
Perdona mi traición
by Hey-YoYo
Lady Elizabeth y Lady Charlotte se conocieron durante su primera temporada y a partir de ese momento se convirtieron en las mejores amigas.
Una cuenta con una gran dote que atrae a todo caballero. La otra sin un solo peñique.
Charlotte es bella, encantadora, risueña y una futura excelente esposa y anfitriona.
Elizabeth todo lo contrario.
Ambas aman a muy buenos hombres, ¿El problema? uno es un hombre trabajador y sin título nobiliario. El otro la ve como una hermana pequeña.
¿Qué pasaría si una de ellas se casará con el amor de la otra? ¿Será su amistad demasiado fuerte para perdonar semejante traición?
Capítulo 1
- ¡Elizabeth!- rugió el Conde de Winsord, padre de lady Elizabeth. - Estas por tu cuarta temporada, es momento que elijas algún pretendiente y te cases.
- ¡Papá!-exclamó ofuscada, siempre era el mismo tema de conversación y conflicto con su padre. - Aun no estoy preparado para casarme con uno de esos pelmazos que pide mi mano en matrimonio.
- ¡Ya tienes veintidós años! Deberías de estar con una familia ya formada.
- ¡Papi! ¿Tú me quieres verdad?- haciendo puchero y aniñando la voz.
Sabiendo del inmenso cariño de su padre por ella, debía presionar para poder zafar nuevamente, abrió los brazos y casi corrió para abrazarlo.
- Claro que te quiero princesa- la abrazo cariñosamente pero un carraspeo de voz y unos ojos marrones llenos de advertencia lo hicieron deshacer el abrazo y apartarse de ella, retomando la voz seria de un principio le dio un ultimátum a su querida hija.
- Si para final de temporada no estas comprometida con algún caballero yo mismo buscare uno y te...
- ¡No me casare! Entiende eso por favor.- interrumpió Elizabeth suplicante.
- Te arrastrare al altar te guste o no, llores o patalees. Pero por memoria de tu madre te caso.-
Vio que su hija pasaba de consternada a furiosa, de pálida a roja. Opto salir rápidamente de la sala, sabía que su pequeña comenzaría a arrojar cosas por su cabeza y quería evitar a toda costa que una de ellas lo golpeara.
Lady Caroline, quien se mantenía aparte de la discusión
de padre e hijas pero aportando su grano de arena para el conflicto, siguió a su cuñado para evitar un enfrentamiento con Elizabeth, su sobrina.
Al percatarse que la arpía de su tía osaba marcharse y no enfrentarla grito a todo pulmón lo que sentía por ella antes de que cruzara la puerta.
- ¡Te odio! Márchate de Mi Casa maldita vividora, arpía.- Al verse ignorada tomo un caro jarrón de porcelana china de una mesita cercana y se lo arrojo, para su "suerte" no impacto donde quería sino en la puerta cerrada.
¡Cómo odiaba a su tía Caroline!, la odiaba con todas las fuerzas de su ser. Desde que su madre murió, hace ocho años, ella se había instalado en su casa como dueña y señora.
Caroline como se dirigía a ella, era una mujer que había enviudado a solo cinco años de su matrimonio, no tuvo hijo y su marido le dejo muchas deudas por pagar.
El conde de Winsord al enterarse de la penosa situación de su cuñada, se encargó de pagar a los acreedores todas las deudas e invito a vivir con ellos considerando que vendría bien una figura femenina y maternal en casa y sobre todo alguien que le ayudara a controlar y guiar a su pequeña niña salvaje de 14 años.
Elizabeth sufrió horrores la enfermedad y posterior muerte de su madre, creyó que con su tía en casa las cosas estarían en orden pero no fue así; las primeras semanas fue la amabilidad personificada pasado el tiempo mostro las garras y bien afiladas sobre todo cuando su padre no se encontraba en casa, con él volvía lo amorosa. Sabía perfectamente que ella intentaba atrapar a toda costa a su padre,
sentía lastima por él, acaso estaba quedando ciego que no se daba cuenta con la arpía que compartía techo. Mientras ella estuviera sobre su putrefactado cadáver se acercaría a su amado padre, JAMÁS le daría vía libre. Su querido padre era un hombre bueno y bondadoso, un ser excepcional que merecía lo mejor de lo mejor y Caroline no entraba en esa categoría.
Pero al parecer la muy astuta comenzó a influir en las decisiones que se cernían sobre ella, la quería lejos y lo estaba logrando al enfrentarla a su padre e imponerle matrimonio con uno de esos dandis.
Furiosa y como un rayo se dirigió a los establos exigiendo que le enlistaran a Canela, su yegua.
- Pero señorita no prefiere un carruaje, la gente hablara mal si la vieran montada como usted lo hace.-
Al ver la mirada asesina de Elizabeth por la osadía cometida cerro la boca de golpe y sin chistar preparo el caballo.
A toda velocidad y montada a horcajadas salió rumbo a casa de una de sus mejores amigas, Penélope Vizcondesa Marshall, necesitaba desahogarse para estar tranquila y poder hablar más tarde nuevamente con su padre.
Entregó a Canela al muchacho de cuadras exigiéndole que le atendiera bien sino le cortaría las manos, e ingreso a la casa apenas el mayordomo abrió la puerta dejándolo estupefactado tanto por su aspecto como atrevimiento. El pobre mayordomo no entendía por qué le seguía sorprendiendo el avasallamiento de la joven, si siempre era igual.
Sin ser anunciada entro a la sala en la que sabía
que siempre encontraría a Penélope, y no se equivocó su cuñada se encontraba allí bordando.
- No entiendo como a las mujeres les puede gustar bordar tanto, es algo tan odioso.- expuso molesta ubicándose en uno de los sillones mientras hacía muecas de disgusto.
- No por qué tú no sirvas y odies bordar quiere decir que los demás seamos así.-respondió sin sorprenderse de la visita arrolladora de su amiga, ni levantar la vista de lo que hacía.
A Elizabeth no le gustó nada enterarse que su hermano se casaría con una hermosa joven, como él la llamaba, su primer pensamiento fue una hueca sin sentido de conversación. Al conocer a Penélope le fascinó mucho su manera de ver el mundo, era alguien vivaz e inteligente, sobre todo le gusto que sabía cómo ponerle los puntos en las ies cuando se excitaba de más en sus palabras y actitudes. Su hermano hizo una muy excelente elección.
- No me preguntaras qué me pasa- dijo molesta.
Penélope sonrió sin ser vista, adoraba a Elizabeth sobre todo su manera tan sincera y fresca de demostrar lo que sentía y pensaba, no se andaba con vueltas directamente lo decía.
- Y dime qué sucedió esta vez- pregunto levantando la vista y quedando horrorizada ante lo que veía. - ¡Elizabeth! Qué maneras son esas de presentarse en una casa, has visto tu aspecto- la regaño.- Mira tus cabellos todos revueltos y...- gimió.- Cómo se te ocurrió salir de casa con esas ropas.
Elizabeth se miró la ropa que llevaba puesta sin la menor vergüenza. Vestía su
torso camisa blanca y chaqueta color bordo, su parte inferior contaba con unos pantalones de hombre y botas de montar
- Qué tiene que me vista así, es más cómodo y me permite desplazarme mejor.- Se defendió.- Además, deja de sermonearme tengo suficiente ya en casa, no quiero más
Penélope se preguntó para qué seguía riñéndola, Elizabeth era ya una mujer y no una pequeña niña. Solo deseo que el hijo que venía en camino no compartiera los genes tan arrebatadores de su tía, sino grave dolor de cabeza tendría y con Elizabeth ya tenía suficiente. Sin darse cuenta acaricio su pequeña barriga.
Elizabeth se sintió feliz por la llegada de su futuro sobrino, incluso pidió de antemano ser la madrina del pequeñín.
- Cómo está mi sobrino.- pregunto contenta.
- Muy bien, pero le gusta provocar dolores a su madre.- Regaño Penélope a su bebé que se movía inquieto en esos momento, pero con una gran sonrisa que llegaba a todo su rostro.
En eso el Vizconde de Marshall ingresa a la sala, al verlo Elizabeth corre y se echa en sus brazos.
- ¡James!- rió eufórica, mientras su hermano daba vueltas sobre si con ella.
- Con que fuiste tú quien amenazó con cortar las manos a mi mozo de cuadras ¡Eh!- la rigoreó en broma y con una sonrisa mientras la depositaba nuevamente en el suelo.
- Es que de esa manera atienden bien a Canela.- se excusó.
James se acercó a su esposa y la beso con amor, no era bien visto que un esposo besara a su esposa con público presente, eso era cosa de la intimidad pero al vizconde le importaba un pimiento, amaba a Penélope y siempre se lo demostraba.
Penélope rió y lo acerco más a ella para profundizar e beso.
- ¡Hey! Aún estoy aquí no me he ido, pido más respeto.-
Entre risas la pareja se separó.
- Bien, ahora márchate que debo tener una charla de mujer a mujer con Penélope- dijo Elizabeth.
James arqueo una ceja miro de su hermana mandona a su esposa, esta última se encogí de hombros.
- De que otra me queda si soy echado de mi propia sala.- expreso antes de retirarse dejando a las mujeres hablar a solas.
- Bueno ahora escucha y aconséjame sabiamente como tú mejor lo haces.- y así comenzó a contarle su furia y temores.
- Y cómo dije, solo me casare con una persona.
- Oh... Elizabeth, Malcon no te merece, es corto de miras.
- No digas eso, no es culpa suya que yo no sea lo suficientemente bella para él.
- Pero si eres hermosa
Elizabeth y lo sabes muy bien.
- Claro que lo sé... pero para Malcon...- se sentó al lado de Penélope y la abrazo- que haría sin ti mi querida Penélope.
Su amiga le devolvió el abrazo.- Y yo sin ti, mi alocada cuñada.-
Cambiando de tema pregunto por su otra amiga, Lady Charlotte.
- Ayer me cruce con ella, estaba muy feliz, su amado se encuentra en Londres. Es probable que vuelva a pedirle que se case con él.
- Por lo menos ella es feliz y no desdichada como yo.
- No lo creo... El Duque aun no acepta que un hombre sin título nobiliario y dinero pida la mano de su hija. La pobre Charlotte me contó que su padre no permitía la entrada del caballero a su casa para hablar con él sobre la pedida de mano.
- Viejo tonto, acaso no se da cuenta que su hija ama a ese hombre. Realmente ese si es un corto de miras- bufo molesta
- Eso no es lo peor, si no elige pronto con quien casarse él mismo la casa con el primer Lord adinerado que encuentre.
- ¡Agh! Por qué no se fugó cuando su amado se lo pidió, yo no lo hubiera ni dudado...- la carcajada de su amiga no le dejo terminar de decir.
- De ti no me sorprendería nada Elizabeth.- está rodo los ojos.
Pasado unos minutos de silencio Penélope retomo su tejido mientras Elizabeth se encontraba parada cerca del ventana que daba a la calle mirando en la nada volvió a hablar.
- Envidio a Charlotte.- soltó.
Su cuñada dejo el bordado nuevamente de lado y fijo su vista en ella.
- ¿Por qué?- pregunto sorprendida.
- Porque alguien corresponde a sus sentimientos, la ama profundamente, le propuso huir juntos a los Estados Unidos y formar una familia.- dijo entre triste y molesta.- En cambio a mí Malcon me ve como una pequeña hermana molesta, no inspiro nada en él...- su voz se fue apagando.
Penélope se acercó a ella y la abrazo.
- ¿Por qué no ve en mí, Penélope?- se enfureció.- ¿Qué tienen esa otras mujeres con las que tanto se rodea que no tenga yo? Lo odio por ser tan ciego.- sentía quebrarse pero no lo haría delante de Penélope ni de nadie, así que reprimió el futuro llanto.
- Permítele al tiempo ocuparse de tu destino, a veces trae cosas nuevas para nosotros.- aconsejo maternalmente
- Me gusta tu manera tan positiva Penélope... -sonrió tristona.
Acá les traje el primer capítulo, espero les guste. Nos veremos la próxima semana. Besotes con amores.
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Capítulo 2
Este capítulo relata tanto tiempo presente como pasado
La joya de la temporada por cuarta vez consecutiva, la joven lady Charlotte Knigh, considerada desde pequeña por todos como un ángel que había llegado a Londres para iluminar sus días grises. Todos se preguntaban cómo una joven tal bella de cabellera dorada y ojos de un azul vivaz no estuviese casada, con la cantidad de aristócratas que la pretendían.
Las respuestas a ese dilema eran muy sencillas:
1° Su padre el Duque de Nordwest se encontraba en completa ruina, a pesar de haber casado a tres hijas con buenos partidos, las deudas seguían en aumento y todo porque al lord le encantaba derrocharlo en hermosas mujeres con faldas coloridas y en mesas de apuestas.
2° Lady Charlotte se encontraba perdidamente enamorada de un hombre trabajador de escasos recursos.
¿Cómo conoció a tremendo desdichado?
Fue durante uno de sus tantos paseos con sus pretendientes, el día era glorioso para correr a todo galope, el parque estaba casi deshabitado lo que le permitía desplazarse a su gusto y paladar. Era una de las mejores amazonas pero el idiota que la acompañaba en uno de sus intentos por llamar la atención de la joven asusto al corcel de la dama y este salió despavorido con ella a cuestas. El muy bobo quedo contemplando un buen rato al enloquecido animal hasta que sus neuronas se pusieron a funcionar advirtiéndole que Lady Charlotte podía romperse la crisma.
Intento hacer
todo lo que estuvo en sus manos para pararlo pero le era imposible el pobre animal no entraba en sí, asustada por la proximidad de una rama baja pensó en tirarse del caballo pero era muy tarde ya estaba cerca solo cerro los ojos esperando el impacto. Lo que sintió fue ser tomada por su pequeña cintura, volar por los aires y estrellarse en otra montura.
Al abrir los ojos se encontraba montada en otro caballo y a paso más calmado, sintió que era apresada por unas fuertes manos y que su espalda reposaba apoyada en un duro torso.
Se alegró que el idiota de Lord Molton la haya alcanzado y rescatado. Cuando la ayudaron a bajar y sus pies tocaron tierra firme elevo el rostro, vaya sorpresa se llevó, no era Lord Molton sino un desconocido caballero.
- Se encuentra bien señorita.- dijo este.
No le respondió ya que se encontraba absorta contemplándolo era un hombre demasiado alto, de cabellos negros y ojos azules muy
oscuros, sus hombros anchos le impedían ver que el mequetrefe de su pretendiente se estaba acercando con rostro pálido gritando.
- Lady Charlotte, Lady Charlotte se encuentra bien.-
Sus primeras palabras fueron en respuesta al idiota de acompañante, quería darse una bofetada mental, el caballero la consideraría una mal educada y desagradecida.
- Estoy bien Lord Molton.- le regalo una sonrisa helada al incompetente.
Todo era culpa de ese Dandi nariz respingada que su caballo se asustara.
El caballero que la había rescatado la contemplaba con una sonrisa al ver el fuego que desprendían los ojos de la joven, estuvo seguro que si él no se encontraba allí la señorita golpearía al muchacho con lo primero que encontrara.
- Señor, muchas gracias por ayudar a Lady Charlotte.- agradeció lord Molton.
- No hay de que.- respondió pero su vista seguía fija en la joven que enrojeció al darse cuenta que seguía sin agradecer al hombre.
- Señor...- dijo mirándole tímida esperando que dijera su nombre.
- Harry Smith.- contesto
- Señor Smith muchísimas gracias por rescatarme y disculpe mi falta de educación por no haberle agradecido desde un principio.
- No se preocupe señorita...- dejo la frase a medio terminar, quería escuchar salir de sus propios labios su nombre a pesar de haberlo escuchado del joven que la acompañaba, era su voz la que realmente quería oír.
- Charlotte Knigh.- Sonrió coqueta.
Lord Molton al verse excluido de
la charla carraspeo llamando la atención de ambos.
- Mi Lady es momento de retirarnos.- dijo molesto, se había dado cuenta que el señor Smith no quitaba los ojos de su futura esposa. Claro si Charlotte aceptaba casarse con él cuando se lo propusiera.
- ¡Oh!- lo miro sorprendida por el tiempo pasado.- Fue un gusto conocerle Señor Smith y gracias nuevamente por no permitir que me rompiera la crisma.- le dio una última sonrisa de agradecimiento.
- El gusto fue mío señorita Charlotte.- se inclinó, tomó su mano y le beso, produciendo que un cosquilleo corriera desde el lugar tocado por esos labios tan experimentados a todo su cuerpo.
Cuando llego a casa despacho a Lord Molton y palabras más-menos le prohibio volver a visitarla, no quería saber nada de esos niños de mami.
Desde ese día no dejo de pensar en el caballero de cabellos negros y ojos azules oscuros.
Unas semanas después del incidente en el parque tuvo la suerte de volver a concordar en un lugar, esa vez iba con una de sus hermanas mayores. Harry se acercó a ella, la saludo y preguntó por sobre cómo se encontraba. Ese día se vio alegrado para la joven al encontrarse con su salvador.
Los días pasaron encontrándose por casualidad, pero apenas podía entablar un simple saludo. Todo cambio en una fiesta en la que ambos concordaron.
Charlotte asistió con su familia, era su segunda temporada y estaba por terminar con ella aun soltera.
Harry fue como invitado de su amigo y empleador Malcon Falcón, Conde de Bringston y dueño del periódico
"La Grand Gacet".
Harry trabajaba para él, ya tenía algo de dinerito ahorrado y pensaba marcharse en unos meses a los Estados Unidos, el país de los sueños y las oportunidades, a probar suerte en una empresa en la cual invertir.
Contemplo desde el otro extremo del salón a Charlotte, estaba hermosa con ese vestido de satén en color rosa pastel con pequeños ribetes en un rosa más oscuro; su cabello rubio recogido con bucles que decoraban más el peinado, junto a ella se encontraban otras dos jóvenes una pelirroja en vestido blanco y una pelinegra con un vestido verde claro.
Vio a su amigo invitar a la pelinegra, esta tenía una sonrisa que iluminaba todo el salón.
Mirando bien a la dama se percato que era nada más y nada menos que Elizabeth, la joven que cada vez que visitaba la "Grand Gacet" le acarreaba tremendos dolores de cabeza que duraban días. Sabia y se notaba a leguas que esta se encontraba enamorada de Malcon pero él ni siquiera lo notaba y solo la sacaba a bailar por obligación.
Aprovecho la oportunidad que tuvo y se acercó a Charlotte, al verle le sonrió y acepto bailar con él dejando sola a la pelirroja pero no por mucho tiempo ya que un caballero la arrastro en minutos a la pista para bailar.
Una vez terminada la música, la llevo al balcón más cercano, deseaba hablar con ella desde hace tiempo.
Jamás se imaginó que desde esa charla en aquel balcón sus vidas cambiarían para siempre.
Dos meses después...
- Harry, es necesario que vayas.- hablo una preocupada Charlotte mirando el barco de mala muerte en el que su amado subiría en unos minutos.
- Si amor mío, debo ir.- respondió él besándola con ansias, no la vería por unos tantos meses.- Al volver Charlotte deseo casarme contigo... me aceptarías.- asustado ante la respuesta de la joven.
- Harry, te amo demasiado y mi respuesta siempre será un ¡si!. Lo único que deseo es estar el resto de mis días contigo.- dijo tomando sus labios.
Un silbido daba aviso de que todo tripulante debía subir al barco que estaba por partir a América. Las lágrimas empezaron a deslizarse por el rostro de Charlotte, no vería a Harry en meses, lo extrañaría un montón, su vida no sería la misma.
- No llores amor mío volveré...- dijo con voz tristona, no le gustaba ver sufrir a Charlotte, mataría a quien le hiciera daño pero quien le hacía daño ahora era él mismo.
Se besaron por última vez y Harry subió al barco que lo llevaría a cumplir sus sueños, una vez que sea hombre rico, se casaría con Charlotte y la llenaría de lujos de los que él estuvo siempre privado.
- Señorita es hora de marcharnos, ha pasado mucho tiempo desde que nos fuimos de casa.- dijo temerosa su doncella y amiga Aurelia.
- Solo un momento más Aurelia, deseo verlo hasta que el barco desaparezca en el horizonte.- gimió reprimiendo el llanto.
Y así lo hicieron, el barco zarpó. Harry y Charlotte no dejaban de contemplarse a pesar de la distancia y saludar uno al otro con su mano. Muchas promesas quedaron aquel día en ese puerto, promesas sobre todo de un par de enamorados.
Capítulo cortito, el próximo intentare que sea más largo.
Espero les haya gustado, haganmelo saber con sus comentarios, lecturas y votos es lo único que les pido.
Algún error ortográfico o de puntuación que visualices les pediría que me lo comuniquen así lo arregle.
Gracias mis guapuras y muchos Muaa para todas.
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Capítulo 3
Presente
Malcon Falcón, Conde de Bringston y propietario de "La Grand Gacet" el periódico más popular de todo Londres, era considerado uno de los soltero más codiciado por las madres casamenteras, jóvenes señoritas y señoras casadas, no solo eran los millones que poseía sino el título de Conde, uno de los más antiguos y prestigiosos con cuantiosas propiedades por doquier.
Lord Bringston odiaba las temporadas Londinenses y sobre todo las fiestas. Eran una excelente excusa para calzarle la soga al cuello pero más ágil las evadía a tiempo, pero esta vez no tuvo esa suerte y para el colmo de los colmos su madre había decidido dar una fiesta en la mansión que poseían en Londres.
Tomo todo el aire posible para atravesar las puertas que lo conducirían a la fiesta, estas reuniones lo descomponían. No soportaba ver como las matronas lanzaban a niñas de apenas 17 años a las bocas de los lobos. Hombres de más de cuarenta años buscaban carnes jóvenes y frescas para deleitarse con ella, ofreciendo excelentes ofertas con tal de llevarse un exquisito banquete a sus casas. Le asqueaba todo aquello, ya que vivió en carne propia como alguien tan joven y llena de vida fue vendida a un ser asqueroso y perverso.
Dejo los pensamientos tristes de lado, era mejor olvidar, se acercó a una puerta lateral que no delataría su tardanza e ingreso por ella.
Una vez dentro sin ser percibida su falta de educación por llegar tarde a la fiesta realizada en su propia casa, se acercó a su amigo James, Vizconde de Marshall quien se encontraba al lado de su esposa Penélope, quien gestaba su tercer mes de embarazo,
y Elizabeth, una joven de cabellos negros y ojos verdosos.
Elizabeth al ver que Malcon se acercaba sonrió llenando su rostro de felicidad, Penélope al percatarse del cambio de su cuñada pasando de aburrida muerta a vivita y coleando, volteo a mirar a quien era dirigida tanta alegría. Termino rodando los ojos, Elizabeth era tan evidente incluso sospechaba que Malcon ya se encontraba al tanto de los sentimientos de su amiga.
- James, Vizcondesa, lady Elizabeth.- saludo.
Su amigo le estrecho la mano en señal de saludo y sonrió con una sonrisa ladina, sabía que recién llegaba a su propia fiesta, lo que le provoco que también sonriera. Por su parte la Vizcondesa solo dio un saludo de cabeza con una pequeña sonrisa y Elizabeth... solo faltaba que se lanzara sobre él.
- Malcon te he esperado por mucho tiempo.- lo riño esta última.- sácame a bailar Malcon, James no desea hacerlo así que como anfitrión debes cumplir mi capricho de bailar.-
- ¡Elizabeth!- la regañaron James y Penélope a la vez pero esta ni se mosqueo.
A Malcon le encantaba la manera de ir al frente de Elizabeth, hacia siempre lo que deseaba hacer, no miraba atrás. Pero le asustaba su manera de encararlo. Elizabeth era una joven solterona que se encontraba ya por finalizar su cuarta temporada y no haberse casado ni comprometido con nadie durante este tiempo, tenía 22 años debía de estar ya con una familia. Era bonita a su manera pero su actitud y modo de actuar tendía a ahuyentar a todo pretendiente que se le acercara. Sabía por James y él mismo que muchos estuvieron deseosos por tomarla de esposa a pesar de su manera de ser ya que la mayoría
de estos eran lores que se vinieron abajo y necesitaban una dama con una cuantiosa fortuna, Elizabeth era esa dama. Ella los rechazaba y si no se alejaban por las buenas los corría por las malas.
Él también estuvo de acuerdo que no aceptara a esos cazafortunas, no se merecía a esos canallas interesados pero no terminaba de comprender como había podido rechazar a excelentes pretendientes que además de tener fortuna la aceptaban tal cual era. Claro que lo sabía, ¡era por él!
Hace dos años atrás le confesó que se casaría con él y con nadie más, lo tomo en un inicio como el encaprichamiento de una niña pero supo que lo que dijo era verdad. Su manera de mirarlo, de encararlo lo demostraban pero él no podía corresponder a sus sentimientos, no la veía como a una mujer con la cual yacer en la cama y menos que le diera hijos, para él era una hermana pequeña que adoraba mucho y nada más.
En eso momento no estaba seguro de sacarla a bailar temía ilusionarla más de lo que estaba. Cuando estaba por contesta vino un joven y solicito un baile con ella.
- Lo siento Lord O 'Cuso pero Lord Falcón me invitara a bailar.- respondió pero él joven italiano no daba el brazo a torcer.
- Mi Lady, tengo reservado este baile.- insistía
- Acaso...-
- Ve Elizabeth que yo debo ver a mi madre.- intervino ante el futuro ataque de palabrotas que saldrían de su boca espantando a este nuevo pretendiente. También lo hizo para evitar que James la regañara y para que Penélope se tranquilizara ya que ponerse mal no le haría bien al bebé.
Lo fulminó con la mirada y a
regañadientes tomo el brazo del caballero que sonrió victorioso.
En vez de buscar a su madre se dirigió directamente a la biblioteca, para llegar allí tuvo que saltar varios obstáculos. Al entrar se apoyó en la puerta cerrada respirando tranquilo, creyó que se encontraba solo pero una joven también se hallaba allí. Ambos se sorprendieron por la presencia del otro.
- Disculpe, creí que no había nadie.- excusándose.
- No se preocupe Lord Falcón.- sonrió para que Malcon se tranquilizara.
A Malcon le sorprendió que la joven lo conociera, bueno... más bien era obvio ya que era el anfitrión de la fiesta y un Conde adinerado. No le gusto para nada estar encerrado con esa dama temía que le tuvieran una emboscada.
Pasado un momento contemplando a la joven que sonreía por su desconfianza ya que se mantenía pegado a la puerta, al mirarla bien, descubrió que era amiga de Elizabeth ya que en varias ocasiones las había visto juntas tanto en reuniones como en la casa de esta. Elizabeth hablaba mucho de sus mejores amigas, sabía que una era Penélope, su cuñada y la joven que se encontraba a pocos metros de él era...
Charlotte Knigh, hija del duque de Nordwest. No pudo negar que la joven era hermosa, sus cabellos rubios y sus alegres ojos azueles llamaban la atención de cualquier caballero. Tendría la misma edad de Elizabeth y sabía que aún no estaba casada ni comprometida cosa que tampoco comprendía. Las damas de ahora eran bastante raras.
- La fiesta está muy hermosa mi Lord debo felicitarle.- dijo
Charlotte para iniciar algo de conversación ya que el Conde la miraba entrecerrando los ojos.
- No es a mí a quien debe de felicitar sino a mi madre, ella es la encargada de que todo esto haya sido posible yo solo dispuse la casa.- sonrió al recordar que cuando su madre le encontrara arrancaría sus orejas.
- Apenas tenga la oportunidad se las diré.- silencio de por medio.- Veo que usted también se encuentra huyendo.- más que una pregunta era una afirmación.
Le sorprendió la soltura de la muchacha y el tomarse tal atrevimiento, pero esas palabras le relajaron, se acercó a un sillón y tomo asiento para charlar más amenamente.
- Así es, veo que usted también optó huir.
- Si...- rio.- es realmente hermoso todo pero... hay gente que no lo es.- esto último lo dijo por los caballeros que andaban tras de ella y sobre todo por el Duque de Whisternoing, un viejo sexagenario que la pretendía también.- Además prefiero más la tranquilidad al bullicio.
- Compartimos los mismos pensamientos en estos momentos.
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Una vez que pudo deshacerse del pelmazo de acompañante que tenía, Elizabeth busco a Malcon. Al no encontrarlo en el salón ni balcones pensó en varias opciones:
1. Se retiró a alguna casa que tanto visitan los caballeros pero no lo creía ya que la condesa le arrancaría las orejas si la abandonaba a su suerte.
2. Estaba en su despacho; o
3.
En el jardín enredado con alguna mujer.
La última opción no le agrado, así que corrió a los jardines a encontrarle.
Al llegar por un sendero vaya sorpresa se llevó... El duque de Saint Albans, ese viejo estirado que repudiaba el escándalo, criticando y excluyendo a aquellos que lo ejercían se encontraba en actitud amorosa en los brazos de su amante... ¿La baronesa de Rothesay? Elizabeth no podía creer lo que veía, esa señora tan encantadora y amable permitía que un ser tan asqueroso y snob le tocara.
- ¡Dios! ... ¡pero qué asco! Ya están demasiado grandecitos para actuar como dos jovencillo pecaminosos... IUGH.- un leve escalofrió le recorrió el cuerpo provocando que se estremeciera.
Siguió buscando pero seguía encontrando parejas intimando. Cada vez que veía a alguna pareja joven su corazón se aceleraba pensando que alguno de aquellos caballeros podría ser Malcon pero para su suerte ninguno lo era.
Tuvo que volver a dentro sino se darían cuanta de su prolongada ausencia hallando el paradero de su amado.
Diviso a su padre y hermano esta vez juntos conversando fervientemente, con ellos se encontraban otros dos hombres. Busco a Penélope que seguro se encontraría sola y aburrida pero esta charlaba amenamente con su tía Caroline y la cotilla más cotilla de todo Londres, la duquesa de Saint Albans
- Mujer víbora, despellejas las pieles ajenas mientras tú marido y su amante te han colocado unos hermosos cuernos decorativos.
Ya que de las únicas personas que le interesaría
su opinión sobre su falta de decoro estaban ocupadas y no le prestaban atención optó por seguir buscando a Malcon.
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Lord Brighton realmente la estaba pasando de maravilla junto a la joven Charlotte, era alguien que no permitía que la conversación decayera, era tan vivaz e inteligente.
Cuando la joven aviso que debía estar de vuelta en la fiesta sino la extrañarían se entristeció, le agradaba escucharla hablar tenía una voz tan dulce y musical que lo hipnotizaba. Se levantó del sillón cuando la dama se colocó de pies pero un estrépito ruido de la puerta los paralizó a ambos.
- ¿Con qué acá te escondías Malcon?- masculló una molesta Elizabeth.
- Por dios Elizabeth, eras tú... nos asustaste- le regaño más aliviado.
Agradecía que haya sido Elizabeth quien entrara por esa puerta porque si llegaba a ser otra persona... era mejor no imaginárselos. Ambos, Charlotte y él respiraron aliviados.
- ¿A quién esperabas puedo saber?- le miro achicando
los ojos.- ¿y qué es eso de "NOS" asustaste?- le interrogó cruzada de brazos y bloqueando la puerta.
Esa escena de celos sin ser ellos nada le molesto, además de temer la clase de impresión que se llevaría la dama a su lado, prefirió no responder pero dió una mirada que instaba a parar.
Charlotte decidió salir a escena, conocía a Elizabeth y de sus sentimientos a Lord Bringston. Comprendía lo que era sentir celos por la persona que se quiere, ella lo era con Harry. El solo hecho de pensar en él le alegraba. Era una pena que no haya podido asistir a la velada pero mañana se verían.
Elizabeth al percatarse que el acompañante de Malcon era mujer, se puso furibunda. Le arrancaría el cabello y las ropas por intentar quitar lo suyo, pero al percatarse de que la mujer era su amiga Charlotte se tranquilizó.
- ¿Charly eras tú?- rió - creí otras cosas.
- Tú me conoces Elizabeth y sabes bien como soy.- esta también le sonrió.
- Veo que has desaparecido un largo rato. Al no verte creí que no vendrías.- dijo pensando que al no venir su amado ella menos lo haría.
Charlotte comprendió a que se refería su amiga.
- Y tú veras.- se encogió de hombros. A lo que Elizabeth movió su cabeza negando con una sonrisa.
- Bueno os dejo debo volver o extrañaran mi larga ausencia.- acercándose a la puerta que su amiga dejo libre.- Fue un gusto conocerle y charlar con usted Lord Bringston.- manifestó con una sonrisa dedicada a Malcon.
- El gusto fue todo mío señorita Nordwest.- dicho aquello Charlotte atravesó la puerta marchándose.
- Veo que has conocido a Charly.- expresó Elizabeth.
- Así es.- cortante, aún estaba molesto con ella por su manera de hablarle, jamás le permitió a una dama ni siquiera a un caballero hablarle así, estos debían atenerse a las consecuencias si osaban hacerlo, pero como veía a Elizabeth como la hermanita que nunca tuvo se lo dejaba pero había llegado el momento de cortar esas alas que le instalo.
Al ver que Malcon estaba distante y molesto, hizo posesión de las tácticas que utilizaba con su padre y hermano para que se les pasara el enojo.
- Malcon... vamos a bailar aún me debes un baile.- haciendo puchero lo tomo de brazo con una sonrisa infantil y arrastro al salón donde se desenvolvía todo.
Al pobre de Malcon no le quedo de otra que seguir y pensar que esta jovencita siempre lograba lo que quería.
- Esta noche será muy larga.
Acá les traje otro capítulo,espero lo disfruten tanto como yo. Este si es más largo así como les prometí.
Algún error ortográfico o de puntuación que visualicen me avisan. Quiero que esta historia sea buena para ustedes, no deseo que se encuentren con errores por mis problemas gramaticales. Besos y disfruten.
LimaLimón
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Capítulo 4
Cinco días después del baile realizado por la condesa Bringston, Charlotte se encontraba de un muy buen humor viajando en un coche de alquiler que la llevaba rumbo a las afueras de Londres. Era acompañada por Aurelia su doncella y amiga más íntima. La emoción de alegría la embargaba causando que se moviera inquietamente de un lado a otro para ver por la ventanilla del coche la distancia que faltaba por recorrer.
-Charly, ya estate quieta- la regaño su doncella.
- Es que no puedo esperar más, deseo verlo.
- Ya falta poco... calma sí- sonrió.
A la joven doncella no le gustaba el que su señora estuviera viéndose con un caballero a escondidas de su familia, si el duque llegara a enterrarse le cortaría su cabeza por encubrir al par de jóvenes enamorados pero adoraba mucho a Charly, y le tenía un gran aprecio y simpatía al joven Harry incluso podía ver en sus ojos el amor que le prodigaba a su amiga, siendo motivo suficiente para que colocara las manos y cuerpo entero en el fuego, hasta el perder su trabajo por ese par.
Cada vez que tenía sus encuentros con Harry en la casita que este había alquilado en las afueras de Londres para poder verse llevaba consigo a Aurelia para no levantar sospechas.
Harry se encontraba ansioso por volver a ver a Charlotte, la había extrañado mucho. Se había encontrado muy ocupado arreglando junto a su mejor amigo y mentor, el americano William Irving un hombre cincuentón, algunos problemas que se presentaron en la sociedad en la que ambos eran socios. El problema con unos trabajadores lo llevo a retrasar el pasar
tiempo con su amada, pero ya resueltos no había nada que le prohibiera volver a verse.
Charlotte apenas bajo del carruaje alquilado salto a sus brazos, besándolo con ansias contenidas. Separados Harry pago al cochero, tomo de la cintura a la joven e ingresaron a la pequeña casa en las que compartían momentos felices lejos de la crudeza de realidad que vivían. Aurelia los siguió pero se dirigió a la cocina a charlar con la mujer que se ocupaba de tener la casa en buenas condiciones cuando su amo la dispensara.
Ambos enamorados subieron a la habitación que guardaba tras sus paredes los secretos de los apasionados encuentros.
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- Elizabeth, esto es el colmo de los colmos.- regaño el hermano de la joven.- Acosar de manera tan descarada a Malcon en su trabajo en vista de todos sus empleado e inversionistas estuvo mal.-
Tomo asiento ya que el enojo aumentaba. No cabía en su cabeza como su adorada hermana llego hasta tal punto.
- James, tampoco fue tanto- inquirió molesta- además no he hecho nada solo visitarle para alegrar su día.
- Te comportaste como una mujer de vida fácil - rugió ya molesto - ¿qué pensara ahora toda esa gente de ti?
- Me importa un comino lo que se piense, es mi vida James.- respondió mirándole con ojos inocentes.
Eso lo enervo más, si pensaba que usando tácticas de borrego degollado funcionarían esta vez estaba muy equivocada. Su padre se encontraba furioso al enterarse de dicho comportamiento,
pidiendo a James que haga entrar en razón a su alocada hermana sino él tomaría medidas fuertes con ella.
- Escucha Elizabeth... - dijo intentando relajarse lo cual le era difícil.- Papá está molesto, muy molesto contigo ¿por qué crees que estas en mi casa y no allá con él? No quiere verte hasta que entres en razón. Malcon tampoco desea verte.
- ¿Qué?... Malcon ¿Por qué?- preguntó afligida.
- Tú debes saber muy bien el por qué Elizabeth. Ya deja de comportarte como una niña inocente, eres una mujer grande deberías de madurar ¡por dios!- camino molesto por su despacho mientras le decía esas hirientes palabras a su hermana.
Elizabeth reprimió las ganas de llorar, su propio hermano la trataba como una tonta sin cerebro que solo pensaba en ella, de la misma manera la trataba siempre su tía Caroline y... Charlotte se lo canto una vez molesta con ella por haber ofendido a su amado que ni siquiera le conocía el nombre, llegándola a tratar de inmadura.
Enojada con todo el mundo incluida ella misma se levantó del sillón en cual se encontraba sentada y salió de allí cerrando de un portazo la puerta.
Ella no era ninguna alocada inmadura y se lo demostraría a todos.
Pero primero de lo primero mando a que le prepararan un carruaje, irían a hablar con Malcon no quería que estuviera molesto con ella.
Penélope entro al despacho de su marido apenas vio a Elizabeth salir a toda prisa. Este se encontraba sentado agarrando la cabeza con ambas manos.
- ¿James?- le hablo con aflicción en la voz.
Este
levanto la cabeza, le miro y hablo.
- No sé qué hacer con ella... papá está molesto, teme que Lizzie sea igual como lo fue mamá en sus inicios.- el hecho de recordar a su madre lo entristecía.
La condesa de Winsord, Anne Marys Kirkman hija mayor de un Barón, era toda una belleza de cabellera oscura e impresionantes ojos azules, tenía a cuan caballero quisiera comiendo de la palma de su mano, se caracterizaba por escandalizar a la sociedad con sus ocurrencias y actuaciones. Sus padres a punto del colapso decidieron cazarla con el hijo de un conde amigo.
El joven acepto a regañadientes el casarse con esa cabeza floja, lo hacía más para no ser desheredado. En un principio durante el compromiso era siempre un tire y afloja, cada cual le hacia la vida imposible al otro con tal de romper aquel compromiso impuesto por sus familias pero ninguno daba el brazo a torcer por fortuna una vez casados ambos jóvenes se enamoraron perdidamente, viviendo felices junto a sus dos pequeños niños James y Elizabeth durante lo que resulto su matrimonio hasta el deceso de la condesa por una grave enfermedad.
Penélope al ver la tristeza que invadió a su esposo lo abrazo maternalmente y con todo el amor del mundo transmitiendo en ese abrazo que jamás estaría solo mientras ella este a su lado.
- ¿Qué piensas hacer?- pregunto luego de un rato.
- Papá piensa que un tiempo alejada de Malcon le hará bien... pero no sé, temo que se encapriche más con la distancia.- se levantó deshaciendo el abrazo de su esposa, acercándose para contemplar la vista de la grisácea
ciudad de Londres.
- James- le llamo.
- Escribiré a mis abuelos para ver si desean recibir a Elizabeth un tiempo en su casa. Esperare a que termine la temporada ya que puede llegar a conocer a alguien y lograr enamorarse.
Penélope negó con una sonrisa mientras su marido seguía posando su mirada por la ventana, realmente no conocía que Elizabeth era tan cabeza dura como él, cuando deseaba algo no para hasta conseguirlo.
**************
Elizabeth al no encontrar a Malcon en la imprenta, fue directamente a su casa allí si lo encontraría.
Entro a la residencia sin ser invitada ni anunciada, cerca de la puerta del despacho de Malcon escucho voces sabiendo que debería estar junto a su secretario que era sordo y mudo, en el sentido figurativo de la palabra, entro como una catapulta tirando palabras por doquier.
- Malcon por qué te has molestado conmigo, solo he sido solicita contigo al visitarte en tu empresa, acaso no puedo visitarte. Tú dijiste ser mi amigo y los amigos se visitan. No entiendo tu enojo, lamento la forma en cómo te he tomado del brazo... - respiro ante en borbotón que largo y prosiguió.- también lamento haber tratado mal a la señorita pero acaso no te has dado cuenta cómo te coqueteaba, solo le faltaba tenerte solo y seguro se tiraba encima. Qué clase de dama es esa, luego dicen que yo soy la alocada aquí pero tu viste que ella me trato mal cuando la puse en su lugar. El colmo es que está casada con ese viejo de bigote anticuado, siento por ella tener por esposo a tremendo vejestorio pero no tiene ningún derecho de coquetearte. Acaso no le dijiste que tú y yo tarde o temprano nos ca...-
Quedo callada al ver que Malcon no se encontraba solo sino era acompañado por dos señores uno de ellos el viejo de bigote anticuado como ella le llamaba, marido de la arpía garras largas que deseaba arrastrar a Malcon a su cama y el otro señor... su Padre.
Malcon estaba pálido ante lo dicho por Elizabeth, no se atrevía a mirar a ninguno de sus acompañantes por la vergüenza que sentía. En ese momento estaba a punto de cerrar un gran trato con ambos señores que le permitiría aumentar su dinero pero con aquello lo vio imposible.
El conde de Winsord luego de salir del asombro ante tal impertinencia de alguna dama despechada reclamándole a Malcon, lo que jamás pensó que dicha dama seria su propia hija, su pequeña princesa.
- ¡Elizabeth!.- Rugió como un león furioso acercándose amenazadoramente a esta.
La joven pálida como el papel, supo muy bien que de esta no se salvaba.
He vuelto mi gente. Espero les guste el capítulo. Besitos mis guapuras, nos estaremos viendo en el próximo capítulo.
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Capítulo 5
Dos semanas después de esa inoportuna situación Elizabeth junto a sus maletas se encontraba rumbo al condado de Derbyshire para hospedándose por tiempo indefinido en casa de sus abuelos maternos.
A pesar de encontrarse a kilómetros de Londres no podía dejar de sentirse mal, una mezcla de sentimientos muy contradictorios la embargaba se hallaba furiosa con su padre y hermano ya que le había dado la espalda. Penélope intento de todo para evitar que se fuera cosa que fue en vano, ninguno dio el brazo a torcer. Su padre, ¡adorado padre! No le dirigía la palabra ni la miraba estaba muy decepcionado de ella lo cual a pesar de estar furiosa le causaba dolor, un dolor muy fuerte en su corazón.
El simple hecho de recordar lo acontecido semana atrás la hacían sollozar pero lo que realmente quería en esos momentos era chillar, gritar, patalear y tirarse al suelo pero no podía demostrar lo que sentía ya que no era la única que viajaba en el carruaje sino que había otras personas que ni siquiera conocía.
Su padre y hermano no tuvieron la más mínima decencia de mandarla en coche propio sino que la metieron en uno que la gente común usaba. Eso la enervaba. Si alguno de aquellos desconocidos con los que compartía coche le robaba o ¡le hacía algo! Santo dios temía cerrar siquiera los ojos por miedo a que la tocasen. Para su colmo el tipo que tenía al frente, un viejo cuarentón, la miraba lascivamente. Le asqueaba el simple hecho de verle, prefería tener tortícolis por posar su mirada todo el tiempo en la ventana contemplando el austero paisaje.
Por
suerte ese tipejo fue el primero en bajar en un condado a pocas horas de Londres, a ella aun le faltaba un largo trecho.
Analepsis*
- Pero papá, no puedes hacerme esto.- dijo lloriqueando mientras su doncella preparaba sus maletas con la supervisión del conde.
Su padre no le respondió ni la miro, estaba demasiado, enojado y dolido por no haber sido capaz de ponerle los puntos desde un principio a su hija. Si lo hubiera hecho jamás habría tenido que llegar a esto.
La amaba pero aquello fue la gota que colmó el vaso, no quería que su hija sufriera la crueldad y el destierro de la sociedad por ser como simplemente era. No quería verla sufrir como lo hizo su esposa en sus inicios de debutante. Lo mejor era mostrarse frio y distante para que de esa manera aprendiera.
Una vez los baúles estuvieron listos dos lacayos los trasladaron al carruaje que la llevaría a pasar una temporada en casa de sus suegros.
Él se marchó tras ellos sin mirarla.
Elizabeth lloro por el rechazo de su propio padre, jamás lo había visto tan enojado con ella lo cual la avergonzó llegando a su cabeza nuevamente la palabra INMADURA dicha tanto por su hermano, como su tía y mejor amiga.
Se limpió las lágrimas y se miró al espejo, no era una muy linda imagen de ella la que veía, estaba horrible con ojos hinchados y rojos, el cabello enmarañado y el rostro con manchones rojos en algunos sectores. Lo cual le sucedía cundo lloraba mucho. Se juró
cambiar en lo que durara su destierro.
Bajo las escaleras arrastrando los pies como una damisela de una opereta barata, incluso considero ella actuaba mejor. Se despidió de su doncella quien no la acompañaría en este viaje por decisión de su padre.
El carruaje de alquiler ya tenía cargadas sus cosas solo faltaba ella. Quería esperar por si alguien venía a despedirse pero no lo hicieron, nadie lo hizo un nuevo arranque de futuro llanto volvia pero se vio interrumpido por el maleducado de cochero que la llevaría a su destino.
- Muévase que no tenemos todo el día.-
¡Acaso este señor no sabía quién era ella! estuvo por cantarle sus verdades pero se contuvo y subió al carruaje mirando por la ventanilla por si llegaba a salir su padre arrepentido para detener ese condenado viaje pero... no salió.
-La abandonaba a su suerte...-
Sentía el cuerpo entumecido, estaba sucia
y varada sola junto a sus maletas cerca de una casona de hospedaje.
El cochero mal educado la había tirado allí sin más a pesar de que le exigió incluso ofreció pagar más por un buen servicio para dejarla en la puerta de casa de sus abuelos pero la ignoro y se marchó.
Ya había pasado una hora y media de estar parada como un espanta pájaros allí afuera y faltaba muy poco para que anochezca. Tenía frio, hambre y nadie se dignaba a venir por ella.
Al ver que el tiempo pasaba no le quedo de otra que arrastrar por si sola sus maletas a la estancia y pedir a algún noble caballero que la alcanzara a Haddon Hall.
Un matrimonio con niños que pasaría por el lugar la invito a ir con ellos, ni lerda ni perezosa acepto encantada.
La pareja era encantadora, un matrimonio joven con dos niños pequeños y uno en camino. La joven esposa cuyo nombre era Anna Robbinson era de conversación fácil, mientras que el marido prefería escuchar a hablar. Anna le contó que se dirigían a la casa de campo de su padres, un barón que vivía a solo un día de la de sus abuelos. También le contó que su esposo, Francesco, era un médico italiano que conoció en una fiesta de París y que desde ese día ninguno quito el ojo del otro hasta terminar como estaban ahora. Dijo eso último mientras señalaba con una enorme sonrisa a los dos pequeños que descansaban junto a su padre en el sillón del frente, y a su barriga que acunaba la futura llegada de otro pequeño ser.
Elizabeth no pudo hacer otra cosa más que emocionarse y sorprenderse el ver como la pareja se prodigaba amor puro,
no solo eran las palabras y acciones sino los gestos, las miradas que se lanzaban cuando pensaban que nadie los miraba. Ella deseaba también un amor así pero... en Malcon no creía ya encontrar esa mirada para ella...
Analepsis
A pesar de ser controlada de sol a sombra por su padre para no salir, se las ingenio y escapo con ayuda de su doncella mientras todos estaban muy ocupados a la editorial de Malcon. James le había dicho inconscientemente mientras la rigoreaba* por su actuar que Malcon estaba avergonzado y molesto con ella por la manera que había interrumpido un asunto de negocios llegando a pedir a su amigo que controlara a su hermana.
Debía hablar con él a como dé lugar.
Ingreso sin miramientos a su despacho con el secretario de este a sus talones, el muchachito creyó que podría deshacerse de ella pero vaya que estaba equivocado.
- Malcon debemos hablar- dijo seria cuando estuvo frente suyo.
- Señor mil disculpas... no sé cómo termino pasando esto- Se adelantó a exponer con suplicio el pálido joven antes que su señor le despidiera.
- No te preocupes Steven... yo me ocupo.- dijo esto con el ceño fruncido
Una vez marchado el joven, Elizabeth volvió a hablar.
- Malcon, papá quiere mandarme lejos y mi hermano apoya su decisión. Habla con ellos y convénselos para que no lo hagan. No quiero alejarme de ti.- le miraba con ojos suplicantes o más bien imitación suplicantes.
-
Lo siento Elizabeth no puedo... es tu padre y debes obedecerle.
- Pero... Quieren mandarme lejos ¡Nos quieren separar!- levanto la voz exasperada mientras se acercaba cada vez más a él.- acaso no lo ves.
Malcon trato de evitar el acercamiento pero fue tarde ya la tenía pegada a él en un abrazo. Intento alejarla pero se prendía más a él.
Si alguien entraba y los descubría habría un gran escándalo y para acallarlo debería casarse con Elizabeth. Eso le molesto, acaso Elizabeth lo estaba haciendo adrede para calzarle la soga al cuello.
- Elizabeth por favor.- la alejo de sí.
- Malcon, cariño que pasa.- le miraba anhelante.
- Basta Elizabeth, compórtate como alguien de tu clase, altura y edad se comportaría...-puso distancia de la joven que le miraba esta vez confundida - No hablare con tu padre, el tomo una decisión y debes acatarla. Tampoco quiero que sigas confundida en cuanto a mí... ¡No habrá un "nosotros" Elizabeth! comprende de una vez que solo te miro como un hermano miraría a su hermana pequeña y nada más.
- Pero...
- Nada Elizabeth...- estaba siendo muy duro con ella pero era mejor cantarle las cosas de una vez.- Pediré a Stevens que te consiga un coche así vuelvas a casa.- dicho esto salió de su despacho dejándola sola y aturdida.
Sonrió irónicamente -Para Malcon también soy una inmadura- mientras una lagrima se deslizaba por su tersa mejilla
Un rato después ingreso al despacho el
secretario avisando que un coche le esperaba fuera. Se paró y salió como autómata sin mirar ni despedir al joven.
- Están seguros que no preferirían quedarse unos días a descansar, el viaje fue muy largo y un poco de descanso no les haría mal- ofreció Elizabeth al joven matrimonio una vez llegados a casa de sus abuelos.
- Gracias Elizabeth pero ansió ver a papá... y estoy muy segura que él se muere por reencontrarse con sus nietos- dijo esto mientras sonreía al ver a sus pequeños "estirar las piernas" corriendo por el amplio jardín que decoraba aún más la antigua casa.
- Entonces porque mejor no entran y comen algo. Estoy segura que los pequeños tienen hambre y ustedes también. Tu especialmente Anna necesitas fuerzas.- la mujer embarazada lo pensó y acepto.
La servidumbre había preparado el almuerzo al aire libre a pedido de la joven señora. Lo cual encanto al matrimonio y a los niños el poder estar rodeados por un escenario verdoso y muy colorido. A medida que los platos iban sirviéndose la conversación jamás menguaba siempre se mantenía muy activa sobre todo por parte de las mujeres.
Los niños terminado de almorzar corretearon y exploraron el lugar acompañados de su padre, Elizabeth y Anna caminaban a un ritmo más pausado por el estado de la joven madre. La media mañana paso entre conversaciones, cotilleos y risas.
El matrimonio Robbinson hizo compañía hasta después del almuerzo ya que debían emprender nuevamente su viaje.
Ambas mujeres se despidieron con un fuerte y efusivo abrazo prometiendo escribirse y volver a reunirse.
Una vez marchados Elizabeth quedo sola en la casona, sus abuelos se encontraban de visita en casa de unos viejos amigos y no volverían hasta pasado mañana.
A pesar de haberse retirado de Londres enojada por la decisión de su padre, durante el viaje y a medida que se acercaba más a destino tubo expectativas positivas, las cuales en esos momentos acabaron viniéndose abajo.
Analepsis: escena retrospectiva, o también conocida en su terminología inglesa como Flashback.
Rigorear: vocablo argentino para referirse a como retar, zamarrear a alguien, recriminar.
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Capítulo 6
Malcon se sentía impacientes, hace semanas que no podía contactarse con Lord Dickens y el Conde Winsord.
A causa de la escena de Elizabeth la firma del contrato se vio suspendida hasta nuevo aviso. Temía que ambos caballeros se echaran atrás.
De la joven no supe ni se interesó por saber, se encontraba furioso, su escena de celos le costaría millones. Cada vez que revivía la situación lo enervaba, opto por dejar lo que se encontraba haciendo en esos momentos y salió a dar un largo paseo. Aviso a su secretario por si había alguna novedad del Conde.
Al pasar por una calle de tiendas, de una de ellas vio salir a Lady Charlotte. La joven emanaba felicidad y dicha, su sonrisa llegaba a sus ojos. No pudo desde el momento que la conoció realmente compararla con Elizabeth llegando a preguntarse el por qué esta no podía comportarse adecuadamente como toda una dama lo haría, prefiriendo ser impulsiva, lengua filosa, mal educada y con una falta total de decoro.
Contemplo a la joven que no se percataba que era observada por el caballero. Charlotte le empezó a parecer una joven hermosa, de buena familia, modales exquisitos, alegre y que sabía llevar por el buen camino las conversaciones. Sería una excelente esposa y anfitriona para un caballero con título nobiliario. Si tuviera pensado casarse en algún momento no la descartaría.
Siguió su camino hasta llegar a Hyde Park donde de un momento a otro se vio interrumpido por Lady Sophia Dickens, esposa de Lord Dickens. La cual se encontraba sola en esos momentos.
La mujer se acercó ronroneando.
-
Lord Falcón, ¿cómo ha estado?
- Lady Dickens, es un grato gusto el verla- saludo besando la mano de la mujer.
- El gusto es todo mío, mi Lord- sus ojos brillaron de excitación.
Sophía sabía muy bien que Malcon Falcón no era inmune a su belleza y encanto, así que lo usaría para arrastrarlo a su cama y probar la teoría de una vieja amiga sobre el caballero. Pero cuando se le había presentado anteriormente la oportunidad, esta se vio irrumpida por una mocosa odiosa y mal educada que a leguas era visto su interés por el hombre. Para su gran suerte conocía por buena fuente que aquella niñita se encontraba a kilómetros de Londres y qué este era su momento de actuar por lo que debía aprovecharlo.
**********
Harry caminaba de un lado a otro de la sala en la cual se encontraba. Su secretario le miraba temeroso desde un rincón.
- Repite nuevamente lo que leíste- rugió
- Se... señor Smith lamentamos molestarle pero requerimos de su presencia en América lo antes posible. Ha surgido recientemente un altercado en la fábrica de Carolina con los trabajadores, quienes divididos en grupos se enfrentan entre sí, hemos intentado solucionarlo nosotros mismos antes de acudir a usted pero el clima es imposible. Es por ello que se lo necesita con urgencia. Atentamente...
No podía creer que aquello estuviera pasando, este enfrentamiento entre obreros provocaría que se retrasara la entrega a los clientes,
implicando mucha perdida de dinero.
Pensó que podría descansar un tiempo del agobiante trabajo y pasarlo en companía de Charlotte pero no fue así. No le quedaba más de otra que asistir, había trabajado muy duro para levantar el imperio que poseía ahora.
- Consigue los boletos, quiero partir a más tardar mañana por la tarde- expuso sin admitir replicas.
El secretario no pregunto dos veces y salió disparando del despacho de su jefe.
Harry se acercó al escritorio e hizo sonar una campanilla, al momento aparecía el mayordomo.
- Necesita algo mi señor- dijo mientras observaba a su jefe garabatear algo en un papel.
- Envíela con algún mozo ¡ahora! a esta dirección. Y que no se retire hasta obtener una respuesta favorable.- dijo mientras le extendía una carta
- Sí señor, como usted ordene.
En esos momentos su humor no era el mejor, recibir esa nota le había mandado al suelo todos sus planes. Deseaba pasar más tiempo en compañía de Charlotte y más adelante volver a proponerle matrimonio.
Lo único que faltaba para alcanzar la felicidad era casarse con la mujer que amaba pero siempre había un algo que no se lo permitía, primero el padre de Charlotte que se oponía a conocerle cada vez que fue a pedir permiso para cortejarla, ahora y últimamente eran sus empresas. Una sensación escalofriante le recorrió el cuerpo pero opto ignorarlo.
Salió del despacho rumbo a las caballerizas, donde ya le tenían alistado el caballo que lo llevaría a reunirse con Charlotte, no solo deseaba hablar
sino ansiaba verla y estrecharla entre sus brazos.
**********
Charlotte se sorprendió por la citación de Harry ya que habían quedado en verse mañana por la tarde. No sabía cómo iba a pedir permiso, debía inventar algo rápido. Busco ayuda en su doncella y amiga, y con una buena excusa tuvo la aprobación de su padre para salir.
- Cómo hiciste para convencer a papá Aurelia- pregunto sorprendida la joven.
La joven doncella miro tristemente a su señora y pensó - ¡Si tú supieran Charly!
- No hagas preguntas y alégrate de volver a ver a Harry-respondió con una sonrisa que jamás llego a sus ojos castaños.
- Bueno, no importa si no quieres decirme...y tienes razón estoy loca por verle- chillo eufórica.
Su joven señora no cambiaría jamás. Lo que ocasionaba el estar enamorado en las personas, más si el amor era correspondido. Se alegró por ella y futura felicidad.
Al llegar Harry ya se encontraba allí. Beso ansioso a Charlotte apenas bajo del carruaje y la llevo con él dentro de la casita.
- Oh Harry... tanto deseabas verme que no has podido esperarme por unas cuantas horas más- pregunto entre regaño y picardía.
El comentario de la joven le hizo reír.
- MMMM... no se realmente- le siguió el juego- talvés si... talvés no...- chocaba su dedo índice en su barbilla como si estuviera meditándolo.
La joven lo miro risueña pero quería jugar
con él así que se cruzó de brazos cambiando su cara a enojada.
- ¿Acaso ya no me quieres? Y optas dejarme de una manera tan cruel... Pues muy bien- dijo fingiendo dolor y dándole la espalda.
De repente unos fuertes brazos la rodearon y la pegaron a un duro pecho.
- Sabes muy bien que te quiero un montón. Ansiaba verte y no podía esperar ni siquiera unos minutos. Te deseo Charly- lo último lo dijo besando el cuello de la joven mientras su atrevidas manos amasaban sus senos.
- Oh! Harry- gimió la muchacha.
El tocarle de esa manera la excitaba y sabía muy bien que Harry también lo estaba, la viva prueba era la protuberancia que sobresalía de sus pantalones y le chocaba en la bajo espalda. Charlotte se dio vuelta y le beso con posesión.
Sus lenguas jugaban y recorrían íntimamente la boca ajena. De un momento a otro se encontraban recostados en el sillón del salón. El caballero recorría con sus manos las torneadas piernas de la joven mientras ella tocaba por debajo de la camisa su musculosa espalda.
Harry a pesar de la excitación se separó a regañadientes de la Joven, necesitaban hablar de algo muy importante.
- Charly, amor- le acaricio con el pulgar el labio inferior de la joven, el cual se encontraba enrojecido por los besos- necesitamos hablar.
Al ver la seriedad de la última oración la joven se irguió, acomodo el vestido y sentó correctamente en el sillón.
- ¿Qué sucede Harry?- pregunto preocupada.
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- Mi niña, cuanto has crecido- expreso la abuela de Elizabeth, Anthonia, mientras la abrazaba con fuerzas- Dime mi niña ya tiene algún pretendiente por allí.
Elizabeth se separó de su abuela y la miro con seriedad.
- No abuela.... Nada aun- expuso entre molesta y dolida
- No exasperes mi pequeña ya llegara un guapo caballero para ti.
- Qué cosas dices abuela, creo que terminare solterona- esta vez su cara representaba picardía mientras largaba lo siguiente-y con un ¡amante!- dicho esto salió corriendo a los brazos de su abuelo.
- Pero... ¡Elizabeth! Qué ideas son esas- la regaño ante la osadía de la joven
La joven se carcajeo en brazos de su adorado abuelo al ver la expresión estupefacta de su abuela, y este también lo hizo.
- Mujer no regañes a la niña-
- Pero nada Gregory, esos pensamientos no están nada bien en una jovencita de buena cuna.
- Abuela- bufo Elizabeth una vez se hubo separado del abrazo del abuelo- tengo veintidós años y mi manera de pensar es muy distinta a la de una jovencita debutante.
- Bueno, calma dejemos este asunto. ¿Cómo estuvo el viaje Elizabeth?
- No Gregory, no me cambien el tema. El asunto de esta muchachita es serio-
La joven rodo los ojos, ahora comprendía bien de que parte de la familia heredo su hermano ese comportamiento tan despreciable.
- Ya abuela, solo era una broma. Como bien dijiste una dama de mi alcurnia jamás diría
esas palabra, ni tendría ideas tan atroces- explico mientras cruzaba los dedos por atrás- Además si no llegara a casarme seré una soltera respetable... ¡muy respetable!
Gregory observo muy bien como su pequeña nieta cruzaba los dedos, ya sabía él que Elizabeth tenía una mezcla de desfachatez y descaro por parte de su madre; tozudez y necedad por parte de padre. Prefirió dejarla pasar conocía perfectamente a ambas mujeres y era mejor calmar las aguas.
- ¿Y mi pequeña cómo fue el viaje?-repitió la pregunta dicha anteriormente.
- Un fiasco abuelo- respondió la joven mientras se tiraba indecorosamente en el sofá- ese cochero era poco caballeroso y un mal educado, me dejo abandonada a mi suerte en un paraje de mala muerte.
- ¡Por dios!- se sorprendió Anthonia - cómo se le ocurrió a tu padre colocarte en manos de semejante desecho.
- No solo fue papá también James, no les importo que llegara a pasarme algo con esa calaña. Llegue a compartir viaje con gente que ni siquiera conocía e hubo un señor que me miraba horrible.
- ¿Cómo que te miraba horrible?- esta vez fue su abuelo quien hablo molesto ante todo lo oído.
- ¡Su mirar me aterraba! siempre posaba sus ojos en el escote de mi vestido
- ¡Elizabeth! Una dama no habla de esa manera frente a un hombre- regaño su abuela ante la falta de decoro.
- Pero si es verdad, no sacaba la mirada de...
- Elizabeth...
- ¡Basta ya!- Las acallo Gregory- ¿Cómo se le ocurre a tu padre exponerte
de esa manera? ¿Quién se ha creído que es? ¿si llegaban a hacerte algo?
- Pero no pasó nada abuelo- intentado atemperar las aguas
- Pero nada. Le escribiré exigiendo una explicación. Mandarte sola en un viaje tan largo sin ni siquiera una doncella que te acompañe.
- James dijo que les envió una nota para que me recibieran y buscaran.- desvió el tema- Pero no fue nadie por mí; si llegue aquí fue gracias a un matrimonio bondadoso que me trajo-termino de explicar con el fin de que dejaran de echar la culpa a su padre pero lo que Elizabeth no se daba cuenta es que echaba más sal en la herida.
- ¿Qué?- Rugió su abuelo- jamás llego a mis manos alguna nota. No puedo creer que James te haya enviado con ese engaño. Y tú padre colocarte en manos de un desalmado...
Anthonia notaba la furia de su esposo y con el fin de calmarlo dijo
- Querido piensa talvés la nota se desvió. No creo que James mienta y menos que sea capaz de poner en peligro la vida de su hermana. Tampoco Winsord que ama con el alma a Elizabeth
- Si abuelo, seguro es eso. Papá y James jamás harían algo así y mucho menos a mí que soy la luz de sus ojos.
El anciano camino de un lado otro intentando calmarse, notando que su enojo asusto a ambas mujeres.
- Bien- expuso más calmado- pero lo mismo escribiré, no me pareció nada bien el que te haya mandado sola en un carruaje de uso público.
Luego salió de la sala rumbo a su despacho. Iba a cantarle unas cuantas a su yerno y esperaba una muy buena respuesta
por su falta de delicadeza con su nieta, si no que se atenga a las consecuencias
Una vez marchado, abuela y nieta se miraron sorprendidas.
**********
En la residencia de la familia Nordwest, ubicada en una zona exclusiva de Londres, Aurelia intentaba calmar los sollozos de su señora.
- Charly ya no llores por favor- decía esto mientras acariciaba la mata rubia de cabellos.
- Es que se vuelve a ir Aurelia. Se va nuevamente y me prometió quedarse más tiempo conmigo- repetía entre hipidos.
- Pero mi niña, piensa él necesita volver para arreglar los problemas en la fábrica. Recuerda que quiere darte todo lo mejor cuando se casen.
- A mí no me interesan los lujos yo lo quiero a él. Preferiría que siga siendo pobre así estaría siempre conmigo.
- Charlotte- la separo tomándola por los hombros y mirándola seriamente- eso es egoísta de tu parte. Harry quiere superarse, ser alguien...
- Pero él ya es alguien. Es el hombre que yo amo.
- Charly escúchame. Tú jamás has vivido una vida de privaciones Harry si, tuvo que trabajar desde muy pequeño para llevar un plato de comida al hogar. Le costó mucho trabajo llegar a donde se encuentra actualmente y si lucha por seguir así es por ti, quiere lo mejor para ti. Darte los lujos que te mereces...
- Me propuso irme con él- largo bajito
- Disculpa que dijiste- no la había
oído bien
- Quiere que me marcha con él, qué podría conseguir una licencia de matrimonios urgente así cuando zarpemos a América yo ya sea la señora Smith.
- ¿y qué le respondiste?- pregunto ilusionada
- Le dije que aún no era el momento-
- Pero Charlotte ¿por qué hiciste eso? Era tu oportunidad de estar con Harry.
- Sabes muy bien que papá no lo aprueba y yo no quiero que mi padre me odie.
- ¿pero lo amas? -Comento exasperada ante la tozudez de la joven
- Claro que lo amo.
- Y entonces que importa lo que diga tu padre, Harry te protegerá de quien sea. Deberías haber aceptado. Yo lo hubiera hecho sin dudar Charlotte
- Ya te lo dije no deseo el odio de mi padre, con el tiempo lo aceptara estoy segura. Además no sé por qué te enojas, Harry lo comprendió y prometió que al volver seguirá insistiendo en reunirse con papá.
La doncella se levantó, había momentos en que no la comprendía y si seguían hablando terminarían peleando y no deseaba eso, opto por retirarse y dejar sola a la joven.
**********
- ¿Cuándo volveremos a reunirnos?- ronroneo Lady Sophía mientras yacía tendida en la cama desnuda contemplando el vigoroso cuerpo de su amante.
- ¿Has averiguado lo que te pedí?- pregunto ignorando lo antes dicho por la dama.
La joven odiaba que desviara el tema, pero termino respondiéndole
- No sé si te servirá... pero escuche a Daniel's decir que si el conde de Winsord no firma el contrato el mucho menos lo hará. Confía ciegamente en el vejestorio y en su ojo para los negocios
De repente la joven se sobresaltó al ver a Malcon romper en pedazos el espejo del tocador.
Terminado de vestirse salió de allí hecho una furia, maldecía a Winsord en esos momentos.
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Capítulo 7
Resolver el conflicto en la fábrica de Carolina era cada vez más imposible. Los trabajadores seguían peleando encarnecidamente unos con otros, líderes se escudaban tras sus patotas mientras seguían prendiendo fuego a la mecha.
Su cabeza era una maquina a mil revoluciones en esos momentos intentando buscar posibles soluciones al problema emergente, necesitaba de su amigo William Irving pero este se encontraba vacacionando junto a su familia y no deseaba molestarle. William desde que su sociedad comenzó era la primera vez que se tomaba vacaciones. Habían trabajado codo a codo para lograr lo que ahora tenían.
Cuando Harry llego a América para cumplir su sueño el dinero con cual contaba había sido prestado por un amable anciano que había tenido la oportunidad de conocer en un viaje realizado para cumplir un encargo de su antiguo jefe y amigo Lord Falcón.
El señor kirkman vivía junto a su señora esposa en el campo, en una acogedora y sencilla casa cerca del condado de Derbyshire. Harry había quedado fascinado con el lugar, llegando a prometerse que algún día él también viviría en aquel paramo donde formaría su familia junto a la mujer que tanto amaba.
El matrimonio Kirkman lo había recibido en su hogar con los brazos abiertos siendo este un extraño. El anciano era un hombre sabio, tranquilo y muy protector de sus mujeres como él llamaba a su esposa, hijas y nieta. Le había mostrado un pequeño retrato de su nieta cuando apenas era una niña de nueve años, en él se veía a una pequeña de ojos verdes vivaces y sonrisa pícara.
Al hombre se le iluminaba los ojos y sonreía cuando relataba las travesuras de su pequeñilla y el cómo salía airosa de sus diabluras culpando a su hermano. La adoraba no solo por el gran parecido que tenía con su difunta madre sino porque cada vez que los visitaba alegraba el hogar.
- El hombre que se case con mi pequeña será muy afortunado, ella iluminara sus días con sus alocadas ocurrencia, lo hará feliz, ¡muy feliz! hijo eso te lo puedo asegurar- le había expresado al finalizar uno de sus relatos.
Una vez que Harry le había contado ya en un ambiente de confianza su sueño de viajar a América a probar suerte el anciano le ofreció todo su apoyo y que estaría cuando él le necesitare.
A las semanas siguientes de su llegada al hogar de los Kirkman, Harry se despidió del matrimonio una lluviosa mañana prometiendo volver a visitarlos. Y así lo hizo y siguió haciendo hasta hace cuatro meses atrás cuando tuvo que regresar de manera urgente para solucionar el conflicto en la fabrica.
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El día estaba hermoso para quedarse en casa vegetando, así que apenas despertó salto alegremente de la cama y sin esperar a la doncella tomo de su armario la ropa de montar. Saldría y aprovecharía la soleada mañana para galopar en caballo por los frondosos y verdes caminos ya que desde que había llegado a casa de sus abuelos fueron escasa las veces que había salido a montar debido a los cambios de clima.
Bajo las escaleras tarareando una melodía, se encontraba feliz
y ansiosa por sentirse tan libre y liviana cada vez que montaba pero antes debía alimentarse ya que su estomago se lo pedía a gritos.
Al entrar el pequeño comedor sus abuelos ya se encontraban allí, saludo a ambos con un sonoro beso de mejillas. Su abuelo sonreía, su abuela también pero la risa se transformo en un grito.
- ¡Elizabeth por el amor de dios cuantas veces debo decirte que no uses esas ropas de hombre en la casa!
- ¡Ayy Abuela!- hizo un mohín de niña chiquita golpeando con su bota en suelo- voy a salir a montar y necesito de estas ropas el vestido es incómodo no me permite desplazarme bien- argumento.
- Gregory di algo por dios.- le riño su mujer al ver que este sonreía abiertamente
- Ya mujer deja a la niña vestir como quiera, estamos en el campo...
- Estar en el campo o la ciudad es lo mismo esas no son ropas para una dama de alcurnia. ¿Qué dirán los vecinos de ella cuando la vean?-
- No dirán nada mujer. Los vecinos nos quieren y sobre todo respetan, si lastiman a Elizabeth saben muy bien que nos faltarían al respeto y yo no lo tolerare.- contraataco.
- Ya abuela, no pasara nada... Además ya varios me vieron con mi ropa de montar y no me dijeron nada.- tranquilizo la joven a su afligida abuela mientras untaba mermelada en su tostada.
- Bien...aunque no entiendo porque lo sigo repitiendo si ni tú- señalo a Elizabeth- ¡ni tú!- a su marido- me hacen caso y siguen haciendo lo mismo- sonrió negando con la cabeza mientras volvía
a probar su te.
Una vez su estómago dijo basta, se levantó, volviendo a plantarles sonoros besos en la mejilla a sus abuelos y marcho al establo donde el mozo de cuadra ya tenía enlistado a su caballo. Monto en él y salió a todo galope sintiendo la fresca brisa golpear su rostro.
Al llegar a un páramo donde los pastos eran más verdes y la flora más colorida bajo del caballo y junto al animal caminaron un par de kilómetros más.
A pesar de extrañar a su padre, a James, a Penélope y Charlotte y sobre todo a Malcon, de los cuales no tenía noticias, ni siquiera sabía si su padre la había perdonado y le permitiría volver, se sentía feliz y sobre todo demasiado viva. No extrañaba Londres, ni a la sociedad, sino a su círculo más íntimo, su familia y amigos.
Llegado un momento de su camino se sorprendió al ver la casa de campo del Barón Mc Dawin siendo remodelada e incluso ampliada, creyó que el Barón estaba en la completa quiebra y que había vendido gran parte de sus propiedades para poder responder a sus acreedores pero al parecer se equivocó.
Se acercó cada vez más a la propiedad del Barón para visualizar mejor la remodelación externa, quedando encantada con el jardín que estaban arreglando, la fuente que se encontraban instalando. Había estatuas en los jardines y banquitos. A la casa le estaban quitando sus antiguas ventanas e instalando enormes ventanales, otros eran ventanales puertas que permitirían salir a través de ellos más rápido al jardín.
Si esta era la parte trasera estaba ansiosa por ver como estaba quedando la delantera
pero su exploración se vio interrumpida por una joven doncella que le pidió retirarse de la propiedad que aún no estaba lista para recibir visitas y sobre todo que por andar paseando por los lugares de remodelación podía ocurrirle un accidente.
Suspiro molesta y se mordió la lengua para no decirle sobre "que le importaba a ella si se accidentaba" optando calmarse, sonreírle y marcharse sin pronunciar palabra.
- Pero que se a creído, acaso piensa que soy tonta. No pensaba acercarme a donde se encontraban arreglando solo quería ver un poco desde lejos nada más- hablaba exasperada y sola- tengo o no tengo razón caballito- le pregunto al animal.
El caballo la miro, relincho molesto como diciéndole llévame a casa tengo hambre no estoy para escuchar tus quejas.
De vuelta en casa de sus abuelos dejo al caballo al cuidado del mozo exigiéndole alimentarlo bien, subió a su recamara con el fin de alistarse para la cena mientras se quitarse las ropas la doncella le preparaba su baño. Una vez limpia, la doncella la peino con una elaborada trenza y eligió un bonito pero sencillo vestido color verde.
- Puedo saber por qué debo vestir de esta manera- pregunto al verse tan bien peinada y con ese vestido.
- La señora pidió arreglarla porque durante la cena tendrán visitas.
Bajo y se dirigí a la sala donde se encontraba su abuelo fumando mientras leía un libro.
- Abuelito ¿cómo estás?-
- Bien mi pequeña, pero que bonita estas. ¿puedo saber el motivo mi pequeña?- le pregunto aun el ya sabiendo la respuesta.
Su
nieta lo miro seria achicando los ojos
- Tú debes saber ¿o me equivoco?
- Lo se
- ¿Y bien?
- Tu abuela mientras estaba en el pueblo conoció al nuevo doctor... creo que su apellido es Carter, no recuerdo bien... la cosa es que lo invito a cenar con nosotros junto al reverendo.
- ¡Ahh!- se hecho en el sillón desganada, sabiendo lo que le esperaba esa noche.
El reverendo cada vez que venía a la casa los hacia rezar por media hora antes de la comida agradeciendo por los alimentos, luego le insistía a Elizabeth confesar su pecados y asistir a la iglesia los domingos ya que nunca la veía y es que Elizabeth nunca asistía.
Aprovechado que estaba su abuelo solo le pregunto.
- Mientras caminaba por los alrededores observe que la casa del Barón Mc Dawin está siendo remodelada. Creí que estaba en quiebra y la había vendido.
- ¡Elizabeth hasta allí fuiste! A eso yo no llamaría alrededores, está a casi a cuatro horas - la regaño
- Abuelo no me cambies el tema y responde a mi pregunta-
Suspiro y decidió responder a la duda de su nieta.
- El barón vendió Chatsworth House a un americano- de repente el anciano largo un carcajada- Recuerdo que siempre soltaba a los cuatros vientos que jamás vendería una de sus propiedades a un americano y mira como la vida le golpea.
- Debe haberla vendido barata si tanto le urgía el dinero
- No, el americano pago lo justo e incluso un poco más de lo correspondido. Le dio pena ver a la familia del Barón en penosas situaciones, sobre todo por los niños- dijo entre una mezcla de admiración y tristeza.
Elizabeth no sabía para cuál de los hombres iba cada emoción, cuando estaba por sonsacarle más su abuela ingresaba al salón escoltada por dos caballeros uno era el viejo reverendo, el otro un hombre joven de entre 28 a 32 años.
Durante el transcurso de la cena el joven hombre, quien termino siendo el nuevo doctor de pueblo Carter Rowling, se encontraba encantado de la joven de cabellera oscura y hermosos ojos verdes.
**********
Charlotte no podía creer la noticia que en eso momentos le estaba dando su padre. Si no hubiera sido porque se encontraba sentada ya habría caído de bruces al suelo.
Un caballero, error un Lord adinerado había pedido su mano en matrimonio y su padre se la ha concedido. Retuvo las lágrimas pero amenazaban con volver al pensar que talvés ese Lord pudiera ser el anciano duque que cada vez que visitaba su casa intentaba tomarla por la fuerza. Tomo aire y con voz calma pregunto.
- Padre fue Lord Whisternoing quién ha pedido mi mano?- pregunto temerosa de la respuesta.
Su padre la miraba seriamente mientras apoyaba su mentón en ambas manos para luego de un momento decir.
- No Charly...- esa respuesta le permitió respira más calmada- fue el Conde de Bringston...
*Recién salidito del horno, algún error por favor comunicar.
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Capítulo 8
Ya había pasado alrededor de cinco meses desde la partida de Elizabeth. Extrañaba sus ocurrencias y a toda ella en si, la quería a su lado en estos momentos de su ya muy avanzado embarazo.
Como mujer a punto de dar a luz tenía sentimientos encontrado, miedo ante lo nuevo, alegría y euforia por tener a su hijo en brazos, dudas de que su esposo ya no la deseara por los cambios sufridos y que sufrirá su cuerpo.
Le aterraba perder el amor de James, incluso lo notaba distante y ya no la besaba con la misma pasión que antes. Se sentía impedida de no poder salir de casa y averiguar qué era lo que realmente le pasaba a su esposo ¿y si tenía una amante? No lo soportaría.
Con Elizabeth cerca no tendría temores ya que su cuñada le diría la verdad, incluso golpearía a James si la lastimaba. Sonrió el recordarla y se largo a llorar, esperaba que su suegro le permitiera volver para estar en el nacimiento de su primer sobrino y le diera a la vez parte de esa fuerza arrebatadora que tanto necesitaba Penelope esos momentos.
- Mi señora- el llamado de la sirvienta la saco de sus pensamientos.
-Si-
- Disculpe la molestia- se disculpó al ver que interrumpía el desayuno de su señora- ha llegado esta carta para usted mi señora.
- No se preocupe, pase- le hizo señas así se acercara y le entregará el sobre que reposaba en la bandeja cargada por la joven empleada que se mantenía quieta entre el marco de la puerta.
Una vez entregada la carta la sirvienta marchó apresurada para dar privacidad.
Al abrir el sobre vaya sorpresa se llevó, era Elizabeth quien le escribía contando sobre su estancia en casa de sus abuelos maternos. Hablaba de lo hermoso que era el lugar y lo feliz que la hacía, contaba sobre la excelente salud que gozaban sus abuelos y del nuevo medico del pueblo al cual describía como un caballero educado e inteligente que vivía para sus pacientes. Preguntaba sobre cómo se encontraba gestando su embarazo y sobre salud, el ansias que tenía de poder estar a su lado en esos momentos y el cómo se encontraba su padre, hermano, tía y...Malcon.
A Penélope le agradaba el conocer que Elizabeth se encontrará interesada en otro caballero que no sea Malcon Falcón, también lamentaba el hecho de que siguiera preguntando por él. Si supiera que dentro de pocos días este se casaría con su mejor amiga Charlotte sufría horrores, tenía ser ella quien le avisará sobre el futuro enlace así que opto excluir esa información de su respuesta a su carta.
**********
Charlotte contemplaba el hermoso vestido que yacía sobre su cama, esa mañana temprano fue entregado por la mejor modista de Londres Mándame Moiselle quien se lo había confeccionado a su gusto. Lo que lamentaba en todo su ser es que no lo luciría ante el hombre amado.
El simple hecho de recordar la traición que estaba a punto de cometer a Harry la hacía llorar, más aún cuando le mentía en las cartas que le enviaba engañándolo de que lo esperaba
para casarse con él y ser felices por siempre aunque entre lineas le pedía perdón y que jamás olvidara que lo amaba.
No sólo estaba el asunto de Harry sino también el de Aurelia. Malcon se negaba a que la siguiera teniendo como doncella alegando que había contratado a una excelente doncella francesa que la atendería mucho mejor.
Su madre también se negaba a conservarla en casa argumentando de que ya no podían costear el sueldo de una empleada más.
No sabía cómo decirle a su amiga que ya no necesitaba de sus servicios. Temía enfrentarla y ver la desilusión en sus ojos por ser una mala persona.
Charlotte removió la cabeza para dejar de pensar de una buena vez, Malcon llegaría en unos momentos para cenar con su familia y debía estar bien presentada ante su prometido.
Terminando de arreglarse el cabello.
Aurora ingresa a la habitación para informarle que lord Falcón había llegado.
Charlotte se negaba a verla a los ojos, ella intuyo que se debía a que se sentía miserable con la futura boda, se acercó a su amiga y la abrazo para darle fuerzas.
- Todo saldrá bien Charly, ya se nos ocurrirá algo para evitar que te cases con el conde- la ánimo pero Charlotte esta vez lloro de manera descontrolada musitando bajito "lo siento, lo siento"
La doncella creyó que lo decía por Harry, una parte de ella no de equivocó. La joven no sólo lloraba por la traición hacia su amado sino también por la que cometería a su amiga.
Malcon
al ver tan hermosa a Charlotte deseaba besarla pero aplacó el impulso por el público presente.
La joven durante la cena se mantuvo callada, triste y alejada del entorno.
Su madre la regañaba y pellizcaba por lo bajo para que reaccionara ante el desplante que le estaba haciendo a su prometido con su indiferencia pero la joven ni se inmutaba, no dejando de otra a la duquesa que disculparse con su futuro yerno alegando que era algo normal en las mujeres antes de casarse entrar en esos estados.
Terminada la cena Malcon con el fin de tener a Charlotte entre sus brazos y poder besarla a la vez que tocarla pidió conocer el jardín, la duquesa insistió a Charlotte acompañarlo, a la joven un escalofrio la recorrió, sabía muy bien el por qué el conde deseaba ese paseo.
Tomando valor se levantó de la silla y tomó el brazo de su futuro esposo para iniciar el recorrido.
Cuando la tuvo sola para él, tomo de sorpresa a la joven y la beso con ansias contenidas mientras sus manos recorrían su espalda acercándose hasta su trasero.
A Charlotte le asqueaba que la tocase pero aguanto como mejor pudo intentando pensar que quien la besaba con desesperación era su Harry.
La alejo al ver que esta no ponía de su parte y se disculpo por su atrevimiento, ella no dijo nada ni le miro. Ante la notable indiferencia de la joven decidió que sería mejor hablar para que se distendiera.
- Has estado muy retraída durante la velada. Me gustaría saber qué es lo que te preocupa.
- el simple hecho de casarme contigo cerdo asqueroso- quiso gritarle a la cara.
- Son
los nervios previos a la boda y...
- Cuentame Charlotte cuál es el problema y prometo solucionarlo.
- Es Aurelia...- al ver la cara de Malcon sabía que no tenía caso seguir insistiendo en conservar a la joven doncella así que opto dar otra respuesta- no me animo a echarle.
El conde sonrió ante lo dulce y hermosa que resultaba ser su prometida.
- No te preocupes yo se lo diré, incluso le daré una buena liquidación por los años que te ha servido, la cual le permitirá subsistir por un tiempo hasta encontrar un nuevo trabajo.
Maldito arrogante quería abofetearlo pero le regaló su mejor sonrisa de agradecimiento prometiéndose que le haría pagar tarde o temprano
- Gracias lord Falcón.
- No preciosa tutéame, dentro de tres días será completamente mía- dijo tomando posesivamente la boca de las joven.
**********
Elizabeth había salido esa mañana a montar a caballo y decidió desviarse de su camino para pasar nuevamente por Chatsworth House y comprobar que las refacciones estaban llegando a su fin, sólo pequeños detalles por culminar y estaría lista para el nuevo dueño.
La nueva fachada que estaba adquiriendo la casa le recordaban a la que ella imaginaba y soñaba de niña cada vez que su madre le terminaba de leer los cuentos de princesas antes de ir a dormir.
Sabía de tanto indagar que la casona le pertenecía a un americano de apellido Irving y que dentro de muy poco se instalaría a vivir allí.
Terminada de contemplar la casa de sus sueños
retomó su viaje de vuelta, en el camino se cruzó con el doctor Cárter Rowling.
- Buenos días doctor Carter- saludo eufórica, el joven medico le caía muy bien.
- Señorita Win...- al ver que la muchacha le miraba con el ceño fruncido cambio al tuteo -... Elizabeth que alegría el verla- sonrió el joven feliz de encontrarse con la mujer que ocupaba día a día todos sus pensamientos.
- Va de vuelta al pueblo- pregunto.
- No, hoy debo visitar a unos pacientes... - no queriendo alejarse de la joven dijo- ellos viven en cercanías a la casa de sus abuelos.
-¡Qué excelente noticia!- respondió eufórica la joven- entonces haremos juntos el camino- le sonrió.
Lo que Elizabeth no se daba cuenta era que lo dicho y el uso de ese tono alegre alentaba al joven medico, quien cada vez se enamoraba más de esa mujer de ojos verdes.
**********
Aurelia había pensado toda la noche sobre cómo salvar a su amiga de ese matrimonio impuestos y ya tenía la solución en manos. Llamo a la puerta de su señora quien le autorizó a entrar.
- Sucede algo- pregunto Charlotte al ver el semblante alegre de Aurora.
- Tengo la solución para eludir este matrimonio-
- ¿Cuál es?- musitó
- Escapar Charly. Recuerdas la casita donde te reunías con Harry- al ver que esta asentía prosiguió- puedes ir allá y esconderte hasta el regreso de él. Yo iré contigo no te dejare sola. Harry se casará contigo y serán felices.
- Y el escándalo que ocasionare dejando al novio plantado y a mi familia desairada- expuso afligida- Aurora hay algo que debes saber... papá está muy enfermo y algo así puede ser fatal... deseo realmente evitar este matrimonio pero no a costa de la salud de mi padre. Ya no se que debo y no debo hacer- argumento colocando ambas manos alrededor de su cabeza.
Charlotte estaba confundida, ya no sabía si seguir colocando las manos en el fuego por su familia, su madre no merecía el sacrificio que está por hacer pero su padre... era distinto, también estaba Harry a quien amaba profundamente y deseaba estar con él, el plan de Aurora era excelente sólo debía esperarlo un tiempo en la casita que los hizo felices durante sus reuniones.
- Debo pensarlo Aurora-
Aurora estaba segura que Charlotte tomaría una sabía elección sobre su futuro, salio sonriente de la habitación de su señora.
Al bajar las escaleras el mayordomo le dijo que lord Falcón esperaba por ella en el despacho del señor. Sorprendida por qué en vez de su señora quería verla a ella fue a la cita. Tocó lo la puerta del despacho y hasta no escuchar "un pase' no ingreso
- Pase y tome asiento muchacha.
- Diga señor.
Malcon le extendió un cheque con una generosa suma de dinero.
- Su liquidación-
- ¿Disculpe? ¿cómo dijo?- preguntó al no poder creer lo que sus oídos escuchaban.
- Desde este momento no requerimos más de sus servicios, le pediré que recoja sus pertenencias y está misma tarde abandone la casa del duque de Nordwest.
- ¿Y Charlotte? Ella me necesita.
-Una empleada jamás debe tutear a su señora, le perdono esa falta de respeto sólo por el inmenso cariño que ella le tiene. Charlotte ya no le necesita, una vez sea mi esposa contará con la mejor doncella que una condesa deba tener, además ella está de acuerdo con mi decisión...
- Ella lo sabe.
Sabía que hacía muy bien en despedir a esa empleada que se tomaba demasiados atrevimientos y para colmo era insolente al interrumpir a su señor, también estaba ese vinculo tan intimo entre señora y empleada, esa clase de relación no le gustaba nada ya que él siempre debía saber lo que sucedía en su casa y con todo lo que le pertenecía.
- Así es, Charlotte me pidió a mí que la despidiera en su lugar...
No escucho más desde ahí, agarró el cheque y se marchó a sabiendas de que era una falta total de respeto retirarse si el patrón no lo pedía y mucho peor si se marchaba dejándolo con la palabra en la boca.
Enterarse que Charlotte, su amiga, la reemplazaba y la echaba a la calle porque ya no le era útil le partió el corazón. Se dirigió al cuarto de empleados llorando para empacar las poquitas prendas que poseía y marcharse lo antes posible de allí.
Charlotte bajo las escaleras en busca de Aurora, había tomado una decisión que la haría muy feliz.
Pero esa felicidad se vino abajo, Aurora se había marchado sin ella siendo que le había prometido estar siempre a su lado.
Dos días después Charlotte se convertía en la nueva condesa de Bringston
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Capítulo 9
Minutos después que haya concluido la ceremonia y posterior fiesta de novios, en la residencia de los condes de Bringston, Charlotte se desplazaba impaciente de un lado a otro por la recamara, rogando que el método a emplear pudiera engañar a Malcon. Caso contrario temía lo que pudiera llegar a pasar.
Analepsis
Luego que Aurelia se marchara dejándola completamente sola Charlotte se encerró en su alcoba. Las lágrimas no dejaban de bañar sus delicadas mejillas. Sentía que se volvería loca si no encontraba una solución pronta a su problema, faltaban tan solo menos de 48 horas para dar el "sí quiero" frente a los hombres y dios.
Temía el simple hecho de pensar como actuaria Malcon al momento de consumar el matrimonio y descubrir que su recién estrenada esposa ya no era una joven pura e inocente.
¿Si la devolvía a sus padres? ¿Si la golpeaba por engañarle? ¿O la encerraba en alguno de aquellos hospitales para enfermos? No sabía cuál de ellas era peor pero todas acarrearían un escándalo a su familia, además de que Malcon retiraría sin miramientos el apoyo financiero que esta boda le proporcionaría a su padre para saldar las incontables deudas, llevándolo a caer enfermo o terminar en la cárcel de deudores. Esos pensamientos le daban escalofríos.
Se recostó en la cama, deseaba dormir y que al despertar todo lo que le estaba ocurriendo solo fuese un muy mal sueño.
Escucho que tocaban su puerta y con voz trémula invito a pasar.
Era una de las tantas doncellas que poseían en casa.
La joven pregunto si su señora bajaría a comer a lo que ella contesto que no tenía hambre. La muchacha sin decir más se retiró.
Horas más tarde volvió con una bandeja llena de comida por orden de la duquesa quien exigió no retirarse hasta que su hija terminara todo el alimento.
- Señorita debe comer ya que necesitara fuerzas para su gran día- sonrió de forma soñadora con el simple hecho de pensar la sensación que causaría la boda y la novia con ese hermoso vestido de princesa.
Esas simples palabras provocaron que Charlotte volviera a llorar desconsoladamente asustando a la doncella.
- ¿qué le sucede señorita? No se ponga así. Acaso no le agrada la idea de casarse con un hombre joven y adinerado- pregunto la muchacha entre su inocencia sin darse cuenta que lo dicho podría considerarse una falta total de respeto por parte de un simple sirviente.
- Nadie me entiende- murmuro enterrando su rostro en el almohadón.
- Si puedo serle de ayuda solo dígamelo . No deseo verla tan triste- se afligió la doncella
- No creo que puedas ayudarme- sollozo
La muchacha se levantó de la cama para marcharse ya que no podía hacer nada por Charlotte quien ni siquiera la miraba y solo le daba la espalda. Pero de repente esta se giró y la miro a los ojos.
La doncella parada frente a ella con mirada afligida, era joven de no más de 22 años incluso podría considerar que tenía menos edad que ellas. La analizó por un buen momento, incluso se le atravesó
una idea pero temía preguntarle.
- ¿cómo te llamas muchacha?
- Maddy, mi señora
- ¿Cuántos años tienes Maddy y desde cuando has comenzado a trabajar en esta casa ya que no te he visto anteriormente?
La miro sorprendida por el repentino interés que su señora ponía en ella pero respondió.
- Tengo 20 años, mi señora. Y entre a trabajar solo hace 3 meses, mi trabajo acá solo es temporal.
Era alguien nuevo y por lo tanto no de confianza, temía preguntar lo que en su cabeza rondaba para luego ser el tema de habladurías de la servidumbre y quien no después de todo Londres pero debía arriesgarse y si realizaba una oferta que no pudiera rechazar tendría comprado su silencio.
- ¿Eres virgen Maddy?- se sonrojaba con el simple hecho de haber gesticulado esa palabras pero para no demostrar su vergüenza hablo claramente y con la frente en alto
- Ah... yo...no, mi señora- dijo una muy colorada y sorprendida Maddy
- Entonces debes tener conocimientos sobre el tema-
- No muchos... pero se lo necesario...- bajo la mirada prestando demasiada atención a como jugaban sus dedos con el bordesillo del delantal
¿Acaso quería que le relatara como era el estar con un hombre y todo eso? ¿La duquesa no tendría que ser quien le diera esa información? Aunque conociendo como era la duquesa entendía
porque la joven señora le preguntaba a ella.
- Si me disculpa mi señora... ¿acaso usted desea qué yo le hable sobre que sucede en la noche de bodas?
- No... sino... cómo engañar a mi futuro esposo de que aún me conservo intacta.
El obtener esa información le había costado garantizar un trabajo estable y menos pesado para Maddy. No quedando de otra que traerla consigo como doncella ya que su madre se negó a mantener a una sirvienta oportunista.
Maddy hizo su trabajo, ahora del resto se ocupaba ella.
Se recostó en la cama esperando a que su esposo acudiera a visitarle mientras tanto ubicaba entre sus piernas una diminuta bolsita cuyo contenido interno era sangre, la cual suplantaría la perdida de hace tiempo. También debía fingir rechazo y dolor para que sea más creíbles.
Malcon ingreso a la recamara ansioso por tomar a Charlotte por completo como "su mujer". Al verla recostada en la cama y tapada hasta el mentón con ojitos asustadizos se enterneció por aquella imagen.
- Charly no debes temer, lo que va a suceder es normal entre un hombre y una mujer... sé que tu primera vez no será nada agradable pero las próximas prometo que te gustaran- dijo ya recostado cerca de ella en la cama mientras le recorría con los dedos sus mejillas sonrojadas para bajar después a su cuello.
Se acercó más y con delicadeza tomo el mentón de su esposa para hacer posesión de su boca, la beso con hambre, mientras sus manos le arrebataban la sabana con la cual se cubría para recorrer y
explorar ese hermoso cuerpo.
- Eres hermosa Charlotte- dicho esto le quito el camisón dejándola desnuda.
Charlotte dirigió su mirada a la ventana más próxima, no deseaba mirar como besaba y tocaba su cuerpo, le producía asco y repulsión. Lagrimas silenciosas se liberaron mientras soportaba aquello; el pensar en su amado Harry la distraían pero a su vez llegaban los remordimientos.
Le había traicionado de manera sucia y sabía que le sería muy difícil perdonarla.
De momento a otro lo sintió dentro, moverse al vaivén de su cuerpo. Escuchar su respiración y gemidos le produjo arcadas, quería apartarlo y lo intento pero este se aferraba más a ella.
Al ver la lámpara que decora la pequeña mesa cercana a la cama, vino a su cabeza el pensamiento de tomarla y rompérsela así la dejara en paz. Pero solo fue un simple pensamiento.
Una vez saciado abandono el cuerpo de su esposa y se recostó a su lado intentando recobrar la respiración. Charlotte le ignoro, siguiendo su mirada fija en la ventana. Pasado unos momentos Malcon planto varios besos entre su hombro, mejilla y boca para luego levantarse de la cama y retirarse a su recamara.
Una vez sola la puesta volvió a abrirse dando paso a Maddy quien se acercó a la cama de su señora.
- Señorita...- no sabía si hablar o no ya que Charlotte tenía su mirada fija en otro punto-... ¿ha funcionado' ¿el señor no sospecho?- preguntó ansiosa.
- Prepárame el baño- fue la respuesta a su interrogante.
Cuando Maddy aviso que el baño estaba listo Charlotte se levantó de la cama y observo las sabanas manchadas con la sangre falsa y
los fluidos de Malcon.
-¡Quita esa sabanas y quémalas!- expresó con asco mientras se dirigía a la bañera llena de agua tibia perfumada.
Se sumergió en ella y con la esponja que la doncella le alcanzo raspo toda parte del cuerpo que Malcon toco.
Cuando su piel blanca y cremosa se encontró rojiza de tanto raspar y también por insistencia y preocupación de la joven doncella se retiró de allí.
Con camisón y sabanas nuevas se acostó a dormir.
**********
- ¡Buenos días doctor Carter!- saludo efusivamente Elizabeth. Quien había ingresado en el consultorio del joven médico sin anunciarse.
- Señorita Elizabeth, buenos días- a pesar del sobresalto que le causo la llegada inesperada de la joven, Carter se alegró por su visita.
- Veo que tiene muchos pacientes por atender- más que pregunta fue una afirmación al ver a tanta gente sentada esperando ser atendidos.
- Si, un poco- le sonrió.
- ¿Dónde se encuentra Jane? ¿Debería de estar ayudándole?- dijo seria al no encontrar por ninguno de los rincones a la enfermera de 40años.
- Fue a cuidar a su hermana quien se encuentra enferma y por lo tanto no pudo asistir hoy para ayudarme- se disculpó en nombre de su ayudante mientras volvía a atender al hombre frente suyo.
- Ya veo...- una disparatada idea le vino a la cabeza y sin procesarla mucho la largo- Puedo ayudarte, no se mucho pero no estarás solo cargado con todo- más que una sugerencia fue un hecho ya aceptado.
Carter se mordió el labio, Elizabeth no tenía idea sobre medicina y tampoco deseaba decirle que no, así que busco algo que la joven podría ir haciendo hasta que él pueda atender a cada paciente.
Se disculpo con el enfermo y se acerco a la joven.
- Bien Elizabeth... recibirás a los pacientes - se acerco al escritorio y extrajo un libro- y los anotaras en este libro. Los indagaras sobre sus males y si son graves serán los primeros a los que atenderé. ¿Está bien?
- Muy bien- sonrió y tomando el libro comenzó a anotar e interrogar a los pacientes que se encontraban en espera.
A Carter le sorprendió ver como Elizabeth para disminuir su trabajo atendía a aquellos pacientes que habían sufridos cortes o quemaduras. Su manera de desenvolverse lo embelesó, llegando a quedar más encantado por aquella muchacha de vivaces ojos verdes.
Pasada la tarde y ya sin ningun paciente por atender Carter preguntó
- ¿Dónde has aprendido a tratar esas heridas?
- Aprendí observando a Eugénie, la señora de la cocina, quien atendía siempre a las doncellas y mozos cuando estaban heridos. También mi abuelo me enseño algo- le respondió mientras volvía a su trabajo el de terminar de llenar el libro de pacientes.
- Vaya debo agradecer a lord Kikman y a la señora Eugénie, por preparar tan bien a mi asistente- menciona con una mezcla de alegría y picardia.
- Puedes agradecerle a mi abuelo pero a Eugénie no-
- Puedo saber el por qué no- pregunto curioso
- Eugénie escapo con el jardinero hace un año- rió al recordar- Eran dos personas adultas que oscilaban los 50 años, puedes creerlo. Pero el amor es así, cuando uno esta enamorado no mira atrás- lo último expreso con un deje de melancolía
Quedaron en silencio, Carter miraba a una Elizabeth que tenia la vista perdida en algún punto ciego, grabando su hermoso rostro en sus pupilas, deseaba acariciar y sentir la textura de su piel.
Una vez salida de sus pensamientos, volvió la vista a Carter y lo descubrió mirándola, le retuvo y se contemplaron esta vez ambos.
Carter se acercó más a ella provocando que se mordiera el labio, Elizabeth luego desvió la mirada a la ventana y observar que ya era tarde y debía volver a casa.
- Debo marcharme- dijo de un salto- ya es tarde y mi abuela me regañara por la demora-
Esas palabras sacaron a Carter de su ensoñamiento
- Permítame acompañarla-
- No es necesario- contesto recogiendo sus pertenencias y acercándose a la puerta para marcharse
- Por favor, temo pueda pasarle algo a estar horas por el camino-
No quedándole de otra que aceptar pero no se arrepintió ya que platicaron durante todo el camino de vuelta.
Al llegar su abuela estuvo a punto de sermonearla pero ver al doctor con su sobrina la tranquilizo. Este se disculpó con ambos por haber retenido a su nieta más del tiempo debido, también alabo las destrezas de la joven al tratar heridos.
Lo invitaron a cenar, ambos ancianos observaron la mirada que se dedicaban los jóvenes. Anthonia elevo una ceja y guiño un ojo a su esposo mientras este le regalaba una sonrisa y una apretada de manos por debajo de la mesa.
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Capítulo 10
La vida de Elizabeth durante las últimas semanas se convirtió en algo monótono. Por las mañanas salía a cabalgar hasta los límites de terreno de su abuelo, por pedido de este. Si iba al pueblo lo hacía para acompañar a su abuela durante las compras o visitas a las casas de sus amigas para tomar el té, mientras por las tardes se la pasaba encerrada en casa.
Extrañaba ir al pequeño hospital con el cual contaba el pueblo, pero no podía ya que el doctor Carter había viajado a Londres con el propósito de conseguir suministros médicos como también algún joven doctor que lo ayudara con su trabajo, su ausencia se estaba prolongando ¡tres semanas! Ella deseaba ayudar a tratar a los heridos y enfermos pero sin el apoyo de Carter no podía hacer nada ya que Jane la enfermera le había dejado bien claro que no era bienvenida en aquel lugar.
Suspiro aburrida mientras contemplaba por la ventana como iba escondiéndose el sol para dar paso a la luna acompañada de sus interminables amigas las estrellas.
- Señorita la cena está servida, Lord Kikman espera por usted- hablo la doncella.
- Ahora bajo- acercándose al tocador retoco su peinado y con ayuda de sus manos plancho lo mejor que pudo la falda de ese horrible, pesado e incómodo vestido.
Últimamente su abuela supervisaba la ropa que vestía, aludiendo que si quería conquistar algún caballero debía estar siempre arreglada y su vestimenta la hiciera lucir femenina, y no como un muchachito de cuadras con pantalones y camisas.
Elizabeth no entendía por qué su abuela desde hace poco se interesaba por su forma de vestir, llegando a recibir regaños cada vez más seguidos cuando la veía con sus ropas, tampoco comprendía lo de llamar la atención de algún caballero. Los hombres del pueblo le parecían normales, ninguno llamaba su atención como "hombre". Además el único hombre que le interesaba se encontraba a kilómetros de distancia disfrutando de la temporada mientras ella seguía recluida en el campo.
Podría haber escrito cientos de cartas suplicando a su padre o hermano, incluso a la bruja de Caroline para que la dejaran volver pero su orgullo no se lo permitía.
- Ellos vendrán a mi suplicando-
Un día su hermano, James, callo de visita en casa de sus abuelos. Elizabeth se alegró de verle y le hizo saber, como también le hizo darse cuenta de lo furiosa quejy estaba con ambos por impedir su regreso.
- ¡Vaya!, ¡vaya! mira quién hizo honor con su visita? Nada más y nada menos que el Vizconde de Marshall futuro Conde de...-fue su manera de presentarse ante este quien hablaba animadamente con su abuelo en el despacho.
- A mí también me alegra verte pequeña- sonrió James al ver a su hermana después de tanto tiempo.
El verla de manera reticente y con sus ojos achicados le dio una clara idea sobre su estado. Seguía molesta.
- Bueno veo que al parecer papá se sintió arrepentido de su decisión y te ha mandado como un mediador ¡Perfecto! Ahora mismo subo y preparo las maletas para el viaje- su hermano quería interrumpir
su palabrerío pero ella continuo igual- Espero haya tenido la delicadeza de comprar un nuevo guardarropa para mí, sino, no podré asistir a las veladas con vestidos viejos- dicho aquello dio la vuelta para salir rumbo a su recamara y preparar toda sus pertenencias pero las palabras de su hermano la detuvieron.
- No he venido a llevarte, mi presencia aquí es simplemente visita-
Eso quería decir que aun su padre estaba molesto y seguiría castigada
-Maldita sean todos-
- Entonces ¡A mí no me alegra tú visita!- cerrando de un portazo la puerta tras de sí.
Con tal de no ver ni en pintura la cara de su hermano, gustosa acompaño al día siguiente a su abuela al pueblo ¡Pero como se arrepentí! Esas mujeres que su abuela llamaba amigas eran una cacatúas que solo lastimaban sus sensibles oídos. Lo que si podía encontrar de positivo a esa charla de té era el enterarse que Carter se encontraba de vuelta. Sin pedir permiso, ni disculparse salió a carrera para buscarlo.
- De seguro lo encontraré en el hospital- y no se equivocó allí estaba junto a otro hombre joven.
Apenas verle se abalanzo a sus brazos, lo cual tomo al doctor por sorpresa.
- ¡Oh Carter has vuelto! no te imaginas cuanto te he extrañado- esas palabras provocaron un dulce calor en el cuerpo del médico.
- Yo también te he extrañado mucho Elizabeth- respondió con un abrazo que no quería romper
El otro médico al ver a la parejita de enamorados opto por excusarse con balbuceos, ya que también
le tomó por sorpresa ese arranque de la joven que se aferraba al doctor Carter, y dejarlos disfrutar en intimidad.
Ya solos, Elizabeth ataco con una bataola de preguntas
- Y dime ¿qué tal Londres? ¿has conseguido todos los medicamentos? ¿ese señor es el nuevo medico? Qué pensara, de seguro que soy una maleducado por obviarlo ¿ya tienes algún benefactor que nos ayude con el hospital ?....
- Calma, calma, un a la vez- dijo entre risas y con una mirada de ternura al ver su comportamiento de niña pequeña- Londres sigue igual que siempre, solo mas ajetreado por la temporada y una horda de jovencitas debutantes a la caza de maridos
- ¿Asististe a alguna reunión?
- Si, a algunas
- De seguro levantaste más de un suspiros- rió
- No, nada de eso... a mí solo me interesa una persona...- la miro con ojos soñadores.
- ¿y qué más, sigue contando?- insistió rompiendo el ensoñamiento del médico y sin darse cuenta de a quién iba dirigido esa palabras
- Conseguí algunos medicamentos... los demás están fuera del alcance de este hospital- sus palabras se tornaron tristes- en cuanto al señor con el que me viste charlando, sí, es el nuevo médico. Fue el único que acepto mi oferta los demás la rechazaron.
- Oh Carter, déjame hablar con papá o James ellos pueden ayudar a equipar este hospital acorde a las necesidades de la gente.
- No Elizabeth, no por favor. Eso ya sería demasiado, tu ayuda
y dedicación es suficiente- la miraba enternecido por su preocupación
- Pero...- ella siempre tenía un pero
- Elizabeth, no. Además ya tengo a un Lord que de seguro aceptara ayudarnos sin miramientos. El problema es que ha contraído nupcias hace poco y él junto a su esposa se encuentran de viaje de novios.
- ¿Quién es?- pregunto esperanzada y con alegría
- El conde Bringston, Lord Malcon Falcon-
Eso fue como mil cuchillo atravesando su cuerpo. Sentía acuosos sus ojos, palidecer su rostro y seca su boca. Estuvo a punto de caer al suelo, por sentir sus piernas y cuerpo débil, si no fuera por Carter que la sostuvo a tiempo.
- ¡Elizabeth! Te encuentras bien- pregunto con mucha preocupación al verla tan pálida.
La cabeza le daba vueltas. Con la poca fuerza que le quedaba se soltó del agarre de Carter y salió del lugar sin decir nada.
Carter preocupado salió tras ellas pero de un momento a otro la perdió. No sabía dónde buscarla, en ese estado temía que pudiere pasarle cualquier cosa. Siguió buscándola por cada rincón del pueblo.
Anthonía después de terminar la visita a sus amigas, busco a Elizabeth para marcharse pero al preguntar y contestarle que se encontraba con el doctor Carter se tranquilizó y opto por dejar a esa parejita solos para que hablen después de haber estado tanto tiempo separados.
En lo que tomaba té en su pequeña sala, entran su esposo y nieto.
- ¿Y Elizabeth?- pregunto James
- Quedo en el pueblo- sonrió pícaramente- hablando con el doctor Carter Rowling
Al ver la mirada de no entender nada que transmitía James, Gregory decidido explicar.
- Es un joven médico que llego hace tiempo al pueblo y ha entablado una hermosa amistad con Elizabeth.
- El cual también se muestra muy interesado en ella- refuto Anthonia
En lo que le explicaban ese interés del médico por su hermana, esta entro a la habitación y al ver a James se acercó a él.
- Dime que no es cierto- pregunto con ojos rojos surcados por lagrimas y voz temblorosa- ¡Dímelo! ¡Dímelo!- grito ya histérica desacomodando las solapas de su abrigo.
Al verla en ese estado y el no comprender de qué hablaba le pregunto
- ¿Qué deseas que te diga pequeña?- verla mirarle con ojos suplicantes y sin contestar volvió a hablar- ¿Dime Elizabeth qué sucede? ¿Te hicieron algo? Lizzie.
- Dime que Malcon no se casó. Díme que es todo mentira, por favor James-
Ver en ese estado a su hermana le provoco una tremendas ganas de tener a Malcon frente a él y romperle la cara.
- Lo siento Elizabeth... pero es cierto. Malcon se casó hace dos meses... con... Lady Charlotte Kning-
- Mientes- siseó entre dientes- ¡Mientes! ¡Mientes! ¡Mientes!- comenzó a golpear su pecho con furia mientras gritaba desesperada.
James tomo sus puños para evitar que siga golpeándolo y la abrazo para darle su apoyo.
Elizabeth se retorcía y gritaba intentando liberarse de aquel agarre. Cuando se soltó cayó al suelo muy cerca a los pies de su hermano mientras un llanto doloroso exigía a gritos salir de la cárcel
que le impedía ser libre.
Su último recuerdo fue ver el rostro de sus abuelos bañado en lágrimas y preocupación, y a su hermano abrazándola para mitigar ese dolor que le desgarraba el alma, de ahí en más todo fue oscuro.
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Charlotte jamás pensó que en su vida tocaría suelo americano. El lugar era magnifico, edificios altos por doquier, demasiado ruido para su gusto, aire puro y fresco, gente caminando por todos lados ataviados con sus mejores ropas.
Este lugar era la última parada de su viaje de novios antes de regresar a Londres.
Malcon le demostró ser un buen esposo, incluso durante esos meses le tomo afecto. Era bondadoso y no escatimaba en gastos ante sus caprichos, desde llevarla al teatro hasta comprar ropa, joyas costosísimas y, obsequios caros y elegantes, para familiares y amigos.
Una mañana mientras la doncella le ayudaba a alistarse para salir a comprar un hermoso sombrero del cual quedo enamorada apenas verlo, Malcon ingreso a su recamara.
Primero recorrió con la mirada cada centímetro del cuerpo de su esposa, admirando lo hermosa y bien dotada que era. No se arrepentía de su elección, Charlotte era educada, elegante, inteligente y muy pero muy hermosa. Incluso llego a ser admirada y deseada por hombres que eran sus amigos, socios, empleados y demás caballeros.
Verla ataviada en aquel vestido de muselina color bermellón, el cual resaltaba sus suave y cremosa piel, el azul de sus ojos y su cabellera castaña clara, le dio unas inmensas ganas de despachar a
la sirvienta y tumbarla en la cama para degustar su cuerpo. Pero se contuvo ya que debía reunirse con un futuro inversor el cual en caso de realizarse la transacción le permitiría ascender mucho más.
- Querida, lamento interrumpir tu salida pero necesito que me acompañes a un almuerzo con un futuro socio.
Eso era otra cosa que odiaba de Malcon. En vez de disfrutar su viaje de boda y relajarse se la pasaba buscando inversores para llevar adelante su nuevo emprendimiento arrastrándola con él a esas aburridas y tediosas reuniones.
- Claro cariño- respondió melosa aunque su interior fuera un hervidero- deja me cambie de atuendo.
- No es necesario, ese vestido te queda perfecto- antes de salir por la puerta que ingreso se giró y dijo- te espero en quince minutos en el pie de la escalera.- y se marchó.
Charlotte conto hasta diez para calmarse mientras inhalaba y exhalaba.
Al llegar quedo sorprendido ante semejante tamaño de mansión, en Londres no había visto nada similar. Dentro la morada era toda elegancia y finura. El mayordomo los hizo pasar a una amplia sala donde se encontraban una pareja mayor y dos jóvenes de su edad o menos. La pareja los saludo con abrazos y besos al igual que las jóvenes, difiriendo en su forma uno era cálido y afectivo el otro solo de cortesía y frio.
Los invitaron a sentar y degustar jugo de frutas con masas finas y frutas picadas de todo tipo.
- Espero no les moleste que el almuerzo se retrase un poco, ya que estoy a la espera de un amigo
y familiar- se disculpó en hombre mayor
- No es molestias señor Irving
Siguieron hablando de temas banales, mientras la esposa del señor Irving y una de sus hijas se acercaron a ella a charlar sobre lo último en moda en cuanto a vestidos, sombreros y accesorios. La otra hija del señor, creyó ser la más pequeña, le preguntaba sobre cómo eran las temporadas allá en Londres, ya que dentro de un año y por mucha insistencia su padre la llevaría para que debutase allá.
Ambas incluso la señora Irving cuyo nombre era Adelmina le caían muy bien, era gente simpática. Lo que le incomodaba era la mirada constante del señor Irving, incluso al darle la espalda le sentía taladrarle por detrás. Al parecer ni la familia de este, ni su esposo se daba cuenta.
En eso que el señor Irving se dirigía directamente a ella, el mayordomo anunciaba la entrada de los caballeros faltantes haciendo que el señor se detuviera, hiciera una mueca lastimera y con un cambio total en su rostro se acercara al hombre que le llamó y envolvió en un fuerte abrazo. Ese hombre de cabellos negros que reía abrazando con euforia a su viejo amigo le pareció muy familiar, sobre todo su voz... Harry
Charlotte sintió palidecer, no podía ser cierto Harry, su Harry, se encontraba a solo unos pasos de ella. Al darle la espalda no se había percatado de su presencia. Quería que la tierra la tragase en esos mismos instantes.
La hija mayor del señor Irving tomo de manera indecorosa el brazo de Harry, provocando celos y ganas de arrancar cabellos a Charlotte, y comenzó a coquetear con él. En eso Malcon de acerco a este y lo saludo con algo de sorpresa al ver a un ex empleado codearse con gente poderosa.
- Harry, no imaginas el gusto que me da el volverte a ver ¿cuántos años habrá pasado desde la última vez?
- Malcon viejo amigo- lo saludo alegre por volver a verle, con una sonrisa contesto- cinco años ya.
- Oh Harry, Lord Falcón, es un conde, puedes creerlo- chillo la más pequeña- crees que llegue a casarme con alguien así- pregunto soñadora.
- Claro pequeña, si lo anhelas así será- regalando una sonrisa dulce a la pequeña Katrinna.
- Oh! Que maleducados fuimos todos, dejamos de lado a la condesa. Te encantara apenas la veas Harry, es muy simpática y hermosa- dicha estas palabras lo hizo girar para que pudiera conocer a la condesa de Bringston.
William Irving cerro lo ojos y negó con tristeza. Los ojos de Charlotte se inundaron en lágrimas, conteniendo no derramar ninguna. Y Harry... su sonrisa se esfumo al instante y su rostro palideció.
Charlotte,su amada Charlotte, era una mujer casada y... condesa, como siempre deseo supadre, el duque de Norwest.
*Intente transmitir lo mejor que pude los sentimientos de cada personaje.
Bueno... ambos descubrieron la verdad y no de la mejor manera, ahora a esperar que sucede.
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Capítulo 11
Antes que nada quisiera agradecer por 11.000 visitas y por su aceptación a esta novela. Espero cumplir sus expectativas y que esta historia no decaiga. También disculpar la demora. Ahora si los dejo leer...
pd: disculpen los errores o como los llamo yo "Horrores" gramaticales y de puntuación.
Cuando Elizabeth despertó, y al mirar a su alrededor descubrió que se hallaba en su recamara, recostada en su cama y con ropa de dormir. Miro a la ventana, la cual permitió al sol iluminar por completo la habitación, los rayos luminosos molestaban su visión así que la desvió a la puerta, que detrás de ella se oían murmullos ininteligibles. No les prestó atención ya que sentía cansada y muy débil, tenía frío a pesar de encontrarse bien arropada.
Los ruidos provenientes de afuera le provocaban un punzante dolor de cabeza, estaba por gritar para que se callaran pero de sus labios no salió ni un solo sonido. Hizo el intento por levantarse pero las frazadas se lo impedían, pesaban demasiado, eso la molesto moviéndose incomoda.
De repente la puerta se abrió y por ella ingreso su hermano y el doctor Carter. A ambos los miro con ojos suplicantes rogando que le ayudaran a ponerse de pie pero malinterpretaron su mirada. James tenía los ojos rojos surcados por muy oscuras ojeras. En cambio el rostro de Carter transmitía por un lado preocupación y alivio.
James se ubicó cerca de ella y tomo su mano mientras lagrimas contenidas salían de su rostro.
- Has despertado pequeña-
le sonrió con ternura mientras acariciaba su cabello- nos tenías a todos muy preocupados.
Ella hizo el intento por gesticular algunas palabras pero, silencio. El no poder hablar, ni moverse le exasperaba lágrimas de impotencia brotaron por sus ojos.
- No llores pequeña, estarás bien- aseguraba mientras que con sus pulgares limpiaba los pequeños cristales salados- Papá, el abuelo y yo te cuidaremos. Incluso papá está aquí con tía Caroline y Penélope junto al bebé. Tu pequeño sobrino desea conocer a su tía Lizzie.
Lo único que alcanzo a realizar fue una leve sonrisa. Ansiaba ver a su padre, Penélope y al pequeñín incluso le costaba aceptar que a la bruja de su tía. Volvió a removerse incomoda, ansiando apartar esas frazadas y correr a su encuentro.
El esfuerzo realizado tiño de rojo su rostro. James al verla así preguntó preocupado sobre que le pasaba.
Carter se acercó a ella y descubrió un poco su cuerpo de la cárcel de telas, obteniendo una sonrisa como recompensa.
- Solo se sentía apresada por las frazadas- toco su frente y sonrió al ver que ya no tenía calentura- la fiebre ha disminuido dentro de muy poco estará completamente recuperada.
- Avisare a padre- salió alegre dejando solo a doctor y paciente.
Aprovechando el estar solos, Carter se sentó muy cerca de ella en la cama y con su rostro cansado pero inundado de ternura al ver recuperada a la mujer que quería.
- Estuve muy preocupado por ti, no te imaginas como me sentí cuando fui llamado y ver que no despertaba, creí volverme loco-
dicha estas palabras beso con infinita ternura su frente.- quiero que me prometas que pondrás todo de tu parte para recuperarte por completo.
Los labios a pesar de encontrarse algo resecos conservaba ese color rosado, estuvo tentado a besarlos pero los ruidos del conde lo detuvieron y alejaron lo más rápido que pudo de la cama.
Elizabeth quedo sorprendida por la demostración de Carter, pero le gusto los sentimientos que ese inocente beso transmitió.
Su padre apenas verla se abalanzo sobre ella
- Oh mi pequeña, has despertado- el ver lagrimas rodando por el rostro agotado de su padre le sorprendió. El conde de Winsord solo lloró una vez y fue cuando su madre murió ahora ella era la causante de aquello. Ese sentimiento se transformó en culpa y volvió a lagrimear.- No mi niña no llores más, ese desgraciado no merece ni una de tus preciadas lágrimas, prometo hacerle pagar caro tu sufrimiento.
Lo dicho por su padre le hizo abrir los ojos, Malcon...casado... con Charlotte, quien sabía sobre sus sentimientos y planes a futuro con él... ¡quien dijo llamarse mejor amiga! Los recuerdos volvieron y con ellos un llanto desgarrador, esta vez pudo articular sonidos producto de este.
Su padre gritaba improperios mientras golpeaba cosas y maldecía, y James intentaba calmarle con el motivo de no asustarla, optando por sacarlo de allí.
Carter se acercó nuevamente a ella intentando que bebiera un brebaje pero Elizabeth lo esquivaba moviendo su rostro de un lado a otro. El pobre medico se hallaba muy afligido ante la reacción de la joven pero como pudo
hizo que lo bebiera todo.
Pasado unos minutos esta se encontraba más calmada, morfeo la llamo a descansar en sus brazos aceptándolo con agrado.
**********
William Irving descendía de su coche, fijo la vista en la imponente casa frente suyo. Su amigo lo necesitaba y él le ayudaría como una vez este lo hizo.
No veía a Harry desde el incidente en su casa y a eso ya fueron semanas, sabía que se encontraba atravesando su duelo por lo tanto necesitaba su espacio y se lo concedió pero el llamado de auxilio por parte de Benjamin, su secretario, lo hicieron asistir esa misma mañana.
Al tocar la puerta fue atendido de inmediato por el mayordomo, un hombre inexpresivo, detrás de este se acercó corriendo Benjamin con el rostro turbado.
- Buenos días señor Irving, me alegra haya acudido de inmediato como respuesta a mi nota. Sígame por favor.
Lo llevo hasta la sala más cercana, y le ofreció algo de beber.
- No gracias, así estoy bien. Habla de una vez muchacho- exigió exasperado.
- Oh señor Irving, el señor Harry cada día decae más. Me tome en atrevimiento de dar unas cortas vacaciones a todo el personal, y que estoy seguro que al señor no le gustara que lo vean en ese estado. Por lo tanto en casa nos encontramos apenas señor Douglas, el mayordomo y yo. El señor Smith deambula por la casa siempre acompañado de una botella, bebe a toda hora, no ha probado bocado en días, no duerme y si lo hace son minutos. Por las noches cuando cree que nadie o escucha llora por aquella mujer, la llama pidiéndole perdón para después maldecirla por traicionarlo de manera tan sucia.- respondió con rostro abatido.
- Permíteme unas palabras con Harry ¿dónde se encuentra en estos momentos?
- En su recamara, hace una semana que no sale de ahí y solo llama para alcanzarle más bebida.
Dejo al muchacho en la planta baja mientras él se dirigía a entablar palabras con su amigo.
Al ingresar en la recamara el hedor inundo sus fosas nasales, la habitación se encontraba oscura, salto varios obstáculos hasta poder abrir una ventana, esta era un desastre, sillones, mesas, cuadros, jarrones, espejos todos destruidos; botellas tanto vacías como a medio terminar se encontraban esparcidas por todos lado, la cama se encontraba desecha y sobre esta se encontraba lo que quedaba de Harry.
- Mierda, cierra esa puta ventana- rugió desde la cama debido a la luz que le cegaba y aumentaba el dolor de cabeza
- Harry debemos hablar, no puedes seguir así.
- Déjame solo William- su voz de inicio cambio por una apagada. Con esfuerzo sobre humano se levantó y sentó en la cama con cabeza gacha. No deseaba que su amigo viera lo mal que se sentía.
- ¡Dejarte! ¡Nos tienes a todos muy preocupados! Te di tiempo a tu duelo, es momento de dejarlo y seguir hacia adelante.
- No puedo...tantos planes juntos y ahora todo se vino abajo William- su amigo se ubicó en el sillón más cercano para escucharlo- Se casó con otro hombre y no uno cualquiera ¡con un maldito conde!- estrello con furia la botella de whisky que descansaba anteriormente en la mesita de noche- Dijo amarme y no importarle mi condición de hombre simple ¡Me traiciono! Es una mujer vil, mentirosa- lloro amargamente- Todo este tiempo jugo conmigo...
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Capítulo 12
La familia Nordwest recibían con los brazos abiertos a su hija Charlotte quien hacía pocos días había llegado de su viaje de bodas. La joven traía consigo muchos regalos, todos ellos provenientes de los distintos lugares que visitó junto a su esposo. Relato todo lo vivenciado, como el haber conocido a gente muy importante.
- En Francia al tercer día de nuestra llegada almorzamos en la mansión de la marquesa Mompadour. La marquesa es una mujer excepcional...- en ese momento se vio interrumpida por una de sus hermanas.
- Lástima que este casada con un hombre que podría ser su abuelo- expreso con mirada sombría esta.
Quien había echo dicho comentario fue la hermana mayor de Charlotte, Daphne, la cual fue obligada a contraer matrimonio con un hombre que triplicaba su edad, al cual no amaba y apenas soportaba, lo consideraba un vejestorio que había quitado y absorbido toda su alegría juvenil convirtiéndola en una mujer fría y amargada.
Su madre desvió el tema ya que conocía perfectamente a su hija Daphne, sabiendo que cada vez que salía a relucir el tema le culpaba de la infelicidad que sufría día a día a causa de ese matrimonio.
A Charlotte le entristecía saber que tanto a sus hermanas como a ella le impusieron matrimonios que no deseaban, separándolas de los hombres a quienes realmente amaban.
Daphne tenía dos niños junto a su esposo pero se sospechaba que el pequeño era de su amante. Últimamente lord Coventry ya no era visto en reuniones ni bailes, el anciano se encontraba muy enfermo y a su hermana no le interesaba
lo más mínimo la salud delicada de su marido sino más bien disfrutaba la libertad que ello acarreaba junto a sus amantes quienes le hacían la vida más feliz, placentera y tranquila.
Otra de las hermanas de Charlotte, Martiana, se encontraba casada con un vizconde que le llevaba doce años de diferencia, tenían cuatro hijos, un niño y tres niñas. Esta con el paso del tiempo había comenzado a sentir cariño por quien era su esposo y se consideraba agradecida con la vida que le había tocado.
Ahora ella, una mujer casada con un adinerado conde por el cual solo sentía aprecio. La diferencia de edad con Malcon no era mucha inclusive demostró ser una persona muy buena y atenta hacia ella y su familia. Ahora entendía el cariño inconmensurable que Elizabeth le profesaba-Suspiro entristecida- su amiga no se merecía lo que le había hecho, sabía que no le perdonaría fácilmente. Harry... solo esperaba tener la oportunidad de explicarse y que le perdonara. En cuanto a Malcon, se merecía alguien que realmente lo quisiera y no una mujer que cada vez que yacían en el lecho pensara que el transmisor de las caricias era otro hombre.
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Carter no podía creer que Elizabeth se marchara.
Había intentado tomar todo el valor posible y confesar sus sentimientos así le diera una oportunidad pero el hecho de que su familia no la dejaba ni a sol ni a sombra y los pocos minutos que compartían junto a la joven esta se encontraba con la mirada perdida. A pesar de aquellos condicionantes no se daba por vencido pero todo cambio cuando luego de revisarla y dejarla
en compañía de su padre, lady Caroline lo intercepto y hablo claramente. No deseaba que alguien de poca monta cortejara a su única sobrina objetando que Elizabeth merecía un buen hombre a su lado que a su vez colocara sus pies sobre tierra y ese hombre no era él.
Esa mañana dejo el hospital a cargo del nuevo médico, él debía despedirse de la joven.
A pesar de estar recuperaba por completo sus ojos verdes se encontraban apagados y no quedaba rastros de aquella mueca pícara que la caracterizaba.
Elizabeth apenas ver al doctor Carter se acercó a este con un intento de sonrisa.
- Voy a extrañar todo esto- hizo un gesto con las manos envolviendo el lugar mientras su rostro entristecía nuevamente- cabalgar todas las mañanas, caminar al pueblo, visitar el hospital, ayudar en él y sobre todo... lo extrañare mucho a usted...- las lágrimas sin derramar quemaban sus ojos- gracias por haber sido un gran amigo, jamás te olvidare
Carter no pudo más y sin importarle la presencia del padre, la tía, los abuelos y el hermano, la abrazo atrayéndola todo lo que pudo hasta él y enterrando su rostro en su cuello para oler por última vez su aroma, ella correspondió al abrazo con la misma intensidad.
- Prométeme que volverás si te sientes sola y pérdida... yo estaré aquí esperándote con los brazos abiertos- hablo solo para ella.
Elizabeth se separó y le regalo una sonrisa para luego besar dulcemente su mejilla.
- Lo prometo-
El carraspeo de su padre y hermano los sacaron de su burbuja.
- Es momento de marcharnos. Fue un gusto conocerle señor Rowling- el conde estrecho las manos con el joven médico.
Elizabeth miro por última vez desde la ventana del carruaje a sus abuelos y aun desolado doctor.
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Capítulo 13
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Su llegada a Londres no causo tanto revuelo como al marcharse.
A los pocos días y contando con vestidos nuevos volvió a concurrir a bailes y reuniones. En un principio su padre se había negado alegando que debía tomarse un descanso del alborotado Londres ofreciéndole adelantar su retirada al campo para disfrutar de las maravillas que ofrecía el condado de Winsord, se negó rotundamente y junto al apoyo de su tía lograron convencerlo.
A pesar de mostrarse siempre con la frente en alto en cada festividad que asistía y sin interesarle los cuchicheos que ajenos mantenían sobre ella, tenía miedo y se sentía desorientada , al igual que cuando era una niña y algo la asustaba, al igual cuando su madre se había marchado dejándola indefensa. Temía encontrarse con el matrimonio Falcón y ver lo feliz que Charlotte hacía a Malcon.
Durante una de sus visas a la modista en compañía de su tía, quien se había convertido en su muro salvador, Elizabeth pidió permiso a esta para salir a comprar unos listones que le habían fascinado apenas verlo en el pequeño negocio de enfrente, necesitaba que fueran suyos a como fuera lugar. Pero jamás se imaginó que al apenas salir volvería a ver a Malcon tan cerca, solo a unos quince pasos de ella.
Este al verla le regalo una sonrisa alegre y saludo con la mano, con paso elegantes se fue acercando acortando la poca distancia.
Elizabeth miraba despavorida a todos lados en busca de ayuda, en la vida no se
consideró alguien cobarde pero en aquellos momentos lo era, deseaba huir o que se la tragase la tierra. Para su bendita suerte un amable caballero intercepto a Malcon provocando segundos de distracción que no dudo en aprovechar y correr a refugiarse nuevamente en la tienda de la modista. Con su tía presente nadie osaría acercársele.
Pasó veladas evitando encuentros con los condes de Bringston, pero siempre llega el momento de dejar de esconderse y hacerle frente a los obstáculos.
El último baile que daba cierre a la temporada se llevó a cabo en la mansión de los vizcondes de Marshall; James y Penélope demostraron ser unos excelentes anfitriones.
Cuando su acompañante fue por algo de bebida se topó de frente con Malcon y Charlotte, provocando que su respiración se agitara. Con un intento de sonrisa que demostraba alegría de verlos los saludó
- Buenas noches Lord y lady Bringston- expreso cortésmente con una leve inclinación. Quería demostrarles que su matrimonio no le afectaba y esperaba que su expresión permitiera ver a sus palabras creíbles.
- Elizabeth es un gusto volver a verte, y qué es eso de las formalidades acaso te has olvidado que nos conocemos desde hace tiempo- respondió Malcon ante la manera tan circunspecta de la joven.
- Disculpa Malcon...Charlotte- su mirada se desvió a quien una vez fue su mejor amiga, la miro fijamente pero esta no emitía palabra alguna solo la miraba... ¿con lastima? Eso la enervo - quién diablos se creía para mirarla así- frunció molesta los labios.
Penélope
al observar la incomodidad de Elizabeth frente a los condes salió al rescate.
- ¡Oh Lizzie! menos mal que te he encontrado, Caroline pregunta por ti- posando sus manos por los hombros rígidos de la muchacha- Si nos disculpan Lord y...- miro desdeñosamente a Charlotte- lady Bringston debo llevármela.
El matrimonio asintió, Malcon con una sonrisa triste y Charlotte con una mueca.
- Gracias por sacarme de allí- agradeció la joven.
- Sabes que siempre estaré para alejar los problemas-
Elizabeth salió al jardín, necesitaba pensar.
El estar de vuelta e insertada nuevamente en la sociedad le demostró que ya nada era ni sería igual , ya no tenía una meta que cumplir, ni ese algo que la incentivara todas las mañanas a levantarse de la cama. Quien fue su objetivo se encontraba fuera de su alcance ¿Qué haría ahora? Aún tenía la posibilidad de casarse y con su cuantiosa dote encontraría un marido pronto pero imponerse un matrimonio para formar una familia y no sentirse sola no la harían feliz. Otra opción era dejar todo de lado y ser una solterona respetuosa al cuidado de sus sobrinos...
Sus pensamientos fueron interrumpidos por una presencia
- Charlotte- se sorprendió verla.
- Buenas noches Elizabeth- saludo
Respiro y exhalo para no arrancarle los pelos -qué descarada era- hizo un movimiento de cabeza como despedida y se retiró pero antes de salir la escucho.
- Perdóname Elizabeth, si me dejaras explicarte comprenderías porque lo hice-
Estuvo tentada
de estamparle la mano en la mejilla pero se retiró sin mirarla.
Volvió adentro para disfrutar de la fiesta. Converso y bailo con varios caballeros que le hacían notar lo agradable de su compañía llegando incluso a flirtear descaradamente con ella, en vez de enojarse y escupir fuego por la boca opto por reírse y seguirles el juego. Cuando viro Malcon miraba en su dirección con semblante serio, lo ignoro, para luego encontrarse con la mirada de su padre y tía, vio en ellos aprobación en su nueva manera de actuar. Le causó sorpresa dicha aceptación ya que ante ojos de todos incluso los de ella misma lo único que hacía era comportarse como esas mujeres coquetas y escandalosas que tanto odiaba, se encogió de hombros restado importancia a su pensamiento y a la mirada afilada de Malcon volviendo toda su atención al caballero que no dejaba de hablar. Con todo ello descubrió lo fácil que era llamar la atención de un hombre, con sonrisitas por aquí, revoloteos de pestañas por allá ya los tenia comiendo de su mano. Era una total lástima que la temporada haya terminado ahora debía poner en juego sus artes en otro lado.
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Benjamín no caiga de tanto regocijo al ver a su patrón recuperado y todo gracias a la conversación que tuvo con el señor William en su recamara.
Harry se encontraba sorprendió por la felicidad y predisposición de Benjamín, su secretario. A pesar de que a todos sus cercanos les alegro verlo recuperado aun le costaba
seguir adelante. Cada día hacia un esfuerzo sobrehumano por no decae, había anhelado por años la posición de la cual gozaba actualmente y todo ese sacrificio no podía ser echado por la borda, no era lo correcto, debía seguir. Ella había trazado su camino, él haría el suyo.
Esa mañana fue de visitas a casa de William, debían buscar soluciones al conflicto entre sus trabajadores. Katrinna que se hallaba entregando su sombrero a la sirvienta al verlo se abalanzo para prenderse en su brazo.
- Harry has vuelto, te he extrañado mucho- canturreo alegre.
- Igual yo pequeña- despeinó su cabello cariñosamente.
- Harry- le regañó- no me despeine que debo estar bien presentable para cuando llegue mamá- sus ojitos marrones brillaron-¡iremos a la modista!- chilló- debo tener los vestidos más bonitos
- Puedo saber el por qué deseas vestidos más bonitos- preguntó y recibió un golpecito en el brazo
- ¿Qué pregunta es esa Harry?- amonestó- Para mí temporada en Londres, dentro de un mes viajaremos para allí y nos instalaremos en casa de unos condes- la palabra condes le hizo pensar en...
- ¿A qué condes visitaras?... ¿Bringston?- dijo con temor
- No, son otros... no recuerdo su nombre en estos momentos-
La conversación se vio interrumpida con la llegada de la señora Irving y Annabella, la hija mayor, quienes bajaban las escaleras vestidas para salir.
- Buenos días Harry, quedas a almorzar con nosotros- hablo la señora Irving, su invitación a almorzar fue más una orden que pedido- Por cierto William espera por ti en su
despacho
No le dio tiempo a responder ni agradecer porque atravesaba la puerta junto a su hija menor que se despidió de él con un fugaz beso de mejilla
- ¡Harry!- chillo Annabella- has venido a visitarme
- Si pequeña-
El rostro de la joven cambio drásticamente por esas palabras
- ¡No soy pequeña Harry!-reclamó molesta- ¡Soy toda una mujer! Tengo 20 años
- Lamento si te ofendí Annabella- se disculpó extrañado ante la actitud de la chica.
Olvidado- con un movimiento de mano le resto importancia para luego amenazar- Pero que no vuelva a repetirse.
Al quedar en silencio ambos Annabella con tal de romperlo agrego- Seguro mi hermana te comento que dentro de un mes viajaremos a Inglaterra donde una institutriz inglesa nos preparará en materia de modales antes de que inicie la temporada- dijo mientras se colocaba el sombrerito a juego con el vestido que la sirvienta le alcanzo- Katrinna ansia casarse con un conde en cambio yo...- lo miro para luego ruborizarse- busco amor- se acercó a Harry, beso dulcemente su mejilla para marcharse corriendo tras la puerta por la que anteriormente su madre y hermana salieron dejando completamente confundido al hombre.
**********
Mientras desayunaba plácidamente, Maddy ingreso a su recamara trayendo consigo la correspondencia.
- Mi señora esto acaba de llegar para usted- le extendió un sobre con el sello de su marido.
Con parsimonia lo abrió y leyó. Malcon la citaba en la imprenta.-Suspiro conociendo el motivo
del encuentro.
Desde hace unas semanas cada vez que su esposo le mandaba a llamar era solo para una cosa, ir, abrir sus piernas hasta que quede satisfecho y volver a casa.
- Que espere- pensó mientras seguía con su desayuno pero la presencia insistente de Maddy la saco de sus casilla.-
- No te quedes ahí parada y prepara el vestido violeta con encaje negro que debo salir.
Al llegar el secretario de Malcon la hizo entrar al despacho a esperarlo, debido a que se encontraba en una reunión. Cuando llego ni siquiera dijo buenos días directamente invadió su boca mientras la elevaba y depositaba en su escritorio. La desvistió y poseyó.
Charlotte disfrutaba de lo que le hacía pero cuando se alejó un poco de su marido para besarle, su excitación creció, quien estaba ante ella era Harry poseyendo gustosamente su cuerpo. El verle ahí prendido a ella le hizo soltar lágrimas de felicidad, lo abrazó con todas sus fuerzas para que no se alejara. Cuando terminaron y volvió a ver el rostro palideció, Harry volvía a esfumarse quedando nuevamente Malcon.
Termino de vestirse con intenciones de marcharse pero Malcon la detuvo. Quería hablar con ella así que tomo asiento lejos de él.
- Esta mañana me cruce con lady Marshall junto a su pequeño hijo...- ahí iba de nuevo con el tema de un bebé- ...y Elizabeth...El estar alejada de Londres la cambio tanto- sonrió rememorando viejos recuerdo- ya no queda nada de la muchachita quisquillosa que marchó
- También la he notado muy cambiada... al parecer ese viaje le permitió madurar
- El cambio vino en general, me gusta la nueva Elizabeth... en partes...- dijo con la vista perdida en el contenido de su vaso de whisky
- ¿A qué te refieres?-
- Extraño un poco a la de antes, su forma de avasallar con todo lo que se cruzaba en su camino- ante esto ambos sonrieron- su nueva imagen la hace ver como una mujer madura y decidida.
- Siempre fue decidida-
- Sí, pero de otra clase... esta vez es más osada y atrevida me gusta esa faceta suya...
Esto provoco que Charlotte lo mirase, Malcon no se daba cuenta de lo que decía.
- ...Muchos caballeros la cortejan pero según James ella no les da alas a ninguno- rio- en eso no ha cambiado-
- Talvés pronto llegue aquel al que convierta en su marido- refuto con malicia.
Malcon la miro serio y frunció el ceño- Talvés... pero hasta el momento no ha llegado.
Charlotte tomo su pequeño bolso y sombrero marchándose se allí.
Ahora si esta completo el capítulo. Espero disfruten leyendo, así como yo escribiendo. Besos. Se los quiere
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Capítulo 14
Gracias por sus votos y comentarios. Gracias por su aceptación hacia la novela. \(*-*)/
@mariaforozco14, un saludo. Tu mensaje me ha mostrado la magnitud que tiene está comunidad y hasta donde es capaz de llegar. \(°-°)
A ti lector, que tu visita, voto y comentario le permiten crecer. Muchas gracias.
Ahora si el capítulo nuevo. Espero lo disfruten
Terminada la temporada la familia Winsord se dirigió a pasar su estancia en Winsord House. James, Penélope y el pequeño Maximus, se unirían semanas después.
Su primera semanas en aquellos paramos le resultaron aburridos, montaba a Canela por las mañanas y tardes, el resto del día prefería dormir hasta que su cuerpo pedía con suplicios abandonar la cama.
Su tía hablaba la justo y necesario con ella, al igual que su padre quien pasaba la mayor parte de la estancia visitando a sus inquilinos.
Con la llegada de su hermano, cuñada y sobrino su hasta el momento monótona vida dio un giro de 180° grados. Más aún con el pequeño Maximus
Una tarde calurosa, Penélope, Caroline, Maximus y Elizabeth se encontraban en el jardín merendando mientras el conde y James salieron a resolver un asunto y no volverían hasta el día siguiente por la noche.
Elizabeth elevaba por los aires con brazos seguros al pequeño Maximus, quien demostraba su felicidad con gorgoritos, mientras eran observados por la madre del pequeño y la tía de la joven.
En ello que Elizabeth acostó con sumo
cuidado a su sobrino en la manta que reposaba en el suelo para soplar ruidosamente su pancita llega la niñera del pequeño anunciando el horario de su siesta.
- Pero si aún Maximus no tiene sueño- expreso para luego hablarle al bebé- ¿O no Maximus? Tú aun no deseas dormir. Dormir la siesta es aburrido prefieres pasar tu tarde con tu hermosa tía... o no bebé- la respuesta del pequeño fue atrapar unos cabellos rebeldes de su tía con sus manitas y acercarla hasta él mientras gesticulaba con burbujitas de saliva.
La acción del bebé provoco una sonrisa de oreja a oreja de Elizabeth.
- Ves aún no desea dormir, Maximus solo desea jugar- sonreía acercando su nariz para tocar la del infante.
La niñera hablo recriminando a Penélope que aquello provocaría una interrupción en su crecimiento a su vez que lo volvería desobediente. Caroline estuvo a punto de interceder ante tal atrevimiento pero Elizabeth se adelantó.
- Acaso no has entendido lo dicho o debo explicártelo de otra manera. Lárgate y vuelve cuando ¡yo! te llame sino no aparezcas - la mujer se retiró roja y farfullando indignada.
Una vez visto que aquella horrible mujer se encontraba lejos volvió a hablar
- Debes correrla, no sirve. No permitiré que alguien tan amargo se ocupe del cuidado de mi hermoso sobrino- lo último lo dijo volviendo su atención al niño con una sonrisa pero la respuesta del bebé fue mirarla asustado con sus ojitos bien abiertos.
Elizabeth levanto al pequeño en brazos y camino de un lado a otro meciéndolo para tranquilizarlo y evitar
que llorara.
Caroline miro a Penélope, la cual se mantenía callada y tomando de a sorbitos su té, con el ceño fruncido y una mueca de disgusto ante su actitud previa. Luego posó su mirada en su sobrina y antes de acercar la taza a sus labios para beber el brebaje sonrió.
Esa noche Elizabeth ingreso al cuarto de Penélope necesitaba hablar, pero esta no se encontraba allí. La busco en la habitación de Maximus pero nada. Tenía pensado seguir con su búsqueda en la planta baja pero realmente se encontraba cansada. Hablarían mañana, fue su último pensamiento antes de caer rendida en la cama.
Por la mañana encontró a su cuñada y tía desayunando, aún no había rastros de su padre y hermano.
- Cómo amaneció Maximus- fueron sus primeras palabras de la mañana.
- Sigue durmiendo, al parecer el tanto jugar lo agoto. La niñera se encuentra feliz porque pudo dormir tranquila sin ser interrumpido su sueño por los llantos madrugueros de Max.
- Me alegro por ella- dijo con fingida inocencia- pero su función es cuidar de él no quejarse ¿Ya pensaste en despedirla? - pregunto untando su tostada en manteca y mermelada.
- No puedo despedirla, la requiero. Quien vera de Max.
- Y quién más, tú, por algo eres su madre- se quejó.
- Max requiere de muchos cuidados y yo sola no podre con todos. Además...
- O por favor Penélope...
- Elizabeth, Penélope tiene razón. Un bebé requiere de muchos cuidados y una sola persona no puede con ello. Siendo vizcondesa tiene
muchas responsabilidades y no es bien vista la atención que un noble le prodiga a los hijos. Para ello existen los sirvientes- Intervino Caroline acallándola al ver el ataque de su sobrina a Penélope.
- Y cuál es toda esa responsabilidad? Recibir visitas, invitación a bailes y realizar una fiesta... Bah que gran responsabilidad- comento con ironía mientras rodaba los ojos, ganando un regaño de ambas por su actitud- Bueno, ya, lo siento- dijo en son de paz.
-Quién las comprendía realmente- pensó haciendo muecas.
Terminado el desayuno subió nuevamente a su recamara y vistió con su infalible traje de montar. Visito a su pequeño sobrino, el cual seguía dormido como un angelito, y salió de allí pero antes miró con advertencia a la amarga niñera.
Al bajar, su padre y hermano entraban por la puerta principal entrando al mayordomo sus chaquetas y sombreros.
- ¡Papá!- salto los últimos tres escalones y corrió a abrazarlo- creí que llegaría para la cena.
- Adelante el regreso- despeino cariñosamente en cabello de su hija- Me has extrañado pequeña.
- Claro que si papá- sonrió y volvió con su abrazo.
- Buenos días, acaso he sido relegado a un segundo plano- expreso James.
- Piérdete que arruinas el momento- regaño su hermana.
El conde rió ante el infantilismo de sus hijos.
- ¿Vas a salir pequeña?- le pregunto al ver su vestimenta.
- Sí... ¿irías conmigo?- dijo suplicante con un puchero.
- Lo siento Lizzie, papá está
agotado y necesita descansar- acerco su nariz a su vestimenta para oler - y también un buen baño- dio un beso en la frente a su hija y subió las escaleras.
- ¿Y piensas salir con esas ropas?- la pregunta provino de su hermano.
- ¿Y tú tienes algún problema con mi vestimenta?- contraataco ella haciendo suspirar cansado a este.
- Olvídalo, sigue con lo que estas por hacer. Yo iré a ver a mi hijo y esposa- la despidió y siguió el camino que anteriormente tomo su padre, no sin antes escuchar a su hermana gritarle amenazante.
- No se te ocurra interrumpir en sueño de Maximus-
***
Cabalgo hasta fuera de los límites del terreno de su padre. Al encontrar un arroyo desmonto para que Canela bebiera un poco de agua mientras ella descalzaba sus botas, arremangaba las bota mangas del pantalón y sumergía los pies en la fresca y cristalina agua.
Canela terminado de beber se alejó a pastar por los alrededores no muy lejos de su dueña.
Elizabeth se recostó en la tierra con poco pasto adormilada mientras sus pies seguían sumergidos.
En un momento despertó de golpe. Solo había dormido unos pocos minutos. Volvió a calzar sus zapatos y salió a buscar a canela que no se hallaba a más de quince metros de ella pero le sorprendió con lo que se encontró.
Un hombre de cabellos oscuros acariciaba cariñosamente a su yegua para luego girarse y mirarla con una sonrisa ladeada, y luego hablar con voz grave
- Vaya, vaya al parecer tenemos un merodeador-
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Capítulo 15
El hombre que se encontraba frente a ella, él cual le miraba con sorna mientras acariciaba delicadamente a Canela, poseía un aspecto muy salvaje. De cabellos azabache y largos, rostro moreno a causa del sol, ojos fríos como el hielo y una barba que al parecer no veía una navaja hace meses.
Elizabeth se sentía intimidada por aquel sujeto. Temía que fuera un violador y le hiciese mucho daño¿ Pero acaso los violadores no atacaban prontamente a sus victimas?
En aquellos momento su cabeza trabajaba a mil buscando posibles métodos de escape.
Muy cerca se hallaba una piedra, la desgracia era su tamaño no le causaría ni el más mínimo daño.
Podría volver cerca del riachuelo allí si había mucho más grandes pero implicaría voltearse y correr cosa que le facilitaría a su atacante derribarla.
¡Estaba perdida!
En silencio comenzó a rezar la única oración que fue capaz de aprenderse cuando su abuela la arrastraba a la iglesia.
- Carajo que diablos seguía- se preguntó y al parecer en voz alta porque el salvaje volvió su mirada a ella haciendo una mueca que disimulaba una sonrisa.
Cansada de estar parada rebanándose la cabeza sobre cómo huir y el párrafo de la oración olvidada atacó al sujeto como lo haría una Winsord con palabras.
- Qué diablos quiere?- pregunto retando al salvaje-
- No tenia idea que una dama de alcurnia poseyera dicho término en su repertorio de palabras-
Esa respuesta la descolocó por completo.
¿Cómo era posible que un salvaje ordinario supiera que era una dama? ¿¡No sería algún intento de secuestró!?
- Me sorprende que su familia permita que usted vista esa clase de ropa y sobre todo que exhiba partes de su anatomía a todo aquel que pasee por el lugar-
- Cómo osa hablarme de esa manera maleducado ignorante- exclamó indignada.
- Sólo digo lo que veo señorita-
Roja de indignación fue la respuesta de su rostro.
- Váyase al diablo- con pasos decididos se acercó y de un manotazo expulsó la mano del desconocido del lomo de Canela- No la toqué, odia a los extraños-
Este enarcó una ceja de manera burlesque contradiciendo lo dicho por ella.
Elizabeth quería ahorcar a la yegua por mostrarse tan dócil ante el salvaje siendo que a los ayudantes de cuadra faltaba que les arranque los dedos cada vez que se le acercaban para alimentar o arreglarla para los paseos.
Se subió al caballo y miró al salvaje con boca y ceño fruncido.
- Veo que además de contar con dicho repertorio hay que añadir su falta de modales- añadió
- Y usted señor carece de caballerosidad. Inclusive mostrando ser completamente inferior a los hombres de menor linaje.- hablo con desdén
- Tal ves en ello no se equivoqué. Yo no soy un caballero- escupió molesto
Con ello opto marcharse del lugar a todo galope a fin de evitar ser atacada por aquel salvaje
- No imaginas lo que está esperando por ti princesa- hablo el desconocido para si mismo mientras observaba la figura de la joven que se alejaba a gran velocidad.
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Llegada
sana y salva a casa, desmonto molesta, rugió al mozo y entró a casa dando un sonoro portazo.
- ¿Maleducada? que se vaya al diablo- refunfuño
- Mira quien ha vuelto de su paseo- hablo Penélope al pequeño Max, quien iba en brazos de su madre.
Ver a su amiga y sobrino atempero su animo.
- Maximus, mi pequeño- chillo llamando la atención del bebé que se encontraba demasiado entretenido en atrapar el arete de esmeralda y perlas de su madre.
- No señorita- Penélope esquivo los brazos de Elizabeth que iban dirigidos a cazar al bebé- Primero tomas un baño y te cambias de ropas. Te quiero bien bonita para mi bebé.
Elizabeth la miro indignada pero a pesar de hacer mohin no logro hacerla cambiar de opinión.
- Tu baño espera,y un lindo y nuevo vestido también. Apresura- insistió al ver que se negaba
- Para que necesito bañarme y colocarme un nuevo vestido si cuando juegue con Maximus me volveré a ensuciar-
- Tenemos invitados esta noche. James a pedido estar bien presentados ya que esta cena es importante tanto para él como tu padre. Así que ve a bañarte a hora- apuro
Rodó los ojos. Aveces su amiga era insoportable y mandona.
Subió desganada a su recamara. La doncella ya esperaba por ella, la desvistió rápido sin darle tiempo a Elizabeth de reaccionar para detenerla.
Una vez bañada, perfumada y vestida con el delicado y llamativo vestido su tía ingreso a la recamara, despacho a la doncella y sonrió aprobatoriamente al verla tan bonita. Se acerco hasta el tocador y del alhajero que se encontraba a la vista
extrajo un collar de perlas, un brazalete y aretes a juego y un anillo con un delicado diamante.
- Colócate esto- hizo entrega de los accesorios- Debes estar hermosa esta noche mi niña.
Elizabeth le miro extrañada por el pedido.
- Bajaras cuando la doncella venga por ti- con aquello salio de la habitación dejándola sola y confundida.
Cuando la doncella vino por ella intento preguntarle el por qué de todo aquello pero esta no contesto y camino por delante de su señora.
- Aquí viene mi pequeña-
Esa voz era la de su padre quien se encontraba esperándola junto a demás personas al pie de la escalera.
Al llegar al ultimo escalón beso a su padre, no por un prototipo frente a otras personas sino porque desde que llego de cabalgar no lo había visto.
- Princesa ven- tomo su brazo bajándola del escalón y acercando a donde se encontraban los visitantes- te presento a los condes de Suffolk- hizo una reverencia y al levantar la cabeza se topo con la mirada ácida y desdeñosa de la condesa y los ojos del conde en el escote de su vestido.
- ...los invitados del conde, el señor y la señora Irving junto a sus hijas-
Las jovencitas frente a ella hicieron un intento de reverencia que le saco una risita mientras la señora Irving la miraba con altivez, haciendo ella lo mismo para demostrar quién es quién allí.
La llegada del mayordomo pospuso el duelo de miradas entre Elizabeth, la condesa, la señora Irving y una de sus hijas.
- Mi lord la cena esta servida-
Ingresaron al comedor y cada uno
se ubico en el lugar correspondiente.
Tanto arreglo para esto- se cuestiono mientras lanzaba miradas envenenadas a Penélope por no advertirle.
Le resultó la cena más aburrida a la que había asistido.
Caroline y Penélope hablaban junto a la señora Irving y una de sus hijas sobre lo ultimo en moda. La condesa se unía de vez en cuando a la conversación ya que pasaba su mayor tiempo observando el actuar de su esposo frente a la hija del anfitrión. Los caballeros solo hablaban de negocios y caza.
El único que conversaba con Elizabeth era el conde de Suffolk, que más que conversar le coqueteaba. Y ella con tal de poner verde a la condesa le seguía el juego pero sin elevar alas.
Cuando damas y caballeros se separaron para asistir a distintos salones Elizabeth suspiro más aliviada por alejarse del conde. Aunque en la sala se siguió viendo relegada a un segundo plano.
La hija mayor del matrimonio Irving se mantenía alejada del centro de conversación. Elizabeth al verse y verla sola se acerco.
Se ubicaron en asientos a partes del resto y charlaron amenamente. Descubrió que era americana y su viaje a Londres se debía a la caza de un marido con título.
- Por lo menos aun posees la edad para no ser considerada una solterona- dijo melancólica
- No diga eso, usted aun es joven y bonita- respondió la joven
- Annabella te prohíbo tratarme por usted, llámame Elizabeth- pidió
- Elizabeth así son todas las reuniones y bailes en Londres tan aburridos- pregunto desesperanzada
- Solo las cenas de negocios, las temporadas te encantaran y con lo bonita que eres tendrás miles de pretendientes detrás tuyo- la alentó
- Yo solo quiero a uno- hablo bajo Annabella mientras se sonrojaba.
- Es un joven americano?- pregunto curiosa
- En realidad en ingles pero radica en América desde hace años. Tal ves le conozcas se apellida Smith-
Elizabeth intentó recordar dicho apellido pero ninguno se le venia a la mente
- Lo siento no le conozco- se disculpo- Si te gusta debes hacerle conocer tus sentimientos
- ¿¡Eso funciona!?- exclamo sorprendida- si me declaro crees que el también me quiera
Las palabras de Annabella le hicieron recordar su historia con Malcón ¿Cuántas veces le dejo en claro sus sentimientos?¿Por qué él no le dijo desde un principio que no le correspondía?¿Por qué le dio alas y luego se las arranco?¿Por qué se casó con su mejor amiga? ¿¡Por qué la traicionaron!?
Lagrimas invadieron su rostro y con furia se las seco. Se prometió no volver a llorar por él nunca más y ahora lo estaba haciendo. Era patética.
Se encuentra bien- fue la preocupación de Anna que la saco de sus pensamientos
- De maravilla... Sabes, olvida eso de declararte mejor sedúcelo.
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Capítulo 16
Semanas posteriores a la cena realizada en la casa de campo del Conde de Winsord, Annabella se encontraba arreglando su atuendo y perfumando ciertos puntos clave de su cuerpo. Había optado seguir al pie de la letra los consejos de Elizabeth para enamorar a Harry
Le amaba y haría todo lo que estuviera a sus manos para conquistarlo.
Bajo a prisa las escaleras de la casa de campo alquilada por su padre para mayor comodidad de la familia.
En ella encontraba mayor libertad para invitar a su nueva amiga, ya que en casa de la condesa de Suffolk le era imposible, y Elizabeth no aceptaba ni aunque la llevara a rastras.
Su madre y hermana no se encontraban nada alegres con las visitas frecuentes de la hija del conde de Winsord. No llegándole a quedar de otra quien recibirla y mostrar su mejor sonrisa, ya que dicho contacto les abriría las puertas para codearse con la alta esfera londinense.
El único que no ponía impedimentos para esa amistad era su padre, quien a pesar de considerar a Elizabeth con faltas de "delicadezas" que debía poseer toda dama, era buena chica y sobre todo hacia feliz a su hija.
Annabella mientras esperaba en el salón de té junto a su madre y hermana a que su padre llegara con Harry, tomó de su bolsita un pequeño frasquito que contenía polvo colorete, regalo de Elizabeth.
Aprovechando la distracción de sus acompañantes se acercó a los ventanales y con ayuda del reflejo que proyectaban los mismos pintó sus labios y mejillas otorgando un color rosado voluptuoso.
La puerta de la sala se abrió y por
ella entro su padre y Harry sonriendo. Katrinna chillo al verle y fue corriendo a abrazarle, recibiendo luego un regaño de su madre, quien después procedió a realizar los mismo con él.
- Nos alegra que hayas llegado sano y salvo- hablo Adelmina en nombre de todos - Debes estar agotado Harry, en tu recamara encontraras todas las comodidades que necesites. Voy a supervisar de que suban todas tus maletas y te preparen un baño caliente- dicha esas palabras salió seguida de su esposo.
Harry no se percataba que era contemplado desde cerca del ventanal por una hermosa joven a quien aún no había visto por prestar suma atención a las palabras de la pequeña Irving
- ... este lugar es grandioso... la condesa de Suffolk es una dama delicada y con un exquisito gusto por la moda-
Mientras su hermana parloteaba, Annabella se acercaba cada vez más a la pareja, humedeciendo sus labios debido a los nervios.
- Conocimos a una Vizcondesa... ella es tan dulce... además es nuera del conde de Winsord... todos aquí son amables y muy educados. El problema es la hija del conde, es una mujer falta de modales... para colmo Anny se hizo amiga de ella, hace unos días se presentó en casa vestida con ropa de hombre- exclamo con horror- ¡puedes creerlo! ¡de hombre! Mamá y yo recomendamos a Anny alejarse de ella. Inclusive la propia condesa de Suffolk dijo que es una alocada y ser vista con ella en los bailes de Londres acarreara nuestra ruina...
Annabella interrumpió el palabrerío de su hermana
- Harry, como ha estado tu viaje-
Este se volteó a verla y le abrazo mientras depositaba un casto beso sobre su frente
- Pequeña, tanto tiempo sin verte. Cuánto has crecido-
Paso por alto su apelativo y se dispuso a poner en práctica sus clases de coqueteo.
Mientras Harry les hablaba a ambas sobre lo sucedido en América cuando ellas se marcharon, Annabella mordía su labio inferior, los humedecía, y arremolinaba las pestañas cosa que no pasó desapercibido para Harry
- Pequeña te encuentras bien... acaso te entro algo en el ojo y te molesta.- se acercó más a ella y toco su frente- no tienes fiebre... tus mejillas están muy sonrosadas, talvés necesites un poco de aire.
Eso la dejo helada. ¿¡Tan mala era actuando!?
- Abriré los ventanales para que refresque un poco el ambiente-
Mientras Harry se disponía a realizar esta tarea, Katrinna la miro raro
- Qué te has colocado en la cara, pareces payaso-
La respuesta de Annabella fue sonrojarse al extremo, lo cual preocupo a Harry pensando que había pescado un resfrío y le aconsejo ir a descansar mientras el pedía que le prepararan un té y le subieran a su recamara. Ni lerda ni perezosa salió corriendo de allí a refugiarse en su habitación.
Al acercarse al espejo corroboro en toda regla que había hecho de hazmerreir. Sus mejillas poseían dos círculos enormes de color rojo y sus labios le hacían juego.
Cuando viera a Elizabeth le pediría que le enseñara a maquillarse.
**************
- Me has mandado a llamar- era Charlotte la que pronunciaba
esas palabras mientras ingresaba al despacho de su marido.
- Pasa querida, toma asiento-
Charlotte espero impaciente a que se dignara a hablar.
Justo en aquellos momentos la manda a llamar cuando en menos de quince minutos debía reunirse con su hermana y unos amigos.
- Charlotte ¿recuerda al señor Irving?
- El americano, cómo no recordarlo- expreso con ojos vacíos - cómo olvidarlo- dijo apenas audible.
- En estos momentos él y su familia se encuentran hospedados con los condes de Suffolk.- escuchar ese título le producía un amargo sabor de boca.
Suffolk se caracterizaba por ser un calavera lascivo y su esposa una mujer amargada que solo sabía escupir ácido.
- Dentro de dos días partiremos a su encuentro. Necesito realizar unos negocios con él y que mejor forma de hacerlo que teniéndolo cerca.-
- ¿Cuántos días crees que dure este viaje?- Malcon levanto un ceja por lo que Charlotte rodo los ojos- Es para que prepare la cantidad de vestidos necesarios.
- Primero debo persuadirlo a firmar con nosotros, una vez logre aquello volveremos- dicho esto dejo de prestarle atención para llevarla a los papeles que tenía en mano.
Suspiro para calmarse, siempre era lo mismo con Malcón.
Antes de poder atravesar la puerta este volvió a hablar.
- ¿Piensas salir?- Charlotte volteo a verle pero la mirada de su esposo no abandonaba los papeles.
- Así es, quede con mi hermana Daphne.
- Últimamente sales demasiado con tu hermana...-
esta vez la miro con ojos inquisidores.- No me gustan los juegos Charlotte- advirtió
Ese comentario provoco un escalofrió que recorrió su cuerpo.
- Puedes retirarte, es todo- y la despacho con un movimiento de manos.
Salió de su casa sintiéndose observada
¿Qué sabia Malcón?
**************
Elizabeth opto cabalgar por otros caminos, no deseaba encontrarse con aquel salvaje.
Todo a su alrededor era un paisaje verde con tonos marrones. Ella prefería que fueran siempre acompañados de manchas cristalinas pero a causa de ese salvaje no podía apreciar aquello.
Disminuyo el paso para sentir la suave brisa golpear su rostro. Cerró los ojos y pidió a su mente recordar lo vivido en casa de sus abuelos, el hospital y al doctor Carter, mientras Canela caminaba a paso lento.
Unos cascos la sacaron de su ensoñamiento, al abrir los ojos vio que a pocos metros de distancia y contrario a su camino venia un caballo y su jinete. Ese jinete era nada más y nada menos que el salvaje
- Carajo- exclamo
El hombre hizo detener a pocos pasos de ella su caballo.
Elizabeth le miro con superioridad ganándose una sonrisa ladina del hombre, al ver que no causaba ningún efecto en el mismo opto ignorarlo y obligar a canela a dar media vuelta.
- Tan pronto se marcha princesa- hablo burlón.
Ese comentario la enervo, el único que la llamaba princesa era su padre nadie más.
- Váyase al diablo- fue su respuesta.
- Veo que aún no ha corregido sus palabras- rió y aceró más su
caballo al de la joven.
Al verle tan próximo, la asusto. Por suerte y desde su último encuentro con aquel sujeto cargaba en una bolsa que llevaba Canela, en su costado, piedras.
- Si osa acercarse no respondo- le advirtió mientras extraía del saco una gran piedra.
- Vaya la dama es precavida. Y que hará con ella, golpearse usted misma- se burló
Ella le regalo una maquiavélica sonrisa y... lanzo la piedra, que por poco golpea en la cabeza al hombre.
- La próxima no fallaré- aseguró frunciendo el ceño.
El hombre no se esperó tamaña respuesta.
Esa mocosa debía ser educada a mano dura y firme.
Elizabeth notó el cambió de semblante en el salvaje, de burlón paso a furioso. Supo que había llegado el momento de volver a casa.
- Exijo una disculpa señorita ante semejante atropello- exigió de forma tosca.
- No me disculpare con ningún salvaje- le ignoro e hizo intento por marcharse. Pero vaya sorpresa se llevó al verlo ya desmontado y muy cerca de ella.
- Señorita lo hace por las buenas o por las malas- amenazó.
- Y un demonio.- ya fue tarde cuando hablo, el salvaje tomo su brazo con un amago por bajarla del caballo- Suélteme- chillo asustada mientras intentaba zafarse del agarre al que la tenía sometida.
Forcejeo hasta que un pensamiento vino a ella
- Las piedras-
Sacó como mejor pudo una de ellas y le golpeó la frente.
En ello el hombre la suelta para llevar instintivamente sus manos a la zona golpeada.
Viendo su oportunidad de huir no lo dudo y marcho a todo galope. Cuando pensó que estaba a salvo vislumbró que el salvaje la seguía montando a gran velocidad.
Su respiración se estaba volviendo pesada, le sudaban las manos mientras que uno frio le recorría toda la espalda. Estaba perdida, era su fin.
El hombre se encontraba a una cabeza detrás suyo; con su mano intento agarrarla pero fallo o eso creyó que era su intención.
Volvió a estirarse y tomo las riendas de la yegua provocando que se detenga. Bajo de un salto de su animal y tomo por ambas muñecas a la muchacha que intentaba arañarlo. Está siguió luchando con mucho ahínco, harto de ello, de un empellón la tiro al suelo.
Elizabeth le miro horrorizada. De un salto se incorporó, a pesar de dolerle el muslo y glúteo derecho, y busco su bolsa con piedras.
- Buscaba aquello- le señalo la bolsa con las piedras esparcidas que reposaba a una gran distancia.
Hizo amago de salir corriendo y atrapar una pero fue impedida, el salvaje la tomo del brazo y la arrastraba a lo profundo del bosque.
Si, este realmente era su fin ¡La iba a mancillar! Deshonraría a toda su familia por no saber comportarse.
Con lagrimas en los ojos le suplico que le soltara. El salvaje no la escuchaba y seguía arrastrándola con más ahínco.
Al ver que con suplicios no lograba nada grito a todo pulmón pidiendo ayuda mientras con su mano libre le asestaba varios golpes pero no sirvieron de nada.
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Capítulo 17
El mozo de cuadras salió al encuentro y se sorprendió ante la imagen de la hija del patrón.
Se encontraba con el peinado deshecho, adornado por ramitas y hojas. Su ropa, o lo que quedaba de ella, llena de tierra y con trozos de la camisa rasgados. Sus hermosos ojos verdes se encontraban rojos y acuosos mientras que sus mejillas sucias marcaban el camino que habían recorrido sus lágrimas.
Elizabeth bajó como mejor pudo de Canela, su cuerpo le dolía horrores, y se la entregó al joven mozo que le miraba extrañado. No dijo palabra alguna y con dificultad camino semi cojeando hasta llegar al refugio de su cuarto. Agradeció a dios por no haber encontrado a ningún miembro de su familia por el camino. No deseaba interrogatorios.
Hizo sonar la campanilla mientras se desvestía. Al llegar la doncella le pidió prender el hogar y prepara el baño urgente. Esta no realizo ni la más mínima pregunta ocupándose por completo de su trabajo.
Una vez ya sola tiro lo que quedaba de su ropa de montar al fuego y se dispuso a quitarse toda esa suciedad que invadía su cuerpo.
En la soledad del baño lloro mientras el agua le ayudaba a esconder su dolor.
Nadie estuvo allí para ayudarle. Su padre que se juró protegerla de todo y todos no estuvo. James y Penélope tampoco. Se encontró sola y desprotegida. Su llanto se intensifico, en él había mezcla de bronca e impotencia.
¡Fue humillada! y nadie humilla a Elizabeth Winsord, nadie. Ese desgraciado pagaría muy caro el haberla tocado.
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Cuando William Irving
llego a casa luego de sus cabalgatas matinales vaya sorpresa fue la que se llevó.
En la sala principal se encontraba su esposa e hijas en compañía de los condes Suffolk y Brighton.
Los últimos fueron los que más le sorprendieron. No esperaba verles hasta el inicio de la temporada.
Solo deseaba que Harry no se topara con la condesa, ya demasiado había sufrido a causa de aquella mujer. Para el colmo de males su esposa los había invitado a almorzar con ellos. Durante la comida pudo notar como su pequeña Katrinna se desarmaba en halagos hacia está llegando inclusive a soltar sobre la estadía de Harry en Londres.
Charlotte ante la leve mención de Harry provocó que mirara a todos lados buscándole pero ni rastros de él.
- Así que Harry se encuentra hospedado con ustedes o me equivoco señor Irving- preguntó Malcon sin darse cuenta que había hecho un gran favor a su esposa por conseguir información del susodicho.
- El señor Smith nos acompañará en lo que dure la temporada londinense siempre y cuando no surjan contratiempo- esto último lo hizo mirando a Charlotte, quién fingía degustar su comida y no prestar atención a la charla de los hombres.
- ¿Dónde se encuentra en estos momentos? Deseo saludarle-
- Tuvo que atender unos asuntos, es por ello que no contamos con su compañía en estos momentos.-
- Es una lástima deseba tener unas palabras con él. Pero en otra ocasión será- sorbió un poco de su vino y volvió a hablar- mi esposa y yo quedamos maravillados con el paisaje
de este condado y hemos decidido pasar unos días visitando a nuestros conocidos es por ello que los condes aquí presentes nos ofrecieron hospedarnos con ellos. Estamos de más agradecidos ante su amabilidad...-
Para William Irving, hombre que había escalado a nivel social desde lo más bajo y conocedor de las clases de tácticas empleadas por el hombre, supo leer entre líneas el mensaje que Falcón intentaba transmitirle durante todo el almuerzo y que él opto por hacerse el tonto.
El conde buscaba alojamiento en su propia casa, quería estar lo más cerca posible de ellos.
Lo hubiera permitido si no fuera por aquella mujer que le acompañaba. Evitaría a como dé lugar el encuentro de Harry con la condesa.
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A Harry le sorprendió que el mayordomo aguardara por él fuera de la casa. Desmonto el caballo y se acercó al hombre.
- Señor disculpe, el señor Irving ha pedido que usted tome el almuerzo en su propia recamara-
No podía creer lo que se encontraba transmitiendo aquel sujeto. Le hubiese pedido una explicación a William pero se hallaba muy cansado de haber estado todo el día de ayer fuera. Tomo el consejo de mayordomo. Subió al cuarto donde su ayudante de cámara tenía el baño ya listo.
Se bañó a conciencia, una vez limpio y vestido con ropas limpias comió lo que una doncella le trajo para luego tomar una siesta.
Cuando despertó su ayudante le aviso que el señor Irving deseaba hablar con él. Bajo y se dirigió al despacho de este. Al entrar se encontró con su amigo mirando por el ventanal como el sol iba escondiéndose de a poco.
- Me mandaste a llamar- pregunto mientras tomaba asiento.
- Así es- suspiro- en horario del almuerzo pedí que no aparecieras porque tuvimos visitas-
- Ya, ¿y solo era eso?- se cruzó de brazos molesto
- Sabes que te quiero como a un hijo y jamás haría tal desplante-suspiró- Pero una situación de fuerza mayor me obligo a actuar de aquella manera... ella estuvo aquí Harry- finalizó
Harry estuvo por refutar antes de escuchar las últimas palabras. Sabía perfectamente a lo que su amigo se refería con "ella"
- ¿Es una visita corta?- pregunto mirando la nada.
- No, piensan pasar un tiempo en casa de los condes de Suffolk antes de volver a Londres-
De un salto Harry se puso de pie listo para marcharse pero las palabras de su amigo lo detuvieron
- ¡Se encuentra con su marido Harry!- al ver que no le hacía caso volvió a hablar- ¡De una maldita vez olvídala, ya has sufrido demasiado! Rehaz tu vida... busca una buena mujer-
Harry salió de allí dejando solo a su amigo con las palabras en la boca.
William se sirvió un trago de whisky y ubicó en su sillón.
No le quedaba de otra que poner en marcha el plan que había trazado hace unas semanas atrás para alejarlo por completo de esa mujer.
Que Harry le perdonase.
He aquí un nuevo capítulo. Como vengo repitiendo en casi todos los anteriores disculpen mis errores gramaticales y de puntuación.
También aviso que el próximo capítulo llegara con retrasos, estas semanas próximas se me vienen imposibles. Sepanme disculpar.
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Capítulo 18
Penélope contemplaba los pequeños avances de su hijo Maximus, quien a pesar de la corta edad demostraba ser un niño vivaz y muy inteligente.
El ver como su pequeño gateaba por todos lados del jardín, perseguido por una ya agotada doncella, no le permitió prestar atención a las palabras de Caroline.
- Penélope has escuchado algo de lo que dije- recriminó
- Perdóneme, es que ver de esta manera a Maximus enternece- volvió con mirada perdida al bebé- ¡No cree!
Caroline lo único que miraba era a un bebé inquieto y todo sucio.
- Creo que es momento de su baño y siesta- contestó para posteriormente con voz alta y clara exigir a la doncella que llevase al infante a descansar.
Penélope quedo sorprendida ante aquello. Era su hijo a quien Caroline disponía que despachen. Iba a retrucar pero opto por callarse, últimamente no tenía caso discutir con ella, ya que hacía y deshacía en aquella casa.
Su suegro aceptaba sin retrucar todo lo que su cuñada proponía.
James pasaba por alto todo aquello, y Elizabeth quien en sus inicios se oponía rotundamente a las decisiones de su tía ahora le daba lo mismo. Había desatendido las obligaciones como señora de la casa para dedicar su tiempo a montando a caballo, salir de visitas al pueblo más cercano, jugar con Maximus y pasar tiempo con su padre y tía. Aunque recientemente había dejado de lado todo aquello para encerrarse en su recamara y no salir de allí. Solo lo hacía en momentos de comida, en donde se la veía callada y apagada.
Lo
único que daba color y alegría a su vida era su hijo. De los demás ya no podía esperar nada.
- Los condes de Suffolk realizaran una fiesta de bienvenida al matrimonio Falcón. Por lo tanto estamos invitados...- en ese momento Penélope saltó interrumpiéndola
- No creo que sea conveniente aceptar.
- Lo mismo creíamos en un inicio Jeremías y yo. Pero luego de pensarlo bien es mejor asistir y demostrar que su matrimonio con la hija del duque de Nordwest no afectó en nada nuestra relación.
No podía creer que el conde se haya prendido en aquello, ¿James acaso sabría de esto?
- ¿Qué piensa James con respecto a esto?- pregunto expectante.
- Piensa igual. Fue testarudo al inicio pero comprendió- fue la respuesta.
- Pero Elizabeth... qué pasara con ella cuando los vea... si recae nuevamente
- No lo hará, esa etapa en su vida fue superada. O acaso olvidas las veces que se cruzaron en los bailes de Londres
- El tiempo que paso junto a ellos fue escaso. Era solo un simple saludo y no volvían a verse las caras. Esta reunión no permitirá aquello ya que habrán pocos invitados...-
Caroline la cayó con un simple movimiento de manos
- Elizabeth estará bien- sorbió su taza de té y volvió a hablar- y como dije debe demostrar que nada la ha perturbado, nosotros debemos hacer lo mismo.
Lo último iba dirigido a ella que en cuya mirada se notaba a leguas lo disconforme que estaba por aquella decisión tomada.
*****
Harry se mantenía deliberadamente
demasiado ocupado para evitar encontrarse o salir en busca de Charlotte. Al final del día le dolía cada músculo y se sentía demasiado cansado para mantenerse despierto. Lo cual había ocasionado que bajara de peso preocupando a William.
- Hijo por el amor de dios debes alimentarte mira como estas- expreso intranquilo.
- William estoy bien, solo deseo tener el trabajo al día- bostezo volviendo su atención a los cuadernos dispersos en el escritorio.
- Sabes que no puedes engañarme Harry ¿Es por ella verdad?- le miro afligido- se bien que la condesa aprovecha cada ocasión que se le presenta para asistir como visita a casa y no es porque le agrade las "interesantes" conversaciones de mi mujer, ni las de mi hija. Ella viene en tu búsqueda...
- ¡No la nombres más!- dijo exasperado- ¡Trabajar hasta el agotamiento es la única manera en que puedo dejar de pensar en ir tras ella William! Quiero seguir con mi vida pero me es imposible sabiendo lo cerca que se encuentra- dejo lo que estaba haciendo y camino de un lado a otro sintiéndose enjaulado para luego detenerse y mirar a su amigo abatido - ¡Aún no la puedo arrancar de aquí!- toco su pecho con desesperación.
La aflicción de William crecía cada vez más, Harry, su hijo no merecía aquello.
Sabía que por hoy había sido suficiente conversación con él, opto dejarlo en soledad. En ello se encontró con su hija, Annabella que lo miraba entre enojada y triste.
- ¿qué sucede mi pequeña?-
- Papá prometiste que en lo que durara nuestra
estancia en Londres dejarías el trabajo de lado, y no lo estas cumpliendo- recrimino
El ceño fruncido y la pose con brazos en jarra que efectuaba su hija le hizo reír
- ¿Cómo que no he cumplido mi palabra? Claro que lo he hecho, acaso no paso tiempo con ustedes y me dedico al ocio.-
- No es a ti a quien me refería sino a Harry. Últimamente vive trabajando, ¡tú le das demasiado trabajo! ¿Acaso no te has percatado en el estado que se encuentra? Come poco y nada, no descansa lo suficiente. Vive encerrado en el despacho y cuando sale es para subirse al caballo y marchar quien sabe donde, incluso a llegado varias veces con olor a alcohol.
A William le sorprendió hasta donde se había dirigido el mirar de su hija
- Pequeña, Harry es un hombre grande y las decisiones que toma las hace de manera consciente. Él mismo ha decidido trabajar, y respeto si aquello le hace sentir bien- prefirio emitir su opinión en cuanto a la bebida y lo que lo impulsaba a hacerlo. Para surcar el tema decidió cambiar- No he visto a tu amiga estos días. Acaso están disgustadas
El semblante de Annabella entristeció
- Se ha encontrado indispuesta por lo tanto no puede venir... Quise ir a visitarla en varias ocasiones pero mamá me lo impidió y arrastra todos los días a casa de los condes de Suffolk para visitar a la condesa de Brighton- suspiro- Estoy esperando a que mamá y Katrinna bajen así los visitemos nuevamente.
- Ánimos pequeña cada vez falta menos para que inicie la temporada en Londres y marchemos a la ciudad
donde encontraras mayor entretenimiento y nuevos amigos.
- Eso espero- dijo de manera queda.
*****
Charlotte buscaba por todos los medios encontrarse con Harry pero le era imposible, este desaparecía cuando ella estaba cerca.
Lo que más le fastidiaba era tener que escuchar a las cotorras señora y señorita Irving, lo único que hacían era hablar de lo último en moda, lo ansiosas porque inicie pronto la temporada para marchar a la ciudad, alabar su exquisito comportamiento como condesa de Brighton y comparar a su persona con Elizabeth, quien al parecer no les caía para nada bien. En cuanto al señor Irving se notaba a leguas que le molestaba e incomodaba su sola presencia pero como hombre de buenos modales disimulaba muy bien delante de otros.
Con Malcón las cosas seguían iguales, solo era un mero objeto para mirar y tocar a gusto. Le odiaba por haberle convertido en una puta cara.
Últimamente agradecía la ausencia de visitas a su cama ya que sospechaba que se tiraba a la condesa de Suffolk a costillas del cornudo marido. Aunque el conde no quedaba atrás, varias veces le insinuó visitar su alcoba, a lo que ella rechazaba rotundamente. Solo deseaba y amaba a un hombre y este se le escapaba de las manos.
*****
Elizabeth prefería la seguridad de su recamara a la habitación del taller de la modista.
Su tía se había opuesto a cada vestido que se probaba, exigiendo a la pobre mujer traer los mejores hasta que por fin, luego de estar parada por horas en un pequeño taburete probando vestidos y vestidos, había dado con el correcto.
Ahora era el turno de Caroline elegir su vestuario por lo que Elizabeth opto salir a caminar por los alrededores. El estar semanas encerrada y no salir le hicieron sorprenderse de los pequeños cambios ocurridos: el pequeño Maximus gateaba a más velocidad siendo casi imposible de atrapar, su padre estaba algo raro y cambiado, Penélope vivía con el rostro afligido, James casi no se encontraba en casa, la llegada de Malcon y Charlotte al condado, entre otras cosas.
Siguió caminando y contemplando las vidrieras de los negocios hasta que una mano sujeto con fuerza su brazo arrastrándola e introduciéndola entre el callejón de dos casas
En un abrir y cerrar de ojos su espalda chocaba la fría y sucia pared, mientras un cuerpo grande y pesado estaba sobre ella. Un hedor a alcohol golpeaba entre su cuello y cara.
- Buenos días princesa ¿me has extrañado?
Esa vos y apelativo la encogieron en su lugar. Era él nuevamente.
Un sollozo involuntario salió de su garganta, mientras su cuerpo temblaba a causa del miedo.
- No llores... no me gusta verte llorar- hablo pastosamente el salvaje mientras limpiaba las lágrimas que empezaban a rodar por las mejillas de la joven- shh- la silencio y reemplazo sus dedos por su boca, absorbiendo con besos cada cristal líquido.
A pesar de que su yo interno le pedía a gritos pedir ayuda, su cuerpo y voz se paralizaron dejándola a merced de aquel sujeto.
Este al percatarse que la joven no se resistía procedió a besar con desesperación su cuello y la parte descubierta de su pecho mientras sus manos ansiosas acariciaban su figura por sobre el vestido.
El llamado a su nombre le permitió a Elizabeth salir de aquel trance y empujar al salvaje, que se tambaleo, a poco por caerse. Salió de aquel lugar lo más rápido que pudo mientras alisaba con sus manos las arrugas del vestido. Ingreso nuevamente a la tienda, agitada y acalorada, recibiendo una reprimenda por parte de su tía.
Cuando el cochero pasó a recogerlas y al pasar por el callejón, donde aquel salvaje la tomó por sorpresa, su vista voló al lugar esperando verle allí pero ya no había nadie, se había marchado.
Aviso: al capítulo le falta un poco de arreglo. He decidido subirlo por el tiempo en el que se vieron obligados a esperar por él. Espero les guste.
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Capítulo 19
Durante la cena, la familia Winsord charlaba muy amenamente. Solo un integrante se mantenía distante y pensativo.
Elizabeth miraba la nada de su plato mientras revolvía su contenido. Penélope se percató de esto y por debajo de la mesa oprimió el muslo de Elizabeth para despertarla.
Cuando la joven viro su cara y vio a su cuñada le dedicó una pequeña sonrisa pérdida. Penélope para no interrumpir la conversación fluida del resto de los integrante y no ser escuchadas articulo con sus labios un ¿qué sucede? La respuesta Nada, estoy bien.
No muy conforme a esa respuesta volvió a articular otra pregunta que quedo en la nada ya que Elizabeth se había levantado del lugar alegando un provecho, me iré a descansar
Subió a su recamara y sin ningún tipo de ayuda se desvistió y coloco la ropa de dormir. Con la respiración agitada y un temblor de cuerpo se acostó en su cama, donde cuyas frazadas la envolvieron en un escudo protector. Protegida, lloro en el interior de su escudo evitando ser escuchada.
Ese hombre había vuelto a aparecer. Primero en aquel callejón cerca de la casa de la modista hace dos días. Después por la mañana luego de jugar con Maximus, y asomarse al balcón para refrescar el calor corporal lo vio allí a pocos metros de ella, buscándola.
Elizabeth se había congelado en el lugar, no atinó a esconderse, lo cual le permitió ser vista a los pocos minutos por aquel sujeto.
Sus ojos se encontraron. En unos reinaba el miedo, en los otros un frió abrasador.
El salvaje la miro por
largo rato hasta le sonrió torcido para luego marcharse cabalgando.
Al volver en sí, ingreso nuevamente al interior de la casa con la respiración agitada y el corazón bombeándole a mil.
James preocupado al verla tan pálida y tocándose el pecho se acercó a ella y la zarandeó para sacarla del ensoñamiento que la hacía temblar y no responder ante sus interrogantes. La tomo en brazos y la recostó en el sillón más cercano y mullido, llamo a Penélope para que lo ayudara. Esta al llegar llamo con urgencia al servicio por una taza de té caliente.
Luego de beber el brebaje y ya recuperado el color del rostro, se levantó de golpe y corrió a su recamara buscando refugio sin importarle los gritos de su hermano llamándola
Maldecía a aquel sujeto y a ella misma por temerle. Se las iba a cobrar con creces cuando se recuperara. Seria ella quien lo buscaría y él el que temiera.
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William apenas volver de sus caminatas matinales pregunto al mayordomo sobre si Harry había pasado la noche en casa
- El señor Smith llegó minutos antes del alba. En estos momentos se encuentra descansando-
La respuesta de William Irving fue arrugar el ceño y la boca, en señal de disgusto. Entrego el sombrero, abrigo y látigo procedió a subir las escaleras con el fin de por una buena vez poner en su lugar al desecho de persona que descansaba en la alcoba superior izquierda.
- Señor disculpe...- el hablar del mayordomo lo detuvo- ha pedido no ser molestado... disculpe- agacho la cabeza por haber sonado atrevido.
- Usted no
se preocupe yo me ocupo.
Entro a la habitación sin golpear la puerta ni fijarse si su ocupante estaba presentable.
Vaya fue como lo encontró.
Echado en la cama sin distender. Con la misma ropa del día anterior. Ni lo zapatos procedió a sacárselos y con un fuerte hedor a alcohol.
Miro a todos lados en busca de algo que le sirviera. Cercano a la mesa de noche encontró lo que buscaba. Una jarra con abundante agua fresca. Perfecta para lo que realizaría.
Tomo la jarra y cerca de la cama, sobre todo del rostro de un dormido Harry, la vacío.
Harry se irguió de golpe, exaltado, tosiendo y gritando a diestra y siniestra palabrotas. Cuando su vista pudo enfocar bien al causante de tremendo acto bajo la mirada apenado.
- Perdóname- murmuro pastosamente.
- Ya nada tiene perdón Harry ¡mira en lo que te has convertido! Das pena ¡Estas demostrando ser igual a tu padre!- Harry lo miro con odio, la respuesta de William fue un puñetazo en la quijada volviéndolo a tirar en la cama- ¡No me mires así insolente!- respiro frustrado- Es momento que regreses a América, aquí no me sirves para nada. No eres productivo.
- ¡Aun no!- grito- por favor William permíteme quedarme. Cambiare-
- No te creo ¿Cuántas veces dijiste lo mismo?- Harry bajo la cabeza tomándose de los cabellos- Mírame cuando te hablo y dime ¿cuántas?- grito- Mañana parte un barco hacia América. Te quiero a ti y tus vicios lejos de esta casa... Benjamín esperará por ti en el muelle- salió de la recamara con un sonoro golpe de puerta y dejando a
un devastado Harry.
A la mañana siguiente, al momento del almuerzo un sobrio Harry bajo y acompaño, luego de un largo tiempo de ausencia, a la familia Irving.
Katrinna, Annabella y Adelmina se alegraron de contar con su presencia, el único no alegre fue William que no le dirigió la más mínima palabra.
Annabella se arrepentía de no haberse colocado un mejor vestido, el que llevaba puesto le daba apariencia de niña. Intento conversar con Harry pero este solo esbozaba mínimas sonrisas. Cambio de tácticas formulándole preguntas, a las cuales contestaba con "si", "no", "talvés".
A las únicas que prestaba atención y respondía empleando palabras en oraciones completas era con su madre y hermana, llegando a ocasionar celos hacia estas.
Terminado el almuerzo, Annabella intento retener a Harry con la idea de salir a cabalgar por los alrededores o caminar por el jardín de la casa, pero este la ignoró y fue detrás de su padre, el cual se dirigía a su despacho.
William en la tranquilidad de su despacho se sirvió una copa del mejor coñac que poseía y tomó asiento para terminar de finiquitar unos papeles. Escucho el abrir de la puerta y levanto el rostro, allí frente a él se encontraba un desmejorado Harry. Su rostro más delgado de lo normal era adornado por unas violacias ojeras, con una barba de hace meses que no conocía lo que era una afeitadora, su cabellera larga en contra de los dictámenes de la moda al igual que su vestimenta. Ya nada quedaba de aquel joven lleno de sueños y anhelos que buscaba conquistar
al mundo con sus innovadoras ideas futuristas.
Solo lo observo por una milésima de segundos y volvió toda su atención a los papeles que reposaban en sus manos
El ambiente era de un silencio sepulcral solo evitado por el correr de hojas y el ruido del vaso al chocar con la fina madera del escritorio.
El verse ignorado lo hizo hablar
- Solo te pido una última oportunidad- tomo aire para continuar ya que le resultaba difícil el escupir las palabras, su orgullo no le permitía- prometo que si vuelvo a fallarte me marchare sin necesidad que tus palabras o mirada lo exija.
William no le miraba, seguía atento a los papeles en mano, pero su cabeza procesaba cada palabra de su amigo.
No obtener respuesta lo hizo desistir y voltear para marcharse
- Es la última Harry- ultimó
Harry volvió en sí y miro a William con una sonrisa.
- Esta vez no te defraudare.
- Esta noche te pondré a prueba, si fallas te marchas.
- ¿Disculpa?¿Qué tiene que ver esta noche?- le miro extrañado
- Los condes de Suffolk nos invitaron a cenar esta noche para dar la bienvenida al Conde y condesa de Brighton-
Cerró los ojos y apretó los puños con fuerza. Había llegado el momento de verla y enfrentarla.
Asintiendo se retiró y fue directamente a su recamara donde ya su ayudante de cámara le estaba esperando.
Tomo asiento en la silla cercana al espejo y se dejo a manos de aquel hombre.
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La doncella decoraba su recogido con una delicada redecilla de perlas cuando el sonido del toque de la puerta interrumpió el arreglo.
Su tía ingresaba ya ataviada en un finísimo y delicado vestido de seda.
- Elizabeth aun no estas arreglada- le reprocho a su sobrina que la miraba a través del espejo.
- Solo falta terminar de colocar la redecilla y estaré lista-
- Las perlas no resaltan en aquel vestido- hablo tocando su barbilla- Cambia por las esmeraldas- esta vez le hablo a la doncella, quien rápidamente busco la redecilla nombrada y extrajo la ya colocada.
- Elizabeth agiliza el trabajo y quítate esos aretes- la apuro.
Elizabeth mordiéndose el labio rebusco en el alhajero pero no hallo los aretes de los que su tía hablaba.
Al ver la minuciosa búsqueda se acerco molesta y le arrebato de las manos el alhajero para buscarlo ella misma. Solo encontró uno solo, el otro no aparecía.
- ¿qué hiciste con el arete de esmeraldas?- la reto.
Al no obtener respuesta, busco otros similares que se acomplejaban al resto de las joyas.
- Al volver buscaras ese arete Elizabeth- dedicándole una mirada amonestadora se marcho.
Elizabeth volvió a contemplarse en el espejo.
Cómo decirle que la última vez que los uso fue el día en que abusaron de ella. Qué volvió en varias ocasiones pero a causa de los cambios de clima y lo frondoso del lugar se habían perdido Había perdido el arete de su madre, lo único propio que le quedaba se ella.
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Capítulo 20
Charlotte estaba ansiosa ante la llegada de los invitados, mirando por todos lados en su búsqueda. Sabía por la condesa que toda la familia Irving asistiría por consiguiente él también.
En aquel momento calzaba su mejor vestido, algo demasiado ostentoso y atrevido para la ocasión, las joyas más costosas con las que contaba su alhajero, zafiros y diamantes. Maddy incluso se había lucido con su peinado. Malcon y los condes la había ovacionado ante inmaculada belleza, en estos últimos uno le miraba lujuriosamente mientras el otro con una envidia muy notable.
Ante lo ansiosa por su llegada y que le viere vestida de aquella manera, tomó una copa de champán para entretener sus deseosas manos. La gran mayoría de los invitados ya se encontraban en el salón solo faltaba la familia Irving, y su Harry por supuesto.
Su esposo se acercó a ella con ojos habidos de deseo y la tomo, de manera posesiva delante de todo aquel que le miraba de más, por la cintura aproximándola a él para susurrarle al oído.
- Estas muy bella Charlotte. Todos estos hombres aquí reunidos envidian lo que poseo, mi esposa.- expreso mientras contemplaba como varios volteaban el rostro avergonzados por mirar de más algo ajeno- Espero no te haya molestado mi ausencia en tu cama... esta noche ansió tu compañía- con ello y un escandaloso beso en los labios la dejo.
El cuerpo de Charlotte convulsionaba furioso. Maldito Malcon quién diablos se había creído. Estuvo a punto de romper y hacer añicos la copa que reposaba en su mano.
Sonriendo
demostró que allí nada había sucedido. Deposito su copa en la bandeja de un joven mozo que pasaba justo cerca de ella y tomó otra, cuando se percató que no le miraban se la bebió de golpe. Necesitaba quitar ese asqueroso sabor de sus labios y boca.
Al volver la vista a la puerta vaya sorpresa se llevó la familia Irving y Winsord llegaban juntas. El conde hacia su entrada del brazo de su cuñada, Caroline. James y Penélope le seguían, detrás de ellos el señor y la señora Irving junto a sus hijas, y por último una pálida y rígida Elizabeth venia del brazo de...le resultaba conocido.
Los condes de Suffolk se acercaron deprisa para recibirles. Malcon la tomó desprevenida del brazo arrastrándola para que se apurase. Ya frente a frente hicieron las respectivas presentaciones. La condesa al igual que Charlotte no podía dejar de admirar al acompañante de Elizabeth. Fue en ese momento, el tenerlo tan cerca que lo reconoció ¡Harry! Intento mostrarse serena pero le costaba.
Harry saludo de manera galante y educada, miro solo un momento a Charlotte y la ignoró posando su vista en la joven que intentaba con esfuerzo deshacer la toma de brazos pero se lo impidió posando su mano con la de ella, encerrándola para que no escapese.
Esta repelía al tacto de aquella mano, intentando hacerlo disimuladamente pero se vio impedida otra forma pero no correcta era...
- ¡Malcon!- chillo alegre y se abalanzo sobre este, quien la tomó contento en sus brazos- tanto tiempo sin verte- se alejó y posó sus manos en su antebrazos sonriendo luego giro su rostro y miró
hacia atrás.
El caballero, quien era su acompañante, le miraba molesto con el ceño fruncido. Al igual que su padre, hermano, tía y cuñada. Charlotte la miraba sorprendida al igual que los condes y la familia Irving.
- Oh Malcon!! En Londres no tuvimos oportunidad de hablar luego de tu repentino matrimonio- comento tirando algo de cizaña hacia Charlotte, ya que muchas especulaciones surgieron entre los pobladores de Londres debido al tan apresurado enlace.
Al notar que el comentario no era nada acorde, sobre todo ante las miradas iracundas de Penélope y su tía cambio de táctica.- Cómo se encuentra la condesa- haciendo referencia a la madre de Malcon.
- Muy bi...- no le dejo acabar ya que lo arrastro lejos del lugar.
- Disculpen la conducta de mi hija- se excusó Winsord- Ella y el conde de Brighton son amigos desde muy pequeños... al igual que la condesa- la miro penetrante para que hablara.
- Así es, som... fuimos grandes amigas, ya saben esto del matrimonio aleja un poco- rio con desgano volviendo aposar sus ojos en Harry.
El silencio que reino en ese grupo reunido en la entrada de la sala provoco que el conde de Suffolk hablara para invitarlos a pasar y disfrutar la fiesta.
Los allí reunidos se dispersaron quedando solo Charlotte y Harry.
Charlotte en un principio tuvo miedo de acercarse pero verle su típica sonrisa en el rostro le dio ánimos; se acerco hasta quedar casi juntos, sus ojos iluminados le miraban con añoranza. Por fin tenia la oportunidad de explicarle todo y si aceptaba volverían como antes.
-
Hola Harry- lo saludo cariñosamente posando su mano en el fino tejido del saco oscuro de Harry. Intento acortar la distancia para besar su mejilla de esa manera tan familiar a la que estaban acostumbrados.
Harry tomo la delicada mano de Charlotte y la alejo mientras su cuerpo hacia lo mismo. Con una distancia prudente y decorosa hablo
- Buenas noches condesa- con la frialdad que lo caracterizaba últimamente saludo y marchó dejándola sola.
Los ojos de Charlotte se aguaron pero los limpió antes de que alguna lágrima escapase. Giro para mirar cómo se adentraba al salón. Perdóname por el daño que tanto te he causado.
Elizabeth escuchaba, o más bien intentaba escuchar atentamente todo lo que Malcon hablaba. Más se aburría que otra cosa pero era aquello o aquel sujeto que le erizaba cada vello de cuerpo.
No supo cómo llegó a ser emparejada con él.
De un momento a otro bajaba del carruaje para tomar el brazo de su padre y allí estaba la familia Irving saludando a los suyos. Se alegraba de poder volver a ver a Annabella, quien se encontraba muy bonita con su vestido azul oscuro, de quien no se alegraba era de la madre y hermana, vayas arpías de lengua viperina. Las ignoró y abrazo a quien ya consideraba una amiga, en ese momento su tía que se encontraba al lado del señor Irving la llamó y presentó a aquel sujeto de ojos azules tan oscuro y profundo como el fondo del océano. El ver esos ojos la paralizó en el lugar, un miedo surgió de su ser, dio varios pasos atrás provocando que dicho poseedor la mirase enarcando
una ceja burlona para luego tomarla del brazo y arrastrarla dentro de la casa. Agradeció ver a Malcon allí, él la salvaría alejándola y así lo hizo. Ahora más tranquila pero aburrida.
Para su suerte y cortar con tan tediosa charla fueron llamados a ubicarse en la mesa para iniciar con la cena.
Jamás creyó que una reunión fuera tan monotómo , únicamente hablaban caza y el último grito de moda llegada desde Francia.
Prefirió degustar su comida y hacer oídos sordos a aquellas necedades, pero ni lo uno ni lo otro, Penélope se encontraba regañándola por su actitud ante Malcon y el dejar plantado al señor Smith. El sermón le ocasionó la perdida del apetito y para demostrar su disgusto la desdeñó y desvió la mirada a otro punto de la mesa, donde se encontraba todo el bullicio.
Le causo gracia como algunos caballeros se descostillaban de la risa mientras las damas que los acompañaban los regañaban a su vez que con la servilleta escondían sus risillas.
Miro a otro punto y se topó con unos fríos ojos que la escudriñaban al mismo tiempo que hablaba con su acompañante, descaminó su mirar a la copa de agua ubicada cerca de su plato. Diablos ese tipo la amilanaba y no sabía el por qué.
Terminado de servir la cena, caballeros se dirigieron por un lado y damas por el otro. Cuando volvieron a reunirse un grupo dispuso jugar naipes mientras otros escuchaban a la condesa tocar el piano. Los demás charlaban y aquellas madres casaderas buscaban partidos para sus ausentes hijas. Encontrando al prospecto perfecto en el amigo americano
de los Irving, hombre joven, guapo, adinerado y por sobre todo soltero y sin compromiso alguno.
Harry se encontraba asqueado al escuchar como madres le entregaban en bandejas a sus hijas como si fuesen trozos de carnes de excelente calidad. Lo mejor que pudo se deshizo de cada una de ellas para caer en algo peor. Encontrándose en la terraza la condesa de Suffolk se le lanzo a los brazos ofreciéndole escapar por unos minutos a disfrutar un delicioso banquete en su alcoba.
Acepto sin mostrarse asqueado o deseoso. Esta le dio referencias sobre cómo llegar y mordiendo su oreja le susurro.
- No tardes- salió del lugar contoneando sus caderas.
Pasado unos minutos salió del salón y una doncella que lo esperaba al pie de las escaleras le repitió nuevamente las indicaciones. Subió a la planta alta y camino por los pasillos, al ver una puerta abierta y escuchar una risa conocida ingreso cuidadosamente. El lugar era una pequeña salita y allí se encontraba Elizabeth junto a Malcon.
Vaya decepción sintió, al parecer seguía siendo una tornillos flojos. Estuvo tentado de entrar y romper aquel cuadro romántico pero antes de hacerlo se detuvo y pudo observar dos figuras más, Penélope y James. El verla junto a estos lo apaciguó.
El matrimonio se disponía a marchar.
- ¿Bajan?- preguntó James.
- Claro- respondió Malcon.
- Yo me quedare unos minutos más- hablo Elizabeth.
Al salir y percatarse que Malcon no iba tras ellos James volvió y lo encontró todavía cerca de su hermana que miraba extrañada un cuadro de la pared. A James la actitud y mirada de Malcon hacia Elizabeth no le agradaba, optando intervenir.
- Malcon vamos, debo tener unas palabras... viejo amigo- agrego con una sonrisa forzada para poder sacarlo por las buenas de allí.
Este lo siguió algo apático. Elizabeth ni siquiera noto que Malcon seguía todavía con ella cuando su hermano se marchó con Penélope hasta que volvió y se lo llevó. Ni mucho menos que alguien se encontraba tras ella observándola vivamente. Cuando sintió la presencia fue tarde, está la abrazaba por la cintura y sentía su respiración en el cuello. Congelándose en el lugar.
- Veo que te gusta el arte. Es un pasatiempo muy interesante pero yo preferiría otro más adecuado para dos personas-hablo cerca de su oído.
Al volver en sí, volteo el rostro para mirar al dueño de aquella vos, escalofriante para sus oídos, al ver al señor Smith de un manotazo lo alejo.
- Señor- exclamo furiosa por la insolencia del hombre- quién se ha creído para tocarme?
- Tu fu...- calló y la miro, era bonita cuando se lo proponía y más para sus ojos furiosa. Esos chispeantes ojos verdes podrían atrapar a quien quisiese.
Al ver que no respondería camino directo a la salida pero este la tomo del brazo, forcejeo para quitarlo pero no pudo.
La miro retando a dejarlo nuevamente, ella como no quería echarse atrás le mantuvo la mirada. Una era fría, la otra denotaba miedo. Extravió la mirada y la fijo en el punto de unión, volvió a realizar un tirón del brazo y se vio libre. Ni lerda ni perezosa salió de allí.
Harry se ubicó en el sillón más cercano y con una carcajada se recostó negando en él.
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Capítulo 21
A pocos días de retomar el viaje a Londres, Charlotte se encontraba con un humor ennegrecido. Después de la fiesta en su honor intento innumerables veces hablar con Harry pero le era imposible sino le ignoraba se encontraban en compañía de otros, impidiendo la conversación intima que se debían, para colmo Malcon estaba insufrible y ya no lo soportaba.
Cada noche visitaba su cama, en donde ninguno se miraba durante el acto. Solo cumplían un papel, el darse placer. Una vez terminado no había actos cariñosos por parte de él como al inicio del matrimonio.
También se sentía un tanto abandonada y dejada a menos ya que por las mañanas se retiraba quien sabe a dónde abandonándola con la amargada condesa de Suffolk. Estuvo en varias ocasiones tentada en ir y visitar a Penélope, ya que con ella aún conservaba algo de lo que fue una vez amistad pero estando Elizabeth allí se echaba atrás.
Para su suerte esa tarde recibieron la visita de la esposa e hija del señor Irving, quienes venían a invitarlas a cenar dentro de dos días en su casa, para despedirse de sus "amigos" antes de partir a Londres.
Ahora entendía porque Malcon y los condes les decía brutos con dinero. Una familia con clase y poder enviaba con un mozo la invitación y no venían ellos en persona.
Mientras degustaban té con galletas y masitas finas, Katrinna con tal de llamar la atención de sus amigas condesas largo un comentario que llamo la atención de Charlotte.
- El señor Thomson, un conocido nuestro visitó al conde de Winsord solicitando permiso para
cortejar a su hija...- la joven vio interrumpida su cháchara por un pellizco y mirada de advertencia de su madre.
- Cómo es aquello querida Adelmina- preguntó malsana la condesa- ¿Quién es el susodicho?
Al ver la metida de pata de su hija a la señora Irving no le quedo de otra que hacer todo lo posible por arreglarlo.
- El señor Thomson es americano, se hospeda momentánea en nuestra casa. Es hijo de un socio de mi esposo y el señor Smith en el emprendimiento naviero... conoció a la hija del conde hace unos días cuando visitaron junto a mi marido su casa...-
La señora Irving intentaba informar lo menos posible con respecto a la relación de ese hombre con Elizabeth, pero como siempre la condesa hablaba de más
- ¿Algo debió llamar su atención para pedir cortejarla? Espero no haya sido por su manera alocada de ser. Me apiado de ese pobre hombre- exclamó con énfasis.
- Elizabeth es muy bonita seguro fue aquello- defendió Charlotte- Ella podría tener a quien quisiese...
- Si así fuese ya debería estar bien casada- interrumpió sañosa.
Charlotte quedo callada y recriminándose
Claro que podría haberse casado si yo no habría aceptado aquella propuesta. Ella seria y haría feliz a Malcon mientras yo lo seria por mi lado junto al hombre que amo.
Esa noche mientras terminaba de cepillar su cabello Malcon ingreso a su cuarto. Se lo notaba demasiado fastidioso pero lo ignoró.
Cuando volvió a observarlo a través del espejo ya lo tenía a su lado. Tomándola de manera
brusca por el brazo la levantó y tiró en cama.
Charlotte intento incorporarse lo más rápido que pudo pero el cuerpo de su esposo ya la tenía encarcelada.
Rápidamente Malcon levantó la falda del camisón y arrancó la ropa interior de su esposa, desprendiéndose de forma urgente el pantalón e introduciéndose en ella.
El grito y llanto de Charlotte no lo aminoró. La tomó hasta acabar, al acomodaba sus ropas para marcharse dijo amenazante.
- Espero que dentro de muy poco un hijo mío este formándose en tu vientre Charlotte.-
*****
A la mañana de la cena en casa de la familia Irving, Elizabeth recibió la visita de aquel hombre que la pretendía. Con tal de no quedarse a solas pidió o más bien suplico a su tía y Penélope que la acompañaran. Una se negó, la otra solo la acompañó hasta que el pequeño Maximus lloró quejoso por el sueño.
- Si me disculpan debo llevar al bebé a tomar su siesta- dicho esto marchó con su hijo en brazos que no dejaba de berrear.
El silencio que le siguió provoco que Daniel prosiguiera a hablar
- ¿Señorita Elizabeth gustaría caminar conmigo?- preguntó esperanzado ante la mirada de Elizabeth- he notado que poseen un muy bonito y cuidado jardín.
Con una leve sonrisa y asentimiento acepto. Daniel la tomó delicadamente del brazo asumiendo un cuidado infinito en el proceso.
Mientras caminaban el joven hombre intento hacer uso de sus conocimientos en botánica para impresionar por lo menos un poco a la joven que le acompañaba. En cada parada le explicaba
los nombres científicos de las plantas e incluso algunas de ellas tenían su historia.
A Elizabeth no le interesaba lo más mínimo la botánica, al contrario la aborrecía. Desde chiquita intento con mucho esmero y esfuerzo criar sus propias plantitas pero el destino era tan cruel que a poco de colocarlas a cuidado de sus manos morían sin explicación alguna, logrando que llorara por días hasta que de una vez por todas se dio por vencida.
Si los jardines de sus casas contaban con hermosos rosales y arbustos se debían a la mano de su madre, jardineros y últimamente la de su tía y Penélope.
- Señor Thomson seré honesta con usted- intentando buscar palabras que no dañaran el orgullo de aquel hombre- las plantas y yo... no nos damos muy bien... ¿usted comprende?
El joven la miro atónito. Su pecho se desinflo al saber que nada de todo lo hablado llamó la atención de la muchacha.
- Mil disculpas si la aburrí señorita Elizabeth- miro cabizbajo hacia otro lado.
Al parecer si había dañado su orgullo.
- No es eso... me pareció muy instructivo todo lo dicho- mintió.
El camino de regreso fue callado. El caballero no la miraba ni decía absolutamente nada inclusive se preguntó si respiraba. Ya más cerca Elizabeth vislumbró a Canela.
- Oh canela- murmuró y salió casi corriendo a verla, llevándose consigo a su acompañante- Preciosa cómo has estado- le preguntó a la yegua mientras le acariciaba el hocico.
Daniel le sorprendió el ejemplar de caballo que poseía y la manera tan afectiva en como lo
trataba.
- Es un magnifico ejemplar- hablo provocando que Elizabeth se volteara a mirarle y sonriera.
- Lo es... me lo regalo papá cuando inicie mi primera temporada.- al verlo indeciso en acercarse lo incentivo- venga acérquese le gusta que la contemplen de cerca- rio melodiosamente
Con cautela se acercó y de un vamos acaricio su lomo ganándose una mirada asombrada de la chica.
- Sucede algo- se animó a preguntar al ver que no le sacaba los ojos de encima.
- Vaya, canela no permite que nadie la toque solo yo. Generalmente al que lo intenta falta que le arranque los dedos de un mordisco.
- Creo... que talvés le agrado- respondió
- ¿Talvés? Le agradas que es distinto- dicho esto le agarró del brazo abrazándole y pegándolo a ella- ven te mostraré el de mi papá y James- arrastrándole a los establos.
Al entrar en casa entre risas y confianza. Elizabeth vislumbra a su padre en su despacho, que se encontraba con la puerta abierta, arrastró a Daniel con ella. Al ingresar vaya sorpresa se llevó. Allí estaba su tía y el señor Smith junto a su padre que se encontraba exaltado.
- Pasa algo papá- preguntó preocupada desasiéndose del brazo de su acompañante para acercarse a este.
- Nada princesa- respiró y exhaló para calmarse- ¿cómo estuvo el paseo? espero que interesante- agregó con
un intento de sonrisa.
Harry no le quitaba la mirada de encima a ella y a su acompañante.
Elizabeth no sabía si decir que la habían pasado muy bien y que el señor Thomson era un hombre interesante por seguir conociendo. La mirada escudriñada de aquel sujeto la amedrentaba pero ese bichito que la instaba a cometer diabluras hablo y muy alto.
- Excelente papá, Daniel es un hombre magnifico- habló con un fingido chillido alegre- tiene un abasto conocimiento sobre plantas y caballos- miro con saña a Harry- del poco tiempo que lo conozco me ha cautivado, es un hombre culto y civilizado. ¡Todo un caballero!- haciendo énfasis en las última frase.
Jeremías miro anonadado a su hija. Esperaba que su manera de ser no ahuyentara a aquel pretendiente. Cuando volteo a verle, Daniel estaba color grana con la mirada gacha pero sonriendo felizmente
¡Vaya realmente le gustaba Elizabeth!
- Me alegra princesa que sea de tu agrado.
- Oh claro que lo es...
- Si nos disculpan debemos marcharnos- alegó Harry a nombre de él y Daniel Thomson- Esperamos verlos acudir a la cena de esta noche- echó un vistazo significativo a Elizabeth quien extravió su mirar a otro punto de la habitación.
- Tiene razón señor Smith. Elizabeth andando, debes comenzar a prepararte- acotó Caroline tomando del brazo a su sobrina, quien hizo un mohín, para sacarla a rastras si era necesario de aquel lugar.
- Espera tía debo despedirme- deshizo el brazo de Caroline y se acercó al señor Thomson para darle un beso
en la mejilla, mientras lo hacía miraba a Harry- Espero se pueda volver a repetir el paseo.
El hombre embobado solo atino a asentir.
Mientras se marchaban de aquella casa Harry mascullaba para sus adentros la insensatez de aquella descerebrada.
****
La señora Irving cumplía un excelente papel de anfitriona. Recibía adecuadamente a cada invitado sin importar el título que poseían. Esa actitud solidaria enorgullecía a su marido, quien estaba atento a todo lo que sucedía a su alrededor.
A William le sorprendía el cambio de Harry frente a aquella mujer. La trataba educadamente como lo haría un caballero delante de presentes, ya a solas se mantenía lo más lejos posible de ella. Mientras tanto la condesa insistente quería hablarle a como diera lugar.
Otro que le tenía algo preocupado era el repentino deseo de joven Thomson de cortejar a la hija del conde de Winsord, notando que cada vez que el susodicho la nombraba Harry cambiaba el semblante.
- Daniel estas por salir- preguntó al ver que el muchacho se dirigía fuera de la casa.
- Esperaré la llegada de la señorita- se corrigió ante la falta y la mirada del señor Irving, quien levanto una ceja-.... de la familia del conde
A William no le quedo más que suspirar y permitirle partir- Ve muchacho.-
Una vez todos los invitados se encontraban presentes se dio inicio a la cena.
Elizabeth se sentía por un lado alagada por las atenciones que Daniel le profesaba, y ofuscada por la actitud del señor Smith hacia ella.
Cada vez que
abría la boca para hablar Harry la acallaba con sus comentarios despectivos haciéndola quedar como una tonta frívola. Para colmo lo tenía ubicado al lado suyo. Pensó en varias ocasiones pellizcarle si volvía con aquella altives pero si lo hacía además de frívola le alegaría un "inmadura", escogió ignorarle y prestar atención al caballero que frente a ella hablaba cosas sin el más mínimo sentido.
*
Por insistencia de Annabella, Elizabeth subió a la planta superior donde se encontraban las recamaras de los integrantes de aquella familia.
- Anna, no creo que este bien el venir aquí- habló temerosa.
- Eres mi invitada. Además nos dirigimos a mi cuarto- la miro para tranquilizarla- deseo mostrarte algo mientras me cambio de vestido.
Annabella le mostró el ajuar que utilizaría en su temporada londinense mientras una Elizabeth ubicada en la punta de la cama observaba a su amiga como se exhibía por sobre el vestido cada prenda, acompañándolas con su respectivo accesorio.
De repente al extraviar la vista por la habitación, esta se detuvo en una cajita que reposaba sobre la cómoda.
- Qué es- preguntó y señaló ante la mirada sin entender de Anna.
- ¡Oh! Eso- se acercó para tomarlo y dárselo a Elizabeth- Una cajita musical. Ábrela- la incitó.
Al abrir una pequeña bailarina de porcelana danzaba sobre un espejo, que simulaba el paisaje de un hermoso lago, al ritmo de la melodía. Estaba sorprendida y encantada ante lo que sus ojos veían.
-
Es hermosa Anna-
La susodicha sonrojada dijo
- Me la regalo Harry. Es mi bien más preciado- acotó y se ubicó al lado de su amiga recostándose y suspirando como enamorada- Harry siempre da los mejores regalos, nada de joyas frías sino algo significativo- sonreía embobada para sí misma- Viste cómo me cuido hace unos momentos- chillo de regocijo- Por ello lo amo tanto ¿qué opinas de él? ¿Dime no te parece demasiado guapo? Además es todo un caballero.
Abría la boca para dar su opinión pero la cerró al ver que llegaba la doncella de Anna para ayudarla a colocarse el nuevo vestido. Salió de allí para darles privacidad.
Mientras caminaba por los pasillos en busca de las escaleras se topó con Harry quien durante la velada no cansó de fastidiarla, ahora se disponía a querer hablarle. Esa vez fue ella quien lo ignoró con altives.
- ¿Disfrutas de la reunión?- preguntó como una forma de iniciar conversación para luego disculparse por haberla hecho quedar mal en la mesa.
El ver que no respondía y ponía esa cara aristocrática le exasperó.
- ¡Elizabeth!- le cortó camino colocándose de frente- escucha...
Un rodillazo en el empeine lo calló y corrió del lugar dándole paso a una molesta Elizabeth.
- Pequeña bruja- siseó.
Cuando logró recuperarse y ver que no estaba tan lejos de su alcance, corrió tomándola del brazo y arrastrándola con él hasta meterse en su recamara que estaba a solo dos puertas.
- ¿Qué haces? ¡suéltame animal!- chillaba dentro de la
habitación intentando salir nuevamente.
Harry colocó llave y la guardo en el bolsillo del saco. Al ver Elizabeth lo hecho abrió desmesuradamente los ojos.
- Sácame ahora mismo o gritaré- amenazó
- Grita todo lo que desees, nadie escuchara, en caso de que lo hagan tu reputación estará por los suelos-
Se cercó amenazadoramente a Harry para quitarle a golpes la llave si era necesario.
Al ver cuál era su intención, la tomó por las manos. Mientras forcejeaban entre liberar y atrapar manos y piernas, terminaron con Elizabeth al filo de la cama y un Harry travieso que se precipitó sobre ella hasta hacerla caer y por consiguiente él también.
Elizabeth ya no solo intentaba liberar sus extremidades sino todo su cuerpo.
- ¡Aléjate animal! ¡Déjame ir!- chillaba pero no había caso, el cuerpo sobre ella se acomodaba a sus formas.
El tenerlo de aquella manera la volvió rígida, evocando nuevamente lo sucedido hace tiempo en el prado con ese salvaje.
Al notarla estática Harry levantó la cabeza para contemplarla. Verla con lágrimas y ojos desorbitados por la desesperación y pánico le encogieron el alma.
Sin abandonar la delicadeza del cuerpo femenino, le hablo para volverla en sí.
Las palabras mencionadas estaban logrando su cometido hasta que cometió el error de...
- Princesa calma, no llores, no me gusta verte llorar...
Repentinamente ella le miro horrorizada y nuevas lágrimas empañaban su rostro
- ¡Tú!- musito.
Con una fuerza descomunal lo golpeó mientras gritaba como posesa.
- Elizabeth calma- intentaba esquivar los golpes para que no se hiciese daño y no le hiciera- ¡Ya Elizabeth basta!- seguían luchando en la cama.
Harry sabía que debía acallarla sino estaría en serios problemas. La única forma existente fue besarla y así lo hizo.
El beso solo duro tres segundos porque Elizabeth le mordió y empujo fuera de la cama.
De un salto Elizabeth se levantó y corrió hasta cerca de la chimenea para tomar el atizador. Ante la mirada atónita de Harry escupió en la alfombra y limpio sus labios con el dorso de la mano enguantada mientras la otra no soltaban el instrumento.
- Abre ahora mismo la puerta- amenazaba temerosa.
- Elizabeth calma- intentó apaciguarla ya levantado del suelo.
- Abre la puerta maldito cerdo- gritó.
Harry hizo el amago de acercarse más a ella y quitarle el atizador de las manos pero Elizabeth levantó el arma dispuesta a todo.
- ¡Aléjate!- con voz entrecortada por el llanto preguntó desesperada -¿Por qué yo?-
- Elizabeth...
- ¡¿Por qué?!...Me arruinaste para siempre- dijo mirándole con ojos bordeando la locura.
- Por favor déjame explicarte- hablo con mirada afligida.
- ¿Por qué maldita sea? ¡¿por qué?!- volvió a gritar entre llanto -¿qué te hice?-
Verse reflejado en esa mirada desamparada lo desmoralizó. Extrajo del bolsillo de la chaqueta la llave y se acercó sin miramientos a la puerta para abrirla y dejarla marchar.
Ver la puerta abierta y al maldito bastardo lejos de ella, salió de allí a prisa.
Ya solo en su habitación, Harry se sentó en la cama y se tomó de los cabellos murmurando a una impalpable Elizabeth.
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Nota
Algunos seguidores han preguntado sobre cómo me imagino a cada personaje, de algunos aun no tengo una imagen muy bien definida pero si podre compartir con ustedes como imagino a ciertos personajes
*Charlotte: Holliday Grainger
Elizabeth es un de los personajes a los que me cuesta vislumbrar correctamente sus rasgos y por lo tanto no he encontrado a una modelo o actriz que se le parezca. "Cosima Coppola" guarda ciertos rasgos con el personaje (ojos y cabellos)pero de ahí en más no. He visto vídeos de la actriz y su personalidad o la que mostraba en sus papeles no se asemejan en nada, Elizabeth es más disparatada y algo alocada para su época.
Giulio Berruti, es como me imagino al Harry desde el capítulo 15 en adelante.
Como habrán notado en el capítulo 3, representé a Malcon como "Henry Cavill" pero a medida que escribo la historia su imagen se distorsiona y aparece el típico caballero ingles de cabellos y ojos claros, algo desgarbado y cuya mirada transmite altivez aristocrática.
Hasta el momento esta es la manera en como me los imagino, al resto se los compartiré más tarde.
Recuerden que este es mi punto de vista. Ustedes tendrán su propia manera de imaginárselos y me encantaría conocerlo.
p/d: recuerden que si el capítulo 21 llega a mil leídos subiré el capítulo 22 y un adelanto del 23.
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Capítulo 22
A la hora del almuerzo la familia Winsord se encontraba reunida en el comedor degustando los deliciosos manjares preparados por la cocinera.
- Caroline ¿qué opinas del señor Thomson?- preguntó Jeremías a su cuñada.
Esta le miró frunciendo el ceño mientras limpiaba de la comisura de sus labiosrastros invisibles de comida . Le sorprendió que pidiera su opinión con respecto a temas que él tranquilamente podía dar respuesta.
- No le conozco lo suficiente para dar un veredicto final pero hasta lo visto además de mostrarse como un caballero bien educado y posicionado económicamente, es una persona de buenos sentimientos ¿puedo conocer el motivo de tu pregunta?
- ¿Tu James?- obvió la pregunta de Caroline y arremetió con lo mismo a su primogénito.
- Concuerdo con mi tía. Talvés podré responder cuando sea más cercano a este- descaminó su mirar de su padre a tía, esta última se mostraba recelosa hacia su padre y James conocía el motivo no le gustaba que evadieran sus preguntas- ¿a qué se debe ese interés padre?
El conde antes de contestar a su hijo miro a su hija que se encontraba abstraída.
- El señor Thomson ha demostrado e hizo conocer su interés por Elizabeth. Me ha pedido su mano en matrimonio- soltó
- ¡Jeremías!- exclamo Caroline mirándole con ojos retadores pero este le ignoró.
- Me parece un excelente partido, inclusive vi su manera de tratarla la respeta e idolatra...
- No te parece algo apresurado por ese joven- interrumpió
James pasmado- ni siquiera le conocemos.
- Irving me ha asegurado que es de muy buena familia- suspiró- y sabes que ese hombre me cae muy bien aunque me cueste aceptarlo- expresó serio haciendo referencia al señor William Irving.
Caroline fastidiada se levantó de la mesa y con un "provecho" salió de allí echa una furia dejando a los presentes abrumados, a excepción del conde que no le intereso en lo más mínimos el berrinche de su cuñada.
Elizabeth se levantó tentada para ir detrás de ella pero su padre lo impidió.
- Siéntate Elizabeth- ubicada su hija nuevamente en el lugar volvió a hablar- Princesa me interesa conocer tu opinión en este asunto- preguntó expectante, el ver que no respondía volvió a hablar- Le he cedido tu mano. Al volver a Londres haremos público el compromiso-
- Papá- murmuró Elizabeth afligida, su respiración había comenzado a agitarse por la noticia.
- Papá es algo apresurado, ni siquiera se han tratado lo suficiente-reclamó ofuscado James.
- Di mi palabra James- le cortó volviendo a dirigirse a su hija- ¿Qué opinas de él, Lizzie?
- Qué interesa lo que opine si ya has aceptado sin consultármelo antes- manifestó descontenta.
Respiró con motivo de calmarse y responder a la pregunta formulada anteriormente - Daniel es una persona muy interesante, incluso podría decirte que me agrada pasar el tiempo con él... pero...necesito un lapso, es muy pronto para comprometernos y mucho más casarnos- sus ojos empezaron a empaparse con las lágrimas que
amenazaban con salir, así que agacho la cabeza para no ser vista. Le enfurecía no poder refutar más pero últimamente se sentía tan cansada.
Además ahora temía a toda clase de compromiso que conllevará en matrimonio ¿cómo explicaría a su futuro esposo la falta de su virtud?
Había hombres buenos pero su bondad tiene límites y ese límite es conocer que su esposa fue mancillada por otro.
Daniel podía ser una persona excepcional pero no dudaría en devolver a una mujer ya usada. Considerando que tampoco merecía ser engañado pero si su mano ya estaba cedida no había vuelta atrás mucho menos si su padre daba su palabra. Sabía muy bien lo que debía hacer por el bien de Daniel y el de ella.
De golpe soltó el aire acumulado en sus pulmones sin percatárselo - ¿crees qué Daniel quiera a una mujer como yo?
- Claro princesa, quién no te querría. Eres la niña más bonita y educada que conozco- empleó palabras de padre para tranquilizar y levantar ese estado de ánimo caído que poseía desde las últimas semanas - posees una buena dote y cuentas con suficientes influencias que atraerán a cualquier hombre que desees...
- Si así hubiera sido yo debería estar casada hace bastante tiempo con Malcon- siseó con voz doliente.
- Malcon no era hombre para ti princesa. Tu mereces alguien mucho mejor- masculló con rabia su padre.
- Pero me dijiste que todo aquello funcionaba y no fue así- habló con coraje - Malcon se casó ¡y yo sigo soltera! Si estuviera casada jamás habría pasado...
Los
presentes no captaban cual era el verdadero mensaje que les intentaba transmitir, confundiendo con el matrimonio de Malcon y Charlotte.
- Lizzie, papá tiene razón. Malcon es un idiota muy poca cosa para ti- intercedió James.
- Dentro de muy poco serás una mujer casada y con tu propia familia-
Sin prestar atención a las palabras de aliento brindada, Elizabeth intentaba pensar cómo expresar lo que carcomía su alma desde hace un tiempo.
Pasado un momento y con mucho nerviosismo hablo mirando directamente a su padre
- ¿Crees que sirva todo aquello para qué Daniel me acepte y no devuelva luego de casados?-
- ¿Por qué debería de devolverte? Eres una hermosa mujer Lizzie, él te amara como nosotros-
- Un hombre no ama a una mujer usada... ¡no lo hace!- prorrumpió histérica.
Los reunidos en la mesa dejaron lo que hacían para mirarla.
- ¿Qué intentas decir Lizzie?-estas fueron las primeras palabras de una pávida Penélope en la mesa.
Miró a Penélope aterrada pero no había marcha atrás- Ya no sirvo. Ningún hombre me aceptara, ni siquiera Daniel- las lágrimas ya corrían por sus mejillas. Con el cuerpo frio y tembloroso se levantó del lugar y cerca del asiento de su padre se arrodillo suplicando
- Papá perdóname- le costaba hablar a causa del sollozo convulso- Perdóname... yo nunca quise ¡Lo Juro papá!- echo el rostro lloroso a las rodillas de su padre mientras seguía murmurando por su misericordia.-... yo no lo busque...
A Penélope le corrían
lágrimas por las mejillas. James estático en su lugar solo atinaba a observaba como su hermana suplicaba de rodillas por perdón.
Jeremías había empalidecido. Sentía el haber sido arrojado desde una gran altura y el golpe ocasionado era mortífero, volviendo todo su alrededor oscuro donde la única que se mantenía visible junto a él era su princesa que llorando en su regazo. Ese llanto lastimero le arrebató algunas lágrimas de impotencia.
- ¿Quién fue?- logro formular apenas aquellas palabras, sentía un nudo en su garganta.
Después de lo dicho Elizabeth no sabía cómo elevar el rostro y mirar a su familia. Sabía que los había decepcionado.
- Perdóname papá- solo atinó a decir eso mientras seguía llorando.
De forma brusca fue tomada por el mentón y obligada a levantar la mirada
- ¿Quién fue?- esta vez el tono era severo- Dime maldita sea- le enfurecía no obtener respuesta en ese momento- ¡Elizabeth!- rugió mientras se levantaba de su asiento arrastrando con él a su hija- Habla maldita sea ¡Habla!- la zarandeó bruscamente.
La única respuesta fue ese llanto que le alteraba. Sin medirse estampó su mano en la mejilla de su hija arrojándola al suelo
- ¡Habla, no hagas que repita la pregunta!- gritó a punto de abalanzarse nuevamente si no fuera porque James se interpuso en medio.
- Perdóname...- temblaba Elizabeth en el piso.
- Cálmate papá- intentó apaciguar.
Jeremías miró atontado a su primogénito
- Sal del medio James- habló
amenazante.
- ¡Penélope! - grito a su esposa para sacarla de aquel trance que la mantenía estancada en el lugar- Lleva a Elizabeth contigo- al ver que seguía sin reaccionar volvió a gritarle- ¡Ahora Penélope! ¡llévala ahora!
Apresurada ayudo a Elizabeth a incorporarse para retirarse del comedor mientras James retenía e intentaba hacer entrar en razón al conde.
*****
La familia Irving había partido rumbo a Londres hace dos días dejando Harry a cargo de liquidar el sueldo de los empleados y terminar de finiquitar detalles. Este se uniría a ellos antes de finalizar la semana.
Mientras acondicionaba unos papeles en el despacho la puerta fue abierta de golpe entrando por ella una mujer. Caroline.
La mujer venía con mal talante.
Sin ni siquiera ser invitada a ingresar ni sentarse, se ubicó en una de las sillas del escritorio, exigiendo una copa de whisky
Harry sin decir nada se dispuso a servirle mientras se servía una para él mismo y ubicaba en la cabecera del escritorio. Espero en silencio degustando su trago hasta que la señora se dignase a hablar.
Caroline una vez terminada su copa procedió a platicar.
- Jeremías- mascullo molesta el nombre de su cuñado- accedió en casar a Elizabeth con el señor Thomson ¿Puedes creerlo?- levantándose de su lugar para caminar impaciente por la habitación- ¡teníamos un trato y ahora no lo cumple!- al mirar a Harry y ver que este seguía sin inmutarse habló recriminándole- Acaso no dirás nada.
- Concuerdo con Winsord, talvés Thomson sea la persona indicada
para ella-
Le miro indignada
- ¿Estás jugando conmigo?- achicó los ojos molesta- No puedes echarte atrás a estas alturas del partido-
- Soy realista. Elizabeth no me quiere y creo que jamás lo hará, para qué atarla a un matrimonio con un sujeto al que odia- observó detenidamente su copa- es ella quien debe elegir con quién pasara el resto de sus días. Merece ser feliz después de todo...
- No lo puedo creer, desde cuando te ataca lo moral- sonrió irónica- recapacita Smith y sigue adelante con el trato, caso contrario no te desharás de mi fácilmente- con esa amenaza salió de allí.
Harry suspiró y terminó el contenido de su copa en un solo trago. Se levantó del sillón y pusó en campaña de terminar de ordenar los papeles restantes para marchar lo más pronto de ese lugar.
*****
Caroline al llegar a casa vaya caos encontró.
Su cuñado furioso la intercepto en la entrada gritando por sobre: ¿dónde estaba? Para luego arrastrarla a su despacho y soltar lo sucedido con Elizabeth.
Caroline no podía creer todo aquello, pensó que era una broma de muy mal gusto pero ver saltar un par de lágrimas a Jeremías y temblar de rabia e impotencia por no conocer el nombre del sujeto que desgracio a su hija, la hizo condolerse.
Sabía que a Jeremías le habían tocado el punto más débil que poseía, su hija. Cuando descubriera la identidad del individuo este rogaría no seguir vivo. Lo despellejaría en cuerpo y alma hasta no dejar ni un mínimo rastros de él en este mundo.
Jeremías pensaba que Elizabeth
se había entregado voluntariamente a un hombre que con palabras cariñosas se supo ganar su confianza. Pero ella que conocía bien a su sobrina le resulto imposible creer la teoría de su cuñado.
Elizabeth podría ser de todo menos una mujer que se entregase frívolamente a un hombre, sabía muy bien que aún seguía enamorada de Malcon Falcón y al único que sería capaz de entregarse seria a él
¿Acaso...?
Dejó a Jeremías solo en el despacho para dirigirse a la recamara de su sobrina. Al ingresar vislumbro a esta en la cama hecha un ovillo mientras Penélope se encontraba a su lado acariciándole la cabeza.
- Déjanos a solas- habló demandante.
Penélope le ignoró, no pensaba dejar a su amiga con aquella mujer. Si el conde era como demostró esa mañana en el comedor, Caroline seria mucho peor.
- Acaso no escuchas lo que te digo. Vete ahora-
Cuando estaba por retrucar apareció James quien con una mirada de su tía comprendió todo y saco a su esposa de allí, la cual se negaba en dejar a su amiga sola.
A solas Caroline ocupó el lugar de Penélope.
- Elizabeth necesito me digas su nombre- ver reinar el silencio y tomando una infinita paciencia volvió a interrogar- Acaso Malcon te convenció de entregarte a él.
De forma brusca Elizabeth se acomodó en la cama y miro a su tía afligida.
- No tía, Malcon no- sollozó
- Dime su nombre- verla negar a ofrecer información tuvo que obligarla a jugar sucio- Jeremias echa la culpa de todo esto a Malcon. En estos momentos está disponiendo todo para ir tras él y
hacerle pagar- un nuevo llanto invadió a la joven.
- No lo permitas. Dile que es inocente tía, habla por mi... por favor-
- Debes darme el nombre, sino Malcon saldrá muy mal parado de esto. - volvió a provocar- Y él es una persona inocente.- expreso con pesar fingido
Verse entre la espada y la pared no le dio más remedio que confesar toda la verdad
- Fue el señor Smith-
Caroline sin decirle nada más se levantó y salió de la recamara con fiereza.
- Tía...- gimoteó
*****
Harry vio interrumpida su labor nuevamente cuando su ayudante de cámara, único sirviente de la casa, aviso que le esperaba la cuñada del conde de Winsord en la sala principal.
Se fastidió el saber que al parecer esa mujer no se contentaba con un "no" por respuesta y que debía volver a recordárselo.
Al entrar y antes que llegase a abrir la boca para formular palabras alguna una fuerte y dolorosa bofetada fue lo que recibió.
Sobándose la zona golpeada y fastidioso preguntó
- Qué le sucede-
- Maldito cerdo. Cómo has podido- hizo amague de volver a repetir el golpe pero fue detenida.
- De qué diablos habla- habló ya cansado de recibir por parte de todas las mujeres de esa familia golpes- no se a qué se refiere-
- Arruinaste a mi sobrina-grito histérica- tomaste su virtud y por ello querías endilgarle a Thomson, ya no tenía nada que te interesara- sacó sus propias conclusiones
- Usted se equivoca conmigo, intente hacer las cosas bien pero no
puedo forzar a una persona a permanecer a mi lado- otra bofetada recibió.
- ¿Tu intención no es forzar a una persona a permanecer a tu lado? ¿Y qué fue lo que hiciste? ¡has forzado a mi sobrina!- levanto más la voz.
Intentó calmarse y no arremeter nuevamente con él
- Te harás responsable del daño ocasionado- le miró allí sentado tomándose la cabeza- Winsord ya está enterado de todo, solo falta por conocer el nombre del desgraciado qué vejo a su hija.
- ¿Acaso no se lo dijo?- refiriéndose a Elizabeth.
- A pesar de haber sido maltratada por su padre no soltó nombre. No sé si lo hace por estúpida o teme por tu vida.- esas palabras ilusionaron a Harry hasta que recapacito.
- Elizabeth me odia- habló molesto por intentar darse falsas esperanzas-¿Cómo piensa que me acercaré a ella y le pediré matrimonio?
- Eso debiste pensar antes. Busca una licencia especial y cásense pronto- tomó su bolsa del sillón disponiéndose a marchar- si no lo haces me ocupare que Winsord conozca tu nombre y no solo él sino mi padre también. Recuerda que ese anciano confía ciegamente en ti e incluso ayudó sin ningún interés a cambio a obtener todo lo que posees y conocer al hombre que te tomó bajo su ala ¿cómo crees que actué al conocer qué el desgraciado que mancillo a su única nieta es nada más menos que el ex pobre y muerto de hambre secretario del conde de Brighton?- dicho eso salió de allí.
ADELANTO de capítulo
Dos semanas después.
Elizabeth se hallaba en su recamara junto a un grupo de doncellas que se ocupaban de ultimar los detalles de su atuendo. A pesar del maquillaje y de encontrarse encantadora, su rostro transmitía una profunda angustia. Por primera vez en su vida acataba al pie de la letra una decisión de su padre sin protestar antes.
Una doncella ingresó en la recamara para apurar a las demás por orden de la señora Caroline.
Cada vez faltaba menos y a medida que se aproximaba unas tremendas nauseas la invadían. Jamás creyó que su padre se convertiría en un tirano y obligaría a casar con un anciano. Cuando suplicó conocer el motivo alegaba que era el único hombre capaz de casarse con una mujer deshonrada. La noticia la llevo a encerrarse por días en su habitación y llorar por su infortunio junto a Penélope que fue a la vez su paño de lágrimas.
James y Penélope intentaron por todos los medios evitarlo, ganándose el ser echados de Winsord House. Su padre había partido días atrás a Londres dejándola afrontar toda esta situación sola en compañía de su tía.
Ser tomada en matrimonia implicaba para muchas jovencitas el día más feliz de sus vidas. Para ella todo lo contrario, dando inicio a su calvario.
Cuando fue presentada a su futuro esposo, vio en él a un hombre achaparrado, de cuello grueso con mofletes colgantes y húmedos, ojos saltones y lascivos. Lo único que sintió fue desprecio. Aun no comprendía el cómo fue atada de por vida a un anciano.
De Harry Smith solo supo qué había marchado a Londres bastante tiempo atrás para reunirse con la familia Irving y disfrutar la temporada. Desde ese momento lo odio con todo su ser, deseando que su vida se convertiría en un completo infierno.
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Capítulo 23
Lean la nota final
Elizabeth se hallaba en su recamara junto a un grupo de doncellas que se ocupaban de ultimar los detalles de su atuendo. A pesar del maquillaje y de encontrarse encantadora, su rostro transmitía una profunda angustia. Por primera vez en su vida acataba al pie de la letra una decisión de su padre sin protestar antes.
Una doncella ingresó en la recamara para apurar a las demás por orden de la señora Caroline.
Cada vez faltaba menos y a medida que se aproximaba unas tremendas nauseas la invadían. Jamás creyó que su padre se convertiría en un tirano y obligaría a casar con un anciano. Cuando suplicó conocer el motivo alegaba que era el único hombre capaz de casarse con una mujer deshonrada. La noticia la llevo a encerrarse por días en su habitación y llorar por su infortunio junto a Penélope que fue a la vez su paño de lágrimas.
James y Penélope intentaron por todos los medios evitarlo, ganándose el ser echados de Winsord House. Su padre había partido días atrás a Londres dejándola afrontar toda esta situación sola en compañía de su tía.
Ser tomada en matrimonia implicaba para muchas jovencitas el día más feliz de sus vidas. Para ella todo lo contrario, dando inicio a su calvario.
Cuando fue presentada a su futuro esposo, vio en él a un hombre achaparrado, de cuello grueso con mofletes colgantes y húmedos, ojos saltones y lascivos. Lo único que sintió fue aborrecimiento. Aun no comprendía el cómo fue a ser atada de
por vida a un longevo.
De Harry Smith solo supo qué había marchado a Londres bastante tiempo atrás para reunirse con la familia Irving y disfrutar la temporada. Desde ese momento lo odio con todo su ser, deseando que su vida se convertiría en un completo infierno.
Tomó fuerzas de donde no las poseía y con esfuerzo bajo las escaleras. Su tía la esperaba al pie de la misma, mostrando una actitud serena mientras ella moría por dentro.
- Es hora- habló al ver el rostro de espectro de su sobrina.
- Tía por favor, ayúdame- suplicó
- Tu padre me encomendó velar por ti hasta que estés esposada a quien será tu marido. Sabes muy bien que no le gusta ser desobedecido Elizabeth- suspiró- ven, esperan por nosotras- tomándola del brazo la obligo a caminar al despacho de Jeremías Winsord.
Cuantas veces soñó con casarse con el hombre a quien amaba. Lucir el vestido de novia más bonito, entrar a la iglesia del brazo de su padre, tener junto a ella a sus mejores amigas y personas queridas.
Ahora nada de ello era posible.
Ingreso temerosa. Su miedo y ganas de salir huyendo despavorida aumentaron al ver al párroco, testigos que ni siquiera conocía y a su futuro esposo.
Varias lágrimas recorrieron su rostro a medida que la ceremonia avanzaba, estas eran invisibles a los ojos ajenos debido al velo.
El momento había llegado, debía plasmar su firma en aquel papel que la uniría de por vida a ese hombre. Miró nuevamente a su tía en busca de ayuda pero aquella mirada no transmitía nada.
Tragando
en seco moldeo cada letra de su nombre, y supo en aquel instante que dejaba de ser libre para siempre.
Terminada la ceremonia se alegró que no la haya besado, ya que temía vomitarle encima y causar su ira.
Su tía con una sonrisa bien disimulada se acercó a felicitarla pero ella corrió su rostro.
Caroline se percató del rechazo de Elizabeth. Sabía que había logrado ganarse nuevamente su odio. Nada de ello le alegraba, todo lo contrario.
- Todo estará bien... confía en mi- susurró solo para que ella pudiera oírle.
Elizabeth le miro confundida para luego ocultar ese aturdimiento por un rostro sombrío mientras los demás la felicitaban por aquella unión.
De manera brusca sintió ser tomada del brazo y ser posicionada al lado de su marido.
- Enlístate que en quince minutos partimos- masculló molesto.
No le contesto, solo lo miraba pavorosa ganándose un fuerte pellizco para que reaccionara.
- Acaso has comprendido- habló amenazante.
- S...si- con esa contestación y forcejeando lo alejo de ella.
Mientras una doncella le ayudaba con el cambio de vestido por uno más sencillo, se recriminaba a si misma por no preguntar a ¿dónde tenía planeado llevarla? y lo más importante ¿Qué haría con ella?
En lo que estaba por recoger su bolsito de viaje ingresa su tía en la recamara.
- Creó que al no estar tu madre es mi deber explicarte que sucederá en tu noche de bodas- sonrió con ironía-
Aunque no creo que sea necesario porque ya lo sabes-
- De qué habla- preguntó ya molesta.
- Elizabeth- habló como si lo dicho anteriormente fuera algo obvio. El ver que su sobrina no caía decidió ser más directa- lo que hicieron tú y el señor Smith.
Elizabeth al comprender lo que decía abrió desmesuradamente sus verdosos ojos, los cuales al instante se empañaron en lágrimas mientras negaba con la cabeza.
- No por favor... eso de nuevo no- sollozó- Ayúdeme por favor- dijo al punto de la histeria y el mismo aumentó al ver que su suplicio no llegaba al corazón de Caroline- No te quedes parada allí y ayúdame. No permitas que me lleve con él.
De nada sirvió aquel berrinche. Fue sacada a la fuerza de la recamara por los lacayos de su esposo, quien furioso de esperarla tanto fue en su búsqueda encontrándose con la escena de una niña cascarrabias atrincherada en su cuarto.
Harto de ver como aquella mujercita forcejeaba y propinaba golpes a doquier para liberarse, decidió tomar el mismo a la fierecilla y sacarla a rastras.
A medida que se aproximaban al carruaje y sin poder medirse más su detuvo y mascullando entre dientes dijo
- Por tu culpa estoy perdiendo mi valioso tiempo. Más vale te comportes de ahora en más si sabes lo que te conviene- y de un fuerte empujón la introdujo dentro del carro ocasionando que esta se cayera y su falda se elevara un poco mostrando unas lindas y torneadas pantorrillas.
Ver aquello lo tensó y tentó a abalanzársele encima y tirar al diablo tanto protocolo.
Asustada ante la mirada
lujuriosa que le propiciaba aquel longevo y ver que sus asquerosas manos estaban a punto de tocarla le propinó una patada en estas alejándolo a la vez que injuriaba a todos los santos.
- Maldita zorra- escupió y cerró de un portazo la puerta.
Elizabeth agradeció el viajar sola en la carroza, permitiéndole recuperar algo de la calma perdida.
Viajaron por horas hasta que anocheció y tuvieron que detenerse en una posada.
Cuando la portezuela fue abierta y al primero que vio fue a su esposo el temor volvió.
- Baja-
- Estoy bien así- dijo mientras miraba a otra parte.
Sin mediar más palabras la tomó por el brazo y con un tirón la saco de allí.
- No me gusta repetir las cosas- advirtió- si no lo haces por las buenas yo las haré por las malas. ¡Comprendes!- apretó con fuerza el delicado brazo de la joven.
Cuando se vio liberada, con una mueca de dolor se sobo el brazo afectado.
Mientras eran servidos por la posadera. A Elizabeth no le pasó por alto la manera que ese ser asqueroso miraba los senos de la muchachita que atendía las mesas y que cada vez que esta se acercaba por el lugar tocaba su cuerpo exuberante
Sintió un profundo pesar por la joven y por ella misma. Todas las acciones que observaba de aquel cerdo le indicaban lo que en un futuro muy próximo le tocaría vivir a ella.
Le costaba probar bocados alguno, su estómago se negaba a recibirlos. Llegando a dejar su comida casi intacta mientras su marido comía como un animal, a su vez que lo acompañaba con grandes cantidades de alcohol. Pareciendo
que hubiera sido privaron por demasiado tiempo de alimento y bebida.
Como mejor pudo se excusó alegando la necesidad de ir al baño.
Brinco de alegría el verse alejada por unos momentos de ese horrible hombre.
Sabía que debía volver por el tiempo ausente pero no estaba en ánimos de ver esa fea y gorda cara.
Salió de la posada y se dirigió a la parte de los establos.
Era una insensata, lo sabía bien pero se sentía más segura y a gusto con esos trabajadores, que solo le prestaron atención por unos cortos segundos y volvieron a la realización de sus deberes, que con su marido.
De un momento a otro los lacayos empezaron a retirarse quedando muy pocos en el lugar.
- Con qué aquí te escondes maldita zorra- la tomó por los cabellos y acerco a él- pensabas dejarme como un hazmerreir delante de todos mientras venias y le abrías las piernas a uno de estos pobres sucios- mascullaba cerca de su oído
Elizabeth intento soltar ese agarre pero en cada intento el dolor era peor, con suplica pidió que la soltara pero nada funcionaba. De repente un olor a alcohol invadió sus fosas nasales.
Su esposo apestaba y lo tenía demasiado cerca para su gusto.
- Maldita puta si tantas ganas tienes aquí estoy yo- y se carcajeo con regocijo mientras humedecía sus ya babosos labios- yo te enseñare lo que es verdaderamente estar con un hombre-
Y comenzó a tocar ese joven cuerpo.
Elizabeth gritaba y le propinaba algunos golpes para alejarlo mientras sollozaba. Mirando de un lado a otro en busca de ayuda descubrió que los pocos que quedaron optaron por marcharse.
En un
abrir y cerrar de ojos se vio a si misma tirada en un cumulo de hojarasca. Al elevar la vista su marido se encontraba en el proceso de desprenderse los pantalones mientras se acercaba a ella.
Con respiración agitada cerró sus ojos y rememoro lo sucedido hace unos meses atrás.
Era ella nuevamente tirada pero esa vez en tierra fresca cubierta por hojas y ramitas secas, muy pocas hojas conservaban su color natural, luego un cuerpo macizo se adecuaba al suyo. El rostro de su agresor era impasible, no se regocijaba de ella sino que la miraba intensamente mientras la tomaba allí, en ese bosque.
Recordó que sólo sintió miedo en ese entonces pero no como el de ahora, se sentía aterrorizada y asqueada a la vez. Una fuerte arcada se aproximaba a su garganta.
Abrió con fiereza los ojos. No permitiría que ese cerdo la vejara, lucharía con ahínco.
Cuando se abalanzó sobre ella con intensión de arrancar su vestido, Elizabeth lo recibió con patadas y trompadas.
Rabioso ante la resistencia que ponía la joven y el verse atacado, propino dos puñetazos que la dejaron inconsciente y a su merced
Elizabeth antes de ver todo oscuro sintió el desgarre de la parte superior del vestido y el recorrido de lágrimas calientes atravesando su mejilla.
*****
Al despertar se hallaba sobre una mullida y calentita cama, lo cual le pareció algo raro, de golpe se levantó para palpar su cuerpo y descubrir que no calzaba su vestido sino un camisón blanco con listones.
Miró a su alrededor
y no se encontraba en la posada sino en una amplia habitación decorado con muy finos muebles y costosos cuadros.
De un salto abandono la cama y tomó la bata que reposaba en una silla cercana. Con temor recorrió el recinto hasta pasar por un espejo de cuerpo entero donde se contempló.
Allí apreció a una Elizabeth para nada conocida. Debajo de sus ojos se ubicaban unas muy marcadas ojeras, su cabello se encontraba enmarañado, sus labios... en su labio inferior había un corte y debajo de este, en su mandíbula, un circulo violáceo verdoso. Al rozarlo con sus dedos le dolió.
Sus ojos volvieron a empañarse en lágrimas recordando lo sucedido. Un fuerte sollozo escapo de su garganta.
Había vuelto a ser herida.
El sonido de la puerta abriéndose la hizo encogerse, temía que volviera nuevamente por ella. Miraba de un lugar a otro por un escondite pero ya era tarde.
Una figura corpulenta ingreso y se ubicó en el marco de la puerta dirigiendo su mirada a la desecha cama, luego recorrió la morada en busca de su ocupante, hallando a la joven cerca del tocador. Termino de entrar a la recamara cerrando la puerta tras de sí.
Elizabeth al ver y reconocer al intruso jamás creyó que se contentaría tanto de verlo y sobre todo sonreírle con júbilo.
Corrió hasta él y se pegó a su cuerpo con un abrazo, hundiendo el rostro en su pecho y lloriqueando.
Sintió como acariciaba su espalda y besaba su cabello mientras murmuraba palabras tranquilizadoras.
- Ya nada malo sucederá, princesa-
Por primera vez aquella palabra no le producía
rechazo sino todo lo contrario se regocijaba que la siguiera llamando por aquel apelativo.
Elizabeth alejó su cabeza unos centímetros para mirarle.
- Promételo- pidió
- Lo prometo-
Conforme con aquella respuesta volvió a acoplar su cuerpo al de aquel hombre
- Gracias Harry- murmuró.
Una vez que Elizabeth estuvo más tranquila y comprobó que nada de aquello era un sueño se desprendió del abrazo de Harry
Harry esperó a que la joven comenzará a hablar pero al no hacerlo opto iniciarla él mismo.
- Será mejor que descanses, aun debes recuperar fuerzas- habló con preocupación al tocar con sumo cuidado aquella zona golpeada en el rostro de Elizabeth.
- Estoy bien- lo tranquilizó. Harry se alejó un poco de ella, produciendo que Elizabeth se estremeciera y asustara tomándolo instintivamente de la manga del saco- No te vayas- respiraba dificultosa- No me dejes por favor- suplicó con el miedo reflejado en sus bonitos ojos.
Harry se maldijo y maldecía a todo mundo por verla vulnerable y desprotegida, se juró a si mismo hacer pagar a ese sujeto.
- Debo atender unos asuntos y tú deberías descansar- tomándola por los hombros la guio a la cama. Previamente a recostarla acomodó la cama. La arropó como si se tratase de una niña provocando que esta tuviera que cubrir sus labios para evitar soltar una risilla.
Dispuesto a marcharse volvió a verse interrumpido al advertirla levantada nuevamente.
- Él volverá- susurraba con miedo.
- No lo hará. Él no volverá a molestarte jamás- aseveró. Para dejarla más tranquila extrajo del bolsillo de su chaqueta una llave - Toma- se la tendió- sé que te sentirás más segura- sonrió para apaciguarla.
- ¿No te iras, verdad? Volveré a verte?- preguntó
- Claro. Mañana cuando bajes a desayunar yo estaré allí esperándote- y con picardía acoto- no te desharás tan fácilmente de mi-
Se retiró dejándola confundida.
Mientras bajaba las escalera escucho claramente cómo echaba llave e incluso cómo arrastraba alguna silla o mueble para sellar mejor la puerta. Ocasionándole una carcajada y negación de cabeza.
Al pie de la escalera lo aguardaban.
- Los lacayos se encuentran reteniendo al barón en tu despacho- habló una voz femenina- ¿qué harás Harry?- preguntó algo preocupada.
- Le enseñare que no debió tocar lo que es mío- camino a grandes zancadas dejando sola a la mujer.
Aurelia en todo el tiempo que conocía a Harry jamás lo vio tan preocupado y furioso por alguien, ni siquiera por la misma Charlotte.
N/A: adelanté la publicación del capítulo, espero les guste. Por cierto alguito que vean mal escrito me avisa así lo corrijo. tengo dos noticias y como saben siempre hay una buena y otra mala.
Como habrán notado ¡AURELIA HA VUELTO! (tambores por favor) y de aquí en más las cosa para Elizabeth viene mejor. Esta es la buena.
La mala D: el próximo capítulo vendrá con retraso. Debo estudiar para los exámenes y deje por demasiado tiempo los papeles dormidos así que es momento de levantarlos D':
Espero sepan entender y nos leeremos en el próximo capítulo.
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Capítulo 24
El volver de un viaje relámpago, Harry jamás se imaginó que le aguardaban con semejante noticia. Sin poder creerlo decidió comprobar por sí mismo.
Entrar a la recamara y encontrarla tendida en la cama con aquella apariencia que denotaba desamparo, desde su cabello enmarañado hasta la suciedad del rostro pero lo que más le llego a impactar fue el encontrarla con el vestido polvoriento y rasgado en el pecho.
Con pasos lentos se fue acercando y observando más detalladamente su estado. Su rostro revelaba el maltrato al que fue sometida.
A Harry aquello le impacto. De ver por años a una joven mimada, vivaracha, atrevida y cuyo candor impactaba pasar a encontrarla en una cama toda indefensa, apagada y lastimada. Se le encogió el corazón, culpándose por ponerla en manos de aquel cerdo.
Salió de la recamara y ya fuera de ella empezó a gritar ordenes como poseso, las mismas fueron acatadas al toque por sus empleados. La primera de ellas fue buscar con urgencia un médico y la última encontrar hasta en el más recodito lugar a aquel bastardo.
Al ingresar nuevamente en la recamara aparcó una silla a la cama.
Él velaría sus sueños hasta que despertará.
Cuando llego el médico, quien fue sacado de la comodidad de su casa, Harry insistió tanto en quedarse a presenciar la revisión pero la negación e ignore del médico y las suplicas de Aurelia por que se retirará lo hicieron demitir.
Espero al médico en las afueras del aposento, moviéndose impaciente de un lado a otro mientras maldecía una y mil veces. El remordimiento de no haber actuado más rápido y de otra manera le carcomía
la consciencia. Si hubiese seguido el consejo de William esto no hubiese ocurrido. Ahora pagaría con creces su indecisión.
El medico se estaba tardando más de la cuenta y el ver como una doncella salía apresurada del lugar le impacientó y preocupó cada vez más. Entró sin ser llamado y de manera amenazadora se acercó al doctor, quien al parecer ya había terminado de revisarla y la miraba con suma tristeza, hasta podría decir que con ojos acuosos.
Carter jamás se imaginó que al ser llamado a su puerta, tan tarde en la noche, por un lacayo que prescindía con urgencia su servicio encontraría al llegar a la joven que por largo tiempo ocupó sus pensamientos.
Verla golpeada y con su vestuario hecho girones, se imaginó lo peor. Sin prestar demasiada atención a los rostros de quienes se encontraban en aquella habitación y por su desesperación en atenderla, expresó con voz fuerte que todos se retiraran y los dejaran solos. Escuchó las protestas de un hombre que se negaba a abandonar la recamara pero le ignoró centrando toda su atención de médico y hombre en Elizabeth. Lo último que oyó fue las suplicas de una mujer para que aquel hombre se retirara y el cerrar de una puerta.
Pasado unos minutos de exhaustiva revisión mesclado con el pánico a lo que se encontrara durante ella y dando órdenes a la doncella más cercana para preparar el baño, un fuerte golpe lo hizo volver su mirar a la puerta. Un hombre alto ingresaba por ella, con ropas finas pero desarregladas al igual que su apariencia, como poseído sin importarle atropellar a cualquiera que se le cruzase en el camino.
Cuando se percató de la ya cercana presencia de aquel individuo, Carter levanto la vista y con furia contenida, intentando no abalanzársele encima, habló.
- ¿Qué fue lo que sucedió?- intentó calmar la violencia que su cuerpo empezaba a emanar.
Esa pregunta descolocó a Harry, quien molesto e intranquilo por conocer el resultado de Elizabeth contesto.
- ¡Es lo que yo debería de preguntarle a usted! Por ello lo mande a llamar ¡doctor!-
Carter analizó detenidamente al hombre que tenía en frente. A pesar de la apariencia intimidante y fiera sus ojos mostraban suma preocupación. Inhalando y exhalando decidió responder.
- Eliz...- carraspeó para corregirse- La paciente en estos momentos se encuentra inconsciente- ganándose una mirada fastidia de Harry ante la tan obvia respuesta. Carter le ignoró y continuó- Presenta múltiples golpes en su cuerpo, los más visibles son los del rostro y brazos que con unos ungüentos y tiempo de descanso desaparecerán sin dejar secuela alguna... lo que me preocupa es...- habló tristón
Temiéndose a escuchar lo peor y con miedo a la respuesta, tragó en seco y en murmullo preguntó.
- ¿Fue violada?- su vista no se apartaba de ella hasta que escucho la respuesta.
- No lo fue...- algo colorado prosiguió- continua indemne. Lo que quise decir anteriormente fue que me preocupa el estado en que se encuentra... ¿cómo termino de esta manera?- la contempló desvalida en cama- he pedido a la doncella higienizarla y cambiar sus ropas...
Harry solo asintió hacia lo dicho. Le tranquilizaba el saber que a Elizabeth nada malo e irreversible le había sucedido ahora
debía atender el asunto de aquel miserable y podría respirar en paz.
Con un ademán llamó a Aurelia, quien se mantuvo al margen pero solicita en un rincón de la habitación, para que despachara al médico del lugar y pagara sus honorarios.
Carter intento objetar para conocer el motivo real del por qué Elizabeth se hallaba en aquella casa y en ese estado pero el verse ignorado por aquel sujeto que en aquel momento procedía a desvestirla lo paro en seco deteniendo su marcha
- Espere ¿¡qué es lo que hace!?- preguntó boquiabierto y acercándose amenazador- ¡Usted no puede tocarla! para ello están las doncellas- expresó casi en un gruñido mientras alejaba aquellas manos del cuerpo de la muchacha.
Molesto por la intromisión y abuso del médico Harry lo miro mal y con palabras contenidas y educadas lo hecho.
- ¡Sus servicios ya no son necesarios puede retirarse de mi casa!- habló rumiando entre dientes y girándose para continuar.
- ¡Señor no puede tocar de esa manera a la joven! ¡Mucho menos si esta yace inconsciente!.. ¡Lo que usted está haciendo es una invasión y violación!- haciendo amague por volver a retirar las manos del cuerpo de Elizabeth.
Ya cansado de tanto palabrerío por parte del doctor, la inoperancia de Aurelia y del resto del servicio, optó por realizar las cosas el mismo, costara a quien le costara.
Tomando por las solapas del saco a un desprevenido médico, lo arrastró fuera de la recamara seguido de una pávida Aurelia. Fuera de esta y con la puerta cerrada tras él ladró tanto al médico como a la joven. Corriendo a
uno y ordenando al otro echarlo.
Aurelia arrastró lo mejor que pudo consigo a un testarudo médico, temiendo por la integridad del mismo si llegaba a sacar por completo a Harry de sus casillas.
Una vez comprobado que tanto a Aurelia como al doctor no se los vislumbraba más por las escaleras e intentando aplacar su ánimo, entró al aposento y con parsimonia desvistió a Elizabeth. Tomándola en brazos la cargo hasta el cuarto de baño donde se dispuso a higienizarla.
Carter se encontraba entre indignado y preocupado. Indignado por aquel hombre tan tosco y preocupado por la salud y bienestar de Elizabeth.
Antes que la muchacha que lo acompaño lo hiciera atravesar la puerta expresó como profesional.
- Necesitaré chequear cómo evoluciona. Volveré mañana- con un toque en su sombrero se giró para salir él mismo.
- Lo siento doctor pero sus servicios serán solicitados cuando el señor lo disponga-
Carter se volvió para mirarla sintiendo que se desvanecía su esperanza por verla nuevamente. Ese hombre bruto de poca educación no le inspiraba confianza y con lo pasado en la recamara sabía que no volverían a prescindir de sus servicios.
Volviendo a ser invitado por la joven a retirarse habló ya dejando de lado aquel tono profesional para emplear el de un mortal común y corriente preocupado por la persona que le importa.
- ¡Espere!- revolviendo su maletín hasta encontrar lo que buscaba, extrajo y deposito en las manos de la joven un frasquito- Este ungüento ayudará a que sanen más rápido sus heridas. Colóqueselo dos
veces al día preferentemente en las mañanas bien temprano y por las noches antes de acostarse...- se removió inquieto en su lugar ante lo que estaba por pedir- Por favor podría tenerme al tanto del avance en cuanto a la salud de la paciente.
Sorprendida ante ese pedido del médico, aunque supo disimular su sorpresa, respondió.
- Señor, disculpe pero pienso que no sería lo correcto...
- ¡Por favor!- habló suplicante- conozco a la señorita Winsord y me preocupo por ella.
Ver a un doctor tan preocupado por una paciente o más bien por la señorita Winsord y los sentimientos que transmitían tanto su voz como aquellos ojos claros decidió ayudarle.
La respuesta que lo dejo marchar tranquilo fue un asentimiento por parte de la doncella.
Una vez que Harry higienizó y vistió a Elizabeth, la recostó nuevamente en la cama, la cual ya contaba con nuevas sabanas limpias. Decidido a dejarla descansar salió de allí rumbo a su despacho para averiguar si habían logrado localizar al barón.
*****
Al día siguiente, luego de ser avisado que sus hombres habían dado con el barón y lo traían con ellos fue a dar un vistazo a la joven que descansaba en la planta superior, encontrándola despierta y desorientada.
Apenas verlo se abalanzó sobre él, fundiéndose en un brazo afable. A Harry le alegró encontrarla bien pero entristeció el ver en aquellos ojos verdoso la falta de chispa que les caracterizaban, jurándose hacerle pagar muy caro la perdida de tan preciado tesoro.
Una vez que logró tranquilizarla y dejándola más segura en la recamara bajó y encontró al pie de las escaleras a Aurelia,
quien aviso de llegada de su tan esperada visita.
Al ingresar al despacho, lo hizo aparentando una calma que en realidad no poseía. Se ubicó al frente de su escritorio y posó su vista en el longevo barón.
El pobre anciano retorcía sus manos por los nervios que le invadían. Sabia de ante mano que le estaba prohibido tocar e inclusive mirar de más a la muchacha pero verla con aquel simple vestido de novia con porte de reina y mirar altivo lo enfureció.
Gracias a gente como el conde de Windsor, con influencias por casi toda Inglaterra, él, un barón venido a menos, se encontraban en la completa ruina. El verse a punto de perder el último patrimonio correspondiente al título lo hizo aceptar aquel encargue. Su único función allí era el de engañar a la joven y su familia sobre el matrimonio, el resto del trabajo lo realizarían los hombres del señor Smith.
Lo que jamás se imaginó es que al verle esas exquisitas piernas lo descolocaria por completo. La falta de mujer lo tenía a mal traer y lo llevaban a ver en muchachitas insipidas al más exquisito manjar.
Durante todo el trayecto no dejaba de pensar en cómo tomarla como suya y que Smith se fuera al diablo.
Al llegar a la posada y con el fin de dejar la cordura tomó demasiado alcohol, ni en sus años de jovenzuelo tomó de aquellos manera.
Coqueteo y toqueteo a la posadera pero le pareció algo muy fácil por obtener. Su mente viajo a la joven que le acompañaba y su virilidad despegó a mil.
La buscó por todas partes hasta que la encontró en el establo. Allí junto a los caballos y mozos le apeteció
más, parecía toda una linda salvaje, y sin medirse se abalanzó sobre ella para tomarla. No sólo como mujer sino como un medio de venganza hacia la aristocracia.
Al golpearla, para que dejara de pelear, y dejarla inconsciente procedió a desvestirla y degustar cada parte de su cuerpo pero su plan se vio impedido por un maldito joven, encomendado por Smith para actuar como perro guardián de la princesa.
Recibiendo una buena golpiza de este y los demás, no quedándome de otra que huir y olvidarse de todo por lo que luchó por conservar.
Respirando violentamente sacó de la gaveta de su escritorio unos papeles ventilandolos ante los ojos del barón.
- Para saldar la deuda usted debía realizar un trabajo impecable pero decidió no hacerlo- ver que aquel vegestorio se negaba a responder, se levantó golpeando con los puños el escritorio mientras estrujaba los papeles.
- ¡Creyó que no me enteraría y saldría indemne de todo esto!- la furia crecía a pasos agigantados.
Estuvo tentado a estamparle el puño en el rostro pero era un hombre mayor e infeliz.
Volviendo a tomar asiento y tocándose el mentón fingió pensar -Mmm... ¿qué debería hacer con usted barón?- esbozando una sonrisa torcida.
*****
Elizabeth por la mañana salió de la recamara y fisgoneó la estancia en la que se encontraba. Bajó despacio, pisando cuidadosamente escalón por escalón para no hacer ruido, hasta llegar a la planta baja. Una puerta abierta a la derecha la instó a ingresar por ella. Al entrar una larga mesa se imponía en la sala, esta contaba con toda clase de manjares. El ruido sonoro de su estómago
la obligó a ubicarse y servirse a su gusto y paladar.
Comió y disfrutó como nunca lo hizo. Todo sabía tan riquísimo.
- Buenos días Elizabeth ¿Cómo has amanecido?- habló Harry mientras ingresaba en la estancia y se ubicaba en su puesto, acomodando la servilleta entre sus muslos- Espero este deliciosa la comida- expresó burlón.
Era de más obvio que la joven disfrutaba de ella.
Elizabeth atragantada con todo lo engullido sólo atinó a asentir y rodar los ojos, el salvaje volvía con su "sentido del humor".
Con esfuerzo intentó tragar y no hacer un enchastre escupiendo la comida para dar un espectáculo.
Logrado ya ingerir el alimento y sorbiendo un poco de jugo de frutas murmuró avergonzada.
- Buenos días. He dormido muy bien gracias por preguntar.
No se le ocurría nada más hablar con él así que dispusó observar su plato ya que el mirar de Harry le incomodaba.
Harry no dejaba de contemplarla. No era su belleza lo que miraba sino buscaba intimidar como una forma de juego ya que le encantaba verla confundida para luego pasar a molesta.
Tras cada sorbo de café o bocado de comida le dedicaba un mirar burlesco, cosa que empezaba a fatidiarla.
- ¿Acaso tengo algo en la cara?- expresó enojada.
- No, estas hermosa- sonrió y con fingida inocencia preguntó- ¿por que lo preguntas?
A Elizabeth este tipo la estaba sacando de sus casillas. Si volvía a sonreír le daría un puñetazo en la boca así dejara de hacerlo.
Ver que su estado de ánimo cambiaba decidió dejar allí el juego. Levantándose de su asiento se acercó a ella y colocándose en cucliyas a su lado, la invitó
- ¿Te gustaría conocer la casa?
- Preferiría salir a montar- expresó sincera.
- Debemos esperar un tiempo hasta que tus heridas sanen- tocó con suavidad su mejilla, lugar donde reposaba uno de los golped.
Con un puchero mostraba su disconformidad. Cosa que endulzaba a Harry
- Prometo que apenas estés curada saldremos a recorrer el lugar. Además tienes a alguien esperando en las caballerizas por tí.
- ¿Quién?- preguntó extrañada.
- Ven te mostraré- poniéndose de pie le obsequió su mano para ayudarla a levantarse.
Elizabeth tomó su mano y procedieron a salir rumbo a los establos.
Al llegar vaya sorpresa se llevó. Canela se encontraba junto a otros caballos alimentándose. Apenas verla soltó el agarre de Harry y con una alegría creciente se acercó a tocarla para demostrarse que era ella y no un sueño.
Cuando comprobó que era su yegua rió emocionada, procediendo a acariciarla. Viró y con una sonrisa de oreja a oreja expresó con sentimiento
- Gracias Harry-
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Capítulo 25
El levantarse por las mañanas para dar inicio a su día le resultaba cada vez más monótono, debido al hecho de vivir encerrada en aquella casa que aún le resultaba desconocida.
Un mes había transcurrido desde que se encontraba allí, una semana desde su recuperación. Harry vivía al pendiente de ella todo el tiempo, lo cual le permitía mantenerse acompañada, entretenida y cuidada, pero una vez sana este empezó a alejarse.
Como una forma de entretenerse, Elizabeth decidió cabalgar una mañana por los alrededores con Canela ya que Harry había salido desde muy temprano a atender unos asuntos. Apenas colocar el pie en el estribo unas fuertes manos le rodearon la cintura haciéndola bajar.
Harry se encontraba allí mirándolo con rostro grave. Sin mediar palabra alguna, ni dar los buenos días la arrastro nuevamente a la casa. En el despacho la reprendió por la insensatez que estuvo a punto de cometer; como siempre Elizabeth molesta ante tanta privación y cuidado se plantó ante él exigiendo nuevamente gozar de su libertad. La respuesta obtenida fue "debes recuperarte por completo y ello requiere de tiempo", depositando un casto beso en su frente la dejaba con una rabieta.
Ahora sentada en la comodidad de su cama y aun con la ropa de dormir, miraba como la luz atravesaba las níveas cortinas de la ventana y como por ella se escuchaba en cantar de pájaros e insectos. El toque insistente en la puerta la hicieron hablar, dando permiso de entrada a quien la buscaba. Por ella ingresó Aurelia trayendo consigo la bandeja del desayuno.
- ¿Qué hora de la mañana
es?- preguntó con el motivo de dar un poco de charla a la doncella, que a pesar de cumplir con sus obligaciones la ignoraba. Incluso creía que a la ex doncella de Charlotte, ella no le caía nada bien.
- Pasada las once- fueron sus únicas palabras mientras ubicaba el desayuno de su ahora nueva patrona en una mesita cercana al hogar.
Elizabeth volvió a desviar sus ojos hacia la ventana mientras suspiraba rendida. Se encontraba cansada de siempre ser la única en intentar entablar amistad con aquella áspera muchacha.
Una vez marchada la doncella, con desgano se levantó de la cama y desayuno en la soledad de su cuarto.
Cada día se aburría más y más en ese lugar, y para su mal de colmos Harry había marchado dos días atrás a Londres. Su marcha hizo que se refugiara entre las cuatro paredes que le rodeaban, ya el personal de servicio solo se dedicaba a cumplir al pie de la letra con sus tareas mientras que la doncella a su cargo era una fría y hosca mujer que apenas se dedicaba a cumplir sus deberes a con ella. Desde ese día prefería tomar la mayoría de sus comidas en su habitación, a vagar por una casa desierta.
Lo único que la mantenía con ánimos ese día, era que al momento de la cena contaría nuevamente con la compañía de Harry.
Había encomendado a la cocinera el preparar los platos preferidos de Harry y a los sirvientes poner en condiciones el comedor mientras Aurelia se ocupaba de arreglarla con un delicado y sencillo vestido a la vez que peinado.
Ya en el comedor y ansiosa por
recibir a Harry con los brazos abierto no se esperó que quien ingresaba por la puerta no era Harry sino el mayordomo con una sobre en manos.
Al tomar la carta y leer su contenido, los ánimos le decayeron y el apetito desapareció, invadiéndola unas tremendas ganas de largarse a llorar allí mismo en presencia del personal. Sin decir nada marchó rumbo a la habitación.
Estando en su recamara las lágrimas escaparon por fuerza propia. Con riña desmenuzó aquel papel.
Harry no vendría. Inclusive se ausentaría por semanas dejándola abandonada en aquel lugar. Odiaba estar sola, jamás en su vida lo estuvo, ni siquiera ante la muerte de su madre siempre había alguien alrededor de ella, viéndola, cuidándola.
En un arrebato de llanto y rabieta se deshizo del peinado, que a Aurelia le había llevado todo una tarde elaborar, y al vestido se lo arrancó con saña destrozando trozos de tela y encaje.
En camisola se tiró en cama hasta que luego de un llanto incesante se durmió.
Bien entrada la mañana se calzo su pantalón, botas y camisa de montar. Saldría, se despejaría y seguiría con su vida mientras Harry se podía ir al diablo junto con sus tontas reglas de prohibición.
Antes de poder cruzar la puerta principal Aurelia la detuvo, exigiendo más que pidiendo que volviera a la habitación y vistiera decentemente, sino daría aviso a Harry.
Elizabeth le miró con suma altivez y de manera desdeñosa amenazó "Atrévete y me conocerás"
Salió del lugar rumbo a las caballerizas dejando a una desconcertada y luego molesta Aurelia.
Cabalgar
a Canela por aquel amplio lugar la hizo sentir liberada de nuevo.
Primero había partido a todo galope sin prestar la más mínima atención a su alrededor hasta que momentos después de ya canalizado su enojo observó. El lugar le resultaba demasiado familiar.
Era el camino que siempre tomaba de la casa de sus abuelos a la casona que tanto le había gustado e impactado por su esplendor. Miro en la dirección de la cual había provenido dándose cuenta que donde había pasado un mes viviendo era aquel magnifico lugar que había deseado poseer.
- ¡Que tonta soy!- dándose un golpe en la frente mientras se regañaba por no haber observado y preguntado más sobre el lugar donde se hallaba hospedada. Luego una sonrisa escapó de sus labios. La casa de sus abuelos se encontraba a unos pocos kilómetros y el pueblo también.
Exigiendo a Canela ir más rápido, dirigió su camino al pueblo. Debía visitar a su viejo amigo.
*****
Londres
La sociedad selecta asistía esa noche a la velada que se realizaba en la mansión de los marqueses de Ivanrey, oriundos de España. La familia Irving no era la excepción.
La señora Irving se había ocupado exclusivamente del vestuario que portarían sus hijas, considerando que debían lucirse en cuanto a vestimenta y joyas, con el fin de cazar a la mejor presa y ostentar
un alto rango en aquella sociedad.
A pesar de la maquinación de su plan sus hijas no ponían ningún esfuerzo de su parte. Habían llegado a rechazar varios pretendientes con la ayuda de su esposo, inclusive al primo de un príncipe ruso. Esto ocasionó que dejara de hablarles por semanas.
Como madre comprendía las vacilaciones por las cuales atravesaban sus hijas ya que ella antes de contraer matrimonio con el señor Irving también las tuvo. Pero Annabella y Katrinna ya habían sobrepasado.
Las quejas constantes de Katrinna en son de que ningún caballero era acorde a ella y su fortuna, y la indiferencia de Annabella ante cuan aristócrata se le acercase la tenían cansada. Entendía que Katrinna talvés tuviese razón en cuanto a que se le aceraban por mero interés pero de ¡Annabella!
Sabía que su hija mayor se encontraba enamorada de Harry, no porque esta se lo hubiese comunicado sino debido a que Annabella disimulaba cada vez menos su interés por este. Adoraba a Harry, inclusive desde un inicio lo observó como el candidato perfecto para su hija, pero él solo advertía a Anna como una hermana. Además estaba el hecho de que Harry estuvo perdidamente enamorado de una joven que le rompió el corazón al casarse con otro hombre, y lo único que él buscaba era vengarse por el daño causado. Ella no deseaba que su pequeña fuese un medio para alcanzar un fin. Ella ambicionaba mucho más para sus hijas y Harry no formaba parte de ellos.
Annabella miraba su atuendo varias veces a través de espejo mientras pedía el visto bueno por parte de hermana y doncella. A pesar de que
en reiteradas ocasiones le expresaron lo hermosa que se encontraba, ella seguía observándose. Quería lucir magnifica para agradar a Harry.
Katrinna empezaba a impacientarse con su hermana, que a causa de su indecisión llegarían tarde y no podría danzar en compañía de ningún guapo caballero.
Molesta se levantó del sillón de un salto y la reprendió
- ¡Ya es suficiente Annabella! No llegare tarde a la velada de los marqueses por tu culpa. Tampoco pienso perder el de bailar con cuan caballero lo solicite. Así que de una vez decídete o te saco a rastras- sus mejillas se arremolinaron por hablar sin respirar.
Annabella suspiró y dirigiéndose a su tocador para buscar en el alhajero una gargantilla, habló
- Bajare en un minuto- despachando con un ademan a su hermana y doncella.
Katrinna le miró indignada y con un bufido salió de la recamara, tras ella la doncella, dando un portazo.
Cuando encontró lo que buscaba sus labios se estiraron en una sonrisa. Con delicadeza se colocó la gargantilla de zafiros, obsequio de su adorado Harry.
Volviendo a observar su vestuario y ante la imagen de un rostro pálido busco en el cajoncillo de su mesa de noche el polvo colorete. Pequeñas dosis fueron colocadas en sus mejillas y labios, otorgando rubor natural y labios carnosos.
Ya más conforme tomó su pequeño bolsito y salió a reunirse con el resto de la familia.
Al pie de las escaleras su madre y hermana le dedicaron miradas fulminante, por haberse tardado, mientras
Harry y su padre la alagaron ante tal apariencia. Del único que le importó alago fue de su amado. Pero de allí en más no obtuvo ninguno.
Harry seguía ignorándola como mujer, tal lo hizo años atrás al conocerse. Alentó a su espíritu a no decaer, haría lo posible por gustarle a como diera lugar. Sabia, puesto que había escuchado una conversación que padre y socio mantuvieron en privado, que los sentimientos por aquella misteriosa mujer empezaban a esfumarse. Desde ese día supo que nada ni nadie evitarían que tomara lo que por derecho era suyo.
Al llegar a la velada de los marqueses, Harry y su padre tomaron caminos opuestos al de ellas. Su madre no canso de presentarle futuros pretendiente y obligarla a bailar con varios de ellos.
Mientras danzaba con un apuesto muchacho, abogado y futuro conde, desvió su atención a una de las esquinas del gran salón. Allí Harry se encontraba hablando muy animadamente con la condesa de Brighton mientras esta de forma muy manifiesta posaba su mano en el pecho del hombre.
Annabella abrió desmesuradamente los ojos ante tal escena. No le agradaba en nada la clase de cercanía que ambos mantenían. Un fuerte pisotón, en su pequeño pie, hizo volver su atención al acompañante que le miraba con reproche. Al parecer el pobre abogado había intentado mantener plática con ella durante el baile pero el verse ignorado por su acompañante lo llevaron a actuar como lo haría un niño caprichoso.
De manera retadora, Annabella le miro y sin decir más dio media vuelta dejando plantado al futuro conde en medio de la pista de baile.
Apenas llegar junto a su madre, vaya reprimiendo se llevó.
Ignorándola volvió a fijar la vista en aquel lugar pero ya no se encontraban. Buscó con la mirada por todo el salón pero ni rastro de ninguno.
Pasaron horas hasta que los volvió a ver. Esta vez se encontraban separados, cada uno en puntos opuestos del salón. No le pasó desapercibida las miradas que se dedicaban. Le causó indignación ya que la condesa se hallaba paseando de manera campante por el lugar del brazo de su esposo mientras le dedicaba miradas significativas a otro. Tenía unas inmensas ganas de parar el baile y poner en su lugar a la señora Falcón.
¡¿Cómo osaba una mujer casada, mirar manera depredadora a otro hombre que no fuese su esposo!? No le cabía también el ignorar del conde y resto de invitados ante algo demasiado notorio.
*
Al que tampoco le pasó por alto las miradas que se dedicaban en la distancia y los roces al estar juntos fueron a William. Lo había dejado pasar creyendo que eran suposiciones suyas. Pero ese pensar cambio cuando ambas personas desaparecieron del salón por hora y media. Su intención por regañar a Harry se vio interrumpida al ver salir corriendo y con lágrimas en los ojos a su hija mayor. Decidió dejar pendiente el asunto hasta volver a casa, yendo tras de Anna.
*
A pesar de que Malcon Falcón disfrazaba muy bien la ausencia de su esposa, su actuar era inquieto. Buscando de manera disimulada entre las personas del salón y
el jardín. Cuando a esta se le digno volver, la tomó fuertemente del brazo y murmurando a su oído con una fingida sonrisa rabió.
- Tu y yo arreglaremos en casa-
Charlotte al sentir el fuerte agarre y escuchar palabras cargadas de amenazas se paralizó por unos momentos pero salió nuevamente a flote. Ya no le importaba lo que Malcon pudiese hacer con ella, ahora con Harry nuevamente a su lado Malcon y toda la sociedad hipócrita podían irse al diablo.
Su sonrisa jamás se desdibujo en su rostro, seguía allí latente mientras Malcon recorría el salón arrastrándola a su ritmo. A pesar de tenerlo a su lado no dejo de echarle miradas a su amado, las cuales eran devueltas.
*
Caroline disfrutaba junto a su cuñado, sobrino y Penélope de la maravillosa velada llevada a cabo por los marqueses españoles. Pasando todos juntos una encantador noche.
Al sostener el brazo de Jeremías, sintió la manera en como este se tensaba. Al desviar su atención de con quien conversaba a observar a su cuñado. Vio como este miraba grave un grupo de personas, o más bien, a una persona. Harry.
Rodo los ojos ante tal obviedad. Era sabido la discrepancia que sentía por aquel hombre. Con el fin de distraerlo y tomándolo desprevenido, lo pegó a su pecho mientras los frotaba en su saco. La respuesta de Jeremías fue una intensa mirada y la toma posesiva de su cintura.
En un momento del festejo, Jeremías y James las dejaron en compañía de otras damas mientras ellos se reunían con un grupo de caballeros. Caroline excusándose ante sus acompañantes marchó rumbo
al baño. En el camino encontró al señor Smith en compañía de la condesa de Brighton, cosa que le permitió terminar de atacar cabos.
Cuando tuvo la oportunidad de encontrar solo a Harry, se acercó por detrás posando su mano en el brazo del susodicho. Con malicia sonrió a todo los que pasaban por su lado y clavo las uñas para luego sin desdibujar su mueca decir
- Si mi sobrina llegara a sentir el mínimo afecto por usted en un futuro- mirándolo directamente a los ojos- Considérese hombre muerto- con esa amenaza dejo de aprisionar el brazo y marchó para reunirse nuevamente con Jeremías.
*
Al regresar a casa luego de una agitada noche, Harry subió a su recamara para tomar un baño y luego acostarse.
Sabía muy bien que apenas llegada la mañana debía rendirle cuentas a William y que este no se las dejaría pasar fácilmente.
Mientras se encontraba en proceso de desvestirse, un toque en su puerta y la entrada de Benjamín, su secretario, con un gran paquete lo hicieron detenerse.
- Señor disculpe las molestias- se excusó ante su atrevimiento, al ver a Harry con la mitad de su torso desnudo.
- Descuida Benjamín. Dime- ubicándose en la cama para retirar los zapatos espero a que su ayudante hablara.
- Luego que usted marchara a casa de los señores Irving para asistir a la velada, llegó este paquete de la tienda de madame Dumont.
Con una sonrisa contenida se acercó al paquete y lo abrió. Allí yacía un fastuoso traje de montar en tonalidades cremas. Solo esperaba que al destinatario le gustase.
- Señor, una cosa más- Harry levantó su mirar del traje fijando su atención en Benjamín- por la mañana en todos los periódicos de la ciudad saldrá el anuncio de su enlace con la señorita Winsord.
Una ancha sonrisa se dibujó en su rostro. Dentro de muy pocas horas su matrimonio estaría en boca de todos.
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Capítulo 26
Luego de haber tenido una larga y agitadora pelea con Charlotte. Donde esta le abofeteara y mostrara el desprecio que sentía por él. Decidió esa mañana saltar el desayuno y dirigirse directamente a trabajar.
Como la imprenta no quedaba lejos de casa y ante la necesidad de estar a solas obvio al cochero, partiendo a pie. Sin prestar atención a quienes se desplazaban por su lado rememoró todo lo sucedido en la noche.
*
Al llegar a casa después de la velada en la mansión de los marqueses y pedir explicaciones a Charlotte sobre el por qué desapareció por tanto tiempo, la única respuesta que recibió fue silencio y verse plantado en la entrada de su propia casa mientras su esposa se dirigía a su recamara.
Molesto ante tal ofensa, la siguió y entre medio de forcejeos ingresaron al interior de la alcoba. Allí volvió a exigir una explicación pero seguía siendo ignorado por su esposa, quien se desplazaba alrededor de la recamara deshaciéndose de las joyas y vestimenta que calzaba.
- Retírate Malcon- habló cansada- Acoso no ves que necesito desvestirme y descansar-
- No evadas mi pregunta Charlotte- mascullo ya perdiendo los estribos.
Odiaba que le vieran la cara y subestimaran su inteligencia.
- Por favor Malcon- también comenzando a molestarse- hablaremos por la mañana ¡Ahora no!- dirigiéndose hasta la puerta la abrió e invito a retirarse.
A grandes zancadas se aproximó y de un manotazo volvió a cerrarla provocando un estrepitoso sonido.
- No me iré
de aquí y tú no descansaras hasta no me des una respuesta que me deje conforme- para luego gritarle a la cara y zarandearla - ¡Habla de una maldita vez!-
- Suéltame- se quejaba por el daño infringido- ¡ya déjame!- gritó y empujó.
Sobándose los brazos para calmar el dolor, le contesto
- ¿Quieres saber donde estuve? ¿realmente quieres saberlo?- dijo con burla pero ver que volvía con intenciones de atacarla, habló- Estuve con el hombre que ame, amo y amare.
Esas palabras detuvieron a Malcon en el lugar.
- ¿De qué hablas?- luego de salir del shock causado fue él quien se burló- ¿Tú amas a alguien? Tú con lo frígida que eres- la señalo y rio- No me hagas reír Charly
- Él no piensa de la misma manera- defendió
- ¡Cállate!- le grito estando cerca de ella- Deja de decir sandeces-
Verla callada pero con mirada desafiante, hizo que la furia aumentara volviendo a zarandearla.
- ¿Quién es tu amante?
Con mezcla de temor y rabia dio respuesta a la pregunta formulada.
- No es mi amante... ¡es el hombre que amo!- grito a pesar de que el zarandeo le dificultaba el ser entendida.
Un fuerte golpe fue lo que sintió en su mejilla y la perdida de equilibrio que la envió directo al suelo.
Allí tirada y con lágrimas ya recorriendo su rostro miró la expresión perpleja de Malcon ante lo hecho. Con dificultad, se levantó del suelo y acercándose a Malcon, devolvió el golpe.
- ¡Te odio!- mascullo con rabia - Si no te hubieses atravesado en mi
camino, tendría en este momento al hombre y a la amiga que realmente me quieren, y no a todos esos hipócritas que me rodean- hablaba mientras limpiaba las lágrimas que seguían corriendo.- Vete... ¡Vete de una vez!
Empezó a empujarlo hasta la puerta pero sus manos fueron detenidas para luego verse ella misma acorralada contra la pared.
- Me importa un soberano si tu vida es un infierno- Charlotte forcejeó para alejarlo, y este levantó su rostro para que lo mirase y así finiquitar- Compórtate Charlotte si no quieres que haga de un infierno la vida de tu padre.- Sabía de la adoración que prodigaba hacia su padre, el duque de Nordwest, inclusive los sacrificios a los que se sometería si este se los pidiera.
Con esa amenaza la dejo.
Charlotte al verse sola y con una furia creciente hacia ese hombre que era su esposo, comenzó a romper todo lo que se encontrara en su camino; jarrones, espejos, cuadros, adornos, todo lo que se atravesara a su paso. Cuando se sintió más serenada pero con pesadez en su cuerpo, se dirigió a la cama, echándose en ella para llorar como no lloraba desde niña.
Odiaba a Malcon. Estaba ya cansada de él.
Al principio de su matrimonio lo soporto por su padre y el simple hecho de verse sola, sin Aurelia y sin su amado Harry. Pero con él de vuelta lucharía con uñas y dientes para recuperar su libertad, y atarse a Harry de por vida.
*
Solo en el despacho, ubicado en su escritorio, Malcon se tomaba de la cabeza. No entendía por qué el destino se ensañaba con él
Primero fue Candece, su adorada
Candece. Obligada a casarse a sus jóvenes dieciocho años con un hombre que duplicaba su edad para luego ser apartada de su lado por decisiones de su esposo, marchándose a América. Como él en ese tiempo era apenas un muchachito sin poder e influencias no pudo hacer nada para rescatarla. Ahora con treinta y cuatro años, contando con todo lo necesario no podía dar con ella; se los había tragado la tierra a ambos.
Se prometió desde joven y hasta ahora en su edad adulta nunca casarse si no era con su adorada Candece. Pero en una fiesta, realizada por su madre, conoció a la hija del duque de Nordwest, de quien cayo encantado ante aquel temple tranquilo y cariñoso e hipnotizado en su sublime belleza. Se dijo desde aquel entonces darse una nueva oportunidad de amar, procediendo así a conquistarla. No le intereso su falta de dote, ni la situación de su familia. Solo tenerla a ella le era suficiente. Apenas comprometidos dispuso ayudar al duque a resolver su situación, y a causa de ello perdió varias libras, pero no le importaba tenia a una buena y fiel mujer a su lado ¡Vaya estúpido fue! Una vez pasada la luna de miel Charlotte saco las garras y se mostró tal cual era. Una superficial dama con corazón de tempano. Intento todo lo que pudo para conformarla, desde comprarle los más costosos vestidos y joyas hasta regalos exóticos. Incluso le permitió realizar viajes en compañía de su hermana Daphne.
Lady Coventry no le daba buena espina debido a sus numerosos escándalos y listado de amantes, pero Charlotte tenía una manera de persuadirlo que termino aceptando. Todo aquello cambio
cuando supo que lo engañaba, el cuento de visitar a la hermana era una mera tapadera. Se molestó pero no le dolió. Sabiendo así que amor no era lo que sentía por ella. Él también tenía amantes, una a la que frecuentaba muy a menudo era a Lady Sophia, esposa de un socio.
Desde ese entonces su matrimonio se basó en lo sexual, complacer sus instintos y deseos como mero egoísta. Ya no le interesaba si Charlotte le apetecía o no, la tomaba acorde a sus necesidades. Por algo era su esposa.
Un fuerte golpe de la puerta abriéndose lo saco de sus pensamientos.
El conde de Winsord entraba hecho un poseído gritando a diestras y siniestras, agitando en su mano un estrujado periódico.
- ¿Qué diablos es esta basura que ha publicado tu periódico?- rugió tirando el diario en el escritorio.
Malcon lo miró extrañado. No tenía ni la menor idea a que se refería.
Tomando en sus manos y fijando en la página que se encontraba a vista. Busco para mirar a que se refería el conde.
Cuando sus ojos azulados se centraron en un anuncio y al leerlo detenidamente, lo supo. Era un anuncio de matrimonio entre el señor Harry Smith y Lady Elizabeth Windsor
¡Elizabeth!
Miro nuevamente para comprobar que su visión no le engañaba. Le costaba creer que aquello fuera cierto. Esta vez fue el quien dio un grito. El conde ni se inmuto, permaneció a la espera de una buena respuesta.
El secretario ingreso pávido ante los gritos; primero fue atacado por el conde luego el ser llamado de esa forma por su jefe, ¿qué más le esperaba ese día?
se preguntó.
- Dígame señor- habló dificultoso mientras intentaba tranquilizar sus manos.
- ¿Quién publico esto?- poniéndose de pie y extendiendo el ejemplar para que mirase.
Acomodó las gafas para observar bien, o más bien para entender a que parte deseaba que mirase.
Ver que su ayudante tardaba en una respuesta y miraba de un extremo a otro la página, dijo
- ¡El anuncio de matrimonio!-
Al caer la ficha respondió
- Los de la sección de clasificados señor-
Malcon, tocándose el puente entre los ojos para luego mirar a su secretario mascullo
- Ya sé que fue desde la sección de clasificados pero ¡¿Quién lo autoriza?!-
El pobre secretario dio un salto atrás asustado
- Y... yo señor- trago seco- No creí que le molestara mi atrevimiento s...señor.
- Por qué no me avisaste antes de publicarlo-
- Es que como se trataba de...de su amigo, el señor Smith no creí que le importunara... señor-
- Retírate y vuelve a tus quehaceres- lo marcho con un ademán, y sin hacerse esperar corrió refugiarse tras su pequeño escritorio dejando solos a ambos condes.
- ¡Piensas dejarlo marchar así!- volvió a gritar Jeremías- no he obtenido respuesta Falcón y las quiero ahora.
Mirando desafiante al conde contesto
- Creo que ya te las dieron. Fue el mismo Harry Smith quien autorizo a publicar su enlace-
- Es el nombre de ¡mi hija! El que aparece. Y hasta donde bien recuerdo jamás entregue
su mano en matrimonio a un tal Smith.
- No puedo hacer más por ti. El anuncio lo dice todo- se sentía furioso, no entendiendo que era lo que le molestaba más si la forma de tratarlo de Windsor o el matrimonio de Elizabeth.
- Quiero que lo retires ahora mismo-
- Sabes bien que no puedo hacer aquello. Ya fueron entregados cientos de ejemplares. Es tarde- acabo
Acercándose amenazador hasta posar sus manos en la madera pulida del escritorio, y masticando cada palabra, advirtió
- Retira el anuncio o retráctalo, has lo que creas conveniente pero no quiero ver el nombre de mi hija en él. Si sabes lo que te conviene lo harás Falcón.
Salió de allí más tranquilo de lo que entro.
Malcon miro la puerta cerrada. Su cuerpo temblaba de bronca.
- Maldito vejestorio- masculló.
*****
Luego de la amenaza a Falcón, subió a su carruaje y ladro al cochero para que lo llevara a cierta dirección.
Al llegar al lugar y ser atendido por el mayordomo, exigió la presencia de Smith de forma urgente.
Cuando lo tuvo cara a cara y sin mediar palabras le estampo un puñetazo en la nariz, haciendo que esta sangrase.
- Infeliz, te prohibí acercarte a mi hija- grito
Harry con ayuda de un pañuelo que extrajo de su bolsillo se limpió la sangre emanada. Vio que el mayordomo y un ayudante estuvieron a punto de intervenir pero con señas les pido retirarse.
Desconfiados ante el pedido de su jefe terminaron acatando la orden.
-
No creo que sea correcto tener este tipo de conversación en la entrada de mi casa. Por favor sígame- camino hacia donde se encontraba su despacho.
Jeremías de mala gana lo siguió.
Al estar ya solos, Harry habló.
- No le parece que su advertencia llego un poco tarde- se burlo
- Desgraciado- hizo el amague de volver a pegarle pero esta vez Harry lo enfrento
- Conténgase. Esta vez no le permitiré semejante ofensa señor- advirtió.
Jeremías se detuvo pero su respirar era pesado. Estaba enfadado y la única manera que consideraba calmante era golpear a ese hombre.
- Quiero una explicación Smith-
- Qué explicación puedo darle. Acaso no ve lo innegable- tomando asiento en su sillón de cuero y abriendo una gaveta, extrajo de esta unos papeles y se los cedió al conde.-esto se lo explicara mejor- burlo.
Quitando los papeles de aquellas manos se dispuso a leer.
La fecha concordaba con el día en que supuestamente Elizabeth contraía matrimonio con el barón.
- Que estupidez es esta.
- Lo que usted ve señor conde- poso su barbilla en ambas manos- me negó el casarme con su hija cuando se lo pedí una primera vez. Intente demostrar que era acorde a ella pero nada de lo hecho le sirvió. Pero como voy siempre un paso más adelante conocí sus intenciones y me adelante a ellas. El barón tenía deudas pendientes conmigo y como forma de pago acepto sin rechistar seguir el juego- sonrió al ver los cambios en el rostro del conde- Se presentó ante usted como un respetable hombre y pido la
mano de su hija. Como buen padre se la cedió sin oponerse ¡No le intereso en lo más mínimo atar a una joven llena de vida a un viejo verde!- esa frase la masticó con rabia- y el resto de la historia lo sabe, esos papeles que tiene en mano lo comprueban. Elizabeth me pertenece, es mi esposa, mi responsabilidad de ahora en adelante.
- Maldito hijo de perra- sonrió torcido el conde- Tienes idea de con quién te has metido.
- Señor Winsord- hizo un movimiento de manos mostrando la obviedad- si no conociera a mi oponente, cree usted que entraría a la boca del lobo-
La sonrisa de Jeremías se esfumo, aquel hombre no le gustaba para nada y jamás le gusto. Le daba la sensación de ser un lobo carroñero, al cual debía de tener cuidado.
- Puedo disolver este falso matrimonio hoy mismo...
- De falso no tiene nada, cumple las leyes del hombre y el señor.- interrumpió- Elizabeth es mi esposa en toda letra.
Jamás en su vida quedo callado como ahora. Si el bastardo decía la verdad ya nada podía hacerse. Elizabeth se encontraba en sus manos y este decidiría por ella. Cerró los ojos y maldijo a todo santo. Maldijo a su hija por ser una descocada y se maldijo él mismo por no haberle colocado puntos.
- La desheredare. No obtendrás ni un chelín de mi bolsillo- creyó que con esa simple amenaza lo aminoraría- De que te sirve una mujer sin dote-burlo.
- No necesito de la dote de mi esposa, puedo darme el gusto de mantenerla en mejores condiciones que usted la tuvo-
No podía creer que se
estuviese burlando de él. Haciendo un bollo aquellos papeles estuvo tentado en arrojárselos a la cara, se contuvo y los tiro en un cesto de basura a poco distancia. Sin mediar palabra alguna salió de aquella casa jurándose hacerle pagar con creces a Harry Smith por meterse con lo que era suyo.
*****
Caroline no soportaba a Jeremías. Desde que se había enterado del enlace de Elizabeth con aquel hombre estaba con un humor de perros, mucho más cuando volvió de hablar con él.
A pesar de que Falcón hizo hasta lo imposible por eliminar dicha publicación el mal estaba hecho. En toda reunión o baile no se hablaba de otra cosa.
Los comentarios iban desde mal intencionados hasta de buenos deseos.
"Por fin la hija del conde encontró marido" "quien habrá sido el pobre desdichado que desposo a tan alocada muchacha" "al parecer encontró un suplente para Brighton" "de seguro quedo embarazada antes de tiempo" "con su forma de ser, de seguro fue su herencia lo que llamo su atención", y otros tantos más.
Intento hacer oídos sordos a cada mal intencionado comentario pero ¡estaba harta! llegando a cantar unas cuantas verdades a sus supuestas amistades con tal de defender a su sobrina.
A quien no comprendía era a su cuñado. Siempre deseo casar a su única hija con un buen hombre. Jamás le importo, incluso dejo en claro que no le interesaba la falta de título nobiliario siempre y cuando ella fuese feliz. De lo último no estaba segura. Conocía a su sobrina,
le sería difícil olvidar a Malcon Falcón.
Cuando ella encontró al candidato perfecto y se lo presentó, este se negó rotundamente. Alegando que el hombre no le daba buena espina. Sin consultar más a su cuñado, impuso a Smith esposar a su sobrina a como dé lugar. En un principio este se había negado rotundamente, al parecer había alguien en medio. Pero al regresar de América cambio de parecer y acepto la propuesta.
No se interesó por averiguar a qué se debía su cambio de opinión, ni lo estaba ahora, solo deseaba casar a su sobrina a como dé lugar. Aunque la fiesta de los marqueses termino de cerrar su sospecha.
- No puedo creer que Lizzie este casada- expresó Penélope asombrada- ¿quién lo diría?- sonrió.
- Sí, es algo que ha sorprendido a todos-
- Pero aun no comprendo- su semblante cambio- ¿Acaso no fue obligada a casarse con el viejo Barón? ¿cómo termino con el señor Smith?-
Harta de tanto parloteo por parte de Penélope, la cayó
- No lo sabemos y no nos interesa- abrió con desmesura los ojos - La cosa aquí es que está casada con el señor Smith- de forma amenazante dijo- Jamás existió un tal barón solo el señor Smith, que es su presente y futuro ¡¿Comprendes?!
Penélope solo asintió y centro su mirar en el contenido de su taza.
*****
Llegada a casa luego de pasar toda la mañana y tarde con el doctor Carter, Elizabeth subió a su recamara para asearse y
descansar, sentía todo los músculos atrofiados.
Al entrar un enorme paquete reposaba en su cama. De manera prudente se acercó a él y lo abrió. Allí descansaba un hermoso traje de montar en colores cremas. Empezó a sacar cada pieza y ubicarlas en la cama para apreciarlas mejor. El hecho de que no contara con falda sino con pantalón la alegro más. Tapándose los labios para reprimir una risilla.
- Veo que te ha gustado- murmuró una voz muy cerca suyo.
Un respingo fue lo que dio ante el susto recibido. Volteo a enfrentarse al dueño de aquella voz.
- ¡Ah, eras tú!- habló molesta con los brazos en jarra.- si era todo márchate de mi cuarto- señalo la puerta.
- Sucede algo- preguntó Harry mientras se ubicaba en la cama, haciendo caso omiso al pedido.
- ¡Debería!- sus ojos verdes despedían llamas. Estaba furiosa con él por haberla abandonado por tanto tiempo.
- Ya veo- dando golpecitos a su lado la invito a que tomara asiento.
Elizabeth se cruzó de brazos, se negaba a ceder ante ese hombre.
- Por favor- suplicó
Como autómata se acercó pero para cuando se dio cuenta de la reacción de su cuerpo era tarde Harry la había sentado en sus rodillas.
Tocando cariñosamente su rostro y acercándose de más le susurro al odio mientras depositaba pequeños besos
- Perdóname, pero debía atender unos asuntos y no podía dejarlos pasar por más tiempo-
Elizabeth se maldecía a sí misma, como podía sentir que su cuerpo se derretía ante tal contacto.
Y era mucho peor cada vez que le hablaba al oído con esa gutural voz.
- Podrías haberme llevado contigo-
- Debías recuperarte. No quise arriesgarme a que algo te sucediera-
- Estaba recuperada- lo alejó para mirarle a la cara y expresarle dolida- Te espere y decidiste retrasar más tú llegada. Pero rehíce mi vida.
- Lo sé- mascaba bravío- ¿cómo te fue en los encuentro con el doctor Rolling?
Elizabeth abrió los ojos sorprendida para luego achicarlos. Maldita Aurelia, le haría pagar.
- Muy bien- sonrió mostrando inocencia- el doctor Carter es un amor de persona...
- Con que lo llamas por su nombre de pila. Veo que la confianza ha llegado a mucho.
- A si es- Harry estaba empezando a perder los estribos.
- ¿Puedo saber hasta dónde llego?- más le valía al doctor no haberse ido de manos. Aunque más bien debía sospechar de la señorita que se encontraba ubicada entre sus piernas.
Elizabeth lo miro como intentando analizar el mensaje de Harry. Preguntándose a que se habrá querido referir con el "hasta donde llego"
- Hasta donde debía llegar- en un abrir y cerrar de ojos se encontraba de espaldas a la cama y Harry encima de ella. - ¿Pero?...
Forcejeo para sacárselo de encima pero era inútil
- Demuéstralo- masculló
- Qué te demuestre que- preguntó asustada. Esos hermosos ojos azules se habían convertido en témpanos.
- Hasta dónde has llegado con tu amigo el doctor-
- El doctor
Carter es solo un amigo- empezó a golpearle los costados de la espalda ya que el pecho no podía- Por quién me has tomado- expresó indignada mientras seguía asestándole golpes.
- Ya mi pequeña salvaje perdóname- se disculpó Harry ganándose un bufido de la joven que yacía bajo suyo- No era mi intención ofenderte- aminoró el peso infringido por su cuerpo. Se encontraba nuevamente calmo ante la confesión- Te ha gustado mi regalo- volvió preguntar para desviar el enojo de Elizabeth
- Si- murmuró ella- me ha gustado ¿Cómo conseguiste que te vendieran esa clase de traje?
- Tengo mis contactos- rio ganándose otro golpe de su parte.- No me lo agradecerás- corrió unos cabellos del rostro de la joven
- Gracias-dijo
- Solo un gracias- hizo un puchero muy poco acorde a él. Ganándose una risa de Elizabeth
- ¡Y que más quieres?- hablo sin dejar de sonreír
- Un beso- ver que dejaba de sonreír y lo miraba confundida - Solo es un beso. Es todo lo que te pido. ¿Aceptas?-
Mordiéndose el labio ante la indecisión de besarlo o no, término aceptando con un asentimiento.
Acerco el rostro de Harry al suyo, dio un pequeño y casto beso.
- Así no. Quiero uno de verdad- dijo Harry con dulzura.
- Yo... no... yo no sé cómo es uno de verdad - lo miro con sus ojitos verdosos bien abiertos e inocentes.
- Déjame enseñarte-
Y así lo hizo, la beso con ímpetu tomándola por sorpresa ante lo que le hacía. Se sentía rara al ser besada de aquella manera y mucho peor cuando su lengua ingreso a su boca. Intento alejarlo para que parara pero Harry no se detenía. Calmándose siguió de a poco su ritmo, el cual había disminuido. Ahora la besaba de forma tranquila, degustando el sabor de su boca.
Elizabeth se dejó llevar por las caricias obradas de Harry, sin darse cuenta que aquello no acabaría en un simple beso si no irían más allá. Uniéndolos por completo.
N/A:
A mi parecer este capítulo ha sacado alguna duda... o eso espero -.- (hagan saber)
Ahora comprenden de donde salio el temperamento de Elizabeth y la actitud de Malcon a Charlotte. Como escribí una vez de a poco se comprenderán las cosas.
Si la próxima semana no actualizo es que me encuentro a full con la escuela. Solo ansió la llegada de las vacaciones, así mi adorado tiempo sea solo mio XD
Como escribo siempre disculpen mis errores gramaticales y de puntuación.
Como habrán notado una nueva historia se encuentra en mi perfil, espero que al momento de su publicación tenga la misma aceptación de uds. como esta novela. Por lo tanto les regalare un pequeñito spoiler: Kara es hija de Harry Smith y su madre.... saquen sus propias conjeturas. Besos
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Capítulo 27
Agradezco a las personas que se preocuparon por mi, para tranquilizar diré que solo me encontraba ocupada con la escuela por ello tardó la actualización del capítulo.
Gracias a los nuevos lectores y seguidores. Y pido disculpas por la demora como a su vez por los errores que puedan encontrar al leerla.
No podía dejar de contemplar al hombre que yacía a su lado, examinando minuciosamente las facciones y gestos que su rostro denotaba al soñar. Tuvo que detener en varias ocasiones su inquieta mano para no tocarle.
Ver a Harry fruncir el ceño provocaba en ella la necesidad de suavizarlo con su roce pero optó resistir y solo mirar expectante.
Aun no podía entender como fue capaz de permitirle llegar a tanto.
Temía que al vislumbrarse los primeros rayos del sol por la ventana todo aquello se esfumara y Harry desapareciera como lo hizo Malcon.
Con parsimonia y evitando el más mínimo ruido se levantó de la cama en busca de su bata. Calzada con los zapatos se dispuso ir al baño pero el movimiento del cuerpo que yacía en la cama la congelo en su lugar, girándose miró al ocupante quien seguía dormido. Soltando un suspiro retenido prosiguió con su camino.
Agradecía que la casa contará con cañerías en cada cuarto de baño, permitiendo mayor privacidad y así no solicitar la ayuda de ningún sirviente para prepararle la bañera y descubrieran lo ocurrido en su recamara.
Una vez todos sus músculos estuvieron relajados por la cálida temperatura del agua, lavó a conciencia cada parte de su cuerpo incluído su largo cabello.
Al salir, Harry
la esperaba despierto y semi vestido. Su rostro denotaba preocupación, el cual cambio al verla nuevamente.
- Veo que posees gustos un tanto extraños para una dama inglesa- expresó acercándose y tomando de entre sus manos una toalla. Guiándola nuevamente a la cama la hizo sentarse y de manera cariñosa seco cada hebra de su cabello. Ver que no respondía y escondía o desviaba su rostro a otra dirección prosiguió hablando para entrar en confianza- Creí que serias una de esas señoritas que duermen hasta tarde y esperan a sus doncellas para que les ayuden con su aseo.
- Tengo dos manos y puedo hacerlo sola, no necesito ayuda de ninguna doncella... solo en casos extremos- calló y estrujó la tela de su bata de baño debido a los nervios.
- Mmm... comprendo-
La recamara se mantuvo en silencio durante el tiempo que le llevo a Harry secar el cabello de Elizabeth.
Tomándola por sorpresa la colocó de pie y con manos audaces desprendió la prenda que cubría su desnudez.
Abriendo desmesuradamente los ojos intentó con una mano alejarlo mientras con la otra buscaba cubrirse. El resultado fue fallido, se hallaba descobijada ante él.
- No necesitas cubrirte- murmuró ronco sin apartar los ojos de aquel cuerpo que empezaba a tornarse acalorado y rojizo- Dónde dispones de tu ropa- preguntó de golpe.
Cuando Elizabeth levantó el rostro para mirarle y contestar Harry se hallaba de espaldas buscando entre los cajones de la cómoda.
- En el último cajón- musito apenas.
Hallada la prenda
volvió hacia ella y procedió a vestirla ante la mirada expectante y vergonzosa de la joven.
A pesar de que intentaba contenerse no pudo evitar rozar nuevamente aquella tersa piel, dejando leves caminos de fuego a su propietario.
Una vez vestida y peinada por el mismísimo Harry, y este tomándola de las manos, la sacó de la habitación llevándola consigo al comedor para compartir desayuno.
La mesa del comedor disponía ya servida. Elizabeth lo miro esperando una respuesta ganándose una leve sonrisa y guiño.
Agachando la cabeza para esconder una sonrisa se ubicó en su respectivo lugar. Cada bocado implicaba una mirada de la pareja y risillas escondidas tras las servilletas.
Terminado el desayuno el encuentro de miradas se vio interrumpida por la aparición de Aurelia, quien no dejaba de examinar a ambos y sobre todo a Harry.
- Señor los caballos ya se encuentran listos- habló.
- Gracias Aurelia, puedes retirarte a descansar-
Con un asentimiento Aurelia marchó dejándolos nuevamente a solas.
Levantándose de su lugar y acercándose al de Elizabeth extendió su mano ante la mirada interesada de la ojiverde.
Esta sin pensar dos veces la tomó para luego aferrarse sobre aquel fuerte brazo.
*
Con ayuda, la cual no era necesaria debido a su dominio, subió a canela. Un pequeño jadeo involuntario salió de sus labios. El tener que acomodarse a horcadas en el caballo le provocó una leve molestia entre sus piernas.
Harry la hizo desmontar nuevamente, recibiendo
una queja por parte de Elizabeth.
- Hoy no te encuentras en condiciones de montar en forma habitual- con una seña pidió al mozo de cuadras cambiar la silla de montar de la yegua.
- ¡Pero estoy bien!- expresó en queja- ¡Solo fue una simple molestia, ya paso!
- Hoy no. Mañana veremos- dando por zanjado el tema.
- Entonces porque me has vestido de esta manera- reclamó señalando su vestimenta para luego colocar brazos en jarra y mirar desafiante.
- ¡Porque me gusta!- besó su frente y tomándola por la cintura la sentó en la montura de dama ya colocada por el mozo de cuadras.
Con un suspiro acepto lo dispuesto.
A pesar de recorrer el mismo camino que hacía en soledad, ahora en compañía era más gustoso y divertido.
Elizabeth se hallaba emboba, escuchando anécdotas que Harry relataba sin perder de vista cada gesto que su rostro transmitía y la forma en que sus manos aferraban las cuerdas ¡Esas manos grandes y fuertes que tocaron su cuerpo! Aquel pensamiento la hizo sobresaltarse, provocándole sofoco y que respirará con agitación.
Harry no se había percatado de su cambio y eso le encanto porque no sería descubierta su embriaguez.
Volviendo a mirarle se preguntó mientras mordía su labio inferior si Harry sabría que cada vez que hablaba apasionado su rostro también lo hacía
- ¿Elizabeth?- la voz y mirada de Harry la sacaron de su ensoñamiento- Has escuchado lo que dije- preguntó con mirada burlona.
- ¿Ah?- sonrojándose miro el gesto jocoso que transmitía Harry
provocando un sonrojo más elevado pero no de vergüenza sino enojo ¡Se estaba divirtiendo a costa suya!
Estirándose un poco le golpeó en el brazo ganándose una carcajada.
- ¡Deja de reírte de mí!- reclamó con ceño fruncido.
- Deberías prestar atención a lo dicho y dejar de contemplarme tanto- se jacto sin dejar de reír- Sé que soy guapo pero no creí que para tanto- Otro golpe hizo que se sobara el brazo- Eres muy ruda princesa.
- ¡No me llames princesa!- se enfurruñó más. Cruzándose de brazos pero sin perder de vista las cuerdas miró a otro lado.
Harry contuvo un nuevo ataque de risa, acercando su caballo al de Elizabeth, y ya teniéndola cerca, toco con cariño su mejilla.
- No te molestes conmigo Elizabeth- se disculpó sin dejar de infringir aquella caricia que desde ayer por la noche la derretía.- Debemos apresurarnos, esperan por nosotros... Y no creo que te guste comer el polvo- dicho esto salió a carrera dejándola atrás.
- ¡Harry!- grito histérica y salió tras él mordiéndose los labios para evitar soltar un jolgorio.
*****
Londres, Casa del Duque de Nordwest
La duquesa y sus hijas, Daphne y Martiana, se hallaban en la sala principal a la espera del parte médico. El duque había enfermado semanas atrás.
En un principio no dio la mínima importancia al resfrío que presentó pero a medida que este aumentaba y los sucesivos desmayos alertaron a la familia que decidió llamar al médico a pesar de la terquedad del paciente.
Cuando el doctor bajo
luego de revisar al paciente encontró a los familiares expectantes en la sala y optó dar directamente la noticia.
- El duque se encuentra descansando en estos momentos. Necesita reposo y que tome al pie de la letra los medicamentos que le recete. Con los cuidados necesarios se recuperara. Ante cualquier decaída me buscan.
- Gracias doctor- hablaron al unísono esposa e hijas.
Una vez el doctor fue acompañado por el mayordomo, la duquesa fue a ver a su esposo. Ambas hermanas a solas en la sala comenzaron a conversar sobre la ausencia de su hermana menor ante la enfermedad de su padre.
- ¿Dónde se encuentra Charlotte que no ha tenido la decencia de presentarse ante el pedido de mamá?- expresó molesta Daphne.
- Realmente no lo sé- suspiró entristecida Martiana.- Envié una nota con un lacayo avisando de la situación pero no hubo respuesta alguna... Me preocupa Charly, Daphne. No se la ha visto en reuniones estos últimos días ¡Crees que se encuentre bien!
Ver la angustia de su hermana y con el fin de calmarla le prometió buscar ella misma a Charlotte.
- Iré a despedirme de papá y buscar a Charly-
*
Antes de llegar a la casa que los condes de Bringston poseían en Londres tuvo la suerte de encontrarse con su cuñado a medio camino.
Apurando el paso lo intercepto.
- Lord Falcon- habló casi levantando la voz para que se percatase de su presencia y detuviera.
- Mi lady- de manera galante saludó a su cuñada, Lady Conventry- Qué gusto verla ¿Se encuentra de compras?- tomó
su mano y deposito un suave y lento beso, provocando que la mujer se estremeciera.
- No mi lord- respondió mordiéndose el labio. Malcon seguía contando con exquisitos modales que de joven le fascinaban, solo su cuerpo y facciones denotaban el hombre maduro que era.
Tiempo atrás ambos habían mantenido una relación ilícita que duro aproximadamente un año pero a causa de la importuna hija del conde de Winsord tuvieron que ponerle fin. A pesar de terminar en muy buenos términos evitaban cruzarse en las reunión a las que ambos asistían. Él por la mocosa malcriada que siempre colgaba de su brazo y no le dejaba ni a sol ni a sombra, ella a causa de su insoportable marido que le celaba con todo caballero que le mirase, para su suerte ya no poseía ese dominio en ella como al principio del matrimonio, ahora era un viejo postrado que no servía para nada.
Estuvo tentada en varias ocasiones en volver a buscar a Malcon y retomar dicha relación. Cuando por fin se había decidido a dar el pasó fue demasiado tarde, su hermana pequeña se convertía en su esposa pasando desde entonces a ser cuñados. A causa de ello el resentimiento hacia ambos padres creció más; casarla con un vejestorio que arruino su juventud y consentir el matrimonio de su hermana con el hombre que ella quería la termino de desquiciar. Amaba a Charlotte, solo por ella se alejó y no buscó a Malcon dejándolos vivir lo que le prohibieron a ella.
- En realidad iba de visita a su casa, deseo ver a mi hermanita-
La sonrisa de Malcon se borró por unos instantes volviendo con una forzada.
- Será un honor para mí escoltarla Daphne-
tomando su brazo encaminaron a la casona que se hallaba a menos de trescientos metros.
Al llegar Malcon pidió al mayordomo llevar a Lady Coventry a la salita de té de Charlotte mientras en mismo iría en su búsqueda.
Al divisar que su cuñada desaparecía de vista subió más a prisa las escaleras. Al llegar a una recamara extrajo una llave de su saco y con ella abrió la puerta.
Apenas entrar exigió al ocupante alistarse lo más rápido posible, que tenía visitas.
Charlotte lo miro con odio y sin seguir al pie de la letra se arregló con parsimonia ganándose una mirada asesina por parte de Malcon que seguía allí.
Harto de la lentitud de su esposa se acercó a grandes zancadas hasta el tocador en el cual se hallaba sentada arreglando su cabello. Un respingo fue lo que dio Charlotte al ver tras suyo y muy próximo a Malcon. Este tomándola por el brazo la levantó con facilidad del asiento y la arrastró hacia fuera de la habitación. Aprisionaba con fuerza la zona que tocaba, de seguro un cardenal aparecería pronto. Antes de colocar un pie en el primer escalón para descender la viró, sin dejar de ejercer dolor tomó con su otra mano el mentón de Charlotte y la hizo mirarle.
- No te vayas a ir de lengua- amenazó para luego colocarla delante suyo así bajase primero las escalera.
Apenas ver a su hermana Daphne, Charlotte se abalanzó sobre esta y abrazó con fuerza. No quería soltarla porque si así lo hacía volvería al infierno que empezó a vivir desde días atrás.
- Las dejaré a solas así puedan ponerse al corriente- habló Malcon desde la puerta.
- Gracias Malcon- respondió Daphne regalándole una mirada de agradecimiento. Charlotte no se giró a verle, no deseaba hacerlo, solo ansiaba que desapareciera y para siempre.
Cerrando la puerta tras sí y caminando unos cuantos pasos, bramó un nombre
- ¡Maddy!
- Dígame señor- cabizbaja se acercó la doncella.
- Ocúpate de que tu señora no habrá de más la boca, si sabes lo que te conviene-
- Como usted ordene señor- tragó la saliva que su boca había comenzado a acumular al ser descubierta espiando por su patrón.
Cuando Malcon desapareció del lugar la pobre doncella respiro más tranquila. En ese momento se apiadaba de su joven señora por el infierno vivido.
*****
Apenas pisar aquella casa Annabella palideció y sus manos sudaron ante lo que le tocaría enfrentar. Había perdido a Harry por una de quien considero amiga. Se sentía usada y tirada. Hubiera preferido continuar en Londres y no volver a ver nunca más a Harry ni Elizabeth pero allí estaba, en aquella casa que los recientes novios compartían, molesta y a la vez asustada.
La noticia del matrimonio de su Harry con otra mujer la sumió en un estado deprimente, del cual le estaba costando salir. Pudo fingir bien delante de su madre, padre y hermana cuando Harry hizo el anuncio durante una cena familiar, una vez sola en su recamar se desmoronó en llanto. Lloró durante noches enteras mientras su familia dormía tranquilamente. Pasado los días creyó superado todo aquello
pero estar presente y cerca nuevamente la volvió a desequilibrar emocionalmente.
William al notar la intranquilidad en la que se hallaba su hija mayor y los rebuznos de la menor decidió hablar con el motivo de calmar a una y acallar a la otra.
- Sé que deseaban seguir disfrutando de su temporada en Londres pero prometimos a Harry conocer a su esposa y pasar un tiempo con ellos.
- ¡Pero si ya conocemos a su esposa, papá!- refunfuño la más pequeña.
- Sé que la conoces pero esta vez será de otra manera, Harry desea que se conozcan a fondo y sean amigas.
- Sabes bien que esa "señorita" no es de mi agrado, no pueden obligarme a hacer algo que no quiero. Además Annabella ya es su amiga así que no era necesario venir.-
- Dimos nuestra palabra-
- Yo no di nada- grito.
- ¡Katrinna!- sentenció Irving ya irritado por el mal carácter y predisposición de su hija menor.
Bufando y cruzándose de brazos se hizo a un lado.
Aurelia que era testigo de todo aquello apuró a los lacayos con el equipaje para así disponer a cada uno en sus respectivas recamaras.
- Avisaré al señor Smith de su llegada, si me disculpan- con una leve inclinación marchó del lugar en busca de Harry antes de que la hija del señor Irving iniciase con otra queja.
Aproximándose por el pasillo a la recamara de Harry escucho voces y risillas proveniente de dicha alcoba. Últimamente siempre era lo mismo. En un principio se sonrojaba hasta los dedos de los pies
al escuchar los gemidos y gritos de la señora Smith, luego ya más acostumbrada solo sentía un leve revuelo en el estómago.
Decidida tocó la puerta a la espera de ser atendida.
Harry fue quien abrió la puerta y vaya imagen mostraba; su rostro se hallaba algo sonrojado y sonriente, su camisa abierta a la muestra de su pecho, el cabello despeinado y los pantalones mal colocados.
Aurelia desvío los ojos evitando mirar de más.
- Señor la familia Irving ha llegado, dispuse que sus cosas sean trasladadas a sus respectivos cuartos mientras ellos se encuentran merendando en el comedor-
- Muy bien Aurelia, en un momento bajamos-
Al despedir a Aurelia y cerrar la puerta se giró para dar la noticia a su esposa que se hallaba sentada en la cama expectante y desnuda.
- ¿Quién era?- preguntó palmando la cama, indicando que volviera a su lado.
Olvidando por completo en contestar se aproximó y saltando sobre ella retomó lo interrumpido.
Elizabeth no paraba de reír y gemir antes las caricias que Harry infringía en su cuerpo. Con audacia lo tumbó de espalda a la cama y lo montó a horcadas comenzando esta vez ella a tocar y besar. Próxima a su oído le susurró
- ¿Aún no me dijiste quién era?- mordisqueaba el cuello del que hace unas semanas atrás era solo suyo, su hombre.
- Aurelia... avisando de la llegada de...- le costaba hablar a causa de las traviesas manos de aquella mujercita infernal- de la llegada de Irving.
En un momento a otro se encontró solo en la cama. Levantando la cabeza vió a su mujer caminando desnuda por la recamara.
- Sucede algo- preguntó ronco y algo molestó por verse abandonado.
- Harry han llegado y tú sigues en la cama. Apura que debemos recibirlos- apresuró Elizabeth mientras se dirigía al baño por una ducha.
- Deseas que te acompañe.
Deteniéndose y mirando a Harry, al contemplar su cuerpo estuvo tentada de invitarle pero si lo hacía jamás bajarían. Mordiéndose el labio y apretando las manos declino la oferta.
- Muy amable tu propuesta pero no gracias- a sabiendas de cómo era Harry se esperó la respuesta.
- ¿¡Segura?! No necesitaras ayuda para que froten tu espalda- insistió
- Por hoy no- con eso se apuró en entrar y cerrar la puerta tras sí para no caer en la tentación.
Al salir, Harry se encontraba calzándose las botas; levantando la cabeza al sentirla y la contempló hasta que ella le dio la espalda.
Rebuscó en el armario un vestido adecuado a la ocasión, cuando tuvo en vista uno y lo extrajo Harry le arrebató de las manos y volvió a colgarlo. Haciéndola a un lado buscó él mismo hasta encontrar lo que buscaba. Hizo entrega de la prenda a la cual Elizabeth solo atinó a observar entre el atuendo y él.
- Esto no es adecuado para el momento. Además a la señora Irving e hija no le era del agrado cada vez que me presentaba en su casa con estas ropas, inclusive al señor Irving le parecía extraña- le miró consternada a lo que Harry con dulzura y depositando un beso en su coronilla contesto.
- Se tu misma Elizabeth-
- Entonces...- suspirando gozosa agregó.- ¿Me ayudas?
- Encantado.
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Feliz 2017
Querido lector le deseo lo mejor en este año que comienza, un año de oportunidades, amor, paz, felicidad y sobre todo salud. Brindo por usted, porque la vida le sonría y sorprenda con lo que más deseas, por momentos de risas, por la unión familiar, por momentos de paz y serenidad para tu alma. ¡Feliz Año!
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Capítulo 28
Antes de leer: me disculpo por la tardanza del capítulo, cuento con el tiempo para escribirlo pero es mi cabeza la que se niega a trabajar. Espero les guste y disfruten de la lectura como también pido perdones por errores gramaticales y puntuación (se que debo cansarlos con escribirlo reiteradamente pero ansío mejorar por ustedes y necesito que me hagan notar donde uno se equivoca)
El movimiento incesante del carruaje, causante del dolor que le acarrearía más tarde debido a la mala posición, y el silencio vivido dentro de él la colocaron de muy mal humor. Se recriminaba por no haber objetado ante lo impuesto, era de más grandecita para decidir por ella misma y así evitar la penosa situación vivida.
Compartir coche con tres mujeres, donde dos de ellas miraban más allá de sus narices y la consideraban una persona anormal e incorrecta, como plaga a la cual eliminar, y para la tercera directamente no existía, toda la situación no era como se había imaginado pasar su bella mañana. Maldecía de todas las formas conocidas a Harry, no comprendía como fue capaz de lanzarla a la boca del lobo sola y sin nada con que defenderse. Solo ansiaba acabar con todo aquello y regresar a casa para quebrarle un jarrón en la cabeza, ese pensamiento la mantenía viva y con la capacidad de soportar a esas víboras.
- ¿Cuánto falta para llegar al pueblo?- preguntó Adelmina dándose aire con su abanico.
Al ver que nadie respondía a la pregunta formulada Elizabeth levantó la vista para mirar a sus acompañantes,
Adelmina la taladraba con la mirada a la espera de algo, miró a las demás y al chocar con la mirada de Annabella solo vio recriminación y un profundo resentimiento en aquellos ojos desviando ante la culpa posó su mirar en Katrinna quien al verse pillada contemplándola opto sobrarla. Fue ahí que supo que la pregunta iba dirigida a ella, suspirando con desgano respondió
- Falta poco- y no habló más.
- Qué clase de acompañante nos colocaron- farfulló molesta la señora Irving
Elizabeth clamaba por paciencia y mucha fuerza.
Un techo más de viaje ya se podía contemplar las coloridas casitas, por fin Elizabeth pudo exhalar el aire que sus pulmones retenían. Apenas el carruaje paro fue la primera en bajar a los tumbos, no tenía problema en hacer el ridículo con tal de alejarse de sus acompañantes pero su satisfacción no duro mucho cuando se vio arrastrada por las Irving a casa de la modista.
Harry había insistido en que comprase vestidos pero con esos tres pares de ojos escudriñando sus elecciones le fue imposible, prefirió realizar un viaje aparte y sola. Se ubicó en uno de los sillones dispuestos en el estudio de la modista mientras las demás probaban sombreros y vestidos.
Miraba de un lado a otro con tal de entretenerse pero el pequeño saloncillo era tan simple como sencillo. De repente sintió a su vejiga impacientarse, ello era síntoma de que si no se ponía en marcha y salía de allí le agarraría un ataque de pánico ¡Cómo detestaba esa sensación!
Con prisa atravesó la cortina que separaba el pequeño saloncito
de los vestidores y taller de la modista.
- Disculpe señora Irving, no les molestaría que me ausentara unos minutos- ver la mueca de disgusto realizada por la susodicha la hizo agregar- Debo realizar unas compras necesarias para la casa.
- De eso no debería encargarse la servidumbre- justo en el clavo, debía pensar y rápido.
- Es que... al venir nosotras... Aurelia no podía... por tantos quehaceres y me ofrecí. Son indispensables- acabó.
Suspirando y con un ademan de mano le hizo seña para que se marchara.
Elizabeth solo atino a abrir la boca para luego enrojecer de coraje. Acaso la estaba tratando al igual que una sirvienta ¡Maldita vieja bruja! Quiso escupir en su cara. Conteniéndose volteó y salió del lugar dándole un golpe a la puerta de entrada. Parada en el umbral farfullo blasfemia hacia esa señora; calmada se juró jamás volver a salir con personas como aquellas así como también no permitir que Harry o cualquier hombre la acompañase a comprar vestidos, era de más aburrido esperar hasta que las damas se decidieran.
*****
- No creo que haya sido correcto enviarlas en un viaje al pueblo juntas- habló preocupado William. Conocía muy bien a su esposa e hijas y sabia de la animosidad que la señora Smith causaba en ellas.
- Deben conocerse William y la única manera que encontré fue aquella, solo espero que al volver halla amistad- expresó algo convencido- Cambiemos de tema mejor, ¿cómo les fue a Anna y Katrinna
en Londres?
- Bien- sonrió - Unos cuantos pretendientes interesados en ellas, Katrinna quedo encandilada con un joven barón pero...
- El venir aquí hizo cortar el cortejo- terminó Harry con una mueca para luego ingerir un trago de la bebida que se encontraba entre sus manos.- Perdona William-se disculpó
- No te aflijas hijo- intentó calmarlo- aunque para Katrinna fue devastador para mí todo lo contrario, fue un completo alivio retirarnos de allí- ingirió de un solo trago el contenido de su copa causando una mueca de disgusto debido al quemazón provocado en su garganta- No estoy listo para entregar a mis pequeñas, aún recuerdo las veces que buscaban mi compañía para jugar con ellas y sus muñecas... Han crecido tan rápido- habló mirando perdido el vacío cristal.
Harry se dispuso a servirle más.
- Tu matrimonio con la hija del conde causó desconcierto. A Winsord se lo veía apagado en cada velada y más cuando nombraban a su hija- habló compadeciéndose del conde.- Sé que no eres de su agrado e inclusive busco casarla con otro con tal de alejarla de ti pero todo lo intentado fue en vano.
- Si no intervenía a tiempo la casaba con un anciano y arruinaría su vida por completo. Sabes mejor que nadie la clase de alimaña que es el barón.
- Lo sé pero el conde no, si hubieras puesto en conocimiento jamás lo permitiría...
- Pero la casaría con otro y ese otro durante la noche de bodas descubriría su falta de virtud haciéndole pagar de por vida por haber sido ya usada- expresó
molesto consigo mismo
- Pero tú no abusaste de ella Harry solo se te fue la mano- intentó tranquilizarlo
- Ningún hombre que no sea medico creerá que solo fue tocada, pensarían de ella como una ramera... Su propio padre la trato como tal- habló entristecido para luego sonreír irónico - el señor Winsord se deshizo del peso que cargaba sin interesarle donde la arrojaba-
- Está arrepentido Harry...
- ¡Pues es tarde para eso! Me dejo bien claro que no aceptaba nuestro matrimonio, pidió la anulación pero ya era tarde no había vuelta atrás por ello la desheredo ¡a su hija, su única y propia hija, William!
- Yo haría igual Harry-
- ¿Qué dijiste..?- le tomó por sorpresa- ¿Serias capaz de hacer infeliz a Annabella y Katrinna?- aceleró el contenido de su copa- No lo puedo creer- habló para sí mismo.
- Amo a mis hijas pero como padre siempre buscare lo mejor para ellas...
- Estás diciendo que no soy acorde a Elizabeth por ser un hombre sin título nobiliario y que tuvo la desgracia de ser el bastardo de vaya a saber quién- gruñía cada palabra que largaba.
- Deja que termine de explicarme Harry- retó molesto- Sabes que jamás pondría en tela de juicio tu origen ya que soy el menos indicado y deberías de una buena vez olvidarte de los malditos títulos de la nobleza...
Aunque Harry intentara no podía, siempre estaría latente dentro suyo que por más riquezas que poseyera la falta de un título noble lo hacía menos ante los ojos ingleses,
y Charlotte fue quien restregó en su cara esa verdad.
- A lo que intento ir es que quiero que mis hijas se casen por amor, uno mutuo, no donde en uno prevalezca el interés. En cambio tú obligaste mediante engaños a la hija del conde a aceptarte, que ella lo haya tomado bien es otra cosa pero no deseo para mis hijas lo mismo.
- Mi matrimonio me concierne a mí y a mi esposa- finiquito mientras se levantaba para marcharse.
- El conde tiene conocimiento de tu relación con la condesa- cuando lo vio detenerse prosiguió- por ello fue a buscarte y exigir explicaciones.
- Fue a exigir sobre el anuncio de matrimonio publicado en el periodico y el por qué lo desobedecí al casarme con su hija- burló
- Supo previamente del matrimonio, su cuñada le aviso. Te reclamó por el espectáculo que armaste con la condesa de Brighton en el baile de los marqueses dejando en burla a su hija ante la sociedad- vio en Harry desconcierto- Winsord está al tanto de todo, sabe dónde tienes a su hija, como se encuentra ella, si es feliz o no, si la maltratas o la cuidas ¡sabe todo Harry!- advirtió.
Harry no quería escuchar más y salió del lugar.
*****
Londres, casa del duque de Nordwest.
Un puñado de personas vestidas en negro se hallaban congregadas en la sala principal de la mansión que el duque poseía en Londres. Dicha sala en sus épocas doradas fue la encargada de recibir a un sinfín de invitados que acudían con sus más opulentos y coloridos vestuarios donde
el ambiente se llenaba de risas y buena música ahora el silencio predominaba y unos cuantos sollozos escapaban de las bocas de unas pocas damas.
Charlotte miraba de un lado a otro con el rostro surcado en lágrimas preguntándose donde se hallaban todos aquellos que se hicieron pasar por sus amigos. Los pocos que se encontraban eran amigos de su esposo o los esposos de sus hermanas pero los amigos de la familia brillaban por su ausencia.
Ver a su madre impertérrita recibir condolencias vacías de las personas y está haciendo gala de lo buena anfitriona que era le molestaba. Su hermana Daphne se mantenía al margen mientras Martiana lloraba en brazos de su esposo que hacia todos los intentos por consolarla. Malcon se hallaba a una distancia prudente de ella, lo cual agradecía. No deseaba que nadie se le acercase temiendo gritar verdades que dañarían y desenmascararían.
Salió de la sala en busca del aire que allí no encontraba, ya cercana al hall de entrada vio al mayordomo dar la bienvenida al conde Winsord junto a su cuñada detrás de ellos se descubrían al Vizconde Marshall y su esposa, Penélope.
Penélope apenas la vio se acercó a ella y la abrazó. Fue en ese momento que lagrimas volvieron a atacarla.
- Charly cuanto lo siento- murmuró apenada mientras acariciaba la espalda a la susodicha.
Charlotte lloró hasta calmarse. Cuanta falta le hizo el abrazo de una amiga pero aún faltaba el de alguien más.
- ¿Y Elizabeth?- preguntó una vez recuperada.
- No lo sé Charly. No sé dónde se encuentra, desde que se casó
la familia no sabe de su paradero y si lo saben el único es el conde que se niega a hablar.- Penélope realmente no sabía dónde se encontraba su amiga, ni el mismo James lo sabía.
- Necesito verle- susurró muy bajito.
Penélope se dispuso a abrazarla e intentar tranquilizar a Charlotte. La misma estaba agradecida de tenerla a su lado pero necesitaba en ese momento tan duro a Harry y Elizabeth, a pesar de todo lo que haya ocurrido entre ellas.
*
Al volver del entierro miró con tristeza la opulenta casa, ya había oscurecido y las sombras proyectadas por los muebles daban apariencia siniestra. A su mente vino la idea que la luz que encandilaba la morada se había marchado junto con su dueño.
Agradecía que su madre haya insistido por ella a Malcon, el cual termino aceptando a regañadientes, para que la acompañase las últimas noches que permanecería en la casa antes que el nuevo duque de Nordwest hiciera toma de ella. Tuvo la dicha de poder alejarse de su marido por un tiempo, este debía emprender un viaje para finiquitar unos negocios lo cual lo mantendrían alejado de Londres.
En un inicio Malcon pensó en llevarla con él pero termino desistiendo ya que considero que Charlotte aún necesitaba sobrellevar la muerte del duque.
Días después del entierro de su padre y el viaje de su esposo Charlotte volvió a su casa en busca de sus pertenencias, contaba con el apoyo de Martiana, quien luego de ser informada de las privaciones sufridas por su pequeña hermana no lo pensó dos veces y procedió a ayudarla de inmediato
brindándole todo lo que Charly necesitase. Con la muerte de su amado padre una parte de su cuerpo y alma sintió el desgarro de las cadenas que la estancaban en aquel lugar, sin el nada ni nadie la retenía más allí, ahora era libre de seguir su camino y por fin ser feliz.
Le costó trabajo convencer a Maddy que marchara con ella, el miedo que Malcon había infringido en la pobre doncella era atroz, pero luego de dime y diretes Maddy recogió sus escasas pertenencias y marcharon juntas rumbo a la dirección brindada por su hermana.
Era momento de cumplir lo que por mucho tiempo postergo.
*****
La zona era de por si maravilloso, las extensas tierras ricas en vegetación y su fauna a pesar de casi escasa en diversidad eran pasmosas. Le agradaba darse tiempo y salir a cabalgar con el fin de recorrer el lugar como ejercitarse mediante la equitación. Había trascurrido un buen tiempo desde que había salido a pasear luego de su plática con William y era momento de volver para darse un baño y alistarse para la cena. A todo galope marchó rumbo a casa.
Al llegar, Elizabeth ni la señora e hijas Irving se encontraban en casa. Subió las escaleras rumbo al cuarto que compartía con su esposa, necesitaba estar presentable cuando llegaran para el horario de la cena.
William diviso desde la habitación que se encontraba al carruaje en el que su esposa había partido rumbo al pueblo. Salió de la estancia para recibirlas. Tuvo que esperar cercano a las escaleras que conectaban el camino de la puerta principal.
Cuando el coche se detuvo
de él descendieron sus hijas y esposa, a las cuales ayudo a bajar, se sorprendió que la señora Smith no se hallara con ellas.
- ¿y Elizabeth?- preguntó extrañado.
Adelmina y Annabella se miraron entre sí con inquietud sin responder a la pregunta. Katrina haciéndose notar levanto la voz y dijo
- Quedo en el pueblo, no quiso venir con nosotras- para al instante agregar con malicia- Prefirió la compañía del médico a la nuestra.- marchó rumbo a las escaleras para dejar que otros lucharan su batalla.
- ¿¡Qué!?- expresó sorprendido.
- Te explicaremos adentro- calmó su esposa- ¿Harry ha llegado?
- Hasta donde se aún no. Vamos- fue tomado por ambos brazos, en uno colgaba su mujer y en el otro su hija.
*
Ambas mujeres dejaron expectante al señor Irving debido a que primero deseaban adecentarse. Luego de un largo tiempo esperando en una pequeña sala apartada hicieron acto de presencia procediendo a relatarle lo sucedido durante el día.
- Una vez desocupadas mandamos al cochero en su búsqueda, no la encontró a primeras hasta que por fin dio con ella- habló Adelmina- Tuve que regañarla, sé que es una mujer adulta y casada pero su comportamiento no fue el acorde. Eso no fue lo peor sino el que se hallase en casa de un hombre soltero y sin compañía alguna, solo los dos- el recordar la situación la exasperaba más- exigí el volver pero se negó, es muy terca y no hubo posibilidad de convencerla así que quedo en compañía de ese hombre.
-
Dijiste que era médico-
- Así es papá. Es el medico del pueblo, se apellida Rowling- mirando a su madre con reproche continuo- No se hallaba en su casa sino en el consultorio que este posee y hasta donde pude notar solo charlaban mientras el doctor atendía un paciente.
- ¡Annabella! No me contradigas- recriminó su madre- William el caso aquí es que la esposa de Harry se encontraba con un caballero soltero siendo ella casada, y la casa del doctor se encuentra pegada al consultorio por lo tanto es lo mismo.- miró molesta a su hija, quien rodó los ojos y dispuso marcharse sino quería escuchar el borbotón de cosas que su madre diría.
Cuando estaba por abrir la puerta se encontró de frente con Aurelia, que la miro con los ojos bien abiertos.
- Disculpen, vine a avisar que la cena ya está por ser servida- habló y se alejó dejándolos solos de nuevo.
- ¿Sabes si Elizabeth dijo volver para la cena?- la pregunta iba dirigida a su hija ya que su esposa tergiversaba las cosas.
- No dijo nada sobre volver papá- le miro afligida.
- Hablare con Harry- fue los que dijo antes de abrazar a su hija y marchar rumbo al comedor.
*
Harry caminaba por su despacho de un lado a otro, se sentía como un animal enjaulada. No podía creer que Elizabeth pudiera llegar a hacerle aquello. ¡Dejarlos plantados para pasar tiempo con el doctorcito! Rumiaba de enojo. Solo deseaba tenerla cerca y a solas con él, le enseñaría como respetarlo.
No lograba explicar cómo
fue capaz de comportarse delante de su amigo y familia en la mesa, lo que realmente quería es tomar un caballo y traerla a rastras de ese lugar pero se contuvo. A pesar de la exquisita presentación y sabor le costaba digerir bocado.
William y Anna intentaron calmarlo sin éxito una vez finalizada la comida pero no podía estar tranquilo sabiendo que la señorita no se dignaba a aparecer. Había transcurrido dos horas desde la cena y nada, sino hacia acto de presencia en veinte minutos más iría por ella.
Ubicado en el sillón de su escritorio miraba seguida e impacientemente el reloj bolsillo que había colocado en la superficie de la mesa. El sonido de la puerta lo hizo desviar por unos segundos el volver a mirar el reloj.
- Adelante- gruñó
Aurelia ingreso al cuarto y cerrando tras si la puerta aviso de la llegada de su señora.
- ¿En qué coche vino?- preguntó perdiendo los estribos.
- En el del doctor...
- ¿Y cómo sabes que era del doctor?- una parte de su ser intentaba defender a su esposa de las especulaciones ajenas mientras la otra deseaba ahorcarla.
- Porque el mismo doctor la trajo, la ayudo a bajar y la acompaño hasta la puerta principal para luego despedirse de ella con un beso...- intentaba cizañarlo pero ver a Harry salir despedido de la silla y la forma amenazante que se acercaba a grandes pasos la hicieron correr del medio y darle camino libre. No sabía si apiadarse por la señora o considerar que se merecía lo que le hiciera.
Harry la busco en la planta baja gritando su nombre para que una asustadiza doncella le avisara después que la señora se encontraba en su recamara. A grandes zancadas subió las escaleras de dos en dos e ingreso a la habitación cerrando con un sonoro estruendo la puerta.
- ¡Elizabeth!- rugió
William, Adelmina y Annabella salieron de sus respectivos cuartos atemorizados por los gritos de Harry. William se preparaba para intervenir pero el sonido de la porcelana estrellada contra una pared lo detuvo.
Por favor termina la historia
ResponderEliminarla veia siguiendo de wattpad
Hola
ResponderEliminarEspero que te encuentres bien de salud.
Soy fanática de esta novela, es arte lo que escribes.
Tal vez en un futuro lejano la termines de escribir, eso sería asombro. O tal vez no.
En mi mente he imaginado muchos finales distintos,pero sé que ninguno se compara con el final que escribas para esta historia.
Gracias por escribirla.
Att: Una chica en espera de leer arte tuyo
Hola! Espero que estes muy bien, soy una gran fan de la historia desde que la publicaste en Wattpad, si sigues publicando sería genial, tengo muchas intrigas por saber qué pasa con Elizabeth y Harry, saber si si están enamorados, o el solo la uso por venganza pero a la que ama es a Charlotte, también saber que sucede con ella y Malcón. Muchas intrigas hay. Me encantaría seguir leyendo!!!! Muchos saludos y que te encuentres bien 💖💖💖💖
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