.
-No te escuché llegar-me dice, soltando un bostezo.
-Entré en silencio para no despertar a los niños... Porque supongo que están durmiendo, ¿no? -Le digo, enarcando una ceja, y Derek sonríe.
-Sí, señor-se burla y entrecierro los ojos.
-Susan-me llama Sebastián y Derek da un respingo.
-Sebastián está en la casa y se quedará a dormir-le susurro a Derek y él me mira claramente confundido.
-¿Qué
ha pasado? -Me pregunta también en susurros.
-¿Podrían dejar de hablar a mis espaldas, par de tórtolos? -La voz de Sebastián nos hace girar. Él está parado con un vaso de leche y galletas en sus manos. Pongo los ojos en blanco y Derek sonríe cuando ve a mi hermano. Camina hacia él y le quita una galleta para comérsela.
-Que no te vea Liam comiendo sus galletas-le dice, divertido, y Sebastián termina de comerse la otra.
-Para eso tiene a un padre que lo consiente y le puede comprar más-le dice y Derek le saca el dedo.
-Las compro para él, no para que venga un glotón como tú a comérselas-le dice y lo toma por el cuello para restregar su cabeza como le hacía cuando era niño. Les pido que bajen la voz, porque están haciendo escándalo y ambos ruedan los ojos.
-¿Dónde dormiré, Susan? -Me pregunta Sebastián.
-Sabes que hay una habitación disponible para ti, idiota-le digo, poniendo los ojos en blanco, y él alza sus manos como en señal de rendimiento.
-Está bien, está bien... Pensé que ya no era bienvenido en esta casa-me dice y justo cuando abro la boca para decirle que no sea un idiota, Derek habla: -Sabes que siempre serás bienvenido aquí, Sebastián. Tu hermana siempre ha querido lo mejor para ti-le dice, esta vez serio, y Sebastián asiente. El silencio que le sigue me resulta incómodo y tenso, así que decido que ya es hora de irnos a dormir.
Cuando termino de darme una ducha, me coloco mi pijama y veo a Derek acostado en la cama con su teléfono celular. Entro en mis cobijas y se lo quito.
Él abre la boca para protestar, pero alzo mi dedo índice para que no diga nada.
-Me parece que hay algo que debes decirme-le digo y veo cómo su mandíbula se tensa y su nariz se frunce un poco, señal de que no sabe cómo decirlo. Así que me siento en la cama y tomo su mano para besarla-. Anda, si lo piensas mucho lo más probable es que metas la pata. Solo dime lo que sucede exactamente como lo estás pensando, porque por más adornitos que le pongas a lo que vayas a decir, el resultado lo más probable será el mismo-le digo pasivamente. Si hay algo que he aprendido durante mi relación con Derek, es que no importa lo que tengamos que decir, no importa cuán difícil se nos haga, siempre debemos decirlo, porque tarde o temprano la verdad se sabe y es mejor saberla de nuestra boca a que sea a través de terceros. Mantengo fresco el recuerdo de aquella noche, aquella noche cuando descubrí todos los misterios de su pasado, cuando su pasado me arrastró y arrastró la vida de mi mejor amiga. Sus misterios provocaron que mi vida diera un vuelco casi irremediable... Por sus mentiras y engaños... Pero eso quedó en el pasado, un pasado en donde me ocultaba la verdad... Ambos prometimos no volver a caer en esa oscuridad que la mentira trajo a nuestras vidas. Ambos prometimos ser sinceros...
-Melissa ha vuelto-dice y tardo en procesar sus palabras. Cuando mi cerebro parece entender lo que acaba de decir, mi reacción es levantarme de la cama y mirarlo directamente a los ojos.
-¿Qué quieres decir con eso? -Le pregunto, con mi voz enronquecida. Tengo miedo a que diga que
algo sucedió entre ambos y él parece notarlo, pues se levanta de la cama enseguida y toma mi cintura.
-No es lo que estás pensando, mi amor-me pega más a su cuerpo-. Está sustituyendo a la maestra de Liam-me dice y suelto el aire que llevaba contenido. Derek besa mi frente y se sienta en la cama, mirando al suelo. Todavía no ha terminado, así que espero a que vuelva a hablar-... Hoy su auto no quiso encender y me pidió que la llevara a una cita-me dice y me siento a su lado, con mi corazón comenzando a bombear deprisa-. Después los niños quisieron helados, así que los llevé a la heladería que queda cerca de la escuela. Pero eso fue todo, mi amor... Por eso llegué más tarde de lo usual-me dice y sé que dice la verdad, pero eso no quita el hecho de sentirme como si halaran mi estómago con brusquedad. Sé que no debería sentirme así, no debería sentir esta bofetada de celos que carcomen mis entrañas, ¡pero demonios! ¡Es ella! ¡Es esa mujer que tanto escuché mencionar! ¡Esa mujer que despertó por primera vez deseos en Derek cuando yo me marché de su vida! ¡Es ella! ¡Demonios, es ella! ¡Melissa! ¡Esa Melissa!
-Te creo, amor-me las arreglo para sonar serena, tranquila, aunque por dentro esté hecha un matojo de nervios y celos.
-Ven acá-Derek me hala y me acurruco en su pecho. Quiero llorar, no sé por qué demonios quiero hacerlo, pero no puedo evitar sentir este nudo en mi estómago, esta amarga sensación en mi boca. Son exactamente las sensaciones que creí no volvería a sentir, esas sensaciones que Derek me hacía sentir cuando
lo conocí-. Ahora te toca a ti decirme-me dice Derek y de inmediato me tenso, recordando la maldita llamada, pero en estos momentos estoy aturdida, llena de sensaciones amargas por la sola mención de esa mujer-. Anda, nena, dime-Derek coloca una mano en mi barbilla para encararme. Decido contarle todo, desde la llamada hasta lo que Max me comentó en el gimnasio. Termino de hacerlo y Derek guarda silencio, está pensativo. Después de varios minutos, habla: -Nada va a pasarte, ni a ti ni a los niños. No lo voy a permitir-dice, serio, y beso su mandíbula para intentar relajarlo. Voy depositando suaves besos por su mandíbula y logro hacerlo sonreír.
-Sé que así será-le digo, más relajada, tratando de dejar a un lado mis celos, pues no me van a llevar a nada. Solo tengo que confiar en él, sin importar qué, como sé que Derek confiaría en mí.
Cuando ambos terminamos de contarnos qué hicimos en el día, después de contarle lo sucedido con Sebastián, ambos caemos rendidos en los brazos de Morfeo.
***
En la mañana soy la primera en despertar. Anoche no pude dormir bien. A pesar de que me encontraba más tranquila, me levantaba cada media hora en la madrugada, hasta que la última vez que abrí los ojos no volví a quedarme dormida; a las cinco de la mañana.
Bajo las escaleras y voy directo a la habitación en donde se encuentra Sebastián. Abro la puerta lentamente para no despertarlo, pero no tardo en darme cuenta de que no está aquí. Camino hacia la cocina y lo veo sentado en una de las altas sillas de la barra tomando un vaso de jugo de naranja.
Desde aquí veo su tonificada espalda llena de tatuajes dibujados de una manera asombrosa. Aunque no me gustan mucho los tatuajes, no puedo negar que a mi hermano le lucen muy bien. Su recorte, casi rapado, en combinación con su barba muy bien acicalada y sus tatuajes, le dan un aspecto muy sensual y diría que es todo un hombre... Físicamente lo es, porque a veces se comporta como un niño engreído y patán, como en la noche anterior.
Me hermano gira y cuando nota mi presencia se levanta de la silla.
-Buenos días-le digo y él se limita a asentir. Pongo los ojos en blanco, pues claramente se levantó con el pie izquierdo-. ¿Ya desayunaste? -Le pregunto y él niega con la cabeza-. Prepararé el desayuno-le digo y él deja el vaso en la barra, cosa que no le voy a permitir, así que le ordeno que lo lave y lo guarde en la porta vasos. Él lo hace a regañadientes y le doy en la nuca cuando termina de hacerlo-. Cuando tengas una casa vas a entender-le digo y rueda los ojos.
-Tanto que te quejabas de mamá y eres igual a ella-me dice y me encojo de hombros.
-De tal palo tal astilla-le digo mientras busco los ingredientes en la nevera para preparar el desayuno.
-Recuerdo que odiabas ese refrán, Susanita-me dice divertido y ruedo los ojos.
Escucho unos rápidos pasos por las escaleras, seguido de unos agudos gritos. Los niños se han levantado y cuento tres segundos hasta verlos entrar corriendo a la cocina.
Liam y William se abalanzan sobre mí y yo beso sus cabecitas, recibiéndolos con todo mi amor, con todo el amor que estas dos
criaturitas se merecen.
-¿Ya está el desayuno, mami? -Me pregunta Liam.
-Dame primero mi paga-le digo y él enrosca sus bracitos en mi cuello para darme un rico beso, de esos llenos de mucha baba, en la mejilla-. Tú también dámelo-le digo a William y él suelta una risita y me besa al igual que Liam-. Ahora sí... El desayuno estará listo enseguida-les digo y ambos gritan, como siempre hacen cada vez que logran lo que quieren. Sonrío y veo a Sebastián observar a mis hijos. Está sumergido en sus pensamientos-. ¿Y no piensan ir donde ese tío feo? -Les susurro a mis hijos y ambos giran hacia su tío. Al parecer no lo habían notado, pues ambos salen corriendo y se abalanzan sobre Sebastián, haciéndolo reaccionar de inmediato.
-¡Tío Tián! -chillan mis hijos y Sebastián los toma a ambos en sus brazos. Mis hijos aman a su tío con locura al igual que Sebastián los ama. Me encanta ver a mi hermano sonreír, verlo interactuar lleno de amor genuino.
-¡Pero qué grandes están mis sobrinos! -les dice.
-No nos vieras tan grandes si vinieras a vernos más seguido-le dice William y sonrío por su manera de hablar. Él es un niño muy brillante y a veces me asusta su manera tan adulta al hablar.
-¡Auch!... Eso dolió-dice Sebastián y Liam ríe. En eso Derek llega a la cocina, esparciendo su masculina fragancia por todo el lugar. Comienzo a hacer el desayuno y ordeno que todos acomoden los platos en la mesa. Derek se me acerca y besa mi hombro con delicadeza.
-Buenos días, hermosa-susurra en mi oído y sonrío. Le doy una palmada en su trasero y lo apresuro a que ponga los platos en la mesa. Él ríe y se va con los niños y Sebastián hacia la mesa.
Cuando termino de preparar el desayuno-panqueques con revoltillo-, camino hacia el comedor para servirlo en los platos. Mis hijos están hablando y cuando mencionan ese nombre siento como si un bloque de hielo cayera en mi estómago.
-Misis Melissa dice que comer revoltillo todos los días puede causar colesterol-dice William y veo cómo Derek se tensa en su silla. Yo continúo sirviendo el revoltillo y dejo que mis hijos hablen.
-Tío Tián, mi nueva maestra es linda-dice Liam y Sebastián ríe.
-¿Sí? ¿Muy linda? -Le dice él y Liam asiente-. Debería conocer a esa maestra entonces-agrega mi hermano, divertido.
-Ella era la novia de papá-le dice mi hijo y dejo caer el cucharón que uso para servir el desayuno. Derek se levanta y me ayuda a servir el desayuno. ¿Cómo demonios mi hijo sabe ese detalle? Sebastián se ha quedado callado y me mira con cautela y expectación.
-¿Cómo es que sabes eso, cariño? ¿Quién te lo ha dicho? -Le pregunto a Liam, tratando de estar serena, sin mostrarle a mis hijos lo perturbada que me pone esa mujer.
-Misis Melissa dijo que quería mucho a papá y nos preguntó si nos gustaría que volviera a ser la novia de papá-dice William y la opresión en mi estómago aumenta. ¡¿Quién demonios se cree que es esta mujer?!
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Capítulo VI: Cajón de recuerdos
DEREK
Veo el rostro de Susan y puedo sentir cómo mi pecho se contrae. Su ceño está ligeramente fruncido y muerde su labio inferior, reteniendo las lágrimas de sus ojos. Está llena de rabia, puedo notarlo por cómo mueve su boca y su mandíbula se percibe apretada. Ha dejado de servir el desayuno y yo estoy tratando de no perder la calma, pero ver cómo mi esposa se ha contrariado por lo que William acaba de decir, ver cómo está tratando de contenerse, ¡carajo! Yo solo quiero salir de aquí e ir donde Melissa. ¿Qué carajo le voy a decir a Susan? ¿Cómo carajo voy a explicarle que no sabía lo que había dicho la rubia? ¡Me pasa por imbécil!
-Coman su desayuno, se les hará tarde para la escuela-les dice Susan a los niños y sale del comedor. Está enojada, ¡rayos!, ¡está enojada!
-¡Miren lo que hago con el revoltillo! -dice de repente Sebastián, evidentemente tratando de romper la tensión del momento. Él me mira con cautela y me hace un movimiento con la cabeza, señalando hacia la cocina para que vaya donde su hermana. Asiento, vacilante, y camino lentamente hacia Susan.
¿Por qué coños tenía que pasar esto ahora? Carajo, qué cosas dice Melissa, ¿cómo se le ocurre? Sabía que ella estaba tratando de calentarme para que cayera redondito entre sus piernas, ayer lo que hizo fue coquetear conmigo y yo por zopenco la monté en mi auto. Claro, ella sabe cómo hacer las cosas, me coquetea de forma "fina". Yo amo a Susan, joder, claro que la amo, ¡pero soy hombre, que siente y padece!... Mi mente está clara, sé que jamás
le fallaría a Susan... pero mi instinto animal a veces me traiciona. ¡Sí!, ¡tremendo animal y bruto que soy!
-Susan-mi voz suena ronca e inestable. No sé por qué me siento tan asustado, yo no hice nada. Simplemente llevé a Melissa a su cita, nada más. Estuvo coqueteando contigo todo el camino, idiota, me dice mi voz interna y trago duro. Coqueteó conmigo, pero yo no le seguí el juego.
-No digas nada, por favor-me dice Susan y su voz hace que mi pecho se comprima aún más. No está alterada, al contrario, está demasiado calmada, y eso me saca de balance.
-Mi amor, juro que no sabía que ella había dicho eso...-trato de explicarle, pero ella niega con la cabeza, haciéndome callar enseguida. No quiere explicaciones, está tratando de controlarse y si sigo hablando terminará alterada. Cierra los ojos unos segundos y toma una respiración profunda. Luego me mira directamente a los ojos y sonríe. Sé que le cuesta mucho controlarse, sé que quiere gritar y aventar cuanta mierda haya en esta cocina, darme con el sartén donde preparó el desayuno, pero en vez de hacerlo, se acerca y rodea mi cintura para darme un abrazo. Su movimiento me toma por sorpresa, pero no tardo en corresponderle. Cierro los ojos ante su cercanía; siento su pecho en el mío y la calidez que emana de su blando cuerpo hace que me sienta más animal y bruto, más bestia, ¡mierda! Jamás podría perdonarme si llegara a arruinar todo esto por alguien que ya no significa nada, alguien que solo es mi pasado.
-Deberías vestirte o llegarás tarde al trabajo-rompe el silencio en donde nos
habíamos sumergido y libera nuestro abrazo. Da un paso hacia atrás, pero la tomo por la cintura y la pego a mi pecho. Me encanta la manera en cómo mis manos encajan perfectamente en su cintura y cómo sus senos chocan contra mi pecho cuando tiro de ella hacia mí. Su cuerpo es blando y suave, algo que desde que mis manos sintieron por primera vez, logra encenderme de una manera casi inmediata. Pasa horas en el maldito gym, tratando de poner su cuerpo esculpido y duro, pero a mí me encanta como está ahora: blando, suave y placentero.
-Sí sabes que te amo, ¿no? -Mi susurro parece sacarla de balance, pues me mira como niña inocente y eso no hace más que solo querer sentirla, querer entrar a ese cálido y blando lugar en el que tanto disfruto navegar.
-Es noticia nueva para mí-me dice, juguetona, y muerdo su labio inferior, de la manera que sé que le encanta: suave, lento...
-Déjame refrescarte la memoria, niñita presumida-le digo y ella me mira con los ojos destilando un brillo inigualable. Hacía mucho que no la llamaba así y a ella pareció encantarle, pues me toma por la nuca-cosa que me pone la piel de gallina cuando entierra sus dedos en mi pelo- y me besa con desespero, como si mis palabras hubiesen sido combustible para su cuerpo. Para ella fueron gasolina, para mí dinamita, ¡carajo! Mi hombría se ha elevado y sus mejillas se han tornado de un rosa intenso, ese rubor que tanto me encanta provocar en ella.
-Llegarás tarde-me dice, tratando de neutralizar su respiración cuando separa nuestras bocas-. Hoy hablaré con Ricardo sobre lo
que te dije-agrega y tardo en procesar esto último, pues mi mente solo piensa en hundirme en ella, perderme en sus caderas y tratar de hacerla sentir bien después de la estupidez que hice.
-Entonces hoy iré contigo al gimnasio-le digo mientras ella comienza a recoger la cocina. La observo y viajo por su cuerpo con mi mirada. Desde que aumentó de peso su trasero se ha vuelto notablemente más abundante y la lycra que lleva puesta me saca de balance. ¿Cómo es que le hace para lucir tan sensual sin siquiera hacer el esfuerzo?
-¿Quién buscará a los niños? -Su pregunta me suena a excusa y enarco una ceja, clavando mis ojos en los suyos.
-Sebastián puede pasar a buscarlos-le digo y ella frunce su boca, algo que me muestra su desaprobación.
-No me parece una buena idea que Sebastián se quede con los niños en la casa-me dice y ruedo los ojos, pues claramente está buscando una excusa para que no vaya con ella al gimnasio. Pero como no me doy por vencido tan fácilmente, le digo: -¿Es que acaso no quieres que vaya contigo al gimnasio? -Baja la mirada por unos segundos y agrego: -¿Mi chica no quiere que otras mujeres vean al dios griego que tiene por esposo?-Ella pone los ojos en blanco y no puedo evitar reír. Sé que ella y sus amigas me llamaban así, aunque lo niegue todo el tiempo.
-No es eso, es solo que...-se detiene por unos segundos, pensando qué decir y muerdo mi labio para no reír. Parece una chiquilla, no sabe mentir, nunca ha sabido hacerlo. Al final termina diciendo: - De acuerdo. Ahora sube a vestirte o se te hará tarde-aplaude
a son de orden y me recuerda a Mónica. Ambas son iguales, es por ello que tenían tantos choques, siguen teniéndolos, pero es más que evidente que su relación se ha fortalecido con el paso de los años.
Le doy un pequeño beso en el hombro y camino ligeramente hacia mi habitación para vestirme deprisa e ir a mi trabajo, luego de llevar a los niños a la escuela.
...
Faltan quince para las ocho. Siempre espero a que la campana suene y llevo directamente a los niños al salón, pero no quiero tener que verle la cara a Melissa. Así que primero dejo a William frente a su salón, beso su frente y él me sonríe de manera tierna. Luego camino hacia el salón de Liam y le digo que espere a su maestra sentado en el banco frente al aula.
-¿Ya te vas, papi? -La voz de mi hijo suena preocupada y me saca de balance. No quiero dejarlo solo, pero sé que cuando me vaya se pondrá a jugar con sus amiguitos.
-Tengo que irme, bebé-le digo, acuclillado frente a él y beso su frente.
-¿Estás enojado por lo de misis Melissa? -Su pregunta me hace sonreír, pues me sorprende que sea tan intuitivo.
-No, bebé, no estoy enojado-le digo-. Ya me voy, ¿okay? Diviértete mucho y no hagas tantas travesuras-le hago cosquillas y su aguda risa me encanta. Él toma mi cuello y me abraza. Amo su tierna manera de abrazarme.
A lo lejos puedo ver a Melissa caminar por el pasillo, en dirección hacia el salón, y me apresuro a irme. Me levanto del suelo y beso rápidamente a mi hijo para encaminarme hacia la salida. Intento
de que no me vea, pero fallo, pues la escucho decir mi nombre.
-¡Derek! -dice y no tengo más remedio que detenerme y encararla.
-Melissa-digo y evito mirarla a los ojos. Me cabrea recordar lo que dijo, pero más aún que su mirada me perturbe y me haga sentir incómodo.
-¿Cómo estás? -Su pregunta suena natural, como si nada hubiera pasado y no sé qué diablos hacer o decir, así que solo digo: -Bien.
-Gracias por lo de ayer, enserio salvaste mi vida-me dice y asiento-. Hice mucho esfuerzo para conseguir esa cita, no podía perderla-me dice y yo solo asiento y miro para otro lado. Ella parece notar que la estoy evadiendo, pues frunce su ceño un poco, pero no dice nada, solo: -Debo irme, ten un buen día, Derek-me siento un poco mal por cómo la traté, pero prefiero que sea así a cagarla con Susan.
...
Miro mi reloj de muñeca y veo que casi es hora para que mi tiempo laboral termine. Hoy ha sido un día lleno de mucho trabajo y mi espalda se ha entumecido debido a que he pasado horas sentado en esta mullida silla giratoria, creando el nuevo logo de la compañía. Mi jefe ha estado de un humor de perros, no ha parado de gritar en su oficina. Escuché por ahí que su esposa le pidió el divorcio. La verdad no suelo meterme en los problemas personales de ninguno de los empleados, mucho menos de mi jefe, pero este chisme en particular me hace recordar la noche cuando mi padre le pidió el divorcio a mamá.
Yo estaba empacando mis pocas pertenencias, me mudaría lejos de toda la mierda, saldría de
ese hoyo en donde mamá me había sumergido. Recién me acababa de enterar de que Cecilia Johnson, la señora Gutiérrez, mi madre, había maltratado y torturado a Lianett, una chica que conocí en una estación de tren, a quien por accidente derramé su café, manchando todo su vestido color sol. Yo me sentía todo un idiota, su rostro parecía tan inocente y desconcertado, ¡mierda!, me sentía un bruto.
-Enserio disculpe, señorita-me disculpé, y cuando ella alzó su mirada, sonrió. Su rostro jamás lo olvidaré; se veía tan inocente, tan tierna.
-No hay problema-dijo con voz aguda-. Soy Lianett-me estrechó su mano y la besé con delicadeza. Mamá siempre me repetía una y otra vez que debía ser un caballero, cosa que cuando conocí a Susan por primera vez no ocurrió. Demonios, me comporté como un tremendo idiota, un egocéntrico, pero joder, es que esa niñita se comportaba como una presumida, y me gustaba ver cómo se retorcía de rabia cuando le lanzaba comentarios egocéntricos. Sí, fui un idiota, pero ante todo no dejé de ser un caballero, de respetarla en todo momento, como Cecilia Johnson quería que fuera... Aunque su oscura intención tenía. Lianett sufrió a causa de esa mente retorcida, de esa mente que no superaba el trastorno que arrastró durante toda su vida.
Ese día del tren la llevé a mi casa, ese lugar en donde mi madre me escondía de mi padre después de salir de San Burgo, pues él no quería saber de mí después de la muerte de mi hermanito Dylan; si antes me rechazaba, con su muerte aún más. Mi casa-más bien mi
guarida-era oscura, con pocas ventanas y a Lianett pareció sorprenderle, pues observaba todo con los ojos llenos de expectación.
-¿Por qué todo es tan oscuro aquí? -Porque mi vida es oscura, quise decirle, mas no lo hice.
-¿Quieres algo de tomar? -Ella negó con la cabeza y se sentó en mi pequeño asiento.
-¿Quién eres? -Inquirió.
-Derek Johnson-le contesté, tajante, y ella entrecerró los ojos.
-Tu nombre ya me lo habías dicho-replicó y se levantó del asiento, posándose frente a mí-. ¿Cuál es tu historia? -Me alejé de ella y caminé hacia mi pequeña cocina para tomar un vaso de agua. No hablaba de mi pasado con nadie, siquiera con mi abuela Charlotte podía hacerlo. Mi padre me odiaba por algo que siquiera había hecho, y mi madre era lo único que me quedaba. No fue hasta que conocí a Susan que me di cuenta que no tenía nada, que mi madre nunca mejoraría y que si escondemos nuestro pasado jamás podremos sanar.
Escuché la puerta de mi guarida abrirse y caminé rápidamente hacia la sala, pues la única persona que llegaba a ese lugar era mi madre. Ella posó sus ojos en Lianett y sonrió, de esa manera torcida que siempre iluminaba su rostro, pero que para ese entonces yo ignoraba.
-Veo que trajiste a una hermosa chica, mi amor-dijo ella, acercándose hacia Lianett. La joven parecía nerviosa y tímida, pero le estrechó su mano a mamá.
-Soy Lianett-se presentó.
-Soy Cecilia, la madre de este apuesto hombre-mamá parecía extasiada, llena de una emoción que no lograba
entender. Jamás hubiera podido imaginar que en su mente se estaban aglomerando ideas retorcidas, ideas que acabarían con la vida de esa inocente chica.
Mamá torturó a esa chica y a muchas otras más. Cuando me enteré de ello, a través de uno de sus ataques, decidí irme lejos. Quería entregarla a la policía, pero ella me juró cambiar, me juró que haría todo lo posible por enmendar todo lo que había hecho. Era mi madre, joder, la amaba enserio, a pesar de sus errores, a pesar de toda la mierda que había hecho yo la seguía amando. Supongo que el hecho de que ella me llenó la cabeza de odio hacia mi padre, me llenó la cabeza de que ella era la única que podía amarme, que nadie más lo haría, todo eso influyó en mi decisión de mudarme y alejarme de toda la mierda, alejarme de la realidad y olvidar que mi madre estaba mal mentalmente. Cuando mi padre le pidió el divorcio todo eso empeoró... Esa fue la gota que colmó el vaso, la gota que hizo reventar la pequeña burbuja de coherencia que quedaba en mi madre.
Había decidido mudarme e ignorar la realidad, una realidad en donde mi madre necesitaba ayudaba. No niego que el mudarme trajo mi felicidad, pero esa felicidad adquirida arrastró consecuencias irremediables, como la muerte de Elizabeth.
Miro el cajón en donde guardo ese cuaderno, ese cuaderno que tiene impregnadas las palabras de ella, las palabras de una adolescente que vivía un infierno, un infierno que la arrastró hasta el final de su vida. He tenido ese cuaderno desde el día del baile, he leído cada una de sus
páginas, y todavía no he tenido el valor de mostrárselo a Susan y Manuel. Eso sería como revivir aquellos tiempos, revivir el pasado, y sé que terminaría de perder a Manuel. Él no está listo para leerlo...
El sonido de mi teléfono celular me hace dar un brinco. ¡Carajo!, la mierda de teléfono me acaba de dar un susto. Lo tomo en mis manos y veo el nombre de Sebastián en la pantalla. Presiono la opción de contestar y hablo: -¿Qué quieres, cabrón?
-Un par de tetas y mucha cerveza-me dice y río.
-Eso no lo tengo aquí, pero tengo otra cosa si quieres-bromeo.
-Vete a la mierda-ríe-. Ya tengo a los niños aquí conmigo-me dice.
-¡Cabrón, no hables así frente a mis hijos! -Lo reprendo y él suelta una sonora carcajada.
-¡Papi, el tío Tián nos llevará a comer helados! -Escucho la voz de Liam y sonrío. Amo escucharlo hablar-. Sí, para eso te llamo, para avisarte que los llevaré a comer helados, ya que alguien por ahí no cumplió su promesa de llevarlos a comer helados hoy-habla Sebastián y recuerdo la promesa que les hice a mis hijos de llevarlos a comer mantecados. La culpa me llega de golpe.
-¡Mierda! -gruño.
-Ey, no hables así frente a mis sobrinos-dice Sebastián, divertido, y pongo los ojos en blanco-. Adiós, no nos esperen en casa hoy... ¡Vamos al jardín de niños a conseguir par de nenas! -dice y escucho a mis hijos reír. Antes de que pueda protestar, cuelga la llamada.
Niego con la cabeza, sonriendo, y miro nuevamente mi reloj de muñeca. Ya Susan debe estar de camino al gimnasio, así que recojo mis cosas y salgo de mi oficina para cambiarme por ropa deportiva.
Cuando salgo del sanitario, llevo puesta mi ropa deportiva color negra y mis cómodos tenis y logro ver que varias de las empleadas se me quedan viendo y comienzan a murmurar. Niego con la cabeza, sonriendo, pues desde que llegué a esta empresa las mujeres no han parado de ligarme. No es que me moleste, pero deberían ser un poco más de disimuladas, para que no parezcan unas amas de casas desesperadas. Imagino el rostro de Susan si supiera el acoso de miradas que recibo todo el tiempo, cómo su nariz y ceño se fruncirían y la vena de su frente, esa que siempre resalta cuando está enojada, saltaría. A mí me encanta verla enojada, ver cómo mueve su cabeza cuando discute y cómo sus manos se levantan al cielo, exasperada. Ella es toda una mujer, joder, sí que lo es, pero para mí sigue siendo una niñita presumida y malcriada.
Camino hacia el ascensor, pero mi secretaria, Cristina, me detiene: -Señor, alguien lo solicita-señala hacia el asiento frente a mi oficina y logro ver el rostro de Mónica. Frunzo el ceño, extrañado de verla en mi trabajo, y camino rápidamente hacia ella.
-Mónica-digo y ella se levanta de inmediato para abrazarme.
-Hola, querido, ¿cómo has estado? -Su voz es ronca y no paso por desapercibido que sus ojos reflejan que ha estado llorando.
-Bien, Mónica. ¿Tú lo estás? ¿Qué sucede? -Voy al grano, pues la conozco lo suficiente como para saber que algo ocurre. Ella acaricia mi mejilla y tarda unos minutos antes de volver a hablar. Cuando lo hace, dice: -Tu abuela ha muerto.
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Capítulo VII: Verdad inconexa
SUSAN
El aire acondicionado está a una temperatura muy baja, mis manos se han entumecido y me aferro a mi abrigo con más fuerza, haciendo el intento de calentarme un poco. He estado viendo estas paredes color grisáceo desde hace tres días, desde que partió Charlotte. Estas paredes han sido testigo de las lágrimas que ha derramado Derek, de la tristeza en la que se ha sumergido por causa de la partida de su abuela. No es para menos... Esa señora fue prácticamente su madre, fue ese grano de coherencia que Derek tanto necesitó en su vida. Aunque la muerte es inevitable, es esa fuerza que te puede arrastrar en cualquier momento, esa fuerza que tiene la capacidad de hacernos sentir vacíos, sin ganas de vivir... Dímelo a mí... Vivo con el recuerdo de un alma alocada, divertida y asombrosa; vivo con el recuerdo de una chica de increíbles ojos y cabello hermoso; vivo con el recuerdo de una risa socarrona y contagiosa; vivo con el recuerdo de una adolescente rebelde, sarcástica e irresponsable; vivo con el recuerdo de dos adolescentes desparramadas en la cama hablando durante horas... Vivo con el recuerdo de la detonación de una pistola, un cuerpo bañado en sangre... Su cuerpo, mi Elizabeth....
-Susan...-la voz de mamá me despierta de mi ensimismamiento y ahora soy consciente de las lágrimas que caen por el borde de mis ojos. Ella toma asiento a mi lado y rodea mis hombros con sus manos.
-Deberías hablar con Derek y decirle que coma algo. No ha querido comer-me dice y poso mi vista en él. Está parado junto al ataúd, observando a su
abuela, inmerso en sus pensamientos. Odio verlo así, tan fuera de sí, como si su cuerpo estuviera expulsando poco a poco su alma. Mamá lo observa y puedo ver cierta gota de preocupación en su rostro, una preocupación que va más allá de lo que es evidente, más allá de la muerte de Charlotte.
-¿Qué ocurre, mami?-No puedo evitar inquirirle. Conozco a mi madre, conozco esa mirada llena de preocupación; algo le preocupa, algo oculta.
-Me preocupa lo que pueda ocurrir, me preocupa Derek-su voz es vacilante, está conteniéndose para no hablar. Me acomodo en la silla y le echo un vistazo a Derek, para luego volver a mirar a mi madre y decir: -¿Qué puede pasar?-Muerde su labio inferior y mira a mi esposo. Luego voltea su rostro hacia mí nuevamente.
-Eres su esposa, no puede haber nada que los haga desconfiar... Hija, no es el momento-ya me estoy poniendo nerviosa. Mamá oculta algo, no lo ha negado, y eso es aún peor.
-Es esa la razón por la que tengo que saber qué ocurre, mamá; soy su esposa y todo lo que concierne a Derek me concierne a mí-le digo, determinante, y ella toma una respiración profunda. Vacila, abre la boca para hablar, pero luego la cierra nuevamente-. Mamá, sabes lo que ocasionó el ocultarme las cosas... De nada vale hacerlo, al final la verdad sale a la luz y muchas veces de la peor forma... Si algo le puede pasar a Derek, ¡demonios!, necesito saberlo...
-Hija...
-Mamá, por favor-le suplico, aunque con determinación. Ella mira a Derek, quien ahora habla con Richard, el esposo de esta mujer que tengo
enfrente-. Mamá...-insisto y ella restriega las palmas de sus manos en su vestido y puedo notar que su pulso la hace temblar. Traga duro y después del silencio, dice:- Su padre vive...
Y de repente siento como si un bloque cayera de golpe en mi estómago y no me permitiera respirar. Los murmullos de esta capilla fúnebre parecen haber desaparecido y solo soy capaz de escuchar los fuertes latidos de mi corazón. Intento hablar, intento decir algo, pero siquiera respirar bien puedo. Como por reflejo, miro hacia Derek y lo veo más sereno mientras habla con Richard. Ahora soy yo la perturbada, soy yo quien no puede respirar y siente que la estancia da vueltas.
-¿C-Cómo es eso posible? ¿Cómo va a estar vivo?-Mi voz sale perogrullada, el nudo en mi garganta es molestoso y los latidos de mi corazón los siento detrás de mis orejas. Mamá mira hacia todos lados, está pálida y tiembla demasiado.
-Su padre vive, su verdadero padre-suelta en un susurro y la fuerte opresión que surge en mi pecho me hace ahogar un grito, me hace cubrir mi boca y mirar como acto de reflejo hacia Derek. Él mira en mi dirección y me regala una leve sonrisa, que no hace más que aumentar mis ganas de llorar. ¿Cómo demonios es esto posible? ¿En qué mierda de mundo es esto posible?
-¡¿De qué hablas, mamá?! ¡¿Cómo es esto posible?!-Medio grito y ella abre ligeramente los ojos. Ambas miramos hacia todos lados. No hay tanta gente en la capilla, pero no es lugar para hablar sobre esto, mucho menos con Derek a escasa distancia entre nosotros.
-Emilio no era su padre-dice
mi madre y una lágrima rueda por su mejilla, pero la limpia inmediatamente.
-¿Cómo demonios...-me detengo antes de continuar, pues veo a Derek caminar en dirección hacia nosotras. Mi cuerpo entero se tensa y no soy capaz de mirarlo a los ojos cuando dice: -¿Quieres irte a casa? Debes estar muy cansada-su voz suena rasposa, evidentemente a causa de su estado. No puedo verlo a los ojos, no puedo siquiera hablar. Mamá me mira en un intento de hacerme hablar, pero al final es ella quien lo hace:-Tú deberías descansar, querido. Has estado aquí los últimos tres días. Puedes enfermarte-le dice ella en tono maternal y puedo sentir la mirada de Derek atravesándome. Quiero llorar, ¡maldita sea!, quiero llorar, pero no puedo hacerlo, no puedo hacerle ver a Derek que algo me ocurre, no podría mentirle en la cara. Él me conoce demasiado, sabría si algo me ocurre y no falta mucho para que se dé cuenta.
-Mañana es el entierro, ya solo queda mañana-dice y puedo escuchar en su voz lo perturbado que está-. Mi amor, ¿todo bien?-Se está dirigiendo a mí y cuando lo miro a los ojos siento que mi corazón se saldrá de mi pecho. Me levanto de la silla y en un arrebato lo abrazo con fuerza. Lloro, porque ya no puedo controlarlo. Lloro, porque esta verdad inconexa podría acabar con él. Lloro, porque sé que no puedo decirle esto, no ahora. Lloro porque es lo único que puedo hacer en estos momentos-. Susan, mi amor, ¿qué ocurre, nena?-Siento lo tenso que está su pecho, siento cómo late su corazón sobre mi mejilla y eso aumenta mi llanto. Él acaricia mi cabello y
da un beso casto en él. Mamá se ha puesto de pie y siento su mano en mi espalda.
-Siento todo esto, bebé. Siento tu sufrimiento, mi amor. Siento lo de Charlotte-sollozo sinceramente, pues es sincero lo que siento. Mis palabras son sinceras, de veras las siento, aunque lo que más me perturba es lo que acabo de escuchar hace unos minutos atrás.
Derek toma mis mejillas y besa mi frente, y por sus mejillas ruedan lágrimas al igual que yo. Acerca su boca a mi oído y susurra: -Tu dolor es mi dolor, pues nuestras almas están mezcladas en un amor inquebrantable-sus palabras son aquellas palabras dichas el día en que decidimos unir nuestras vidas. Esas palabras me hacen sonreír, me hacen besarlo sin importar lo que ocurre, sin importar las circunstancias. Derek Johnson es esa persona a la cual no le importa ni el lugar ni el momento para decirme lo que siente, para decirme palabras que toquen cada fibra de mi ser. No le importa si estamos haciendo algo, no le importa si estamos ocupados con el trabajo, no le importa ni el lugar ni la hora, siempre, siempre dice lo que siente en el momento exacto en que las siente. Ambos ahora mismo estamos perturbados, ambos estamos sumergidos en un pozo oscuro, pero eso no es impedimento para amarnos, para sufrir juntos, para compartir nuestro dolor. Su dolor es mi dolor...
Veo a mamá llorar, veo cómo de perturbada está con todo esto y la uno a nuestro abrazo. Derek besa nuestros cabellos y susurra: -Las amo.
Eso basta para hacernos corromper en llantos a ambas, eso basta para hacer peor la sensación de saber una verdad que
tendré que ocultar.
***
-Señorita McMahon, debería dejar a la clase participar un poco más o tendré que pedirle que se ponga de pie y dé la clase usted. Apuesto a que lo haría mejor que yo- el profesor Gutiérrez me lanzó una guiñada que solamente yo noté y no pude evitar sonreír.
-Disculpe, profesor.... No puedo evitar ser impulsiva en las matemáticas-repliqué y su sonrisa se ensanchó, pero desapareció cuando Julia Clarks, la insoportable chica que siempre me molestaba, habló: -Esto es inaudito, profesor. Debería ponerle un bozal para que así deje de abrir la boca y hacerse la cerebrito, ¡es muy molesto!-Muchos rieron, pero callaron enseguida cuando el profesor Gutiérrez hizo un ademán, enojado.
-Señorita Clarks, le voy a pedir respeto hacia su compañera-la reprendió y Julia puso los ojos en blanco.
-Así como usted respeta a su esposa, ¿verdad?-El rostro de mi profesor se tensó y fruncí el ceño, confundida ante el comentario de Julia-. Sí, el respeto es muy importante, sobre todo en el matrimonio-ella habló y todos en el aula guardábamos silencio. No entendía de qué demonios hablaba Julia, pero al parecer muchos sí sabían, pues algunos miraban al profesor como si lo que estuviera diciendo Julia tuviera algún efecto en él. Y así era, pues Gutiérrez guardaba silencio, con su rostro tenso y su mandíbula apretada. Me miró y pude ver preocupación en sus ojos.
-Continuemos con la clase-soltó, tajante, y comenzó a escribir en el pizarrón, dándole
la espalda a los estudiantes...
-¡Mami!-doy un respingo y me levanto del asiento cuando escucho la voz de Liam. Camino hacia su habitación y lo veo atascado en su camiseta de pijama. Me encamino para ayudarlo y no puedo evitar reír al verlo desesperado dando vueltas.
-Quédate quieto, muchacho, yo te ayudo-le digo entre risas y se detiene de forma abrupta, buscándome con sus manos. Tomo sus brazos y lo halo hacia mí para acomodar su camisa. Cuando lo logro, él pega un grito de júbilo.
-Ya estoy mareado-dice tirándose al suelo dramáticamente y ruedo los ojos.
-Dramático-le digo, tirándole una almohada-. ¿Por qué hay tanto reguero en esta habitación, Liam?... ¿Y dónde está William?
-Está en el baño haciendo la número dos-dice mostrándome dos de sus deditos. Los muerdo cariñosamente y mi hijo se queja.
-¡Oye!... ¡Papá también te hace eso!-le
digo y él se levanta del suelo para tomar su carrito favorito.
-Papá sabe hacerlo-dice y pongo cara de enojada.
-¡Bien!... Pues mira qué cosas sé hacer yo-me tiro al suelo junto a él y comienzo a hacerle cosquillas. La habitación se inunda con su risa y para mí esto es mejor que cualquier música. Para mí esto es vida, para mí es vivir.
-¡Para!, ¡mamá!, ¡para!-chilla Liam entre risas y aumento las cosquillas.
-¿Quién te prepara el mejor desayuno? ¿Papá o mamá? ¿Ah, ah?-Me encanta escucharlo reír, pero me canso de hacer el movimiento, así que me detengo para que mi hijo y yo podamos respirar.
Ambos nos desplomamos en el alfombrado suelo, neutralizando nuestras respiraciones. Cuando me siento en el suelo, ya pudiendo respirar mejor, veo a Sebastián en la puerta, mirándonos con cierta nostalgia en su mirada. Liam se levanta con rapidez y se abalanza sobre él. Mi hermano lo levanta con gran facilidad y lo sube a sus hombros.
-Derek está abajo con alguien que quiere verte-dice y frunzo el ceño por su tono; parece preocupado.
-¿Y a ti qué te pasa?-Inquiero y él me mira con cautela y preocupación.
-Nada-dice e invita a Liam a jugar un videojuego, quien responde de inmediato que sí-. Baja-me dice y tardo unos segundos en levantarme del suelo. Cuando lo hago, miro a Sebastián y salgo de la habitación para bajar a la primera planta.
Mientras bajo las escaleras, puedo escuchar murmullos provenientes de la cocina. Frunzo el ceño y camino hacia allá rápidamente. Cuando piso la estancia, veo a Derek parado justo al lado del refrigerador y a una chica de cabello rubio de espaldas a mí, hablando con él. Mi esposo me ve y deja de hablar. Cuando la de cabellera rubia se voltea hacia mí, veo el rostro de nada más y nada menos que Rebeca Taylor.
-Susan-dice ella en un tono de voz casi inaudible y camina hacia mí-... ¿Cómo has estado?-Despierto de mi ensimismamiento y le sonrío.
-Rebeca, ¡tanto tiempo!... ¿Qué te trae por aquí?-Beso su mejilla y ella me da un abrazo apretado. Es agradable que ambas hayamos superado la etapa de adolescentes, esa etapa en la que ambas nos odiamos desde el primer día en que nos vimos.
-Vino de
visita solamente, por lo de abuela-dice rápidamente Derek, sin dejarla siquiera hablar. Rebeca lo mira y le lanza una extrañada mirada.
-Así es. Quise venir. Mañana es el entierro y quise acompañarlos-dice ella y enarco una ceja. Derek y Rebeca están muy extraños y esto no me causa una buena sensación.
-Gracias por eso entonces-le digo y la cocina se sumerge en un silencio absoluto, uno muy incómodo, el cual es interrumpido cuando Rebeca dice: -Bueno, ya me tengo que ir. Fue un gusto verlos, a pesar de las circunstancias-dice, con su vista clavada en Derek. Mi esposo parece ansioso, y eso no hace más que apretar mi estómago, pues algo ocurre aquí. Lo sé, lo presiento-. Nos vemos mañana-dice y la acompaño a la salida. Me despido y cuando ya Rebeca está llegando a su auto, cierro la puerta. Me quedo petrificada donde estoy, mirando la puerta, sin querer moverme, sin querer pensar, pero mi cerebro no deja de pensar en qué día de mierda he tenido hoy. En que no he podido hablar con mi madre sobre lo que me dijo en la funeraria, y que Rebeca Taylor vino a mi casa por una razón y por algún motivo Derek no le permitió hablar. Estoy agotada, no lo había notado hasta este preciso instante en el que me arrojo al suelo poco a poco y me siento en él, rendida. Pongo mis manos en mi rostro, en un intento de apartar toda la bola de dudas que tengo en mi cerebro, pero me resulta tarea imposible. Siento cómo Derek se coloca a mi lado y me atrae hacia sí, de modo que me acurruco en su pecho y ambos nos quedamos así, en silencio, sin mediar palabra alguna, sentados
en el suelo, ambos sumergidos en nuestros pensamientos.
***
Miro por la ventanilla y la lluvia no ha cesado. Veo cómo el agua rueda por el cristal y el cielo se ha oscurecido, de modo que parece de noche a pesar de que todavía el ocaso no ha llegado. Sacar el cuerpo de Charlotte de la funeraria fue un momento tenso para Derek, pues significa que el momento de decirle adiós a su abuela está cerca. Él ha estado todo el camino en silencio, mirando hacia adelante sin siquiera mirarme. Sé que está sumergido en sus pensamientos, por eso no me he atrevido a romper el silencio, tampoco tengo muchas ganas de hacerlo. Los niños se quisieron ir con su abuela, así que el silencio es absoluto, y la verdad disfruto de él, a pesar de que sé que significa muchas cosas. Significa que ambos ocultamos una verdad... Significa que ambos estamos sumergidos en aquel pozo que nos puede llevar a la oscuridad del pasado.
-No voy a permitir que nada te suceda-la voz de Derek suena ronca, inestable. Ha roto el silencio y lo miro enseguida.
-¿Por qué me dices esto ahora?-Inquiero, porque no sé qué pasa por su mente en estos instantes y necesito saberlo.
-Tú y los niños son lo único que me queda, son lo único por lo que vale la pena seguir-continúa y parece como si lo estuvieran torturando. Ese rostro torturado me recuerda a aquella noche, aquella maldita noche-... No voy a permitir que el pasado me arrastre nuevamente-dice y no puedo apartar mi mirada de él. Me está preocupando, está provocando una fuerte opresión en mi pecho.
-¿El pasado?-Pienso
en su padre, en su verdadero padre. ¿Habrá descubierto algo?...
-El pasado nos arrastró, pero no voy a permitir que lo haga de nuevo-dice. El silencio que le sigue me permite escuchar la lluvia chocar contra el aluminio del auto, escuchar los latidos de mi corazón.
...
Mientras el sacerdote habla, mi mente está en blanco. No pienso, no estoy aquí, en este cementerio bajo un paraguas, escuchando a un hombre canoso hablar de lo misericordioso que es Dios con sus fieles ovejas. Los pocos presentes que habemos guardamos silencio. Mamá llora, Derek llora... Manuel está sentado justo al lado de Sebastián, ambos con mis hijos en sus regazos. Vanellys está con sus padres, quienes siquiera se miran. Rebeca Taylor se encuentra en una esquina y parece realmente agotada. Incluso Dana y Wesley están aquí, junto a Philip y su pareja. Joseph, Jean y Peterson no pudieron venir, pero nos llamaron para darnos las condolencias. La otra gemela, Daniela, está de viaje por Caracas y tampoco pudo venir. Es tan deprimente que una muerte haya sido la causa de volver a ver a mis amigos.
Una silueta a lo lejos, posada justo al lado de un árbol, está mirando en mi dirección. No logro distinguir quién es, la lluvia no ayuda mucho. Frunzo el ceño, pues estoy casi segura de que me está mirando a mí... <<Cielos, Susan, ya estás paranoica>>.
Derek nota que algo me ocurre y mira en mi misma dirección. La figura desaparece de inmediato y Derek aprieta su mandíbula y baja la mirada, tomando una respiración profunda. <<¿Qué demonios ocurre?>>
-¿Estás
bien?-Le pregunto en un susurro y él asiente-. ¿Viste a esa persona?-Inquiero, pues quiero saber si estoy paranoica. Él asiente levemente y toma mi mano, aferrándola a su pecho. Giro mi cabeza y veo que Rebeca me está mirando directamente. Cuando nota que yo la miro de igual forma, aparta la mirada. Eso fue extraño...
...
-La vista al mar es estupenda, pero los mosquitos fastidian todo el tiempo...-Wesley y Dana me cuentan de cómo les va con su nueva casa playera. Hemos estado hablando por lo menos media hora y casi no he escuchado todo lo que me han dicho. Derek y Rebeca han estado actuando muy extraño desde que llegamos a mi casa, donde todos nos reunimos para comer algo después del entierro de la señora Charlotte. Se miran todo el tiempo y actúan como si en cualquier momento una bomba estallaría en medio de la casa.
-...Así que no quisimos comprarla después que vimos lo pequeña que era la cocina... ¿Susan?-Dana me mira como si me hubiera salido otro ojo más y despierto de mis pensamientos.
-Ah, sí... Me alegro mucho por ustedes, son una pareja asombrosa-les digo y ambos se miran como dos locos enamorados. Han pasado años y como quiera siguen como recién casados.
-¿Y cómo va lo de la clínica?-Su pregunta me saca de balance. No había vuelto pensar en la pérdida de mi clínica hasta ahora. Ellos parecen notar mi cambio, pues Wesley pregunta: -¿Qué pasó?
-Tuve que venderla-les digo y ambos abren los ojos como platos.
-¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
-Un cliente demandó a una de mis asistentes
y todo se vino abajo en poco tiempo... Es complicado-les digo, tratando de sonar serena, pero la pérdida de mi clínica me recuerda mi fracaso profesional. Mis compañeras en la tienda de cosméticos son agradables, pero no estoy haciendo lo que siempre soñé, que era ser una doctora en medicina dental.
-¿Y qué estás haciendo ahora?-Me pregunta Dana y muerdo mi labio inferior, avergonzada cuando digo: -Trabajo en una tienda de cosméticos-ambos me miran como si nada y suelto un poco el aire.
-¿Pero por qué no solicitas para lo que estudiaste? Tienes una buena imagen como doctora, Susan. Podrías conseguir empleo enseguida-me dice Dana y me encojo de hombros.
-La demanda manchó mi reputación como doctora... Se me hará difícil conseguir empleo en este Estado, tendría que mudarme y eso no lo haré-les contesto, tajante. Este tema realmente me altera.
-Siempre has sido tan negativa, Susan-me dice Wesley y sus palabras me recuerdan a Elizabeth. Ella siempre me decía lo mismo. Sonrío.
William se me acerca, rodea mi cintura y coloca su barbilla en mi abdomen, tratando de llamar mi atención. Toco su cabello y le sonrío.
-¿Qué pasó, Willy?-Dana y Wesley nos miran sonriendo.
-¿Me puedo ir a dormir? Tengo sueño-me dice y beso su cabello.
-Anda, yo te llevo a la cama-me disculpo con mis amigos, quienes le restan importancia, y subo a William a su habitación. Lo ayudo a cambiarse y cuando le doy el beso de las buenas noches, enciendo su lámpara y apago la luz. Seguido salgo y cierro la puerta.
Papá y su esposa llegan a la media hora y los recibo con mucha alegría. Mamá lo recibió cordialmente, a pesar de que ya ambos se llevan bastante bien. Mónica y la esposa de papá no cuajan juntas, pero ambas mantienen la relación con respeto, aunque distantes.
Desde que mi padre llegó, Manuel ha actuado muy extraño. Lo mira con recelo y casi podía jurar que papá no quiere mirarlo a los ojos. Derek y Rebeca han dejado de mirarse, aunque de vez en cuando se lanzan miradas extrañas. La situación me resulta muy molesta. Estoy agotada, con un dolor de cabeza que me hace latir la sien y de mal humor. Odio sentirme así, odio sentir que me ocultan cosas.
El timbre suena y Derek es quien se dirige a abrir la puerta. Yo estoy sentada al lado de Richard, hablando sobre cómo se cocina la mejor langosta. Mi pulso sale disparado cuando veo a la mujer que está parada en el umbral, vestida con un traje negro esculpido en su cuerpo. <<Maldita perra>>...
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Capítulo VIII: Culpa
DEREK
¡Hostia!
-Buenas noches, Melissa-logro articular, mientras veo cómo la rubia mujer que tengo enfrente, vestida como si fuera a actuar en una película de atracción fatal, resaltando-adrede, lo sé-sus grandes pechos, se lanza sobre mí y me abraza tan fuerte que siento mis pulmones apretados. ¿Es que esta mujer no sabe lo que es comportarse adecuadamente? Joder, estoy en mi casa, junto a mi familia y sobre todo con mi esposa, ¡Susan McMahon!
-Derek, cuánto lo siento. Siento lo de Charlotte-dice entre sollozos. ¿En verdad está haciendo esta mierda? ¿Qué carajo le pasa?
-Ya, ya, tranquila-acaricio su cabello, en un intento de hacerle bajar la voz, pues ya todos nos miran como si fuéramos dos jodidos dementes. No quiero ver la cara de Susan, ¡carajo!, no quiero verla.
-¿Por qué tienen que morir las personas nobles y buenas?-Melissa no sé qué carajo le pasa, pero no puede seguir abrazándome como lo hace. Intento apartarme de ella, pero su agarre es fuerte, posesivo, lo que hace que mi paciencia se agote con cada segundo que pasa.
-Es la misma pregunta que me hago siempre-la voz de Susan me hace tensar de inmediato. Trago duro y viajo mi vista de Melissa hacia ella, y cuando veo que mi esposa está tan cerca, mi pecho se aprieta con nerviosismo-. ¿Por qué morir gente buena y no la gente perra e inoportuna?-El comentario de Susan hace que de mi boca tire una sonrisa. Claramente está cabreada por la manera en que Melissa está actuando, ¡hostia!, es que esta mujer no sabe quién es Susan McMahon cuando se enoja.
Melissa
suelta por fin el incómodo abrazo y voltea a ver a Susan. Sus sollozos desaparecieron de manera inmediata y enarco una ceja, perforándola con mi mirada.
-Hola, Susan-dice y la abraza, y por la manera en que Susan frunce su ceño y le devuelve el abrazo de manera hostil, puedo notar que su acción la cabreó aún más.
-¿Qué haces aquí?-Susan le inquiere cortante y el silencio que invade la casa me hace notar que todos ven la escena con atención. Volteo para ver a los invitados y algunos hacen el intento de continuar con lo que hacen, pero no les sale muy bien.
-He venido a dar mis condolencias-dice Melissa con voz amable, pero forzada. Ella intenta parecer natural, intenta hacerse la inocente, pero claramente puedo ver lo que hace.
-Es un descaro lo que intentas hacer... ¿Cómo te atreviste a decirle eso a mis hijos?-Susan tiembla, sé que está llena de rabia contenida, muchas veces la he visto en este estado y sé muy bien que si no hago algo halará por las greñas a Melissa. Sería un espectáculo muy interesante, pero no voy a dejar que Susan se haga daño, que sus hermosas y suaves manos se lastimen.
-Susan, nena, no es el momento-le digo, pero me arrepiento al instante. ¿Cuándo se supone que sea el momento? ¡Qué estúpido soy! Susan de seguro piensa que estoy defendiendo a Melissa, ¡imbécil, bruto!
-¿Que no es el momento? ¡¿Esta mujer viene aquí con tremendo descaro y tú la defiendes?!-¡Puñeta, lo sabía! Piensa que la defiendo.
-Mi amor, tu familia está aquí-le susurro, tomándola por la cintura, y
no paso por desapercibido la mirada que Melissa nos da. Susan mira a su alrededor y toma una respiración profunda, en un intento de calmar su coraje.
-Tienes razón-dice ella. En ese mismo momento Liam pasa corriendo por nuestro lado y se lanza sobre Melissa.
-¡Misis!-chilla con emoción y Melissa comienza a besarlo con afecto.
-¡Bebé lindo! ¡Pero qué guapo te ves!-Susan parece como si le hubieran dado un fuerte golpe en el estómago y solo quiero tomar a Liam y encerrarlo en su habitación por hacerle eso a su madre. Pero en cambio lo que hago es quedarme aquí, petrificado, viendo cómo mi esposa se va de mi lado y sube las escaleras hacia la segunda planta. Siento una mano en mi espalda y diviso a Mónica detrás de mí.
-Melissa, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos-le dice la madre de Susan y Melissa suelta a Liam, quien no se despega de ella, para abrazar a Mónica. Esta no le devuelve el abrazo. Nunca le agradó Melissa, desde la primera vez que la llevé a su casa para presentársela no cuajó con ella.
-¡Mónica, pero qué guapa estás! Sigues igualita-le dice Melissa y mi suegra fuerza una sonrisa. Es que Susan y ella son iguales, joder.
-De alguien sacó la belleza mi hija-le dice ella y sonrío levemente.
-Pero es usted más hermosa, claro está-comenta Melissa y Mónica enarca una ceja, claramente incrédula ante su despectivo comentario. Melissa no tiene límites, carajo. ¿Cómo se atreve a decir eso de Susan? Mi esposa es sin duda hermosa y eso no está en discusión.
-Mi
hija no necesita unos ojos color esmeralda y cabello sedosamente rubio para ser hermosa. Sangre latina corre por sus venas y es hermosa sin duda-le contesta Mónica, tajante, aunque con elegancia. Sonrío, porque esta mujer es fabulosa.
-Cada cual con su extraña belleza-replica Melissa, sonriendo, y con un dejo despectivo en su voz. Estoy preocupado por Susan. Quiero salir de aquí e ir donde ella, pero antes tengo que deshacerme de Melissa. No puedo dejarla bajo el mismo techo que mi esposa. Tomo a Mónica por la cintura y le susurro: -Deshazte de ella. Necesito ir donde Susan-mi suegra asiente y besa mi mejilla con cariño.
-Liam, vamos a llevarte a la cama-me dirijo a mi hijo y este niega haciendo pucheros con sus labios-. Hablo enserio, Liam-le digo, tajante, y mi hijo se despide de Melissa. Pocas veces le hablo a mis hijos de esta manera, pero hoy estoy realmente molesto por lo que debe estar sintiendo Susan. Liam no tiene la culpa directamente, es un niño y no entiende lo que sucede, pero eso no quita el hecho de estar que echo humo por la actitud de Melissa.
Dejé a Liam durmiendo y ahora camino hacia mi habitación, donde sé que está Susan. Estoy enojado, preocupado... Desde que conozco a Susan lo único que hago es meter la pata una y otra vez. Siempre intento hacer las cosas bien, intento hacer lo posible porque ella esté feliz, sin preocupaciones e inseguridades, pero cada vez algo aparece y lo jode. Recuerdo aquella tarde cuando Rebeca fue a mi casa para invitarme a la fiesta de su amiga Alejandra. Recuerdo que cuando la vi caminar por la acera
en dirección a mi casa, pensé que venía a joder otra vez para tener sexo. Susan era mi vecina y sabía que si veía a Rebeca en mi casa las cosas no irían bien. Pero aún así recibí a Rebeca con toda la amabilidad posible, pues pese a que se comportaba como una jodida psicópata, yo era un caballero y jamás le faltaría el respeto a una mujer.
-Rebeca, ¿qué haces aquí?-Inquirí de manera amable y ella se acercó sonriendo.
-Tranquilo, vengo en son de paz-me dijo, meneando su rubia cabellera, como siempre hacía en un intento de seducirme. No niego que muchas veces ese movimiento me excitaba y me hacía querer hundirme en ella, porque joder, esa chica estaba buena, pero para esas alturas solo deseaba a una chiquilla presumida y malcriada. Como por reflejo miré hacia la casa de Susan para ver si estaba mirando por su ventana, pero a quien divisé fue a su mejor amiga, Elizabeth. Ella siempre me observaba y eso me resultaba extraño. No fue hasta tiempo después que supe el motivo.
-Me parece bien-le dije a Rebeca-. Ven, siéntate-la invité a sentarse frente a las escaleras y ella asintió, con una sonrisa coqueta.
-He venido a invitarte a la fiesta de mi amiga Alejandra. Será un party en grande, no puedes perdértelo-me dijo y reí por su tono exageradamente entusiasmado. No lo hacía apropósito, ella era así: plástica, coqueta y siempre usaba ese tono de emoción chillón todo el tiempo.
-No creo que podré ir-le dije, recordando a Lorena. Tenía que cuidar de ella esa noche, porque mamá le podía hacer daño.
-Si
te digo que Susan estará allí, ¿entonces sí podrás ir?-Replicó Rebeca y la miré enseguida. Era imposible que Susan fuera, pues no frecuentaba fiestas de ese tipo y mucho menos siendo Rebeca y su amiga las anfitrionas.
-Susan no irá-le dije, seguro de que ella no iría. Ella no era así, punto.
-Sí irá. Nos dijo que vendría. Además, Jason Thompson le tiene el ojo echado, de seguro la buscaría a su casa si fuera necesario-ese cabrón. Yo mismo me aseguraba de que no se le acercara, hasta el momento no lo había hecho y me encargaría de que siguiera siendo de esa manera.
-Allí estaré-contesté, tajante, y Rebeca se levantó, emocionada.
-¡Perfecto! Te espero allí a las siete-dijo y me levanté de las escaleras, imaginando al cabrón de Jason poniéndole las manos encima a Susan si yo no iba a la fiesta. No, yo tenía que ir.
-Bien-le dije y ella me abrazó. Yo envolví mis brazos en su cintura para abrazarla mejor. Si las cosas seguían de esa manera, sin sus ataques psicóticos, podríamos llevar una buena relación. Aunque sabía que a Susan no le agradaría la idea. Esa noche de la fiesta me lo demostró. Joder, qué noche para ser llena de emociones. Esa noche le demostré que solo la quería a ella, me abrí un poco más y le expresé mis sentimientos, cosa que se me hacía difícil hacer, pues muchas veces me negaba a mí mismo que la quería, todo porque no quería enamorarme de ella, no con lo jodido que estaba y lleno de oscuridad. ¡Pero qué carajo!, ella me volvía loco cuando la tenía cerca, la deseaba todo el maldito tiempo,
así que me arriesgué a abrirle mi pasado y tratar de protegerla de mi madre. Pero siempre hacía algo mal, ¡siempre metía la maldita pata!... Pero espero no seguir metiéndola, espero poder lidiar con ello y proteger a Susan... La protegeré de él...
Alzo mi puño para tocar la puerta, pero me detengo cuando escucho murmullos detrás de ella. Logro reconocer la voz de Carlos, mi suegro, y a Susan...
-¡Voy a colapsar, papá!-Es la voz de Susan la que habla-. ¿Cómo se supone que lidie con esto? ¡Me están ocultando cosas nuevamente! ¡Derek y Rebeca esconden algo, lo sé!-Frunzo el ceño, pues habla de Rebeca. Pensé que estaba enojada por lo de Melissa.
-Hija, háblalo con él. No te precipites-Carlos habla-. Quizás estás tan vulnerable que imaginas cosas que no son-añade y casi puedo ver a Susan rodar los ojos y levantar las manos al cielo con exasperación como siempre hace cuando alguien le lleva la contraria.
-¡No imagino nada! ¡Sé bien lo que vi! ¡Rebeca vino a mi casa por alguna razón y Derek no la dejó hablar!-Trago duro.
-Solo te digo que lo hables con él... Y también deberías hablar sobre lo que te dijo Mónica-le dice Carlos y frunzo aún más el ceño.
-¿Tú también lo sabes?-Susan parece perturbada cuando inquiere esa pregunta. Yo estoy intrigado por lo que hablan.
-Charlotte dejó una carta-dice y la mención de mi abuela me confunde aún más.
-Entonces tú y mamá lo saben. ¿Cómo es que te enteraste?-Susan inquiere y pego mi oreja aún más a la puerta. ¿De qué hablan?
-Estaba
con tu madre cuando el abogado de Charlotte le entregó la carta-contesta mi suegro e interrumpo la conversación abriendo la puerta de golpe. Ambos se quedan en silencio cuando me ven en la habitación y espero a que uno de ellos hable. Ninguno lo hace, así que digo: -Susan, ¿podemos hablar?-A mi esposa parece habérsele drenado toda la sangre del cuerpo, pues está pálida y no quiere mirarme a lo ojos. Algo tendrá que ver la conversación que acabo de escuchar.
-Yo me retiro-dice mi suegro-. Mónica y yo despacharemos a los invitados. No tienen que bajar de nuevo si no quieren-nos dice y asiento.
-Gracias, Carlos-le digo y estiro mi mano para darnos un abrazo amigable. Él se dirige a Susan, le susurra algo al oído, besa su mejilla y sale de la habitación, cerrando la puerta tras mí.
-Susan...-comienzo a hablar, pero ella siquiera me mira.
-Voy a darme una ducha-contesta, tajante, y se encierra en el baño. Tomo una respiración profunda y me siento en la cama, colocando mis codos sobre mis rodillas, frustrado. No sé por qué presiento que su manera de evadirme va más allá de lo sucedido con Melissa. Algo más la inquieta y un nudo se coloca en mi garganta, un cabrón nudo y no sé por qué carajo. Sí, sé por qué... Porque volvimos a la misma mierda, volvimos a ocultarnos cosas... Pero joder, lo hago para protegerla, lo hago para apartarla del pasado, para apartarla de él...
Me levanto de golpe de la cama y tiro de mi cabello con coraje. ¡Ah...! ¡Quiero caerle a golpes, quiero matarlo con mis propias manos! ¡Quiero
marcar cada parte de su cuerpo con mis puños y arrebatarle hasta el último suspiro!... ¡No se acercará a ella! ¡No tocará ni un solo cabello de ella, ni siquiera tiene derecho a verla, no tiene derecho a pronunciar su nombre con su sucia boca!...
¡Ah...!
Doy un golpe a la cómoda y un ruido crujiente se produce, calmando un poco mi ira, pues imagino el sonido crujiente de su piel abrirse por el contacto de mi puño en ella. Necesito de algún modo sacar todo el coraje que llevo guardado desde que Rebeca Taylor llegó. Necesito apartar mis pensamientos de ella con él, de sus palabras... Necesito de algún modo sacar este sentimiento de vacío que se produce en mi pecho por la ausencia de mi abuela... Necesito sacar de algún modo esta culpa que siento con Susan, esta culpa por ocultarle la verdad, por ocultarle lo sucedido con Rebeca...
***
Tres días. Tres jodidos días han pasado y Susan sigue evadiéndome. Se limita a hablarme para avisarme que la comida está lista o para preguntarme cosas cotidianas como "¿Qué tal tu día en el trabajo?", "¿los niños están durmiendo?", "¿quieres que te prepare café?"... Esto me está resultando muy molesto. Necesito a mi esposa, necesito su apoyo en un momento como la muerte de mi abuela. ¿Es que acaso se le olvida lo jodido que estoy en estos momentos? ¿Cómo puede evadirme sabiendo que la necesito más que nada en el mundo?... Esto va más allá de simples celos, algo le sucede a Susan. Ayer fui al bufete del señor Brown, pues la conversación seguía fresca en mi memoria. Mi suegro
habló de una carta que le fue entregada a Mónica por el abogado de abuela. La curiosidad pica como miles de hormigas provocando ronchas, así que fui a su oficina para preguntar por esa carta. El muy imbécil me contestó con un "No sé de qué me habla, señor Gutiérrez. Debería irse, estoy muy ocupado". Pendejo. Claro que sabía de qué le hablaba, se puso nervioso cuando le mencioné la carta. Pero no me quedaré así, pendejo no soy. Averiguaré qué dice esa carta escrita por Charlotte Lasalle Betancourt.
El sonido de la madera siendo golpeada me despierta de mi ensimismamiento y me incorporo en mi silla. Tengo tanto jodido trabajo y apenas puedo hacer el informe que mi jefe me pidió.
-Adelante-digo, aclarándome la garganta. Veo el rostro de Cristina asomada por el umbral.
-Su esposa en la línea cuatro-dice y asiento.
-De acuerdo. Gracias-le digo y ella cierra la puerta con un asentamiento de cabeza. Susan está en la línea cuatro y estoy batallando entre si contestarle o no. En estos momentos estoy cabreado con ella, por su forma de evadirme en estos tres jodidos e infernales días. No quiero contestarle, no quiero hablar con nadie. En cambio mis dedos hacen lo contrario y presiono el botón para contestarle: -Hola-mi voz suena ronca y vacilante. Parezco un jodido adolescente tímido y pendejo.
-¡Yo también quiero llenarte de besos! ¡Te amo!- Frunzo el ceño, pero no puedo evitar sonreír por sus palabras.
-¿Susan? ¿Eres tú?-Sonrío como idiota, incrédulo por el cambio drástico en Susan.
-¡Sí
soy yo! ¡Dios, mi amor, perdóname por ser tan estúpida!-dice al otro lado y emoción destila de su voz.
-No sabes lo idiota que me veo sonriendo en estos momentos, nena. Pero tengo que saber por qué este cambio repentino de humor-le digo, sonriendo como un auténtico idiota y la escucho reír. Dios, música para mis oídos.
-No te hagas, Derek, sabes por qué es-dice, juguetona, y muerdo mi labio inferior. Dios, cómo permanecer enojado con esta mujer. Es jodidamente imposible.
-Quisiera poder decirte que lo sé, bebé, pero no sé por qué-le digo y siento que mis mejillas comienzan a doler por la sonrisa que no se quiere salir de mi rostro.
-Entonces haré que te recuerdes-dice-. Pendiente a tu Whatsapp-segundos después escucho el sonido de una llegada de mensaje en la aplicación de símbolo color verde. Tomo mi celular y abro la aplicación. Es una imagen, así que espero a que descargue. No tarda mucho en hacerlo-. ¿Ahora recuerdas?-Escucho a Susan decir, juguetona. Miro la imagen y mi pecho comienza a calentarse. Mi respiración es entrecortada y dolorosa. Aprieto con mis manos el teléfono, tanto, que duele.
"¿Cuánto es 2 x 2? Apuesto a que sabes la respuesta. Por cada segundo te besaré 4 veces cuando volvamos a tener la oportunidad de estar solos, de conectarnos como la última vez.
Tú mía y yo tuyo".
Es lo que leo en la segunda imagen que Susan acaba de enviar. La primera era de un ramo de flores colocada
en un florero lleno de bolitas de plásticos de diferentes colores. Todo encaja perfectamente como si ese detalle fuera enviado por mí.
-Es hermoso, Derek. Es símbolo de nuestra primera cita. Juro que lloré cuando lo vi. Las chicas se mueren de envidia- la escucho decir entre risas. Mi sonrisa ha desaparecido por completo. Mi corazón parece el motor de un auto de carreras y la ira se está apoderando de mí. Tengo que estampar mi puño en algo... Oh, sí, lo estamparé en algo blando y sucio. Oh, claro que sí.
-Te amo, Susan. Ahora tengo algo que hacer, pero hablemos de esto más tarde, ¿sí?-Intento sonar sereno, pero, ¡maldita sea! ¡Juro que esto no se quedará así!
-Está bien, mi amor. ¿Irás al gym conmigo hoy?
-Dalo por hecho-le digo y finalizo la llamada.
Me levanto deprisa de la silla, tomo mi chaqueta y salgo de mi oficina, importándome muy poco el trabajo. Solo veo todo rojo, de un rojo que espero saciarme cuando lo encuentre.
...
Estaciono mi auto en la acera. Podría estacionarlo en medio de la carretera y no importaría; esta calle está desierta. He venido a este lugar más veces de las que quisiera, pero muy pocas para que sean efectivas mis palabras. Tengo ira contenida, tengo ganas de golpear cualquier cosa, pero esperaré a golpear su asqueroso rostro. Aferro mis dedos con fuerza al volante y tomo una respiración profunda, intento en vano de calmarme. ¡A la mierda!
Abro la puerta de mi auto y mis zapatos tocan el asfalto. Tiemblo de ira. Mis piernas parecen flaquear cuando camino dando grandes zancadas hacia esa pocilga. La casa está descuidada, llena de mugre. El vecindario completo está en esas condiciones, aunque tampoco hay muchas casas por aquí. Vive en un lugar apartado, todo es campo por aquí. Una imagen desagradable de su rostro aparece en mi mente y la ira aumenta. Acelero mi paso por la acera que me dirige hasta su puerta y la toco con agresividad y violencia. Mis manos esperan ansiosas estamparse en su rostro. La puerta se abre después de varios minutos y lo veo.
-¡Te dije que te alejaras de ella!-y estampo mi puño en su rostro, saciando mi sed de una manera alucinante.
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Lamento que no haya sido un capítulo , pero tenía que decirles esto , ¡estoy emocionada!
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Capítulo IX: Jodidamente desquiciante
SUSAN
Tengo hambre. Mucha hambre. He estado caminando los últimos veinte minutos en dirección al gimnasio junto a Manuel. Fue al Joy's Shop a buscarme, porque "tenía algo importante que decirme". Pero ya se ha tardado mucho en hablar.
-¿Y bien?-Rompo el silencio, lo rompo porque casi llegamos al gimnasio y no ha dicho ni una sola palabra.
-Hoy tuve una cita-me dice y abro los ojos como platos.
-¿Una cita? ¿Con... una chica?-Sueno más emocionada de lo que debería estar. Manuel me mira como si lo que acabara de decir fuera una bofetada.
-¡No!... Joder, ¡no!-Parece cabreado y no sé por qué demonios-. Fui a un puto psicólogo-escupe y baja la mirada. Parece avergonzado, en cambio yo estoy emocionada. Una cita con el psicólogo me emociona aún más. Eso significa que está aceptando que necesita ayuda.
-Manuel, no sabes lo mucho que me alegra oír esto-le digo sinceramente. Él parece cabreado, frustrado, triste... Una mezcla de emociones que claramente no sabe manejar-. ¿Y cómo te fue?-Inquiero, más que intrigada por saber su respuesta. Un camión pasa por la carretera haciendo gran escándalo y esperamos a que el ruido se disipe.
-¡Ese doctor me irrita hasta la mierda!-escupe, metiendo sus dedos entre su cabello, como siempre hace cuando algo lo irrita-. ¡Solo me mira como si fuera un jodido animal de zoológico y anota siempre algo en su estúpida libreta! ¡Fue algo estúpido ir allá!-Yo solo lo miro, pues lo conozco lo suficiente como para saber que si lo contradigo empezará a gritarme
y yo le estamparé una bofetada en la cara para que no se comporte como un auténtico idiota.
-¿Y entonces por qué fuiste?-Hago la pregunta pausadamente, tratando de mantener mi compostura. Él continúa mirando hacia el frente y yo lo escaneo con mi mirada, esperando su respuesta... Una que nunca llega-. Solo dale la oportunidad al doctor de ayudarte-finalmente digo, después de varios minutos de silencio.
-Conocí a una chica-habla Manuel y continúo caminando, aunque tenga ganas de gritar y abrazarlo por la emoción. No puedo hacerlo, porque él se irritaría y se cerraría como siempre hace-... No, Susan, no me gusta-dice como si me hubiera leído los pensamientos. Sonrío, porque el que haya mencionado a una chica significa que hay algo. Lo sé-. Es una chica que fue violada por sus dos hermanos-dice y abro los ojos ligeramente, impactada por ese dato-. Trabaja en el colmado frente a mi apartamento. Llevo años viéndola, viéndola hacer su rutina con su abuelo y siempre lleva una sonrisa en su rostro. Parecía una chica normal... Nunca le di importancia... Es una flacucha de cabello moreno, ojos enormes color miel y unas pecas surquen sus mejillas, dándole un aspecto de niña inocente y tierna-mientras Manuel habla, imagino el rostro de esa chica y sonrío, pues mi mejor amigo la describe de una manera asombrosa. Pareciera que lleva grabado su rostro a la perfección.
-Hace una semana fui al colmado donde trabaja-continúa-. Ella estaba allí, como siempre sonriente y llena de una energía que contagia a cualquiera que esté a su lado...
Verla allí, ayudando a un señor mayor a escoger sus verduras... No sé, algo me hizo ir donde ella y hablarle...
-¿Y qué le dijiste?-Inquiero, curiosa por lo que me está contando. Estamos a pocos pasos de llegar al gimnasio, así que disminuyo mi velocidad al caminar para poder escuchar a Manuel.
-Lo que le diría a cualquier chica para flirtear con ella-me dice y veo una pequeña sonrisa en su rostro. Ese gesto me hace sonreír y llena mi corazón de alegría, pues ya muy pocas cosas lo hacen sonreír-. "Soy soltero, definitivamente hoy es tu día de suerte"-dice y no puedo evitar carcajearme.
-¡Dime que no le dijiste eso!-exclamo y él asiente, riendo al igual que yo-. ¿Y qué te dijo cuando le dijiste eso?-No puedo parar de reír.
-Me dijo que suerte tendría si alguien la ayudaba a subir unos productos en lo alto de la góndola. Ignoró mi comentario y actuó con amabilidad y dulzura. Eso me aturdió...
-¿Y la ayudaste?
-¡Ni una mierda!... Le dije "pues suerte con eso"...
-¡Qué cabrón eres, Manuel!
-Pero... Me di la vuelta para irme y ella gritó mi nombre...
-¿Te conocía?
-Me dijo que jamás pensó que el chico del apartamento del frente le hablaría e intentaría flirtear con ella-Manuel baja la mirada y parece que está batallando en su interior. Sé que esa chica le provoca algo, aunque él jamás lo admita, sé que la mención de ella significa algo-. No sé si fueron sus mejillas sonrojadas o su mirada llena de vergüenza, pero decidí no ser un imbécil con ella, así que
la invité a almorzar ese día.
-¿Fueron a almorzar?
-Sí, Susan, joder, ¡sí!-dice, intentando parecer irritado, pero no le sale muy bien. Ya estamos frente al gimnasio, así que nos detenemos frente a la puerta.
-¿Fue por ella que... decidiste ir al psicólogo?-Inquiero, aunque sé la respuesta.
-Verla así, sonriente, llena de energía... Me contó todo lo que le sucedió, lo que esos cabrones le hicieron... Me lo contó como si no le afectara hacerlo, como si no le doliera... Como si fuera una historia escrita, dispuesta a leérsela al mundo... Me dijo que todo eso la marcó para siempre, pero que esa marca era solo eso, una marca. Que con el tiempo aprendió a tomar ese mal momento como un capítulo en la historia de su vida... Me dijo que gracias a su abuelo pudo echar hacia adelante, que gracias a él aceptó que necesitaba ayudaba y decidió coser la herida... Fue asombroso escucharla... No sé, solo quise... intentar ser como ella...
-Suena como una gran chica- le digo, maravillada con todo lo que Manuel me acaba de decir. Sin conocerla, ya me resulta un ser hermoso y lleno de valentía.
-¿Derek no venía al gimnasio hoy?-Cambia de tema y miro mi reloj de muñeca.
-Es temprano todavía... Ya debe de estar por llegar. ¿Qué harás ahora?
-Voy a ir a casa de tu madre-dice, sacando su teléfono del bolsillo trasero.
-¿Por qué no me esperas para ir? Necesito verla también-le sugiero y él asiente.
-Entonces te busco a las siete a tu casa... Aunque no... Me voy para tu casa ahora y de una vez
veo cómo está Sebastián y los niños-me dice y asiento.
-Bien. Entonces nos vemos más tarde-le digo y entro al gimnasio.
De inmediato el olor a sudor, mezclado con aromatizante y aire acondicionado, invade mis fosas nasales. Hoy el gimnasio está más lleno que nunca. Los martes se llena de gente de todo tipo. Señoras de cinco décadas operadas por todos lados, jovencitas flacuchas haciendo miles de squats para aumentar sus huesudos traseros. Grupos de ancianas haciendo Zumba y Yoga. Hombres musculosos y ridículamente atractivos. Y mujeres como yo... Casadas, con hijos y tratando de recuperar su cuerpo antes del embarazo, siendo ridículamente humilladas por jovencitas con cuerpos espectaculares y envidiables. Sí, a este grupo pertenezco. Las "amas de casas intentando ser amas de casas sexys".
-Pero si mira quién decidió aparecer por aquí-escucho la voz de Max a mi lado. Giro mi cabeza y lo veo caminar hacia mí con una toalla enroscada en su cuello, siendo malditamente sexy.
-Buenas tardes, Max-le digo y cuando llega a mi lado besa mi mejilla, llenándome de sudor. La verdad no me da asco.
-¿Dónde te habías metido, McMahon?-Su tono me hace reír.
-Sé que me desaparecí, pero la abuela de mi esposo falleció y pues no he tenido tiempo de venir a hacer ejercicio-me explico y ahora su cara se ha puesto seria.
-Lo siento, por ti y tu esposo-me dice y me abraza. Le devuelvo el gesto y puedo ver cómo varias mujeres nos miran con descaro. Odio esas estúpidas miradas.
-Hoy mi esposo vendrá a entrenar conmigo...
Y también para hablar con Ricardo-le digo y él asiente, sonriendo.
-Me parece estupendo. Es bueno que vengas a entrenar con tu pareja, Susan-me dice-. Ya quiero conocer al afortunado esposo de mi chica favorita-dice y aprieta mi mejilla cariñosamente. Sonrío y ruedo los ojos ante su paternal gesto.
-Bueno, me cambio y empezamos-le digo y él asiente y truena sus manos con energía.
-¿Esperamos a tu esposo?
-Ya tiene que estar por llegar... Empiezo primero para aprovechar el tiempo-digo y camino con mi mochila en mano hacia los baños del gimnasio.
Cuando salgo vestida con mi ropa deportiva, me miro frente a los espejos y me hago una coleta alta. ¿Cómo pueden haber chicas que usen maquillaje para ir al gimnasio? Por Dios, es algo estúpido.
Camino por entre las máquinas de hacer ejercicio y veo cómo varias chicas se me quedan viendo. No lo hacen de mala manera, simplemente me miran mientras hacen ejercicio con sus audífonos puestos. Carajo, hoy está lleno todo. No hay máquinas libres para comenzar a calentar. Tomo una cuica y comienzo a saltar para calentar mis músculos. Por cada minuto que pasa mis músculos van calentándose, haciéndome sentir esa rica sensación de que está funcionando el calentamiento. Cierro los ojos cuando mi respiración comienza a tornarse pesada. Tomo aire y continúo saltando. Luego de varios minutos más, Max se me acerca y dice: -Vamos a hacer estiramiento-dejo de saltar y asiento.
Camino junto a él hacia un colchón y me posiciono allí para comenzar a estirar. Me duelen los músculos y Max me
ayuda a hacer un mejor estiramiento. La sensación es rica y dolorosa. Odio cuando dejo de hacer ejercicio, el dolor que produce un simple estiramiento es mayor que cuando llevo la rutina constante de ejercicio. Max coloca sus manos en mi cintura y me obliga a bajar más, haciéndome soltar un quejido. Me gusta estirar, pero hoy hasta eso me produce dolor. Creo que a lo mejor me va a bajar la menstruación, porque siento un fuerte dolor en la parte baja de mi espalda, donde Max tiene sus manos para obligarme a bajar más.
-¿Te duele?-Me pregunta Max y asiento con los ojos cerrados. Él presiona sus dedos en mi espalda baja, masajeando esa área y me alivia un poco.
-Se siente estupendo-digo, disfrutando de sus gloriosas manos. Él me hace bajar un poco más y luego subo de nuevo. Y así de forma sincronizada subo y bajo para aliviar el dolor. Suelto un quejido cuando siento una punzada en mi espalda baja. Max aprieta con sus dedos un poco más esa área.
-Está inflamada esta área-me dice-. Lo más probable es que tu flujo menstrual está por llegar. El ejercicio ayuda a aliviar esos dolores-me dice y suelto otro quejido. Él aprieta aún más y suelto un leve gemido de placer.
-Oh, tus manos son gloriosas-le digo con los ojos cerrados, disfrutando la sensación de alivio, y él suelta una risotada.
-Veo que estás disfrutando sus manos-reconozco esa voz de inmediato. Abro los ojos y veo a Derek enfrente de mí. Su rostro está con una expresión de enfado y su vena en la sien está comenzando a saltar. Rápidamente me incorporo, con dolor, y lo
miro con una sonrisa.
-Hola, mi amor. Estaba haciendo los estiramientos-le digo tranquilamente. Él viaja su vista de mí hacia Max y ahí reacciono ante lo que está pasando. Tomo a Max por el brazo y se lo presento: -Max, él es mi esposo Derek. Derek, él es Max, mi entrenador-digo y ambos se miran. Max sonríe ampliamente y le estrecha su mano, pero Derek vacila unos segundos. Al final termina estrechándole la suya.
-Es un placer al fin conocerte. He escuchado tanto de ti que siento que te conozco-le dice Max y Derek se relaja un poco, pero aún conserva esa mirada llena de... ¿Celos? No sé, pero ahora que lo veo noto que está más allá de lo enfadado. Ahora que miro sus manos, noto que su piel está abierta en sus nudillos y también veo cómo él intenta esconder sus manos cuando nota que le estoy mirando sus nudillos. ¿Qué le pasó?...
-También he escuchado mucho sobre ti... Aunque las palabras de Susan no te hacen justicia-dice Derek, recorriéndolo con la mirada y sé a qué se refiere. Max suelta una risotada y ahora es que noto que la atención está puesta sobre nosotros. Y no es precisamente por Max... Muchas chicas están mirando a Derek... Están prácticamente violándolo con la mirada. No me importa, ¡demonios!, no me importa que lo miren de esa manera.
-Susan me dijo que vienes a entrenar con ella. Me parece algo estupendo, es saludable que las parejas se involucren en las rutinas de ejercicio-le dice Max. Él siempre está lleno de energía positiva y me encanta su manera de hablar. Es por ello que me agrada tanto. Derek
se relaja poco a poco y noto que de cierta manera le agrada Max. Sé que es así.
-Normalmente hago ejercicio en mi oficina, pero este gimnasio me parece un buen lugar para comenzar a hacer ejercicio-le dice Derek, recorriendo con su mirada a todo el gym y luego posa su vista en mí. Me está retando con la mirada, así que le sigo el juego y lo miro directamente.
-¡Claro! Sería estupendo entrenarlos a ambos-Max habla, pero ambos estamos con el juego de miradas. Mi entrenador parece darse cuenta, pues dice: -Voy a dejarlos unos minutos para que se preparen-ambos asentimos y se retira.
-Baño-dice Derek, tajante.
-Allá-señalo a los baños y él me toma por el brazo para arrastrarme hacia los sanitarios. Ya allí, me toma por la cintura y me pega contra la pared, con su respiración agitada. Dios, está rabioso, no sé por qué demonios.
-"No es algo wow", "no es alguien que me llame la atención", "solo tiene músculos"-dice, imitando mi voz, y no puedo evitar reír, pues fueron las palabras que le dije cuando me preguntó cómo era mi entrenador-. ¡Es un jodido modelo de Calvin Klein!-gruñe y no puedo evitar reír.
-Derek...
-¿Sabes lo jodidamente desquiciante que es ver a un tipo como él poniéndole las manos a mi esposa?-Su voz es ronca, seductora y malditamente excitante.
-Sus gloriosas manos-añado, solo para molestarlo. Él aprieta mi cintura, pegándome más a su cuerpo. Demonios, me siento como una adolescente en estos momentos.
-McMahon, no sigas-me dice, tajante, y sonrío.
-Te amo-le digo y su expresión
se ablanda un poco, pero sigue apretando su mandíbula. Comienzo a depositar suaves besos por esa tensa área y siento cómo su cuerpo se relaja poco a poco. Me encanta tener ese efecto en él.
-No sigas, Susan-dice entre dientes y comienzo a besar su pecho, luego bajo hacia su abdomen y su cuerpo se tensa de inmediato ante mi cercanía en su sur. Él me detiene y cierra los ojos-. Abrázame-pide y lo hago sin vacilar. No sé qué le pasa a Derek, pero algo lo está perturbando.
-¿No quieres que te toque?-Inquiero, pues esa pregunta se formó de inmediato en mi mente.
-Es lo que más deseo en estos momentos-susurra en mi cabello-. Pero estoy cabreado contigo. No te la voy a poner fácil-dice y ruedo los ojos-. Ah... Yo también te amo-gruñe y no puedo evitar reír.
...
Fue divertido entrenar con Derek. Max y él se llevaron muy bien, a pesar de lo sucedido en la primera impresión. Aunque Derek intente parecer que no le agradó Max, puedo notar que fue lo contrario. Mi entrenador es una persona amable, llena de energía positiva y siempre con una sonrisa en su rostro. No es difícil que le agrade a las personas. Derek es un hombre maduro, aunque hay veces que su instinto de macho lo domina, siempre actúa con caballerosidad. A veces es demasiado caballero, como cuando a una chica que hacía ejercicio se le calló la toalla y él se la dio como todo un caballero. No, no me molestó el hecho de que esa chica era jodidamente sexy, con un trasero perfectamente redondo y un rostro que parecía esculpido por los mismos dioses griegos. Tampoco el hecho de que Derek le sonrió y ella mordió
su labio inferior de manera involuntaria. Sé que no lo hizo adrede, esa reacción Derek la provocaba en mí cada vez que me sonreía. Derek y sus malditos encantos...
El jabón se me cae y doblo mis rodillas para recogerlo. Es delicioso bañarse, más aún cuando acabas de llegar del gimnasio y sudaste como cerda. Coloco el champú en la palma de mi mano y comienzo a masajear mi cuero cabelludo, sintiendo la frescura del agua fría mezclada con la menta de la espuma. Mi cabeza no ha dejado de dar vueltas, no ha dejado de pensar en los nudillos de Derek. No quise preguntarle sobre ello, pues sé que me dirá que solo es un simple rasguño. Cuando hablamos con Ricardo actuó de manera extraña, como si tuviera temor a lo que Ricardo pudiera decir. Odio sentirme así, sumergida en secretos... Sumergida en la impotencia de estar ajena a lo que sucede...
El ruido de la puerta siendo tocada me hace dar un respingo.
-Susan, debemos irnos-la voz de Derek traspasa la madera y llega a mi sentido de audición.
-Sí, ya termino-contesto y en diez minutos ya estoy fuera de la ducha, vestida para ir a casa de mamá. Bajo las escaleras y veo a mis hijos, junto a Manuel y Sebastián, en la puerta-. ¿Y qué es esto? Tantas personas para despedirme-les digo sonriendo y todos voltean a verme.
-¡Al fin, mami!-chilla Liam y ruedo los ojos.
-Espera, espera... ¿Para dónde ustedes van?-Veo a mis hijos vestidos, esperando en la puerta.
-Intenté hacer tregua, pero todos quieren ir a ver a la abuela-dice Derek y sonrío, tomando las llaves de mi auto.
-Entonces nos vamos en mi auto-les digo y todos salimos de la casa.
-¡Eso! ¡Adelante la patrulla de sapitos!-dice Sebastián y mis hijos ríen, llenándome de satisfacción, como siempre logran hacerlo sus risitas. Todos nos montamos en mi auto y arrancamos en dirección hacia la casa de Mónica, la mujer de más de diez décadas que amo.
...
Los niños prácticamente saltan del auto y corren por la acera en dirección a la puerta de la casa de mi madre. Sebastián corre hacia ellos, gritando cosas que hacen reír a mis hijos, mientras Manuel, Derek y yo caminamos hacia la puerta con parsimonia. Liam toca el timbre con desespero y Sebastián toca la puerta, siguiéndole el juego a los niños. Parecen tres chiquillos esperando su regalo de Navidad. Sebastián es tierno y dulce sin proponérselo, pero se cubre detrás de esa personalidad arrogante y cliché de badboy lleno de tatuajes.
La puerta se abre y vemos el rostro de Richard, mirándonos con evidente nerviosismo. Frunzo el ceño, ¿por qué está nervioso?...
-¡Mis niños!-dice él, abrazando a mis hijos. Luego se endereza y mira a Sebastián con nerviosismo.
-Sebastián-dice y mi hermano asiente.
-¿Mamá está? Vinimos a verla-le dice Sebastián-. Claro, a ti también, Richardsito-le dice besando su mejilla de maneja jocosa y todos reímos. Sebastián se abre paso para entrar a la casa y a Richard parece habérsele ido toda la sangre del cuerpo. Está blanco como una hoja de papel. Me dirige una extraña mirada y entro a la casa; todos lo hacemos. Veo que Sebastián se ha quedado inmóvil frente al umbral de la sala de estar de la casa y noto que tiene sus puños apretados, temblando. Camino lentamente hacia mi hermano para saber qué le ocurre y lo veo...
Patricio...
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Versión en papel
Vayan a mi perfil y busquen Mi vecino misterioso en la versión en papel. Allí verán los primeros capítulos mejorados y con nuevas escenas... ;)
Prontito nuevo capítulo ;)...
Los quiero❤️
-K.L. Rodríguez
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Capítulo X: Monstruo
DEREK
Sabía que esto iba a pasar en algún momento. Lo temía. Camino con paso firme y me coloco al lado de Sebastián. Mierda. Su rostro está agrietado, lleno de líneas que hacen ver la cantidad de años que han pasado desde la última vez que lo vi. Su cuerpo está flácido, sumamente delgado y su cabello canoso está teñido por un tono amarillento, claramente por su falta de higiene. Sus ojos muestran su historia, muestran lo jodido y acabado que está en estos momentos; caídos, amarillentos. Sebastián está temblando, parece un niño asustado. La estancia está en silencio, solo se escucha la brisa chocar contra las ventanas y el cantar de los animales nocturnos. Esto que está sucediendo no debería pasar de esta manera, no tenía por qué pisar el suelo de esta casa.
-¿Q-Qué hace esta porquería aquí?-La voz de Sebastián suena rasposa, entrecortada. La tensión que hay aquí me mantiene en alerta, pendiente a cualquier movimiento de Sebastián y del imbécil de Patricio. Richard se ha llevado a mis hijos y agradezco tal acto, porque esto no va por buen camino.
-H-Hijo, por favor...-comienza a decir Mónica, pero Sebastián hace un ademán, el cual la hace detenerse en media oración.
-¿Qué hace aquí? ¡¿Qué carajo hace aquí?!-Brama el chico de tatuajes y lo tomo por el brazo para evitar que haga una estupidez. Él intenta zafarse, pero mi agarre es firme y posesivo. Susan camina y se posiciona al lado de su madre. No paso desapercibido la expresión
de asco que surque su rostro. Patricio mira a Sebastián, parece un perro callejero abandonado.
-Hijo, yo...-su voz resuena en la estancia y me resulta un sonido repugnante.
-¡No te atrevas a decir ni una sola palabra! ¡No te atrevas a llamarme hijo!-Sebastián grita y su voz se quiebra ante eso último. Esta situación me perturba, me tiene los nervios disparados. Sé exactamente como se siente el hermano de Susan. Sé lo que es sentir ese sentimiento de vacío y negación. Es por ello que no intento silenciar a Sebastián, tiene derecho a gritar lo que siente. Nada ni nadie tiene el derecho de obligarlo a hablar con su padre.
-Sebastián, necesito que me escuches, por favor... Necesito...-ruega Patricio, pero el grito de Sebastián resuena en la sala, haciéndolo detenerse.
-¡Ni una mierda tengo que escucharte! ¡No tengo nada que escuchar! ¡Eres una porquería! ¡Lárgate de mi casa! ¡Lárgate!-las palabras parecen golpear con fuerza al hombre que tenemos enfrente. El rostro de Patricio se ha distorsionado por la acumulación de lágrimas en sus ojos y la negación a llorar. Verlo en este estado me provoca repulsión. Parece verdaderamente dolido, pero su historia no me permite sentir ni una chispa de lástima por él.
-Será mejor que se vaya, señor-la voz de Susan habla y la miro de inmediato. Está llorando, ¡mierda!, está llorando y eso no hace más que aumentar mis ganas de sacar a patadas al imbécil de hombre que está pisando esta casa. Patricio voltea a verla y le lanza una mirada llena de desprecio. Agarro con más fuerza el brazo de Sebastián,
pues esa mirada lo hizo intentar soltarse.
-¡¿Cómo te atreves a venir aquí?! ¡Lárgate! ¡Eres una mierda de persona! ¡Lárgate!-Patricio intenta acercarse, pero lo hago retroceder con mi mirada. Que ni se le ocurra acercarse.
-Sebastián, él solo quiere que lo escuches, dale la oportunidad de ser escuchado-le dice Mónica en un débil murmullo. A esta mujer cada día la amo más. Es increíble que de su boca hayan salido esas palabras, después de la mierda que vivió junto a Patricio.
-¡Cállate, mamá! ¡Cállate! ¡No te atrevas a decirme eso!-le grita Sebastián y lo agito con brusquedad.
-¡No le hables así a tu madre!-lo reprendo e intenta zafarse, pero nuevamente no se lo permito-. Patricio Egglesfield, sal de aquí. No es el momento de hablar-intervengo en esto, porque no pienso dejar que esto se salga de control.
-Solo quiero...-comienza a decir, pero no le permito seguir.
-¡Sal ya!-le digo con firmeza. Él vacila unos segundos, pero al final se rinde y camina hacia la salida. Sebastián intenta golpearlo, pero no se lo permito.
-¡No sigas, Sebastián!-gruño-. ¡Contrólate!
-¡Lo voy a matar! ¡Lo odio! ¡Lo voy a matar!-grita, moviéndose bruscamente. Cuando veo que Patricio ya se ha ido, lo suelto y él sale corriendo hacia el exterior de la casa. Todos lo seguimos.
-¡Te voy a matar, Patricio! ¡Eres una porquería! ¡Cabrón!-grita, corriendo detrás del auto de Patricio. Corro hacia él, pero cuando veo que se lanza al suelo y comienza a llorar, me detengo en medio
camino. Sus sollozos me sacan de balance, me perturban. Me veo reflejado en él, veo su dolor como si fuera el mío propio-. ¡Acabaste conmigo, Patricio!-grita y cuando llego a su lado, me tiro al suelo junto a él y lo abrazo.
...
-Mami, no era el momento-suelta Susan, después de que Mónica sollozó hasta caer desplomada al suelo. La tomé en mis brazos y la senté el sillón, colocándola con delicadeza, recostando su cabeza en el mullido colchón.
-Susan...-le susurro, intentando de que no diga nada que haga sentir peor a mi suegra. Sé que tiene razón, pero suficiente ha tenido Mónica.
-Lo vi en la entrada, con su mirada perdida... Parecía otro hombre... Está tan delgado...-mi suegra suelta un sollozo y Susan se arrodilla a su lado, acariciándole su cabello con delicadeza.
-Mamá, sabes por lo que ha pasado Sebastián-susurra Susan-. Este paso lo tiene que dar él... No podemos imponerle hablar con ese hombre...
-Tú pudiste perdonar al cabrón de Patricio porque tienes un corazón grande... Sebastián es un pendejo niño asustado lleno de rencor-Manuel ha entrado a la sala y se posiciona al lado de Mónica-. Yo sé lo que es que tu padre sea una mierda de persona... Yo sé lo que es sobrevivir con el sentimiento de abandono-dice y clava su vista en mí. Frunzo el ceño, porque me está mirando de manera extraña-. Patricio no puede venir cuando le dé la gana y tratar de ser escuchado...
-Pero todos tenemos derecho a ser perdonados-dice Mónica y no puedo evitar sonreír. Esta mujer es fabulosa, una mujer llena
de amor. Es por ello que la amo tanto.
-Mami, tú pudiste perdonar toda la mierda que él hizo, pero no pretendas que todos actúen de la misma manera. Ese hombre nos ha hecho daño a todos nosotros -le dice Susan y su pecho está comenzando a subir y bajar de manera frenética. Me acerco a ella y la tomo por el brazo, envolviendo su cintura con mis brazos.
-Bebé, cálmate-susurro y mi aliento choca contra su cabello. Su olor a menta inunda mi fosas nasales y me aturde por unos segundos.
-El perdonar no es fácil, pero cuando se hace te conviertes en un ser libre-digo y todos me miran, como si lo que acabara de decir fuera una sentencia. La estancia se sumerge en un absoluto silencio. Estoy cansado, mis párpados comienzan a pesar y el silencio hace eco en mi sentido de audición. Tanta mierda me tiene cansado, tanto drama... ¿Cuándo mierdas dejaré de vivir sumergido en un pozo sin fondo? Siento que me ahogo, siento que nada de lo que hago da resultados. Me siento impotente... Necesito proteger a mi familia, necesito proteger a Susan... De mis nudillos nace un leve ardor, recordándome a su sangre sucia, su rostro... Lo golpeé hasta que el suelo se manchó de ese color carmesí con olor metálico... Lo golpeé hasta que su respiración era solo un débil aliento... Lo golpeé hasta que mi piel se abrió... Y me sentí tan... saciado...
-¿Qué te ha pasado, querido?-La voz de Mónica llega a mis oídos y me saca de mis pensamientos de golpe. Rápidamente escondo mis nudillos. Al parecer los estaba tocando sin darme cuenta.
-Nada.-Es lo único
que digo y nadie intenta indagar.
-Abuela... ¿Qué te pasó?-La vocecita de William nos hace girar y lo vemos asomado por el umbral. Mónica sonríe y le hace una seña para que se siente a su lado. Mi hijo obedece y envuelve sus bracitos alrededor de su cintura. Todos observamos la escena en silencio.
-No ha pasado nada, mi cielo-dice mi suegra.
-Pero escuché gritos... Estaban peleando-replica William y Susan se sienta a su lado y envuelve sus hombros con sus brazos.
-A veces las familias tienen problemas-comienza a decir-... Muchas veces las emociones no se saben controlar y actúan de mal manera... El gritar está mal, muy mal... Pero no tienes que asustarte, mi amor... Todos estamos aquí, tu familia está aquí-tengo un nudo en mi garganta... Este puto nudo hace que me sienta más vulnerable. No sé qué haría sin mi familia, sin Susan...
-¡Ahh...!-El grito de Liam nos hace respingar a todos. Sin vacilar, corro en dirección hacia las escaleras de la segunda planta. Mi corazón late con fuerza en mi caja torácica y mi respiración está tornándose pesada-. ¡Ahh...!-Liam continúa gritando y el desespero hace que mis piernas tiemblen. Busco la habitación de donde proviene el grito y la abro de golpe. Enseguida veo a mi hijo acurrucado en el suelo, gritando sin parar. Me tiro junto a él y lo tomo en mis brazos. Todos llegan a la habitación segundos después.
-¡¿Qué pasa, Liam?! ¡¿Qué sucede?!-Sueno como un maldito loco desesperado, pero me vale verga. Liam ahora llora, aumentando mi preocupación. Susan se lanza junto a
nosotros y abrazamos a nuestro hijo.
-Bebé, mi cielo, ¿qué te pasa?... ¿Qué pasó?-Susan suena más calmada que yo, pero de su voz destila angustia y preocupación.
-V-Vi a un monstruo en la ventana-hipa Liam y la sangre llena mi cuerpo nuevamente.
-¿Un monstruo?... Mi amor, no existen los monstruos-le dice Susan, evidentemente más calmada al igual que yo.
-L-Lo vi, mami-dice Liam-. Tenía la cabeza roja y su cara estaba llena de sangre-dice, convencido.
-Mi amor, ven-le dice Susan y lo toma en sus brazos. Lo lleva junto a la ventana y Liam cubre su rostro asustado en el hueco del cuello de su madre-. No hay nada, solo las ramas de los árboles-le dice y Liam niega con su cabeza. Me levanto del suelo y camino junto a ellos.
-Y-Yo lo vi, mamá-repite y solloza. Acaricio su cabeza y le doy un beso en la nuca.
-Ya pasó, bebé-le digo y lo único que se escucha en la habitación son los sollozos de mi hijo. Miro hacia atrás y veo a todos mirando la escena. Manuel me lanza una mirada de advertencia y asiento. Espero que ese monstruo sea solo imaginación de mi hijo...
...
-Ven-me pide Susan, dando unas palmadas en la cama para que me acueste a su lado. No sé cuánto llevo viendo hacia la ventana con mis pensamientos en la nada. Sin vacilar, camino hacia la cama y me acuesto a su lado, tomándola por la cintura para pegarla a mí. Me encanta sentirla así, sentir su piel suave y caliente junto a mi pecho... Me hace sentir lleno, seguro, la seguridad de que ella me pertenece-... ¿Recuerdas cuando
nos conocimos?-Su pregunta me hace sonreír.
-Es la pregunta más tonta que me has hecho, McMahon-le digo, juguetón, y ella ríe-. ¡Por supuesto que lo recuerdo! "Tú no eres la excepción, muñeca. No niegues que te gusta lo que ves"-recito las palabras egocéntricamente como
aquella vez y ella suelta una sonora carcajada.
-Vaya que me gustó lo que vi-dice juguetona-. De veras que fuiste un idiota, Derek... ¿Por qué tomaste esa actitud conmigo de chico egocéntrico?...
-¿Actitud contigo? ¡Tú fuiste la que tomó una actitud de niña malcriada y presumida conmigo! "No voy a aguantar sus piropos baratos"-imito su voz y ella ríe sonoramente.
-¡Oh, Dios, lo recuerdo!... Me dijiste que no era para mí, sino para Rebeca. ¡Qué vergüenza!-chilla y no puedo evitar reír. Sí, le dije eso, pero era obvio que lo decía por Susan. Pensé que se sonrojaría o soltaría una risita chillona como cualquier chica hubiera hecho cuando le decía un cumplido. Pero en cambio me salió con esa grosería, con altanería y eso me sacó de balance. Así que decidí decirle que era por Rebeca. La rubia había ido a mi casa para darme la bienvenida al vecindario y vi lo buena que estaba, así que era perfecto decir eso. Al parecer eso había cabreado a la morena malcriada, así que me llenó de satisfacción verla con los ojos chispeantes y el rostro lleno de vergüenza.
-La verdad... sí era por ti-le digo y ella abre los ojos ligeramente.
-¡No juegues!-chilla-. ¡Qué idiota eres, Derek Johnson! ¡Me hiciste pasar esa vergüenza!-Río.
-Te lo merecías,
niñita malcriada... ¡Te comportaste toda altanera y presumida!... ¡Tenía que hacer algo!-me defiendo y ella abre la boca dramáticamente indignada. Meto mi dedo índice en su boca como siempre hago para molestarla cuando ella bosteza. Me da un golpe en la mano para apartar mi dedo y río.
-¿Cómo es que nunca me lo dijiste? Me hubiera ahorrado todos estos años de pensar que era una estúpida engreída-me dice y río aún más. Con Susan reír es sencillo.
-Es que lo eres, mi amor-le digo y le robo un beso como un niño travieso. Ella palmea mi hombro fingiendo molestia. Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos los rostros. Su nariz es ancha, pero no demasiado, es perfecta en su rostro. Me provoca morderla y besarla. Sus ojos son enormes, color chocolate oscuro y brillan como dos jodidas estrellas. No, como dos estrellas no... Como una jodida constelación. Amo a Susan, joder, la amo... Se lo repito siempre que viene a mi mente este pensamiento, siempre que lo siento se lo digo, pero no quiero romper este cómodo silencio... Quiero disfrutar de su rostro... Contemplar sus labios, sus ojos, su nariz, sus pestañas... Su aniquilante y brillante rostro...
-¿Recuerdas aquella noche en la que me contaste tu pasado?-Susan rompe el silencio y yo solo asiento, pues solo puedo mirarla y perderme en su piel morena y brillantes ojos-. Me contaste que tu padre nunca quiso un vínculo contigo... Que tu madre le pedía que te diera atención...-asiento de nuevo, ahora escuchándola con más atención-. ¿No crees que... tu padre tenía una razón para no querer vincularse...
contigo?-Su pregunta me hace fruncir el ceño.
-¿A qué te refieres?-Inquiero, patidifuso.
-Pues que... tu padre te rechazaba por alguna razón-dice, vacilante, y me siento en la cama, procesando su pregunta.
-¿Como si hubiera alguna razón para su rechazo?...-Susan asiente-. ¿Qué razón puede haber para que un padre rechace a su hijo, Susan?-Ella parece ataviada en sus pensamientos. Abre la boca para hablar, pero la puerta de nuestra habitación se abre y nuestros hijos entran con sus cobijas en las manos y sus cabellos todos revueltos. Ambos los miramos y sonreímos, se ven tiernos.
-Tenemos miedo-dicen los dos al unísono como si lo hubieran estado ensayando desde hace rato. Susan y yo nos miramos y luego nos levantamos de la cama de golpe. Susan toma a William en sus brazos y yo a Liam. Ambos ríen por el inesperado movimiento.
-Entonces nosotros haremos que tengan más miedo... Buajajaja-dice Susan imitando una voz tenebrosa y nuestros hijos chillan fingiendo miedo.
-¡No!, ¡no, ¡no!-chillan mis hijos y los llevamos a su habitación. Los acostamos en sus camas y los arropamos con sus cobijas.
-No hay por qué tener miedo, mis amores-les dice Susan-. El miedo es temor a lo desconocido... No pueden permitir que el miedo los domine...
-¡Agarren el miedo por los cuernos y tírenlo por la ventana!-les digo jocosamente y mis hijos ríen; Susan también lo hace.
-Cada vez que tengan miedo, recuerden que hay un Dios allá arriba que los está protegiendo-mi esposa señala al techo y mis hijos dirigen su vista
hacia allá-. Junten sus dos manitas y hablen con él-mis hijos imitan el movimiento y Susan les pide que cierren los ojos. Me dirige una mirada para que yo también lo haga. Me río y lo hago, cerrando los ojos-. Ahora repitan conmigo: Angel de mi guarda, de mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día...
Mientras escucho a Susan y a mis hijos, algo en la boca de mi estómago se instala: temor. Temor a que algo malo suceda... Temor a que Susan se entere de lo que está pasando y no pueda hacer nada para evitarlo... No recuerdo la última vez que hablé con Dios... De eso hace mucho. Los domingos voy a la iglesia, pero la verdad mi fe a caído demasiado. No recuerdo la última vez que me incliné y comencé a rezar como lo estoy haciendo ahora. No me siento digno de pedirle algo a aquel ser Divino que está en el cielo. Me siento sucio, lleno de oscuridad, y cada vez me hundo más...
-... Amén-escucho y abro los ojos. Mis hijos están sonriendo, con sus ojitos soñolientos y mi corazón se conmueve. Susan se levanta e imito su movimiento enseguida. Ambos besamos a nuestros hijos y caminamos hacia la puerta.
-Dios los bendiga... Recuerden que solo ustedes pueden vencer el miedo-les dice Susan y siento las palabras como si fueran dirigidas a mí. Apaga la luz de la habitación y dejamos la puerta entreabierta.
Tengo miedo... Miedo de perderme en la oscuridad...
***
El sonido de la madera siendo golpeada, de armarios abriéndose y cerrándose, me hacen abrir los ojos poco a poco, hasta que la luz del sol invade mi visión y me aturde
por unos segundos. Restriego mis ojos para quitar las lagañas que se han acumulado en el borde de ellos y a su vez doy un bostezo. Veo a Susan caminar de un lado a otro, abriendo y cerrando las gavetas de nuestro tocador. Me siento en la cama para observarla mejor. Está en pantaletas, dándome una perfecta vista de su blando trasero, un trasero en proceso de ponerse duro por el ejercicio. Susan dobla sus rodillas y su trasero se hace más visible. Bonita forma de empezar un día.
-Porque mi esposa sí sabe cómo levantarme de buena manera-digo con mi voz ronca mañanera y ella gira rápidamente, brindándome una amplia sonrisa.
-Despertaste-me dice y sonrío.
-Esta claro que sí-le contesto y rueda los ojos-. ¿Qué buscas con tanto desespero?
-No encuentro mis medias negras-dice y continúa buscando con desespero entre las gavetas. Me levanto de la cama y camino hacia ella para envolverla por su cintura.
-¿De verdad tienes que ir al trabajo hoy?-Mi voz suena ronca y sensual; lo hago adrede, sé que le encanta que le hable así.
-Sí, tengo que ir al trabajo-dice, sonriendo-. Los hombres ejecutivos y guapos están libres hoy, pero las mujeres como yo tienen que ir a trabajar hasta en los días feriados-me dice y frunzo el ceño por la manera en que dijo esto.
-¿Mujeres como tú?-Ella suelta mi agarre y camina hacia el armario.
-Sí; fracasadas-lo que acaba de decir me cayó como ácido en el estómago.
-Tú no eres una fracasada-le digo, pero ella ni se inmuta en girar a verme.
-Lo dice
el ejecutivo con éxito-dice y su tono me saca de balance.
-¿Qué quieres decir con eso, Susan?-Ella gira sobre sus talones y camina rápidamente hacia el tocador para peinarse, ya completamente vestida. Está evadiéndome.
-Tú eres exitoso en lo que haces, en cambio yo soy una fracasada que perdió su trabajo y ahora tiene que vivir como una fracasada en una tienda de cosméticos-dice y todo esto me parece mierda y mil veces mierda.
-No eres una fracasada. Solo estás pasando por un momento difícil. Lograrás recuperar la clínica... Sabes que...
-¡No la recuperaré!-me interrumpe en un grito-. ¡No necesito que nadie me compadezca en esto!...
-¿Yo soy nadie?-Estoy empezando a cabrearme.
-¡No necesito que me digas que voy a recuperar la clínica! ¡No necesito que me restriegues en la cara mi fracaso!...
-¿Quién es la que se lo recuerda cada vez que tiene la oportunidad? ¿Quién es la que se dice fracasada todo el tiempo?... ¡Que yo sepa no soy yo! ¡Yo lo único que hago es apoyarte en todo!... ¡Basta de decir que eres una fracasada, Susan McMahon! ¡Porque lo serás si no haces nada para recuperar lo que quieres! ¡Te conviertes en una fracasada si no haces nada!...-Ambos nos gritamos, pero es que Susan me saca de mi cabales cada vez que se culpa por lo sucedido con la clínica. ¡Es tan irritante escucharla hablar de esta manera!... ¡Ahg...!
-Se me hará tarde-dice, tajante, y sale de la habitación dando un portazo. Mis manos pican, quiero golpear algo... Doy vueltas por la habitación, apretando mis nudillos, pero tomo
una respiración profunda y me arrojo a la cama, cabreado. Lo que parecía un despertar maravilloso se convirtió en una total mierda.
...
¡Carajo!
La casa está hecha una bola de mierda. Logré distraerme con mis hijos, jugando guerra con lodo en el patio trasero, pero ahora que terminamos de hacerlo, la casa ha quedado hecha un completo desastre. Mis hijos están bañados en lodo y parecen felices... Eso es suficiente, que se joda la casa.
Susan...
Joder, Susan nos va a matar. Tengo que arreglar este jodido desastre. Sigo cabreado con ella, pero no voy a añadirle algo más para que peleemos de nuevo...
-Bueno, el juego ha acabado. Vamos a bañarnos para quitarnos todo este lodo-les digo a mis hijos y ambos pegan un grito, corriendo en dirección al interior de la casa por la puerta trasera. Les pego un grito para que se detengan y ambos se quedan congelados, haciéndome reír. Camino hacia la manguera y la enciendo, empapando a mis hijos con ella. Ambos comienzan a brincar y reír. Río con ellos y disfrutamos de quitarnos el lodo con la manguera.
Después de casi media hora de jugar con el agua, los tres estamos libres de suciedad. Mis hijos están en calzoncillos, yo solo me quité la camisa, pues no tengo la misma libertad que mis hijos. Ellos pueden andar por ahí con sus bolitas al aire, yo no... No es algo que los vecinos puedan ver. Apago la manguera cuando escucho el timbre sonar. Mis hijos y yo salimos corriendo por el lado derecho de la casa que nos lleva directo a la entrada. Me detengo en seco cuando veo a
Melissa tocando el timbre. Ella gira en nuestra dirección y abre los ojos ligeramente, recorriéndome con su verdosa mirada. Nunca me había sentido tan incómodo por cómo estoy en estos momentos: sin camisa, con un pantalón playero, empapado de agua y dejando al aire mi dorso. Melissa me mira con detenimiento unos segundos y luego dice: -Hola-sonrío con incomodidad.
-Hola, Melissa-digo, sin saber qué rayos hacer. Mis hijos están detrás de mí, escondidos, avergonzados por estar en calzoncillos frente a Melissa.
-He venido a pedirle disculpas a Susan-dice, sonriendo con desgarbo.
-No está-digo de inmediato-. Puedes venir cuando esté-sueno grosero, pero es que su presencia me perturba. Más aún cuando lleva un jodido short blanco ajustado, resaltando su grande trasero, y una playera amarilla, sin sostén. ¡Carajo, sin sostén! Se le ven los pezones, ¡es una...!
-También quería invitarlos a cenar esta noche-dice y aparto la mirada. No quiero seguir viendo su cuerpo, joder-. Será una cena de cuatro. Mi novio estará-dice y la miro de inmediato.
-¿Tu novio?-Inquiero, porque no sabía que tenía novio. No con tanto ofrecimiento de su parte.
-Bueno, aún no lo somos, pero casi lo es... No sé, le digo así porque él me presenta siempre como su novia... No sé, es complicado-explica y sonrío. Escuchar esto me ha relajado. ¡Tiene novio! Joder, qué alivio.
-No creo que Susan quiera ir-le digo y ella muerde su labio inferior, mirando mi dorso desnudo-. Hemos tenido una discusión y no creo que quiera-¡mierda! ¿Por qué se lo dije? No me conviene que ella sepa que estamos peleados.
-Entonces arregla con ella. Se te da bien lo de ser romántico-dice y sonrío, porque parece amable y sincera en estos momentos -. En el restaurante Kan Wa, a las nueve en punto-dice, les lanza un beso a mis hijos y camina hacia su auto. No puedo evitar verle el trasero mientras camina. Su manera de vestir es provocativa y hasta un punto vulgar para mi gusto, pero tiene un cuerpo con grandes curvas y mis ojos lo recorren sin poder evitarlo. Niego con la cabeza y aparto la mirada.
Escucho los ladridos de los perros del vecindario y me despiertan de mi aturdimiento de hace unos segundos. Una idea romántica y algo estúpida llega a mi mente. Miro a mis hijos y sonrío.
-Vamos a vestirnos; tenemos algo que hacer-les digo y entramos a la casa.
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Capítulo XI: Almas cruzadas
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¡Los quiero! ❤️
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SUSAN
-¡Aprovecha la oferta! Con tan solo la compra de la nueva base recibirás...-otra vez esa estúpida mirada. Me miran de reojo y dan la vuelta para esquivarme. No sé por qué demonios las mujeres de este lugar siempre lucen como si fueran a algún evento de Hollywood... ¡Cómo odio que me miren como si fuera una demente repartiendo panfletos sobre la oferta del día! Whitney me lanza una mirada desde el otro lado de la tienda para que siga divulgando la oferta a la clientela. Muerdo mi mejilla para no soltar una palabrota y finjo mi mejor sonrisa, prosiguiendo a mi estupendo trabajo de acosadora...
Media hora después y mis pies comienzan a entumecerse debido a los tacones que llevo puestos, requisito "infalible" como empleada del Joy's Shop. -¡Auch...!- Suelto un quejido cuando siento un ardor en mi dedo chiquito del pie. Camino hacia mi alta y solitaria silla negra, sentándome en ella para evitar que mi tacón siga lastimando mi dedo chiquito por la presión que ejerzo cuando estoy de pie. Hoy ha sido un día de mierda, un jodido día de mierda. Derek Johnson no ha tenido la decencia de siquiera llamar para saber cómo estoy o intentar arreglar las cosas. Siempre lo hace, siempre hace lo imposible para que
yo esté bien, para que no siga enojada.
Exacto, estúpida, siempre lo hace, ¿por qué tú no?
Peleo con mi insoportable voz interna. Quizás tenga razón, debería llamarlo yo... ¡Qué diablos!... ¡Que me llame él!
-¿Que te llame quién?-Doy un respingo y veo a Whitney con sus ojos caramelo puestos en mí. Al parecer pensé en voz alta. Demonios, ya estoy perdiendo el juicio.
-¡Derek Johnson!-digo, más bien chillo, y comienzo a ordenar los panfletos. Necesito hacer algo con mis inquietas manos, pues tengo coraje.
-¿Todavía no te llama?-Whitney me observa con cierta diversión en sus ojos, puedo notarlo. La miro con los ojos entrecerrados y ella me brinda una blanca y perfecta sonrisa. Su cabello rizado es rebelde y alborotado, pero eso es lo que lo hace perfecto y atractivo. No sé qué demonios hago viéndole el pelo en estos momentos, pero es que sus rizos son verdaderamente llamativos-. ¡Aterriza!-La morena de ojos caramelo truena sus dedos frente a mi cara y despierto de mi ensimismamiento.
-¡No!... ¡El muy... sonso no ha llamado!-le contesto y ella ríe.
-Entonces llámalo tú-me dice con simplicidad y niego.
-No lo voy a llamar, que me llame él-protesto y ella se sienta en mi silla con energía, mirándome con atención. Dejo de acomodar panfletos y comienzo a recoger la estantería llena de maquillajes. Todo está organizado, solo algunas muestras están fuera de lugar.
-Pero si fuiste tú la que te enojaste, Susan-replica Whitney y la miro por unos segundos para luego continuar con mi labor.
-Él
siempre me llama para intentar arreglar las cosas-le digo, y ella rueda los ojos.
-Exacto. No puedes dejarle todo el trabajo a él. La discusión fue entre ambos y ambos deben poner de su parte para intentar arreglar las cosas-replica y dejo de moverme para prestarle toda mi atención a mis uñas. Odio cuando Whitney tiene razón, siempre la tiene.
-Me dijo cosas que dolieron-contesto en un murmullo. Ella toma mi mano y le da un leve apretón reconfortante.
-Lamento decírtelo, pero la verdad duele-sonrío por su manera tan dulce de decir algo tan cruel-. Solo tú puedes superarte, Susan. Tu esposo solo quiere apoyarte, no fuiste justa con él-medito lo que acaba de decir y llego a la conclusión de que soy una completa idiota.
-Whitney, es tan frustrante ver que soy una fracasada. No me siento a su nivel-me sincero y de pronto siento esta punzada en el estómago que siempre me fastidia cuando recuerdo mi fracaso. Mi compañera suelta una leve risa y abro los ojos como platos al notar lo que acabo decir-. Oh, Whitney, no quise decir que tú eres una fracasada, yo, y-yo...
-Soy feliz con lo que hago, Susan-interrumpe mi balbuceo-. Tengo dos empleos para pagar mis estudios universitarios, tengo a mi madre que me apoya en todo, techo para vivir y salud. ¿Qué más puedo pedir?-La simplicidad de decir las cosas y la manera tan dulce con la que habla me agrada. Ella es sencilla, una sencillez admirable. Whitney es una chica joven y fresca, muy madura para apenas tener veinte años. Ojalá pudiera hablar de mi vida con la simplicidad con la
que ella lo hace.
-Eres una gran chica, Whitney-sonríe-. Tienes toda una vida por delante-ella rueda los ojos y río.
-No vengas con eso de que "ya yo estoy vieja, tú estás a tiempo de hacer tu carrera"-dice imitando mi voz y río-. Eres una mujer joven, madura, nunca es tarde para restaurar tu carrera como doctora-me dice y cuando abro la boca para contestarle, algo llama mi atención. A través de la puerta de cristal veo a un auto sumamente lujoso, de una marca que no logro reconocer. Sus cristales están muy oscuros y no logro ver quién es el conductor del auto que está llamando la atención de mucha gente. La puerta se abre y veo a un hombre vestido con traje gris, gafas negras y cabello canoso, con un aire fresco y elegante, bajarse del auto y dirigirse hacia el Joy's Shop. Frunzo el ceño, pues es extraño que alguien así se dirija a esta tienda que frecuenta mujeres. Whitney ahora mira lo mismo que yo y está patidifusa con este hombre que ahora camina en dirección a la oficina de mi jefa. Ambas lo seguimos con la mirada y cuando la puerta de mi jefa se abre, giramos para que ella no nos vea mirando.
-¿Quién es ese?-Susurra Whitney y niego con la cabeza.
-No tengo idea-susurro de igual forma y ambas giramos las cabezas para ver hacia la oficina de mi jefa, pero ya la puerta se encuentra cerrada.
-Uy, la jefa tiene novio-dice mi compañera fingiendo escalofríos y no puedo evitar reír.
-No puede ser que alguien así sea su novio, además se ve muy mayor-contesto y ella se encoge de hombros.
-A
esa mujer le hace falta sexo del bueno para ver si se le quita la amargura. Dicen que los hombres maduros tienen lo suyo-replica y ambas reímos. Luego continuamos hablando sobre mi jefa y lo amargada que es. No hay día en el que ella no pegue un grito o tenga algo negativo que decir sobre alguna empleada. Las chicas del Joy's Shop son jóvenes y con energía, siempre hacen su trabajo y la verdad son agradables. Pero Loyda, nuestra jefa, siempre busca algo para fastidiarnos la existencia. De seguro sus abundantes tetas y cabello rubio encrespado le obstruyen el oxígeno a su cerebro.
-¡Susan!-Doy un respingo cuando escucho el grito de mi jefa. Estar burlándome de ella en mis pensamientos y que por encima la escuche gritar mi nombre, me asustó-. ¡SUSAN!- vuelve a gritar, ahora con más fuerza, y camino hacia su oficina rápidamente. Empujo la puerta que se encuentra entre abierta y veo el alborotado pelo de mi jefa, quien está sentada en su escritorio con una sonrisa demasiada ancha y desagradable para mi gusto. No me sonríe a mí, le está sonriendo al hombre que está sentado en una silla frente a su escritorio, de espaldas a mí. Ninguno de los dos me presta atención, así que hablo: -Aquí estoy, jefa-le digo y ella parece despertar de su patético viaje, pues ahora me mira sin ningún rastro de sonrisa.
-¿Por qué te tardaste tanto?-Su tono me irrita, ¡demonios!-. No importa, ya te lo descontaré-muerdo mi mejilla para no decirle nada-. McMahon, te presento a Augusto Cambridge-el hombre se pone de pie enseguida y se gira en mi dirección. Clavo mis ojos en los suyos y
le extiendo mi mano para saludarlo con cortesía. Él no aparta la mirada en ningún momento, así que soy yo quien corta el contacto visual y aparto la mano-. Él es mi cardiólogo-no hay quien arregle ese corazón prieto y podrido, perra.
-Oh, mucho gusto, señor Cambridge-digo con amabilidad y el hombre sonríe, mostrándome su cuadrada sonrisa y cómo las líneas en sus ojos se hacen más visibles.
-Dígame Augusto, señorita-me dice y su voz suena con amabilidad genuina. Sus facciones son fuertes, con aire de rudeza y fuerza, pero su manera de hablar no va acorde con su rostro.
-Entonces Augusto le diré-contesto y el hombre sonríe.
-McMahon, el doctor estará viniendo con frecuencia a la tienda pues va a monitorear mi corazón-dice Loyda con hostilidad y la miro enseguida.
-¿Está bien, jefa?-Inquiero, queriendo saber por qué el doctor estará viniendo.
-Métase en sus asuntos-me contesta, tajante, y vuelvo a morder mi mejilla para no decirle nada. ¡Ella es tan irritante!
-Entonces, ¿para qué me llama y me presenta a su doctor?-Sueno tranquila, pero mi corazón comienza a bombardear deprisa por el coraje que esta mujer irritante me provoca.
-Soy nuevo en este lugar y me gustaría conocer más de aquí-habla Cambridge y lo miro por unos segundos, para luego mirar nuevamente a mi jefa.
-Y te toca llevarlo a conocer más sobre Betanville- me dice mi jefa y enarco una ceja.
-¿Es que acaso tengo cara de guía turística?-No quiero parecer grosera, pero
qué carajo se cree Loyda.
-Tienes cara de que no quieres perder tu empleo y dejar a tus hijos sin comer-me dice Loyda, serena, y puedo percibir el tono de advertencia que me da. Muerdo mi labio inferior para no gritarle que se vaya a la mierda-. Son las dos treinta, tienes tiempo de llevarlo a conocer algunos lugares-mira su reloj y luego sonríe con suficiencia.
-¿Y qué pasa con mi trabajo?-Trato de buscar alguna excusa.
-No te preocupes por eso, total, para lo poco que vendes, no se perderá mucho en un día-¡Quiero cogerla por el cuello y apretarlo hasta que no le quede aire en los pulmones!
-Solo quiero conocer un poco más la cuidad, prometo ser un buen turista-la voz del doctor llega a mis oídos y lo miro. Él me está mirando con una sonrisa y tomo una respiración profunda para no perder la paciencia con mi jefa. Después de todo, Cambridge no ha sido grosero conmigo.
-Iré a recoger mis cosas-digo, tajante, y salgo de la oficina hecha fuego.
...
-Y esta es la Plaza Central del pueblo-le digo a el doctor, quien las últimas dos horas ha estado atento a todo lo que le he ido presentando. No ha sido un viaje aburrido, él se ha comportado como todo un caballero y haber recorrido Betanville ha sido agotador, pero divertido.
-Es un lugar perfecto para pintar cuadros-dice y asiento. He hablado demasiado, estoy agotada y todavía sigo pensando en por qué Derek no me ha llamado. Me la pasé mirando mi celular para ver si recibía alguna llamada, en cambio solo recibí un mensaje de Manuel diciéndome
que iría a ver a mamá. Últimamente siempre va a verla. No es que nunca lo haga, es que ahora lo hace con más frecuencia-. Este lugar te debe traer recuerdos-me despierta Augusto de mis pensamientos. Lo miro enseguida, quien ahora está sentado en un banco con sus brazos en las rodillas y me mira con atención.
-¿Por qué lo dice?-Inquiero y él clava sus ojos en los míos. Guarda silencio, demasiado, y eso me pone nerviosa.
-Mimos por todos lados... Flores, risas... Una propuesta-sus palabras me ponen los vellos de punta. Sé de qué habla, sé a qué recuerdo se refiere. Lo que no sé es el porqué conoce sobre ello.
-¿D-D qué habla?-Sueno asustada. Él me mira con seriedad y guarda silencio, eso me pone aún más nerviosa. No deja de mirarme con atención, no deja de atravesarme con su mirada.
-Una cabaña elegante llena de policías... Una mujer desquiciada...-sus palabras me erizan la piel, se cuelan por mi piel y me asustan. Un torbellino de recuerdos golpean mi mente. Cecilia, Elizabeth, Derek, Manuel, policías, gritos, llanto... Un disparo...
-¿Q-Quién es usted? ¿Q-Qué quiere de mí?-El hombre se levanta y como por inercia retrocedo.
-No quiero hacerte daño-continúo retrocediendo y mi corazón está tan acelerado que lo siento detrás de mis orejas.
-No se acerque...-suelto, pero él intenta tocarme. Retrocedo bruscamente y caigo de bruces al suelo. Cambridge estira sus brazos para levantarme, pero lo aparto enseguida y me levanto-. ¡No me toque!... ¡Déjeme!...-otra manada de recuerdos me golpea. Comienzo a caminar
dando grandes zancadas para irme de aquí. No quiero a este hombre cerca, no lo quiero cerca.
-¡Derek es mi hijo...!-Me quedo paralizada al oír sus palabras.
...
Golpeo con mi dedo índice la taza de café. El olor a donas friéndose y capuchino llena mis fosas nasales. Miro como por enésima vez la ventanilla de cristal y tomo una respiración profunda. Este hombre que tengo enfrente es el padre de Derek. Este hombre de ojos color monte, cabello canoso, facciones fuertes, vestimenta elegante, auto extravagantemente lujoso, cardiólogo, es el padre de Derek.
-Por favor, di algo-su voz llega a mi sentido de audición y lo miro. Parece preocupado, perturbado, asustado. Hace más de quince minutos que llegamos a esta cafetería y no hemos mediado ni una sola palabra, hasta ahora.
-¿Cómo es que eres... su padre?-Mi pregunta es estúpida, así que aclaro: -¿No era Emilio su padre?-Sé la repuesta, pero quiero escucharla de su boca.
-Ese hombre no era su padre-noto su tono cortante.
-Si sabía que no lo era, ¿por qué nunca se hizo cargo de Derek?-Aparto la mirada, pues sus ojos son penetrantes.
-No podía-resopla-. Cecilia no quería que me acercara a mi hijo-la mención de esa mujer hace que mi estómago se retuerza.
-¿Cómo fue que estuvo con ella?-Inquiero y él se echa hacia atrás y mira hacia la ventanilla. Después de varios minutos, habla: -La conocí un verano. Mi familia tenía una cabaña en las afueras de la ciudad y pasábamos los dos meses de verano en ese lugar. Ella era hermosa,
me enamoré como un loco de ella. Cuando el verano terminó, ambos teníamos que volver, así que quisimos hacer una noche inolvidable. Ya sabes... Yo la deseaba, nos deseábamos-lo escucho con atención mientras veo cómo mira por la ventanilla, absorto en sus recuerdos.
-Hicimos el amor... Después no volví a saber nada de ella. Meses después, volví por ella. No dejaba de pensar en todo lo que vivimos ese verano, así que la busqué. La vi con un hombre, embarazada-cierra los ojos y tarda unos segundos antes de continuar-. Me volví loco, no soportaba verla con otro. Esa misma noche la seguí hasta su casa, la que compartía con ese hombre. Me dijo que lo nuestro se había acabado, que solo fue un amor de verano y que no volviera a buscarla...
-¿Y cómo supiste que ese bebé era tuyo?
-Las fechas cuadraban. Ella tenía siete meses de embarazo, siete meses después de lo que había sucedido entre nosotros-la mesera llega con nuestra orden de donas y esperamos a que se retire para continuar hablando. Ahora mismo no tengo ganas de comer nada.
-Hay algo que no me cuadra en todo esto-digo y él se incorpora en su asiento y clava sus ojos en mí. Me da escalofríos su mirada penetrante.
-A mí tampoco me cuadraba, hasta que decidí indagar más-dice-. Cecilia estaba buscando quedar embarazada. Estaba obsesionada con un hombre, Emilio Gutiérrez. Al parecer comenzaban a tener problemas y ella no quería que ese hombre la dejara. Así que ese verano se las ingenió para quedar embarazada-resopla y aprieta sus puños-. Me enamoró, jugó conmigo... Dio
a luz a un hijo que era mío, un hijo que yo estaba dispuesto a cuidar... En cambio mi hijo tuvo que sufrir el desprecio de un hombre al que creía que era su padre, tuvo que aguantar la locura de su madre-todo esto me duele, me perturba. Derek ha sufrido mucho, todo esto acabará con él.
-Esa mujer hizo lo mismo dos veces. Primero con usted y luego con Patricio-digo, recordando al niño Dylan, ese que murió a consecuencia de la locura de Cecilia.
-Esa mujer estaba enferma-dice Augusto y puedo notar el enojo en su voz-. No me permitió acercarme a mi hijo. Me amenazó con matarlo. Me dijo que si no era de ella no era de nadie. Estaba loca, sabía que era capaz de hacerlo. Así que nunca me acerqué a él.
-¡Fue un cobarde! Sabía que sufría el rechazo de aquel hombre y como quiera no hizo nada-tengo coraje, rabia, pues aunque conocía de lo que era capaz Cecilia, este hombre no hizo nada por Derek. Quizás si hubiera aparecido, ni él ni yo hubiéramos pasado nada de aquella locura.
-No tuve opción. Quería a mi hijo vivo, lo quería. Por eso siempre procuré de él, siempre estuve al pendiente de que nada le pasara-resoplo, enojada-. Créeme, siempre hice lo posible por su bienestar. ¿Cómo crees que pudo mudarse y vivir en buenas condiciones? ¿Cómo crees que tenía un auto y comida? ¿Cómo crees que pudo llevarte a aquella pista de hielo sin tener problemas con nadie? ¿Cómo crees que pudo llevarte a todos aquellos siete lugares? ¿Cómo crees que logró salir sin problemas de la policía? Yo moví todos mis contactos para que nada le afectara, para que
la policía no presentara cargos en su contra por todo lo que su madre loca hizo. Sé que debí decirle que yo soy su padre, que sí tiene familia, que no está solo, pero no quería perderlo, así que si no podía decirle la verdad, al menos podía cuidar de él, aunque no supiera nada.
Sus palabras me perforan el alma, me provocan una fuerte opresión en mi pecho. No sé qué demonios decir, qué hacer. Solo pienso en Derek, en todo lo que tuvo que pasar en su niñez, en la falta de su padre. Este hombre está vivo, sí tiene a su papá, aún tiene a un familiar vivo, y no sé cómo decírselo. Me duele la cabeza, me duele el corazón. Todo esto es demasiado.
-Yo solo quiero morir en paz-dice el padre de Derek y lo miro enseguida-. No me queda mucho-añade y mi corazón da un vuelco.
-¿De qué habla, Augusto?-Inquiero, preocupada.
-Estoy enfermo-dice y ahogo un grito. Él toma mi mano y no intento apartarla-. Solo quiero mirarlo a los ojos y pedirle perdón, decirle cuánto lo amo-mis ojos se cristalizan y trato de retener las lágrimas-. Pero no quiero que me perdone por lástima-suelta mi mano y vuelve a mirar por la ventanilla. Puedo ver que sus ojos están teñidos de un rosa intenso, señal de que está aguantándose para no llorar. Ahora que veo su mandíbula apretada y tensa, veo el parecido que Derek tiene con su padre.
-No sé cómo decirle esto-digo y él asiente.
-Solo tenemos que esperar el momento adecuado-me dice y también asiento-. Sabía que mi hijo estaba en lo correcto aquella noche en la que arriesgó todo
por ti-dice y de mi boca tira una leve sonrisa-. Estoy feliz de que haya sabido escoger a la mujer correcta-dice y no decimos más. Ambos nos sumergimos en nuestros pensamientos.
...
Estaciono mi auto en la acera y tomo una respiración profunda. Las luces del vecindario están comenzando a encenderse, señal de que la noche está cayendo. No quise ir al gimnasio, no quise estar un segundo más alejada de Derek. Su padre está enfermo, está muriendo, y él siquiera sabe que tiene padre. No sé cómo voy a poder guardar esto, en algún momento tiene que enterarse, pero no ahora. Su padre no quiere generarle lástima, no lo culpo, quién quisiera ser perdonado solo por lástima. Sé que Augusto es un buen hombre, puedo notar que de verdad ama a su hijo. Conoce mucho sobre él e incluso tiene fotografías de Derek en su móvil. Me las enseñó luego de que recibió una llamada de su secretaria. Para algunos podría resultar algo acosador, pero para mí significó que de verdad lo quería en su vida.
Me bajo del auto y de inmediato siento la brisa fría de la tarde cayendo. Camino por la acera que me lleva a la entrada de la casa y abro la puerta, luego de haber tomado una gran respiración.
Una luz tenue ilumina la casa y veo un camino de cuerda. Frunzo el ceño y sigo el camino, que va desde la entrada, luego sigue por las escaleras de la segunda planta, hasta que llega a mi habitación. Esto es extraño... Abro la puerta lentamente y lo que veo me paraliza el corazón.
En la habitación hay una pequeña casa color rosa, como de muñecas de Barbie, y en ella hay una nota que dice:
"Seamos exitosos juntos". Un nudo se instala en mi garganta cuando veo que Derek sale del cuarto de baño con una criatura en sus brazos. Una hermosa criaturita.
-Cuidemos de ella y crezcamos juntos-me dice Derek, parado en el umbral, mirándome directamente a los ojos. Sollozo, porque sus palabras me tocan la fibra. Sollozo, porque soy afortunada de tener a Derek. Sollozo, porque le oculto un gran secreto. Sollozo, porque me enojé con él injustamente. Sollozo, porque lo amo, porque amo sus detalles. Sollozo, porque me encanta la hermosa criatura que tengo enfrente-. Dile hola a mamá, Nube-camino hacia Derek y tomo en mis brazos a la hermosa perrita Siverian Husky. Sus ojitos son de un azul hermoso, hermoso como el cielo. La acaricio y sollozo aún más.
-Derek, perdóname-le digo y él me abraza. La perrita lame la mejilla de Derek y sonrío-. Es hermosa-le digo y él sonríe.
-Los niños y yo la adoptamos hoy-explica-. Sé que desde que perdimos a Aseison no querías ninguna mascota, pero...
-Shh...-lo silencio-. Me encanta, mi amor. Gracias-le digo y él sonríe levemente.
-Quiero que seamos exitosos juntos, que ambos hagamos lo que queremos y nos alegremos por nuestros éxitos. No quiero que te sientas menos que yo, no quiero que digas que eres una fracasada. Sé que esta mañana te dije cosas hirientes, yo...
-La verdad duele-le digo, recordando las palabras de Whitney. Él baja la mirada y tomo su barbilla para que me mire-. Gracias por eso-le digo y lo beso. La perrita ladra y nos separamos, riendo.
-Voy
a devolver a esta perra-gruñe Derek y suelto una carcajada. Él se me queda viendo y enarco una ceja, porque sé que tiene algo que decir.
-Dímelo-le digo y él tarda unos segundos antes de decir: -Melissa quiere que vayamos a cenar esta noche en el restaurante Kan Wa-suelto una carcajada y él me mira como si me hubiera salido otro ojo.
-Esto debe ser una broma-digo y él niega. Paro de reír y lo miro seria-. No voy a cenar con esa perra-contesto y me siento en la cama para quitarme los molestosos zapatos. Derek deja a Nube en la rosada casita y se sienta a mi lado.
-Dijo que era una cena para cuatro-dice-. Tú, yo, ella y su novio-lo único que escuché fue novio.
-¡¿Novio?!-Me levanto exaltada y río-. ¿Tiene novio?-Digo y él asiente-. Ah, no, esto lo tengo que ver yo. Me doy un baño y nos vamos-digo, caminando hacia el baño y lo escucho soltar una carcajada.
...
Gracias al cielo que Manuel se llevó a mis hijos. Con razón me envió el mensaje de que iba para casa de mamá. Derek sabía que iba a aceptar ir a la dichosa cena. Es que esto no me lo pierdo por nada del mundo. ¿La ofrecida tiene novio? Ja, esto lo tengo que ver.
Me bajo del auto y espero en la entrada del restaurante a que Derek estacione el vehículo. Opté por usar un vestido verde monte y me recuerdo de los ojos de Augusto. Sacudo mi cabeza para apartar los pensamientos de su padre y alguien tropieza conmigo, haciéndome tambalear.
-Oh, disculpe, señorita, no la vi...-esa voz, esos brazos, ese rostro...
-¿Pablo?...
-¿Susan?-No puede ser, no puede ser él-. Dios, Susan, ¡eres tú!-Sí es él, sí es él.
-P-Pablo... Eres tú-balbuceo y miro para todos lados, nerviosa.
-Sí, el mismo-ríe-. Wow, Susan, estás hermosa-me halaga y siento mis mejillas acaloradas. No puedo creer que esté aquí.
-¿Cómo estás?... ¿Cómo es que estás aquí?-Sonríe y aparto la mirada. Es increíble lo guapo que está. Siempre lo fue, pero ahora es un hombre maduro. La última vez que lo vi fue cuando terminó conmigo para volver con su ex, allá en Puerto Rico.
-Me mudé hace dos años para acá. Me ofrecieron un buen empleo y no dudé en mudarme-dice y asiento.
-Qué bien-es lo único que logro decir.
-¿Y tú?-Pregunta y miro hacia atrás para ver si veo a Derek. No quiero pasar una situación incómoda presentándole a mi ex novio.
-Bien. Estoy esperando a mi esposo-le digo y parece notar mi indirecta, porque dice: -Oh, qué bien. Pues nada, fue un placer verte. Espero volver a encontrarnos-yo no.
-Igual, hasta luego-le digo y me volteo para no tener que verlo. Enseguida veo a Derek caminar hacia mí y miro hacia atrás para ver si Pablo sigue ahí, pero ya no está. Suelto el aire que no sabía que llevaba contenido y Derek llega a mi lado, tomándome de la mano.
-¿Por qué te quedaste afuera?-Inquiere y me encargo de sonreír.
-Te esperaba-le digo y ambos entramos al restaurante.
La canción de Alessia Cara, Here, se escucha de fondo y una mujer china nos dirige hacia la mesa que la mujercita ofrecida reservó. Estoy deseando verle la cara al cebú que tiene por novio.
Oh, no...
-Pablo-el nombre sale de mi boca sin poder evitarlo.
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Capítulo XII: Historias conexas
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DEREK
La música se escucha lejana, pero clara. El sonido de los cubiertos siendo golpeados contra platos, risas y habladuría, es todo lo que se puede escuchar en el restaurante... Pero no solo eso, también se puede percibir el patidifuso rostro de Susan. También se puede percibir cómo sus mejillas están teñidas de un rosa intenso como si chispas ardientes quisieran salir de ellas. También se puede percibir que está mirando al hombre que está sentado al lado de Melissa como si lo conociera. No, no como, es que en realidad lo conoce. Escuché cómo de su boca salió Pablo... ¿Quién mierdas es este?...
-¡Buenas noches!-Melissa se levanta de la silla, recibiéndonos con una amplia sonrisa. Susan parece despertar de su jodido viaje, y le sonríe a la rubia. ¿Y a mi mujer qué le pasa?... Está actuando muy extraño y no soy pendejo, algo tiene que ver el hombre que parece como si le estuvieran dando una carga a batazos. Está pegado
mirando a Susan, no le quita la vista de encima y esto me está sacando de balance. ¿Qué carajo mira?...
-Buenas noches-digo y le dirijo una mirada de advertencia al hombrecito bien vestido, que parece captar enseguida, pues deja de mirar a Susan y se levanta para estrecharme su mano. Sin vacilar se la estrecho y asiento con una sonrisa. Caballero... caballero, incluso entre hombres.
-Les presento a Pablo Díaz-nos dice la rubia y asiento. Miro a Susan para examinar su reacción; ella mira al que ahora sé que se llama Pablo y asiente, evitando mirarlo a los ojos. Estos dos se conocen y por lo que veo no tienen una historia muy bonita, lo sé por como está actuando mi esposa. Y como no me voy a quedar con la duda, digo:- ¿Se conocen?-Susan niega y Pablo asiente. Bien, oficialmente estoy empezando a cabrearme. Melissa sonríe y toma a Pablito por el brazo. Ambos se sientan e imitamos su movimiento. Miro a Susan en busca de su mirada, pero ella me está evadiendo. Muerdo el interior de mi mejilla, aprieto los dientes y miro hacia la pareja que tengo enfrente.
-¿Se conocen, David?-Escucho que le dice Melissa a Pablo. Él me mira con recelo y luego niega.
-No-contesta, pero no me trago el cuento. ¿Qué mi-er-das le pasa a estos dos?
-Bien-dice Melissa y nos mira, sonriendo-. Ordené el buffet, así que adelante, ¡a comer!-Melissa y Pablo toman los platos y se levantan, encaminándose al área en donde se encuentra el manjar. Susan hace ademán de levantarse de la mesa, pero la tomo por la muñeca y se lo impido. Ella muerde su labio inferior
y me confirma que está más allá de lo nerviosa. Susan no lo sabe, pero cuando está ocultando algo, su párpado izquierdo comienza a vibrar como un tic nervioso y muerde su labio inferior de manera involuntaria. Ella intenta soltarse de mi agarre, pero no se lo permito. Sé que me estoy precipitando, pero algo pasa entre ella y el Pablo ese.
-¿Hay algo que debas decirme?-Inquiero, pausadamente. Ella no se mueve, no me mira, no dice nada-. Dímelo-le digo y ella me mira a los ojos por vez primera. ¡Mierda!, mejor no lo hubiera hecho. Sus ojos muestran lo cagada que está...
-Pablo es él-dice y frunzo el ceño, confundido-. Es él-¡Carajo!... ¡Es él!... ¡Pablo!... ¡Su cabrón ex novio!...
-¿Es ese Pablo?-Asiente. ¡Mierda!, ¡y mil veces mierda!... ¿Por qué de pronto quiero ir y partirle la cara al mono bien vestido?... Pero no seas tan cavernícola, Derek, es solo su ex novio-. ¿Y por qué tanto nervio, Susan? Es solo tu ex novio-me las ingenio para sonar sereno, aunque por dentro esté tratando de salir el cavernícola que llevo encerrado. Me levanto de la silla y tomo el plato, sonriendo ampliamente. Susan parece entre confusa y preocupada. Le tiro un guiño y le extiendo mi mano para ayudarla a levantarse-. Vamos, nena, que este cavernícola necesita comer- y ver más de cerca al Pablito.
Caminamos agarrados de la mano hacia el área en donde se encuentra la comida del buffet y enseguida visualizo a Melissa junto al hombrecito. Susan suelta nuestro agarre y comienza a servirse arroz chino. Yo me coloco
a su lado, y comienzo a servirme costillas con salsa dulce. Poco a poco me voy a alejando de Susan, hasta que estoy a poca distancia de Melissa y Pablo. La rubia me ve y sonríe, pero al parecer hoy no soy su centro de atención, sino Pablito, cosa que agradezco, porque prefiero a esta indiferente Melissa a la acosadora y ofrecida. Veo que se aparta del imbécil y aprovecho la oportunidad, colocándome a su lado, fingiendo que quiero comer lechuga y tomates, como el muy mimado está haciendo. Me está mirando por el rabillo del ojo, así que sonrío y enarco una ceja.
-Así que son amigos de Melissa-escucho su voz, su ridícula ronca voz, y lo miro enseguida. Sus ojos color verde mierda, su rostro asquerosamente liso, sus dientes tan blancos que parecen caja de viejo, todo eso me importa un rábano. Es un niño mimado bien vestido.
-Así que eres el ex novio de mi esposa-le digo, sonriendo, y él aparta la mirada. Comienza a desplazarse hacia el lado y lo imito. Es un pendejo asustadizo.
-¿Eso te dijo ella?-Inquiere, aunque más bien solo está asegurándose de que no meta la pata si abre la boca.
-No solo eso-le digo y parece captar muy bien mi indirecta. Susan me habló sobre este pendejo, cómo se conocieron y hasta las cosas que hicieron en los dos años que estuvieron juntos. Cosas que no quiero ni recordar en estos momentos, porque terminaré hundiendo mi puño en su mandíbula. Se me encrespan los vellos de la nuca de solo imaginar la lengua de este cabrón dentro de Susan. De solo imaginar a él hundiéndose en ella, de solo imaginar cómo sus dientes
muerden sus senos, provocándole gemidos... ¡Mierda!, ¡carajo!, ¡joder!... Un líquido espeso y amargo se coloca en la boca de mi estómago, quitándome de pronto las ganas de comer. Aprieto el plato tan fuerte que mis nudillos se blanquean. Veo cómo el hombrecito continúa sirviéndose basura verde y orgánica, mientras mi mente se imagina cada detalle que Susan me ha contado sobre su relación. Bueno, quizás mi imaginación sea muy creativa y tal vez, solo tal vez, me imagino las cosas muy gráficas y específicas. Tal vez mi mente corra velozmente e imagina escenas que siquiera Susan me ha contado. Tal vez, solo tal vez...
-Buen provecho, William-me mira y pasa por mi lado, encaminándose a la mesa. Aprieto los dientes... ¡¿Por qué demonios me llamó así?!... Nadie lo hace y este pendejo no lo hará. Termino de servirme la comida y camino hacia la mesa. Él está sentado junto a Melissa, pero su vista está posada en Susan, quien aún está sirviéndose la comida. Me quedo perforándolo con mi mirada, y cuando nota que me di cuenta de su vista en mi esposa, aparta la mirada y mira a Melissa.
-La comida de aquí es deliciosa-dice la rubia cuando Susan llega y se sienta a mi lado-. Pablo y yo vamos seguido aquí-agrega y mi esposa se limita a comer, sin siquiera mirar a nadie. Me tiene irritado su actitud. Melissa es la única que está hablando y parece notarlo, pues luego de unos segundos, dice: -¿Cómo es que tú y Pablo se conocen?-Su pregunta hace que Susan levante la mirada y la mire con evidente irritación-. Vamos, claro que se conocen, puedo notar
la tensión que hay entre ustedes-dice y su manera de decir eso solo ayudó a engullir aún más mis entrañas-. Oh, espera, ¿es ella? ¿Es esa Susan?-No sé, pero la voz de Melissa en estos momentos me está irritando hasta la mierda. Pablo asiente y mira fugazmente a Susan.
-¿A qué te refieres con esa Susan?-Escucho a mi esposa inquirir.
-Bueno, Pablo me ha contado sobre sus ex novias. Tranquila, solo eres una más de sus ex, nada importante-esto parece golpear el rostro de Susan con fuerza y no es para menos. Melissa siempre perfora a Susan con sus palabras. Evidentemente ya sé por dónde va esto.
-Al parecer, por su historial, te sumarás a esa lista-le contesta Susan. Estas dos mujeres parecen fieras con ganas de atacarse. El factor es lo que no me gusta. El Pablo está causando riña entre ellas, e inexplicablemente estoy sintiendo un puñado de celos que hacen mi pecho arder. Sé que Susan está cabreada por la actitud de Melissa, entiendo el punto, pero la rivalidad solo está causando que me sienta vulnerable.
-Señoritas...-dice Pablo interviniendo y Melissa sonríe, negando con la cabeza.
-No me hagas caso, Susy-dice y besa a Pablo en la boca. Susan me mira y baja la mirada-. Ahora bien, brindemos por este encuentro-toma su vaso de gaseosa-. Porque la vida es un pañuelo-dice y brindamos. Un pañuelo que magullaré y picaré en pedazos si la vida sigue dándonos encuentros tan patéticos como este...
...
-¿Qué fue eso?-Susan y yo caminamos por la acera que dirige a la entrada de la casa de Mónica.
Durante la cena estuvo sumamente callada, así que decidí largarme de allí. Fue un fiasco ir a esa mierda de cena. Cuatro personas, cuatro historias distintas, pero conexas. Odié cada segundo de ella, y odio cada segundo de silencio junto a Susan.
-Un desastre-murmura mi esposa y la tomo por la mano para detenerla. Ella me mira a los ojos, pero los aparta tan rápido como lo hizo.
-No debí aceptar ir-digo y ella se encoge de hombros.
-Esto solo nos pasa a nosotros... Nuestra vida es un maldito drama-resopla y sonrío por su enfado. Es tan hermosa cuando se enoja.
-¡Qué sería de nuestra historia sin nuestro patético drama diario!-le digo, y ella suelta una leve risa que logra calmar mi mal humor.
-De seguro nuestra historia no la leerían ni adolescentes de Wattpad sin nuestro "patético drama diario"-dice y ruedo los ojos, riendo. Tiro de ella y la atraigo hacia mí para besar su nuca.
-No me importa quién la lea con tal de poder continuar escribiéndola hasta el final de nuestras vidas-susurro y la escucho suspirar dramáticamente.
-¡Qué sería de nuestra historia sin las cursilerías de Derek Johnson!-Suelto una carcajada y continuamos caminando hasta llegar a la puerta y tocar el timbre.
-No quiero discutir, pero no entiendo por qué tomaste esa actitud frente al muñequito de plomo-le digo, intentado no parecer enfadado, pero la verdad es que la cena me sacó de balance.
-Es mi ex novio y no esperaba que fuera el novio de tu ex novia. Muchos ex juntos, ¿no crees?-Asiento y ella besa mi mejilla, de
modo que cierro los ojos ante su contacto-. Disculpa mi actitud, pero fue algo muy incómodo-me dice, pero no puedo quitar de mí la sensación amarga provocada por los celos.
-Para mí también fue incómodo-le digo y la puerta se abre. Manuel es quien la abre.
-¿Por qué mierdas tocan el timbre? ¡Pueden pasar sin tocar!-Nos dice poniendo los ojos en blanco y Susan rueda los suyos, pasando por su lado de manera agresiva para molestarlo. Manuel la toma por la cintura y la levanta del suelo, provocando que mi esposa chille para que la baje. Río y los dejo peleando en la entrada. Camino hacia la sala y veo a mis hijos jugar un videojuego y mi suegra sentada en la butaca leyendo un libro. Sonrío y camino hacia ella para besarla en la frente. Ella toma mi mejilla cariñosamente y me besa de igual forma.
-Dios te bendiga, mi amor. ¿Cómo les fue?-Su pregunta me hace soltar una leve risa y ella deja su libro a un lado y me mira con una sonrisa-. Haber... Déjame adivinar... Susan al fin tomó a la ostentosa rubia por su sedoso cabello y le hizo tragar el arroz chino hasta ahogarla-suelto una carcajada y me siento a su lado, rodeando sus hombros con mis brazos.
-Eres asombrosa, Mónica-le digo y ella sonríe-. Fue un desastre la cena-le digo ahora serio.
-Me lo imaginé. Esa rubia y mi hermosa morena juntas no son buena combinación-me dice y asiento.
-¡Ya déjame, Manuel!-escucho a Susan.
-Ven acá, preciosa, dime que me amas-es Manuel quien habla. Mónica y yo rodamos los ojos y en segundos vemos a los dos entrar a la sala.
-¡Gané!-chilla Liam y volteo mi cabeza hacia mis hijos.
-Bueno, como que ya viene siendo hora de que saluden a papá-les digo, pero ambos me ignoran-. ¡Hey, estoy aquí!-ignorado de nuevo. Me levanto del asiento y me coloco frente a ellos, quienes protestan enseguida, porque les bloqueo la vista al juego.
-William, Liam-les dice Mónica, pero le hago señas para que no les diga nada. Me encanta molestar a mis hijos.
-Porque estoy solito, no hay nadie aquí a mi lado-canto y ríen. Se levantan del suelo y me abrazan. Luego se sientan de nuevo y me dicen que me aparte. Ruedo los ojos y lo hago.
-¿Cómo se portaron?-Escucho a Susan preguntarle a su madre. Manuel está recostado del umbral y observa a Mónica de manera extraña. Le frunzo el ceño como gesto de pregunta y él menea su cabeza para que lo siga. Beso a mis hijos y dejo a Susan hablando con su madre. Salgo de la sala y sigo a Manuel, quien camina hasta llegar a la cocina.
-¿Qué pasa?-Inquiero y él toma una respiración profunda antes de hablar.
-Otra vez pasó-me dice y no tardo en entender a qué se refiere.
-¿Aún no lo hace?-Manuel niega y tomo una respiración profunda-. Esto no terminará bien para ninguno de los dos-digo y mi amigo niega con la cabeza, frustrado.
-Intento de ayudarla como me prometí, pero ella es una señora adulta, sabe lo que hace-me dice y enreda los dedos en su cabello, movimiento que hace cuando algo lo preocupa.
-Esto va a dañar a Susan, va a dañar muchas cosas-digo, frustrado, y Manuel comienza
a caminar por la estancia, evidentemente preocupado al igual que yo.
-Tampoco es como si Susan fuera una niña, debe de entender a su madre-me dice y niego.
-Sé que debe ser así, pero sabes cómo es Susan, sabes que si se entera de esto no lo va a tomar nada bien-le digo y Manuel pone los ojos en blanco.
-Susan es como un grano en el culo cuando se enoja-dice y ambos reímos, relajándonos un poco.
-Solo dejemos que Mónica dé el paso, no nos podemos meter mucho en esto-digo y Manuel asiente-. Solo cuida de ella, esa vieja es como mi madre.
-Esa vieja es mi madre también, pero está cabrona al igual que su hija-dice y suelto una carcajada.
***
-¡Sr. Brown!... ¡Sr. Brown!- Troto para llegar junto al hombre canoso vestido con traje. Llevaba cuarenta y cinco minutos esperando a que saliera del bufete y no voy a permitir que se vaya, no sin antes insistir sobre esa carta de la que Susan y mi suegro hablaron. Estuve toda la semana aglomerando interrogativas en mi mente y de pronto me encontraba caminando hacia su oficina. Entré, pero su secretaria me dijo que no podía hablar con él al menos que fuera con cita previa, así que decidí esperarlo frente al bufete. Ahora lo tengo enfrente, mirándome con evidente irritación, pero camuflajeado con su porte elegante y profesional.
-Señor Gutiérrez, ¿en qué puedo ayudarlo?-Me dice con amabilidad forzada. No lo culpo, lo he jodido los últimos días en busca de respuestas.
-Necesito que me dé la carta escrita por mi abuela-voy al grano.
El abogado mira su reloj y luego a mí.
-Señor Gutiérrez, ya le he dicho que no sé de qué carta me habla-me dice y muerdo mi mejilla para no salirle con groserías-. La señora Lasalle no me dejó en posesión de ninguna carta. Solo tengo encargado su testamento, el cual será dictaminado el veinte de este mes-asiento con impaciencia.
-Usted le entregó una carta a mis suegros, por favor, necesito saber qué dice la carta-le suplico. Sueno patético, pero de alguna forma convenceré a este hombre con traje.
-He sido claro con usted-dice-. Si está seguro de su dato, entonces hable con sus suegros sobre esa carta-sentencia-. Ahora si me disculpa, debo irme-gira sobre sus talones y me deja con la palabra en la boca. Aprieto los dientes y giro para caminar hacia mi auto. No sé qué demonios voy a hacer, pero si esa carta existe, la leeré.
...
-¡No lo hagas, mi amor! ¡No te alejes de mí!... ¡Derek, no me abandones!
-¡Basta! ¡Basta! ¡No pienso seguir cerca de ti! ¡Lo que has hecho debes pagarlo!...
-¡No!, ¡no!, ¡no!... ¡Lo que hice lo hice por ti, por ellas! ¡No puedes mudarte lejos solo porque quise enseñarles una lección!...
-¡Lo que hiciste es enfermo, necesitas ayuda, mamá!...
-¡No!, ¡mi cielo!... ¡Solo te necesito a ti, a Emilio! ¡Los necesito! ¡Ambos son mis amores, son míos!... ¡Puedo vivir sin Emilio, pero sin ti no, mi Derek, sin ti no!
-¡Basta! ¡Me mudaré!
-¡Cállate!, ¡cállate!, ¡cállate!...-comenzó a halar
su cabello y golpeó su cabeza contra la pared repetidas veces. La tomé por los brazos y la pegué a mi pecho. Poco a poco fue calmándose y se aferró a mí con fuerza. Si continuaba golpeándose se haría daño y no lo permitiría, no cargaría con ese peso; era mi madre-. No te vayas, mi Derek, no me dejes. Te prometo cambiar, prometo tomarme los medicamentos todos los días y hacer lo que me ordenes... ¡Por favor, no me dejes!-Lágrimas caían por su rostro y las limpié con las yemas de mis dedos. Odiaba esa presión en el pecho, esa sensación de impotencia y vulnerabilidad.
-No te entregaré a la policía-le dije y ella calmó sus berrinches de inmediato y me miró sonriendo torcidamente-, pero me mudaré-sentencié y comenzó a sollozar de nuevo. La tomé por los hombros con fuerza e hice que me encarara-. ¡Promete que no harás nada de nuevo! ¡Promete que tomarás tus medicamentos todos los días! ¡Promete que le darás el divorcio a aquel hombre y lo sacarás de tu vida por completo!-le exigí, pero ella solo sollozaba-. ¡Promételo!-grité y ella asintió.
-Lo prometo-dijo-. Hijo, no te vayas...
-¡Basta! ¡Me iré y espero que no me sigas!...
Si tan solo hubiera sabido que mi partida sería el detonante de una cadena de desgracias, jamás me hubiera apartado de mi madre, jamás la hubiera abandonado, jamás hubiera ignorado su enfermiza obsesión con mi padre, conmigo... Intenté salir de la oscuridad sin tomar en cuenta que para salir de ella necesitaba enfrentarla, no huir...
-¡Señor ejecutivo,
mueve tu trasero!-La voz de Manuel llega a mi sentido de audición y ahora soy consciente de que estoy parado en la acera observando a una señora rubia detrás del vidrio de una tienda de ropa. Despierto de mi ensimismamiento y miro a Manuel, que viene caminando con un par de gaseosas y comida chatarra en las manos-. Estabas en un viaje de perico, cabrón-me dice y tomo lo que compró para comer.
-¿A qué hora es tu cita?-Le pregunto, evitando hablar de los recuerdos que esa mujer rubia parecida a mi madre me trajo.
-A las diez-dice y puedo notar que está nervioso.
-¿Qué te pasa, Manuel?-Le pregunto y él baja la mirada-. ¿Es por la cita con el psicólogo?-Inquiero y él asiente.
-Tengo miedo-me dice y le doy un sorbo a mi soda, tratando de que no se forme ninguna tensión incómoda entre nosotros.
-Es normal... Solo habla lo que quieras hablar-le digo y él parece un niño asustado en estos momentos-. Mira, pasé mucho tiempo recibiendo ayuda psicológica y eso me ayudó a no hundirme en la oscuridad, a no perder mi cordura... Recibí ayuda psiquiatra, tú solo necesitas terapia con un psicólogo, solo relájate y verás que todo será mejor a medida que avancen las citas.
-Ya he ido a esta mierda cuatro veces y no me sirve de un carajo-me dice y niego.
-Solo pon de tu parte-le digo. No continúo hablando, pues algo ha dejado a Manuel inmóvil. Tiene los ojos como platos, y pasan segundos cuando me toma por el brazo y ambos nos escondemos en la entrada de una de las tiendas. Enarco una ceja e intento asomarme para ver de qué se esconde, pero de inmediato me lo impide.
-¿De qué mierdas...
-Shh...-me silencia-. Es Aura-me dice y una ancha sonrisa se forma en mi rostro.
-Oh, tengo que ver a la pecosa, Manuelito-le digo con picardía y asomo mi cabeza para ver a la famosa pecosa con cara de niña inocente que tanto he escuchado a Manuel mencionar. Visualizo a un señor regordete y junto a él a una joven muchacha, flacucha, y cabello moreno. Camina en dirección hacia nosotros e intento salir del escondite, pero Manuel me sujeta del brazo y me lo impide.
-¿Qué haces, cabrón?- Gruñe-. No nos puede ver. Vámonos-dice y parece un jodido adolescente asustado. Río por su vulnerabilidad ante esa muchacha y antes de que vuelva a sujetarme, salgo de mi escondite y camino a toda prisa hacia la pecosa.
-¡Hey, Aura!-La llamo y siento cómo Manuel tira de mí, pero ya es tarde, la pecosa nos está mirando.
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Capítulo XIII: Luz
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MANUEL
Estoy acabado. Estoy completamente acabado. Padre Celestial, ¿qué acaba de hacer Derek?... Aura...
-¿Manuel?-Sí, esa voz proviene de sus cuerdas vocales. Esa dulce y pasiva voz le pertenece a esta joven mujer con mejillas de canela. Estoy impaciente, no quiero que note mi disturbio, no quiero que note lo vulnerable que me siento frente a ella.
-Tú debes ser Aura, ¿cierto?-Derek parece divertido, pero estoy tan perturbado en este momento que siquiera puedo reaccionar y
darle un puñetazo para que deje de ser tan inoportuno. Aura me mira fugazmente, parece abochornada, y aprovecho la coartada para despertar de mi trance y dirigirle una mirada desafiante y dura. Cada vez que lo hago un rosa intenso tiñe sus mejillas de chispas de canela; aunque me lo niegue mil veces, me encanta provocar ese efecto en ella.
-S-Sí-contesta ella, desviando su mirada. Es tan tímida, tan niña, y tan mujer a la misma vez. Una mezcla que me irrita, me hace querer salir corriendo de aquí.
-Manuel me ha hablado tanto de ti-le dice Derek y aprieto mis dientes para no soltarle una palabrota, aunque odie ensuciar mi lengua con palabras soeces; desde hace años salen por borbotones de mi boca, pero es la única manera para que las personas me dejen en paz.
-¿Lo ha hecho?-Es su abuelo el que habla. Curiosidad y algo de diversión destila de su voz. Aparto la mirada y fijo mi vista en el cartel que anuncia unas bebidas alcohólicas al otro lado de la calle. De pronto me parece interesante mirar hacia allá.
-Oh, sí que lo ha hecho-replica Derek-. Lo hace todo el tiempo-mira qué bonita la botella de cerveza. Oh, mira ese pajarito color amarillo que se acaba de colocar en el semáforo... ¡Derek, Dios mío, cállate!
-¿Cómo has estado?-Tardo unos segundos en darme cuenta que ese murmullo es dirigido a mí. Aura me mira directamente y cuando poso mis ojos en los suyos, sonroja. Mi cara está empezando a arder... Me siento todo un pendejo, aunque, ¿quién dice que no lo soy?...
-Bien-le contesto a la de mejillas de canela,
más tajante de lo que pretendía. Ella aparta la mirada y mira a Derek.
-Por tus ojos deduzco que eres Derek Johnson, ¿no?-Ella le inquiere y mi amigo sonríe, asintiendo-. Manuel me ha hablado mucho de ti también.
-¿Te ha hablado de mis ojos?-Replica, divertido. ¡Jesús!, hoy es el día de pasar vergüenzas. Su señor abuelo y ella ríen-. Sabía que te encantaban mis ojos, Manuelito-me dice Derek y lo fulmino con mi mirada. Le lanzo dagas, le lanzo flechas afiladas, le doy un batazo, manejo un autobús y lo aplasto accidentalmente...
-¿Eres el director de diseño de la fábrica del pueblo?-El panzón y regordete señor le habla a Derek y yo solo puedo mirar para todos lados, en un intento de no mirar a Aura... Fallo. La miro. La contemplo. ¡Agh...!
-Eso es así-le dice Derek, hablando con el abuelo de Aura como si lo conociera de toda la vida.
-El sobrino de mi difunta esposa es el presidente de la fábrica-comenta Fausto, el abuelo de la chica que estoy mirando como un acosador. Derek comienza a entablar conversación con el señor, pero yo no soy capaz de siquiera escuchar su acalorada charla... Estoy tan molesto conmigo mismo, estoy molesto... No quiero seguir viendo a Aura, no quiero verla y sentir esta estúpida sensación en mi estómago como si fuera un adolescente, no lo soy, ya no, de eso hace mucho, esas sensaciones nadie puede provocármelas, nadie... Aura está mirando un punto fijo en el suelo, sus pestañas abundantes son como cortinas en sus ojazos... Su nariz es tan pequeña y refinada, su cabello es tan lacio, cayendo sobre sus hombros
como si la gravedad lo mantuviera fijo, sus mejillas poseen chispas de canela polvorienta, su cintura es tan pequeña y delgada, que temo que pueda quebrarse... Su esencia irradia inocencia, dulzura, humildad, pero es tan mujer al mismo tiempo... ¡Agh...! ¡No puedo seguir viéndola, no puedo pensar en ella!... No puedo siquiera estar cerca de ella...
-¿Quieres ir a desayunar?-La pregunta sale de mi boca en un murmullo sin poder evitarlo. Ella levanta su vista y me mira a través de esas abundantes pestañas, me mira como si no pudiera creer la invitación que le acabo de hacer. Ni yo mismo me lo creo, no me creo que sea tan masoquista y estúpido.
-¿Vas a ser grosero conmigo?-Su interrogante me hace fruncir el ceño y apuñala la boca de mi estómago. He sido un imbécil con ella, Dios, lo he sido y no es justo.
-¿Vas a ser irritante y curiosa como siempre?-Replico, fingiendo que no me importa tratarla mal. Es mejor para ella, es mejor que no quiera involucrarse conmigo, no con lo acabado y oscuro que estoy.
-Abuelo, Manuel y yo iremos a desayunar-Aura ignora mi pregunta y le habla a su abuelo. Este la mira, riendo por algo que hablaba con Derek. Ambos nos miran con diversión.
-Pero si acabamos de...-el señor se detiene por la mirada de advertencia que le lanza Aura-. Claro, vayan, vayan...
-Anda, váyanse, porque el tiempo corre-nos dice Derek, toqueteando su reloj de muñeca. ¡Diablos, la cita!
-Bien-Aura comienza a caminar, dejándome atrás. Su abuelo y Derek me miran con diversión; yo ruedo los ojos y comienzo a caminar
detrás de ella.
-Hey, espera-le digo, trotando para llegar a su lado. Ella no me mira, solo continúa caminando-. ¿Estás enojada?-Inquiero, y sueno patéticamente preocupado, así que digo: -Deja el drama, Aura, que no estoy para aguantar niñadas-ella se detiene en seco y me acuchilla con la mirada. Una mirada tierna, demonios, siquiera mirándome como lo está haciendo ahora puede verse amenazante; es una ternura.
-Si piensas que porque soy tímida, algo torpe y pasiva, voy a aguantar tus groserías, estás muy equivocado-me dice y una sonrisa tira de mi boca sin poder evitarlo. Es tan tierna hasta enojada-. Soy una dama, con sentimientos y sensibilidad. Y espero un buen trato de tu parte... No pienso aguantar tus cosas solo por tu personalidad de badboy con tatuajes que las chicas adoran-su boca se mueve increíblemente, me tienta a probar qué se sentiría si nuestros labios se rozaran. ¡¿Qué demonios acabo de pensar?!- ¡Y quita esa cara de psicótico bipolar!-chilla y sin verlo venir, río. Tiene razón, nada gano siendo un imbécil con ella, cuando solo quiero hacerla sentir bien, como ella lo hace conmigo cada vez que compartimos.
-Seré un caballero, dama-le digo, haciendo una reverencia y de su garganta brota una tierna risita.
-Solo sé Manuel Hudson... el verdadero-me dice y aparto la mirada. Hace mucho que Manuel Hudson murió... murió aquella noche, aquella noche cuando ella me dejó...
-Ahí está la cafetería-le digo, señalando un letrero con un café. Ella me mira unos segundos y luego aparta la
mirada hacia donde señalo. Debí contestarle algo, pero no quiero hablar sobre aquel Manuel que hace mucho salió expulsado de este cuerpo, y ahora solo queda un hombre hueco y oscuro pululando por el mundo sin alma.
Entramos a la cafetería y arrastro la silla para que ella se siente, siendo todo un caballero como le dije que sería. Ella sonríe ampliamente y mis manos cosquillean con ganas de apretarle las mejillas. Aguanto mi impulso de adolescente sin control y me siento en la silla frente a ella. Un mesero nos toma la orden y cuando se va, Aura dice: -¿Estás listo?-Niego con la cabeza. Sé qué me está preguntando-. Nunca lo vas a estar si sigues pensando que el doctor es un viejo que solo quiere tener un chisme que contarle a la gente-río por su tono. En mi primera cita con el psicólogo yo le dije eso, pero fue solo una excusa para no volver allí. Soy consciente de que el hablar con alguien de los problemas ayuda a sentirse mejor, pero eso solo es fácil decirlo cuando es un conflicto ajeno, no cuando es tu turno de sacar toda la mierda que llevas dentro.
-No quiero hablar sobre eso-le digo y ella baja la mirada. Desvío la mía hacia la ventanilla y respiro profundo, en un intento de no pensar, de no hundirme en los recuerdos.
-Hoy vi a uno de mis hermanos-me dice y la miro enseguida, encontrándome con una Aura afligida.
-¿Y qué ocurrió?-Sueno más allá de lo preocupado, pero no intento esconderlo; esto me preocupa, me preocupa su rostro en estos momentos.
-Nada-dice después de unos segundos-. Actuamos como dos completos desconocidos.
Al parecer se casó-dice y la veo tragar duro. Esto de cierto modo la afecta, aunque siempre intente restarle importancia sé que de algún modo el haber visto a uno de sus violadores, más aún que es su hermano, la afectó-. Creo que de eso se trata la vida... De seguir adelante, de olvidar, de restaurarse...
-Es tu puto hermano, Aura, un hermano que abusó de ti-le digo, enfadado al imaginarme tal atrocidad, y ella frunce el ceño, evidentemente disgustada por recordarle un dato que muy bien ella sabe. Soy tan insensible, tan impulsivo, ¡tan imbécil!
-Es un hecho, fui violada-dice con voz dulce, sin ningún rastro de enfado; eso me hace sentir peor-. ¿Pero qué gano recordándome de ello toda mi vida?... ¿Cómo permitir que la oscuridad llene mi vida por un capítulo que pasé?...
-Algo así no se puede olvidar-le digo, sintiendo como si algo tirara de mi estómago con fuerza. ¿Cómo puede tan solo olvidar que sus propios hermanos la violaron cuando apenas tenía siete años?...
-Yo no lo he olvidado-me dice-. Cada día lo recuerdo... Pero lo recuerdo sin dolor, sin sufrimiento... Hoy día nos toca sobrevivir en un mundo absurdo e ignorante... En un mundo donde la morbosidad, el dinero, las injusticias, cubren todo como una manta oscura, una manta que nos puede arropar en cualquier momento...
-Y esa manta nos seguirá arropando hasta el fin de nuestros días-replico, apretando mis dientes para no soltar las lágrimas que se comienzan a acumular en el borde de mis ojos. Esta sensación de vacío, de un hueco, la llevo sintiendo desde que la vida me arrebató lo más
hermoso, lo que me hacía sentir vivo...
-El fin de nuestros días no lo es la muerte... Nuestro fin es cuando dejamos de vivir, cuando estamos vivos en cuerpo, pero muertos en alma. Cuando dejamos que nuestro cerebro encierre los peores momentos y expulse los mejores... Estamos muertos cuando navegamos por el mundo sin encontrarnos sentido de existencia, cuando pululamos pensando que la vida no tiene nada que ofrecernos, cuando tiene mucho... La vida nos da momentos de tempestad para que cuando nos llegue la felicidad sepamos apreciarla y retenerla con fuerza...
Me levanto de la silla y camino hacia el baño dando grandes zancadas. No puedo seguir escuchando a Aura, no puedo sentir esta sensación de calidez en mi pecho cuando hablo con ella...
¡Agh...!
Doy un golpe en la puerta del cubículo y el sonido de mis huesos contra la madera me hace sentir peor. Duele como el diablo. No sé cómo a Derek le parece satisfactorio descargar su ira estampando su puño en cualquier cosa. Esto duele.
Coloco mi puño debajo del hilo de agua del lavamanos y siento el ardor en mis nudillos. Suelto un leve quejido y me miro en el espejo. Mis mejillas están pálidas, mis ojos están caídos, líneas de expresión están esparcidas por todo mi rostro, ojeras negras yacen debajo de mis ojos, mis labios son una línea recta sin emoción... Mi rostro refleja mi interior... Miro mis tatuajes, miro mis pearcings, miro en todo lo que me he convertido... En alguien que no soy, en alguien que se dejó cubrir por la oscuridad, por el sufrimiento y el dolor de la pérdida.
En alguien que solo almacenó un momento turbio de la vida y borró todo lo bueno que la vida le estaba ofreciendo...
Limpio mi rostro con agua y vuelvo a mirarme en el espejo. Estoy aquí, Manuel Hudson está aquí, necesito que vuelva a surgir...
Salgo del baño y camino con paso vacilante hacia la mesa nuevamente. Veo desde lejos a Aura, veo cómo sonríe con cada persona que pasa por su lado, veo la paz y serenidad que su ser irradia, veo la luz que destila de ella... La vida me está ofreciendo luz, una luz que solo yo puedo darme...
...
El silencio inunda la estancia. El doctor me está mirando fijamente, como intentando escarbar en mi interior. Tiene las piernas cruzadas, sujetando entre sus dedos un lápiz, y ha pasado los últimos treinta minutos haciendo apuntes en su libreta. Es su trabajo, sé cómo funciona su trabajo, y también sé que mi trabajo como paciente es hablar, pero no sé qué decir, no sé si pueda hablar y sacar toda la mierda. Miro hacia la puerta y recuerdo que Aura está afuera esperándome, ella está allí... No me dejó solo en esto y una serenidad inunda mi pecho de a poco.
-Hoy es un día diferente para ti, Manuel-habla el doctor y lo miro. Él me sonríe mientras restriego mis sudorosas palmas de las manos contra mis vaqueros-. ¿Quieres hablar sobre ello?-Inquiere, pero no contesto nada. Esto de sacar todo no es tarea fácil.
- ¿Qué le sucede a Susan? La vi salir afuera hecha fuego - le pregunté a Elizabeth, mientras me sentaba en frente de ella.
- Lo siento, lindo, pero no tengo ganas de hablar sobre eso -me sonrojé como idiota al escuchar de su boca lindo. Esa chica enserio me gustaba.
- ¿Discutieron o algo así?-Me preocupaba lo que pudo haber pasado entre ella y Susan. Puso los ojos en blanco, pero asintió.
- Sí - se limitó a decir, evidentemente con tristeza.
- Científicamente está probado que hablar con alguien y sacar lo que sientes ayuda a sentirse mejor -le dije, tratando de hacerla reír con mi tono de nerd. Funcionó, pues se rió con ganas.
- ¿Siempre eres así de insoportable?-me dijo, riéndose aún. Me relajé al notar que no me rechazaba. Una chica como ella de seguro no hablaría con chicos como yo. Qué equivocado estaba.
- Supongo que sí. ¿Siempre eres así de anormal?-Reímos juntos. Sabía que esa chica sería mi perdición...
Un nudo se ha instalado en mi garganta, un nudo que los recuerdos me ha provocado. El doctor me mira con atención, al parecer sabe que algo me está perturbando. Me batallo en mi interior, y luego de unos minutos más de silencio, digo: -Tengo miedo.
Zuckerberg me mira con su rostro neutro, con serenidad y expectación.
-¿A qué le tienes miedo?-Inquiere, mirándome con atención. Trago duro y aprieto los puños, intentando
calmar mis emociones.
-A olvidarla...-le digo, y la acumulación de lágrimas en mis ojos se hace cada vez más abundante.
-¿A qué es lo que le tienes miedo exactamente?...
-Tengo miedo de olvidar lo que viví con ella... T-Tengo miedo a olvidar lo que me hacía sentir... T-Tengo miedo de volver a sentir las sensaciones que ella provocaba en mí-las palabras salen atropelladas, las lágrimas brotan silenciosamente por mis ojos y mi pecho está comprimido. Zuckerberg me mira, asiente y anota algo en su libreta. Luego vuelve a mirarme, pero no dice nada. Creo que debo sacar lo que he guardado durante años, lo que tanto me ha perturbado y nunca he logrado decir...
-... T-Tengo miedo de que olvide sus ojos, esos ojos que me miraban con amor... Tengo miedo de olvidar su olor, olvidar cómo su nariz se fruncía cada vez que le decía que la amaba. T-Tengo miedo de olvidar cómo se molestaba conmigo cada vez que mordía su dedo índice... Tengo miedo de olvidar cómo dormía en mi regazo y yo la contemplaba, absorto en su belleza... Tengo miedo de olvidar cada vez que discutíamos cuál tipo de música era mejor... Tengo miedo de olvidar su risa, su sentido del humor... Olvidar su cuerpo, cómo sus manos me acariciaban...-sollozo, sollozo sin poder evitarlo. Siento que me deshago cada vez que recuerdo todo de ella. Siento como si me apretaran con fuerza el estómago, como si una fuerza sobrenatural estuviera halándome con brusquedad. Tengo los ojos cerrados, hundido en los recuerdos de ella, de mi Elizabeth.
-... Tengo miedo de volver a sentir lo que sentí con ella, de olvidar lo que Elizabeth...-duele nombrarla-... Lo que Elizabeth fue para mí...
Lloro, sollozo... No intento hacerme el fuerte, no intento ocultar mi dolor. Solo dejo que mi corazón expulse lo que tanto lo perturba. Quiero sanar, quiero darle luz a mi alma...
-El miedo a olvidar no es lo que no te permite sanar, es el miedo a no aceptar que tienes miedo... Acabas de dar un paso que solo tú podías dar-me dice el doctor y lo miro. Me está sonriendo, y algo en su mirada me hace sentir confiado. Limpio mis lágrimas y sonrío-. Eso es todo por hoy-dice y me levanto. Camino hacia la puerta y antes de salir, digo: -Solo quiero sanar-veo cómo asiente y salgo de su oficina.
Aura en cuanto me ve se levanta. Ella está ahí... Yo soy oscuridad y ella luz, una luz que vino a iluminar mi vida.
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Capítulo XIV: Ópera
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SUSAN
Mientras rebano las zanahorias para la ensalada, mamá prepara la mezcla del pastel. Desde aquí escucho a mis hijos gritar mientras juegan con sus primos. Una música algo rápida y de ritmo pegajoso se escucha hasta la cocina en donde estamos mamá y yo. Mi progenitora ha estado muy callada, han sido pocas las palabras que ha dicho desde que llegamos a la reunión familiar de los domingos. No he querido preguntarle nada porque la verdad prefiero el silencio, prefiero no hablar sobre lo que me ha tenido preocupada
desde hace días...
-¡Liam, toma tu leche con chocolate!-la escucho llamar a uno de mis hijos. En segundos aparece Liam con sus mejillas acaloradas y ropa toda sudada y sucia.
-Liam, ¡mira cómo te has puesto!-le digo, pero mi hijo está demasiado ocupado tragándose su lácteo.
-Vamos, Susan, son niños y están jugando-me dice mamá y ruedo los ojos. Siempre defendiendo a sus nietos.
-Recuerdo que me reprendías cada vez que ensuciaba mis vestidos-le digo y ella continúa con la mezcla.
-Eras una niña, Susan-me dice y levanto las manos al cielo con exasperación.
-¿Y?... Porque mis hijos sean niños no significa que tengan que ser unos puercos-replico y mamá rueda los ojos, sonriendo.
-Ya deja el dramatismo, cariño-me dice y le dice a Liam que continúe jugando. Mi hijo deja el vaso en la barra, pero antes de que se marche lo detengo por el brazo.
-¿Para dónde crees que vas? Toma el vaso y límpialo-le ordeno y mi hijo gruñe, pero le lanzo una mirada que lo hace tomar el vaso y caminar hacia el fregadero.
-Déjalo, yo lo limpio-le dice mamá, pero la detengo, tomando una silla para que mi hijo pueda llegar al fregadero.
-Nada de eso, mamá. Liam puede y debe hacerlo-le digo y veo que mi hijo mira a mamá con súplica, pero lo obligo a limpiar el vaso.
-Es un bebé, Susan-me dice mamá y niego, poniendo los ojos en blanco.
-Es desde bebé que se educa... Me sorprende de ti, madre... Siempre me enseñaste eso-le digo y ella muerde su labio inferior, mirando a Liam
con pena -. ¡Alcahueta!-digo y ayudo a mi hijo a bajarse de la silla. Él sale como meteorito de la cocina.
-Tienes razón, cariño... A veces soy demasiado alcahueta, pero no puedo evitarlo-me dice y beso su mejilla con cariño.
-Es el síndrome de las abuelas-le digo y ella sonríe-. Siempre peleabas con mi abuela porque me consentía demasiado y mírate ahora-le digo y reímos juntas. Manuel aparece en la cocina y me toma por la cintura para darme un abrazo y alzarme. Chillo por su inesperado movimiento y cuando me coloca nuevamente en el suelo, besa mi frente con energía. Lo miro enarcando una ceja-. Alguien está de muy buen humor hoy-le digo y sonríe ampliamente, besando a mi madre.
-Shh... Disfrutemos de esto, ya basta de ver al Manuel amargado y soso-dice mamá y mi mejor amigo rueda los ojos, pero su sonrisa no se ha salido de su rostro. ¿Y a este qué avechucho le picó?...
-Basta de hablar de mí como si no estuviera aquí-dice él y ambas reímos.
-¿Cómo has estado, Manuel? Hacían días que no sabía de ti-le digo, colocando la ensalada en el recipiente vacío. Mi amigo se sienta en una de las altas sillas de la barra y toma una fruta del frutero, dándole una mordida. Está tan relajado, tan sonriente, tan... sereno. No recuerdo la última vez que lo vi de esta manera. De eso hace mucho...
-Bien... He estado ocupado, ¡pero estoy aquí! Así que no jodas más-me dice fingiendo fastidio, pero noto su diversión. Pongo los ojos en blanco y le tiro una bolita de tomate. Él la atrapa con facilidad y se la come-. Qué
madura eres, Susan-me dice para fastidiarme y le tiro otra bolita; esta vez le doy en la nariz. Suelto una carcajada al ver la cara que puso.
-¡Pero qué maduros son los dos!-dice mamá-. ¡Dejen de tirarse con comida!-nos reprende y me siento una colegiada. Manuel sonríe y le pide disculpas a mamá, pero cuando se voltea, me lanza el tomate, dándome en la frente. Me trago la ráfaga de insultos que tenía en mente decirle cuando veo que Derek entra a la cocina con su rostro lleno de preocupación. Frunzo el ceño y me acerco a él, preocupada.
-¿Qué te pasa?-Inquiero de inmediato y él toma mi cintura para acercarse a mi oído y susurra: -Es Sebastián, no está bien-me dice y una punzada surge en mi estómago.
-¿Qué sucede con él?-Susurro de igual forma.
-Ve con él, está en su habitación-asiento y salgo de la cocina de inmediato. No me preocupo por explicarles a mamá y Manuel, pues sé que Derek lo hará.
Camino hacia la segunda planta y cuando llego frente a la habitación de mi hermano, me detengo. Vacilo unos segundos, pensando si tocar o no. Al final termino poniendo mis nudillos en la madera y toco. Nada. Vuelvo a tocar. Nada. Giro el pomo y agradezco mentalmente de que está sin seguro la puerta.
Al entrar visualizo a mi hermano erguido en su cama, con una botella de cerveza en las manos. Camino lentamente y cuando llego a su lado, me siento en la cama junto a él. No digo nada, no lo miro siquiera. Solo observo un póster de su banda favorita en la pared al lado de la ventana. La habitación está oscura, solo un
fino destello de luz se cuela por la cortina de la ventana. Respiro profundo. Lo escucho tragar el alcohol, escucho su pesada respiración. La habitación está inmaculada, pero está claro que mamá es la que la mantiene así; si fuera por mi hermano estaría hecha una pocilga. Sebastián está hundido en una fuerte depresión y temo que algo le ocurra, temo que vuelva a caer, que vuelva a tentar contra su vida.
-¿Recuerdas aquella vez cuando te caíste de tu casa del árbol?-Rompo el amargo silencio. Sebastián asiente levemente-. Me asusté tanto, me desesperé al verte tirado en el suelo-mi hermano continúa en silencio, tragando alcohol-... Luego cuando regresaste a la casa te abracé tan fuerte... No sé qué haría sin ti, Sebastián... Tengo miedo de que sufras una caída fuerte y no vuelvas a levantarte-le digo, sintiendo mi garganta arder-. No digo que no sufras, no digo que no sientas dolor, solo que intentes salir de eso...
-Estoy jodido, Susan, de miles formas-me dice con voz rasposa. Le da otro trago a la botella y se la quito con delicadeza. No intenta retenerla, me deja tomarla y ponerla en el suelo.
-¿Qué es lo que pasa por tu mente?...
-Soy una basura de persona... Me doy asco-me dice y frunzo el ceño, confundida ante sus palabras.
-¿Por qué dices eso?...
-Destruyo todo lo que me rodea... Destruyo y me destruyen-dice y cubre su rostro con ambas manos. No llora, pero su rostro está perturbado, lleno de dolor. El aguantarse las lágrimas lo hace peor.
-No hay peor cosa que la autodestrucción... Te estás destruyendo
a ti mismo, Sebastián.
-Prefiero autodestruirme, que seguir hiriendo a las personas que amo...
-¿A qué te refieres exactamente?-Inquiero, porque está hablando de algo más que el dolor por su padre. Él se levanta de la cama y se coloca frente a la ventana, con sus manos en la nuca, exasperado.
-¡Soy un asco de persona! ¡Vanellys no merecía algo así!-grita y los vellos de mi nuca se erizan.
-¿De qué hablas, Sebastián?-Me levanto de la cama y camino hacia él, pero se aparta bruscamente.
-¡Vete!... ¡Déjame solo!-grita y como por inercia retrocedo, pues está descontrolado.
-Sebastián...
-¡Te dije que te vayas!-vuelve a gritar y camino rápidamente para salir de su habitación. Mi pulso está acelerado, tanto, que tiemblo. Derek, mamá y Manuel están afuera, frente a la puerta y me miran con espanto y preocupación.
-¿Qué pasa?-Pregunta mamá, pero no digo nada. Estoy nerviosa y sumamente preocupada. Derek me mira con recelo, y después de unos segundos, entra a la habitación de Sebastián. No sé cuánto tiempo permanezco clavada en el suelo, pero como si algo en mi mente hiciera click, bajo las escaleras deprisa y busco las llaves de mi auto junto a mi bolso. Mamá y Manuel me siguen, evidentemente alarmados.
-¿Para dónde vas, Susan?-Me pregunta mamá, mientras me pongo mi abrigo frente a la puerta.
-Iré a buscar a Vanellys-le digo y ambos se miran con evidente confusión-. Ella es parte de lo que le sucede a Sebastián, necesito saber qué ocurrió.
-Iré
contigo-me dice Manuel y asiento. No quiero ir sola.
-Cuida a los niños, regresamos pronto-le digo a mamá, quien ha comenzado a soltar lágrimas. La tomo por los hombros y beso su frente, intentado calmarla-. Todo estará bien-le doy un intento de sonrisa y beso su frente nuevamente. Manuel hace lo mismo, le susurra algo al oído, y juntos salimos de la casa, para montarnos en mi auto y arrancar en dirección al apartamento de la hermana de Elizabeth.
...
Llegamos a los suburbios en donde vive Vanellys y no sé por qué tengo esta punzada en mi pecho. Manuel y yo permanecimos en silencio durante todo el camino, ambos hundidos en nuestros pensamientos.
Nos bajamos del auto y enseguida entramos a su edificio. Odio esta zona. Todavía no entiendo cómo ella pudo elegir un lugar así para vivir sola; esta zona es peligrosa.
Subo las escaleras de dos en dos. Manuel va detrás de mí. Escucho gritos, discusiones. Se me erizan los vellos de la piel cuando una puerta se abre de golpe y sale una pareja discutiendo.
-¡TE DIJE QUE NO VAS A NINGÚN LADO!... ¡MUEVE TU TRASERO A ADENTRO!-le grita un hombre con cabeza rapada de un solo lado a una mujer trigueña.
-¡VETE A LA MIERDA, CABRÓN!-le grita de igual forma la mujer. Ambos pasan por nuestro lado y me pego contra la pared para que no me lleven enredada. Los gritos siguen escuchándose y no es hasta que cesan que logro reaccionar.
-¡Jesús!-chillo y Manuel rueda los ojos, tomándome por el brazo para que sigamos avanzando.
-Bienvenida al mundo real-dice. No parece sorprendido
ni alarmado como yo. Seguimos subiendo escalones hasta que llegamos frente a la puerta del apartamento de Vanellys. Sin vacilar coloco mis nudillos en la madera y toco. Nadie abre. Toco de nuevo. Nada.
-¡Vanellys!... ¡Soy yo, Susan!-llamo, pero no responde.
-¡Vanellys!-llama Manuel, tocando la puerta un poco más fuerte que yo. Nada. Hacemos silencio. Se escucha una música lejana, proveniente del interior de su apartamento. Pego mi oreja y logro reconocer que es ópera lo que suena. Mi pulso está acelerado, tengo un mal presentimiento-. ¡Vanellys, abre la puerta!-dice Manuel, ahora con autoridad. Ambos nos miramos, empezamos a preocuparnos.
-Quizás no está-digo, en un intento de calmar mis nervios.
-Su auto está afuera, y se escucha música adentro-dice y comienza a caminar escaleras arriba.
-¡Hey!... ¿Para dónde vas?-Le grito y él me hace señas para que espere. Mi intestino se retuerce con nerviosismo. Muerdo mi labio inferior para no perder la cordura y salir corriendo de aquí. ¡Agh...! No sé por qué soy tan asustadiza y nerviosa. Minutos después, que parecieron eternos, aparece Manuel junto a una señora canosa y bajita a su lado. Frunzo el ceño, confundida.
-Nos abrirá el apartamento. Es la encargada de la llave maestra-me dice Manuel. Al parecer notó mi confusión. Asiento y me aparto de la puerta para que la señora, que parece muda, la abra. Cuando se escucha el click que indica que la puerta se abrió, entro sin vacilar. La ópera resuena por todo el apartamento. Esa música me retuerce el estómago.
-¡Vanellys!-la llamo, pero no responde. El apartamento está hecho una pocilga. Hay ropa regada por todos lados y comida chatarra en el suelo. Cajas de pizza, bolsas de patatas, latas de gaseosas. Frunzo mi nariz, pues el olor es desagradable. Camino por todos lados, examinando el lugar. Es un desastre.
-Algo no está bien aquí-dice Manuel. Asiento y camino hacia la pequeña cocina. Está llena de cucarachas. La ópera proviene de una puerta al lado de la cocina. Siento mi corazón en la boca. Camino con paso vacilante y veo que la puerta está entreabierta. Coloco mi mano en la madera y la empujo con lentitud, asustada. Mi corazón se ha paralizado. Ahogo un grito. Vanellys. Tirada en el suelo. Pálida. Su boca entreabierta. Desnuda. Inerte.
...
El frío se cuela por mi piel y me llega hasta los huesos, haciéndome temblar. Puede que el frío sea el causante de mi temblequeo, como también puede que sean los nervios. Miro el largo pasillo de este hospital y tomo una bocanada de aire para intentar calmarme. Manuel está sentado a poca distancia de mí en una de las sillas frente al mostrador, con sus codos sobre sus rodillas; su pierna izquierda está en un movimiento constante, evidentemente a causa de su nerviosismo. Desde que llegamos a este hospital no hemos mediado ni una sola palabra. Cierro los ojos y puedo ver el cuerpo de Vanellys tirado en el suelo, pálido, inerte. No pude moverme de allí, no pude siquiera gritar. Manuel entró y cuando vio su cuerpo, se arrojó al suelo y chequeó su pulso. Vivía... Su pulso era débil, pero latía...
-¡Susan!-Abro
los ojos y veo a mamá y a Derek correr por el pasillo en mi dirección. Detrás de ellos aparecen Richard y Sebastián-. ¡Susan, Dios mío!... ¿Qué ha pasado?-Mamá suena alarmada; no es para menos. Sin verlo venir, sollozo. Derek llega a mi lado y sin vacilar me envuelve en sus brazos.
-¿Qué sucedió con Vanellys, Susan?-Es Sebastián quien lo ha preguntado. Está histérico-. ¡Habla, maldición!-brama. Derek me suelta y toma a mi hermano por el hombro para que se calme. Yo no puedo hablar, sollozo.
-La encontramos en su apartamento casi muerta-Manuel se acerca-. Estaba desnuda, pálida; al parecer intentó suicidarse-añade y mamá ahoga un grito.
-¿Cómo es eso posible?... ¡Dios mío!-exclama mamá-. ¿Por qué haría algo así?-Como por inercia miro a Sebastián, quien tiene su mandíbula apretada, mirando al suelo, reteniendo las lágrimas. Derek y Manuel se miran, como intentando decirse algo.
-¿Qué sucedió entre tú y ella?-Me dirijo a mi hermano. Antes de que logre decir algo, todos giramos en dirección por donde mismo ellos entraron, viendo a los padres de Vanellys caminar dando grandes zancadas hacia nosotros. Logro ver cómo mi hermano se tensa e intenta irse, pero Manuel lo sujeta por el brazo, impidiéndoselo. Okay, eso fue muy extraño.
-¡¿Dónde está mi hija?!... ¡¿Dónde está Vanellys?!-La señora Jones está histérica. Se abalanza sobre mí y Derek la aparta con delicadeza, sutilmente.
-Tranquilícese, señora-le dice mi esposo. Esta se suelta bruscamente del agarre y gira hacia mí.
-¡¿Qué le pasó a mi hija?! ¡Díganme!-Grita. Mamá la toma por el brazo y logra hacerla sentarse en una de las sillas. Su ex esposo parece realmente asustado, pero no ha dicho ni una sola palabra desde que llegó junto a su actual esposa.
-Tienes que tranquilizarte, querida-le dice mamá, pasivamente. Aunque sé que está igual de histérica por dentro-. Vanellys está siendo atendida...
-¿Qué le pasó?-Inquiere Valeria, ahora un poco menos histérica, porque decir más calmada no es la manera ideal de describir como está.
-La encontramos en su apartamento-le dice Manuel. Mamá no ha sido capaz de hablar-... Al parecer intentó suicidarse-añade, vacilante, y Jones se levanta de la silla de golpe.
-¡Esto es tu culpa!-chilla, entre sollozos, abalanzándose sobre Sebastián. Todos reaccionamos dando un respingo. Derek fue el único que logró reaccionar a tiempo y la aguantó-. ¡Eres un ser despreciable!... ¡Todo esto es tu maldita culpa!-Valeria está alterada; nunca la había visto de esta forma. Todos miramos a Sebastián, esperando a que diga algo. En cambio, solo se limita a apretar su mandíbula y mirar al suelo.
-Valeria, tienes que calmarte, querida. Esto no es culpa de nadie-le dice mamá, pero la madre de Vanellys mueve su cabeza en negación. No entiendo qué rayos pasa aquí. Los padres de la hermana de Elizabeth la dejaron a su suerte, permitiendo que viviera en aquellos suburbios de mala muerte, negándole toda ayuda económica. Recuerdo que siempre han sido muy religiosos, predicando la palabra de Dios por donde quiera
que estén... Su cristianismo se fue a la mierda el día en que echaron a un lado a su hija, peor aún, sabiendo que era la única que les quedaba. Ahora están aquí, echándole la culpa a mi hermano por lo que le sucedió, intentando quitarse culpa en esto, cuando ellos forman parte de ella.
-¡Todo esto es culpa de este pecador! ¡Por su culpa mi hija está aquí!-vuelve a gritar y mis manos cosquillean con ganas de estamparlas en su mejilla. Desde hace años he querido hacerlo, desde que abandonaron a Elizabeth por culpa del divorcio.
-¡Ya cierre la maldita boca! ¡Deje de culpar a Sebastián! ¡Si alguien tiene la culpa de que esto esté pasando son ustedes! ¡Ustedes fueron quienes la echaron a un lado! ¡Ustedes la apartaron de sus vidas! ¡Ahora no vengan a hacerse los más preocupados!-le grito, fuera de mí. Perdí la paciencia, ¡demonios!, ¡la perdí! Todos me miran como si fuera el ser más extraño del planeta, pero me vale madre. ¡Estoy enojada, demonios!
-¡Su aislamiento era necesario!... Se convirtió en una pecadora cuando se juntó con este... con este pecador-dice Valeria Jones, mirando a mi hermano con asco. Sus palabras me hierven más aún la sangre.
-¡Deje de decir estupideces!...-chillo, con mi garganta quemándome el esófago. Derek toma mi cintura con sutileza, pero no intenta callarme. Muy astuto de su parte, porque lo hubiera mandado a la mierda.
-¡Este monstruo descarriló a mi hija del camino del Señor!-dice ella y muerdo el interior de mi mejilla para no gritarle cabrona loca.
-Valeria,
necesitas salir de aquí y calmarte-le dice Richard, pero esta lo ignora-. Sebastián no tiene la culpa de lo que aquí pasa-añade y Jones suelta una desagradable risa sarcástica.
-Todos están ciegos. Este... hombre ya no es aquel inocente niño que jugaba al fútbol. Es un asco, un ángel caído que arderá en el mismísimo infierno-dice. ¡Cabrona loca! ¡Fanática del demonio!...
-¡Ya cállese!-le grito y esta mira directamente a Sebastián, como si estuviera en una especie de trance.
-No es inocente... Arderá en el infierno por la vida que arrebató-dice y mi sangre es drenada de mi cuerpo. Mi corazón se ha saltado un latido y tardo en procesar sus palabras. ¿De qué demonios habla esta mujer?
-¿D-De qué hablas, Valeria?-Inquiere mamá. Sebastián llora en silencio, ha dejado derramar las lágrimas. Parece torturado. Me acerco a él y tomo su hombro para que me mire; no lo hace.
-¡Hizo que mi hija cometiera una atrocidad! ¡Le quitó la oportunidad de ser madre! ¡Ahora mi hija está hueca! ¡Ya nadie la querrá!-chilla. Todos miramos a Sebastián, en espera de alguna palabra de su parte. Derek y Manuel no parecen sorprendidos; eso me enoja aún más.
-¿Ahora negarás esto?... ¿Dirás que no obligaste a mi hija a abortar? ¿Que ahora no puede tener hijos por tu culpa?-Dice Valeria, mirando a mi hermano con el odio reflejado en su mirada. Mamá se acerca bruscamente a Sebastián, encarándolo.
-¡¿Es eso cierto?!-Inquiere, temblando. Tiene ira contenida; esto no va por buen camino. Sebastián asiente... Mamá alza su mano y la estampa con fuerza en su mejilla, moviendo su cabeza por el impacto. Todos nos quedamos petrificados. Nadie dice nada. Mamá se aparta y comienza a sollozar. Puedo ver el arrepentimiento en su mirada. Richard la toma por los hombros y hace que se siente en la silla. Sebastián se va dando grandes zancadas y Manuel lo sigue. Los padres de Vanellys siguen de pie frente a mí y me alejo de ellos como por inercia. Todo esto es una bola de mierda, mi vida es una bola de mierda. Lo que ha hecho mi hermano es algo relativamente espantoso; para mí un aborto es un acto cruel, pero todo de acuerdo a las circunstancias. Desconozco las circunstancias de ellos, no sé qué sucedió, y es por ello que no hago ningún prejuicio en contra de mi hermano. Sé que quizás mi amor hacia él no me permite sentirle desprecio por tal acto cometido, o quizás es la manera de cómo me acabo de enterar, a través de la mujer que tan rencor le he guardado... Ay, yo no sé... Pero sé que tengo que escuchar a Sebastián, también a Vanellys, si su vida sigue aquí...
...
¡Hey!... ¿Qué les va pareciendo Inquebrantable? Esto cada vez se pone más turbio...
Bueno, gracias por seguir aquí, por tus votos y comentarios, ¡son de lo mejor!
Y si eres un lector fantasma, gracias por leerme aunque no dejes huellas. Ojalá y lo que escribo les toque la fibra, puedan disfrutar de mis palabras (Aunque sería fabuloso que dejaran por lo menos una estrellita y comentario jeje).
Hey, mantente en sincronía con Inquebrantable, que muchos misterios se avecinan, la sombra del pasado se empeña en acabar con lo que un día no pudo... Chan, chan, chan...
Los quiere,
K.L. Rodríguez ❤️
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Capítulo XV: Mirada azul
Hey, una notita rápida antes de leer el capítulo... ¿Qué tal que si has comprado el libro de Mi vecino misterioso me envías una foto de él contigo para hacer un collage y subirla a mi página?... Sería genial conocerlo/as y saber si les ha interesado comprar el libro. Si te interesa, me puedes dejar saber a través de las diferentes redes sociales que aparecen en mi perfil aquí de Wattpad o un mensaje por aquí mismo. Si te interesa comprar el libro, pero aún no lo has hecho, les dejo el link de donde pueden conseguirlo: https://www.lulu.com/shop/search.ep?keyWords=mi+vecino+misterioso&type=
Un millón de gracias por seguir mis historias, por cada voto y comentario, ¡son de lo mejor!...
Ahora sí, ¡qué disfruten leyendo Inquebrantable!
Los quiere con todo su cerebro,
K.L. Rodríguez🌻
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DEREK
-Sabía que esto pasaría en cualquier momento-suelta Manuel, después de haber pasado los últimos quince minutos en silencio, recostado de la barandilla afuera del hospital. Le doy una mirada fugaz y luego continúo mirando hacia el vaivén de autos que está pasando por la carretera. Lleno mis pulmones con aire y luego lo suelto con pesadez. Esto es jodido, bien jodido. Meses de saber esta porquería que hizo Sebastián y aún así sigo sorprendido con lo que hizo. Ese bebé tuvo que haber nacido, tuvo que haber venido a este mundo... Sebastián fue un cobarde, un ignorante... Sé que está jodido, sé que lo que ha vivido ha sido pura mierda, que no está listo para ser padre, ¡pero puñeta!, no debió hacerle eso a Vanellys, no debió embarazarla para luego obligarla a abortar... ¡¿Para qué coños existen los condones?!... ¿Por qué carajo se vino adentro de ella? ¿Es que es bruto? Coño, tanto que él y yo hablamos sobre cómo cuidarse, tantas charlas de cómo hacerlo, ¡es un bestia!...
-Susan no lo sabía, ¿por qué no se lo habías dicho aún?-La voz de Manuel interrumpe mi pelea mental y lo miro.
-Eso no me correspondía a mí-contesto-. Sebastián debió decirle-añado y él suelta un leve risa sarcástica.
-Ese cobarde no le iba a decir nada, lo sabes-dice con un dejo de amargura en su voz. Este tema realmente lo enoja-. Pensaba huir cuando vio a los padres de Vanellys-dice y agarra su cabello; está algo tenso. ¿Qué le pasa a este?
-¿Qué te pasa, cabrón? Estás tenso-le digo y él vacila unos segundos
antes de abrir su boca y decir: -Estoy algo preocupado-me dice sin siquiera mirarme.
-Tranquilo, sé que Vanellys estará bien-le digo, intentando relajarlo, aunque no sé qué pase con esa chiquilla.
-No es por ella... Digo, sí estoy preocupado por Vanellys, pero también por otra cosa-me dice algo... ¿nervioso?
-¿Tienes hemorroides o algo así?-Bromeo y ríe, al igual que yo.
-Cabrón, no vaciles-me dice y río, pero enseguida retomamos la seriedad-. Es Aura-suelta y comienza un movimiento con sus dedos, como siempre hace cada vez que algo lo está preocupando.
-¿Qué pasa con la pecosa?-Inquiero y él suelta el aire con pesadez.
-Es que creo que la cagué-me dice y lo miro para que continúe-. El viernes la invité a mi apartamento, no sé, quise hacerle de cenar, una cena nada más...
-Mjm...-lo alento para que prosiga y tarda unos segundos antes de volver a hablar.
-No sé qué me pasa con ella, Derek, ¡me comporto como un idiota cada vez que la tengo cerca!... ¡La besé!-gruñe y no puedo evitar reír, parece el antiguo Manuel, aquel chico que necesitaba consejos sobre moda, aquel chico que conocí en un centro comercial y no tenía ni idea de cómo tratar a una chica. Aquel chico al que le di consejos y al que tanto comencé a querer como a un hermano. La pecosa me agrada, lo está devolviendo a la vida.
-Wau, creo que se te caerán los labios, ¡la besaste!-bromeo y él levanta las manos al cielo con exasperación. El gesto me recuerda a Susan cada vez que le suelto mis comentarios
sarcásticos.
-No solo eso, ¡este idiota reaccionó!-gruñe, señalando su entrepierna. Muerdo el interior de mi mejilla para no reírme.
-Siéntete orgulloso, algunas veces falla-le digo y él parece cabreado, así que dejo de bromear. Aura es su punto débil en estos momentos.
-Intenté controlarme, juro que lo intenté, pero con ella es tan difícil, ¡Jesús!... ¡Salió huyendo de mi apartamento! Parecía tan asustada, tan vulnerable... ¡Debiste ver su rostro!...
-Mierda-suelto, al recordar su historia. Aura fue violada, y aunque sea una chica fuerte y haya superado esa etapa, hay marcas que nunca se borran. Y por lo poco que he visto de ella, se nota que no ha estado con ningún hombre. Mierda, ahora sé por qué Manuel está acongojado, cualquiera lo estaría en su lugar. Recuerdo que cada vez que me comportaba como un animal con Susan, solo quería caerme a golpes a mí mismo. Intentaba controlarme, mira que lo intentaba, pero con Susan era casi imposible. Su piel morena, sus senos pequeños, redondos y blandos, su trasero, diablos, su trasero sí que me volvía loco, todavía lo hace, es tan hermoso ver cómo sus músculos se tensan cada vez que la tengo dentro de mí, ver cómo su trasero choca contra mi abdomen bajo y gotas de sudor bajan por su espina como rocío en una mañana fría y lluviosa... Oh, Dios, la extraño, extraño sentir su cuerpo. Hacen semanas que no hemos hecho nada, nadita de nada, ¿qué pasa? No, la dieta ha sido suficiente...
-¡¿Me estás escuchando?!-Manuel gruñe y tardo en retomar la línea de pensamientos sobre
lo que estábamos hablando. ¿Beso, correr, Aura? Sí, Aura, que salió corriendo de su apartamento.
-¿Y has hablado con ella?-Inquiero rápidamente y él pone los ojos en blanco, exasperado.
-Te acabo de decir que no la he visto desde esa vez-dice y asiento, fingiendo que sí lo escuché-. ¿Qué hago? ¡Me tiene desesperado!-Parece un tierno chiquillo y no puedo evitar sonreír.
-Búscala-le digo con simplicidad y él abre los ojos de par en par, como si le hubiera dicho algo satánico.
-¿Buscarla? ¿Y que me dé una galleta? No creo que sea buena idea-dice y ruedo los ojos.
-Una galleta te voy a dar yo si no la buscas-le digo y comienza a morderse las uñas. Este pendejo está muy nervioso, Dios-. ¿Cómo la dejaste ir de tu apartamento en primer lugar? Debiste ir tras ella, pedirle disculpas y explicarle lo que te sucede-le digo y él se sienta en el banco, colocando sus codos sobre sus rodillas. Yo me quedo parado en la barandilla, mirándolo.
-Tenía miedo, tengo miedo... No quiero que me mande a la mierda-dice y parece más allá de lo preocupado. Aura verdaderamente le importa, eso es evidente. Elizabeth era la que siempre estaba en sus pensamientos, la que no le permitía curar sus heridas, y creo que poco a poco lo podrá hacer, podrá limpiar su alma y volver a surgir, y creo que Aura es su motivo.
-Manuel, no puedes dejar esto así... Estoy seguro de que ella está esperando aunque sea una llamada... Deberías buscarla-le digo y siento la vibración de mi teléfono en el bolsillo. Es un mensaje de Susan:
"¿Dónde estás?
Ven, no quiero estar sola".
Le contesto con un "voy enseguida, mi amor" y vuelvo a meter el teléfono en mi bolsillo. Miro a Manuel, quien de seguro se imagina que fue Susan la que me envió el mensaje, y ambos entramos nuevamente al hospital.
El frío se cuela en mi piel y meto las manos en los bolsillos para calentarlas. Odio los hospitales, odio este aroma a muerte, a enfermedad... Camino por el pasillo y de pronto mi visión es destello de luz y borrosidad... Siento como si mis piernas me fallaran, siento mi corazón martillar deprisa. Escucho las voces lejanas, mis piernas no me quieren sostener, siento que...
-¡Papi!, ¡papi!, ¡no!, ¡no quiero estar aquí!-chillo, tratando de soltarme del agarre firme de dos hombres gigantes que me agarran con fuerza de los brazos.
-Derek, debes estar aquí, mi amor, debes pagar por tu error-me dice mamá, llorando desmedidamente. Mi padre siquiera me mira, solo se limita a hablar con un señor con cabello de queso, vestido con una bata blanca. Intento zafarme e ir donde papi, pero no puedo, me sujetan con fuerza.
-¡Papi!, ¡yo no lo hice!, ¡tienes que creerme! ¡Yo no maté a mi hermanito!, ¡no maté a Dylan!-grito, pero mi padre no me mira, habla con el doctor algo que no puedo escuchar y veo cómo mi madre me mira con tristeza, tiene lágrimas en sus ojos. No entiendo, ella mató a mi hermanito, ella lo enterró... No, yo cavé su hoyo, yo lo maté... Fui yo, yo lo maté, yo maté a mi hermanito.
-Derek, te prometo que estarás bien, te prometo que saldrás pronto-me dice mamá
y suelto un sollozo, me duele el pecho, la cabeza. Creo que vomitaré. Papá deja de hablar con el doctor y camina hacia nosotros, pero no me mira siquiera, solo toma a mamá por el brazo y dos doctores aparecen.
-¿Qué sucede?... ¿Qué pasa, mi amor?-Le pregunta a papá y este la mira con los ojos chispeantes, con rabia y a su vez tristeza. No sé qué pasa.
-Tú también te quedarás, Cecilia-le dice papi y mamá se ríe, como si lo que hubiera dicho fuera un chiste de lo más gracioso.
-Deja de decir estupideces, Emilio. Yo no tengo nada que hacer aquí, mi amor-dice y el llanto pareció desaparecer. Mamá está serena, pero desaparece su serenidad cuando los doctores comienzan a arrastrarla hacia la dirección contraria a la mía. Suelto un grito e intento agarrar a mi madre, estirando mi brazo al igual que ella, pero no logro alcanzarla. Papá nos mira con odio, y eso me asusta.
-¡No!, ¡Emilio!, ¡no me hagas esto!, ¡no tú!, ¡te amo!-grita mamá, desesperada, llorando, e intento soltarme, pero no puedo. Me arrastran por el pasillo, la figura de mi padre está desapareciendo, veo sus intensos ojos azules perforándome, veo el odio reflejado en su mirada. Mi vista comienza a nublarse, mi respiración a doler... Me arrastran por el largo pasillo y el destello de luz me aturde, solo veo su mirada azul, su odio...
-¡Derek!... ¡Derek!-¿Quién?... ¿Voz?... ¿Aturdida?... ¿De quién... es esa voz? ¿Qué... me pasa?...
-Señor Johnson, ¿me oye?-S-Sí... ¿Quién... me habla?... ¿Qué... me pasó?...
-¡Derek!,
¡mi amor!, ¡despierta!-Esa voz...
-S-Susan-logro articular. Abro los ojos poco a poco y un destello de luz los hace cerrar de nuevo. ¿Qué me pasó?... ¿Dónde... estoy?
-¡Derek, abre los ojos, bebé, ábrelos!-Es Susan la que habla, suena alarmada. Hago caso a su petición y abro los ojos, dejándolos entrecerrados, pues la luz me molesta. Veo personas alrededor de mí, veo sus siluetas, pero solo logro ver con más claridad el rostro de Susan, quien acuna mis mejillas con sus manos y me mira a los ojos. Veo miedo en su mirada y abro los ojos completamente, acostumbrándome a la luz.
-¿Qué... me pasó?-Logro formar una oración completa y veo a una chica de cabello rojo, vestida de enfermera, colocando algo en una bandeja al lado de la camilla en donde ahora sé que estoy acostado. La joven se acerca, pero Susan no se aparta de mi lado; está asustada.
-Tuviste un síncope vasovagal-me dice la enfermera y frunzo el ceño, pues no se qué mierdas me quiso decir. Ella parece notar lo bruto que me dejó, pues luego dice: - Es algo normal y de poco riesgo. Suele suceder con mayor frecuencia cuando hay un shock emocional y la persona no controla sus emociones. También ocurre cuando la persona se deshidrata o no ha ingerido nada... ¿Qué sintió antes de que le pasara? ¿Mareo, taquicardia, voces lejanas, náuseas?-Me pregunta y trago duro para poder contestar.
-Escuché... las voces lejanas, sentía mi corazón acelerado y mis piernas no querían responderme-le digo y ella asiente. Susan y todos los que están a mi alrededor me
miran con preocupación.
-Es normal. ¿Ingirió algo?-Pregunta y asiento-. Creo que en su caso es un shock emocional. ¿Visita a algún psicólogo o toma medicamentos?...
-Dejó de tomarlos hace mucho-contesta Susan, con su vista clavada en mí. Acaricio su mejilla y la veo relajarse un poco-. Su psiquiatra es el doctor Scott, pero ya no ha vuelto a tener visitas-añade y la enfermera parece comprender algo.
-Bien. Debería ir, los síncopes pueden manejarse, y en el caso de ser emocionales, se recomienda ayuda psicológica-dice y Susan parece irritada, sé lo mucho que la afecta este tema.
-Mi esposo estará bien. Gracias por su ayuda, señorita-le dice Susan, tajante, y la enfermera se despide, algo turbada por la actitud de mi esposa. Solo yo entiendo lo que le pasa. Todos me miran como si fuera un bicho raro o algo por el estilo y me siento incómodo. Parecen notarlo, pues nos dejan solos a mí y a Susan. Ya con nuestro espacio, la halo y la pego a mi pecho. Ella suelta el aire y coloca su barbilla en mi pecho para mirarme con esa jodida mirada que tanto me encanta.
-¿Qué te pasó?... Gritabas-dice y suelto el aire, recordando lo que mi subconsciente soltó hace unos minutos atrás. Hacía mucho que no me invadían los recuerdos de manera tan real, tan vivida.
-Creo que es este lugar... No me gustan los hospitales-le digo y parezco un niño vulnerable. Ella sube un poco su cabeza y besa mis labios, apenas es un roce leve, pero quemador.
-A mí tampoco me gustan-me dice y acuno sus mejillas con mis manos,
sintiendo su piel suave contra mis palmas.
-Nunca lo hemos hecho en un hospital-le digo y de su boca brota una carcajada; enseguida me uno a su risa.
-Ya veo que estás bien-me dice, levantándose de la camilla-. Ven, quiero estar pendiente a noticias sobre Vanellys-añade y asiento, haciendo unos patéticos pucheros con mi boca, porque sé que le encanta que lo haga. Ella rueda los ojos y cuando salgo de la camilla, tomo su mano para juntos caminar hacia la sala de espera, donde están todos: Richard, Manuel, la señora Jones y su ex esposo junto a su nueva esposa. Mi suegra está parada en una esquina, parece sumergida en una especie de trance. Justo cuando decido caminar hacia ella, mi teléfono comienza a vibrar en mi bolsillo y lo tomo en mis manos. Es Rebeca. Susan ve el nombre y me mira con el ceño fruncido.
-¿Rebeca?-Inquiere entre curiosa y algo... ¿celosa, molesta? No sé, Susan a veces es difícil de comprender.
-Sí. Ha de ser por los niños, los dejé cuidándolos-le digo, y ella me mira con confusión.
-¿Con Rebeca?-Pregunta y sé que si no le explico terminará cabreada y la verdad no quiero eso, no con las ganas que tengo de estar con ella.
-Sí, llegó después que te fuiste de la reunión en casa de Mónica y cuando recibimos tu llamada le pedí que cuidara a los niños. No quería que vinieran para acá... ¿Te molestó?-Le pregunto, por si las moscas. Susan a veces es difícil de predecir. Ella niega con su cabeza y me lanza la sonrisa más falsa que pueda haber, pero decido pasarla por alto, no quiero darle
cuerda a esto, de todos modos, Rebeca solo está cuidando a los niños, no es para tanto, ¿no?...
No lo fuera si le dijeras la verdad a Susan.
Mi mandíbula se tensa, recordando la verdadera razón por la que Rebeca apareció, recordando su asqueroso rostro, recordando lo que él le dijo y siento esta bofetada de rabia y celos, siento cómo mi estómago se retuerce por lo que ese imbécil le dijo a Rebeca... Lo mataría con mis propias manos, no dejaría que volviera acercarse a ella...
Mi teléfono comienza a vibrar nuevamente y veo que Susan ya no está a mi lado, sino al lado de su madre. Camino hacia afuera del hospital y contesto la llamada.
-¿Sucedió algo?-Digo enseguida.
-Aparte de que los niños me utilizaron como escudo de guerra, han pintado mi cabello y lo dejaron como nido de pájaro, no, no ha pasado nada-me dice y no puedo evitar reír.
-Lo siento por eso-me disculpo, no sé por qué, y puedo escuchar cómo chasquea la lengua.
-Qué importa, hacía mucho que no me divertía tanto-me dice y sonrío.
-¿Estás diciendo que te divirtió que te hayan dañado tu sedoso cabello?-Bromeo con ella, porque sé que es una chica plástica, aunque a decir verdad, desde hace mucho ya no lo es tanto, bueno, quizás ya no sea la chica superficial y arrogante de hace años. Ha cambiado, diría que demasiado, y es lo que más me agrada de ella.
-Oye, que mi cabello ha quedado hermoso, tus hijos sí que saben cómo pintar un cabello-me dice y río-. Ya, te llamé para avisarte
que los niños se han quedado dormido y para saber cómo está Vanellys...
-No hemos tenido noticias de ella, la están atendiendo aún-le digo, mirando hacia el hospital para ver si veo a Susan, pero solo logro ver a Richard junto a Manuel.
-Oh, qué agonía-escucho a Rebeca decir. Asiento como si ella estuviera aquí, menudo pendejo que soy-. Mantenme al tanto, por favor-me dice y vuelvo a asentir.
-Está bien. Gracias por esto, Re-la llamo por el apodo que le tengo y la escucho reír.
-Porquería de apodo-dice entre risas-. De nada, muñequito- me llama por el ridículo apodo que me tenía y río-. Oh, qué ridículo se oye ahora... Ya, ve con Susan y dile que sus bebés están bien. No duden en llamarme para cualquier cosa-me dice y cuelga la llamada. Sin duda esta Rebeca es mucho más agradable que la de antes. Odio a las lapas, las lapas como Melissa, aunque ahora que anda con el mono aquel no ha vuelto a joder, espero que siga así.
Giro para entrar al hospital y veo a Sebastián sentado en las escaleras que dan hacia el parking del hospital. Está con su capucha en la cabeza y ve hacia algún punto frente a él. Dos hombres caminan en dirección hacia las escaleras y algo en mi cerebro me indica que algo malo va a suceder. Doy tres pasos en aquella dirección, pero espero a que los dos individuos suban las escaleras, no me quiero precipitar. Los encapuchados se dividen: uno por el lado izquierdo de Sebastián y otro por el derecho. En cuestión de segundos uno toma a Sebastián
por el brazo y el otro comienza a golpearlo y a darle patadas. Mi adrenalina sale disparada y corro en su dirección, abalanzándome sobre el cabrón que le está dando una carga al hermano de Susan. Estampo mi puño en el rostro del hombre y siento su piel en mis nudillos. El otro tipo hala mi brazo bruscamente y golpea mi estómago, dejándome sin aire por unos segundos. Estampo mi puño en su rostro, pero nuevamente un golpe, esta vez en mi espalda. El más alto me está aguantando los brazos y el otro está estampando su puño en mi abdomen repetidas veces. Sebastián se levanta del suelo y se abalanza sobre el hombre que me está dejando sin aire. Logro zafarme del agarre del que me sujetaba y estampo mi puño en su abdomen, haciéndolo doblar, sin aire.
-¡¿Qué pasa ahí?! ¡No se muevan!-escucho un grito lejano y veo a tres policías correr en dirección a nosotros. Los dos hombres salen disparados e intento frenarlos, pero no puedo. Sebastián está frente a mí, con un hilo de sangre en el borde de su labio y yo siento mis costillas doler y mi estómago comprimido.
-¿Qué pasó?-Nos pregunta un regordete policía, mientras los otros dos intentan atrapar a los cabrones que nos acaban de golpear.
-Esos dos hombres comenzaron a golpearlo-señalo a Sebastián- y yo intervine-le digo y él policía nos mira con cara de póquer.
-¿Sin ningún motivo?-Interroga-. ¿Pandillas?-Le pregunta a Sebastián y este niega levemente. Lo niega, pero yo sé que está metido en alguna mierda.
-No, señor, le aseguro que no-miento y este mira a Sebastián, desconfiando
por el aspecto de él: lleno de tatuajes. Prejuicios, la gente suele ser prejuiciosa por simple tinta en el cuerpo. Aunque no se equivoque con Sebastián, me cabreaba el simple hecho de que lo está juzgando por su apariencia. Claro, si estuviera vestido con corbata, traje, un maletín, claro, no lo juzgaría... Como muchos no juzgan a los cabrones políticos, ricos, gente adinerada, por el simple hecho de tener dinero y vestirse "finamente"... Me cabrea la gente ignorante y prejuiciosa.
-Entonces reporten esto-nos dice y veo cómo Sebastián se tensa. Ahí está, esos hombres lo golpearon por algo.
-Lo haremos-digo y cuando me saco de encima al policía, camino con Sebastián hacia la entrada del hospital-. No quiero que te acerques a mis hijos, ¿entendido?-Le digo, tajante, y este me mira con sorpresa.
-¿De qué hablas?...
-Si estás metido en alguna mierda, no quiero que involucres a mi familia-le digo y este me mira como si no diera crédito a mis palabras.
-¡Es mi familia también!-suelta y me acerco a centímetros de su rostro. Estoy cabreado, todavía mis manos cosquillean con ganas de golpear y mi sangre me hierve.
-Ya te dije lo que vas a hacer, no está en discusión-digo entre dientes y este me mira con evidente coraje.
-No puedes prohibirme estar con mis sobrinos, ¿quién carajo te crees?-Escupe y lo tomo por su capucha, apretando la tela con mis dos puños.
-Claro que puedo. No me retes, Sebastián-digo entre dientes, perforándolo con mi mirada-. Sal de esa mierda, ten más respeto hacia las
personas que se preocupan por ti. No te acercarás a mis hijos al menos que salgas de toda la mierda en la que vives-Sebastián me mira con coraje, pero puedo ver la vulnerabilidad en sus ojos. No me gusta tener que llegar a estos extremos, pero no me puedo dar el lujo de que mi familia se vea afectada por la mierda en la que vive. Conozco cómo funciona ese mundo bajo, conozco bien lo que hay, así que mientras Sebastián siga haciendo las cosas mal, no verá a mis hijos, punto.
-Susan no lo va a permitir-se atreve a decir y lo muevo bruscamente por su sudadera.
-Sebastián, es mejor que hagas lo que te digo, no te conviene que Susan se entere de tu mierda-yo mismo se lo diré a Susan, pero no ahora, suficiente ha tenido en el día de hoy.
-Suéltame-Sebastián se suelta bruscamente de mi agarre y escupe el suelo-. Bien-dice y da un paso hacia el interior del hospital, pero lo detengo.
-Es mejor que te vayas, no deben verte en ese estado-le digo y este se gira bruscamente para irse. Lo veo alejarse y suelto el aire. Me siento una total mierda física y emocionalmente, pero me las ingenio para entrar al hospital como si nada, aunque con un dolor insoportable en las costillas y el estómago. Después veré qué hago con ello.
Veo a todos parados, hablando con el doctor. Camino lo más rápido que puedo y me coloco al lado de Susan. Todos están enfrascados en lo que dice el doctor que ni cuenta se dan de que he llegado.
-...Le hicimos un lavatorio de estómago. Las pastillas que ingirió eran fuertes, pero con suerte logramos
hacerlo a tiempo.
-¿Ya podemos verla?-Inquiere rápidamente Mónica, el doctor niega.
-Deben esperar aún, estamos evaluando su salud mental. La joven niega el hecho de que haya querido suicidarse, pero en estos casos es algo que se ve con frecuencia, la negación.
-¿Niega que se haya querido suicidar?-Inquiere Susan y el doctor asiente.
-¿Y si no fue un suicidio?-Pregunta Manuel.
-Todos los factores indican de que sí. La joven está atravesando una fuerte depresión por un aborto inducido hace ocho meses atrás. Se encuentra desnutrida y con ciertos indicadores de depresión severa. La doctora Sheild, nuestra psicóloga, sugiere que la paciente se interne en un centro de rehabilitación cuanto antes...
-¿Sin su consentimiento?-Dice Susan y noto la chispa de enfado en su voz.
-¿Dónde debo firmar? La internaré hoy mismo-dice Valeria, haciéndonos girar a todos en su dirección.
-En cuanto la doctora Shield termine la evaluación, llenamos el papeleo-dice el doctor y todos miramos a Valeria.
-Bien. Hoy mismo la internamos-añade Jones y Susan parece que explotará en cualquier momento.
-Deberíamos primero verla y luego pensar si...
-Gracias, doctor. Hoy mismo la internamos-Valeria interrumpe a Susan y cuando el doctor se va, esta se sienta en la silla y comienza a leer una revista. Su actitud para con Susan, y más aún con su hija, me cabrea. Esta es una vieja insoportable, fanática de Dios, pero lo de Cristo se le va a la mierda con sus actitudes. Todos intentan hablar con ella, pero es muy terca. Susan está en una esquina, sumergida en sus pensamientos. Me acerco a ella, quiero abrazarla, pero me duele demasiado las costillas, así que solo me coloco a su lado, mirando el largo pasillo. Después de varios minutos en silencio, dice: -¿Cómo están los niños?-Esa simple pregunta me hace pensar en lo de Sebastián. Aparto los pensamientos y le digo que están bien. Ella asiente y cuando abre la boca para decir algo, la vuelve a cerrar, pues algo ha llamado su atención. Miro en su misma dirección y veo a un señor alto, canoso, vestido con una ropa elegante y en su brazo lleva enganchada una bata blanca, al parecer es doctor... ¿Por qué ha llamado la atención de Susan? Veo cómo ella se ha puesto tensa a mi lado y mira a ese hombre con cara de sorpresa y... ¿miedo?... El doctor-creo que es doctor, tiene pinta- pasa por nuestro frente y Susan aparta la mirada, pero siquiera me mira. Me le quedo mirando al hombre, que parece una estrella de cine, y él se detiene a medio camino. Una mirada verde monte me está mirando en estos momentos y no sé qué pasa...
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Capítulo XVI: Marca morada
¡Hola! ¡Disfruta el capítulo!...❤️
¡Mi hermoso bebé en multimedia! ¡A que es hermoso mi libro, ¿ah?! Jejeje... Sería genial que pudieran tenerlo en sus manos. Es sencillo, les adjuntaré el enlace en los comentarios para lo/as que les interese tenerlo. ¡Los quiero!❤️
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*Emily Osment como Vanellys...🌾
SUSAN
No tiene por qué pasar algo. Derek no lo sabe. Derek no sabe que este hombre es su padre. Derek no sabe que esa mirada verdosa con tonalidades azules le pertenece a su padre. ¿Por qué de pronto lo sabría?...
-Buenas noches-escucho la espesa voz de Augusto y trago duro, provocando un ruido extraño en mi garganta.
-Buenas noches, doctor Cambridge-le digo y mi voz suena natural, aunque mi rostro debe mostrar lo contrario. Derek me conoce, tuvo que haber visto mi estúpida reacción cuando vi a su padre. Yo y mis malditos gestos traicioneros.
-Buenas noches-también dice mi esposo y parece algo... ¿confundido? Claro que lo va a estar, ¿de dónde carrizos yo conocería a este doctor? Lo vi por primera vez en la oficina de mi jefa... ¡En la oficina de mi jefa!...
-Oh, Derek, él es el doctor Augusto Cambridge. Es el cardiólogo de Loyda, mi jefa-digo rápidamente y Derek, caballerosamente como siempre, le extiende su mano y ambos se saludan. Miro sus manos enlazadas y una punzada asquerosa surge en la boca de mi estómago. Están tan cerca, están tomando sus manos el uno al otro... Derek ajeno a que es su padre, y Augusto con conciencia de que este hombre que tiene enfrente es su hijo.
-Mucho gusto, señor Cambridge-le dice Derek, soltando la mano del doctor. Este baja la mirada por unos segundos y luego sonríe.
-Augusto, dime solo Augusto-le dice y Derek asiente. Un silencio incómodo surge, silencio entre
nosotros tres. Solo se escuchan las voces lejanas de la sala de espera y el vaivén de enfermeros. Miro a Cambridge y luego a Derek fugazmente. El único parecido que me permite saber que es su padre son sus ojos: azules, verdosos, una mezcla hermosa que ambos poseen. Ambos poseen aire de rudeza, de fuerza, pero no es eso lo que los une físicamente-. Bueno, debo irme-dice finalmente el doctor-. Fue un placer conocerte, Derek-dice y me lanza una mirada cargada de pena, aunque es tan fugaz que no creo que Derek se haya dado cuenta.
Sigo con mi mirada los pasos de Augusto, y cuando desaparece de mi campo de visión, veo a mamá caminar hacia acá, con su rostro lleno de curiosidad.
-¿Es el doctor Cambridge?-Inquiere y asiento. Derek está metido en su celular y no presta atención a la conversación.
-Sí... ¿Lo conoces?-Digo en un intento de susurro. Ella asiente y mira hacia el pasillo por unos segundos.
-Es el cardiólogo de tu padre-me dice y frunzo el ceño-. Es tremendo doctor-añade y muerdo mi labio inferior, insegura de si decirle que es el padre de Derek o no. Termino diciendo: -Es su padre-susurro tan bajo que no creo que me haya escuchado, pero cuando veo que sus ojos se abren, sé que sí lo escuchó.
-¡Oh, mi Dios!-suelta, llamando la atención de Derek. Este toma mi cintura y mira a mamá con el ceño fruncido.
-¿Pasó algo?-Inquiere, pero mamá parece en una especie de trance, con su boca entreabierta y los ojos llenos de evidente sorpresa.
-No, mi amor-le digo y me sorprende la naturalidad con la que estoy
mintiendo últimamente. Derek asiente y me voltea de un solo movimiento para tenerme frente a frente. ¡Demonios!... ¡Sabe que miento!
-Debo ir a la fábrica a buscar unos papeles importantes que dejé en mi oficina-es lo que dice, aunque sé que sabe que miento.
-Está bien-le digo y este besa mi mejilla con dulzura.
-Regresaré enseguida-me dice, pero no quiero que lo haga. Los niños están con Rebeca, y aunque sé que ella no es la misma de antes, me cabrea el hecho de que Derek la haya tomado en cuenta para que cuidara a nuestros hijos. Más aún cuando sé que algo pasa entre ellos, no sé qué demonios, pero algo ocultan.
-No, mejor regresa a la casa. Rebeca debe estar cansada, mejor ve con los niños-le digo y me lanza una mirada llena de recelo y preocupación.
-No quiero dejarte sola-me dice y niego.
-No estoy sola, mamá y Richard están aquí-le digo y termina rindiéndose.
-Bien... Entonces nos vemos en casa, mi amor-besa mis labios, pero apenas es un leve roce-. Te esperaré-añade y asiente. Se despide de mamá con un cálido abrazo y lo veo alejarse. No pasan ni cinco segundos cuando mi progenitora tira de mi brazo y me hace mirarla.
-¿Cambridge... su padre?-Susurra.
-Sí, mamá, Cambridge es su padre-le digo, indispuesta a hablar sobre esto en estos momentos.
-No lo entiendo, no tiene sentido-dice, pero la corto enseguida:-Hablemos de esto luego, ¿sí, mami?
-Está bien, mi cielo-besa mi frente y camina hacia la sala de espera.
Recuesto mi espalda
en la pared y cierro los ojos. Tengo sueño. Tengo hambre. Tengo miedo. Tengo rabia prematura. Tengo ganas de usar el baño. Mi intestino se está retorciendo. Tengo frío. Tengo calor... ¿Qué pasa entre Rebeca y Derek?... Oh, Dios, tomó la mano de su padre. Si supiera... Vanellys, Dios, Vanellys intentó suicidarse... Mi hermano la obligó a abortar... Estúpida de Valeria Jones, ¡uish!, no la soporto. ¿Quién demonios se cree que es para atacar a mi hermano de esa manera? Sé que hizo una porquería, pero no merece ser juzgado de esa manera. Él no es una mala persona, no lo es... Es un tierno chiquillo encerrado en esa estúpida coraza de hombre cruel y malo. Sé que puede cambiar, sé que Sebys recapacitará...
...
-¿Dónde está mamá?-La voz de Vanellys es apenas un débil susurro. Hace unos quince minutos que el doctor nos dio la autorización para entrar a verla. Su rostro está pálido, no teñido de un rosa tierno e inocente como siempre. Verla me aturde, me hace recordar que en su vientre hubiera crecido un ser... mi sobrino, o sobrina... Qué hermoso hubiera sido ver crecer a una criaturita-... ¿Y Sebastián?-Su pregunta me hace mirarla a los ojos y cerrarlos con fuerza unos segundos. Es horrible observar su mirada caída, llena de una tormenta que lleva arrastrando desde hace mucho, una tormenta que muchos no vimos llegar.
-Ese pecador no está-la cortante voz de Valeria invade la habitación y me giro para verla entrar por la puerta. De tan solo ver su rostro me dan ganas de abofetearla-... Y será mejor que no se atreva a acercarse
más-añade con petulancia y muerdo el interior de mi mejilla para no decirle nada frente a Vanellys.
-Mamá, por favor...-dice la hermana de Elizabeth, intentando sonar fuerte, pero falla; está muy débil.
-¡Cierra la boca, Vanellys González! De ahora en adelante harás las cosas como yo diga-le espeta Jones y mi pulso comienza a alborotarse, pero me mantengo en silencio como espectadora. Debo mantenerme callada, debo controlarme. El rostro de esta mujer no está ayudando mucho. Su mejilla grita que la golpee con fuerza y le deje mi huella para que nunca se olvide de la repulsión que provoca en mí-. ¿Intentar acabar con tu vida? ¡¿En qué demonios estabas pensando?! ¡No puedo creer que te comportes como una cría sin moral!... ¡Como una pecadora!, ¡mundana!-Jones está atacando a Vanellys con su discurso de "fiel seguidora de Cristo". ¡¿Es que esta mujer es bestia?! ¡¿Cómo puede gritarle a su hija en estos momentos?! ¡Vanellys necesita apoyo, que la entiendan!
-... ¡¿Dónde están los valores que te enseñé?!-Necesito respirar profundo, necesito calmarme-. ¡¿Es que cómo pudiste, Vanellys?! ¡Mereces ser castigada!...
-No intenté suicidarme...-suelta la pobre chica en un débil murmullo. Jones chasquea la lengua y niega frenéticamente.
-¡Claro que lo hiciste! ¡No seas necia y acepta la porquería que hiciste!-vocifera Valeria, hecha una fiera. Vanellys tiene los ojos cerrados... Tiembla.
-Cariño, ¿por qué dices que no quisiste suicidarte?-Me acerco a ella con sutileza y acaricio su melena.
-No intenté suicidarme,
Susan-me susurra y Valeria se acerca con brusquedad, agitando sus hombros con fuerza.
-¡Deja de mentir! ¡Deja de negarlo!... ¡Ese monstruo te descarriló de los caminos del Señor! ¡Te destruyó la vida!-Jones está descontrolada; intento apartarla, pero está ejerciendo fuerza bruta. Vanellys llora, chillidos salen de su garganta y la impotencia arraiga mi sistema. La puerta de la habitación se abre de golpe y entra Manuel junto a Richard y el padre de Vanellys. Mamá y la esposa de George miran la escena con los ojos como platos. Manuel toma a Jones y la aparta de Vanellys, quien llora como chiquilla aterrada.
-¡Valeria! ¡Tienes que controlarte!-gruñe Manuel, sujetando con fuerza a esa loca.
-¡Mi hija tiene que ser castigada!-grita y comienza a sollozar, calmándose poco a poco hasta quedarse inmóvil en los brazos de su ex yerno.
-Sácala de aquí-le dice Richard a Manuel y este la saca enseguida de la habitación. Ya cesado el escándalo, todos giramos a ver a Vanellys, quien está derramando lágrimas en silencio. Mamá se acerca a su camilla y la abraza con delicadeza, como si temiera que pudiera quebrarse.
-¿Cómo te sientes, querida?-Le pregunta mami.
-No intenté suicidarme-suelta ella y clava sus ojos en mí. Intento ver qué hay en su mirada, pero me agobia, me hace recordar lo mucho que esta niña en cuerpo de mujer ha sufrido-. Un hombre llegó a mi apartamento y comenzó a hacerme preguntas sobre ti y Derek-dice y tardo unos segundos en procesar sus palabras. Cuando lo hago, mi reacción es fruncir el ceño y sentarme
a su lado, en el borde de la camilla. Todos prestan atención a la conversación.
-¿Qué dices?... ¿Sobre mí y... Derek?-La sola idea me parece absurda e ilógica.
-Quería saber todo sobre ustedes... Conocía detalles sobre su relación que ni yo misma conocía... No sé qué quería, pero contesté varias preguntas que me hizo...
-¿Qué sabía sobre nosotros?-Inquiero, con la preocupación y curiosidad a niveles altos.
-Me habló sobre una noche que te desmayaste en el auto de Derek y él te llevó a su casa. Me dijo que esa noche no saliste de allí hasta la madrugada-abro los ojos como platos y mi pulso comienza a acelerarse. Ese detalle de mi vida nadie lo sabe, solo Elizabeth conocía ese hecho-. Ese hombre quería saber cómo está tu relación con Derek. Me dijo que era un viejo amigo... No sé por qué lo recibí en mi apartamento... Me pidió un vaso de agua... Cuando me levanté del asiento, mi viejo tocadiscos comenzó a sonar ópera. Me sobresalté cuando vi a otro hombre parado en mi estantería, observándome con una mirada lasciva, escalofriante...
-¿Qué sucedió?...-El padre de Vanellys, George, es el que habla. Parece asustado.
-El señor que estaba sentado en mi asiento se levantó y caminó hasta la puerta. Antes de salir le lanzó una mirada extraña al escalofriante hombre y me dejó sola con ese extraño. Intenté escapar, pero me atrapó con facilidad. Pensé que me mataría, o violaría, pero solo sacó de su bolsillo un objeto punzante e hizo una marca aquí-aparta un poco de tela y nos enseña el lado izquierdo de su pecho,
en donde se puede visualizar un pequeño punto morado-... Me arrastró hasta el baño y me obligó a tomarme las pastillas... Dijo que cuando estuviera lista, regresaría por mí...
-Hija, si todo esto es cierto... ¡Cielos, hay que ir a la policía!-dice su padre, alarmado.
-Todo esto no tiene sentido-dice mamá, en apenas un murmullo, pero logré escucharla.
-Mamá no me creerá...-murmura Vanellys. Como si la hubiera llamado telepáticamente, esta aparece por la puerta junto al doctor.
-Se acabó. Hoy mismo comienza tu rehabilitación-dice esta, petulante. Todos miramos a Vanellys como por inercia y vemos cómo las gotas saladas ruedan por sus mejillas. ¿Realmente es ella la que necesita rehabilitación?...
***
Dos semanas. Dos semanas ha pasado Vanellys en rehabilitación. He ido a visitarla prácticamente todos los días. La pobre vive sumergida en una depresión severa, consecuencia de las cosas por las que está pasando: su madre reprochándole cada vez que tiene oportunidad, el aborto, Sebastián... Sebastián... No he tenido comunicación con él, no desde aquella noche en el hospital. Derek dijo que sabía el motivo y que prometió decírmelo, pero no hemos tenido oportunidad de hablar. Llegamos del trabajo agotados, me he quedado a dormir en casa de mamá, en fin, no hemos podido hablar sobre el asunto, pero ya habrá tiempo para eso.
Coloco un mechón de cabello detrás de mi oreja y suelto el aire contenido. Miro mi reloj de muñeca y veo que ya va a ser hora para salir del trabajo. Es tan agotador
no hacer nada... Hoy el día ha estado tan mierda, muy poca clientela, y la jefa no ha dejado de gritarle a Whitney cada vez que tiene oportunidad. La morena de cabello rizo está prendida, con su rostro lleno de coraje y ordena los productos de su estantería de mala manera. La miro adrede para que lo note y cuando lo hace me brinda una sonrisa forzada y continúa con su masacre de productos de belleza. Ruedo los ojos y me dispongo a recoger mi lugar para irme. Un producto se cae al suelo y doblo mis rodillas para recogerlo. Cuando enderezo mi postura, doy un respingo cuando veo a una figura alta e imponente frente a mí.
-¡Doctor Cambridge! ¡Qué susto me ha dado!-digo con mi mano en el pecho y el hombre sonríe.
-Disculpa, no quise asustarte-me dice él, toqueteando unos productos que están en la estantería, y con sutileza se los quito de las manos para guardarlos. Él asiente como si le hubiese pedido permiso para quitárselos.
-¿Qué lo trae por aquí? Es viernes, regularmente viene los lunes y miércoles-le digo y este recuesta sus codos en la estantería. Está relajado y actúa con una confianza que no sabía que me tenía. Sonrío.
-He venido por Loyda, iremos a cenar-me dice y alzo ambas cejas, sorprendida.
-¿Salen?-Inquiero, curiosa. Este suelta una leve risa, pero niega.
-Es solo una cena-me dice y asiento, aunque no creo que sea solo una cena. Uy, este hombre tan guapo con la bruja despeinada de mi jefa. No sé qué le vio.
-También tengo una proposición para ti-me dice y cuando termino de ordenar mi
lugar, enderezo mi postura y lo miro.
-¿Cuál proposición?-Le pregunto, untándome un poco de antibacterial para limpiar mis sudorosas manos.
-Más bien una propuesta de trabajo-me dice y le presto toda mi atención-. Un colega perdió a su mejor asistente hace unas semanas y está buscando a alguien para el puesto...
-Soy ortodoncista, señor...
-Lo sé, no hablaba de un cardiólogo, hablo del doctor Hilbert Rossy, ¿lo conoces?-Abro los ojos como platos.
-¡¿Hilbert Rossy?! ¡Por supuesto que lo conozco! ¡Es el mejor ortodoncista de California!-chillo, extasiada.
-Sí, creo que lo conoces-dice Augusto entre risas.
-¡Sí, obvio!... Espera, Hilbert Rossy... de California... Al otro lado del país-digo, cayendo en cuenta de la propuesta de Cambridge.
-Sí, al otro lado del país-me dice con su sonrisa aún existente-. Pero estamos hablando de su clínica del este-me dice y frunzo el ceño-. Está buscando a alguien que sea capaz de manejar su clínica, está buscando a alguien como tú-me dice y parpadeo varias veces, procesando sus palabras.
-¿Quiere decir que yo podría manejar su clínica?... ¿Que sería la doctora al mando de una de la más prestigiosas clínicas del país?-Las palabras se atascan en mi garganta y mi pulso comienza a acelerarse con la sola idea de poder hacer algo de ese tamaño.
-Me tomé la libertad de llevarle tu curriculum y ha quedado encantado. Quiere conocerte-me dice. Pasan no sé cuántos segundos cuando comienzo a saltar como una adolescente hormonal.
-¡Ah...!
¡No lo puedo creer! ¡Ah...!-chillo y veo cómo Augusto ríe, de seguro pensando que soy una retardada, pero realmente no me importa.
-¿Qué pasa aquí?-La voz de Loyda llega apenas como un leve sonido a mis oídos, aunque lo más seguro es que mi emoción nubló mi sentido de audición-. Buenas tardes, Augusto-le dice a Cambridge en un tono demasiado empalagoso para mi gusto.
-Buenas tardes-le dice este, besando su mano con elegancia. Su intercambio de saludos ha opacado mi emoción.
-¿Nos vamos?-Loyda es toda una mandona hasta con los hombres. Rubia con menopausia, vieja insoportable, pechugona, bruja...
-Cuando usted ordene-le dice Cambridge y esta le sonríe patéticamente, pero cuando voltea en mi dirección, su sonrisa desaparece de manera inmediata.
-Hoy cierras la tienda tú. Toma las llaves y no olvides cuadrar el dinero y guardarlo en la bodega-me lanza el juego de llaves y antes de que abra mi boca para hablar, esta toma a Augusto por el brazo y juntos caminan hacia la salida. Cambridge me lanza una guiñada y salen de la tienda. Cinco segundos después, Whitney y las demás chicas, Priscila, Samantha y Julie, se me acercan, bombardeándome con preguntas, las cuales contesto con gusto, burlándonos de nuestra patética e insoportable jefa.
Media hora después, solo quedamos Whitney y yo en la tienda, cuadrando el dinero de las ventas de hoy. Ambas hablamos como cacatúas, sobre temas al azar y honestamente sin relevancia. Ya a esta hora los temas de conversación están agotados, bueno, yo estoy agotada. Hoy es viernes, creo que no iré
al gimnasio. Oh, Dios, Max va a matarme si no voy.
-¿Quién es ese?-Me despierta Whitney, mirando hacia el cristal que da vista hacia el exterior de la tienda. Miro hacia allá y mi vista enfoca el rostro de Patricio, quien está mirándonos con detenimiento. Mi estómago se retuerce, pues realmente su semblante está lleno de oscuridad. Camino dando grandes zancadas hacia la salida y salgo de la tienda para encararlo.
-¿Qué haces aquí?-Le espeto sin intento de ser amable con él. Este me mira con una expresión de confusión, dolor y... ¿culpa?
-Perdón-murmura tan bajo que creo que no haya escuchado bien.
-¿Qué?-Inquiero, cortante, y este tiene la mirada clavada en el suelo.
-He dicho que perdón-dice, ahora con más fuerza, y frunzo el ceño, sorprendida por esa simple palabra salida de su repugnante boca-. No te pido que me perdones, solo necesitaba hacer algo bien por primera vez en mi vida-dice, después del silencio que había nacido entre nosotros-. No te pido perdón por lo que te hice, porque la verdad no me arrepiento-dice y bufo-. Te pido perdón por no arrepentirme de todo el daño que te hice...
-No necesito escucharte, Patricio. Ya superé esa etapa-le digo, dispuesta a irme, pero este agarra mi muñeca, pero le lanzo una mirada que lo hace soltarme de inmediato.
-El haberte pedido perdón no es para hacerte sentir bien a ti, sino para mí-me dice y ruedo los ojos.
-Espero que lo hayas logrado-le digo y giro sobre mis talones para entrar a la tienda nuevamente.
-Solo mi Sebastián podrá
hacer que lo logre-dice y me detengo en seco. No sé por qué, pero algo está creciendo en mi pecho: compasión. Giro y lo veo con su rostro lleno de culpa, una tristeza genuina. Algo extraño viniendo de Patricio Egglesfield.
-Años pasaron, años de los cuales te olvidaste de que tenías a alguien afuera de esa cárcel esperando por una llamada de su padre-le digo, pero no sueno tajante, sueno más bien angustiada.
-Años de los cuales pasé mis días avergonzado... No quería escuchar a mi hijo a través de una línea telefónica custodiada por policías... Quería tenerlo junto a mí, escuchar su risa, verlo crecer...
-Pudiste hacerlo, pudiste verlo crecer. Sebastián pasó su vida esperando tu llamada. Te buscaba, iba a la cárcel, pero tú nunca quisiste verlo... ¿Cómo quieres tenerlo ahora después de haberlo rechazado?...-A mi mente vienen los recuerdos de aquellas noches en las que mi hermanito se encerraba en su habitación a arrojar cosas, lleno de rabia, odio. La noche en la que intentó suicidarse. Todo ello por Patricio.
-Fui un cobarde, lo sé, pero me avergonzaba del tipo de hombre en el que me había convertido-me dice con amargura destilando de su voz-... Pero no quiero hablar esto contigo... Quiero hablar con mi hijo, decirle cuánto lo siento. Por favor... ayúdame-suplica, pero niego.
-No te ayudaré... No haré nada por ti-le digo, mirando hacia otro lado para no mirar su demacrado rostro y sentir lástima o compasión.
-No voy a suplicarte-contesta, seco-. Solo dile a Sebastián que todos los días estaré en el Ghost Bar, esperando que regrese a mí-dice y se aleja sin vacilar. Lo veo alejarse y la culpa arraiga mi sistema, pero hago mi mayor esfuerzo por ser fuerte. Whitney abre la puerta y la veo asomada en el umbral, mirándome con el ceño fruncido.
-¿Quién era ese?-Pregunta.
-Nadie importante-contesto y entramos de nuevo a la tienda.
...
Camino por la acera que me lleva a la entrada de la casa de mamá. Después de cerrar la tienda, fui al gimnasio con Derek, y ahora llegamos acá para buscar a los niños. Derek parece preocupado por algo, me dijo que era por los niños y que llegáramos lo antes posible a la casa. Me resultó extraño, pero prometió decirme la razón. Así que abro la puerta de la casa y entramos enseguida.
Hay alboroto proveniente de la sala de estar, un alboroto que cesa cuando piso la estancia. Abro los ojos como platos cuando veo a los causantes del escándalo.
-¡Susan!-gritan, y antes de que pueda decir palabra alguna, la estancia se queda en penumbras.
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Capítulo XVII: Enfermiza dulzura
¿Y si te pasas por mi nueva historia "Ángeles caídos"? Es un nuevo proyecto que iré subiendo cuando acabe esta historia. El prólogo está disponible, así que espero y te pases por allí a echarle una ojeada, ¡está genial! Prometo no defraudarlos... Es una mezcla de fantasía, suspenso, romance, mitología... Esas mezclas que me encantan hacer en mis historias... Anda, pasa por mi perfil y anímate a leer el prólogo para ver qué te parece.
Otra cosita, veo que nadie comenta sobre lo que escribo y la verdad me encantaría saber sus opiniones, qué les parece cada capítulo, si les gusta o no, qué debería mejorar... Todas esas cositas que me ayudan a crecer como escritora. Siempre me esmero en cada letra, en cada palabra, solo para brindarles una buena lectura, y me encantaría saber si mi esfuerzo vale la pena. Los lectores esperan las actualizaciones de las historias y los escritores esperan con ansias las opiniones de cada cosa que escriben. Siempre trato de cumplirles para que cada semana tengan un capítulo, ojalá y dejen sus opiniones, porque la verdad son importantísimas para mí...
Los aprecio, los valoro como lectores, ustedes son mi inspiración para cada día sentarme frente a la pantalla y comenzar a escribir...
Los quiere,
K.L. Rodríguez ❤️
https://youtu.be/cKHev55WG6A
LINK DEL BOOKTRAILER HECHO POR LA HERMOSA DE Karla Barranco...❤️
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DEREK
-Creo que se fue la luz-escuchamos que dice Philip.
-¡No me digas!-gritan en coro y en segundos reímos.
-¡Ah...! ¡Ah...!-los gritos de mis hijos se escuchan con claridad y sus pasos acelerados se oyen por las escaleras, hasta que llegan a la sala de estar, en donde todos nos encontramos. No
puedo evitar reír por el grito de mis hijos al haberse quedado a oscuras.
-¡No puedo creer que hayan llegado y no me avisaran!-escucho a Susan hablar, pero no puedo ver su rostro debido a la oscuridad. Todos sus amigos están aquí: Dana, Daniela, Jean, Peterson, Joseph, Philip y Wesley. Toda su pandilla de incordios, como ella les dice. Sonrío, pues sé que su visita la reanimará, lo necesita.
-Era una sorpresa-escucho a una de las gemelas hablar.
-¡Debieron decirme!-protesta Susan, divertida, y ruedo los ojos.
-¿Qué parte de sorpresa no entiendes?-Replica Philip y escucho cómo bufa, divertido.
-¡Odio las sorpresas!-chilla mi esposa.
-¡Y estás casada con una cajita de sorpresas!... ¡Qué ironía!-dice otra de las gemelas, de seguro Daniela, la que siempre molesta a Susan conmigo. Todos reímos.
-Tengo miedo-dice Liam, mi pequeñín travieso y cobarde.
-Ven acá, Liam-le digo, a ciegas, porque no veo un demonio.
-No te veo, papi-me dice y río por su voz asustada.
-¡Hello!... Estamos en siglo veintiuno, ¿para qué existen los celulares?-Chilla Philip y enciende la linterna de su teléfono móvil. Todos pegan un grito de júbilo y reímos. Mis hijos salen corriendo y envuelven mis piernas con sus bracitos.
-Traeré velas-dice Mónica.
-Te acompaño, mi hermosa doña, madre de la morena latina más sexy del planeta-dice Philip, alumbrando a Susan con su linterna y veo cómo mi esposa rueda los ojos. Mónica suelta una carcajada y palmea la mejilla del gay
con cariño.
-Ya te extrañaba-le dice y Philip la abraza con afecto.
-¿Quién no extrañaría a una dulzura como yo?-Dice y todos bufamos, divertidos. Ambos salen de la sala y todo vuelve a quedar en penumbras.
-¡Qué buen momento para irse la luz!-dice Jean, sacando su teléfono móvil para alumbrar la estancia.
-Esta noche volveremos a ser gente-dice Richard, con su tono de poeta.
-Como el apagón de New York: "La noche que volvimos a ser gente"-dice Wesley, entusiasmado.
-Ay, cierra la boca, león-replica Joseph, burlándose de él.
-¿León?-Inquiere Wesley; por su voz intuyo que confundido por el sobrenombre.
-Sí, león... Todos los que leen son unos leones-le contesta Joseph.
-Oh, entonces soy una leona, rawr-dice Susan y todos soltamos una carcajada. En eso aparecen Mónica y Philip con velas encendidas. Las colocan en puntos estratégicos y la estancia se ilumina con una luz tenue y cálida.
-Eso, ¡volvamos a ser gente!-se burla Joseph y todos reímos. Con ellos no es difícil hacerlo...
...
-Veo, veo-dice Philip.
-¿Qué ves?-Cuestionamos al unísono.
-Una cosita-prosigue él.
-¿Con qué letrecita?-Seguimos el juego.
-Con la letrecita... ¡V!-chilla el moreno y Daniela protesta, levantándose de golpe del suelo.
-¡Vela!-chilla y Philip ríe.
-¡Lo adivinaste, muy bien!-se burla de ella. Los últimos treinta minutos lo único que ha dicho en el juego
ha sido vela. Mis hijos se han quedado dormidos junto a su abuela y me levanto del suelo, en donde he pasado la última hora sin luz.
-Los llevaré a la cama-le digo a Mónica y esta asiente, besando las mejillas de sus nietos.
-Te ayudo-me dice Susan, tomando a Liam en sus brazos. Tomo a William y ambos caminamos escaleras arriba para dejar a nuestros hijos en la recámara.
Cierro la puerta de la habitación después de dejarlos acostados en la cama. Susan continúa caminando y la detengo por el brazo. No sé qué le pasa, parece un cuerpo sin alma pululando por la casa.
-Te lo diré ahora-las palabras salen automáticas. Quiero sacarme lo que llevo dentro, lo que me preocupa. Ella me mira y a pesar de la oscuridad puedo ver sus ojos clavados en mí, con expectación y curiosidad.
-¿Qué cosa?-Inquiere, pero su voz no parece curiosa, al contrario, suena sin emoción alguna. Eso me preocupa aún más y la abrazo con fuerza antes de mirarla a los ojos y decir: -Le prohibí a Sebastián acercarse a los niños-ella abre los ojos como platos y se aparta un poco.
-¿Qué?... ¿De qué hablas?, ¿por qué?...
-Está metido en porquerías de la calle y no quiero que los involucre a ustedes-contesto y el rostro de Susan se llena de incredulidad y... ¿enfado?
-¿Cómo sabes eso?-Inquiere y su labio tiembla, muestra de que está empezando a cabrearse.
-Dos hombres le dieron una golpiza el día del hospital... Si yo no los detenía pudieron haberlo matado-le digo y Susan aparta la mirada, mordiendo
su labio inferior.
-¿Y ahora es que me lo dices?... ¿Por eso te dolía el cuerpo?...-Pregunta rápidamente y asiento, tomando su barbilla, pero esta aparta mi mano con rapidez-. ¿Y tomas la decisión de apartar a mis hijos de su tío sin consultarme?... ¡Sebastián tiene derecho de ver a sus sobrinos!...
-¿No estás escuchando, Susan? Está involucrado con mierda de la calle, no puedo permitir que le pase algo a mis hijos y a ti-le digo con calma, tratando de no alterarme. Sabía que esto podía pasar, así que intento no enfadarme.
-¡Son mis hijos también! ¡Soy su madre! ¡No puedes venir y tomar una decisión así sin tan siquiera decirme!-está alzando su voz e intento tocarla para que no siga alterándose, pero ella me lo impide. Quizás debí decirle antes, pero tenía que tomar la decisión por el bien de ellos.
-Susan, Sebastián está haciendo las cosas mal. No dejaré que sus decisiones los afecte a ustedes...
-¡¿Y por eso hay que echarlo a un lado?! ¡Sebastián necesita ayuda, necesita el apoyo de su familia! ¡No que lo aparten y rechacen!...
-Sí, necesita apoyo, pero lamentablemente por estar complaciendo sus caprichos, por darle todo en la mano sin enseñarle que luche por sus cosas, por tratarlo como a un niño cuando ya es un hombre, se está hundiendo cada vez más-digo y mi pulso comienza a alterarse. Intento no cabrearme, pero Susan no quiere ver la realidad y eso me molesta.
-¡Hay que brindarle apoyo, amor, compresión!...-dice con voz temblorosa y sé que se siente frustrada por todo esto, pero
debe entender que Sebastián está perdido y no quiere salir de ese hoyo en el que se sumergió.
-Todo eso lo tiene y no lo valora, Susan... No aprecia todo lo que tu madre le ha dado. Hay que comenzar a tratarlo como a un hombre, no como a un niño indefenso. Sé que está jodido, que ha sufrido demasiado, pero eso no lo justifica para comportarse como un mierda, para haberle hecho eso a Vanellys, para tratar mal a todo el que lo rodea... Han pasado toda su vida justificándolo por cada cosa que hace mal y no se dan cuenta que lo han consentido en vez de ayudarlo a que salga de la mierda mundo en el que vive-suelto mi punto de vista y a Susan no parece gustarle. Su rostro está encendido y lágrimas de coraje bajan por el borde de sus ojos.
-No voy a echar a un lado a mi hermano-dice, temblorosa, y aprieto mis puños para no abrir mi boca y soltar todo la sarta de cosas que siempre me reservo por respeto a ella y a su familia.
-Mientras él no decida cambiar verdaderamente, no lo dejaré acercarse a los niños sin que yo esté-digo, tajante, y Susan me fulmina con la mirada.
-¿Tú lo decides?-Dice, enarcando una ceja, y bajo la mirada unos segundos, pues su mirada fría me perturba. Sé que debí consultárselo, pero Susan no comprende el porqué de mi decisión. Está ciega y temo que por ello arrastre a los niños.
-Está decidido, Susan-digo, tajante, y esta asiente, gira sobre sus talones y baja las escaleras echa fuego. Esta vez no me siento culpable, pues sé que tomé la decisión correcta.
***
Mi
corazón late tan fuerte que lo siento en mi garganta. Mis manos están temblando e intento neutralizar mi respiración. Coloco mi mano en mi corbata para desajustarla un poco, pues siento que me falta el aire. Escucho un fuerte zumbido en mis oídos, mi vista está siendo bloqueada por una nubla negra...
Camino por el largo pasillo oscuro. No he podido conciliar el sueño, después de que mamá me dejara acostado en mi cama. Ella y papá están su habitación, así que camino hasta allá para acostarme con ellos. La puerta está entreabierta y cuando asomo mi ojo por la rendija, veo a mamá observando a papá mientras duerme sobre la cama. Ella está sentada en el suelo y lo observa embelesada, como si estuviera contemplando una obra de arte. La puerta hace un chillido debido a que me pegué demasiado a ella y mamá gira su cabeza en mi dirección. Esta sonríe y coloca su dedo índice en su boca para que no haga ruido. Cubro mi boca con ambas manos, mamá sonríe y me pide que me acerque a ella. Corro y me abalanzo sobre ella para abrazarla.
-¿No estabas dormido?-Inquiere mamá en susurros y niego frenéticamente.
-No puedo dormir-le digo bajito y esta besa mi frente.
-Yo tampoco... Tengo que cuidar a papá para que no se vaya-dice, observando a papi mientras este yace sobre la cama.
-¿Papá se quiere ir?-Pregunto, preocupado.
-No se irá, cariño, no puede dejarnos-dice con voz dulce y me aferro más a su brazo. Mamá se queda embelesada mirando a papá por unos minutos y luego suelta un leve suspiro
y me mira con dulzura-. Te pareces tanto a tu padre, mi amor-me mira sonriendo-. Ustedes son mis amores, mi vida entera... Sé que tú nunca me abandonarás, mientras estés conmigo recordaré a tu padre por siempre...
-¡Señor Johnson!... ¡Señor Johnson, despierte!-Alguien está llamándome. ¿Qué... me pasó?...
-¡Señor Johnson!, ¿se encuentra bien?-Otra voz pregunta. Abro los ojos poco a poco hasta que la luz me ciega por unos segundos. Cuando ya todo se ve con más claridad, veo el rostro de mi secretaria junto a otros trabajadores de la empresa. Me levanto del asiento en donde estoy acostado y siento mi cabeza dar vueltas. Froto mi sien e intento neutralizar mis nervios. Otra vez, pienso. Otra vez me dio un ataque.
-Señor, ¿qué le ocurrió?-Mi secretaria parece preocupada. Me levanto del asiento y camino hasta mi escritorio. Todos me siguen con la mirada.
-No fue nada-digo, más tajante de lo que pretendía. Todos guardan silencio y me siento un completo idiota, así que digo: -Solo debió ser un bajón, no hay de qué preocuparse-intento sonar despreocupado. No quiero hablar sobre mis ataques psicológicos con nadie de la empresa-. No se preocupen, vuelvan a sus trabajos-les digo y todos salen de la oficina menos Cristina. Esta me mira con genuina preocupación.
-Decía cosas extrañas, jefe-me dice esta con su vista clavada en mí. Aparto la mirada y miro por el enorme cristal detrás de mi escritorio.
-Comunícame con el doctor Scott-le ordeno sin siquiera mirarla.
-¿Con su psiquiatra?-Inquiere
y me volteo para encararla. Su rostro está lleno de preocupación y curiosidad.
-Sí, con mi psiquiatra... Necesito hablarle. Comunícame con él, por favor-le digo, tajante, y mi secretaria sale de la oficina enseguida. Ella es eficiente, inteligente y muy reservada, realmente la estimo, pero en estos momentos no quiero que nadie se entrometa en mis asuntos personales. Pensé que los recuerdos de mi pasado no volverían, pero creo que los arrastraré por el resto de mis días.
El teléfono comienza a sonar y despierto de mi ensimismamiento, tomándolo y contestando la llamada.
-El doctor Scott en la línea cuatro-me avisa Cristina.
-Gracias-le digo y presiono el botón de la línea antes mencionada-. Buenas tardes, habla Derek Johnson-digo y enseguida escucho la voz del doctor.
-Buenas tardes, William. ¿Todavía sigues desistiendo de ser llamado con tu principal nombre?-El doctor contesta con diversión. Ruedo los ojos como normalmente haría cada vez que hablo con él.
-Sigue siendo el mismo nombre-replico y lo escucho reír.
-¿A qué se debe tu llamada? Hacía mucho que no nos comunicábamos. ¿Cómo has estado?-Inquiere y suelto el aire que siquiera sabía que llevaba contenido y guardo silencio-. ¿Qué ha pasado, William?-Insiste Scott y coloco una mano en el puente de mi nariz, frustrado.
-Han vuelto-digo, esperando a que sepa de qué hablo.
-¿Los recuerdos?-Dice y asiento como si estuviera frente a mí. Cuando me doy cuenta de que aún no le he contestado, le digo que sí-. Ellos
nunca se irán, siempre estarán ahí, William...
-Pero hacía mucho que no llegaban de manera tan vivida... Hacía mucho que no lograban afectarme-digo y sueno desesperado, pero no puedo evitarlo, lo estoy.
-Nuestro subconsciente almacena muchas cosas que vivimos y en ocasiones expulsa fragmentos que creemos olvidados, pero siguen estando ahí... A veces llegan de la nada y en ocasiones algo lo detona...
-Últimamente llegan con frecuencia...-digo y mi pecho se llena de miedo, preocupación. No quiero que el pasado siga atormentándome.
-Ven a mi consultorio el quince de este mes y hablamos sobre esto, ¿te parece?-Sugiere el doctor y acepto sin pensarlo demasiado-. Ten paciencia, William, y trata de controlar los recuerdos, no dejes que te manejen, tú debes manejarlos a ellos...
-Gracias, doctor. Nos vemos pronto-le digo y finalizo la llamada.
***
Camino por la acera junto a Mónica y siento el viento chocar contra mi rostro. Miro hacia el cielo y veo que está teñido de gris. El olor a lluvia se cuela por mis fosas nasales y una gota cae sobre mi frente. Falta poco para llegar a la tienda en donde Susan y sus amigos están, pero aceleramos el paso para que la lluvia no nos alcance. Cuando las gotas comienzan a descender del cielo, Mónica y yo nos detenemos debajo de una carpa de una cafetería para no mojarnos.
-Y nos alcanzó-dice Mónica, viendo cómo la lluvia desciende cada vez con más fuerza. Guardamos silencio, cada cual ocupado con sus
pensamientos.
Unos minutos después, la puerta de la cafetería se abre y de ella sale el señor Brown, acompañado de una mujer, que intuyo es su esposa. Él nota mi presencia y parece indeciso si saludarme o no.
-¿Cómo está, señor Brown?-Le pregunto al abogado y este estrecha su mano, vacilante.
-Muy bien, señor Johnson-dice este y Mónica le da un asentamiento de cabeza como saludo. Algo en mi mente hace click y recuerdo la carta de la que los padres de Susan hablaron. Mónica no parece nerviosa, siquiera parece conocer al abogado Brown; finge muy bien.
-Debe conocer a Mónica, mi suegra-digo, tomándola por los hombros y ambos se estrechan sus manos.
-No había tenido en placer de conocerla. Un placer, señora-la saluda y mi suegra sonríe-. Ella es mi esposa Lorraine-nos presenta a su esposa y ambos asentimos.
-¿No se conocían?... Pero si ambos ya han hablado anteriormente-digo, intentando que dejen de actuar, pero ambos no parecen comprender lo que les acabo de decir-. Mónica, conoces al abogado de abuela, ¿no es así?- Digo, pero mi suegra parece confundida.
-¿El abogado de tu abuela?-Inquiere y asiento, mirándolos a ambos.
-Debo retirarme-dice Brown, incómodo-. Un placer saludarlos-abre un paraguas negro y se aleja junto a su esposa de nosotros.
-¿Él es el abogado de tu abuela?-Pregunta Mónica, con el rostro lleno de confusión, y asiento.
-Sé que él te entregó una carta de mi abuela-digo y esta abre los ojos ligeramente, apartando la mirada-. Quiero saber qué dice esa
carta-añado y esta me mira enseguida.
-Acabo de conocer a ese señor, no tenía idea de que él era el abogado de Charlotte-me dice, evadiendo lo que le acabo de decir.
-¿Negarás lo de la carta?-Inquiero y esta niega.
-No lo negaré, pero no fue él quien me entregó la carta... ¿Tenía tu abuela otro abogado?...
-Solo el señor Brown-contesto y esta parece sumamente confundida.
-¿Y entonces quién es aquel hombre?-Murmura, pero logro escucharla.
-¿De qué hombre hablas?-Pregunto, patidifuso.
-De Mathew Gray-dice-. Él me entregó la carta, me dijo que era el abogado de tu abuela-dice y frunzo el ceño, confundido.
-¿Mathew Gray? El abogado de abuela es el señor Brown, no tenía a nadie más-digo y un trueno resuena en el cielo, haciéndonos dar un respingo.
-¿Y quién es Gray?-Dice Mónica y el silencio que le sigue nos permite escuchar la lluvia caer.
...
-¡Dios, qué aguacero!-chilla Phillip,
mirando cómo la lluvia cae por la ventana de la casa. Hace una hora llegamos a casa de Mónica y la lluvia no ha cesado desde entonces. Me la he pasado sentado en el asiento, mirando cómo el fuego tintinea en la chimenea y pequeñas cenizas salen expulsadas. No dejo de pensar en lo que podría decir la carta y en quién fue la persona que se la entregó a Mónica. Tampoco mi cabeza ha podido dejar de pensar en las palabras de Rebeca, en lo mucho que deseo poder alejar a aquel cabrón y en que tengo que proteger a Susan de la verdad. Tendré todo bajo control, ella no tendrá que preocuparse por lo que pasa, pues yo no dejaré que nada ni nadie me aleje de ella.
-Pobre Vanellys, su madre está loca-dice Phillip, haciéndome despertar de mis pensamientos. Ayer fueron a verla y desde entonces han estado preocupados por ella. La chica está depresiva y no es para menos. Ayer intentó decirme algo, pero Susan no la dejó hablar. Antes de salir le prometí ir a verla y que hablaríamos. Quiero saber qué quiso decirme y el porqué Susan no se lo permitió. Siquiera me tomé la molestia de preguntarle, pues sabía que no me diría.
-No sé qué le ocurre a Valeria, ella no era así-dice Daniela.
-Siempre ha sido así-replica Manuel, quien acaba de llegar y está parado en el umbral con los brazos cruzados.
-¡Many!-chilla Daniela y corre para abrazarlo. Todos comienzan a saludarlo y este parece cabreado, pero intenta disimularlo. Lo conozco lo suficiente como para darme cuenta que algo le pasa.
-¿Cómo estás, chico rudo?-Le pregunta Phillip, coquetamente, y Manuel pone los ojos en blanco.
-Sigo siendo heterosexual, me gustan las vaginas, ¿entiendes?-Le contesta y todos ríen menos yo. No tengo ganas de hacerlo.
-Eso decía yo hasta que probé con un hombre-le contesta Phillip y Manuel pone los ojos en blanco.
-Cierra la boca, palomita-le dice y camina hacia Mónica para saludarla con un beso en la mejilla. Me doy cuenta de que no saluda a Susan; ambos se ignoran. Camina hacia mí y truena su mano con la mía.
-¿Y los nenes?-Me pregunta.
-Están con Carlos, los llevó al cine-le contesto y este se acerca un poco para que nadie más lo escuche.
-Volvió a pasar-me dice bajito-. Los encontré de nuevo-añade y ambos miramos a Mónica.
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Capítulo XVIII: Una sola noche
SUSAN
-Tome asiento, por favor-me pide y halo un poco la silla color azabache para sentarme. Al hacerlo, noto los rollos de grasa que se han ido acumulando a través de los años en mi abdomen. Acomodo mi postura para disminuir la desagradable vista de mi grasoso abdomen y acomodo mi blusa negra para que todo se vea en orden. Mis horas en el gimnasio han reducido las últimas semanas y la verdad que al no ver resultados mi motivación no ha sido productiva. Estoy en menstruación, enojada con Derek, con mi mejor amigo y muero de hambre en estos momentos. El nerviosismo no me permitió desayunar, pero al pasar casi dos horas sentada en una maldita sala de espera para que el doctor me atendiera, me ha abierto el estómago y ruge como vikingo en plena guerra-... ¿Y bien? Cuénteme, ¿qué sucedió con su clínica?-La línea de palabras del doctor Rossy interrumpe mi pelea mental y esbozo una amable sonrisa
y me incorporo en la silla.
-Es una historia simple y corta-contesto y este asiente, guardando silencio para que prosiga-. Contraté a diez asistentes de ortodoncia, muy bien preparados, cuando ya llevaba dos años en la clínica. Me había estabilizado económicamente y tenía los medios para pagarles por su trabajo. Ginger era una de las asistentes más jóvenes, veintisiete años, la contraté por recomendación de Gina, mi asistente más preparada. Me pidió que le diera trabajo, la muchacha estaba embarazada y, ya sabes, yo soy madre y sé que no es fácil estar sin trabajo y mantener a un hijo está más cañón sin oficio-Rossy asiente y tomo un poco del vaso de agua que me había servido cuando llegué-... Ginger hacía muy bien su trabajo, no tenía quejas de ella-continúo-, pero un día cometió un error bastante grave y mi clínica se vio en problemas judiciales...
-Escuché sobre esa demanda, fue bastante extensa y controversial-dice el doctor y asiento, dándole otro sorbo al agua. Claro que tuvo que haber escuchado de la demanda, ambos pertenecemos al mundo de la ortodoncia.
-A mi clínica asistían personas de toda clase social, desde abogados, hijos de políticos, extranjeros, hasta personas de clase media. En fin, había ganado un buen prestigio, y Ginger lo arruinó, robándole a una señora quinientos setenta y dos dólares de su bolso, y no solo eso, sino que alteró su tratamiento y su boca salió lastimada. La señora tenía los medios, así que armó un caso en corte y lo ganó...
-El caso de Sparks y McMahon-dice, como si estuviera
recordando cómo las noticias hablaban sobre mi demanda. De solo recordar mi fracaso, siento mi estómago frío, como si algo cayera allí dentro y no me permitiera respirar.
-Así es-digo con un hilo de voz. Le doy otro sorbo a mi agua; siento la garganta seca-. Cuando el caso fue disuelto, pude continuar con mi clínica, pero las noticias vuelan, y mi prestigio fue manchado por la demanda y el número de clientes fue descendiendo de manera drástica. Así que un año después del caso, vendí mi clínica y desde entonces no he ejercido mi labor como doctora-culmino mi relato de cómo terminé siendo una fracasada y este me mira con atención, con su rostro neutro y sin emoción alguna. Aunque puedo ver... ¿interés?, ¿expectación?, ¿curiosidad?... No sé, este señor es algo indescifrable.
-¿Y a qué se dedica actualmente?-Su pregunta me hace tragar en seco y tomo el vaso de agua, bebiéndomela de un solo sopetón. Este me mira esperando mi respuesta.
-Trabajo en... una tienda de cosméticos-digo tan bajo que creo que no me escuchó, pero cuando asiente sé que sí lo hizo. No sé por qué demonios me avergüenza decir que laboro en una tienda de cosméticos. Las chicas son fabulosas, el ambiente es tranquilo pese a la gruñona de mi jefa... El punto es que no es tan malo trabajar allí, es solo que... mi lugar no es ese, mi lugar es ser una doctora, siempre ha sido mi sueño... Y cuando al fin lo tuve, se me fue de las manos tal cual hoja cae del árbol y el viento la arrastra sin vuelta atrás.
-¿Y por qué no ha ejercido su labor como doctora?-Inquiere
y muerdo mi labio inferior, nerviosa, ansiosa, abochornada.
-Con mi reputación por el suelo no me fue muy bien consiguiendo trabajo... Me habían ofrecido empleo en una clínica dental, pero era fuera del estado y ya yo tenía una vida hecha; mi familia, hijos, amigos... No quería salir de mi hogar, así que me quedé y conseguí empleo en el Joy's Shop-digo y este asiente, se incorpora en su silla y sonríe.
-¿Cuántos hijos tiene?-Inquiere.
-Dos pequeñines: William y Liam-le digo y sin poder evitarlo sonrío, imaginándome sus rostros tiernos e inocentes, esas mejillas rosadas que tanto adoro y cómo sus pequeñas manitas acarician mi cabello, alborotándolo. Amo a esos dos chiquitines.
-¿Y cómo es su esposo con usted? ¿La apoya en todo esto?... ¿Cómo tomó lo de la clínica?-Su interrogatorio me parece una evaluación para ver qué tipo de mujer soy. Sonrío, recordando que Derek siempre estuvo y está para mí en los momentos turbios de mi vida. ¡Ay, nunca puedo permanecer mucho tiempo enojada con él! En estos momentos quiero salir de este consultorio y correr en busca de Derek, arreglar las cosas y besarlo hasta el alba. Hemos pasado los últimos días sin hablar, bueno, la verdad he sido yo la que no ha querido hacerlo... ¡Soy una mujer con dolores menstruales y mis hormonas están alborotadas, entiéndanme!-... ¿Y bien?-La voz del doctor me devuelve a la última pregunta que me hizo.
-Mi esposo es el hombre más comprensible, paciente y amoroso que he tenido la dicha de conocer-digo sinceramente y de mi boca tira
una sonrisa sin poder evitarlo-. Derek siempre me ha apoyado en todo y con esto de la clínica ha sido comprensible... Hemos tenido disputas sobre ello, pues la verdad es un tema delicado para mí... Él es un exitoso empresario y yo una simple empleada de un shop...
-No menosprecie su capacidad como profesional, señorita McMahon-me interrumpe y bajo la mirada unos segundos. ¡Estoy tan enojada con Derek Johnson!... ¿Cómo pudo prohibirle a mi hermano ver a sus sobrinos?... ¿Y cómo puedo yo permitir que tome una decisión así?... ¿Y por qué de pronto quiero caerle a golpes a Derek?... ¿Por qué soy una fracasada?... ¿Por qué mi esposo tiene éxito y yo no?... ¿Por qué tengo estos malditos rollos de grasa?... ¿Por qué no puedo volver a ser la misma de antes?...
-El éxito se alcanza con dificultad, pero fácil se va... Pero eso no significa que no pueda volver a tenerlo-expresa el doctor, pero continúo sin mirarlo-. El único obstáculo que existe en el mundo es el hombre mismo. Nuestra capacidad para adaptarnos a un estilo de vida monótono, nuestra capacidad para no dar cada día algo distinto, nuestra capacidad para vivir en la queja, todo ello se convierte en obstáculo porque queremos. No tiene por qué avergonzarse de ser una empleada en una tienda... El mundo se divide en clases sociales, en estilos de vidas y nivel monetario, pero al final somos seres de la misma naturaleza. Vivir no es fácil, bueno, sobrevivir, porque hoy día nos toca sobrevivir en un mundo desbalanceado... Un desbalance que nosotros mismos creamos por la capacidad de
adaptarnos a un mundo absurdo, por el conformismo, por no trascender más allá...
-Un discurso algo... motivacional. Es fácil viniendo de una persona que monetariamente está en sus óptimas condiciones-las palabras salen automáticas sin poder evitarlo, pero refuto lo que creo que debe ser refutado. Rossy sonríe, sin ningún gesto de molestia.
-Es fácil hablarlo cuando no siempre se ha estado en óptimas condiciones monetariamente-replica, sentado en la silla en una posición despreocupada-. Cuando se obtiene el éxito por medio de sacrificios, es fácil hablar. No todos los adinerados nacen en cuna de oro, hay quienes nacen con solo el oxígeno que la naturaleza puede brindar. Hay quienes consiguen su éxito después de batallar casi toda su vida contra la corriente. A veces esa batalla los hace ver el mundo desde otra perspectiva... Veo el mundo desde otra perspectiva, señorita... Veo que los humanos somos capaces de cualquier cosa, al fin y al cabo, todo lo existente en la tierra ha sido creado por el hombre para encontrarse sentido de existencia... Cuando encuentre su perspectiva, señorita McMahon, verá que en su vida tiene lo que ha cosechado...
Estoy en blanco.
Tengo hambre.
Este doctor habla mucho.
...
...
...
Este doctor tiene razón, demonios...
-Nos vemos la semana entrante, ya puede retirarse-Rossy se levanta e imito su movimiento, confundida.
-¿La semana entrante?-Inquiero y este asiente.
-Sí. Haremos la firma del contrato para que comience a trabajar-abro los ojos como platos.
-¿Trabajaré
para usted?-Medio grito, pero es que no puedo evitar sentirme extasiada.
-No le di un discurso "motivacional" por nada-dice y río. Estrecha su mano y la acepto con energía-. Un placer charlar con usted, señorita McMahon-sonrío como chiquilla y tomo mi bolso para salir del consultorio.
-Muchas gracias, doctor-le digo; no añado nada más para no sonar como una lame suelas.
-Hasta la semana entrante, señorita-dice este, sentándose nuevamente-. Ah, envíele saludos a Augusto-añade. Asiento y salgo de su oficina flotando en una nube... No, vuelo...
...
-Tienes suerte de que la jefa no vino hoy-me dice Whitney, mientras se maquilla frente al redondo espejo con las muestras de base que llegaron nuevas.
-Le avisé la semana pasada que hoy llegaría tarde-replico, encogiéndome de hombros.
-La pechugona busca cualquier excusa para fastidiar-dice y ruedo los ojos, pues tiene razón. Loyda jode demasiado-. ¿Y dónde estabas? ¿Tenías cita médica?-Inquiere y trago duro. No quiero decirles que pronto me iré del Joy's Shop.
-Algo así-digo y esta me mira enseguida. Puede que no nos conozcamos de años, ¡pero maldita sea cuando sabe que me pasa algo!
-¿Y bien?... Cuéntame, nena, ¿qué tienes?-Bajo la mirada y muerdo mi labio inferior, tratando de no comportarme como una llorona. ¿Y ahora por qué demonios quiero llorar?... ¡Malditas hormonas!
-Conseguí... trabajo-murmuro y esta me mira con expectación-... En una clínica dental-añado
y esta se me queda viendo por lo que me parece una eternidad. De repente pega un grito y comienza a saltar como una adolescente hormonal.
-¡Oh, Dios, felicidades!-chilla y me abraza con fuerza, haciéndome perder el equilibrio. Su reacción no era la que me esperaba y me relajo enseguida.
-Gracias-digo entre risas y Whitney besa mis mejillas repetidas veces.
-¡Estoy tan feliz por ti, Susy!...
-Que no lo noté casi-digo con sarcasmo y ambas reímos.
-¡Cuéntame!... ¿Cómo lo conseguiste?-Inquiere con sumo interés y sonrío.
-Cambridge me consiguió la entrevista-le digo y esta abre los ojos ligeramente.
-¿El doctorcito? ¿Pero y eso?-Curiosea y comienzo a sacar las bases nuevas para maquillar a los clientes que lo deseen. No puedo decirle la verdad a Whitney de que Cambridge es el padre de Derek, así que busco en mi cerebro algo para decirle.
-Entre doctores nos entendemos, cariño-bromeo y esta ríe.
-Ay, disculpe, doctora McMahon-me dice y suelto una carcajada por su tono-. Me alegro tanto por ti... Al fin harás lo que siempre has querido-añade y veo la honestidad en su mirada. De todas las chicas del Joy's Shop, a la que más voy a extrañar es a Whitney. Esta chica es asombrosa.
-Te voy a extrañar tanto-me sincero y esta me mira con una sonrisa y me abraza.
-No seas tonta, no te librarás de mí tan fácilmente-me dice y río-. Esto hay que celebrarlo... ¡Hoy noche de bar!-chilla y niego.
-No puedo, tengo que cuidar a los niños-le digo y Whitney
entrecierra los ojos.
-Oh, vamos, Susan, siempre los estás cuidando. Tómate una noche para ti, tu esposo no se morirá porque los cuide por un par de horas. Además, te lo mereces-dice y muerdo mi labio inferior, insegura.
-No sé, Whitney...
-Vamos, anda, disfruta esta noche... Será nuestra despedida-me dice y tardo unos segundos para detenerme a pensar. Siempre cuido de los niños, ¿qué podría pasar si me tomo una sola noche para mí?
-Está bien-digo y la morena pega un grito de triunfo, llamando la atención de algunos clientes.
-Chicas, Susan consiguió empleo y... ¡esta noche celebramos!-chilla Whitney hacia las otras compañeras y todas aplauden, causando escándalo. Algunos clientes ríen, otros solo nos miran como si fuéramos unas dementes. Hoy no me importa por dos razones: estoy feliz y la pechugona no está.
...
-¿Por qué no me habías dicho nada?-Su voz suena cansada, ronca... dolida.
-Todo surgió de repente-digo, con un taco formándose en mi garganta. ¿Por qué escuchar a Derek de esa manera me duele tanto? Demonios, estoy enojada con él, no tengo por qué sentir ganas de echar a la borda la salida con las chicas e irme con él.
-Aun así no me dijiste nada... Quiero formar parte de tu éxito... Seamos exitosos juntos, ¿lo recuerdas?-Dice y una lágrima rueda por mi mejilla. ¿Y eso? ¿Por qué lloro? Ay, Dios.
-¿Puedes cuidar a los niños por un par de horas?-Vuelvo a preguntarle y el silencio reina en la línea telefónica. Después de lo que me pareció una
eternidad, dice: -Por supuesto que sí. Disfruta tu noche-su voz suena ronca, dolida, y me siento malditamente culpable.
-Gracias-es lo único que digo. El silencio nos invade nuevamente y me resulta abrumador.
-Te amo, Susan-me dice y siento como si me apretaran el pecho con fuerza. Estoy sumamente sensible.
-Yo también-digo y corto la llamada.
...
-¿Estás segura que has hecho esto antes?-Miro los maquillajes que Whitney ha traído como si fuera una tonelada de dinero robado.
-¡Todo el tiempo!... Relájate, Susan, la bruja ni se dará cuenta que faltan un par de lápices labiales y delineadores-dice con simplicidad, comenzando a empavonar sus labios con lápiz labial color durazno. Sus rizos son asombrosamente perfectos, cayendo sobre su frente como si fueran lianas. Adoro su cabello, es tan natural, tan perfecto...-. ¿Y te piensas arreglar o esperas que vengan a hacerlo por ti?-Suelta la morena, despertándome de mi oda a su cabello.
-Solo me untaré un poco de lápiz labial-digo, tomando un brillo, pero esta lo arrebata de mis manos enseguida.
-¿Estás loca? Esta noche tienes que deslumbrar, ¡conseguiste empleo!-chilla y ruedo los ojos, sonriendo.
-Sigo siendo una ama de casa con grasa-bromeo, pero a esta no parece darle ni la chispa de gracia, pues me mira con los ojos entrecerrados.
-Susan, eres hermosa, sensual, cualquier hombre voltearía a mirarte-me dice y ruedo los ojos, ignorando los halagos que me ha hecho por el simple hecho de que me estima-. ¡Y no me ruedes los ojos!-me reprende
y río-. Deja de menospreciarte a ti misma, deja que la verdadera Susan salga-añade y a este punto la conversación se ha vuelto seria, cosa que me incomoda hasta la mierda.
-Whitney, tú eres joven, hermosa, tienes una vida por delante... Yo...
-Tú eres una tonta que no ve lo fabulosa que eres por dentro y por fuera-me interrumpe abruptamente, pero su tono es dulce, encantador como siempre. No quiero seguir hablando de mis inseguridades, es un tema que no me apetece hablarlo. Así que tomo el lápiz labial y me miro en el espejo. Whitney parece notar mi incomodidad, pues no vuelve a hablar hasta que salimos del Joy's Shop.
-El bar está cerca, así que podemos irnos a pie-dice y miro la transitada carretera. Aún es temprano, seis y treinta, así que caminar no está mal.
-Bien... ¿Qué tan cerca?-Inquiero y esta señala hacia el otro extremo de la carretera, en donde hay un letrero con luces que dice "Ghost Bar". El nombre me parece haberlo escuchado antes, pero no recuerdo bien.
-Sé que terminarás queriendo irte temprano, así que elegí uno cerca para que no tengas excusas-replica Whitney y sonrío, negando. Cuando llegamos frente al paso peatonal, nos detenemos para esperar que la luz nos dé la oportunidad de cruzar. Un par de minutos después, logramos cruzarlo y cuando llegamos frente al bar, un destello de luz aparece en mi campo de visión, haciéndome mirar hacia la izquierda.
-¿Qué fue eso?-Pregunto, extrañada.
-¿Qué cosa?-Inquiere Whitney, confundida.
-Ese destello...
¿No lo viste?-Insisto, y la morena me mira con evidente confusión.
-Ey, ¿que todavía no has tomado el primer trago y ya estás borracha?-Bromea, pero ese destello me mantiene en una especie de trance, ¿por qué?-. Vamos, nena, olvídate de tu lucecita y entremos, las chicas nos esperan-tira de mi brazo y entramos al bar.
Me saltaré toda la descripción de cómo es el Ghost Bar. Quien ha visitado un bar, sabe bien cómo está ambientado. Musiquita, alcohol, borrachos, y todas esas cosas de las cuales me hacen arrepentirme al instante de haber venido aquí. Hay bares que no tienen tan mala pinta, ¡pero demonios!, este parece haber sido creado para fugitivos de la justicia, una guarida de criminales y asesinos en serie.
-Allá están las chicas-me dice Whitney, halando mi brazo para arrastrarme hacia el fondo del bar, en donde las otras compañeras están sentadas.
-Pensé que Susan se retractaría-dice Priscila, mirándome como si fuera un espíritu venido del purgatorio.
-¿Por qué pensaste eso?-Inquiero, algo... ¿indignada?
-Pues la verdad es que siempre te niegas a divertirte-dice Julie, dándole un trago a su cerveza.
-¿Estás diciendo que no soy divertida?-Sueno algo cortante, pero es que no sé qué carajo me pasa hoy, estoy virada.
-No he dicho eso. Es solo que... te niegas a disfrutar un poco la vida-replica Julie, la de ojitos achinados, y siento cómo mi sangre circula por todo mi cuerpo, calentando mis articulaciones.
-Ya, déjenla ser como es-interfiere Whitney, pero
sé que ella también piensa lo mismo que las demás. Todas evaden mi mirada, como si no quisieran decirme lo que piensan en la cara.
-Yo sí puedo disfrutar la vida-digo, cargada de reproche. Todas miran sus bebidas, evadiéndome.
-Puedes, pero no lo haces-murmura Samantha, la castaña de ojos claros, y su comentario fue el interruptor que encendió mi adrenalina. Tomo su vaso de cerveza y me lo trago de un solo sopetón; todas me miran con los ojos como platos.
-¡A divertirnos!-grito, tomando la otra cerveza y todas pegan un grito de júbilo, aplaudiéndome. Siento el alcohol pasar mi garganta y la adrenalina se siente asombrosa.
...
-Y el muy maldito me sacó de la fiesta como si fuese un jodido saco de papas, me llevó hasta su auto y, ¿adivinen qué?...
-¡Te arrancó la ropa y te lo hizo sobre el bonete!-dice Whitney, haciéndonos soltar carcajadas. Levanto mi dedo índice y niego.
-Me desmayé-digo, sintiendo mi lengua más pesada de lo normal. Las chicas comienzan a soltar risotadas exageradas, debido a que el alcohol ha hecho estragos en sus sistemas.
-¿Pero qué carajo te pasó?...
-¿Quién se desmaya en pleno momento tan excitante como ese?-Todas reímos sin parar, efecto del maravilloso líquido fabricador de alegría... Es como montarse en un caballo... ¿Qué?... ¿Pero qué demonios pienso?...
-En un caballo me monté esa noche-mi pensamiento salió por mi boca y todas me miran y comienzan a reír estúpidamente, yo lo hago de igual forma.
-¿Entonces sí lo hicieron?-Pregunta
Julie, mientras le da un trago a su cerveza.
-Oh, carajos, claro que lo hicimos... Lo hicimos como animales-digo y todas ríen, algo que sale automático.
-Espera, espera-dice Whitney, levantando su dedo índice y todas guardamos silencio-. ¿Como animales? ¡Pero si tú eras virgen!... ¿No te dolió?-Dice y todas me miran con expectación. En segundos comienzo a llorar, llorar como chiquilla.
-Era virgen, una tonta ingenua virgen-digo entre sollozos exagerados, pero no puedo evitarlo-. Derek me lo hizo de la forma más cursi y bella que puede haber... ¡Me desvirgó!... ¡Me hizo el amor!-sollozo y las chicas me miran haciendo pucheros.
-Aww...-sueltan todas y limpio mis inexistentes lágrimas de mis mejillas y levanto mi cerveza.
-¡Por la polla de Derek!-digo y todas levantan sus cervezas.
-¡Por la polla de Derek!-dicen todas al unísono y reímos.
De pronto siento mi vejiga llena de líquido y me levanto para ir al baño, cuando veo que en una de las sillas de la barra está sentado Patricio, mirando su botella de cerveza como si fuera lo único que tuviera en la vida. Cabrón, es lo único que mereces en la vida.
Camino hacia al baño, importándome poco la presencia de ese extraño y entro al cubículo para vaciar mi vejiga. Cuando salgo me miro en el espejo y me palmeo mentalmente por no haber usado delineador, porque en estos momentos estuviera todo regado, haciéndome ver como un jodido mapache. Como un mapache, jajaja... Un mapache... Uy, tengo náuseas.
Salgo corriendo hacia el retrete y las arcadas se avecinan,
pero no sale nada. Otra arcada vuelve y esta vez premiada con ese líquido que quema la garganta. Cuando termino de expulsar la porquería que el estómago tenía almacenado-no sé cómo puede tener ese sabor tan asqueroso-voy al lavamanos y tomo un poco de agua para aminorar el amargo sabor de mi boca. Tardo unos minutos en recomponerme y cuando lo logro, salgo del sanitario para decirles a las chicas que ya es hora de que me vaya. Cuando ya estoy llegando a la mesa, visualizo a un hombre junto a mis compañeras. Camino lentamente hasta darme cuenta de que ese hombre es Pablo... Mi ex...
Vacilo unos segundos, no sé si regresar a la mesa, pero cuando las chicas me ven no tengo más opción que caminar hacia allí.
-Oh, ahí está-dice Whitney y todos voltean a verme. Pablo me mira directamente, pero decido evadirlo.
-Creo que ya debo irme-digo, tratando de no mirar a Pablo. Fallo. Demonios, qué rico se ha puesto... ¿Por qué cuando se vuelven ex se vuelven endemoniadamente más sensuales?
-Ah, no, aún es temprano... Además, Pablo acaba de llegar-dice Whitney, mirando a Pablo con coquetería. Muerdo el interior de mi mejilla para no gritarle que no sea zopenca y me deje ir.
-Mi esposo me está esperando-digo, enfatizando esposo. Veo cómo Pablo baja la mirada y la satisfacción llega a mi sistema de manera enfermiza.
-Cierra la boca, Susan. Solo quédate un rato más-Priscila tira de mi brazo y me sienta en la silla, obligándome a quedarme. Todos se sientan y no tengo más remedio que quedarme un rato más. Solo un rato-un rato
al lado de mi ex-, solo un rato.
...
Bailo como un pez asfixiándose fuera del agua... Bailo con el alcohol en mi sistema comandando mi cuerpo. He pasado la última media hora bailando, riendo, disfrutando... No pensaba quedarme sentada en la mesa viendo el esculpido rostro de mi ex... Si me quedaría un rato más, pues lo disfrutaría, no me torturaría. Soy consciente de que Pablo no ha dejado de mirarme desde que comencé a bailar junto a las chicas. No sé por qué lo hace, pero que se vaya al carajo, porque no me dañaré lo que me queda de la noche. Continúo bailando y cuando veo que Pablo ya no está en la mesa, camino hasta allá para detenerme a respirar.
-¿Dónde dejaste a tu esposo?-La voz de Pablo llega a mi sentido de audición y giro mi cabeza, para verlo con un vaso de agua en la mano. Se sienta en la silla que está a mi lado y aparto la vista, pues no quiero mirarlo.
-Con todo respeto, ¡qué te importa!-contesto, tajante, y él ríe, haciéndome girar a verlo-. ¿De qué te ríes?...-Protesto y este niega, sonriendo.
-Siempre fuiste tan altanera...-dice y aparto mi mirada, indispuesta a seguir mirando su rostro.
-No empieces con la típica conversación de los ex: "Siempre hacías esto, siempre decías esto, siempre me encantó esto"... No me interesa recordar nada de lo que viví contigo-le contesto y fugazmente veo cómo mis palabras parecen abofetearlo.
-No pensaba hacerlo-dice, y su tono me saca de balance. ¿Por qué susurra? ¡Que no lo haga! ¡Solo Derek puede susurrarme de esa manera!
-¿Dónde
dejaste a tu novia?-Le pregunto, después de varios minutos de incómodo silencio.
-¿Qué novia?-Inquiere y lo miro enseguida.
-¿Negarás a la rubia? Melissa, tu novia-le digo y escucho cómo ríe. Enarco una ceja.
-Melissa no es mi novia-dice y lo miro con una ceja arqueada-. Enserio, solo salimos y eso, pero no ha llegado a formalizarse...
-No me des explicaciones, hace mucho que dejé de esperarlas de tu parte-le suelto y este me mira con... ¿pena? ¡Qué sé yo!... La cosa es que me vale madre.
-Susan, yo...
-No, no empieces. Ya no digas nada-lo corto antes de que empiece con su verborrea cursi y necia.
-Déjame explicarte...-suplica, pero niego.
-Pablo, no hay nada que explicar. Han pasado años, años en los cuales he formado una familia y estoy feliz con ella-digo y este intenta tomar mi mano, pero la aparto enseguida.
-Solo quiero pedirte perdón por dejarte así, por huir y no querer aceptar la realidad...
-¿Cuál realidad?... Pablo, la única realidad es que nuestra relación no funcionó y ya-digo, tajante, y este niega.
-No funcionó por mi culpa, por huir, por no aceptar que estaba enamorado de ti-no pienso seguir escuchando estupideces, así que me levanto de la silla y camino dando grandes zancadas hacia la salida. Pablo me sigue, y cuando salgo del bar, este tira de mi brazo y me detiene-. ¡Susan, esa es la realidad!...
-¡¿Y de qué sirve ahora?! ¡Lo nuestro se acabó hace mucho!... ¡Estoy casada, amo a mi esposo!-le digo, tratando de no armar un espectáculo, aunque la calle está desierta, lo que indica que es tarde.
-¿Lo amas? ¿Lo amas verdaderamente?... ¿Ya no sientes nada por mí?-Con esto último no puedo evitar reír. ¿Habla enserio?...
-¿Hablas enserio? ¡Por supuesto que no siento nada por ti! ¡Amo a mi esposo! ¡Amo a Derek Johnson! ¡Siempre lo he amado y lo seguiré haciendo! ¡Y si tú no me hubieras dejado por tu ex yo de igual forma te hubiera dejado por él! ¡Porque Derek era y será siempre el amor de mi vida!...
-¿No sientes nada por mí?-Pablo tira de mi brazo con fuerza y une nuestros labios. El contacto me deja helada por unos segundos, y cuando me doy cuenta de que Pablo me está besando, reacciono y lo alejo de mí con brusquedad. Me quedo petrificada cuando noto una figura en la entrada del bar, observándonos...
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¿Qué les pareció el capítulo?... Siento que quiero abofetear a Pablo... -.-
¡Los quiero!... Hasta la próxima actualización...🌾🍃💛
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Capítulo XIX: Marcas imborrables
DEREK
Cuando cayó el ocaso las palabras que vinieron a mi mente fueron: estoy perdiéndola. Sé que hemos tenido problemas anteriormente, pero esta vez siento una fuerte punzada en mi pecho, como si alguien estuviera cerrando su puño con fuerza y lo torciera de tal forma que me asfixiara. Tengo esta maldita sensación de impotencia, esta sensación amarga que me mantiene en una especie de trance.
Los niños se han quedado dormidos sobre mí; la frescura que sus cuerpos emanan me dan un poco de serenidad, me hacen sentir parte de su mundo, no como Susan... Lleva días comportándose como una niña caprichosa, ¡y joder!, es cierto que en ocasiones su terquedad me divierte, pero hoy me demostró que va enserio lo de estar cabreada conmigo. ¡Consiguió una puta entrevista de trabajo y no me dijo nada!... ¡Quiero formar parte de su éxito!, ¡quiero que crezcamos juntos!... ¡Me pasa
por zopenco!, ¡por ser un idiota cursi!, ¡por creer que puedo llegar a complacerla en todo!... ¿Qué demonios tengo que hacer para que ella esté contenta?... ¡Todo lo que hago siempre termina cabreándola!.. ¡¿Entonces qué mierdas hago?!...
El teléfono de la casa comienza a sonar y los niños se mueven, pero continúan durmiendo. Con delicadeza los acomodo en el sillón y camino hacia el teléfono para tomar la llamada.
-¿Qué?-Contesto tajante, sin tomarme la molestia de ver quién es.
-¿Qué formas son esas de contestar una llamada?-La voz de Rebeca se escucha del otro lado y tomo una respiración profunda para calmarme
-Ya, ¿qué quieres?-Sueno más calmado, pero igual de fastidiado.
-Primero quiero que tomes un cojín y lo arrojes contra la pared-dice y enarco una ceja, confundido-. Sí, anda, hazlo, te sentirás mejor-insiste.
-No voy a hacer eso, Rebeca-replico y escucho cómo resopla.
-Hazlo, idiota-me dice, y tras algunos segundos de vacilación, tomo un cojín y lo arrojo con fuerza contra la pared. La rubia tenía razón, me siento ligeramente mejor, aunque no se lo diré-. Ahora sí, te llamé para decirte algo importante-suelta la rubia y mientras espero a que prosiga, levanto el cojín del suelo y lo acomodo nuevamente en el sillón. A Susan le gusta tener todo ordenado-. Derek, tienes que decirle la verdad a Susan sobre lo que está pasando, tienes que decirle lo que tú y yo...
-No le diré nada, Rebeca, ya hemos hablado sobre esto-la corto enseguida,
pero ella no parece querer darse por vencida.
-¡No puedes ocultarle algo así!, ¡merece saberlo!... ¿Qué harás si esto se sale de nuestras manos?-Sus palabras no me harán cambiar de opinión. Susan no se enterará, no mientras pueda tenerlo todo bajo control.
-No permitiré que algo le suceda, todo está bajo control, Rebeca...
-No puedes hacerlo todo tú, no puedes garantizar que nada le pasará... ¿Sabes ya que involucró a Vanellys?...
-¿De qué hablas?-Inquiero, confundido. ¿De qué mierdas me está hablando?
-Tienes que hablar con Vanellys cuanto antes-me dice y la curiosidad llega a mi sistema de inmediato-. Derek, sabes lo que sucedió con Elizabeth por ocultarle la verdad a Susan... Derek, debes decirle, debes buscar ayuda y...
-¿Me estás diciendo que Elizabeth murió por mi culpa?-Mi pecho está comenzando a subir y bajar con rapidez. Sus palabras han caído en mi estómago como ácido.
-No, no digo que fue tu culpa. Es solo que... se pudo haber evitado-dice esta rápidamente, pero ya nada me quitará de la cabeza que me está echando la culpa por la muerte de Elizabeth.
-No le diré nada a Susan-suelto, cortante.
-Solo piénsalo, ¿sí?...-Me dice esta y parece realmente preocupada. Sé que lo hace con buena intención, pero me cabrea el hecho de que insista.
-No hay nada que pensar-replico y el silencio reina en la línea. No sé cuánto tiempo pasa hasta que dice: -¿Y cómo está todo?... ¿Está Susan por ahí? Quiero
saludarla...
-No, ella no está...-contesto y regresa la angustia y frustración. Rebeca parece notarlo por el silencio, porque dice:-¿Está todo en orden entre ustedes?-Decido contarle todo. Desde nuestra discusión sobre Sebastián, hasta su entrevista de trabajo. Para cuando termino de relatarle todo, ya han pasado veinte minutos, y estoy sentado en el suelo, con mi espalda recostada sobre la pared, viendo cómo mis pequeñines duermen con una serenidad palpable en sus rostros. Nube llega a mi lado y se coloca sobre mis piernas. Tomo a la tranquila perrita y la coloco en mi regazo. La acaricio y se queda dormida casi de inmediato. Jodida dormilona. Aunque pobre, los niños la agotan durante el día.
-Debes ponerte en su lugar, Derek... Tomaste una decisión sin consultarla con ella... ¿Cómo te sentirías si ella lo hiciera?, o más bien, ¿cómo te sentiste cuando fue a la entrevista de trabajo y siquiera lo consultó contigo?-Su pregunta me hace detenerme a pensar unos segundos. Me sentí que no formaba parte de su vida, me sentí un mierda, un cero a la izquierda.
-Mierda-le contesto.
-Mierda... A mierda le supo a ella cuando le prohibiste a Sebastián acercarse a los niños y siquiera lo consultaste con ella-me dice y coloco los dedos en el puente de mi nariz para tomar una respiración profunda.
-Pero no es lo mismo; yo lo hice porque es lo correcto, debo protegerlos-replico y logro escuchar cómo Rebeca resopla.
-Ese es tu problema, Derek. Crees que puedes hacerlo todo tú, crees que puedes tomar
decisiones por tu cuenta... Estás en un matrimonio, y cada decisión que quieras tomar la debes consultar con tu esposa, con Susan-Rebeca me está reprendiendo y sus palabras me recuerdan a la abuela Charlotte; muchas veces me decía lo mismo-. Pretendes que Susan te consulte todo, pero tú no haces lo mismo...
-Lo consulto todo con ella, siempre le digo las cosas...-protesto, pues las cosas no son así como ella las dice.
-¡Le dices las cosas cuando ya las hiciste!... Y si de verdad hicieras lo que dices, entonces no le ocultarías la verdad sobre M...
-No sigas con eso, Rebeca-la interrumpo, indispuesto a volver a sacar el tema.
-Solo comienza a ponerte en su lugar y verás las cosas desde otra perspectiva-me dice con voz cansina y cierro los ojos unos segundos. Me arden debido al sueño. Miro el reloj del teléfono; son las once y treinta. Susan no ha llegado, ¿dónde se habrá metido?-... Buenas noches, hablamos luego-escucho que dice Rebeca y despierto de mi ensimismamiento.
-Gracias por todo, Rebeca... Descansa-me despido.
-Tú igual-dice y corta la llamada.
Me levanto del suelo y llevo a los niños a su habitación. Después de dejarlos arropados con sus cobijas, bajo a la sala de estar y me acuesto en el sillón, esperando a que llegue Susan. La nubla del sueño me lleva a la inconsciencia sin siquiera darme cuenta...
***
Abro los ojos y la luz que se cuela por la ventana me ciega por unos segundos. Cuando soy consciente de
que ya amaneció, me levanto de golpe y me mareo ligeramente por el arrebatado movimiento. Miro mi alrededor, cerciorándome de que todo esté en orden. Demasiado en orden. La casa se encuentra sumergida en un silencio sepulcral. Me siento nuevamente en el sillón, restregando mis ojos para quitar las lagañas que se acumularon en ellos. Nube está dormida en una esquina de la pared, patas arriba... Anoche me quedé dormido antes de que Susan llegara... ¡Susan!...
Me levanto del asiento y abro la puerta principal para verificar si el auto de Susan se encuentra aparcado. Suelto el aire cuando lo veo. Me siento ligeramente aliviado, pero luego de saber que está en casa, el coraje comienza a emerger. ¿A qué hora llegó?, ¿por qué no me dejó aunque fuera una llamada para saber que se encontraba bien?... ¿Por qué siquiera me despertó?...
Entro nuevamente a la casa y tiro la puerta. Subo las escaleras hacia la segunda planta y camino hacia nuestra habitación, donde de seguro está ella durmiendo de lo más campante. Tengo mi pulso algo disparado, no quiero sentir estas ganas de gritar, de aventar cuanta cosa haya... No quiero pelear, pero... ¡Agh..!, Susan me saca con sus cosas.
Abro la puerta de la habitación, pero me sorprende ver que ella no está tendida en la cama como esperaba, sino que siquiera está en la habitación. Frunzo el ceño y salgo de la recámara. Camino hacia la habitación de los niños y cuando abro la puerta, la veo arrodillada en el suelo, sujetando la mano de William. Está dormida. Mi pecho se comprime al verla así, sumergida en la inconsciencia, el sol
acariciando su rostro levemente, viéndola en calma, aunque su rostro tiene plasmado un gesto de angustia, parece haberse dormido con alguna preocupación. Camino despacio hacia ella y vacilo unos segundos, no sé si despertarla, no sé si quiera volver a recibir su rechazo, no sé si quiera volver a despertar su enojo hacia mí...
Estiro mi mano poco a poco, y antes de que pueda tocarla, ella abre los ojos. Da un respingo cuando nota mi presencia, y sin esperarlo, se levanta del suelo y me abraza. No tardo en corresponder su abrazo. Sigo enojado, pero quiero disfrutar de su cercanía.
-¿Por qué no me despertaste?-La pregunta sale por mi boca después de varios minutos en los que permanecimos así, abrazados. Ella suelta nuestro enlace y evade mi mirada.
-Te veías tan tranquilo, que no quise hacerlo-dice y su voz suena increíblemente ronca. Puede ser porque acabamos de despertar, pero sé que ha estado llorando, puedo notarlo por la rojez de sus ojos.
-Debiste hacerlo, estaba esperándote-le digo y mi tono suena cortante, pero no puedo evitarlo. Esta me mira fugazmente y luego baja la mirada. ¿Qué le pasa?... Ella no es ninguna sumisa y no tengo intenciones de que lo sea.
-Lo siento, yo...-comienza, pero se detiene antes de continuar.
-¿Me dirás qué sucede o tengo que actuar como si nada te pasara?-Suelto, esta vez realmente molesto. Susan siquiera me mira, no habla, no protesta. Solo está aquí, frente a mí, pero ausente al mismo tiempo-. ¿Hablarás?-Insisto, y esta alza su mirada, clavando sus ojos en los míos.
-No ha
pasado nada de qué preocuparse... Solo me siento culpable por no haberte llamado antes para avisarte que llegaría tarde-dice, ahora con más fuerza. Parece haberse recompuesto de manera instantánea-. Prepararé el desayuno, mi amor-acaricia mi mejilla y sale de la habitación, dejándome patidifuso. Sus cambios de humor me aturden.
...
Sábado en la tarde. Es sábado en la tarde. Los sábados siempre la paso con los niños y Susan, pero hoy son de esos días en donde la soledad es la única compañía que necesito. Susan está rara con cojones y no quiero lidiar con eso, por lo menos no hoy. Así que después de haberme dado un baño, tomé las llaves de mi auto y ahora voy de camino a ver a Vanellys. Rebeca sembró la curiosidad y ahora tengo que ir en busca de eso que debo saber, según ella y según mis instintos.
Aparco mi auto en el estacionamiento de este centro y me dispongo a caminar hacia el interior del hospital. Maldita sea cuando no salgo de ellos.
-Disculpe, vengo a ver a Vanellys González-le digo al chico recepcionista y este me mira con su rostro neutro, sin emoción alguna.
-¿Es usted algún familiar?-Pregunta y su tonito no me gusta en lo absoluto. Suena con una arrogancia a máximos niveles.
-No, cabrón, no soy un familiar-quiero decirle, pero solo digo:-No.
-Solo familiares pueden verla, lo siento-dice y frunzo el ceño, pues Susan ha venido a verla y no hubo problemas.
-Es absurdo, mi esposa ha venido a verla y...
-Dije solo familiares-me interrumpe y aprieto los puños para no perder
mi autocontrol. ¡Cabrón!
-Pero las visitas las pueden hacer sus amigos también-le digo, negándome a irme de aquí sin ver a Vanellys.
-Oh, hablas de visitas...-dice este en un tono bastante cargado de sarcasmo-. Las horas de visita son de seis a ocho-añade y se levanta de la silla, dejándome aquí parado con la palabra en la boca. Bueno pero qué cabrón este tipo, ¿qué coños le pasa? Un poco de amabilidad no mata a nadie.
Bufo y miro mi reloj de muñeca. Son las cinco y quince. Tengo dos opciones: espero los cuarenta y cinco minutos que faltan para las seis o busco un bate y le exploto los sesos al cabrón del recepcionista. Me iré por la primera opción, tengo hijos que quiero ver crecer.
Miro a mi alrededor en busca de algunos asientos, pero lo único que hay es la sala de espera, bastante lejos de recepción. Así que me quedo de pie frente al mostrador, solo porque quiero volver a verle la cara al pendejo aquel. Minutos después él regresa y se sienta en el mostrador, tomando café. Lo miro directamente sin ningún disimulo solo para fastidiarlo, pero este no me mira en ningún momento, solo sorbe su café con un gusto asqueroso a mi vista. Ruedo los ojos y decido mirar mi teléfono, que es mejor que ver al inepto este.
-Buenas tardes, Paul-veo que un señor mayor se le acerca al recepcionista. Está de espaldas y no logro ver quién es. Así que el pendejito este se llama Paul.
-Buenas, doctor Cambridge, ¿qué se le ofrece?-Doctor Cambridge, me suena...
-Quiero ver a la señorita Vanellys González-dice el
hombre que no logro verle el rostro y enarco una ceja, preguntándome quién es este que conoce a Vanellys.
-¿Va a hacerle alguna revisión por referido?-Inquiere el Paul, y me sorprende cuánta amabilidad de su parte.
-Solo vengo a hacerle una visita personal, nada de cardiología-le contesta el hombre y Paul parece vacilar en qué contestarle.
-Las horas de visitas son de seis a ocho-suelto lo más alto posible para que me oigan y ambos posan su vista en mí. Ahora que veo el rostro del hombre creo saber quién es.. ¿No es el cardiólogo del suegro y de la jefa de Susan? Creo que sí...
-Entonces esperaré-dice el doctor y no aparta su mirada de mí hasta que Paulsito derrama su café, haciendo alboroto. Aprovecho que ambos están distraídos para caminar hacia la sala de espera. Por alguna razón ese tal Cambridge no me da buena espina. Hay algo en él que me mantiene en alerta, me incomoda.
...
-¡Derek!-chilla Vanellys en cuanto me ve entrar. La saludo con un abrazo que, para ser honestos, me reconforta.
-¿Cómo estás, preciosa?-Le pregunto y esta se encoge de hombros.
-Sigo igual, aunque me siento un poco mejor, ayer vino a verme Aura...
-¿La pecosa?... ¿La chica de Manuel?-Inquiero, sorprendido.
-No la llamaría así, esa chica no le pertenece a nadie-dice Vanellys soltando una risita-. Me alegra tanto de que Manuel al fin se haya fijado en ella-dice y frunzo el ceño.
-¿Al fin?...
-A Aura le ha interesado Manuel desde hace mucho. Es solo que el muy tonto estaba demasiado
ocupado pensando en Elizabeth que no se fijó en lo que tenía a su alrededor-la simplicidad de Vanellys me sorprende, pues sé que la muerte de su hermana la afectó tanto como a Manuel.
-Lo que Manuel vivió no fue fácil, necesitaba tiempo para recuperarse, aún lo necesita-digo, recordando cada noche en la que Manuel lloraba por la ausencia de su chica caliente, como solía llamarla.
-Sí, pero además de tiempo, necesita aceptación. Necesita aceptar que Elizabeth ya no está, que él tiene derecho a comenzar. Es lo que ella hubiera querido-replica y esta vez puedo notar en su voz la tristeza. Me coloco a su lado y la rodeo con mis brazos, acostándonos en la cama.
-¿Y cómo vas tú?...-Sé que ella también necesita aceptar las cosas. Se acurruca en mi pecho y beso su cabello con cariño.
-Es mejor hablar de los problemas de los demás, es más fácil dar consejos que recibirlos-dice y suelto un poco el aire.
-Dímelo a mí-es lo único que digo. No me siento apto para hablar, no con lo jodido que estoy en estos momentos, o como siempre he estado.
-Derek, si estoy aquí no es porque intenté quitarme la vida-dice esta después de varios minutos de placentero silencio.
-¿Y entonces qué sucedió exactamente?...
...
Camino por el pasillo dando grandes zancadas, dispuesto a buscarlo, a golpearlo hasta que no le quede aire. ¡¿Cómo es que se atrevió hacerle eso a Vanellys?! ¡¿Acaso no aprendió después de la golpiza que le di?! ¡¿Y con quién carajo fue acompañado?! ¡¿Qué significa esa marca
en el pecho de Vanellys?!... ¡Estoy dispuesto a acabar con esa rata!...
Me monto en mi auto y arranco enseguida. Mi corazón martillea deprisa, tanto, que duele, pero no me importa. Mi respiración se está tornando pesada, molestosa. Mis manos tiemblan y las aferro al volante con fuerza. Me trepo en la carretera y conduzco deprisa, importándome poco si algún policía me ve. Solo quiero llegar a su pocilga y aplastar a esa rata. Mi vista se está tornando borrosa... Otra vez... Logro detenerme en la parada de emergencia y siento cómo voy cayendo en la inconsciencia...
-¿Quién es?... ¡Dímelo!-grita mamá, desesperada. No le diré nada, no le hablaré de ella. No volveré a cometer el mismo error-. Es ella, es esa niña, la hija de Mónica, ¡dímelo!-grita, aferrándose a mi brazo con fuerza. Me aparto de ella para que nada de mí me delate.
-¿Qué haces aquí?... ¿Qué es lo que buscas? Te dije que no me buscaras-le digo, tajante, y esta solloza con desenfreno. Está peor que la última vez que la vi, con la muerte de mi padre.
-Derek, te necesito... Eres lo único que tengo, el único recuerdo que tengo de tu padre, tus ojos me recuerdan a él.. Por favor, regresa con mamá, vuelve-suplica, y no la miro, porque me duele verla así, tan mal.
-¿Estás tomando tus medicamentos?-Le pregunto, pues su estado demuestra lo contrario. Esta asiente, pero no le creo.
-Esa niña te quiere alejar de mí-dice y la tomo por los hombros, obligándola a mirarme.
-No se te ocurra acercarte a ella-la amenazo y esta sonríe de manera torcida.
-Es ella, es esa perrita-dice y la agito con brusquedad, comenzando a cabrearme.
-Aléjate de ella, de su familia... Si le tocas un solo pelo, ahí me perderás para siempre-la amenazo y esta comienza a sollozar, envolviendo sus brazos en mi cintura con posesión. No puedo evitar sentirme mal.
-Vuelve conmigo, Emilio, vuelve-suplica entre sollozos. Me llamó como mi padre y mi pecho se aprieta de manera descomunal-. Vuelve, mi amor, eres lo único que me queda-mamá está mal y temo que haga una locura, pero guardo la esperanza de que será cuestión de tiempo para que recapacite. Solo tengo que permanecer a su lado y mantenerla alejada de Susan...
Siento cómo mi pecho se contrae y logra expulsar el aire contenido. Me es difícil respirar y mi vista está borrosa. Inhalo y exhalo frenéticamente y poco a poco logro ver todo con más claridad. Logro escuchar el vaivén de autos y es ahí cuando me doy cuenta de que aún estoy detenido en la carretera. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que la puerta del copiloto está abierta y por eso el sonido de los autos se escucha con potencia. No recuerdo haberla abierto, pero tampoco sé si no lo hice. Estiro mi cuerpo para cerrarla y cuando lo hago, noto que mi camisa está desabrochada, haciendo visible mi pecho. Coloco mis dedos en los botones para abrocharla, pero me detengo enseguida. Mis ojos se abren como platos cuando veo una marca morada en mi pecho izquierdo, igual a la de Vanellys.
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Capítulo XX: Realidad
SUSAN
Tomo la taza de café en mis manos y le doy un sorbo, llenando mi boca de ese líquido caliente y dulce. Giro mi cabeza hacia la izquierda para ver a mis niños sentados en la mesa junto a mamá y Richard. El doctor Cambridge me pidió reunirnos en esta cafetería, y como no podía dejar a los niños solos, le pedí a mamá que viniera conmigo. Ella conoce la verdad, Richard también. Papá lo sabe, yo lo sé... Llevar esto conmigo me está costando demasiado, no quiero seguir ocultándole la verdad a Derek... A eso le sumo lo malditamente culpable que me siento por lo que sucedió con Pablo... ¡Pablo, maldito Pablo!... No he tenido el valor de decírselo a Derek, pero, ¿cómo hacerlo?... Lo conozco lo suficiente como para saber que podría reaccionar de manera impulsiva, va y le parte la cara... No quiero un espectáculo por eso, mucho menos cuando ese beso no significó nada para mí... ¡Maldita sea cuando aquel imbécil
tuvo que vernos!...
-Lamento hacerte esperar tanto-no sé en qué momento Cambridge llegó a la cafetería y se sentó frente a mí. Despierto de mi viaje mental y le doy un asentamiento de cabeza.
-Solo fue un retraso de una hora, nada más-le suelto en broma y este parece avergonzado. No le pregunto el motivo de su tardanza, pues sé que es un doctor, su profesión es un roba tiempo.
-¿Quieres algo?-Me pregunta cuando la masera llega a su lado. Niego y alzo mi taza de café en seña de que con eso tengo suficiente. Este asiente y cuando termina de hacer su orden, coloca los codos sobre la mesa y me mira directamente-. Susan, hoy he visto a mi hijo-suelta y le presto toda mi atención.
-¿Dónde?-Inquiero y por mi tono se puede notar lo mal que me siento.
-Por... la calle, de lejos-dice y frunzo el ceño. ¿Qué hacía Derek?...
-¿Se toparon?...
-No, solo lo vi yo-contesta y comienza a juguetear con sus dedos. Parece algo ansioso.
-¿Le sucede algo?-Inquiero y este baja la mirada unos segundos. Giro rápidamente en dirección hacia la mesa donde están mis hijos y veo a mamá observándonos detenidamente. Parece curiosa y a su vez preocupada. Vuelvo mi atención hacia Cambridge y veo cómo este continúa jugueteando con sus dedos.
-Debo... decirle. Ya no quiero seguir ocultando que soy su padre-dice y es mi turno de ponerme ansiosa. Sé que ya es tiempo de decirle a Derek la verdad, pero de solo pensarlo mi estómago se retuerce.
-¿Quiere hacerlo?-Inquiero, aunque es obvio que así es.
Él asiente y tomo una respiración profunda para intentar amortiguar la ansiedad que esto me produce-. Deme unos días, deme un poco más de tiempo-le pido y este me mira, clavando sus ojos en los míos. Ahora que lo veo con más detenimiento noto cómo su frente está bañada en sudor y sus dedos están teñidos de un rosa intenso, como si algo estuviera aguantando su circulación. Augusto nota mi recorrido visual y saca sus manos de mi vista. Está sudando demasiado y a mi mente llega que él está enfermo... ¿Será eso el motivo de su estado?... Él nunca me dijo cuál es su enfermedad, lo que despierta en mí la curiosidad... Pero no indagaré sobre eso, no quiero ser inoportuna.
-El tiempo se agota-dice y mira alrededor de la cafetería. Nos invade el silencio, solo se escucha el cuchicheo, el sonido de cubiertos, el televisor dando una noticia de personas desaparecidas...
-¡Papi!-escucho el chillido de Liam y como por inercia volteo mi cabeza en su dirección. Veo a Derek caminar hacia la mesa y toma a Liam en su brazos. Comienza a saludar a mamá y a Richard; ellos parecen nerviosos, y segundos después Derek gira su cabeza hacia mi dirección. Sus ojos viajan de mí hacia Cambridge y frunce el ceño. Suelta a Liam y camina hacia mi mesa. Mamá y Richard miran para acá con evidente nerviosismo. Yo intento parecer neutral, aunque mi corazón esté bombardeando más deprisa.
-Otra vez-suelta Derek, mirando a Augusto. Este baja la mirada. Frunzo el ceño, confundida-. Dos veces el mismo día... Aunque esta vez acompañado de mi esposa-añade y me
mira fugazmente. ¿Qué pasa aquí?... ¿Y qué le pasa a Derek?... Parece fuera de sí, parece algo... ¿desquiciado?
-Mi amor, yo...-comienzo, pero este alza su dedo índice para silenciarme. Comienza a desabrochar sus botones sin apartar la vista de Cambridge y comienzo a asustarme. Derek está actuando de manera extraña. Abre su camisa, dejando al descubierto su ancho pecho... Coloca su dedo índice en su lado izquierdo y es ahí cuando me doy cuenta de que lleva una marca morada, idéntica a la de Vanellys. Mis ojos se abren como platos.
-¿Ves esto?-Le dice a Augusto y este asiente, con nervios y ansiedad en sus ojos-. Alguien la dejó allí, algo significa... ¿Sabes lo que es?-Inquiere Derek y sus ojos están chispeantes, llenos de ansiedad, desesperación.
-No tengo idea de qué podría significar-contesta Cambridge.
-No tengo idea de qué podría significar-repite Derek en un murmullo y se sienta a mi lado. Estoy nerviosa hasta la médula-. ¿A qué fue?... ¿De dónde conoce usted a Vanellys?-Inquiere y mi confusión aumenta. ¿Qué demonios pasa? Cambridge mira a Derek directamente, con anhelo, y a su vez ansiedad. Al menos eso intuyo.
-Derek, ¿qué te sucedió?... ¿Cómo es que tienes esa marca?-Le pregunto y mi voz tiembla. Derek me mira directamente y se queda así por eternos segundos. Ahueca con una mano mi mejilla.
-Necesito ver a mi psiquiatra, otra vez me pasó-murmura y mi preocupación aumenta. Mira a Cambridge con recelo-. Pero no quiero hablar esto aquí... Vayamos a casa-susurra y cierro los ojos cuando posa sus
labios en mi mejilla. Me siento ligeramente aliviada.
-Debo irme-dice el doctor y sale de la cafetería de inmediato. Derek me mira con una ceja arqueada.
-¿Hay algo que no sepa?-Inquiere y trago duro, pero me las ingenio para sonar natural cuando digo: -Nada que no pueda esperar.
...
El colchón me resulta incómodo, así que levanto mi espalda y me siento en la cama; en ese mismo instante Derek sale del baño con una toalla en su cintura y su torso desnudo. Su cabello está húmedo y de su piel destila olor a jabón. Lo recorro con mi mirada y mis ojos se clavan en la marca morada. Esa mancha no parece haberse diluido ni un poco. ¿Qué carajo es eso?
-No lo sé-dice Derek; al parecer eso último lo pensé en voz alta. Él camina hasta la cómoda y saca un bóxer blanco. Miro cada uno de sus movimientos. Suelta la toalla de su cintura, quedando desnudo. Desde aquí puedo ver su redondo, aunque no tan abultado trasero, su espalda contorneada y sus brazos tensos. Derek ha mantenido una buena, exquisita apariencia física. En cambio yo me he dejado llevar por la ansiedad, la pérdida de mi trabajo, el cuido de los niños, y descuidé mi cuerpo. Lo importante es sentirse bien con uno mismo, pero ese es el problema, no me siento bien con mi cuerpo.
Derek se coloca el bóxer y comienza a untarse desodorante. No puedo apartar mi vista de él. Necesito verlo, necesito grabar cada centímetro de su cuerpo, necesito recordar que él es mío, que yo soy suya. Derek se voltea y cuando me mira a los ojos me regala una vaga sonrisa. Incluso ese pequeño gesto me
parece adorable. Sé que está enojado, sé que aún no le he explicado mi actitud de esta mañana, pero en estos momentos mi cuerpo está reaccionando de manera distinta a mi mente. Este se me queda viendo por lo que me parece una eternidad, recorre cada parte de mí con su mirada. Camina lentamente hasta llegar al borde de la cama, posándose en el hueco entre mis piernas. Alzo mi mirada, él me mira directamente, ambos guardamos silencio, solo nos miramos. Tengo frente a mí al hombre que logra encenderme aunque una marea de emociones turbias me inunde. Tengo al hombre que puede ser mi perdición, así como mi salvación. Tengo al que me llenó de misterios, el que provocó que mi vida diera un vuelco. Tengo al que fue mi vecino misterioso, tengo al que sacudió mi vida y continúa haciéndolo... Tengo frente a mí a Derek Johnson...
-¿Qué esperas para besarme?-Susurra y sin darme tiempo siquiera para respirar, toma mi nuca e invade mi boca con su lengua. La mueve en círculos, muerde mi labio inferior, succiona mi lengua... Es un beso lleno de todo menos dulzura y delicadeza. Es un beso que enciende mi cuerpo, es un beso cargado de una energía mutua...
Johnson tira mi cuerpo en la cama y aguanta mis muñecas sobre mi cabeza, sin parar de besarme de esta jodida manera tan deliciosa. Siento su dureza y por instinto comienzo a restregarme en ella. De su boca brota un gruñido semi gemido y cierro los ojos cuando comienzo a sentir mi centro palpitar.
Escucho el sonido de nuestros besos, siento su entrepierna en mi centro y me restriego con más fuerza. Quiero sentirlo, sé lo que
es sentir a Derek Johnson y eso aumenta mi ansiedad. Dicen que lo desconocido se desea con más intensidad, pero el conocer cada sensación que Derek puede provocarme es lo que me hace desearlo como lo deseo ahora, con desenfreno, con desespero.
Derek tira de mis bragas y comienza a besar la parte interna de mis muslos, la besa con suma delicadeza, algo muy distinto a los besos que hace unos segundos estaba depositando en mi boca. Cuando coloca mis piernas sobre sus hombros sé qué intenciones tiene y todo de mí lo espera con ansiedad.
-Estoy enojado-murmura con una increíble voz ronca. Sigue besando mi entrepierna y muerdo mi labio inferior, pues mi centro está hinchado, tanto, que duele-. Quiero cogerte toda la noche hasta que no puedas más-dice y sus sucias palabras solo son combustible para mi sistema-. Estoy enojado, Susan, quiero demostrarte cuán enojado estoy-seguido comienza a succionar mi hinchado centro y sin poder evitarlo grito, gimo, grito, gimo. Derek besa mi centro con una intensidad dolorosa, pero deliciosa. Siento cómo su lengua hace intromisión en una danza rápida, sin delicadeza, siento cómo mi abdomen de pronto se llena. Estoy a punto de llegar al éxtasis del placer. Derek deja de brindarme placer con su lengua y en un movimiento siento su miembro dentro de mí. Ambos soltamos un gemido cuando nos encontramos. Derek mueve sus caderas rápidamente. Mientras entra y sale de dentro de mí, acaricia mi punto débil, siendo mayor el placer. Grito, liberando cada uno de mis miedos; gimo, liberando cada una de mis inseguridades; grito, liberando cada frustración...
El éxtasis llega. Grito. Ambos gritamos. Él se vacía. Siento su liberación corporal. Respiraciones agitadas. Cuerpos tendidos uno al lado de otro sobre la cama. Liberación de emociones, pero momento de afrontarlas...
-Perdón. -De mi boca sale esa palabra y veo cómo Derek mantiene sus ojos cerrados. Parece verdaderamente frustrado.
-Solo dime lo que sucede-suelta después de varios minutos en los que permaneció en silencio. Trago duro.
-Solo dime que me perdonas-le digo y este abre los ojos, clavándolos en mí.
-Cada parte de mí siempre te perdonará-dice y tira de mi brazo para envolverme con los suyos. El sudor se mezcla, pero no me importa.
-Debes enojarte con más frecuencia-bromeo con picardía después del silencio. Este suelta una leve risa.
-No sabes lo que pides, nena-besa mi labio inferior y la sensación se queda en ellos.
-Te estoy pidiendo más orgasmos como este-le digo y suelta una carcajada. Me encanta hacerlo reír.
-Puedo darte lo que quieras-susurra y sonrío.
-No sabes lo que dices, nene-digo en el mismo tono que antes él usó y nuestras risas se mezclan.
Esta noche me siento liberada, pero soy consciente de que muy pronto tendré que afrontar la realidad. Mientras tanto, la noche es larga y más orgasmos nos esperan...
***
-¿Qué mierdas dices?-Sabía que Sebastián reaccionaría de esta manera.
-Solo digo que quizás... no sé... Quizás podrías aunque sea darle la oportunidad de ser escuchado-me siento patética. No puedo creer que me haya dejado chantajear por Patricio. Pero... no puedo dejar que le diga sobre el beso a Derek. Solo tengo que convencer a Sebastián de que hable con su padre y asunto resuelto. "Más vale que Sebastián entre por esa puerta-señaló la puerta del Ghost Bar-, porque si no es así, tu esposito se enterará de lo que acabo de ver". Sus palabras resuenan tal cual eco en un túnel y la ansiedad me inunda-. Sebys, quizás si hablas con él, logres aunque sea entender algo...
-¿Qué coños es esto, Susan?... ¿Por qué me estás diciendo esta mierda ahora?-Sebastián parece cabreado, no, no parece, está cabreado, y además de eso, sorprendido por lo que le digo. Yo también lo estoy, créanme. Soy patética.
-No sé... solo creo que es tu padre y...
-No, no, no me vengas con eso. ¿Por qué este cambio tan repentino?...-Me interrumpe y miro hacia los columpios para verificar que mis hijos estén allí. El parque está lo suficientemente lleno como para que puedan perderse o algo así. Derek no sabe que después de la misa me fui para acá con Sebastián, pero no debe por qué enojarse. Son sus sobrinos, es mi hermano, somos familia... No abandonaré a Sebys por más descarrilado que esté; lo ayudaré a salir de ese hoyo-. ¡McMahon!-Sebastián gruñe y lo miro enseguida.
-Solo creo que cuando
una herida está abierta hay que afrontar las cosas y cerrarla. Deja tu odio a un lado y escúchalo. Quizás escuchar su versión es lo que te hace falta para saber qué decisión tomar en tu vida-mis palabras son sinceras. Aunque esté bajo chantaje, ahora que lo pienso, quizás a Sebastián le haga falta cerrar esa herida. Quizás hablar con Patricio lo ayude-o quizás termine por destruirlo-. Este último pensamiento me comprime el corazón.
-Ni una mierda, Susan. No voy a hablar con él, creo que sabes bien lo que ese hombre fue-refunfuña y muerdo mi labio inferior, tratando de ser lo más razonable posible.
-Sé lo que fue, pero no sé lo que es ahora. Solo... dale la oportunidad de que te muestre lo que es en el ahora.- Me sorprende lo que estoy diciendo, pues digo todo esto con sinceridad. Sebastián me mira como si me hubiera salido otro ojo en la cara.
-No sé qué coños pretendes, pero no quiero seguir hablando de esta mierda-espeta y no digo más, pues no quiero tampoco pelearme con mi hermano solo por intentar ayudar a Patricio. No puedo creer hasta dónde he llegado con tal de que Derek no se entere por boca de otro lo de Pablo. Yo misma le diré, pero aún no.
Mi teléfono suena en mi bolsillo y veo que es un mensaje de Whitney.
"Llama!!!!!!!!"
Frunzo mi ceño, pues son pocas las veces que me llega un mensaje de ella. Me levanto del banco de madera y le pido a Sebastián que vaya con los niños en lo que hago la llamada.
Marco su nombre y solo suena dos tonos cuando contesta: -¡Susan!-se escucha
realmente alarmada.
-¿Qué pasó, Whitney?-Inquiero, comenzando a preocuparme.
-¡La policía vino a mi casa!-suelta, ansiosa.
-¿A qué fue?...
-¡A hacerme preguntas sobre la jefa!... ¡Al parecer lleva desaparecida desde el jueves!-cubro mi boca con ambas manos, sorprendida.
-¿No que estaba enferma?-Puntualizo y casi puedo jurar que escuché a Whitney sollozar.
-No sé, Susan... Estoy asustada hasta la mierda-dice con voz temblorosa y muerdo mi labio inferior, nerviosa.
-Tranquila, Whitney, la policía la encontrará...-intento reanimarla, aunque no creo que sirva de algo.
-Llamé a su hija y ella me dijo que no es la primera vez que lo hace... Una vez se fugó con un chico menor que ella y no regresó hasta después de una semana-me cuenta la morena y, sin querer, de mi garganta brota una pequeña risita.
-Sabía que esa vieja era una salta cunas-digo y la escucho reír-. Whatever, siquiera sabía que tenía una hija-comento.
-Yo sí, y muy buena gente que es. A su madre no salió-dice y puedo notar que está más relajada; era lo que quería. Aunque el hecho de que la policía haya ido a su casa porque nuestra jefa desapareció es un poco alarmante-. ¿Crees que esté bien?-Suelta la de cabellos rizos y suena nuevamente preocupada.
Gritos provenientes de detrás de mí hacen que me gire rápidamente y me encuentro con una escena que me congela el pulso. Mi teléfono cae al suelo y corro en dirección hacia mis hijos, quienes están tirados en el suelo,
siendo espectadores de cómo cuatro hombres golpean a mi hermano. Las personas del parque corren en dirección contraria y nadie ayuda a Sebastián. Corro lo más rápido que puedo y mi corazón da un vuelco cuando veo que William se lanza encima de uno de los bandidos, intentando ayudar a su tío, pero cae con brutalidad al suelo cuando uno de los hombres lo golpea. De mi garganta sale un grito que quema. Llego a la escena y me lanzo sobre mis hijos para cubrirlos. Liam chilla y sus mejillas están llenas de lágrimas. William no se mueve y el miedo y la desesperación invaden mi sistema.
-¡Que alguien haga algo!-grito y me trago las lágrimas literalmente. Los cuatro hombres continúan golpeando a Sebastián. Patadas, batazos, puños... Todo en movimientos brutos. No puedo moverme de aquí, primero son mis hijos... Pero no puedo tampoco dejar a mi hermano-. ¡Maldita sea, que alguien haga algo!... ¡Que alguien lo ayude!-grito con desesperación, pero nadie hace algo. Miro a William y veo su pómulo izquierdo hinchado; el coraje llena mi sistema y me lanzo sobre los cabrones que están golpeando a mi hermano. La adrenalina es tanta que no me doy cuenta que estoy mordiendo con fuerza y rabia el pómulo de uno de los bandidos. Escucho su grito y la satisfacción llega a mí de manera enfermiza. El tipo intenta zafarse de mí, pero lo muerdo con tanta fuerza que no es hasta que uno lo ayuda que logra hacerlo.
-¡Maldito imbécil!, ¡cabrón!, ¡muérete!, ¡hijo de puta!-grito con rabia y el tipo golpea mi mejilla, pero no siento dolor, solo ganas de matar a este cabrón
que golpeó a mi hijo y a mi hermano.
-¡Ya!, ¡vámonos!, ¡muévanse!-escucho a una voz rasposa decir y es ahí cuando logro percibir el sonido de las sirenas de la policía. Los cuatro hombres salen corriendo y se montan en un MR2 negro.
Sin perder tiempo me tiro al suelo junto a Sebastián, quien suelta palabrotas, aunque son pocas las que logro entender. Su cara está llena de sangre, se retuerce en el suelo, pero en estos momentos tengo tanto coraje que aparto la mirada y me arrastro hasta mis hijos. Liam chilla y William comienza a convulsionar, poniendo mis vellos de punta. El miedo arraiga mi sistema y grito por ayuda. Dos señores se me acercan y comienzan a decirme cosas que no logro entender, solo puedo ser consciente de mi hijo tirado en el suelo, convulsionando en estado de shock. Mi vista comienza a fallar, de pronto comienzo a ver todo mi alrededor con borrosidad. Estoy más allá de lo nerviosa, pero no puedo caer en la inconsciencia...
-Cálmese, ya viene la ambulancia-escucho que alguien me dice, pero suena lejos de mí, aunque sé que la persona está cerca. Solo veo a mi hijo tirado en el suelo, solo escucho los sollozos de mi pequeño Liam...
-D-Derek-balbuceo, en un intento de pedir que lo llamen-. D-Derek-digo nuevamente, pero esta vez lo veo correr hacia mí.
¡¡¡Hola!!!
¡Ay, Dios, enserio disculpen por el atraso en actualizar, pero estas últimas semanas han sido-¡buff!- llena de muchas cosas!
🎓🎓🎓¡¡¡ME GRADUÉ!!! 🎉🎉🎉
Yep, esta chiquilla va rumbo a su primer año de universidad, y es por ello que he estado un poquitín ocupada... Ya saben, trámites universitarios, comprar trajes para las fiestas, fiestas y fiestas y fiestas... Me gusta la pachanga (tengo que aprovecharlas ya que mi mami no me deja salir de fiesta😂)....
Bueno, pues ya saben el motivo de mi atraso. ¡Uish!, no saben cómo odio atrasarme en actualizar, pero esta etapa se da una sola vez en la vida y tengo que disfrutármela al máximo... ¿Se imaginan yo en la noche de prom escribiendo un capítulo? Jajaja, amo escribir, pero vamos, vamos, también amo la vida social...😆😜
Ay, los quiero, los quiero... Nuevamente disculpen el atraso...
Ah, y espero que hayan disfrutado el capítulo... Ese Derek me encanta, no importa cuánto tiempo pase siempre hay algo que me hace amarlo más... 😍
Lo siento, Susan 😉😆😂
¡Hasta la próxima actualización! 😘
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Capítulo XXI: "Lo que nunca dije"
DEREK
No sé si fue la punzada en el pecho, pero tenía el presentimiento de que algo estaba ocurriendo. Cuando Mónica me dijo que Susan estaba en el parque con los niños, y que se había llevado a Sebastián, intenté pensar que no podía ser tan malo. Quise poner a un lado mi sobreprotección, tratar de no sofocar a Susan con mis miedos y preocupaciones, pero todo eso se fue a la mierda en el momento que la vi tirada en el suelo junto a los niños...
Estoy de nuevo en este cabrón hospital y esta vez sobre paso los niveles de cabreo... Mi hijo, mi pequeñín tiene lastimada la carita por culpa de un hijo de puta de la calle. Mis hijos han pasado algo que no tuvieron que haber vivido, algo que se pudo haber evitado si Susan no hubiera tentado a su suerte.
Suelto el aire en un intento de calmarme y coloco mis manos en el rostro... Tanta mierda me tiene harto, siento que voy a colapsar. Necesito hablar
con alguien, necesito hablar con mi doctor, no quiero perderme...
-Familiares de Sebastián Egglesfield-escucho que dicen y Susan se levanta enseguida para ir hacia allá. Yo me quedo aquí sentado en la sala de espera, sin ganas de saber cómo se encuentra Sebastián. No quiero ser egoísta, pero me cabrea pensar que mis hijos pudieron haber pasado por algo peor si la policía no hubiera llegado a tiempo. El solo pensamiento me enloquece.
-Derek...-Mónica coloca una mano en mi hombro y cuando la miro a los ojos noto la pesadumbre que lleva arrastrando durante tantos años. Ella ha pasado por tanto en su vida, ha sufrido demasiado, en cambio siempre ha demostrado ser una mujer fuerte, de hierro... Admiro su espíritu vivaz y valiente.
-Lo siento-me veo diciendo y esta se sienta a mi lado, recostándose de mi hombro.
-No tanto como yo-dice y suspira-. Sebastián está perdido, y en parte ha sido mi culpa-no la contradigo porque sé que en parte sí lo es-... Siempre quise darle lo mejor, intentar de que la ausencia de su padre no lo afectara...
-La figura paterna es parte esencial para cualquier niño, pero eso no justifica el hecho de que esté metido en mierdas de la calle...
-Sebastián fue un niño muy inteligente, alegre, travieso... Recuerdo cuando molestaba a su hermana; Susan siempre lo corría por toda la casa...-comenta Mónica y no paso desapercibido la nostalgia en su voz. Sonrío al recordar cómo Susan peleaba con su hermano cada vez que él la molestaba. Fue bonito poder vivir esa etapa junto a ella.
-Sebastián
fue un buen niño, travieso, pero bueno-suelto despacio y de la mejilla de Mónica rueda una lágrima; la limpio con la yema de mi dedo y rodeo sus hombros con mis brazos-. No debes culparte por cómo ha llevado su vida. Sí, quizás el tratar de darle todo para compensar la ausencia de su padre influyó, pero no porque él haya sufrido, porque su padre no haya estado, justifica que se haya descarrilado en el camino. Las personas intentan justificar cada cosa que hacen mal con algún suceso difícil de su vida... Porque un padre te abandone no significa que debes irte a consumir drogas; porque tu familia sea un asco no significa que tú tengas que serlo... Debes intentar ser mejor de lo que te sucedió en la vida, demostrar que eres fuerte, que tienes fuerza de voluntad. No ir por la vida siendo un asco solo porque la vida te ha tratado mal. La vida es mala dependiendo de la perspectiva en que la ves...
-No justifico a Sebastián, no hay razón para hacer las cosas que él ha hecho... pero duele tanto-solloza y la beso repetidas veces para intentar calmarla, aunque también para amortiguar estas jodidas ganas de llorar que me entraron.
-Sebastián está bien-escucho la voz de Susan y ambos la miramos. Esta parece a punto de explotar a llorar. Mónica se levanta rápidamente y limpia sus lágrimas para abrazar a Susan. Yo me quedo sentado y aparto la mirada cuando ella me mira. Estoy cabreado y no quiero descargar mi enojo sobre ella.
<<Los niños están en el área de juego; Richard está con ellos-me dice y solo asiento. Mónica parece darse cuenta de lo que sucede,
porque dice: -Necesitan estar unidos, por los niños. Luego hablan sobre lo que se tengan que decir-la miro de reojo y vuelvo a asentir. Susan se acerca y toma mi brazo en un intento de hacerme hablar. Cuando la miro a los ojos veo la angustia en ellos y algo en mí se revuelve.
-Derek, yo...-comienza, pero alguien grita mi nombre, haciéndonos girar a todos hacia el pasillo, por donde viene Melissa a paso ligero y se abalanza sobre mí para abrazarme. Su movimiento me tomó por sorpresa y no correspondo a su abrazo.
-Oh, Derek, vine tan pronto pude-chilla y puedo ver cómo Susan y Mónica la miran con incredulidad-. ¿Cómo están mis niños?-¿Sus niños?... Eso fue un golpe bajo para Susan.
-Mis hijos están bien-digo, enfatizando que son mis hijos y esta suelta un sollozo que solo aumenta mis ganas de desaparecer en estos momentos. Melissa siempre hace estas mierdas, y por más cabreado que esté con Susan, no me gusta que la rubia venga a hacerla sentir mal-. Gracias a Dios no les pasó nada grave-añado, sacándome de encima a Melissa. Esta se ciñe a mi brazo como piraña.
-Oh, no sabes cuánto me alegro... Esos pequeñines no debieron pasar algo así. ¡Unos bandoleros!, ¡qué falta de responsabilidad de parte de los adultos que estaban allí!-suelta la de ojos verdes y clava su vista en Susan. Todos captamos muy bien la indirecta para ella y esta parece a punto de llorar. Mónica le lanza una mirada cargada de desprecio y toma a Susan por el brazo para sacarla de aquí. Las veo alejarse y cuando desaparecen de mi vista, me siento en la silla
de espera, agotado.
No tengo ni las fuerzas ni las ganas para decirle algo a Melissa. Solo quiero irme a casa y acostarme a dormir y no despertar por un buen tiempo.
-Derek, siento tanto lo de los niños-escucho que dice Melissa y asiento. Ella se sienta a mi lado y coloco mis codos sobre las rodillas para frotarme la sien; el dolor de cabeza ha ido en aumento.
-¿Dónde dejaste a tu novio?-Le pregunto, en un intento de hacerle recordar que ella tiene novio y no siga con sus acosos.
-No sé dónde está ese idiota-contesta y frunzo el ceño-. Hice lo que tenía que hacer. ¡Jamás perdono una infidelidad!... ¿Y tú cómo lo estás tomando?-La miro con el ceño fruncido, confundido. ¿De qué habla esta ahora?
-¿Tomando qué cosa?...
-Sé que no debe ser nada fácil, tienen a los niños, formaron a una familia...
-¿De qué hablas, Melissa?...
-Hablo de lo idiotas que fuimos tú y yo. ¡Pablo y Susan deben estar con la conciencia sucia!... ¡Jamás le perdonaré a Pablo que se haya acostado con ella!...
Tardo en procesar las palabras de Melissa, y cuando lo hago, mi reacción es mirar hacia el frente e intentar no perder la calma. Esta rubia siempre ha intentado joder a Susan, siempre... ¿Por qué ahora sería diferente?... Susan no es ese tipo de persona, la conozco lo suficiente como para saber que no me sería infiel.
-El día en que Pablo fue a aquel bar, me fue extraño que regresara a mi apartamento tan tarde... ¡El muy imbécil se estaba viendo con tu esposa! ¡Lo admitió!...
No doy crédito
a lo que Melissa dice. El coraje no llega porque estoy en una especie de trance, procesando cada cosa. Susan llegó tarde aquella vez que fue a celebrar, por la mañana estaba rara...
Confío en Susan, confío en Susan...
No armaré un espectáculo, solo tengo que ir y hablar con ella.
Me levanto de la silla y comienzo a caminar por el pasillo para ir donde Susan. Estoy temblando, estoy nervioso. Conozco a esa morena, conozco cada parte de ella, confío en ella, pero Melissa sembró la duda... Carajo, estoy temblando. Solo tengo que ir y preguntarle. Sé cuando miente, sé si me dice la verdad...
Veo a Mónica parada frente al área de juego de niños, pero no veo a Susan. Camino hasta ella y miro por el cristal; veo a los niños jugar con Richard y Mónica me mira con el ceño fruncido.
-¿Qué tienes, querido?-Me dice y la miro fugazmente.
-¿Y Susan?...
-Salió a afuera para tomar una llamada-me contesta y sin pensarlo mucho me encamino hacia allá.
Cuando salgo, el vapor me azota el rostro y de pronto me encuentro sudando. Miro hacia ambos extremos y no veo a Susan por ninguna parte. Camino hacia la izquierda y a lo lejos visualizo su cabellera, pero frente a ella está Pablo. Mi corazón parece el motor de un auto de carreras y camino lentamente. Me detengo cuando ya casi estoy junto a ellos, pero no parecen notar mi presencia.
-Los niños están bien, nos les pasó nada grave-escucho que le dice Susan.
-Me alegro tanto, estaba preocupado-le dice Pablo y Susan parece ansiosa; juguetea con su cabello, algo
que hace siempre que está nerviosa.
-Tu novia está allá dentro... ¿Por qué no me haces el favor de sacarla?-Le dice Susan y sé por su tono que está nerviosa.
-Ya te dije que no es mi novia-replica Pablo e intenta tocar a Susan, pero esta retrocede un poco. Hago mi mayor esfuerzo para no perder el control-. Terminé con ella... Le confesé lo que pasó entre tú y yo-en estos momentos mi corazón quiere salirse por mi boca. Cierro los puños y me es difícil respirar.
-¡¿Qué se supone que pasó entre nosotros dos?! ¡No pasó nada!-chilla Susan y me muevo un poco para que no me vean.
-Susan, sabes lo que sucedió...
-¡Sí!, ¡sí!... ¡Me besaste!, ¡a la fuerza!-eso basta para mí. Salgo de mi escondite, tomo al imbécil por la camisa y estampo mi puño en su mandíbula. Siento mi sangre ardiendo, siento que puedo coger al cabrón este y ablandar cada parte de su rostro con mis nudillos. En cambio, solo lo miro, solo veo cómo su rostro está rojo. Susan toma mi brazo y me hace retroceder.
-Derek...-susurra, pero solo miro a Pablo, solo veo su repugnante rostro.
-Solo aléjate de ella... Un hombre jamás besa a una mujer a la fuerza... Nadie besa a Susan a la fuerza-siseo.
-¿Qué sabes tú si fue a la fuerza?-Se atreve a replicar y me acerco a centímetros de su rostro.
-No te atrevas a poner el nombre de Susan por el suelo. Susan es mía ahora, tú solo eres un simple ex novio que no la supo valorar. Estoy harto de que tú y Melissa intenten arruinar nuestro matrimonio. Susan y yo nos amamos,
basta con eso para saber que lo que tú y Melissa intenten no será suficiente para romper un amor que es inquebrantable...
Tomo a Susan por la mano y comenzamos a caminar hacia el interior del hospital. Me siento extraño, como si el que hubiese hablado hace unos segundos no fuera yo.
-Derek, perdóname por...
-Shh... Bésame...
-¿Ahora?...
-Ahora.
***
Camino por este pasillo que trae consigo recuerdos que quiero dejar atrás. Todo sigue igual, algunos cambios modernos, pero prácticamente igual a como lo veo cada vez en mis sueños-pesadillas.
En el camino me encuentro con varias enfermeras que conozco desde hace muchísimo tiempo y otras me saludan desde lejos. Todos aquí fueron lo único que tenía por años, y comenzaron a formar parte de mi vida. Es bueno saber que salió algo positivo de este maldito hospital psiquiátrico.
-¡Pero si miren nada más quién está aquí!... ¡Willy Willy William!-Un hombre de cabello amarillento, sonrisa cuadrada y blanca, facciones arrugadas y ojos café, camina hacia mí con los brazos extendidos. Sonrío, y cuando llega junto a mí, me da un abrazo fuerte y caluroso. Scott siempre ha sido enérgico y amoroso; una de las cosas que fueron de gran ayuda para mi recuperación.
-Dime que no olvidaste nuestra cita-le digo cuando soltamos nuestro abrazo.
-Quince de este mes, hablamos hace una semana y media-me dice y asiento, satisfecho de que no haya olvidado la cita-. Vamos, que estoy viejo, pero no es para tanto-comenta y no puedo evitar reír-. Vayamos
a mi oficina-asiento y caminamos hacia la puerta del fondo, donde está su oficina. En el camino muchos nos miran sorprendidos; hacía años que no pisaba el suelo del Hospital San Burgo.
-Has hecho nuevos viajes-comento mientras veo las nuevas fotografías en su escritorio. Hay dos que no había visto la última vez.
-Y seguirán más... Juliet y yo pensamos viajar a España la semana entrante-comparte y sonrío cuando recuerdo cómo Juliet, su esposa, jugaba conmigo a las escondidas en los muros de este hospital. Era una mujer agradable.
-Envíale saludos a Juliet-le digo y este sonríe.
-Lo haré, se pondrá contenta-me hace señas para que tome asiento y lo hago-. Ahora bien, háblame de esos recuerdos vividos-dice y toma su postura profesional. Ahora está en plan de doctor, no de amigo. Tomo una respiración profunda y comienzo: - Llegan a mí de la nada... pero ahora con más frecuencia.
-Bien, continúa...
-Es un patrón que se repite, pero cada vez los recuerdos son más reales, es como si de verdad estuvieran ocurriendo. Recuerdo cada palabra, cada cosa... Veo a... mamá...
-¿Ves algo que ya ocurrió?...
-Sí. Hace unas semanas recordé cuando fui ingresado aquí. También recordé una noche en la que mamá veía a... papá mientras dormía. Fue tan... real.
-Cuando esos recuerdos llegaron, ¿qué estabas haciendo?, ¿dónde te encontrabas?...
-Yo... a veces me encontraba algo... alterado-contesto, recordando todas las veces que me han dado los ataques-. En una me encontraba en el hospital;
la enfermera me dijo que era un síncope vasovagal...
-Los síncopes mayormente ocurren cuando la persona se encuentra deshidratada o no ha ingerido nada. El estrés es un factor que influye para que estos ataques ocurran. En tu caso, creo que no es un simple síncope...
-¿Crees que pueda volver a caer en... crisis?-La sola idea me pone los vellos de punta. No quiero volver a atrás, no quiero caer en aquel lado oscuro que decidí dejar atrás.
-Tienes historial psiquiátrico, William. Si no controlas tus emociones puedes retroceder. Hace ya un tiempo que te quité los medicamentos y todo parecía estar en orden. ¿Qué es lo que sucede? Algo está detonando estos ataques...-sé muy bien lo que es...
<<¿Te estás cargando de mucho trabajo?, ¿problemas con la bella latina?, ¿qué sucede, hijo?-Scott me conoce como nadie jamás lo ha hecho, no puedo mentirle a él, quien me está ayudando.
-Hay... algo. Algo que me está llevando a vivir con miedo...
-Continúa...
-Hay... alguien que quiere hacerle daño a Susan, y siento que se me está saliendo de las manos-suelto poco a poco las palabras y Scott me mira con intriga.
-¿Susan lo sabe?-Inquiere y niego-. William, no volvamos a retroceder. No puedes continuar ocultando las cosas, no puedes tener todo en tus manos, debes hablar de lo que sucede. Hace años viniste aquí por la misma razón... Tu madre quería hacerle daño a una joven y esa misma joven es el motivo por el cual estás aquí. Debes hablar.
-No quiero que ella y los niños vivan con miedo, no quiero llenarlos de inseguridad-replico,
frustrado.
-Su seguridad se verá afectada si están ajenos a lo que sucede. Deben saber que si hay alguien que les quiere hacer daño, tienen que estar alertas. Habla, William, antes de que sea tarde.
-Creo que es momento de hablar, pero aún no estoy listo.
-En la vida nunca estamos lo suficientemente listos para lo que se avecina.
***
-... Y hoy iré a cenar con ella.
-Me alegro mucho, Manuel. No lo estropees...
-Quiero que las cosas funcionen con Aura. Cada vez que estoy con ella es como si volviera a ser el mismo de antes...
-No lo tienes que repetir... Volviste a ser el mismo cursi insoportable...
-Cabrón-río.
-Hablamos luego, Manuelito, tengo que terminar estos informes...
-Bien. Hablamos luego...
-Suerte con la pecosa. Que esta vez tu amiguito no despierte...
-Vete a la mierda, cabrón-suelto una carcajada y cuelga la llamada.
Sonrío, feliz de que Manuel esté poco a poco superándose.
Miro el cajón y me levanto del asiento para sacar el cuaderno de Elizabeth. Lo tomo en mis manos y lo veo por eternos segundos. Está algo desgastado y en su portada tiene en
letras rojas las palabras: Lo que nunca dije.
Abro el desgastado cuaderno y comienzo a leer las primeras palabras de este cuaderno que nunca he tenido el valor de sacar a la luz.
Querido diario...
¿Querido diario?... ¡Pfff! ¡Qué estúpida forma de empezar a escribir en esta mierda de cuaderno! ¡Yo no te quiero, estúpido diario! Sí, así suena mejor.
Estúpido diario:
Mami me dio esta libreta en blanco para que "saque lo que llevo dentro". Es una excusa para saber qué piensa su "rebelde y descarrilada" hija. Ella me llama "hija del demonio", la escuché mientras discutía con papá en su habitación. Últimamente los dos andan peleando todo el tiempo. Pero no culpo a papá, no sé cómo soporta a Valeria Jones. Ella habla mucha mierda,
siempre jode a papá cada vez que él le pide sexo. ¡Papi le tiene que pedir sexo! ¡Qué carajos! Mamá es fanática del Señor, a unos niveles insoportables. Le doy gracias a Dios de que no salí frígida como ella... Jajaja... esta mañana comencé a fingir un orgasmo en mi habitación y mamá enloqueció. Comenzó a rezar frente a mí y a pedir que los demonios salieran expulsados. Okay, quizás me zafé con mi broma, pero es que mamá está loca. Disfruto fastidiarla, creo que es la única manera para no terminar loca en esta casa. Papá trabaja todo el maldito tiempo, mamá vive para la iglesia... Lo único bueno aquí es Vanellys, esa tonta niña
ingenua es un ángel... No merece vivir en este inframundo, es un ángel atrapado en el fuego. Creo que mi hermanita es lo único bueno por lo que vale la pena seguir.
Me voy de aquí, estúpido cuaderno, mamá está subiendo las escaleras.
Termino de leer las primeras páginas y un nudo fastidioso se instaló en mi estómago. Este cuaderno está lleno de Elizabeth, es como si ella estuviera presente a través de estas palabras. Cierro el cuaderno cuando la puerta es tocada. Lo guardo nuevamente en el cajón y dejo que la persona entre. Es mi secretaria.
-Señor, su suegra quiere verlo-me dice y noto que está agotada.
-¿Te encuentras bien, Cristina?-Inquiero, notándola algo pálida.
-Sí, solo estoy un poco cansada-me dice y no me gusta para nada cómo se ve.
-Tómate un descanso, Cristina. Por hoy no hay nada más en lo que te necesite...
-¿Seguro, señor?-Inquiere y sonrío; ella es agradable.
-Vete a descansar-le ordeno. Esta sonríe levemente.
-Gracias. Haré pasar a su suegra. Hasta mañana, señor-se despide y asiento.
Brevemente, Mónica asoma su cabeza por la puerta y sonrío.
-¿Puedo?...
-Adelante, señora de más de cinco décadas-bromeo y esta cuando pasa por mi lado palmea
mi hombro y me abraza.
-¿Cómo estás, cariño?
-Bien, dentro de todo-le contesto y ambos nos sentamos en el asiento de cuero crema. Nos sumergimos en el silencio, aunque no uno incómodo. Mónica parece algo ansiosa y me pregunto a qué vino.
<<Me encanta que vengas, pero, ¿a qué se debe tu visita?-Digo finalmente y esta acaricia mi mejilla con delicadeza. Parece algo nostálgica. Últimamente está así.
-Cuando conocí a Emilio, jamás pensé que me enamoraría tanto como lo hice-comienza, y al mencionar a ese hombre, algo en mí se comprime-. Lo amé como nunca lo había hecho, Derek... Cuando me habló de su pasado, de lo que había ocurrido contigo, yo... no lo podía creer. Él murió y consigo se llevó la esperanza de volverme a enamorar... Me resigné a que él jamás volvería, a que no lo volvería a ver... Cuando te vi por primera vez, cuando vi tus ojos aquella vez en la iglesia, era como si hubiera vuelto a ver a Emilio...
-¿Por qué me dices todo esto?-Saca de su bolso un sobre y lo miro con recelo.
-No importa lo que leas aquí, quiero que sepas que en tus ojos veo a Emilio, siento que él está aquí a través de ti... No sé qué jugada de la vida es esta a través de esta carta, pero quiero la leas y seas tú quien sepa qué hacer después de hacerlo...
Me extiende el sobre y vacilo unos segundos antes de tomarlo en mis manos.
-Solo mira las cosas desde diferentes perspectivas y sabrás qué hacer-sentencia y sale de la oficina.
Tengo en mis manos la carta que tanto quise leer... La carta de la abuela Charlotte... Sin pensarlo demasiado, abro el sobre y saco el contenido. Desdoblo el papel y al fin lograré leer lo que esta contiene.
=================
Capítulo XXII: Reflejos
SUSAN
-Esta será tu oficina-le echo un vistazo y me parece acogedora y moderna-. Creo que esto es todo. Mañana podrás comenzar a trabajar-me dice el doctor Rossy y asiento.
-Gracias por confiar en mí para este trabajo-le digo honestamente y este me estrecha su mano; sin vacilar le estrecho la mía.
-Sé que no tendré que arrepentirme-le sonrío-. Bueno, ya mañana comienza tu labor... Ven preparada, será tu evaluación-asiento nuevamente, y después de despedirme del doctor y el equipo, salgo de la clínica, sonriente y emocionada por mi nuevo empleo.
Enciendo mi auto y me dispongo a conducir en dirección al Joy's Shop. Ayer di mi renuncia, por suerte no tuve que verle la cara a Loyda, aunque hace mucho no he podido hacerlo, debido a que continúa desaparecida. Honestamente, no estoy preocupada por ella, sí, es algo extraño su desaparición, pero ella no es alguien que le
haya tomado estima. No es que quiera ser sangre gorda, pero es que... de verdad a esa mujer no la soporto. Y desde que no está, la tienda se ha sumergido en un ambiente sereno y tranquilo sin sus gritos y berrinches.
Cuando llego, la tienda está llena de policías y gente curiosa aglomerada alrededor. Frunzo el ceño, estaciono el auto en la acera-un tanto alejada de la tienda ya que no hay paso-y camino rápidamente para saber qué ocurre.
-...Necesito que se calme, no puedo ayudarla si no se calma-un policía le habla a una mujer de cabello rizado; es Whitney, y me abro paso por entre la gente para llegar hasta ella.
-¡Whitney!... ¿Qué sucede?-Llego a su lado y esta me abraza con fuerza.
-¿Quién es usted?-Me pregunta el mismo policía y lo miro directamente, nerviosa.
-Susan McMahon, empleada del Joy's Shop-contesto y este asiente-. ¿Qué pasó?-Pregunto, sintiendo a Whitney temblar en mis brazos.
-La joven tiene información que puede servir en la desaparición de la señora Loyda Roach-me dice otro policía y tomo a Whitney por las mejillas para encararla.
-Whitney, cariño, habla-le digo y esta solloza. Miro a mi alrededor y me siento sofocada por la gente curiosa observando la escena.
-Debe acompañarnos a la delegación para que nos diga todo lo que sabe-suelta el policía, que intuyo tiene mayor autoridad, y Whitney asiente.
Minutos después, la de cabellos rizos se va junto a los policías hacia la delegación y las personas comienzan a evacuar el área. Las demás chicas están frente
a la entrada de la tienda, hablando entre ellas y camino hacia allá para saber qué ocurrió para que Whitney estuviera en ese estado. Cuando me acerco, ellas parecen intuir que les voy a preguntar, pues sin más Julie dice: -Recibió una llamada de Loyda.
-¿Qué?-Es lo único que sale de mí.
-Los teléfonos esta mañana no dejaban de sonar, pero ya sabes que Loyda no permite que ninguna de nosotras atiendan las llamadas-suelta Priscila.
-Y sabes cómo es Whitney, no le importa llevarle la contraria a la jefa, así que tomó la llamada cuando ya estaba hastiada de que sonara el teléfono con tanta insistencia-añade Samantha.
-Lo que escuchó ahí no sabemos qué fue, lo único que logró articular fue la jefa. Estaba en shock, no sabemos qué le dijo Loyda-culmina Julie y muerdo mi labio inferior, preocupada.
-Me imagino que la policía le pedirá que no diga nada en lo que se hace la investigación-murmuro y todas asienten.
-Yo no sé, pero a mí esto me huele muy feo-comenta Priscila-. No creo que la jefa se encuentre bien-añade y el silencio que le sigue a sus palabras es la evidencia de que todas pensamos lo mismo.
...
3 mensajes de voz...
Primer mensaje no escuchado:
Susan, voy de camino al Joy's Shop, necesitamos hablar. Coge el teléfono.
Segundo mensaje no escuchado:
Acabo de salir de la tienda, ¿dónde estás? ¡Llama!
Tercer mensaje no escuchado:
Llama.
Termino de escuchar los mensajes
de voz de Derek y enseguida marco su número. Mi teléfono se apagó y no fue hasta ahora que lo encendí.
El teléfono suena, pero al final sale la grabadora. Después de cinco intentos, escucho la voz de Derek en la línea. Mi pulso se acelera cuando noto que su voz está quebrada.
-Te he llamado como un demente-suelta despacio y trago duro, pues sé que algo le pasa.
-La pila del teléfono se agotó, y ahora lo pude poner a cargar-le contesto despacio y lo escucho respirar profundo. Me preocupa.
-¿Qué haces?-Me pregunta y justo en este momento me detengo por la luz roja del semáforo. Me aferro al volante y cierro los ojos unos segundos, pues están pesados debido al cansancio.
-Voy de camino al gimnasio-le digo-. Derek, ¿qué te pasa?-Suelto la pregunta, pues no puedo más. El silencio que le sigue me desespera-. Derek...
-Esa carta no la escribió mi abuela-dice y siento mi corazón congelarse-. Nada de lo que dice en ella tiene sentido. Mi padre está muerto-añade y siento como si todo el oxígeno hubiera desparecido de mis pulmones.
-Derek, yo...
-Mi padre está muerto, Susan. Esa carta es una farsa-me interrumpe y suena realmente perturbado. Sabía que la negación de su parte era algo que sucedería.
Una bocina me hace dar un respingo y es ahí cuando me doy cuenta de que la luz cambió a verde. Comienzo a conducir y me detengo con luces intermitentes en la parada de emergencia. En estos momentos no puedo conducir, no cuando sé que Derek se enteró sobre
su padre.
-Mi amor, por favor, déjame explicarte todo, déjame...
-¡No!, ¡no!... ¡No hay nada que explicar!, ¡mi padre no está vivo, mi padre murió!-grita y mi corazón comienza un bombardeo acelerado. Me duele saber cómo está tomando Derek lo de su padre.
-Bebé, por favor, déjame...
-Esa carta no la escribió la abuela... No voy a aceptar algo que no es cierto-dice este y su calma en estos momentos me encrespa los pelos de la piel-. Lo demostraré, Susan, lo haré-dice y el silencio reina en la línea. No sé qué decir, no sé siquiera si pueda verle a los ojos. Me siento hecha una bola de mierda.
<<Hoy no iré al gimnasio, te veré en la casa-dice finalmente y corta la llamada. Yo me quedo unos minutos con el corazón comprimido y sollozo sin control hasta que logro calmarme y conducir hasta el gimnasio. No desisto de hacer ejercicio, pues necesito retrasar el momento de ver a Derek lo más que pueda.
Camino hacia los casilleros y coloco mi mochila. Lágrimas silenciosas ruedan por mis mejillas y las limpio rápidamente para que nadie me vea en este estado. Aunque es inevitable, pues a simple vista se nota lo jodida que estoy en estos momentos. Me miro en uno de los tantos espejos del gimnasio y comienzo a hacerme una coleta alta. A través del reflejo veo la puerta de la entrada abrirse y muerdo el interior de mi mejilla cuando diviso el rostro de Melissa. Ha entrado con aire de grandeza, moviendo sus caderas como si fuera una modelo de alguna marca de ropa interior, agitando su coleta
de un lado a otro mientras camina, y llamando la atención de la mayoría de los hombres aquí presentes.
No lo voy a negar, esta rubia es espectacular...
Mis ánimos están a unos niveles tan bajos que decido ignorar a la despampanante rubia y ponerme mi ropa deportiva para comenzar a hacer ejercicio.
Cuando salgo del baño, camino hacia las corredoras y coloco mi botella de agua en la que voy a utilizar para hacer cardio. Descargué mis lágrimas lo más que pude mientras me cambiaba y ahora mis ojos se encuentran hinchados y rojizos. Busco mi teléfono y me coloco los audífonos para alejarme del ruido... y de la realidad.
-Andrew Jones... Marissa Hans... Garry Miller... Susan McMahon...-El profesor Gutiérrez nos llamaba por la lista de permisos para subirnos al autobús e irnos de gira en rumbo a la feria científica de matemáticas. Yo estaba poco entusiasmada por ir, diría que nada entusiasmada. Aunque amaba las matemáticas, no tenía ganas de pasar horas caminando alrededor de mesas en donde los estudiantes exponían sus investigaciones matemáticas. Me resultaba sumamente aburrida una gira de ese tipo, pero el profesor Gutiérrez me había insistido para que fuera, y la verdad no tenía corazón para rechazarlo, mucho menos cuando él siempre me ayudaba en todo lo que estaba a su alcance.
-Ese niño que está allá-el profesor señaló a una de las mesas del otro extremo del centro de convenciones al que habíamos llegado hacía una hora-... tiene once años e inventó una fórmula para encontrar raíces imperfectas sin tener
que usar calculadora-su entusiasmo era palpable y no pude evitar sonreír. El profesor amaba su profesión. Él observaba al niño con un dejo de nostalgia, o eso era lo que noté.
-De seguro es de esos niños que siempre andan solos. Su inteligencia pocos la entienden-comenté y el profesor asintió, sonriendo.
-Yo siempre andaba solo y créeme, no poseía ni la mitad de inteligencia de ese niño-dijo y reí.
-Oh, vamos, profesor, si usted es un cerebro andante-bromeé y él soltó una carcajada.
-Antes no lo era... Más bien, los estudios no eran mi prioridad, cosa que me causó problemas para entrar a la universidad. Ahora es que veo lo que antes no veía-continuamos caminando, viendo las exhibiciones y tomando folletos que los estudiantes nos daban.
-Creo que la ignorancia es esencial para madurar. La madurez se adquiere de la ignorancia... Para ser viejo y sabio, hay que ser primero joven e ignorante-comenté y el profesor me miró sonriendo.
-Eres brillante, Susan; te pareces a tu madre-dijo y apartó la mirada. Se puso extraño cuando mencionó a mamá, pero para ese entonces no significó nada para mí.
El profesor era guapo, maduro, de carácter alegre, aunque estricto y serio. Una contradicción bastante peculiar. Él y Cecilia parecían un matrimonio soso, sin esa llama del amor que yo veía en mis padres cuando pequeña. Hacía un tiempo, había escuchado que el profesor tenía un hijo, pero que no quería hacerse cargo de él. Yo no quería creer que eso fuera cierto,
pues no me cabía en la cabeza que Emilio Gutiérrez no quisiera a su hijo. Así que ese día, la curiosidad pudo más que la discreción, y le pregunté: -¿Usted nunca tuvo hijos?-El profesor se detuvo unos segundos, estático, y luego continuó caminando un poco más alejado de mí. No sabía si había metido la pata, pero esperé a que él contestara algo. No fue hasta luego de un rato, que dijo: -La vida a veces da y como viento de huracán, quita-no sabía qué quiso decir con eso, así que guardé silencio. Continuamos caminando en silencio, y cuando llegamos frente a la tarima en donde una mujer hablaba sobre la feria, él dijo: -Sí, tuve hijos-tragué duro y continué mirando hacia la tarima, nerviosa, y a su vez, curiosa.
-¿Y qué pasó con ellos?-No sabía si estaba siendo inoportuna, pero me intrigaba saber sobre esos hijos de los que nunca había escuchado hablar.
-Como bien dije, la vida da, y quita...-parecía molesto, triste, nostálgico. Una mezcla que no supe entender en ese momento.
-¿Los amó?-Di por sentado que esos hijos ya no estaban.
-Con mi vida entera-dijo, con los ojos cerrados, y sé que fueron palabras salidas sinceramente de su corazón-. Los hijos son el reflejo de una historia de amor, aunque muchas veces deseamos que los reflejos hubieran sido de otra manera...
-¡SUSAN!-Abro los ojos de golpe y me encuentro con un sonriente Max. Me quito un audífono y le brindo una vaga sonrisa.
-Hola, Max-le digo, con mi respiración agitada y gotas de sudor bajando por todo mi
cuerpo. Veinticinco minutos corriendo en la corredora sin parar.
-Estabas envuelta, linda-me dice Max y asiento, apago la máquina y le doy un sorbo a mi botella de agua-. ¿Estás bien?-Inquiere y niego; no vale la pena mentirle cuando sabe que algo me pasa-. ¿Dónde dejaste a tu marido hoy?-Comenta, y como si hubiera presionado un botón, comienzo a llorar. Cubro mi rostro con ambas manos para que no vea mi distorsión y en segundos siento cómo me envuelve en sus brazos.
<<Vamos, nena, llora-me dice y lloro aún más-. Ven-siento las miradas puestas en nosotros cuando entramos a la oficina de Max. Él me sienta en su sillón y me da una toalla para que seque mis lágrimas. Minutos después, paro de sollozar, pero no dejo de derramar lágrimas.
<<Llorar no es malo, pero no me gusta verte así. ¿Puedo saber qué ocurre?-Asiento y decido contarle todo. Para cuando termino, él está sentado a mi lado, con una expresión de desconcierto en su rostro.
-No puedo verle a los ojos y decirle que he tenido contacto con su verdadero padre-digo con voz ahogada y sorbo mis fluidos nasales-. No quiero que él pase por esto, no quiero verlo sufrir por la negación-comienzo a llorar nuevamente y Max me abraza.
-Shh... nena. Todo esto es fuerte, pero tú tienes que ser aún más fuerte. Tienes que serlo por él, porque en estos momentos debes pensar en él, ponerte en su lugar...
-Es eso lo que me atormenta, que me pongo en su lugar y sé que debe sentirse una bola de mierda en estos momentos-sollozo y Max me mece levemente para que me calme.
-Tienes
que llegar a tu casa y afrontar las cosas. Toma a los niños, dile a su abuela o a quien sea que se los lleve de la casa, siéntate junto a él y hablen de la situación. Hablen las cosas como un matrimonio, como la pareja tan brillante y hermosa que son ustedes-besa mi frente y sonrío levemente por el gran apoyo que está siendo Max en estos momentos.
-Gracias...
-Cierra la boca, Susan-río, él también-. Ahora vete y termina tu rutina, date un baño y llega renovada a tu casa-besa mi frente nuevamente y ambos nos levantamos del sillón.
-Gracias, enserio...-rueda los ojos y sonrío.
-Ya, vete-agita sus manos y abro la puerta para terminar mi rutina. Lo que no esperaba era ver a Melissa pegada de la puerta, husmeando. Enarco una ceja y ella endereza su postura y sonríe forzadamente. Max y yo la miramos directamente; él con su sonrisa habitual, y yo con una ceja arqueada.
-¿Qué haces aquí?-Sueno calmada, aunque tenga ganas de escupirle miles de groserías por metiche.
-Yo... vengo a... hablar con el entrenador-balbucea y asiento, poniendo los ojos en blanco.
-Sí, como digas-digo y paso por su lado, indispuesta a seguir viéndole la cara; no la soporto.
Pocos minutos después, mientras hago los squats, veo a Melissa salir del gimnasio sin siquiera mirar hacia el lado. Salió a toda velocidad, sin los aires de grandeza ni nada. Bufo, y continúo las sentadillas, para media hora después, estar bajo la ducha quitándome el sudor. Quiero salir renovada y lista para lo que me espera en casa.
Cuando
termino de vestirme, mi teléfono suena y veo que es un mensaje de texto de mamá:
"Busqué a Liam y William. Creo que lo mejor sería que tú y Derek platiquen a solas".
Me siento un poco aliviada y le contesto con un gracias.
-Papito, ayúdame con esto-murmuro y salgo del baño, lista para irme a casa.
...
Cuarenta y cinco minutos después, me encuentro frente a casa. Estaciono el auto y camino por la acera que me lleva hasta la entrada. Me sorprende ver que el patio está organizado; los juguetes no están esparcidos por la grama como siempre, y las flores se encuentran libres de todo artefacto que mis hijos dejan tirados. Cuando llego a la puerta, frunzo el ceño cuando veo una alfombra nueva en el suelo.
Saco las llaves de mi bolso, ceñuda, y abro la puerta.
-¡Derek, llegué!-aviso, pero no contesta. Doy un respingo cuando lo veo parado en el umbral de la sala, cruzado de brazos, pero lo que hace que mi pulso se acelere es el rostro de Melissa, asomada en la espalda de Derek.
Oh, maldita hija de puta...
-¿Qué hace ella aquí?-Sueno tajante y cabreada, porque lo estoy.
-Yo... ya me iba-dice la rubia, estúpidamente inocente, y la rabia engulle mis entrañas.
-Sé a qué viniste, perra-escupo con rabia y esta se aferra al brazo de Derek, cabreándome aún más.
-Basta, Susan-replica Derek y lo miro consternada.
-¡¿Vas a defenderla?!-La sola idea me desquicia.
-No estoy defendiéndola, solo no quiero que discutan aquí, no en nuestro
hogar-dice Derek, increíblemente pasivo, y se suelta del agarre de Melissa.
-Yo ya me voy, Derek. Fue un placer ayudarte a limpiar la casa y... escucharte-dice la cabrona rubia y besa sonoramente la mejilla de Derek. Este se queda estático y no dice nada, solo asiente. Melissa sale de la casa y sigo cada uno de sus movimientos, hasta que la puerta se cierra y giro en dirección hacia Derek. En estos momentos tiemblo de impotencia e ira.
-¡¿Me puedes explicar qué carajos fue eso?!-No reconozco mi voz, está ronca e inestable. Derek me mira por lo que me parece una eternidad y se tira al suelo, comenzando a llorar. Mis nervios están disparados.
-¿Por qué?...-Dice entre lágrimas y juro que siento que me ahogo en estos momentos-. ¿Por qué justo ahora sale esta mierda?, ¿por qué no me dijiste que te veías con un hombre que dice ser mi padre?-Sus palabras están ahogadas, llenas de lágrimas, y siento que me desmorono poco a poco. Me quedo aquí de pie, mirando un punto fijo en la pared; no puedo verlo, no como está ahora.
-Yo... estaba asustada-es lo que logro decir y las lágrimas brotan sin poder evitarlo.
-Mi padre está muerto, Susan... Nada de lo que esa carta dice es cierto-suelta, ahora con firmeza, y cierro los ojos con fuerza.
-No te sumerjas en la negación... por favor-digo y este niega frenéticamente.
-¡No!, ¡Susan!, ¡no!... ¡Toda mi familia está muerta!-grita y doy un respingo. Este me mira y se levanta del suelo; como por inercia retrocedo, y este parece ser golpeado fuertemente en el rostro-. ¿Piensas
que te haría daño?-Pregunta, más como una afirmación y sollozo. Este cierra los ojos con fuerza y llora al igual que yo-. Jamás te haría daño, jamás te lastimaría-dice, acercándose poco a poco. Cierro los ojos, y siento su tacto en mi cintura. Luego, en un inesperado movimiento, me abraza con fuerza, como si no quisiera nunca dejarme ir. Ambos lloramos, y siento que en cualquier momento caeré desplomada al suelo.
-No te vayas, no me dejes solo-suplica con voz ahogada y lo aferro a mí con más fuerza.
-Shh... estoy aquí-susurro y ambos nos aferramos como si no hubiera mañana.
***
"Salí un momento. Los niños no tuvieron clase hoy, así que están en la casa con Richard; se portaron muy bien. Mamá te ama, mi cielo".
Es el mensaje que leo cuando despierto. Son las dos de la tarde... ¡LAS DOS DE LA TARDE!...
Me levanto de golpe y me aturdo por unos segundos. Me encuentro en mi habitación y busco a Derek con la mirada, pero no está. Debe estar en el trabajo.
"Mi amor, levántate o llegarás tarde a tu primer día de trabajo", me dijo esta mañana. Sé que me lo dijo y yo le contesté que en cinco minutos me levantaba. ¡Maldita sea!... ¡Perdí mi primer día de trabajo!... ¿Qué va a pensar el doctor Rossy sobre mí? ¡Que soy una ineficiente, incompetente e irresponsable!
¡Agh...!
Tomo nuevamente el teléfono y busco el número de Rossy. Vacilo por una eternidad, hasta que decido hacer la bendita llamada.
-Buenas tardes, oficina del doctor Rossy-escucho
la voz de la secretaria.
-Buenas tardes, señorita. Necesito comunicarme con el doctor urgentemente-le digo y mis nervios me hacen comer las uñas.
-El doctor salió hoy temprano, pues tenía un compromiso ahora a las dos. ¿Quiere dejarle algún recado?...
-No, ¡bueno, sí!... Dígale que Susan McMahon llamó...
-Oh, ¿es usted Susan McMahon?-Inquiere la chica, y asiento, como si ella estuviese frente a mí.
-Así es-contesto y la escucho reír. Frunzo el ceño.
-El doctor Rossy pidió que si usted llamaba, le dijera que hoy estará en el restaurante White Wife a las ocho y treinta, esperando una explicación por su ausencia en su primer día de trabajo-dice la secretaria y cierro los ojos con fuerza, avergonzada.
-Gracias, señorita-digo, mordiendo mi labio inferior, abochornada por mi irresponsabilidad.
-De nada, señorita McMahon-dice esta amablemente-. Suerte con el doctor-dice entre risas y suelto una leve risa nerviosa.
-Gracias-digo y corto la llamada.
Salgo corriendo hacia el baño, con ganas de gritar y estrellar mi cabeza contra la pared por ser tan irresponsable...
...
Faltan dos horas para las ocho y treinta y ya voy de camino hacia el restaurante que la secretaria me dijo. No voy a arriesgarme a llegar tarde. Derek me dijo que era una exagerada, pero no me importa. Es mejor precaver que lamentar... O como sea que se diga el refrán.
Derek está actuando como si nada hubiera pasado la noche anterior y eso me preocupa. No sé cómo decirle que el doctor Cambridge es su padre, pero es hora de que lo haga. Richard me sugirió esperar al fin de semana y reunirlos a los dos en algún lugar público o algo así... La verdad no sé si sea buena idea, pero creo que es lo que haré, porque hasta ahora no he tenido idea de cómo hacerlo.
Con mis pensamientos y preocupaciones, conduzco por la carretera, y cuando la luz del semáforo cambia a roja, detengo mi auto. Paseo mi vista por todo mi alrededor y un vehículo llama mi atención: el auto de mamá. Frunzo el ceño, pues está entrando al Sunshine Resort que está en mi izquierda. Sin pensarlo mucho, cuando la luz cambia a verde, doy la vuelta y la sigo. Entra al Resort y espero unos minutos para que no me vea.
Mamá se baja del auto y la veo mirar hacia todos lados; parece nerviosa. Está esperando a alguien, lo sé. Pasan unos minutos cuando alguien la abraza por la espalda y besa sus labios con una dulzura que no había visto en años.
Papá...
=================
Capítulo XXIII: Nuestro propio infierno
¡Ah...! ¡Qué hermoso se ve mi libro en manos de mis increíbles lectores!... Gracias MelanieCardona por siempre apoyarme desde el principio, por siempre esperar con ansias cada capítulo y darme esas ganas de seguir escribiendo. Este capítulo te lo dedico a ti, hermosa. Mi libro se ve hermoso en tus manos... Besos, Mely... ¡Disfruta el capítulo!
-Dedicaré capítulos a mis increíbles lectores. Disfruten la lectura, y quién sabe el próximo capítulo te sea dedicado... Besos, abrazos y muchas bendiciones...
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DEREK
-Qué rápido crecen-suelta Richard, mientras ambos miramos cómo los niños corren por el amplio patio trasero, gritando y divirtiéndose mientras juegan a la guerra.
-Todavía recuerdo cuando apenas eran unos renacuajos navegando por la esperma de Derek-comenta Manuel, quien apenas acaba de llegar a nuestro lado. Richard ríe sonoramente y yo ruedo los ojos.
-¿Qué haces aquí?, ¿dónde has estado metido?-Le pregunto y este se sienta junto a nosotros.
-¿Es esta una escena de celos, mi amor?-Bromea y blanqueo mis ojos, pero sonrío sin poder evitarlo-. Salí temprano del trabajo y decidí darme una vueltita por aquí-explica y asiento-. ¿Dónde están las damas de la casa?-Añade y puedo notar cómo Richard se tensa. Eso fue extraño.
-Susan fue a encontrarse con el doctor que la contrató. Perdió su primer día de trabajo y él le dio la oportunidad
de explicarse-le digo, y Manuel levanta sus cejas, divertido y sorprendido.
-Me imagino que esa mujer estará que no habrá quien la soporte-comenta y ambos reímos.
-Se fue dos horas antes para no perder la cita. Es una exagerada-comparto y Manuel rueda los ojos.
-¿Y Mónica?-Se dirige a Richard y este siquiera nos mira, se queda viendo a mis hijos jugar.
-Salió con una amiga-es lo único que dice. Manuel y yo nos miramos enseguida. Ambos notamos lo tenso que se ha puesto este hombre, pero ninguno dice algo.
Mi divague desaparece cuando veo a Sebastián caminar hacia mis hijos, con dificultad por sus muletas. Observo cada uno de sus movimientos, alerta. Manuel y Richard notan mi estado y observan a Sebastián con cautela.
El hermano de Susan se sienta en el columpio y observa a mis hijos directamente. Está en un profundo estado letargo. Todos guardamos silencio mientras lo vemos allí, sumergido en sus pensamientos. Desde el incidente en el parque no nos hemos dirigido la palabra. Tampoco es como si alguno de nosotros tuviera la intención de hacerlo. Aún sigo encabronado con él por lo que mis hijos pasaron... William tiene su carita marcada por culpa de un hijo de puta de la calle, por culpa de la mierda en la que Sebastián está metido. Lo peor de todo es que él no parece querer salir de ahí, es como si le importara una mierda su vida y la de los demás. Si a él le vale verga la vida de su familia, pues a mí me vale verga volver a hablarle.
-Ya no sabemos qué más hacer por él-escucho que dice Richard.
-Está
metido hasta el fondo, ya es cuestión de él querer salir de ahí-replica Manuel. Yo solo los escucho.
-Le sugerí a Mónica sacarlo de la casa, impulsarlo a que busque un trabajo, pero ya saben cómo lo tomó-nos comenta y comparto su idea. Creo que lo mejor sería que Sebastián se vea en aprietos y quiera salir hacia adelante.
-Mónica tiene un corazón demasiado noble. Ella no querrá echar a la calle a su hijo, aunque eso sea lo mejor para él-dice Manuel y los tres miramos en dirección hacia Sebastián. La escena hace que mi pecho se comprima.
Sebastián está sentado en el suelo y mis hijos están abrazándolo. Liam se aferra a su cuello y William a su brazo. Desde aquí puedo ver cómo el rostro de Sebastián está distorsionado, aguantando las lágrimas.
-Esos tipos malos te estaban golpeando-escucho que le dice Liam a su tío.
-¡Pero yo intenté defenderte, tío!-chilla William. Sebastián comienza a llorar y algo en mi pecho se aprieta con fuerza. En su rostro veo la vulnerabilidad, su fragilidad.
-¿Por qué lloras, tío?-Le pregunta Liam, limpiándole con sus deditos las lágrimas que ruedan por sus mejillas.
-Son ustedes unos niños... muy valientes-les dice Sebastián, intentado sonreír. Mis hijos ríen y alzan sus pistolas de agua.
-¡Esos tipos malos no saben con quién se metieron!-chilla William y sin verlo venir, río suavemente. Los tres parecemos conmovidos por la escena.
-Tío, ¿te van a matar?-Inquiere Liam, y Sebastián los hala para abrazarlos. Está llorando y no hace nada
para ocultar sus sentimientos de vulnerabilidad.
-No quiero que te mueras, tío-le dice William y desde aquí veo cómo Sebastián se aferra a mis niños con fuerza.
-Nada va a pasarme... lo prometo-les dice y continúan abrazándose.
Me levanto del asiento de madera y camino hacia el interior de la casa, lleno de impotencia, preocupación, rabia... Ver cómo mis hijos aman a su tío, ver la vulnerabilidad de él, todo eso me llena de coraje, impotencia. ¿Por qué no se da cuenta de lo afortunado que es?, ¿de lo mucho que su familia lo ama?... Sé que su padre fue alguien importante para él, sé lo que es sentirse decepcionado de la persona que más amas, pero aún tiene gente que lo ama, aún la vida le ofrece un camino lleno de cosas buenas, ¿por qué no tan solo abre los ojos y observa a su alrededor?, ¿por qué no tan solo mira lo que tiene y lo disfruta? Tiene a su familia, tiene a una chica que daría la vida por él por encima de todo, hasta de un aborto, tenía una beca de deporte en la universidad, tiene casa, amor, salud, ¿qué más quiere? Está hundido en un mundo de mierda por algo que tiene solución, por algo que solo es un mal momento. ¡Carajo!, ¡hay personas que no tienen ni la mitad de lo que él posee!, ¡hay personas sufriendo porque no tienen comida, casa, porque viven en una constante guerra!... Y sí, muchos dicen que cada cual vive su propio infierno, intentan justificarse por cada golpe que la vida les da, pero si tan solo giraran su cabeza hacia el lado, vieran que hay un problema aún peor que el suyo, un problema que muchos ignoran porque "viven
su propio infierno".
Pero es fácil hablar cuando ves el infierno ajeno... Estoy divagando... Yo mismo estoy sumergido en un infierno, yo mismo me he sumergido a él, y temo no salir. Debo hacerle frente, debo demostrar la realidad, una realidad en donde mi padre no está con vida y esa carta no fue escrita por mi abuela.
-Sé que esto es muy jodido, Derek-doy un pequeño respingo cuando siento la mano de Manuel en mi hombro. Giro mi cabeza y lo miro a la cara.
-¿Cuándo no lo ha sido?... Estoy cansado, Manuel-suelto con pesadumbre y me siento en una de las sillas de la barra de la cocina. Manuel imita mi movimiento.
-¿Cuándo piensas acabar con todos tus misterios?-Su pregunta me saca de balance.
-¿De qué hablas?...
-Tu vida se ha basado en secretos, miedos, mentiras ... ¿Cuándo piensas dejar eso a un lado?, ¿cuándo piensas dejar que las cosas salgan a la luz sin necesidad de ocultarlas?...
-Ve al grano, Manuel-sus palabras me irritaron y no sé por qué. Este parece vacilar antes de continuar hablando.
-¡Diablos!, ¡Derek!... ¡Es agotador ocultar siempre la verdad! ¿Por qué no simplemente dices lo que sucede y afrontas las cosas?... ¡De nada sirvió ocultarle la verdad a Susan hace más de diecinueve años! ¡De nada sirvió porque...-se detiene abruptamente y mi pulso comienza a alterarse.
-¿Porque qué?, ¡¿ah?!-Sueno alterado, pero no puedo evitarlo. Manuel está rojo del coraje, puedo notarlo.
-¡Porque mi Elizabeth murió!, ¡no está!, ¡se fue!... ¡Y se pudo haber evitado si tan
solo tú y ella hubieran hablado a tiempo!, ¡si ninguno de los dos hubiera ocultado la verdad!...
-¡¿Me estás echando la culpa por su muerte?!...
-¡No, ¡no!, ¡demonios!, ¡no! ¡No es cosa de buscar culpables!, ¡no es ese mi punto! ¡El punto es que las cosas suceden por alguna razón, por las decisiones que tomamos! ¡Si tú y Elizabeth no hubieran ocultado lo que sucedía, quizás ella aún seguiría con vida! ¡Y si tú dejaras de ocultar la verdad en el presente, las cosas serían mucho mejor en el futuro! ¡Solo habla y di lo que sucede, Derek!, ¡habla antes de que ocurra algo que puedas lamentar por el resto de tu vida!...
Las palabras quedan suspendidas en el aire y yo solo doy vueltas agarrando mi cabello. Cada cosa dicha ha calado en mi interior y mi desesperación fue en aumento por cada segundo que pasó. No puedo hablar, no puedo decir la verdad, porque todo está bajo control.
¡Agh...!
-Te amo, hermano, jamás te culparía por la muerte de Elizabeth-dice Manuel y me abalanzo sobre él para abrazarlo.
-Solo... tengo miedo-me sincero.
-El miedo es solo un obstáculo creado por uno mismo. El miedo solo nos quita, nunca nos da-dice y deshago el abrazo.
-¿Desde cuándo eres tan filósofo?-Bromeo y este rueda los ojos.
-Son solo palabras que alguien me dijo...
-¿La pecosa?...-Inquiero con picardía.
-La pecosa.-Es lo único que dice y sonríe.
-Ven, acompáñame a un lugar-le digo y este frunce el ceño, pero me sigue. Creo que ya está listo para ello.
...
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-Buenas noches, señor Gutiérrez. ¿Qué lo trae por aquí?-Simon, el guardia de seguridad de la fábrica, me saluda con un apretón de mano fuerte. Le sonrío y este le da un asentamiento de cabeza a Manuel, quien está a mi lado todo confuso porque no sabe la razón por la que me dirigí a la fábrica de mi trabajo.
-Buenas noches, Simon. Vine a buscar algo en mi oficina-le explico y este asiente.
-Bien. Adelante, pasen-nos dice enérgicamente y nos deja pasar.
Una vez llegado frente a mi oficina, saco las llaves de mi pantalón y abro la puerta. Dejo que Manuel sea el primero en pasar, y este se sienta en mi sillón de cuero de manera despreocupada y relajada.
-Razón número veinte para tener a todas la mujeres babeando: eres un ejecutivo con una gran oficina baja bragas-dice y no puedo evitar soltar una carcajada.
-Déjate de estupideces, Manuel-le digo y este ríe, mientras yo camino hacia mi escritorio para abrir el cajón.
-Vamos, no te hagas, que te gusta ser el Christian Grey de aquí-dice y ruedo los ojos.
-No me gusta el sadomasoquismo.
-Pero cómo te gusta el sexo...
-¿A quién no le gusta el sexo?
-Pero cómo te gusta amarrar a Susan a la cama...
-¿A quién no le gustaría hacerlo?...
-Pero cómo te gusta halarla por el pelo y hacerla gritar tu nombre...
-¿Quién se resistiría a eso?...
-Todos tenemos un Christian Grey por dentro, algunas veces somos el señor y algunas veces los sumisos.
-¡Qué profundo!-digo
sarcásticamente y este suelta una carcajada.
-Sabes que tengo razón-replica y ruedo los ojos.
-Sí, como digas-abro el cajón y tomo en mis manos el diario de Elizabeth. Manuel está entretenido viendo uno de mis cuadros, que no le presta atención a lo que hago. Sé que está listo para esto, sé que ya puedo darle esto. Dolerá de igual forma, pero sé que podrá soportarlo.
<<Manuel...-lo llamo y este me mira enseguida. Cuando ve lo que tengo en mis manos, frunce el ceño.
-¿Y eso?-Pregunta y trago duro antes de responder: -Es el diario de... Elizabeth-su rostro se ha transformado por completo. Pasó de divertido a completamente martirizado. Da un paso hacia adelante y le extiendo el diario. Este lo mira con recelo, y después de varios segundos de vacilación, lo toma lentamente.
-¿C-Cómo es que tú... lo tienes?-Inquiere y mira el diario como si fuera un preciado tesoro perdido.
-Elizabeth me lo dio la noche de su... muerte-digo y este frunce el ceño y aprieta sus labios, intentando no soltar las lágrimas que lleva contenidas-. Esa misma noche ella fue a mi casa para hablar sobre mi pasado...
-¿Elizabeth?...-Solté cuando la vi frente a mi entrada, con los ojos rojizos y parecía que quería golpearme. Tomó una respiración profunda y estaba deseando que hablara cuanto antes, porque su estado me preocupaba.
-Sé tu pasado... Sé quién eres-dijo y apreté mi mandíbula, nervioso.
-Pasa-le dije y esta miró hacia la casa de Susan, nerviosa, y luego entró. Le pedí que se sentara, pero esta negó
y se quedó parada en la entrada. Como no sabía qué hacer, me crucé de brazos y me quedé parado justo enfrente de ella, sin saber qué decirle, cómo explicarle todo sin que quisiera matarme.
-Le has mentido a Susan durante todo este tiempo-me espetó sin siquiera mirarme.
-No le he mentido... solo no le he contado todo sobre mi pasado-repliqué y esta bufó.
-Es la misma mierda-escupió-. Debes decirle la verdad o juro que yo misma lo haré-añadió y mi pecho se comprimió por el temor de que ella le dijera todo a Susan y yo no pudiera explicarle, así que le supliqué que no lo hiciera.
-Deja que sea yo quien le diga la verdad, por favor. Déjame explicarle todo-supliqué y esta me miró directamente a los ojos. Pude ver el miedo en ellos y jamás olvidaré esa mirada.
-Has tenido suficiente tiempo para hacerlo, ¿por qué no lo habías hecho antes?...
-Por temor a que no quisiera estar conmigo, a que me alejara de su vida-le dije sinceramente y esta bajó la mirada.
-Eres un egoísta. Preferiste mantenerla ajena a la verdad, porque no quieres perderla. ¡Tu madre loca la quiere matar!, ¡¿es que no te das cuenta de lo peligroso que es?!-Su grito y palabras me perforaban, porque sabía que tenía razón.
-Lo sé, maldita sea, lo sé. Soy un cobarde, pero por favor, deja que sea yo quien le diga la verdad-le supliqué nuevamente y esta cerró los ojos con fuerza.
-¿La amas?-Dijo de pronto y me sacó de balance, pero sin vacilar le dije:-Es el
único amor real que he tenido en mi vida; un amor que no es enfermo, un amor limpio, puro y verdadero. Sí, la amo como nunca más volveré a amar-contesté y lágrimas comenzaron a descender por las mejillas de Elizabeth. Parecía torturada, asustada como un animalito indefenso, y fue ahí justo en ese momento que supe que su vida ya no sería la misma.
-Pensé que el amor era una mierda que solo ocurría en películas, pero el amor está en todas partes; está aquí, justo en frente de mí, y está aquí-señaló su corazón-. Hay algo aquí en mi pecho que me dice que el amor llegó a mi vida y que eso será lo último que tendré-no sabía por qué estaba hablando de esa manera, pero la escuché atentamente.
<<La vida me dio la oportunidad de amar con locura, de amar verdaderamente, a una edad temprana, y creo que eso será lo último que obtendré-lloraba en silencio, sus ojos estaban hinchados y rojizos, sus labios temblaban, y parecía que vivía una constante tortura. No niego que se formó un nudo en mi garganta y que tuve que contenerme para no llorar.
<<Aquí está lo que nunca dije, lo que callé durante mucho tiempo y debí gritar a los cuatro vientos-sacó de su bolso un cuaderno y me lo extendió. Vacilé unos segundos, pero luego lo tomé en mis manos-. Habla, Derek, saca a la luz tu pasado y así serás libre. Haz lo que yo no he tenido el valor de hacer. Hazlo, porque si no lo haces seré yo quien lo haga por ti...
-Lo haré. Después de esta noche lo haré, le diré la verdad a Susan... Solo dejaré por
ahora que disfrute su noche...
-Solo espero que lo hagas a tiempo-fue lo último que me dijo, y ojalá lo hubiera hecho a tiempo...
Termino de relatarle esa última noche a Manuel y este derrama sus lágrimas en silencio. Toma asiento en el sillón y aprieta con fuerza el cuaderno entre sus manos.
-¿Q-Qué voy a encontrar aquí?-Suelta después de varios minutos en silencio.
-Encontrarás la realidad de una adolescente que sufría en silencio, encontrarás a Elizabeth, esa Elizabeth que se escondía del mundo, esa Elizabeth que te amó con locura hasta su último aliento-Manuel solloza y aparto la mirada, pues me duele verlo así. Llevo años viéndolo sufrir por la muerte de esa chiquilla de ojos aceituna, pero sé que esta vez es diferente, pues está dispuesto a sanar.
-N-No sé si pueda hacerlo-hipa y me acerco hasta sentarme a su lado.
-Sé que puedes-es lo único que digo. Guardamos silencio, y después de eternos minutos, él abre el diario por la mitad.
-Estúpido diario-lee y se le escapa una pequeña risa-. Solo Elizabeth podía empezar a escribir en su diario de esa forma-comenta y la pequeña sonrisa en su rostro me reconforta.
-¿Enserio quieres leer esto ahora?-Solo hago la pregunta porque no se siente correcto que yo esté cuando lo haga.
-No quiero hacerlo solo-dice y baja su mirada hacia el diario. Yo asiento y guardo silencio.
Estúpido diario:
¿Cuántas veces tengo que rogarle a Dios para que al fin me escuche? A veces siento que me odia...
No sé si será por la veces que me he dormido en la iglesia, o las veces que me he ligado al ministro, porque mira qué bueno está el condenado... Ay, yo no sé, pero para mí que Dios me manda tanta mierda a propósito. Papá me acaba de decir que se divorciará de mi señora madre. No me sorprende, ya era hora de que saliera de esa mujer fanática del Señor, porque estar pidiéndole sexo a su propia esposa no está fácil. Bah, qué bueno que papá entró en razón... Pero no es eso lo que me tiene mal, no, no... Es mi hermanita... Ella no comprenderá el porqué sus padres ya no van a estar juntos. Es eso lo que me tiene mal... Ah, y para el colmo, estúpido diario, cerraron la escuela. Aunque eso no está mal, es solo que me mudaré. Ah, pero con Susan, eso sí es asombroso. Las cosas en casa no andan bien, lo mejor es que Vanellys y yo salgamos de aquí en lo que el divorcio se oficializa. No me llevo a mi hermanita conmigo, porque mamá no accedió, y sería demasiada carga para la mamá de Susan, si no, me la llevaba. La voy a extrañar mucho, mierda, mucho. Sí, eso es mi vida, "mierda".
-Dios, siento que puedo escucharla-suelta Manuel cuando termina de leer. Derrama lágrimas silenciosas y sonrío cuando veo que él también lo hace-. Jamás imaginé que ella tendría un diario-añade y ambos no dejamos de sonreír.
-Al parecer era su manera de expresar la "mierda" de su vida-digo y ambos reímos.
-Ella era asombrosa-dictamina con nostalgia destilando de su voz-. Es como si nunca se hubiera ido-su voz se quiebra y baja la mirada,
cerrando los ojos con fuerza.
-Nunca se irá mientras siga aquí-señalo su corazón-. Es la manera de mantener vivos a los seres que amamos-suelta un sollozo y una lágrima traicionera rueda por mi mejilla.
Mi teléfono comienza a sonar en mi bolsillo y ambos damos un respingo. Lo saco con un poco de dificultad y veo que es Susan quien llama.
-Susan...-contesto.
-¡¿Por qué demonios no cogías mis putas llamadas?!-Doy un respingo por su efusividad.
-El teléfono acaba de sonar y...
-¡Qué importa! ¡¿Dónde estás?!-Me interrumpe y abro ligeramente los ojos totalmente confundido por su actitud.
-Susan, ¿qué te pasa?, ¿por qué estás así de alterada?-Manuel me mira confuso.
-¡¿Qué pasa?!... ¡Pasa que volví a perder la cita con el doctor! ¡Pasa que acabo de enterarme que mamá tiene una aventura con papá!, ¡con papá! ¡Pasa que se me ha explotado la goma del auto!, ¡y pasa que estoy en medio de la puta carretera!, ¡sin trabajo!, ¡y con un par de padres infieles!... ¡ESO PASA!-Froto mi sien y trato de digerir toda la información que me acaba de soltar. Manuel me mira con evidente confusión.
-Se enteró de Mónica y Carlos-le susurro a él y este abre los ojos como platos.
-¡¿Con quién demonios hablas?!-Chilla Susan, y no lo voy a negar, su cabreo me está divirtiendo. Ruedo los ojos y le hago señas a Manuel de que todo está en orden.
-Con tu mejor amigo, mi amor, con Manuel-le digo pausadamente porque sé que esto la cabrea
aún más. Escucho cómo gruñe y trato de contener la risa.
-¡¿Y los dos se piensan quedar ahí como buenos idiotas?! ¡Muevan su trasero y búsquenme!-chilla y cuelga la llamada.
-Dios, hasta aquí la escuché-comenta Manuel y niego, sonriendo.
-Es una McMahon-le digo y Manuel rueda los ojos.
-¿A dónde hay que buscarla?...
-Ni sé, estaba tan empeñada en hacer el cierre dramático a la llamada que ni me dijo dónde estaba-comento y ambos reímos. La llamo de nuevo para preguntarle dónde está.
-¿Qué?-Contesta, cortante, y ruedo los ojos.
-¿Dónde estás, mi cielo? Si no me dices, no podré volar hacia mi damisela en apuros-la molesto y me la imagino mordiendo su labio inferior para no gritarme. La sola idea me hace reír.
-Derek, no me jodas-espeta y no puedo evitar reír.
-Me encanta cuando te pones toda gruñona-bromeo, y la hago reír. Yes!... Lo logré.
-Estoy a dos cuadras del Joy's Shop...
-Vamos para allá enseguida, mi amor-digo y corto la llamada.
-Solo tú puedes soportar su genio-suelta Manuel mientras salimos de la oficina.
-En las buenas y en las malas; en la salud y en la enfermedad-digo y este rueda los ojos.
-Sí, sí... Son un matrimonio de lo más siglo veintiuno. Antes los machos eran los que dominaban a las mujeres, ahora los hombres se dejan mangonear por ellas-comenta y entrecierro los ojos, negando.
-Eso fue lo más machista que ha salido por tu boca, Manuelito-digo y este se encoge de hombros mientras bajamos las escaleras hacia la salida.
-No he dicho que no me guste ser parte del siglo veintiuno-replica y río.
-¿Te gusta ser mangoneado?...
-Solo si la chica lo vale...
-¿Entonces te dejarías mangonear por Aura?...
-Lo haría hasta con los ojos cerrados...
-Ahí volvió de nuevo el cursi Manuel-bromeo y este golpea mi cabeza, lo que me hace reír.
-No me jodas, porque si hay alguien cursi aquí, ese eres tú...
-No he dicho que no lo sea... Eso les encanta a las chicas...
-Y dices que no quisieras ser un Christian Grey-dice y suelto una carcajada. Y así continuamos hasta llegar a mi auto y arrancar en busca de mi damisela en apuros.
...
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Capítulo XXIV: Disparo a la verdad
A ti, @ISRcameron0217, por siempre dejarme un lindo comentario en mis historias. ¡Disfruta el capítulo!
SUSAN
Siento como si estuvieran tirando con fuerza de mi estómago. Me he quedado paralizada mientras veo cómo mis padres actúan como dos dementes enamorados.
¿Qué carajo...
El sonido de una bocina me despierta y visualizo por el retrovisor a un vehículo que quiere paso hacia el resort. Pongo mi auto en marcha y llego hasta el estacionamiento. Sin vacilar, desabrocho mi cinturón de seguridad y cuando me bajo del auto, veo a los amantes caminar abrazados hacia una de las habitaciones. El edificio está lejos, así que camino deprisa para intentar alcanzarlos, pero antes de que lo logre, ya ellos se introdujeron en una de las habitaciones.
Miro hacia todos lados, pues si seguridad me ve husmeando por las habitaciones de los huéspedes, lo más probable
es que me reprenderán y sacarán de aquí.
No veo a ningún guardia, solo a una empleada salir de una de las habitaciones. Dando grandes zancadas, camino hacia la habitación que mis padres entraron. Apenas acaban de entrar, no creo que los encuentre haciendo fresquerías... ¡Iugh!... La sola idea me hace estremecer. ¿Qué carajo es esto?, ¿papá y... mamá? ¿Jugando a papá y mamá de nuevo? ¿En qué mundo es esto posible? ¡Oh, sí, en el mundo de mierda de Susan McMahon!...
Me coloco frente a la puerta y vacilo. ¿Qué debería hacer? ¿Llamar a la puerta o entrar de sopetón? Me encantaría abrir la puerta y sorprenderlos, pero estoy en un puto resort, no puedo abrirla sin la tarjeta.
Oh, mierda, no sé qué hacer. ¿Con qué me voy a encontrar allá dentro?... ¡Demonios, esto es de locos! ¿Estos padres míos están dementes?... ¿Acaso vi mal?, ¿acaso papá no había besado a mamá y solo estaba alucinando?... No, no estoy tan loca como para imaginar eso...
Estoy divagando, ¡a la mierda!...
Coloco mis nudillos en la madera y toco la puerta. Al no escuchar nada, vuelvo a tocar. Ahora escucho murmullos detrás de la puerta, y segundos después, esta se abre.
El rostro de papá ha palidecido varios tonos y sus ojos están tan abiertos que parecen salirse de órbita.
-Susan...-suelta y siento cómo mis manos tiemblan. No sé qué carajo hacer, pues sé que mi padre está desnudo. Está asomado por el umbral y yo bajo la mirada, pues no sé en qué demonios pensaba cuando toqué la puerta. ¿Ahora qué?...
-¿Quién es, Ezer?-Escucho
a mamá y no paso desapercibido que llamó a papá por su segundo nombre. La última vez que había escuchado ese nombre y tono, yo aún mojaba mi cama.
Papá mira hacia atrás con evidente nerviosismo y luego vuelve a mirarme.
-Susan, por favor, déjanos explicarte todo...-suelta y niego frenéticamente.
-Las cosas se explican solas-le espeto mirándolo fugazmente y este se esconde un poco más, avergonzado.
-Carlos, ¿por qué tardas tanto? Ven a la...-mamá se detiene abruptamente cuando me ve. Ahoga un grito y cubre su boca con las manos. Bien, esto oficialmente se ha vuelto jodidamente incómodo.
-Susan, hija...
-N-No, no digas nada-jadeo y lágrimas se acumulan en mis ojos al igual que mamá. Papá desaparece y en segundos vuelve a aparecer, esta vez con un pantalón puesto. Mamá está cubierta solo por cobijas blancas, haciendo de esta sensación amarga algo mucho peor.
-Susan, mi amor, deja que nosotros hablemos sobre esto, déjanos explicarte-suplica papá, ahora con más firmeza que antes.
-¿Qué me van a explicar? ¿Que los dos son amantes y vinieron aquí para revolcarse?-Escupo con amargura.
-¡No nos hables así, Susan McMahon!-me reprende papá y bufo.
-¿Es que no vinieron a eso?, ¿es que no estaban los dos sin ropa en una habitación? Oh, es que vinieron aquí para estudiar anatomía humana, sí, eso fue. Disculpen, he malinterpretado las cosas-amargo sarcasmo sale de mi boca y mis padres bajan la mirada. Estoy cabreada, demasiado, y su silencio me encabrona aún más.
<<¿En
qué demonios se han metido ustedes? ¡Ambos están casados!, ¡ambos tienen a personas que darían la vida por ustedes!, ¡¿y así le pagan?!...
-Las cosas no son como las piensas, todo esto ocurrió sin tan siquiera nosotros saberlo-replica mamá y resoplo.
-Y aún así sucedió. No importa cómo, ¡sucedió!-chillo y mamá solloza. Veo cómo esto la está afectando, pero nadie la manda.
-Sé que para ti es difícil de entender, hija, para ti y para cualquiera-dice papá y rodea a mamá con sus brazos. Tal acto me hace retirar la vista, es demasiado para digerir.
-Una infidelidad la comete cualquiera, ¿pero ustedes?, ¿qué mierdas es esto? ¡Se divorciaron hace muchísimo tiempo!, ¡ya tienen más de sesenta años!, ¡han formado otros matrimonios! ¿Y Richard, mamá? ¿Qué va a pasar con él cuando se entere de esto?-Suelto y mamá solloza, mientras papá la rodea con sus brazos de manera protectora.
-Sé que no merece esto, lo sé-dice Mónica y niego, mil veces niego.
-¿Y entonces por qué lo haces?-Inquiero con desespero.
-Y-Yo solo... No lo sé-solloza y cierro los ojos con fuerza para intentar tranquilizarme. Intento en vano.
-¿Desde cuándo está pasando esto?-Inquiero, escudriñándolos a ambos con la mirada.
-Hija, no hagas esto, por favor-dice papá y niego.
-¡¿Desde cuándo?!-Grito y ambos dan un respingo.
-Desde hace unos meses-suelta papá y me trago las lágrimas de coraje.
-¿Emilio?-Suelto su nombre, mirando a mamá directamente. Veo cómo se tensa y cubre
su rostro con ambas manos.
-No le hagas esto a tu madre, no le menciones a ese hombre. Es un golpe muy bajo de tu parte-dice papá con rudeza y muerdo el interior de mi mejilla. Lo que me acaba de decir me ha hecho sentir como mierda. Sí, no debí mencionar a Emilio Gutiérrez.
-Esto es decepcionante-suelto y giro sobre mis talones para salir de aquí cuanto antes. No aguanto un segundo más frente a estas dos personas que en estos momentos desconozco.
-¡Susan!-escucho que grita papá, pero continúo caminando sin mirar atrás. Lágrimas de coraje brotan por mis ojos y tiemblo de impotencia.
¿Qué mierdas es esto?...
A mi mente llega el rostro de Richard. Oh, pobre hombre. No merece esto. Tampoco Olivia, la esposa de papá. A veces la vida da giros inesperados que estallan con violencia cuando menos lo esperamos.
¿Acaso mamá y papá se han vuelto a amar? ¿Acaso estarán nuevamente juntos? La idea me resulta absurda, irreal. Ha pasado tanto tiempo... Esto es absurdo.
Conduzco por la carretera a una velocidad casi nula, y cuando noto que un carrito amarillo tres potes me pasa por el lado, me doy cuenta de que tengo que acelerar más. Tengo tanto coraje, pero más que eso, estoy decepcionada. Presiono el acelerador, pero freno de golpe cuando caigo en cuenta de algo.
¡La cita con el doctor Rossy!
Maldigo en mis adentros y acelero mi auto. No puede ser que haya olvidado la cita, ¡demonios, a eso vine!
Miro el reloj de la radio. Falta media hora para las ocho y treinta. ¿Cómo el tiempo puede pasar
tan veloz? Gruño con coraje y acelero aún más. Mi corazón da un vuelco cuando mi auto hace un ruido extraño. Se me ha explotado una goma.
¡Maldita sea!
Me he detenido abruptamente en medio de la carretera, y agradezco que no haya estado ningún carro por detrás, porque si no el cuento sería otro.
Quiero gritar, quiero maldecir por todos los aires. Esta no puede ser mi suerte.
¡Agh!...
Tomo mi teléfono celular y el primer número que marco es el de Derek. Me contesta a la segunda llamada, y no sé por qué carajos su tono me cabrea aún más. Debe ser porque estoy como agua para chocolate.
-¡¿Por qué demonios no cogías mis putas llamadas?!-Rujo. Sé que no han sido tantas las llamadas, pero que se joda.
-El teléfono acaba de sonar y...
-¡Qué importa! ¡¿Dónde estás?!-No soporto escucharlo tan relajado. La estoy cogiendo con él, no debería ser así. ¡Agh...!
-Susan, ¿qué te pasa?, ¿por qué estás así de alterada?-Inquiere y mi corazoncito parece estremecerse por su tono, pero mi cabreo puede más.
-¡¿Qué pasa?!... ¡Pasa que volví a perder la cita con el doctor! ¡Pasa que acabo de enterarme que mamá tiene una aventura con papá!, ¡con papá! ¡Pasa que se me ha explotado la goma del auto!, ¡y pasa que estoy en medio de la puta carretera!, ¡sin trabajo!, ¡y con un par de padres infieles!... ¡ESO PASA!-Suelto la sarta de cosas que llevo dentro y esto parece aliviarme un poco. Escucho a Derek murmurar algo y el ligero alivio se va a la mierda.
<<¡¿Con
quién demonios hablas?!-Esta vez alzo más la voz.
-Con tu mejor amigo, mi amor, con Manuel-me dice despacio, como si fuera una mocosa de cinco años con problemas de captación y me saca por techo. Odio cuando lo hace.
-¡¿Y los dos se piensan quedar ahí como buenos idiotas?! ¡Muevan su trasero y búsquenme!-Cuelgo la llamada y aviento el teléfono hacia el sillón del copiloto. En estos momentos alguien podría tirarme un balde de agua fría y saldría humo por mis poros. Odio esta sensación que un inesperado momento te puede provocar. Esta sensación de que las cosas pasan por tus narices y ni te das cuenta. Estoy segura de que Derek sabía de esto, y sobre todo Manuel. Es que pongo mi cabeza en un picador. Ay, es que cuando vea a este par, los voy a castrar.
Mi teléfono comienza a sonar y estiro mi cuerpo para tomarlo, pero el cinturón se tranca y me lo impide. Me desespero y comienzo a forcejar por eternos segundos, segundos en donde el sonido del teléfono me irrita hasta la mierda. Suelto el cinturón y tomo el teléfono al fin.
-¿Qué?-Contesto sin siquiera mirar quién es.
-¿Dónde estás, mi cielo? Si no me dices, no podré volar hacia mi damisela en apuros-escucho a Derek decir, muerdo mi labio inferior para no insultarlo, y pongo los ojos en blanco.
-Derek, no me jodas-le espeto, porque sé que tiene ganas de joder, y lo escucho reír. Su risa logra hacerme sonreír. Estúpida risa ronca y sexy.
-Me encanta cuando te pones toda gruñona-lo escucho decir de manera juguetona y en verdad no puedo
evitar reír. Miro a mi alrededor y noto que estoy cerca del Joy's Shop.
-Estoy a dos cuadras del Joy's Shop-le informo, ahora un poco más relajada.
-Vamos para allá enseguida, mi amor-dice y corta la llamada. Suelto el aire de mis pulmones y me recuesto del asiento, frustrada, enojada, decepcionada...
Escucho una bocina detrás de mí y bajo el cristal para asomarme y verle la cara al imbécil que me está jodiendo.
-¡Tengo una goma reventada! ¡¿Que no ves?!-Grito y este continúa tocando bocina cuando pasa por mi lado.
-¡Por eso las mujeres no deben conducir!-escucho que grita el hombre y le saco el dedo. Imbécil machista.
Los autos pasan por mi lado tocando bocina y maldigo en mis adentros.
Por Dios, acaba y llega, Derek.
...
-Oh!, oh!, living on a prayer!...
-¿Podrías tan solo callarte, Manuel?-Pongo los ojos en blanco, hastiada de escuchar a Manuel cantar la canción de Bon Jovi en medio de la carretera mientras Derek cambia la goma de mi auto.
-Livingggg on a prayeeeeeeer!-Escucho a Derek cantar y Manuel sigue con su tortuoso canto. Pongo los ojos en blanco y me dispongo a observar los autos pasar por nuestro lado. Derek está tirado en el suelo, dañando su ropa, y la culpa arraiga mi sistema. Siquiera le quise dar un beso cuando llegó. Ay, es que estoy tan molesta.
-Quita esa cara, mi chica dinamita-me dice Manuel y una sonrisa se me escapa sin poder evitarlo.
-¿Por qué no me lo dijeron?-La pregunta sale automática.
Manuel parece captar bien a qué me refiero, pues dice: -Eso no nos incumbía, y lo sabes.
-Debieron decirme-replico, cruzándome de brazos. Él rueda los ojos y se acerca un poco más.
-Así como tú debiste decirle a Derek que te estabas viendo con su padre-suelta bajito y siento cómo mi cuerpo se tensa. Eso fue un golpe bajo.
-No es lo mismo-protesto y Manuel niega, le lanza una mirada fugaz a Derek y vuelve a mirarme.
-Ustedes dos se ocultan cosas por ambas partes. Deben dejar esa mierda ya-dice entre dientes y enarco una ceja.
-¿Hay algo más que Derek me oculta?-Inquiero y veo cómo Manuel se tensa, pero es tan fugaz que me hace dudar.
-Ya está-escucho a Derek decir y ambos lo miramos enseguida. Camina hacia nosotros con su camisa y cara toda sucia y sonrío, pues hasta de esa manera se ve sensual.
-Eres multiusos, Grey-le dice Manuel y Derek le saca el dedo.
-Gracias-le digo y clava sus ojos en mí.
-Sabes que eso no será suficiente para mí-replica y sonrío.
-¿Qué lo será entonces?...
-Ven y te lo muestro-tira de mi brazo y en segundos siento sus labios en los míos. El beso es lento, pero las sensaciones llegan rápido. Si una sonrisa de Derek había logrado calmarme un poco, este beso sin duda logró espantar mi mal genio.
Escucho el sonido de los cláxones y ambos nos separamos, riendo. Le decimos adiós con la mano a la gente que nos grita cosas y veo a Manuel sacarles el dedo, lo que me hace reír.
-Quizás se hagan viral en las redes, vi a alguien tirarles
fotos-nos comenta-. Ya basta de su romanticismo, y vámonos a esa cita-añade y niego.
-La perdí-me resigno y Derek tira de mi brazo levemente.
-Vamos a esa cita, nena, aún debe estar allí. Nada perdemos con ir y verificar-me anima y sonrío.
-Está bien. Manuel guía-le tiro las llaves y este las atrapa con agilidad.
-Claro, Manuel guía-protesta este con sarcasmo, pero aún así se monta en mi auto para guiar-. ¿A dónde los llevo, señor y señora Grey?-Nos dice y Derek suelta una carcajada. No entiendo sus bromas.
-Al restaurante White Wife-le digo y arrancamos.
...
-... ¡No tienen justificación!-chillo y miro hacia la ventanilla, enfocando el vaivén de los autos. Hemos pasado los últimos quince minutos hablando sobre los amantes, ¡mis padres!
-Susan, no justifico la infidelidad, es solo que pienso que tal acto tiene un origen... Y sé que es una locura, pero trato también de entender a tus padres-replica Derek y bufo silenciosamente.
-Mira, llevamos lidiando con ambos por varios meses. Intentamos que se vieran lo menos posible, pero ambos son adultos, ¡bastantes viejos que están!-habla Manuel y clavo mi vista en los dos seres que se encuentra en el frente del auto.
-¡¿Acaso perdieron la cabeza?! Por más vueltas que le doy al asunto, no logro encontrar una razón. ¡Los dos no podían estar en un mismo lugar!, ¿y ahora son amantes? ¡Demonios!, ¡esto me aturde!-realmente estoy alterada. Suelto el aire e intento neutralizar mi respiración.
-Susan,
te estás tomando esto demasiado personal. Tampoco es para tanto. Sé que es algo... ¿loco? No sé, es algo que nadie se esperaba, pero está pasando y hay que lidiar con ello. Tienes que darles la oportunidad de hablar. Son tu padres, no lo olvides-me dice Manuel, y por una fracción de segundos es como si estuviera escuchando al antiguo Manuel, ese que siempre me aconsejaba y era mi grano de madurez en la adolescencia. Sonrío.
-Creo que hemos perdido a nuestra Susan. ¡Dios, mira cómo sonríe!-suelta Derek y ambos me miran como si me hubiera salido otro ojo. Suelto una carcajada sin verlo venir, pero enseguida retomo mi seriedad cuando veo que frente al restaurante está un auto que reconozco; es el auto de Cambridge.
Manuel se estaciona en la acera, detrás de la bestia negra de Augusto, y de pronto me encuentro nerviosa. ¿Será ese su auto? Tiene que serlo, no es común.
-Anda, bájate-dice Manuel, pero no soy capaz de moverme.
-Mi amor, llegamos-me dice Derek y lo miro fugazmente. Abro la puerta y me bajo del vehículo, sin poder quitar mi vista del auto de Cambridge-. ¡Suerte!-escucho que grita Derek y agito mi mano en seña de agradecimiento.
Dejo de mirar el auto y camino rápidamente hacia el interior del restaurante, pero dos figuras altas me obstruyen el paso de manera abrupta. Son el doctor Rossy y Cambridge. Mis ojos se abren ligeramente, y como por inercia miro hacia mi auto, pero Derek y Manuel no parecen estar pendientes.
-Señorita McMahon, pero qué sorpresa-dice Cambridge y siento mis mejillas arder cuando miro al doctor
Rossy.
-Yo...-¿Qué se supone que tenga que decir? ¿Cómo me disculpo con Rossy? ¡Cielos, qué vergüenza!
-Lamento mucho lo que sucedió con sus hijos, espero que se mejoren-dice Rossy y siento cómo mi ceño se frunce, confundida. Cambridge me lanza una mirada extraña y es ahí cuando logro comprender qué sucede.
-La señorita McMahon es tan terca que aún con sus hijos enfermos, al parecer quiso venir hasta aquí para disculparse por haber faltado a su primer día de trabajo-comenta Augusto con tanta naturalidad que yo misma me creo esa mentira y logro reaccionar a tiempo.
-Enserio disculpe, doctor, sé que lo decepcioné, y...
-Tranquila-me interrumpe-, Augusto me explicó todo. Sé que la familia es primero-miro a Cambridge y siento ganas de llenarlo de besos por lo que acaba de hacer por mí.
-Gracias por entender-le digo y este asiente. Doy un respingo cuando siento una mano en mi cintura. Cuando veo que es Derek, mi pulso sale disparado. Augusto lo mira como si de un preciado tesoro se tratase y una opresión surge en mi pecho.
-¿Qué sucede?-Me susurra Derek y me las ingenio para sonreírle. Está frente a su padre, demonios, frente a su padre.
-Doctor Rossy, él es mi esposo Derek-los presento y ambos se estrechan las manos. Manuel está detrás de nosotros y también lo presento.
-Un gusto conocerlo-le dice Rossy a Derek y este sonríe caballerosamente como siempre.
-Igualmente. Mi esposa no ha parado de hablar sobre usted desde que le dio empleo-comenta Derek y bufo en mi interior, pues no es cierto. Sé que lo hace para ayudarme a ganar puntos con el doctor.
-Y usted tampoco sale de su boca-replica Rossy y ambos ríen. Cambridge no deja de mirar a Derek, y Manuel no deja de mirar a Cambridge. Mi corazón martillea deprisa, me siento ligeramente sofocada, y el sonido parece desaparecer. Es como si una parte de mí estuviera dormida. Es como si quisiera decir...
-Él es tu padre-las palabras salen disparadas por mi boca y dan paso al silencio.
-¿Qué?-Suelta Derek, frunciendo el ceño.
-Derek, él es tu padre-señalo a Cambridge y todos fijan su atención en él, quien sonríe levemente.
¡Demonios!, ¿qué hice?...
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Capítulo XXV: Vacío
A ti, @Glenonix, porque siempre hay una estrellita tuya. ¡Disfruta la lectura!
***
DEREK
Recuerdo una vez que estaba tirado en el suelo jugando con mi caja de arena. Mamá estaba sentada en una silla tomando el sol, aunque nunca entendí por qué se exponía a él, pues solo le causaba que su piel se tornara de un rosa intenso, pareciendo así un camarón. Como sea... Bien, estaba tirado en el suelo jugando con mi caja de arena y papá acababa de llegar de su trabajo... Tarde, como siempre. Mamá no se inmutó en moverse, solo se quedó allí, acostada, tostando su piel y con un par de gafas de sol de lentes sumamente ahumados. Papá se sentó a su lado, deshaciendo el nudo de su corbata, y miraba un punto fijo en el cielo. Era como si estuviera presente en cuerpo, pero ausente en alma. Yo había dejado de jugar con mis juguetes para observarlo detenidamente. Algo en mí siempre quiso que él me mimara, que aunque fuera me diera una mísera mirada de amor... Nunca entendí el porqué nunca fui suficiente para él; era como si quisiera castigarme por algo, como si yo fuera el culpable de su infelicidad. Pero ese día algo fue diferente cuando me miró, cuando clavó sus ojos en mí, era como si quisiera ir donde mí y abrazarme, era como si algo en él estuviera diciéndole que yo estaba allí, suplicando en mi interior para que viniera, para que me diera eso que tanto necesitaba, anhelaba...
-Derek...-me llamó y mi corazón galopeó en mi pecho. Me levanté como quien fuese
premiado, y corrí hacia él. No dije nada, solo me quedé allí, frente a él, esperando saber por qué me había llamado. Él me miró de soslayo y luego continuó mirando el cielo, ausente nuevamente.
-Papá-me atreví a decir con voz aguda y nerviosa, y él cerró sus ojos con fuerza, como si esa palabra lo hiriera, lo quemara.
-Esa palabra es muy grande para mí, para lo que he sido y soy-murmuró, pero yo no entendí nunca qué quiso decir. Me miró a los ojos y pude ver los suyos cristalinos, acumulando lágrimas.
-¿Estás... triste?-Inquirí y este miró a mamá, quien parecía había quedado sumergida en la inconsciencia del sueño.
-Somos creadores de nuestra propia infelicidad. Por el empeño en hacer lo que los demás dicen ser correcto, por intentar remediar algo que es irremediable-murmuraba cosas que no entendía, pero disfruté cada segundo que me habló; para mí era valioso, algo que muchas veces él me negaba, y que estuviera ahí, hablándome cosas que, aunque no entendía, las tomaba como preciado tesoro.
-¿Emilio?-La voz de mamá nos hizo girar en su dirección. Ella estaba allí, soñolienta, y nos miraba con evidente sorpresa. Papá se levantó, le dio un asentamiento de cabeza a mamá y caminó hacia el interior de la casa. Pero hizo algo que nunca había hecho, giró su cabeza antes de entrar y... me miró. Me miró, por primera vez me miró como un padre mira a su hijo, como quien sabe que hay alguien que lo espera, alguien que sigue sus pasos. Fue en ese instante en donde supe que no solo era una sombra en la vida de mi padre,
yo estaba allí, presente en su vida... Por más débil que fuera la señal, fue suficiente para mí.
Esa mirada no la puedo ver en este hombre que dice ser mi padre. Simplemente no veo nada en ella. Susan soltó esas palabras y no doy crédito a ellas. Me niego a creer que este hombre es mi padre.
-Di algo... por favor-Susan me dice, pero yo solo me quedo aquí, mirando fijamente a este hombre estirado.
-¿Qué mierdas es esto, Susan?-Escucho a Manuel y parece realmente cabreado.
-Derek, di algo-Susan ignora a Manuel y vuelve a dirigirse hacia mí. Esta vez la miro fugazmente y niego con la cabeza mientras continúo mirando a Augusto Cambridge.
-No es mi padre-es lo único que digo, calmado, inundado de una calma que se ve irreal en mí, pero así me siento, en calma, sin una chispa de enojo.
-Por favor, no comiences con eso-me dice Susan con voz temblorosa y esta vez la miro a ella directamente.
-No tengo nada más que decir-digo y hago ademán de irme, pero Susan me detiene por el brazo.
-Está... enfermo-me dice y frunzo el ceño a la vez que miro a este hombre.
-No lo hagas, no quiero que las cosas sean así-al fin habla Cambridge y baja la mirada. Susan lo mira con tristeza, compasión.
-No, Derek debe saberlo-replica Susan y me mira a los ojos-. Está enfermo, morirá, Derek. Por favor, dale la oportunidad-me suelto de su agarre y niego.
-No.-Niego y cuando Susan intenta hablar nuevamente, Manuel la toma por el brazo.
-No hagas esto, no sigas-le dice entre dientes y una
lágrima rueda por la mejilla de Susan-. Que tengan buenas noches-le espeta Manuel a los doctores y arrastra a Susan hacia el auto. Yo me quedo observando al que dice ser mi padre y cuando este me sonríe, algo en mí se revuelve. Su mirada no me dice nada. No es mi padre, me niego a aceptar esta realidad.
***
Mi querido Willy:
¿Cómo comenzar a escribir esto sin que mi pulso tiemble? Los nervios que me provoca el sacar esta verdad a la luz, el decir lo que estoy a punto de decirte... Dios, no es tan sencillo cuando llevas tantos años guardando un secreto que puede detonar muchísimas cosas. El género epistolar fue la única forma que encontré para expulsarla, aun cuando sé que para cuando hayas leído esta carta, mi alma estará pululando por el cielo... o el infierno.
Mi Willy, mi nieto querido, no importa lo que te diga a continuación, tú siempre has sido parte de mí, siempre nos ha unido un lazo que va más allá de la sangre: el amor. No importa que Emilio Gutiérrez no haya sido tu padre biológico, tú siempre fuiste mi nieto querido, mi niño. Sí, William, Emilio-mi hijo- no fue tu verdadero padre. Sé que para ti puede ser difícil de entender, aun cuando ya no eres un niño, pero que esta verdad no cambie tu manera de recordar a esta vieja decrépita que le encantaba mimarte, abrazarte, besarte... Me reservé esta verdad por el simple hecho de que nada hacía sacándola a la luz, pues tu verdadero padre es -o fue, no sé si siga con vida- solo una figura inexistente en tu vida.
Te preguntarás por qué
entonces te lo he dicho, y solo diré que quiero morir libre de cualquier secreto que oculté mientras me encontraba con vida en este mundo. Lo que quise hacer son de esas cosas que hacen las personas cuando sienten en su pecho que ya están a punto de morir... Estoy vieja, querido, mis días están contados.
William, te amo, nunca lo olvides. Perdóname, es lo único que puedo decirte, pero sé que es un acto cobarde decírtelo en letras, pues no estaré en este mundo cuando las leas.
Tu abuela,
Charlotte Lasalle Betancourt.
-¿Crees que puedas probar su autenticidad?-El señor Brown sigue observando la carta, y después de varios minutos más de silencio, levanta su vista y me mira.
-La ortografía es grave, el molde también lo es... Si es auténtico lo que aquí se dice, la señora Lasalle realmente temblaba cuando la escribía-puntualiza Brown y asiento, con una chispa de ansiedad.
-¿Podrás probar su autenticidad?-Vuelvo a inquirirle y este suelta el aire con pesadumbre.
-¿Qué es lo que quiere probar, señor Gutiérrez? Esta carta no parece ser falsa. Si me permite opinar, pienso que leerla es como escuchar a su abuela-dice y cubro mi rostro con ambas manos, frustrado. Recuesto mi espalda en el respaldo de la silla y froto mi sien, pues desde esta mañana el dolor de cabeza ha ido en aumento.
-Aún así necesito corroborar que es auténtica-suelto
con pesadumbre y este asiente.
-Haré lo que esté a mi alcance-dictamina y asiento, satisfecho.
-Gracias-le agradezco y este me mira directamente, como intentando decirme algo.
-Disculpa por meterme en asuntos que no debo meterme, pero... ¿por qué se niega a lo que en esta carta se dice?
-Lamento no tenerle respuesta; solo me niego-le digo, tajante, y este asiente, guardando la carta en su maletín.
-Le llamaré cuando el trabajo esté hecho-me avisa y es ahí cuando me levanto para irme de su oficina.
-Que tenga buen día-me despido y salgo del bufete, releyendo en mi mente la carta, una que ya me sé de memoria.
...
Mientras conduzco hacia casa, no paro de reproducir en mi mente cada recuerdo de mi padre. Es como si me aferrara a su recuerdo ahora con más fuerza, como si todo el odio que llegué a sentirle se hubiera disipado, y ahora anhelara su presencia, una presencia que creí no extrañaría. Ni con su muerte llegué a sentir esta opresión en el pecho que ahora siento. Cuando mi madre lo asesinó, llegué a sentir una satisfacción enfermiza, era una satisfacción que llegó a desquiciarme cuando conocí a Susan. Cuando me adentré en su vida, cuando ella me mostró el otro lado de Emilio Gutiérrez, su muerte me atormentó. La persona que Susan me describía era una totalmente distinta a como yo la recordaba: indiferente,
adúltera, cruel, insensible. Emilio nunca fue el padre que yo anhelé, pero siempre una parte de mí lo seguía buscando, guardaba la esperanza de que él me viera como su hijo, no como un estorbo. Aún me sigo cuestionando por qué me rechazaba, por qué nunca me miraba a los ojos... ¿Acaso... no fui su hijo?... ¿Por qué su mirada me decía que sí lo fui?... ¿Por qué no veo eso en los ojos de Augusto Cambridge? No puedo ver en su mirada lo que yo vi aquella tarde en los intensos ojos azules de Emilio Gutiérrez. Vi su anhelo similar al mío, ese anhelo de dar y recibir amor, padre e hijo.
Conduzco despacio, sumergido en la impotencia, en el desconsuelo. Dos figuras conocidas invaden mi campo de visión y la maraña de pensamientos se disipa de inmediato. Son Sebastián y Patricio, saliendo de un bar. Me detengo a pocos metros, y veo la dinámica que llevan. El hermano de Susan da vueltas con sus manos en la nuca; parece ansioso, desesperado. Patricio intenta acercársele, pero este retrocede como por inercia. Ambos están enfrascados en una discusión, la tensión se percibe en sus cuerpos. No logro escuchar nada, pero sé que lo que Patricio le está diciendo parece torturar a Sebastián, lo noto por su distorsionado rostro. Ambos se mueven con ansiedad. Siguen discutiendo. Sebastián intenta irse, pero Patricio lo detiene por el brazo. Ambos se han quedado inmóviles, y después de lo que me parece una eternidad, Sebastián tira del brazo de Patricio y ambos se conectan en un abrazo. Cierro los ojos ante tal escena. Sebastián está abrazando a su padre, después de tantos años
odiándolo, siendo este el motivo de la inmundicia de su vida. Mis ojos arden con ganas de llorar, pero no me permito hacerlo.
Me dispongo a conducir nuevamente, esta vez con una mayor opresión en mi pecho, pues acabo de presenciar algo que en mi interior yo anhelo: que mi padre regrese y disipe este vacío que pensé había sido llenado.
***
Susan está preparando la cena y yo la observo en silencio. Se mueve con agilidad por la cocina y parece no querer hablar con nadie, pues tiene los audífonos puestos. La sigo observando y noto lo delgada que se ha puesto. Su trasero ha disminuido notablemente y, no tiene mal aspecto, claro que no, pero me gustaba cuando tenía esas libras de más que le asentaban de maravilla. Se ha tomado enserio lo del gimnasio. Durante toda la semana ha pasado más horas en el gimnasio de las que normalmente estaría, pero creo que es para no tener que verme la cara. Desde aquella noche en el restaurante White Wife no ha querido tener una conversación conmigo. Se ha limitado a hablarme por cosas cotidianas. No estoy enfadado por su actitud, la verdad que estoy lejos de estarlo, pero esta vez no quiero intentar arreglar las cosas. Siempre lo hago, siempre busco la manera de que ambos estemos bien, pero es agotador hacerlo sin que ella haga el intento. Estoy pasando por un momento apabullante y turbio, necesito su comprensión, no complacer sus caprichos. Quiere que hable con aquel hombre, quiere que tengamos un encuentro padre e hijo, pero,
¿qué le pasa? Las cosas no son como las telenovelas que ella ve, no es como los libros que tanto ama leer. ¿Cómo voy a sentir ganas de conocerlo, de correr a sus brazos y abrazarlo como si lo conociera de toda la vida? No conozco a ese hombre, siquiera acepto que sea mi padre, y el hecho de que esté enfermo no lo hace más fácil. ¿Se supone que debo escucharlo solo porque dice que se va a morir y quiere hacerlo en paz? ¡Pero qué conmovedor! Por favor, ¿qué me dio él a mí? ¿Qué debo escuchar? Es un extraño, un desconocido para mí. ¿Y si es mi padre qué? ¿Qué cambia eso? Es como cruzarte por la calle con alguien que no conoces siquiera dónde vive, qué le gusta hacer, cuáles son su mañas. ¿Y por qué aparecer justo ahora? Mi madre murió hace muchísimo tiempo, ¿no era eso lo que le impedía buscarme?, ¿no es esa la excusa que le dio a Susan? Para mí es un extraño, un completo extraño. ¿Pero por qué decir que es mi padre? No tiene sentido.
-¡Haz la mesa!-grita Susan, pues lleva los audífonos puestos, y me despierta de mis pensamientos. Me levanto de la barra en donde la llevaba observando desde no sé cuándo y camino hacia la alacena para sacar los platos. Susan pasa por debajo de mis brazos, pero no le obstruyo el paso ni la beso como siempre haría para hacerla reír. Hablo enserio cuando digo que estoy cansado de ser yo quien intente arreglar las cosas.
Tomo los platos y hago la mesa. Cuando termino, escucho los pasos ligeros de mis hijos al bajar la escalera. Ese sonido me hace sonreír.
-¿Ya
está la comida?-Grita Liam y sé que Susan no lo escuchaba por los audífonos. Reprimo una sonrisa.
-¡Ya mismo!-grita Susan y ruedo los ojos. Debería quitarse los audífonos.
Los niños llegan al comedor y se sientan en las sillas. Ninguno me mira y frunzo el ceño, pues algo ocultan.
-¿Qué pasa?-Inquiero, y ambos se encogen en sus sillas. Frunzo aún más el ceño, preocupado-. Liam, William-pronuncio sus nombres con firmeza y Liam se esconde debajo de la mesa. Camino hasta su lugar y me siento a su lado debajo de la mesa.
<<¿Qué sucede, Liam?, ¿por qué lloras?-Le pregunto, abrazándolo cuando noto que de sus mejillas brotan gotitas de lágrimas.
-Papi...-hipa y lo abrazo con más fuerza.
-¿Qué, Liam? Dime-lo incito pasivamente.
-Algo se fue por... el inodoro-dice y me relajo.
-¿Qué cosa?...
-No fue mi culpa, papi, fue de William-chilla y escucho a mi otro hijo protestar.
-¿Qué se fue por el inodoro?...
-Un aro de circo-dice y frunzo el ceño, confundido.
-¿Un qué?...
-Tu anillo, papi-escucho a mi espaldas a William y cuando me sobresalto por la noticia, mi cabeza choca contra la mesa. Me trago la maldición que iba a soltar.
-¿Cuál
anillo?-Intento hablar bajo.
-El de bodas-me dice William y cierro los ojos con fuerza. No puede ser. ¡Olvidé volver a ponérmelo cuando salí de bañarme!
-Perdón, papi-me dice Liam y beso su mejilla.
-Están castigados-mi tono no es el más autoritario, suena demasiado dulce para estar castigándolos, pero hablo enserio.
-¡No!-gritan los dos al unísono, pero hago un ademán que los hace bajar la cabeza.
-Están castigados. Ahora, no pueden decirle a su madre lo del anillo, se los prohibo-les digo y estos asienten. El timbre suena y vuelvo a golpearme contra la mesa por el sobresalto. Murmuro una maldición, y los tres salimos del escondite.
Susan al parecer sigue con los audífonos, pues el timbre continúa sonando. Camino hacia la entrada, y cuando abro la puerta, veo que son Mónica y Sebastián. No paso desapercibido que Richard no ha venido con ellos.
-Buenas noches-los saludo-, adelante, pasen-les digo y ambos entran. Sebastián siquiera me mira. Aún no nos hablamos desde el incidente con los niños. La verdad, sigo molesto, pero no tanto.
-¿Y Susan?-Inquiere Mónica y sé que está ansiosa.
-En la cocina, terminando de preparar la cena-le digo y esta asiente.
-¡Abuelaaaa!-Los niños se abalanzan sobre Mónica y esta besa sus cabecitas con ternura.
style="text-align:left;">-La cena ya está lista-escuchamos a Susan y todos giramos a verla, quien está parada en el umbral de la cocina. Esta ve a su madre y solo le da un débil asentamiento de cabeza, para luego desaparecer de nuestro campo de visión.
-Sabes cómo es ella-le digo a Mónica cuando veo su afligido rostro. Esta asiente débilmente.
-Es como tú-dice Sebastián y sonrío. Este lo nota, pues también lo hace.
-¡Tengo hambre!-chilla Liam, llamando nuestra atención.
-¡Pues a comer!-les dice Sebastián y los corre hacia el comedor. Mónica me sujeta por el brazo cuando me dispongo a caminar hacia allá.
-Hice lo que me pediste-susurra y asiento.
-¿A qué hora llega?-Inquiero y en ese preciso instante el timbre suena.
-Ahora-dice Mónica y le abro la puerta al padre de Susan. Lo saludo en silencio y los tres caminamos hacia el comedor. Susan nos ve, pero no dice nada. Es como si se hubiera esperado que yo haría esto: traer a sus padres para que hablen.
Los tres tomamos asiento en la mesa y mis hijos corren para abrazar a Carlos. Susan los reprende para que vuelvan a sus asientos y todos guardamos silencio.
La cena transcurre en silencio, y cuando veo que todos hemos terminado, digo: -Liam, William, vamos al patio a tomar aire-les digo y estos se levantan de inmediato.
-Voy con ustedes-dice
Sebastián y dejamos a la familia de tres en el comedor-. Espero y no se maten-murmura Sebastián y niego con la cabeza, sonriendo.
Guardamos silencio mientras vemos a los niños mecerse en los columpios. No parecen muy entusiasmados, pero es lo único que les permití hacer, pues acaban de comer.
-¿Cómo se siente ser padre?-Sebastián suelta la pregunta después de largos minutos en silencio. Me ha tomado fuera de base, es por eso que tardo en contestar. Cuando lo hago, digo: -Es convertirte en quien creíste que jamás te convertirías-Sebastián continúa mirando a mis niños y creo percibir nostalgia en su mirada.
-Cuando los tomas en tus brazos por primera vez-continúo- es cuando te das cuenta que tu vida ha cambiado. Es cuando te das cuenta que ya no volverás a ser el mismo... Verlos es ver el reflejo de tu historia de amor, es ver tu pasado, es reflejarte en sus ojitos, en sus mejillas rosadas, en sus manitas... Es saber que alguien te seguirá los pasos, es saber que lo que hagas ellos también lo harán... Es sentir miedo, miedo a fallarles, miedo a que se pierdan en la inmundicia del mundo; es sentir ganas de protegerlos, de cuidarlos, de amarlos... Ser padre se siente como volver a nacer: una nueva identidad en ti nace.
Sebastián retiene con fuerzas las lágrimas, no quiere dejarlas escapar. Aprieta con fuerza los puños y mira el
suelo. Después de varios minutos, suelta un sollozo, y un taco se forma en mi garganta.
-Perdí
la oportunidad por cobarde-jadea y no me atrevo a mirarlo; me limito a observar a mis niños, quienes ahora están llamando a Nube por todo el patio-. Sentí miedo. Sentí miedo de convertirme en eso que tanto odié, en ser como mi padre...
Dejo que hable, no tengo por qué interrumpirlo; necesita desahogarse.
-Cuando ella me dijo que en su vientre estaba nuestro hijo, el terror me invadió... Vi la emoción en su rostro, vi que no estaba arrepentida de lo que habíamos hecho. ¿Cómo podía emocionarse por tener un hijo con un padre mierda como yo? No merecía su emoción, no merecía formar una familia conmigo...
-¿Quién entonces pues lo merece?-Comento, con molestia. Sebastián inhala fuertemente.
-Yo no lo merecía, pero tampoco ella merecía que le arrebatara el ser madre-solloza fuertemente y cierro los ojos con fuerza-. Fui un egoísta... Perdí a mi hijo, y la perdí a ella... Vanellys no ha vuelto a ser la misma de antes... En sus ojos solo veo tristeza, oscuridad... Una oscuridad que antes no estaba, una en la que yo la sumergí. Por cobarde, ¡por imbécil!...
Guardamos silencio; por un momento solo escuchamos a los niños llamar a Nube, corriendo por todo el patio. Después de algunos minutos, digo:
-Fuiste un cobarde, pero eres valiente al reconocer que cometiste un error...
-De nada sirve arrepentirme, eso no me devolverá a mi hijo, ni a Vanellys... Debiste dejar que me
mataran a golpes aquella vez-suelta y niego.
-Eso solo le traería sufrimiento a las personas que amo-digo y este comienza a limpiar sus lágrimas rápidamente.
-No merezco que me amen...
Guardo silencio, y luego digo: -¿En qué mierdas te metiste? ¿Por qué te persiguen?...
-Debo dinero-suelta, seco, y ambos nos miramos a los ojos.
-¿Por qué debes dinero?-Inquiero, cauteloso.
-Eso no importa...
-Sebastián, ahora...
-Mierda, ¡está bien!... Les debo dinero porque Vanellys no tenía auto para ir a la universidad. Su madre la dejó en la calle cuando supo que habíamos tenido relaciones, sabes lo loca que está, y quise hacer algo por mi cuenta, quise conseguirle el auto.
-¿Y por qué tan solo no nos pediste ayuda?...
-Quería hacerlo por mi cuenta, no que ustedes me ayudaran...
-Consigue un empleo, sal de casa de tu madre, haz algo por ti y por ella, en vez de involucrarte con basura de la calle...
Antes de que pueda contestar, veo que mis niños vienen corriendo hacia nosotros, enfrascados en llanto.
-¡Papi!-solloza Liam y le presto toda mi atención.
-¿Qué pasa?, ¿te caíste?, ¿por qué estás todo sucio?-Le pregunto cuando veo que su ropa está llena de tierra y sus manitas también.
-Papi, Nube no se mueve, ¿qué le pasa?-Me dice y frunzo el ceño a la vez que Sebastián y yo nos levantamos de las sillas.
-¿Dónde está?...
Los niños nos llevan hacia la parte delantera de la casa, y visualizo una caja negra en el suelo, justo al lado de la entrada. Camino hacia ella, y cuando veo a Nube en su interior, con sus ojos bien abiertos, petrificada, mi pulso sale disparado y le digo a Sebastián que se lleve a los niños.
Me acuclillo en el suelo y toco a la inmóvil perrita. Cuando la volteo un poco, veo un charco de sangre en el suelo de la caja. Un sollozo se me escapa, y veo una nota en el collar de Nube.
"¿Símbolo de su amor exitoso? Solo yo tendré el éxito junto a ella".
Tomo a Nube en mis brazos y la aferro a mí con fuerzas, sin importarme que me mancho de sangre. Sollozo y derramo lágrimas. Esta vez estoy dispuesto a denunciarlo. Cierro los ojos y veo su rostro sonriendo cínicamente, aumentando mi rabia. Esta vez, hablaré.
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Capítulo XXVI: Cerrando la herida
A quienes tienen miedo de cerrar sus heridas...
SUSAN
Cuando apenas era una niña de cuatro años, mis padres decidieron
inscribirme en una academia de ballet. No porque fuera un capricho de mamá, no... Mónica nunca fue de esas madres empeñadas en obligar a sus hijos a hacer lo que se les antoje; bueno, era controladora y asfixiante muchas veces, pero eso solo fue en mi adolescencia, una historia que ya saben cómo ocurrió.
La cosa es que mis padres me inscribieron porque yo no paraba de brincar paredes; con cuatro años, ya yo parecía una niña de doble edad moviendo los pies de un lado a otro al punto desesperante. ¿Pero qué culpa tenía yo de que mis pies no se pudieran quedar quietos? Así que mis padres decidieron ponerme a hacer algo en donde los pudiera mover sin volverlos locos.
Pasé menos de un mes en esa academia. No era lo mío, punto. Luego me inscribieron en una academia de modelaje... ¡Cristo! Solo
duré media hora ahí metida. Pasé el verano en campamentos, academias, pero nada era para mí... Mis pies seguían inquietos, mis deseos de llamar la atención no se disipaban, y ellos nunca se dieron cuenta de que solo los necesitaba a ellos. Yo estaba siendo sometida a un abandono no predeterminado. El peor abandono es el que se crea aún cuando los padres están presentes. Su fracaso matrimonial me afectaba a mí principalmente. Pasaba más tiempo metida en academias y campamentos que con mis padres. Ellos buscaban "distracciones" para mí, buscaban llenar eso que solo podía ser llenado con sus atenciones. Discutían todo el tiempo, siempre mamá terminaba llorando, y papá yéndose a dormir con abuelo.
La pregunta que siempre rondó en mi mente fue: ¿Cómo demonios se enamoraron?
Son
pocas las miradas cargadas de amor que recuerdo de ellos, son pocos los gestos de amor que logro encontrar en mis recuerdos... Entonces, ¿cómo es que están teniendo una aventura? ¿Sexo sin amor?
Cuando Derek nos dejó solos en la mesa, no me moví, no dije nada, ninguna protesta, pues sinceramente, necesito saber qué mueve a mis padres para sostener esta locura.
Hemos pasado quince minutos-contados por reloj- en silencio. Ninguno ha dicho algo, ninguno se ha mirado siquiera. Papá mira su tenedor como si le encontrase algo interesante, y mamá mira un punto fijo en la pared, ida, completamente distraída. Yo en cambio me he concentrado en observarlos, en viajar por los recuerdos de cuando ambos aún no se habían divorciado, en tratar de recordarlos cuando eran un matrimonio. Y solo recuerdo discusiones, gritos, y alguna que otra ocasión de paz, pero solo eso, no amor. Recuerdo verlos sonreírse en alguna ocasión, recuerdo verlos abrazándose con ternura, pero son tan pocos los recuerdos que parece algo nulo. Mi cerebro parece solo expulsar a dos personas sin chispa de amor, es como si supiera que nada de esto tiene sentido...
-¿Qué es el sentido para ti?-Papá suelta la pregunta y frunzo el ceño, pues no sé si pensé en voz alta o solo es causalidad que haya soltado esa interrogativa que va acorde con mi línea de pensamientos. Ahora bien, no sé qué contestar.
<<¿Qué es lo que para ti tiene sentido?-Añade mi progenitor, pero sigo callada. No entiendo su pregunta.
-No entiendo tu pregunta-le digo y este cierra los ojos, pero los vuelve a abrir, esta vez
para mirar a mamá. Ambos se lanzan miradas cohibidas, pero noto ternura; esa visión me aturde y me hace apartar la mirada.
-Todos hablan del sentido, de lo que debe ser y no debe ser, pero, ¿qué es el sentido realmente? ¿Cómo podemos saber qué cosas tienen sentido y qué no?-Sigue diciendo papá y yo solo lo escucho, aunque no sé hasta dónde quiere llegar con esta conversación.
-Ambos sabemos que para ti, para el mundo, lo que está pasando no tiene sentido, pero para nosotros sí lo tiene-dice mamá.
-¿Hasta dónde quieren llegar con todo esto?-Les corto, tajante. Es papá quien habla:
-No importa hasta dónde queramos llegar, nunca lo lograremos-dice-. No importa cuánto le expliquemos al mundo lo que sucede, siempre nos catalogarán como dos seres incoherentes que sostienen una aventura.
-Es eso lo que tienen, son incoherentes, ¡no tiene sentido!-estallo-. ¿Qué es lo que los mueve para hacer esto? ¿Cómo es que después de que pasé toda mi maldita niñez escuchando sus peleas, sus reproches de infelicidad por ambas partes, ahora se acuestan? ¿Qué los mueve? ¿Amor? ¡Ja! Ustedes dos nunca se han amado, nunca pudieron estar juntos, ¿y, ahora que ambos han formado otros matrimonios con personas increíbles, deciden juntarse? ¿Eso es el sentido para ustedes? ¡Para mí es algo incoherente y despreciable!
Ambos se miran y la tranquilidad que emanan me merme la sangre.
-No fuimos sensatos cuando debimos serlo en tu niñez... Nos enfrascamos en nuestro fracaso, que nos olvidamos de nuestro fruto más hermoso
que nuestro amor cosechó-dice mamá y bufo-. Sí, Susan, fue amor, un amor que se nubló por culpa de nuestras diferencias, por culpa de nuestra inmadurez, por problemas económicos, por problemas de adultos cuando apenas éramos unos críos comenzando a vivir. Pero indudablemente nos amamos, indudablemente tú eres fruto de ese amor...
-Para ti el sentido es lo que la sociedad te ha impuesto, lo que nosotros mismos te hemos impuesto: la infidelidad es un acto impuro. Y sí, lo es, está mal, muy mal, pero es fácil hablar cuando es un acto ajeno, es tan sencillo ser espectador... Pero te diré algo, mi bella Susan: nadie es merecedor de ser juzgado sin antes conocer los hechos. Tu madre y yo somos conscientes de que nuestra aventura no tendrá paso para algo más, pero sí sabemos que lo único que nos movió a tenerla fue un amor que creímos extinguido, pero que aún así no es suficiente, pues no basta el recuerdo de dos adolescentes haciendo locuras, no basta solo recordar los buenos momentos para tener algo sólido. Nuestro error fue recordar nuestros momentos felices en un momento vulnerable. Ambos pasábamos situaciones difíciles en nuestras vidas cuando ocurrió la primera noche de locura, cuando comenzó todo. Nos concentramos tanto en el pasado, que nos olvidamos del presente. Y sí, estuvo mal, pero no diré que me arrepiento, solo que intentaré remediarlo.
-Que intentaremos remediarlo-dice mamá y ambos se sonríen. Es difícil para mí procesar la situación. Es difícil para mí comprenderlos y no juzgarlos de incoherentes e infieles. Es difícil porque veo muchas perspectivas,
porque no solo los veo a ellos, sino también a las otras dos personas que les puede afectar esto.
-¿Se aman?-Inquiero y ambos asienten.
-Amar no es suficiente para construir algo sólido. Se necesitan grandes circunstancias para que nada pueda derrumbar el amor... Y nosotros somos conscientes de ello-dice mamá con pesadumbre.
-Tu madre supo darme algo que nadie más podrá: tú-susurra papá y el dolor en mi pecho se acrecienta con fuerza.
-Solo el amor pudo darnos a tan preciado tesoro-añade mamá y, sin pensarlo, me levanto de la silla y corro para abrazarlos como cuando era apenas aquella niña de cuatro años que necesitaba solo la atención de sus padres. Se siente cálido, se siente real, se siente el amor que, no importa las circunstancias, nunca se apagará: el amor de mis padres.
El llanto de mis niños es lo único que logra separarme de nuestro abrazo. Me limpio las lágrimas rápidamente y les sonrío a ambos, una sonrisa que los dos me devuelven.
-Shh... Ya, bebés, ya-escucho el susurro de Sebastián, y cuando llego a la sala de estar, lo veo sentado en el asiento con mis dos niños en su regazo, llorando. Frunzo el ceño y camino hasta ellos.
-¿Qué pasa?-Le pregunto a mi hermano y este siquiera me mira cuando dice: -Deberías ir donde Derek-es apenas un susurro que logra preocuparme. Mis padres llegan a la sala y se le acercan a Sebastián para saber qué les pasa a mis hijos. Sin vacilar, camino hacia la parte trasera de la casa, pero no veo a Derek. Lo llamo, pero no contesta. Comienzo
a caminar hacia la parte delantera de la casa cuando escucho gemidos y jadeos, como si alguien estuviera siendo torturado. Mi pulso sale disparado cuando veo a Derek sentado en el suelo gimiendo y llorando, abrazando a lo que desde aquí noto que es Nube.
-Derek, ¿qué te pasa?-Me acerco a su lado. Él deja caer despacio a Nube en el suelo y ahogo un grito cuando veo que su camisa está manchada de sangre, y Nube yace en el suelo, inerte. No tardo en darme cuenta de que esa sangre le pertenece a la perrita.
-¡Oh, mi Dios!, ¡¿qué pasó?!-grito, pero Derek se mantiene sollozando, sin mediar palabra alguna. Toco a Nube y las lágrimas salen sin esfuerzo. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando veo el agujero que tiene en su torso, de donde proviene la sangre. Cierro los ojos y me arrojo al suelo junto a Derek.
<<¿Qué pasó?, ¿quién le hizo esto a Nube?-Jadeo, tomando a Derek por su barbilla. Este, en un solo movimiento, me abraza con fuerza y yo le correspondo de inmediato.
Escucho la puerta de la entrada abrirse y mis padres ahogan un grito cuando nos ven.
-¡Oh, mi Dios!-chilla mamá y yo no sé qué más hacer, solo sollozar junto a Derek.
...
Mientras veo a papá cavar un agujero en mi jardín, mi pecho se aprieta con violencia. Mis niños no han parado de llorar por la pérdida de nuestra mascota, y Derek no ha dicho ni una sola palabra.
Todos estamos ahora rodeando el agujero que papá cavó y las lágrimas vuelven a brotar cuando veo que introduce en él un ovillo en donde sé que está envuelta Nube. Mis niños lloran en
brazos de Derek-al igual que él, solo que en silencio- y siento unas inmensas ganas de gritar. Verlos me parte el corazón, pero lo quiebra aún más el ver a papá cerrar el agujero en donde acabamos de enterrar a nuestra perrita. Mamá coloca unas flores blancas sobre el bulto de tierra y se arrodilla en el suelo. Le dice a Liam y William que vayan a su lado, y Derek los suelta para que lo hagan. Los tres ahora están arrodillados en la grama, mirando en silencio las flores blancas.
-Dice la leyenda que cuando un amigo canino sale de este mundo, es porque su trabajo ha comenzado-les dice mamá en un tono que me parece cálido y relajante. Mis hijos la miran con sus ojitos llenos de lágrimas, pero también de curiosidad.
-¿Cuál trabajo?-Inquiere Liam.
-El de canino guardián-replica mamá y no puedo evitar sonreír cuando veo que mis hijos también lo hacen-. Nube ahora es un canino guardián que los cuidará-añade y mis hijos parecen imaginarse a Nube como guardián-. ¿Algo para decirle a su nuevo guardián?-Mis hijos miran al suelo y Liam besa la tierra, haciendo que la opresión en mi pecho siga aumentando.
-Te estaré esperando para jugar-dice como si Nube realmente aún siguiera con vida. Un sollozo se me escapa y siento unos brazos que me envuelven. Me acurruco en su pecho y siento un ligero alivio que solo él puede darme.
Desde aquí escucho el timbre sonar. Derek y yo nos miramos al unísono y fruncimos el ceño. Me suelto de nuestro enlace y comienzo a caminar hacia la entrada, consciente de la mirada fija de Derek en mi espalda.
Me sorprendo cuando veo a una despampanante mujer tocando el timbre. Desde aquí no logro reconocer quién es, así que me acerco a ella.
-¿En qué puedo ayudarla?-Suelto y la mujer gira hacia mí. Su rostro me es familiar, pero no sé dónde la he visto antes.
-Oh, ¡Susan!, ¡cuánto sin verte!-exclama y al parecer me conoce, pero yo sigo sin saber quién es.
-Y tú eres...
-¡Oh!, ¡Dios!, ¡disculpa! Soy yo, Alejandra-dice, acercándose a mí. ¿Alejandra?... Busco rápidamente en mi cerebro y... ¡Oh, sí, Alejandra! La líder de las porristas en la secundaria, la mejor amiga de Rebeca.
-Alejandra, sí-digo y esta me abraza como si fuéramos las más grandes amigas.
-Tal vez no me reconociste porque he hecho algunos cambios en mí-dice, dando una vuelta, y le sonrío solo por amabilidad, porque esta mujer aparece aquí como si alguna vez hubiéramos tenido algún vínculo que no fuera más que una simple conocida a la que invitas a una fiesta en donde la humillan tirándola a la piscina e invitan a su sensual vecino que la trae de cabezas, solo por intentar quitárselo y joderla. Sí, hay cosas que nunca se olvidan.
-Sí, estás cambiada-le digo y esta sonríe con suficiencia.
-Pero tú estás igualita, sigues igual de hermosa-me dice, pero no sé si habla enserio o solo lo dice despectivamente. Mejor no haré especulaciones al respecto.
-¿Y a qué debo tu visita?-Le pregunto para que no siga dando lata. Esta da un respingo como si se hubiera acordado a qué vino.
-Oh, vine a entregarte
esto-me extiende un sobre morado y lo tomo despacio-. Es la invitación a nuestro reencuentro de la secundaria-añade y asiento.
-Son... veinte años, ¿no?-Digo, con nostalgia. Esta asiente, sonriente, mostrando su perfecta sonrisa blanqueada.
-El tiempo vuela-comenta y vuelvo a asentir. El silencio que le sigue es incómodo; no tengo confianza con Alejandra, nunca la tuve y creo que ya no la tendré.
-¿Alejandra?-La voz de Derek me hace girar y lo veo caminar hacia nosotras. La mujer se abalanza sobre él y lo abraza. Tal acto me hace enarcar una ceja, confundida ante la confianza que proyecta.
-¡Derek, qué gusto verte de nuevo!-dice Alejandra y mi esposo se deshace del abrazo sutilmente, luego se coloca a mi lado.
-Lo mismo digo-dice.
-¿Cuándo irás de nuevo a mi casa? Anaís te extraña-suelta la mujer y enarco una ceja y lo miro enseguida.
-¿De qué me pierdo?-Comento, sonriendo falsamente.
-Oh, Anaís es mi cotorra. Es loca con Derek-dice Alejandra y comienzo a irritarme.
-¿Ah, sí?-Sonrío y miro a Derek, quien no parece preocupado en lo absoluto.
-Sí, no tienes idea-chilla la mujer y luego mira su reloj-. Bueno, debo irme a seguir entregando invitaciones. Las que hice por Facebook al parecer no fueron efectivas. Espero que esta vez sí tengamos un reencuentro con todos los de Timothy High.
Se despide y la vemos alejarse en su Mercedes Benz. Al parecer le ha ido bien, pues no pasé desaparecido que estaba operada por todos lados.
Miro el sobre en mis manos y luego
a Derek. Sin mediar palabra alguna, me dispongo a regresar a la casa, pero este me lo impide sujetando mi brazo.
-Sé que te debes estar preguntado sobre lo que ha dicho Alejandra, yo...
-Contigo las cosas siempre son así, siempre estoy ajena a lo que sucede-lo corto-. Me cansé de preguntarte las cosas-añado y entro a la casa, rabiosa.
Todos están en la sala y me siento junto a ellos.
-¿Y eso?-Me pregunta mamá señalando el sobre morado. Lo abro y leo en voz alta:
-La clase graduada de Timothy High tiene el honor de invitarte al vigésimo reencuentro de ex estudiantes, que se estará llevando a cabo el próximo sábado 28 de junio a las 7:30pm en la recepción Blue Stone.
Sería un honor contar con tu presencia. Para confirmación, comunícate con Alejandra Silva al 650-336-8908.
¡Te esperamos!
-Nunca has ido a un reencuentro-me dice mamá. Derek entra por la puerta y camina directo a la cocina sin siquiera mirarnos. Realmente estoy cabreada y harta de sus secretos.
-Iré a este-digo.
-Un reencuentro con toda una gente fingiendo ser personas que no son, solo para hacerles creer a toda la bola de hipócritas ex compañeros que no son unos mierdas, ¡qué emocionante!-suelta Sebastián y mamá lo reprende.
Sí, iré a ese reencuentro, así sea para ver a toda una bola de hipócritas fingiendo ser otras personas.
***
Estoy harta, ¡harta!, ¡harta!... Harta de que Derek siga insistiendo en que Cambridge no es su padre. ¿Por qué tiene
que ser tan terco? Acaba de irse a su trabajo y yo me he quedado aquí en mi cama, con la sangre hirviendo, con ganas de seguir peleando. Pero él solo salió por la puerta y me dejó con la palabra en la boca, ¡me dejó peleando sola! ¡Siquiera discutió conmigo! ¿Qué demonios le pasa? ¿Por qué está tan insoportablemente pasivo? Lleva toda la maldita semana actuando como un cuerpo sin alma, ausente, ¡siquiera intenta que yo le hable!, ¡siquiera me hace cosquillas, me roba un beso, me hace muecas graciosas, para que ambos volvamos a estar bien! ¡¿Qué le pasa?!
Tomo una almohada y grito en ella para intentar liberar la tensión en mis hombros. No lo hace del todo, pero algo es algo.
Me levanto de la cama y me doy una ducha que dura media hora. Cuando salgo, me siento más relajada, pero con mi mente hecha un matojo de frustraciones y preocupación.
He hablado con el padre de Derek toda la semana después del gimnasio. Me parte el corazón cada vez que lo hago; él ama a Derek, sé que es así, y se está muriendo. ¿Por qué Derek sigue empeñado en creer que no es su padre? Cada vez que intento persuadirlo para que hable con Cambridge lo único que dice es: "No es mi padre, no tiene sentido".
¡Lo que no tiene sentido es que se comporte así! ¿Qué le cuesta darle una oportunidad? Dice que es un extraño, que no lo conoce, ¡pues que hable con él y lo conozca!
Mamá dice que no lo presione, pero el tiempo está contra Cambridge. ¡Ay, y tan bueno que ese hombre es!
Escucho pasos en las escaleras y frunzo el ceño. Estoy sola en la casa.
Abro la puerta de mi habitación y veo a Manuel subir las escaleras deprisa.
-¿Manuel?... ¿Qué haces a...
No me dio tiempo de continuar, pues este se abalanzó sobre mí y ahora me abraza con fuerza.
-Te necesito, Susan-jadea y me aparto un poco para verle a la cara. Está llorando.
-Aquí estoy, no me iré-le digo y este vuelve a tirar de mí para abrazarme con más fuerza.
-Necesito... verla-dice y después de varios segundos, asiento.
...
Querido diario:
¿Eh?, ¿te sorprende? Sí, aunque me cueste admitirlo, creo que ya no eres tan estúpido. Bah, quizás es porque estoy de buen humor, yo no sé, pero quise llamarte así. Okay, creo que el nerd me está pegando sus cosas raras. Ay, ese nerd. Es más, me voy, no quiero comenzar a escribir babosadas de amor, ni llenar las páginas con palabras que describan cómo me siento cada vez que Manuel me habla. Aunque... ¡Para eso estás aquí, querido diario! Para marearte con todo lo que siento, para decirte que me estoy enamorando... Bah, me voy, no sé ni lo que digo.
*
Querido diario:
¿Hace cuánto no escribía aquí? Sí, hace como unos dos minutos. Me estaba meando. Ahora, pues sí, lo admito, me estoy enamorando de ese nerd. No voy a empezar con la verborrea cursi, ¡pero es que joder!, ¡Manuel Hudson me vuelve loca! Ay, a quién engaño, ya yo estoy loca. Mejor dicho, ¡Manuel Hudson me vuelve pendeja! Sí, imagínate a ver, que hoy fui a la biblioteca y comencé a leer ese libro que tanto le gusta a él, uno
de una chica que se ofrece como tributo o algo así, no recuerdo el título, pero la verdad es que me gustó la mierda esa. ¡Elizabeth tocó un libro! ¿Sabes lo que es eso? Lo peor fue que el nerd me vio y se pasó todo el día burlándose de mí, diciendo que sabía que yo tenía a una rata de biblioteca por dentro. La verdad me divertí mucho. Pero no vuelvo a hacer esa estupidez de leer, bueno... por lo menos en la biblioteca de la escuela. El libro está bueno, he de admitirlo. Ahora mismo lo tengo en mi regazo. Lo siento, querido diario, las palabras escritas acá están más interesantes. Creo que leeré un poco más... Así dejo de pensar un poco en Manuel Hudson.
En el camino, mientras Manuel conduce, he ido leyendo las páginas que Manuel ha marcado en el diario de Elizabeth. Algunas me han hecho reír, otras llorar, aunque lo hago en silencio. Manuel me había hablado del diario y la curiosidad me inundó, pero nunca le pedí que me lo mostrase. Hasta que hoy lo vi en su auto, y no pude dejar de mirarlo. Manuel lo notó y me dijo que lo tomara. Él ya lo ha leído un millón de veces, eso me dijo.
Hermoso, bello y querido diario:
¡Estoy feliz!
Esa nota es la más corta que he leído. Me pregunto qué había pasado ella ese día, porque no ponía fecha, ni hora, nada. Ella siempre fue desorganizada y poco convencional. Sonrío.
-Yo estaba junto a ella cuando escribió esa nota-dice Manuel y lo miro enseguida. Está sonriendo, aunque con los ojos vidriosos.
-¿Cómo lo sabes?-Inquiero, mirando la
nota y luego a él. Tiene la vista fija al volante.
-Recuerdo que la vi hacerlo y le pregunté qué hacía; me dijo que no fuera entremetido y comenzó a golpearme-dice y se le escapa una risa-. Estaba loca.
Ambos reímos.
Llegamos a nuestro destino y el silencio que se instala entre nosotros es ensordecedor. Caminamos por el camino pedregoso, pasando por entre las lápidas, hasta que llegamos a la suya. Las flores están en buenas condiciones, pues no he dejado que su tumba se marchite.
"Los estaré vigilando, pervertidos", leo y sonrío.
Manuel observa la lápida por eternos segundos y veo cómo las lágrimas descienden por sus mejillas en silencio. Cierro los ojos y comienzo a evocar el nombre de Elizabeth, comienzo a revivir cada recuerdo junto a ella, y cuando las lágrimas comienzan a bajar, sonrío, pues eso significa que sigue viva en mi interior.
Cuando abro los ojos, veo a Manuel arrodillado en el suelo, mirando hacia el cielo, y luego baja la mirada hacia la lápida de Elizabeth.
-Hola, mi chica caliente-dice en voz alta y me arrodillo a su lado para tomar su mano-. Me tienes aquí otra vez, sabes que nunca me iré-jadea y respira profundo-. No sé qué harás allá arriba, si estarás jodiendo a Dios o algo así, porque siempre fuiste tan insoportable-añade y no puedo evitar reír. Él también lo hace, pero rápidamente vuelve a quedarse serio mientras llora.
<<Ay, mi amor, te extraño tanto-suelta y solloza. Yo lloro en silencio y aprieto más su mano-. Quiero decirte algo... Creo que... me estoy enamorando.
Pensé que sería imposible, pensé que no podría abrir mi corazón a alguien más... Sentía miedo que con eso te estaría fallando. Creía que si daba ese paso, te estaría olvidando... Pero no es así, yo no te he olvidado y jamás te olvidaré, mi amor. Solo necesitaba rehacer mi vida, necesitaba aceptar que ya no estarías. Pero alguien me hizo ver que la vida nos ofrece y está en nosotros el tomarlas o no. La vida me ofreció la oportunidad de volver a amar, de volver a sentir la sensación de que pertenecemos y yacemos en el corazón de alguien. No con eso te olvido, mi amor, con eso me estoy dando la oportunidad de recordarte sin que me duela. Ya no quiero que tu recuerdo me duela, quiero que ame recordarte, quiero recordar cada cosa y jamás olvidarte. Aura es buena chica, es una increíble chica, sé que te caería bien-ríe-. Aunque es muy tímida, creo que tú la joderías demasiado-sonríe-. Jamás la amaré como a ti, pero, ¿qué de extraordinario tendría amar siempre igual? Ambas son distintas. La amo, Elizabeth, la amo de verdad, y sé que es lo mejor que me ha pasado, así como tú fuiste lo mejor y lo peor que pudo haberme pasado. Hoy le preguntaré si quiere ser mi novia, ¿qué te parece? Quería que lo supieras. No quería dar el paso sin ti, y sé que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
<<Siempre serás mi chica caliente, siempre estarás en mi mente y corazón, ayudándome en esta nueva vida que yo mismo me estoy forjando. Te amo, Elizabeth.
Las palabras de Manuel han calado cada célula de mi cuerpo. Manuel ha cerrado su herida. Manuel ha decidido empezar una nueva vida. Manuel dio el paso, y estoy feliz de hacerlo a su lado.
-Creo que deberíamos irnos, va a llover-dice Manuel, limpiando sus lágrimas y levantándose del suelo; luego me ayuda a mí. Y como si lo hubiese invocado, comienza a llover y ambos corremos debajo de la lluvia hacia el auto.
-¿Estás lista para el reencuentro de mañana?-Me dice Manuel, encendiendo el auto. Yo comienzo a peinar mi húmedo cabello.
-Estoy lista para ser la ama de casa humillada-le digo, recordando que aún no estoy trabajando, debido a que el doctor Rossy me pidió que comenzara el mes próximo, y este pone los ojos en blanco.
-Yo estoy listo para patearle el trasero a quien lo intente-dice y sonrío.
Mañana el tiempo retrocederá a veinte años atrás, ex alumnos de la Timothy High reunidos en un mismo lugar. ¡Qué horror!
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Capítulo XXVII: Mercado negro
A ti, quien sigue a Mi vecino misterioso fielmente...
DEREK
-¡¿Por qué te niegas tanto a creer que es tu padre?! ¡Dale la oportunidad de hablarte!, ¡de explicarse!-Solo observo cómo Susan está sentada en la cama, histérica, gritando, sumergida en la desesperación por el hecho de que estoy callado, sin hacer siquiera un gesto de replicar a lo que dice, o más bien grita. No pienso discutir con ella, no más. Estoy cansado, agotado de siempre pelear y luego actuar como si realmente no pasara algo. Estoy cansado de que se comporte como una niña caprichosa que se tiene que complacer en todo. Quiero que todo esto pare, quiero volver a rodearla en mi brazos y decirle cuánto la necesito en estos momentos, cuánto quisiera su comprensión, no sus reclamos... Pero no voy a ser yo quien se lo pida, quien ruegue por comprensión; no voy a mendigar algo que se supone me lo dé sin yo tener
que pedírselo.
<<¡¿Por qué haces esto?!, ¡¿por qué eres tan terco?!-Sigue peleando, pero yo solo pienso en el abogado Brown, en denunciar a aquel mierda. Pienso en Nube, en cómo mis hijos aún lloran su partida. Solo pienso en que quiero que la oscuridad de mi vida se vaya de una maldita vez-. ¡¿No piensas decir nada?!-Chilla Susan, y la observo por eternos segundos. No sé por qué le brindó tanta confianza a aquel hombre que dice ser mi padre, lo ha puesto por encima de mí, y la idea me saca de balance, me cabrea.
Acomodo mi corbata, y giro sobre mis talones para salir de la habitación sin replicar nada. Pude ver el desconcertado rostro de Susan, pero no pienso seguir escuchándola pelear, estoy harto.
...
Cuando llego a mi oficina, entro sin saludar a nadie. Normalmente lo hago, pero hoy no estoy de humor. Algunos me miran curiosos, pero decido ignorarlos.
Me siento en mi silla giratoria y suelto el aire que siquiera sabía que llevaba contenido. Esto es una mierda, pura mierda. Dije que hablaría, que acabaría con todo esto de una vez por todas... Pero Rebeca me alarmó. Cuando fui a buscarla a su casa, no estaba. Nadie la había visto hacía mucho tiempo, y fue cuando me asusté. Por suerte la hallé en casa de Alejandra, pero hallarla no me tranquilizó demasiado. El motivo de su desaparición se debía a que aquel imbécil la extorsionó, la amenazó para que se fuera. Rebeca estaba muy asustada, por mi culpa está involucrada en todo esto, y no puedo evitar sentirme culpable. Es por eso que no he podido decirle
a Susan por qué fui a casa de Alejandra y conocí a su parlanchina cotorra Anaís. Es por eso que no he podido dormir bien los últimos días, es por eso que quiero que todo esto acabe, porque están envueltas demasiadas personas.
Escucho el sonido de la madera siendo tocada y cedo el paso a quien sea que esté tocando. Es mi secretaria, Cristina.
-Buenos días, jefe-saluda formalmente y le doy un asentamiento de cabeza.
-¿Hay algún recado para mí?-Le pregunto rápidamente, pero esta niega.
-Necesito hablar con usted-dice y le hago señas para que cierre la puerta.
-Bien, vaya al grano-le digo, más tajante de lo que pretendía, pero esta no parece intimidarse en lo absoluto. Ella es así.
-Quiero pedirle algunos meses de descanso...
-¿Y cuál sería el motivo? Sabe que la necesito aquí-replico y esta asiente, determinante.
-Y mi bebé necesita a una madre saludable y descansada-dice esta, colocando la palma de su mano en su vientre y abro ligeramente los ojos.
-¿Está... embarazada?
-Así es-sonríe ampliamente y no puedo evitar hacer lo mismo.
-¡Felicidades!-la felicito y esta asiente, aún sonriendo. Antes de que le pueda volver a hablar, mi teléfono comienza a sonar y le pido que me disculpe un momento. Es el abogado Brown.
-Señor Brown-contesto inmediatamente.
-Buenos días, señor Gutiérrez-dice el abogado-. Ya le tengo los resultados de autenticidad de la carta-me informa y mi pulso comienza a bombardear un poco más deprisa. Cristina está de pie
frente a mí, y me observa con su rostro inescrutable.
-¿Y bien?...
-La carta es auténtica, fue escrita por la señora Charlotte-dice y mi mundo se detiene en este preciso instante. No. No. No puede ser.
-¿Se encuentra bien, jefe?-Me pregunta Cristina, pero soy incapaz de contestar. Al otro lado escucho al señor Brown hablar, pero no sé qué dice, pues he dejado de prestarle atención. Solo pienso en una cosa: Augusto Cambridge es... mi padre.
...
Camino por el largo pasillo de este hospital, sin saber realmente qué hago. Cuando llego frente al mostrador, mi voz parece un débil intento de formular palabras coherentes. Pregunto por el doctor, pero nadie parece haberlo visto hoy. Cuando giro para irme, alguien tira de mi brazo.
-¿Derek?-Es él. Mi pulso se acelera y no sé qué diablos hacer. Miro sus ojos, y sigo sin ver aquella mirada que vi en los ojos de Emilio Gutiérrez. ¿Cómo es que este hombre es mi padre?
<<¿Qué haces por aquí? ¿Sucedió algo?-Inquiere Cambridge con lo que creo que es preocupación.
-Y-Yo...-¿Qué hago aquí? Ni yo mismo sé la respuesta. Solo sé que me monté en mi auto y conduje hasta aquí sin pensarlo demasiado.
-¿Quieres ir a tomar un café?-Asiento como por inercia, y caminamos en silencio hasta la cafetería del hospital.
Siento como si mi habla hubiera desaparecido; no sé qué decir, cómo actuar. Mi cuerpo es un torbellino de emociones. Miro con fijeza a Cambridge y mi estómago se revuelve. Sigo sin ver algo en sus ojos, sigue siendo una mirada vacía.
-Derek, sé que esto no debe ser fácil para ti-empieza a hablar, y cuando ve que no lo interrumpo, continúa-. Pero yo soy tu padre-suelta. Yo permanezco callado. Él no dice más, y yo estoy en la espera de que me explique las cosas, que me diga cómo es que esto ocurrió. Pero no dice nada más, y me parece absurdo. Susan insistió para que hablara con él, pero este no parece tener que decir nada más. ¿Tantos años de engaño y no piensa explicarme las cosas? No tiene sentido.
-¿En realidad estás... enfermo?-Logro articular y este asiente-. ¿Qué tienes?-Inquiero con curiosidad y este baja la mirada.
-Leucemia-dice, después de eternos segundos y frunzo el ceño, desconfiado. No parece una persona enferma.
-¿Hace cuánto tiempo?-Interrogo. Este, mirándome directamente a los ojos, dice: -Desde los doce años-asiento y luego el silencio reina entre nosotros.
Veo a dos policías entrar a la cafetería y caminan en dirección a nosotros. Frunzo el ceño, y Cambridge gira su cuerpo para saber qué veo. Los policías llegan a nuestra mesa, y ambos los observamos directamente.
-Buenos días, doctor Cambridge-le dice el más alto. El doctor asiente, sonriente.
-Buenos días-les dice amablemente.
-Necesito que venga con nosotros para que sea interrogado sobre la desaparición de la señora Loyda Roach-dice el policía y frunzo el ceño, confundido.
-¿Qué sucede?-Inquiero, y todos giran para verme. Los miro sin intimidarme en lo absoluto.
-¿Y usted quién es?-Me dice el policía más
alto.
-Derek Johnson-les digo, y estos asienten.
-Es solo un interrogatorio-me susurra Cambridge, como si quisiera restarle importancia a lo que sucede.
-Necesitamos que venga con nosotros ahora mismo por órdenes del fiscal-le enseña un papel y Cambridge se levanta del asiento.
-Por supuesto-dice y yo imito su movimiento.
-Voy con ustedes-digo, determinante, y Cambridge sonríe.
-No podrá estar en el interrogatorio, a menos que tenga algo que aportar en el caso-me dice el policía, tajante, pero decido ignorarlo.
-Solo te acompañaré-le digo a Augusto y este asiente.
...
He permanecido sentado en esta incómoda silla por lo menos una hora. La verdad, estar aquí ha resultado ser una tortura. Verme rodeado de tantos policías ha sido perturbador, pues he estado a punto de levantarme e ir a denunciarlo. No quiero hacerlo aún. Esperaré a que Susan vaya a su reencuentro, porque si hablo ahora, las cosas serán difíciles para todos y ella no podrá ir a reencontrarse con todos los de su clase. Sé que quizás esté retrasando demasiado las cosas, pero ya está decidido.
La puerta por donde entró Cambridge hace una hora se abre y me levanto de la silla enseguida. Lo veo salir y junto a él están dos policías y el que supongo es el fiscal. Me llama particularmente la atención ese hombre. Lo miro directamente y su rostro me parece haberlo visto antes. Cambridge camina hasta mí, y noto que el fiscal se me ha quedado viendo.
-¿Qué ha pasado?-Le pregunto a Cambridge y noto que está más pálido
de lo normal.
-No puedo decirte ahora-susurra y el fiscal llega a nuestro lado.
-Vaya, vaya, pero si miren nada más quién está aquí-dice este y observo su rostro directamente. Lleva el cabello largo, amarrado en una coleta baja, barba apenas perceptible, y sus ojos me resultan demasiado familiares-. Derek Johnson-dice mi nombre y trato de recordar dónde lo he visto antes.
-¿Conoces al fiscal Thompson?-Me dice Cambridge.
-Jason Thompson-añade el fiscal y abro ligeramente los ojos. Es nada más y nada menos que Jason.
-Jason-digo y este me estrecha su mano enérgicamente. Le estrecho la mía también y ambos nos saludamos.
-¡Cuánto tiempo ha pasado!-dice-. He de admitir que no has cambiado nada, Derek Johnson-añade y le sonrío por amabilidad.
-No puedo decir lo mismo que tú-le digo y este ríe.
-Bah, solo es mucho cabello y menos músculos. Ya no soy un jugador de fútbol en la preparatoria-comenta y río.
-Ahora por lo menos contribuyes a algo-le digo y este ríe. Cambridge nos mira con extrañeza, creo.
-¿Se conocen?-Pregunta.
-Así es, doc-le dice Jason-. Conozco al señor Johnson-añade y realmente parece como si quisiera decirle algo entre líneas.
-Qué pequeño es el mundo-comenta Cambridge.
-Tan pequeño que poco a poco todo cae en su lugar-replica Jason y puedo percibir cierta tensión en él. Pero luego sonríe y me mira directamente-. Me gustaría hablar contigo, ¿tienes algo que hacer?-Me pregunta y niego-. ¡Excelente!
Vayamos a mi oficina-dice y miro al doctor, quien me sonríe.
-Te espero aquí-señala la misma silla en donde lo esperé y asiento. Luego sigo a Jason hasta su oficina.
-¿Cómo está Susan?-Me pregunta, sentándose en su silla. Me hace señas para que lo imite y lo hago.
-Está bien-le contesto y este se recuesta en el respaldo de la silla, relajado.
-Siguen siendo un imán de problemas-comenta y frunzo el ceño, confundido.
-¿Por qué lo dices?...
-Solo digo-dice, sonriendo-. ¿Cómo conoces al doctor Cambridge?-Me pregunta y coloca los codos en su escritorio, de modo que veo su rostro más de cerca.
-Es... mi padre-las palabras salen y Jason frunce el ceño.
-¿Tu padre?-Parece estupefacto.
-Sí-es lo único que digo. Este se queda en silencio, como si estuviera reflexionando sobre algo. Luego dice: -La señora Loyda Roach está muerta. Sabes quién es, ¿no?-Asiento-. Su cuerpo fue hallado en una cabaña en las afueras de la ciudad, en la costa. No solo el de ella, sino el de seis víctimas más-Jason se levanta de su silla y toma en su manos un portafolio. Se vuelve a sentar y lo abre-. Estas son las fotografías de los cuerpos, las condiciones en las que estaban-me extiende las fotografías y veo siete cuerpos inertes, pálidos, abiertos. Entre ellos el de Loyda. Mi estómago se revuelve.
<<Los cuerpos se encontraban sin los órganos más importantes: hígado, pulmones y corazón. Creemos que fueron víctimas del tráfico de órganos, el mercado negro. Lo más curioso es esto-me
acerca otra fotografía, y en ella veo a tres mujeres desnudas, con una marca morada en el pecho izquierdo-. Estas fueron encontradas en otra cabaña, también en la costa. Las tres se encontraban desaparecidas. Creemos que esas marcas fueron hechas por una persona del mercado negro, para identificar a sus víctimas.
Como por instinto, bajo mi mirada a mi pecho izquierdo. Trago duro. Vanellys y yo tenemos esa marca. Mi pulso se acelera.
-¿Por qué me dices todo esto?-Replico, nervioso.
-¿No hay nada que debas decirme? ¿Algo que tenga que ver con esto que te acabo de decir?-Su pregunta hace que mi pulso se acelere aún más. Después de varios segundos, digo:-No.
Jason sonríe y solo asiente. Me levanto de la silla y este dice: -Es información confidencial. Agradezco tu discreción-asiento y salgo de su oficina, temblando.
Cambridge en cuanto me ve, se levanta.
-¿Estás bien?-Inquiere, y cuando salimos de allí, él me cuenta todo el interrogatorio y lo que Jason me dijo en la oficina-. Loyda me había hablado sobre esa marca morada en su pecho, pero ignoraba qué significaba-me comenta mientras conduzco hacia el hospital nuevamente. Mis nervios me hacen temblar-. Cuando me dijeron que estaba muerta, no lo podía creer. ¡Mercado negro! ¡El mundo está mal!-exclama, pero solo soy capaz de mirar hacia el frente, sujetando con fuerza el volante.
<<¿Qué sucede, Derek?-Me pregunta y lo miro fugazmente. No confío aún en él, pero necesito hablar con alguien, así que digo: -Yo tengo esa marca-mi voz es apenas un susurro. Por el rabillo del ojo,
noto cómo Cambridge abre los ojos grandemente.
-¿Qué? ¿Cómo es posible? ¿Cuándo ocurrió?...
-Ocurrió mientras estaba inconsciente. No sé quién la hizo-digo, recordando aquella vez cuando vi la marca morada en mi pecho.
-Debes ir a la policía-replica el doctor, mientras me detengo frente a la entrada del hospital.
-Ya llegamos-ignoro lo que dijo, y después de varios minutos de silencio en donde él me observó directamente, se baja del auto y antes de caminar hacia el hospital, dice: -Que Dios te bendiga, hijo-asiento, y arranco deprisa, hecho un matojo de nervios y preocupación.
Son muchas cosas por asimilar...
***
Susan se ha ido a su reencuentro... sin mí.
No puedo creer hasta dónde hemos llegado. No le he dicho que hablé con Cambridge, no quiero que su enojo se disipe por la noticia, pues entonces estaría complaciendo su capricho. ¿Por qué es tan caprichosa, presumida y malcriada? Es odiosa cuando se lo propone. Odio su actitud para conmigo; a todas estas no me ha apoyado en un momento tan difícil para mí... Porque hablé con Cambridge, pero eso no significa que lo voy a abrazar y lo trataré como a un padre, no. Tengo tanto que pensar, tanto que resolver, y mi prioridad no es el doctor, es Susan. No importa cuán enojado esté con ella, no dejaré que nada malo le pase. Está insoportable, sí, tomando una actitud muy inmadura, pero tengo la esperanza de que ella misma se dará cuenta e intentará arreglar las cosas. Sí, hay que tener una fe muy grande para creer que una McMahon dará su brazo a torcer...
Mis hijos están dormidos en el sillón, sumergidos en la inconsciencia; se ven tan tiernos, inocentes... Cuando me dispongo a llevarlos a su habitación, el timbre suena y frunzo el ceño. No espero a nadie.
Abro la puerta, y veo a una mujer de cabello cacao, de facciones marcadas, y unos intensos y penetrantes ojos azules enmarcan su rostro. Es una mujer mayor, puedo notarlo aunque sea una bien arreglada. Frunzo el ceño, pues nunca la he visto antes.
-¿En qué puedo ayudarla?-Le pregunto con amabilidad y esta me observa directamente. Parece nerviosa.
-Buenas noches... ¿Es aquí donde reside William Gutiérrez?-Inquiere y asiento, aún más confundido.
-Sí, soy yo. ¿Quién es usted?-Esta abre los ojos ligeramente.
-Soy Briseida Johnson, la hermana de Cecilia... Tu tía-abro ligeramente los ojos, sorprendido ante tal presentación.
-¿Mi... tía? No sabía que mamá tenía una hermana-replico y esta baja la mirada por unos segundos.
-No me extraña que nunca te haya hablado de mí-dice-. ¿Puedo pasar? Necesito hablar de algo muy importante-añade y vacilo, pues tengo a los niños en la casa y esta es una completa extraña. Miro a los niños y siguen dormidos en el sofá. Dejo la puerta abierta y salgo de la casa.
-Hablemos aquí-le digo, y la invito a sentarse en las sillas de madera.
-Sé que he venido de imprevisto... También sé que no me conoces, pero si estoy aquí es por Charlotte-comenta y mi ceño permanece fruncido en todo momento, pues no sé qué hace esta mujer aquí.
-¿Sí sabes
que Charlotte está...
-Muerta-me interrumpe y asiento-. Lo sé, es por eso que estoy aquí.
-¿Cómo es que no sé de ti? ¿Cómo conoces a abuela? Mamá nunca mencionó que tenía una hermana-No puedo evitar preguntar. Esta suspira.
-Bien, te contaré todo desde el comienzo-dice y asiento, expectante-. Yo soy media hermana de Cecilia. Su padre engañó a su madre con mi progenitora. Él la embarazó, pero mamá no sobrevivió en el parto. El padre de Cecilia y su madre, se hicieron cargo de mí. Ella nunca me aceptó, la infidelidad de su padre para con su mamá, la afectó demasiado. Cecilia odiaba a su padre y me odiaba a mí, porque su mamá sufrió mucho con la infidelidad de su esposo. Aún así, ella me crió como si fuera su propia hija, una niña que nació de una infidelidad. Cecilia siempre fue una niña muy cariñosa y tranquila, pero después de mi nacimiento se convirtió en una niña violenta y oscura. Su mamá nos amaba a ambas como sus hijas. Ella misma me decía que Cecilia necesitaba ayuda, que estaba mal, pero todos ignoramos su estado. Cuando llegó a la adolescencia, tuvo un novio. Se enamoró de él al punto obsesionante. Ese mismo chico le fue infiel y ella desarrolló un trastorno, maniaca depresiva. Intentó suicidarse en varias ocasiones, pero sus padres lograron internarla a tiempo. Yo no entendía bien qué sucedía con ella, solo veía que me odiaba.
<<Lograron estabilizarla con medicamentos, y volvió a la casa. Fue entonces cuando conoció a Emilio Gutiérrez-esta suelta el aire y guarda silencio por varios minutos,
luego continúa-. Era un chico guapo, la trataba bien... Ella se enamoró casi al instante. Pero luego este la embarazó. Emilio no quería tener ese hijo, pero nuestros padres los obligaron a casarse. Sabían que si Emilio se iba, Cecilia volvería a caer en crisis. Él conocía sobre su condición, y aunque no estaba feliz, aceptó casarse con ella. A pesar de todo, le tenía gran cariño a Cecilia y cuidaba de ella. Algo que yo envidié-dice con voz ahogada y tarda en volver hablar. Cuando lo hace, dice: - Yo fui la causante de que Cecilia colapsara. Emilio y yo tuvimos... una aventura.
-Qué extraño-suelto sarcásticamente-. Siempre fue un adúltero.
-Cuando Cecilia nos encontró, se volvió loca. Intentó matarme. Entró en una fuerte crisis... Llegó a desarrollar esquizofrenia. La internaron en el Hospital San Burgo. Charlotte temía por el bienestar de su nieto, tú, así que me sacó del país para que nada volviera a alterar a Cecilia. Sufrí demasiado, me arrepentía de lo que había hecho. Muchas veces quise volver para pedirle perdón a mi hermana, pero Charlotte nunca me dejó. Me decía que Cecilia empeoraba, que temía por la vida de su nieto. Había asesinado a su propio hijo, su obsesión con Emilio la había enloquecido. Estaba aterrada, ¡Dios!, mi hermana se había vuelto loca. Me sentía culpable, yo la había convertido en ese monstruo. Me costó mucho ver que su estado lo fue desarrollando con el tiempo. Desde la infidelidad de su padre ella nunca fue la misma.
-¿Y por qué dices que volviste por Charlotte?...
-Nunca perdí comunicación
con ella. Hablábamos todos los días. Pero hace tres meses, pasaron varios días y no sabía de ella. Me preocupé. La llamé, pero no contestó. No le envié un mensaje de texto porque sabía que no me contestaría, siempre le costaba mucho usar su teléfono, odiaba la tecnología. Pero ese día que la llamé, al poco rato recibí un mensaje de texto-saca un móvil de su bolso y me lo extiende.
"SOS"
Es el mensaje que leo. Frunzo el ceño.
-Me alarmé-dice-. Le marqué enseguida, pero no contestó. Apuesto a que ese mensaje fue enviado el día de su muerte-me enseña la fecha y coincide con su muerte.
-Ella murió por causas naturales-puntualizo y esta niega.
-No lo creo. A ella le provocaron la muerte-replica y el silencio reina entre nosotros, cada cual siendo esclavo de sus pensamientos. No puede ser cierto que la hayan matado, ¿quién querría asesinar a mi abuela?
-Llegué aquí hace unos días y hablé con el fiscal de la zona, el señor Thompson-dice y la miro enseguida-. Le informé sobre el asunto y prometió ayudarme. Creo que Cecilia tiene que ver con todo esto-dice y bufo.
-Mi madre está muerta-digo y Briseida asiente.
-Lo sé, pero lo que digo es que tiene que ver con esto indirectamente-replica-. Hace unos meses, Charlotte me había comentado que sentía que la perseguían. Pensé que eran achaques de la edad, así que no le di importancia. De vez en cuando me decía que no se sentía segura viviendo sola, que tenía pesadillas en donde se veía a ella luchando contra hombres con armas y cuchillos. Me preocupé,
así que le sugerí que se viniera a vivir conmigo. No aceptó, se negaba a vivir lejos de ti. Dos días después, me llamó asustada diciendo que la estaban siguiendo. Me dijo que cuando vio a lo hombres, los reconoció. Cecilia estaba involucrada con el mercado negro. Ella torturó a muchas jóvenes, eso bien lo sabes, su locura la hizo perder la sensibilidad humana. Charlotte había investigado sobre ello después de que Cecilia muriera. Yo la ayudé con la investigación, mi esposo tiene los medios para hacerlo. Era una lista bastante amplia, allí estaban personas que están en el mercado negro. Y entre ellas Cecilia.
-¿Mamá?-Digo, estupefacto. Esta asiente.
-Y un hombre más, que Charlotte reconoció-dice y la curiosidad me invade-. Pero ella no habló, no quiso involucrarse más. Tu madre había muerto y no quería seguir sacándole trapos sucios. No volvimos a hablar sobre ello, hasta ese día en donde vio a ese hombre persiguiéndola. Luego recibí ese mensaje, ya te imaginarás lo mucho que me preocupé. No fue hasta hace poco que pude venir para acá y hacerle justicia a su muerte. Encontraré a ese hombre, estoy segura de que él la asesinó. No sé sus razones, pero no puede ser casualidad que la haya perseguido y ahora Charlotte esté muerta-dictamina, con evidente enfado y tristeza.
-¿Y por qué me dices todo esto? ¿Qué puedo hacer yo?-Inquiero, con desespero.
-El señor Thompson me dio tu dirección. Dijo que tú eras la clave para encontrar a ese hombre-me dice y frunzo el ceño-. Tampoco niego que me moría por ver al nieto Willy... Y mi sobrino-añade, sonriendo tímidamente.
-Nunca fui su nieto-murmuro y veo que Briseida frunce el ceño.
-¿Qué dices?-Inquiere. Repito lo que dije, ahora más alto-. Por supuesto que fuiste su nieto. ¿De qué hablas?-Dice, creo que desconcertada.
-Emilio no fue mi padre-digo y esta suelta una carcajada.
-Tú eres la viva imagen de Emilio-dice. Mi pecho se comprime.
-¿A quién buscas?-Decido no hablar sobre Emilio. Briseida abre su bolso y me extiende una fotografía del "asesino" de mi abuela. Mi pulso sale disparado cuando veo su rostro.
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Capítulo XXVIII: Espíritu adolescente
SUSAN
Me unto el lápiz labial color durazno, mientras Derek me observa desde la cama. Su rostro parece una captura de foto: inmóvil, solo un gesto plasmado en él; está afligido. Yo también lo estoy, pero intento no hacerlo notar. Quiero que me acompañe al reencuentro, pero francamente mi orgullo puede más.
Termino
de maquillarme y suelto mi cabello, de modo que cae en ondas sobre mi espalda. Derek sigue observándome, esta vez veo sus ojos vidriosos, y cuando se da cuenta que lo miro por el espejo, agacha su cabeza. Trago duro para que el nudo en mi garganta desaparezca, pero solo aumenta.
Me levanto del tocador y camino en busca de mis sandalias. Pensé en ponerme tacones-mi altura es poca-, pero quiero estar cómoda. Creo que le he cogido como que odio a los tacones; debe ser porque en el Joy's Shop Loyda nos obligaba a usarlos...
Aún no puedo creer que esté muerta. La noticia me causó conmoción, pero la verdad no lloré. Ninguna de las chicas lo hizo, aunque no sé de Whitney. Ninguna la ha visto desde aquella vez que los policías se la llevaron para interrogarla, desde aquella vez que recibió la llamada de Loyda... Aún me pregunto qué le dijo ella en esa llamada. Le he enviado varios mensajes a Whitney, pero al parecer está desconectada del mundo, hasta su Facebook cerró. No sé, tampoco le voy a insistir.
-Llévate a Vanellys-escucho que Derek dice y lo miro de soslayo. Está mirándome directamente.
-¿Para qué?-Inquiero.
-Ha estado encerrada en casa de su madre desde que salió de rehabilitación... Le hará bien que salga y se divierta un rato-contesta y ahora lo miro directamente. Su barba está creciendo, no es mucha la que se ve, pero puedo notarlo.
-¿Crees que se divierta conmigo en el reencuentro?-Replico, dudando que Vanellys lo haga.
-Le divertirá cualquier cosa que no sea estar encerrada con su madre-me
dice, escudriñándome con la mirada.
-Bien. Entonces me la llevaré-digo y me dispongo a caminar en busca de mi bolso. Me doy una última ojeada en el espejo y noto lo sencilla que me veo: vestido florar ajustado en la cintura, maquillaje natural, cabello natural ondeado y sandalias. Esta noche no llamaré la atención en lo más mínimo, pero ese es el propósito.
Cuando toco el pomo de la puerta para salir, siento una mano fuerte agarrando mi muñeca. Me quedo helada por su inesperado contacto, y cuando clavo mis ojos en los suyos, un escalofrío me recorre el cuerpo entero. Parece querer decir algo, sus labios se abren levemente y comienza a inclinarse poco a poco hacia mi boca, y cuando creo que me va a besar, se aparta. De inmediato siento el frío de su lejanía y la decepción inunda mi pecho. Abre la puerta por mí y sale de la habitación.
Siento ganas de llorar; pensé que iba a besarme y me diría que iría al reencuentro conmigo porque no quiere dejarme sola y me ama. Es lo que siempre haría para que las cosas entre nosotros vuelvan a ser como antes, pero en cambio decidió irse sin decirme una sola palabra... sin besarme.
Salgo de la casa con unas inmensas ganas de correr hacia Derek y arreglar las cosas sin importarme mi orgullo. En cambio, no lo hago, y conduzco hecha un saco de decepción y tristeza.
...
-Gracias por invitarme, Susan-me dice Vanellys mientras conduzco y observo el GPS que me dirige hacia la recepción. Parece una chiquilla emocionada, como si fuera la primera vez que sale de su casa-.
Es la primera vez que salgo de casa-comparte y sonrío-, desde que salí de rehabilitación-añade y le tiro una guiñada para que se sienta relajada y entienda que no tiene que agradecerme nada.
-Elizabeth hubiera hecho lo mismo-le digo y esta sonríe ampliamente.
-Sí... Ella no era de esas hermanas que no les gusta compartir con sus hermanitas pequeñas. Todo lo contrario, siempre me llevaba a todos los sitios que iba y compartíamos mucho-dice con entusiasmo-. La extraño demasiado-añade con pesadumbre.
-Yo también la extraño un montón-digo y guardamos silencio.
-Al menos te tengo a ti, eres como mi hermana de otra sangre-me dice ella y yo solo sonrío y le aprieto una mejilla cariñosamente.
-Siempre serás mi chiquilla hermosa-le digo y esta rueda los ojos, pero luego ríe.
-Así le decías a Sebastián-me dice y su sonrisa se desvanece poco a poco. No digo nada para no hacer de esto algo más incómodo-. Amo a Sebastián, Susan-suelta después de varios minutos en silencio. Yo me encargo de solo mirar al volante.
-De eso estoy segura-replico.
-No sé si sea lo correcto, pero lo amo. Mis amigas dicen que no debería amar a alguien que me obligó a abortar... Pero él no lo hizo, nadie me obligó. Yo fui quien aceptó no tener a ese bebé...
-Vanellys, no te veas a ti misma como culpable...
-La culpa es de ambas partes-me interrumpe-. Sé que la culpa es de los dos, porque Sebastián no puso un arma en mi cabeza para que abortara. También sé que no debo estar con él, que no fue capaz de
asumir su responsabilidad... pero lo amo tanto-suelta un gemido quejumbroso y yo solo sigo conduciendo sin saber realmente qué decir.
<<Es terrible amar a alguien que no te ama-susurra finalmente.
-Sebastián te ama... a su manera. Cometió un error, pero te ama. Sé que es así. Porque el amor no es siempre como queremos, el amor no siempre es bonito. Hay amores que nos destruyen, hay amores verdaderos, pero destructores. Sebastián nunca te amará como tú quieres que te ame, pero siempre lo hará a su manera. Pero el amor no siempre es suficiente. Que te ame no significa que debas estar con él.
-Que me ame no significa que deba estar con él-repite Vanellys en un murmullo y permanecemos en silencio hasta que llegamos frente a la recepción Blue Stone.
-Pensé que sería una recepción enorme-comento mientras ambas nos bajamos del auto.
-El nombre irradia grandeza, ¿no? Blue Stone-Vanellys dice el nombre como si fuera alguien de la realeza y río levemente.
-Desde afuera se ve pequeño-replico, observando el local. Realmente me imaginé una recepción elegante, con grandes ventanales y columnas de piedra. En cambio, solo es un edificio de dos plantas con una entrada decente-por así decirlo- y un portero vestido con traje vino tinto, sentado en una silla justo al lado de la puerta que nos da paso hacia la recepción.
-Buenas noches-le dice Vanellys al chico-no da más de veinticinco años- y este le sonríe ampliamente.
-Buenas noches, ¿a qué número van?-Inquiere el chico y ambas nos miramos como por inercia,
confundidas.
-¿Número?-Repito y este asiente.
-Así es, dama, número de recepción-nos dice el chico, pero su atención va más dirigida hacia Vanellys, quien no parece darse cuenta de las miradas que este chico le lanza.
-Nosotras venimos a un reencuentro de preparatoria, ¿le suena?-El chico se queda pensativo unos segundos y luego asiente con entusiasmo.
-Ah, sí, es en el 67, al final del pasillo-nos dice, abriendo la puerta de entrada. Primero paso yo y luego Vanellys.
-Muchas gracias-le dice ella y el portero le lanza una guiñada, que para mi pensar, le quedó bastante ridícula.
-Ya que hablamos de números, ¿qué te parece si me das el tuyo?-Escucho que le dice el chico a Vanellys y la veo sonrojarse. Ruedo los ojos y la tomo por el brazo.
-Si intentas parecer seductor, déjame decirte que te ves ridículo. Y si quieres conseguir el número de ella, estamos en pleno siglo veintiuno, hay muchas formas de hacerlo sin parecer un asfixiado-le digo y lo dejo plantado frente a la puerta con su rostro avergonzado. Río en mis adentros.
-Eres cruel, Susan McMahon-me dice Vanellys con evidente vergüenza. Caminamos por el pasillo y veo los números en las puertas. Ahora entiendo; esto parece un hotel.
-Solo dije lo que tú no le dirías aunque lo pensaras-le contesto mientras seguimos caminando por el pasillo.
-Era lindo-la escucho susurrar y ruedo los ojos.
-Sí, pero un pendejo-replico y bufa.
-Suenas como Elizabeth-se queja y no puedo evitar sonreír.
-Tienes
razón, es lo que diría tu hermana si hubiera visto a ese pendejo intentando ligar contigo-me detengo cuando noto que no dice nada-. ¿Qué? ¿Acaso te gustó?
-No, no es eso. Es solo que... nadie intenta ligar conmigo, es la primera vez que alguien lo hace-dice bajito y me conmuevo. Es una tonta, ella es hermosa y tiene a todos los chicos babeando, es solo que Sebastián se ha encargado de que no se le acerquen.
-Que no intenten ligar contigo no significa que no seas hermosa, ¿entendido?-Esta sonríe levemente y la abrazo. Nos quedamos así por un momento. Se siente tan bien hacerlo, no me había dado cuenta lo mucho que necesitaba un abrazo. Lo necesito a él.
-Creo que aquí es-dice finalmente Vanellys, observando detrás de mí. Cuando giro, veo el número 67 en la parte superior de la puerta.
-Sí, aquí es-observamos la puerta y mis nervios comienzan a emerger. No estoy lista para ser humillada, no estoy lista para este reencuentro. No sabía lo nerviosa que estaba hasta ahora. Dios, no quiero entrar...
-¿Y bien?-Dice Vanellys, mirándome con fijeza. Acaricio su hombro y sigo mirando la puerta, nerviosa-. ¿Estás nerviosa?-Asiento-. Vamos, ya estás aquí, solo entremos-niego frenéticamente y muerdo mi labio inferior.
-No, vámonos, no puedo en...
Se escucha el crujido del pomo girándose y la puerta se abre. Cierro los ojos con fuerza y luego los abro, para encontrarme con el conocido rostro de... ¿Papá?
-Hija, al fin llegaste-dice, abrazándome. Mi confusión es elevada.
-¿Papá? ¿Pero qué
haces aquí?-Inquiero, confundida.
-Yo... Yo solo estoy aquí... porque fui ¡invitado! Fui invitado, cariño-dice y frunzo el ceño por su respuesta.
-¿Invitado? ¿A mi reencuentro?...
-Sí, hija. Ya pasen-nos dice y paso hacia el interior sin apartar la vista de mi padre. Parece nervioso. No, está nervioso.
-¿Qué sucede papá? ¿Qué haces aquí?-Lo interrogo y este comienza a acomodar su corbata; no me había fijado en lo bien vestido que está.
-Ya te lo he dicho, fui invitado. Deberías dejar de ser tan insistente-me contesta, frío, y me desconcierto por su actitud. Nunca me había hablado así. Este parece notar mi rostro desconcertado, porque dice: -Lo siento, mi amor. Anda, pasen-nos dice, señalando con su mano el portal de lianas que da paso hacia la multitud en el local. Mi sentido de audición parece haber estado apagado, porque ahora escucho la música y el parloteo de las personas. Miro a papá por última vez y traspaso el portal que me dirige hacia veinte años atrás.
Estoy nerviosa, tanto, que me aferro al brazo de Vanellys con fuerza. Observo mi alrededor y a mucha de esta gente no la reconozco. Las miradas se posan en mí, me escanean, me observan sin ningún disimulo. Me siento incómoda y me aferro aún más de Vanellys.
-¿Y a quién saludarás primero?-Me susurra ella, pero no soy capaz de contestar hasta después de varios segundos de vacilación.
-No lo sé, quizás a Alejandra, pero no la veo por ninguna par...
-¡Susan!-Me detengo cuando escucho a alguien gritar y reconozco su voz.
-Alejandra-suelto con alivio y cuando ella llega a mi lado, me abraza con fuerza. Nunca me había sentido tan aliviada por verla.
-¡Pensé que no vendrías! Nunca me confirmaste-exclama y me escanea con la mirada-. ¡Te ves hermosa! Eres una de las pocas que se ve igualita que en la preparatoria-dice, pero realmente no sé si habla con honestidad. No lo ha dicho despectivamente ni nada.
-¿Susan?-Alguien a mis espaldas habla y veo a una mujer de cabello rizado y corto con algunas tonalidades de gris-. Sí, ¡eres tú!-exclama la regordeta mujer y trato de reconocerla, pero no lo logro. No digo nada para no meter la pata-. ¿No sabes quién soy?-No, no lo sé, quiero decirle, pero solo guardo silencio y sonrío forzadamente para no hacerla sentir mal.
-Claro que sabe quién eres, Mercedes. ¿No es así, Susan?-Suelta Alejandra y asiento, sonriéndole con agradecimiento. Es Mercedes, esa chica morena que sufrió la muerte de su hermana por culpa de Cecilia Johnson. Ha cambiado demasiado; ya no es esa chica esbelta y de rostro brillante. Ahora es una mujer con canas y regordeta, así que no me culpen por no reconocerla.
-¡Mercedes! ¿Cómo has estado? ¿Qué de tu vida?-Exclamo y la saludo con un beso. Esta me sonríe ampliamente.
-Trabajo como abogada en un bufete en el pueblo donde crecí-dice con energía y sonrío. Al menos a ella le va bien.
-Me alegra oírlo-le digo y esta asiente.
-¿Y tú qué has hecho? Supe que perdiste tu clínica dental-me dice y siento mi yugular saltar.
-La vendí-corrijo-.
Recientemente conseguí trabajo en una clínica-le digo y esta sonríe, creo que con sincera simpatía.
-¡Qué bueno! He escuchado por ahí que eres excelente ortodoncista.
-Eso depende de cuán satisfechos salgan mis pacientes; puedo decir que he ganado un buen prestigio gracias al excelente equipo...
-Qué modesta eres, Susan. Que no te pese decir que eres buena en lo que haces-replica Mercedes y sonrío. Así seguimos, y cuando menos lo espero, conversamos calurosamente de nuestras vidas. Omito detalles que no creo que sean relevantes, y cuento otros que me parecen apropiados para la ocasión. Hablo sobre mis maravillosos hijos, le cuento sus travesuras y nos vemos riendo y disfrutando de la charla.
-Hola, chicas-Manuel llega a nuestro lado y me giro un poco en la silla donde me senté para charlar mejor con Mercedes. Saludo a mi mejor amigo y le sonrío.
-¿Manuel? ¿Manuel Hudson?-Escucho la conmoción que ha causado este hombre y ruedo los ojos. En segundos mi mejor amigo se ve rodeado de mujeres revoltosas y parlanchinas. Ni la edad puede cambiar a estas "chicas"-ya ese término les queda pequeño- hormonales y chillonas.
-¿Cómo ha estado él? ¿Logró superar lo de... Elizabeth?-Susurra Mercedes y procedo a contarle-muy por encima-cómo ha ido superando Manuel la muerte de mi mejor amiga.
Sigo charlando con ella; de vez en cuando alguien se nos acerca y charlamos sobre nuestras vidas. Nadie parece querer humillarme como creí que pasaría. Incluso me quedo sorprendida cuando me entero de que hay quienes le fue peor que a
mí. A una chica se le quemó la casa y perdió todo. El mariscal de campo de la escuela recibió una beca de la universidad, pero no pudo continuar en el deporte ya que tuvo un fuerte accidente. Pam Anderson-una de las más inteligentes de mi clase- no pudo terminar su carrera porque se embarazó y tuvo que cuidar a su hijo como madre soltera.
Y así me he ido enterando de muchas historias. La noche ha marchado bien, me sorprende lo prejuiciosa que estaba siendo al pensar que todos eran una bola de hipócritas y bastardos. Quizás lo estén siendo, algunos siempre fingirán que se alegran por los logros de sus compañeros, pero eso no importa. Cada cual le busca sentido a su vida de la manera que quieran.
Vanellys parece divertirse bailando. Me satisface el verla tan llena de vida. Lo merece. Observo a mis excompañeros bailar bajo las luces intermitentes multicolores. Me he quedado sola sentada en la silla. Solo miro cómo todos se divierten, cómo algunos reviven momentos con sus amigos, cómo se han convertido en adolescentes nuevamente. No todo debe ser sobrio y recto en la vida de un adulto. Divertirse no es cosa de edad, sino de espíritu. Y ese espíritu adolescente siempre estará presente, solo es cuestión de dejarlo salir en el momento adecuado.
-¡Hola, nena!-pestañeo varias veces consecutivas para enfocar el rostro de Wesley y Dana. Sonrío al verlos.
-Hey, pensé que la parejita no vendría hoy-les digo mientras ambos me abrazan para saludarme.
-No pensábamos hacerlo, pero cuando mamá llegó a casa y supo que no estábamos en el reencuentro,
prácticamente nos botó de nuestra propia casa para que fuéramos. Es muy tradicionalista para estas cosas-replica Wesley y sonrío.
-Además estábamos muy aburridos en casa sin la nena; se fue de campamento con las amigas-añade Dana.
-¿Y Derek? ¿Dónde está?-Me pregunta Wesley y siento como si tiraran de mi estómago con fuerza. Agacho la mirada.
-Aquí estoy-su voz me encrespa lo vellos de la piel. Todos miramos a espaldas de Wesley y lo veo. Mi pulso sale disparado y me levanto de la silla como resorte.
-Derek, ¿q-qué haces aquí?-Balbuceo y lo veo acercarse. Mi boca se me seca al notar lo desquiciantemente hermoso que se ve. Lleva un pantalón de vestir ajustado color azabache y una camisa de mangas tres cuartos del mismo color y corbata. Está completamente vestido de negro; se ve casual y a su vez elegante.
-Estoy donde debería estar-replica y siento mi corazón galopear de alegría. Quiero correr y abrazarlo, pero me contengo. Wesley y Dana nos miran como si fuéramos dos dementes.
-Bien, iremos a saludar-dice Dana, pero solo puedo posar mi atención sobre Derek. Él también solo me mira a mí. Dios, necesito abrazarlo.
La pareja se retira y nos quedamos los dos parados, observándonos en silencio, pero con miles de palabras flotando en el aire por nuestras miradas. ¿Qué espera? Que me bese, ¡pero ya!
-He pasado toda esta maldita semana esperándote-susurra Derek, acercándose con lentitud. Trago duro-. Esperando que te acercaras; esperando una palabra de comprensión-se aproxima aún más hasta que
llega a centímetros de mi rostro, de modo que nuestras narices se rozan-. Esperando que me beses-con este último susurro mi cuerpo reacciona y tiro con fuerza de sus hombros para estampar un beso en su boca; un rico y cálido beso que tanto he necesitado y por orgullo me he puesto en ayuno.
-¡Dios!, lo necesitaba-balbuceo contra su boca y siento su sonrisa.
-¡Dios!, y cuánto has tardado-suelta en el mismo tono que antes usé y ambos reímos.
-Lo sé, he sido una idiota-suelto con pesadumbre, pero sigo depositando suaves besos en su boca.
-Una grandísima idiota-replica Derek y muerdo su labio inferior, adrede, cosa que lo hace soltar un quejido, pero luego ríe-. ¡Cómo extrañaba ese rico dolor!-suelta y no puedo evitar reír.
-Te extrañé, Derek-murmuro y veo cómo de su boca tira una ancha sonrisa.
-¿Qué has dicho?-Suelta, juguetón, y pongo los ojos en blanco.
-He dicho que te extrañé-gruño y este suelta una carcajada. Luego
toma mi cintura y me pega a su pecho.
-No tienes ni idea de cuánto yo te he extrañado, mi niñita presumida-sonrío-. Es increíble cómo podemos dormir en la misma cama y estar tan lejos.
-Yo...
-Shh... cierra la boca, Susan-me calla con un beso-. Ya no quiero más disculpas, no quiero sentir que te pierdo. No quiero estar cerca de ti y tan lejos al mismo tiempo. Ya no quiero más misterios, ya no quiero ser más tu vecino misterioso...
Me besa con vehemencia, me besa como siempre ha podido hacerlo Derek Johnson.
-Es por eso que romperé cada uno de mis secretos, ya no quiero que una verdad oculta quiebre lo que tenemos. Susan, hay algo que debo decirte...
Se separa de mí y mete las manos en sus bolsillos. Parece asustado, y eso me preocupa.
-¿Qué?-Suelto, impaciente. Derek mira hacia atrás y cuando enfoco mi vista, él le hace un movimiento de cabeza a Rebeca y esta toma a mi padre por el brazo para llevárselo hacia la salida.
-Susan, durante mucho tiempo te he ocultado las cosas. Ya no quiero hacerlo más...
-Derek, habla...
-Ayer hablé con el fiscal Jason Thompson...
-¿Jason Thompson? ¿Jason? ¿El mismo Jason que conocemos?
-Sí... Él habló conmigo y también mi tía, Briseida Johnson-abro los ojos como platos-. Es la hermana de mamá. Cecilia estaba involucrada con el mercado negro. Ella torturó a muchas jóvenes y se las vendía a un hombre para que tomara sus órganos. De ahí mamá tenía ingresos muy altos y por eso yo podía costearme mis cosas. Por eso pude
mudarme a una casa enorme, por eso tenía un carro del año, por eso nunca me hacía falta nada... No me enteré hasta esta noche que mi tía habló conmigo.
-¿Pero qué tiene que ver esto conmigo?-Inquiero, nerviosa.
-Mi tía asegura que la abuela Charlotte fue asesinada por el mismo hombre que hacía negocios con mamá...
-¿Asesinada?-Chillo. Por suerte todos están entretenidos bailando.
-Sí. Cree que no murió por causas naturales. Además de todo esto, Jason me mostró fotografías de las víctimas del mercado negro. Hallaron cuerpos aún sin ser extraídos sus órganos, con una marca morada en su pecho-Derek señala su pecho y como por inercia miro a Vanellys, quien baila enérgicamente con un chico.
-Tú y Vanellys tienen esa marca-ahogo un grito y Derek asiente.
-Pero ahora no me preocupa esto. Me preocupan tú y tu madre-dice y frunzo el ceño.
-¿Mamá?...
-Sí... Mi tía me enseñó una fotografía del hombre que pudo haber asesinado a mi abuela y está involucrado con el mercado negro: Richard Dillard.
Abro los ojos como platos y cubro mi boca con ambas manos. No puede ser. Richard...
-¡Esto no puede ser posible! ¿Richard?-Derek asiente y puedo notar lo nervioso que está al igual que yo.
-Tu padre estaba aquí para vigilar cualquier movimiento mientras yo iba con Mónica. Está aterrado con todo esto. Tu madre está con Richard en la casa; no podemos dejarle saber a ese imbécil que sabemos la verdad. Jason está enterado de todo y está montando vigilancia en casa de tu madre. Les pedí que no hicieran
ningún movimiento hasta que yo hablara contigo y te explicara.
Muerdo mi labio inferior con nerviosismo y siento todas mis articulaciones temblar. ¡Dios!, esto es demasiado para digerir de sopetón. ¿Richard? No lo puedo creer.
-Susan, pero hay algo más que debes saber-suelta Derek y su timbre de voz tiembla.
-¿Qué más hay?-Gimoteo con miedo.
-Susan, hay alguien que...
Un teléfono comienza a sonar y Derek agita sus bolsillos para tomar el suyo. Lo están llamando y su rostro cambia cuando ve quien lo llama.
-Es Jason-dice y agito la mano para que tome la llamada cuanto antes-. Dime-contesta de inmediato y la ansiedad me cubre como manto.
No escucho lo que le dice Jason, pero el rostro de Derek ha palidecido tanto que trago con dificultad.
-¿Cómo se enteró? ¿Hace cuánto que huyó?-Sus palabras hacen que el miedo se apodere de mí por completo-. Voy para allá enseguida-cuelga la llamada y evita el contacto visual conmigo, cosa que me asusta aún más, si eso es posible en estos momentos.
-Richard huyó de la casa y... se llevó a Mónica-mi corazón se salta un latido y suelto un sollozo ahogado.
-¡No!...
-Debo ir para allá...
-¡Voy contigo!-chillo enseguida, pero Derek niega.
-Susan, debes quedarte aquí con tu padre. No puedes venir conmigo, sería muy peligroso...
-¡¿Por qué?! ¡Voy contigo! ¡Mamá puede estar en peligro!-sueno aterrada y Derek toma mi rostro con ambas manos para encararme.
-Por favor, Susan, haz lo que te pido, quédate. Si vas conmigo puede ser
muy peligroso, hay alguien que quiere hacerte daño. Prometo explicarte luego-vacilo por eternos segundos hasta que asiento.
-Por favor, llámame en cuanto llegues y sepas todo-Derek asiente y deposita un rápido beso en mis labios.
-Ve con Carlos y Rebeca; ellos están cuidando de ti. Por favor, no hagas nada estúpido. Vendré tan rápido como pueda y te buscaré-asiento y este deposita otro beso, esta vez más largo y con fuerte presión-. Te amo-suelta y se va dando grandes zancadas hacia la salida, dejándome con un torbellino de emociones y sensaciones agridulces.
El sonido parece querer meterse en mis oídos ahora con mayor claridad, y miro hacia Vanellys, quien continúa divirtiéndose, ajena a lo que sucede. Suelto un largo suspiro quejumbroso y camino rápidamente hacia la salida.
Rápido que salgo veo a papá y a Rebeca hablando con Derek. Mi progenitor parece más allá de lo alterado; creo que ya se enteró de la noticia sobre mamá.
-¡Ese imbécil no pudo habérsela llevado! ¡Juro que lo mataré con mis propias manos!-vocifera mi padre y mi cuerpo continúa temblando. Nunca lo había visto tan alterado. Normalmente él es pasivo.
-Voy para allá-le dice Derek y comienza a caminar hacia la salida.
-Voy contigo, ¡y no me digas nada!-grita mi padre y sale por la puerta de inmediato. Derek mira a Rebeca y luego nota mi presencia. Me aproximo hasta llegar a su lado y el de ella.
-Por favor, cuida de ella en lo que llego-le pide Derek a Rebeca como si yo no estuviera presente. Esta asiente de inmediato y él se va dando
grandes zancadas.
Ahora solo somos ella y yo en este vacío pasillo.
-Voy para el baño-digo y esta toma mi brazo para detenerme.
-No hagas nada estúpido, Susan-dice y me suelto de su agarre con más brusquedad de la que pretendía.
-No lo haré-digo entre dientes, cabreada por su tono autoritario, y comienzo a caminar hacia el baño.
Me limpio la cara con agua para refrescarme un poco y cierro los ojos. Esto es demasiado... ¡Mi vida es un completo drama! No olvido las palabras de Derek: "Ya no quiero ser más tu vecino misterioso".
-Anda, dime un número-me insistió Derek, por cuarta vez. Estábamos en su auto, aún enfrente de mi casa. No quería decirme para dónde iríamos.
- ¿Para qué?-Puso ojos de cachorrito.
- Ay, está bien-le dije, fingiendo fastidio-. Te diré el número ocho.
- ¡Perfecto!-soltó con entusiasmo.
- ¿Para qué es el número?-Le pregunté. No negaba que la curiosidad se incrustaba en mi pecho; Derek siempre me dejaba con la duda.
-Te explicaré cuando lleguemos-dijo, besando mi mejilla y yo lo fulminé con la mirada.
-Tú y tus misterios-le dije y él soltó una risotada.
-Sabes que te encanta-dijo, tirando un guiño. Yo sonreí.
-Por supuesto. Me encantas, mi vecino misterioso...
-No suena mal-dijo, sonriendo y arrancamos...
Abro los ojos y una sonrisa tira de mi boca. Aún está fresca en mi
memoria esa noche en donde Derek y yo recorrimos de la mano los ocho lugares que me llevarían hacia una propuesta. Una propuesta que perduraría para siempre. Ahí decidí recorrer el camino de la vida junto a él, y aunque el destino en algún momento nos separó, el pasado nunca pudo acabar con un amor que es inquebrantable. Un amor más allá de los secretos, más allá de cualquier cosa que el destino nos depare...
No quiero perderlo, no lo soportaría jamás. Necesito estar junto a él, necesito sobrepasar esto juntos y salvar a mamá.
Mamá...
No puede pasarle nada a ella, no lo voy a permitir... Pero, ¿qué hago?...
Cambridge...
Cambridge me ayudará. Debo llamarlo y pedirle que me busque.
Tomo mi teléfono y marcó su número enseguida. Contesta después de la tercera llamada.
-¿Susan?...
-Oh, Dios mío, qué bueno que contestas. ¡Augusto, necesito tu ayuda!-sueno alterada y trato de respirar.
-Cálmate, querida, ¿qué sucede? ¿Qué pasa?-Parece realmente preocupado.
-Necesito que pases a buscarme al Blue Stone. Tengo que llegar a casa de mamá. Richard está en el mercado negro, la policía estaba en su casa y huyó con mamá, debe estar en peligro y necesito saber qué ha pasado, necesito llegar junto a Derek, ¡pero ya!-hablo tan rápido que temo no me haya entendido, pero cuando me informa que viene enseguida a buscarme, siento un alivio en mi hombros.
Cuelgo la llamada y... ¿Rebeca? ¿Qué voy a hacer con esa? Está vigilando mis pasos. ¿Cómo
le hago para salir del baño sin que me persiga a donde vaya?
Piensa, Susan, piensa...
Camino hacia la salida del baño y me asomo por la puerta. Ella está parada justo al frente del sanitario, mirando hacia el lado. Tomo una respiración profunda y salgo de aquí.
-Rebeca-la llamo y esta me mira enseguida.
-¿Está todo bien? ¿Te pasa algo? Dime-suelta con tanta preocupación que me irrita. Odio a esta chica tan preocupada y buena. En estos momentos preferiría que fuera la odiosa de hace veinte años atrás y así le estampo un puño en la mandíbula que cae al suelo y puedo huir sin problemas. Claro, bien a lo Rocky.
-Estoy bien; es solo que debo sacar a Vanellys de la fiesta y no tengo corazón para hacerlo, se está divirtiendo tanto-le digo inocentemente.
-Solo hazlo y ya. Además, puedes dejarla un rato más, Derek aún no llega-replica y vuelve a colocarse en la pared, mirando para todos lados. Muerdo el interior de mi mejilla para no soltarle dos o tres groserías.
-Tenemos que explicarle lo que sucede-insisto y esta niega.
-Le explicamos luego-dice y me dan ganas de patearle el trasero. ¡Es tan difícil!
-Ella tiene esa marca morada en el pecho, ¿no crees que es injusto que esté ajena a lo que sucede? ¡Estoy harta de los misterios!, ¡de las mentiras! ¡Debemos decirle a Vanellys lo que sucede! ¿Entendido?-Al parecer el haberme alterado logró el efecto que quería, pues Rebeca asiente y comienza a caminar por el pasillo.
-Vayamos a decirle qué pasa-dice y maldigo en mis adentros.
Mi teléfono vibra y veo que es un mensaje de Cambridge, avisándome que ya llegó, tal y como se lo pedí. Rebeca abre la puerta 67 del reencuentro y me da paso. Miro el pasillo, nerviosa, y luego entro.
Rebeca está detrás de mí. Busco con la mirada a Vanellys y la veo sentada en la mesa, descalza y espeluznada, tomando algo.
-Allá está, vamos-le digo a mi rubia escolta y dejo que sea ella quien se vaya adelante. Es ahora o nunca.
Miro a mi alrededor, cerciorándome de que no haya ningún obstáculo, y hago lo más desesperado que puedo hacer en un momento como este: corro.
Corro lo más que puedo y me doy palmeadas en el hombro mentalmente por haber usado sandalias para la ocasión. Escucho a Rebeca gritar mi nombre, pero no me detengo. Llego a la puerta de salida y la abro lo más rápido que puedo. Continúo corriendo y veo el auto de Cambridge. Comienzo a gritarle que abra la puerta y cuando llego a ella, está abierta y me introduzco en el auto con la respiración agitada y el corazón martillando deprisa.
Veo a Rebeca correr hacia el auto y mi pecho se aprieta con fuerza.
-¡Arranca!, ¡arranca!-le grito a Augusto y este pone en marcha el auto enseguida. Cuando veo que nos alejamos, suelto el aire contenido y recuesto mi espalda en el respaldo del asiento.
-¿Qué ha pasado?-Inquiere el conductor del auto con los ojos como platos. Procedo a explicarle mi huida y este se queda con su rostro serio.
-No debiste huir, debiste haberle hecho caso a Derek-me reprende y bajo la mirada unos segundos, luego miro hacia la
carretera oscura.
-Lo sé, pero necesito estar con él. Gracias por buscarme-le digo y este sonríe.
-¿Por qué precisamente me llamaste a mí? Sabes que a Derek no le agradará la idea-replica.
-Porque confío en ti-le digo y recuesto mi cabeza de la ventanilla. Cierro los ojos.
-¿Quieres escuchar algo de música?-Inquiere y murmuro como respuesta.
De la radio comienza a sonar una relajante canción de ópera.
-¿Te gusta la ópe...
Abro los ojos de golpe y lo miro enseguida. Este conduce más despacio. Me lanza una mirada extraña y trago duro.
-¿Te gusta la ópera?-Inquiero ahora y este asiente. Mi corazón parece un motor de auto en estos momentos. Esa canción de ópera la he escuchado antes, es la misma que escuché en el apartamento de Vanellys... Dios mío...
Cálmate, Susan, solo es casualidad...
Augusto Cambridge detiene su auto y comienzo a temblar.
-¿Q-Qué sucede?-Le pregunto con voz temblorosa y de su boca tira una sonrisa ancha que ahora me resulta escalofriante.
-He de admitir que me facilitaste las cosas... No debiste confiar en mí-suelta, y sin tener tiempo siquiera para respirar, este alza algo de forma cilíndrica y lo estampa en mi cabeza. Lo único que veo es borrosidad y cómo una manta negra me cubre la vista.
...
Siento que mi cabeza va a estallar. No veo nada. Todo es oscuridad. Lo único que puedo visualizar son diversos puntos de colores en mi vista. Escucho voces lejanas; parecen dos hombres hablando.
Pestañeo múltiples veces y siento mi sien latir. Estoy acostada en algún lugar... ¿Dónde... estoy?
-¿Cómo la trajiste?, ¿cómo accedió a venir?-Escucho una voz masculina irreconocible y desesperada. La persona que habla parece eufórica.
-No pensé que fuera a recurrir a mí tan fácilmente; la creí más inteligente-ese que habla es Cambridge, reconozco su voz. Escucho la ópera retumbar en mi cerebro; veo algo cilíndrico alzarse en mi vista y veo a ese hombre estamparlo sobre mi cabeza. Maldito hijo de...
-¿Cómo la convenciste?, ¡¿qué hiciste?!-La otra voz pregunta, ahora con más histeria. ¿Quién es ese hombre?
-Al parecer la policía ya se enteró que el imbécil de Dillard trabaja para mí en el mercado-gruñe Cambridge-. Ese inepto no sirve para nada; sabía que terminaría por ser descubierto-siento la bilis subir por mi garganta. La forma de hablar de Augusto Cambridge me sorprende, parece otro hombre; uno frío, sin escrúpulos. ¡Trabaja en el mercado negro!
-Me estoy impacientando, doc-escucho que se queja la otra voz y creo que Cambridge es el que se ríe. Mi cabeza da otra punzada y cierro los ojos con fuerza.
-Ella vino a mí, me llamó para que la llevara junto a su amorcito-escucho un gruñido algo desquiciado de parte del otro hombre-. Para que viniera solo tuve que dejarla inconsciente-añade Cambridge.
-¿Cómo lo hiciste?-Inquiere la desconocida voz. No escucho respuesta de parte de Cambridge-. ¿Cómo lo hiciste?-Repite entre dientes.
-Solo le di un pequeño golpe-dice
Augusto. El silencio que le sigue me resulta escalofriante.
-¡¿La tocaste?! ¡¿Te atreviste a tocarla?!-Grita la voz y doy un respingo, algo que empeora las punzadas en mi cabeza. Se escucha un disparo y mi corazón se congela.
Solo pienso en que ese disparo fue dirigido a Cambridge; solo pienso que Cambridge está muerto ahora mismo. Solo pienso en que hay alguien allá fuera que puede matarme.
Tiemblo, tiemblo como en una noche fría de invierno. ¿Dónde estoy? ¿Con quién estoy? ¡Necesito salir de aquí!
-El próximo disparo será para ti si no haces lo que te encargué exactamente como te lo pedí... ¡La tocaste! ¡La tocaste! ¡Te dije que no lo hicieras, maldito bastardo!-escucho al extraño gritar en histeria-. ¡Ahora muévete y haz lo que te encargué!
Suelto el aire cuando escucho a Augusto hablar y unos pasos perderse en la lejanía. No debería sentirme tan feliz de que siga con vida, pero no dejo a un lado que es el padre de Derek. ¡Dios mío! ¡Es su padre! ¿Cómo es que puede tener a un padre así? Al parecer el círculo familiar de Derek es de psicópatas. El solo pensamiento me comprime el corazón.
Escucho algo abrirse y de inmediato cierro los ojos, fingiendo no haber escuchado nada. Mi corazón puedo sentirlo en la garganta, late tan fuerte que me resulta molestoso y doloroso. Tengo miedo, estoy más allá de lo asustada. ¿Quién está ahí? La incertidumbre me carcome.
Unas manos agarran mi cuerpo y siento cómo me suben a unos hombros. El movimiento me marea y siento náuseas. No puedo evitar moverme un poco y soltar un gemido
quejumbroso.
-Ya, mi amor, todo está bien-escucho que me susurra la voz y la repulsión inunda mi pecho. ¿Quién es este hombre? ¿Por qué me habla con tanta calma y... dulzura?
Siento una superficie blanda en mi espalda; creo que estoy en un sillón. Tiemblo incontrolablemente...
-Ya estás a salvo, mi amor, ya estás conmigo-vuelve hablar la voz y la persona me quita lo que me obstruye mi campo de visión.
Todo es borrosidad, no logro enfocar la estancia en donde estoy. Solo veo a una figura frente a mí.
-Hola, mi vida-dice el hombre y acaricia mi mejilla. Me aparto enseguida y me cubro a la defensiva.
-¿Quién es usted?, ¿qué hago aquí?-Gimoteo y lo escucho suspirar.
-¿No sabes quién soy, mi amor? ¿No sabes de verdad?-Susurra y trato de enfocar su rostro, pero aún sigue viéndose borroso.
-No... lo sé-jadeo y el hombre guarda silencio. Creo ver una sonrisa en su rostro.
-Eres única, mi amor-susurra y los vellos de mi piel se encrespan por el miedo-. Es única, señorita McMahon...
Mi vista enfoca ahora con claridad y veo a un hombre mayor de cabello rojo y tez pálida.
"Es única, señorita McMahon"...
Abro los ojos como platos y mi corazón parece haberse paralizado...
- Señorita, espere -me dijo, acercándose a mí.
- ¿Sí, profesor?-Le dije, apresurada.
- No me ha dicho si acepta lo de la clase extra -afirmó, llevándome a su escritorio para que me sentara.
- Pues, lo estuve pensando
y no puedo, profesor.
- ¿Por qué? ¿Por qué no puede?-Me preguntó y su rostro cambió; parecía decepcionado.
- Es que un amigo me regaló un cachorrito y tengo que cuidar de él después de la escuela.
- Oh, pero eso es lo de menos, solo es hora y media de clase. Podrás cuidar de tu cachorro, no te preocupes -dijo en un tono desesperado. ¿No captaba que no me interesaba?
- Está bien, profesor, acepto - no quería coger esa maldita clase extra, pero mi profesor seguiría insistiendo y Derek debía estar esperándome, así que acepté.
- ¡Excelente, empezamos mañana! -dijo con entusiasmo.
- Bien, adiós, profesor.
*
- ¿Tienes novio?- Me preguntó el profesor. Me quedé paralizada ante esa pregunta.
- ¿Disculpa?- Dije, para asegurarme que había escuchado bien.
- Que si tienes novio... Me imagino que una joven como tú debe tenerlo - me quedé en un estado de perplejidad-. Oh, disculpa si te incomodó la pregunta.
- No, no tengo novio -contesté y seguí haciendo el ejercicio.
- Eres diferente a las demás jóvenes -el profesor habló, levantándose de su escritorio. Intenté seguir haciendo el ejercicio, pero sentir al profesor cerca me desconcentraba. No sabía qué decir. Me sentía incómoda y quería salir de allí de inmediato. El profesor se acercó aún y dijo en susurros: - Es única, señorita McMahon.
Este hombre que tengo enfrente es el profesor Meléndez. Solo que ahora es un señor mayor, con arrugas en sus ojos y cabello con tonalidades grises, aunque aún conserva su cabello rojo. ¡Es el pervertido profesor! ¡El que intentó propasarse conmigo hace veinte años atrás en un aula de clases! ¡Es el hombre al que nunca acusé! ¡Nunca hablé sobre ese incidente!... ¿Qué está pasando? ¿Qué hago aquí?
-¿Q-Qué quieres? ¿Profesor?-Balbuceo y este intenta acariciarme, pero me aparto de inmediato.
-A ti, mi amor, solo a ti. No sabes lo mucho que esperé este momento, el momento en donde ambos nos volviéramos a encontrar como la última vez. ¿Lo recuerdas? La química que hubo entre nosotros fue increíble...
-N-No hubo nada, usted intentó propasarse conmigo-jadeo y este niega sonriendo.
-No niegues lo que hubo, mi vida... Todo hubiera sido excelente si aquel bueno para nada de Derek Johnson no nos hubiera interrumpido-cuando menciona a Derek algo en mí se estremece con violencia.
-N-Nada hubiera pasado nunca-digo ahora con más fuerza. Su rostro pasa de sonriente a serio en fracciones de segundos.
-Te he extrañado tanto-suspira-. No sabes lo mucho que he hecho para volver a encontrarnos-añade y siento ganas de vomitar-. Bah, pero ya habrá tiempo para conversar. Ya te tengo aquí conmigo, ya nunca te irás de mi lado, mi amor. ¿Y sabes por qué?...
Niego y trago con dificultad.
-Porque Derek Johnson no está.
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Capítulo XXIX: Amenazas
DEREK
Conduzco saltándome cada luz de tráfico, importándome poco si algún policía intenta intervenir. Perdí de vista a Carlos, pero sigo adelante; él sabe lo que hace, trabajó durante más de treinta y cinco años como agente.
No dejo de reproducir en mi mente que Mónica podría estar en peligro por el maniaco de Richard. Estoy tenso, siento la tensión en mis hombros, pero a su vez siento calma; una contradicción que ni yo mismo entiendo. Se sintió tan bien abrirme completamente con Susan... Liberé la carga que llevaba sobre mis hombros, no del todo, pero es un comienzo. Aún queda decirle sobre él, sobre ese imbécil que se obsesionó con ella. ¿Cómo pude permitir algo así? ¿Por qué no hablé cuando su propio profesor de matemáticas intentó propasarse con ella?...
Sencillo: porque pensé que amenazándolo y haciendo todo lo posible para que no volviera a acercarse a Susan lograría algo.
Y así fue, el imbécil se acobardó cuando aquella misma tarde después de haber dejado a Susan en su casa, regresé a la escuela y me acerqué a su aula, dispuesto a hacer lo que fuera necesario para que no volviera a acercarse ni un centímetro sobre Susan, como lo había encontrado en su primera "clase extra", que más bien era una excusa para propasarse con mi chica.
Recuerdo que lo vi recogiendo sus cosas del escritorio; estaba haciéndolo deprisa, como queriendo salir cuanto antes del aula. Toqué la puerta; él dio un respingo y se giró bruscamente hacia mí. Cuando me vio, sus ojos se abrieron ligeramente y dejó caer unos cuantos libros al suelo. Era un cobarde, y admito que eso me dio más confianza con lo que hacía.
-Buenas tardes, profesor-le dije con mucha calma. Quería jugar con él, asustarlo. Este comenzó a recoger los libros y podía ver que sus manos temblaban.
-¿Q-Qué se le ofrece?-Balbuceó. Yo solo sonreía; admito que solo lo hacía para lucir calmado, porque en realidad quería caerle a golpes por cómo lo había visto tan cerca de Susan. Para ese entonces era muy impulsivo, sigo siéndolo, pero he intentado controlarlo. Supe que podía hacerlo aquella vez que Pablo fue al hospital para hostigar a Susan; si hubiera sido hace unos años atrás, lo mataba a golpes. En cambio, pude controlarme, y es que el amor de Susan es inquebrantable, nuestro amor es inquebrantable, y eso nada ni nadie lo puede cambiar.
Bien, como iba, me preguntó que qué se me ofrecía, y yo me le acerqué lentamente, como un león intentando acercarse a su
presa con destreza, sutileza.
-¿Ha oído hablar sobre la liebre y la tortuga, profesor?-Comencé a decir, desplazándome despacio, rodeándolo. Este asintió-. Pongamos que usted es la liebre y yo la tortuga-dije y podía sentir su pesada respiración. Me satisfacía verlo tan asustado-. Usted da pasos agigantados, profesor. Se mueve rápido, quiere llegar rápido a su meta. En cambio, yo voy paso a paso... despacio-le susurré esta última palabra y vi que cerró los ojos. Sonreí con satisfacción.
-¿Hasta dónde quiere llegar?-Me dijo y me planté frente a él, desafiante.
-Lo que digo, profesor, es que no importa qué tan rápido haga las cosas, yo, a mi paso, lo alcanzaré-no sonreí, para este entonces el coraje empezaba a engullir mi pecho.
-¿Qué mensaje me está llevando, joven? Me temo que no sé de qué habla-ahora hablaba con calma, como si de verdad no supiera a qué había venido. Era un imbécil.
-Me temo que sí sabe cuál es el mensaje-dije entre dientes, acercándome a su rostro-. Pero te lo diré directamente por si alguna parte de tu cerebro no lo capta: aléjate de Susan.
-Soy su profesor, eso no es posible-su cinismo era palpable.
-No seguirá siendo su profesor si se le vuelve a acercar. Sería una pena que lo acusaran de pedófilo y perdiera su trabajo. ¿Cómo crees que se sentirían su esposa e hija?-Le solté despacio, y señalé con la mirada la fotografía sobre su escritorio. Allí estaban una mujer y una niña sonrientes. Intuí que era su familia. No me equivocaba, pues su rostro palideció.
-¿Me está amenazando?-Me espetó ahora con fuerza.
-Es evidente que lo hago, al menos captó bien eso-repliqué-. Verá que yo, despacio, a mi paso, acabaré con usted si vuelve a hacer algo como lo que hizo hoy en la clase extra. A Susan nadie la lastimará mientras yo siga a su lado...
-¿Y si Susan es la que quiere acercarse? No has visto cada vez que me provoca; he de admitir que tiene lindas piernas-mi pulso salió disparado y el coraje mermó mi sangre. Enrosqué su camiseta con mi puño y lo acerqué muy cerca de mi rostro, tanto, que su respiración y la mía eran una.
-No mancharás el nombre de Susan, no intentes siquiera pronunciarlo con tu sucia boca-le espeté con fuerza-. Aléjate de ella o juro que yo mismo te mataré con mis propias manos. Hablo muy enserio, no sabes quién soy... Conozco bien a los de tu clase: cobardes, tiran la piedra y esconden la mano, lascivos, pedófilos. He conocido a gente como tú, y al final terminan tres metros bajo tierra, cavando su propia tumba. Esta será la última vez que te lo diga: aléjate de Susan.
Lo solté y este sonreía cínicamente. Me di la vuelta y me fui, porque su rostro me tentaba a caerle a golpes. Me consta que no volvió a propasarse con Susan, pues en varias ocasiones ella me contaba que el profesor se comportaba frío con ella. Yo mismo le sugerí que Manuel tomara la clase extra con ella. Claro, sutilmente, no quería que sospechara o pensara que lo hacía por celos. Sí, había envuelto celos, pero todo lo hacía para protegerla. Admito que soy celoso, pero tampoco quiero
poseerla, pues ella no es un objeto. Es mía, la hice mía hace muchísimo tiempo, pero quiero que sea un alma libre, que ambos nos amemos con libertad.
Llevo lidiando con ese imbécil desde que Rebeca llegó a mi casa para decirme que el antiguo profesor de matemáticas estaba obsesionado con Susan. Ella misma lo había visto siguiéndola, sacándole fotografías, y un día se acercó a él. Según Rebeca, ella lo interceptó en un supermercado, fingiendo sorpresa por ver a su antiguo profesor. Rebeca le mencionó a Susan y él sonrió, luego le susurró: "Ella sigue siendo mía". Se asustó y fue inmediatamente a decírmelo. Al principio creí que era mentira, aún así yo sabía dónde vivía el profesor, y lo amenacé nuevamente para que no se acercara a Susan. Él juró que no se había acercado a ella y creí el asunto resuelto. Hasta que Susan recibió aquel regalo "de mi parte". Ese imbécil estaba cruzando la línea, así que le di la golpiza que se merecía. Otra vez creí el asunto resuelto. Cuando Vanellys me describió al hombre que la había interrogado en su apartamento, supe inmediatamente que era Bart Meléndez. Lo iba a matar con mis propias manos, sentía tanto coraje, tanta rabia, pero luego ocurrió lo de la marca morada. No sé quién diablos la hizo, quién velaba mis pasos cuando salí del hospital de Vanellys; Richard está en el mercado negro, pero no creo que esté solo en eso, debe haber alguien más, ¿pero quién? Vanellys dijo que otro hombre se encontraba en su apartamento, pero no supo describirlo bien. Si hubiese sido Richard, ella habría hablado
enseguida. Algo más falta en este rompecabezas...
Llego frente a la casa de Mónica y veo lo abarrotada que está de policías. Me bajo del auto sin vacilar, y doy pasos agigantados hacia Jason, quien está hablando por su radio policial.
-¿Lograron localizarlo?-Suelto rápidamente y Jason me pide que espere un momento en lo que habla por el radio.
-La policía de la costa localizó su auto en un viejo motel gracias a tu suegro-me informa Jason después de terminar su intercambio-. Están rodeados por varios agentes liderados por Carlos; vamos para allá-añade y asiento-. Tú te quedas, Johnson, déjanos el trabajo a nosotros-me sujetó por el brazo y ahora me mira directamente.
-Quiero ir con ustedes-replico y este niega.
-Vamos a atraparlo, Derek, te doy mi palabra-me dice y restriego mis ojos, cansado-. ¿Y Susan? ¿Dónde la dejaste?
-Está con Rebeca en su reencuentro-le digo y este me mira de manera extraña-. ¿Qué?-Le espeto y este rasca su cabeza, supongo que algo ansioso. Parece un tic nervioso. Lo ha hecho varias veces.
-Ambos sabemos que Susan nunca se queda de brazos cruzados-dice y algo en mí se revuelve; tiene razón.
-Le dije que volvería por ella-digo, pero más bien lo hago para mí mismo.
-Llámala y asegúrate de que esté bien-me pide y saco mi teléfono sin vacilar. Marco el número de Susan y se hacen cuatro intentos y no contesta. Comienzo a sentir la ansiedad en mi cuerpo.
-No contesta-le digo a Jason; este vuelve a rascar su pelo-. Llamaré
a Rebeca-y como si hubiese sido una invocación con fe, una llamada de Rebeca aparece en mi teléfono. Contesto inmediatamente.
-¿Dónde está Susan?-Inquiero sin vacilar.
-¡Te he llamado mil veces! ¿No ha llegado?...
-¿Cómo que si no ha llegado?-Comienzo a ponerme nervioso.
-¡Hace veinte minutos que huyó con Cambridge!...
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué la dejaste ir?!-Rujo y Jason me mira con expectación y ansiedad en sus ojos.
-¡No fue mi culpa! ¡Salió corriendo de la recepción! ¡Cuando casi la alcanzaba, se montó en el auto de Cambridge y huyó!-Rebeca parece realmente preocupada, así que tomo una respiración profunda e intento calmarme-. Al menos sabemos que está con tu padre-dice finalmente.
-Sal del Blue Stone y ven para acá, no quiero que nada te pase-le digo, teniendo en mente que ella también podría correr peligro por la amenaza de Bart Meléndez.
-Voy para allá-me dice y corta la línea.
-Infórmame-me pide Jason.
-Susan se escapó; estoy seguro de que llegará aquí en cualquier momento. Al menos está con mi... padre-la última palabra aún me cuesta decirla. Jason frunce el ceño y vuelve a tocarse el cabello.
-¿Augusto Cambridge?-Suelta en interrogativa y asiento. Este cierra los ojos con fuerza y es mi turno de fruncir el ceño.
-¿Qué ocurre?...
-No confío en ese hombre-es lo único que dice y comienza a caminar hacia su auto. Yo me quedo plantado justo donde estoy, viendo cómo
los policías se montan en las patrullas y salen deprisa. Solo tres patrullas se han quedado, orden de Jason Thompson.
-Señor, ¿podría por favor entrar en la residencia? Tenemos órdenes de velar por su bienestar y el de su familia-me pide un oficial y asiento, envuelto en un manto de ansiedad y preocupación. ¿Por qué Susan no ha llegado?...
...
Miro por el gran ventanal de la sala de estar, como llevo haciendo la última media hora, y veo el auto de Rebeca, seguido del auto de Manuel y Susan. Me aparto enseguida de la ventana y camino dando grandes zancadas hacia afuera. Los oficiales están alertas y les informo que son amigos los que acaban de llegar.
Ver el auto de Susan me dio la esperanza de que ella era la que conducía, pero esa esperanza se esfumó cuando vi que era Vanellys quien lo conducía, y sale corriendo hacia mí con cara de espanto y me abraza con tanta fuerza que por un momento me aturdo.
-Tengo miedo-dice contra mi pecho y beso su cabeza para intentar calmarla. Creo que ya se enteró sobre la marca morada.
-Tranquila, preciosa, todos estamos aquí y nada va a pasarte-le susurro y beso su frente. Manuel y Rebeca me miran en silencio, con preocupación palpable en sus rostros.
Nadie dice nada cuando entramos a la casa y nos sentamos en la sala de estar. Este silencio es ensordecedor y preocupante. Pero cada cual está lo suficientemente ocupado en sus pensamientos como para hablar.
Me levanto del asiento y me coloco al lado del ventanal, como llevaba haciendo desde que entré solo a la casa.
Cierro los ojos y los siento arder. Estoy agotado; necesito cafeína.
-¿Alguien quiere café?-Suelto la pregunta y todos alzan la mano. Asiento y camino hacia la cocina. Veo que Rebeca me sigue.
-Derek, en verdad lo siento, yo intenté...
-No fue tu culpa; Susan es muy terca, y cuando quiere algo, lo hace-la interrumpo y comienzo a preparar el café.
-Mamá me llamó y dijo que los niños están bien; se han quedado dormidos en la hamaca mientras mamá los mecía-me informa y sonrío. Por un momento me había olvidado de los niños.
-Gracias-le agradezco a Rebeca por ofrecerme una mano con los niños. No quiero que estén involucrados en esta mierda; mientras más alejados los tenga, mejor.
Continuamos en silencio, y cuando el café está listo, Rebeca me ayuda a llevarlo a la sala.
Todo es silencio, sorbos de café, y el viento ha comenzado a soplar fuerte, azotando a los árboles. Vanellys se levanta del asiento y todos la observamos caminar hacia la entrada. Es lo único que podemos hacer, observar todo en silencio y esperar...
-Adelante, hace frío allá fuera-escuchamos a Vanellys y vemos a los oficiales entrar a la casa.
-Solo por un momento, debemos hacer guardia constante. Acepto el café que me ofreciste-le dice un oficial y ella sonríe ampliamente. Todos lo hacemos; esa chica es tierna.
-Enseguida se los preparo-replica y sale volando de nuestro campo de visión. Los seis oficiales miran en nuestra dirección y nos dan un asentamiento de cabeza.
-Adelante, pasen-les
dice Rebeca.
-Estamos bien aquí-dice el oficial Richmond; es lo que vi en su uniforme. Después nuevamente el silencio reina en la estancia.
Manuel no ha dicho ni una sola palabra desde que llegó. Parece estar en otro mundo. Al parecer nota que lo estoy observando, porque gira su cabeza y clava su vista en mí. Le murmuro un "¿qué te pasa?", y este murmura un "estoy preocupado", y yo le murmuro de vuelta un "yo también".
Nuestro pequeño diálogo-murmuro se ve interrumpido cuando escuchamos el grito de Vanellys, proveniente de la cocina. Como por instinto, todos salimos corriendo hacia allá y entramos a ella, alarmados. Los primeros en llegar fueron los oficiales.
-¿Qué ocurrió?-Inquiere rápidamente el oficial Richmond y las mejillas de Vanellys han subido varios tonos de color.
-Se me ha caído... el café-murmura la chica y todos soltamos el aire contenido cuando vemos la harina desparramada en el suelo.
-¡Qué susto nos has dado, niña!-exclama Rebeca y todos nos vemos riendo, aunque creo que son risas nerviosas.
-Volvamos a nuestros puestos-ordena Richmond y cuando dan la vuelta para irse, Vanellys les dice:- ¿Les gusta el chocolate caliente?-Todos giran y parecen verdaderamente deseosos por tomar la propuesta. Creo que fui desconsiderado con ellos; no les ofrecí nada, ¡qué tacaño me pondrán!
-No tiene por qué molestarse, señorita-replica el oficial al mando y Vanellys rueda los ojos, divertida y espontánea como siempre.
-Hace frío, y además, ¿escuchan eso?-Todos
guardamos silencio y logramos escuchar la lluvia caer-. Está lloviendo, no deben mojarse-los oficiales ponen resistencia, pero al final terminan aceptando. Cuando los seis salen de la cocina, todos miramos directamente a Vanellys.
-¡Te gusta!-la acusa Manuel y la chica se sonroja, pero intenta parecer calmada.
-Déjate de estupideces, Manuelito-le dice ella con voz dulce y Manuel niega, cruzándose de brazos. Creo que está enfadado. Es celoso con Vanellys; peor que un hermano mayor.
-Es un hombre, no es para ti-le dice y Vanellys bufa.
-¿Qué necesito?, ¿una mujer?-Se burla y Manuel pone los ojos en blanco.
-Sabes a lo que me refiero, es muy mayor para ti-replica y Vanellys rueda los ojos.
-Tiene treinta tres, no es tan mayor-protesta y yo me estoy divirtiendo viéndolos discutir. Rebeca parece que también lo hace.
-¿Sabes hasta su edad? ¡Sabe su edad! ¡Esto es el colmo! ¡Eso que no te gusta!-Manuel parece un tigre furioso; es tan exagerado a veces.
-¿Y qué si me gusta?-Replica Vanellys, comenzando a enojarse.
-Yo mismo le caeré a golpes-la voz de Sebastián invade la cocina y todos giramos hacia el umbral en donde se encuentra. Vanellys se ha quedado sin habla y Manuel reprime una sonrisa. Sucio. Aunque yo también admito que la cara de la chica me da un poco de gracia.
Sebastián se aproxima más y llega hasta la nevera; la abre y saca de ella el galón de leche. Camina hacia Vanellys y le quita la harina de chocolate. La chica parece que podrá desmayarse en cualquier momento. Todos miramos
la escena en silencio, reprimiendo las ganas de reír.
-Te ayudaré a preparar el chocolate caliente para ti y tus amigos oficiales-le susurra Sebastián al oído y veo cómo Vanellys cierra los ojos. Este chico sí que sabe cómo hacerla estremecer.
-Gracias, Sebastián, así nosotros podremos irnos-le dice Manuel y Vanellys le lanza una mirada asesina. Los tres salimos de la cocina rápidamente y los dejamos solos.
-Tu cuñado es un imbécil-refunfuña Rebeca y río.
-Solo intenta intimidarla; eso que viste solo es el exterior, por dentro es una ternura que se babea por esa chica-replico, porque es cierto; aunque no apoyo la mierda que le hizo.
-Sigue siendo un imbécil-bufa Rebeca.
-Es cierto, es un imbécil, pero hasta los imbéciles son humanos-replica Manuel y cuando llegamos a la sala, nos detenemos abruptamente cuando vemos que allí se encuentra Patricio.
-¿Qué haces aquí?-Le dice rápidamente Manuel y Patricio se levanta del asiento como resorte.
-Y-Yo...
-Se nos autorizó darle entrada al señor, ¿no están de acuerdo? Sebastián Egglesfield nos dio la autorización-nos informa Richmond y no tenemos más remedio que aceptar la presencia de Patricio.
-No quiero incomodarlos-suelta bajito Patricio y su manera de hablar se ve irreal en él. No estoy acostumbrado a este Patricio indefenso y manso.
-Es tarde para eso-gruñe Manuel y se sienta al otro extremo de la sala, alejado de Patricio. Rebeca se sienta a su lado y observa todo con atención. Yo me coloco al lado
del ventanal y observo cómo la lluvia rueda por la ventana. El sonido que produce es relajante y como por inercia cierro los ojos.
Solo veo el rostro de Mónica, mezclado con el de Susan. Ambas McMahon no están y sus ausencias se sienten. Se supone que Susan ya haya llegado, me estoy preocupando. ¿Dónde puede estar metida?
Cambridge...
No tengo su número y Susan no contesta su teléfono.
Saco mi móvil y la llamo nuevamente. No contesta. Joder, ¡qué coja su teléfono! Cierro los ojos con fuerza...
-¡Aquí está el chocolate!-abro los ojos cuando escucho a Vanellys. Sebastián carga la bandeja con los vasos y ella les tiende los chocolates a los oficiales. Sonrío al ver cómo Sebastián deja sin chocolate a Richmond.
-Lo siento, se acabaron-le dice inocentemente y Vanellys lo mira mal.
-Toma el mío-le ofrece su vaso al oficial y este le sonríe.
-Ni una mierda, quédate con tu chocolate-gruñe Sebastián y Vanellys parece a punto de tirarle el líquido caliente en la cara.
-No dejaré al oficial sin su chocolate-replica ella, sonriéndole a Richmond, y Sebastián aprieta su mandíbula.
-Quédate con tu chocolate, yo le doy el mío-y le pone su vaso en las manos al oficial. Este parece notar lo que sucede y sonríe, divertido.
-Gracias, hijo-le dice Richmond y Sebastián pone los ojos en blanco.
-No me hables como si fuera un crío-protesta mi cuñado.
-¡Pues deja de comportarte como uno!-chilla Vanellys y sale disparada de la sala, enojada y refunfuñando. Sebastián
le grita que se detenga y ambos desaparecen de nuestra vista.
Por varios minutos lo único que escuchamos son sus gritos mientras discuten y el ruido del aguacero. Ninguno dice algo. Cuando los gritos cesan, Rebeca dice:-Par de críos-todos reímos y el ambiente se relaja un poco.
-¿Están casados?-Inquiere Richmond y niego, riendo.
-Eso es peor que un matrimonio-dice Manuel.
-Vamos, ¿qué tienen en contra de los matrimonios? Siempre dicen cosas como esas. No es tan malo casarse, eh-replico y los escucho reír.
-Estoy contigo-dice Richmond y noto que mira de reojo a Rebeca. Ahí hay coqueteo, lo noto, eh.
-Ay, vamos, casarse es caer en esa vida monótona y sin sexo del bueno-dice uno de los oficiales y Richmond bufa.
-Tú hasta soltero no das sexo del bueno-le dice su compañero, el trigueño, y todos soltamos carcajadas.
-Cállate, Dan-le espeta el sonrojado oficial.
-Casarse es monótono y aburrido si así lo queremos. El matrimonio no es solo un papel firmado, es amar y hacer de la convivencia tu pasatiempo favorito-dice Richmond, serio, y todos nos callamos. Rebeca lo mira y sonríe, pero aparta la mirada cuando nota que la vi. Reprimo una sonrisa.
-¿Eres casado?-Le pregunta Manuel y Richmond sonríe, creo que algo nostálgico.
-Viudo-dice y nos enseña su anillo-. Pero Jules siempre será mi esposa-añade y veo cómo Rebeca se seca una lágrima. Sus compañeros bajan la mirada. No sé si soy un ñoño, pero siento un pequeño nudo en mi garganta; de inmediato pienso
en mi ausente anillo de matrimonio, pienso en Susan... Diablos, la necesito aquí ahora mismo. Me estoy desesperando.
-A veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos-es Patricio quien habla y todos lo miramos.
-Por lo menos no es mi caso; yo la valoré hasta su muerte-dice Richmond-. Es por eso que su muerte no me pesa; porque no tengo nada de lo cuál arrepentirme-añade y sus palabras calan en mi interior.
-¿Cómo te llamas?-Le pregunta Rebeca y este la mira enseguida, sonriéndole.
-Tom-le contesta y Rebeca asiente.
-Pues, Tom, eres de los pocos hombres con buen corazón que quedan-le dice y ambos se miran en silencio. Bien, siento como si todos los demás sobráramos aquí.
-Vamos, linda, que yo también tengo buen corazón-le dice el oficial regordete. Rebeca rueda los ojos.
-Lo dice el que piensa que en un matrimonio todo se vuelve monótono y no se puede dar sexo del bueno-replica la rubia y todos reímos.
Y así pasa el tiempo, entre charla, risa, anécdotas y chocolate caliente. Sebastián y Vanellys se han integrado nuevamente, aunque ambos no se quieren siquiera mirar a la cara.
Le he dejado cuarenta y dos llamadas perdidas a Susan; no me ha contestado ninguna. Lo único que me mantiene en calma es que está con Cambridge. Si tan solo tuviera su número... Nadie de esta sala lo tiene.
Miro por el ventanal nuevamente y esta vez diviso a lo lejos una patrulla.
-Alguien viene-informo y todos los oficiales se levantan enseguida. Los presentes salimos hacia el exterior y vemos a la
patrulla acercarse.
-Es nuestro compañero-nos dice Tom. La patrulla se detiene y de ella sale Carlos junto a Mónica. Vanellys sale corriendo y se abalanza sobre ella. Parece una chiquilla en estos momentos, aferrándose a Mónica con fuerza. Yo también quiero correr y abrazarla, pero me contengo. Su rostro está rojo, sus ojos llenos de lágrimas. Aprieto mis puños con coraje.
-Te quiero, Mónica, te quiero mucho. ¡No sabes lo preocupados que estábamos!-le dice Vanellys y veo una pequeña sonrisa en el rostro de mi suegra. No me contengo más, y camino para cubrirla con mis brazos y abrazarla con fuerza. Cuando lo hago, esta se desmorona en llantos.
-Richard se entregó-me susurra Carlos-. No opuso resistencia-añade y escucho a Mónica gemir.
-¿Por qué?, ¿por qué él?-Jadea mi suegra sobre mi pecho. Acaricio su cabello y la beso.
-No es tu culpa, Mónica-le susurra Carlos.
-¿Qué hicieron con Richard?-Inquiere Manuel.
-Está en un caso federal, será procesado por el FBI-nos informa Carlos-. Dijo que no trabajaba solo, que había alguien más que no aparecía en la lista del mercado negro. Al parecer el hombre para el que trabajaba se ha encargado de mantener su expediente limpio-añade y todos lo escuchamos con atención.
-El fiscal tenía una lista de sospechosos del mercado negro, personas de altos rangos que mantienen su expediente limpio de cualquier movida sucia-nos dice Richmond-. No era una lista oficial, por eso no podía hacer muchas jugadas para atraparlos, no sin tener pruebas concretas.
-¿Crees
que el fiscal nos pueda brindar esa lista?-Inquiere Carlos.
-Creo que sí-contesta Tom.
-Richard dijo que la persona estaba cerca, pero el bastardo no quiso decirme nada cuando lo interrogué. Quizás si el joven Jason me brinda la lista, la persona esté allí-replica Carlos. Todos escuchamos en silencio.
-Me comunicaré con él-dice Tom y se aleja para hacer la llamada.
-Hace frío aquí afuera, subamos. Mónica debe descansar un poco-protesta Vanellys y todos entramos a la casa, calentándonos.
-¿Y dónde está Susan?-Pregunta Mónica y de inmediato me tenso. Todos me miran para que le conteste.
-Está con Cambridge, ya debe de venir-es lo que digo, pero Mónica me conoce lo suficiente como para saber que miento.
-¿No sabes dónde está?-Me dice despacio y no tengo más remedio que asentir. Esta suelta un largo suspiro.
-Al menos está con tu padre-dice y se sienta en el asiento-. Bueno, díganme, ¿quién me prepara café?-Pregunta y todos ríen menos yo; ya no soporto esta incertidumbre. Algo pasó con Susan; es la una de la madrugada y no sé nada sobre ella.
Pasan varios minutos, y yo solo miro por el ventanal esperando ver la figura de Susan llegar. No ocurre. Observo a Carlos hablar con los oficiales. Nada de Susan. Escucho a Patricio hablar con Mónica; no me sorprende. Esa mujer podría perdonar hasta Judas el traidor. Escucho a Manuel hablar con Rebeca sobre un tema que no me interesa. Nada de Susan. Vanellys y Sebastián discuten por algo, como siempre. Nada de Susan.
Oigo todo, pero no escucho nada. Solo quiero que Susan llegue, ¡pero ya!
Doy un respingo cuando veo el auto de Augusto Cambridge por la ventana. Sin vacilar, salgo de la casa y camino dando grandes zancadas hasta llegar a su puerta y abrirla sin tomarme la molestia de preguntar. Está solo, no viene con Susan.
-¿Dónde está Susan?-Inquiero con ansiedad. Augusto se baja del auto y tiene los ojos bien abiertos.
-Tranquilo, hijo, ella está bien-me dice pasivamente y la ansiedad aumenta.
-¿Dónde está?, ¿dónde está Susan?-Le digo y este comienza a caminar hacia la casa. Yo lo sigo.
-Me pidió que la regresara al reencuentro-me dice y frunzo el ceño.
-Es la una de la madrugada, el reencuentro tuvo que haber terminado-puntualizo y este me sonríe.
-Ella está bien, hijo-vuelve a decir y no sé por qué siento que algo no anda bien.
-¡Aléjate de él!-escucho a Carlos gritar y doy un respingo. Este viene caminando deprisa hacia nosotros junto a los oficiales.
-¿Qué ocurre?-Pregunto y en segundos siento cómo alguien tira de mí con fuerza y enredan unos brazos en mi cuello. Es Cambridge quien lo ha hecho.
-¡Baja el arma!-Grita Richmond y es ahí cuando me doy cuenta que Augusto me está apuntando con un arma. Siento mi pulso salir disparado y mi corazón bombear violentamente.
-Bájela usted, oficial-le dice Cambridge con una calma algo escalofriante. Yo no sé qué demonios está pasando aquí. Augusto me aprieta el cuello con más fuerza y trago con dificultad.
-¡Baje el arma o disparo! ¡Ahora!-le grita Tom y mi padre ríe. Mi padre. Ese mismo que ahora me apunta con un arma.
Todos apuntan en mi dirección, y siento la tensión que hay en el ambiente. La puerta de la entrada se abre y Carlos grita: -¡Todos adentro! ¡No salgan!-escucho el grito de Mónica y los sollozos de Vanellys. Mis articulaciones tiemblan, no sé qué movimiento hacer sin que no reciba un balazo.
-¡No haga las cosas de esta manera, doctor! ¡No cuando ha hecho tanto para mantener su expediente limpio!-ese quien habla es Jason. Ha llegado y ahora también apunta con un arma a Cambridge.
-¡No pienso bajar esta arma! ¡Me llevaré al chico y ustedes no me detendrán! ¡Dispararé si lo intentan!-dice Cambridge y luego me susurra: -Diles que vendrás conmigo, de otro modo no volverás a ver a tu muñequita-sus palabras hacen que los nervios se conviertan en coraje y rabia. Me muevo bruscamente para intentar soltarme, pero este me sujeta con mucha fuerza-. No querrás que ella termine como tu abuelita, ¿no?-Me susurra y siento una fuerte punzada en mi pecho.
-Maldito hijo de puta, fuiste tú-digo entre dientes y lo escucho reír, cosa que no hace más que aumentar mi furia.
-Anda, diles, te doy tres segundos. Apretaré el gatillo, y no solo tú morirás, también el caramelito de tu mujer-me susurra y está tan pegado a mí que siento ganas de matarlo-. Uno, dos...
-¡Bajen las armas!-grito y veo la confusión en sus rostros.
-¡Derek, no te hará daño! ¡No lo voy a permitir!-grita Carlos y siento mi pecho comprimirse.
-¡Iré con él! ¡Bajen las armas!-les grito de vuelta. Todos niegan.
-Ya lo escucharon, viene conmigo, ¡así que bajen sus armas!-grita Cambridge y todos vacilan.
-De esto depende la vida de Susan-jadeo y veo cómo Carlos baja poco a poco el arma. Todos lo hacen después. Escucho la risa de triunfo de Cambridge.
-Muy bien, son buenos chicos-se burla él-. Ahora caminaré hacia mi auto y más les vale no mover ni un solo músculo-ordena y comienza a arrastrarme por el pedregoso camino. Suelto un gemido ahogado cuando aprieta aún más mi garganta. Todos nos miran con miedo en sus miradas y veo que Richmond alza su arma para disparar, pero niego. Si lo hace, las cosas no terminarán bien. Necesito llegar a Susan.
Cambridge me monta en el auto y me amarra las manos. Parece estar confiado de que nadie disparará, porque se toma su tiempo para hacerlo. Cuando estoy inmovilizado, este rodea el auto y enciende el motor.
-¡Qué Dios los bendiga!-grita y arranca. Lo que siento justo ahora es furia, repulsión, miedo y... confusión.
Solo pienso en que este lunático sabe dónde está Susan y necesito llegar a ella.
Un gran agradecimiento al Dr. Oselumen. Nunca creo que exista un lanzador de hechizos de muerte real después de todos estos años de desilusión de los enormes spammers en Internet que se dedican a estafar a la gente, hasta que tuve la oportunidad de conocer al Dr. Oselumen, un lanzador de hechizos real. A través de una amiga íntima llamada Jennifer, a quien el Dr. Oselumen había ayudado antes, cuando lo contacté con su correo electrónico a través de droselumen@gmail.com, le expliqué cómo mi ex me había dado problemas en mi matrimonio, ella nunca me permitió un momento de paz, y Necesito terminar matándola, y no quiero hacer uso de asesino porque será arriesgado, así que necesitaba hacerlo de una manera espiritual, por eso decidí contactarlo, me aseguró que no me preocupara. Me puse en contacto con la persona adecuada en el momento adecuado, cooperé con él y en menos de una semana mi ex estaba muerta, ella dormía y nunca se despertaba gracias al Dr. Oselumen, de hecho, él es realmente un hombre humilde. puedes contactar al Dr. Oselumen para cualquier hechizo de muerte, como matar a tu superior en la oficina y tomar su lugar, hechizo de muerte para matar a tu padre y heredar su riqueza, hechizo de muerte para matar a cualquiera que te haya estafado en el pasado, deletrear para aumentar los salarios, deletrear para la promoción en la oficina, deletrear para recuperar a tu ex amante, si las cosas no funcionan bien en tu vida, entonces debes contactarlo ahora por correo electrónico droselumen@gmail.com, llamar o agregarlo en whatsapp +2348054265852.
ResponderEliminarMi esposo se divorció de mí sin ningún motivo pero todavía lo amo y busco ayuda para recuperarlo. Le dije a su hermana que me ayudara a rogarle pero él no la escuchó. Un amigo mío me presentó a un lanzador de hechizos que me ayudó. Ella cuando estaba pasando por una situación similar, al principio estaba escéptico pero necesitaba ayuda desesperadamente, así que contacté al hechicero que pudo reconciliarnos después de 7 meses de separación con un hechizo de amor. Si tiene problemas de pareja o de pareja, el Dr. Ajayi será su última parada. Lo digo porque me he beneficiado de su gran trabajo. póngase en contacto con WhatsApp +2347084887094 o correo electrónico: drajayi1990@gmail.com
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